El Comité 1973 número 24. Traducción

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iv aniversario

el comitĂŠ 1973

nĂşmero 24


el Comité 1973 Director General Meneses Monroy

EL COMITÉ 1973. Núm. 24. Traducción Revista de difusión, crítica y creación literaria. Correo electrónico: elcomite1973@gmail.com http://issuu.com/revistaelcomite1973 https://www.facebook.com/revistaelcomite1973 https://twitter.com/ElComite1973

Director Editorial Israel J. González S.

iv aniversario

el comité 1973

número 24

Portada y contraportada Israel Campos

Publicación Bimestral Año 4. Núm. 24. 2016. Julio - Agosto

Editora de Dossier Asmara Gay Cuidado de Portafolio Almendra Vergara Imagen y Diseño Gráfico Israel Campos Nava

Consejo editorial Agustín Cadena Guadalupe Flores Liera Daniel Olivares Viniegra

Comité colaborador de este número Guadalupe Flores Liera Asmara Gay Israel J. González S. Antonio Hernández Meneses Monroy Daniel Olivares Viniegra Patricia Oliver Gabriela Tolentino Martín Tonalméyotl Alejandro Treviño G. Lucía Treviño A.

Publicación incluida en el catálogo de revistas electrónicas de arte y cultura del CONACULTA http://sic.conaculta.gob.mx/ficha.php?table=revista_elec&table_id=136


Dossier ensayo introductorio Asmara Gay Ensayo Nikos Kazantzakis, traductor del español Guadalupe Flores Liera Poesía en traducción Sé verla al revés: Axnicmati, axniquita Daniel Olivares/ Antonio Hernández / Martín Tonalméyotl Una nota al poema “A Helena”, de Poe Asmara Gay “El poema de la noche” de Galway Kinnell Patricia Oliver (traductora) Traducción de relato “Un día de espera” de Ernest Hemingway Traducción de Lucía Treviño A. y Alejandro Treviño G. Portafolio Tolentino a través del espejo Poesía Renuncia Israel J. González S. Dos poemas de Meneses Monroy

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Traduttore,

traditore:

El arte de ser un traidor

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Asmara Gay


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conserver parfaitement la particularité de l’oeuvre originale de sorte qu’il ne manque ni des mots ni de la décoration et l’éclat aux mots .1 [preservar completamente la particularidad de la obra original de modo que no carezca ni de vocablos ni de la decoración ni del resplandor de las palabras.]

1 Leonard Bruni. De interpretatione Recta (Cita de Purificación Ribes Traver, “Notas sobre la traducción de textos dramáticos

shakesperianos”, Cuadernos de traducción e interpretación, 10, Escuela Universitaria de Traductores e Intérpretes, Universidad Autónoma de Barcelona, 1988, p. 12).

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En el medio literario suele repetirse un famoso adagio italiano para definir la labor del traductor: traduttore, traditore; es decir: «el traductor es un traidor». Su uso pretende poner en entredicho la labor del traductor porque en ocasiones los lectores no están de acuerdo con las variaciones semánticas que conlleva un escrito en la lengua destino y que hacen pensar que los traductores no comprenden bien los textos (incluso, en México, es común que se cuestione el que alguien lea una traducción de una obra en inglés y no la obra original, aunque no ocurre lo mismo con las traducciones del ruso, el chino, el francés, el alemán, etcétera). Si bien es posible que un traductor no comprenda a cabalidad una obra, el significado de esta expresión es más amplio que el referido. Traduttore, traditore es una expresión paronomástica que en su forma devela el complejo arte de la traducción. Al cambiar únicamente dos letras en estas palabras se trata de decir, antes que nada, que el traductor trata de apegarse al texto original en la medida que le sea posible, aunque de algún modo siempre haya algún aspecto que no pueda vaciarse en la versión definitiva. Al respecto, Leonardo Bruni, en 1420, indicaba que la traducción debía:


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Este es el principio general que rige la tarea de cualquier traductor: que nada se pierda, que se conserven en la traducción todos aquellos elementos que componen una obra literaria, que a decir de Roman Ingarden se agrupan en cinco estratos: el de la materia fónica, el de la unidad de sentido, el de los objetos representados, el de los 2 aspectos esquematizados y el metafísico . Símbolos, sonidos, significados, caracteres de los personajes, de los lugares y de las cosas, juegos de palabras, ritmo y métrica, expresiones coloquiales, estructuras, sensaciones, sentimientos que proyecta un autor en una composición única se transforman en misión casi imposible del traductor a la hora de trasladar, de la mejor manera, esta cadena de partes a una versión en otra lengua. Para alcanzar semejante objetivo, el traductor pasa por dos fases dentro del proceso de traducción:

a) La fase de comprensión y análisis del texto original a partir del cual se intenta descifrar el sentido y el desglose de elementos que lo conforman (llamada fase semasiológica); y, b) La fase de la expresión del contenido en la lengua meta o destino, que es la recomposición de los elementos observados en el análisis. En esta etapa el traductor trata de recrear el texto original en una lengua meta siguiendo los estratos mencionados por Ingarden, que conforman la obra literaria (a esta fase se la llama onomasiológica). Como se inferirá, llevar un texto de una lengua a otra no es asunto sencillo, sobre todo si recordamos las palabras de Ortrum Zuber: The equivalent to the original text in the author’s own language would be a contemporary translation.3 [El equivalente de un texto original en la lengua propia de un autor debe ser una traducción contemporánea.]

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Cfr. RomanIngarden. La obra de arte literaria. México: Universidad Iberoamericana/Taurus, 1998. Ortrum Zuber. The Language of Theatre. Problems in the Translation and Transposition of Drama.Oxford: Pergamon Press, 1980, p. 30.

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Con esta premisa aparece de nuevo la figura del traductor como traidor, porque al trasladar un texto a una versión contemporánea se pierde parte del contexto social e histórico que vio nacer a aquel escrito. Ciertamente, cualquier traducción no sólo tiene en mente a la obra y al autor que la creó, sino, por mucho, al público al que está destinada. De lengua en lengua, de época en época, la traducción cobrará diversos matices debido a la dificultad de poner en funcionamiento las partes que forman ese todo y que no siempre pueden vincularse en la lengua destino. Por esto, a veces nos topamos con traducciones que creemos que no se apegan al texto original, porque a) sólo se tradujo el sentido del texto y se descuidó la forma, y b) se tradujo de manera apegada a la forma y los aspectos sonoros, pero se descuidó el sentido original. Lo ideal es que a un traductor le interesen ambos aspectos: conservar el sentido y la forma (las figuras y demás recursos literarios) hasta donde sea posible; pero lo cierto es que frecuentemente esto es irrealizable. El apasionante camino que un traductor ha emprendido sobre una obra termina en incontables ocasiones en la afirmación que Jorge Luis Borges le dijo a Didier Jouault en una entrevista: «toute traduction est, à priori, vouée à l’échec» («a priori, toda traducción está condenada al fracaso»). Pero eso no debe desanimar a nadie, el mismo Borges se contesta en un artí4 culo: «La défaite est esthétiquement supérieure à la victoire» («la derrota es estéticamente superior a la victoria»). La idea de traducir un texto puede ceñirse a una afirmación de José Vasconcelos, quien es, en México, el educador por antonomasia: «la necesidad de conocer en nuestro idioma, y no en idiomas ajenos, las ideas esenciales de todos los tiempos»5(pues él mismo había sufrido en su época de estudiante la escasez de libros y de buenas traducciones). Además de lo que señaló Vasconcelos, que podría considerarse como una de las bases de la traducción, debe tomarse en cuenta que el acto de traducir ayuda a poner en circulación obras literarias que no se conocen, que ya no se reeditan, que se han traducido de manera inexacta o cuya versión ha envejecido (porque así como el texto original, la traducción

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Change 19, 1977, p. 91 (Cita de Carmen Pérez Romero, “Sanciones aduaneras en la frontera lingüística anglo-española al traducir los sonetos de Shakespeare”, Cuadernos de traducción e Interpretación, 10, Escuela Universitaria de Traductores e Intérpretes, Universidad Autónoma de Barcelona, 1988, p. 19). Cita de Pilar Torres, José Vasconcelos, México: Planeta Mexicana, 2006, p. 50.

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refleja una época, un contexto social, literario, histórico). De manera que la traducción es un puente a través del cual el traductor lleva al lector no sólo el mundo que rodea a una obra específica, sino el mundo del propio traductor. Pero no porque el traductor (aunque sí hay casos) imponga sobre la obra algo que ésta no tiene, sino porque al seleccionar y combinar los elementos que se incorporarán a una traducción, el traductor está creando la obra de nuevo, una versión de la obra, su propia versión. Y al respecto, Roman Jakobson se dio cuenta de este cariz de la traducción al proponer, en Sobre los aspectos lingüísticos de la traducción (1959), tres tipos: la interlingüística, la intralingüísta y la intersemiótica. La primera se refiere a la traducción que todos conocemos, la que se realiza entre lenguas diferentes; la segunda, a la que se realiza dentro de la misma lengua proponiendo versiones modernas o adaptaciones de una obra, y, la más interesante, la intersemiótica, que es la transmutación de los signos verbales a un sistema de signos no verbales o viceversa (es el típico caso de ciertas poesías que han inspirado a pintores que plasman en la tela las imágenes sugeridas por las palabras, y lo mismo sucede en la música o la escultura, por ejemplo). Este último terreno abre la traducción a un campo más amplio, el de la creación. En los tres casos se crea de nuevo la obra, pero es sólo en el último donde esto es más visible, porque aparentemente se parte de cero para crear algo nuevo, aunque se parta de imágenes verbales o no verbales. Lo cierto ―y fue de lo que se percató Jakobson― es que en los tres tipos de traducción se pasa por el mismo proceso, las fases que ya mencionamos en la primera parte (semasiológica y onomasiológica: comprensión, análisis, selección y combinación) y la interpretación del traductor que dará paso a su versión del texto. De esta manera podemos concluir que sí: el traductor es un traidor, porque, a su pesar, muchas veces no puede darle cauce en la versión de la lengua meta a todos los elementos que componen una obra; porque más que traductor suele ser un intérprete que refleja, en lo que reescribe, la lectura individual de la obra; porque depende del tiempo y del contexto de los lectores para recrear un texto; porque antes de comenzar su traducción ésta está destinada al fracaso (y él lo sabe). Pero es un traidor que también es un creador y que, en el fondo, vive cada obra que traduce como si fuera suya.

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Bibliografía Ingarden, Roman. La obra de arte literaria. México: Universidad Iberoamericana/Taurus, 1998. Jakonson, Roman. “Sobre los aspectos lingüísticos de la traducción”, en Dámaso López García. Teorías de la traducción. Antología de textos. Castilla La Mancha: Escuela de Traductores de Toledo, 1996, pp. 494-502. Pérez Romero, Carmen. “Sanciones aduaneras en la frontera lingüística anglo-española al traducir los sonetos de Shakespeare”, en Cuadernos de traducción e Interpretación, 10. Barcelona: Escuela Universitaria de Traductores e Intérpretes, Universidad Autónoma de Barcelona, 1988. Ribes Traver, Purificación. “Notas sobre la traducción de textos dramáticos shakesperianos”, en Cuadernos de traducción e interpretación, 10. Barcelona: Escuela Universitaria de Traductores e Intérpretes, Universidad Autónoma de Barcelona, 1988. Torres, Pilar. José Vasconcelos. México: Planeta Mexicana, 2006. Zuber, Ortrum. The Language of Theatre. Problems in the Translation and Transposition of Drama. Oxford: Pergamon Press, 1980.

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NIKOS KAZANTZAKIS,

TRADUCTOR DEL ESPAÑOL Por: Guadalupe Flores Liera


Autor de una obra extensísima en varios géneros, el escritor griego Nikos Kazantzakis (Creta, 1883-Friburgo de Brisgovia, 1957) fue también traductor y periodista, aunque estos dos aspectos de su obra han sido poco estudiados. Kazantzakis cultivó la traducción de forma intensiva, ya que la consideraba el puente más sólido entre dos culturas. Viajero incansable, fue hablante de varios idiomas, entre ellos el español, que aprendió de forma autodidacta, pues encontró que por idiosincrasia su espíritu se avenía a la cultura española mejor que a cualquier otra. Traducir era para el cretense descubrir puntos de vista enriquecedores que pudieran abrir nuevas sendas por las cuales el pensamiento pudiera transitar, así como una forma de ofrecer al lector nuevos elementos para la reflexión y el análisis. El escritor griego consideraba a la traducción esfuerzo útil para penetrar en el alma de un pueblo y comprender los detalles de su sensibilidad y su intelecto; era, también, una vía de acceso al pensamiento angular que había dado origen a la obra original.

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Entre los países que lo marcaron de manera especial, Kazantzakis reservó siempre un lugar privilegiado a España. En su producción periodística y literaria, en la correspondencia que por décadas sostuvo con sus seres más entrañables, quedan testimonios innumerables de la estrecha relación que estableció con ese país. De su obra en prosa hay que hacer especial mención a su Parte al Greco. España fue para Kazantzakis una fuente valiosísima a través de la cual estudiar y valorar los alcances del espíritu sobre la realidad, siempre que el espíritu es impulsado por una mente insumisa. Éste es, acaso, el elemento que lo cautivó con relación a España y le creó con ese país un lazo indisoluble. De manera simbólica, además de por El Greco ─la quintesencia de lo que el contacto enriquecedor entre dos culturas podía producir y a quien consideró siempre su «abuelo espiritual»─, quedó indeleblemente marcado por santa Teresa, Ignacio de Loyola y El Quijote, además de los grandes poetas y dramaturgos del Siglo de Oro. Desde su infancia, en la mente del escritor España había adquirido dimensiones míticas, su nombre era sinónimo del prototipo superior del hombre, al mismo tiempo santo y héroe: la lucha y el autosacrificio, en continua contienda hasta que el alma consigue separase del lodo, penetra en la historia de la humanidad y se convierte en punto de referencia de todo ser deseoso de entregarse a las grandes empresas. Esta idea dio origen a su obra teatral Cristóbal Colón. Cuatro viajes realizó Kazantzakis a España: El primero de finales de 1926 a principios de 1927, como enviado especial del periódico Eleftheros Typos [Prensa Libre], como resultado escribió una serie de artículos que más tarde sirvieron de base para la redacción de su libro Viajando: España. El segundo viaje duró seis meses, de octubre de 1932 a marzo de 1933; el escritor llegó con la idea de establecerse en ese país, convencido de que los cambios que había producido la Segunda República y la eclosión espiritual que se había adueñado de sus creadores ayudarían a sus propósitos de unirse a ese espíritu, algo que resultaría fructífero para su vida y para su propia obra.

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El tercer viaje, de octubre de 1936 a los primeros días de enero de 1937, lo hizo como enviado especial del diario conservador I Kathimeriní [El Cotidiano] para cubrir la guerra civil. El cuarto y último viaje, en 1950, fue de tipo personal y tuvo por objeto despedirse del país de su alma y de su «abuelo espiritual» El Greco. En su primer viaje, Kazantzakis entró en contacto con los hombres y con los centros estratégicos que habían asumido la revolución pedagógica y social del país: La Institución Libre de Enseñanza, eje neurálgico de un sistema pedagógico que apuntaba a la renovación ética del individuo y a la formación de una élite que llevaría a cabo la modernización del país; la Residencia de Estudiantes, que constituía el núcleo cultural y científico de ese proyecto y respondía a las exigencias de una renovación en el sistema pedagógico; el Ateneo Artístico, Científico y Literario de Madrid, institución emblemática de producción de ideas e intercambio de opiniones y plataforma del pensamiento libre, así como la Universidad. Asimismo, quedó impresionado por Alberto Jiménez Fraud, director de la Residencia de Estudiantes; por Juan Ramón Jiménez, alma de la Residencia y, a la sazón, el poeta que señalaba a la juventud los caminos de la creación y los impulsaba a experimentar, así como por Miguel de Unamuno, a quien al parecer escuchó por vez primera en el Ateneo. Estos fueron, en resumen, los hechos que impresionaron hondamente a Kazantzakis y lo impulsaron a volver por segunda ocasión. Con esto en mente, atraído como por un imán, abandonó París, donde se encontraba, el 3 de octubre de 1932, decidido a buscarse la suerte en España. Llegó convencido de que el giro político que estaba experimentando el país, así como la efervescencia creativa, conformaban el clima adecuado para el cumplimiento de sus expectativas. Él mismo se hizo eco de las esperanzas que despertó en mucha gente la proclamación de la Segunda República, el 14 de abril de 1931, y su programa de reformas, que incluía la modernización del ejército, del agro y la separación de la Iglesia y el Estado; la aplicación de un programa pedagógico de gran alcance y la realización de importantes obras públicas. El país entero se hallaba en ebullición y, lo más importante para Kazantzakis, el mundo intelectual tomaba parte activa, defendiendo la educación y la belleza como actos de rebeldía opuestos a los dogmas.

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El Ministerio de Asuntos Exteriores de España le concedió 1200 pesetas repartidas en tres meses; la ayuda implicaba el compromiso, por parte de Kazantzakis, de dar a conocer a los griegos la vida cultural e intelectual española escribiendo una serie de artículos para periódicos y revistas y, al mismo tiempo, debería traducir la poesía contemporánea y presentar a Grecia a los poetas vivos de España. La cantidad era insuficiente y la ayuda provisional, pero fue la única de las promesas que el escritor vio cumplidas: sus aspiraciones a una cátedra de griego en la universidad, a un puesto como corresponsal, a desempeñarse como dramaturgo, guionista o traductor, no se vieron cumplidas. De inmediato se entregó a la lectura intensiva y a la traducción de la nueva poesía española, tarea que alternó con la asistencia al Ateneo, bibliotecas y archivos, con el fin de introducirse en el alma hispana, «la cual cada vez más me parece que está emparentada con mi alma más que ninguna otra. Garcilaso, fray Luis de León, Góngora, Ruiz, san Juan de la Cruz, Quevedo, me sacuden y me conmueven», como confió en una carta a su amigo Pandelís Prevelakis. En 1932-1933, la época en que Kazantzakis busca un sitio en la vida cultural española, muchos intelectuales se encuentran entregados al esfuerzo de asegurar el impulso ético e ideológico que se había propuesto dar al país el liberalismo. Manuel Azaña, José Ortega y Gasset, Américo Castro, Fernando de los Ríos, por ejemplo, se alzan como la conciencia crítica de la nación. Dos, tres generaciones de artistas ─desde Unamuno hasta los jóvenes que conforman la nueva hornada y que más adelante serán conocidos bajo el nombre genérico de «Generación del 27»─ cada vez más participan en la política y en las movilizaciones populares. Además, buscan desempeñar un papel en la unificación y en la reconciliación del país. El grupo teatral de García Lorca ─«La Barraca»─ es el mejor ejemplo de un intento de llevar a cabo a los lugares más alejados de España una cultura con hondas raíces en el pueblo y con un contenido distinto al que promueven el teatro profesional y el empresarial. Todo esto interesa y conmueve a Kazantzakis, quien centró su producción en transmitir a sus compatriotas lo que consideró lo mejor del espíritu hispano de ese momento. Los artículos y traducciones relacionados con la poesía española fueron publicados en entregas bajo el título de «Poesía lírica española contemporánea» por la revista O Kyklos. Fylla tou Logou kai tis Technis [El Círculo. Revista para la Cultura y el Arte] de Apóstolos Melachrinós a lo largo de 1933. Los poetas elegidos por Kazantzakis son: Miguel de Unamuno y Antonio Macha-

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do, quienes representan a los pensadores del 98; Pedro Salinas y José Moreno Villa, quienes representan a los precursores de la modernidad y son el puente entre dos generaciones, y los jóvenes y admirablemente rompedores y vitalistas Rafael Alberti, Federico García Lorca, Vicente Aleixandre, Manuel Altolaguirre, Concha Méndez y Ernestina de Champourcín y, el más destacado entre todos, Juan Ramón Jiménez, el «joven patriarca», cuyo magisterio innegable lo convierte en estrella solitaria que supo señalar nuevos rumbos en la creación. De esta manera, con la publicación de lo pactado, Kazantzakis correspondió a la hospitalidad que el gobierno español le había proporcionado y cumplió una aspiración personal. Este fervor creativo ─que ponía una aureola de entusiasmo tan esperanzadora en un país amenazado por tantos problemas y tantas contradicciones, que no tardarían en hacer colisión, como comprobaría más tarde al cubrir en calidad de enviado especial la guerra civil─, representaba para Kazantzakis la posibilidad de crear mejores caminos donde el hombre pudiera expresarse sin las miserias de los totalitarismos, como aseguraba al hacer referencia a los escritores de la Segunda República. En aquel momento, para Kazantzakis, España era el centro de la tierra. Llegó a ese país buscando saber qué era lo que aportaba a la lucha de la humanidad por forjarse una forma futura, cuál era en ese momento crítico la orientación de sus fuerzas reclutadas para crear la sociedad que pujaba por nacer. Y, en ese sentido, las obras del arte y la literatura no eran un simple reflejo de la situación, sino que ellas mismas contribuían a conducir el curso de la historia. Kazantzakis comprende perfectamente que España vive un momento de plenitud como no había gozado desde hacía siglos. Una segunda edad de oro de la cultura española se le revelaba en toda su complejidad y toda su riqueza. Tres generaciones de escritores convivían, creaban, se influían, se reconocían, se fecundaban y contribuían a dar un aliento extraordinario a la cultura. Como traductor cumplió cabalmente con la misión de contribuir a que dos pueblos con enormes afinidades, España y Grecia, entraran en contacto y se enriquecieran mutuamente con lo mejor del espíritu. En sus proyectos estuvo el de conocer México, donde esperaba «poder ver nuevas tierras y consolarse», pero no logró cristalizar esta aspiración.

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Mucha gente desconoce, aún en Grecia, que los frutos de este encuentro fructífero se deben al recio instinto de Kazantzakis. Él fue el introductor de ese espíritu y su tarea lo convierte, después de El Greco, en el griego que mejor comprendió que la idiosincrasia del español se avenía perfectamente con la del griego, tal vez mejor que con la de otros pueblos. Por desgracia, este bagaje no encontró el camino a los lectores hispanohablantes, pese a los esfuerzos realizados, y como la reconocida importancia de Kazantzakis amerita y cualquier persona ajena al medio editorial consideraría empresa factible. Por años la propuesta de que toda su obra relacionada con España fuera recuperada de los archivos y editada en forma de libros topó con la indiferencia o con los intereses creados que forman parte del mundo editorial y académico, tanto de España como de México y Grecia. (El producto de la investigación de la Antología de Poesía Lírica Española Contemporánea de Nikos Kazantzakis quedó inédito y una copia fue donada al Museo Kazantzakis, que tiene su sede en Heraclión, Creta, y pueden acceder a ella todos los lectores interesados). Gracias a Kazantzakis se conoció y leyó en Grecia, acaso antes que en otros países, un precioso bagaje del que muy poco tiempo después ni siquiera la misma España podría disfrutar: Las voces de once poetas, la mayoría silenciados, uno de ellos asesinado. Testimonios vitales de los que la España oficial prescindió durante décadas y que en Grecia dejaron hondísima huella en quienes pudieron leerlos ─Odysseas Elytis, Nikos Gatsos, Nikos Engonópoulos, Stratís Tsirkas, Manolis Anagnostakis, entre muchos otros poetas─, antes de que también el olvido cubriera las páginas de la revista O Kyklos [El Círculo] y ésta se convirtiera en material de archivo, accesible sólo a los especialistas: Legado muerto en manos de quien no lo ofrece al público lector para quien fue creado, por motivos que sólo quienes deberían hacerlo conocen y se reservan, impidiendo que el puente que forjó Kazantzakis sea recorrido sin obstáculos.

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Sé verla al revés:

Axnicmati, axniquita Daniel Olivares/ Antonio Hernández/ Martín Tonalméyotl


Pocos escritores bilingües, nahuatlato-hispanoparlantes, hay que figuren en el panorama actual de la producción literaria. Martín Tonalméyotl (Atzacualoya, Guerrero), uno de los más jóvenes y pujantes de ellos, señala como principales referencias, particularmente en el campo de la poesía, a Mardonio Carballo y Natalio Hernández (Huasteca veracruzana), Sixto Cabrera González (Sierra de Zongolica, Veracruz), Fabiola Carrillo Tieco (Tlaxcala), o a los guerrerenses Simón Cojito Villanueva, Alfredo Ramírez Celestino, Yolanda Matías y Gustavo Zapoteco Sideño, sin que sea muy largo el etcétera. Entre los escollos a superar para concretar la escritura en lengua nativa, el propio Martín destaca que “hasta hoy no existe un solo alfabeto contemporáneo sistematizado o normalizado por alguna academia, institución o por los propios escritores o enseñantes del náhuatl”, con todo y que ésta sigue siendo la lengua mexicana más hablada y estudiada, y que “la escritura contemporánea nahua se practica en múltiples variedades, con grafías que contrastan, como j y h, ts o tz, k o qu, c, z, s, u y w”. Incluso, instituciones como el INEA, la SEP, el Conafe, y personas que escriben la lengua, emplean un alfabeto algo distinto al corriente. El enfoque práctico opta entonces por utilizar el modelo adoptado por los libros de texto gratuito, donde el náhuatl contemporáneo ha podido llegar a los niños nahuahablantes, si bien es claro que éste reduce muchas normas reglamentarias del náhuatl clásico, que hasta ahora es el único que cuenta con una norma gramatical, pero que no resulta favorable para su enseñanza práctica, según los propios usuarios de aquellos materiales más a la mano.

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Un panorama y un estado similar de la cuestión esboza el poeta serrano Antonio Hernández Villegas (oriundo de Tlanchinol, Hidalgo), quien asimismo ha transitado por la formación tradicional bilingüe desde el nivel básico hasta complementar su acercamiento al reaprendizaje de su lengua materna tomando cursos y talleres que imparten maestros universitarios (si bien él opta por la simplificación lexical, pero también por la guía específica que para la pronunciación aportan ciertos signos escriturales). Para Antonio, el valor de la poesía es que le ha permitido retornar a su ancestralidad “a través de un camino difícil y hermoso a la vez”, toda vez que ello obliga a reconocer la capacidad estética y artística de la lengua primera, lo cual conlleva a “reconocer la dignidad de mi ser, de mi identidad y de mi libertad intelectual”. Poetas originarios y mestizos lo han guiado en el proceso de autoconcienciación, rehabilitación, revaloración y armonización lingüística entre el náhuatl y el castellano.

Una lista más o menos extensa recupera el investigador Adam W. Conn en su artículo “Introduction to Contemporary Nahua Literature” (http://www.revitalization.al.uw.edu.pl), misma que incluye a Jorge Luis Hernández, Ezequiel Jiménez Romero, Eugenia Ixmatlahua Tlaxcala, Ángeles Tzanahua, Isabel Nopaltécatl Martínez y Olivia Tequiliquihua Colohua (todos de la Sierra de Zongolica, Veracruz); Tirso Bautista, Delfino Hernández y Juan Hernández Ramírez (Huasteca Veracruzana); Judith Santopietro (Córdoba, Veracruz); Humberto Tehuácatl Cuaquehua (Veracruz); Salustia Lara de la Cruz, Arturo Vargas Espinosa, Delia Ramírez Castellanos, Eustacia Saavedra Barranco y Rogelio Torres Montero (Morelos); Calixta Muñoz Corona, Javier Nezahualcóyotl y Ethel Xochitiotzin Pérez (Tlaxcala); Zabina Mora (Puebla/Tlaxcala); Alberto Becerril Cipriano (Puebla); José Concepción Flores Arce y Librado Silva Galeana (Milpa Alta); Pedro Martínez Escamilla (Hidalgo), y Refugio Miranda San Román (Huasteca Hidalguense). Cfr. Martín Tonalméyotl. “La enseñanza de una lengua viva”, en Ojarasca, suplemento mensual de La Jornada, Sección Nuestro náhuatl, núm. 227, marzo de 2016.

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«Un poema creado en la lengua del Anáhuac es tan auténtico, distintivo y simbólico como el maíz, frente a otros granos» explica; así entonces: «normalmente mi autoversión en lengua castellana es una aproximación desdoblada de la imagen poética primera, en tanto que una se construye a partir de la colectividad y la otra a partir de la individualidad y, a veces los elementos y valores culturales resultan innombrables en alguna de las lenguas». Sin embargo, tiene férrea fe en que: «con la poesía surge una posibilidad de hermanar ambas lenguas, de hacerlas caminar juntas; la dominante y la dominada unidas generando paz, amor; sanando y liberando corazones». Y para cerrar su autodefinición agrega: «con mi voz de poeta originario, cantando en mi lengua defiendo mi identidad primera; pero cantando en la lengua del invasor muestro mi autenticidad. Sueño con brotar como nuevo retoño: florecer en ambos mundos a partir de la semilla que soy». Vemos entonces cómo el más loable trabajo de todos estos escritores se encamina principalmente a traducir y divulgar su propia obra, y que muchos menos son los que tienen la paciencia y hasta la osadía de traducir a “los clásicos” antiguos o contemporáneos a su lengua nativa, y más escasos aún los que acceden a traducir a, digamos, cualquier otro poeta que les guste o se los solicite para, a su vez, propalar esa voz mediante la oralidad entre las distintas comunidades, o bien para que quede al servicio de los futuros ejercitadores tanto de la palabra misma como del oficio de traductor. En las páginas siguientes pueden observarse los afanes de estos dos poetas-traductores ensayando sobre la obra de otro de nuestros colaboradores, el poeta hidalguense Daniel Olivares. Esperamos que el ejercicio se aprecie en toda su valía, y asimismo en el (nada críptico) sentido en el que lo propone el palíndromo que abre esta presentación.

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NEL-WĒYĬ TANAWATIJKĒTZĬ PILXUCHIPAPALŪTZĬ* (Danaus plexippus)

MARIPOSA MONARCA

Neltamīntŭj tunātĭ Kawānî eltapaltīnî Pilxuchiixkūtzĭ mupilsewīyă

Brillante sol Alas de luz Sobre la flor se posa

(Xinechtachīlĭ wăn ximusēwĭ/ xuchitama’ma’kasiwātzĭ )

(Mírame y siéntese/ filósofa)

Nelkwāl-lĭ ipilyūlŭ mupilkwàtutunīyă/ma pilnemawililta’machyētŭj Pānpă āmŭ tèmatiltīyă katĭ senkă nel-wēyĭ temàwitztilijkamachiyuìxtamatilīstĭ

Amable se preocupa/ delicada

Mupilta’la’mi’tīyă: mukāwă wăn āmŭ patānĭ…

Piensa: quédase y no vuela...

Piltamapalewijkasiwātzĭ pilnewikalti’kasiwātzĭ…

Solidaria compañera...

(Danaus plexippus)

Por no dar a entender La trascendencia de la hazaña

Daniel Olivares Viniegra * Lengua “náhuatl” de la Sierra Alta de Hidalgo

Daniel Olivares Viniegra

Traductor: Antonio Hernández Villegas. Además de poeta es licenciado en Enfermería, graduado en el Instituto de Ciencias y Estudios Superiores de Tamaulipas. Ha sido becario del Sistema de Jóvenes Creadores del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes, así como coordinador de los proyectos “Vivencias de mi Tierra” y “Ajuiyatlan”. Este último dio como resultado el libro Lugar de la delicia: Tiyulkawalni-tupilmila. Es impulsor del concepto oral-literatura.

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Uiuisakatsin…*

Colibrí (Huitzilín)

Xochitsintle ineluayochikaualis: Tlapaliotl-iyemankatotonalis Xochitsintle uan salijtok iuan tonajle itsontsin.

Nervio crepitante de la flor: Color—Calor Valiente ardor que al sol su fiebre aferra.

Ajakatsintle imiyauayo Kauitsintle ichikaualis: Uan kineke tekauinis ken se sitlaltlauijle.

Espiga de viento Brújula del Ser: Aliento quiere arder cual fulgor que lamparea.

Tlamo tej kana xotlas ken tetlasojtlalistle Tlapalijuitl uan kuajle salijtok: Ajakatsintle uan kine peua notlatlaloua: Atsintle ixiktsin uan sa poposokatok…

O tal vez lucirá brillo de amor Ato de plumas: Ansia del aire: Don de la espuma...

Xaka tej uelis kaxilis ipatlanalis in pitelokotsin tototsintle Uan patlane ken itla tlimoyotl

Ni raudo disparo podrá nunca equiparar a esta vivaz Fugaz saeta

… Ueye tototsintle uan tlacha ken itla sitlalpaxalojketl

... Que ágil y contumaz veloz cometa

Ajkotlacha iluikak nan ontlacha niman ne ontlacha abril ixochitototsin / uan kuitlapanuia kan yo … Uan amo san tlin uele kinemilia niman uan amo kaman tlamis ipatlanalis

Al cielo apunta en pos de aqueste u otro Alado abril / detrás del cual ... Ya sin dudar y sin cesar

Nopapatlatsa…

Revolotea...

Xotla ixko tonajle ken kana tikijtosia kixuauana moiluikauj motlakentsin uan sa istak uan sa chipauak

Rehilete azul que rasga de tu cielo el claro tul

Melauak tlakpak patlane Kampa xaka ase Petlane ken tlatlatsinalistle

Por todo lo alto Su plenitud Relampaguea Pero baja otra vez ... Fragmento De azucena:

Kema, oksejpa uajtemoua … ken se xochitsintle Uan ijtoka azucena: Ueye patlanalistle (ipan se kojtsintle noso ipan se xijtsintle) ajko nokaua nima amo nolinia 28

El vuelo en que liviano (por sobre la rama u hoja verde)


Xkaman tlamakase / kuak patlane… yoliktsin (on xijtsintle) patlane niman noteltsia ajko ken tlixostle Yoltlauiltsin Pitelokotsin tlapaltsintle ueyetlaltipaktle uan xochiyo niman tlamachijchijtle

por momentos se sostiene Nunca miedo es / Sino deviene... en su breve(edad) dinámico proyectil que se detiene Corazón de luz Micro cromático cosmos de ubicuidades ataviado

Kualtsin yejko niman kualtsin oksejpa yolik yajtij kentla kitekotona ixiktsin kuak patlane kampa xaka ase

Ahora llega de la misma forma en que se aleja en tanto irrumpe tras la hebra Su misterio

Tlatsiochiuajle uan nan chantitok Uan kalake tlajkotsian toixtololo

Consagración del instante Se adentra en la mirada

Niman (Ken amo itla yesia…) Itlajkotsian mixtololojtsin peua Tekauine

Y (Como si nada...) En tu retina plasma también su Llamarada

Tototsintle uan chikauak patlane Yemanke xochitetsintle uan sa pepetlakatok Nikan ipan tlaltipaktle… amo kaman timikis

Alígero volador Frágil diamante Aquí entre el vivir... perseverante permanece

Yonka yeyouj… Amo kineke yas; Kineke nochipa touan nokauas

Ya se va.... Que no se va; Siempre se queda

Kanaj tej iyoltsin nokinpiya imastlakapaltsitsiuan Xinaxtsintle kan kuajle ejejtok Ueyexopantla.

Acaso es su corazón de alas ligeras Semilla eterna en que guarece Primavera.

Daniel Olivares Viniegra * Lengua náhuatl, variante del municipio de Chilapa de Álvarez Guerrero, y zonas aledañas

Daniel Olivares Viniegra

Traductor: Martín Tonalméyotl (Martín Jacinto Meza, 1983). Narrador y poeta nahua originario de la comunidad de Atzacoaloya, Guerrero. Licenciado en Literatura Hispanoamericana por la Universidad Autónoma de Guerrero (UAG), maestro en Lingüística Indoamericana por el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) y profesor de tiempo completo en la Universidad Intercultural del Estado de Puebla. Colabora regularmente en Ojarasca, suplemento mensual del diario La jornada.

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Una nota al poema “a helena”, de poe Asmara Gay


Cuando Edgar A. Poe (1809-1849) tenía quince años conoció a Helen Stanard, joven madre de uno de sus condiscípulos. Era hermosa, delicada, de finas maneras y el joven Edgar se enamoró completamente. Este fue su primer amor, un amor imposible que lo llevó a pisar el terreno de los hombres. Edgar vivió esta transición, de adolescente a joven adulto, a través del amor a Helen, quien nunca supo lo que sentía el amigo de su hijo. De repente, Helen enfermó y murió en 1824, cuando tenía treinta y un años. Hay testimonios que cuentan que por las noches, Poe iba a visitar su tumba y que durante muchos años se mostró angustiado, perturbado y con un gran dolor sin que su familia entendiera qué pesar llevaba en su espíritu. Le compuso dos poemas: “A Helena”, que incluyó en su libro Poemas publicado en 1831 y que fue reimpreso en diversas antologías (como la de El cuervo y otros poemas de 1845), y que muestra el tierno y romántico amor que le tenía: “Helena, tu belleza es para mí/ como aquellos antiguos barcos niceos, / que dulcemente, sobre un perfumado mar, / al errabundo y fatigado viajero llevaban / hacia su tierra natal”; y “A Helena”, publicado por primera vez en Union Magazine en noviembre de 1848 y reimpreso en las obras completas de Poe de 1850, edición de Rufus Griswold. Entre los dos hay un lapso de diecisiete años y es notable la madurez no sólo emocional sino intelectual, literaria y de experiencia de vida de Edgar. El tema es la muerte de la amada, recurrente en la obra del autor, pero que en este caso representa aquel dolor por la muerte prematura de Helen Stanard y, al mismo tiempo,la pérdida de Sarah Helen Whitman, poeta menor con la que Poe estaba comprometido en 1848 y quien terminó su relación poco antes de la boda por celos y porque Poe no deja de consumir drogas ―al menos esas son sus razones que tienen como base los rumores que le llegan del medio literario―. Así, este poema fue para el poeta un clamor de esperanza en el tormentoso mundo que lo rodeaba y es, precisamente, el que presentamos a nuestros lectores en este número de aniversario.

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A Helena Edgar A. Poe Traducción de Asmara Gay Te vi una vez, sólo una vez, hace años: no debo decir cuántos, pero no muchos. Era una medianoche de julio; y afuera una luna llena, tan llena como tu propia alma, surcaba los cielos buscando una precipitada vereda; cayó un plateado y sedoso velo de luz, sosegado, bochornoso, somnoliento, sobre los elevados rostros de miles de rosas que crecían en un jardín encantado, donde viento alguno osaba moverse, más que de puntillas; cayó sobre los elevados rostros de aquellas rosas que exhalaron, a cambio de luz de amor, sus perfumadas almas en una muerte extática; cayó sobre los elevados rostros de aquellas rosas que sonrieron y murieron en esta cama de flores, hechizadas por ti y por la poesía de tu presencia. Ataviada toda de blanco, sobre un montículo violeta, te vi medio acostada; mientras la luna caía sobre los encumbrados rostros de las rosas, y sobre el tuyo, levantado ―¡ay de mí! ―, con dolor. ¿No fue el destino el que, aquella medianoche de julio… No fue el destino (cuyo nombre también es Dolor) el que me ordenó detenerme ante la verja de aquel jardín para respirar el incienso de aquellas somnolientas rosas? Ninguna huella se agitaba: el odiado mundo dormía por entero; salvo tú y yo. (¡Oh, cielos!, ¡oh, Dios! ¡Cómo late mi corazón al unir estas dos palabras!) Salvo tú y yo, solamente. Me detuve… observé… y en un instante todas las cosas desaparecieron. (¡Ah, recuerda que aquel jardín estaba encantado!) El perlado brillo de la luna se había ido: musgosos collados y serpenteantes senderos, felices flores y quejumbrosos árboles, no se veían más: las mismas fragancias de las rosas murieron en brazos de amorosos aires. Todo murió, todo, salvo tú, salvo…menos tú:

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salvo la divina luz de tus ojos, salvo el alma de tus elevados ojos. Los vi sólo a ellos; fueron el mundo para mí. Los vi sólo a ellos; los vi sólo a ellos por horas. Los vi sólo a ellos hasta que la luna sucumbió. ¡Qué salvajes historias de amor parecían yacer escritas sobre aquellas cristalinas esferas celestiales! ¡Cuánto oscuro pesar! Y no obstante ¡cuánta sublime esperanza! ¡Cuánto silencioso sereno mar de orgullo! ¡Cuánta atrevida ambición!, y aun, cuán profunda… ¡Cuán insondable capacidad para amar! Pero ahora, por fin, la querida Diana se hundió de mi vista, en un diván occidental de nubes de tormenta; y tú, un espectro, en medio de los árboles sepulcrales te deslizaste lejos. Sólo tus ojos permanecieron. Ellos no podrán irse, ellos ya nunca se irán. Iluminando mi solitaria senda aquella noche, no me han dejado (igual que mis esperanzas) desde entonces. Ellos me siguen; ellos me dirigen a través de los años. Ellos son mis pastores…aún soy su esclavo, su labor es iluminar y reanimar: mi deber, ser salvado por su luz brillante, y purificado por su inflamado fuego, y santificado por su edénico fuego. Ellos llenan mi alma con belleza (que es esperanza) y están lejos, arriba, en el cielo; estrellas ante las que me arrodillo en las tristes, silenciosas vigilias de mi noche; por un rato, incluso, en el meridiano resplandor del día las veo silenciosas: ¡dulcemente centelleantes dos Venus que el sol no puede extinguir!

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“El poema de la noche” Autor: Galway Kinnell Traductora: Patricia Oliver

Galway Kinnell fue un poeta, traductor y profesor estadounidense (Providence, Rhode Island, 1927-2014). Escribió más de 15 colecciones de poesía, además de una novela y un libro para niños, y tradujo al inglés a Rainer Maria Rilke e Yves Bonnefoy entre otros. Ganó el Premio Pulitzer y el National Book Award de Poesía en 1983, y en el 2002 la Poetry Society of America le concedió la medalla Frost. Fue profesor de la Universidad de Nueva York, director del programa educativo para adultos de la Universidad de Chicago, y maestro y periodista en Irán. Los críticos comparan a menudo a Kinnell con Walt Whitman. Su poesía combina las experiencias de la vida (en muchas ocasiones la suya propia) con experiencias poéticas y espirituales, y explora la relación entre la naturaleza, la sociedad y el individuo, con el tema creación-destrucción como eje central.


El poema de la noche GALWAY KINNELL Traducción de Patricia Oliver 1 Paso la mano por pendientes, desniveles, bultos que miran, pestañas que casi no se dejan ni tocar. Los labios ceden con tanta facilidad que sorprende sentir debajo de ellos la sonrisa indiferente de los huesos. Cubiertos un poco, apenas velados, cigoma, maxilar, turbinales. 2 Pongo la mano en tu mejilla, inclinas un poco la cabeza hacia mi mano y, así, sé que eres un lirón absorto en un sueño invernal, un peso aturdido y solitario. 3 Un pómulo, un pedazo curvo de frente, un párpado pálido flotan en la oscuridad, y ahora distingo un ojo, oscuro, infestado de luces lejanas e inexplicables.

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4 Apenas con un roce, abrazo lo que solo puedo imaginar como los recuerdos más profundos. No los míos, más bien como si la vida que me habita fuera recordando poco a poco lo que es. Yaces aquí ahora, toda corpórea. Este hermoso grado de realidad. 5 Y ahora el día, una balsa que se rompe, llega. Me imagino unos cuantos huesos flotando en un río en la noche, la luz de las estrellas estalla sobre el agua y el río se inclina como una ola hacia el vacío.

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Un día de espera ERNEST HEMINGWAY Traducción de Lucía Treviño A. y Alejandro Treviño G

.

Llegó al cuarto para cerrar las ventanas mientras todavía estábamos en la cama y noté que se veía enfermo. Estaba temblando, su cara estaba blanca y caminaba despacio como si le doliera moverse. 1 ―¿Qué pasa, Shatz ? ―Tengo dolor de cabeza. ―Mejor deberías regresar a la cama. ―No. Estoy bien. ―Vete a la cama. Te veré cuando me vista.

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Pero cuando bajé estaba vestido, sentado en la chimenea, con el aspecto de un niño de nueve años muy enfermo y miserable. Cuando puse mi mano en su frente supe que tenía calentura. ―Sube a la cama,” le dije, “estás enfermo. Estoy bien ―dijo. Cuando el doctor entró tomó la temperatura del chico. ―¿A cuánto está? ―le pregunté. ―Ciento dos. Abajo, el doctor dejó tres medicinas diferentes en cápsulas de distintos colores con instrucciones para darlas. Una era para bajar la calentura, otra un purgante y la tercera para contrarrestar una condición ácida. Los gérmenes de la influenza solo pueden existir en una condición ácida, explicó. Parecía saber todo sobre la influenza y dijo que no había nada de qué preocuparse mientras la temperatura no subiera por encima de los ciento cuatro grados. Se trataba de una ligera epidemia de gripa y no había peligro si se impedía la neumonía. De regreso en el cuarto escribí la temperatura del niño e hice una nota de los tiempos para darle las diferentes cápsulas. ―¿Quieres que te lea? ―Está bien. Si tú quieres ―dijo el chico. Su cara estaba muy blanca y tenía manchas oscuras debajo de sus ojos. Estaba acostado en la cama y parecía muy desconectado acerca de lo que pasaba. Leí en voz alta el Libro de los Piratas de Howard Pyle; pero podía advertir que él no estaba siguiendo lo que yo leía. ―¿Cómo te sientes, Schatz? ―le pregunté. ―Igual, hasta ahora―dijo él. Me senté al pie de la cama y leí para mí mientras esperaba a que fuera la hora de darle otra cápsula. Hubiera sido natural que se quedara dormido, pero cuando lo miré estaba viendo al pie de la cama, observando muy extrañamente. ―¿Por qué no tratas de dormirte? Te despertaré para la medicina. ―Prefiero quedarme despierto. Después de un rato me dijo: ―No tienes que quedarte aquí conmigo, papá, si te molesta. ―No me molesta. ―No, quiero decir que no te tienes que quedar si te va a molestar. Pensé que quizás estaba un poco mareado y después de darle las

1

Del idioma alemán,schatz en español significa querido (Nota de los traductores).

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cápsulas de la receta a las once en punto salí por un rato. Era un frío día claro, la tierra estaba cubierta con un aguanieve que se había congelado, así es que parecía como si todos los árboles pelados, los arbustos, las ramas cortadas, y todo el pasto y el suelo raso hubieran sido barnizados con hielo. Llevé al joven Setter Irlandés a un pequeño paseo por el camino y a lo largo del arroyo congelado, pero era difícil pararse o caminar por la vidriosa superficie y el rojizo perro resbaló y rodó y yo caí dos veces, fuerte; una de ellas tirando mi pistola y provocando que se deslizara lejos sobre el hielo. Levantamos una bandada de codornices bajo un elevado terraplén de arcilla con volado colgante y maté a dos cuando se perdían de vista por encima del terraplén. Parte de la bandada quedó en los árboles, pero la mayoría se dispersó entre los montones de ramas y fue necesario brincar varias veces las pilas de ramas cubiertas por el hielo antes de que levantaran el vuelo. Salían mientras te parabas inestablemente en el mullido arbusto congelado, haciendo difícil el disparar, y yo maté a dos, perdí cinco e inicié el regreso satisfecho de haber encontrado una nidada cerca de casa y feliz de haber dejado tantos para encontrar otro día. En la casa dijeron que el chico se rehusó a dejar que alguien entrara al cuarto. ―No puedes entrar ―dijo―. No puedes contraer lo que tengo. Llegué hasta él y lo encontré exactamente en la misma posición en la cual lo había dejado, pálido, pero con la parte alta de sus mejillas enrojecidas por la fiebre, observando fijo, como había estado observando, al pie de la cama. Le tomé la temperatura. ―¿Cómo está? ―Como a cien ―dije. Estaba a ciento dos y cuatro décimas. ―Estaba a ciento dos―dijo él. ―¿Según quién? ―El doctor. ―Tu temperatura está bien ―le dije―. No hay nada de qué preocuparse. ―No me preocupo ―dijo él―, pero no dejo de pensar. ―No pienses ―le dije―. Nada más tómala con calma. ―La estoy tomado con calma―dijo él y miró directo hacia enfrente. Evidentemente estaba sujetándose fuerte a sí mismo por algo. ―Tómate esto con agua. ―¿Crees que sirva de algo?

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―Claro que sí. Me senté y abrí el libro de Piratas y comencé a leer, pero podía ver que no me estaba siguiendo, así que me detuve. ―¿A qué hora crees que vaya a morir? ―¿Qué? ―¿Cuánto tiempo pasará antes de que muera? ―No te vas a morir. ¿Qué te pasa? ―Ah, sí me voy. Le escuché decir que a ciento dos. ―La gente no se muere con una temperatura de ciento dos. Esa es una forma tonta de hablar. ―Sé que sí. En la escuela en Francia los niños me dijeron que no puedes vivir con cuarenta y cuatro grados. Yo tengo ciento dos. Había estado esperando morirse todo el día, desde las nueve de la mañana. ―Mi pobre Schatz, ―le dije―. Pobrecito Schatz. Es como millas y kilómetros. No te vas a morir. Ese es un termómetro diferente. En ese termómetro treinta y siete es normal. En este tipo es noventa y ocho. ―¿Estás seguro? ―Absolutamente―dije―. Es como millas y kilómetros. Ya sabes, ¿cómo cuántos kilómetros hacemos cuando llegamos a setenta millas en el carro? ―Ah ―dijo. Pero su mirada al pie de la cama lentamente se relajó. La aprehensión de sí mismo también se relajó finalmente, y al día siguiente estaba muy calmado y lloraba fácil por las pequeñas cosas que no tenían importancia.

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GABRIELA TOLENTINO (Julio 17, 1977, Zapopan Jal, México)

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Tolentino a través del espejo por Daniel Olivares

Como lo demuestra una hoja de vida dinámica y en incesante crecimiento, estamos aquí –sin duda– ante una de las más entusiastas animadoras de la escena plástica nacional reciente; ese, este, ya, un mérito no menor que soporta una obra propositiva y diversa, aun en su calidad de nebulosa, en crecimiento constante no solo en cantidad sino en constatable calidad. Sin renegar de sus orígenes, pero nutriendo día con día su innata vocación por acercarse a toda manifestación artística, natural o humana que convoque al estímulo de la creación, la obra de esta pintora jalisciense ha escapado (si no es que nunca tocó) el regionalismo para constituir y restituir constantemente un universo poblado de vibrante colorido, híbridos personajes animalizados, animales rehumanizados o bien objetos que desempeñan con agilidad una función prosopopéyica, envolvente y polifónica, todo lo cual inunda los ojos y los sentidos aún antes de que se comiencen a descifrar los también muy diverso contenidos. No obstante, tanto en el más recóndito horizonte de sus lienzos como en el plano más cercano, y más allá de los múltiples formatos y soportes en que todo ello se concreta y se solaza, uno verá animarse y transitar toda una gama de impulsos y pulsiones que develan la pasión y la ardentía de un universo femenino que, también pleno de sí, no duda en desafiar los ya arcaicos (re)molinos de las convenciones sociales, e incluso, y de lo más reiteradamente, en desnudar… ya seductores, ya evanescentes, ya mitológicos, ya reconocibles (por afinidad), los más dolientes o pícaros demonios. Tal su densidad, su avasallante personalidad y tal su arriesgada apuesta, matizada además por no pocos susurros de poesía y exultantes arrebatos de erotismo–amor–humor. Conózcanla, admírenla, gócenla; arriésguense con ella a enfebrecer de artisgustura; hay de aquellos que huyan antes de darse la oportunidad de sopesar así sea más de un pecado venial o capital, para tener (al menos) durante toda la eternidad paladeantemente aprehendido ese algo de lo que jamás, ni remotamente, debiera uno arrepentirse.

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Gabriela Tolentino “De peces y conejos� 120 x 100 cm. mixta / tela


Gabriela Tolentino “Safari de las ranas” 70 x 50 cm. mixta / tela


gabriela tolentino “exudando anclas� 120 x 100 cm. mixta / tela


Gabriela Tolentino “Fragata” 120 x 100 cm. mixta /tela


Gabriela Tolentino “Impronta le llaman a eso� 70 x 50 cm.


Gabriela Tolentino “Inbox” 120 x 100 cm. mixta / tela


Gabriela Tolentino “La polla” 100 x 100 cm. mixta / tela


Gabriela Tolentino “Linternaria” 70 x 50 cm. mixta / tela


Gabriela Tolentino “Marte” 120 x 100 cm. mixta / tela


Gabriela Tolentino “Mujer cubana” 100 x 80 cm. mixta / tela


Gabriela Tolentino “Pequeños preludios” 120 x 100 cm. mixta / tela


Gabriela Tolentino “Sagrada familia� 100 x 100 cm. mixta / tela


Gabriela Tolentino “Sea por ti” 120 x 100 cm. mixta / tela


Gabriela Tolentino “Síntoma de soledad” 120 x 100 cm. mixta / tela


Gabriela Tolentino “Un café con medias lunas” 100 x 100 cm. mixta / tela



Renuncia Israel J. González S. Esta palabra no es la última del que sin habla quedará tampoco una tranquila tormenta asolando la vastedad del insomnio ni un desierto bajo el llanto es la presentación de un hombre ante el pelotón de fusilamiento que se descubre y ofrece su sangre al viento y a la tierra porque ya no hay luz para él ni siquiera noche o tibieza Queda el rostro del tiempo descarnado inmenso soterrado una flor de piedra cabellos de serpiente pequeñas gotitas de infierno en donde todo arde y nada se consume porque nada acaba con la culpa ni con la certeza de haberlo perdido todo de haberse ahogado en el miedo de haber caído de haber caído de haber caído

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DOS POEMAS DE MENESES MONROY

Recuerdo Era esencia plena gracia plena paraíso en mí. Al saber de mi exilio me desgarré en un grito, sentí miedo y frio por vez primera, comenzaba la vida.

Certeza

1

Para Esther Sólo tengo una certeza: cuando llegue mi muerte y ya no importe el tiempo ni el fulgor de los mares ni el deseo de los cuerpos te seguiré amando.

1

Poema publicado originalmente en el número 11 de esta revista.

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