8 minute read

NABURRISMOS

Next Article
DISCALCULIA

DISCALCULIA

Antes de que El Mono saciara vuestra sed de actualidad, cultura y gilipolleces, existieron en Pamplona otras revistas similares. El Bolo Feroz, mismamente, en la barra de todos los bares de 1994 a 2009. Y a éste le precedió Argaray, la cabecera que dirigió Urmeneta. Tirando hacia atrás encontramos Aska/Gazteak, Cartelera, Cuatrovientos… Pero mucho antes que todas ellas hubo una publicación pionera que se estrenó en 1936 (o MCMXXXVI, como ellos, en su arcaizante estilo, preferían escribirlo). Una guía del ocio facha…

JERARQVÍA la revista negra de falange

Advertisement

También autoproclamada, ¿por qué no?, “Guía nacionalsindicalista del Imperio de la Sabiduría de los Oficios”, e impulsada por la Jefatura Nacional de Prensa y Propaganda de Falange Española (id mentalizándoos, esto va a ser el colmo de la grandilocuencia), Jerarqvia se editó en Pamplona, de invierno de 1936 a otoño de 1938, haciendo del mundo un lugar más curioso con cada nueva entrega.

Una nota introductoria al primer número exponía su línea editorial: “El ámbito de nuestra publicación irá latiendo en el ángulo de la Filosofía y de la Poesía, agudo como una flecha de oro de la Falange. Alumbrada en las cuatro estaciones del año. Nieve. Flor. Espiga. Racimo. De nuestra Vida breve. Para la Vida eterna”. Pues calcao a todas las revistuchas antes mentadas, pero con un refrescante toque de fascismo. Si os sorprende tan barroca retórica, no imagináis lo que es empapuzarse con los cuatro volúmenes de la colección. Que bajé a la calle a echarme un piti, y me sorprendí hablando como muy sublime: “¿Me tiende, señorita, su flamígero chisquero cual antorcha de la gloria olímpica?”. Luego tuve que estar mes y medio leyendo a Alfredo Domeño, El Drogas y Kutxi para compensar.

Frente a esa afectación, la revista se caracterizó por su pulcra estética, con aspecto como de legajo medieval y cubiertas invariablemente negras, que hacen imposible diferenciar cada ejemplar. Tampoco indicaron por ningún lado el precio, por lo que deduzco que se repartiría de gratis en las trincheras del frente. No cuesta imaginar a la soldadesca disfrutando en sus ratos de letrina de exquisitos artículos como La salvación del amor en la mística española, Sentido humanista del nacionalsindicalismo o Quevedo y Heidegger. Seguro que muchos aprovecharían además el gran gramaje para darle una segunda vida a sus páginas 1 . Y, hala, a pasar revista.

En su interior también se optó por la sobriedad: textos impresos en tinta negra 2 con toques de azul y rojo en las letras esas grandes que van al inicio de cada texto 3 y alguna que otra estampación en oro para dar empaque. Pues no veáis qué fijación: Ni un párrafo sin que se adjetive algo de dorado (espigas, saetas, trompetas…), o en su defecto se mencione la sangre, el fuego, el valor, movidas que se yerguen, o todo junto. En cuanto a nombres propios, se recurre mucho a Christo (también referido como “el Cristo”) pero aún más a un tal José Antonio que debió de ser un encanto y al que califican como “Soldado de

todas las trincheras”, “César joven” o “Profeta de sangre”. Suponemos que para los artífices de la revista ambos serían lo que para nosotros Abel o Patricia.

El promotor del tinglado fue Fermín Yzurdiaga Lorca, atolondrado sacerdote pamplonés que aprovechó como pocos el alzamiento (o descendimiento, es cuestión de perspectiva) para montárselo guay y dar salida a sus berrinches. En serio, si os molan los artículos pasadísimos de rosca os recomiendo echarle un ojo a cualquiera del Fermintxo, porque es un filón(azi). Si, por el contrario, todo esto os repugna, deberíais al menos reconocerle el mérito a un tipo que, sin daños neurológicos aparentes, era capaz de escribir cosas como esta: “Cuando el amor verdadero -que es difusivo de sí- enciende la llama de la Patria, no importa que se le nombre en la serena lengua de Castilla o en la dulce modulación vascuence”. Quería José Antonio para nuestra Falange de Navarra “la mejor banda de chistularis”: que la flauta simple y primitiva de nuestros pastores acompañara el cántico de la Victoria en un pentagrama común y heroico de voces entrañablemente hermanas”.

Junto a su firma, la de un puñado de coquitos del bando nacional que en 1936 se refugiaron en Pamplona, como un Pedro Laín Entralgo, un Torrente Ballester, un Eugenio d’Ors... Pero no nos restemos mérito, porque también participaron ultras locales como Rafael García

Serrano, Ángel María Pascual Viscor, Julio Ruiz de Alda, Jose María Pérez Salazar, Joaquín Arbeloa Galdeano, Francisco Uranga Galdiano,

Manuel Iribarren Paternáin o el pintor Crispín Martínez. Disculpad que reproduzcamos tantos nombres, pero luego la gente se queja porque no hemos mencionado a su abuelo. En lo que a contenidos respecta, Jerarqvia reservó siempre un espacio para la poesía, un pelín mogollón de afectada, pero bastante meritoria teniendo en cuenta la complicación de marcarse unos ripios con un léxico tan reducido (tags: Imperio, Estandartes, Gloria, Futanari, Valor...). Luego ya transcripciones de conferencias y sermones. En el primer número hubo una sección que no tuvo continuidad y de la que deberíamos apropiarnos, titulada EL VASO DE RICINO Para quien lo beba reviente, en la que se cagaron con clase en la ídem política. También contó con el apartado Una corona de laurel, destinado a las alabanzas, pero se ve que después de dedicárselo a si mismos no encontraron a nadie más a la altura para las siguientes entregas. Además, ese primer volumen incluía un práctico “Mapa de la Nueva Catolicidad” a modo de poster. “España en el centro”, claro, y de ella salían flechas en todas direcciones, con anotaciones como “Francia, enemigo admirable”, “Alemania esperando novia”, “Evangelización del alma de chiclé de los yanquis. Conquista y destrucción de los bares automáticos”. A mí no me miréis, es todo puto sic.

Del 36 al 39 no estaba el país para más espectáculos que el gran macroevento civil, con su baile de cabezas de cartel; por lo que Jerarqvia no publicó entrevistas a grupos o agenda de actualidad, pero lo compensó con una crónica de los avances de la contienda en su espacio fijo Campamento. Todo un poco de oídas, supongo, ya que ninguno de los redactores pisó el campo de batalla. Alguien tenía que quedarse en la retaguardia redactando las arengas.

Aunque no hubiera una guía de bares, el coolhunter Teófilo Ortega ofreció lecciones de cómo comportarse en ellos: “Quien viste la camisa azul debe producirse en las conversaciones con corrección, sin groserías. El azul es valor, pero también elegancia (…). La camisa azul no poblará un burdel ni pisará taberna (…). Pero si no vences la tentación, camarada, abandónala al menos, y entra con camisa blanca o de otro color”. Impagable consejo, este de cambiar de equipación, que como se verá más adelante muchos colaboradores de la revista siguieron a rajatabla. Los lectores 4 , supongo que otro tanto. De hecho, los ejemplares que yo consulté estaban subrayados a lápiz y repletos de anotaciones olvidadas en los márgenes, cual cuneta española.

Aquella temporada, la tendencia era mirarse en el mundo latino. Pero no Latino como la boutique de la Plaza del Vínculo, ni en plan partido de ecuavóley en la Biurdana, sino de evocar la cultura clásica, pasada eso sí por el filtro mussolininiano. O sea que pocas perillas, pero bien de bigotes. No incluyeron anuncios, porque aquello era en sí un gran publirreportaje. Tampoco horóscopo, presentándose el futuro tan poco halagüeño para todos. No digamos ya sudokus, ¿quién iba a quedarse en casa haciendo pasatiempos cuando podía salir a dar el paseillo?

Sólo vieron la luz cuatro entregas de este singular panfleto. Y no creáis que se les esbafó el entusiasmo al comprobar que la ansiada sociedad futura -su “unidad de destino”- era… aquello que empezaba a tomar forma. No, si la cosa paró fue porque se les prohibió seguir. A finales del 38, Yzurdiaga, totalmente salido de madre, sufrió un veto episcopal y acabó relegado al ostracismo sotanil (de sótano o de sotana, lo que prefiráis), mientras muchos de sus colaboradores se arrimaban a otro intensito, el Cuñadísimo Serrano Súñer, al control de la propaganda del nuevo Estado. El resto, los de casa, se pasaron a otro proyecto del cura, el periódico Arriba España, donde dieron continuidad a lo suyo -ofreciendo una alternativa al tradicionalismo carlista de El Pensamiento Navarro y al oficialismo representado por Diario de Navarra- hasta la estupenda muerte del caudillo en 1975.

En la actualidad el puretismo más extravagante anda algo falto de pasquines. Vale que tenemos Internet, donde todos podemos escribir el Cara al sol a nuestra manera, pero se echa en falta un papelajo en condiciones. Por eso, si os apetece leer algo a la altura, aunque de herencia carca en esta ocasión, recomiendo suscribirse a Siempre P’alante, revista quincenal, que otro simpático clérigo, José Ignacio Dallo, lleva publicando religiosamente (claro) desde 1982. Citando a un entusiasta usuario de Internet: “Es un milagro que exista algo así”. -----------------------------------------------------------

1-Lo que explicaría por qué a día de hoy quedan tan pocos ejemplares y en las tiendas de viejo se venden a precios tan desorbitaos. Seguro que aún queda con vida algún excombatiente nostálgico de su textura. 2-No lo podría asegurar, porque es imposible contrastarlo, pero juraría por el tono que todo, absolutamente todo en Jerarqvía estaba escrito en negrita. 3-Ya sé que el término oficial es capitular, pero ningún falangista de pro aceptaría esa palabra. 4-Comprenderéis que si incurro en una falta de lenguaje inclusivo es de forma consciente. Doy por hecho que, igual que no participó una sola mujer en su equipo de redacción, la revista tampoco contaría con un elevado índice de lectoras. Para ellas, Sección Femenina lanzaría otras publicaciones como Y, revista para la mujer nacional-sindicalista (1938–1945), Medina (1941-1945), Escuela de Hogar (1954- 1961) o Teresa (1954-1975). Todas con un enfoque… bastante diferente al de Jerarqvia.

This article is from: