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Bitácora de un navegante | Pág

BITÁCORA DE UN NAVEGANTE

La intrínseca condición salvaje del Golfo San Jorge, se corresponde con la belleza natural que ocultan sus playas, bahías, caletas e islas. Justamente esta variada geografía y su inconmensurable riqueza en flora y fauna ha sido el motivo para que aquellos primeros exploradores recorran con sus veleros minuciosamente toda la zona.

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Por Juan Pablo de Zabaleta

La navegación a lo largo y ancho de las costas de las provincias de Chubut y Santa Cruz, se caracteriza por un duro clima, en donde predomina nuestro clásico viento Oeste y un mar que en ocasiones se sueale encontrar embravecido por marejadas. Pero la naturaleza es sabia y compensa a los navegantes con las más bellas imágenes y los espectáculos naturales más vistosos.

La ciudad de Comodoro Rivadavia por su enclave en el corazón del Golfo, nos permite recorrer en velero con travesías de media distancia, una o dos semanas, lugares que son exclusivos para los entusiastas de la navegación a vela. Doblar el Cabo Blanco a 100 millas al sur, o llegar al mítico faro de Isla Leones 100 millas al norte, son un claro ejemplo de la privilegiada situación.

Hacia el norte…

Ponemos la proa con rumbo 35 grados y nuestras velas se inflan con ganas de recorrer la zona. El Velero Pehuén empieza a correr a 6 nudos, mientras que es impulsado por un viento constante del sur que su intensidad se acerca a los 30 nudos.

Arriba de la embarcación, sus tripulantes Marcelo Wainer y Juan Pablo de Zabaleta, repasan la carta náutica que los mantiene alejados de los desafíos que presenta la singladura hasta Isla Leones. Las horas se suceden y el recorrido permite ir contemplando

en las primeras millas, al flamante contorno de la Área Natural Protegida Rocas Coloradas. El Pico Salamanca, Bahía Solano, Puerto Visser, sobre la costa. Mientras que sobre el agua el resoplido de algunas ballenas Sei, hacen que las 12 horas hasta punta Aristizabal se pasen de forma muy rápida. Con un mar duro y barrenando olas, el velero llega a marcar una velocidad máxima de 11 nudos. Nada mal para una embarcación de 26 pies y fibra de vidrio. Pero a partir de la baliza Aristizabal comienzan las islas, rocas y demás peligros para la navegación, por lo que el enfoque deja de ser optimizar la velocidad, para hacer una derrota exacta sobre lo dibujado en la carta. Desde el desembarco de sus naves a vela el explorador español, Simón de Alcazaba y Sotomayor, en el año 1535, nos separan casi 500 años y en la actualidad continúa esa tradición de explorar y recorrer esta zona, impulsados solamente por el viento. Aquel primer intento fallido de ocupación, que terminó en un motín de la tripulación, se dio en Caleta Hornos de la Bahía Gil. Zona insular que hoy pertenece al Parque Interjurisdiccional Marino Costero Patagonia Austral, que desde su creación en 2009 protege más de 100.000 hectáreas de estepa patagónica y mar argentino. Se suceden los lugares y su historia. Caleta Malaspina, Isla Viana, Isla Toba, Islote Cangrejo, Puerto Melo, Bahia Arredondo, Isla Pan de Azúcar, Península de San Antonio, y finalmente aparece la legendaria Isla Leones. Una vez más como lo hacían aquellos exploradores del siglo XVI, la isla es lugar de refugio y descanso. Permitiendo reponer fuerzas y disfrutar su entorno único, antes de volver a salir al mar.

Desde el sur…

El pasado mes de junio y bajo una copiosa nevada, zarpaba desde la ciudad de Puerto Deseado el velero Alma Mia, con intenciones de recorrer el sur del golfo, para finalmente llegar a nuestro puerto de Comodoro Rivadavia. La nieve y las toninas que saltaban en la estela de la embarcación, dan la despedida a la ría de Deseado, mientras que el velero con corriente en contra y poco viento, va lentamente alejándose de las luces de la ciudad. La noche cae y el mar se pone grueso, pero la aventura de doblar el cabo blanco y adentrarse en el golfo es motivador para pasar la noche navegando atentos a la singladura. En paralelo a la costa y a una distancia de 8 millas, el barco avanza y las horas se suceden, con una meteorología que se vuelve más favorable y permite navegar a 5 nudos. Una vez más los ojos se mantienen entre el horizonte y la carta, para ir ubicando los lugares de la zona, y es así como aparecen los destellos de la baliza, entre la llovizna y la bruma del mar. Mantenemos rumbo y velocidad, para luego de unos minutos encontrar al Banco Susana, que con el ruido de la rompiente sobre sus piedras, nos saluda a nuestro paso. Ya a 30 millas al norte de nuestra zarpada, ubicamos a nuestro babor el histórico Cabo Blanco, con su protección para tantos navegantes que han recorrido estas remotas tierras. Es el ingreso al Golfo marcado, por un lugar que no solo es magnífico, sino que también es histórico. El faro de la armada se destaca y en cercanías al mismo se pueden hallar gran cantidad de sitios arqueológicos. La fauna se caracteriza por lobos marinos de un pelo, lobos de dos pelos y varias especies de aves marinas. También se pueden observar simpáticos pingüinos de Magallanes y eventualmente el pingüino rey. Pero para llegar a destino, tiene que seguir corriendo agua bajo nuestra quilla. Y es por eso que seguimos navegando hacia el noreste, a nuestra primera y única recalada. La ciudad de Caleta Olivia y su protegido puerto de Caleta Paula. En donde aprovechamos de descansar de la ardua navegación, pernoctamos y al siguiente día, salimos nuevamente.

El golfo nos sigue regalando su expendedor y mientras abandonamos la ciudad del Gorosito, nos acompañan las toninas overas y nuevamente ballenas sei. El ritmo de navegación es bueno y vamos disfrutando avanzar, las últimas 30 millas que nos separan de nuestro destino. De a poco el paisaje se vuelve familiar e identificamos Playa Bonita, Punta Peligro y finalmente la Punta del Márques nos avisa que llegamos a casa.

Comodoro Gourmet

Portada por Mercedes Dutto Patagonia, mi amor (2021)

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