3 minute read

CULTIVAR LA RESILIENCIA ECOSOCIAL

Por Cristina Valenzuela Contreras Psicóloga social-comunitaria y terapeuta. Investigadora y activista de la ONG Matria Fecunda.

La crisis de salud pública que ha puesto el COVID 19 sobre los hombros de la humanidad es una señal sintomática de una crisis más profunda: la civilizatoria y del paradigma dominante. Países que erosionaron los pilares esenciales de cuidado colectivo y políticas públicas (hoy en el blanco de la pandemia) engrosan las cifras de sus muertos. En la mira: el modelo de desarrollo neoliberal capitalista. Informes de organismos internacionales han alertado hace décadas el deterioro de la salud mental en el mundo. La violencia continúa siendo principal causa de morbimortalidad en grupos amplios de población (del sur global) y herida abierta sobre los cuerpos de mujeres, niños/niñas, mayores y disidencias sexuales. La sociedad de consumo ha utilizado los deseos como llave a la felicidad y la educación formal como camuflaje. Infinitas necesidades, deseos y satisfactores que no provocan más que ráfagas fútiles de bienestar que a la vuelta de la esquina se transforman en basura para los océanos. Navegamos a la deriva en un mar de síntomas físico-psíquicos (depresión, ansiedad y adicciones) mientras la automedicación e hiperconectividad suavizan el presente invivible. Hoy, en cuarentena, se nos averió (o abrió) la

Advertisement

caja musical que parecía tan paradojalmente armónica. A pesar de este diagnóstico gris, la humanidad ha hecho reacomodos a crisis a lo largo de su evolución. De sociedades recolectoras a agrícolas. Del oscurantismo a la ilustración. La era industrial fraguó un itinerario que trazó para siempre el destino de los ecosistemas vivientes. De la sobre-explotación de la naturaleza a la desigualdad de género, la división sexual del trabajo enquistó una asociación letal para el mundo: mujeres cuidadores y hombres proveedores-trabajadores. Binomio mujer-naturaleza como sinónimo de administración de la vida que no crea nada nuevo más que la reproducción de la especie y cuidado de lo que permanece y hombre-cultura que crea el todo ilimitadamente alimentándose de la ilusión de crear lo nuevo a costa del agotamiento del planeta. Capitalismo y patriarcado como hermanos inseparables para llevarnos a este punto de la evolución planetaria, con una pandemia como guinda de la torta. Con otros telones de fondo la evolución humana diseñó no sólo nuevas arquitecturas físicas y neurobiológicas, sino que habilidades emocionales y relacionales. Es la resiliencia ecosocial. Sin embargo, el concepto es desigual. Hay requerimientos adaptativos imposibles de cumplir para grupos de población que mastican a diario la sobrevivencia y la desigualdad. Resiliencia ¿para quienes? Podría ser el título de este artículo.

¿Qué es la resiliencia ecosocial?

En situaciones de crisis, la toma de conciencia de estar habitando un entorno de personas, seres vivos, una tierra y una comunidad local cambiante. La capacidad de sobreponerse a la adversidad y darle sentido a la vida a partir de la percepción emocional de valores de simpleza, afecto y cuidado superando la dualidad hombre/mujer-naturaleza y el individualismo construido por la sociedad de consumo . ¿Cómo hacer resiliencia ecosocial?

Hay un ingrediente esencial para crear personas, comunidades y hábitat resilientes. Es la sensación de ser parte de algo que trasciende la propia vida. Pueblos precolombinos que cultivaron la cosmovisión ancestral de la vida, hoy nos dan lecciones de resiliencia y buen vivir. Practicar la ayuda mutua y la economía solidaria (trueque, donación, comensalidad). Decrecer en deseos, reordenar necesidades, aumentar experiencias cargadas de emociones con valor afectivo y no sólo financiero, recuperar la relación con la comunidad local, recobrar conductas simples (cocinar, caminar, andar en bicicleta, coser la ropa, cultivar). Experiencias de resiliencia ecosocial existen hace décadas. Inundan la red con sus formas de colaboración y educación sostenible. Comunidades en transición, ecoaldeas, cooperativas de consumo, movimientos decrecentistas y un largo etcétera. Una pandemia las está resucitando de entre los muertos para que los vivos (los neoliberales), aprendamos de ellas.

This article is from: