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JOSE Y MANUEL

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HORÓSCOPO

HORÓSCOPO

Turno de noche en el hotel

Jose y Manuel son dos amigos de la revista que conocen de primera mano el trabajo de recepcionista nocturno en un hotel. Para este especial teníamos que hablar con ellos sí o sí. Esto fue lo que nos contaron.

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¿Cómo acaban un publicista y un profesor trabajando de noches en hoteles de lujo?

MANUEL: En mi caso porque mi anterior trabajo, a pesar de gustarme bastante y ser muy gratificante, se estaba convirtiendo en algo poco soportable. Surgió esta oportunidad y aquí estamos. JOSE: Diría que ciertas personas, con indiferencia de nuestra formación, tendemos a buscar rincones laborales apartados y a resguardo del entorno oficinesco. Básicamente, que nos dejen a nuestra bola. De no haber sido recepcionista de noche, supongo que habría acabado de farero. O de monja de clausura.

Contadnos brevemente cuáles son las tareas habituales...

MANUEL: Las tareas habituales son las propias de una recepción de hotel y todo lo relacionado con controlar que la facturación del día siguiente esté preparada. Asegurarnos de que a cada cliente se le va a cobrar todo lo que ha pedido o disfrutado, que no haya cargos duplicados o “perdidos” etc. Facturar a las agencias... En fin, un poco de todo. JOSE: Efectivamente, una parte del trabajo es impersonal y mecánica, esa labor administrativa. La otra es mucho más humana: recibir a la clientela, recomendarle visitas y restaurantes, convencerles de que no peguen fuego a las cortinas…

¿Qué es lo mejor y lo peor de este trabajo?

MANUEL: Lo mejor la cantidad de gente con la que tratas. Lo peor, en determinados momentos, el calendario de trabajo. No el horario, el calendario. JOSE: Sí, sí, lo de ir a la contra de todo el mundo quema bastante: Justo cuando la gente anda ociosa es cuando más te toca trabajar. Y a la inversa, claro. Te diría también que estar sólo en el edificio para atender a todos los huéspedes es bastante arriesgado. Generalmente no ocurre nada y gestionas el tiempo a tu gusto. Pero cuando ocurre… ¡amigo! Te puede tocar hacer de todo. He sido personal de mantenimiento, enfermero, cocinero, terapeuta matrimonial, camello… he obrado auténticos milagros.

¿Os ha tocado coincidir con algún personaje famoso?

JOSE: Futbolistas, músicos, presentadoras, toreros, djs, actrices, sindicalistas, chefs, humoristas, licenciadas en biología, políticos, cantaores flamencos… Sobrios o en alarmante estado de embriaguez. Elige. MANUEL: Sí, con bastantes. De especial recuerdo por mi parte, si hay que mencionar alguno, Tim Duncan, Robert Plant y Gary Moore... Ah, y Sabrina Salerno, simpatiquísima.

¿Qué es lo más raro que os ha pedido un cliente?

MANUEL: Un rabino ortodoxo nos pidió durante toda su estancia, un sábado, que pulsásemos por él el botón del ascensor cada vez que lo fuese a utilizar, ya que al parecer es una especie de “trabajo” que no pueden realizar en sábado. JOSE: Un joven vecino de esta ciudad (jamás olvidaré su nombre) se puso muy violento, de madrugada, exigiendo que le diera un masaje. No pudo ser. Luego cogió el coche, se dio un tortazo y acabó en el hospital. Figúrate qué risa cuando al día siguiente, su novia despertó y bajó a recepción preguntando

por él. Y aunque esto otro no me ocurrió a mí, no me resisto a contarlo: se celebró un banquete de boda en el hotel y los novios pidieron que todo el personal de servicio fuera guapo.

¿Cuál sería la situación más bizarra que os ha tocado vivir?

MANUEL: El mismo señor ortodoxo pidió que se inutilizasen los sensores de movimiento de las luces del pasillo y su habitación por el mismo motivo. Algo que ver con interactuar con aparatos eléctricos o algo así. Otro señor se dejó olvidado un neceser en cuyo interior había bastante dinero (mucho, mucho) en distintas divisas y un par de juguetes sexuales. Cuando volvió a recuperarlo y sin que nadie le preguntara, explicó que llevaba los dildos porque así en las aduanas los veían en los rayos X y no le pedían abrir el neceser... JOSE: ¡Miles de situaciones bizarras! Colarme de una habitación a otra por el balcón porque los huéspedes se habían quedado encerrados con un murciélago que no paraba de revolotear y estaban histéricos. Con una pala de construcción en la mano, dispuesto a matar al bicho. ¿Tenía que hacerlo? No. ¿Asumí riesgos innecesarios? Totalmente. En este oficio te ves inmerso en situaciones inverosímiles y muchas veces no te reconoces reaccionando.

¿Os identificáis más con el chico de Four Rooms o con el Botones Sacarino?

JOSE: En las noches más estresantes no me habrías distinguido de Jack Nicholson en El Resplandor. MANUEL: Sin duda con el de Four Rooms. El botones Sacarino pocas noches ha hecho...

¿Habéis visto algún fantasma o tenido alguna

experiencia paranormal?

MANUEL: Pues no, pero lo cierto es que en internet hay al menos dos páginas web que aseguran que en mi hotel hay un fantasma. Si no lo he visto yo... no sé. JOSE: Nunca. Teníamos una clienta habitual que era médium o alguna hostia así. Estaba casada y quedaba en Pamplona con su amante. Cuando hablaba con el resto de recepcionistas le daban teleles y se ponía a hacer adivinaciones y predicciones. Por lo visto siempre acertaba. A mí, sin embargo, se limitaba a mirarme con cara de palo. Lo cual resultaba mosqueante. ¿Vería algo muy chungo en mí? ¿Qué se callaba? Hasta que un día su lío la dejó plantada. La pobre se tiró dos días llorando por los pasillos, tú. Por lo visto eso no lo vio venir.

¿La gente suele ser generosa con las propinas?

MANUEL: Pues algunos mucho, otros poco y otros nada. En general los americanos son bastante generosos; los demás dentro de los límites normales. JOSE: Ni pal copón. Saqué mucho más en un año trabajando como botones en Londres que en siete como recepcionista en Pamplona.

¿Y cuál sería el peor sitio en el que os ha tocado alojaros?

MANUEL: Un hotel en Palma de Mallorca. Por suerte no lo pisé mucho. Era como los de las películas de “las suecaaas” de José Luis López Vázquez, pero 30 años después y sin haberle pasado una escoba desde que grabaron la peli. Lo pasamos bien, no obstante. JOSE: Confío en que el peor esté por llegar.

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