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nete Gil
Jorge Bru
Radicales infiltrados en las Asambleas de la Universidad de Valencia
Una huelga son piquetes, manifestaciones... y otras muchas cosas: la organización de la policía para responder a los huelguistas, el bombardeo mediático que analizará (parcialmente) los sucesos, etc. Al final del día los protagonistas, aquellos que con más énfasis han señalado periódicos y televisiones, son los “radicales” o “antisistema”...
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NOTAS
1 “Bolonia” es un proceso, a nivel europeo, que pretende llevar a cabo una serie de reformas en las universidades, con la intención de construir un “Espacio Europeo de Educación Superior”, homologando títulos de todos los estados. No obstante, desde los movimientos de base de signo contestatario fue duramente criticado, y surgió una fuerte protesta en rechazo al mismo. La crítica principal, aunque hubo muchas, era la de que “Bolonia” implicaba la mercantilización de las universidades. Esto quiere decir que, desde posiciones críticas, se preveía que las universidades quedarían expuestas al control de entidades privadas, que finalmente las gestionarían en función de sus intereses. 2 Mientras que el nombre de los campus universitarios se ha escrito en este artículo en valenciano, “Plaza del Ayuntamiento” se ha mantenido en castellano. Esto se debe a que, entre la mayoría de participantes de las asambleas estudiantiles, existe una fuerte conciencia respecto a la cuestión lingüística en el País Valencià (y de hecho todos los carteles, panfletos y comunicados se realizan en valenciano) mientras que en espacios como la acampada originaria del 15-M, esta cuestión no fue tenida en cuenta. 3 Esta introducción a modo de contexto corresponde a los primeros párrafos del panfleto “Apunts sobre el moviment estudiantil de València (estiu-tardor 2013)” del colectivo Independència Total.
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Pistoletazo de Salida
El curso 2008-2009 en la Universidad de Valencia (así como en el resto de universidades del Estado) se cerraba con una derrota: la ilusión de que el proceso Bolonia1 podía detenerse, se esfumaba. El curso 2009-2010 se iniciaba también desde una perspectiva ausente de esperanza. No solo no se había detenido Bolonia, sino que la impronta asamblearia vivida el curso anterior, había desaparecido. Como si nada de lo sucedido, los meses de lucha estudiantil masiva, hubiera existido alguna vez [...]. A finales del curso 2010-2011, al calor del contexto de crisis y con el boom del 15-M, parece que resurge el movimiento estudiantil: algunas personas acampan en el campus de Burjassot, asambleas semanales de más de 50 integrantes se producen en los campus de Blasco Ibànyez y Tarongers (y teniendo en cuenta que es época de exámenes, se trata de todo un éxito). Pero nada de ello desemboca en una lucha importante, las energías están centradas en lo que sucede en la Plaza 15-M (antigua Plaza de Ayuntamiento)2 y falta mucho trabajo por hacer: reactivar una relación fluida entre asambleas de campus, concretar objetivos, etc. Esto se irá gestando durante el curso siguiente. Eso sí, los meses de mayo y junio son determinantes como primera toma de contacto. En 2011 se abre un nuevo ciclo de luchas, un ciclo aún abierto...3
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La Universidad, ¿refugio de radicales?
“Llegas a Valencia y la realidad te estampa”.4 Muchas de las personas que participan en las asambleas universitarias vienen de experiencias previas de organización en sus institutos, pueblos, etc. o han conocido desde bien pequeños qué es acudir a manifestaciones de la mano de sus padres. Algunas han generado proyectos colectivos de signo antagonista desde bien jóvenes: “Unas pocas personas de Tavernes Blanques nos organizamos bajo el nombre de Caragol Rabiós. Yo era la mayor de todos y tenía 18 años. Creamos el CSO La Closca y aquella okupación se mantuvo durante 8 meses”.5 Otras, en cambio, no es hasta que llegan a la Universidad cuando encuentran a personas afines: “Quise vivir el 15-M y no tenía con quien ir... A final de mi primer año en la uni fue lo de la acampada de Magisterio,6 y ahí empecé a conocer a un montón de gente […] pero mis amigos del pueblo no entienden lo que hago, con ellos no puedo hablar de política”.
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4 El artículo incluye numerosos citas que son fruto de cuatro entrevistas colectivas realizadas a un total de 13 personas que participan en las asambleas universitarias (o al menos parte de su actividad política orbita en torno a éstas). He procurado que las palabras de los “radicales” no sean un complemento al texto, sino el eje central en torno al cual gire la construcción del mismo. Por supuesto, entre las personas entrevistadas existen diversas opiniones sobre los temas tratados. 5 Centro Social Okupado. 6 A final del curso 2011-2012 se levantaron algunas acampadas en facultades de la Universidad de Valencia, como respuesta al conocido como “decreto Wert”; siendo especialmente importante en número de gente, actividades realizadas y tiempo que se mantuvo la acampada, la de la facultad de Magisterio del Campus de Tarongers.
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El espacio universitario se convierte así en un lugar de encuentro de personas jóvenes que, con diferentes orígenes respecto a su concepción de la acción política, desde el que ha acompañado a montones de manifestaciones a sus padres sindicados a CCOO hasta el que a los 15 años ya escribía panfletos antiautoritarios con sus amigos, trabajan conjuntamente en asambleas abiertas. La prensa convencional da cuenta, a su manera, de estas personas:
“Son los radicales. Los que agreden, insultan, amenazan, rompen y dañan. Los que queman contenedores. Los que realizan reiteradas pintadas que cuestan a los comerciantes miles de euros de limpiar o destrozan cajeros de bancos. Los que lanzan objetos contra la policía en una protesta para provocar la respuesta de los agentes y luego presentarse ante la sociedad como víctimas en Twitter,Youtube o Facebook. [...] ¿De dónde proceden? Entre los radicales que actualmente operan en tierras valencianas se ha detectado a jóvenes vinculados con la política de extrema izquierda, células de ámbito universitario, procatalanistas independentistas, un reducto del 15M o sectores provenientes del mundo okupa y antisistema”.7
De la radicalidad...
Entrevistar a los “radicales” respecto a cuestiones como la acción directa no supone contradecir frontalmente la descripción de los medios de comunicación, sino que implica complejizar el análisis. ¿Acción directa? Nadie lo niega, las cosas tal y como son: “la acción directa es una herramienta que tienes, hay que aprender a utilizarla”. Y aunque el punto de partida está muy claro:“si no somos radicales no vamos a cambiar nada”, no falta la reflexión: “es verdad que hay
“unas prácticas asamblearias basadas en la ‘horizontalidad, la autogestión y la autonomía’ podrían apuntar hacia lo popular. Pero no es suficiente”
gente que se suma a las acciones por la adrenalina que supone llevarlas a cabo”. En definitiva: “quemar contenedores no es ser radical, es sólo un medio entre tantos.” “Me da pena que tengamos que quemar contenedores para que la gente sepa que estamos haciendo huelga”. Eso sí: “yo siempre defenderé la acción directa”. Se trata de “un cuestionamiento del monopolio de la violencia por parte del Estado”, “la violencia que practicamos es una crítica al capitalismo”. No se destruye porque sí, sino que los objetivos están claro: atacar a los símbolos del capitalismo y el Estado. Pero, ¿qué es la acción directa? En general, se trata de generar, sin intermediarios, representantes o instituciones, mecanismos de confrontación social. Pero esto no consiste, ni mucho menos, sólo en “demostraciones de fuerza” en la calle: “mucho más importante que destruir es construir espacios propios, espacios autónomos, espacios de contrapoder”8. No faltan, tampoco, aquellas personas que piensan que las instituciones son “un instrumento válido que debe utilizar el pueblo”. Otras, rechazan esta opción tajantemente: “las instituciones tienen su historia, y esa historia no es la mía... no es desde donde van a cambiar las cosas”. Como se puede ver, en el seno de las asambleas hay personas con diferentes puntos de vista, ¿cómo consiguen trabajar
7 “La amenaza radical crece en Valencia”, Las Provincias, 26/11/2012. 8 En este sentido, a principios del curso 2013-2014 se ocupó la cafetería de la facultad de Filosofía (que estaba abandonada) para construir en ese espacio, ahora renombrado como Ca L’Estudiantat, un centro social.
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conjuntamente? “Tiene que haber horizontalidad, autogestión y autonomía”. ¿Y el objetivo desde las asambleas universitarias más allá de la protesta contra los recortes? ¿Más allá del eslogan de “por una universidad pública y de calidad”? “Lo que se puede hacer desde la universidad es reflexionar y relacionar unas luchas con otras, generar redes con los barrios de la ciudad”. “Creo que a la gente le faltan puntos de encuentro”. ¿Puede ser la universidad ese espacio de diálogo, contacto y encuentro de identidades combativas y populares?
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9 El cantante de música pop-electrónica estadounidense de origen cubano, de gran éxito internacional.
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… Al devenir popular Cuando se habla de “cultura popular”, es inevitable pensar automáticamente en una cultura que comparte la mayoría de la población. En un momento de la entrevista pregunto: ¿Pitbull9 es cultura popular? Sonríe, piensa un par de segundos y responde: “puede que Pitbull sea popular... pero a mí lo que me interesa es que seamos autónomas, que podamos armarnos de herramientas con las que organizarnos sin depender de nadie”. Es evidente que la diferenciación entre lo que tradicionalmente se ha venido llamando “cultura popular” y “cultura de élites”, y
más hoy en día, parece complicada. Entiendo no obstante, que a grandes rasgos, por “cultura popular”, nos podemos referir a un hacer en el que se da una voluntad de resistencia ante procesos hegemónicos de homogeneización cultural. En ese sentido, una prácticas asamblearias basadas en la “horizontalidad, la autogestión y la autonomía” podrían apuntar hacia lo popular. Pero no es suficiente. En algunos artículos de prensa se presenta a “lo radicales” como grupos marginales y ajenos a las asambleas:
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“Otro estudiante, veterano en la Universitat, rechaza que exista una ‘retroalimentación’ entre el movimiento estudiantil y los antisistema, sino más bien una representación ‘marginal’. En todo caso pueden haber 30 o 40 violentos sobre un total de 50.000 alumnos. No son representativos, apunta antes de suscribir la citada infiltración por la vía asamblearia. En su caso, asistió a una en la que un foráneo propuso destrozar vehículos como medida de presión en un corte de calles. No todas las fuentes coinciden, pues las hay que apuntan directamente a miembros de asociaciones especialmente combativas, a los que acusan de impulsar actos violentos”.10
Es verdad que en las asambleas, el porcentaje de estudiantes que participan en las mismas con respecto al total del estudiantado universitario, es muy reducido. Parece que “chirría” un poco definir como popular algo tan minoritario. Pero ¿realmente el discurso y prácticas radicales son marginales y no generan empatía entre un importante segmento de la población? ¿Existe una diferencia real entre “estudiantes buenos” y “radicales malos” que hacen lo que quieren sin el apoyo del resto? No existe tal distinción. No es ésta una historia de “buenos” y “malos”. Son los mismos estudiantes que hacen piquetes y cortan calles, aquellos que convocan manifestaciones que acaban siendo multitudinarias.11 Es decir, se da una sintonía entre el discurso “radical” y el “sentir común” de un amplio porcentaje de la ciudadanía. Pero, ya lo hemos dicho, no es suficiente. “La universidad puede ser un espacio de construcción de cultura popular”.12 Y en ello están, superando cierto “corporativismo” universitario, abriendo espacios de confluencia con profesores y estudiantes de institutos, colectivos de barrio, etc. En definitiva, “la universidad como punto de partida para que el estudiante se niegue a sí mismo”, diluyendo la “lucha estudiantil-universitaria” en la marea de protestas y luchas que estamos viviendo actualmente.
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Sea como sea, los “radicales” no se dan palmaditas en la espalda cuando las calles de Valencia se llenan de gente protestando. Si algo se descubre al entrevistarles es el nivel de autocrítica que asumen: “a veces nos empeñamos en utilizar un lenguaje con el que no nos entienden”. Algunas lo tienen muy claro: “Por sí misma la lucha universitaria no es popular”, “en la universidad no se genera memoria”. Algunos llegan al extremo con sus afirmaciones: “La Universidad está en un no-territorio, es interclasista y no tiene una cultura propia”. Pero nadie niega que, a día de hoy, la Universidad es “el punto caliente de la combatividad creciente en Valencia”13.
10 “El fin justifica los medios. Preocupación en las universidades ante los actos violentos”, Las Provincias, 26/11/2012. 11 Llegando a alcanzar cifras superiores a los 10.000 manifestantes. 12 El subrayado de “puede” es mío. Pretendo resaltar lo que considero fundamental. Ese “puede”, esa posibilidad, es el que pone en marcha el conflicto. Sin la creencia de que existe una posibilidad, sin esperanza (por mínima que fuera), no podría activarse una confrontación. 13 “La Universitat: punt calent de la combativitat creixent a València” Ara o Mai, 4, (2013), pp. 3-5. < http://araomaivlc.files.wordpress.com/2013/06/ara-o-mai_4-2.pdf>