el comité 1973
Revista de difusión, crítica y creación literaria
Año 78 / número 40 42
A S I A Paganismo
EL COMITÉ 1973, Núm. 42. Paganismo Revista de difusión, crítica y creación literaria. Correo electrónico: elcomite1973@gmail.com http://issuu.com/revistaelcomite1973 https://www.facebook.com/revistaelcomite1973 https://twitter.com/ElComite1973
El Comité 1973 Director Meneses Monroy Diseño gráfico Jovany Cruz
Consejo editorial
Agustín Cadena Guadalupe Flores Liera Asmara Gay Claudia Hernández de Valle Arizpe Daniel Olivares Viniegra Juan Antonio Rosado Zacarías Eduardo Torre Cantalapiedra
Portada y contraportada Jovany Cruz
Comité colaborador de este número Óscar Cuapio Lima G. G. Jolly Meneses Monroy Daniel Olivares Viniegra Jorge Reyes Manzano E. J. Valdés
Consejera en artes visuales Elsa Madrigal
Publicación Bimestral Marzo - Abril Año 8 | Número 42 | 2020
Publicación incluida en el catálogo de revistas electrónicas de arte y cultura del conaculta http://sic.conaculta.gob.mx/ficha.php?table=revista_elec&table_id=136 La revista El Comité 1973, es una publicación realizada por el grupo literario El Comité. Todos los derechos reservados.
ÍNDICE
Editorial..................................................................................................................... 4 Literatura breve Reflexión de un no-pagano............................................................................................ 5 Meneses Monroy Manifiesto Manifiesto tragagatista................................................................................................ 6 Daniel Olivares Viniegra Ensayo Quinismo pagano y cristiano: Diógenes de Sínope y Francisco de Asís............................... 9 G. G. Jolly Relato Unheilige...................................................................................................................... 16 E. J. Valdés Viñetas Duo solis El sangriento veredicto de Verden................................................................................... 17 E. J. Valdés Ensayo La vida diferenciada...................................................................................................... 20 Óscar Cuapio Lima Portafolio Jorge Reyes Manzano............................................................................................23 Literature in eight words .............................................................................................. 40 Meneses Monroy
Editorial La revista El Comité 1973, se complace en presentarles su número 42, denominado Paganismo. Pero, ¿de qué hablamos cuando usamos este ambiguo o polisémico concepto? “Pagano”, es un término que proviene del latín paganus que significa “rural, rústico”. El término comenzó a utilizarse por los cristianos al rededor del siglo V, para hacer referencia a los pueblos que no creían en el dios cristiano (que los cristianos consideran el único dios verdadero). La palabra “pagano”, conllevaba una connotación negativa y de otredad. Es decir, el que es pagano no tiene las mismas creencias de quien lo nombra. Es curioso que se tenga noticia: que los cristianos en sus inicios eran perseguidos por sus creencias; y que más adelante, cuando el cristianismo se consolidó, desarrolló a su vez mecanismos para perseguir a los que tenían creencias diferentes a las marcadas por su dogma. Baste referir que aproximadamente del año 1200 al 1800 la “Inquisición” o “Santa inquisición”, se convirtió –en los lugares en donde tenía presencia- en el terror del libre pensamiento. Por fortuna, no hay otra constante que el cambio, y en nuestros días la palabra “pagano” en buena medida se ha desteñido de su connotación negativa, y ahora se usa de forma más neutra para designar a todo aquel que no cree en el dios de los cristianos; pero también, cualquier persona no cristina podría considerarse a sí misma como “pagana”, sin la más mínima preocupación de que dicha designación le afecte de manera alguna. En las siguientes páginas habrá varias e interesantes exploraciones sobre el tema. ¡Buena lectura!
Meneses Monroy 4
Reflexiรณn
de un no-pagano Meneses Monroy
No he realizado ninguna acciรณn que me asegure un lugar en el infierno. En revancha, mi inacciรณn me lo ha ganado.
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Manifiesto tragagatista Daniel Olivares Viniegra
Definición: Tragagatos: ser inconforme y aullador cuya única y verdadera vocación es la solidaridad para con los individuos e individuas de su especie. Premisa: Todo gato (u otro tragagatos) es comestible, pero habrá de ser primero descolado. Naturaleza: Una vez identificado como tragagatos es del todo inútil –a pesar de que por azar así se quiera o se requiera– pero ni tantito intentar dejar de serlo. Afiliación: Se llega a ser tragagatos por si acaso sí; aunque también por inferencia. Divisa: Pues ya qué...
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De los líderes: Dado que de cualquier forma nadie ciertamente lo respetará, cualquier tragagatos puede ser ungido entre sus congéneres; a menos que entre su nombre y sus apellidos no figure ninguna vocal. De la conducta: Un tragagatos te puede insultar directa y soberanamente (de hecho es su deber hacerlo); eso sí –en verdad os digo– nunca por omisión te ofenderá. De la higiene: Un verdadero tragagatos habrá de ser inmune a todas las medidas preventivas y a cualesquiera otras que lleven al contagio. De las alianzas: Al parecer la única alianza posible podría perpetrarse con ciertos entes cronópicos, sin que esto implique, y de ninguna manera, que por tal azarosa circunstancia alguna de entreambas sectas deba de salir ilesa. De las libaciones: Excepción hecha de la cerveza y el vino tinto, queda prohibido a todo tragagatos ingerir cualquier bebida de moderación. Pernoctación: Un tragagatos duerme donde puede; nunca donde debe. Sinrazón: Un tragagatos sin previa, amorosa y dolorosa herida pierde del todo su razón de ser. Oportuna advertencia: En caso de extrema necesidad: “tragagatos sí come tragagatos”, y a la visconversa. Del amor: En habiéndose relacionado un tragagatos con alguna otra susodicha –o una tragagatos con cualquier susodicho– es bienvenido cualquier comentario en contra (pero mucho menos a favor). 7
De los himnos y protocolos: Al escuchar la canción Cenizas todo tragagatos que se respete se pondrá de pie, se erizará o sin rubores la aullará o al menos entonadamente la susurrará. De la descendencia: Los tragagatos podrán tener descendencia a condición de que sus productos nunca incurran en el sin en cambio. De la distribución geográfica: Para ser tragagatos con todos los derechos que confiere la Ley es del todo inclusive haber nacido en Pinos, Zacatecas, o en cualquier otro lugar de la ortografía nacional. De los manifiestos. Cada tragagatos tiene el derecho de redactar su propio manifiesto, sin que ello –por supuesto– implique ninguna obligación. Urbanidad: Sólo es deber de los tragagatos no desafinar mientras aún se estremezcan los campanarios. Pinos, Zacatecas; 15 de septiembre de cualquier año del siglo pasado/ 15 de septiembre del año 19 del siglo actual.
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Quinismo pagano y cristiano:
Diógenes de Sínope y Francisco de Asís G. G. Jolly
Quínico, adj. U. t. c. s. Canalla cuya visión defectuosa le hace ver las cosas como son, no como deberían ser. De ahí surgió la costumbre entre los escitas de arrancar los ojos a los quínicos para mejorarles la visión. ~Ambrose Bierce1
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odos los filósofos hemos oído de Diógenes de Sínope, Menipo de Gadara y los suyos, pertenecientes a esa variante excéntrica del socratismo llamada quinismo. Por desgracia, casi siempre, se lo pasa por alto y se lo desdeña como un mero juego satírico, con episodios anecdóticos a mitad de camino entre la diversión y la porquería.2 Quizá, debido a que el quínico («perruno», «que vive como perro») es: «un extravagante solitario y […] un moralista provocador y testarudo. Diógenes en el tonel pasa por ser el patriarca 1 Ambrose BIERCE, El diccionario del diablo, México, Premià, 1977, p. 58. El término que aparece originalmente en el diccionario es, obviamente, el de «cínico», pero yo utilizaré el de «quínico», que expresa la acepción positiva del cinismo clásico. 2 Peter SLOTERDIJK, Crítica de la razón cínica, Madrid, Ediciones Siruela, 2004, p. 175.
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del tipo. En el libro ilustrado de caracteres sociales figura desde entonces como un espíritu burlón que produce distanciamiento, como un mordaz y malicioso individualista que pretende no necesitar de nadie ni ser querido por nadie, ya que, ante su mirada grosera y desenmascaradora, nadie sale indemne»3. Conocemos muy bien la desfachatez de Diógenes ante el poderosísimo Alejandro y su opinión sobre la definición platónica de Hombre, al perruno que en una plaza atestada de gente busca Hombres con una linterna, que halaga a los que dan, ladra a los que no dan y muerde a los malos.4 Es, junto con Aristófanes, el patriarca de todos los caricaturistas, artistas y satiristas. Se ha dicho, y con razón, que Diógenes era un Sócrates vuelto loco. Y así como los estoicos exaltaban al Sócrates sobrio e incólume, los epicúreos al Sócrates de la vida placentera y apacible, los platónicos al Sócrates cuentamitos, los escépticos al Sócrates que cuestiona y cuestiona sin concluir nada y los aristotélicos al Sócrates máximo dialéctico, los quínicos reivindicaron al Sócrates feo y gordo, molesto y ocioso, que, tras su «Yo sólo sé que no sé nada», esconde la sonrisa mordaz y la carcajada burlona de los perrunos. ¿O no acaso se puede leer entrelíneas su petición a Protágoras de que le hable claro y despacio, aduciendo de pretexto su falta de luces intelectuales, como un: «Déjate de estupideces y contesta la maldita pregunta»?
La propuesta de Diógenes es la de arremeter frontalmente contra la escisión entre teoría y praxis. Se trata de la rebelión insolente contra una especulación demasiado complicada, imposible de traducir a la vida cotidiana; un método filosófico dignísimo de consideración, con el que los grandes sistemas filosóficos hasta hoy no han sabido qué hacer, salvo descalificarlo. Como dice Peter Sloterdijk: «Diógenes, último sofista arcaico y primero en la tradición de la resistencia satírica, crea una ilustración grosera. Inaugura el diálogo no-platónico. […] Las flechas mortíferas de la verdad penetran allí donde las mentiras se ponen a cubierto tras autoridades. Aquí la «teoría inferior» pacta por primera vez una alianza con la pobreza y la sátira»5. El quínico realiza un desnudamiento o desvelamiento de algo que estaba escondido tras la facha de las buenas costumbres o de exquisitos revestimientos filosóficos. Podríamos decir que se trata de una metáfora viva o una analogía existencial: como el gallo desplumado que echa por tierra la antropología platónica o las obscenidades públicas que le recuerdan al filósofo que, antes de desentrañar los misterios del Ser y adivinar el arché de la Phýsis, es un animal con necesidades fisiológicas irrenunciables. La alta teoría, sofisticada hasta entretejer una densa argumentación y un entramado lógico, se ve confrontada con una «teoría inferior» que la exagera y la lleva hasta sus últimas y absurdas consecuencias, exhibiéndola en una grotes-
3 Ibid., p. 38. 4 Cfr. DIÓGENES LAERCIO, Vidas de los filósofos más ilustres, VI, II, 29. 5 Peter SLOTERDIJK, op. cit., p. 177.
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ca paradoja; mientras Sócrates discurre sobre la justicia, Eros y el alma, Diógenes se hurga la nariz. La argumentación quínica pretende derribar la elucubración metafísica para regresarla a la reflexión callejera, por lo que no procede silogísticamente, sino ad hominem, más cercana al refrán popular y, sobre todo, al arte, que siempre ha sido un camino más directo y a veces más eficaz para transmitir una idea y ahondar en la esencia de las cosas, puesto que «Publicar algo significa la unidad fáctica de mostrar y generalizar. (En ello radica el sistema semántico del arte)».6 Diógenes inauguró la crítica encarnada, que no habla contra la alta filosofía, sino que vive contra ella, lo cual, de ahí en adelante, presenta un enorme problema para toda la filosofía: el cómo decir la verdad. Al apelar a una naturaleza primitiva común, el quínico golpea al filósofo académico con la vara, siempre vulgar, de la realidad. Quita el velo argumentativo de la ideología y desnuda la cosa en sí, en un gesto para el que pocos están preparados. No conoce de fronteras, porque es «ciudadano del mundo».7 Cuestiona ácidamente el statu quo cuando le preguntan a qué hora conviene comer y responde: «Si se es rico, cuando se quiere; si pobre, cuando se puede».⁸ Desconfía de las argucias jurídicas y las teorías filosóficas que se ponen al servicio de la injusticia, como en la ocasión en que, «habiendo visto a los diputados llamados hieromnémones que llevaban preso a uno que había robado una taza del erario, sentenció: “Los ladrones grandes llevan al pequeño”»;9 con lo cual dio pie a San Agustín para decir que los imperios de la Antigüedad no eran sino bandas de ladrones a gran escala10 o a Bertolt Brecht para preguntarse la diferencia entre robar un banco y abrir uno nuevo. Ya que dicho materialismo, existencial y ocurrente, no se satisface del todo bien con palabras —aunque la gran literatura lo logra—, ha de pasar al terreno de la argumentación material y la rehabilitación del cuerpo. Y no hace falta decir que esto requiere de un espíritu libre y soberano, como pocos ha habido. Uno espíritu tal fue el máximo y más benévolo de los quínicos: San Francisco de Asís, cuya vuelta radical al Evangelio significó una 6 Ibid., p. 182. 7 Ibid., VI, II, 14. 8 Id., VI, II, 18. 9 Cfr. AGUSTÍN de Hipona, La ciudad de Dios, IV, IV. 10 Cfr. AGUSTÍN de Hipona, La ciudad de Dios, IV, IV.
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incómoda y no menos violenta crítica de la instalación, ensoberbecimiento y enriquecimiento de la Iglesia de su tiempo.11 Así, tiene pleno sentido quínico la reivindicación franciscana de lo material y la naturaleza como dignísima creación divina, paralela al intento romano de rescatar a Aristóteles, y con él a la naturaleza, de un mundo desdibujado y abrumado por un cierto espiritualismo agustiniano.12 Si bien San Francisco de Asís es un fenómeno revolucionario en sí mismo, forma parte de una tradición anterior, la del monacato cristiano, que, en sus más prístinos orígenes, llega a confundirse con la última oleada del quinismo de Diógenes. Tal como deja en claro José María Castillo, la Vida Religiosa primitiva surgió como movimiento de protesta contra lo que se ha llamado el «giro constantiniano»: la romanización de la Iglesia, que salta de las catacumbas al trono imperial, que del testimonio humilde se encumbra al prestigio del Derecho y la filosofía, que pasa de ser perseguida a perseguidora, que de minoría pobre se convierte en una poderosa y masiva organización.13 Por este motivo, la rebelión de San Antonio y los Padres del Desierto es radical, llena de toques quínicos clásicos, como las penitencias extremas, la vida rústica al estilo perruno, lo estrafalario de muchas de sus figuras, confinadas a una columna, encerradas en una cueva o encadenadas a una viga… Mas la crítica quínica les venía a estos hombres y mujeres, como a Francisco, de otra fuente, también
rebosante de insolencias, ácidas ironías y acérrimas críticas al poder y la riqueza: la revelación bíblica. ¿No está acaso la Biblia hebrea repleta de momentos irónicos y gestos cínicos? Baste recordar las preguntas que hace un Dios omnipotente y omnisciente a Adán tras el pecado original: «¿Dónde estás, Adán?»; o a Caín, luego de matar a Abel: «¿Dónde está tu hermano?». Sara riéndose porque ha de concebir ya anciana, David cortando la punta del manto de Saúl mientras éste estaba en la letrina, Elías mofándose de los profetas del dios Baal… o Moisés, un típico ejemplo del quínico religioso, que no da razones, sino plagas, al faraón y que, con rabia santa, destruye los ídolos de los infieles israelitas. O los profetas
11 Vid. Éloi LECLERC, OFM, Francisco de Asís o la vuelta al Evangelio, Salamanca, Sígueme, 2009. 12 Vid. Gilbert Keith CHESTERTON, St. Thomas Aquinas and St. Francis of Assisi, Nueva York, Ignatius Press, 2002. 13 Vid. José María CASTILLO, El futuro de la Vida Religiosa: de los orígenes a la crisis actual, Madrid, Trotta, 2003.
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que, mugrosos y solitarios en el desierto, gritan, con potente voz y sin pelos en la lengua, las maldades, los crímenes y las infidelidades de Israel, al que Ecequiel llega incluso a comparar con una ramera. Vaya, y no olvidemos que el corazón del Nuevo Testamento, los Evangelios —sobre todo, los sinópticos—, se centran alrededor no de un sistema lógico de enseñanzas y preceptos, sino de parábolas al más puro estilo semítico, con un indudable sabor campesino, de una cultura oral en torno a fogatas. Por supuesto, se trata de dicharajos y cuentos populares y experiencias personales de un campesino oriundo de un pueblo de mala fama, un factótum general, un hacelotodo o chambitas, que lo mismo hablaba de siembra y cosecha de trigo, que de albañilería, pastoreo, carpintería o trabajo de jornalero en una viña, como la sabiduría popular de Sancho Panza sobrepasa la locura erudita de Don Quijote. A diferencia de la pulida retórica griega que ya hallamos en el cuarto evangelio o las epístolas paulinas, las parábolas jesuánicas tienen ese inconfundible tono semítico del desierto, que considera a la poesía, con sus inolvidables hipérboles, únicas dignas de recordarse en medio de la infinita arena, la forma más alta de racionalidad.14 De ahí, la enorme piedra de molino atada al cuello, el setenta veces siete o el quínico desenmascaramiento de los hipócritas: «Quien esté libre de culpa que arroje la primera piedra»… Cualquiera que haya leído las Fioretti de San Francisco sabrá que, tras esa fachada sentimental y de piedad medieval —que, ya de por sí, con sus reliquias y peregrinaciones, estaba
bastante avocada a promover una fe emotiva y vivencial—, hay siempre un duro golpe de profeta. No puede uno leerlas y permanecer indiferente, sin escandalizarse o sentirse culpable, tal como deben de haberse sentido Inocencio III y su Curia al ver al mendigo aquel parado en medio de la imponente basílica de San Pedro. Sin embargo, a diferencia del quínico clásico y del satirista moderno, el quinismo franciscano no es moralista, no juzga ni condena, tampoco se burla y se ríe socarronamente. Desarma con la ternura y la inocencia, devela la Verdad desde la impotencia y la debilidad. Contrariamente a Diógenes, Francisco no apuesta por una naturaleza burda y primitiva, que una a todos los Hombres en su animalidad, sino por una radical desnudez ontológica que hermane a la Humanidad entera en la fragilidad absoluta de su condición de orfandad. Sólo en la precariedad que se sabe necesitada puede actuar la Gracia. Baste un solo ejemplo, que tomo no del libro, sino de la versión fílmica de las Florecillas, la hermosísima película de Roberto Rossellini, Francisco, juglar de Dios (1950), en la que el guionista, Federico Fellini, recoge una pequeña historia del corpus franciscano y la transforma en una escena que reproduce a la perfección el delicioso tono de las Florecillas a la vez que amplifica la incisiva encarnación quínica de la verdad: Francisco y otro fraile se arriman a una casa para pedir limosna y resguardarse de la lluvia. El dueño del lugar les contesta con un tajante no. Los frailecillos, sin arredrarse, invocan bendiciones y paz para aquella morada, y reciben, a cambio, gritos y amenazas. Por última vez, dicen: «La paz
14 Cfr. Wael FAROUQ, ‘En las raíces de la tradición árabe’, en AA. VV., Dios salve a la razón, Madrid, Ediciones Encuentro, 2008, pp. 93-124.
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contigo y los de esta casa», hasta que sale el hombre aquel, les da de palos y los arroja fuera, al descampado, hundiendo sus rostros en el fango. Francisco, que había negado que la felicidad fuese la multiplicación de los hermanos menores, la conversión de la Iglesia toda o el bautismo de moros y judíos alrededor del mundo, responde, con la boca aún embarrada: «Ésta es, realmente, la verdadera felicidad: sufrir oprobios y humillaciones por Jesús». A pesar de que Oscar Wilde, nuestro quínico mejor vestido, concuerde conmigo al decir: «No soy en absoluto quínico; sólo tengo experiencia… lo que, en último término, es lo mismo»; cabe mencionar que el quinismo original, al rechazar in toto la razón filosófica, al no aceptar siquiera las mismas condiciones del diálogo, acaba por desconocer a qué se opone y olvidar por qué optó originalmente por la vida quínica. La inestabilidad del hambre y la indigencia son contrarias al estudio y la filosofía, tanto como la pobreza contradice la posesión de libros y títulos universitarios. Ya el franciscanismo bien pronto enfrentó esta contradicción entre el irracionalismo al que tiende el quinismo y la razón cínica y satánica a la que tiende la lógica del poder y del saber: no es posible la predicación —ni siquiera la catequesis más fundamental de la que brota la fe— sin Lógos, sin libros, sin el Libro; y el saber arrastra, siempre e inexorablemente, hacia la certeza, la soberbia y la Inquisición. San Francisco, que se rehusó a escribir una regla que insertara su movimiento dentro de la rígida lógica del Derecho canónico, permitió, no obstante, que su culto hermano, Antonio de Padua, estudiara y predicara. Un delicadísimo y peligroso equilibrio cuyo mejor ejemplo —y principal artífice— es el humilde catedrático San Buenaventura. Mas si, en efecto, como clama lapidariamente Emmanuel Levinas, el Lógos, dejado a sí mismo, acaba en Auschwitz, los quínicos que intentan servirse de él corren el riesgo de terminar como el Gran Inquisidor de Dostoievski, crucificando en nombre del Crucificado, y justificándose con esa eruditísima pieza de argumentación escolástica, repleta de citas de Santo Tomás, que es el Manual de Inquisidores. Pero es precisamente Dostoievski quien nos da la respuesta acertada, pues, ante el Gran Inquisidor y su crudo e irónico realismo, producto de la desilusión y la insatisfacción profunda, presenta un Cristo cuya Verdad es demasiado grandiosa como para reducirla a palabras que refuten las de su oponente y que, en un gesto típicamente quínico, calla y besa en los labios
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al Inquisidor. Es decir, el quinismo auténtico, como el de los profetas y el de San Francisco, al igual que toda filosofía, sólo obtiene su valía y se alza a su verdadera altura, por efecto directo de la Gracia divina. Ese beso en los Karamazov resume perfectamente bien el núcleo duro del cristianismo, de la experiencia cristiana fundamental: la redención/liberación por la Gracia/ Verdad. Liberación con respecto a un orden de las cosas falso, liberación de mentiras arraigadas sobre Dios, el mundo y nosotros mismos. Liberación un tanto insolente y desfachatada, como la de Giovanni di Bernardone desnudándose en la plaza de Asís, fulminante y contundente como la de Saulo cayéndose del caballo en el camino a Damasco, violenta y dolorosa como la de Íñigo y la bala de cañón que le rompió la pierna y el orgullo… pero siempre con la luz incuestionable de la Verdad desnuda de Dios, que impulsa el dejar todo y seguirle incluso hasta donde no se quiere, con la fuerza sobrenatural de la Gracia, que posibilita a lo temporal y corruptible tornarse eterno e inmortal; a la filosofía, en sabiduría; y al Hombre pecador, en santo.
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Unheilige E. J. Valdés
El obispo se persignó, desencajado, al confirmar el rumor de los feligreses: el padre Czerwinski había sepultado a un judío en el camposanto de su iglesia. —¡Le ruego me escuche, Excelencia! —exclamó el sacerdote mientras lo arrastraban a las mazmorras—. ¡Es imperativo que el muchacho descanse bajo la cruz! Pero su superior, antes que prestarle atención, ordenó que lo azotaran y, luego, que arrancaran al pagano del suelo consagrado a Cristo. Decenas de curiosos atestiguaron el acto, y aunque unos agradecieron al Cielo cuando los soldados del Duque lo arrojaron del féretro a la fosa común, otros hicieron notar al obispo el estado en que se encontraba el cadáver. Éste, más preocupado por regresar a Bielsk para la merienda que por las supersticiones de los campesinos, desestimó los comentarios. La aldea pagaría cara su indiferencia: al romper el alba, el valle entero se cimbró con el hallazgo de tres muchachos desangrados. La cifra se multiplicó los días siguientes, y no tardaron en sumarse víctimas de los poblados vecinos. Cada anochecer traía consigo una cortina de incertidumbre y zozobra: la muerte reptaba entre ellos y nada podían hacer. Pronto fue evidente que Czerwinski sabía más de lo que dijo al ser apresado, y que no incurrió en la herejía sino por el bien de la comunidad... Pues del cuerpo del hebreo no había rastro.
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Duo solis E. J. Valdés
Resulta en particular curioso que a 1,500 años de distancia, y en contextos muy distintos, dos monarcas se opusieran al canon religioso de sus respectivas naciones y volcaran su fe al mismo objeto celeste: el sol. En el siglo XIII antes de nuestra era gobernó uno de los faraones más controvertidos del antiguo Egipto: Akenatón. Impulsor de radicales cambios sociales, sus propios súbditos se encargaron de borrarlo de la memoria histórica durante tres milenios por promover el culto de la deidad solar Atón como la única religión del Estado. La introducción de este rito cuasi monoteísta conllevó numerosas afrentas a las clases dominantes, pues no solamente el monarca se auto proclamó sumo pontífice del incipiente dios, sino que ordenó destruir los templos dedicados a Amón y suspendió los privilegios de sus sacerdotes. Fundó, además, una ciudad dedicada a la divinidad y la hizo su capital. Estas y otras acciones le confirieron tal reputación de hereje y tirano que, tras su muerte, el clero trabajó extensivamente para revertir sus reformas religiosas y extinguir el culto de Atón. Se ha equiparado, sin mucho sustento, a Akenatón y su idea del dios único con el patriarca bíblico Abraham y el judaísmo. Del otro lado del Mediterráneo, en el año 218 de nuestra era, un muchacho de tan solo 14 años de edad se convirtió, gracias a las maquinaciones de su abuela materna, en el emperador romano Marco Aurelio Antonino Augusto, más recordado por el sobrenombre Heliogábalo. Bastaron
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cuatro años de reinado para revestir su nombre de infamia, pues no solamente condujo a Roma a un periodo de promiscuidad y degeneración, sino que reemplazó a Júpiter, deidad principal del panteón grecolatino, con un dios que en su natal Siria llamaban El-Gabal y que en latín fue bautizado como Deus Sol Invictus. La representación de esta deidad era un meteorito que el emperador hizo llevar desde Asia y que paseaba por la capital en un carro adornado con oro y joyas. Esta herejía, aunada a sus perversiones y excentricidades, precipitaron su asesinato en el año 222. En un irónico revés del destino, éste fue orquestado por la misma persona que lo llevó al poder: su abuela. A diferencia de lo sucedido con Atón, el culto del Sol Invicto proliferó durante un par de siglos, y llegó a tener tal difusión que, para opacarlo, los cristianos situaron la Natividad en la misma fecha que los romanos celebraban el nacimiento del este dios: el 25 de diciembre.
El sangriento veredicto de Verden En marzo de 2010, a sus 88 años, Christopher Lee lanzó su primer álbum de metal sinfónico, Charlemagne: By the Sword and the Cross. Este disco fue concebido luego de que el actor se enamorara del género tras grabar algunas canciones con Rhapsody y Manowar y es una auténtica ópera rock inspirada en la vida de Carlomagno, una de las más importantes figuras de la Europa medieval. El tema no lo eligió al azar: la familia materna de Christopher Lee, los Carandini, son considerados descendientes de los reyes carolingios. De entre los cinco actos en los que está dividido este homenaje musical a Carlomagno, el sencillo principal, “The Bloody Verdict of Verden”, fue también la canción más difundida y celebrada, sin que eso demerite la estupenda composición y ejecución del material restante. Este tema
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aborda uno de los pasajes más polémicos de la vida del rey de los francos, quien tras consolidar su poder en Francia y ganar el favor del Vaticano emprendió una campaña para propagar el cristianismo por toda Europa… Mediante métodos poco muy cristianos, para variar… Uno de los pueblos que opuso mayor resistencia a su causa fueron los Sajones, habitantes de la actual Alemania, quienes pese a aceptar a Jesucristo por la fuerza se mantuvieron fieles a sus creencias indígenas y aprovechaban cada oportunidad que tenían para atacar a las fuerzas de un cada vez menos paciente Carlomagno. Tras una década de conflicto, en octubre del año 782 el líder sajón Viduquindo dirigió una revuelta contra los francos que contempló la destrucción y saqueo de iglesias y ataques contra sajones conversos. Como represalia, Carlomagno ordenó la ejecución de alrededor de cuatro mil quinientos sajones en Verden según los Anales del reino de los francos. Quizá por cuestiones de métrica, la canción minimiza la cifra a cuatro mil víctimas, y la introducción al quinto acto del disco bien señala que esta masacre perseguiría a Carlomagno el resto de su vida: en adelante fue visto como un fanático y un tirano sediento de dominio sobre Europa… Una idea no del todo errada aunque abierta a numerosas interpretaciones… La masacre de Verden convirtió a Carlomagno en un personaje controvertido para la historia de Alemania, aunque es curioso que durante el régimen Nazi se hizo mucho para lavar su imagen y presentarlo como un “héroe paneuropeo germánico”. Charlemagne: By the Sword and the Cross fue un álbum bien recibido y obtuvo el galardón “Spirits of Metal” en los premios Metal Hammer Golden Gods de 2010. En 2013 generó una secuela mucho más orientada al heavy metal que llevó por título Charlemagne: The Omens of Death.
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La vida diferenciada Óscar Cuapio Lima
Entre más me asumía, mejor me relacionaba con el mundo.
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guadalupe nettel, Bonsái.
l paganismo es la veneración a la diversidad. Lo entiendo así al advertir sus diferentes connotaciones históricas: cultos campestres a las fuerzas de la Naturaleza, nula participación en la milicia, resistencia a la cultura dominante. Dichas significaciones, antes y después de la oficialización del cristianismo en la antigua Roma, coinciden en señalar el carácter rústico, —en el sentido de ser diferente— asociado a lo pagano. Sin embargo, es evidente que en la segunda década del siglo XXI, lo hemos integrado a nuestros estilos de vida, tanto que ha resurgido como devoción contemporánea y, no obstante, atenta contra la misma Naturaleza. Hoy en día, una de las profesiones más reconocidas es la de ingeniería en desarrollo sustentable; por su integridad ecológica, premiamos las construcciones inteligentes; plácidamente respiramos cuando, en lugar de usar papel, empleamos medios digitales. Los restaurantes son amigables con las mascotas y, libres de pesticidas, germinan huertos en las azoteas. Las ciudades son verdes; las energías, limpias. Ya no hay más letreros que nos prohíban pisar el pasto, ahora nos tendemos sobre él a mirar el cielo. Quizás, con nostalgia del paraíso que alguna vez dejamos, aspiramos a lo natural, a lo que consideramos más auténtico, por completo legítimo, del todo sagrado. 20
En un mundo secularizado, en donde la razón no ha sido suficiente para garantizar la convivencia armónica entre los hombres y la administración justa de los recursos naturales, otra vez hemos echado mano de la sacralización: existe una ley inscrita en el universo, tan palpable y visible —para nada metafísica—, que configura la realidad entera; su dictamen indica cómo deben ser las cosas. En efecto, pululan discursos que pudieran resumirse en éste: la Naturaleza acertadamente es jerárquica; si hay alfas, hay betas; si superiores, inferiores; si depredadores, presas. Se trata de alocuciones que, en vez de reconocer la Naturaleza en su dinamismo irregular y multiforme, la sesgan bajo una perspectiva de microscopio que asegura alcanzar a ver hasta lo más auténtico. Desde este punto de vista, el invasionismo, la opresión y el exterminio son legítimos para mantener la estabilidad de ciertas estructuras sociales, religiosas, políticas y económicas. ¿Hemos de oponernos, entonces, a la Naturaleza y a la devoción que le rendimos? Además de imposible, negarla sería contraproducente. La Naturaleza nunca nos ha abandonado, la llevamos en nosotros, incluso en lo más abstracto (Demócrito dijo que las ideas también están compuestas de átomos); suprimirla equivaldría a exterminarnos. Aunque, en caso de oponernos, podría ser a modo de crítica ante el fervor religioso por la Naturaleza de microscopio que, paradójicamente, nos impide ser auténticos, asumirnos. De manera personal, mi crítica inicia señalando que los discursos legitimadores de la estabilidad se divulgan, en gran medida, desde los centros educativos, a pesar de que el objetivo de la educación es potencializar a los individuos para la libertad. Extiendo esta crítica a meditar en la posibilidad de que, si buscamos lo más auténtico, legitimaciones basadas en la Naturaleza de cómo deberían ser las cosas hoy, es necesario que, dentro del contexto del mundo globalizado, en lo que va de este siglo, reconsideremos el paganismo para asumirnos más y, en efecto, relacionarnos mejor en y con el mundo. La conjunción de las acepciones que marco al inicio de esta reflexión arroja pistas para entender el paganismo como veneración a la Naturaleza que deviene diversificada, ondulada, que no es ni lineal ni estructurada, sino misterio puro, libertad que, a su vez, nos provoca temor y fascinación. Por desgracia, el modelo mercantil —te doy para recibir— está marcando la pauta educativa. En un mundo dirigido por el ímpetu empresa-
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rial, se requiere de gente que sepa adaptarse, obedecer, competir y producir a cambio de una vida medianamente decorosa: cada quien en su lugar asignado, con ideas preestablecidas, aspiraciones previsibles y todos los factores de riesgo calculados. La educación, esa aldea rural en la que solíamos comprender el devenir de la vida más que con miedo, con asombro, ha sido invadido. Me pregunto si queda un rincón sagrado donde sea posible la diferenciación, un lugar que no sea jardín botánico, paquete ecoturista, SPA, paisaje pegado en un muro virtual. Como docente de preparatoria, al final de cada jornada, en la intimidad de mi conciencia —donde habitan por igual el buen salvaje y el lobo de los hombres—, examino si logré acompañar pacientemente a mis alumnos en su proceso de liberación u opté por la inmediatez, por el discurso de la Naturaleza determinista: «Tú eres una enredadera y tienes una voluntad a prueba de todo; eres capaz de adaptarte a cualquier lugar; te gusta la lluvia y de ella te nutres para expandirte desde lo más bajo a lo más alto; nadie supera tu sensualidad. Y tú, un cactus siempre solitario y a la defensiva; sufres bajo la lluvia; aparte de todo, eres poco productivo. Te corresponde el desierto»1 . Sin duda, más de una vez he querido ceder ante este tipo de palabras, cerrado a la energía que demanda un proceso, temeroso de poseer el control total, presionado por las expectativas que se tienen de mí, para asegurar mi empleo en escuelas donde la visión empresarial se ha enraizado de manera natural, en apariencia.
Cada vez que me enredo en una de esas raíces, me aferro, cual pagano de antaño, a las mías —en esa obstinación encuentro más apertura a reformarme que si retrocediera; pero proyecto lo contrario—, y recuerdo que el paganismo, al igual que la educación en todos sus aspectos (artes, ciencias, humanidades, deportes, salud y tecnología, etc.), es un culto al misterio y, en ese sentido, a la emancipación, a la vida diferenciada de la cosmovisión en tendencia, ajena a la instrucción, asida a permanecer en contacto con el principio y fin de todo: la Naturaleza. Para mí, hablar de educación pagana no sería otra cosa que una redundancia: educar es paganismo, despertar la consciencia de que al ser Naturaleza, somos misterio y, por tanto, libres para responsabilizarnos de nuestras autodeterminaciones y transformaciones, para afirmar nuestra propia identidad y abrirnos a la multiculturalidad. Al venerar esta Naturaleza, reconocemos que cada individuo es el protagonista de su propio desarrollo en el que no caben respuestas absolutas, ni leyes controladoras; al contrario, fluye en un proceso abundante de entusiasmo por aprender a aprender, por conducirse con tolerancia, por forjar la empleabilidad, por optar la educación continua, por fortalecer un sentido comunitario. Sin este tipo de individuos, resultaría absurdo que los pueblos se emanciparan e hicieran contacto —desde el respeto, más allá del desorden y de la norma— en un mundo globalizado que tiende a perder de vista que la Naturaleza es diversidad.
1 Basado en Nettel, G. (2008). «Bonsái» en Pétalos. Barcelona: Anagrama (Narrativa hispánica).
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PORTAFOLIO Jorge Reyes 23
Jorge Reyes Manzano Nació en la ciudad de México en 1977. Ha sido desde siempre fanático de la fotografía, si bien comenzó a realizar sus primeras imágenes en 2007. A partir de entonces ha incursionado en distintas modalidades del oficio fotográfico. Sus estudios como economista y demógrafo lo acercaron a temas como pobreza, exclusión social, discriminación y vulnerabilidad social.
Exclusión social Trabajar para obtener ingresos que a su vez permitan consumir es la gran promesa del capitalismo. El sistema exige que, al llegar a una determinada edad, las personas se inserten en una actividad productiva o bien que contribuyan de alguna manera con la reproducción del sistema. No obstante, no todas las personas pueden incorporarse a este engranaje, y otras no lo desean. Las razones por las que algunas personas no se encuentran enroladas son diversas: abandono, adicciones, enfermedades mentales, etcétera, aunque también existen quienes deciden no encajar como un acto deliberado. Las consecuencias de permanecer fuera del sistema son muy duras, pues en ocasiones no se pueden subsanar las necesidades más ele-
mentales como la alimentación, la salud y la vivienda. En esta serie de fotografías se muestran sólo breves instantes de esa particular cotidianidad. Los personajes centrales son individuos que experimentan hambre, frío y otras inclemencias producto del abandono, pero que también, al formar parte del paisaje urbano de la Ciudad de México, al existir desencadenan una gama de actitudes entre el resto de la población (desde el rechazo total hasta la empatía o la directa solidaridad).
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Resaca FotografĂa digital 2007
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El amigo tlacuache FotografĂa digital 2015
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Respete FotografĂa digital 2019
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Andadera FotografĂa digital 2019
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Sin discriminaciĂłn FotografĂa digital 2019
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Divino descanso FotografĂa digital 2019
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Bolsita de pintura FotografĂa digital 2019
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Bancas dormitorio FotografĂa digital 2019
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Coopere para mi café Fotografía digital 2019
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Carro de supermercado FotografĂa digital 2019
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Marquesina FotografĂa digital 2019
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Cuidados en la vendimia FotografĂa digital 2019
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Silla de ruedas entre autos FotografĂa digital 2019
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Contracorriente FotografĂa digital 2019
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Floripondios FotografĂa digital 2019
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Literature in 8 words Meneses Monroy
“Why are cats so unfrie ndly?” Any dog philosophizin g.
ves? ” li l a r e v e s e v a h “Do I hizing. p o s o il h p t a c y An 40
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el comité 1973
Revista de difusión, crítica y creación literaria