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UNA CRISIS SOCIAL O UNA PROFUNDA CRISIS ESPIRITUAL? Alfredo Sfeir

¿Una Crisis Social, o Una Profunda Crisis Espiritual? Alfredo Sfeir Younis, PH.D.

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La llamada crisis social que vivimos hoy, ha dejado a la intemperie otras crisis que se han ido sumando a lo largo de los últimos años, y expresadas recientemente: climática (agua), institucional (gobernabilidad), étnica (persecu- ción), ética (que debemos ser), regional (centralización), valórica (confianza), poder (concentración), política (representatividad), escasez material (salarios, pensiones), contenido (visión), derechos (propiedad), intergeneracio- nal (etaria), económica (neoliberalismo debilitado), y muchas otras. Todas estas crisis tienen causas y condicio- nes; no aparecen de la nada. Y, son estas causas y condi- ciones que debemos abordar ahora. Lo que vemos son centenares de propuestas esparcidas sobre todas estas crisis. Hoy se habla de un “pacto social” (imagino que es una lista acotada de estas propuestas). Un ‘pacto’ es ‘un acuerdo mutuo’, o ‘un compromiso’ (una obligación a cumplirlo). También es ‘una forma de trato’ individual y social. Hay que ir mucho más allá de una colección de medidas, y poner finalmente en relieve al ‘bien común’ de todos. ¿Cuál será ese trato humano social? Sin este nuevo trato no hay solución a las crisis.

Muchos piensan que abordando sólo dimensiones econó- micas y materiales (ej., salarios, pensiones, impuestos), ciertamente importantes y urgentes, todo volvería a la ‘normalidad’: una cualidad que a veces me incomoda cuando no es definida explícitamente. Diccionarios definen la ‘normalidad’ como un estado, condición, o relato lógico que se repitió en el pasado, algo considerado común y usual, un referente aceptado, etc. ¿Qué sería lo ‘normal’, la ‘norma’, hoy en día? ¿A qué parámetros se debe ajustar esta normalidad? ¿A los de antes del desper- tar, o a los que conducen hacia un futuro diferente? ¿Existe hoy ‘un estado natural’ y consensualmente aceptado al cual todos debemos acercarnos?

Las normas existentes, y la normalidad del pasado han sido el resultado de una consciencia deficitaria que hoy no merece un espacio. Establecer un nuevo trato social, un nuevo con-trato social, o una nueva norma social-- no del

‘hacer’ sino del ‘ser’—necesita de una nueva conciencia colectiva; y así, construir algo nuevo y diferente. Un despertar que no nazca de la conciencia que es responsable de la actual crisis social: que creó este conflicto. Esta conciencia no posee los mecanismos ni atributos necesarios para construir un nuevo camino. Entonces, ¿qué debe florecer primero, un pacto social, forzando una ‘normalidad’, o una nueva consciencia colectiva? Para mí, una nueva consciencia colectiva. Hoy, vivimos una profunda crisis humana y espiritual: una crisis de identidad, sentido de pertenencia, inclusión, justicia, paz, solidaridad, amor, compasión...

Para muchos, focalizar nuestra atención a la conciencia colectiva suena como una respuesta ‘esotérica’ a un problema ‘real’ y urgente de solucionar. Nada más alejado de la realidad. Sería una verdadera tragedia que estemos en busca de una solución perfecta a una visión equivocada. Una respuesta perfecta a pregunta equivocada. Las acciones no pueden seleccionarse de forma aislada, solitaria, desmembrada, y faltas de sentido. Por ejemplo, un pacto social sin un pacto ambiental sería un desastre. La crisis social es el fiel espejo de la crisis ambiental que vivimos; son dos crisis gemelas. Los más pobres y vulnerables son los más afectados por el cambio climático, la destrucción ambiental, la falta de agua, el aire contaminado, etc., donde los niños y las mujeres son los que más sufren.

Este es el momento de nuestro pueblo, de las nuevas generaciones, de los adultos mayores en carencia total, de los más vulnerables… Es por eso que nosotros debemos escuchar primero, después apoyar, y finalmente implementar todos juntos. De ellos debe nacer la columna vertebral y los elementos fundamentales de un nuevo pacto social, un nuevo trato, una nueva normalidad, y una nueva constitución. Estos ingredientes –pacto, trato, normalidad, constitución--no pueden ser impuestos por los responsables de la crisis. No es el momento de ‘normalizar’ las violaciones a los derechos humanos, ni vivir en permanente conflicto, ni imponer desde arriba, ni dar por asentado las innumerables formas de violencia en nuestra sociedad. La normalidad no es equivalente a ‘una esperanza atemorizada’, vacía de energía espiritual y vital, infeliz y sin libertad para construir un nuevo futuro. Es el momento de construir, no de destruir. Pero no construir anestesiados e intoxicados de realidades individualistas y cortoplacistas.

“Los más pobres y vulnerables son los más afectados por el cambio climático, la destrucción ambiental, la falta de agua, el aire contaminado, etc., donde los niños y las mujeres son los que más sufren.”

colores y las habilidades para tejerlo. Hay que priorizar la construcción de un gran tejido social por sobre la eficiencia económica enfermiza. Tejamos como resultado de una gran revolución de valores, para no tener una sociedad materialmente rica y espiritualmente pobre. Es el momento de construir a través de un camino no-violento; un camino propio: el otro camino. Una sociedad de derechos y no de mercado (no solamente la aproximación económica); que cambie las nociones existentes de bienestar, desarrollo, y transformación; sin campamentos ni zonas de sacrificio. Un contrato social y una constitución embebidas del factor humano: nosotros. En gobernabilidad de participación vinculante. Una educación de cuerpo, mente y alma, con historia, arte, música, expresión social, identidad y felicidad. Donde las leyes naturales y espirituales primen sobre las leyes del mercado. Dialogo, respeto y dignidad como energía vital del andamio de un nuevo futuro.

Chile es un gran telar donde todos podemos y debemos tejer el otro camino. Caminar hacia un nuevo horizonte con una nueva conciencia colectiva. Tenemos la lana, los

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