EL COMITÉ 1973 Año. 2 Núm. 12
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Revista de difusión, crítica y creación literaria.
Considerando la importancia de los acontecimientos históricos, es posible y necesario fomentar la memoria. No con el afán de perpetuar el rencor entre los pueblos, sino con el fin de entender el momento en el que se vive. Todo presente es un efecto del pasado, pero si este último no tiene una presencia que muestre el sentido de estado de cosas actual, ese pasado es como si nunca hubiera ocurrido. Quizás tal deseo pueda conceder la oportunidad de transformar ese pasado en acontecimiento; en historia. La historia tiene como una de sus tareas proporcionar la pauta de sentido de toda acción humana. Y si bien aún no es posible ponernos de acuerdo hacia dónde dirigirnos, al menos sabemos de qué lugares geográficos e ideológicos hemos surgido.
Teniendo en cuenta estas nociones, y asumiendo que la conmemoración de una guerra pueda considerarse apologética, en esta publicación hemos deseado destacar, después de los primeros cien años del inicio de La Gran Guerra o Primera Guerra Mundial, una razón muy clara. No en memoria de los intereses que la desataron, sino de quienes la vivieron en carne propia. En memoria de todos los caídos, tanto en los frentes, como entre la población civil. En favor del anhelo, hasta hoy irrealizable; la paz. Agradecemos a nuestros lectores y colaboradores su ayuda y confianza brindada. Como siempre: gracias totales.
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EL COMITÉ 1973. Núm. 12. Cien años después de 1914: La gran guerra Revista de difusión, crítica y creación literaria. Correo electrónico: elcomite1973@gmail.com http://issuu.com/revistaelcomite1973 https://www.facebook.com/revistaelcomite1973 https://twitter.com/ElComite1973
Comité Directivo Director general Marco Antonio Meneses Monroy Director Editorial Israel J. González S. Difusión y medios Almendra Vergara imagen y Diseño gráfico Israel Campos Nava
Consejo colaborador Rodrigo Círigo Eney Fernando Guadalupe Flores Liera Jimena Ramírez
Comité colaborador de Agustín Cadena Israel Campos Nava Víctor Castro Casarrubias Ana Isabel Cruz Reyes (Quim3ra) Guadalupe Flores Liera Rosario G. Towns Margarita García Alonso Israel J. González S. Marco Antonio Meneses Monroy Almendra Vergara
Contraportada Israel Campos Publicación Bimestral Año 2. Núm.12. 2014. Julio - Agosto
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Editorial
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Relato Versiones del tren Agustín Cadena Poesía Nota sobre Alba de otra jornada (Poemario de Guadalupe Flores Liera) Cuatro poemas de Marco Antonio Meneses Monroy
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Reflexión Disponibilidad e identidad lectora Víctor Castro Casarrubias
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Dossier Portafolio Cien años después de 1914: la gran guerra
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Ensayo La Primera Guerra Mundial según Ernst Jünger Israel J. González S.
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Poesía Poema de Rosario G. Towns
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VERSIONES DEL TRE N Agustín Cadena
He rentado una habitación en una casa al final del pueblo. Un pueblo perdido en los Cárpatos, cerca de la frontera entre Hungría y Eslovaquia: el lugar más aislado para poder escribir en paz. La familia que vive aquí —padre, madre, abuela y dos hijas adolescentes— es silenciosa: trabajan mucho, hablan poco y nunca oyen música. No hay televisión por acá. En cambio, se oyen cosas raras, a veces. En las noches. Los tres viejos ya están acostumbrados a oírlas y, con el cansancio con que terminan la jornada, duermen tranquilos. Pero las dos chicas, en su habitación cuyas paredes de madera rechinan con el viento, tienen miedo de apagar la luz. Es que se oye el melancólico silbato de un tren que se va alejando, cuando no hay vías que pasen por este pueblo. Las hubo alguna vez, hace muchísimos años. Dice la madre que ese tren, conducido por soldados alemanes, va lleno de prisioneros deportados a los campos de concentración. Lleva setenta años corriendo sobre rieles de niebla, con su tripulación de humo. Los pasajeros, condenados por alguna maldición terrible a vivir una y otra vez la misma historia, viajan hacinados y llenos de angustia hacia algún lugar tan fantasmal como ellos. El padre dice que eso no es verdad, que ese tren se perdió en la Primera Guerra Mundial y va lleno de soldados y materiales destinados a las trincheras. Y la abuela tiene otra versión: el tren salió de Viena a finales del siglo XIX, rumbo a San Petersburgo, y lleva una aristocracia extinta: fantasmas de hermosos trajes que brindan, conversan, ríen en vagones-comedor de candiles y pesadas cortinas de terciopelo. Los acompañan músicos tocando valses tristes y bellos. 6
Siempre he preferido trabajar de noche, internándome en la madrugada con mis historias, y aquí puedo hacerlo muy bien: me acompaña el silbato del tren. Aunque ya sé que aquí no hay vías para ningún tren.
N O TA
S O B R E
A L B A
D E
O T R A
J O R N A D A :
Poemario de Guadalupe Flores Liera Marco Antonio Meneses Monroy
Guadalupe Flores Liera (México, D.F., 1961) quien desde hace varios años reside en Grecia, recién publicó su quinto libro de poesía denominado Alba de otra jornada (ediciones del ermitaño, 2014). El título del libro fue tomado de un verso de Luis Cernuda, autor con el cual Flores Liera coincide en el tono, mas no en la voz, pues ésta es singular en ambos poetas. Alba de otra jornada es un libro integrado por dos secciones, la primera se llama Frescor de alba naciente, Ciudad de México, 1981 y la segunda es la que da título al libro, Atenas, 1994-1995. Las fechas de escritura de los poemas señalados y la de su publicación nos dan indicios de una escritora que trabaja sus versos sin premura. Frescor de alba naciente se forma por dieciséis poemas que reflejan reflexión, tristeza y desesperanza. Éste apartado tiene cierta unidad por los temas o sentimientos que se recrean y por el número de versos de los poemas que no son muy extensos, sólo dos poemas rebasan los veinte versos. El apartado Alba de otra jornada es un poema largo que en cierta medida hace pensar en magníficos textos de tradición filosófica como lo son Primero sueño de Sor Juana y Muerte sin fin de José Gorostiza, siendo el de Flores Liera más íntimo. En la tristeza, en la desesperanza, en la reflexión y en la filosofía hay belleza. Claro, la belleza reside en casi todas las cosas, ahí está, sí, pero se anega en Alba de otra jornada. La selección que sigue es tan solo una muestra del poemario referido.
Debí yo misma hace años de arrancarme la frente, para qué necesito cargar como una piedra algo que me provoca solamente dolor, algo que se revuelca en las sombras inciertas como un pájaro ciego que picotea su propio corazón.
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Mi desvarío es tal que no me importa esta tarde si caigo o me levanto. Regreso de mirar las mismas cosas, de tropezarme con los mismos rostros, de añorar otra vez con tantas ganas que un viento se levante tumultuoso y me arranque esta fronda que no deja que el sol me abrace un rato la garganta. Ubérrima resulta la humedad bajo mi lengua quieta, que ya raíces hondas se han echado y empiezan a brotar yedras espesas en tallos apretados que se enredan alrededor del tronco silencioso que me sostiene apenas. No hay nadie que me diga una palabra nueva, nadie que no me mire con sus cuencas negras como dos pozos, para arrojar en ellas esta piedra y no oírla caer porque no hay fondo en los sendos abismos de esa pena, sino acaso un espejo que se quiebra y descubre a la araña diligente que ha laborado en medio de la sombra pacienzuda y certera. Se han posado mil años esta tarde justo en el entrecejo y ese pájaro oscuro que chillaba, al beber de mi seso revoloteó un momento enloquecido antes de derrumbarse como un leño listo para la hoguera. Nada me habita el corazón esta noche de invierno. Inmóvil entre sábanas, la oscuridad o la lluvia golpean la ventana. Al viento lo mantengo con la mirada a raya. Escucho solamente la gota diligente. Es el día que pasa, es el día que viene. 8
Alba de otra jornada (Fragmento) La sombra de la luz no rasgó con sus uñas la ventana de este callado amanecer de hastío. Junto a los pies y al borde de la cama paseaba el despertar. Gris el silencio serpenteaba llevando entre los brazos girones de una noche recortada y empecinado en no mover los ojos se disolvía el sueño, conservando los labios entreabiertos, humedecidos por un llanto seco de tibio diluirse en las cortinas. Pero ya surge el sol, surge otro día, para arrastrar con él tal como siempre imágenes sin sombra de sentido y palabras pegadas con saliva a una lengua que empuja con torpeza alguna explicación y no encaja en las horas de este cuerpo que busca su lugar en mitad de este cuarto derruido. Es tiempo de mover las cuencas rotas y dejarlas hurgar entre los trozos de este cristal disperso que el silencio llenó de contenido y es hora de vestir entre las horas la vieja piel sin tacto rebuscante y sin visos de encontrar su mitad en la espalda del cangrejo, en plena regresión cuando todo parece detenido.
Nota y selección de poemas: Marco Antonio Meneses Monroy. Poemas de Guadalupe Flores Liera Alba de otra jornada (ediciones del ermitaño, 2014).
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Cuatro poemas
de Marco Antonio Meneses Monroy
Historia de mi anhelo Las alas de mi anhelo nunca volaron con tanta gracia ni tan alto ni por tanto tiempo como cuando tu vuelo seguían. Aquello no bastó, las alas se rompieron y el anhelo murió.
La gloria Ella lleva por vestido el mar que da curso a las naves a su arbitrio o las sumerge despiadado. Yo fui el osado navegante que la sedujo con poemas entregados a la luz de la luna anhelante de mis versos. Pero la voluntad de mi amada hizo estrellar mi barca con las rocas de su desdén. Ahora soy otro náufrago, sólo que aquí en la arena me consuela la gloria de besar sus pies de espuma.
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La memoria del ayer Nuestro amor fue un roble. Al menos eso creĂmos, pero el tiempo todo lo corroe incluso la memoria del ayer.
El vuelo
Parto, a donde el sol ya no queme mi blanca piel al cĂĄncer propicia, donde el fastidio del tiempo no importe. Mi partida difiere de la del nervioso suicida que apresura con torpeza el fin o de la del anciano que se ha despedido tantas veces que ya nadie le cree. Mi partida es la del ave que tras breve parada retoma el vuelo.
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Disponibilidad e identidad lectora Víctor Castro Casarrubias
Ante todo, la lectura la entiendo como una práctica de la investigación (más o menos) formalizada, según los intereses y propósitos del lector, sobre todo un vehículo que fomenta la curiosidad intelectual y propicia la renovación del pensamiento, de la sensibilidad, de lo no definitivo; de esa curiosidad que permite refrescar el ánimo y el gusto con el propósito de revivir las emociones, las sensaciones que puede provocar al lector. Si oímos un texto, podremos disponer de una cercanía, y, ojalá, entablar entonces una forma de conversación con él. En todo caso, un conversación figurada, inducida. Y ojalá sostenida. (Sobre esta idea muchos teóricos y estudiosos de la lectura aún no se ponen de acuerdo; algunos la niegan rotundamente, otros la han expuesto, incluso podemos leerla). De modo que leer es, entonces, una manera de apalabrarnos con un texto. ¿Cuál manera? La que cada quien dispone. Es importante comenzar con ese hecho primordial que es oír la escritura del texto mismo. Eso implica aceptar que cada texto es único en la organización de su materia eufónica, organización armónica de la sonoridad de las palabras. Si queremos comprender un texto, es preciso oírlo antes que nada, luego
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podremos emprender la comprensión de sus atributos, ya sean sus contenidos, sus formas de enunciación, su ritmo. Dicho de otro modo, me parece oportuno recordar la manera en que Octavio Paz, a través de su remembranza sobre las enseñanzas de Xavier Villaurrutia, calibra la relación entre el lector, en este caso un poeta, con las palabras: “Villaurrutia me enseñó a leer los poemas con otros ojos; mejor dicho, me enseñó que la lectura de un poema no se hace sólo con los ojos sino con todos los sentidos y con el entendimiento. Las palabras, además de significado, tienen peso, color, sabor, olor. Tienen, sobre todo, sombras, ecos: con ellos el poeta erige instantáneas esculturas.” El lector debe tener una buena actitud para la lectura. Este modo de proceder tiene también la intención de entrar en contacto con otros elementos que el texto puede propiciar como son las actitudes activas y redituables, de la identidad de lector, pues el asunto de la lectura es antes que nada el resultado de las actitudes del lector ante y para con el texto. Actitudes como la afinidad, la empatía y la atención con las cuales el lector podrá emprender su aventura y mantener, cuando menos, el libro en las manos mientras lee. Atender el fenómeno que es la comprensión de un texto, precisa que el lector
tenga el interés por desarrollar su capacidad de análisis, que implica la identificación de lo que plantea el texto, de lo que dice y de cómo lo dice el autor. Y no está por demás atender ciertos pasos o procedimientos que nos lleven a observar la organización profunda y estructural del texto. Así tendríamos que la lectura es un oficio de la inteligencia y sensibilidad del lector, una forma de conseguir su condición en tanto lector. La lectura puede ser un acto, tan sencillo o tan complejo, como se quiera. Para tener un nuevo hábito este debe ser activo; por lo tanto es necesario que la persona tenga una disponibilidad para la lectura, entendida como la actitud, el estado de ánimo, incluso un estado particular de energía corporal, de vitalidad, vaya, si se quiere llamarlo así, que lo lleve a recibir con atención, interés y corresponder, como un modo personal de reaccionar, ante los contenidos de un texto; también para participar en un nuevo circuito de relaciones que genera un texto, un libro y también, para recibir eso que emana de un texto; no está descartado el hecho de conmoverse como pueda y de apropiarse de lo que quiera en tanto lector. Una disponibilidad más completa -tanto anímica, física, psíquica, corporal, simbólica- es donde el gusto será la flecha que vaya abriendo espacios nuevos y significativos. No podemos perder de vista el gusto, entendido como la facultad que permite al lector establecer una relación con las manifestaciones de la palabra, el orden, el pensamiento y la belleza. El gusto como -según lo expresa Nicola Abbagnano-, “la facultad de discernir lo bello, ya sea dentro o
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fuera del arte”. Sin embargo, no olvidemos que la disponibilidad implica también afinar la atención y la memoria y la responsabilidad del lector. La disponibilidad implica, en un primer momento, legitimar la decisión y el interés de relacionarse con un texto, a partir de una propuesta que oriente el ejercicio real de la voluntad del lector. No olvidemos que la lectura tiene sus propias exigencias, “El que quiera entrar al libro, tiene que estar dentro por gusto. Puede salir cuando quiera, pero mientas tanto tiene que estar cautivado por toda esa fascinación que el libro mismo ha creado…” nos dice Juan García Ponce, (México en el arte, septiembre, 1985). La disponibilidad es una nueva y diferente actitud, ante el texto mismo y la lectura, así como un trabajo de verdadera y efectiva comprensión llevada a la creación, apropiación y ejercitación de un método de lectura, de allegarse un modo de leer; además de incorporar a su formación algunos pormenores de la intertextualidad. Que es otro gran desafío para los lectores. Espero que el lector en ciernes cambie de actitudes, practique su nuevo gusto, reoriente su interés y energía; reflexione, asimile e incorpore estos nuevos contenidos, le llevará buen tiempo, según la atención que ponga o de la que disponga cuando menos. En otras palabras: cuando se muestre un verdadero cambio de actitudes e intereses, entonces podemos hablar de un cambio de persona común a eso que llamaremos lector.
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La temática de la guerra en el arte no es algo nuevo, artistas que vieron la guerra como los futuristas que llevaron a cabo una apología de la modernidad y el progreso a partir del canto a la máquina y su rechazo a los esquemas clásicos, vieron en la revolución industrial su inspiración así como quienes estuvieron en el conflicto bélico, concibieron sus obras como una salida a la realidad inmediata, surgiendo así las vanguardias, la experimentación de materiales, formas, colores y expresiones como el grupo de los artistas alemanes Neue Sachlichkeit (Nueva Objetividad) liderado por Otto Dix (1981-1969) y George Grosz (1893-1959). Surge el llamado “modernismo” en las artes; fauvismo, expresionismo, abstraccionismo, el fotoperiodismo, y otros estilos y técnicas en búsqueda de nuevas realidades, creando su propio lenguaje artístico.
La nostalgia, metáforas, sueños, objetos, la carga matérica, el “ready made” provocan que la sociedad se cuestione su realidad, su presente y su futuro y del mismo mundo. En revista El Comité 1973, presentamos el centenario de la Gran Guerra, percibido a través de los ojos de artistas que no la vivieron en carne propia, la guerra como espectadores, ajenos, lectores y estudiantes de la historia, interpretando sucesos del pasado a través de documentos, fotografías que han sido posibles por este cambio y revolución industrial. Ahora toca armar el rompecabezas de estos sucesos con las evidencias de aquellos que estuvieron ahí, no nos toca juzgar ni hacer un acto catártico sino un acto reflexivo, para saber que podemos apren-
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MARGARITA GARCÍA ALONSO S/T, Serie “Fin de la primera guerra mundial”, creaciones digitales, formato A4, Francia, 2014.
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MARGARITA GARCÍA ALONSO S/T, Serie “Fin de la primera guerra mundial”, creaciones digitales, formato A4, Francia, 2014.
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MARGARITA GARCÍA ALONSO S/T, Serie “Fin de la primera guerra mundial”, creaciones digitales, formato A4, Francia, 2014.
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MARGARITA GARCÍA ALONSO S/T, Serie “Fin de la primera guerra mundial”, creaciones digitales, formato A4, Francia, 2014. 20
ISRA KAMPOS. Red Baron, serie “A 100 años de 1914”, Vandyk e impresión digital sobre papel de algodón. 17 x 14 cm. México, 2014.
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ISRA KAMPOS. Nashorn, serie “A 100 años de 1914”, Vandyk e impresión digital sobre papel de algodón. 17 x 14 cm. México, 2014. 23
ISRA KAMPOS. El Cadete (I), serie “A 100 años de 1914”, Cianotipia, hoja de oro e impresión digital sobre papel de algodón. 17 x 14 cm. México, 2014. 24
ISRA KAMPOS. El Cadete (II), serie “A 100 años de 1914”, Cianotipia, hoja de oro e impresión digital sobre papel de algódon. 17 x 14 cm. México, 2014. 25
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QUIM3RA S/T, Tinta china, acuarelas, 25 X 70 cm. MĂŠxico, 2012.
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QUIM3RA S/T, Tinta china, acuarelas, café y acrílico. 50 X 60 cm. México, 2012. 28
MEDUSSA A.V. “El viaje de Hemingway tríptico, serie “Adiós a las armas”, collage, acuarela y acrílico 22 X 29 cm. México, 2014. 29
MEDUSSA A.V. “El viaje de Hemingway tríptico, serie “Adiós a las armas”, collage, acuarela y acrílico, 29 x 45 cm. México, 2014. 30
MEDUSSA A.V. “El viaje de Hemingway tríptico, serie “Adiós a las armas”, collage, acuarela y acrílico 22 X 29 cm. México, 2014. 31
LA PRIMERA
Guerra Mundial según Ernst Jünger
Por: Israel J. González S. Como lector de la obra de Ernst Jünger, uno pudiera creer tener una perspectiva panorámica del siglo XX. Esta sensación no sólo se debe a su dilatada y variada obra, en este caso tan vasta como su prolongada vida, sino al hecho que el autor alemán estuvo cercano a algunos de los acontecimientos que consolidaron diversas formas de pensar y vivir la realidad a lo largo de dicho período de tiempo. La Gran Guerra o la Guerra del 14, fue el conflicto con el que se inicia un momento muy concreto en la historia de la humanidad, pero también en la de un joven Jünger. Y no sólo en este voluntario de guerra, sino en los millones de personas que tuvieron contacto con ésta. Este hecho modificaría con el tiempo la manera en que se concebía la idea de progreso. No sólo en su aspecto moral, sino respecto a sus fines. Sin embargo, a pesar de toda la profundidad y la riqueza de la obra de Jünger, ésta no es sino un portal. ¿Qué espacios se podrán encontrar cruzándolo? En gran medida, uno podría descubrir la dimensión de lo humano; esto en contra de todo pronóstico superficial, y al menos, en cuanto a que dicho prejuicio se refiera a la primera etapa de su escritura. Su primer libro publicado fue Tempestades de Acero. Un Texto que a lo largo de sucesivas ediciones fue modificando por el autor. ¿Cuál es el tema de tal texto? Su tema principal no es la guerra, sino lo humano que hay en la guerra. En este primer texto, el autor escribe sobre su experiencia en el frente. Estos primeros años como escritor, y terminado el conflicto, ahondará sobre los distintos aspectos en los que se vio afectada la sociedad de entonces, y no sólo en Alemania. La primera etapa terminaría con la elaboración de El Trabajador como obra importante. Un ensayo terminado poco antes del ascenso del Nacional Socialismo al poder.
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Con todo, se entiende que la recepción de una sola mirada sobre un cúmulo de acontecimientos, sólo podrá ser un dato de esos hechos. El material con el que se cuente para el desciframiento de eso que llamamos realidad, o de lo que en su momento alguna vez lo fue, guía la comprensión del pasado. Es preciso tener la certeza de poder comprender, no sólo a partir de nuestros conocimientos, sino teniendo en cuenta todos los elementos culturales que nos configuran como individuos. Dicho así parece una obviedad o una tontería, porque tal estructura, funciona siempre. Sólo que en la mayor parte de las veces el individuo en su hacer, lo deja un poco de lado. Después de casi cien años del inicio de la Gran Guerra, y dadas las muchas secuelas que dejó –entre ellas, el mundo político del siglo XX y lo que va corriendo de éste-, es comprensible la visión actual acerca de los conflictos armados. En la actualidad pareciera hasta impertinente preguntarse si no hay algo más que mera barbarie en una guerra. Y barbarie entiéndase como la suma de dolor, sufrimiento, sacrificio y violencia injustificada. O, ¿es que habría una distinta? ¿Se podría escuchar si tiene algún significado o sentido tal pregunta? Sin duda es casi seguro que los últimos testigos de aquél conflicto ya no estén. Y como todo acontecimiento del pasado, sólo dependa en gran parte de los testimonios fijados en los documentos y de la muchísima labor dejada por el historiador desde entonces. Una de las preguntas que me viene a la mente, es ¿qué es lo que nos está dado entender de ese conflicto? Y sobre todo, ¿qué es lo que, intentando responder a la pregunta anterior, podemos entender de lo humano, y por lo tanto de uno mismo? ¿Cómo entender a esas personas que se lanzaron a un conflicto tan cruento, de forma tan entusiasta y alegre? ¿Es posible que tenga razón Stefan Zweig cuando afirma que esa celebración se debía en gran parte a la confianza que tenía el pueblo en sus autoridades, y que el ir a la guerra iba más allá del deber? Antes de adentrarnos en la obra de Jünger habría que detenernos un poco en El Mundo de Ayer de Zweig. En los primeros capítulos de ese texto, Zweig nos habla de la sociedad y de la época en la que nace; su primera juventud transcurre a lo largo de las últimas décadas del siglo XIX. Durante esos años y unos cuantos antes, el mundo europeo y, sobre todo, el Imperio de AustriaHungría, se desarrolla tranquilamente y en paz. La mayor parte de la gente de ese período cree en la estabilidad originada a partir de la razón y el progreso. Los valores y las costumbres estables, siguen dando una sensación de seguridad; pero en la conciencia, al mismo tiempo concurren lo abúlico, lo oculto, lo insatisfecho que hay en todo individuo. Eso, contra lo que se debe estar preparado; esa parte de los humanos que en su momento surgirá en este mismo período en la historia de la ideas y será conocido, poco después como lo reprimido.
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Zweig dibuja una perspectiva que a pesar de las apreciables ventajas de la tranquilidad, la paz y el desahogo económico generalizado, éstas no son suficientemente satisfactorias, ni para el individuo, ni para los estados. La consecuente voracidad, ese apetito sin límites, la ansiedad, es el correlato de saber que es probable tener con qué alimentarla. Tal certeza es lo que provoca esa necesidad fuera de sí. Pero también esa insatisfacción busca otros caminos para desaparecer. Algunos jóvenes tuvieron el sueño romántico de correr aventuras, de vivir una vida lejos de las restricciones de una sociedad tan rígida. Uno de ellos fue Ernst Jünger. A los dieciocho años se había fugado de casa para enrolarse en la Legión Extranjera. Esa aventura, no duró demasiado. Ya que fue regresado al hogar familiar poco tiempo después. ¿Sería después de todo, un caso aislado? Lo más probable es que no. Mucha de la literatura de fines del siglo XIX tiene una atmósfera asfixiante y desazón. Es probable que esos dos elementos que se contraponen en la existencia de las personas, tales como el hastío de lo cotidiano y el deseo de situaciones nuevas, le hayan propiciado esa aura romántica y ensoñadora de lo que sería la guerra. La imagen del héroe, del caballero, enfrascado en lucha sí, pero porque era justa y porque se libraría por la patria. Después de todo el tiempo, que ha pasado, a los hombres actuales tales cosas les suenan un tanto ridículas. Por lo menos al hombre de la cultura occidental. Aunque en un cierto sentido, no hemos sabido responder claramente, en la actualidad, qué es lo que significa en realidad esa manera de pensar políticamente correcta. De cualquier manera, a principios del siglo pasado, en el mundo de la cultura occidental, la hipertrofia de la vida cómoda se hizo rampante y, por lo tanto, las sociedades de aquel entonces buscarían la manera de desfogarse. Añádase a eso o por esa misma razón, el desencadenamiento de la acumulación de intereses políticos y económicos, de control y expansión de los estados europeos. Tempestades de Acero, toma el nombre de una saga islandesa. Y por otro lado la imagen aparece intercalada en algunos de los pasajes que describen los ataques de la artillería enemiga. En donde el refugio en el que los soldados o civiles se buscan proteger, aparece como una pequeña barca en medio de una tormenta de fuego. El período de tiempo en el que transcurre la narración abarca desde a finales de 1914 hasta el verano de 1918, cuando es herido de gravedad y llevado a uno de los llamados hospitales de sangre. Sin duda, uno de los elementos más característicos de esta obra es la ausencia de sentimentalismo. La presencia de este libro, ya es un intento de hacernos conocer el horror de la guerra sin gestos grandilocuentes e innecesarios. Se habla de él y su presencia está en casi todo el libro como uno de los elementos del conflicto, sin tener la intención de hacernos creer que es el único del que vale la pena hablar. La muerte también es otro elemento más de la guerra, y que ni aún ella puede ser el único tema de lo que es posible hablar.
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Este es otro rasgo particular en el que vale la pena detenerse. En muchos de los pasajes del libro, Jünger hace descripciones ya no sólo de la actividad cotidiana que se hizo en la llamada guerra de posiciones, es decir, la actividad que se desarrollaba en y alrededor de las trincheras; estas eran guardias nocturnas, relevamiento de tropas cada tanto, cursos de adiestramiento militar, traslados de material humano y de combate, permisos, juergas, y la camaradería entre los soldados y algunos de los oficiales, entre otras muchas cosas. También nos hace ver, que en algún momento en ese modo de vida tan incierto, caben estos momentos: El cálido tiempo de primavera producía en nosotros un efecto vivificante y nos animaba a dar en nuestras horas libres largos paseos por aquella espléndida región de colinas. Es probable que tal coincidencia de situaciones personales en un espectro más amplio de acciones y consecuencias humanas, puedan parecer casi invisibles. Tal aspecto es en cierto sentido uno de los posibles mensajes que al autor alemán le interese dejar al lector; no olvidar que aun en la guerra, se intentaba vivir más o menos con la normalidad de la vida civil. Para la gente que sólo conoce dichos conflictos a partir de los libros de historia, de la literatura, e incluso a partir del cine y la televisión, pueda parecer dicha afirmación un poco extraña, porque lo que nos aparece en tales expresiones es la comprensión más o menos general de cómo pasaron las cosas. Ahí se le da mucho más importancia al bosque que al árbol cercano que nos cobija de la lluvia o del inclemente sol. La importancia de un libro como Las Tempestades de Acero, estriba en su acercamiento a otro tipo de verdad, y que no sólo es exclusivamente testimonial. En cierto sentido, tampoco inaugura un nuevo género literario, pues en la historia de la literatura abundan los relatos de innumerables batallas. Incluso éstos se alzan en algún sentido como fundacionales. Es decir surgen en el seno mítico de la cultura de todo pueblo. En tales casos, los héroes, ya sean semidioses o humanos, configuran el sentido de una cultura en concreto. ¿Este fue un objetivo que pudo haberse planteado el propio Jünger? No lo sabemos. En todo caso, su intento por rescatar, desde de lo que se ha llamado barbarie, con justificada razón, es que de esa destrucción, pueden nacer los aspectos sublimes de lo que es capaz el humano ante las más terribles adversidades.
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Es posible saber también que no todos los soldados en el frente, necesitaron de la Convención de Ginebra para respetar al enemigo en ciertas circunstancias. Jünger nos cuenta su propia experiencia y su noción de lo que era el enemigo: En la guerra he aspirado siempre a contemplar sin odio al adversario, a apreciarlo como hombre de acuerdo con su valor. Me he esforzado en buscarlo en la lucha para matarlo y no he esperado de él otra cosa. Pero nunca he pensado que fuera un ser vil. Cuando más tarde cayeron en mis manos prisioneros, me sentí responsable de su seguridad y procuré hacer por ellos todo lo que estaba a mi alcance. ¿Cabe decir en este momento que el caso de Jünger como soldado de honor, es sujeto a sospecha? O bien, ¿por qué no mencionar el hecho de que el ejército alemán, en sus retiradas destruía todo lo que le podía haber sido útil al ejército enemigo? De esto último, el autor no deja de mencionarlo y de hacer una crítica de tal circunstancia. No hay que olvidar que esa estrategia ya se había empleado innumerables veces. Sólo hay que recordar los estragos que causó a las tropas napoleónicas en su invasión a Rusia tal estrategia. Muchos pasajes del libro de Jünger, ejemplifican el ineludible aspecto de confrontación entre vida y muerte. Si dejamos de lado lo obvio que eso significa en una guerra, se ve en la tenacidad de los combatientes por sobrevivir en todos los aspectos. Desde, un simple paseo, el deseo de irse de permiso, la procuración de alimento. Esto no significa evitar el combate o no plantar una tenaz resistencia al enemigo. Al contrario, la muerte en el campo de batalla como un puente a lo trascendente. Otro de los aspectos más importantes de la obra de Jünger es la manera en la que a partir de su vida en el frente, la noción de dolor, va tomando una dimensión más elemental –que no pedestre-, es decir, fuera de los parámetros a los que estaba acostumbrado una forma de vida tranquila y segura. Al comienzo de estas líneas me preguntaba si había algo más que mera barbarie en una guerra. Si en realidad, hay algo más que horror e irracionalidad en la destrucción. Como toda forma de que hacer humano, no hay una sólo cara a pesar de lo que puede mostrar. Se ha aprendido o, al menos, se tiene en cuenta ahora que las situaciones no guardan significados unívocos, tales vivencias y hechos, se conforman con multitud de voces. ¿Es posible entender, al terminar nuestra lectura de un libro como Las Tempestades de Acero que aun, cuando la guerra puede y debe ser condenada, también nos sea posible encontrar que la dignidad, la valentía, la confianza en las personas, la compasión y el sacrificio, por mencionar algunas de las emociones que se encuentran a lo largo del libro de Jünger, que esas circunstancias, lejanas ya en el tiempo, nos hagan ver con más cercanía ese mundo? Ojalá sea así.
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Rosario G. Towns
A distancia
De pronto: estruendo, gritos inocentes, polvo, confusión y fuego; viudas la tierra con latido seco y homicida, los niños que jamás andarán de la mano de su padre. Dios: ausente Salpicones de sueños y sangre, dolor, alarmas, elefantes que se arrastran por las antes calles, cuerpos de nadie y dudas de todos. Sobrevivientes, tropezones, heridas sobre la carne lacerada, enemigos, humo, desesperación, lágrimas, trozos de un pueblo.
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Luces desordenadas -¡a cavar fosas!-¿De quién sería ésta mano?Mal todo, pocas vidas… Grandes pájaros que escupen luces y descargan exterminio Lamentos, pulseras a doble llave, encías en tierra, botas y banderas; inicio de final, sed, medallas, grietas, espacios olvidados, recuerdos de otro tiempo… La muerte: hambrienta Los desacuerdos, el no poder del poder, unificación de credos, territorios recuperados ¡Qué pena! Basta de idioteces, es: la guerra, y a distancia, yo también muero un poco sin que sirva de nada…
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