EL MONO #81 "LIVING IN A MAGAZINE"

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20 20 Antes de que El Mono saciara vuestra sed de actualidad, cultura y gilipolleces, existieron en Pamplona otras revistas similares. El Bolo Feroz, mismamente, en la barra de todos los bares de 1994 a 2009. Y a éste le precedió Argaray, la cabecera que dirigió Urmeneta. Tirando hacia atrás encontramos Aska/Gazteak, Cartelera, Cuatrovientos… Pero mucho antes que todas ellas hubo una publicación pionera que se estrenó en 1936 (o MCMXXXVI, como ellos, en su arcaizante estilo, preferían escribirlo). Una guía del ocio facha…

JERARQVÍA

la revista negra de falange

También autoproclamada, ¿por qué no?, “Guía nacionalsindicalista del Imperio de la Sabiduría de los Oficios”, e impulsada por la Jefatura Nacional de Prensa y Propaganda de Falange Española (id mentalizándoos, esto va a ser el colmo de la grandilocuencia), Jerarqvia se editó en Pamplona, de invierno de 1936 a otoño de 1938, haciendo del mundo un lugar más curioso con cada nueva entrega. Una nota introductoria al primer número exponía su línea editorial: “El ámbito de nuestra publicación irá latiendo en el ángulo de la Filosofía y de la Poesía, agudo como una flecha de oro de la Falange. Alumbrada en las cuatro estaciones del año. Nieve. Flor. Espiga. Racimo. De nuestra Vida breve. Para la Vida eterna”. Pues calcao a todas las revistuchas

antes mentadas, pero con un refrescante toque de fascismo. Si os sorprende tan barroca retórica, no imagináis lo que es empapuzarse con los cuatro volúmenes de la colección. Que bajé a la calle a echarme un piti, y me sorprendí hablando como muy sublime: “¿Me tiende, señorita, su flamígero chisquero cual antorcha de la gloria olímpica?”. Luego tuve que estar mes y medio leyendo a Alfredo Domeño, El Drogas y Kutxi para compensar. Frente a esa afectación, la revista se caracterizó por su pulcra estética, con aspecto como de legajo medieval y cubiertas invariablemente negras, que hacen imposible diferenciar cada ejemplar. Tampoco indicaron por ningún lado el precio, por lo que deduzco que se repartiría de gratis en las trincheras del frente. No cuesta imaginar a la soldadesca disfrutando en sus ratos de letrina de exquisitos artículos como La salvación del amor en la mística española, Sentido humanista del nacionalsindicalismo o Quevedo y Heidegger. Seguro que muchos aprovecharían además el gran gramaje para darle una segunda vida a sus páginas1. Y, hala, a pasar revista. En su interior también se optó por la sobriedad: textos impresos en tinta negra2 con toques de azul y rojo en las letras esas grandes que van al inicio de cada texto3 y alguna que otra estampación en oro para dar empaque. Pues no veáis qué fijación: Ni un párrafo sin que se adjetive algo de dorado (espigas, saetas, trompetas…), o en su defecto se mencione la sangre, el fuego, el valor, movidas que se yerguen, o todo junto. En cuanto a nombres propios, se recurre mucho a Christo (también referido como “el Cristo”) pero aún más a un tal José Antonio que debió de ser un encanto y al que califican como “Soldado de


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