29 - DISCALCULIA - 29
DISCALCULIA por HELEN ÁGREDA WILES
El verano pasado buceé por primera vez en la vida. La gente de interior a veces tardamos en hacer estas cosas. Bucear, coger olas. Es una desventaja horrorosa. A la gente de interior a veces nos pasa que tenemos siete u ocho años y, deambulando por parajes desconocidos y hostiles, Ondarreta pongamos, de pronto avistamos una pequeña mazorca de maíz en la orilla del mar: -Madre mía, papá, mira lo que he cogido, una pequeña mazorca de maíz en la orilla del mar, quién lo iba a decir que iba a haber una mazorca de maíz en la orilla del mar, claro, como somos de interior, en el interior estas cosas no pasan. -No, cariño, déjala donde estaba, que no es una mazorca de maíz, cuidado, es una pata de estrella de mar, suéltala, no, pero con cuidado, es importante que la dejes donde est… -¡Pero si se mueve! (chillo) ¡¡Papá!! (chillo ahogado, apertura de mano rígida) Papá, ¿por qué se mueve si es solo una pata?, ¿por qué está viva? (respiración agitada, aceleración cardíaca) ¡¡Creo que me ha picado!! -No seas sosa. Sosa no, papá, lo que soy es de interior. ¿O no me ves, papá, intentando coger una ola por abajo
como una sirena, con soltura, como hacen el resto de niñas, y acabar tirada en la orilla con el bañador por los tobillos y los mocos de bufanda, revolcándome viva en las mismas olas en las que se refresca tranquilamente aquel abuelo? Sosa no, papá, ni meaplayas tampoco, que nos llaman meaplayas como si los domingos no controláramos la uretra. Que yo soy solo una niña de siete u ocho años de interior pero siempre me ha parecido feo evacuarse en el mar. Que puede que mi mente infantil acepte una meadilla furtiva, pero lo que no puede concebir es aquello que con treinta y muchos será una certeza: que la gente de playa excreta bajo el mar. Sosos ellos, papá, los que no son de interior, que con la boca nos llaman meaplayas y con el culo hacen coprófagos a los erizos de mar. Pero yo sosa no, papá, lo que yo soy es de interior y eso es algo que no se cura. Un día tendrás nietas, y ellas tampoco distinguirán una pata de estrella de una pequeña mazorca de maíz. Y esquivarán las algas, te lo aseguro. Y se quejarán abiertamente de lo molesto que es el criscrís de la arena entre los dedos de los pies, entre los dientes, entre la raja del culo. Y, convencidas igual que yo, de lo vergonzoso e inaceptable de deponer en el océano, harán sonar sus voces, al remojo de una modesta piscina de plástico de interior: Bajo el mar Bajo el mar Te tiras un pedo, matas a Nemo, y a su papá
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