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DISCALCULIA

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CONCHA TISFAIER

CONCHA TISFAIER

por HELEN ÁGREDA WILES

Mi cárcel es instagram.

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A ver. A ver. Yo no he dicho que instagram sea la tuya. Si instagram es tu terapia gestáltica, tu masaje en los pies, tu infusión de ayahuasca, enhorabuena, me alegro muchísimo por ti; no solo cuentas con un refugio espiritual gratuito al alcance del pulgar, al ladico del pasaporte covid, sino que todo apunta a que va a estar ahí por los siglos de los siglos.

Sin embargo yo, la que escribe, estúpida pájara de tobillo anillado, de cuando en cuando logro salir de allí con vuelo triunfante, solo para encontrarme un tiempo después irrumpiendo de nuevo en la jaula, con torpe revoloteo, harta de cazar gusanos, aburrida de libertad, ponme por favor un buen plato de amargo alpiste procesado.

Y lo malo de instagram es que la mitad me dais pena y la otra mitad me dais envidia. A veces incluso sois las mismas personas. Y diréis, pues más puta pena das tú. Efectivamente. Bastante más. A eso voy.

Cuando estoy con Helena, cada vez que digo la palabra instagram ella resopla como una yegua, da igual que le hable de gente que usa el filtrocirugía plástica que de cachorros de foca. Ella observa el asunto con claridad. Ella ve los barrotes que me separan del mundo real, y yo sé que es de pura rabia que ella resopla. Y entonces, me quedo así arrinconada como un mapache al que han sorprendido robando vidas ajenas, pero al no ser un mapache de verdad no me basta con permanecer inmóvil sobre mis dos patas traseras, porque eso en humanos no tiene el mismo efecto, no impacta, así que no veo otra salida que poner en marcha mis propios mecanismos de defensa —y tú qué sabes, Helena, si no lo usas, pues hay cosas graciosas, no, yo no me metí en el perfil de Kendall Jenner, me salió en lo del principio… perdona pero yo ya no pongo fotos mías, bueno, alguna sí pero pocas…—, que no hacen sino reforzar la gravedad del problema. Que no me convences, Helena, que no me convences. Dos días después, chirría el cerrojo de las verjas abriéndose, y suena la voz estrangulada y tartajosa de un funcionario de prisiones: vaya, Ágreda, otra vez has tenido suerte, apuesto a que no tardaremos mucho en verte de nuevo por aquí.

Estoy fuera, soy libre. Al fin. Miro mi móvil… Junto a la carpeta de salud, la de aliexpress. ¿Ha sido ella? ¿Ha sido Helena? ¿Es que no está harta de pagar fianzas? Una semana más tarde soy otra. Alguien nuevo. No me importa vuestra resaca, ni vuestros bebés… Vuestros perros sí, pero ya los veo en facebook. Facebook es otro rollo… en facebook hay menos gilipolleces, menos pretensiones, y menos comida, sobre todo menos comida.

¿Qué? ¿Que al hijo de la del Sueño de Morfeo le atacó un puma? Espera, que me lo descargo para ver eso solo. Solo el puma que se come al niño y me lo quito, te lo juro.

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