El Comité 1973 número 30. Influencias literarias

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Influ encias literarias Revista El ComitĂŠ 1973

v aniversario


El Comité 1973 Director Meneses Monroy Editora Asmara Gay

EL COMITÉ 1973. Núm. 30. Influencias literarias. Revista de difusión, crítica y creación literaria. Correo electrónico: elcomite1973@gmail.com http://issuu.com/revistaelcomite1973 https://www.facebook.com/revistaelcomite1973 https://twitter.com/ElComite1973

Jefa de redacción Patricia Oliver

Portada y contraportada Israel Campos Publicación Bimestral Agosto - Septiembre Año 5. Núm. 30. 2017.

Imagen y Diseño Gráfico Israel Campos Nava

Consejo editorial Agustín Cadena Guadalupe Flores Liera Israel J. González S. Daniel Olivares Viniegra Juan Antonio Rosado Zacarías

Comité colaborador de este número Sergio Alarcón Beltrán Guadalupe Flores Liera Asmara Gay Claudia Hernández de Valle-Arizpe Mario Islasáinz Meneses Monroy Michelle Pérez-Lobo Araceli Ordoñez Cordero Dulce Georgina Ramírez Rodiles Gabriel Ramos Zepeda Juan Antonio Rosado Zacarías

Publicación incluida en el catálogo de revistas electrónicas de arte y cultura del CONACULTA http://sic.conaculta.gob.mx/ficha.php?table=revista_elec&table_id=136

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índice INFLUENCIAS Y CREACIÓN LITERARIAS Asmara Gay Poesía DIGESTIÓN Michelle Pérez-Lobo

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DE UNO MÁS, DE SUS CAMADAS Mario Islasáinz

Relato OJO TRIANGULAR Juan Antonio Rosado Zacarías

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Ensayo RUBÉN DARÍO: LOS RAROS Guadalupe Flores Liera

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INFLUENCIAS LITERARIAS CONSCIENTES Y SUBJETIVAS Claudia Hernández de Valle-Arizpe

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Minificción EL GRAN ROBO ELEMENTAL Gabriel Ramos Zepeda Portafolio Araceli Ordoñez Cordero

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Poemas DE OLAS Y DE SERES LA GATA QUE OBSERVABA PÁJAROS DESDE LA VENTANA Dulce Georgina Ramírez Rodiles

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Reseña NOTA SOBRE ESTARÉ AQUÍ, POEMAS DE VASOS LYSSARIDIS Meneses Monroy

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SÓLO UN POCO AQUÍ - Poesía y (auto)crítica

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Sergio Alarcón Beltrán

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Influencias y creación literarias

La obra literaria es una forma, es una estructura que vive en tanto que forma, en tanto que estructura, en tanto que monumento, expresando una humanidad ancha y profunda.

Asmara Gay

Arqueles Vela, quien perteneció al movimiento de vanguardia de los estridentistas, afirmó en su libro Análisis de la expresión literaria que la literatura, más que ser el ‘arte de la letra’, pues deriva de los términos latinos littera y tur (sic), debería ser considerada como el ‘arte de la palabra’ (1980: 13), puesto que es por medio de ésta que el escritor busca expresar estéticamente una hondonada de cosas, sin importar que queden manifestadas en el papel o se impriman sobre los acuciosos oídos de los que buscan deleite con las historias que cuidadosa y, me atrevería a decir, hasta amorosamente ha creado un autor. Desde antes de Homero, la literatura era algo que se practicaba de manera oral, sin importar demasiado si ésta se resguardaba en piedra, en papiro o en la mente de los hombres. Así, la literatura viajaba a través de la boca de los poetas y cruzaba las fronteras de una lengua, de un territorio e incluso de una identidad regional que la había hecho surgir. De esta suerte, desde los más antiguos tiempos humanos, se han realizado préstamos, conscientes o no, tanto de relatos que fueron contándose a través de las más diversas lenguas, como de las formas literarias que se estructuraban de acuerdo a la intención de un autor o de una comunidad con fines, sobre todo, de entretenimiento y de

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Eugène Ionesco


educación; porque hay que recordar que una de las más antiguas funciones de la literatura ha sido la de enseñar algo, un mensaje, por medio de un artificioso y delicado manejo de las palabras y de la imaginación: de este modo nacen las parábolas, las leyendas, los mitos, las fábulas, entre otras arcaicas formas de la literatura. Las influencias literarias siempre han estado presentes, aunque habrá autores que las nieguen. Pero la literatura no es arte que se construya de la nada (ningún arte se construye así), sino que se parte de una hoja en blanco que se va rellenando con los gustos, experiencias, imaginación, aprendizaje literario y el peso que otros autores han dejado sobre nosotros. En su ensayo La filosofía de la composición, Edgar Allan Poe afirma que:

La mayoría de los escritores ―los poetas en particular― prefieren hacer creer que el éxtasis intuitivo, o algo así como un delicado frenesí, es el estado en que se encuentran cuando realizan sus composiciones, y se estremecerían de pies a cabeza si dejaran que el público echara una mirada tras los bastidores y presenciase las escenas de la elaboración y las vacilaciones del pensamiento que tienen lugar en el proceso de la creación, que notase los verdaderos propósitos, captados sólo a último momento, los innumerables vislumbres de la idea que no llegó a madurar plenamente, las fantasías rechazadas por rebeldes, las cautelosas selecciones y exclusiones, las dolorosas raspaduras e interpolaciones, en pocas palabras, las ruedas y los piñones, los aparejos para cambiar las escenas, que en noventa y nueve de cien casos constituyen las cualidades del histrión literario (1997: 11),

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porque la composición de una obra literaria dista mucho de la inspiración, idea acuñada por los griegos y reelaborada por los románticos. Es más, como señaló William Faulkner y ejemplificó con su obra Juan Rulfo: “La fórmula para ser un buen novelista es: 99% de talento, 99% de disciplina, 99% de trabajo” (2006: 49). Hablar de influencias con respecto de la creación literaria es hablar de aquello que Oscar Wilde señalaba en una conferencia que ofreció a los estudiantes de arte en el Club Golden Square, en Westminster el 30 de junio de 1883: “El objeto del arte es hacer vibrar la más divina y remota de las cuerdas que dan música en nuestra alma” (1946: 212), y cada uno de nosotros, como creadores, al inscribir, consciente o inconscientemente, influencias literarias en nuestra obra, tratamos de ofrecer precisamente esa música que a nosotros nos ha conmovido de las obras de otros autores; ofrecer, pasada por el tamiz de nuestra propia personalidad y estilo literarios, aquella música que nos ha hecho vibrar y con la que queremos hacer vibrar a nuestros lectores. Más que mostrar una técnica o un manejo pedante de autores, a través de las influencias literarias tratamos sobre todo de mostrar un poco del espíritu que nos ha hecho ser no sólo poetas (creadores), sino hombres y mujeres en constante búsqueda, y crecimiento en el mejor de los casos, ayudados por otros artistas que tuvieron una visión, la mayoría de las veces mucho más grande y amplia que la nuestra.

Todo lo grande estimula a la civilización apenas tenemos conciencia de ello. Goethe

Referencias

“Entrevista con Eugène Ionesco”, en Movimientos literarios de vanguardia (1973). España: Salvat Editores. Faulkner, William (2006). “Decálogo”, en Carlos López. Decálogos, mandamientos, credos, consejos y preceptos para oficiantes de la escritura. México: Praxis. Poe, Edgar Allan (1997). La filosofía de la composición seguida de El Cuervo. México: Ediciones Coyoacán. 6


Cállate. Nadie sabe que estás en mí, toda entera. Cállate. No respires. Nadie sabe mi merienda suculenta de unidad: legión de oscuridades, amazonas de lloro. César Vallejo

Digestión Michelle Pérez-Lobo

Me tragué la obra de M. de P. de K. de F. de V. de R. de A. de S. con una ansiedad explosiva Rompí la cubierta y solté los cubiertos Leí jugando como niño en el lodo las manos pringosas El postre intercambiado por el plato fuerte y el fuerte debilitado por la guarnición la botana al último Notas gustativas que resuenan unas en otras y chocan y se funden para resbalar hasta su cueva rosa Y ahora tras el banquete cerebral detecto que alguien se esconde bajo mis uñas Escribo y en mis frases hay un tufillo deforme Quiero pensar que tengo un aliento espectacular (del tipo que impulsa poemas de manteles largos) que mi cuerpo es un alambique donde la tradición y el talento se entremezclan en la dosis justa para dar a luz un líquido perfecto donde las palabras de los otros y las mías nadan orgánicas Un destilado inodoro incoloro insaboro insondable ilustre tan sedoso que sus partículas se entrometen en los poros se funden en las cutículas se [quedan pegadas a los huesos como caracoles y luego punzan una vena y la incitan a crear Pero es doloroso separar la carne del comensal de la carne ingerida porque todas las carnes se parecen

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Quiero pensar que me alimento sanamente que no sólo elijo bien mis comidas sino que también me nutren le dan potencia a mis circuitos a mis ecos que soy un recipiente lo bastante hermético para conservarlas que no transpiro apellidos ajenos porque huelo a mí Al final el mensaje es el mismo Nos hemos pasado el bolo de lengua en lengua durante siglos las historias los motivos las rupturas permanecen El gusto personal la anatomía apenas se han modificado con los años El contexto ha cambiado de look y el pasado no deja de engordar eso sí Quizá para guisar un texto hoy es necesario pensarlo como un dulce empanizado en sal El diseño del empaque reinventado por completo una envoltura engañosa más sabor más desconcierto en cada mordida La dulzura vuelta un sinsentido El significante sólo significante en apariencia el significado chocante y amargo La paleta de toda la vida que no tiene razones para ser mejorada pero que ahora es multicolor y sabe a una a dos a tres verduras (En resumen: Una vanguardia que es más retaguardia pues ya rompió lo que tenía que romper o una vanguardia más sabia más solemne más crítica Una vanguardia que acaso no merece ese nombre sin manifiestos porque se reconoce vieja aunque identifica en la lengua mucho campo para seguir el juego) Y me atrevo a decir estos disparates porque existen: resulta que ahora hay rocas que parecen sólo rocas pero que son chocolates Platillos que se ven plásticos pero están listos para ingerirse Chatarra que huele a delicatessen Brillantina comestible que ilumina los pasteles y el esófago Eso podría renovarlo todo aunque tal vez ya todo esté podrido

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De

uno más

, de sus camadas Mario Islasáinz

Para ellos, ellas, quienes dejaron en mí semillas por germinar.

Ante el costoso silencio, pongo manos y pies encima de sus valiosas obras, recordándolos, señalando la osadía a cometer;

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dejarlas desvanecerse sobre cada una de las letras escritas por sus puños, hasta hacer desaparecer la negrura con la que intentaron envolver grandezas, míticas ya: cantores, hacedores malditos. ¿Quién sino ustedes?, vilipendiados, devastados inútilmente por muchos desnombrados antes y después de decesos, que no muertes, para ilusos, tratar de significarse en cualquier insignificancia de esta vidita que desecharon. Inteligentes hasta el delirio,

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pusieron fin a lo logrado en el momento preciso, en el que no había más que dar; para qué... Lo sabían, me cuesta callar frente a tantos deseosos de alimentar una oscuridad, nunca de ustedes: pobres ciegos que no alcanzan a mirar la incalculable herencia puesta encima de la mesa, aún hoy, que están regresando más vigentes que nunca.

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Ojo 1

triangular

Juan Antonio Rosado Zacarías

Ojo triangular1 Juan Antonio Rosado Zacarías 1

“Ojo triangular” es un cuento inédito del libro El miedo lejano y otras fobias. Cuentos reunidos, 19802015, que fue seleccionado por el Programa de Fomento a Proyectos y Coinversiones Culturales, del Fonca, y que será publicado próximamente. Agradecemos a su autor, Juan Antonio Rosado Zacarías, permitirnos la publicación de este cuento en nuestra revista como un avance de su libro.

Encendió la pequeña lámpara de mesa y algunos objetos aparecieron alrededor: frente a la cama, el espejo con marco de madera que había heredado de su abuelo le permitía ver, bajo los grandes ojos cafés, unas ojeras que no se disiparon con el sueño; los dedos de sus pies parecían dientes de ajo, pero conforme recorría con la mirada de su cuerpo desnudo, se embellecía poco a poco. Las colchas y sábanas ya habían desaparecido de la cama y yacían revueltas sobre el piso. Luisa se levantó para observarse entera en el espejo. La brevedad y blancura de sus pechos se compensaba con los gruesos muslos bronceados, las anchas caderas y unas nalgas de caballo adulto que envidiaban sus amigas. Era un cuerpo equilibrado, de casi veinte años, que la hizo recordar, mientras se acariciaba el negro y rizado cabello, los instantes de placer en la entrega amorosa. Hay parejas vírgenes ―se decía con media sonrisa―, muy ingenuas para mi gusto. Su candidez resaltaba en miradas como encogidas, como temerosas, pero también en frecuentes sonrojos y besos apasionados a mitad de calle, a los que el irónico (o envidioso) grita siempre: “¡Coperacha pa’l hotel!”. Hay también parejas cínicas, que se manosean en todo lugar, a toda hora. Se exhiben con orgullo y retan a la sociedad, buscando lugares más o menos ocultos para gozarse hasta el éxtasis (hasta el orgasmo, de ser posible). Las parejas románticas han perdido la ingenuidad para centrarse en la pasión, en el impulso y desmesura de la mutua mirada. Muy distintas, las parejas trágicas (o “tragiparejas”) ven con pesimismo y se regocijan en el llanto, en circunstancias desfavorables propiciadas a menudo por ellas mismas. En cambio, las parejas irónicas se burlan de todo. Imaginativas, abiertas a la vida, hasta un beso es objeto de risa, de improvisación lúdica.

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vivía, y se introdujo en el mundo de Pedro. Justificó su afición al sexo con la educación religiosa que le habían inculcado de pequeña.

Pero Luisa nunca creyó que el amor fuera cuestión de parejas. Ella se divertía clasificándolas de acuerdo con su percepción un tanto simplista. En la escuela primaria era una niña solitaria y tuvieron que pasar varios años para que por fin aceptara que sus pechos habían crecido y que sus caderas se habían ensanchado hasta otorgarle una figura esbelta que cualquier mujer desearía. Luisa no sabía lo que era tener una pareja porque tan pronto perdió la virginidad con Pablo, se vio atrapada en un triángulo amoroso. Su situación era especial en comparación con la de otras chicas de su edad: no encajaba en ningún esquema. Luisa no se enamoró de Pablo, sino de la pareja Pablo-Matilde. No había conocido ningún caso así: el de una joven de diecisiete años que se haya enamorado de una pareja en que, además, la parte femenina era quince años menor que la masculina. Luisa pensaba que el triángulo equilátero era la figura perfecta y que si le colocaba un ojo en el centro era posible participar, a través de la contemplación, de una alegría infinita. Pero cuando trató de meterse, de indagar en esa pareja, fue tristemente rechazada. Se decepcionó tanto que ni siquiera pensó en contarle a Matilde que su novio Pablo la había traicionado con ella. Poco a poco logró olvidarlos, echarlos al bote de los recuerdos amargos (¿o semiamargos?). Su depresión la hizo renegar del amor y concentrarse en la única realidad de la que podía gozar: su cuerpo, sólo su cuerpo.

En la primaria, las monjas le enseñaron el misterio de la resurrección de la carne; le hablaron de los Cuerpos Gloriosos como de entidades sutiles, llenas de fuerza y agilidad, de regocijo y resplandor. Al recordar esos instantes y sobre todo las enseñanzas de la hermana Leonora ―que en la intimidad

de un baño solitario le mostró cómo masturbarse―, decidió glorificar su cuerpo. La hermana Leonora, a pesar de su rostro duro, capaz de ahuyentar a una manada de chicos, era dulce y tierna con Luisa: le llamaba, debido a su semblante felino, “mi gatita”.

¡Hace ya tanto tiempo que conocí a Luisa! Estos días la he estado recordando: a ella y a las personas de las que me hablaba los fines de semana. Poco antes de desaparecer, me escribió una carta donde narra sus desplantes sexuales: tríos, orgías…, tal vez para unirse a los Cuerpos Gloriosos. Ella estaba a punto de cumplir veinte. Yo la frecuentaba en un antro, en el sur de la ciudad. Me avergüenza transcribir el documento completo. Sólo copio el final:

“¿Te escandaliza nuestro goce? ¿Estás acomplejado como los rufianes hipócritas? ¿Sientes celos de mí? ¿Te aburres? ¿Te parece sucia pornografía lo que te conté? ¿Verdad que jamás hubiéramos podido ser pareja? Ojalá hayas encontrado a tu media naranja y ahora vivas en un hogar sin vicios, con hijos y con una mujer recatada y sumisa. Considérame una enferma, y si quieres, ninfómana, pero me excita contarte justamente a ti estas historias.

A los dieciocho conoció a Pedro, que presumía de narrador pornográfico, pero que en realidad era padrote de algunas prostitutas. Luisa se despidió de su madre, con quien hasta entonces

¡Nuestra grotesca sociedad enaltece la violencia en los medios de comunicación, pero condena el placer! La gente se ríe cuando ve una patada en los testículos, pero desaprueba que alguien

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Estimado lector: si adviertes a alguien de esa secta destructiva, por favor no le digas lo que hacemos; correríamos con el mismo destino de nuestros predecesores.

los lama y acaricie. Renuncio: ya no me interesa el conocimiento; prefiero el deleite. Querido: otro narrador te conducirá al desenlace de esta historia. Por mi parte, sólo voy a vivir en paz cuando vuelvan a existir burdeles como templos; cuando la catedral se convierta en el Gran Burdel; cuando el erotismo recupere el carácter sagrado que una visión patriarcal y castrante le arrebató con impunidad, reduciéndolo al simple y animalesco sexo dentro del matrimonio, como si sólo fuera una máquina reproductiva. ¡Sólo cambiando nuestra mente nos salvaremos!

* Al terminar de contemplar su cuerpo en el espejo, Luisa abrió la puerta del clóset y sacó un cuaderno blanco y una pluma. Regresó de un salto a la cama y se puso a escribir lo que había imaginado: “Hay parejas vírgenes, envueltas en la ingenuidad”. No. Está demasiado rebuscado. Corrigió: “Hay parejas vírgenes, muy ingenuas para mi gusto. Su candidez resalta en miradas como encogidas, como temerosas, pero también en frecuentes sonrojos y besos apasionados a mitad de calle, a los que el irónico (o envidioso) grita siempre: ¡Cooperacha pa’l hotel!”. Le gustó mucho el coloquialismo y así empezó a clasificar los distintos tipos de parejas que observaba en la universidad. Se imaginó a algunos de sus compañeros del séptimo semestre haciendo cosas que quizá jamás harían. Cuando concluyó su narración, levantó del piso colchas y sábanas; se acurrucó a un lado de la almohada y apagó la luz, con la esperanza de que sus ojeras se disiparan. Escuchó a lo lejos un chorro de orina cayendo en el agua del excusado: era su hermano menor. Pronto amanecería de nuevo y su madre le gritaría: ¡Feliz cumpleaños! Y todos festejarían sus veinte años con un delicioso desayuno.

A pesar de todo, te extraño. Luisa”.

Ella y sus amantes, que no se cansaban de las orgías, fueron sorprendidos dos noches después de que mi examiga me envió la carta. Un hombrecillo con ojos de nutria y espesos bigotes se enteró de que Luisa reclutaba colaboradores para mantener una orgía infinita, cada vez más grande. Eso no lo hizo nada feliz. Más bien lo irritó. No puedo contar cómo los exterminó a todos, incluida la pobre de Luisa, con varios miembros de Madre Látigo, asociación de corte fascista que edipiza a sus seguidores y promueve la virginidad. ¡Fue horrible… horrible! No puedo narrar lo que pasó esa noche, por delicadeza. A esa secta siniestra le disgusta la felicidad. No soportó las orgías de los Cuerpos Gloriosos, a pesar de que habían llegado a una impersonalidad casi absoluta… Esos cuerpos que se continuaban uno en el otro… ya no existen. Cuando los agarraron en plena orgía, uno de los narradores que Luisa había atrapado se quejó por no haber podido concluir una de sus historias. Por cierto, esta historia tampoco ha terminado: ahora Pablo, Matilde, Raquel y yo hemos empezado a captar lectores y narradores para competir con las viejas orgías de Luisa.

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R U B É N

D A R Í O :

LOS RAROS Por Guadalupe Flores Liera

¿Cómo sería la poesía de Rubén Darío sin la lectura de sus “raros”? Esa almas ─los poetas malditos, los

pueden servir de estimulantes ejemplos en la lucha de las ideas y de las aspiraciones mentales” (p. 16).

hijos desdichados de Adán, los decadentes─ que, como afirmó el nicaragüense, hicieron su peregrinación por la tierra acompañados de sufrimiento y que, como sus divinas difuntas que los llenaron de dolor, brillaron milagrosamente en el cielo del arte al modificar de raíz los modos estéticos de su tiempo (p. 63).

Tal fue el influjo que ejercieron en su propia obra estos soberbios excolmulgados. Al acercarse a ellos en el otoño de su vida, Darío redescubre que si bien ha cambiado su manera de percibir, el fondo ha quedado siempre el mismo, “la misma pasión de arte, el mismo reconocimiento de las jerarquías intelectuales” (p.11). No en balde se ocupó de difundir en Latinoamérica, y en la España de fines del XIX y

¿Qué sería de la literatura en Latinoamérica y, en general, de nuestra lengua si el nicaragüense genial y otros “nostálgicos de París” como él no se hubieran dado a la tarea de difundir e introducir a autores que aunque resultaban fustigados por “el papado de lo mediocre”, además de tachados de insanos por “los periodistas mimados de la curia”, contribuyeron a sacudir a los espíritus raquíticos y escleróticos con sus fulminantes anatemas contra la hipocresía social, aun cuando esto los hizo objeto de reproches y excomuniones? Igual que hizo Camilo Mauclair ─uno de los autores incluidos y modelo de su propia selección─ en su L’ Art en silence, Darío reunió en Los raros “a varios artistas aislados, cuya existencia y cuya obra

principios del XX renuente a la evolución mental y encerrada en la muralla de su tradición, como dijo, (p. 236) las manifestaciones artísticas capaces de infundir energía y poder de sugestión en los espíritus. Siguiendo, pues, a Mauclair, a Darío le interesa, “como quien recomienda una especie rara de flor, o un delicioso licor exótico” (p. 256), la lectura de aquéllos que si bien han de gustar sólo a un público selecto, han de mostrar con sinceridad las heridas más hondas de la vida. El caso más característico para él es Paul Verlaine, “hijo desdichado de Adán” y “viviente símbolo de la grandeza angélica y de la miseria humana” a quien alcanzó la muerte cuando su nombre empezaba a triunfar “y la simiente de sus ideas, a convertirse en magníficas flores de arte, aún en países distintos del [suyo]” (p. 53-59).

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Todos estos escritores, entre quienes se encuentran varios hoy olvidados, lo motivaron a ejercer su

en distintos climas y bajo distintos cielos, van guiados por una misma estrella a la morada de

propia libertad como creador, a indagar sus propios caminos expresivos. Edgar Allan Poe, Leconte de Lisle, Paul Verlaine, Jean Richepin, Jean Moreas, Augusto de Armas, el Conde de Lautremont, Paul Adam, José Martí, entre otros que, ya sea que formen parte de un homenaje particular de su pluma, ya aparezcan nombrados repetidamente como el hilo que engarza las cuentas de este peculiar collar ─Baudelaire, Wilde, Hugo, Mendès, Villón...─ son para Darío autores en quienes reconoció el magisterio que inició a muchos en el nuevo sacerdocio estético que habría de modificar de raíz la literatura en nuestra lengua.

su ideal; que trabajan mudos y alentados por una misma misteriosa y potente voz, en lenguas distintas, con un impulso único. ¿Simbolistas? ¿Decadentes? ¡Oh, ya ha pasado el tiempo, felizmente, de la lucha por sutiles clasificaciones! Artistas, nada más, artistas a quienes distingue, principalmente, la consagración exclusiva a su religión mental [...]” (p. 244).

Muchas obras han sido escritas a la luz de deslumbramientos, cada autor, cada lectura, significan para un alma inquieta una motivación para seguir explorando su interioridad y esperar el momento en que la chispa brota tamizada ya por la voz propia.

Los raros, libro imprescindible, que no ha pedido ni un gramo de actualidad, capaz de seguir fecundando espíritus.

Rubén Darío (1985) Los raros. México: Universidad Autónoma Metropolitana.

El oficio, la probada disciplina y el indiscutible talento como escritor hubieran llevado a Darío a encontrar y trazar un luminoso camino en la poesía, pero es altamente probable que su obra careciera del pulso vibrante que le imprimió el descubrimiento de “ese grupo de pensadores y de hombres de arte, que

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Influencias literarias conscientes y subjetivas Claudia Hernández de Valle-Arizpe

Las influencias literarias creo que se renuevan conforme uno va viviendo y descubriendo autores. En mi caso, diferentes etapas de mi vida fueron marcadas por

Clarice Lispector, la escritora brasileña, respondió, en la última entrevista que le hicieron, con estas palabras a la pregunta sobre las influencias

libros distintos. En su momento, Jaime Sabines fue una primera influencia. Tenía yo unos 15 años cuando, al leerlo, me provocaba un fuerte impacto y una necesidad de dialogar con él y hasta de memorizar sus poemas. Ahora, si regreso a él, me quedo solamente con una decena de magníficos textos. ¿Qué es lo que pasa? El autor sigue siendo el mismo, pero uno cambia por múltiples razones: conocimientos, ideas, viajes, lecturas, películas, muertes y nacimientos, decepciones, enfermedades, mudanzas, pasiones, repeticiones, despropósitos. Así que hablar de influencias como piedras inamovibles y sagradas me resulta difícil salvo en contadísimos casos: Juan Rulfo, Rainer María Rilke, Sei Shonagon, Antonio Lobo Antunes, Sándor Márai, Virginia Woolf, César Vallejo; la poesía vertical de Roberto Juarroz, los poemas diáfanos y musicales de Eliseo Diego, los poemas terribles y hermosos de Raúl Zurita.

literarias que la habían marcado: “No sé realmente, porque mezclé de todo. Leía novela para muchachas, novelas color de rosa junto a Dostoievski. Escogía los libros por los títulos y no por los autores. Siempre mezclé de todo”. Además, cuando se plantea el asunto de las influencias literarias me resulta inevitable pensar en el significado de la palabra influencia: aceptar una influencia también implica aceptar que algunos rasgos de escritura de ese autor admirado se han hecho visibles en tu propia obra, ¡y eso es mucho decir! Tal reflexión lleva a otras: ¿Influencia es imitación? ¿O es, en el mejor de los casos, chispa generadora, paráfrasis, reinterpretación, préstamo?

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Creo que todo escritor maduro se pregunta en un momento dado por las otras voces que han permeado su estilo. Mi duda es si en verdad acierta al responder. ¿Qué tan consciente está de la forma en que la literatura de otros se ha adentrado en la suya? A mí, por ejemplo, me ha sorprendido que, en las rese-

calle, un letrero, una fotografía, un objeto hermoso o desconcertante, un animal o una canción, al igual que un poema, la página de una novela, o la obra completa de un escritor pueden funcionar como influencias conscientes o subjetivas.

Habría, entonces, que distinguir entre la influencia como un préstamo, una asociación o una conexión consciente o inconsciente. En el primer caso, es posible responder de manera clara. Con respecto a mi libro Perros muy azules, más que influencias literarias he reconocido influencias del cine; concretamente de dos películas: Nostalgia, de Tarkovski; y The Pillow Book, de Greenaway. Las imágenes provenientes del arte —no importa de cuál— nos impactan a tal grado que se quedan grabadas, y algunas de ellas esperan ser retomadas quién sabe desde qué ángulos ni en qué tiempo.

En días recientes, por ejemplo, mi influencia literaria más obvia está siendo Henry David Thoreau (1817-1862). Leí un libro del autor norteamericano que se llama Volar, recientemente publicado en España por la editorial Pepitas de Calabaza. Reúne muchas de sus observaciones de aves, de pájaros que minuciosamente miraba y escuchaba en sus paseos por los bosques y los lagos de su tierra natal. Las descripciones de las aves, hechas con hondura y gran belleza, van acompañadas no pocas veces de reflexiones que solamente podían provenir de un espíritu abierto a la filosofía y a la poesía como el de él. A raíz de esa lectura estoy escribiendo guiada por la noción de lo esencial y de la importancia del viaje silencioso. A ello se suman dos hechos recientes: mi visita, por segunda ocasión, al Museo de las Aves de Saltillo, Coahuila, que me parece una joya; y la estancia de cinco días en Bahía de Kino, Sonora, un lugar fascinante que no conocía donde pude ver muchísimas aves sobre el mar mientras leía, justamente, a Thoreau.

Creo que un edificio, una escultura, una pintura, la interpretación de un bailarín o de un músico, una

Todo ello deriva, según percibo con gratitud, en influencia literaria.

ñas de algunos de mis libros de poesía, otros poetas y críticos me hayan atribuido visibles influencias que yo no tenía claras o asumidas. Quizá cuando uno estudia a un poeta o escribe un libro sobre él —en mi caso, Rubén Bonifaz Nuño— resulta sencillo que, quienes lo saben, establezcan vasos comunicantes entre ese autor y lo que uno hizo, aunque esas conexiones resulten forzadas.

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EL GRAN ROBO Cuando despertó, ni el dinosaurio estaba allí.

E L E M E N T A L Sherlock había reunido todas las evidencias necesarias para capturar al sospechoso de aquel aterrador crimen. Sólo le faltaba contrastar sus hallazgos, pero el único en quien confiaba era la víctima. Gabriel Ramos Zepeda

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A r a c e l i

O r d o ñ e z

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C o r d e r o


Artista plástica y escritora. Tomó clases particulares con profesores de La Esmeralda y de la Academia San Carlos. Ha expuesto en colectividad en el Centro Municipal de las Artes José Emilio Pacheco, El Molino, Casa Talavera, Centro Juan Rulfo, Taller de la Gráfica Popular de Bellas Artes, entre otras casas de cultura, salas de arte y museos del Estado de México y de la CDMX. Ejerce además el muralismo. Es también ilustradora de cuento infantil y poesía. *** Opina que la paradoja que muestra las distintas gamas en la pintura como expresión del dominio de una técnica es contraria a la riqueza que el artista muestra en lo conocido, pero no menos perturbador de la psiquis humana, y que tan variante es la monocromía o la perspectiva como el desasosiego que hoy nos muestra tan llenos de apego a la vida como a la muerte. Su obra toma en cuenta también la disociación tiempo espacio en combinación con lo táctil, lo cual pretende generar igualmente un estado de alerta en el observador, es decir, remontar a los principios kármicos de reacción, como consecuencia lógica de una acción.

He aquí una propuesta que retoma por momento los arquetipos contemporáneos sin excluir la estética de los cánones. Así, la ruptura de una imagen deviene exploración de nuestros rasgos emocionales. “No por el desprendimiento de una hoja el árbol deja de ser lo que es”, concluye: “Si pienso no trabajo; trabajo para no pensar. Pensar durante el trabajo me lleva a dejar de crear; crear en el momento del pensamiento único me lleva a no pensar… Etcétera”.

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El jarrón sin flores Técnica: Óleo 120 cm. x 90 cm.

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Intervalo Técnica mixta 120 cm. X 90 cm.

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La venta Técnica mixta 120 cm. x 90 cm.

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Para qué pensar Técnica: acrílico sobre tela 120 cm. x 90 cm.

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Subordinación Técnica mixta 120 cm. x 90 cm.

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Mitología del campesino Técnica mixta 120 cm. x 90 cm.

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Trascendencia Técnica mixta 150 cm. x 90 cm.

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Humanidad Técnica mixta 150 cm. x 90 cm.

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Ansiedad Técnica mixta 150 cm. x 90 cm.

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DE OLAS Y DE SERES

Planetas minúsculos parafrasean historias y destinos en los que tus pies han encallado -naúfragos navíos-. Planetas minúsculos habitados por seres minúsculos frente a grandes mares de olas desafiantes y violentas. Tengo un sueño

Dulce Georgina Ramírez Rodiles

que de tan minúsculo parece un absurdo dentro de ese mar de olas y de seres. Pero de tan pequeño se cuela por los poros de mi piel cuando las gotas de ese mar inacabable se evaporan. Sobrevive así a pesar de la turbulencia y sus tontos tantos intentos de arrastrarnos hacia las fauces de la inutilidad y la tristeza.

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Dulce Georgina RamĂ­rez Rodiles

Tiene un resplandor de aves en sus pupilas pero las percibe inalcanzables no sabe que las lleva dentro tan adentro que observo un agitar de alas en su verde cielo Ella no las siente y las echa de menos AsĂ­ yo cuando miro desde lejos todos mis sueĂąos.

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Nota sobre Estaré aquí, poemas de Vasos Lyssaridis

Por: Meneses Monroy

A nadie de occidente le es ajena la cultura griega, pues fueron los griegos quienes en buena medida cimentaron la cultura occidental. El conocimiento que tenían los griegos fue absorbido por los romanos, éstos retomaron gran parte de la mitología griega y coadyuvaron a su difusión. Hasta nuestros días nos llegan los conocimientos de grandes pensadores griegos como lo fueron Sócrates, Platón y Aristóteles; y la fama de los 300 griegos (espartanos) que murieron en las Termópilas defendiéndose de invasores persas mucho más numerosos. Pero si bien sabemos del mundo helénico antiguo, poco sabemos del actual. ¿Qué conocemos de la lengua griega y de quienes escriben usando el alfabeto que les es propio y que sirvió de base para el alfabeto latino? El deterioro de la economía griega sin duda ha repercutido en el menoscabo de la difusión de su cultura actual, incluida su lengua y literatura.

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El pasado glorioso griego y las vicisitudes de dicho pueblo se perciben en el universo literario de Vasos Lyssaridis, poeta chipriota (Grecia y Chipre son las dos únicas naciones en donde la lengua oficial es el griego moderno). Los poemas de Lyssaridis utilizan un lenguaje claro y sencillo que en ocasiones dan gran fuerza al mensaje del poeta. En esencia es un mensaje de lucha, del oprimido que usa el intelecto para enfrentarse a los invasores. El poemario seleccionado y traducido por Guadalupe Flores Liera brinda un puente entre el mundo helénico y el mundo de habla hispana. Esperemos más esfuerzos de esta índole en donde se publiquen autores de lengua griega.

Lyssaridis, Vasos (2015). Estaré aquí: Poemas (Primera edición). Traducción del griego: Guadalupe Flores Liera. Nuevo León: Universidad Autónoma de Nuevo León.

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Sólo un poco aquí

Poesía y (auto)crítica Sergio Alarcón Beltrán

poeta, cuando, la búsqueda y la reflexión se vuelve un fin del ser, cuando el instante se torna un salmo para la existencia; cuando la poesía, nos elige para traducir las notas de la revelación; para trascender más allá del cuerpo que nos habita.

La frase “sólo un poco aquí”, en este nuevo libro, funciona como título y epígrafe. Brota de uno de nuestros poetas más reconocidos, de la sangre originaria, de la tierra del altiplano mesoamericano: Nezahualcóyotl (“No para siempre en la tierra; sólo un poco aquí”). Con esa conciencia, de la levedad del latido, Abraham Chinchillas, alza el andamiaje y planta la simiente y los cimientos de la obra que hoy nos presenta, basada en una estructura sólida en su lírica y su estética, solvente, en cuanto, al lenguaje que destella en su discurso. Tiende un puente, desde esa mirada lírica, filosófica, del Rey Poeta (en su voz interior) acariciada ahora, en la búsqueda y la conciencia de Abraham, y qué, remite de inmediato (en un paralelo significante y significativo) a la visión que plantea la poeta colombiana Cristina Sánchez López, cuando dice: “Somos dueños del instante, más no de la permanencia”. O como también lo señala Octavio Paz: “Soy hombre: duro poco / y es enorme la noche. Pero miro hacia arriba: / las estrellas escriben./ Sin entender comprendo:/ También soy escritura. / Y en este mismo instante, / alguien me deletrea. ” Y así, en este saberse tan solo un suspiro en el tiempo, las cuatro visiones aludidas, coinciden junto con otras muchas más. Ante esta certeza, el canto los hace universales. La conciencia, el lenguaje y la poiésis, la palabra, la memoria, los hace dignos de ser, desde el instante: ¿qué son?, ¿qué somos?, una ración de inmortalidad.

Desde esta ventana miro al poeta Abraham, absorto en el silencio del búho, arrancando de la memoria, abrevando de la raíz, el canto que lo hace inmune al dolor de su mirada, al naufragio de sus velas, sentado frente al ajedrez de su conciencia y el dictado de la poesía: “El agua reclama sus derechos.” “Tras la tormenta, / único sobreviviente soy. Náufrago pluvial.” Abraham, se reconoce en esta metáfora, el agua y sus estados, y es al mismo tiempo, el barco de papel, el viaje, el puerto, el naufragio. Es el astillero; zarpa hacia sí mismo; se encuentra a mar abierto con las nereidas de su canto. El tiempo en la clepsidra siempre juega en contra y Abraham apunta (cita) en voz de Nezahualcóyotl: “Escucho morir a los amigos.” “Nos volvemos voces de otro tiempo.” Y en el trajín, el poeta se sabe, victimario y víctima: “Esta es mi mano / ensangrentada / callada, pero culpable.” Más el yo que enuncia se sabe también tocado por lo sagrado, elegido por la poesía, y así lo menciona en el poema 12 de la segunda parte: “Hay algo en estas manos mías que me es ajeno.” Ante lo cual, hay una respuesta que aparece de in-

Y agrego, en ese mismo sentido, otra sentencia de Cristina, cuando señala: “El cuerpo duele tanto, / pero no duele si le canto.” Allí la trascendencia del

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mediato, en el poema siguiente: “Alfabetos antiguos, llaves divinas”. Más adelante, se sabe canto y dice: “Nada suena tan atroz, como la música que no sucede.” Luego, en sus cuerdas más íntimas, el poeta, se sabe partitura, música, salmo para soportar las heridas del tiempo. Se sabe, indiscutiblemente, un recipiente, donde se revela y se atesora el lenguaje. Es el instrumento musical, donde se desdobla desde su cosmogonía, para nutrir de belleza al poema. La palabra es la cuerda que vibra en sintonía con las notas de su lírica: “Palabras que toman por asalto la intención / con que la pluma las traza. / Dicen lo que quieren decir, negándome. Es así como el poemario se afirma, más allá del cuerpo, más allá de la fragilidad, más allá del suspiro de la vida; y se ubica en una línea horizontal a altura de la inmortalidad de nuestros ancestros. Enhorabuena Abraham Chinchillas, auguro que esa su búsqueda reflexiva, poética, siga siendo el parto del silencio: tinta que haga florecer, la hoja blanca.

Abraham Chinchillas, Sólo un poco aquí, Pachuca, CECULTAH (Colección: FOECAH 20 años).

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