El Comité 1973 número 23. Humor Negro

Page 1

EL COMITÉ 1973 EL COMITE 1973

revista de difusión, crítica y creación literaria año 4. núm. 23


el Comité 1973 Director General Meneses Monroy

EL COMITÉ 1973. Núm. 23. Humor Negro Revista de difusión, crítica y creación literaria. Correo electrónico: elcomite1973@gmail.com http://issuu.com/revistaelcomite1973 https://www.facebook.com/revistaelcomite1973 https://twitter.com/ElComite1973

Director Editorial Israel J. González S.

Portada Israel Campos Contraportada Pontxo Hierbas Publicación Bimestral Año 4. Núm. 23. 2016. Mayo - Junio

Editora de Dossier Asmara Gay Cuidado de Portafolio Almendra Vergara Imagen y Diseño Gráfico Israel Campos Nava

Consejo editorial Agustín Cadena Guadalupe Flores Liera Daniel Olivares Viniegra

Comité colaborador de este número Romina Cazón Guadalupe Flores Liera Asmara Gay Israel J. González S. Mónica Hidalgo Pontxo Hierbas Meneses Monroy Daniel Olivares Viniegra Juan Antonio Rosado Zacarías Anna Soto Joshua Torresvalle

Publicación incluida en el catálogo de revistas electrónicas de arte y cultura del CONACULTA http://sic.conaculta.gob.mx/ficha.php?table=revista_elec&table_id=136


Índice

Dossier

Ensayo introductor Asmara Gay Minificción Meneses Monroy Aforismos Con todo continuo Asmara Gay Poesía en traducción GIANNIS KONTÓS: «Yo, el indigente, el desesperanzado, el sediento» Guadalupe Flores Liera

4 7

8

9

Poesía Miro la lluvia como quien ve a un fantasma Israel J. González S.

14

Portafolio Sindicato de aprendices de fotofrafía

16

Relato Florido Laude Juan Antonio Rosado Zacarías

30

Del 82 Romina Cazón

43

Decálogo del pendejo Joshua Torresvalle

46

Reseña Suerte de rabia Daniel Olivares Viniegra

Poesía pizcas Daniel Olivares Viniegra

49

52


EL HUMOR NEGRO:

UNA HABITACIÓN CON SINGULARES VISTAS Asmara Gay

El humor negro es la columna vertebral de mi obra, sirve para neutralizar situaciones que pueden destruirnos. No sólo funciona para la literatura, también para la vida porque nos hace trascender el dolor y convertirlo en placer. Enrique Serna

Cuando pensamos en ‘humor negro’, habitualmente se nos viene a la cabeza un humor explosivo, una risa a carcajadas, una hilaridad incontenible o una confusión con el género negro e incluso hay quien, infructuosamente, busca comicidad en este tipo de literatura. Esta difícil aprehensión del concepto la expuso, con mediana claridad, André Breton en el prólogo a su Antología del humor negro [1997: 7-13], donde, con el apoyo de citas y referencias a otros autores, afirmó que es un “humor inteligente” (Pierre Piobb), u “objetivo” (Friedrich Hegel) cuya importancia se halla en “cada oración”, “hasta el punto de no hallarse su significado propio más que en el conjunto estadístico de todas las frases que la contiene y que van a contenerla en el futuro” (Paul Valéry), porque “el humor no sólo contiene algo de liberador, análogo en ello al ingenio y a la comicidad, sino también algo de sublime y elevado, características que no se encuentran en los otros dos órdenes de adquisición del placer por una actividad intelectual” (Sigmund Freud).

4


Es claro que el humor negro no es de ninguna manera una risa a carcajadas, un humor explosivo ni una tontería o una broma sin gravedad, sino una disposición de ánimo que gira en torno a lo macabro o a lo cínico mostrada con inteligencia. Así, el humor negro se asienta en el tono con el que se construyen estas obras literarias. Obras que, generalmente, llevan en su seno una fuerte crítica social, pues a través de esta negrura el autor revela alguna paradoja de la existencia humana. En su ensayo “Risa y penitencia”, Octavio Paz alude a la concepción del humor de Baudelaire: “La alegría es una”, dice Baudelaire, en cambio “la risa es doble o contradictoria; por eso es convulsiva [Paz, 1971: 31]. Esta doble faceta de la risa es aplicable al humor negro, pues tal contradicción expresa una revelación. En lo dicho, algo queda expuesto a una incongruencia de sentido. De esta manera, la risa que genera este tipo de humor no está solo en el que escribe, sino en quien lee y puede detectar la paradoja de lo enunciado. Son notables los autores que desde Jonathan Swift (“Una modesta proposición para evitar que los hijos de los pobres de Irlanda sean una carga para sus padres o su país, y para hacerlos útiles al público”) han desarrollado el humor negro: Thomas de Quincey (“El asesinato considerado como una de las bellas artes”), Edgar Allan Poe (“El ángel de lo singular”), Isidore Ducasse (“Los cantos de Maldoror”), Charles Baudelaire (“Cómo se pagan las deudas cuando se es un genio”) o Boris Vian (Que se mueran los feos).

5


No obstante, esta clase de humor no empieza con Swift, aunque Breton señale lo contrario. Si bien la literatura anterior a la Ilustración se recarga sobremanera en funciones morales o didácticas, hay autores clásicos que nos regalaron obras de singular belleza, inteligencia y humor, como Marcial (Epigramas), Aristófanes (“La asamblea de las mujeres”), o Crates de Tebas: La pasión de amor la barre el hambre; si no, el tiempo; Y si no puedes servirte de estos remedios, la soga [2013: 196].

En México, el humor negro se ha desarrollado lentamente, sobre todo por las tendencias literarias dominantes de cada época, que en muchas ocasiones no han sido propicias para que éste se propague y comprenda. Gran parte del siglo XIX y parte del XX, se vivió en nuestro país un sinigual apego a la poesía dando paso abruptamente a la novela como género tiránico, sin que en éste se manifieste de forma habitual tal suerte de humor. Hay escritores mexicanos, sin embargo, que lo han trabajado en diversas obras literarias, como Salvador Novo, Juan José Arreola, Guillermo Fadanelli, Juan Antonio Rosado, Mario Bellatín, y, a últimas fechas, Enrique Serna y Paco Ignacio Taibo II, defensores sin duda de la necesidad de escribir bajo esta disposición crítica, placentera e inteligente del ánimo. De esta forma, el humor negro es una respuesta estética a las contradicciones que se viven en una sociedad. Nada más natural entonces, en las actuales y caóticas condiciones sociales, económicas y políticas que vivimos, que volcarnos hacia este tipo de humor.

Referencias Aristófanes [1983]. “La asamblea de las mujeres”, en Las once comedias. Versión directa del griego con introducción de Ángel María Garibay. México: Porrúa. Antología de la poesía lírica griega s. VII-IV a. C [2013]. Selección, prólogo y traducción Carlos García Gual. Madrid: Alianza editorial. Antología de textos clásicos grecolatinos [1983]. Selección de Roberto Heredia Correa, José Tapia Zúñiga y Germán Viveros Maldonado. México: UNAM. Breton, André [1991]. Antología del humor negro. Barcelona: Anagrama. Diccionario de literatura 1 [1985-1986]. Versión y adaptación por José Sagredo. México: Ediplesa. Golwarz, Sergio [1963]. La máscara de la risa. 3 ensayos alrededor de lo cómico. México: Costa-Amic Editor. Paz, Octavio [1971]. “Risa y penitencia”, en Octavio Paz, Alfonso Medellín y Francisco Beverido. La magia de la risa. México: SEP/SETENTAS.

6


MinificciĂłn Meneses Monroy

Como todos los perros, marcaba su territorio con micciones. Incluso continuĂł haciĂŠndolo dentro del manicomio.


Asmara Gay

Una obra literaria siempre es objetable… hasta que el crítico sabe de quién es. Ser un genio o tener genio… Eso es algo que continuamente confunde a los ingenuos. Si hay una gran inteligencia, debe haber una gran estupidez; lo irónico es que a veces habiten juntas. Las recetas del artista, las escriben los enfermos.

8


GIANNIS KONTÓS: «Yo, el indigente, el desesperanzado, el sediento»

Nota introductoria, selección y traducción del griego: Guadalupe Flores Liera

Giannis Kontós nació en Egio, prefectura de Acaya, Grecia, en 1943 y murió en Atenas el 21 de enero de 2015. Publicó sus primeros poemas en 1964. Sus cualidades como poeta penetrante y su fineza como persona llamaron de inmediato la atención; muy pronto comenzó a colaborar con periódicos y revistas. En 1973 obtuvo la beca Ford. Se le considera uno de los poetas emblemáticos de la década de los años setenta. Una fina ironía, el humor negro y la capacidad de mirar con causticidad los contrasentidos de la rutina lo convirtieron en un escritor apreciado por los lectores. Poemas suyos han sido traducidos a casi todas las lenguas europeas. Ha sido incluido en innumerables antologías. Algunos títulos de sus obras son: El cronómetro, Lo inesperado, Fotocopias, Los huesos, Al terminar el día, El paladín de la nada, Mis metales preciosos. El verso que encabeza esta presentación pertenece a su poema “Autobiografía”, incluido en Al terminar el día.

9


Juegos de azar Tiene un movimiento rotatorio tu cuerpo, como si desatornillara alas de ángel a los que convirtieras en seres humanos. La verdad es que luché contra las tinieblas y fui declarado inocente, al mirar tu música. Era mortal, con nieve en los ojos. Contemplo el lago y siento una pena, una pena como un viejo poema alemán. Así le gano un centímetro a la muerte e infinita inmortalidad. (De: El paladín de la nada)

10


Pánico o Litsa pide amor mientras la nube radiactiva se acerca Destapo la botella y manan mis días como fluido volátil. El cielo está clavado en la tierra y no ha de escapar nadie. Te lo digo por enésima vez. Me marcharé con un oso rumbo al bosque. En el claro jugaremos al tenis con el cero. No me devorará la arena movediza de tus deseos. (De: Fotocopias)

11


3 Cada mañana te cepillas los dientes y luego me muerdes ─dizque casualmente, dizque de broma. 39 El asesino siempre retorna al lugar del poema. Interroga a los transeúntes, finge que no sabe nada, está dispuesto a colaborar con las autoridades judiciales. Da su descripción al departamento de criminalística. Oculto tras el anonimato, aguarda. Apenas ve un objeto punzante, ataca. Si no encuentra una víctima, se lanza sobre sí mismo. (De: Los huesos)

12


Aguardo descalzo frente al jardín Tranquilamente el tiempo me trae a tu lado. Este día semeja aire. Se desplaza, cruje, se ilumina abruptamente. Si no avanzas por el mismo camino (tiempo) por la tierra sabida y con los árboles ladrándote como siempre, creerás en otras dimensiones. Sólo que estamos en la realidad onírica, la más dura, la de acero. Todo lo transformas en lo más suave. Así haya muerto un poeta en viernes. Porque el viernes es un día oscuro, frío, con nieve, aunque sea verano. (De: Al terminar el día)

13


Miro la lluvia como quien ve un fantasma Israel J. González S.

Miro la lluvia como quien ve un fantasma. Es la evanescencia de ese mundo solar en el que vives. Pero no es suficiente ver caer este sollozo que dejó la luz antes de irse. Salgo a empaparme a humedecerme en ese deseo incumplido, a intentar no escuchar esta voz que se rompe en el silencio. Mientras paseo por estas interminables calles mojadas va llegando la noche. Noche pantera. Acechando juega a darme cuartel, a obsequiarme una lenta e ilusoria escapatoria. Mostrando con sus mullidos pasos las luces de esta ciudad tan penosamente conocida. La lluvia lava irrisoriamente mi oscuridad densa como el fango. Sobre mis hombros hay un cielo que parece un abismo o un mar y yo no sé qué hacer bajo tanto peso.

14


isra kam pos

15


SINDICATO DE APRENDICES DE FOTOGRAFÍA


El Sindicato de Aprendices de Fotografía (SAFO) un grupo de jóvenes interesados en la vida y como reflejarla a través de la mirada, irreverentes y sinceros en su andar, alejados de toda presunción conceptual hemos buscado a este grupo por su temática libre y honesta. Así en sus propias palabras describen su pasión por la fotografía “…creemos en la imagen como reflejo de nuestra realidad, propia y colectiva. Este es un espacio para el intercambio de ideas, técnicas e información”. Ellos se presentan a sí mismos. Pontxo Hierbas (Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México 1984) Ridículo kitsch, cara de papa prieta que hace del caminar su oficio. Merolico de avenida. Mero decidor de cosas. Eterno aprendiz de albañil de la palabrería. Aficionado a la fotografía móvil. Nacido en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas y crecido en la ruta del eterno viaje. Mónica Hidalgo (Pachuca, Hidalgo, México, 1983) Editora en prensa escrita. Fotógrafa en embrión. Amante del chocolate, del helado y de Led Zeppelin. Escribo mejor de lo que hablo. Todo aquí es personal. Anna Soto (Tulancingo, Hidalgo, México 1988) Vive en Pachuca de Soto, Hidalgo. Estudió Comunicación Organizacional. Amante de los mandalas. SAFO https://www.facebook.com/safomexico/?fref=ts

17


Fotografías: Pontxo Hierbas “Cielo en púrpura” Fotografía digital 2015


Mónica Hidalgo “Intentos en el bosque 2” Fotografía digital 2015



Mónica Hidalgo “Intentos en el bosque” Fotografía digital 2015


Pontxo Hierbas “Los recolectores” Fotografía digital 2015


Pontxo Hierbas “Pintor de brocha gorda” Fotografía digital 2015


Anna Soto S/t FotografĂ­a digital 2015


“Pontxo Hierbas” “Tierra de volcanes” Fotografía digital 2015



MĂłnica Hidalgo S/t FotografĂ­a digital 2015



MĂłnica Hidalgo S/t FotografĂ­a digital 2015


FLORIDO LAUDE Juan Antonio Rosado Zacarías Para Marcela Solís-Quiroga

Siempre obsesionada por el trasplante de órganos y de otros miembros del cuerpo, Alma conocía casi de memoria la historia y los procedimientos de esta práctica, «desde la postantigüedad hasta nuestros días», insistía con presunción. Su mirada escrutadora bajo una frente amplia —que, según dicen, denota inteligencia— armonizaba con el vigor de los labios al proferir opiniones, y con el orgullo de ser distinta, que la hacía lanzar constantes ironías contra sus familiares: «Todos son médicos y compiten por el número de muertos, ¡qué tiernos!». A pesar de su preocupación por los trasplantes, Alma dominaba un método de curación muy distinto: la herbolaria y la medicina azteca. De tal modo, cuidaba de las plantas como si fueran sus hijas, les cantaba y susurraba palabras de amor a todas horas, se pasaba días y días atendiéndolas. Incluso en su automóvil llevaba macetas con flores que le otorgaban un agradable perfume. Ella toda olía a frescura e intimidad, a la ingenua transparencia de la juventud. Era tan complaciente con las plantas que, en un impulso por resucitar la antigua teoría de las correspondencias entre el microcosmos y el macrocosmos, dejó crecer su negro cabello: aseguraba que la melena correspondía a las hierbas y los huesos a los minerales.

30


Las plantas escaseaban cada vez más y era difícil encontrarlas en tiendas o supermercados. Tal vez por eso Alma les rendía un culto idolátrico. A menudo, como si se tratara de una oración dirigida a un santo, recitaba un antiguo poema titulado «Florido Laude». Nombraba y repetía a la rosa hostil de espinas, con aroma y piel de doncella, a la orquídea, a la hortensia, a la margarita con su uniforme escolar, a la danza del geranio y a las demás flores que en conjunto formaban —en boca de Alma— un aplastante rezo de perfumes y colores que evocaba los viejos viveros mexicanos, los cuales sólo subsisten como réplicas de plástico en los museos ecológicos. Del Xochimilco de canales y flores quedan unas cuantas fotografías en los murales de las fábricas. Hoy Xochimilco es una colonia industrial donde se elaboran productos enlatados. Alma observaba con los ojos llorosos y aterciopelados las réplicas de los viveros, como queriendo resucitarlos con la fuerza de las lágrimas y de la poesía; anhelaba una solución para devolverlos a la vida, aun si ello implicara un sacrificio. Explicaba a sus amigos —sobre todo a Rafael, a quien conocía desde la infancia— las propiedades del ajo, del té de tila, del eucalipto, de las semillas de girasol... Con su té de azahar —la flor del triunfo, decía—, o comiendo polen y alfalfa, se complacía en exponer algunos procedimientos para trasplantar el corazón, hoy tan obsoletos como las hierbas; charlaba sobre los códices prehispánicos de medicina, sobre la acupuntura china o la terapéutica hindú del Ayur-Veda... Fue tal su obsesión, que se enamoró de Margarito, un herbolario indígena que había salido de su pueblo en busca de mejor vida. Soria, la hermana de Alma, estudiante de medicina muy interesada en los trasplantes, llegó a persuadirla de que se alejara de él y de las hierbas: —La razón para trasplantar un órgano —le decía Soria en un tono frío, casi impersonal y didáctico— puede ser un mal funcionamiento, pero también la insatisfacción. Eso es legítimo. Las hierbas, en cambio, ¿para qué diablos te sirven? Ese Margarito te hace perder el tiempo. —¡Estás loca! —respondía Alma, lanzando llamas por los ojos—, ¡yo quiero seguir con lo que me interesa! Además, Margarito es mi compañero, mi complemento, ¿me oyes?

31



En realidad nunca lo fue. Después de la ruptura con el herbolario, las dos hermanas salieron del país. Alma permaneció en Houston, donde se sometió a un tratamiento. Soria volvió unos meses después. Fue sorprendente que su marido telefoneara a Rafael para decirle que su mujer le llamaría al regresar. A Rafael le extrañó, no tanto el mensaje de su amiga, sino la molestia que se tomó Alberto en hablarle: jamás tenía tiempo. Director del laboratorio del Centro Médico, ejecutaba con frecuencia trasplantes de manos y dedos. Hacía ya quince años que la intervención se practicaba en México y él era uno de los pocos especialistas. La ciencia biopsicoanatómica ha venido realizando, desde hace algunos siglos, una maravillosa descomposición analítica del cuerpo humano, y la genética micromolecular ha sabido concebir cada parte del cuerpo diseccionado, cada órgano, cada función, como una prótesis parcial susceptible de ser integrada en otro organismo a partir de una simulación. Esta imagen de la biocibernética, que Rafael había estudiado en sus años de escolar, ya no le interesaba en lo absoluto, pero Soria hablaba casi todo el tiempo de ello e incluso estaba convencida de que la molécula ADN, como prótesis por excelencia —eso afirmaba— puede prolongar el cuerpo a través de sus «reencarnaciones cibernéticas». El asunto de los clones es muy anticuado. La idea hoy no es multiplicar, sino implantar, insertar, meter, sustituir... Siempre una intervención para prescindir, en lo posible, de la copia o del reflejo. Hace mucho que no se respetan las donaciones voluntarias. Todo cadáver, por el simple hecho de serlo, tiene la obligación de donar sus órganos a los vivos, quiéralo o no. Aún queda en la memoria la época en que empezaron a restituirse manos. Pocas veces las nuevas resultaron mejores que las originales. Algunos mancos con incrustaciones de oro, pulseras o tatuajes en sus muñones o garfios de imitación piel, han recobrado los miembros reales. Hoy sigue siendo una operación costosa, aunque no tanto como el trasplante de ojos, practicado por vez primera en México por el padre de Soria.

33


Pero, a pesar del avance de la medicina en estos tiempos, aún no llega a nuestro país el trasplante de cabeza. —Sólo perdiéndola me pondría otra —dijo Rafael a Soria, exhalando el humo del tabaco mientras se rascaba un ojo con el índice. La mujer lo había invitado a su casa y ambos aguardaban a que la computadora terminara de copiar unos archivos con piezas musicales. El cuarto de Soria era muy distinto al que conocía Rafael. La cama había dejado de ser matrimonial y ya no existía ni un rastro de los espejos, ni siquiera del que estaba en el techo, del que tanto se jactaba la mujer cuando eran amantes. La televisión sobre el tocador era nueva y la computadora había sido cambiada de lugar. —Como puedes ver, querido Rafa —declaró Soria—, ¡me encanta la diversidad! Ya no aguantaba más el mismo panorama. —Supongo que pasa lo mismo con los famosos trasplantes. Soria no aceptaba el rechazo de Rafael hacia los cambios de cabeza. Frunció el ceño y sacó un espejo de bolsillo. Al parecer, se sintió aludida cuando el hombre le dijo que sólo perdiendo la cabeza se pondría otra. Se miró con descontento. Sólo pudo decir que tenía una papada chocante. —Eso se arregla con cirugía plástica, querida —sugirió Rafael. —Sí, sí, pero si no te gustara, por ejemplo, esta pared, lo que harías sería tirarla, no volverla a pintar. —Y supongo que no pondrías nada en su lugar. —Un biombo, por decir algo. Mira, te voy a enseñar esto... Pero primero deja de criticar y dame un cigarro. Ya con el tabaco encendido, Soria sacó del bolso una revista médica con artículos en inglés que aclaraban la cuestión de los trasplantes. Las fotografías mostraban bocas al revés, orejas en el cuello, narices en la frente, ojos en la barbilla, en las mejillas o en las sienes... Soria leyó que en los Estados Unidos se había puesto de moda la nariz invertida: las fosas nasales expuestas a la caca de pájaro, y que en algunos países europeos llevaban la cabeza al revés: con el tallo del cuello contemplando el cielo. Había fotos y anécdotas de un barrio neoyorquino exclusivo para rostros de murciélago y otro para cabezas de pájaro; también barrios híbridos e historias de cruentos combates entre ellos. Todo esto le sonó a Rafael como una paradoja: ¡es el avance de la medicina lo que divide a la población norteamericana!

34



El hombre quiso cambiar de tema y empezó a hablar de política internacional. —Mugre Rafa, escúchame —interrumpió su amiga con furor—: no entiendo de política ni me interesa. No estás con Alma. La mujer se obstinó en hablar de su viejo triángulo amoroso con Pedro: —Era un triángulo isósceles. Pedro se cayó de la puntita y nunca volvió... El tema le pareció innecesario a Rafael, sobre todo cuando éste notó la insensibilidad de su interlocutora. Pedro se había caído por el balcón durante una noche de borrachera. Como quedó impotente, aprovecharon para trasplantarle el pene por uno mejor, pero Soria ya no quiso nada con él. —Creo que la computadora ya terminó —dijo Rafael—, ¿por qué no la apagas y nos vamos a tomar un café? —Está bien. Deja la apago. ¿Nos vamos en mi coche? Ambos se pusieron bloqueador en la piel, sus lentes contra las radiaciones ultravioleta y sombreros. Muchas personas, antes de salir a la calle, se ponían estas cosas, y algunos incluso guantes, pues aún persistían en la memoria colectiva aquellos años de muertes masivas por cáncer de piel a causa del deterioro de la capa de ozono. Rafael y Soria decidieron ir al Cohete, una cafetería con fachada de circuito eléctrico, llena de alambres, chips y transistores gigantes. Ya sentados a la mesa, entre el barullo envolvente y la confusión de voces, con la música mecánica que brotaba del techo, Soria le preguntó a su amigo por el trabajo. —Excesivo —contestó. —¿Sigues haciendo música para comerciales? —Sí. Pero no me interesa hablar de eso, sino de Alma. Hace mucho que no me escribe. ¿Se enteró del suicidio de Margarito? —¡Claro! Ese tipo estaba loco, siempre lo dije. Un mesero con ropa de aluminio, envuelto en cables, les extendió unas cartas de cobre con el menú grabado. Como ya sabían qué ordenar, hicieron que esperara.

—A mí tráigame un café descafeinado —dijo Soria. —Yo quiero un capuchino con doble expresso. El muchacho se retiró con las cartas. —¿Cómo tomó Alma la muerte de Margarito? —preguntó Rafael. —Se impactó mucho. Lloró... Yo regresé de Houston unos días después.

36



—¿Y cómo se enteraron? —Mi papá nos habló por teléfono. Insistí en quedarme, pero Alma no me dejó. Hubo un silencio prolongado. Ambos escuchaban la música entre el espeso humo del cigarro y los murmullos de la gente. Por fin llegaron los cafés. Fue en ese instante cuando Soria dijo: —¿No te conté que Alma se cambió de cabeza? Al escuchar eso, se le atoró a Rafael el humo del cigarro, produciéndole una tos violenta y prolongada. La mujer se levantó y le dio palmaditas en la espalda mientras lo exhortaba a no ser teatral. —Estás bromeando —dijo el hombre, un poco pálido—. Disculpa, pero no puedo creerte. —Pues créelo —Soria regresó a su lugar y le dio un sorbo al café—, créelo, querido. —¿Alma?, ¿una mujer preocupada por su identidad? ¡Ella no le vendería la cabeza a un hospital de Houston! —No sé qué tiene que ver la venta de cabeza con cambiársela. Sigue siendo Alma. No me vengas con tus estúpidos sofismas. —Ahora sé por qué tardaba tanto. ¡Qué va a decir tu papá! —¡Quién sabe! Alma llega el lunes. No quiere que nadie vaya al aeropuerto por ella. Insistió en vernos antes del mediodía en la cafetería del hospital. Si quieres nos vemos allí. —No me la imagino. Me parece extraño que una hierbera haya decidido... —¡No lo tomes tan a pecho, hombre! Está de moda... ¿Quieres venir? Alma llega a las once. Yo voy a estar antes. —Allí nos vemos. El trasplante de Alma lo intrigaba. Durante toda la semana Rafael casi no se ocupó en los arreglos musicales para el comercial de antidepresivos: no dejaba de pensar en su amiga. Quería platicar con Soria y el lunes, poco antes de las diez, entró en el Centro Médico. Apareció un hombre gordo de playera corta; los brazos, gruesos y peludos. Le habían trasplantado delicadas manos de señorita, con dedos finos y delgados, uñas puntiagudas, rojas, brillantes. «Maricón», pensó Rafael. Agresivo, el gordo preguntó por qué lo miraba. Rafa respondió que estaba pensando en otras cosas. Vio entonces a Soria en el corredor y aceleró el paso hasta alcanzarla. Su entusiasmo por los trasplantes de cabeza se había vuelto obsesión. Quizá, se dijo Rafael, su anhelo sea participar en uno de ellos y, con el tiempo, planear su propio trasplante.

38



—¿Cómo vamos a reconocer a Alma? —Ella nos reconoce, no te preocupes. —¿Sigue interesada en la herbolaria mexicana? —¡Claro! Estuvo dando conferencias en Houston. Ha investigado mucho y no se ha cansado de recitar el poema ese, ¿no recuerdas? Florido no sé qué... Ya hasta se lo sabe de memoria. Pero mira. Quiero que veas algo. La mujer sacó del bolso una de sus revistas médicas. —Aquí dice que para trasplantar una cabeza se necesitan tres años de estudio, después de cursar medicina con una especialidad en neurología. —¿Cuánto dura la operación? —Dos días —Soria guardó la revista, se ajustó el sombrero y encendió un cigarro— Alma y yo vimos una parte en Houston. Créeme que no quería irme. Fue interesantísimo. ¡Lástima que teníamos una cita! —Nunca lo mencionabas tanto. Pareces maestra. —¡Si fueras médico, no podrías creerlo, no podrías entender la lógica que tiene! Es como cuando se pisó por primera vez la luna, hace siglos. ¡Hay que ser físico para sorprenderse! —Gracias. Prefiero la música —un altoparlante los interrumpió. Alguna urgencia. Médicos y enfermeras pasaron al lado con una camilla, apresuradamente. —¡A un lado, a un lado! —los camilleros se perdieron de vista, absorbidos por la profundidad blanca del corredor. —¿Quién fue el paciente? —preguntó Rafael. —No sé. No lo conozco. —No, no. Me refiero a cuando viste el trasplante con Alma. —¡Ah! Era un boxeador... He estado pensando... —la mujer calló, reflexionó un momento rascándose la barbilla con el dedo; luego continuó: —Quisiera estudiar la operación en Houston después de graduarme, solicitar una beca. Tengo buen promedio y mi papá es subdirector del hospital. —¿No tienes que especializarte en neurología? —Me gustaría ir a eso. Allí estudias la teoría de los trasplantes. Después de los cursos tienes que volver a especializarte. —¡¿Otra vez?! —Sí. Por un año eres auxiliar en el trasplante y sobre la marcha decides el aspecto en que vas a intervenir. —¿Qué aparatos se usan? —Microscopios electrónicos computarizados y monitores de cinerradiografía. Los médicos, con aparatos láser, rayos infrarrojos y ultra-

40


violetas, computadoras, sierras electrónicas de precisión con rayos equis y luces ópticas, abren el cuello, separan la epidermis, llegan al músculo y... —¡Cállate! —exclamó Rafael, con una mueca de disgusto— ¡No me gustan los detalles! No soy médico. —Está bien... Tranquilízate. —Mejor vamos a la cafetería. —Ya no tarda Alma. ¿Por qué no la esperamos aquí? —¿Crees que venga? —Sí. ¿Por qué no lo haría? —Está bien, pero dime, ya que hablas como una vulgar publicista, ¿el trasplante es caro? —Es la operación más costosa... También se colocan cabezas de animal, si quieres parecerte a un dios egipcio con boca y lengua de humano; nariz, ojos, cráneo y orejas de gato, perro, cocodrilo o pájaro. Tienen mucho éxito las cabezas con caras de estrellas de cine, de filósofos, músicos o escritores. Hace una semana, un empresario de Nueva York asesinó a un muchacho con cara de Marx, y una fanática loca trató de violar a un Beethoven al cruzar la calle. Recuerdo cuando la dueña de Playboy demandó a un hombre con cabeza de conejo porque era el logotipo de la empresa. La demanda no tuvo éxito. Sé de una historia más ridícula. Un amigo se enamoró de una Sor Juana y cuando descubrió que era hombre se volvió bisexual. ¿No te parece tonto?... Hay además cabezas andróginas, de bebé, de anciano, de cualquier raza o espesor. ¿Qué cabeza preferirías? Los músculos cigomáticos de Rafael se tensaron formando áspera sonrisa. Una pareja angloparlante salía del café y se encaminaba hacia los dos amigos: la mujer con cabeza de vaca emitía una voz grave, profunda, como un mugido articulado; el hombre con cabeza de cerdo —rígidas las orejas y la lengua caída—, babeaba de modo repugnante. Alguno de los dos despedía un intenso aroma a desodorante. Entonces Rafael imaginó el aspecto de Alma. Escuchó sus pasos acompañados por la dulce voz que decía: «Hola, hola...». Volvió la mirada: un cuerpo femenino con cabeza de jitomate; los ojillos en medio, sobre una nariz de zanahoria y una boca de labios gruesos, brillantes. ¿Y su Alma? Saludaba con ambas manos. Desde ese momento Mefistófeles persigue a Rafael en todos sus sueños.

41


42


Del

82

Hoy de comida tengo un vaso de agua y dos tortillas. Los guardo desde hace una semana por temor a enflaquecer y aunque se encuentran en un estado que es preferible no mirar, sirven para una hambrienta como yo. Creo que es peor tener que irme a la cama sin ofrecerle nada a mi estómago, y peor aún es morder mi lengua. Ahora que lo pienso con serenidad, admito que la abuela tenía razón cuando decía: Panza llena, corazón contento, no cría mal pensamiento. Han pasado varias semanas sin alimentarme como debe ser, es decir, como una persona; ustedes dirán como una persona normal, pero no creo que haya normales o no, hay personas y listo. El punto es que a falta de comida, he pensado en exceso. Y no sólo fueron pensamientos, también algunas concreciones.

Romina Cazón

Cuando ya no tenía dinero ni para comprar una manzana, me distraje escuchando decenas de veces los mejores temas de Ismael Serrano a un volumen elevado. Además, fumaba unos cigarros que me dieron en pago; en ocasiones encendía uno y con él penetraba la hoja hasta dejar un hueco en esos cuerpos desnudos de la revista pornográfica que hallé en un cesto del restaurante donde trabajaba. Me sentí muy incómoda al sacarla del basurero. Me observaron una mujer y un hombre de porte fino; hicieron cara de asco, como si olieran caca. Me acerqué y les dije: ¿Qué pasa, señores? Mentiría si digo que me sentí exitosa por el atrevimiento, al contrario, tuve vergüenza de mi libido, de mis noches en extrema urgencia. Tampoco me arrepiento: mi actitud consiguió cambiarles la cara. Nadie dijo nada, ni ellos ni yo. Se nos vino encima el silencio; supongo que ellos también gustan de revistas pornográficas, con la única y gran diferencia de que no las sacan de un cesto de basura.

43


Me había acarreado tantos problemas en vano… La revista parecía de reciente edición; resulta que era muy vieja, de 1982. Empecé a confundirme con la emoción; tenía ganas de renegar, pero me contuve. Las razones de mi disgusto eran obvias, de qué iba a celebrar si esas páginas no contenían nada actual. Me refiero a las poses, a las formas. Una época intenta superar a la anterior, le guste o no le guste. Tal vez esa era mi rabia con la revista que tenía tres décadas de haber sido publicada, ¿para qué sirve eso, si nada es vigente? En fin, era una revista. Tuve que reírme. Claro que sí: la recogí y di la cara ante los señores. Lo importante es que pasé varios días entretenida, imaginando cosas de aquellos tiempos, muchas cosas. Y no sólo me entretuvo a mí, también a una amiga y a su novio. Cuando se aparecieron, yo estaba durmiendo, con la revista debajo de mi cuerpo; no a propósito, aclaro por las dudas, sino por olvido o por despistada. Esa mañana me levanté al escuchar el primer sonido del timbre. Cuando los hice pasar, les pedí perdón por la ropa que llevaba puesta y les ofrecí agua fresca. Debí moverme hacía la cocina para traerla, cuando de repente sentí a Claudia muy cerca de mí: —¿De dónde la sacaste? Yo pensé: Tal vez me hallaron la cigarrera, y exclamé: —Ah, la compré en la Plaza de Satélite. —Pero allí no venden esto —exclamó ella con total seguridad. —Amor, mira todo lo que nos falta probar —agregó Gerardo, el novio, entre susurros. Inmediatamente me di cuenta de lo que habían encontrado y me avergoncé. —Amigos, pónganse cómodos, Me daré una ducha. Aquí están sus vasos. Ni siquiera me di tiempo para preparar la ropa; entré a bañarme. Nunca acostumbro quedarme mucho tiempo adentro, pero lo tuve que hacer, lamentablemente tuve que hacerlo. La pareja se había calentado tanto con mi revista que, para calmar sus ganas, no se les ocurrió otra idea que saciarse en mi propio departamento, y para mi gran dolor, en mi propia cama y en mis sábanas.

44


Dentro de mí, una voz me repetía: ¿Para qué mierda los dejas entrar? ¿Quién carajo te manda a ser amiga de estos pendejos? Si fueran tan amigos, al menos se hubieran guardado las ganas hasta salir de mi propiedad o me hubieran pedido permiso, quizá se los hubiera concedido, pero qué cambiaba: estaba encerrada, sin ropa, sin ganas de decir nada ni de pelear. Me quedé escuchando los gemidos de ambos. Los más fuertes eran los de Claudia: yo no era nadie a comparación. Bueno, de paso comparé, si no ¿qué iba a hacer mientras tanto? En cuanto a Gerardo, más bien parecía un nene muy flojo. Sólo me quedaba salir y regañarlos, o quedarme y masturbarme al lado de la ducha que caía. Opté por lo segundo: viajar con mi mente a la par de las imágenes de la revista viejita y desdentada pero que aún nos servía. De todas formas no pude hacerlo; algo no estaba bien. Me dispuse a limpiar el baño. Eso me resultaba más fácil y más productivo. Cuando descubrí que habían terminado, salí muy lentamente y caminé hacía el pasillo en donde se encuentra el estéreo. Puse lo que se hallaba en la bandeja, a Silvio Rodríguez y a Luis Eduardo Aute. Comenzó la trova con “Al alba”. Me serené lo suficiente para evitar inconvenientes. —¿Estás ahí? —preguntó Claudia con una voz cansada y un tanto despreocupada. —Sí, aquí estoy —respondí tímidamente. —Ya nos vamos —dijeron a dúo, como si nada hubiera pasado. —Bueno, nos vemos —externé. Se pueden ir a la puta madre, interioricé mientras me dirigía a la sala. Allí estaba mi revista del 82. Al levantarla para ver si tenía salvación, el semen de Gerardo se esparció en mis dedos. –¡Hijos de puta! –grité, y la revoleé por la ventana. ¿Alguien sabe a quién le cayó desde el cuarto piso?

45


DECALOGO DEL PENDEJO Joshua Torresvalle

Cierta ocasión tuve que inventar una anécdota sobre un hallazgo, un encuentro fortuito con un documento bastante particular. Dije entonces que se trataba de un par de cuartillas amarillas, ocultas entre las páginas de un abandonado volumen de LA GUÍA DEL LIGUE, de Werevertumorro —o quizá se tratara de LOS SECRETOS DE YUYA, da igual. Dichas cuartillas (las amarillas, no las de los otros dos pensadores) contenían un instructivo que aseguraba convertir a un imberbe en un auténtico pendejo con tal de alejarlo del dolor, la tristeza, el miedo y encaminarlo hacia una suprema felicidad. «Cualquiera puede ser un pendejo —dice la introducción— pero sólo las personas más dedicadas podrán desarrollar su memez como un profesional. Aquí, los diez puntos básicos:

46


1.- NO APRENDER NI CONOCER NADA A PROFUNDIDAD. El secreto primordial para ser un pendejo es mantenerse ignorante. Por tanto, debe evitar el estudio, la lectura y demás medios que puedan cultivarlo. La ignorancia, de todas las virtudes, es la más pendeja. 2.- VER TELEVISIÓN EN CANTIDADES INDUSTRIALES. La procrastinación le será más satisfactoria si frecuenta el contenido que ofrecen las cadenas televisoras. Tanto más mediocre y ridículo sea el contenido, obtendrá un mejor resultado. Nota: evite documentales, programas de difusión científica e incluso series como LOS SIMPSONS o SOUTH PARK, no se deje engañar por su boba apariencia y su vulgaridad. 3.- BUSCAR PLEITO O ARMAR QUERELLA A LA MENOR PROVOCACIÓN. Un verdadero pendejo defiende sus escasas ideas o metas por más absurdas que estas sean. Diviértase molestando a los intelectuales, artistas, científicos, investigadores, licenciados, estudiantes y demás librepensadores. Básicamente, cualquiera es buen oponente, incluso otro pendejo. 4.- USAR DROGAS O ESTUPEFACIENTES. El vicio es la vitamina primordial de un buen pendejo. Si usted quiere sentir un placer efímero, podrá embrutecerse con sustancias nocivas; las hay para todas las clases sociales. Embrutézcase con alcohol (si es adulterado o etílico, mejor), marihuana, activo, etc. Nota: Evite las anfetaminas y drogas estimulantes, ya que podrían causarle severos lapsos de lucidez. Claro que un consumo inmoderado le puede causar la muerte, pero descuide: si usted muere de forma pendeja y no tuvo descendencia —esperamos en verdad que no la haya tenido— podrá ser galardonado con un PREMIO DARWIN (consulte las bases). 5.- SEA INFIEL. La infidelidad no sólo le distraerá de sus problemas, sino que le instará a tomar medidas pendejas para llevar el engaño. Si usted tiene alguien que le ama, ¡qué pendejada más grande que traicionarle con alguien más! Ampliamente recomendable si usted es un hombre de familia, con numerosas responsabilidades y una cuenta bancaria no tan generosa. Si lo descubren, ni siquiera se moleste en negarlo: hágase pendejo, o déjese ser si usted es el ultrajado. 6.- EVITAR A LA GENTE INTELECTUAL. Si no es para molestarlos (como se explica en el punto tres) le recomendamos mantener su distancia de los librepensadores. De nada le servirá el esfuerzo por ser pendejo si frecuenta a gente pensante, que sólo le traerá intriga y dolores de cabeza. Si conoce a un doctor, un profesor o un filósofo, no dude en romper contacto; ambos se verán beneficiados.

47


7.- CAUSAR UNA PÉSIMA PRIMERA IMPRESIÓN. La gente lo reconocerá como un pendejo desde el momento de conocerlo si usted se presenta de la manera más hostil. Si está a punto de conocer a alguien proceda así: Vístase con ropa inapropiada para la ocasión; sucia, de mal gusto, procure no combinar. No se peine, no cepille sus dientes, no use colonia. Diríjase con ademanes vulgares, exprésese con palabras altisonantes, eructe, ventoseé y escupa. Exprese su opinión: haga valer su escasa cultura, no dé pie a dudas. 8.- SEGUIR LA CORRIENTE AL VULGO. Si tiene dudas o requiere de soporte externo, podrá encontrarlo en la sociedad. Siéntase a gusto empleando la ley del mínimo esfuerzo, la comodidad de dejar que otros piensen por usted, su vida será más sencilla. Imite los estereotipos comunes: vista, diga y actué como los personajes de la televisión, la política (verá que no son tan distintos a usted) o las doctrinas religiosas —sin afán de menospreciar a nadie, no se conforme con anexarse a cualquiera, busque la más extremista y cerrada—. Si usted conoce algún círculo de gente pendeja, intégrese inmediatamente, se entenderán bien fácil. 9.- NO PENSAR. Déjese vivir. Consuma lo consumible, aprenda a desentenderse, despreocúpese por ser alguien, viva y deje que los demás se maten entre ellos. Sobre todo, evite la fatiga y el esfuerzo innecesario. Deje el razonamiento cognitivo a los librepensadores. Ellos le envidiarán por ser feliz, pendejo. Si ya ha llevado a cabo los pasos arriba mencionados y aun así se ha percatado de que no hay un inciso número diez, significa que todavía no está listo, quiero decir, lo suficientemente pendejo. Por ello debe usted dar un último paso: 10.- NO DIGA QUE ES UN PENDEJO. Jamás se jacte de serlo, no sea presuntuoso, deje que los demás le acuñen el mérito. Un verdadero pendejo jamás se reconoce como tal.»

48


Suerte de rabia

Por Daniel Olivares Viniegra

Más que impertérrito uroboros, he aquí el ying y el yang siempre a punto de equilibrio–desequilibrio, o bien, un mundo, un cosmos, mucho más tangible, rehaciéndose incesante desde su dolido centro, y todo ello adviniendo de la conciencia del ser transitoria e irremediablemente vivo; pero tan frágil, pero tan furiosamente anhelante, pero por demás irreparablemente culpable, en realidad de nada en sí… Agréguese a esto, además, la condición de asumirse siempre en fuga y apenas —o quizá por ello— Eva circunstancial, cuando no también infructuoso ángel caído, mismo que así (y con todo) no reniega de sus afanes ni de sus certezas: «Me arrojé al fuego. / Maravillada bailé sobre las brasas». Ante este panorama simbólico —y pese a todo de lo más terrenal (si bien astronómicamente cíclico), en el cual derrota y esperanza (o renacimiento aparente apenas, sin mayor sentido, pero reafirmante) se enfrentan y se rehacen de tiempo en tiempo—, Refugio Pereida, en Suerte de rabia, nos ofrece antes que un manual para evitar el infortunio, linimentos para sobrevivirlo o superarlo reiteradamente (es decir, siempre y cada vez que se ofrezca): «En romper los grilletes no pierdo el tiempo/ me descalabro para saber qué mecanismo poseo».

49


Nos situamos gradualmente ante una palabra poética que trasciende la irrevocable tarea de aceptarse cual se es («Quiero ser buena persona y no sé cómo./ Eso me decía yo en algún sueño»), y que más allá de la condición de género (si bien sin olvidarla) conquista la empatía del lector. Al menos del que igualmente se sabe racional, pensante, perspicaz o lúcido, pero asimismo mortal y (aunque no solo por ello) deleznable–insignificante; no tanto ante la magnitud del universo (aunque también) sino frente a los subterfugios del dubitativo azar o la apabullante historia de la terquedad moral que absurdamente nos condena a la angustia: «Más enferma que malvada me reflejo en la efigie de la ansiedad […] Lo único que sé/ es esta equivocada forma de vivir…». El pecado original es el de ser ‘hierba mala’ condenada a perenne persistencia, nos recuerda Refugio: «Querido amante […] ven y derrumba esta hierba que da frutos con sabor a cicuta…», y tales deseos de latencia (lo mismo biológicos que espirituales) son los únicos hálitos que nos mantienen resilentemente… ¿vivos? A cada momento nos (se) confirma que para tan enferma ansiedad no existe cura, toda vez que es esa nuestra propia savia amarga (sed de existir) la que nutre y mueve al mundo. «Después de que han pisado/ a la hierba/ por instinto necesita levantarse». Por lo demás, para la más verdadera ‘culpa’: la de la rebeldía inmanente o la irrefrenable ansia de libertad, tampoco hay salida. Sentencia la poeta Pereida:

Ladro porque soy una perra de pelea la cachorrita que sangra en el césped mi naturaleza se rebela con babas y jadeos. Estoy perra con astillas en las zarpas me quemé el hocico y todavía lo saco por debajo de la puerta […] No es hambre sino desdicha lo que nos desuella.

50


Luego de transitar por míticos ritos o hasta por entre históricos y pragmáticos subterfugios cuasialquímicos («Habrá curación para los alcohólicos/ para los drogadictos…/ Para las raíces del golpe nunca») , la irresoluble e insondable indagación lleva a dilucidar quizá nuevamente como única salida el trascender autotrófico: ya declaradamente consciente («Me da por probar la carne de mi propio brazo»); ya onírica o somnolientamente subconsciente («¿Será que fui mordida por mi propio gusto?»), para siempre y como solución final llegar a la aporística conclusión de enfermarse de vida: «Aprendí. Amé el deseo…». Y aun entre el alarido y el desenfreno meramente vital (cuyas coordenadas son también desgracia, incertidumbre, ahogo, desespero) afrontar terca y rabiosamente el destino; incluso si se está completamente seguro de no saber nunca para dónde ir. Ah, pero en el camino, eso sí, al menos trazar fehaciente huella: «Síntoma tuve, fiebre tuve, carne tuve». He aquí la caliginosa tragedia humana que de tan aciaga tórnase tragicomedia («Soy un desierto visto por su propia arena») y que se resuelve bajo un último suspiro de desencanto («canto de una enfermedad antigua») que trasciende más allá del sarcasmo y del vivencial humor. A partir de esta honestidad lírica e intelectual sumada a todas sus muchas y restantes inteligencias, hemos de intuir que si existe ya una poesía mexicana femenina, eminentemente fundacional, Refugio Pereida (Ozumbilla, Estado de México, 1970; Premio Nacional de Poesía Amado Nervo 1999…) ocupa un sólido e importante espacio en esos cimientos. -Refugio Pereida, Suerte de Rabia, Zinacantepec, Secretaría de Cultura del Estado de México, 2015 (Colección El Corazón y los confines). -

51


PIZCAS Daniel Olivares Viniegra

A Ramsés Salanueva In memoriam I He aquí un milagro prismático: Sube la roca inmemorial Y sobre su cumbre Luz que no es luz incesante-larga--mente reverbera Toda ella brota canción de tiempo, eco y viento Volviéndose presente suerte que sin más se aleja Y ahí (ya así) siempre apenas silenciosa Desl(í)za(se) luego aprisa cuando no aún más con pereza precipita hasta que ilumina iris--discente toda la gama del instantáneo amor posible hacia la flora; hacia la fauna hacia la vida toda que es color también que en ese entorno breve anima. Allá el azul Acá la transparencia Desde la entraña el siempre Desde la constancia el hoy Y nada más // … todo es poema si en tu recuerdo se condensa.

II He aquí un milagro basáltico: Venimos Somos, brillamos, cantamos, saltamos. Seremos (después…) solo agua que viaja.

52


ya se acabรณ la revista

puedes continuar con tu vida



Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.