Las hordas muertas se levantan, y la obra prosigue, comisura de sol y sombra. Derrotado y triunfador, falaz y práctico: ¡actor, desándate! ¡Poeta: ocúltate! ¡Presencia: sígueme! Sal y viento, rasga el decir, cómo tu pluma, mi cuerpo, cómo tu lengua, mi chimba. Dios dijo: róete que yo te mascaré. Tantos por decir y tantos por morir. Al final de un siglo, la perpetuidad de los espectros, unción que nos reclama. Este: un teatro que sabe del todo y de nada ¡libertad: no esperes de nosotros! ¡Dios: no comprendemos tu inocencia! ¡Amor: qué palabra tan gastada! ¡Belleza: me trituras! ¡Vicio: me preanuncias! ¡Socavones: aguardadme! ¡Pálidos poetas: consumad! Lo inenarrable se adorna con la muerte. ¡Fin a los ocasos! ¡Paso a las tinieblas! El que sabe perece, el que vuelve no está.
El afán de hacerse entender, es censor. ¡Vuelve a tus arrestos!
Hay poesía en los sacrilegios del canto, en la actriz que se sabe, en la mujer que se acepta.
A rastras me llevan al mal, al incendio que cruje.
¡Padre, madre, hijo y esputo! criaturas suntuarias que parten al fin.
¿Con qué amor me miras, con qué decisión me encandilas?
Doy, arriesgo y perforo.
(Leyendo) A continuación la mujer que habla, la mujer que explora: se allanarán los caminos, las montañas bajarán a su día, la muerte tomará su sendero. Entonces tú y yo en la banca de siempre, donde se aguarda, se oye y se sufre.
(Anunciando) ¡Se acabó el año, se fugó la historia, se quemaron los decires! ¿Quién sabe de todo, al final de los tiempos? Y tú heraldo perdido, que sin casa y sin rostro avanzas diciendo, agravando, existiendo, luego me injurias, me sacrificas, como la santa en la hoguera, como la víctima única. Tú desasosegado, pervertido y penado, eres lo que maceras.
Verán alcances, extenderán pendones, nivelarán las fiestas.
¡Muérdeme como manzana levitando, como ulterior desánimo!
Edición 31 • ISSN: 0123-238X • CIUDAD, REVISTA DE ASUNTOS URBANOS FIN
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