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DISCALCULIA
DISCALCULIA por HELEN ÁGREDA WILES
Trabajo con personas que no saben quiénes fueron The Doors y que creen que yo sí lo sé porque les seguía (a The Doors y no a Take That) cuando era cría. No saben que su cantante murió doce años antes de que yo naciera. Intento que esto no me moleste, incluso cuando una de esas personas identifica al cantante de The Doors como Ozzy Osbourne; nunca fui y nunca quise ser una de esas personas “que saben de música”.
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Le pregunto a uno de estos jóvenes compañeros por alguna canción de esas de ahora que haga alusión al fuego. Luego, me tomo la pastilla de la tensión. En un minuto tengo tres enlaces a canciones actuales que hablan de fuego. Por el momento, el fuego como concepto me va ganando en la carrera de fondo que es adaptarse a los tiempos, porque, conocer conocer, no conozco a ninguno de los tres cantantes.
Pongo en Youtube el videoclip de La Romana, de El Alfa y Bad Bunny, esperando que sean dos tíos distintos, uno que se crea el puto amo y otro que se crea un conejo malo, porque me da miedo pensar en esas dos personalidades coincidiendo en un mismo cuerpo.
Según la persona que me ha enviado las canciones, “esta va a ser la mejor para lo que tú quieres”, así que aquí me encuentro, preguntándome a mí misma qué es lo que yo quiero, mientras Bad Bunny (que se parece a Borat, pero mi interlocutor no sabe quién es Borat, claro) insiste en que le pasen la hookah. Me pregunto qué será la hookah. Free la Hookah, dice la sudadera que lleva puesta.
Me temo lo peor.
Menos mal. Hookah no quiere decir puta, sino shisha; de fumar. Respiro aliviada. Pasadle la shisha, joder, que lleva el crío pidiéndola tres horas. Y a mí el omega 3.
Bad Bunny saluda y posa con chicas de todas las edades y sujeta un niño entre sus brazos. Parece majo. Sonríe y hace ligeros movimientos de baile sensual. ¿Jim Morrison bailaba? En otra pestaña, abro un vídeo en el que Jim baila como si intentara esquivar una ducha muy fría y luego muy caliente; se dobla sobre sí mismo como si el agua le hubiera escaldado el escroto. Con un solo gesto, un solo vaivén de cadera, un fotograma, Bad Bunny machaca a Jimbo. Y la hookah al LSD.
Bad Bunny dice que se queda contigo hasta que se acabe la noche y Jim que le quieras dos veces. Conejo malo se ofrece; Rey lagarto te exige, pero los dos arden en deseos de ponerse ciegos y follar. Como lo compran lo venden.
Bad Bunny te da consejos sencillos pero valiosos: Vive tu vida, yo vivo la mía. Criticar sin dar ejemplo, qué jodida manía.
Jim Morrison participa del mismo trastorno maniaco-depresivo que tú: “La vida duele mucho más que la muerte. En la muerte, el dolor ha terminado”.
Yo, todavía no sé qué quiero. ¿Esto iba de fuego? “Come on Bunny, Light my fire”.