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DISCALCULIA
DISCALCULIA nuevo. Nora sabe cómo se finge una salud mental estupenda en una entrevista de trabajo y luego se pelea cada día, mientras se frota mierda de celebrity por HELEN ÁGREDA WILES con la escobilla, contra las voces que le agarran la cabeza a una y tiran de ella para llevársela a saber Nora es su nombre ficticio y lleva unas pocas dónde. semanas trabajando como camarera de pisos en un lujoso hotel de famosos. La jefa de Nora es Isabel, Nora baja a almorzar a la cocina. Hay un revuelo la gobernanta, y es repugnante. Se porta fatal con gigante entre las cocineras más jóvenes porque Nora y con el resto de sus trabajadoras, y obtiene ha dormido en la 306 un famoso actor, el joven un disfrute de lo más sádico cuando las maltrata. protagonista del culebrón de moda, y su nueva Les grita, las insulta, las empuja, y les hace trabajar pareja. Las del turno de noche les han escuchado todavía más de lo que obliga la miserable empresa follar sin parar. En la encimera de acero inoxidable de limpieza subcontratada por el hotel. Mientras las descansan cuatro cuchillos cebolleros. Isabel entra limpiadoras se desloman limpiando, Isabel habla y todas se callan: “La 306 la limpio yo. Vosotras a por teléfono todo el rato. No importa qué hora sea, currar. ¡Pero ya!” Pega un golpe en la encimera y los y mucho menos importa el volumen de trabajo, ella cuchillos saltan. Las chicas se miran entre sí y ponen vive con el móvil pegado a la oreja. los ojos en blanco, pero obedecen y vuelven a la faena.
Un día Nora le espía a Isabel en conversación telefónica con su hermana, esperanzada de obtener algún dato íntimo con el que mofarse de la gobernanta; alguna tontería candidata a ser durante esa semana la comidilla de la sala de descanso. Pero Isabel narra entre sollozos su fijación por ser madre. Un hipo sonoro entorpece el relato sobre cómo intenta cada día calmar su locura, enterrarla bien abajo; pero con qué rapidez esa obsesión resurge por las noches para quitarle el sueño y camparle en las entrañas a sus anchas. Cómo le carcomen el útero las ansias de ocuparlo.
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Esto a Nora le molesta. Si Isabel hubiera tenido el más mínimo interés en conocerla, sabría que no está sola, que Nora también sufre. Porque, al contrario que Isabel, Nora sabe lo que le pasa a quien deja desatendida la locura; a quien desoye una y otra vez las recomendaciones de su psiquiatra; a quien tira las pastillas por el váter y amenaza a sus padres con una navaja para que mientan y digan que se le ve mucho mejor, que no hay por qué ingresarla de Nora permanece estática. Está pálida; está seria; está fría. Espera unos segundos, agarra uno de los cuchillos, y se dirige a la 306. Se encuentra la puerta cerrada. Abre con la tarjeta y se adentra sigilosamente, el cuchillo detrás de la espalda. ¿Dónde coño está esa bruja? De pronto, atisba una figura sobre la cama. Nora ve todo un poco borroso, y eso le irrita todavía más. ¿Es Isabel? Sí, es ella, es Isabel. Alrededor de Nora todo se congela. Isabel la mira con los ojos como platos. Está desnuda de cintura para abajo. En el suelo, esparcido, el contenido de la basura del baño. Dos condones. Papel higiénico. Discos desmaquillantes. Tres condones, cuatro. Isabel sujeta un par más entre sus dedos viscosos: cinco, seis.
Debajo justo, en la 206, un matrimonio hace bromas acerca del escandaloso barullo que viene de arriba y manda audios de whatsapp al grupo de amigos: mirad cómo se lo está pasando alguna en la 306.