Revista En otras palabras No. 20 Las mujeres reinventamos el mundo

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Grupo Mujer y Sociedad de la Universidad Nacional de Colombia

Las mujeres reinventamos el mundo


20 EN OTRAS PALABRAS...

Grupo Mujer y Sociedad de la Universidad Nacional de Colombia

Las mujeres reinventamos el mundo Bogotรก D.C. Colombia, enero - diciembre 2012


EN OTRAS 20 PALABRAS... Las mujeres reinventamos el mundo Publicación especializada editada por Grupo Mujer y Sociedad de la Universidad Nacional de Colombia

Directora honoraria Florence Thomas

Dirección Juanita Barreto Gama

Comité Editorial Florence Thomas Juanita Barreto Gama Patricia Prieto Delgado María Eugenia Martínez Giraldo María Mercedes Tello Sánchez Mónica Sánchez Bernal Sonia Cárdenas Salazar Gloria Elena González Echeverri Daniel García Lamus María Eugenia Navarro Ruiz

Marta Buriticá Céspedes Martha Patricia Meza Migdonia Rueda Bolaños Mónica Sánchez Bernal Nancy Valero Ortiz Norma Villarreal Méndez Patricia Prieto Delgado Ricardo Rozental Sandra Mazo Cardona Yolanda Puyana Villamizar

Ilustraciones María José Giraldo Zumaqué

Concepto, diseño y diagramación Emilio E. Simmonds Mónica Sánchez Bernal

Impresión Fundación Cultural Javeriana de Artes Gráficas – Javegraf Pontificia Universidad Javeriana

Colaboraron en este número

Corrección de estilo

Alejandra Quintana Martínez Beatriz García Moreno Carmenza Saldías Barreneche Cristina Plazas Michelsen Diana Maffía Florence Thomas Gabriela Castellanos Llanos Gloria Elena González Echeverri Guiomar Dueñas Vargas Imelda Arana Sáenz Isabel Agatón Santander Jeannette Uribe-Duncan Juanita Barreto Gama Juliana Andrea Correa Laura M. Tolton Lucrecia Ramírez Restrepo María Eugenia Martínez Giraldo María Eugenia Ramírez María Eugenia Vásquez Perdomo María Himelda Ramírez Rodríguez María José Giraldo Zumaqué María Mercedes Tello Sánchez

Sonia Cárdenas Salazar

Coordinación administrativa Gloria Elena González Echeverri gloriaelena72@yahoo.com.ar cel. 310 821 50 97 Calle 41 #20-09 Barrio La Soledad grupo.mujerysociedad@gmail.com enotraspalabras.revista@gmail.com www.grupomujerysociedad.org

Distribución Siglo del Hombre Editores Cra. 32 No. 25-46 Bogotá D.C. Tel.: (057-1) 3377700 Fundación Mujeres de Éxito Cra. 57 No. 91 - 96 Tel. ( 57) 6 46 3120

ISSN: 0122-9613

Se autoriza la reproducción parcial o total de los artículos publicados en esta edición, citando debidamente la fuente.


Contenido Editorial Rehaciendo saberes

5

2012 las mujeres y la conquista del espacio

9

Construyendo justicia palabra por palabra

23

Insurgentas: sujetas políticas en la construcción de paz

33

Las mujeres reinventan su lugar en el amor

39

Gabriela Castellanos Llanos

Florence Thomas

Reinventando la justicia: Justicia de Género: un asunto necesario

49

Isabel Agatón Santander

125

Monólogo de Lilith

127

Dos poemas

129

Sosiegos urbanos

131

Martha Patricia Meza

Isabel Agatón Santander Gloria Elena González Echeverri

Dossier Aportes de las mujeres colombianas a la paz

136

Restituyendo las huellas perdidas

143

El sentido del sinsentido de las primeras damas

151

Patricia Prieto Delgado

Jeannette Uribe-Duncan

Familias diversas, iguales derechos: avances legales y demandas pendientes

55

Las reinvenciones de las familias

63

Las mujeres reinventan la educación para que otra educación sea posible

75

Otra muerte es posible: más allá de la muerte patriarcal

85

A la izquierda de la izquierda: ¿las mujeres reinventando las izquierdas?

97

Lucrecia Ramírez Restrepo

Diana Maffía

Yolanda Puyana Villamizar

Imelda Arana Sáenz

Crónicas Las mujeres entrelazamos tradición, intuición y conocimiento para un parto con amor

163

Reinventar rituales de paso en torno al nacimiento, el amor y la muerte

165

Laura M. Tolton

María Eugenia Martínez Giraldo

Remembranzas

Carmenza Saldías Barreneche

María Himelda Ramírez Rodríguez

La invención del amor romántico en la Nueva Granada en el siglo XIX

107

La invención de Antígona: pérdidas y duelos

115

Guiomar Dueñas Vargas

Beatriz García Moreno

¿Qué pasa, por qué tan ojerosa? María José Giraldo Zumaqué

Mónica Sánchez Bernal

María Eugenia Vásquez Perdomo

Sueños, imágenes y símbolos

Piedad Morales (1956 - 2012)

174

Lucrecia Mesa Rodríguez (1947 - 2012)

176

Pandemia del feminicidio en Colombia: algunas de sus víctimas 2011-2012

177

Noticias En Otras Palabras ...

180

Las mujeres y los libros

204



Editorial

Poco se habla del poder transformador de las mujeres tanto en lo que se refiere a la vida cotidiana como a la administración del mundo. Las mujeres siempre hemos formulado preguntas y construido respuestas, y hoy tenemos respuestas a preguntas que, desde hace unos 60 años, habíamos empezado a plantear cuando se inició una de las revoluciones pacífica, cultural y sociológicamente más importante del siglo XX: la revolución de las mujeres. Una revolución que, si bien se nutre de la activa participación en los idearios de libertad, igualdad y justicia de otras revoluciones que cambiaron los rumbos de la historia, toma forma específica al situarse en los cuerpos de las mujeres que hoy reconocemos como escenarios ancestrales de las guerras y que se vislumbran hacia el futuro como primeros territorios de paz. Cansadas de las lógicas patriarcales excluyentes y homogeneizantes que se habían constituido como modelos para la especie humana, las mujeres de hoy unimos nuestros sueños a los de tantas otras que nos antecedieron para seguir soñando despiertas con otros mundos posibles para ejercer los legítimos derechos a nacer, crecer, amar, desear, pensar, hablar, vivir y morir libre y dignamente. Es decir para ejercer el derecho a caminar sin temor por los espacios que habitamos.

Al comienzo de esta segunda década del siglo XXI, queremos registrar aportes y realizaciones concretas de estos sueños que van logrando -aun con enormes obstáculos y resistencias androcéntricas- sostener y potenciar el horizonte utópico que nos hace vivir. Esto ha permitido hacer visibles las herencias dejadas por mujeres de siglos anteriores quienes se arriesgaron para abrirnos el camino y saber que nuestros logros y propuestas son una reserva ética imprescindible para la pervivencia de la humanidad. ¿Reinventamos el mundo? No ha sido fácil formular esta pregunta y mucho menos responderla de manera afirmativa. Los imaginarios respecto a la invención nos sitúan en la lógica de un dios único y creador, símbolo patriarcal por excelencia, que nos dejó huérfanas de diosas y nos arrojó del paraíso legitimando todas las formas de violencias como parteras de la historia. Los artículos que conforman esta edición responden desde diversas posturas a esta pregunta. Destacamos en primer lugar el lenguaje artístico presente en las ilustraciones interiores de esta revista con las cuales María José Giraldo Zumaqué recrea diversas representaciones del universo femenino; de manera especial la portada es una invitación para que hombres y mujeres nos preguntemos el qué y el cómo reinventar el mundo. El hecho de que las mujeres de la provincia china de Hunan hubieran inventado “un lenguaje secreto, una caligrafía solo para mujeres, un modo de escribir críptico llamado ´nushu´ que cuenta con dos mil caracteres y que tiene una antigüedad de al menos mil años”1, es una evidencia fáctica de la capacidad de invención de las mujeres y de su creatividad para mantener el secreto por generaciones. Hoy, ya no es secreto que las mujeres conquistan el espacio, interrogan con tenacidad y terquedad el lenguaje, examinan los man-

1 Rosa Montero. Historias de mujeres. (Santillana, S.A. Madrid, 1995) p.19

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datos del derecho y proponen la justicia de género como una necesidad inaplazable. Las preguntas acerca de la política y de las políticas públicas y las experiencias vividas por las mujeres en estos campos hacen dudar de la posibilidad de reinventar el poder; mujeres y hombres inmersos en estructuras y lógicas excluyentes, discriminatorias y opresivas, ensayan alternativas de transformación en medio de resistencias cotidianas. Frente a los eternos imaginarios del amor, las permanentes idealizaciones sobre la familia y los dilemas de la amistad, las reinvenciones son extremadamente lentas; incluso las ilusiones de cambios de rumbo en estos campos, muchas veces son detenidas por la persistencia de las tradiciones, la fuerza de las costumbres y el lugar de dependencia asignado a las mujeres. Se pretende de esta manera contener el potencial liberador de su autonomía, desconociendo los avances culturales, políticos y científicos logrados respecto a las orientaciones sexuales e identidades de género que permiten hacer los tránsitos hacia el cuerpo buscado y deseado. Reinventar la paz, la vida y la muerte han sido retos permanentes en la historia de la humanidad y con-

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tinúan interrogándonos. Las pérdidas y duelos de Antígona, los rituales de la muerte alrededor de los héroes y las tumbas, la fuerza de las religiones y de los diversos lenguajes para construir signos y símbolos que buscan otorgarle sentido a las dimensiones absurdas, sublimes o misteriosas del acontecer humano, remiten nuevamente a preguntas fundantes en todas las culturas ante las cuales las mujeres buscamos nuevas interpretaciones y nuevas prácticas. Al momento de cerrar esta edición, Colombia asiste a un nuevo intento para poner fin al conflicto armado y para ello se conformaron comisiones negociadoras. En la comisión gubernamental integrada por los negociadores principales no hay una sola mujer, cuando sus propuestas para construir la paz exigen un lugar en estos procesos. La guerra ha sido un invento masculino del cual las mujeres hemos participado de muy diversas formas. Hoy nuestros sueños son también los de Lisístrata, a quien grupos de mujeres colombianas han emulado en diversos lugares. Persistimos en que la paz sólo podrá construirse sobre las ruinas del patriarcado. Reinventar la paz es también reinventar la vida, el amor, la muerte y el mundo que habitamos y proyectamos en colectivo. ¿Será esto posible? O mejor: ésto es posible, lo estamos intentando.


Rehaciendo saberes



Mónica Sánchez Bernal Arquitecta Magister en Arquitectura de la Vivienda Universidad Nacional de Colombia Integrante Grupo Mujer y Sociedad

2012 las mujeres y la conquista del espacio En otras palabras… no. 20 / Rehaciendo saberes | 9


Quince años ha, bajo la luna, me dedicaste un poema, improvisado entre las flores. Ahora, de nuevo estoy aquí. Las flores, parecen las de antes y la luna, es siempre la misma. Más, ¡qué distinto es lo que siento¡1 Li Qingzhao (1084-1151) Cuando mi bisabuela Julia Elena Rendón Bravo, nacida en Antioquia en 1899, decidió escribir al programa espacial –NASA– proponiéndose como voluntaria sin importarle su edad y creyendo posible el convertirse en cosmonauta, o astronauta en este caso, para la gente del común alunizar era más una encantadora utopía universal que un objetivo de pretensiones políticas internacionales. Pero ¿qué tanto oculta aquella frase del pequeño paso para el hombre? Conquistar el espacio, símbolo de poder o de emancipación según el ángulo desde el que se mire y de quien lo viva, ¿continúa siendo un medio para reinventar el mundo?

bordo del Vostok-6 en 1963, como buena paisa visionaria entendió que otros espacios podían ser descubiertos, ocupados y cuidados, aún por fuera de la Tierra. A la hora de reinventarse, hacerlo aquí o allá, en este o en otro planeta, requería de igual creatividad, constancia y posiciones críticas sobre las realidades vividas por las mujeres. Sin miedo a entregar su vida en la travesía de retorno incierto, Julia Elena escribió con el ánimo de apoyar las ciencias que en ese momento mostraban avances tecnológicos, transgredían imposibles y se preparaban para el afuera. Un afuera para los hombres inhóspito donde ampliarse como potencia, para las mujeres significaba salir de un encierro, voluntario o involuntario, a un espacio también desconocido, inquietante y lleno de expectativas basadas en esfuerzos y logros conseguidos a punta de paciencia, presencia, habilidades e intelecto.

Eran comienzos de los años sesentas del siglo XX. Las mujeres en Colombia recién ejercían su derecho al voto y, estrenándose como nuevas ciudadanas, apenas se empezaban a reubicar activamente en los espacios de lo público, masculinizados desde siglos antes. Motivada por la primera mujer en salir al espacio sideral, la soviética Valentina Tereshkova a

La Unión Soviética de entonces apostaba por resaltar su lugar en la carrera espacial frente a los Estados Unidos y “enaltecer el heroísmo de la mujer soviética”2, en una equidad de género vanguardista para el momento, donde el movimiento feminista incidía en las líneas de acción políticas. Así se demostró seleccionando y entrenando a las mejores cinco entre cuatrocientas candidatas con capacidades físicas y sicológicas para realizar las labores cósmicas, aunque solo una haya sido la exploradora elegida en los albores de la osadía. Es más, Valentina resultó ser una mujer autodeclarada feminista, políticamente activa y generosa. Para la época se planteaba una situación dicotómica. Por un lado, con ello se aceptaba que las mujeres no somos inferiores para estos menesteres, ni otros, además de alcanzar la idea de que las mujeres percibimos y pensamos diferente el mundo, siendo aportadoras de miradas frescas y recursivas en torno a los contextos que también habitamos. Por otro lado, se preguntaba cómo afectaría a los hombres y a las mujeres la experiencia, y si

1 Poesía de Li Qingzhao traducida por Pilar González España. Retomada en el artículo 200 rostros para pensar (18 febrero, 2007). En: http://mujeresparapensar.wordpress.com/category/200-mujeres/

2 LA FLECHA, tu diario de ciencia y tecnología (2009). Primera mujer en el espacio: Valentina Tereshkova. En: http://www.laflecha.net/perfiles/ciencia/valentina-tereshkova

De paso por el espacio exterior

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las condiciones extremas a las que se someterían tendrían impactos negativos, en particular en el cuerpo de la mujer dada su capacidad reproductora. Luego de tomar vuelo, al contemplar el globo terráqueo, las primeras palabras de Valentina fueron:

hombres, siendo coequiperas de Yuri Gagarin, y dos, su participación fue de conocimiento público, eso sí, de manera propagandística.

Después de tres días continuos por fuera de la atmósfera terrestre y 48 vueltas alrededor del planeta, como ningún otro u otra lo hubiera experimentado antes, Valentina logró regresar a salvo luego de resolver un problema técnico de desviación de la órbita de su cápsula, detectado por ella mas no por los sensores de la máquina, y de alguna dificultad de comunicación con el director de la misión, aún no revelada en detalle y que tendría que ver con la prohibición para que ella manejara manualmente los instrumentos de la nave. Sí, al año siguiente Valentina fue madre de una pequeña niña. Yelena, la primera descendiente de cosmonautas: mujer. Fue objeto de estudio hasta que los médicos dieron parte de total normalidad, hoy es profesional en el área de la salud: médica. Por razones políticas las cosmonautas soviéticas en potencia fueron preparadas, uno, bajo los mismos parámetros que los

En cambio, en el caso de la otra potencia visible, fue secreto de Estado la existencia de un grupo de mujeres que estaban siendo entrenadas para ser astronautas. En 1959, por iniciativa de un médico y de un alto mando militar de la Fuerza Aérea, decidieron reclutarlas e impulsar su instrucción en el marco del proyecto Mercury. Sí, el de los famosos y mediatizados Mercury 7, presentados como héroes en conferencia de prensa ese mismo año antes de su mencionado paso. Una de ellas, Geraldyn ( Jerrie) Cobb tenía grandes records a su haber, méritos que la ponían de tú a tú con quien terminó siendo el primer astronauta norteamericano en orbitar la Tierra, su contemporáneo John Glenn. Los resultados de los exámenes que se les practicaron, iguales para ellos que para ellas, las dieron como aptas para el oficio enfatizando sus grandes facultades para conciliar la soledad en espacios reducidos durante largos periodos de tiempo y caber en ellos, controlar y resistir mejor las presiones sicológicas, el vértigo y los dolores, insoportables para muchos, además de consumir menos oxígeno que reduciría costos y peso para la nave4. Hoy se les conoce como las Trece de Mercury o las Mercury 13. Tras años de trabajo riguroso, extenuantes horas expuestas a pruebas tendientes a la tortura y de matrimonios disueltos a causa de su dedicación a la astronáutica, a ninguna se le permitió salir al espacio dado que el programa fue desmontado bajo pretextos económicos y una exclusión machista implícita. Jerrie y su colega Gene

3 Op.cit. La Flecha.

4 Jordi Soler (2008). El primer hombre en la Luna pudo ser una mujer. En: http://elpais.com/diario/2008/06/29/eps/1214720814_850215.html

“Aquí Gaviota. Veo en el horizonte una raya azul: es la Tierra. ¡Qué hermosa! Todo marcha espléndidamente… Posiblemente ustedes no pueden imaginar lo hermoso que es. Cualquiera que vea la Tierra desde el espacio exterior, no puede dejar de ser asaltado por una sensación de reverencia y amor por este planeta que es nuestro hogar”3.

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Nora Jessen lideraron, ante el Congreso en 1962, la demanda para que las mujeres capacitadas para desplazarse al espacio exterior tuvieran las mismas oportunidades que los hombres, en rechazo por la cancelación del proyecto en 1961 parcialmente para ellas. Sin grandes exposiciones mediáticas, minimizando el acontecimiento, los gobernantes norteamericanos de entonces y paradójicamente Jacqueline ( Jackie) Cochran, una de las aviadoras pioneras en el mundo y quien abrió el camino para que las mujeres pilotearan aviones durante la Segunda Guerra Mundial, no dieron mérito a las astronautas de su país. Aducían además del gasto económico que les faltaba superar una prueba de vuelo en un tipo de avión que, por norma explícita militar, fue habilitado solo para los hombres de sus filas. Finalmente las astronautas hicieron su primera salida espacial a través de Sally Ride en 1983, veinte años después de la Tereshkova. La táctica del olvido selectivo hizo que por generaciones desconociéramos tanto de su existencia como la discriminación a la que fueron sometidas. Información que, poco a poco, ha salido a la luz a través de documentos desclasificados y de entrevistas a las protagonistas, vivas aún en este 2012, que a partir de los años noventa han realizado algunas investigadoras tras sus huellas históricas en medios como la revista Life5, registros audiovisuales, correspondencias personales e historias de vida autobiográficas; en un proceso de memoria necesario para entender de otra manera los lugares que nosotras ocupamos, reclamamos y reinventamos. Una vez más, alcanzar el espacio se hacía difícil para las mujeres. Una vez más, la eterna segregación androcéntrica coartaba el acceso a las oportunidades de una habitación propia a las mujeres. Aquella que Virginia Woolf abrió sus puertas y ventanas en 1929 para todas al explicarnos no solo la esencia del espacio habitado, inexpugnable ahora, sino también 5 Clare Boothe Luce ( June 28, 1963). “Soviet space girl makes U.S. men sound stupid”. Life Magazine.

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su significado a la hora de conquistar la autonomía: la construida, la sostenible, la urgente. Volar o escribir, escribir novelas o ensayos, sobre la cotidianidad o sobre la existencia, tan profundas ambas como el azul del mar o el azul del universo, azul a veces resplandeciente, a veces oscuro, ampliaba el horizonte que se le escapaba a las mujeres enclaustradas desde siempre en los roles doméstico y materno, impuestos y autoimpuestos en ocasiones.

Espacios esquivos para las mujeres La reflexión sobre el espacio y las mujeres da cuenta de un proceso dilatado en el tiempo, inclusive de siglos o milenios, lleno de resistencias que va más allá del acto de ocupar un pedazo de tierra aunque también lo sea. Se trata, en parte, de alcanzar aquellos espacios que por un pacto entre hombres, inherente a la historia que ellos validaron con o sin intención, hizo que las mujeres quedáramos relegadas a la casa y a su patio trasero, permaneciendo allí sin propiedad, como invitadas de piedra u objeto del deseo masculino. De otra parte, trata aquellos espacios físicos donde ocurren los hechos, transformados por las mujeres para desdibujarlos y apropiarlos a nuestro palpitar en lo posible. Por siglos fuimos excluidas de la toma de decisiones del ámbito social y hasta personales, como sucede aún en ciertos escenarios con el cuerpo femenino y la reproducción. Nosotras como espacio receptor y nuestro útero como espacio contenedor dejaban de pertenecernos para ser parte de una moralidad, absurdamente vigente en algunos sectores de la sociedad y sustentados por las religiones. En el proceso emancipador, el cuerpo de las mujeres se convertiría en el eslabón de la cadena a reinventar simbólica y prácticamente. Ser madre o no serlo atravesaría ese territorio femenino inhóspito aún para las mujeres. Con la pastilla anticonceptiva procurábamos un espacio para nosotras mismas, el del deseo y la planificación de un futuro optado mas no obligado, del cual por fin éramos partícipes reales.


Paralelamente nos preguntábamos acerca del estar siempre adentro y por qué no del salir, de estar también en el afuera. Excusados en la división de papeles, por un lado el de conseguir el soporte para los gastos, ojalá de la casa y de los suyos, y por otro el de hacerse cargo de ésta y cuidar la familia –como si todos los comprometidos bajo un mismo techo no pudieran realizar ambas tareas–, los hombres asumieron como propios los espacios que regían al colectivo amplio y se desentendieron de aquellos que significaban los quehaceres cotidianos.6 Se marcaba así un límite abismal entre lo público y lo privado, lo productivo y lo improductivo, la soberanía y las dependencias donde terciaba el espacio. Hombres públicos vistos bajo el respeto y la admiración frente a una mujer pública, que sale para abrirse nuevos horizontes, es tratada como prostituta y menospreciada en sus capacidades intelectuales. La hostilidad del afuera se convierte en un arma de doble filo en el adentro. Las amas de casa, bien porque hacen las tareas domésticas o bien porque las dirigen, sin ser ni de aquí ni de allá son identificadas bajo un nombre paliativo. No fueron dueñas de estos espacios hasta que cayeron las leyes escritas que hacían a los hombres los únicos apoderados de sus posesiones, de sus herencias, de sus tiempos, de ellas... Adentro, el oficio de mantener en orden y buen estado el hogar exige esfuerzos significativos. Lo 6 Claro, no todo es negro y blanco. Hay otros aspectos no nombrados acá que cargarían también las balanzas y casos particulares que sugieren otras interpretaciones. Para efectos de entender el punto de partida del desequilibrio latente respecto a la revaloración de los espacios visto desde la perspectiva de las mujeres, es importante mencionar aquello que establece un adentro y un afuera desde el hacer.

será ayer, hoy y siempre. Si los tiempos de dedicación a un asunto dado son pagos, los quehaceres domésticos tendrían que considerarse como labores productivas y como tal ser reconocidas simbólica y económicamente, lo que haría del espacio habitacional una fuente de trabajo de alto impacto en las finanzas nacionales. Bastaría con una huelga de piernas cruzadas7 y de la detención de las actividades domésticas, como dicen Florence, Cecilia, Carmenza…, para crear un desplome que no permitiría continuar las actividades que se nombran mayúsculas. Todo iría a pique sin ropa limpia que ponerse, sin el aseo de los baños y cocinas, sin los alimentos preparados, con la gotera marcando gradualmente el desastre doméstico, aumentado por el polvo, las humedades, la infestación de animales, la acumulación de todo tipo de basuras desde los espacios privados, desencadenando enfermedades en los y las residentes que podría elevarse a un problema de salud pública. Es, aunque solo se quiera entender cuando se arregla la casa que no es propia o se cuida a quien no es pariente o cercano de manera temporal o permanente, un espacio laboral. Pero como son asuntos de las supuestas “idénticas”, las condiciones asimétricas se ven reflejadas aún: para las que restan en “su” espacio, en dependencia, chantajes y maltrato económico; y en las que laboran en el afuera, bajo sueldos dispares. Si bien a esta altura presencialmente estamos en casi todos, si no todos los espacios, no lo estamos bajo los mismos parámetros. Reinventar el cómo seguirá siendo un motivo según devengan las circunstancias y se tome partido para encontrar un bienestar común. Para las mujeres con los espacios de la vivienda y de las ciudades, pasa como con los espejismos: parecen ser lo que no son realmente aunque si fueran serían indispensables para la vida. 7 Como lo plantéo Aristófanes en su drama Lisístrata en la Grecia antigua para frenar la guerra o en Barbacoas (Nariño) para que el gobierno de turno hiciera mantenimiento a la vía municipal, única conexión con el mundo para la supervivencia de sus habitantes y del pueblo en general.

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Desde el acceso a los espacios del conocimiento, de las letras, hasta los espacios académicos especializados, en todas sus áreas del conocimiento, y de allí a la práctica, legitimarnos en ellos ante los otros y ante nosotras ha sido un proceso difícil y demorado. Alcanzarlos y adaptarlos para nosotras ha requerido una reinterpretación del espacio, aquél que viene cargado de códigos y en la experiencia de trabas. Los espacios parecen conseguidos desde siempre como pasa con las generaciones que nacieron después de cualquier avance tecnológico llámese la radio, la televisión, el computador, el Internet o los que depare el futuro: su valor no es el mismo recién descubierto que cuando permanece ahí en silencio. Nos acostumbramos a ellos a tal grado que, cuando los perdemos o presentan insuficiencias, desesperamos, no nos hallamos. En épocas distintas y en sus diferentes facetas, con el espacio nos ha pasado lo mismo: de ahí los cambios realizados o sugeridos. El espacio puede ser el todo y la nada a la vez, un medio como un fin, ser dinamizador, acogedor o excluyente, visible e invisible. A cada aproximación amoldamos su esencia en función de su destino ideal y de los sucesos que allí ocurren. En algunos espacios intangibles como el territorio se han desarrollado civilizaciones basadas en torno a las mujeres como sujetas activas y protagonistas de las historias, reales e imaginarias, como son el caso de las amazonas (Tyrrell, 2001), las nayar y lovedu (Gough, 1961, Krigde, 1974 y Narotzky, 1998)8 y la ciudad de las damas (De Pizán, 1405). Incluso de la isla griega de Lesbos, donde la poetisa Safo (650 a.c -580 a.c.) construyó la “morada de las servidoras de las musas”, las lesbianas consiguen su nombre identitario. Otro carácter tienen los espacios de lo tangible, construidos físicamente -medibles, dimensionables, cuantificables, derrumbables, mantenibles, elaborables, moldeables- tanto en el ámbito de la vivienda como de la ciudad. Los del campo tienen que ver en 8 Susana Narotzky (2004) La mujer de la madre y otras figuras del padre. En: http://www.scb-icf.net/nodus/contingut/article.php?art=178&pub=4 &rev=26&idarea=3

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la Colombia actual, como en otros países de Latinoamérica y del mundo, por un lado con la continuidad de la vida, el cuidado del agua y de los recursos naturales, del soporte alimentario, como espacios de lo sagrado; por otro lado, con el conflicto armado que mata, desplaza y usa al cuerpo de las mujeres como botín de guerra. Síntoma de que sigue dándose una cuestión de dominio sobre los territorios por parte de los hombres, es decir del espacio y de las personas, de su cultura, cuerpo y anhelos. Cuando conquistar aquello deseado no involucra destruir lo existente sino escuchar y entrar en diálogo, más allá de las diferencias que puedan existir, lo sustantivo que hace entrañable el lugar puede traducirse hacia la constitución de una matria. Aquella “carente de fronteras” que no se opone a la patria, lugar de “confrontaciones interpersonales e interterritoriales”9. La que reconoce en la matriz un punto de origen edificable y modificable y, en su cuidado, una cercanía con la primera casa y a lo mejor con la última casa también, la del eterno retorno. Pertenecerse a sí misma debería ser la única alternativa para encontrar el equilibrio, perdido o faltante, y desde allí dar un paso personal sincero que llegue a significar cambios para la humanidad. Define Victoria Sendón de León la matria como: “Un proceso a lo largo del cual se va despejando un horizonte, un horizonte de lo posible que tal vez hayamos considerado imposible. Estoy convencida de que cambiar el modo de mirar, de sentir, de pensar y de observar puede transformar sustancialmente el modo de vivir, de convivir, de ir siendo.”10

Entonces el problema plantea que sigamos reconsiderando el punto de vista sobre lo ya inventado e inventar nuevos, si es el caso, a partir de la reflexión sobre 9 Jardunaldia (2008) Entrevista a Victoria Sendón de León. Berdintasuna, No. 17 p. 8 http://webs.uvigo.es/xenero/profesorado/purificacion_mayobre/entrevista.pdf 10 Victoria Sendón de León (2006). Matria, el horizonte de lo posible. Carta de presentación. P. XIII. Madrid: Editorial Siglo XXI. http://books.google.com.co/books?id=iaVrHDl_mbkC&pg=PR9&hl=es&source=gbs_ selected_pages&cad=3#v=onepage&q&f=false


lo que está ahí: el espacio. Y radica en la posibilidad y en el acceder a los espacios decisorios, en invertir tiempo y capital para dar continuidad a los procesos iniciados o por iniciar según los espacios creados, y en el que se tenga en cuenta la palabra, demandas y requerimientos distintos que las mujeres manifiestan a la hora de legislar o de restituir derechos vulnerados en todo espacio. Lo cual ha ido de la mano con conceptos desvirtuados como: la propiedad, que aún hoy se da sobre el territorio, los bienes inmuebles o el cuerpo de la mujer del mismo modo, como objetos adquiribles mediante el dinero o la fuerza masculina, mencionado antes; el derecho a la ciudad, todavía de tránsito restringido especialmente en horarios nocturnos so pena de vejaciones por parte de los hombres y hasta hace poco negado para gobernantes mujeres; y el acceso a la vivienda, celda cuando se las aísla en ella e indigna cuando las condiciones habitacionales son infrahumanas, amplificadas en hacinamiento, o cuando desplazarse del espacio laboral al lugar de residencia distancia a la mujer de los suyos o desborda los esfuerzos no remunerados no reconocidos. Las ciudades no han sido diseñadas con atención al paso, actividades y presencia de las mujeres. Por lo menos no de manera explícita mediante arquitecturas incluyentes y normativas puestas en valor y aplicadas con conocimiento de causa, comprensión y compromiso personal por parte de servidores públicos y/o de firmas constructoras. Lo es en pocas ciudades y en otras lo es casi a regañadientes. Según la cultura donde se sitúe una, andar la calle de día o

de noche, a pie, en bicicleta, en transporte público o en otro tipo de vehículo, recorrer los espacios, hacer tránsito, detenerse en un rincón, descubrir una panorámica, ir sola o acompañada de otra, llega a ser prohibido para las mujeres o un riesgo por asumir. Para comprender desde otra óptica nuestra circulación y adaptación a ese espacio construido por los hombres y a su parecer, nos hemos inclinado en reinventar mecanismos que nos permitan sobrevivir, sostener y hasta gozar del afuera que descubrimos, despojadas de prejuicios con la mirada en alto. Un vistazo a otra raya, la del tiempo elíptico, muestra cómo caen y recaen en la herida abierta las amenazas punzantes, siempre en el mismo lugar, inciden y reinciden situaciones similares inadmisibles hacia grupos vulnerados, minoritarios o no: en este caso contra las mujeres. Las problemáticas las conocemos, las padecemos, las repudiamos permanentemente. A muchas las siguen revolcando como esas grandes olas que parecen serenas hasta que, en un abrazo, desenfundan toda su fuerza; letal en ocasiones, cada tercer día a lo sumo. Justo lo que demoró Valentina en regresar a tierra, una y otra vez, bajo el mismo desamparo e incertidumbre. Con el ánimo de avanzar de las viajeras siderales y darle vuelo a nuestras utopías por un mundo amable, también habitable para nosotras, naveguemos un poco por algunas experiencias vigentes o que anteceden a este tiempo.

Espacios arquitectónicos reinventados por las mujeres ¿Es cierto que reinventamos también espacios arquitectónicos y de paso el mundo que deseamos habitar? Si logramos hacerlo con nosotras y nuestros cuerpos, pudo pasar con las arquitecturas que habitamos. Cambiar lo interior se espera que impacte otras instancias. En el sobrentendido que el prefijo

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“re” implica volver sobre aquello señalado, demos una vuelta más al asunto, a lo construido para visibilizar lo ajustado en espacios ya conocidos y experimentados, los más cercanos para nosotras, aquellos involucrados con la vivienda y los espacios de lo cotidiano. Por qué no recordar justo ahora cómo cansadas de ser perseguidas y alertadas de ser quemadas vivas en la hoguera por ser sí mismas, desde el inicio del siglo XII en el norte europeo las beguinas11 crearon una estrategia camaleónica: ocuparon edificios contiguos, similares unos a los otros y a los otros de la ciudad, misma materia, misma altura, con puertas urbanas secretas y un ojo vegetal abierto al cielo a ciertas horas del día, que solo habitaron ellas en colectivo. Allí se protegieron sin aislarse del mundo. Allí trabajaron para su sustentabilidad. Allí murieron de viejitas o por enfermedad, las que no fueron aprehendidas y ejecutadas por sus convicciones. En pleno 2012, de los llamados beguinatos del Medioevo, de 28 que existen en pie, 13 son patrimonio de la humanidad protegidos por la Unesco. Son habitados aún por mujeres que, como antes, decidieron no parir o compartir su tiempo y espacio con sus hijas, amigas o simplemente con otras mujeres de pensamiento alterno para resguardar sus vidas. De la mano de movimientos sociales que buscan lo justo ante las injusticias, crear espacios basados en lo reconocido se convierte en una herramienta. La experiencia de las activistas de la Eskalera Karakola y su Casa Pública de Mujeres (España, 1994) nos interpela acerca del significado diferencial entre ocupar u okupar un espacio. El cual estaría dado en la intencionalidad y, de allí, en los criterios para habitar en colectivo con énfasis en el trueque de saberes y el apoyo mutuo para un manejo de los tiempos diferente y de manera sensible a los derechos logrados y 11 Laicas y religiosas desculpabilizadas y partícipes de las ciudades que se conformaban a través de oficios artesanales o cercanos a la educación, a la salud y a las instancias de la muerte.

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aquellos a considerar. Así como el uso deliberado de la letra “k” es capaz de modificar el sentido del lenguaje otorgando fuerza cultural y dirección al acto de apropiarse de un espacio ya edificado, o del uso del prefijo “ex” que nos despoja de toda atadura, se ha venido solicitando que la “a” sea dicha y conjugada, lejos de obviedades, en cualquier ámbito cuando haya lugar. Los prefijos Re y Ex, las letras A y K, combinadas marcan pautas de cara a transformar el espacio que las mujeres requerimos y buscamos. En ese sentido se dibujaría de otra manera el paso del hombre que no es necesariamente un paso de las mujeres. Si la ecuación “la humanidad” es igual a hombres, mujeres e incluyo a otros géneros identitarios, entonces los hombres no pueden representar a las mujeres pues la abreviación generalizada no corresponde a realidades particulares identificables. Más parece un trabalenguas ingenuo pero este posicionamiento ha generado vacíos hasta en el uso del espacio, como se plantea a lo largo de este escrito. Acá se mencionan tan solo dos casos de arquitecturas residenciales con equipamientos sororos que demuestran como una opción válida, entre otras tantas, el habitar juntas y el compartir el espacio público bajo una sana convivencia. Salir del patio de la casa a la calle no es solo una cuestión de atravesar un umbral físico, implica el traspasar mitos, prejuicios y sometimientos. Con el detonante de la ciudadanía para las mujeres logramos estar en espacios políticos aunque todavía continuamos en la labor de entender cómo hacerlo a la manera de las mujeres. Existen aún reservas sobre nuestras decisiones para con el colectivo por una supuesta inexperticia, definida en tiempo, que no es rara dadas todas las restricciones misóginas. A pesar de la incredulidad, la incidencia registra resultados tangibles en espacios arquitectónicos destinados a reunir lideresas comunitarias, expertas, ciudadanas empoderadas, gentes del común que recién despiertan o destinan sus vidas profesionales a estas preguntas, análisis, propuestas y procesos que surgen en


espacios como las casas matrices o las de igualdad de oportunidades, caso Bogotá, y otros más en varias ciudades del mundo. Las casas de acogida reciben a mujeres que han sido maltratadas mediante las diferentes caras de las violencias, en tanto se constituyen en su ubicación secreta y de estadía temporal para asegurar la recuperación integral de las afectadas. En los planes de desarrollo se instaura la búsqueda y exigencia por hacer las ciudades seguras para mujeres y niñas partiendo de la base de una constante inadmisible para cualquier gobierno y es que se produzcan casos de violación, agresiones y/o feminicidios por parte de conocidos o desconocidos en los espacios de lo público y de lo privado. La situación pone de relieve que existen viandantes diurnas y nocturnas haciendo uso del afuera. De paso, al estudiar las limitantes producidas por y en lo arquitectónico-urbano, se ponen en escena las dificultades que padecen las personas con alguna condición de discapacidad, sea breve o permanente, para ir de un punto A a un punto B, llámense estos el lugar de residencia, trabajo, educación, cultura, centro de salud…, que a largo plazo termina en encierros involuntarios. Hacer incluyentes las ciudades es un propósito de ese mundo anhelado y manifestado por parte de las mujeres. Donde transcurren las intimidades también ajustamos lo pretérito en la medida que fuimos asimilando nuestra independencia en los espacios habitados y como espacio habitado. El boudoir, recinto dispuesto por los esposos del siglo

XVIII para que la esposa llorara y se le pasara la “histeria” sin molestarlo. Luego de una extraña soledad, las mujeres aprovecharon este recinto primero como un lugar de encuentro consigo mismas y, posteriormente, con sus amantes hombres y mujeres. La innombrable en espacios pudorosos y recalificada con desprecio y hasta con gracia, la vagina, aquella a la que la dramaturga Eve Ensler homenajeó y expuso ante el público con sus monólogos en 1996, cuando pone al descubierto aspectos del continente oculto con sus inundaciones ocasionales, ahora es conquistada por y para nosotras, al prestarle atención y paciencia para comprenderla.

De coqueteo y conquista, desarmadas Por todo ello, porque dejamos de permanecer en un sitio obligadas para estar donde lo deseemos, al son de la conquista cariñosa, pasional y efusiva pero no menos crítica, hemos reinventado espacios en arquitecturas y escenarios donde nos encontramos, con nosotras mismas y con nuestras congéneres, cuando vemos necesario convocarnos y aglutinarnos. Para discernir, para discutir, para buscar caminos diferentes y conjuntos que permitan resolver conductas, vacíos, inequidades, malos tratos y abusos cometidos contra una mujer que a la vez somos todas cuando es sistemático, aberrante y alienante. También para “hacer la fiesta”, acompañarnos y consentirnos. El ejercicio de reinventar espacios a “okupar” nunca nos llevará por una sola vía ni hacia un mismo destino. Tan distintas somos las unas de las otras, como de los otros, aunque tengamos asuntos en común que nos concentren. Los cimientos de las aldeas globales12, cápsulas del 12 María José (2012) Los huertos urbanos ¿una moda o una manera de "cultivarnos" diferente? En: http://www.ciudaddemujeres.com/articulos/Los-huertos-urbanos-unamoda-o-una

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tiempo y del espacio, permiten que todas y todos podamos ser mujeres chipko13 al abrazar el árbol para resistir, de una manera no violenta, el asedio que daña irreversiblemente el espacio vital. Ecofeministas ilustradas14, ciberfeministas, lideresas, alcaldesas, presidentas, profesionales, amas de casa, trabajadoras sexuales, campesinas, indígenas, negras, lesbianas, bisexuales, pansexuales, heteros, transgéneros, abuelas, madres, hijas, solteras, jóvenes… mujeres desde distintas posiciones, queremos y estamos tejiendo un mundo que pueda ser apropiable desde el afecto. Los encuentros feministas no son la excepción y tampoco el único espacio. Con el paso de las décadas, reunidas de manera nomádica por unos cuantos días cada dos a tres años, en ellos por ahora se insiste en sostener la experiencia libre de voces masculinas que interfieran en los asuntos de las mujeres, aquellos que aún no resolvemos y otros nuevos que surgen con cada época. Si se tratara de ampliar las fronteras con énfasis en la pluralidad de los feminismos donde todas, todos, todes los adheridos a la causa sean partícipes de la construcción de otras agendas, habría que proyectar nuevos espacios, como igual se vienen desarrollando, de seguro valiosos en los procesos personales y del movimiento. Mantener uno, unos si se sumaran algunos espacios habitacionales, solo para nosotras, construidos para encontrarnos según nuestros intereses y prácticas bajo nuestras reglas, no nos contradice. Si no tenemos autoridad en los que tienen como fin el reconocernos, no hemos hecho nada. Ponerlos en duda significaría perder, además del espacio sea cual sea éste, el tiempo. Los espacios del cuidado y del autocuidado se convierten en norte indispensable, termómetro de las acciones que trasladamos al afuera, con frecuencia desestimando el bienestar interior. Los espacios conquistados no 13 Los antecedentes del término hindi Chipko refiere a la raíz de tendencias culturales apropiadas en la actualidad. En: http://chipkoasociacion.blogspot.com/ 14 Kristina Sáez, Itziar Abad (2012) Entrevista a Alicia Puleo, ecofeminista. En: http://redecofeminista.wordpress.com/2012/07/12/entrevista-a-aliciapuleo-ecofeminista/#more-119

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pueden ser un campo de batalla ni entre los próximos ni entre nosotras. La frase siguiente que escribía Alexandra Kollontai podría aplicarse más allá de la familia, hoy diluida, a cualquier contexto que nos contenga: “La unión a través del afecto y la camaradería, la unión de dos miembros iguales de la sociedad comunista, ambos libres, ambos independientes y ambos trabajadores. Basta de someter a la mujer en el hogar, basta de la falta de igualdad dentro de la familia.”15

El afuera y otros mundos posibles Para la época de los inicios de la era espacial las expectativas por alcanzar el espacio sideral generaron la posibilidad de reinventarse, de reinventarlo todo, de imaginar para constatar, de tomar vuelo en nuevos aires. El umbral entre la ilusión y la realidad se había acortado y al mismo tiempo se expandía en nubes que hacían creer en lo que no sucedía u opacaban lo que sucedió y más temíamos. Años antes, se revelaban microhistorias frente a situaciones extremas como el narrado a lo largo de dos años en los que la joven, casi niña, Ana Frank, siguió de cerca los efectos paulatinos del encierro obligado en un escondite durante la Segunda Guerra Mundial, espacio al que ella referencia como la ‘Casa de atrás’. En su diario hace notoria la tensión que genera la imposibilidad de salir a la calle durante tanto tiempo. Incluso asomarse a la ventana, hacer un ruido de más o prender la luz en horas de la noche desencadenarían el riesgo de ser descubiertos para luego ser llevados a los campos de concentración, donde finalmente muere. En su caso pasó con los judíos, con los homosexuales, contra quienes se salieran de un molde impuesto en ideales. En ese sentido de no ser parte de los favorecidos y por ello ser disminuidas, es que las mujeres somos sobrevivientes del espacio. 15 http://mujeresparapensar.wordpress.com/2009/06/28/alexandra-kollontai/


Por fuera de formalismos, Simone de Beauvoir asumió para sí una alternativa poco usual a través de sus hábitos siendo consecuente con su pensamiento y acciones. En el número 16 de esta revista En otras palabras…, dedicado a la filosofa francesa, situándola en el espacio, la arquitecta Beatriz García la revela en los lugares del afuera y de paso en su goce. Sin casa ni raíces sembradas, con y desde el territorio de su propio cuerpo, transgresora, coqueta, crítica, determinante: haciéndose mujer, reinventó sus espacios. ¿De qué están hechas las niñas pequeñas? se preguntaban en un episodio que descubría un laboratorio subterráneo de reproducción de androides sin defectos humanos. ¿Ilusión? ¿Anhelo? Errante por la Galaxia después de sobrevivir a los ataques sufridos por su planeta, la elauriana Guinan16 se convierte en la barwoman y administradora de la sala de ocio y descanso, el Ten Forward, de la Flota Estelar adscrita a la Federación de Planetas Unidos. Estado interplanetario ficticio, lúcido condensador de preocupaciones actuales para el momento en que fue escrito cada capítulo de la serie Star Trek, sitúa personajes y escenarios que dibujan mundos posibles de darse donde las mujeres ocupan lugares significativos. Por ejemplo, con una longevidad de 500 años, Guinan guarda la virtud de su raza, la de saber escuchar a los demás, y se le considera una aguda observadora, espiritual, sabia y consejera. De allí que 16 Interpretada por la trekkie Whoopi Goldberg, el personaje fue escrito exclusivamente para ella.

“su ayuda ha sido invalorable a la hora de resolver conflictos, tanto personales como institucionales”17. La pionera de este espacio en la saga, Nyota Uhura, cantante, lingüista, instructora, teniente comandante y oficial en comunicaciones de la nave, de piel negra, brilla aún con luz propia. Tras un intento de renuncia a las grabaciones sintiendo que su personaje era intrascendente, Martin Luther King insta a la actriz Nichelle Nichols a continuar su labor protagónica de elevar su género y su raza afroamericana en un espacio inaugural de referencia vital para las nuevas generaciones, entre ellas futuras astronautas, actrices, dirigentas... El nombre del personaje que interpretó traduce libertad. Protagonizó el primer beso interracial emitido por televisión, censurado y casi abortado por la producción. Temblaba la serie a cada aparición de Uhura, su presencia lograba resolver conflictos y generaba el toque de dulzura. Los fans la amaban. Su papel le abrió, además de un espacio en sus corazones, puertas en la Nasa con miras en Marte y, a través de ella, a afrodescendientes en la conquista del espacio y del cine. Para la primera sesión de la serie Viaje a las estrellas (Star Trek: the original series) el capítulo 19 emitido el 26 de enero de 1967, titulado El mañana es ayer18, parecía algo extraño en su tono. La idea de teletransportarse en el tiempo y el espacio siempre supone efectos serios en la línea de la historia si se desarrollan saltos imprudentes, por lo cual se evita enfrentarse a situaciones que comprometan el futuro conocido. En el año 2267, debido a un daño, la nave Enterprise19 se detiene en Cygnet XIV, un planeta feminista. Quizás el único hasta

17 Guinan. http://www.zonatrek.es/documento.php?num=168 18 D.C. Fontana (1967) Guion de Tomorrow is yesterday. En: http://www.chakoteya.net/StarTrek/21.htm 19 Este nombre fue asignado al primer transbordador de la Nasa, en honor a esta nave viajera de mundos imaginados.

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ahora. En los diálogos DC Fontana20 incluyó una computadora que comienza a hablar de “Querido” a los tripulantes de la nave luego de su reparación. Vemos acá una computadora incomprendida fuera de su contexto, muy lejana a la Hal 9 de Kubrick que entra en el juego perverso del poder. A la final, ambas tienden a ser destruidas. De manera sincrónica, 2001 odisea del espacio (1968) del director Stanley Kubrick y las imágenes del paso para el hombre emitidas por Estados Unidos (1969) estimulaban la posibilidad de tocar la piel de la Luna, de irrumpir en su eterna soledad y en aquel rostro oculto. Entre los dos registros fílmicos, ¿cuál resulta realidad y cuál un espejismo?

2012, un año de cambios y nuevos ciclos mundiales Viajeras del cosmos, las cosmonautas; viajeras de los astros, las astronautas; y con la primera china taikonauta Liu Yang, en la nave Shenzhou-9, aparecen las viajeras del espacio este año: presentes, vivas, persistentes. En 2012, la nave no tripulada y robot Curiosity, nombre dado por una niña a través de un concurso nacional, inicia un proceso de 2 años de estadía en Marte, una vez superados “los siete minutos de terror”. Ciencia ficción y realidad, si la Nasa hubiese aceptado y creído en la paisa, la Nichols, las Mercury 13…, podría haber sido una mujer la primera en tocar tierra lunar. Cierto o no, que la Luna ya haya sido visitada por algún ser humano, incluso aquél lanzado que dio un pequeño paso y se despidió de este mundo recién este año; en ella habitan simbólicamente sentimientos eternos, los dulces, los esperados, los quebradizos. Escenario de la Luna de miel, será eternamente habitada entre amores, desamores y soledades compartidas. La respuesta de los directivos de la Nasa de mediados del siglo XX, en una misiva de agradecimiento, llevaba arraigada

20 Dorothy Catherine Fontana, guionista refugiada en un seudónimo neutro para evitar censuras reconocidas para las mujeres.

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la censura. La bisabuela, de espíritu aventurero, no pudo ir al espacio sideral pero logró resignificar sus espacios acá en la Tierra y en su tierra. Cronómetro en mano, con las horas de vuelo en el espacio del afuera, y en el del adentro, conquistado por las mujeres en la historia de la humanidad, por los esfuerzos y pérdidas, mereceríamos el reconocimiento al reinventarnos en lo ya construido, ya legislado, ya elaborado. Un récord además por haber sobrellevado tantas discriminaciones constantes en todos los rincones del mundo. Muchas otras antecesoras y contemporáneas han dado pasos, saltos enormes, unos más pausados que otros, que significan a la colectiva de mujeres conquistas luego de encierros voluntarios y, sobre todo, involuntarios. Este veinte del mes doce de 2012, día de solsticio, seguramente no se acabará el mundo bajo ese imaginario y real apocalíptico, lleno de sangre, muertos, guerras, naturalezas enfadadas e invasiones interplanetarias. Tiende más al sentido cosmogónico de los escritos Mayas en los que la fecha da inicio a un nuevo ciclo. Sea pues este, el momento para reflexionar sobre los cambios con los que debemos reaccionar y producir para tomar otras riendas que nos permitan, y permitan a las generaciones siguientes, no solo sobrevivir a nosotros y a nosotras mismas, sino disfrutar de los espacios ganados y de los artificios construidos en consonancia con un entorno natural privilegiado, vital, dinámico y sorprendente. La invitación para las mujeres, a pocos días de la fecha paradigmática del 2012, es a seguir reinventando los espacios de lo íntimo, lo privado, lo colectivo, lo público y lo sagrado. Proyectándolos y ocupándolos de otra manera, a nuestra manera, con el autoconocimiento de las necesidades, dificultades y querencias que las mujeres podemos identificar y resignificar. Cada vez nos desprendemos más del hecho de habitar el mundo construido por y bajo la óptica de los hombres, que hace ajeno el espacio a las mujeres, sobre todo el del afuera.


Al momento de cerrar esta reflexión no puedo ser ajena a un espacio logrado a pulso por las deportistas colombianas que se perfila como campo fértil y que justo hoy hincha el corazón, llena de emociones y sugiere estructurar de manera adecuada los apoyos para estimular a un mayor número de competidoras. Antes, recordemos que los Juegos Olímpicos modernos fueron un espacio negado para las mujeres desde su primera versión en Atenas 1896 hasta Amsterdam 1928, cuando se abre el portón para algunos países. Censura dada en un ataque de terquedad de su creador y luego del comité organizador internacional, compuesto por hombres, opuestos a la idea de que ellas estuvieran en acción.21 En Londres 2012, por fin las mujeres somos partícipes en el pleno de las delegaciones por primera vez en la historia de los juegos. Siendo un logro actual que mujeres musulmanas de Arabia Saudita, Brunéi y Qatar, quienes tienen restringida su participación deportiva y hasta prohibido conducir en sus lugares de origen, hagan presencia ganando nada más ni nada menos que un espacio de competencia para las suyas; y que la sudafricana de plata Caster Semenya corra, luego que le practicaran el indignante “test de verificación de sexo”. De las deportistas, las máximas exponentes mundiales y olímpicas en salto largo, salto alto y salto con garrocha, 21 MUJERES HOY (18 agosto, 2004) Mujeres en los Juegos Olímpicos. En: http://www.iidh.ed.cr/ comunidades/DerechosMujer/noticia_despliegue.aspx?Codigo=1923

entre múltiples modalidades más, lo siguen siendo las rusas, fieles seguidoras de la pionera Valentina Tereshkova. Las atletas mamás, que han parido en los cuatro años que distancian una de otra competencia, en la medida que se hacen mayores y con todo lo que conllevan las transformaciones del cuerpo, regresan para seguir siendo competentes campeonas efectivas. Un logro que nunca se podrá medir en las categorías de los hombres. Mujeres luchadoras de sus sueños, orgullosas de llevar y alzar una bandera, hacen sonreír y dan aliento a un país, Colombia, que pasa por un crudo conflicto armado, y demuestran la capacidad de resiliencia de las mujeres contra fuego y marea. Sin espacios ni pistas ni equipos adecuados para entrenarlas a la altura de los grandes, basta una hazaña de 37,8 segundos para resumir años de lo que comienza como un juego mientras se acompaña en las prácticas a los hermanos y palpar el resultado de un apoyo incondicional de quienes creen en ellas. Mujeres de ébano, marfil y maíz desafían la gravedad: la gravedad cero del espacio sideral, la gravedad de las injusticias, el peso ejercido sobre sus cuerpos por la gravedad cuando dan piruetas sin respiro bajo el agua o cuando giran con sus cuerpos casi esculpidos, trabajados sin cesar, para darle vida, color, magia a sus movimientos. Puede que Pierre de Coubertin se revuelque en su tumba cada vez que se disponen a entrar a la piscina las competidoras de nado sincronizado o las de la gimnasia rítmica a la plataforma con balones, cintas, aros y mazas, coordinadas, en equilibrio, solas y en equipo. Deportes actualmente exclusivos para ellas y hasta que los hombres se decidan a reconsiderar sus cuerpos en una estética de coreografías sutiles, casi etéreas, desde una masculinidad desprovista de escrúpulos. Está en la decisión de los hombres, no en la de las mujeres, acceder a estos deportes feminizados, uno

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creado por las innovadoras rusas y el otro, paradójicamente, impulsado en un inicio por hombres. Por razones corporales, la resistencia física y la flexibilidad, la estética del cuerpo femenino potencializado por la danza y hasta el eficaz control de la apnea de parte de ellas, desde el tiempo de los comienzos de la era espacial, las mujeres han ocupado este espacio en las justas. Y si se abrieran competencias para trans e intersexuales ¿cuáles serían los deportes? ¿Habría que reinventar otros? ¿Cómo calificar y cualificar la diferencia en equidad? Mujeres de bronce, plata y oro, son hoy medallistas en deportes que supuestamente fueron catalogados como inapropiables e impropios para las mujeres: en atletismo Ximena Restrepo (Barcelona, 1992), en ciclismo María Luisa Calle y en levantamiento de pesas Mabel Mosquera (Atenas, 2004), en lucha Jackeline Rentería (Pekín, 2008), en triple salto Catherine Ibargüen, en judo Yuri Alvear y la única nacional en repetir medalla hasta ahora Jackeline Rentería (Londres, 2012). Otras pruebas también han sido motivo de celebración como en patinaje, golf, tiro al arco, bolos, pero el equipo de las “chicas superpoderosas”, campeonas (2008) y subcampeonas

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(2010 y 2011) sudamericanas, plata (2005) y oro (2009) en juegos bolivarianos, conquistaron el espacio de mayor orgullo de los hombres colombianos con su constancia y eficiencia: el del fútbol. Dos son las medallas doradas en los juegos olímpicos para Colombia que vibran como nunca, ambas obtenidas por mujeres. La primera en abrir la puerta al oro fue María Isabel Urrutia en levantamiento de pesas o halterofilia (Sidney, 2000). Ahora en 2012 con la tranquilidad, la autoconfianza, la energía, el impulso, la velocidad, el vuelo y los saltos desbordantes de la más reciente campeona olímpica de oro en bmx/bicicross, la paisa veinteañera Mariana Pajón Londoño, me y nos pregunto: ¿después de dar vueltas al espacio, qué viene para las mujeres cuando conquistemos decididamente y a nuestra manera la casa, el patio, la calle, los estrados, las pistas, la Luna, Marte e incluso Venus? La utopía todavía se puede escribir y consolidar en la realidad, está en nosotras seguir reinventando el mundo, aquél que añoramos todos y todas: uno amable, incluyente, en paz y sustentable. Bogotá, agosto 10 de 2012


Gabriela Castellanos Llanos

Centro de Estudios de GĂŠnero, Mujer y Sociedad Universidad del Valle

Construyendo justicia palabra por palabra

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El sexismo lingüístico según la Real Academia Española

En el mes de marzo de este año, mediante un editorial titulado “Ellos, ellas y la gramática”, El Tiempo, nuestro más influyente periódico nacional, sacó a relucir una vieja noticia como si fuera primicia. Era un tema que ya había circulado abundantemente por Internet, en escritos casi idénticos al de esta ocasión, pero el editorialista aparentemente acababa de descubrirlo. El buen señor no ocultaba su júbilo, su sensación de triunfo, al informarnos que “el gramático más ilustre del castellano actual, Ignacio Bosque” (¿y quién lo habrá graduado de máxima “ilustridad”?) había publicado un documento que “repudia los artificios que se han inventado para compensar la supuesta discriminación sexual del español y denuncia que desde determinados sectores, a menudo financiados con dineros públicos, se pretende forzar cambios en la estructura de la lengua que deforman su modo de ser”.1 En este texto me propongo examinar la cuestión del lenguaje incluyente, llamado por algunos “lenguaje políticamente correcto”, pero antes quiero analizar ese primer editorial de El Tiempo2 sobre el tema al que acabo de referirme, pues si lo han refrito ya varias veces pueden volver a refreírlo. 1 El Tiempo. Editorial “Ellos, ellas y la gramática”. 17 de marzo de 2012. 2 Este editorial aparentemente motivó a Héctor Abad Faciolince a escribir, el 18 de marzo de 2012 en El Espectador, una diatriba contra el lenguaje incluyente titulada “Todas íbamos a misa”, refiriéndose a su infancia (tuvo cinco hermanas y en su infancia creía que el femenino era el genérico), y mencionando a Florence Thomas como defensora del lenguaje incluyente. Thomas le contestó en El Tiempo del 27 de marzo, en una columna titulada “Héctor, tenías cinco hermanas pero naciste varón”, que concluía diciendo “El lenguaje incluyente es sencillamente una herramienta de reparación histórica”. El texto de Abad puede consultarse en: http://www.elespectador.com/impreso/opinion/columna-332908-todas-ibamos-misa Y el de Florence en: http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/florencethomas/ellenguaje-incluyente_11444724-4

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El editorialista de marras, en su paroxismo de dicha, señalaba que “el trabajo de Bosque (‘Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer’) ha recibido apoyo masivo de la Real Academia Española y de otras academias de la lengua”.3 A manera de ejemplo de los “esperpentos” que según él producen las feministas en su búsqueda de un lenguaje que incluya a las mujeres, cita un pasaje de la más reciente Constitución de Venezuela, donde se enumera, en masculino y femenino, una sarta de cargos que pueden desempeñar únicamente “los venezolanos y venezolanas por nacimiento”. La solución para estos dos señores, Bosque y el editorialista, como para los otros académicos que los apoyan, es clara: aceptar el idioma tal cual está, y no oponer objeciones al uso del masculino genérico, es decir, el uso del género gramatical masculino para designar a hombres y a mujeres. No importa que se confundan, en ese uso, el varón y el género humano, de modo que en muchas instancias de significación se conviertan en sinónimos. Tampoco deben preocuparle a nadie las consecuencias que esto traiga para las mujeres. Estos señores nunca han sentido lo que la poeta estadounidense Adrienne Rich ha descrito con tanta fuerza: Cuando alguien con la autoridad de un maestro, por ejemplo, describe el mundo y tú no estás en él, hay un momento de desequilibrio psíquico, como si te miraras en un espejo y no vieras nada.4

3 La Academia ya se pronunció hace unos meses rechazando el término “violencia de género”, y de paso sobre el de género mismo, recomendando que se use siempre la palabra sexo. (Véase: http://www.rae.es/rae/gestores/gespub000001.nsf/(voAnexos)/archBB81F7452A4355C0C12571F 000438E7A/$FILE/Violenciadeg%C3%A9nero.htm ) Tal recomendación seguramente tendrá el mismo efecto de tantas otras del pasado cuando la Academia se ha resistido a aceptar cambios, hasta que éstos se han impuesto. 4 Adrienne Rich, “Invisibility in Academy”, en Blood, Bread & Poetry: Selected Prose, 1979-1985. New York, W.W. Norton & Co., 1986, p. 199.


Según ellos, la lucha de las mujeres contra la discriminación y la inequidad no debe darse en el lenguaje, sino sólo en la sociedad. Además de que, como lo señaló Thomas en su columna, las feministas no descuidamos la lucha social, estos señores nunca parecen contemplar la posibilidad de que el lenguaje y la cultura influyan en la sociedad. Los argumentos del editorial, por otra parte, son bastante cuestionables. El que con mayor fuerza se esgrime es el de la autoridad: Bosque dijo, la Academia respaldó, los otros académicos concurrieron. En otras palabras, hablaron los que “más saben” sobre el idioma; todas y todos los demás debemos callar. La pobreza de este tipo de argumento es evidente. Pero se trata, además, de autoridades que conviven con la exclusión de las mujeres y se hacen cómplices de ella, pues en la Academia de la Lengua las mujeres siguen estando en abrumadora minoría: desde que fue fundada en 1713, o sea en los casi 300 años de su historia, ha tenido más de mil miembros, y sólo cinco han sido mujeres. Hubo que esperar hasta 1979 para que aceptara a la primera mujer, Carmen Conde. ¿Será pura coincidencia que la entidad que por siglos excluyó explícitamente a las mujeres ahora se pronuncie en contra de cambios en el lenguaje que se proponen para visibilizarlas? Se nos excusará a muchas y a muchos si no bajamos la cabeza cuando la Academia se pronuncia sobre equidad entre hombres y mujeres, si no declaramos que nos abruma su sapiencia, si continuamos creyendo que el idioma

español lleva la impronta de la dominación masculina, y si proponemos medios para contrarrestarla. En cuanto a los esperpentos, en relación con los cuales el autor del editorial emplea la ridiculización como argumento, él mismo menciona en un ejemplo que en vez de duplicar cada sustantivo añadiendo el femenino, quienes desean evitar la discriminación de la mujer pueden recurrir a un sustantivo abstracto: no usar ni la forma excluyente del masculino genérico (“el ciudadano debe respetar a los funcionarios judiciales”) ni la incluyente pero poco elegante (“el ciudadano y la ciudadana deben respetar a los funcionarios y funcionarias judiciales”) sino la forma incluyente pero sintética, “la ciudadanía debe respetar a quienes ejercen la judicatura”.5 El editorialista menciona esta última posibilidad pero no vuelve a referirse a ella, pues entonces tendría que renunciar a seguir rasgándose las vestiduras. Del mismo modo, en la Constitución venezolana, en vez de “Presidente o Presidenta de la República, Vicepresidente Ejecutivo o Vicepresidenta Ejecutiva, Presidente o Presidenta y Vicepresidentes o Vicepresidentas de la Asamblea Nacional” y un largo etcétera, puede hablarse de “los cargos de: Presidencia de la República, Vicepresidencia Ejecutiva, Presidencia y Vicepresidencias de la Asamblea Nacional”, y así sucesivamente. Debo reconocer que algunas personas con muy poco juicio caen en la exasperante costumbre de corregir reiteradamente a quienes en algún momento empleen el masculino para referirse a hombres y a mujeres. La persuasión siempre será más conveniente que la censura, y los excesos 5 En realidad, la formulación del editorialista del uso de esta tercera opción, “la ciudadanía debe respetar a la judicatura” no corresponde al sentido de las otras dos opciones, pues no es lo mismo respetar la judicatura que respetar a quienes la ejercen. Pero si se enmienda como lo propongo, el sentido permanece.

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siempre resultan contraproducentes. Al mismo tiempo, es absurdo advertir, como lo hace el editorial, sobre el supuesto peligro de que se persiga y envíe a la cárcel “por cuenta de la gramática”, a quienes no usen el lenguaje incluyente. Es un chiste que el autor hace desde una posición de poder, fingiéndose futura víctima de una represión que no existe y que sería no sólo insensato sino además imposible tratar de instaurar. Y es la misma estrategia que refutó Florence Thomas en la columna mencionada, que consiste en fingir temor ante supuestos despropósitos de las feministas, haciéndonos decir lo que nunca dijimos; por ejemplo, que queremos obligar a los poetas a corromper el lenguaje. Pero es comprensible que hombres como el escritor de ese editorial tengan temor, no por lo que pueda sucederle al lenguaje, pero sí de perder sus privilegios. En definitiva, por más que la Academia lance condenaciones y excomuniones, y lluevan sobre las feministas rayos y centellas, los cambios en el lenguaje seguirán dándose, y será el uso en la vida cotidiana el que terminará por imponerse. La Academia, al fin, tendrá que aceptar lo que ya se ha convertido en uso generalizado, como ha sucedido tantas otras veces en su historia. Dejando a un lado ya a los vetustos señores académicos, y a sus amigos cercanos los editorialistas furibundos, pasemos a examinar el problema del lenguaje incluyente como manera de hacer justicia.6

Exclusión, subordinación y control Lo primero que debemos reconocer es que la invisibilización de las mujeres que se quiere remediar usando formas incluyentes no es la única forma de discriminación por medio del lenguaje. En primer 6 Para una exposición más completa de estos temas, véase Gabriela Castellanos, “¿Lenguajes incluyentes o lenguajes políticamente correctos? Cómo construir equidad en el discurso”, en Decimos, hacemos, somos. Discurso, identidades de género y sexualidades. Cali, Programa Editorial Universidad del Valle, 2011.

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lugar, no sólo las mujeres nos convertimos en blanco de este tipo de injusticias. También los y las afrodescendientes, los y las indígenas, los homosexuales y las lesbianas, y en muchos países, quienes pertenecen a nacionalidades o religiones discriminadas pueden ser atacados de esta forma. En segundo lugar, existen otras formas lingüísticas de exclusión, como las de subordinación y control, de insulto e inferiorización mediante el uso del lenguaje. Todas ellas deben ser reconocidas y combatidas. Comenzaremos por caracterizar las lesiones que produce el uso del lenguaje excluyente: el insulto, la invisibilización, y la inferiorización. Consideraremos en segundo lugar el androcentrismo, una forma de subordinación discursiva específicamente lesiva para las mujeres. Finalmente, argüiremos que una de las formas más sutiles y más eficaces de mantener a un grupo de la población dominado es el control que se ejerce empleando el discurso como herramienta.

El insulto El primero y el más evidente de los argumentos aducidos por los y las activistas del lenguaje, es el de la necesidad moral de evitar insultar u ofender a alguien por razones de su identidad. El ejemplo más común de ese tipo de discriminación mediante el lenguaje es la tendencia a ponerles motes a los grupos raciales. Se trata de una tendencia anglosajona, más que castellana; piénsese simplemente en el vocablo nigger con el cual habitualmente se hablaba de los negros, sobre todo en el sur de Estados Unidos, o en el de spic, dirigido contra los latinoamericanos. En nuestro medio, y en general en las culturas de procedencia española, son menos frecuentes los epítetos raciales que en el idioma inglés. Sin embargo, en España ha surgido el nombre de “sudaca”, dicho casi siempre de manera despectiva de los latinoamericanos, sobre todo cuando se trata de inmigrantes. Evidentemente en América Latina y en Colombia también se usa el lenguaje para discriminar a grupos raciales y étnicos, como cuando se emplean expresiones


como “indio patirrajado”, “india asquerosa”, y “negro bembón”, o cuando simplemente se le llama a alguien “indio” o “negro” como un insulto, pero no conozco palabras específicamente insultantes, que sólo existan como epítetos raciales. Creo que ninguna persona razonable defendería a quienes expresan desprecio hacia otros por el mero hecho de ser esos otros y otras quienes son. El problema surge cuando se trata de poner en práctica este argumento moral: es en el uso cuando en ocasiones se hace difícil determinar hasta qué punto es ofensiva una determinada expresión. Esta dificultad se agrava debido a que una gran parte del humor se nutre de dardos en contra de determinados grupos sociales; el chiste, la ingeniosidad y la subvaloración de algunos grupos identitarios (casi siempre las mujeres, los y las afro-descendientes e indígenas, las lesbianas y los homosexuales) van a menudo de la mano. Pero si el humorista tiene que apelar a la malicia y al odio contra determinados grupos para hacer reír, parecería que su talento es escaso. Además, es necesario recordar que quienes han tenido el privilegio de pertenecer al grupo dominante, y nunca han sido objetivo de burlas por el mero hecho de ser quienes son, pueden dolerse de perder la prerrogativa de hablar y chancearse espontánea y desprevenidamente, como desde siempre habían tenido el hábito de hacerlo, cayeran las alusiones insultantes donde cayeran. Ese reciente malestar de los privilegiados no hace menos justo el reclamo de que se respete a las personas habitualmente discriminadas.

La inferiorización En segundo lugar, el lenguaje puede ser empleado de múltiples maneras para impedirles a los interlocutores y las interlocutoras participar en un intercambio lingüístico en un plano de igualdad. A este fenómeno podemos denominarlo inferiorización, y puede darse mediante el léxico o mediante el empleo de distintas estrategias discursivas. Veamos algunos ejemplos de la inferiorización por medio del léxico. En Estados Unidos el movimiento negro desde los años 60 ha señalado la discriminación que representa llamarle “boy” (muchacho) a un negro que desempeña trabajos meniales, a pesar de ser un adulto o un anciano. En Colombia existe un uso similar para las “muchachas”, nombre que se da a las empleadas domésticas independientemente de su edad. Una película de Hollywood hace varios años, Tootsie, se basó en la discriminación contra las mujeres en la industria del espectáculo televisivo; en una célebre escena el personaje representado por Dustin Hoffman, un actor que se hace pasar por mujer, protesta por el uso del término “tootsie” (entre nosotros sería “mamita” o “reinita”) con el cual lo llamaba el director de la telenovela. Estos usos, que supuestamente se emplean “por cariño”, tienden a ubicar a la interlocutora en un nivel inferior, y por lo general van acompañados de la tendencia a hacer caso omiso de lo que ella diga. En cuanto a las estrategias discursivas, algunas que frecuentemente se mencionan en la literatura sociolingüística son el uso recíproco y simétrico de los pronombres de segunda persona (tu, vous, en francés; en Colombia encontramos tú, usted, vos y “sumercé”), simetría que indica solidaridad, o por el contrario, el uso no recíproco y asimétrico, con el cual uno de los dos interlocutores ubica

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al otro u otra en posición de inferioridad social.7 Esta asimetría se ha estudiado con mayor frecuencia entre profesor y estudiante, o médico y paciente, o entre personas pertenecientes a distintas clases sociales, pero funciona también entre los géneros. Existen otras estrategias discursivas de poder, como la interrupción; en investigaciones de análisis del discurso se ha encontrado que los hombres interrumpen a las mujeres con mayor frecuencia de lo que ellas lo hacen hacia ellos, lo cual es interpretado como una estrategia de poder. 8 Sin embargo, las estrategias discursivas no pueden estudiarse fuera de contexto, ya que una misma estrategia puede emplearse ya sea para dominar o para expresar solidaridad. Para poder saber cuándo una estrategia discursiva está siendo empleada para la dominación, es preciso estudiar cada enunciado en relación con los que los preceden y lo siguen, y tomando en cuenta la relación entre los interlocutores.9 A pesar de todas estas advertencias, debemos estar conscientes de que la dominación masculina, como hecho social, tiene sus correlatos en las interacciones verbales, y se ejerce de múltiples maneras, muy complejas pero finalmente eficaces.

La invisibilización En tercer lugar, los proponentes del lenguaje incluyente reclaman el derecho a ser incluidos e incluidas, a que se elimine la invisibilización por medio del lenguaje. Este aspecto del debate se centra por lo general en la problemática de género, y de hecho son esas batallas lingüísticas las más frecuentes en nuestro medio.

7 Véase R. Brown y A. Gilman, “The pronouns of power and solidarity”, en Sebeok, T. (ed.) Style in Language Cambridge, MA, MIT Press, 1960. 8 Uno de los trabajos más frecuentemente citados sobre el particular es el de Don Zimmerman y Candace West, “Sex Roles, Interruptions and Silences in Conversation”, en Language and Sex: Difference and Dominance, ed. Barrie Thorne y Nancy Henley. Rowley, Mass. Newbury House, 1975. 9 Véase Deborah Tannen, “The Relativity of Linguistic Strategies: Rethinking Power and Solidarity in Gender and Dominance”, Gender and Discourse. op.cit., p. 46.

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Cuando le llamamos “Hombre” al ser humano, o cuando enviamos comunicaciones hablando sólo de “profesores”, y no de profesoras, o cuando creamos un formulario que debe llenarse al ingresar a un hospital hablando siempre de “el paciente”, aun cuando el ingreso sea a la Sala de Partos, estamos empleando el masculino genérico, con el cual se excluye del lenguaje a la mitad femenina de la humanidad, del profesorado y del conjunto de pacientes, en cada caso. Y por más que se nos diga que “Hombre” incluye a hombres y mujeres, de hecho en la mayor parte de los casos no es así. Tomemos un ejemplo de la filosofía. Cuando Kant se refiere al hombre, lo hace en términos de autonomía, de la mayoría de edad moral, y reconoce la diversidad de opciones abiertas para el ejercicio de la libertad. Pero cuando nos habla de la mujer, desaparecen los llamados a la autonomía, y lo que encontramos en su lugar es una serie de recomendaciones generalizadas, admoniciones a cumplir un papel determinado de antemano, siempre igual. La idea kantiana de que existen múltiples vocaciones para los hombres y una sola para las mujeres es evidente cuando, en Observaciones acerca de lo bello y lo sublime, el filósofo restringe la educación que deben recibir las mujeres al desarrollo de la sensibilidad y al estudio “de lo humano, y entre lo humano, del hombre”10. La mujer existe sólo para darse a otros, sobre todo a un hombre, nunca para formarse a sí misma, ni para enfrentarse al mundo sin pasar por la tutela de otros sujetos, y por tanto no le corresponde el cultivo de la ciencia, ni de la filosofía, ni de la poesía. En efecto, en todo el ensayo abundan las prohibiciones a las mujeres, mientras que a los hombres sólo se les recomienda evitar las lágrimas que no sean magnánimas y el uso del almizcle. Una vez descubrimos que la visión de Kant de las mujeres es así de limitada (evidentemente como corresponde a un hombre de su época), se hace imposible volver a leer la referencia 10 Emmanuel Kant. “Prolegómenos a toda metafísica del porvenir. Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime”. Crítica del Juicio. México. Editorial Porrúa, 1978. p.148.


al “hombre” en otras de sus obras como si incluyera también a la mitad femenina de la especie. Aun cuando en ellas Kant se refiera a los aspectos más generales y abstractos de lo humano, sin tomar en cuenta la realidad social concreta ni establecer distingos de género, se hace difícil creer que pueda tener la intención subyacente de que lo expresado sea plenamente aplicable a las mujeres. Y lo mismo podría decirse de cualquier otro filósofo que revele su misoginia. La consecuencia para las mujeres de una descripción del mundo donde no aparecemos explícitamente es esa sensación de “desequilibrio psíquico” de la cual habla Adrienne Rich, en el pasaje que ya citamos. Sin embargo, para la mayoría de las mujeres, la costumbre de ser invisibilizadas, de “no ver nada en el espejo” que en muchas ocasiones le presenta su interlocutor, es tan inveterada, que ni produce extrañeza ni mucho menos se cuestiona; a muchas esa exclusión las conduce precisamente a ejercer su papel de sumisión de manera más perfecta, al buscar a un varón, sea padre, esposo o hermano, que les dé un lugar en ese mundo donde ellas no conciben ser reconocidas por derecho propio. Es difícil comunicar, a quienes no la han padecido, en qué consiste la experiencia de esa invisibilización en el lenguaje y por el lenguaje. ¿Cómo hacerle entender a un varón los daños que produce el “masculino genérico”? Quizá algunos ejemplos puedan ayudarnos. Imaginemos que algún comentarista deportivo, al hablar de todos los equipos que participan en un campeonato de fútbol, utilizara siempre el nombre de

uno solo de ellos para referirse a todos. O que un diplomático europeo, encontrando difícil pronunciar los nombres de países como Paraguay o Uruguay, se refiriera a todos los países de América Latina con el mismo nombre, el de Brasil, por considerar más fácil su pronunciación. Evidentemente, las protestas serían contundentes e inmediatas. La sensación de invisibilización por nacionalidad no es extraña para los latinoamericanos, quienes varias veces han oído a cantantes y actores, y hasta a presidentes y senadores del llamado “primer mundo”, hablar de estar en Bolivia cuando llegan a Colombia, o viceversa. Quienes han vivido en Estados Unidos pueden haber sentido hilaridad mezclada con indignación cuando algunos estadounidenses llaman al idioma que hablamos mexican, o cuando suponen que todos los latinoamericanos provenimos de México. Pensemos en el rechazo que produce en América Latina ese desconocimiento de nuestras nacionalidades, y luego reflexionemos sobre la mucha mayor frecuencia de la invisibilización que sufrimos las mujeres mediante el lenguaje. Los dos sexos no son equipos rivales, ni tampoco nacionalidades; aunque algunos fanáticos del fútbol pueden estar dispuestos a matar por él, para la mayoría de las personas la identidad sexual y de género constituyen algo muy importante, más íntimo, más central en sus vidas. Por eso la expectativa de que las mujeres renunciemos a que se nos nombre, el desconocimiento de nuestra identidad que representa decir “hombre” para designar a hombres y a mujeres, puede caracterizarse como una forma particularmente severa de exclusión. Lo mismo ocurre con cualquier uso de sustantivos masculinos que se emplean para referirse a colectivos donde hay tanto hombres como mujeres: “los estudiantes” en vez de “los y las estudiantes”, “los niños” en vez de “los niños y las niñas”, etc. Finalmente, reconozcamos que uno de los grupos que es con mayor frecuencia e intensidad víctima

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de invisibilización es aquel compuesto por los y las “no-heterosexuales”, como los designa Judith Butler.11 La discriminación que sufre este grupo es tan severa, que la gran mayoría de sus integrantes prefiere negar y ocultar sus prácticas sexuales y amorosas. Sin embargo, aún aquellos y aquellas que valientemente han “salido del closet”, para usar la frase de moda, se enfrentan al desconocimiento de su entorno cultural de la posibilidad de que un hombre pueda amar a un hombre, o una mujer a una mujer. Este desconocimiento invade el lenguaje en la medida en que se produzcan actos discursivos basados en la presuposición de que toda relación erótico - afectiva de un hombre tiene que ser con una mujer, y la de una mujer con un hombre, como cuando se le pregunta al primero por su novia o su esposa, y a la segunda por su novio, esposo o compañero. En estos casos, lo que se invisibiliza es la posibilidad de esas relaciones, no a los sujetos en sí, y aquí la invisibilización se convierte en una conducta represora, en la medida en que este tipo de preguntas va más allá de la mera petición de información, y conduce a la presión social que ha sido caracterizada como “heterosexismo” y “hegemonía heterosexual”.

El androcentrismo o la subordinación discursiva Un tipo de lenguaje discriminatorio dirigido específicamente a las mujeres, en el cual no se les invisibiliza propiamente, sino que se les ubica en una situación de clara subordinación discursiva, es el androcentrismo; aquí lo determinante es la perspectiva desde la cual se realiza un acto de lenguaje. Un ejemplo claro es la focalización empleada en la narración de ciertas situaciones donde intervienen hombres y mujeres. Veamos dos relatos periodísticos sobre una violación analizados por Deborah Cameron, relatos en los cuales la narración se focaliza en el varón: Un hombre que sufrió heridas en la cabeza cuando fue atacado por dos hombres que irrumpieron en su hogar 11 Véase Judith Butler, El género en disputa. México, Paidós, 2001.

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en Beckenham, Kent, ayer en la madrugada, fue inmovilizado sobre la cama por los intrusos que se turnaron violando a su esposa. (Daily Telegraph) Un aterrorizado hombre de 380 libras de peso fue obligado a yacer junto a su esposa mientras dos hombres la violaban ayer. (Sun)12

Los dos relatos fueron publicados en sendos periódicos ingleses: el primero una publicación prestigiosa, el Daily Telegraph, y el segundo un tabloide sensacionalista, el Sun. Como señala Cameron, no estamos ante “la idiosincrasia de un solo periodista o diario” sino ante “un conjunto institucionalizado de convenciones”, según las cuales la violación se representa como un crimen contra un hombre, el marido, en vez de ser visto como un daño sufrido por la mujer violada. Esto se aprecia claramente por el hecho de que la experiencia del marido es la que aparece en primer plano, mientras que la violación se presenta en una oración subordinada, al final de la oración principal; él es el sujeto de ambas oraciones, y los pronombres (excepto por uno: “la violaron”) se refieren a él. Ambos reportajes periodísticos focalizan la narración de lo sucedido a través del marido, mientras que lo que le sucede a la esposa es apenas el contexto de lo que le sucede a él. Aquí no estamos ante un uso del masculino genérico ni una descripción peyorativa de la mujer, sino ante un conjunto de decisiones lingüísticas “que sumadas conducen a una visión androcéntrica y sexista del incidente que se relata”.13 De hecho, el androcentrismo es una práctica tan común y generalizada que puede decirse que va más allá del lenguaje. La primera persona en usar este concepto fue Charlotte Perkins Gilman (1860-1935), novelista, poeta y ensayista estadounidense, quien lo definió como la tendencia a ubicar el punto de vista masculino en el centro de nuestra visión cultural e 12 Deborah Cameron, “Introduction”, The Feminist Critique of Language, A Reader. Deborah Cameron, ed. London and New York, Routledge, 1998, p. 11. 13 Ibid., p.12.


histórica del mundo; esta autora tituló uno de sus libros, publicado en 1911, El mundo hecho por el hombre, o la cultura androcéntrica (The Man-Made World, or, Our Androcentric Culture). Casi cuarenta años antes que Simone de Beauvoir, Gilman observó que lo masculino se consideraba en nuestra cultura el modo universal o humano, mientras que lo femenino era visto como una especie de desviación: “El hombre fue aceptado como el tipo [central de la especie] sin que se alzara ni una voz que disintiera; y la mujer—una criatura extraña, diversa, sin armonía con el esquema aceptado de las cosas—fue explicada y excusada como meramente hembra”.14 El androcentrismo ha sido investigado en campos tan diversos como la filosofía, la religión, la psicología, y se hace evidente también en los medios masivos de comunicación. Cada vez que vemos un comercial de cerveza o de cualquier otro producto donde aparecen modelos en bikinis mínimos moviendo las caderas de manera insinuante, o cuando en una reunión campestre festiva de una empresa se organiza un concurso de empleadas con camisetas mojadas, estamos ante un caso de androcentrismo: el interés de los varones por este tipo de imagen es lo que está determinando la actividad que se desarrolla o las imágenes que se presentan; las mujeres que participan gustosamente en ellas están sirviendo a esos intereses.15 14 Charlotte Perkins Gilman, The Man-Made World, or, Our Androcentric Culture, Chapter 1. http://www.readbookonline.net/read/302/8721/ (Recuperado el 14 de octubre de 2008). 15 Es obvio que las modelos o las empleadas de nuestros dos ejemplos se benefician también de diversos modos al recibir la atención de los hombres, pero a costa de tener que tolerar también su desprecio.

El control discursivo mediante rótulos y conceptos Otro aspecto de nuestro tema tiene que ver con el uso de ciertos términos visto desde la perspectiva del discurso. A partir de la teoría crítica de autores como Michel Foucault, sabemos que la significación no está desligada de las prácticas sociales. Cuando Foucault nos habla de los “discursos”, emplea el término en un sentido diferente a como lo hacen los analistas del discurso, quienes trabajan en una rama especializada de la lingüística que se ocupa del lenguaje en uso, en interacciones y contextos determinados. Para él, y para los proponentes de la teoría crítica que lo siguen, “discurso” nos remite a los conjuntos de enunciados y términos que circulan entre nosotros sobre un determinado fenómeno, situación o práctica social, y que le dan sentido a esas realidades. En ese sentido, discurso está indisolublemente ligado al concepto de “prácticas sociales”, y sólo tiene sentido en un contexto cultural determinado.16 En Historia de la sexualidad, este autor discute el surgimiento del término “homosexual” en el siglo XIX como parte de una serie de tácticas encaminadas a controlar la vida sexual, creando la idea de que el comportamiento “perverso” de determinados individuos debía ser visto como consecuencia de su anormalidad. Surge así la homosexualidad como una identidad, una categoría especial de personas basada en su deseo sexual: “El sodomita había sido una aberración temporal; el homosexual era ahora una especie”.17 Como vemos, el poder del lenguaje para controlarnos puede tener consecuencias de gran alcance. Por eso podemos decir que los conceptos que em16 Michel Foucault, The Archaeology of Knowledge and the Discourse on Language. New York, Pantheon, 1972, p. 149. 17 Michel Foucault, History of Sexuality, vol. I. New York,Vintage Books, 1980. p. 43.

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pleamos no son inocentes; Deborah Cameron et al., por ejemplo, han argüido convincentemente que términos médicos como “síndrome pre-menstrual” pueden emplearse para enfatizar la falta de control emocional de las mujeres, mientras que “síndrome fetal del alcohol” a menudo se emplea para subrayar el control que las mujeres deben ejercer sobre sí mismas, poniendo el supuesto bienestar del feto por encima de su satisfacción de maneras frecuentemente exageradas.18 Sin embargo, ya sea mediante un concepto que enfatiza la falta de control de la psiquis femenina u otro que puede utilizarse para promover el auto-control hasta niveles excesivos, la consecuencia es, nuevamente, ejercer un dominio sobre un grupo de la población, en este caso las mujeres, manteniéndolas bajo la dominación masculina. ¿Qué podemos hacer ante estas tendencias socioculturales a usar determinadas concepciones como herramientas de control sobre determinados grupos? En este caso, es aún más difícil ejercer una influencia sobre el uso del lenguaje que cuando se trata simplemente del léxico. Evidentemente, los conceptos de síndromes médicos no sólo existen para controlar la conducta femenina, sino que tienen su base en complejos procesos de estudios y conductas médicas. Parece difícil que logremos neutralizar las tendencias socioculturales a intentar controlar a las mujeres, ya que éstas probablemente se basan en gran parte en el temor de muchas personas a los cambios profundos que ha sufrido la situación de las mujeres en el último siglo; de allí la fuerza y el arraigo que adquieren los discursos y las prácticas que las hacen parecer peligrosas o que exigen de ellas renunciar a ciertos pla ceres inocuos so pena de causar daños irreparables

18 Véase Deborah Cameron, E. Frazer, P. Harvey, B. Rampton and K. Richardson. Researching Language: Issues of Power and Method. London. Routledge, 1992.

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a su progenie. Si queremos eliminar los intentos de controlarlas, debemos quizá cambiar no sólo el uso exagerado e incorrecto que se hace de estos discursos, sino también y principalmente la raíz de donde surge este tipo de uso y abuso, y esto necesitará esfuerzos mucho más amplios y complejos. Frente a estas dificultades, la buena noticia es que ya se hacen alrededor del mundo multitud de este tipo de esfuerzos.

Conclusión Reiteremos, a modo de conclusión, que modificar los modos de uso de una lengua no es empresa fácil; a menudo las costumbres lingüísticas evolucionan de formas inesperadas. Lo importante es que seamos conscientes de que estamos en un momento de flujo, cuando el idioma está cambiando en consonancia con las profundas transformaciones sociales que hemos vivido en esta época; aunque no podemos estar totalmente seguras de cuáles serán las formas finales que se impongan a partir de los esfuerzos por democratizarlo, estos esfuerzos definitivamente valen la pena. Como ya dije, existe una razón fundamental para defender esta innovación del lenguaje incluyente, por más que en ocasiones sea más extenso, inclusive si resulta menos elegante: el hecho de que contribuye sustancialmente a que haya más justicia en el mundo, al combatir los prejuicios sexistas, racistas, heterosexistas de nuestra cultura. Esa razón principal, para las feministas y para muchos hombres feministas, como para los y las activistas que combaten cualquier tipo de injusticia, es más que suficiente para que apoyemos la búsqueda de equidad en el discurso.


María Eugenia Vásquez Perdomo

Antropóloga Activista de los Derechos Humanos de las Mujeres

Insurgentas: sujetas políticas en la construcción de paz En otras palabras… no. 20 / Rehaciendo saberes | 33


Opino desde los márgenes y me gusta hacerlo así. Soy excombatiente de la insurgencia y soy mujer; desde este lugar quisiera referirme al tema que nos convoca en la presente edición de la revista En Otras Palabras…: la reinvención de la paz. No intento teorizar sino hablar desde aquellas vivencias que se filtran entre las construcciones teóricas1 y contarles cómo me fui aproximando a la idea de paz que hoy asumo, reflexionada algunas veces en soledad, y otras, en compañía de mujeres que han vivido esta misma guerra, desde lugares y perspectivas diferentes. A partir de la experiencia que esbozaré de manera puntual, propongo detener la mirada sobre un sujeto colectivo y político imprescindible para el logro de la paz, hablo de las mujeres excombatientes de la insurgencia, de las insurgentas, como gustan llamarse las zapatistas.

Mi ruta Acercamiento Antes de aprender a leer conocí la “gramática de la guerra”2 escuchando las historias que contaba el tío abuelo sobre la participación de nuestra parentela en la Guerra de los Mil Días3. Mi infancia está 1 Margoth Rago, 2001. Entre la historia y la libertad. “Luce Fabbri y el anarquismo contemporáneo”. “La vida se desliza por entre las mallas de las construcciones teóricas, escapa a las clasificaciones y niega a cada paso las generalizaciones y las síntesis”. Editorial Nordan-Comunidad, Montevideo; tomado del texto de L. Fabbri, El Camino (1952). 2 Hernando Valencia Villa, 1987. Cartas de Batalla. Una crítica del constitucionalismo colombiano. Universidad Nacional de Colombia. Cerec. pp.19-25. El autor analiza las tensiones entre el orden jurídico y la realidad histórica colombiana y la centralidad de las guerras en esta dinámica. 3 Guerra civil que azotó al país entre 1899 y 1902, enfrentó a liberales que disputaban el poder al gobierno conservador. Uno de los resultados de esta guerra fue la separación de Panamá en 1903.

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poblada de imágenes de la Violencia4 en territorios del Valle y Cauca: Cali, Sevilla, Caloto, Corinto, Miranda. Recuerdo que los muertos bajaban de la Cordillera a lomo de mula, acompañados de hileras de familiares y vecinos expulsados de sus tierras con la palidez del terror aún pintada en sus rostros; en los poblados, sobre el pavimento amanecían espejos de sangre como testimonio de los asesinatos nocturnos entre liberales y conservadores; ya no distingo si los gritos que guardo en la memoria son reales o hacen parte de pesadillas. En mi recuerdo la guerra antecede la imagen de paz.

Un primer horizonte Comencé a estudiar antropología en los años 70, cuando en el mundo se multiplicaban procesos de revolución nacional y entre la juventud universitaria del país, contagiada de los movimientos políticos del cono sur de nuestro continente, ganaba terreno la idea de que los cambios sociales y políticos sólo se lograrían a través de las armas. Yo milité en el Movimiento 19 de Abril - M-19 desde su fundación. La consigna “No hay paz con hambre”, que acompañó nuestras primeras pintas en las paredes, nuestros boletines y nuestras acciones político-militares, dibujó mi primer horizonte de paz: una propuesta de guerra insurgente para lograr las transformaciones hacia una plena democracia, como contenido de la paz. Paz con justicia social.

Lección aprendida En febrero de 1980, viví y reconocí el valor de las conversaciones entre adversarios como manera para resolver un conflicto político, situado originalmente en el campo militar: la toma que hicimos de la Embajada Dominicana. Un suceso en el que no 4 Gonzalo Sánchez G., 2006. Guerras, memoria e historia. Universidad Nacional de Colombia. La Carreta Histórica. La Carreta Editores. Medellín, pp. 25. Según el investigador, en Colombia realmente no se hace memoria del fin de la Violencia –confrontación liberal-conservadora-, sino de cuando ésta asume su forma más evidente, la de las armas, tras los sucesos del 9 de abril de 1948.


hubo vencedores ni vencidos, ganamos todos, como lo reconoció el gobierno de entonces, gracias a una negociación que duró dos meses, en la que ambas partes cedimos lo necesario5. El M-19 no obtuvo la libertad de las prisioneras y los prisioneros políticos que demandó en un comienzo, pero sí ayudó a posicionar en escenarios internacionales el tema de la tortura y otras violaciones a los DD.HH. denunciadas por varias organizaciones de defensores, y logró un acuerdo para que la OEA y la Cruz Roja Internacional hicieran seguimiento a los procedimientos de interrogatorio que practicaban las Fuerzas Armadas y a los tribunales militares que juzgaban a civiles acusados de rebelión. Sin embargo, todavía me duelen los cientos de muertes, propias y ajenas, acaecidas durante esos nueve años, hasta concretar la firma de Acuerdos de Paz con cuatro organizaciones guerrilleras, a finales del año 1989, y construir el pacto político consignado en la Constitución de 1991, con la esperanza de facilitar el camino hacia una paz social basada en la participación democrática. En el contexto propiciado por la Constituyente, la ciudadanía ensayó maneras de entender y hacer efectiva la democracia política, económica y social, maduró reflexiones sobre el alcance de los cambios que vendrían, y hasta imaginó otras maneras de acercarse a una negociación con la insurgencia 5

Más información en: Revista Credencial, febrero 2010, edición 279. Aniversario. “30 años de la toma de la Embajada Dominicana. Los recuerdos de Emilia”, por María Eugenia Vásquez (pp. 34-37).

que permanecía en armas, al punto de ilusionarse con la posibilidad de una paz definitiva. Pero pronto, el escaso espacio que las normas abrían a la democracia lo fueron cerrando en la práctica y sin contemplaciones, actores sociales producto de esos tiempos: el narcotráfico y los paramilitares, con alianzas impensables, hasta lograr los resultados que el país conoce. Como nadie desea más la paz que quienes hemos vivido la guerra, sin decaer el ánimo ante el escaso resultado de los anteriores acuerdos de paz y del pacto político consignado en la Constitución, sigo pensando que Colombia requiere una salida negociada para dar por terminada la confrontación armada y permitir el desmonte paulatino de otros conflictos que atraviesan nuestra sociedad. Por eso desearía que ahora, cuando se anuncian oficialmente aproximaciones que podrían facilitar una negociación con la insurgencia, nos empeñáramos en fortalecer argumentos para convencer a los guerreros y guerreras de todos los bandos, que la terca idea de seguir combatiendo para mostrar poderío militar al contendor, sólo conduce a mayores pérdidas en vidas y bienes públicos, y a hacer más rentable el negocio de los señores de la guerra sobre nuestros territorios. También me declaro en sintonía con quienes desde el movimiento de paz y de mujeres por la paz abogan por una solución política negociada al conflicto armado como un hecho fundamental en el logro de una paz que, claramente, requiere mucho más que acuerdos políticos entre las partes. Probablemente hará parte de la negociación definir la ruta de una agenda social, fabricada a muchas voces, con amplia participación de diversos actores. No olvidemos que una cosa es la negociación y otra la construcción de paz; diferenciarlas nos puede librar de nuevas frustraciones.

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En la práctica diaria… Hacer real la paz también es un compromiso individual, un ejercicio consciente y constante por transformar aquellos dispositivos derivados de la guerra que desdibujan otros aprendidos en el quehacer de las colectividades políticas. En mi caso, un primer asunto fue quitarme las botas, despojarme del poder militar y salir del tablero de ajedrez en el que estaba parada: cuadros negros y blancos; figuras negras y blancas, dos bandos absolutos, órdenes jerárquicos, un juego con lógica bélica. La decisión de renunciar a la militancia en la que había empeñado la mitad de mi vida, poco antes de la firma de los Acuerdos de Paz, si bien fue una opción personal que me daba cierta ventaja, aquello de experimentar la civilidad implicó reflexiones profundas alrededor de las lógicas que habían regido mis prácticas político-militares. Quitarme las botas, como decía, me llevó tiempo. Una vez descalza y sin la arrogancia de poder que otorgan las armas, volví a recorrer las calles a pie; a apreciar los matices, a contemplar lo relativo de fronteras que pensaba inamovibles, analizar la realidad en sus complejidades, jubilar a la jueza implacable que me habitaba, desdibujar al enemigo absoluto para concebir antagonismos relativos; es decir, renunciar a certezas para lanzarme a mundos más amplios, así fueran enormemente inciertos. Confieso que por momentos sentí un enorme desamparo como si hubiera perdido la armadura, la estructura que organizaba mi humanidad, pero, al mismo tiempo, un sentimiento de libertad me iba seduciendo. Desde entonces me esfuerzo, cada vez más, en adoptar una lógica de reconocimiento y respeto por las demás personas, sus maneras de sentir y pensar; por aceptar la complejidad y tramitar las diferencias o conflictos a través de formas no violentas; por superar la polarización y no dividir el universo en ángeles

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y demonios para poder ser como soy en convivencia con gente diferente. Quizás este sea un camino para ir desmontando la militarización, expresión concreta de las lógicas bélicas, que ha logrado permear el conjunto de nuestra vida social y se refleja en el modo de relacionarse desde la fuerza y el sometimiento (matoneo escolar, feminicidios, machismo, violencia intrafamiliar y sexual); en la estética y en la moda (camuflados, botas militares); en el mercado de cine y televisión (competencia, guerra y destrucción); en los criterios de opinión promovidos por medios de comunicación (sesgados, polarizantes, estigmatizantes); en la justicia cuando pretende admitir el “todo vale en la guerra”, y en las políticas públicas de defensa y seguridad que privilegian el componente militar y el control territorial (políticas y planes de Consolidación Territorial). Por eso la invitación a quitarse es más amplia, no sólo para quienes experimentaron o experimentan la milicia; con esta metáfora me refiero a remover toda esa estructura de pensamiento belicista y a transformar, desde nuestras prácticas más cotidianas hasta las políticas públicas. Por ejemplo, dando un NO rotundo a creer que mediante la guerra ganamos la paz, a las políticas de seguridad basadas en la fuerza militar, a destinar más presupuesto a la guerra que a la educación, pero, también NO a los juegos de guerra, a la moda camuflada, a las formas violentas de relacionarse y de resolver los conflictos de la vida diaria, a permitir que nuestros hijos e hijas se vinculen a grupos armados, a difundir opiniones polarizadas. Y si algún guerrero o guerrera se cruza en nuestro camino, en lugar de darles la espalda (muerte simbólica) quizás resulte mejor convidarlos a que se despojen de la armadura y convencerles de que transitar la vida puede ser más fácil con los pies descalzos y el cuerpo liviano. Más que reinventar la paz, quizás tengamos que reinventarnos cada uno y una de nosotras. Sobrevivir


la guerra y afrontar el temor a reinventarse nos puede brindar a todos y todas, combatientes, no combatientes, víctimas y agentes de decisiones, un horizonte de paz con nuevas tonalidades que superen el blanco y negro de un tablero de ajedrez.

Aprendizaje con otras Junto a otras mujeres, amigas, compañeras de viaje en los trabajos populares, con aquellas víctimas que se convirtieron en actoras políticas, aprendí que la paz se construye en el día a día como parte de las tareas al parecer más simples, porque lo que hacen ellas desde tiempo atrás, a su ritmo, a su manera, desde su perspectiva, es enriquecer los contenidos de la paz con otras miradas, otros lenguajes y otras concepciones sobre la vida. Un aporte poco apreciado en el terreno político como parte de la construcción de paz que viene avanzando. Desde la particularidad de sus prácticas, las mujeres, han contribuido a redimensionar la paz develando sus expresiones más cotidianas y tratando de destacar la importancia política de las mismas. Si en nuestros análisis sobre paz no hacemos visibles las transformaciones derivadas de las estrategias de resistencia que han desarrollado colectivamente las mujeres en sus territorios, se continúa dejándolas, injustamente, atrapadas en la visión cortoplacista que considera el accionar femenino encaminado exclusivamente a resolver las necesidades inmediatas de la familia6 sin valor frente a la construcción de una política pública de paz. 6 Ver más en: Arturo Escobar. 1996. La invención del Tercer Mundo. Construcción y deconstrucción del desarrollo. “Las mujeres: agricultoras invisibles”. pp. 324-336. Editorial Norma S.A., Bogotá.

A propósito, en una entrevista publicada por El Espectador, la liberiana Nobel de Paz, Leymah R. Gbowee, a la pregunta, ¿por qué cree que las mujeres son especialmente aptas para la construcción de paz, respondió, “No voy a decir que es sólo porque son madres y las que nutren. Pero en las comunidades en conflicto, las mujeres son las que están ahí todo el tiempo. Ellas entienden y conocen a su comunidad. […] Tienen conocimiento de las personas y del contexto. Si uno desea conocer el problema de un pueblo en Colombia, tiene que preguntar a la mujer que ha vivido en esa cabaña todo el tiempo del conflicto. A la hora de hacer análisis del conflicto y construcción estratégica de paz, las mujeres son invaluables.” 7 Por fortuna, Colombia cuenta con organizaciones de mujeres empeñadas en la paz que trabajan desde varias perspectivas y han logrado hacer visibles sus aportes, posicionar sus acciones en lo público y realizar movilizaciones de impacto con demandas políticas como la salida negociada al conflicto armado interno y la exigencia del cese a las violencias contra mujeres en medio de la guerra. Unido a ello, han avanzado en la elaboración de una política pública nacional para mujeres, que si se cumple, contribuirá a aclimatar la paz con contenidos de equidad. Sin embargo, vuelve a hacerse necesario el trabajo conjunto para concertar una agenda común que incida en la agenda social a desarrollar, junto a los acuerdos de paz.

La propuesta Un país como Colombia, cruzado por guerras fratricidas desde su nacimiento como república, 7 El Espectador, marzo 13 de 2012. “El diálogo es la vía para resolver los conflictos”. Charla con la Nobel de Paz, Leymah Roberta Gbowee, la líder del movimiento que puso fin a la segunda guerra civil liberiana, en 2003. Por: Aldo Civico/Especial para El Espectador. Consultado el 27 de agosto de 2012 en página web: http://www.elespectador.com/impreso/vivir/articulo-332193-el-dialogo-via-resolver-los-conflictos

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cuenta con un gran porcentaje de población, que en algún momento, estuvo vinculada a uno u otro bando en contienda; así que excombatientes hay miles, ¿por qué negarlos? En el caso de la insurgencia, con lo prolífica que ha sido en los últimos cincuenta años, los y las sobrevivientes seguramente son más de los que calculan las estadísticas oficiales y más de las voces que aparecen como generadoras de opinión. Me pregunto ¿por qué no cuentan como sujeto político colectivo?, ¿qué podrían aportar las y los excombatientes de la insurgencia, frente a este nuevo intento de negociaciones? ¿Será que su experiencia de afrontar la civilidad no ofrece lecciones válidas? La nuestra es una sociedad en la que florece la ambivalencia: de una parte se sacraliza o se idealiza al guerrero (no a la guerrera) y de otra parte, cuando depone las armas se le considera contaminado de guerra y se le margina, o en el mejor de los casos se mantiene el estigma como espada de Damocles sobre su cabeza. En este marco, las mujeres excombatientes de la insurgencia hemos tenido dificultades particulares por el hecho de ser mujeres vinculadas a la guerra8 y otras más generales, compartidas con el resto de mujeres, al incursionar en el terreno político. Sin embargo, hemos insistido en constituirnos colectivamente para resignificar nuestra experiencia en doble sentido, como mujeres y como sujetos políticos. Renunciar a la guerra y aventurarnos a construir la paz, sin duda fue una decisión acertada. Pero, ¡nadie!, ni la sociedad, ni las organizaciones de las que hicimos parte, ni nosotras mismas comprendíamos a cabalidad las implicaciones de un cambio tan profundo. Tras los Acuerdos de Paz de los años 90 al 97, la mayoría de mujeres protagonistas políticas y militares durante los años de guerra, desaparecieron del escenario público. Tan sólo diez años después, un grupo 8 Doble transgresión, doble estigma: ni “buenas” ciudadanas, ni “buenas” mujeres. Por actuar contra el establecimiento y contravenir los roles correspondientes a las mujeres en la pareja, la familia y la sociedad.

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de mujeres de diversas organizaciones insurgentes comenzamos a reflexionar sobre lo que significó incursionar en el mundo de la guerrilla y luego, cuáles fueron las principales dificultades del retorno a la vida civil y la reconstrucción de nuestros proyectos de vida en una perspectiva de paz. Ese colectivo, con sus altibajos, todavía se mantiene. Mi propuesta se orienta a propiciar la reflexión sobre el carácter de las insurgentas como sujetos políticos en el concierto del trabajo por construir la paz evaluando su opción por la no violencia. Me pregunto, ¿aceptará el movimiento de mujeres por la paz que participemos en la construcción de una agenda común?, ¿nos reconocerá como sujetas políticas el movimiento popular? Es más, tomando en cuenta las dinámicas de anteriores conversaciones entre gobierno e insurgencia, me pregunto por las guerrilleras ¿tendrán la posibilidad de reflexionar sobre temas de su interés y construir propuestas que se integren a las agendas que plantearán en la negociación? ¿Las organizaciones de mujeres por la paz habrán pensado en incluir en sus agendas algunas de las propuestas de las guerrilleras? Si se logra una agenda común, ¿incluirá algunas propuestas de mujeres vinculadas a la insurgencia? Si persuadimos a las mujeres guerrilleras de participar en representación de sus propios intereses y exponer sus puntos de vista; si buscamos acuerdos entre ellas, nosotras, y las otras, más allá de los acuerdos habremos avanzado hacia una democracia en la que tengan acomodo las diversas visiones del mundo, una democracia que acepte las diferencias y abra la posibilidad de superar aquellas fracturas, producidas por las guerras, que contagian de inseguridad el presente de todos y todas. En esta utopía inscribo mi propuesta, tal vez porque confío que en medio de la polarización social, las colombianas mantengamos una esperanza terca en la paz, hasta lograrla.


Florence Thomas

Coordinadora Grupo Mujer y Sociedad

Las mujeres reinventan su lugar en el amor

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pregunté entonces si no era muy presuntuoso pensar que las mujeres de mi generación se otorgaran esa proeza relativa al amor, esa posibilidad de reinventarlo. Finalmente, me tranquilicé con la palabra reinventar pues el prefijo “re” nos permite pensar que el amor fue inventado o transformado varias veces por las mujeres y que nosotras, hoy, no hacemos sino re-inventarlo. Ahora creo que la revolución de las mujeres logró un impacto de orden sociológico, es decir más colectivo y compartido por muchas mujeres cuando anteriormente eran solo algunas de ellas quienes lograban vivir de otra manera el amor y en general con un costo enorme sobre su subjetividad y hasta a veces poniendo sus vidas en peligro. En segundo lugar, mi otra inquietud se resumía en que no sabía nada de la manera como los y las adolescentes viven el amor hoy; estos y estas adolescen“Son las mujeres quienes inventaron el amor. En una tes que se comunican por medio del ciberespacio y, sociedad exclusivamente masculina, el sexo y la guerra conectados día y noche a redes de nombres extraños, habrían probablemente bastado. Es por esta razón son los y las que tendrían muchas cosas que contarque el lema de mayo 68 “hagan el amor, no la guerra” me sobre la reinvención del amor. Y con ellos y ellas, marca la inauguración y al mismo tiempo la potencia lo único que puedo decir cuando los veo totalmente de la dimensión femenina de la humanidad. Es el ensimismados, la mirada fija y los dedos en perpeinicio de la feminización de nuestra sociedad”. tuo movimiento sobre los teclados de maquinitas, teléfonos celulares, computadores o tabletas, es que André Comte-Sponsville nos encontramos lejos, muy lejos de los amores de Madame Bovary que nos describe magistralmente Al momento de iniciar esta reflexión sobre la reinFlaubert; lejos, muy lejos de los amores de Julien y vención del amor, me pregunté varias cosas que me de Madame de Rênal en Le rouge et le noir de Stenhicieron dudar sobre la manera de abordar el tema. dhal cuando el enamorarse era un verdadero himno Primero me pregunté si esta reinvención del amor a la lentitud y a la paciencia, e incluso muy seguraera específica de estos últimos 50 años, es decir si mente lejos de lo que trató de construir Simone de era uno de las consecuencias de la revolución de las Beauvoir con Jean Paul Sartre hace ya casi un siglo, mujeres que ocurrió a mediados del siglo XX, o si cuando ese pacto amoroso se volvió emblemático cada siglo o grandes corrientes históricas no tuviepara muchas mujeres de mi generación. Entonces ron consecuencias y repercusiones sobre el universo pensé que solo podía hablar de lo que viví, de lo que amoroso de las mujeres y por consiguiente también tratamos de construir y de reinventar las que particide los hombres, sobre las dinámicas mismas del amor pamos de esta revolución de los años 60 y 70 en Coy sobre los lugares de los sujetos y objetos del deseo. lombia cuando empezamos a hablar de revolución Me imagino por ejemplo que George Sand, Flora sexual y del reencuentro con nuestro cuerpo graTristan o Lou Salome, por nombrar solamente tres cias en gran parte a la anticoncepción que cambiamujeres del siglo XIX —una, Lou Salome, un poco ría nuestras maneras de encontrarnos con el amor, más joven que las dos otras— pensaron haber reinla sexualidad y sus goces, y con una cierta libertad ventado el amor en un mundo que condenaba a las que significaba para nosotras autonomía y derecho mujeres a reactivar su valor exclusivamente en la mia decidir y a volvernos poco a poco protagonistas de rada o el deseo de un hombre y en la maternidad. Me nuestras vidas.

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Es que a lo largo de muchos siglos la cultura patriarcal generó una construcción de identidades masculinas y femeninas que dificultó enormemente las posibilidades de repensar el amor, ubicándolo implícitamente en el universo de lo imposible. Mujeres y hombres fuimos, todas y todos, prisioneros de definiciones, de arquetipos y roles estereotipados de tal fuerza que lograron encerrarnos durante siglos en la cárcel del género, paralizándonos para la reinvención, el riesgo y la huida adelante. Incluso y en relación con las mujeres, diría que el universo por excelencia de ellas fue tradicionalmente y en gran parte definido por el amor y más exactamente por el miedo de no ser amada, porque las que no conseguían ser amadas terminaban tildadas de solteronas o en la celda de un convento. Existían solo si lograban ser amadas y si amaban, aun cuando lo primero era más importante que lo segundo y su tarea principal era por consiguiente la de hacer todo lo posible para ser amables. El centro de gravedad de su existencia se encontraba en el otro, no en ellas, como ya lo había mostrado Simone de Beauvoir en El segundo sexo. Así, la cultura de las mujeres se resumía muy a menudo en una cultura del amor lo que representó durante siglos probablemente alguna felicidad y muy seguramente mucha desgracia. Es suficiente volver a hojear algunos tomos de la Historia de las mujeres de Georges Duby y Michelle Perrot (Taurus, 1993), para darse cuenta de lo difícil de encontrar mujeres que lograban escaparse de un destino de silencios relativos a una vida casera organizada alrededor de la reproducción maternal, en la sombra de lo doméstico y de las alcobas conyugales, todos eventos que no merecían tenerse en cuenta ni contarse según los historiadores de los siglos anteriores al siglo XX, siglo durante el cual se generarían condiciones

socio-políticas y epistemológicas que abrirían la vía a nuevas miradas sobre historias no oficiales, como lo fue la historia de la vida privada. Un siglo que sería testigo, entre muchos otros eventos, de una revolución muy sui géneris como lo fue la revolución pacífica y silenciosa de las mujeres. En efecto las mujeres, probablemente más valientes que los hombres —quiero decir con esto, más arriesgadas que los hombres cuando se trata de temas que tienen una profunda conexión con la ética, la estética y el cuidado de la vida—, son las que se la jugaron por cambiar su manera de existir y habitar el mundo, intuyendo tal vez que, entonces, nada sería igual. Y nada fue igual. Se sacudieron viejas representaciones sociales que pretendían definir la feminidad desde la maternidad y la domesticidad, desde el servicio a los otros y el deseo de ser amadas y protegidas, desde la abnegación y el silencio, y se vaciaron de contenidos antiguos roles que ya no lograban responder a los requerimientos de una modernidad que trataba por fin de cumplir sus promesas con las mujeres. Ellas se estaban reinventando, lentamente, pero con la seguridad de que no volverían a dar un solo paso atrás. Y fueron las protagonistas de una revolución que tuvo profundas repercusiones no solo sociológicas sino también, y sobre todo, subjetivas. El mismo Georges Duby, al finalizar el siglo XX, afirma que esta revolución “representó una mutación sin precedente, tal vez la más importante de todos los cambios que afectan a nuestra civilización en los albores del tercer milenio”. Entonces se trastocaron viejas categorías bipolares que tradicional e históricamente nos habían asignado lugares para la existencia que no nos permitían encontrarnos con los hombres desde la reciprocidad y la equidad. Categorías bipolares tales como naturaleza versus cultura, que hizo afirmar a muchos expertos en ciencias sociales que las mujeres eran a la naturaleza lo que los hombres eran a la cultura; mujeres objetos, expertas pasivas en la reactivación de su valor en la mirada o el deseo del otro y muy

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particularmente del otro masculino, versus hombres sujetos ordenadores de lo público, desde la razón, la reflexión y la abstracción mientras las mujeres se dedicaban a las emociones, a la intuición y al corazón en el universo de lo privado. Y así, con mujeres profundamente ligadas a la naturaleza y dedicadas al ámbito privado e íntimo, mujeres pasivas, silenciosas y dependientes, mujeres volcadas en las emociones y la heteronomía, los encuentros entre lo masculino y lo femenino se inscribían en relaciones de poder que difícilmente permitían que florezca algo que podría asemejarse al amor reinventado. Esto no significa que en todos los siglos que nos precedieron no hayan existido mujeres excepcionales que rompieron con todo lo pensado para ellas y que no dudaron en generar escándalos por haber tenido la osadía de vivir como mujeres libres en tiempos en los cuales esto ni siquiera se podía considerar. Creo que las tres que nombré anteriormente hablan por todas. Sin embargo con su revolución las mujeres iban a entender poco a poco y entre muchas otras cosas, que no podía existir un amor viable sin el exilio. Teníamos que franquear las fronteras de un universo, diseñado desde los viejos fantasmas patriarcales y probablemente algo confortable para muchas de ellas. Teníamos que aceptar la pérdida de los viejos indicadores de una vida en simulacro. De alguna manera era necesario perdernos para reencontrarnos. Era el precio que teníamos que pagar para la reinvención del amor. Quisiera entonces tratar de replantear el actual régimen de las relaciones amorosas a partir de una nueva hipótesis generada por los cambios de condición y posición sociológica de las mujeres desde hace unas cuatro o cinco décadas; hipótesis que podríamos formular de la siguiente manera: para amar desde una nueva ética, es imprescindible encontrarnos desde la autonomía en cuanto dos sujetos (que bien pueden ser un sujeto y una sujeta, dos sujetos, o dos sujetas) libres en cuanto “ ser de si”, con una visión secular del mundo y dispuestos a enriquecerse mutuamente con el fin de que el amor se transforme en una fuente de posibilidades para la vida y no de eternos maleficios o estragos para la muerte. Y anunciar que para amarse desde otra perspectiva es necesaria la autonomía o

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capacidad de actuar sobre sí mismo, sobre sí misma, es algo que, por lo menos desde una óptica de mujer, revoluciona todo lo que había sido hasta hoy el dispositivo amoroso occidental judeo-cristiano. Pienso entonces en una “reinvención del amor” porque de esto se trata: una ética que parte, ya no de una cultura androcéntrica que ubicó a las mujeres como eterno objeto del deseo masculino, sino de una cultura verdaderamente bisexual en el caso de la heterosexualidad, o unisexual a dos, en casos de homosexualidad, es decir, una cultura capaz de reconocer las transformaciones y redefiniciones de los lugares sociales de las mujeres, sus nuevos posicionamientos y los consecuentes y profundos cambios de los sujetos y objetos del deseo en la dinámica de las relaciones amorosas. Hoy y gracias a este nuevo devenir femenino nos hemos vuelto de alguna manera todos y todas mutantes del amor y, como lo dice Julia Kristeva en sus Historias de amor, el mismo Narciso quiere reinventar el amor. Y al decir esto no pretendemos cambiar del todo la estructura del amor que seguirá siendo fundamentalmente y por mucho tiempo aun, a partir de elementos inconscientes muy arcaicos, una respuesta tramposa a la falta originaria, un sueño ancestral de fusión y una idealización imaginaria a partir de un otro soñado a la medida de nuestras propias carencias. Por mucho tiempo todavía, seguiremos saldando, a través de nuestras historias de amor, viejas cuentas con nuestro pasado y con nuestra historia arqueológica de construcción identitaria. Una identidad que, de hecho, necesitó para edificarse una primera historia de amor, esta que Freud tildaría de historia prototipo de todas nuestras futuras historias y que, desde una cultura patriarcal, había ubicado de manera distinta a mujeres y hombres frente al deseo. Y me atrevería a decir que, aun cuando afirmaba al inicio de este texto que no sabía nada de los y las adolescentes y su relación con la dinámica amorosa, esta secular estructura del amor, este sueño ancestral de fusión y de idealización de un otro soñado que busca resolver viejas carencias y cuentas con su infancia, es decir con su construcción identitaria, sigue existiendo. Que sea expresándose con papel, plumas y tinta o con tonos de voz y expresiones físicas en la delicias del tiempo lento, o a través de la hiperinformación de redes sociales, con vocabularios insólitos y mudos,


con la velocidad con que se pueden mover los dedos para escribir mensajes sobre diminutas pantallas, nosotras y nuestros nietos y nietas, me atrevo a decir que buscamos lo mismo, y el amor no es más que el feliz encuentro de dos relatos, de dos historias que tratan como sea de escapar a la realidad, hasta cuando dejamos de ser cómplices porque los relatos del uno y de la otra ya no concuerdan y la realidad logró vencernos. Y es entonces cuando puedo, más que afirmar, lanzar la hipótesis de que nuestros nietos y nietas no han avanzado mucho en la reinvención del amor. Los medios y los canales de comunicación han cambiado; las palabras han cambiado; los ritmos han cambiado; y sin embargo todos y todas seguimos probablemente buscando en el amor lo mismo que Madame Bovary, que la María de Jorge Isaacs o que Julien y Madame de Rênal: es decir nuevamente saldar viejas cuentas con nuestras historias de construcción de identidad. Buscamos en el amor lo mismo de siempre, y no obstante, algo ha cambiado. Y lo que ha cambiado son los nuevos lugares sociales de las mujeres, sus nuevos posicionamientos en relación con la circulación del poder, su inaugural autonomía y reivindicación de un cuerpo gozoso y los consecuentes y profundos cambios de los sujetos y objetos del deseo, es lo que marca hoy día de alguna manera la reinvención del amor. Y creo que es a partir de estas nuevas miradas que debemos entender el hecho de ser de algún modo, todos y todas mutantes en el amor. Los logros de las mujeres durante las últimas cuatro o cinco décadas no pueden dejar por fuera la alquimia del amor, y si bien sabemos que las mutaciones toman un tiempo que no se puede medir con la duración de nuestras vidas, estoy convencida de que

cada nueva historia de amor, cada nuevo y repetido fracaso, cada nuevo ensayo por no re-encontrar los mismos estragos de siempre, nos ayuda a entender que las éticas son históricas así como las dinámicas del amor, sus goces y sus estragos. Y no estoy soñando. Sé que nunca el amor será una fiesta y que no existe ningún paraíso perdido a la vuelta de la esquina. Pero sé también que ahora las mujeres desean y hablan, y desean y hablan desde otros lugares, dejando así poco a poco de ser mujeres de la ilusión como las llama Ana María Fernández en el libro que lleva este mismo título, o sea mujeres eternamente fantaseadas por los hombres. Y dejando de ser mujeres de la ilusión, se vuelve posible pensar en una reinvención del amor que se origine, esta vez, en la aceptación de que para amarse es quizás necesario empezar a renunciar al sueño fusional del “dos en uno” y a la nostalgia de ser uno solo que, en una cultura androcéntrica, no dejaba duda sobre cuál de los dos había sido subsumido o consumido en un acto que se parecía más al canibalismo que a nuestras ideas actuales del amor. Boleros, tangos y baladas, telenovelas, comerciales, revistas femeninas y expresiones vernaculares de nuestro idioma están todavía ahí para recordarnos todos los viejos imaginarios del amor. ¿No dizque que las mujeres “se tienen, se toman, se conquistan y finalmente se comen? Tenemos hoy que sepultar el dos en uno, sepultar la fusión y dar paso a una nueva ecuación: hoy en el amor y desde lo que generó la revolución de las mujeres, tenemos dos sujetos autónomos y libres, diferentes e iguales cuando diferencia e igualdad no son conceptos antitéticos sino paralelos que remiten a debates distintos. Uno, la igualdad remite a un debate ético-político, el otro, la diferencia, a un debate epistemológico-existencial. Estoy hablando entonces de dos soledades que para encontrarse y unirse, deben primero existir separadamente. Para nosotras las mujeres esto equivale a construir muros de contención subjetiva, trazar límites, porque solo puede existir reciprocidad y receptividad de un otro a partir de una oscura certeza y afirmación de sí. Solo desde el propio reconocimiento puede llegar uno a la otredad. Solo desde la

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separación que es en este caso exactamente lo contrario de la fusión, hay posibilidad de encuentro como nos lo recuerda Luce Irigaray en su Ética de la diferencia sexual. Ahora bien, soy consciente de lo que significa esto: significa ni más ni menos cambiar radicalmente los viejos juegos de poder del amor a partir de la “puesta en escena” de una nueva subjetividad femenina que hará a las mujeres capaces de amar poco a poco, ya no desde una subjetividad hipotecada que marcó su histórica heteronomía, sino desde la autonomía y consiguiente redefinición de su posición en la economía libidinal, o sea en los complejos juegos de poder en la circulación del deseo. Y sin darme cuenta escribí esta frase en futuro porque tal vez no lo hemos aun logrado del todo. Esta reinvención está en proceso y hoy las mujeres somos aun aprendices de las mieles de la autonomía que nos dificultan enormemente los juegos del amor. Incluso sé que existen retrocesos ante la poca respuesta de los hombres, o simplemente, y para no sellar esta propuesta en una normatividad heterosexual, ante la poca respuesta del otro sujeto, o de la otra sujeta, de la relación, aun cuando sé que el contexto de este escrito se enmarca en un lugar predominantemente heterosexual. Podría pensarse que dos mujeres autónomas pueden vivir los juegos del amor desde dinámicas de poder muy distintas, pero confieso que no me quiero adelantar en afirmaciones no suficientemente trabajadas. Y para volver a la heterosexualidad, es evidentemente imprescindible que los hombres entiendan lo que han significado los inmensos impactos subjetivos de nuestra revolución porque la reinvención pasa hoy por novedosos juegos de circulación del deseo y del poder sobre el otro o sobre la otra. Los lugares del sujeto y del objeto de deseo son ahora intercambiables. Algo impensable hace solo un siglo. Sin embargo soy consciente del reto que representa esta última afirmación, porque si bien estoy segura de que las mujeres no darán un solo paso atrás en el camino de las conquistas laborales, legales y políticas o sea en estos lugares que se han ganado, soy algo pesimista en relación con lo que significa luchar contra nuestra secular inferiorización en los inconscientes. Tal vez porque sé que luchar contra este

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conjunto de temores, miedos, prejuicios y estereotipos de pensamiento que, a menudo, nos determinan sin saberlo, es infinitamente más difícil y aleatorio que conquistar derechos legales. Y es que ser verdaderamente dos sujetos subjetivamente autónomos y políticamente equivalentes significa para las mujeres, no solo obtener una habitación propia como lugar físico, como nos lo recordaba Virginia Woolf hace ya unos sesenta años, sino esencialmente como lugar subjetivo del sí misma. Y de hecho no sé si los inconscientes son susceptibles de cambio o no, pero estoy convencida de que lo que llamamos imaginarios sociales —o sea este conjunto de representaciones, imágenes, mitos, leyendas, metáforas que circulan en una cultura—, son productos de la historia y de la cultura y en este sentido vale la pena preguntarse si, después de siglos de asimilación de una cultura patriarcal que nos expropió de nosotras-mismas, satanizando nuestro cuerpo y nuestra sexualidad, histerizando nuestra existencia e hipotecando nuestra mente, seremos capaces de reconstruir un mínimo de reconocimiento narcisista o imagen gratificante de lo femenino. Y digo “reconstruir” sin saber si debería decir simplemente “construir” pues, quien sabe si en la arqueología histórica de nuestra identidad pudimos reconocernos a través de imágenes algo más valorizantes y bellas que las de hoy. Quizás en los albores de la humanidad, cuando fuimos diosas... De hecho, las mujeres sienten y empiezan a entender hoy que se ha vuelto urgente sacudir los imaginarios sociales y las representaciones culturales de la femineidad con el fin de que pueda iniciarse un ajuste entre aquellas y su nuevo devenir porque ya no se reconocen en los estereotipos de mujeres pasivas o madres sobreprotectoras y castradoras, brujas, putas o ángeles sin sexo que una cultura de hombres y sus múltiples narrativas proyecta todavía sobre ellas. Están entendiendo también que crear nuevos significantes no es imposible como lo quisieran muchos. Los significantes que conforman gran parte de nuestros imaginarios están hechos de materiales simbólicos o sea de palabras, de mitos, de estructuras familiares y de memorias y aun cuando sabemos que su transformación tomará un tiempo


no comparable cronológicamente al tiempo de las prácticas sociales, no encontramos razón para su inmovilismo histórico. Las feministas sabemos ya desde hace algunas décadas que trabajar sobre los sistemas simbólicos como el lenguaje, los mitos, los ritos, las leyendas, el folklore, pero también sobre los discursos normativos como el discurso médico, pedagógico, filosófico, jurídico, estético y científico, demanda mucha terquedad, paciencia y valentía. Es por el conjunto de toda una cultura y sus redes simbólicas que poco a poco logré poner en tela de juicio sus categorías significantes con el fin de derribar al falo como significante primordial y único, para enfrentarlo simétricamente a otro significante capaz de nombrar lo que se pensaba innombrable: lo femenino. ¿Difícil? Sí, seguramente, pero en absoluto imposible. Sabemos hoy que el monumento al falo como significante primordial se está agrietando. Nada muy grave aun pero nuestra revolución implicó siempre también una revolución simbólica, esta sí, profundamente subversiva que necesita mucho tiempo para llevarse a cabo del todo. Ya sabemos lo difícil y lo sedicioso de visibilizar a las mujeres a través del lenguaje como lo muestra magistralmente en esta misma revista el artículo de Gabriela Castellanos. La cito: “La consecuencia para las mujeres de una descripción del mundo donde no aparecemos explícitamente es esa sensación de “desequilibrio psíquico” de la cual habla Adrienne Rich. Sin embargo, para la mayoría de las mujeres, la costumbre de ser invisibilizadas, de “no ver nada en el espejo” que en muchas ocasiones le presenta su interlocutor, es tan inveterada, que ni produce extrañeza ni mucho menos se cuestiona; a muchas esa exclusión las conduce precisamente a ejercer su papel de sumisión de manera más perfecta, al buscar a un varón, sea padre, esposo

o hermano, que les dé un lugar en ese mundo donde ellas no conciben ser reconocidas por derecho propio. Y sin embargo estamos ya profundamente implicadas en este cambio a pesar de las Academias que quisieran definitivamente darle un estatus de lengua muerta y fosilizada al español. Ahora bien, otra de las urgencias para reconocernos positivamente es aprender a conocer nuestro cuerpo y magnificar nuestra sexualidad específica después de más de dos mil años de manipulación, satanización y expropiación por parte de una cultura judeocristiana patriarcal, atemorizada por el sexo femenino. No podemos olvidar aun que el lugar por excelencia del ejercicio del poder patriarcal es el cuerpo de las mujeres. Es en este sentido imprescindible que el sexo femenino sea nombrado. Si queremos seguir trabajando a nivel simbólico, debemos aprender a nombrar a las niñas esta pequeña abertura tan temida y vilipendiada por los hombres. Que se nombre vulva, monte de Venus, clítoris y útero con el fin de que se vuelvan orgullosas de estos sexos tan portadores de goces como de vida, y por consiguiente tan gratificante. Las palabras están en los diccionarios (por lo menos en los actuales) y últimamente están en los libros de biología. Pero solo están ahí. Letra muerta porque el contexto social no permitió que adquirieran una consistencia fuerte en la estructura del inconsciente, y el sexo femenino se volvió innombrable, indecible porque hace siglos una cultura de hombres que necesitaba encontrar una salida a sus fantasmas, lo culpó de todos los males de este mundo. Tal vez exagero, pues estoy segura — ¿sí?— que una nueva generación de mujeres, de madres está celebrando el sexo de su hija. Ojalá, porque si aceptamos que pensamos, deseamos y amamos por medio de nuestros imaginarios, sería tenaz amar algo indecible, tachado, satanizado e histerizado. Para cuantas mujeres de este país su sexo es todavía algo innombrable, sucio, del cual no se debe hablar y cuyas secreciones se deben hacer olvidar lo más posible...La sangre de los guerreros siempre fue pura mientras era impura la de las mujeres...Por lo menos esto es lo que nos enseñaron y

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que sigue expresando la cultura a través de múltiples mensajes comerciales que nos alientan a “olvidar estos días molestos”. Y más allá de nombrar el sexo femenino, se trata también de generar nuevas metáforas capaces esta vez de magnificar el misterio del amor, de la sexualidad y de la procreación pero desde nuevas imágenes. No podemos seguir articulando nuestra sexualidad a la ecuación excitación-erección-penetraciónorgasmo-silencio-cigarrillo y dejarnos repetir que nuestro goce representa un lugar innombrable, un “algo más” que escapa al universo semántico masculino y su falo-referente. En este sentido la palabra femenina tendrá poco a poco que tomarse en serio y dejar de ser una palabra-síntoma (sin-toma). Las más optimistas me dirán que esto ya se está dando. No estoy tan segura de ello. Hay cambios, tímidos y desiguales, muy desiguales según factores socioeconómicos, educativos y regionales. Son aún temas considerados no prioritarios en políticas públicas, en los currículos educativos y en agendas públicas. ¿Cuál telenovela introduce estos temas en sus guiones? Y más grave aún, ¿cuáles contenidos de educación sexual presentan el sexo femenino o a la sexualidad femenina desde otros parámetros que posibiliten a las niñas, a las adolescentes construir una mirada distinta sobre su sexo en un mundo aún tan simbólicamente patriarcal y fálico? Pero tampoco será suficiente nombrar y magnificar la sexualidad femenina, pues de hecho es la totalidad de la imagen de la mujer la que es necesario cambiar en todos los rincones de la cultura, y con una vigilancia sin límite: todas las imágenes transmitidas por los medios, los comerciales, la literatura, las letras de las canciones, la escuela y otros discursos que conforman el tejido cultural. Tendremos que poner en tela de juicio la interpretación patriarcal de los mitos y reinterrogarlos desde esta mirada de la sospecha que nos habita ahora. Haremos hablar entonces a las diosas griegas, a Deméter y Perséfone, a las mujeres del génesis y del nuevo testamento, a Antígona e Ifigenia; escucharemos otra vez a Lisístrata y sus propuestas para acabar las guerras de los hombres; le prestaremos una atención nueva a

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Yocasta, Electra y Casandra cuando todo el guión fue para Edipo. Escucharemos a Alma Malher, a Clara Schuman y a Camille Claudel, y trataremos de cambiar la potentísima imagen de mujer-madre por la de una mujer-sujeto histórico, político, libre, habitada por el deseo y con capacidad de actuar sobre si-misma. Quizás entonces nos podamos reconciliar con el amor que dejará de ser el único principio organizador de nuestras vidas. Y no se trata de renunciar al amor, sino de cambiar el régimen de las relaciones amorosas gracias a un desplazamiento progresivo de las mujeres a su nueva condición tanto sociopolítica como subjetiva, desplazamiento que sea capaz de una redistribución más equitativa de los viejos campos de poder que envenenaban el amor. Las mujeres no pueden admitir por más tiempo ser humilladas, maltratadas y golpeadas por los hombres que dicen quererlas y amarlas; tampoco pueden seguir teniendo cuerpos satanizados, clítoris extirpados y labios cosidos; ser acosadas, poseídas y violadas; estar “solas” cuando se separan, mientras los hombres son “libres”; las mujeres ya no quieren ser rivales y envidiosas entre ellas, posesivas y enfermar de amor. Sé que a veces peco de optimismo. Sí, probablemente. Sin embargo no me impide saber que el amor será siempre, a pesar de que no me gusta este adjetivo, una prueba y el lugar por excelencia de nuestra fragilidad y vulnerabilidad tanto para hombres como para mujeres. Durante mucho tiempo aun, seguiremos prematuros en el amor, adultos, jóvenes y adolescentes, porque seguiremos esperando del otro amado o de la otra amada que nos resuelva nuestras carencias como la madre de nuestros primeros meses y años. Haber aprendido de amores en amores y por medio de mucho dolor que finalmente no podemos sino contar con nosotros mismos o con nosotras mismas, parece todavía no cambiar nada. Lo sabemos y no lo creemos. La humanidad adulta no ha nacido. Pero puede estar gestándose. Es, por lo menos lo que quiero creer y por lo que los aportes del feminismo han sido y siguen siendo invaluables.


Y lo que agrava hoy nuestra condición de prematuros es que se están esfumando los códigos amorosos, los viejos códigos amorosos. Y los que todavía existen ya no son de mucha ayuda. La historia de María y Efraín nos asombra a la vez que nos aburre; la ilusión de felicidad que nos venden casi todos los finales de telenovelas a través de una fetichización del matrimonio, nos da rabia —por lo menos a mi—; la letra desteñida y apasionada de los boleros nos hace sonreír porque ya entendimos que todo tiempo pasado no fue mejor; Narciso, Tristán e Isolda, Romeo y Julieta y todos los grandes amantes de la historia nos reafirman que la pasión sirve para morir y no para vivir, y los tiempos neo-liberales nos cambiaron las cosas del amor por el amor a las cosas... Nos faltan indicadores, nos faltan espejos, nos faltan guías que nos permitan caminar con un poco más de seguridad entre las delicias y los estragos de una historia de amor problematizada por sus protagonistas que ya no quieren cumplir con lo escrito. Los tiempos modernos y aun más la postmodernidad están en mora de escribir nuevos guiones que se adapten mejor a sus actuales protagonistas. Y sí, los estamos intentando, todas o casi, y algunos. No obstante, en estas primeras décadas del siglo XXI somos aun mutantes del amor pero con la conciencia clara de que somos los artesanos y las

artesanas de un progreso que ya dejó de ser lineal y que no depende más de una mano invisible o de una misteriosa providencia. Somos caminantes del amor, de estas y estos que abren camino al andar. Y finalmente ya sabemos que el amor no se puede reinventar. Lo que ha cambiado, lo que las mujeres han aportado al amor es probablemente más autenticidad, pues están aprendiendo a vivir el amor desde una posición de sujetas de deseo, de sujetas de palabras y de sujetas de derechos lo que lógicamente transformó las dinámicas del amor, es decir los juegos del amor entre un sujeto amoroso y su objeto de amor, sujeto y objeto ahora intercambiables. Además la tolerancia y la aceptación de las diferencias o diversidades han reemplazado las viejas exigencias morales de antaño, dejando lugar a la visibilización de amores homosexuales o bisexuales que ya no despiertan condenas. Los amores adúlteros, piedra angular del amor, cambiaron de estatus. Se admite cada vez mejor el deseo del otro, de la otra, y aun cuando el dolor sigue existiendo, nos sentimos menos solos, menos solas en esta aventura. El divorcio o la separación ya no se asemejan a una guerra de religión como lo fueron en los siglos anteriores. Los matrimonios ya no son eternos por decreto. Los ritmos de los encuentros han cambiado y el espacio virtual se presta ahora a la circulación de los mensajes amorosos y aun de los encuentros amorosos. Y sí, el amor está ahí, eterno. Y claro, siempre seremos libres de destruirnos o de reinventarnos en el amor.

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Isabel Agatón Santander Abogada. Magister en Derecho Directora del Centro de Investigación en Justicia y Estudios Críticos del Derecho -cijusticia

Reinventando la justicia:

Justicia de Género, un asunto necesario* *

Extracto del capítulo final del libro Justicia de género: un asunto necesario, de Isabel Agatón Santander , en proceso de publicación, 2012.

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“Durante miles de años, las mujeres han estado sentadas en casa, de modo que las paredes mismas están ahora impregnadas de su fuerza creativa. Y tanto sobrepasó esa fuerza la capacidad de los ladrillos y de la argamasa, que necesita forzosamente adherirse a la pluma y los pinceles, los negocios y la política. Ese poder difiere mucho, sin embargo del poder creativo de los varones. Y debemos concluir que sería muy lamentable verlo inhibido o malgastado, porque es la conquista de siglos de una durísima disciplina, y no hay nada que lo remplace. Sería una terrible lástima que las mujeres escribieran como los varones porque si dos sexos son ya bastante poco, considerando la vastedad del mundo, ¿Cómo nos las arreglaríamos con uno sólo? Virgina Woolf, Una habitación propia La Justicia de Género es una apuesta para superar los obstáculos que enfrentan las mujeres para acceder a la justicia, inspirada en las principales críticas feministas al derecho y en el reconocimiento de su potencial emancipatorio. En este escenario el análisis de la jurisprudencia se constituye en uno de los mecanismos para crear conciencia en torno a la mirada crítica del derecho y para denunciar sus contradicciones, falta de coherencia, neutralidad y completitud. En Colombia las principales transformaciones del derecho, orientadas a la eliminación de la desigualdad y subordinación de las mujeres, a la superación de los obstáculos para acceder a la justicia y a la reparación y restablecimiento de sus derechos, han sido

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resultado de un importante protagonismo del activismo feminista. Dichas transformaciones, además de introducir nuevos elementos de interpretación de los derechos de las mujeres, crean y reclaman una atmósfera comprometida con una renovada enseñanza del derecho y con una nueva y revolucionaria praxis jurídica. La enseñanza del derecho debería considerar las principales críticas feministas a la teoría, a las instituciones y a los métodos de enseñanza y análisis jurídico con el fin de promover nuevas y distintas formas de acercarse al derecho, cuestionarlo y de aplicarlo. Una de las estrategias para la consolidación de una justicia de género en Colombia está en la formación de estudiantes de esa disciplina a través de la incorporación de los estudios feministas críticos del derecho en la facultades de derecho; en la puesta en marcha de dispositivos permanentes de entrenamiento dirigidos a jueces-as y magistrados-as, fiscales, orientados a reconocer la sistemática historia jurídica y política que negó la libertad, la ciudadanía, la dignidad y la autoridad a las mujeres, dirigida a identificar la existencia y persistencia de prejuicios y estereotipos en las normas y decisiones judiciales. Procesos de formación destinados a reconocer tanto la complicidad del derecho con la desigualdad como la posibilidad emancipatoria y por lo tanto correctiva del derecho. Toda estrategia de formación dirigida a autoridades con competencia en derechos de las mujeres tendrá que partir de una mirada crítica capaz de identificar los estereotipos que contribuyen al mantenimiento de la desigualdad, la discriminación y la violencia, en las normas y en los fallos judiciales; nombrarlos y proponer alternativas para resolverlos; tendrá que contribuir a la identificación de las múltiples formas en que las mujeres se encuentran en situación de desigualdad atravesada por diversas circunstancias (edad, etnia, clase, situación de desplazamiento, educación, ubicación geográfica, condición de discapacidad, entre otras); tendría que nombrar y contribuir a remover los obstáculos que enfrentan las mujeres para acceder a la justicia, entre los que se encuentra el carecer de una representación especializada en asuntos de género.


Dichas estrategias de formación tendrían que develar el análisis de los estereotipos de género y contribuir en la generación de estrategias para superar la presencia de los obstáculos que enfrentan las mujeres para acceder a la justicia, así como la identificación de los perjuicios, los daños y las consecuencias de su mantenimiento. El uso que hacen jueces y juezas de la discrecionalidad ha representado un papel importante en la institucionalización y perpetuación de los estereotipos sexuales. Los análisis sobre la presencia e institucionalización de estereotipos de género perjudiciales deben hacerse en relación con las mujeres y los varones puesto que en lo que tradiciones y prácticas culturales significa una concesión (libertad sexual) para el género masculino, implican una prohibición (restricción sexual) para el género femenino; un atributo (fuerza) para los varones resulta un defecto (hombría) para las mujeres. Esa asignación de valor positivo para los varones y negativo para las mujeres significa reconocimiento en un caso y detrimento en el otro, al punto que roles de cuidado tradicionalmente considerados como exclusivamente femeninos, se entienden negados absolutamente para los varones, es decir, para lo que la cultura tradicionalmente ha definido como masculino. Identificar las condiciones estereotipadas que enfrentan las mujeres en distintas áreas del derecho -como el derecho de familia en casos específicos de divorcio, en el derecho penal en casos de violencia sexual en que aspectos como la fuerza, el pasado sexual de la víctima, el honor se interpretan en muchos casos a favor del agresor y en contra de la víctima-, es el primer paso para eliminarlas. Estrategias como ésta podrían nutrirse de herramientas orientadas a crear

guías para evitar la estereotipación, su reproducción y perpetuación en las decisiones judiciales. Recuérdese que los “Estados Partes son responsables bajo el derecho internacional por violaciones a los derechos humanos cometidas por sus cortes al igual que por las faltas de otras ramas del poder público. Los jueces y las juezas están obligados a implementar el derecho internacional de los derechos humanos, incluso cuando gozan de inmunidad personal en algunos ordenamientos jurídicos”.1 Las decisiones judiciales pueden constituirse en un medio para perpetuar los estereotipos de género. Estas decisiones no sólo niegan los derechos de la mujer que lleva su caso ante una corte sino que a la vez degradan a las mujeres que se encuentren en una situación similar, al perpetuar los estereotipos lesivos sobre el subgrupo de mujeres al que pertenece. Por lo tanto los estereotipos de esta naturaleza crean daños individuales y colectivos que frustran el compromiso social con la justicia.2

La enseñanza del derecho y los procesos de formación de las escuelas judiciales, tendrían que empezar por incorporar una historia que dé cuenta de la responsabilidad del derecho en el mantenimiento de la desigualdad de las mujeres, en los efectos de la tardía ciudadanía, en lo perverso de figuras como la tarifa legal probatoria, en la que el testimonio de dos mujeres equivalía al de un varón.

Una nueva enseñanza del derecho tendría que partir del análisis crítico de causales de justificación como la ira o el intenso dolor cómplices con el feminicida; tendría que interrogarse por la prevalencia de la moral y las buenas costumbres que excluía de protección penal a las mujeres en ejercicio de la prostitución en casos de violación y que sanciona toda manifestación que atenta contra el orden heterosexual y patriarcal que defiende y sobre el que se sustenta.

1 Rebecca J. Cook & Simone Cusack, Estereotipos de género, perspectivas legales transnacionales. Publicado en español por Profamilia, 1997. p. 114 2 Ibídem, p. 114.

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La nueva enseñanza del derecho tendría que afirmar la capacidad crítica de los y las estudiantes, futuros jueces y juezas, magistrados y magistradas, legisladores y legisladoras; tendría que incluir o contemplar dentro de sus cánones la enseñanza del litigio internacional de los derechos humanos de las mujeres. Estaría obligada a ver críticamente los estatutos del derecho, los procedimientos de análisis de prueba y las jurisdicciones. En materia penal algunas causales de justificación y antijuridicidad vistas desde la perspectiva de género, tendrían que valorar hechos o circunstancias como la indefensión aprendida (entendida como la incapacidad de responder a las agresiones), el ciclo de violencia como el contexto de repetitivas y sistemáticas agresiones que aumentan cíclicamente y que pueden desembocar en la muerte de la víctima; la mayor vulnerabilidad y el alto riesgo de la víctima al momento y por el hecho de la denuncia. Los protocolos de investigación forense tendrían que hacer visible la grave afectación producto de una historia de violencia a través de la documentación, de manera que pueda usarse a su favor en aquellos casos en los que las mujeres pasen de ser víctimas a presuntas responsables de homicidio o lesiones personales perpetrados contra sus victimarios. En materia penal tendrían que aprobarse reformas normativas como la penalización del feminicidio, entendido como el resultado de un continuum de violencias producto del ejercicio del poder patriarcal sobre la vida, la libertad, la sexualidad y el cuerpo de las mujeres. La justicia penal está obligada a responder ante la grave afectación de derechos humanos que sufren las mujeres producto de la violencia basada en género, creando una Jurisdicción de género y Unidad de violencias basadas en género en la Fiscalía General, competente y específica para investigar el feminicidio, las conductas constitutivas de violencia sexual, la violencia basada en género en relaciones de pareja, la privación de la libertad, las amenazas, el constreñimiento en razón del género o por el hecho de ser mujer como delitos autónomos. Dicha jurisdicción tendría que contar con personal técnico especializado que garantice el acceso de las mujeres

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a la justicia y considere las circunstancias históricas de desigualdad así como la especificidad y los efectos diferenciados de sus afectaciones. En esta perspectiva, el sistema penal acusatorio está obligado a corregir la aberrante desigualdad en que se encuentran las mujeres víctimas de violencia basada en género por la ausencia de una representación jurídica especializada y está en la obligación de garantizar su defensa técnica en aquellos casos en los que se les investiga como presuntas infractoras de la ley penal y se les representa como víctimas. En el campo forense los protocolos de investigación tendrían que ser necesariamente adecuados a la órbita definida internacionalmente en relación con la violencia basada en género - VBG y además tendrían que sujetarse al análisis del riesgo de la víctima cuando acude al Estado para denunciar los hechos, de modo que el examen de las evidencias sea lo suficientemente acertado para deducir el tipo de violencia, pero también para determinar la necesidad de protección que la víctima requiere del Estado para evitar que el riesgo se concrete. En materia de responsabilidad administrativa, debería ajustarse la legislación para sancionar, prevenir y remediar la violencia contra las mujeres que sea producto de una acción o conducta basada en su género, que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto en el ámbito público como en el privado que sea perpetrado o tolerado por el Estado o sus agentes, donde quiera que ocurra. En este sentido, y por el carácter prevalente de los tratados en materia de derechos humanos, es importante reiterar la obligación del Estado de aplicar de manera inmediata los principios derivados de la Convención de Belém do Pará y el alcance interpretativo que se deduce del pronunciamiento de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en los casos del Penal Miguel Castro Castro3 y Maria da Penha Fernandes4, así como el precedente de 3 Corte Interamericana de Derechos Humanos. Caso del Penal Miguel Castro Castro Vs. Perú, Sentencia de 25 de noviembre de 2006 (Fondo, reparaciones y Costas). 4 Comisión Interamericana de derechos humanos, Informe Nº 54/01* caso 12.051. María da Penha Maia Fernandes contra Brasil. 16 de abril de 2001.


la Corte Interamericana en el caso de Campo Algodonero5, en el sentido de materializar el principio de la debida diligencia por parte de las autoridades como quiera que se constituye en pilar del derecho a la justicia para las mujeres; derecho que no se satisface solamente con la existencia de recursos judiciales, sino que requiere para su concreción que éstos sean idóneos, oportunos y eficaces. Desde esta perspectiva, en los procesos de reparación tendrían que analizarse los efectos diferenciales de la violencia para las mujeres en el contexto del conflicto armado y del desplazamiento. En materia civil, hechos como los relacionados con la investigación de la paternidad, no deberían admitir ni sustancial ni procedimentalmente indagaciones sobre la vida personal e íntima de las mujeres que corresponden a su fuero interno, cuando existen medios probatorios de los que se deduce la certeza del parentesco como la prueba antropoheredobiológica. La jurisdicción civil, en el marco de una Justicia de Género, está obligada a reconocer el aporte económico de la labor reproductiva de las mujeres al momento de disolver una sociedad conyugal o patrimonial, como quiera que constituye un aporte de industria a la sociedad conyugal y cuyo reconocimiento contribuye, y de hecho se convierte en una acción afirmativa orientada a corregir la desigualdad histórica. En este sentido, figuras como la conciliación en materia civil (en procesos de alimentos, custodia, visitas) 5 Corte Interamericana de Derechos Humanos. Caso González y otras (“Campo Algodonero”) vs. México Sentencia de 16 de noviembre de 2009.

y en materia penal en casos de violencia en las relaciones de pareja (constreñimiento ilegal, lesiones personales, tentativa de homicidio, entre otras), debe ser proscrita, como quiera que carece de la igualdad entre las partes, como postulado fundamental para su legalidad. Legisladores, operadores jurídicos y responsables de la ejecución de políticas públicas, deben reconocer las circunstancias históricas de desigualdad y discriminación de las mujeres y la grave afectación producto de la violencia que las enfrenta a un victimario, no a un igual. Las autoridades con competencias en cuestiones tales como el ejercicio arbitrario de la custodia, regulación de visitas, alimentos, patria potestad, entre otros asuntos, tendrían que evaluar las circunstancias en que estos hechos se presentan; asimismo los que se desencadenan como producto de la manipulación y el poder que se ejerce en el cuerpo, la mente y libertad de las mujeres. Conceptos como los de libertad de empresa, libre comercio, iniciativa empresarial y competitividad, en el marco del derecho comercial, tendrían que verse afectados por el análisis y la consideración de factores socioeconómicos, culturales y políticos que permitan la adecuación de las normas que regulan las actividades comerciales orientadas a materializar la generación de empresas y promover iniciativas productivas competitivas, a través de acciones afirmativas que les permitan contribuir a la superación de la desigualdad. La Justicia de Género se edifica en la necesidad de cuestionar el derecho, como una obligación ineludible sustentada en la necesidad de limitar todo ejercicio del poder que desconoce, vulnera y trasgrede la dignidad humana y que no requiere justificación distinta a la posibilidad de ser; interrogarlo, dudar de su objetividad, acompañarlo de una necesaria mirada de sospecha es empezar a reconocer y advertir su potencial emancipatorio. Su consolidación parte de reconocer que el derecho por sí mismo puede constituirse en una herramienta para materializar la justicia social; que esa

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desigualdad que él mismo cohonestó puede y debe ser corregida por él, a través de acciones afirmativas, nuevas prácticas del derecho, reformas normativas y declaratorias de inconstitucionalidad de normas que atentaron contra la igualdad. Un nuevo derecho

y una nueva justicia capaz de subvertir la desigualdad que cohonestaron, capaces de evitar que el llamado que hacen las mujeres en busca de protección se siga convirtiendo en recurrentes crónicas de una muerte anunciada.


Diana MaffĂ­a

Observatorio de GĂŠnero y Justicia Consejo de la Magistratura de la Ciudad de Buenos Aires

Familias diversas, iguales derechos: avances legales y demandas pendientes

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el Estado a las necesidades de familias no sólo nucleares sino también monoparentales, ampliadas y ensambladas. Mucho más recientemente, los estudios queer pusieron en el centro de estas reflexiones a las familias sexualmente diversas, y con ello los desafíos teóricos se multiplicaron.

¿Qué es una familia? ¿Qué reconocimiento jurídico tiene su conformación? ¿Qué sensibilidad y actualización tienen los censos y las investigaciones sociales como para recoger su variación en el tiempo y la geografía? ¿Qué políticas públicas se diseñan y desde qué áreas para generar igualdad en la atención de los diferentes arreglos familiares? En la década del 70, el feminismo teórico conmovió los estudios demográficos con reclamos para hacer visibles cambios sustanciales en las formas de convivencia, pero fundamentalmente para revelar aquello que el sesgo androcéntrico no permitía ver: las familias no son unidades homogéneas, ideales, ni sujetos de derecho por encima de sus integrantes. Sus intereses frente al Estado difícilmente están representados sólo por el padre. Encierran relaciones de poder que a veces se expresan violentamente, y dejan en la indefensión a los sujetos más débiles: mujeres, niños/as y ancianos/as. Pero las familias ya no son tampoco “la posesión del patriarca” junto a los esclavos y la hacienda, porque estos sujetos tienen derechos y deben poder hacerlos valer frente al Estado que está obligado a garantizarlos. El esfuerzo teórico y sobre todo político del feminismo, produjo como resultado un cambio fundamental en las disciplinas y una mayor visibilidad con respecto a las diferentes respuestas que debía procurar

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En Argentina, el mapa legal y burocrático está en los últimos tres años en pleno cimbronazo. De manera casi vertiginosa, en pocos meses una gran cantidad de compatriotas recorrieron aceleradamente un camino directo del closet a la ley, primero con la ampliación de la Ley de Matrimonio, y más recientemente con la Ley de Identidad de Género. Claro que para que tal camino pudiera recorrerse a semejante velocidad, durante décadas y persistentemente el movimiento por los derechos de la diversidad sexual sumó activismo y reflexión política y teórica, además de respaldos académicos. Como expresó César Cigliutti, Presidente de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA), en relación con la Ley de Identidad “Es otro paso más en la conquista de nuestras reivindicaciones, que hemos logrado en estos últimos años como la ley de unión civil, la pensión por fallecimiento y el matrimonio igualitario. La CHA sigue trabajando con el mismo objetivo desde hace 27 años, tener los mismos derechos para todos y todas”.1 Cuando en la década del 80 la epidemia de SIDA diezmó en sus inicios a la población homosexual, se hicieron visibles muchas situaciones de injusticia y desigualdad debidas a la falta de equidad ante la ley. La unión de parejas homosexuales no era jurídicamente reconocida, y si alguno de los miembros de la pareja estaba internado, el otro no podía tomar ninguna decisión médica sobre su tratamiento pues no se lo consideraba familiar. Quien trabajaba no podía poner a su pareja bajo protección médica y social como en las parejas heterosexuales, incluso no casadas. No podían solicitar créditos hipotecarios 1 http://cha.org.ar/2011/media-sancion-ley-de-identidad-de-genero/


como pareja, ni se consideraban bienes gananciales los adquiridos durante la convivencia, ni tenían derecho a pensión, por lo que la muerte de uno de los miembros dejaba al otro en la ruina. El punto más reluctante es que no podían adoptar en común ni adoptar como propio al hijo/a de su pareja, situación que sí estaba reglamentada para parejas heterosexuales. La Ley de Matrimonio Igualitario, votada el 15 de julio de 2010, permitió tras un arduo pero breve debate equiparar en todos los planos los derechos de las parejas constituidas por un hombre y una mujer, a los de cualquier pareja independientemente del sexo de los cónyuges. Más de seis mil parejas de personas del mismo sexo se casaron en estos dos años. Entre ellas, y como un avance específico en la universalización del derecho al matrimonio, en junio se celebró la primera boda gay entre turistas en Buenos Aires. Como dijo Esteban Paulón, presidente de la FALGBT “En el mundo hay sólo 11 países que permiten el matrimonio igualitario, y de ellos sólo Argentina permite que personas sin residencia previa puedan casarse”. La ampliación de la Ley de Matrimonio constituyó así familias que demandan otros cambios, como la modificación de la ley de adopción que sólo permitía adoptar a parejas heterosexuales y personas individuales, y los derechos de filiación vinculados al uso de nuevas tecnologías de procreación asistida. Antes de la ampliación de la Ley de Matrimonio, si una pareja de gays o

lesbianas quería adoptar uno de los miembros de la pareja lo hacía a título individual. Pero su conviviente no podía entonces hacer ningún reclamo de patria potestad, ni tenía derechos de visita en caso de divorcio, ni vínculo legal alguno con esa hija o hijo adoptivo. Por otra parte, una pareja heterosexual no sólo podía adoptar en forma conjunta sino que uno de los cónyuges podía adoptar al hijo o hija de su pareja, cosa que no podía ocurrir si la nueva pareja era homosexual. Todos estos aspectos están cambiando aceleradamente, porque al haberse legitimado la adopción conjunta en parejas homosexuales a partir de la ley, personas que habían adoptado de manera individual antes del 2010 pidieron reconocimiento del acceso a este derecho de sus parejas, fundando su demanda en la igualdad para sus hijos e hijas, y la justicia se los otorgó, garantizando estas filiaciones. Una agrupación muy activa en el reconocimiento de la filiación es el grupo “Lesmadres”2, creado con el propósito de lograr el reconocimiento político, social, cultural y legal de los derechos de sus familias. No sólo han litigado jurídicamente para lograr que la pareja lesbiana de una madre biológica pudiera inscribir al hijo o hija de esa madre como propio en condición de “madre” (es decir, el niño o niña tiene dos madres, y no hay padre), sino que han escrito cuadernillos para docentes y realizan campañas públicas donde las familias diversas se reúnen en parques o plazas para realizar juegos con sus hijos y generar conciencia sobre la condición de sus familias. El reconocimiento de la co-maternidad fue logrado. El acceso a las tecnologías reproductivas también fue un problema a resolver, ya que para su aplicación 2 http://www.lesmadres.com.ar/

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se exigía que alguno de los miembros de la pareja fuera infértil, y que se tratara de una pareja heterosexual. Aunque no estaba claramente regulado, no había disposición para aplicarlas a mujeres solas ni a parejas lesbianas, y mucho menos a prácticas más complejas como las donaciones de óvulos o el alquiler o subrogación de úteros.

Esa es una desigualdad que afecta a todos los varones por igual, y debe revisarse. Pero no voy a desarrollar eso aquí. Dejo también para otro momento mis reservas como feminista a este particular método del vientre subrogado, ya que creo que puede lesionar derechos de las mujeres, pero sería adentrarnos en otro tipo de argumentos.

El matrimonio igualitario aceleró todos estos debates. Actualmente se está discutiendo una modificación del Código Civil que en su capítulo de “filiación” contempla no sólo la adopción legítima por parte de parejas independientemente del sexo de los cónyuges, sino que amplía el reconocimiento de los hijos concebidos mediante el uso de técnicas de reproducción asistida. El proyecto incluye una controvertida consideración sobre la prioridad de lo que llama “voluntad procreacional” por encima de la maternidad o paternidad biológica, de modo que quienes desean ser padres o madres y sólo pueden acceder a esa condición mediante su uso (situación obvia en las parejas no heterosexuales) tengan garantías con respecto al vínculo filial. Quienes donan gametos o subrogan un útero no tienen entonces un derecho biológico de maternidad o paternidad, si han acordado esa donación solidaria a favor de posibilitar la maternidad o paternidad en una pareja.

La FALGBT afirma que hay ya veinte parejas de varones que iniciaron trámites de adopción. Según el último censo, el 21% de parejas del mismo sexo tienen hijos/as a cargo. La mayoría son mujeres que usaron inseminación artificial.

De cualquier modo, y por avanzada que parezca, la modificación del Código Civil en lo que hace a asegurar la filiación en casos de usos de tecnologías reproductivas, no hace más que responder a situaciones que ya son una demanda social. Apenas semanas atrás se anotó en el Registro Civil de la Ciudad de Buenos Aires un bebé de un mes, nacido en la India de una mujer que alquiló su vientre para que los dos padres pudieran gestarlo. Su partida de nacimiento lleva el nombre de los papás, que hace 13 años están juntos esperando formar una familia: hicieron la unión civil, luego el casamiento y ahora inscribieron a su hijo como propio. Claro que su licencia por paternidad es de sólo dos días, a diferencia de las mujeres que tenemos 90 días o más por maternidad.

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Pero si estos cambios tan recientes resultan sorprendentes y requieren muchas modificaciones en las regulaciones sociales, lo que sin duda ha llevado más lejos nuestra legislación es la reciente Ley de Identidad de Género, la más progresista del mundo en el reconocimiento de la identidad auto percibida por la persona. Esta ley permite a las personas transgénero cambiar el nombre que figura en su documento de identidad por otro adecuado al género con que se identifican, sin tener que acreditar haberse sometido antes a una operación de cambio de sexo, ni obligarse a intervenciones médicas, quirúrgicas u hormonales de adecuación, aunque permitiendo el acceso a todas estas intervenciones si la persona lo requiere como parte de su acceso a la salud integral. Efectivamente, si las anteriores reformas jurídicas permitieron el acceso a los derechos en personas marginadas por su orientación sexual, esta ley toca un punto central del sistema sexo/género que es la dicotomía sexual. Una lesbiana o un gay ponen en cuestión la heterosexualidad forzada, pero no dejan de ser varones y mujeres para una cultura que alinea los cuerpos con los géneros y las identidades. Por eso, según afirma la Asociación Española de Transexuales, “en la lucha de las llamadas minorías sexuales se pueden distinguir dos colectivos: las minorías por orientación o preferencia sexual formadas por


el colectivo de gays, lesbianas y bisexuales y el de las minorías por expresión o identidad de género, colectivo conformado por transexuales, travestis y transgénero”.3 Claro que estos colectivos no son categorías exhaustivas y excluyentes, y la clasificación merece considerar algunas complejidades, pero no vamos a entrar en ello aquí. Estos temas que durante mucho tiempo sólo ocuparon al activismo y pertenecieron a los márgenes de la atención social, incluso para quienes eran explícita/ os defensore/as de los derechos humanos, son actualmente motivo de tesis, becas, congresos, investigaciones y publicaciones en las universidades y en el Consejo de Investigaciones Científicas y Técnicas. Algunas de esas investigaciones formaron parte del bagaje argumentativo cuya incidencia fue decisiva para la media sanción de la Ley de Identidad y para el despacho de los proyectos respectivos, ya que lo/as legisladore/ as que estaban a favor de la ley no contaban con elementos para contrarrestar las razones muchas veces falaces revestidas de apariencia científica, que grupos fundamentalistas religiosos habían hecho llegar a sus despachos. El debate de la ley coincidió además con una fuerte campaña internacional por la despatologización de las identidades trans, travestis y transexuales4. El eje de esta campaña es denunciar la discriminación sistemática derivada de la consideración de 3 Asociación Española de Transexuales, “Fundamentos de la Ley de Identidad de Género en Argentina” www.transexualia.org 4 http://argentina.indymedia.org/news/2011/11/798124.php

la opción de género disidente con la norma, como una perversión o como una enfermedad. También el modo en que la justicia se vinculaba hasta ahora con las personas transgénero, exigiéndoles reconocerse enfermas para poder acceder a un cambio en el sexo registrado en el documento y para modificarlo por su género autopercibido. Este desajuste, lejos de considerarse un problema en la asignación de género a partir del sexo genital, se considera una perversión o en el mejor de los casos una patología psíquica: la “disforia de género”. Esta patología fue hasta ahora la llave de entrada a la posibilidad de una modificación quirúrgica del sexo, e incluso a un reconocimiento del género. Se trataba de una condición inicial para que la justicia considerara la posibilidad de que se hicieran modificaciones corporales de adecuación genital al género autopercibido. Por eso uno de los puntos relevantes de la ley es que no se requiera la participación de “peritos” o “expertos” que determinen la adecuación del cambio solicitado. En los casos resueltos por la justicia antes de este debate, médicos y psiquiatras sometían a la persona que solicitaba el reconocimiento de su identidad autopercibida a numerosos estudios y reportes, incluso biográficos, a fin de determinar si era o no era lo que decía ser. No se trata de una discusión técnica, se trata de una cuestión de poder y en todo caso también de una cuestión ética y filosófica. En primer lugar, admitir que la identidad sexual es un aspecto importante de la identidad personal, y que el derecho a la identidad es un derecho básico y personalísimo. En segundo lugar, reconocer a cada persona la autoridad epistémica sobre su cuerpo, su sexualidad y su género. Esa autoridad epistémica está directamente ligada a su capacidad de agencia. La condición de sujeto moral, la de sujeto político, la condición de ciudadanía, están vinculadas a la legitimación de la propia experiencia y la posibilidad de decirla en las propias palabras.

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¿Es concebible acaso que el sujeto y los peritos disientan en cuanto a la identidad de género, y se le niegue al sujeto su propia percepción y su voluntad adulta sobre algo tan personal como su cuerpo y su sexualidad? Parece razonable decir que no; sin embargo este ha sido el caso en muchas negativas de la justicia ante el requerimiento, por ejemplo, de modificaciones quirúrgicas de los genitales.5 En este clima, la Ley de Identidad de Género es la ruptura ideológica más fuerte en términos de intervención política, y es el más fuerte ejercicio de ciudadanía de los colectivos de derechos por la identidad trans. Entre las reivindicaciones más importantes de la lucha trans se destaca el retiro de la categoría de “disforia de género” y “trastornos de la identidad de género” de los manuales internacionales de diagnóstico DSM4, la abolición de los tratamientos de normalización binaria a personas intersex, la cobertura pública de la atención sanitaria trans-específica y el libre acceso a los tratamientos hormonales y a las cirugías (sin tutela psiquiátrica ni judicial). La campaña argentina “stop trans patologización” incorpora además la exigencia de que se eliminen las normativas que criminalizan a las personas trans, como códigos de faltas y contravencionales. En este sentido, la Ley de Identidad de Género representa un avance notabilísimo. Define como identidad de género la identidad autopercibida por el propio sujeto; no hay peritajes ni se recurre a la justicia; la corporalidad es parte de esa identidad y el sujeto puede solicitar los cambios hormonales, farmacológicos y quirúrgicos que le permitan expresar su género, sin declaración de patología, sin orden quirúrgica, como simple acceso a la salud integral. Aidan, un varón transgénero, reflexiona sobre el vínculo discriminatorio con la medicina:

5 Diana Maffía (comp.) “Introducción”, Sexualidades Migrantes, Género y Transgénero, Buenos Aires. Feminaria Editora, 2004.

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“A diferencia de quienes recurren a un cirugía estética propiamente dicha, ya sea para arreglarse las tetas o alargarse el pene o cualquier cirugía, a las demás personas que no son trans no se les pide un informe médico ni un informe psicológico, son dueños y dueñas de sus cuerpos, y yo también quiero que me brinden ese reconocimiento a los recursos que necesitamos para armar nuestro género”.6

Claro que la cuestión cultural sobre los cuerpos, sobre la sexualidad y sobre las identidades no se corrige con una ley, pero el consenso político legislativo es un paso notable en el progreso hacia una sociedad plural que admite la disidencia de las normas sexuales impuestas y no excluye de la ciudadanía a los sujetos diversos. Como afirma Lohana Berkins, reconocida militante por los derechos de las personas travestis y transexuales que en 2010 impulsó, desde la Asociación de Lucha por la Identidad Travesti y Transexual (ALITT) que preside, la conformación del Frente Nacional por la Ley de Identidad de Géneros: “Con la Ley de Identidad de Género, por primera vez el Estado nos ve como sujetas de derechos”.7 Ese reconocimiento de derechos del Estado es la contracara de la ciudadanía activa que las organizaciones trans han emprendido en su demanda política. El Frente Nacional por la Ley de Identidad de Géneros es la expresión madura de una lucha que incluye apropiarse de los recursos estatales que acercan al colectivo GLBTI al ejercicio de sus derechos y a la construcción de ciudadanía. En la demanda de cambio en el nombre y documento de identidad, las personas pueden solicitar la modificación del sexo asignado al nacer. El hecho de que el cambio tenga como opción el dualismo masculino/femenino fue parte de mi crítica, y tanto Mauro Cabral8 como Lohana Berkins9 me señalaron que esta visión era limitada, ya que para alcanzar 6 Elisa ((i))/ Fatima ((i)) “Stop trans patologización: “No quiero esa normalidad”.” Nov. 1 de 2011 http://argentina.indymedia.org/ news/2011/11/798124.php 7 Ana Engelman y Federico Ghelfi, entrevista a Lohana Berkins, http:// espacioiniciativa.com.ar/?p=5651 8 Mauro Cabral, comunicación personal 17/5/2012 9 Lohana Berkins, comunicación personal 22/5/2012


cada una de estas categorías no se requería la readecuación genital ni características anatómicas específicas. La manera de vivir el género, el cuerpo y la sexualidad son personales y singulares. Así como la modificación de la Ley de Matrimonio permitió separar la familia de la heterosexualidad, la nueva Ley de Identidad de Género permite separar el cuerpo sexuado del género reconocido. Como dijimos, el proyecto de reforma del Código Civil que se encuentra en debate propone separar y privilegiar la “voluntad procreacional” por encima de la maternidad y paternidad biológica, en los casos de filiación a través de tecnologías reproductivas. Sin embargo, todavía persisten asignaturas pendientes en el acceso a estos métodos. Está en debate una ley que permite el acceso de tecnologías para la procreación, y las propias organizaciones que activan para su promulgación solicitan el reconocimiento de la infertilidad como enfermedad para que ingrese en el Plan Médico Obligatorio. De ser así, estas tecnologías quedarían fuera del alcance de mujeres lesbianas que no sean infértiles. Esto entra en contradicción con el espíritu de las leyes de Matrimonio Igualitario y de Identidad de Género. Por otra parte, si se puede acceder a una modificación de los genitales sin alegar una patología para ello, también debería ocurrir lo mismo con las tecnologías reproductivas. ¿Cómo ejercerían de otro modo su derecho a la maternidad o paternidad biológica las parejas homosexuales?

Los escenarios abiertos por la Ley de Identidad de Género instituyeron demandas inesperadas que deberán ir siendo resueltas con cambios legales, administrativos y sobre todo sociales. ¿Qué pasará cuando una mujer lesbiana que no desea tener pechos pida una intervención quirúrgica? ¿Qué pasará cuando una mujer lesbiana pida acceso a fertilización in vitro para ser portadora de un embrión con la donación de óvulo de su pareja? ¿Qué pasará cuando alguien que fue asignado como varón pida su cambio al género femenino, con modificación de documento y partida de nacimiento pero sin cirugía genital, y años después esa mujer transgénero solicite a su obra social una autorización para una operación de próstata? ¿Qué pasará cuando un varón trans que no ha modificado su cuerpo, en pareja con otro varón decida gestar un hijo/a de la pareja y solicite como varón una licencia por maternidad? Así, con esta complejidad de pensamiento y de vivencias, expresa su demanda el colectivo transgénero/travesti/transexual. Las solicitudes legales continuarán, y ya hay en carpeta algunos proyectos. Porque lejos de resolverse con la Ley de Identidad, quedan todavía pendientes varios desafíos. Uno muy importante es el de atender los derechos de las personas intersexuales; aquellas nacidas con lo que se llama “sexo ambiguo”, cuyos genitales son modificados quirúrgicamente, no pocas veces con objetivos sólo estéticos. En la Ciudad de Buenos Aires realizamos algunas reuniones con equipos de atención de los tres hospitales pediátricos que reciben estos casos, con el objetivo de dar a conocer el documento “Principios de Yogyakarta”10 y procurar una atención basada en el marco de los derechos humanos. Tanto las reuniones preliminares como las jornadas de intercambio fueron difíciles y enojosas. Doy como ejemplo la respuesta que recibió mi pregunta 10 Principios de Yogyakarta, http://www.oas.org/dil/esp/orientacion_sexual_Principios_de_Yogyakarta_2006.pdf

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de por qué le mutilaban el clítoris a una bebé sólo porque su longitud no era la promedio: Porque el clítoris de esa longitud parece un pene; ella era mujer, y ahora es más mujer. Los equipos médicos sostienen que cada vez son más conservadores de los órganos, que ya no se hacen tantas correcciones quirúrgicas de tipo cosmético, sino que se busca mantener la funcionalidad. Un ejemplo de funcionalidad lo proporciona una médica que da como ejemplo varias operaciones que tuvo su sobrino que nació sin pulgar, y le “pulgarizaron” el dedo índice, y aprendió a escribir perfectamente y hoy es abogado. La pregunta obvia es cuál es la funcionalidad análoga en el caso de los genitales. Y la respuesta es obvia también: el coito vaginal. La única práctica sexual que asegura la reproducción.

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En nombre entonces de este mandato se sacrifican cuerpos y sexualidades, se imponen reglas rígidas y dogmáticas que se pretenden leyes naturales, se invisibilizan los cuerpos y sexualidades disidentes que quedan fuera del margen de la ciudadanía. La liberación de este mandato es también parte de los desafíos pendientes Así lo viene sosteniendo el pensamiento feminista, ese que vio claramente en los cuerpos el lugar de naturalización de jerarquías y estereotipos binarios, y conduce su compromiso y su praxis en alianza con todas las emancipaciones humanas.


Yolanda Puyana Villamizar Trabajadora Social Profesora Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Humanas Integrante Grupo Mujer y Sociedad

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Estamos pasando de la idealización de la familia nuclear biparental, del ideal del salario familiar en cabeza del hombre (Fraser, 1997), a formas variadas de familias2, a conformaciones de parejas que separan las funciones de padres y madres de la conyugalidad, a hogares unipersonales o a hogares donde la mujer sin el compañero conviven con las nuevas generaciones.

“La historia de la humanidad se ha consolidado a partir de la familia, una unidad de convivencia en la que el hombre era el rey de la casa… El hombre se reservó el poder, la producción y la guerra y la mujer tuvo que asumir todo lo demás… El hombre unidimensional… la mujer multidimensional… (Castells & Subirats, 2007, 17,18) Heredamos del patriarcado las interacciones entre las personas que conforman nuestras familias1, las formas de vida cotidiana y nuestra manera de pensar como afirma Manuel Castells. Sin embargo, desde finales del siglo XX, las relaciones de género han cambiado, resquebrajándose el modelo de organización familiar caracterizado por el padre proveedor y complementado por la madre ama de casa. En Occidente y con sus particularidades en Colombia, estamos asistiendo a estas transformaciones. En dicho cambio, además de factores contextuales, ha jugado un papel central el pensamiento feminista como dinamizador de conciencia hacia los derechos de las mujeres, quienes con su aguda mirada multidimensional y reflexiva, construyen con sus parejas nuevos pactos para la convivencia y crianza de los hijos e hijas, que dan origen a formas familiares diversas. 1 Recordemos que el concepto de familia se remonta a la Roma Imperial cuando -en medio de un patriarcado absoluto - se definió el grupo familiar como compuesto por un padre, adulto mayor, dueño de las mujeres, los hijos, los siervos y los animales.

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Los cambios en las familias colombianas y los logros de las mujeres en torno a los derechos sexuales y reproductivos, han sido interpretados por fuerzas conservadoras del país como causantes de un deterioro total de la sociedad, de forma que cualquier variación en su estructura y dinámica interna, se acusa de generador de un derrumbe social, cayéndose así en el familismo. (Puyana, 2007). En el pensamiento de fuerzas sociales conservadoras -representadas por el Procurador Alejandro Ordóñezse reproduce una imagen ideal de familia con una única conformación: la nuclear y heterosexual – esposo y esposa con hijos e hijas-, como si las formas familiares no cambiaran, como si el grupo estuviera excluido de los avances de la cultura y su conformación obedeciera a leyes divinas o a un orden biológico, ambos trasladados al orden social. Se emplea la metáfora de la familia como la célula básica de la sociedad escondiendo unas relaciones inequitativas y excluyentes para las mujeres, a quienes a partir de la Ilustración en Europa se les ha atribuido como responsabilidad central ser madres y de ello se deriva su dedicación exclusiva a las labores domésticas del hogar.

En este artículo me propongo tratar los cambios ocurridos en las relaciones de género, en un conjunto de grupos familiares que han innovado en la construcción de relaciones de pareja y en la forma como asumen sus relaciones paterno- materno filiales. En concreto, me centraré en contestar el siguiente interrogante: ¿Cómo hombres y mujeres construyen

2 Entiendo por el grupo familiar aquel que se construye a partir de las relaciones de parentesco, derivadas de la reproducción biológica, o de pactos sociales de parejas, de la necesidad de proteger a las nuevas generaciones, a quienes se enferman y a los adultos mayores. Esta construcción familiar está mediada por la capacidad de reflexión de las personas, el sentido de pertenencia al generar una identidad colectiva donde prevalecen relaciones emocionales e íntimas. Contiene conflictos generacionales y de género y relaciones de poder insertas que comúnmente se resuelven con la violencia (Calveiro P., 2005).


una vida familiar más equitativa? ¿Qué hitos3 en su historia vital inciden en estas nuevas reconformaciones, en las familias, las parejas y las relaciones entre padres, madres, hijos e hijas?

a una drástica disminución de la fecundidad, al aumento de las separaciones conyugales, de los hogares encabezados por mujeres y una salida masiva de éstas al mercado laboral. (Puyana, comp. et al. 2003).

Para ello, analizaré un conjunto de casos seleccionados de la investigación Padres y madres innovadores y tradicionales, realizada en la Universidad Nacional durante los años 2005 y 20064, haré un énfasis especial en las relaciones de género establecidas, en la manera como las negociaron y concibieron su vida de pareja, en los hitos que ocasionaron la reinvención y reorganización de los grupos familiares, la construcción de formas novedosas de feminidad, que ha llevado también a la transformación de las masculinidades.

Se resquebraja la tradición familiar

El contexto de estos cambios corresponde a lo que se ha denominado como una época caracterizada por la “segunda transición demográfica”, que en Colombia y en muchos países latinoamericanos corresponde 3 4

Entiendo por hito: aquellos acontecimientos narrados por las personas como de especial significado para ellos y ellas. En la secuencia de su relato son empleados para explicar situaciones, percepciones, cambios en sus prácticas y en la secuencia de su ciclo vital.(Piña 1988). Me fundamento en la investigación: Padres y madres innovadores y tradicionales realizada en la Escuela de Género, el Departamento de Trabajo Social y la División de Investigaciones de la Universidad Nacional de Colombia, a raíz de la convocatoria del año 2004. El estudio los efectuamos durante el año 2005 con la investigadora Claudia Mercedes Zea, estudiante de la Maestría de Estudios de Género. Analizamos los relatos provenientes de diez historias de vida de padres y madres bogotanos de estrato medio y nivel educativo profesional alto. A cada relato le hicimos un análisis de la secuencia de su vida, las acciones, los motivos, los hitos y la causalidad de su pensamiento, siguiendo la propuesta de Carlos Piña (1988).

En Occidente podemos analizar dos hitos históricos de los grupos familiares: el primero, ocasionó un cambio de la organización familiar basada en el poder del patriarca, que se produce con el desarrollo del capitalismo – siglos XVII y XVIII en Europa-. En esta época, la familia fue transformada históricamente, se rompió como unidad con la producción y se inscribió solo en la reproducción social, el espacio familiar constituyó el centro de la vida de la mujer como madre, mientras al padre se le atribuyó el papel de proveedor. Como afirma Knibierhler (1997: 129): “La declinación de la familia tradicional está marcada por un retroceso lento y progresivo, de la presencia y la potencia del padre y por una afirmación de la madre.” El mundo social se dividió en el privado, el propio de la intimidad, cuya vitalidad dependía de un corazón femenino que latiera en él. La ecuación mujer igual madre y familia igual mujer, rigió los imaginarios sociales hasta bien entrado el siglo XX (Badinter, 1989), (Fernández, 1994). Los imaginarios sobre el cuidado se justificaban a raíz del amor maternal; a la mujer se le responsabilizó de los hijos e hijas y de velar por su familia. Las mujeres de clases medias y altas concibieron sus vidas en el hogar, en contraste con las de los sectores populares quienes trabajaban también para generar ingresos, pero todas centraban su vida preferentemente en el servicio a los demás. El sustento de la familia se basaba en un salario familiar5 que entregaba el padre proveedor, como 5 Este modelo fue solo un imaginario, que alcanzaron sectores blancos de clase media en Estados Unidos y que no obedecían a las formas familiares y de organización de las familias negras.

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parte de su función en una familia nuclear, donde jugaba el rol instrumental, mientras las mujeres dedicaban su tiempo a los hijos e hijas, sin recibir remuneración. Se cumplía así modelo idealizado en el análisis de la familia de Talcott Parsons (León, 1995), que exaltaba una división sexual en el hogar, muy útil para el sueño de la industrialización y expansión de la sociedad norte americana de la segunda mitad del siglo XX. Un segundo hito de los grupos familiares, se caracterizó por el resquebrajamiento de este modelo, en la medida que se transforman las relaciones de género en los hogares, sumado a los avances en los derechos de las mujeres, de forma que cada vez más se cuestionaba la maternidad y el cuidado como única meta en la vida de una mujer. Comparto con Fraser (1997:55) su afirmación al respecto: “La actual crisis del Estado benefactor tiene diversos orígenes – las tendencias económicas globales, los movimientos masivos de refugiados y migrantes, la hostilidad común frente a la tributación, el debilitamiento de los sindicatos” y continua explicando situaciones. Pero afirma la autora “Un factor absolutamente crucial sin embargo, es el derrumbamiento del orden de género. Los Estados benefactores existentes cada vez están más desfasados de la vida de las personas y de su compresión de sí mismas”.

Considero con la autora, que el derrumbamiento del orden de género ha incidido en un cambio sustancial en la manera como se establece la convivencia familiar y, de forma específica, en la división sexual de funciones en su interior, en la dinámica de las relaciones de pareja y en general, en la organización de la vida cotidiana, que antes se establecía idealizando las familias tradicionales. Los cambios en las relaciones de género no sólo conllevan el derrumbamiento del andamiaje sobre el cual se fundamentaba la familia patriarcal, sino que se ha producido una crisis en el cuidado de las nuevas generaciones sin que la sociedad se sensibilice y logre medidas para abocarlo. En efecto, en algunos

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países la natalidad decae por debajo de la tasa de reproducción, las mujeres se resisten a tener hijos o hijas y el aumento de la esperanza de vida al nacer, con el crecimiento de las personas de la tercera edad, demanda una altísima necesidad de estas tarea, mientras las políticas estatales al respecto son débiles. El resquebrajamiento de las tradicionales funciones de género no implica que aún las funciones de cuidado continúen estando a cargo de las mujeres y persistiendo una fuerte inequidad en las parejas. (Castells, Subiráts, 2007).

Las familias colombianas: diversidad y movilidad La familia nuclear compuesta de padres madres y su prole, ha persistido en el ideal de los imaginarios culturales en contraste con las múltiples formas familiares tratadas con desprecio entre los sectores dominantes, pero que pululan en la convivencia familiar. En efecto, desde la Colonia, quienes reconstruyen nuestra historia han destacado el mestizaje a través de formas ilegítimas como parte de nuestra configuración familiar y cómo, en últimas, somos hijos e hijas del pecado y de la ilegalidad. A mediados del siglo XX Virginia Gutiérrez de Pineda registró que en el país las formas familiares habían sido muy variadas; por ejemplo, en la región Atlántica y Pacífica ha primado la ilegalidad en las uniones maritales y la familia extendida - y con frecuencia poligámica-, jugó un papel central. En otras regiones, como la cundi-boyacense, a pesar de su formalidad, ha sido corriente la presencia de madres solteras en las familias y de las uniones interclase entre hombres ricos y mujeres pobres. En este contexto, la paternidad y la maternidad han cambiado. Al comienzo del siglo XX realizamos un estudio interuniversitario sobre los cambios de la paternidad y la maternidad en Bogotá, Medellín, Cali, Bucaramanga y Cartagena (Puyana, et al., 2003), en el que encontramos transformaciones heterogéneas tanto del significado como de las actuaciones de padres y madres: unos adoptaban la postura


tradicional, otros estaban transitando hacia otras maneras e innovaban respecto a sus antecesores, pero mantenían la tradición. Finalmente analizamos un grupo minoritario que había realizado rupturas respecto a sus progenitores y llevaba una vida familiar en la que primaba la equidad en las funciones domésticas y la proveeduría como corresponsabilidad y un pensamiento libertario. Una nueva revisión de las entrevistas hechas a raíz del estudio citado del 2003 y otras que complementamos en el 2006 y después de un análisis profundo de las narrativas, nos permitió clasificar a un grupo de padres y madres como en ruptura e innovadores. Se trataba de un grupo de cuatro padres y cuatro madres de estrato medio de Bogotá, con una edad promedio de 48 años, de un nivel educativo universitario, que asumían su vida familiar tratando de ser consecuentes entre sus significados y acciones, buscando romper con la tradicional división sexual del trabajo en el hogar. Con relación a sus formas familiares, fue común encontrar que prevalecían las uniones informales, convivían sin un matrimonio previo o formaban una unión estable diferente al rito católico. Esto indica su independencia de las demandas sociales que obligan a cumplir con los rituales matrimoniales y mayor secularización en sus comportamientos. En el caso de las mujeres, como causal de separación aducían la de oponerse a ser tratadas como esposas de tipo tradicional.

La mitad de padres y madres innovadores tienden a conformar hogares de tipo monoparental, producto de una separación anterior, así establecieran una nueva relación de pareja, y este tipo de hogar no era impedimento para que establecieran relaciones afectivas que no tienen como plan inmediato la cohabitación, ya que para unos y unas, cuando los hijos son muy pequeños priman los espacios y tiempos separados de sus parejas. También se organizan en hogares de tipo superpuesto, como resultado de la convivencia con hijos o hijas de uniones anteriores. Por lo general, estas parejas mantienen relaciones con las madres o padres biológicos de sus hijos, sin que se den rivalidades entre ellos y ellas. Similar situación fue encontrada para el caso de Medellín por Blanca Jiménez (2002). En general, estos padres y madres innovadores, no han construido un modelo único en cuanto a las relaciones de pareja y entre padres, madres e hijos; han buscado varios caminos para cumplir su rol, sin una posición predeterminada, se conforman relaciones de pareja más bien movedizas o formas de amor líquido, en el lenguaje de Bauman (2005), por cuanto conforman nuevas uniones y formas distintas de familias; han construido varias identidades en la medida que la vida les impone nuevos hitos o desafíos. Cuando conviven en pareja ejercen en conjunto la proveeduría o invierten las funciones tradicionales de género. De todas formas asumen las labores domésticas como una responsabilidad compartiéndolas según la disposición y el gusto. Las madres aquí analizadas se iniciaron laboralmente una vez avanzados o finalizados sus estudios universitarios; todas combinan su proyecto de vida laboral con la maternidad; han identificado las diferencias entre ser mujer y ser madre y ven en el trabajo remunerado una ganancia de autonomía e independencia y, al tiempo, como una vía para alcanzar

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la capacidad de dar a sus hijos mayores posibilidades materiales. Las separaciones, la conformación de familias reconstituidas o recompuestas, se relacionan con los cambios en las relaciones de género, pues las mujeres no están dispuestas a jugar un rol maternal que les cercena sus proyectos individuales y los hombres tampoco aceptan frustrar su vida afectiva cuando con la pareja no se comprenden. Todas estas formas de interrelacionarse no son ajenas a conflictos que tratan de ser manejados a través del diálogo. Como afirman Meler y Burin: El mejoramiento de la condición social femenina, que hoy día está acercándose al ejercicio pleno de la ciudadanía, hace más visible el hecho de que en las parejas conyugales, no solo existe el amor y la solidaridad sino que muchas veces se presenten conflictos conyugales que evidencian la existencia de intereses individuales contrapuestos. (1998, p. 240).

El promedio de hijos de los padres innovadores es de 2.2; el de las mujeres 2.75. La mayoría de los padres y madres no planificaron su primer hijo, no recuerdan haber conversado con ellos o ellas al respecto y más bien descubrieron la sexualidad con el grupo de pares. Por el contrario, ya adultos afirman haber informado a sus hijos e hijas, coordinarse con el colegio, para ilustrarlos al mismo tiempo. Cuando meditan al respecto, no manifiestan angustia sobre el ejercicio de la vida sexual de sus hijos; observan en cambio que la sexualidad es parte de la vida y se preocupan más porque sus hijos establezcan relaciones afectivas, solidarias y enriquecedoras. Su organización familiar es flexible y cambiante; obedecen a lo que se denomina familias posmodernas (Eva Giberti, 2005). Es decir, no obedecen a esquemas o modelos prefijados por la tradición religiosa y social. Se tiende a la atención y el cuidado de los hijos como responsabilidad individual y la convivencia en pareja no se justifica como consecuencia de los hijos. Las familias tienden a asumir la paternidad y la maternidad como responsabilidad individual,

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como lo planteaba Cebotarev (1997), cuando hacía el paralelo entre las familias de Colombia y Canadá. La conformación tan variada de sus hogares, nos lleva a reafirmarnos en que el tipo de unión no genera por sí democratización de las relaciones de género. Lo que sí provoca este cambio, son los pactos que se establecen y la forma como se relacionan en el día a día. En estos hogares persiste una corresponsabilidad del trabajo doméstico y una tendencia a la horizontalidad de las relaciones; la mayoría aún lo realiza de manera parcial condicionado a la disponibilidad de tiempo, según sus trabajos remunerados; reconocen que las labores domésticas y el cuidado de los hijos son trabajos arduos por lo cual, esperan, se presenten las condiciones para “equilibrar las cargas de lado y lado”. Contratan empleadas domésticas de tiempo parcial para la realización de las labores más pesadas (lavado de ropas, aseo de baños, etc.), dado que los dos miembros de la pareja trabajan fuera del hogar. Las mujeres y los hombres con hogar tipo monoparental son proveedoras/es y al mismo tiempo realizan el trabajo doméstico, buscando la participación de sus hijos. Con sus hijos o hijas, se expresan a través de la afectividad y establecen la autoridad en concertada. Las madres por su parte, empleaban un discurso democrático en la vida familiar coherente con las prácticas: intentaban construir normas a través del diálogo.

Luis y Luz, un padre y una madre en ruptura con las tradiciones familiares Para finalizar vamos a analizar dos historias de vida que corresponden a las innovaciones mencionadas: un padre que forma un hogar nuclear biparental y una madre separada que ha formado un hogar monoparental y mantiene una relación de pareja abierta. Comparto con Mead (1997), su visión acerca de las rupturas, como algo que cambia al tiempo la persona y la cultura: “Una ruptura significa, tanto interior


como exteriormente, un cambio tal en el sentimiento de identidad y continuidad que se asemeja a un renacer, un renacer dentro de una nueva cultura”. Luis es oriundo de Bogotá, hijo de un empleado del ferrocarril que se traslada a Soacha con su familia. Recuerda un padre que viajaba, muy pendiente de lo de la casa ya que traía fruta y mucha comida6. Su madre no trabajaba, según él: porque estaba al cuidado del hogar. Luis recuerda que: creía que los hombres dan el dinero y que las mujeres hacen el mercado, la tradición marcaba que el hombre era el que trabajaba y así mismo, en las familias de mis tíos también. El padre los castigaba fuerte: si a uno le daban esas ventoleras hay está el garrote y autorizaba el que los profesores del colegio los maltrataran. Sin embargo, Luis relata una infancia como época muy lúdica, pues Soacha era un pueblo de puertas abiertas y no había maldad. Un primer hito que narra es el de separarse desde muy joven de la religión Católica: le tomé alergia a la religión católica, pues era obligatoria: la ida a misa, el uso del uniforme almidonado (muy incómodo), los domingos la misa era de 7 y con banda de guerra. Otro hito importante lo constituye su cambio de residencia nuevamente a Bogotá, pues debe adecuarse a esta situación: un choque al entrar a estudiar y luego a trabajar, se me alteraron las rutinas, era muy ingenuo en ciertas cosas, tenía una mentalidad pueblerina, las muchachas eran más liberadas, era mucho contraste. Yo era de un ambiente muy sano, muy tranquilo, era un cam6 Las cursivas corresponden al relato textual de quienes entrevistamos.

bio muy drástico, muy brusco, muy pesado, pero sobre todo porque no tuve a nadie que me preparara. En Bogotá hace su carrera como economista; luego se casa por lo civil con una compañera de universidad. Ambos al principio estudiaban y trabajaban y afirma que: tuvimos tres años en que disfrutamos mucho del baile y de la fiesta. En ese sentido el primer hijo constituyó un hito y un nuevo reto para desarrollar su identidad de padre. En general, afirma que su nacimiento les produce: un cambio de vida total, se acaba esa libertad hasta para dormir, que lavar los pañales, que su tetero, que hacer de comer. En la medida en que nacen sus otros hijos comparten la proveeduría y los oficios domésticos con su esposa. Pero dadas las carreras profesionales de cada uno o una, él puede optar por quedarse más tiempo en casa y asume los cuidados de ellos, en la medida que sus horarios se convierten en más flexibles, y porque así se siente satisfecho. Así recuerda: “a mí me gusta estar en mi casa y siempre encuentro qué hacer”. Otra coyuntura que lo acercó a las labores hogareñas, fue su retiro de la empresa donde trabajaba, mientras que su esposa cada vez asciende más en la empresa, en su carrera de ejecutiva y debe comenzar a desplazarse por varias semanas fuera del hogar. El trabajo de su mujer y en especial una comisión a Cartagena por un año, constituye un hito central para Luis en su papel de padre, pues debe asumir solo el cuidado de los niños y las labores de la casa. Así lo relata: Sentí un gran desamparo, pero finalmente decidí y aprendí todo lo referente a la cocina, la ropa y los niños. Pensé: ¡Dios mío, yo que hago!, yo no sabía hacer una pasta, yo no sabía hacer un arroz;, entonces, a mi me tocaba pedirle el favor a mi hermana, ellas venían, arreglaban y me sacaban del problema. Llegaban los niños: que las medias papi, es que esas medias se me escurren. Pero yo, qué medias, ¿ en dónde?, si yo no he comprado medias. Viene el proceso para mí, fue muy fuerte, porque yo era responsable

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de los 3 niños. Entonces, yo me fui a donde una señora y ella me iba colaborando, me iba diciendo, pues me vi en la necesidad, empecé a hacer un arroz, una pasta, un agua de panela, el chocolate. Desde entonces, negociamos con Rosita: ahora por ejemplo, cuando yo me levanto tipo cuatro de la mañana, les hago el jugo y les llevo a la cama. Nos fascina la ensalada de frutas, entonces corto la papaya, el banano, el melón y me sale la ensalada. Pero entonces, a mi me toca levantarme primero. Este relato, para mí constituye una vivencia de respuesta a una circunstancia contextual en la que expresa un cambio en su masculinidad, de las tareas que la cultura le impuso a su padre, del deber ser masculino, mientras él como persona construye una respuesta alternativa, que acoge con temor, pero al tiempo con satisfacción. Luis se autodefine como muy liberal en la educación de los hijos e hija y a diferencia de su familia de origen, busca que tomen decisiones, que puedan encontrar lo que a ellos verdaderamente les guste y que lo hagan con amor, con convencimiento, que desarrollen sus valores humanos y que puedan sentir satisfacción sirviendo. En la historia de Luis se destacan sus cambios en las identidades: varió en su identidad pueblerina y especialmente en los roles de padre y esposo. Mientras la mujer logra ascenso salarial y una carrera laboral prestigiosa, él se concentra en las labores de la casa y se define como muy casero. Se presenta una inversión de roles, opuesta al ideal de familia parsoniana y construye otra paternidad. Meler (2000, p. 275) se refiere a ellos como los padres cuidadores, “el padre presente, el padre carnal, cotidiano que transmite ternura, cuidados y enseñanzas a sus hijos”. Esta autora coincide en relacionar las variaciones en las masculinidades con otros factores contextuales que han incidido en estos cambios, como el sistema globalizado de contratación laboral que ha generado dificultades para el empleo y que exige otro tipo de cualidades diferentes a la fuerza para vincularse al trabajo. Como plantea Eva Giberti: Han surgido

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nuevas identificaciones masculinas ajenas a la dimensión del varón patriarcal y al macho latinoamericano, que están asociadas a los procesos macrosociales, que encuentran en los medios de comunicación informaciones acerca de los comportamientos paternales, no necesariamente autoritarios”. (2005, p. 226). Luz, ejecutiva de estrato alto bogotano, proviene de una familia extensa, se presenta como una mujer que reflexiona constantemente sobre las diferentes etapas de su vida, identificando lo que cada una de ellas aportó en la construcción de sus identidades. Se refiere a su infancia en los siguientes términos”se supone que yo era consentida, pero era consentida para unos amorcitos y pare de contar. Yo creo que tal vez la natación fue como un mecanismo de defensa para no darme cuenta de lo demás del mundo, siempre fui una persona más bien sola en ese sentido, muy encerrada, muy independiente”. Dos hitos incidieron en su forma de construir su identidad durante la infancia: por un lado, la enfermedad de su hermano - una esquizofrenia- tratada por sus padres como algo oculto y vergonzoso y por otro, su inserción al deporte y a la natación, como actividad formadora, lo cual le enseñó una enorme capacidad de auto reflexión. Así narra esta experiencia: “El médico le dijo a mi mamá que me pusiera a hacer deporte para ver si me calmaban un poquito y por la concentración, parece que yo era muy despistada y la natación le exigía a uno concentrarse y coordinarse mucho. Así arranqué y me gustó muchísimo. Me gustó ese poder estar yo, con yo. Como dice mi mamá yo soy cusumbosola. Tenía aptitudes y me iba bien, tenía motivaciones permanentes por las competencias”.

Recuerda la adolescencia, en medio del deporte, pero a la vez con múltiples restricciones debido a los controles ejercidos por sus padres. A esta situación aduce el motivo de su matrimonio: “Me casé muy pronto después de conocer al padre de mis hijos. Porque mi papá era muy celoso y grosero, ponía mucho problema para las salidas, no se podía ir ni a la


esquina, cada salida era un lío. Nos casamos pronto para poder ser novios, yo no supe fue, si me enamoré de él, me enamoré del amor o de la opción de la salida, de hacer mi vida. No tenía parámetros con que mirar la realidad. Pues sí, enamorada del amor, todo color de rosa todavía, eso no es bueno. Porque a uno lo tenían en una cajita de cristal, todo protegido, si tú estás acostumbrado que la vida es color de rosa y te sueltan a los 20 años”.

Las situaciones difíciles las vive cuando se enfrenta a la maternidad y debe asumir el rol tradicional exigido por su marido: “Siente que se arranca una vida un poco mentirosa, color de rosa. Uno tenía el rol de la mamá que también era la perfecta mamá, la perfecta ama de casa, la perfecta señora, todo le funcionaba bien, todo lo tenía organizadito. Pero ¿dónde estaba la mujer, dónde estaba la persona y dónde estaba la amante?, y yo me cansé de ser la perfecta”.

Si bien por varios años Luz construye su identidad en torno a ser una perfecta ama de casa, madre sacrificada y dedicada a los hijos, mientras su esposo prosperaba en la empresa y cumplía su rol de proveedor, su constante reflexión le va mostrando que no era ella misma y quería ser otra. Luz comienza una intensa lucha entre el papel que estaba jugando y la búsqueda de una identidad más acorde con sus expectativas; así sintetiza esta situación: “llegué a un punto donde perdí la seguridad porque yo sí era buena ama de casa, buena mamá pero como persona no valía nada, no era capaz, no era inteligente, no era bonita. Yo llegué a sentirme fea, bruta. Por mi manera de ser también de callar y callar, fui perdiendo la seguridad en mi misma”.

Considera que el trabajo le ayudó a salir de esta situación el sentirse valorada cuando comenzó a incursionar por ese espacio, como ella misma narra:”me metí por el lado del comercio y empecé hacer negocios y me encontraba con gente, la gente me apreciaba y la gente me admiraba y también me echaban el piropo, entonces yo dije: ¿cómo así?”, entonces puedo hacer negocios, entonces no soy tan bruta”. La vivencia de este contraste lleva a Luz a hacerse cuestionamientos sobre lo que quiere para su vida: “Yo no quería ser el trapo viejo de la casa, o me valoran como persona, como mujer o no funciona. Yo quería ser profesional, yo quería destacarme, yo quería ser capaz, yo quería mirar otros mundos distintos a estar encerrada en una casa”. Esta constituye la misma reflexión que un siglo antes destaca Ibsen en su personaje Nora, de la magistral obra de teatro Casa de muñecas. En el mismo sentido manifiesta: “Si yo no me siento bien o me siento agredida o me siento poquita, yo no voy a darle lo mejor a mis hijos. Las personitas más cercanas eran ellos, entonces pues era muy importante estar yo bien, sentirme valiosa, sentirme importante, sentirme útil, sentirme mujer, sentirme mamá, sentirme mucho para poder dar mucho”.

Sentía que su maternidad estaba llena de reparos, por las disposiciones dictadas por su marido. “El día en que me dijo: si quieres seguir conmigo tienes que dejar de nadar, de hacer gimnasia o de jugar tenis y de trabajar. Yo lo miré y le dije: ¿qué quiere que yo haga, qué deje de hacer las únicas tres actividades que me han fascinado en la vida y que son parte de mí?¿qué hago, sentarme aquí a seguirme pobretiando? Además hubo dos episodios que me marcaron muchísimo: uno, sentirme violada, en un viaje insistiéndome a que tuviéramos otro hijo y la insistencia era ¡claro!, en vez de dos, tres, más amarrada queda; el otro volver de donde el psiquiatra y que ni siquiera me dijera:¿ qué te pasa?”.

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De todas maneras a la capacidad de auto reflexión de Luz se suma la rebelión con los roles tradicionales de género, la vinculación con el trabajo - como hito central que la vuelve a hacerse sentir valorada-, las consultas a amigas que habían vivido procesos similares, acudir a terapeutas. Todo esto va permitiéndole ganar una fuerza necesaria para romper las cadenas que había creado ante un marido patriarcal que no pensaba en cambiar. Con la separación logra encontrarse a sí misma y construir una nueva identidad, como ella dice:

una mayor capacidad para dirigir su destino. En este sentido Luz como madre en ruptura con las tradiciones construye una identidad a partir de oponerse a intensas tradiciones de género, cuyo rompimiento implica dolor y sufrimiento. “Aún mi mamá no logra aceptar que el mundo es distinto, que yo soy otra persona diferente, que tengo una relación establecida que no está dentro de los parámetros que ella hubiera querido”. Finalmente, Luz construyó una relación de pareja sin convivencia, en contra de las disposiciones maternas:

“poder ser uno, distinta a la formación de la casa, que tiene que ser, pero, para darles gusto a los demás. Cuando uno ya no tiene que rendirle cuentas a nadie y puede ser uno, como quiere ser, como es en realidad, sin estar haciendo esfuerzos especiales por ser otra cosa que no es. Esto es clave y da mucha satisfacción”.

Mi relación la manejo con mucha independencia, es delicioso. Compartimos mucho él y yo, de golpe con los hijos, pero realmente su espacio con sus hijos es de él y mi espacio con mis hijos, es mío, no revolvemos. Hay distancias y más respeto hay menos probabilidades de roces, más tranquilidad y la idea de la relación de una pareja ahorita es que sea rico, que no sea tormentoso”.

En el momento de la separación rompe la relación con su madre, quien la controla para que vuelva al rol anterior y quiere evitar que se convierta en una mujer separada, para ella mal vista por su grupo social de referencia. “Mi mamá seguía queriendo que yo permaneciera haciendo lo que a ella le parecía que era lo mejor. Pues llevaba a mis amigos y hacía rumbas con ellos; mi mamá me llamó al orden, me dijo que le estaba irrespetando la casa. Me dijo que era el estigma de la familia, que estaba metiendo droga, que en qué andaba yo. Lo único que yo estaba haciendo era trabajando juiciosa para poder seguir sosteniendo los hijitos y las obligaciones que tenía. Mi papá fue más flexible, lo único que si me dijo fue: acuérdate que en esta sociedad mujeres solas, separadas, bonitas, todo el mundo las quiere fregar, mucho cuidado”.

De todas formas ambos padres recuerdan a la irreverente mujer el peso de la tradición y el poder que se ejerce sobre sus cuerpos, cuando toman la decisión de independizarse de los lazos matrimoniales, que entre los estratos altos bogotanos afectan el honor de la familia. La presión social encarnada en los padres tiende a constreñir la vida de la mujer, obligándola a ejercer el rol de madre y esposa en contra de sus deseos de autonomía y búsqueda de

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Con respecto a la forma como educa a sus hijos, Luz quiere marcar una diferencia con respecto a la manera como ella sintió la educación en su hogar de origen y proyecta fundamentarse en la capacidad para que puedan manejar su libertad: “que no tengan toda esa presión que tuvimos nosotros de reglas, de normas, de que te digan qué puedes hacer, qué no puedes hacer, posesivas, porque en las relaciones que nosotros teníamos tu eres propiedad mía y por supuesto, no puedes hacer nada sin que yo te de permiso. Quisiera primero que fueran muy autóctonos, muy seguros y felices. Obviamente la felicidad son momentos”.

Valoro estos relatos de vida porque van mostrando los hitos que han hecho resquebrajar la forma de familia tradicional tan estimada hasta mitad de finales del siglo XX y que otra vez fuerzas conservadoras quieren retomar. Se observa así que, por una parte, el contexto social va demandando nuevas alternativas pero, al tiempo, la capacidad de auto reflexión de cada persona va jugando un papel central en la construcción de nuevas relaciones de género. Ella y él van gestando el rompimiento con las formas patriarcales de familia que les subyuga. En ambos casos


comienzan a construir otros significados de sí mismos y de la maternidad y de la paternidad. La madre, al resquebrajar la ecuación mujer igual madre, se abre nuevos espacios para sí, conforma otra forma de familia más acorde con las nuevas construcciones de su identidad. El padre, encuentra en las actividades domésticas satisfacción, le atrae participar activamente en la crianza de los hijos y la hija, y no se involucra en la carrera competitiva que el mercado laboral le demanda. Sin definirse como feministas, estos padres y madres en ruptura con tradiciones culturales patriarcales han recibido elementos de cambio propios del feminismo y del pensamiento posmoderno difundido en la última parte del siglo XX. Todo esto incide en la creación de un ambiente cultural que facilita el que los hombres asuman con mayor tranquilidad tareas antes preestablecidas como masculinas y que la mujer se rebele contra un ambiente cercenador y tradicional. Un pensador como Anthony Giddens (1995) reflexionó acerca de la forma como se inscriben las personas en la modernidad reciente, a raíz de comprender los cambios sociales como integrados a la vida personal y no como una imposición del medio externo a la persona. En efecto, de una rígida división sexual de actividades delimitadas entre lo femenino y lo masculino, de la cual se derivaban las relaciones pareja, la paternidad y la maternidad, se reconstruyen relaciones

basadas en los intereses y capacidades de cada uno o una. Se presenta a la vez, un cambio de las relaciones paterno materno filiales, ya que de padres tóxicos cercenadores de la iniciativa de hijos e hijas, se pasa hacia padres que brindan un amor confluente, en términos del autor citado, porque se dirige a construir seres más autónomos. (Giddens, 1997). Quisiera traer a cuento una reflexión de Marina Subirats ante la pregunta que se quiere contestar con Manuel Castells, donde analizan los encuentros y desencuentros de la feminidad y la masculinidad, en el texto: Mujeres y hombres ¿un amor posible? (2007:320): “Yo creo que las mujeres seguimos tratando hoy de defender la posibilidad de todo tipo de amor. … Pero quizá la manera de defenderlo hoy es provocar una crisis, porque la vieja relación hombre y mujer que tantos varones añoran era demasiado desigual, demasiado cruel y ya basta. …. Si los hombres son capaces de cambiar, el encuentro se producirá de nuevo, de otra manera, sin roles preestablecidos, más abierto y más libre…”

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Imelda Arana Sáenz

Docente. Magister en Estudios de la Mujer y en Sociología de la Educación Red de Educación Popular entre Mujeres -REPEM

Las mujeres reinventan la educación para que otra educación sea posible En otras palabras… no. 20 / Rehaciendo saberes | 75


de ideales de independencia y soberanía nacionales para los países, y de libertades, derechos y posibilidades para sus habitantes; entre ellas surge con mucha fuerza el movimiento de Educación Popular – EP, que al lado de las movilizaciones estudiantiles y de las organizaciones sindicales de profesores, proyectan a la educación como un asunto indispensable de la democracia.

Argumento En los años 70 y 80 del siglo anterior surgieron en Colombia grupos de mujeres que han liderado procesos educativos innovadores, en diferentes modalidades de la acción social y comunitaria; procesos que han involucrado acciones, prácticas, reflexivas, productivas, evaluadoras y críticas, mediante las cuales han ganado en experiencias, capacidades, certezas y conocimientos que, a su vez, les han conducido a recrear saberes y prácticas institucionalizadas, valorar las mismas, y (re)inventar lo vivido, para lograr condiciones en que lo posible en educación para las mujeres se haga realizable. Reinventar la educación es una apuesta en esta dirección.

Praxis En los años 70 del siglo XX los países de América Latina y el Caribe sufrían los rigores de dictaduras militares y de despotismo por parte de los gobiernos, aupados por los gobernantes de los Estados Unidos, que para entonces, en el ambiente de la Guerra Fría, fungían como guardianes del anticomunismo y del denominado “modo de vida democrático”, convirtiendo en panacea y modelo de mundo desarrollado para la región el modelo político estadounidense, único válido y posible, y única expresión pensable de la democracia. En ese ambiente en que los partidos políticos opositores y de izquierda fueron ilegalizados y/o proscritos, diversas expresiones de resistencia y movilización popular fueron surgiendo al calor 76 | Las mujeres reinventamos el mundo

En esos momentos de consolidación de la EP proliferan grupos y organizaciones sociales que promueven la lucha por mejores condiciones de vida para las poblaciones urbanas y rurales, marginadas y oprimidas, y, en definitiva por los Derechos Económicos, Sociales y Culturales – DESC; les moviliza la convicción de que no es posible construir democracia mientras exista la opresión económica y cultural que ejercen unas minorías sobre las inmensas mayorías, las cuales sin techo, sin comida, sin fuentes de ingreso, sin salud, sumidas en la pobreza y la exclusión, no están en condiciones de ejercer sus derechos civiles y políticos para acceder así a espacios de decisión donde sea viable afectar las estructuras de poder reinantes. Las movilizaciones lideradas por pobladores populares, junto a profesionales humanistas, constituyen el gran movimiento de EP, fortalecido con las ideas de Paulo Freire, de la Teología de la Liberación y de las campañas nacionales de alfabetización adelantadas en Cuba y Nicaragua por entonces, entre otras experiencias renovadoras y progresistas del momento. Se moviliza un conglomerado de organizaciones que circulan por toda la región, asumiendo con Freire la enseña de “La Educación como práctica de libertad” y con Orlando Fals Borda la perspectiva de la “Investigación Acción Participación” IAP1.

1

La IAP surge a contracorriente de la escuela positivista sobre la investigación social, que pretendía hacer de las ciencias sociales un remedo de las denominadas “ciencias duras” signadas por la investigación cuantitativa y la experimentación empírica en laboratorio. La IAP, conjuntamente con la investigación etnográfica, procuran un ambiente favorable para la consolidación de las perspectivas cualitativas de la investigación social, con énfasis en el trabajo de campo.


Las mujeres luchadoras comunitarias y jóvenes estudiantes influidas por los ideales de la educación popular, se movilizan junto a otros pobladores de los barrios populares de las grandes ciudades y del campo, así como de comunidades indígenas, en torno a la lucha por la vivienda y la tierra, el logro de servicios públicos, a vías de acceso y transporte, a créditos productivos y fuentes de trabajo, a la salud y la educación. Junto a ellos, van involucrando reivindicaciones propias de las mujeres porque, además de participar en la lucha popular, ellas cargan con las labores domésticas y del cuidado, tanto en la familia como en la actividad social comunitaria, aparte de ser en muchos casos las únicas proveedoras de satisfactores para las necesidades básicas de sus familias, generalmente numerosas. Las necesidades específicas de las mujeres van tomando fuerza entre los núcleos femeninos de las organizaciones populares. Surge en esos núcleos femeninos “la política entre mujeres”, simultáneamente con el ímpetu que adquiere el feminismo de la denominada Tercera Ola, que en la región da lugar al Primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe realizado en Bogotá en 1991. Bajo ese influjo se realizaron en Bogotá 4 encuentros femeninos populares entre los años 70 a 90, se consolidaron agendas feministas nacionales y regionales, y se afianza la institucionalidad nacional y la cooperación internacional para el mejoramiento de la mujer. Entre los aportes del feminismo -en sus diferentes expresiones-, particularmente del feminismo latinoamericano, que permiten

fortalecer la acción de las educadoras populares para la promoción de sus derechos, el “entre mujeres” se constituye en la fuente del trabajo “para sí” y en red, que hace surgir en 1981 la Red de Educación Popular entre Mujeres - REPEM, inicialmente como una red para el trabajo con mujeres del Consejo de Educación de Adultos de América Latina y el Caribe – CEAAL, y desde 1981 como organización autónoma de mujeres y feminista. La experiencia de la REPEM en los ámbitos de la educación popular, la educación formal y la formación de educadores permite proyectar una visión de las mujeres que reinventan la educación; aquí presentamos algunos de sus logros.

Las educadoras populares Las mujeres que integran el movimiento de la EP adquieren la denominación de Educadoras Populares y su accionar se basa, en términos generales, en los mismos principios que postula la EP, pero además involucra otros elementos derivados de las prácticas feministas de la educación entre mujeres, construidos en los procesos de acción colectiva y sorora entre las educadoras populares. Acción reflexiva que forjó la perspectiva de la Educación Popular Feminista - EPF, que identifica el accionar de la REPEM en América Latina y el Caribe.

Algunos postulados de la Educación Popular feminista La Educación Popular Feminista se sustenta en que quienes participan de ella se constituyen como protagonistas, actoras y hacedoras de su propia realidad, y constructoras de la emancipación y la liberación personal y grupal. Busca la transformación de la realidad de las participantes, como alternativa para mejorar condiciones de desigualdad e inequidad.

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La reflexión sobre la vida de las mujeres permite hacer visible su historia educativa, alienada y ajena a sus condiciones de existencia, a sus necesidades y a su posición en la sociedad. Realidad que las educadoras populares feministas develan en sus críticas no androcéntricas a los sistemas educativos y que les conduce a la formulación de los postulados de la educación popular feminista, la cual toma del feminismo las reflexiones y reivindicaciones de los derechos de las mujeres, y la deconstrucción de las ideas patriarcales que por muchos siglos han subvalorado, invisibilizado y desconocido a las mujeres como sujetas y actoras sociales y políticas. Mediante la EPF se busca deconstruir subjetividades dañinas e imaginarios sociales nocivos para la libertad femenina, y también, de manera simultánea, construir nuevos componentes conceptuales, prácticas de vida y sentimientos, con los cuales proyectar y gestar las acciones transformadoras de la realidad. Los procesos de educación, formación y capacitación entre mujeres, basados en esos postulados, hacen posible: • La difusión de análisis sobre la opresión, la subordinación y la exclusión que viven las mujeres; las múltiples discriminaciones de que son objeto, de manera especial las mujeres de sectores populares por razones de clase, género y etnia. • Que varios grupos de mujeres de sectores populares se organicen y reflexionen sobre la vida comunitaria, se empoderen y participen activamente para cambiar estructuras machistas y patriarcales. • La formulación de reivindicaciones y agendas políticas sobre temas que antes eran asunto privado, como la violencia contra las mujeres; nutriendo a los movimientos sociales con nuevas búsquedas transformadoras de todos los modos de opresión. • La auto-consideración de las mujeres como sujetos políticos, acompañando, valorando y aprendiendo colectivamente de sus experiencias;

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asumiendo mediante agendas propias la organización colectiva del trabajo para el cuidado, la socialización de los derechos y la democratización política o construcción de ciudadanía; así como participando de manera autónoma en la vida política • Hacer visible el impacto de las políticas neoliberales en las vidas de las mujeres para contrarrestarlo y retarlo, cualificando el accionar entre mujeres para ejercer un liderazgo crítico. • La deconstrucción de sentimientos, concepciones y prácticas que refuerzan los mecanismos de opresión que les impiden el ejercicio de la libertad y de los derechos, junto a la construcción de teorías y prácticas de libertad. “Pedagogía del género”, es una forma de denominación que algunas feministas han dado a la perspectiva basada en dichos postulados, pero este concepto ha sido utilizado de manera perniciosa por agentes del establecimiento, por lo cual otras autoras la llaman “Pedagogía para el poderío”, centrada en el empoderamiento de las mujeres. Desde la perspectiva de este escrito, se le denomina simplemente Pedagogía Crítica Feminista, que incluye la perspectiva feminista en la educación, como condición básica para lograr la realización plena y democrática de los procesos libertarios de las mujeres: Estas pedagogías se proponen develar las relaciones construidas en las sociedades patriarcales entre los hombres y las mujeres, que impiden a las mujeres el acceso en condiciones de equidad a la cultura universal; cuestionan el orden patriarcal, las prácticas sexistas, discriminatorias y de exclusión de los procesos educativos; develan las relaciones de poder y mecanismos de control social que limitan la autonomía y el libre desarrollo de la personalidad femenina; (re)significan el sentido de ser mujer y ser hombre y las identidades masculinas y femeninas hegemónicas; valorizan las diferencias de género, recuperando la singularidad de las historias de las


mujeres, sus saberes y sus experiencias, haciéndolas visibles como sujetos de la historia; vinculan teoría y práctica, dando lugar a diálogos de saberes que retoman el cuerpo y las acciones cotidianas, como escenarios prioritarios de revisión y análisis2.

Madres-educadoras comunitarias Dentro del colectivo de las educadoras populares se forman los equipos de mujeres que, en los años 70 y 80 del siglo anterior, toman la iniciativa de atender por su cuenta y riesgo a las niñas y los niños de corta edad de los barrios periféricos de Bogotá, cuyas familias deben dejarles diariamente en encierro y sin ningún tipo de protección, con consecuencias para su integridad personal muchas veces lamentables. Atendiendo cinco, diez, quince y cada vez más niños y niñas de corta edad, van paulatinamente conformando remedos de jardines infantiles o guarderías, que con el tiempo toman el nombre de Jardines Comunitarios y las mujeres que fungen como educadoras, trabajadoras y cuidadoras el de Madres Comunitarias, pues la intención inicial es hacer el papel de madres sustitutas que atienden y brindan a estos grupos de infantes, junto a sus hijos e hijas, los cuidados maternos; actividad que realizan en sus casas o en espacios que la comunidad del barrio presta o alquila, con menaje de cocina y otros 2

Este aparte toma elementos del texto “Fundamentación del Grupo de Trabajo en Educación, Género y Ciudadanía GTE”, insumo preparatorio de la VI Asamblea General de REPEM realizada en noviembre de 2011 y de la conmemoración de los 30 años de la REPEM.

materiales, así como recursos para manutención, cedidos o gestionados por ellas.3 En un segundo momento, los grupos de madres comunitarias realizan actividades de gestión política ante las autoridades en busca de mejores condiciones para su actividad, logran recursos de entidades donantes, locales, nacionales y extranjeras para construir la sede de los jardines; obtienen como apoyo gubernamental una cuota pírrica en dinero por cada niño y niña que atienden, y algunos alimentos; pero su trabajo no es reconocido como tal y no es remunerado; se le considera parte de la “corresponsabilidad social” que las comunidades aportan en trabajo conjunto con el Estado para estos menesteres. En un tercer momento, los grupos de madres consolidan sus organizaciones y crean alianzas de organizaciones, constituidas luego en organizaciones civiles con reconocimiento jurídico; construyen agendas colectivas para mejorar las condiciones de su trabajo con la población infantil que atienden, negocian con el entonces Departamento Administrativo de Bienestar Social –DABS- de Bogotá y el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar –ICBF- el estatus de sus jardines infantiles, y pelean para ellas el de trabajadoras; piden además que se les capacite para el mejor desarrollo de sus actividades, lucha que lleva más de treinta años, y aún esperan ver cumplido ese anhelo. En el aspecto de la capacitación, consiguen gestionar por su cuenta procesos de formación, educación y apoyo profesional, para elevar su nivel académico. En un trabajo de educación entre mujeres, reciben de compañeras de la REPEM profesionales y miembros de otras instituciones, apoyo autogestionado para formación pedagógica, 3 La denominación Madres Comunitarias fue definida por los programas gubernamentales del orden nacional en cabeza del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar. ICBF. En el Distrito Capital las mujeres vinculadas a los Jardines infantiles comunitarios se designaban a si mismas como Educadoras Comunitarias.

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en asuntos de piscología y atención infantil; en salud, nutrición y desarrollo psicomotriz y emocional; estudian también acerca del feminismo, sobre las teorías y las prácticas de acción política, con lo cual comprenden su realidad, se empoderan y consolidan una comunidad de educadoras populares que luchan por los DESC para las mujeres y los derechos de la infancia; en ese contexto organizan para sí talleres de psicoanálisis y construcción de identidad, historia de los derechos de las mujeres y del movimiento feminista, salud de las mujeres, reciclaje para la elaboración de instrumentos lúdicos, y se intercambian varias experiencias. Con instituciones educativas formales y no formales de la ciudad logran culminar sus estudios secundarios -algunas la primaria-, y acceder a estudios técnicos en preescolar; varias culminan estudios profesionales en áreas de educación y administración; adquieren la preparación en educación preescolar en todos sus niveles y formulan los Proyectos Educativos Institucionales –PEI- de sus jardines ya constituidos como tales, al tiempo que ellas se constituyen en verdaderas Educadoras Comunitarias. En síntesis, estas educadoras populares inventan lo que hoy se denomina la atención a la primera infancia y la educación preescolar en la perspectiva de la EPF, con procesos entre mujeres que: a) parten de un compromiso que asumen voluntariamente con la intención de realizar algo que las autoridades de ese entonces no hacen por la infancia; b) ingresan a un campo de actividad desconocido: la atención a la infancia y la educación preescolar, pero que asumen con gran responsabilidad y compromiso; c) crean condiciones para la formación entre educadoras y la autoformación profesional; d) aprenden simultáneamente de la experiencia, de los libros y de los conocimientos compartidos; e) se convierten en auténticas (re)inventoras de la educación preescolar. Hoy muchas de ellas han sido desplazadas de sus sitios de trabajo, por unas políticas que en busca de mejoramiento de los jardines infantiles, exigen título profesional a las jardineras, desconociendo la

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labor desinteresada de mujeres a quienes se puede apoyar para obtener un título que acredite sus saberes, y continuar realizando una actividad para la cual ellas mismas se han preparado, con la ayuda de personas de la academia y de las universidades.

Educadoras del sector formal A la REPEM han confluido también educadoras del sector formal de la educación, en el marco de eventos académicos y de intercambio de saberes y experiencias que han contado con la presencia de investigadoras y académicas feministas, tanto nacionales como internacionales. Este es el camino por el cual se produce el contacto con profesoras de la Comisión de Asuntos de la Mujer de la Asociación Distrital de Educadores, quienes se vinculan formalmente a la Red en 1991, con lo cual se amplía el horizonte de acción en el campo de la educación, junto a las reflexiones y debates sobre el enfoque feminista, el enfoque de género, la igualdad de oportunidades educativas para las mujeres y su aplicabilidad en el campo de la educación. La acción conjunta en los ámbitos de la educación formal y no formal, permiten a la REPEM proyectar con éxito las campañas “Por una educación no sexista” 1990-2000 y “Por una educación sin discriminación” 2000, mediante las cuales se han realizado eventos amplios de análisis, difusión y denuncia sobre políticas educativas –nacionales e internacionales-, prácticas pedagógicas y situaciones administrativas y de convivencia escolar, con docentes del sector formal, funcionarias/os del Ministerio y la Secretaría de Educación, educadoras comunitarias, estudiantes, y comunidades educativas. Estos eventos han sido verdaderos procesos de acercamiento a la comprensión global del campo de la educación, de aprendizaje y fortalecimiento mutuo y de acción en el camino de la reinvención de la educación posible, y han abierto el camino para la construcción de una agenda para el campo de la educación formal que conduzca a un cambio cultural general.


Las educadoras formales han facilitado el análisis y la comprensión de la complejidad que constituye el sistema de educación formal, especialmente en los niveles de la educación preescolar, básica y media, y han creado condiciones para la consolidación de conocimientos acerca de la realidad de ese sistema para la escolaridad de las niñas y adolescentes, así como la inducción y experimentación de propuestas de cambio, tanto en el ámbito de las clases, como de la escuela y el sector educativo en general. Sus trabajos investigativos sobre las prácticas pedagógicas han corroborado la presencia de roles estereotipados de género en la organización escolar y en los comportamientos de maestras y maestros, que proyectan las imágenes tradicionales de mujeres y hombres que influyen en la conformación del yo social de las y los jóvenes, de las pautas diferenciales de comportamiento y de las diferentes valoraciones que la sociedad hace de las personas según su sexo; además, evidencian que la profesionalización de las y los trabajadores de la educación ha consistido en la adquisición de títulos que avalan conocimientos desuetos en lo pedagógico y académico, y androcéntricos en los enfoques disciplinares, metodológicos y curriculares de lo educativo, haciendo del campo educativo una de las áreas de la acción social más atadas a la tradición y a la negación de los principios constitucionales que establecen la no discriminación, la multiculturalidad y la diversidad como características de la nación, la garantía de derechos y la laicidad educativa.

De lo anterior se deriva la necesidad y urgencia de (re)inventar la educación, a lo cual las educadoras participantes en procesos de cambio, no solo bajo el auspicio de la influencia de REPEM y de la EPF, sino influidas por el movimiento académico feminista y de los colectivos educativos alternativos, han contribuido con experiencias y propuestas de reconocimiento y de revaloración de capacidades y habilidades de las mujeres, entre otras: • Valores, habilidades y saberes que las mujeres aportan mediante su práctica pedagógica en la búsqueda de bienestar para las y los demás y de consenso en la toma de decisiones; su habilidad para no dejarse encasillar en actitudes superespecializadas unidimensionales, unidisciplinarias y asumir la variabilidad de posibilidades en las tareas a emprender, en ocasiones de manera simultánea; la contribución al mejoramiento de la calidad de vida de quienes les rodean.Preocupación por los ambientes de aprendizaje y de trabajo, que conllevan una mejor comprensión de la existencia de estilos y modelos de aprendizaje que coadyuvan a que el aprender no sólo sea necesario y útil sino que además sea agradable; así como el desvelo para indagar sobre el desempeño individual, en ocasiones con demasiado esmero. Ese aporte debe considerarse un punto de partida para el reconocimiento de métodos de aprendizaje propios de las mujeres, basados en la “práctica de la relación”4 (se aprende mejor en grupo, a partir de las vivencias y en ambientes agradables). • Solicitud por la atención y compensación de las necesidades psicoafectivas y de aprendizaje de la población escolar; la promoción de situaciones favorables a la construcción de pactos de convivencia y la práctica de la consideración “del otro o de la otra”; el apoyo, la compasión y la solidaridad. Capacidades que constituyen 4 Concepto acuñado por grupos de feministas que se han dedicado al estudio de las formas de acceso de las mujeres al conocimiento formal.

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haberes institucionales y docentes que potencian ambientes escolares saludables, y que, abordadas de manera eficaz, se pueden convertir en ejes de acción para estimular en las maestras sus valores antes que sus carencias, y cualificar las prácticas pedagógicas. Las cualidades señaladas son condiciones sobre las cuales se pueden (re)inventar metas educativas que proyecten el desplazamiento hacia ellas por parte de los maestros y demás varones que interactúan con escolares. Pero, además, existen otras cualidades que son un haber masculino hacia donde se debe promover el desplazamiento de las mujeres y niñas, como: la disposición para el manejo de la palabra en público, las habilidades competitivas, la seguridad en sus capacidades, el interés por el deporte y por el desarrollo de la fuerza, el interés por abordar la aventura y lo desconocido. A lo anterior habría que sumar los aportes derivados de la confrontación de tales valores a la luz de los estudios de género y feministas, para visualizar y potenciar las prácticas pedagógicas y de la vida escolar que proporcionan nuevos fundamentos para la comprensión y el análisis de las mismas, además de aportar principios de renovación, modernización y competencia hasta ahora ignorados y no suficientemente tenidos en cuenta. Entre ellos: • Renovación de los procesos de formulación y desarrollo de los Proyectos Educativos Institucionales PEI, y demás elementos del ordenamiento institucional escolar, para formular con éxito modelos educativos no discriminatorios y potenciadores del desarrollo integral de las personas. • Adopción consciente de prácticas comunicativas que empleen lenguajes inclusivos, que reconozcan la existencia de las mujeres, con valoraciones semánticas positivas; que desarrollen en las niñas sentimientos de seguridad, autoestima

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y reforzamiento del yo; que eliminen toda manifestación lingüística discriminatoria; que permitan a todo el estudiantado la expresión de la afectividad, sensibilidad y emocionalidad, tendiendo a establecer una comunicación humana y equitativa. Esto debe hacer parte de los diseños curriculares, de la elaboración de textos y documentos, de la orientación profesional, la promoción de las actividades científicas, humanísticas y creativas, y de los sistemas de evaluación. • Inducción, en las personas adultas que actúan en los ámbitos escolares, de procesos de reflexión y cambio de los patrones culturales basados en estereotipos de lo masculino y femenino y en los roles asignados tradicionalmente a cada uno, buscando la transformación personal; la erradicación de actitudes internalizadas de sumisión y subordinación en las mujeres; y en los maestros las actitudes de dominación, prepotencia y negación de la afectividad, para construir así modelos alternativos de ser mujer y ser hombre, tendientes al establecimiento de una convivencia sana. • Posibilitar el desarrollo integral de todas las personas en el ámbito educativo; cuestionar las creencias, valores, ideas, expectativas y prototipos culturales a través de los cuales se ha pretendido homogeneizar a toda la población en dos colectivos: el masculino y el femenino, para dar paso a expresiones diversas, múltiples y complejas de los seres humanos como son las diversas identidades de género y las diversas opciones sexuales. • Encaminar acciones que lleven a la búsqueda de igualdad de oportunidades, de equidad y discriminación positiva, en el desarrollo de las prácticas pedagógicas: relaciones, contenidos de aprendizaje, textos escolares y demás materiales utilizados. Desarrollar los principios constitucionales y legales dados en el contexto de la Convención de Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la mujer y


otros acuerdos y convenciones internacionales, así como la legislación nacional en materia de inclusión educativa. • Incentivar la valoración del trabajo familiar y del cuidado, resaltando el aporte que ha brindado al bienestar social y al desarrollo de las familias; reconocer su aporte a la economía y al mejoramiento de la calidad de la vida humana; promover que sea compartido por hombres y mujeres. • Desarrollo de innovaciones e investigaciones que aborden aspectos como formas y estilos de aprendizaje de niñas y niños; organización y administración escolar; malestar laboral de las maestras; modelos de profesionalización docente acordes con las características del gremio.

Formadoras de educadoras/es Reafirmadas en la construcción de alianzas para la reinvención de la educación, por la misma época en que se integra a la REPEM la Comisión de Asuntos de la Mujer de la ADE, se constituye en la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia el Grupo Mujer y Sociedad, con el cual prontamente la Comisión de Asuntos de la Mujer entra en contacto. A partir de 1991 se inicia un proceso de acción conjunta que permite proponer y desarrollar un programa ambicioso de formación de docentes -aún vigente- mediante la cual se realizan varios cursos de capacitación -hasta 1995- y Programas de Formación Permanente de Docentes PFPD. Estos PFPD proponen una alternativa teórico-metodológica de formación, que busca un cambio de mentalidad

por parte de las personas involucradas en los procesos educativos de carácter formal. Esta alternativa parte del reconocimiento de las endémicas inequidades culturales; la aceptación de las diferencias individuales en cuanto a las maneras y posibilidades de producir y acceder al conocimiento; el compromiso con la superación de las inequidades por razón del género, sexo, etnia, procedencia socioeconómica y cultural, como paso fundamental del camino a recorrer hacia el desarrollo equitativo, tanto de las personas como de la sociedad; el interés en asumir acciones estratégicas orientadas a la capacitación de nuevas generaciones con otros patrones de convivencia y de interrelación social. Mediante la pedagogía crítica feminista, estos programas plantean como objetivos generales: • Contribuir a la formación permanente de docentes y directivos/as docentes para el desarrollo y la promoción de conocimientos, (re)creación de riqueza artística, literaria, científica y técnica, y la construcción de ciudadanía deliberante y participativa en las comunidades escolares y en la ciudad. • Abordar componentes del desarrollo humano tendientes a la transformación de las condiciones de vida de niños, niñas y jóvenes de la ciudad para favorecer su desarrollo pleno y su formación integral. • Generar experiencias innovadoras que posibiliten transformaciones pedagógicas y renovación de contenidos, prácticas y métodos de enseñanza y la instrucción de la comunidad educativa y de cultura urbana. La metodología de trabajo utilizada busca la autoformación de las y los docentes, partiendo del reconocimiento de los saberes, las habilidades y las preferencias que portan al iniciar el programa. Se trata de integrar creativamente los tres componentes señalados en los lineamientos generales exigidos a los IDEP: investigación, innovación, actualización.

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La investigación, realizada mediante actividades que adelantan las y los participantes en aspectos diversos de la vida escolar, las prácticas de enseñanza, los contenidos curriculares y las políticas educativas. La innovación, enfocada hacia la organización y puesta en marcha de experiencias educativas en las áreas de desarrollo curricular, conocimientos y saberes; organización y gobierno escolar; relaciones interpersonales; proyección comunitaria; gestión y evaluación escolar; construcción de ciudadanía. La actualización, referida a los conocimientos y capacidades que se abordan en el campo de los estudios de género, en procesos de deconstrucción de conceptos, creencias, valores y sentimientos y de construcción de nuevos enfoques.

Síntesis Las prácticas de mujeres (re)inventando la educación, brevemente señaladas, constituyen un haber o activo de organizaciones y grupos de educadoras,

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con los cuales se tejen acciones conjuntas por el derecho a la educación, en procesos de articulación, cooperación y alianza con otras redes, organismos de cooperación y organizaciones internacionales. Esas prácticas han permitido la construcción de experiencias piloto y propuestas pedagógicas, así como de tareas de seguimiento y evaluación de las políticas públicas, lo cual forma un campo de acción en el camino de inventar o reinventar la educación que posibilite la libertad de las mujeres.


Carmenza Saldías Barreneche

Economista, Ms. Planificación del Desarrollo Regional. Investigadora, docente y consultora. Integrante del equipo Razón Pública. Feminista

Otra muerte es posible: más allá de la muerte patriarcal

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Al menos esa es la conclusión que queda –sujeta a revisión y debate-, después de seguir los indicios sobre la manera cómo se construyó el sentido de la muerte y sus lugares antes de la antigüedad, y de develar los “misterios” con los que la rodeó el patriarcado en sus relatos. Siendo así, parece necesario invocar las nociones “ancestrales” que incitan a disfrutar de la vida presente y a hacer mejor cada uno de los lugares en donde transcurre; así como también a superar los miedos ante una muerte que se presenta como negación de la vida, para recrear su sentido y llenarla de nuevos significados, más alegres y vitales.

Resumen Una de las diferencias, tal vez definitiva, entre las sociedades “igualitarias o equitativas ancestrales” y el patriarcado, es su concepción de la vida y la muerte. La mirada matriarcal registra la creación permanente del bienvivir “aquí” y “ahora”, en la realidad concreta y material de cada día y lugar, mientras que apenas ve en la muerte la manera de integrarse de nuevo a la tierra, que es la diosa suprema. La patriarcal se aplica a la producción de las formas de morir y hace de la muerte el ideal de la humanidad heroica: a cambio de la gloria en el “más allá” invoca la resignación y la entrega a las dificultades terrenales, que son el castigo que un dios inmaterial impuso desde siempre. Para recrear la vida, es preciso cambiar la manera de ver la muerte.

Antes de la antigüedad La verdadera historia de la humanidad no está ni podrá estar completa. Porque no es posible reconstruir los sucesos de miles de años transcurridos mientras avanzaban los procesos de “hominización” y “humanización”. Apenas quedan vestigios y señales recogidos en mitos y leyendas, reeditadas en “libros sagrados” que, al cabo del tiempo, se escribieron. Pero sería ingenuo pensar que la historia empezó hace cinco o seis mil años, como hizo creer su versión patriarcal. Si bien es cierto que la historia escrita tiene esa edad, milenios antes se había creado y desarrollado el lenguaje, que es el origen de la escritura.

Hay dos realidades invencibles e inexorables que pesan sobre los seres humanos: una es la muerte. La otra, pagar impuestos.

También se habían sucedido hechos tan determinantes para la humanidad como el descubrimiento y la construcción de conocimiento sobre la naturaleza y, en particular, sobre la agricultura, que permitió mudar el estilo de vida de grupos de nómadas por el de vivir en asentamientos, aldeas y finalmente, en ciudades.

Pero los imaginarios, las representaciones y los lugares de culto de la muerte en las actuales sociedades “occidentales” están permeados de una mirada patriarcal –es decir, anacrónica, arcaica y obsoleta-, que no responde a las necesidades vitales y existenciales de los seres humanos contemporáneos.

Es justo destacar que las mujeres serían autoras, en buena medida, de las tres grandes creaciones: el lenguaje, la agricultura y la ciudad, siendo estas expresiones de la riqueza de las civilizaciones anteriores a la antigüedad, ahora están pérdidas en las brumas del tiempo.

Introducción

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Así como la participación de las mujeres en la construcción de la civilización humana fue omitida y borrada de las “historias sagradas”, también se olvidaron tantos otros rasgos de estas sociedades que algunos autores denominan matriarcales, otros igualitarias, otros de comunismo primitivo. Aunque no era un matriarcado, en oposición al patriarcado, en tanto ninguno de los dos sexos estaba subordinado al otro. Pero si en algo se expresó el poder del patriarcado fue en su manera de escribir la historia, atribuyendo un origen divino a lo que hasta entonces había sido obra de la naturaleza. Y en la medida en que su influencia creció, no solo cambió la manera de ver la vida, sino también la muerte, que adquirió desde entonces un carácter intimidador y misterioso.

La muerte en el principio de los tiempos Es difícil imaginar qué pensaron ante la muerte quienes la afrontaron por primera vez, pero no debió ser muy distinto de lo que inspiraba ver un nacimiento. Al cabo, todo era novedad, sorpresa, descubrimiento. Durante miles de años los grupos humanos nómadas no pensaron en el más allá ni en una vida después de la muerte, que vieron como un hecho natural, sino que se ocuparon de descubrir el “acá” y de poblar la tierra. Los primeros gestos frente a la muerte tal vez fueron de sorpresa. Algunos habrán cargado el cadáver por días, o lo habrán dejado en algún lugar, al azar o escogido, mientras el grupo seguía su

camino, pensando en que aquel se reincorporaría, hasta constatar que no sucedía. Entonces se habrá hecho útil enterrar los cuerpos, bajo montículos de piedras, para protegerlos de los animales. Tal vez esos montículos empezaron a marcar los caminos, y de ahí la idea de que los antepasados son guías. Pero también es probable que los cuerpos se dispusieran en la tierra, para completar el ciclo de la vida que, en aquellos tiempos, era objeto de culto y reverencia, mientras que la muerte era apenas una parte de ésta. La mitología griega clásica reconoce a Gaia, Diosa de la Tierra, como la primera que emergió del caos y tomo forma, después dio a luz el cielo, las montañas, los ríos, los océanos, y a todos los seres vivos del planeta. Según Shinoda (2006), los pueblos que adoraban a la Diosa y vivían en contacto con la naturaleza1, se sentían sobrecogidos y fascinados por el hecho de que un bebe pudiera crecer dentro de una mujer y venir al mundo. Veían el nacimiento como algo terrenal, caótico y milagroso. Estos pueblos que valoraban así la naturaleza y la vida, difícilmente podrían haberse sentido amenazados por retornar a ella. Coulanges (1864) afirma que, cuando no existía aún la idea de la creación (ni de la evolución), “el misterio de la generación era para ellos lo que el misterio de la creación

1 Según las evidencias arqueológicas, los grupos sedentarios de agricultores del neolítico, que rendían culto a la Diosa, mantuvieron comunidades estables y pacíficas durante 2.000 años en Turquía y 3.500 años en la Vieja Europa. Los cientos de yacimientos de la Vieja Europa (-7000 y -3500) sugieren que no se trataba de pueblos primitivos ni bárbaros. Vivían en lugares elegidos por la belleza de su entorno, la calidad del agua y del suelo, sus pastos y tierras de labranza; cultivaban trigo, cebada, guisantes, otras legumbres, y criaban todos los animales domésticos que aun hoy se encuentran en los Balcanes, excepto el caballo ( Jean Shinoda, 2006).

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es para nosotros”2. El genitor –en realidad, la genitora, porque la humanidad se tardó siglos en reconocer la participación de los hombres en la procreación- parecía un ser divino y era objeto de adoración. Tal sentimiento surge tan natural y potente, que aparece como el principio religioso en el origen de casi todas las sociedades humanas: chinos, getas, escitas, tribus de África y América. Si la creación, expresada en la tierra al dar sus frutos o en la mujer al dar a luz, se constituía en la fuente de divinidad de la naturaleza, la muerte debía ser considerada como una manera de regresar a las entrañas de la tierra y la madre, a la madre-tierra.

ascenso y la dominación de los pueblos guerreros, dirigidos por un jefe y una única divinidad, que era un dios del cielo, intimidador, severo y poderoso. En este proceso, los hombres llegaron a considerar a las mujeres seres inferiores: cualquier cosa que una mujer hiciera y que los hombres no podían hacer, se definía como propia de un animal, quitándole todo viso de un acto de diosa. Entonces el poder representado por el cáliz, que era un poder realizador, fue suplantado por el poder dominador de la espada. El triunfo del patriarcado es el triunfo de una religión orientada hacia el poder y enfocada en la muerte, que aprobaba con autoridad divina matar en la guerra (Shinoda, 2006, p. 39-40).

En palabras de Nooteboom (2007, p.27), Desde el país de Jung, que se halla en algún lugar de la región del siglo XX, la tumba se reconoce como un arquetipo femenino, como todo lo que abarca y contiene. Es el lugar seguro, el lugar del nacimiento, el crecimiento y el amor. En él tiene lugar la metamorfosis del cuerpo en espíritu y se prepara el nuevo nacimiento, pero es también el abismo donde los muertos se sumergen en la niebla ineludible.

Pero a lo largo de milenios el patriarcado fue imponiendo su poder, primero sobre la base del uso de la fuerza física masculina, las armas y la estrategia militar; luego con el alfabeto y la palabra escrita, apoyo y justificación para su ejercicio de poder y autoridad religiosa. Shinoda sostiene que la alfabetización implicó el final de la Diosa, la pérdida del estatus social y político de la mujer, y la afirmación del patriarcado y la misoginia: el pensamiento lineal primó sobre los sentimientos y la intuición, la palabra escrita sobre la imagen, y la jerarquía sobre el orden natural, conforme se reforzó el lado izquierdo del cerebro. La pérdida de importancia de la Diosa femenina y de las mujeres ocurrió a medida que se registraba el 2 Al respecto, conviene recordar que para la época en que se escribió el citado texto, las teorías evolucionistas estaban en ciernes y muchos sectores de la sociedad se resistían a aceptarlas. En la actualidad, el evolucionismo ha superado ambas nociones.

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La existencia del más alla Mientras la Diosa fue Gaia, Amalur, Pachamama, o como quiera que se llamara a la tierra3, la muerte era la manera de regresar a esta. Y se regresaba como totalidad, al parecer, de manera natural y con la misma alegría que se venía a la vida. Pero a medida que el patriarcado fue construyendo e imponiendo sus creencias, esa totalidad se dividió en cuerpo y alma4, se consideró una vida más allá de la muerte y se creó el cielo, como oposición a la tierra, donde estaba un dios invisible, controlador del destino en esta vida y en la otra.

3 La Madre Tierra y su equivalencia como Diosa madre es un tema que aparece en muchas mitologías. La Madre Tierra es la personificación de la Tierra, generalmente descrita en varias culturas como una diosa fértil, que representa a la tierra fértil; siendo también descrita en algunas culturas como la madre de otras deidades, en la que se las ve como patronas de la maternidad. Generalmente se creía esto porque la tierra era vista como madre de toda la vida que crecía en ella. Sin embargo, el concepto de Madre Tierra últimamente trascendió la mitología. Las Naciones Unidas, a través de la Resolución 63/278 de la Asamblea General, reconoce la Madre Tierra como "una expresión común utilizada para referirse al planeta Tierra en diversos países y regiones, lo que demuestra la interdependencia existente entre los seres humanos, las demás especies vivas y el planeta que todos habitamos", y a su vez establece el 22 de abril como el Día Internacional de la Madre Tierra (Wikipedia). 4 Esta disociación habría favorecido la “manía” dicotómica de la visión patriarcal: tierra y cielo, bueno y malo, salvado y condenado, cielo e infierno, ganadores y vencidos, santos o demonios, y tantas más. Además, le permitió definir quiénes y cuando tenían alma o no.


La creencia en una segunda existencia después de la muerte aparece en las sociedades más antiguas, anteriores a los griegos y romanos, y se consideraba como un cambio de vida, no como una disolución del ser, que transcurría bajo tierra, cerca de los hombres. Quizás en presencia de la muerte tuvo el hombre por primera vez idea de lo sobrenatural y quiso poner su esperanza más allá de lo que veía. La muerte fue el primer misterio, y les enseñó a los hombres el camino de los demás misterios. Ella elevó su pensamiento de lo visible a lo invisible, de lo transitorio a lo eterno, de lo humano a lo divino (Coulanges, 1864, p.21).

Por mucho tiempo prevaleció la idea de que en esta segunda existencia el alma se mantenía ligada al cuerpo: “nacían juntos, la muerte no los separaba, y juntos se encerraban en la tumba” (Coulanges, 1864, p.18). Si bien no hay muchos testimonios para respaldar estas creencias, los ritos de la sepultura son elocuentes. Al colocar un cadáver en un sepulcro se creía disponer algo “vivo”, como lo sugiere la expresión “aquí reposa”, que aún se invoca. El cadáver se enterraba con todo lo necesario: vestidos, alimentos, vino, vasos, armas… los animales y esclavos que se sacrificaban en su honor y que se enterraban con él para que le sirvieran como lo habían hecho durante la vida. En lo básico, este ritual se repite en otras sociedades antiguas de distintas latitudes y en algunos pueblos que incluso enterraban la familia. Con el paso de los milenios, la creencia en otra existencia que transcurría “bajo tierra” dio lugar a la adoración de

los muertos, y comienzo al sentimiento religioso: el hombre adoró a los muertos, les tuvo miedo y les presentó sus oraciones. La religión de los muertos parece ser la más antigua de las religiones patriarcales, anterior a otras maneras de concebir y adorar otros dioses –Indra, Zeus- (Coulanges, 1864). Este culto de los muertos aparece asociado al culto al fuego, como partes de una misma religión en la que los héroes y lares eran las almas de los muertos, a las que se empezó a atribuir un poder sobrenatural y divino. El recuerdo de uno de estos muertos se ligaba al fuego –carbones encendidos y cenizas- que siempre debía estar en el altar y conservarse día y noche por el jefe de la casa. Sólo se apagaba cuando la familia perecía totalmente. Tal costumbre estaría relacionada con la creencia de que el fuego tenía algo de divino, como lo indican sus reglas y rituales -tipo de maderas, pureza, acceso y reposición-, más allá de la utilidad de producirlo o conservarlo. Por eso se le adoraba y rendía culto, se invocaba su protección y era objeto de ofrendas para agradar a un dios. En esta religión primitiva cada dios sólo podía ser adorado por su familia, pasando a ser estrictamente doméstica5, lo que excluía del culto a toda persona extraña. En realidad, el culto de los muertos y los antepasados eran lo mismo, y por ello sólo los descendientes podían realizarlo. Por esto, advertía Luciano: “El hombre que no ha dejado hijos no recibe ofrendas y está expuesto a hambre perpetua” (citado por Coulanges, 1864, p.38).

5 Antes de la antigüedad, la Diosa tenía jurisdicción sobre la ciudad y su población, en la medida en que la ciudad era un acuerdo entre individuos heterogéneos que se acogían a reglas comunes. La separación por familias y la religión doméstica parecería ser una involución de la sociedad colectiva de los primeros tiempos de la humanidad. Más tarde, la religión de una familia primaría sobre otras y, probablemente por la guerra, se impondría en la ciudad.

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En Grecia, Roma e India, el hijo debía hacer libaciones y sacrificios a los Manes de su padre y de todos sus abuelos, para obtener los favores del antepasado convertido en dios protector, y no incurrir en la falta más grave que podía cometer, porque “perjudicaba a una serie de muertos y destruía su felicidad”. Se establecía así un vínculo muy fuerte entre todas las generaciones de una familia, que hacía depender al muerto del vivo y viceversa. La tumba se convirtió en un elemento distintivo de cada familia, reservada exclusivamente para enterrar a los muertos de la misma sangre. Incluso, en tiempos más lejanos, estaba en el centro de la casa, en la misma propiedad de la familia, de manera que el antepasado permanecía entre los suyos, invisible pero siempre presente. Esta religión doméstica no tenía reglas ni rituales comunes, y ningún poder exterior podía establecerlas; eran del ámbito de cada familia. El padre era el único intérprete y pontífice de su religión, y sólo él podía enseñarla a su hijo. Los ritos de su religión eran patrimonio y propiedad sagrada de la familia, y no los compartía con ningún extraño. Entonces la religión no estaba en los templos, sino en la casa; cada dios solo protegía a una familia y sólo era dios de una casa. Pero había rituales para incluir en una familia a la esposa del hijo, que debía renunciar a su propia familia, o incorporar un hombre a una familia que se había quedado sin varón para presidirla. Porque la religión doméstica sólo se propagaba de varón en varón. Los Vedas y el derecho griego y romano atestiguan que, en esos tiempos, se creía que el poder reproductor residía exclusivamente en el padre, que era el único que poseía el principio misterioso del ser y transmitía la chispa de la vida. La muerte de las mujeres no hacía parte del culto y ellas no podían realizarlo en ninguna circunstancia.

Religión, familia y propiedad Así como la muerte está en el origen de la fundación y el establecimiento de la religión (doméstica), también es fundamento de la familia y el derecho de propiedad entre las sociedades griegas e italianas. La propiedad deriva de la religión de cada familia, con su hogar y sus antepasados-dioses: en virtud de la relación entre los dioses y el suelo, el altar expresaba el símbolo de la vida sedentaria6, y una vez asentado en un suelo no debía cambiar de sitio. Así, el hogar tomaba posesión del suelo, hacia suya esa porción de tierra, la hacia su propiedad. Por deber y religión, la familia tenía que permanecer agrupada en torno al altar y ligada a su suelo, en donde tendría su morada permanente, que no pertenecía a un hombre sino a la familia, cuyos miembros nacerían y morirían ahí. Para los griegos, el hogar había “enseñado a los hombres a construir las casas, porque una familia que debe cuidar un altar necesita una casa duradera”. Las tumbas tenían gran importancia, bien por el culto que se debía a los antepasados o porque el ritual principal era la comida fúnebre, que sucedía en el hogar mismo, donde los muertos reposaban. A la tumba común de la familia se le aplicaban las mismas reglas y prohibiciones que al hogar. Entonces, la costumbre era enterrar a los muertos, ya no a la orilla del camino ni en los cementerios, sino en el campo de cada familia. Es probable que la idea de la propiedad se haya extendido a los alrededores del suelo donde estaban los muertos, de manera que éstos ampliaban su acción tutelar y su derecho de propiedad hasta los límites del dominio. “La sepultura había establecido la unión indisoluble de la familia con la tierra, es decir, la propiedad” (Coulanges, 1864, p.80). 6 En las sociedades “matriarcales”, el símbolo de la ciudad –vida sedentaria-, habían sido el agua y la comida.

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De esta manera, los derechos sobre la tierra fueron otorgados a cada familia por los dioses domésticos, el hogar y los Manes. La primera religión que ejerció imperio sobre las almas fue la que instituyó la propiedad entre ellas. En consecuencia, el derecho de propiedad no fue garantizado inicialmente por las leyes sino por una religión doméstica, que le enseñó a los hombres a apropiarse de la tierra y les aseguró su derecho sobre ella. El derecho de propiedad era absoluto en sus implicaciones. La propiedad era inherente a la religión y una familia no podía renunciar a una ni otra. La propiedad era inalienable, y solo excepcionalmente se podía vender, en cuyo caso se debía realizar un sacrificio a los dioses. La expropiación por motivos de utilidad pública se desconocía y una propiedad solo se confiscaba cuando una persona era desterrada, no por motivo de una deuda. En tal caso, el cuerpo del hombre respondía por la deuda pero no la tierra, que pertenecía a la familia. En estos términos, la religión doméstica soportada en el culto de los antepasados muertos y convertidos en dioses adorados en el altar, parece apenas una larga justificación para obtener la propiedad sobre la tierra en cabeza de los jefes hombres de las familias.

La muerte de las grandes religiones El patriarcado ha sido tan exitoso en su utilización de la muerte, establecida como el suceso más importante de la vida, que “en torno ella se han conformado religiones, lugares sagrados, mitos

y rituales para soportar su alcance. En definitiva, las sociedades pueden considerarse asociaciones para enfrentarse a la muerte”.7 Y esta verdad la sustentan bien las tres religiones monoteístas –cristianismo, judaísmo e islamismo-, que habrían sido el triunfo de las religiones domésticas de unos pocos sobre las demás, para pasar a ser las religiones de las ciudades, siempre por la fuerza de la guerra, hasta ser discursos globales, desde la antigüedad. Estas religiones no sólo tienen una serie de características similares: se remiten al mismo antepasado –Abraham-, tienen escrituras sagradas, son instituciones jerarquizadas y patriarcales, y aprueban la guerra, la guerra entre ellas, sino que tienen su mayor promesa en la muerte: “una religión que no anunciara nada a los hombres en lo concerniente a una vida ulterior no sería una verdadera religión” ( Jankelevitch, 1994, p.41). La religión y la guerra exigen una obediencia a la autoridad, que se ejemplifica en Abraham, dispuesto a matar a su hijo para demostrar su lealtad a Dios. Es probable que Sara no supiera lo que iba a ocurrir, pues de lo contrario habría, como mínimo, protestado. También cambiaron la manera de ver la morada de los muertos, que ya no viven en la tumba sino en una región subterránea mayor, donde todas las almas vivían juntas, separadas de sus cuerpos, y se les distribuían penas y recompensas, según la conducta observada durante la existencia. Desde entonces el hombre debe rendir cuentas de su vida anterior y, una vez en la tumba, sólo le cabe esperar recompensas o suplicios, recorrer el Tártaro o los Campos Elíseos. 7 Carloni (1993), citado por Jesús Casquete, 2009, p.10

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Sólo en épocas más recientes se estableció la creencia de la entrada de las almas en una mansión especial, reservada en Occidente como recompensa para algunos grandes hombres y bienhechores de la humanidad. También la entrada a un espíritu inmortal (mortal) después de escapar del anterior, o el ascenso al cielo del cuerpo o el espíritu.

La muerte en el mundo moderno La muerte creada por el patriarcado suponía un conflicto en sí misma, que se profundizó en la segunda mitad del siglo XVIII, con la intervención de los Gobiernos y su política de la muerte. En virtud de ésta, de un lado, se impulsó la construcción de cementerios extramuros y, de otro, se estimuló la presencia y utilización de la muerte en los procesos políticos, por lo menos, desde la Revolución Francesa, cuando sus protagonistas tomaron prestados los rituales fúnebres para adquirir poder frente a sus adversarios (Ozuf, 1976; Hunt, 1984, citado por Casquete y Cruz, 2009). Los rituales fúnebres son un conjunto de símbolos –y sus interpretaciones- desplegados en espacios, recorridos, liturgias y retóricas. En cuanto a los cementerios, que hay de distintas clases –religiosos, municipales, civiles-, representan los espacios privilegiados de la muerte, al igual que los panteones oficiales, las iglesias, los conventos y monasterios (Ozuf, 1976; Hunt, 1984, citado por Casquete y Cruz, 2009). Lo que expresa el tratamiento de los cadáveres o la organización de todas esas cosas, es esencialmente la voluntad de tranquilizar, e integrar a los vivos y los muertos. Los cementerios son jardines siempre en orden, los muertos no se levantan para desordenar las tumbas, hay largos paseos, alamedas ordenadas, simétricas, cortándose en ángulos rectos, uno encuentra siempre la tumba que busca. No hay un lugar en la ciudad de los hombres que sea más ordenado que un cementerio (Jankelevitch, 1994, p.104-105).

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Sin embargo, la mortalidad masiva de las grandes guerras, con millones de soldados muertos, representó una oportunidad histórica para situar la política de la muerte en otra dimensión. Diferentes instancias, además de los gobiernos, pretendieron sustituir “el sentido de la guerra como matanza horrible por el de un acontecimiento natural de la vida política y social, y transformar el dolor generalizado en un sentimiento de orgullo patrio” (Casquete, 2009, p.14). De esta manera, las tumbas de los caídos se convirtieron en “los ladrillos con los que están construidas las naciones modernas, los materiales de los que se surte la fabrica del sentimiento nacional” (Zertal, citada por Casquete, 2009, p.18). Pero cuando se trata de tumbas, todo es irracional. Las tumbas son ambiguas. Conservan algo y sin embargo no conservan nada. Se llevan flores a nadie, se arrancan los hierbajos para nadie y aquel a quien se visita ni se entera. Como si fuera poco, la muerte se transformó en una fuente de riqueza y competencia económica, bien porque procurarla en masa demanda las más productivas empresas, o porque atenderla a través del mercado una vez producida es una de las actividades más rentables, estables y permanentes de la sociedad moderna. En principio, es un fenómeno de estado civil, es un fenómeno vinculado con la vida social y, en consecuencia, es un fenómeno de clase (…) Antaño había muertos de primera clase, de segunda clase, de tercera… Hoy en día se puede disponer de un buen coche fúnebre: ¿En qué clase quiere usted morir? ¿En primera? La gran igualdad de las desigualdades es la muerte (Jankelevitch, 1994, p. 113).

También la muerte se volvió espectáculo, “porque el fenómeno se produce muy cerca de nosotros, incluso en nuestras propias casas, donde la crueldad


penetra por el pequeño tragaluz del ordenador o del móvil”. Según Marzano (2007, p.15), Se puede hacer una comparación rica en enseñanzas entre los que miran con complacencia los videos contemporáneos y los espectadores de los juegos de la Antigua Roma, los del circo y la arena, esos juegos crueles de los que nos creíamos liberados desde hace dos mil años (…) La muerte del perdedor constituía la sanción de los duelos que más entusiasmaba a los espectadores; el momento de la degollación representaba el apogeo del placer.

¿Otra muerte es posible? ¿Hasta cuándo creer en la muerte de los antiguos patriarcas y definir la vida en función de los rumbos inciertos que traza? Según Humberto Eco (2007), es probable que el pensamiento filosófico naciera como reflexión sobre el principio, el arché, pero también de la constatación de que las cosas, además de un inicio, tienen un final. Muchas verdades indiscutibles han sido revocadas a lo largo de la historia, pero que todos los hombres son mortales, no. “A lo sumo, el creyente acepta que hubo uno que resucitó: pero para poder resucitar tuvo que morir antes” (Eco, 2007, p.383). No habría que temer el descubrimiento de la muerte generalizada en el horizonte de la humanidad, de la Tierra y del Sol, del propio cosmos. La Vía Láctea morirá. El universo morirá. Pero reconocer la muerte como soberana final no significa una resignación fatalista.

Según Morin (2011), la muerte que estuvo reprimida por milenios, ha regresado para pedirle al vivo que tome conciencia de su inevitabilidad y de su misterio. Evoca la biología para mostrar que la vida lucha contra la muerte utilizando la propia muerte, en el ciclo ecológico o “trófico”, que es al mismo tiempo de vida y muerte: desde el insecto vegetariano hasta el león predador, y desde el león predador hasta los insectos y los gusanos necrófagos que se alimentaran de su cadáver, así como de las raíces de las plantas que absorberán sus sales minerales, los seres vivos matan seres vivos para alimentarse, es decir, para vivir. Así mismo, todo ser multicelular, como el ser humano, vive de la muerte de sus células, reemplazadas por células nuevas para mejor luchar contra la muerte y, así, regenerarse. En consecuencia, Morin completa la fórmula de Bichat, según la cual “la vida es el conjunto de las funciones que luchan contra la muerte”, añadiendo: “… ayudándose, al mismo tiempo, con la muerte”. Esto significa reconocer que no solo la vida está presente en el mundo mortal, y aceptar que la muerte también está presente en el corazón del mundo vivo. “Sigue siendo nuestra enemiga, pero ya no nos es ajena” (Morin, 2011, p.279). La importancia de la muerte deriva de la verdad irrefutable que encarna: tiene el poder de invalidar todos los demás elementos de la vida. Por eso es “trágica, arbitraria y sin sentido”, pero también la fuente de una plenitud vital que no tendría sentido sin ella. Siendo imposible evitarla, los rituales y lugares de culto han sido creados para intentar sobrevivir a la propia muerte. También la falta de conciencia sobre la muerte es una especie de inmortalidad, aunque esta es distinta de aquella que desearíamos de manera consciente (May, 2009).

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Pero si bien la muerte es irrevocable e irreversible, es un acontecimiento que sella para siempre la existencia de cualquiera, el hecho de que ese cualquiera existió, un hecho que es inalienable, imperecedero, indestructible. “Se puede decir entonces que lo que no muere no vive. Por lo tanto, prefiero aún ser el que soy, condenado a algunos decenios, pero finalmente haber vivido” ( Jankelevitch, 1994, p.18).

al difunto con su música y canciones, sus textos y poemas, sus dichas y desdichas. Por último, quienes amaron al difunto se reunirían en la comida funeraria, todos y cada uno evocarían su vida, sus momentos felices, de manera que, en ese equivalente de comida endocaníbal, todos podrían festejar al muerto, y cada uno podría integrarlo simbólicamente a su ser físico.

Entonces, en el mundo actual la angustia de la muerte no es más o primordialmente la angustia del más allá. Quizás era así en la Edad Media y en las sociedades muy religiosas (…) Pero hoy se relaciona con el pasaje de uno a otro (Vladimir Jankelevitch, 1994).

Tal vez ya sea hora de recuperar las diosas que evocaban el agua y la tierra, y de dejar perder en las brumas del tiempo a los dioses del fuego y el cielo que nos dejaron de herencia los antiguos. Sus dioses, altares y tumbas ya no deberían causar miedo. En ausencia de certeza alguna sobre el más allá, preferible poner el esfuerzo humano en honrar la posibilidad de las nuevas generaciones, que sacrificarlo en aras de honrar antepasados-dioses, ante quienes cualquier invocación puede ser vana.

La lucha sisifiana contra la muerte puede y debe contener su parte dionisíaca. Además, el ser humano debe continuar luchando contra lo más horrible que precede a la muerte: el dolor y la soledad. De ahí, la doble deferencia necesaria para con el moribundo: la que calmará su dolor y la que lo acompañará hasta el último suspiro. Acompañar a los moribundos es una nueva misión humanista en el seno del universo laico. La ética nos exige hacer todo lo posible para evitarle al prójimo la soledad frente a la muerte” (Morin, 2011, p.280).

En consecuencia, la religión podría quedar en entredicho. Si esta no anunciara nada a los hombres en lo concerniente a una vida ulterior no sería una verdadera religión, considerando que “la mayor parte de los gestos y de las creencias de una religión se refieren justamente a la muerte” ( Jankelevitch, 1994). Así pues, la reforma de la vida no puede ir acompañada sino de una reforma de la muerte. “La poesía de la vida es la verdad más profunda de la reforma de la vida. La reforma de la vida, al vivificar su poesía, segrega los antídotos contra la angustia de la muerte y contribuye, así, a su reforma” (Morin, 2011, p.281). En sus palabras, ahora es necesario crear nuevos rituales y ceremonias de la muerte. Sería deseable que existieran, en cada cementerio, edificios ceremoniales y templos laicos de la muerte, donde se celebre

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La muerte puede ser tan grata como el nacimiento, como lo indicaría el hecho de que los recuerdos del antes de nacer no despiertan miedos ni reservas. Sea cual sea el destino del cuerpo y el alma una vez que se ha muerto, nada lleva a creer que será distinto del que tenían antes de haber sido. Entre tanto, la vida es el valor a preservar por sobre cualquier otro, para que nacer y morir no sean más designios de Dios que ayudan a cumplir los hombres, sino apenas actos de la naturaleza. Entonces los cuerpos y sus almas de los muertos podrán regresar sin miedos ni culpas a la tierra, que los acogerá amorosamente, como al comienzo de la vida. La religión dejará de ser una ilusión sobre el más allá para convertirse en una invocación permanente a disfrutar el paso por la tierra, y la política no prometerá un futuro oscuro, construido sobre la muerte de muchos, sino un presente para los millones de personas que han nacido, mientras dura la vida. Y la paz regresará a la tierra, cuando la “Madre” vuelva a ser reconocida como la Diosa y sus hijas recuperen


un lugar en la historia, desde el cual construir otra manera de ver la vida y la muerte, más dulce y creativa. Entonces las mujeres gestarán y darán a luz seres libres, que vivan y mueran naturalmente, sin miedo alguno ni amenazas en nombre de patrias o dioses.

Eco, Umberto (2007) A paso de cangrejo. Barcelona: Random House Mondadori.

Bogotá, septiembre 4 de 2012

Jankelevitch, Vladimir (1994) Pensar la muerte. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

Bibliografía Bolen, Jean Shinoda. (2006) Mensaje urgente a la mujeres. Barcelona: Editorial Kairós. Casquete, Jesús y Rafael Cruz (eds.). (2009) Políticas de la muerte. Usos y abusos del ritual fúnebre en la Europa del siglo XX. Madrid: Catarata. De Coulanges, Fustel (2000) La ciudad antigua. Barcelona: Editorial Iberia.

Gonzales, Mario (2007) Tres Montañas en el mar. Bogotá: Editorial Norma.

Marzano, Michela (2007) La muerte como espectáculo. Barcelona: Tusquets Editores. May, Todd (2009) La muerte, una reflexión filosófica. España: Biblioteca Buridán. Morin, Edgar (2011) La Vía para el futuro de la humanidad. Barcelona: ESPASA. Nooteboom, Cees (2007) Tumbas de poetas y pensadores. Barcelona: Random House Mondadori.

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María Himelda Ramírez Rodríguez

Trabajadora Social. Doctora en Historia Integrante Grupo Mujer y Sociedad

A la izquierda de la izquierda: ¿las mujeres reinventando las izquierdas?* *

Una versión de este trabajo con el título “Las mujeres y los movimientos de izquierda en Colombia” fue presentada en el Primer Congreso Internacional Izquierdas, movimientos sociales y cultura política en Colombia, organizado por la Universidad Central y celebrado en octubre de 2011

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Presentación Este artículo propone una discusión acerca de las tensiones entre los discursos marxistas sobre la cuestión de la mujer, y los discursos feministas en las organizaciones y partidos de izquierda, que concurren en los escenarios políticos de las sociedades que construyeron los regímenes democráticos bajo el influjo de la Ilustración y la Revolución Francesa a lo largo de los siglos XIX y XX. Se asume la complejidad de las definiciones de las izquierdas, ante todo en la Colombia contemporánea, en donde el fraccionamiento político es un rasgo que se expresa en la dispersión de las opciones sobre los modelos deseables de las formas de organización del Estado y de la Sociedad. Se asume así mismo, la imposibilidad de considerar los proyectos sociales y políticos de las izquierdas como proyectos homogéneos, más aún cuando las izquierdas suelen autodesignarse o ser heterodesignadas, según los procesos de diferenciación, como democráticas, liberales, radicales, para connotar las estrategias de cambio entre las cuales figuran las posibilidades de alianza con distintas fuerzas que abanderan las reformas sociales por las vías de la legislación o de la institucionalización o, por medio de acciones más contundentes como la vía armada. Los discursos marxistas centrados en el uso de la categoría clase social como clave de la transformación social, centran la atención en la mujer como obrera, trabajadora de las industrias modernas, y sometida a los rigores de las formas de explotación que advinieron con la Revolución Industrial. La promesa de la emancipación femenina en esa perspectiva, es posible una vez se logre el derrocamiento del capitalismo.

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Los discursos feministas, a la vez que se ocupan de las condiciones de explotación de las asalariadas, reivindican como condición para el cambio, la transformación de las relaciones de género tanto en los ámbitos públicos como en los ámbitos de la vida privada y la intimidad. Se plantean así unos desencuentros de distinta intensidad entre los usos del marxismo y las ideas feministas por parte de las distintas tendencias de las izquierdas con los feminismos. La primera parte del texto delinea unas notas acerca de la trayectoria teórica y militante de Alejandra Kollontai, destacada política socialista, quien logró proyectar su perspectiva feminista en la estructura del Estado soviético en sus etapas iniciales, sobre la cuestión de la mujer y cuyos planteamientos han sido emblemáticos de la tensión anunciada. Alejandra Kollontai desempeñó un papel educativo clave en las primeras etapas de la Revolución y sus catorce lecciones a las estudiantes en la Universidad de Sverdlov, son emblemáticas de la inclusión de las mujeres en el mundo del conocimiento y de la política1. Participó en la institucionalización de un entramado de políticas y servicios sociales que resolverían, en parte, las tensiones producidas a las mujeres por su masiva incursión en el trabajo fuera del hogar, que las reclamó para la construcción de la nueva sociedad que proyectaron los constructores del socialismo en la Unión Soviética2. La segunda parte del artículo recorre los planteamientos de Heidi Hartmann3 expuestos en un sugestivo artículo en que dilucida los desencuentros entre el marxismo y el feminismo, que han marcado buena 1 Ver: Alejandra Kollontai, La mujer en el desarrollo social, Guadarrama, Barcelona, 1976. 2 Estas notas se basan en buena medida en el capítulo “La articulación del feminismo y el socialismo: el conflicto clase – género” de Ana de Miguel Álvarez en, Celia Amorós, Ana de Miguel Álvarez, Teoría feminista: de la Ilustración a la globalización, 1 De la Ilustración al segundo sexo, Minerva ediciones, Madrid, 2005, pp. 297 – 332. También se consultaron algunos documentos en línea de la autora, Ver, A. Kollontai, “El comunismo y la familias”, 1921. 3 Ver, Heidi Hartmann “Un matrimonio mal avenido: hacia una unión más progresiva entre marxismo y feminismo” en, Zona Abierta No. 24, pp. 85 - 103.


parte de la historia de las relaciones entre los movimientos feministas y los movimientos de izquierda, en distintas partes del mundo. La tercera está dedicada a un recorrido por la figuración de las mujeres que han asumido una militancia en movimientos de la izquierda colombiana, con base en algunos textos sobre los partidos y los movimientos sociales que posibilitan interpretar las especificidades de esas discusiones en el país. Este ejercicio vuelve al capítulo dedicado al feminismo socialista en el curso “Teorías feministas y de género” que he tenido la oportunidad de asumir durante varios años en la maestría “Género, Mujer y Desarrollo” de la Universidad Nacional de Colombia, y al capítulo sobre la participación política de las colombianas de los cursos sobre historia de las mujeres en esa misma unidad académica que he tenido oportunidad de compartir con la profesora Ángela Robledo del departamento de Literatura.

La nueva mujer para una nueva sociedad Alejandra Kollontai (San Petersburgo 1872 – Moscú 1945), teórica y militante socialista, contó con una educación esmerada y entró en contacto desde sus años de formación juvenil con los clásicos del socialismo. Estudió las diferentes elaboraciones sobre la “cuestión de la mujer”, que en esos estudios clásicos se concentraba en las relaciones entre las trabajadoras con las condiciones de explotación capitalista. Se afilió al

Partido Obrero Socialdemócrata Ruso en 1899 y optó por una perspectiva feminista al identificar, además de los problemas derivados de la explotación capitalista, los problemas comunes de las mujeres en la vida privada: el matrimonio, la familia y la maternidad; y en la sociedad: la desigualdad de oportunidades en relación con los hombres en el ámbito de la participación en el trabajo y en la participación política. Kollontai fue una de las pioneras en cuestionar el aplazamiento que ofrecían los proyectos delineados por los políticos socialistas, al cambio en las condiciones de opresión y explotación de las mujeres, una vez se produzca el derrumbe del capitalismo. Alejandra Kollontai reconoce las diferencias de clase entre las mujeres, y subraya que las proletarias han trabajado desde que se instauró el capitalismo, mientras que las mujeres burguesas reclaman como algo novedoso el trabajo, en virtud del hecho de que precisamente la industrialización las había confinado al hogar; por supuesto el trabajo que reivindicaban, era en las profesiones liberales a las que tantas exclusiones habían sido sometidas. Por lo demás, indica, las proletarias llevan ejerciendo por años el amor libre, que las estigmatizó y de manera paradójica, las mujeres burguesas y de las clases medias reivindicaban esa posibilidad, pero sin ser estigmatizadas. Es de interés observar la insistencia de la autora en las diferencias entre los hombres y las mujeres de su tiempo, respecto a las relaciones de género. Llamó la atención sobre la concentración de las mujeres en la búsqueda del proyecto conyugal y maternal, en lo cual invertían sus energías vitales para concertar el matrimonio, conservar el amor del hombre y procrear. Para los hombres en cambio, el matrimonio constituye uno entre varios proyectos que les reportan enormes satisfacciones: el trabajo, la política, la expansión.

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Alejandra Kollontai asimiló los planteamientos de Marx sobre el hombre nuevo que advendría con la construcción del socialismo, e imagina a la mujer nueva para esa nueva sociedad. Para la autora, esa nueva sociedad era imposible sin una transformación radical de las relaciones entre las mujeres y los hombres en la intimidad, que pasa por la vida sexual y la experiencia amorosa. A juicio de Ana de Miguel Álvarez, esta es su propuesta más renovadora. En 1918 Alejandra Kollontai fue una de las organizadoras del Primer Congreso de Mujeres Trabajadoras de toda Rusia. De este congreso nació un organismo dedicado a promover la participación de las mujeres en la vida pública, y en proyectos sociales, y de manera muy especial la lucha contra el analfabetismo. Esa organización tenía su propia revista llamada Kommunistka (Mujer Comunista) y Kollontai era parte de su Consejo editorial. Por aquella época Kollontai fue elegida Comisaria del Pueblo para la Asistencia Pública, escenario desde el cual impulsó un conjunto de reformas legales que favorecieron los derechos políticos y las libertades personales de las mujeres. Es de destacar entre las reformas sociales el asentamiento de las bases para la liberalización en el ámbito de las relaciones familiares y conyugales, ya que se legisló sobre el divorcio, el aborto, a la vez que se otorgó a las mujeres beneficios sociales en forma de salarios de maternidad, guarderías y hogares para los niños. Así mismo se desarrollaron campañas de información para dar a conocer a las mujeres sus nuevos derechos. En 1923 Alejandra Kollontai pasó al servicio diplomático como una de las estrategias de aislarla de las tensiones en el gobierno, siendo la primera mujer embajadora de la historia moderna; representó a la Unión Soviética en Noruega, Suecia y México, formó parte también de la delegación soviética en la Sociedad de Naciones. Ese exilio la salvaguardó de las represalias de las que fueron víctimas los antiguos dirigentes bolcheviques. Entre tanto, parte de las medidas que les garantizaban la plena igualdad a

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las mujeres y sus promesas de emancipación fueron conculcadas, tal como ocurrió con la penalización del aborto en 1936; se reactivó la propaganda en favor del modelo de familia tradicional, se reintrodujo la educación separada entre los sexos. El divorcio no se prohibió, pero se cobró por los trámites, que lo hizo mucho más difícil. En 1934 se restauró la penalización de la homosexualidad. En todo caso las posibilidades con las que contaron las mujeres soviéticas de entonces, constituyen un emblema que ante todo dejó sentadas las bases para una reinvención de las relaciones entre el Estado y la familia, dispensando en gran medida a las mujeres de la doble jornada exigida ante todo por la maternidad, mediante los sistemas de colectivización de las exigencias del cuidado.

Heidi Hartmann: la cuestión de la mujer no ha sido para los marxistas la cuestión feminista “La izquierda se ha mostrado siempre ambivalente en lo que respeta al movimiento de la mujer, considerándolo a menudo peligroso para la causa de la revolución socialista. El que una mujer de izquierdas se adhiera al feminismo puede ser personalmente amenazador para el hombre de izquierdas. Y, por supuesto, muchas organizaciones de izquierdas se benefician del trabajo de la mujer”4. La discusión planteada por Heidi Hartmann en su célebre artículo en el que plantea las complejas relaciones entre el marxismo y el feminismo animó, hacia los años ochenta, los debates sobre las relaciones políticas entre marxismo y feminismo. Éstas, afirma, explican el predominio del marxismo sobre el feminismo en la concepción de la cuestión de la mujer. La autora muestra las consecuencias conceptuales al ser el centro de la atención de las teorías marxistas, el estudio del capitalismo y su abolición, mientras que 4

Op. cit., p 22.


el centro de la atención de las teorías feministas es el patriarcado y por ende su disolución, y subraya de qué forma el patriarcado sobrevive en las izquierdas. Así los derroteros advertidos por una y otra teoría, discurren por vías divergentes, que ha resultado de difícil conciliación produciendo, en múltiples ocasiones, el abandono de algunas feministas de las filas de los partidos de izquierda. Gran parte de la investigación sobre el feminismo contemporáneo en Colombia, por ejemplo, revela el paso de las activistas por grupos de izquierda, y su abandono luego de constatar la imposibilidad de encontrar un lugar a las discusiones sobre las especificidades de las reivindicaciones feministas en las agrupaciones de las que desertaron5. Es de crucial importancia situar el lugar concerniente a las promesas de cambio social que suprima la opresión y la explotación de las mujeres, en las distintas vertientes socialistas y comunistas. Por lo común se argumenta que una vez se extinga el capitalismo, se producirá el cambio favorable para las mujeres; esto es, las mujeres deberán asumir la postergación de sus aspiraciones a la igualdad y demás derechos, tanto en el mundo de trabajo como en la vida privada y en la intimidad. Tal postergación, significa la prevalencia de los

5

Ver, Fanny Mojica Cardozo, “Sexualidad, subjetividad y militancia política”, tesis, maestría en estudios de Género, Universidad Nacional de Colombia, 2009; Diana Jiménez Gómez, “Del activismo estudiantil al feminismo. Participación femenina en el movimiento estudiantil y aparición del feminismo autónomo en la Universidad de Antioquia, - 1977”. 15 Congreso de Historia de Colombia, Bogotá, 2010.

interese de clase sobre los de género. Heidi Hartmann reitera que la “cuestión feminista” indaga y cuestiona las causas de la desigualdad sexual entre hombres y mujeres; del predominio del hombre sobre la mujer. La mayoría de los análisis marxistas sobre la posición de la mujer, sustenta, parten de la relación con el sistema económico, y no de la relación de la mujer con el hombre. Destaca esta autora que los marxistas, incluidos Marx, Engels, Kautsky y Lenin, pensaban que el capitalismo arrastraría a todas las mujeres hacia el trabajo asalariado y que este proceso destruiría la división sexual del trabajo. El capital y la propiedad privada, decían, son las causas de la peculiar opresión de la mujer, del mismo modo que el capital es la causa de la explotación de los trabajadores en general. Hartmann sostiene que los marxistas contemporáneos han incluido a la mujer en el análisis de la “vida cotidiana” en el capitalismo; suponen que todos los aspectos de nuestra vida reproducen el sistema capitalista, y que dentro de este sistema todas somos trabajadoras. Las feministas marxistas por su parte, se han centrado en el trabajo doméstico y su relación con el capital, argumentando algunas de ellas que el trabajo doméstico produce plusvalor y que las amas de casa trabajan directamente para los capitalistas. La discusión propuesta por Hartmann se produjo en un contexto de desarrollos significativos de las posibilidades explicativas del socialismo feminista acerca de asuntos cruciales tales como la división del trabajo por sexos, dentro y fuera del hogar, la doble jornada, la feminización de la pobreza. Sugiere que la sociedad puede ser mejor comprendida si se reconoce que está organizada sobre bases tanto capitalistas como patriarcales; considerando al patriarcado, más allá de una categoría omnicomprensiva y situada en los contextos sociales y culturales específicos.

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De las figuras femeninas históricas de la izquierda en Colombia La figuración de algunas personalidades femeninas históricas de la izquierda en Colombia, se produce bien sea porque fueron clave en coyunturas específicas, o por haber sostenido durante un lapso de corto o mediano plazo, actividades proselitistas, de educación y formación política, documentadas por la prensa de izquierda. Estos materiales han sido la base de diferentes elaboraciones que buscan reconstruir hechos históricos; se trata por ahora de observar qué lugar ocupan las militantes escogidas para esta presentación, que figuraron en las movilizaciones y protestas de los años veinte hasta los años sesenta. En el transcurso del año 1999, el comité editorial de la revista En Otras Palabras resolvió dedicarle el número que saldría al año siguiente a Las Mujeres que escribieron el siglo6 . El número se dividió en dos secciones. La primera incluyó en una clasificación, algo arbitraria como toda clasificación según se advirtió en la editorial, una selección de personalidades: se rememoró a trece sufragistas y luchadoras políticas, ocho intelectuales, ocho artistas, tres defensoras de la salud y de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres y nueve líderes comunitarias. La segunda sección incluyó una selección de grupos, organizaciones y redes de mujeres. Asumimos que se trataba de una escogencia entre una gama amplia de personas y grupos que participaron en movimientos sociales y políticos, de mujeres feministas, con afiliaciones a grupos de izquierda algunas de ellas o, con un paso por tales grupos; otras en cambio, vinculadas, o con simpatías, por otras agrupaciones políticas o que se declaraban al margen de los partidos. En el grupo Sufragistas y luchadoras políticas, se incluyeron tres figuras históricas de las izquierdas colom6 Grupo Mujer y Sociedad, Programa de Estudios de Género Universidad Nacional de Colombia, Corporación Casa de la Mujer de Bogotá, Mujeres que escribieron el siglo XX. Construcción del Feminismo en Colombia, En Otras Palabras … No 7.

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bianas: María de los Ángeles Cano Márquez7, Betsabé Espinosa8 y Mercedes Abadía9 cuyas trayectorias de vida nos dejaron múltiples interrogantes. Es de advertir que la portada de la revista mencionada está ilustrada con una fotografía de María Cano de 1924, que reposa en el Fondo Melitón Rodríguez del Archivo fotográfico de Medellín. De Betsabé Espinoza y Mercedes Abadía no se localizaron registros fotográficos.

Betsabé Espinosa, protagoniza una huelga emblemática Las notas que figuran en la revista sobre esta obrera de la fábrica de textiles de Bello, escenario de una huelga emblemática en 1920, es ante todo, una nota de reconocimiento a esta líder obrera. Un recorrido por distintas elaboraciones precedentes y posteriores sobre los motivos de los reclamos de las jóvenes trabajadoras, posibilita vislumbrar de qué forma se conjugaron las reivindicaciones de clase y de género, además del uso por parte de los distintos sectores sociales de la ciudad de Medellín, de una y otra reivindicación, tal como lo expone Ann Farswarth-Alvear en su tesis doctoral sobre el tema10. Entre los motivos de inconformismo de las trabajadoras, figuraron las precarias condiciones de trabajo en términos de las jornadas excesivas, la prohibición del uso del calzado y los rigores de la disciplina laboral. Además, se hizo visible el recurrente acoso sexual por parte de los administradores de la fábrica, hecho que concitó la solidaridad de sectores de la ciudadanía, como la prensa y el clero, impulsados más que todo por la

7 Ver, Rocío Pineda, “María Cano. Transgresión y transición femenina en los albores del siglo XX” En Otras Palabras … No. 7, pp- 12 a 17. 8 Ver, Patricia Buriticá, “Betsabé Espinosa. Resistencia de las textileras a la explotación y abuso sexual”, En Otras Palabras... No. 7, p. 18. 9 Ver, Medófilo Medina, Merecedes Abadía. “El movimiento de las mujeres colombianas por el derecho al voto en los años cuarenta”, En Otras Palabras... No. 7, pp- 19 - 21. 10 Farnsworth-Alvear, Ann “El misterioso caso de los hombres desaparecidos: género y clase en el Medellín de la era industrial”, en Historia y Sociedad No. 3, Universidad Nacional de Colombia, Medellín, Diciembre de 1996, pp-143 – 167.


salvaguardia de la moral. Fue además visible la insolidaridad de los obreros que también laboraban en la fábrica. Es paradójico que las obreras ante las vacilaciones y cierta actitud pusilánime de aquellos, los feminizaron al instarlos a usar faldas, emblema de un estereotipo de feminidad. Las huellas de la experiencia de vida de Betsabé Espinosa, bastante tenues por lo demás, permiten situarla en el conjunto de los movimientos de protesta liderados por diferentes agrupaciones socialistas del momento. En efecto, Renán Vega Cantor recuperó una ilustración plasmada en una resolución de la Asamblea Departamental Socialista de Antioquia que lleva por título Betsabé Espinosa, suscrita por Luciano Restrepo y publicada en la Ola Roja (Popayán), el 9 de abril de 1920.11

La Flor del trabajo: María de los Ángeles Cano Márquez (1887- 1967) María de los Ángeles Cano es una de las personalidades femeninas sobre quien se cuenta con mayor documentación, quizás atribuible al registro de su actividad en la organización de las protestas de la segunda mitad de la década de los años veinte, cuando contó con el reconocimiento de sus contemporáneos, en un momento de su trayectoria vital en el cual su compromiso fundamental lo concentraba la clase trabajadora colombiana. María Cano ha ocupado un espacio importante 11 Renán Vega Cantor, “Mujeres, trabajo y socialismo”, en, Gente muy rebelde, 3. Mujeres, artesanos y protestas cívicas, Ediciones Pensamiento Crítico, Bogotá , 2002, pp. 193 - 268.

en las numerosas páginas de los historiadores del movimiento obrero colombiano12 y en distintas compilaciones de investigaciones sobre la historia de las mujeres en Colombia13. Su retiro desde comienzos de la década de los años treinta de toda actividad pública, por las tensiones en la reorganización del Partido Socialista Revolucionario en el que militaba, asumiendo funciones como trabajadora de la Imprenta Departamental y luego en la Biblioteca Pública de Medellín, abre interrogantes sobre el por qué de la interrupción de una promisoria actividad política. En su retiro en la biblioteca hacia los años sesenta, en el contexto del nuevo auge de los movimientos sociales de mujeres y del feminismo en el país, fue visitada por activistas e intelectuales interesadas tanto en reinterpretar su experiencia como en reinstalarla en otro lugar: el que le reservaban las mujeres de otro momento de la historia colombiana cuando ya gozaban de la ciudadanía. María Cano aceptó esa invitación, tal como se advierte en su mensaje enviado a la Organización Democrática de Mujeres de Antioquia cuando se le rindió un homenaje en la conmemoración del Ocho de Marzo, Día Internacional de la Mujer el año 1960.

Mercedes Abadía Mercedes Abadía es una de las cuatro mujeres que figuran en el índice de nombres que aparece en el libro de Medófilo Medina 12 Ver, Ignacio Torres Giraldo, María Cano: Apostolado Revolucionario, Carlos Valencia Editores, Bogotá, 1980. 13 Jorge Iván Marín Taborda, “María Cano, su época, su historia” en Consejería Presidencial para la Política Social, Presidencia de la Republica, Las mujeres en la historia de Colombia, Norma, Santafé de Bogotá, 1995, pp. 156 - 172; Isabel Rodríguez -Vergara, “María de los Angeles Cano Marquez: del sindicalismo al socialismo subvirtiendo las reglas del padre” en, Las desobedientes. Betty Osorio y María Mercedes Jaramillo, Mujeres de Nuestra América, Panamericana Editorial, Santafé de Bogotá, 1997, pp. 230 a 253. Paula Andrea Giraldo Restrepo, “María Cano y las mujeres trabajadoras de Antioquia en las primeras décadas del siglo XX” en, Mujeres antioqueñas en la memoria de la ciudad, Alcaldía de Medellín, Secretaría de Cultura ciudadana, Medelín Colombia, 2007.

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sobre la historia del Partido Comunista en Colombia, a quien rescató del anonimato14. Por el interés que reviste lo planteado en el libro, cito de manera textual lo siguiente: “Bajo la orientación del PCC y al impulso de la lucha antifascista se dieron varios intentos de crear una organización femenina nacional. Por algún tiempo desarrolló su actividad el Comité Femenino Antinazi. Este comité coordinó sus esfuerzos con las organizaciones antifascistas de México, Cuba, Argentina, Chile, Uruguay y Norteamérica. … El 12 de enero de 1945 se instaló la Conferencia Nacional Femenina. Contó la asamblea con participación de delegaciones de Bogotá, el Valle y Antioquia. Asistieron representaciones de la mujer campesina e indígena. La conferencia aprobó un programa en el cual se consignaron las tareas de la lucha contra el fascismo internacional y la reacción nacional. Se recogieron las demandas económicas de la mujer tales como: el amparo por parte del Estado de la maternidad y de la niñez, la abolición del desempleo femenino, el libre acceso de la mujer a cualquier profesión u oficio, el pago de un salario proporcional al trabajo realizado, el voto femenino y demás derechos civiles y políticos para la mujer. Este último aspecto fue acogido como consigna central por la Federación Femenina Nacional, creada en la Conferencia y para cuya presidencia fue elegida la dirigente del PSD, Mercedes Abadía”.15 Medófilo Medina fue interpelado a propósito de esta personaje, luego de publicado su libro, por algunas de sus colegas como la historiadora Lola G. Luna, quien realizaba sus estudios sobre las sufragistas en América Latina. En el Quinto Encuentro Debate América Latina Ayer y Hoy organizado por 14 Ver Medófilo Medina, Historia del Partido Comunista de Colombia, Tomo I, Ceis, Bogotá, 1980, pp. 603 a 611. Ver también, “Mercedes Abadía y el movimiento de las mujeres colombianas por el derecho al voto en los años cuarenta” en, Pilar García Jordán, Lola G. Luna, Jordi Gussinyer et al. Las raíces de la memoria, América Latina ayer y hoy, Quinto Encuentro Debate, Universitat de Barcelona, Barcelona, 1996. 15 Medófilo Medina, Op. cit, pp. 398 - 399.

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la sección de historia de América de la Universidad de Barcelona, el autor expuso su trabajo inicialmente proyectado como la “trayectoria biográfica de la líder del movimiento de mujeres, dirigente popular y figura política colombiana”; advierte luego sobre la inviabilidad de este proyecto en virtud de lo que llamó un silencio sintomático. Si bien durante la primera fase de su investigación; encontró copioso material de prensa, para una nueva etapa de la historia del partido, el autor tan solo encontró en una especie de actas oficiales del Buró político del Partido de comienzos de los años cincuenta, datos de las intimidad de uno de los dirigentes con lazos de afecto y convivencia con Mercedes16. El recurso de la historia oral al que acudió, fue también bastante insuficiente ya que las personas entrevistadas aportaron datos fragmentarios sobre su vida personal sobre sus orígenes. Por ejemplo, según algunos testimonios era oriunda del Viejo Caldas y otras personas entrevistadas plantearon que era del Valle del Cauca. Acerca de su muerte, los datos son bastante vagos. Hay coincidencia no obstante de su participación pública, documentada por la prensa obrera. Mercedes Abadía figura protagonizando el liderazgo en huelgas y protestas de las escogedoras de café a comienzos de los años treinta; luego participó en las luchas de los trabajadores azucareros del Valle. Hacia 1936 se proyectó al ámbito nacional como dirigente obrera. En los años cuarenta, participó como dirigente del partido comunista y viajó a Chile y otros países de América Latina invitada por los comités anti nazis.

Lucila Rubio de Laverde, con las sufragistas de los años cuarenta La historiadora Lola G. Luna en sus estudios sobre el sufragismo en Colombia, destaca el carácter heterogéneo del movimiento, ya que durante los años treinta y los años cuarenta, convocó tanto a mujeres de las clase medias emergentes como a las mujeres 16 Ver: Pilar García Jordán, Lola G. Luna, Jordi Gussinyer et al. Op. Cit


de los movimientos de izquierda; cada uno de estos sectores con sus posibilidades de injerencia en sus organizaciones políticas, en el parlamento, la gran prensa y la prensa de izquierda, sindical y gremial17. La autora subraya la participación destacada de Lucila Rubio de Laverde en el movimiento sufragista colombiano de los años 30 y 4018. Magdala Velásquez, al referirse a Lucila Rubio señala que desde 1944, durante el segundo gobierno de Alfonso López Pumarejo, se vivía en el país un ambiente de agitación a favor de las reformas de tipo social, y se gestaba entre las mujeres profesionales recién egresadas de las universidades y las obreras asalariadas, un clima propicio al debate sobre sus derechos políticos y sobre otros aspectos relativos a los cambios que en plena Segunda Guerra Mundial se generaban en Occidente respecto a las mujeres. Rosa María Aguilera e Ilda Carriazo invitaron a un grupo de profesionales a crear la Unión Femenina de Colombia. La institutora socialista Lucila Rubio de Laverde convocó a las obreras y a mujeres de sectores populares y fundaron la Alianza Femenina de Colombia. Luego, animadas por el Partido Socialista Democrático, que encabezado en el Congreso por Diego Montaña, Gilberto Vieira y Diego Luis Córdoba, apoyaba el reconocimiento pleno de los derechos de 17 Luna G. Lola, El sujeto sufragista, feminismo y feminidad en Colombia, 1930 – 1957, ediciones Manzana de la discordia, Centro de Estudios Género, Mujer y Sociedad, Universidad del Valle, Cali, 2004. 18 Otras Miradas,Vol. 1 No. 1 Junio 2001http://redalyc. uaemex.mx/pdf/183/18310111.pdf María Teresa Arizabaleta de García, “Lucila Rubio de Laverde. Una luchadora por el voto femenino. Criticó a la Iglesia por no atender los derechos de las mujeres y enfrentó la cultura patriarcal de su época” Semana, 03.12.2005 http://www.semana.com/especiales/lucila-rubio-laverde/ 90929-3.aspx acceso, 17. 10.11

las mujeres, fundaron seccionales de la Alianza en varias ciudades del país19 El testimonio de una de sus contemporáneas dice “…Su trabajo con las mujeres de base popular fue, quizá, uno de los más efectivos de aquella época. Las comprometió en su lucha sufragista. Católica por bautismo, no le temblaba la mano para expresar su disgusto con la Iglesia por su “parsimonia para entender los argumentos a favor de los derechos de la mujer”. En la década de los 30, participó activamente en la lucha por el reconocimiento de los derechos patrimoniales de la mujer y fue cogestora de lo que se llamó Régimen de Capitulaciones Matrimoniales. En 1944 fue la primera mujer que habló en el Congreso de la República a favor del voto de la mujer. Enfrentó poderes tradicionales por el divorcio del matrimonio civil, porque lo consideraba importante para la consolidación de la pareja. No le parecía justa la convivencia “hasta que la muerte los separe” si no existían razones justas para compartir la vida..”. 20

Conclusión Las resistencias en los movimientos y partidos de izquierda a las posibilidades del uso riguroso de la categoría género y de los análisis de los feminismos, contribuyen a la reproducción de las exclusiones históricas de las mujeres en los espacios de deliberación política. Es así como, de manera tácita o deliberada, se reproduce la asociación entre el sujeto masculino con el sujeto político, lo cual significa la postergación de las reivindicaciones a la participación en condiciones igualitarias de las mujeres. 19 Magdala Velásquez Toro. Ofelia Uribe de Acosta. Publicado en http:// www.lablaa.org/blaavirtual/biografias/uribofel.htm 20 María Teresa Arizabaleta de García, “Lucila Rubio de Laverde. Una luchadora por el voto femenino. Crticó a la Iglesia por no atender los derechos de las mujeres y enfrentó la cultura aptriarcal de su época” Semana, 03.12.2005 http://www.semana.com/especiales/lucila-rubio-laverde/90929-3.aspx acceso, 17. 10.11

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Guiomar Dueñas Vargas

Historiadora. Ph.D. Profesora Universidad de Memphis, Estados Unidos. Integrante Grupo Mujer y Sociedad

La invención del amor romántico en la Nueva Granadaen el siglo xix

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En 1836 el presidente Francisco de Paula Santander, que tenía 44 años y se sentía viejo y enfermo, decidió casarse con la joven de 21 años Sixta Tulia Pontón. En carta a su hermana Josefa, el General le reveló las razones por las que escogía como esposa a alguien cuyo carácter severo distaba tanto del de la chispeante Nicolasa Ibáñez, la mujer a quien el General había adorado: “…ella tendrá defectos: no me importa. Lo que yo aprecio en ella es que pertenece a familia honradísima, que tiene modales, talento y sabe manejar una casa. Yo ya no estoy para buscar bellezas. Su orgullo se le pasará y espero que me cuide de mis males…”1 Santander, que en su juventud había experimentado la pasión más vehemente por Nicolasa, una mujer a todas luces excepcional, ahora en su ‘vejez’ solo quería cuidados y prole legítima que heredara sus bienes. Esta tarea, en efecto la cumplió con su devota esposa, con quien procreó dos hijas y un varón. No duró mucho después de eso; a los cuatro años de matrimonio murió. El buen origen social y familiar, las virtudes domésticas, además del estado virginal seguían siendo los requisitos que se exigían a las mujeres de las élites en la temprana república para alcanzar el estado matrimonial. La pasión amorosa no era condición necesaria, si de lo que se trataba era de formar una familia. 1 Luis Horacio López Domínguez, “Francisco de Paula Santander, una personalidad compleja”, en Revista Credencial Historia, Ed. 212, agosto de 2007. Biblioteca Virtual de la Biblioteca Luis Ángel Arango.

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El amor tenía su propia semántica y seguía por caminos impredecibles. El General lo había experimentado de manera arrolladora, cuando fijara sus ojos en la hermosa Nicolasa en aquella venturosa mañana del año 1819. Él, héroe de la Batalla de Boyacá, y vicepresidente de la recién fundada nación, añadiría a sus éxitos militares el triunfo del amor representado en Nicolasa. El incentivo del amor prohibido (Nicolasa era casada) lo incitó a conquistarla, pero a diferencia de sus conquistas militares, su pasión fue sumisión incondicional a la voluntad de Nicolasa. Los componentes de este fervor eran incompatibles con el matrimonio. Las cualidades que le atraían de Nicolasa distaban del tipo de virtudes que se exigían a la esposa, como el recato, la castidad, la sumisión, y la pasividad. El matrimonio reducía la sexualidad al débito conyugal, y confería al marido la propiedad sobre la esposa, y el espíritu independiente de Nicolasa era incompatible con la subordinación. El amor apasionado entre Nicolasa y Santander se sostuvo por largos años porque no estaban casados. No obstante, las inseguridades de la relación con una mujer que no le pertenecía completamente, se manifestaban a menudo en escenas de celos públicas y violentas de Santander.2 Las relaciones entre el General y Nicolasa eran de conocimiento público. Se vivían tiempos del triunfo patriótico sobre España y a los padres de la patria se les perdonaban sus ‘ilícitos.’ Pero las cosas cambiaron luego de la “conspiración septembrina” contra Bolívar, el exilio de Santander en Europa, y su retorno triunfante como presidente de los neogranadinos en 1832. Comenzaba la era de la institucionalización del país. El clima moral de la capital cambiaba luego de los ‘excesos’ de la Independencia. Los sectores conservadores clamaban por el retorno a las viejas costumbres, al orden familiar y a los valores cristianos. El presidente Santander ajustó su conducta a las nuevas directrices que encauzaban los hábitos hacia la contención y observación de los 2 Jaime Duarte French, Las Ibáñez. Fondo Cultural Cafetero, Bogotá, 1981. pp. 108-9 y 101-164.


principios católicos. Las relaciones entre Nicolasa y Santander también cambiaron en concordancia con el retorno a un comportamiento social más tradicional. En esta nueva etapa de su vida el “Hombre de las Leyes”, buscando legitimar su mandato entre sus adversarios políticos, protegió su imagen pública evitando la compañía de Nicolasa en escenarios que podrían comprometerlo como presidente de la República. Santander buscó también reconciliarse plenamente con la Iglesia Católica. Una de las decisiones que tomó fue la de casarse, y para ello escogió a una dama sin pasado. El día de su matrimonio con Sixta Tulia Pontón Piedrahíta y en honor al testigo de la boda, el Arzobispo Manuel José Mosquera, Santander alzó la copa y brindó: “Hoy he pagado con toda mi voluntad este obsequio a la naturaleza y un homenaje a la religión católica y a la moral pública.” (Bastardilla de la autora). El obsequio claramente se refería al regalo matrimonial que ofrendaba a Sixta Tulia.3

La ruta hacia el amor romántico El apego amoroso entre Santander y Nicolasa, y entre Manuelita y Bolívar, para citar otro ejemplo, era transgresor, no se acomodaba con los mandatos de la iglesia o con las exigencias de los padres de familia. Desde los tiempos de la Conquista el amor apasionado se confundía con lo moralmente ilícito; era contrario al matrimonio porque la pasión llevaba 3 Luis Horacio López Domínguez, op.cit.

a los enamorados a olvidarse de sus obligaciones cotidianas4, y generalmente se asociaba con relaciones extraconyugales. Hacia mediados del siglo XIX, en la Nueva Granada el amor tendió a canalizarse y controlarse dentro del matrimonio. Pero el sentimiento que facilitaba el lazo conyugal era el amor romántico, esencialmente espiritual, y que reducía la pasión a una fuerza subterránea en beneficio de los aspectos sublimes de la unión. No era la relación matrimonial para expresar el deseo erótico femenino; las mujeres perdieron su asociación con la voluptuosidad de centurias anteriores y en su lugar fueron investidas de cualidades asociadas con la pureza innata. Durante el cortejo, por ejemplo, las mujeres ganaban admiración resistiéndose a las demandas sexuales de sus enamorados, y los varones aceptaban las pruebas a las que los sometían sus novias, para demostrar que su amor era único, verdadero y eterno. Con la internalización de las regulaciones sexuales, se incorporaron actitudes románticas en el matrimonio; éste se volvió una unión basada en el amor. El ideal romántico que unía a la pareja también estimulaba las expectativas de un nivel de intimidad personal antes desconocido. Este nuevo acercamiento no descartaba las tradicionales obligaciones entre los esposos. Sin embargo, esta aspiración podía ser elusiva porque surgió en el momento en que se acentuó la separación de las esferas de acción de hombres y mujeres: lo público se hizo el espacio de lo masculino, y el hogar se convirtió en el recinto legítimo de las mujeres. No se soslayan los beneficios del matrimonio por amor. Los historiadores de la cultura y de la familia están de acuerdo en afirmar el carácter revolucionario de ese cambio cultural y lo definen 4 Anthony Giddens, The Transformation of Intimacy: Sexuality, Love and Eroticism in Modern Societies. Stanford: Stanford University Press, 1992. p.44.

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acertadamente como el de una verdadera “revolución de los sentimientos”. La tendencia hacia una creciente intimidad al interior de la familia empezó a observarse en el Occidente cristiano a finales del siglo XVIII. Norbert Elias, refiriéndose al cambio en las costumbres amorosas, señala que éstas habían hecho parte del proceso civilizatorio que involucraba el constreñimiento de las pasiones, el cambio en los hábitos sexuales y la creciente canalización de las emociones en el privado recinto de la familia legalmente constituída.5 El amor romántico se incorporó a otros procesos que influyeron en la vida de las mujeres desde el siglo XVIII, como la creación del hogar doméstico, el cambio en las relaciones entre padres e hijos y la idealización de la maternidad.6 Indudablemente, las transformaciones de la vida afectiva se asociaron con los cambios en la vida material, el desarrollo de la economía de mercado y con el creciente individualismo de las sociedades occidentales. 7 ¿En qué medida los cambios en los sentimientos en torno al matrimonio fueron parte de estas tendencias en la Nueva Granada? La libre escogencia de pareja y el creciente papel del amor en la toma de la decisión matrimonial fueron parte de las transformaciones del país en el siglo XIX. Sin embargo, no podríamos decir que aquí o en América Latina 5 Norbert Elias, The Civilizing Process: The Development of Manners. Changes in the Code of Conduct and Feeling in Early Modern Times, New York, Urizen Books, 1978, pp. 88-9. 6 Anthony Giddens, op.cit. pp. 47-8. 7 El papel de los afectos en la familia fue explorado inicialmente por Lawrence Stone quien tomó como parámetro las familias de clase alta y las convirtió en agentes de la revolución de los sentimientos en Inglaterra, en: The Family, Sex and Marriage in England 1500-1800, abridged edition. New York, Harper Torchbooks, 1977. Jean Louis Flandrin, La moral sexual en Occidente. Evolución de las actitudes y comportamientos, Barcelona, Ediciones Juan Granica, S. A. 1984. J. L. Flandrin, Orígenes de la familia moderna, Barcelona, Editorial Crítica, 1979. Jacques Sole, El Amor en Occidente durante la edad moderna. Barcelona, Editorial Argos S.A., 1977. J. Goody, La evolución de la familia y el matrimonio en Europa, edición en español, Barcelona, 1986. Francesca M. Cancian, Love in America, Cambridge: Cambridge University Press, 1987. Women Writers in the Spanish Enlightenment: The Pursuit of Happiness, Hampshire England: Ashgate Publishing Limited, 2004. Lisa Vollendorf, Good Sex, Bad Sex, and Intimacy in Early Modern Spain, en Hispania, 87, No. 1, Marzo, 2004, pp. 1-12. Carmen Martin Gaite, Los amores del dieciocho en España, Madrid, Editorial Anagrama, 1988. Georgina Dopico Black, Perfect Wives, Other Women: Adultery and Inquisition in Early Modern Spain, Durham, Duke University Press, 2001.

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en general, hubiera ocurrido una “revolución de los sentimientos”, a la manera europea y norteamericana. El desarrollo del capitalismo que trajo consigo una mayor liberalización de los jóvenes en la Europa moderna y en Norteamérica, fue de evolución tardía en Colombia. El cambio en los sentimientos fue algo general entre las clases medias, y ellas aparecen en el país en el siglo XX. La secularizacion de la sociedad que se asocia con la modernización, tampoco ocurrió en la Nueva Granada, a pesar de los intentos liberales de contrarrestar el poder de la iglesia. Además, la “civilización de las costumbres,” entendidas éstas como la suavización de las relaciones entre los sexos, fue algo marginal dentro del conjunto de la sociedad. A diferencia de las sociedades europeas, el requisito del amor en el matrimonio involucró a la escasísima población que santificaba sus uniones, y entre ésta principalmente a la élite cultivada, que adaptó el movimiento romántico a las condiciones del país y que leía novelas/romances. No fue pues un fenómeno cultural que alterara la vida de la mayoría de los neogranadinos.

La influencia del movimiento romántico El movimiento romántico, que se difundió entre la minoría letrada de hombres y mujeres, influyó poderosamente en la incorporación del romance en las relaciones de pareja. El romanticismo fue el vehículo de expresión de la nueva sensibilidad; el clima emocional de mediados de siglo favorecía la manifestación de sentimientos que se parecían al amor apasionado, pero se distanciaban de él.8 Como el amor apasionado, el amor romántico seguía los impulsos del corazón y despreciaba el cálculo; el amor abrazaba a los enamorados como un rayo repentino. Pero a diferencia de la pasión erótica, que suele ser fugaz, el amor romántico, en el decir de sus practicantes, solo ocurría una vez, con la persona ideal, y era para toda la vida. Igual que la pasión, el amor romántico que se desplegaba durante el cortejo, era transgresor 8 Anthony Giddens, op.cit. p. 44.


en la medida que aislaba a los jóvenes del control de los padres. En el diario de noviazgo que escribió Soledad Acosta de Samper, se observa su afán por mantener ocultos los goces y tormentos que le producían su amor por José María Samper.9 Durante el cortejo los jóvenes, partícipes de emociones que consideraban inéditas, buscaban distanciarse de su medio social, exploraban sus sentimientos lejos de las miradas indiscretas de los padres, se revelaban sus secretos y protegían su intimidad. Sin embargo la meta final era la institucionalización de la relación en el matrimonio; el hechizo de la pasión era una prueba del deseo de casarse y una promesa de felicidad futura. El matrimonio, con sus obligaciones terrenales, sacaba a los enamorados de su ensimismamiento, y aunque para el más romántico de todos los románticos de la Nueva Granada, Don José Eusebio Caro, la fogosidad por su esposa Blasina Tobar creció con los años, la tendencia general fue hacia la domesticación del amor en el matrimonio. No se esperaba que la conyugalidad fuera una perpetua afirmación de sentimientos apasionados, que podían distraer a los esposos de sus graves responsabilidades. Como señala Luhmann, “Ciertamente el matrimonio es un canal para el exceso de voluptuosidad, pero su esencia radica en la comprensión mutua de los cónyugues y no en la pasión… Esto desde luego no 9 Carolina Alzate, Diario Íntimo y otros escritos de Soledad Acosta de Samper. Bogotá, Alcaldía Mayor, Instituto Distrital de Cultura y Turismo, 2004.

excluía el respeto y el amor a la propia esposa a la que se daba un trato considerado.” 10 Las mujeres de la generación romántica, quizá más que sus maridos, se adaptaron a estos cambios. Blasina, la esposa de José Eusebio, asociaba el amor con el cuidado de los hijos y el fervor por su marido. Agripina Samper, la esposa de Manuel Ancízar, le expresaba su amor en poemas que hablaban de la estabilidad, de la dicha de los hijos y de las rutinas diarias. Sin embargo, el romanticismo fue un movimiento bastante conservador que no fisuró el patriarcalismo y que se inspiró en una simbología católica. Las corrientes románticas se avenían muy bien con el espíritu profundamente religioso de la sociedad neogranadina. La Iglesia Católica reinaba suprema. No eran solo los conservadores los que defendían el papel de la iglesia en la formación de los jóvenes. Los liberales, aunque advocaban por la separación de la iglesia y el Estado, dejaron en manos de la iglesia tanto la educación de las mujeres como la tutela de la vida cotidiana neogranadina. El apego a valores tradicionales como la tierra, la familia, las costumbres patriarcales, característica común por lo demás al movimiento romántico hispanoamericano, hizo que el impulso individualista asociado con el romanticismo europeo fuera mesurado y se redujera a la exaltación lacrimosa de la religión, de la patria y del amor.11 La mujer se convirtió en la musa de exaltados poetas y, considerada equiparable al varón en su capacidad de sentir, se le aseguraba un grado de vida íntima cuyo escenario era la familia. Un buen ejemplo de esta nueva 10 Niklas Luhman, El amor como pasión: La codificación de la intimidad. Traducción de Joaquín Adsuar Ortega. Barcelona, Nova-Grafik, 1985, p. 129. 11 Pedro Henríquez Ureña, Las corrientes literarias en la América Hispánica. Santafé de Bogotá, 1994, p. 131, citado por Carmen Elisa Acosta, p. 131.

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sensibilidad la constituye justamente el hijo de la mencionada Nicolasa Ibáñez, José Eusebio Caro, quien como se dijo antes fue el más romántico de todos los poetas neogranadinos del medio siglo; él amaba a Blasina Tobar con honda ternura y no concebía una relación con ella que no fuera santificada por el vínculo del matrimonio. El poeta luchó denodadamente por obtener el amor de la elusiva joven durante más de tres años y soñaba con el venturoso día de su matrimonio: “Ese día espléndido, soberano, magnífico, ese día yo podré poner la mano sobre Ud. que ya me pertenece, ella es mía, aquí está, a mi vista, en mi casa, a mi lado, en mi poder…”12 José Eusebio escribía sobre la “dulzura incomparable de los afectos domésticos,” y consideraba el matrimonio como el estado ideal al que en cualquier situación el hombre tendía irresistiblemente: El amor, embelleciendo la vida, suavizando sus penas; la paternidad dando al amor un objeto y un pábulo legítimo; el trabajo campestre que robustece el cuerpo, moraliza el corazón y sostiene la familia; amor, paternidad, trabajo; esa es la vida de familia, la vida patriarcal, ese es el estado natural del hombre, ese es en la tierra el término de todas nuestras aspiraciones y lo que puede hacernos creer en la dicha en este mundo.13

Como se observa en las citas de José Eusebio, el amor romántico dejaba intacto el control patriarcal que ahora convertía a las mujeres en adorables ángeles domésticos. Sin embargo, bajo las nuevas condiciones, las mujeres podían reclamar autoridad como sujetos que poseían una sensibilidad especial, una empatía singular, circunstancia que permitió que algunas mujeres, como Agripina Samper y Soledad Acosta, pudieran expresarse como escritoras, columnistas de la prensa local y productoras de revistas especializadas sobre mujeres. Allí, recurriendo a la autoridad de su propia subjetividad producían imágenes de un yo femenino, algo que resultaba inédito en la Nueva Granada del siglo XIX. 12 Ibid., p. 65. 13 Ibid., p.119.

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Las novelas/romances y la educación sentimental La juventud neogranadina también leía y se inspiraba en las novelas/romances que se publicaban por entregas en los periódicos locales. Su lectura orientaba a las y los jóvenes en asuntos relacionados con el noviazgo, el matrimonio, y guiaba sobre lenguajes y expresiones de sentimientos apropiados. En ellas los jóvenes aprendían a domeñar sus pasiones y transformarlas en amor, y las jóvenes hallaban el mundo de lo femenino explorado usualmente por otras mujeres. Esto resultaba subversivo teniendo en cuenta, como ya dije, que la educación de las mujeres era monopolio de curas y monjas cuya visión del mundo estaba restringida a una lógica conventual. Las novelas abrieron las compuertas de un mundo alternativo para el disfrute de las jovenes que leían; en ellas las mujeres empezaron a ser sujetos de sus propias historias; se convirtieron en seres activos, independientes y pensantes. Las novelas, como lo señala Nancy Armstrong, eran la “substancia de que están hechas las familias modernas.”14 En el diario de noviazgo de Soledad Acosta, arriba citado, se aprecia la enorme influencia que tuvieron las novelas en el aprendizaje del amor y en el descubrimiento de su propia feminidad. Por esos días, cuando exploraba las profundidades de su alma, prefería la lectura de novelas de autores románticos, a tratados de filosofía, religión e historia –su ocupación cotidiana–; Soledad decía: Uno mismo no se conoce sino cuando un autor toca la cuerda sensible y así, encuentra que tiene los mismos sentimientos. Yo tengo gustos raros, me gusta lo fantástico, lo vivo, lo raro, en fin, lo que no es común; no puedo sino admirar hechos de valor, sentimientos generosos, románticos y aquello que a todo el mundo le parece locura arranca de mi alma un grito de admiración.15

14 Nancy Armstrong, Deseo y Ficción Doméstica. Valencia, España. Editorial Cátedra. Feminismos, 1987. 15 Fragmento de una entrada del diario el 17 de septiembre de 1853.


Se entusiasmaba leyendo Corinne, novela de Germaine de Staël en la que vislumbraba la dicha de ser amada.16 La importancia de Madame de Staël para el entendimiento de sus emociones no se le escapaba a la joven. Esta autora había develado la importancia de la escritura y las ideas -cristalizadas en la novelapara enriquecer y educar los sentimientos, introduciendo de paso una nueva narrativa que se distanciaba de la cristiana, y que confería un papel central al amor libremente escogido y libremente expresado. Como lo señala William Reddy, refiriéndose a la revolución de los sentimientos que introdujo Staël, la novela moderna empezó a inculcar, “los más nobles sentimientos de los hombres,” que eran “la amistad en el amor”, entre un hombre y una mujer.17 La capacidad de la novela/romance para producir cambios seculares entre la juventud, alertó a curas y padres de familia quienes atacaron la influencia perniciosa de las modas románticas venidas de Europa (especialmente de Francia). El peligro que para la mujer implicaba el acceso a determinadas lecturas, fue señalado como ejemplo de la fuerza que las letras románticas tenían sobre el desarrollo de las costumbres. En artículo de El Mosaico, periódico leído profusamente por las damitas de la sociedad neogranadina, se hablaba del riesgo de que la publicación de ciertas novelas en el 16 17

Soledad, quien navegaba en el mar de la incertidumbre con respecto al amor de José María Samper, encontraba en la novela cierta confirmación de sus anhelos: “…pero cuando veo mis sentimientos, mis emociones más secretas explicadas en la pluma de Mme. de Stael vuelve a revivir mi entusiasmo…” William M. Reddy, The Navigation of Feeling: A Framework for the History of Emotions. Cambridge, Cambridge University Press, 2001. p. 144.

periódico, filtraran ‘‘sensaciones e ideas de un lúbrico sentimentalismo que antes les era desconocido.”18

Conclusión Con la institucionalización del amor en el matrimonio, las mujeres accedieron a nuevos dominios de intimidad: la sexualidad marital surgía del amor mutuo; la maternidad las enaltecía, el hogar se convirtió en el “nido de amor” de la familia nuclear y las mujeres en el alma del hogar. No obstante, aunque el amor romántico creó un clima emocional favorable a la intimidad conyugal y a nuevas percepciones sobre la paternidad y la maternidad, su impacto sobre la vida de las mujeres fue limitado. A pesar de la temporal subversión de los roles de género, especialmente en el cortejo, siguió subyaciendo la ideología de las diferencias de género. La burguesía neogranadina adhirió a los principios del amor en el matrimonio porque convenían a la decencia, la moralidad y la respetabilidad de sus familias; en estos temas coincidió con la Iglesia Católica. La burguesía liberal que buscó limitar el poder de la iglesia en la educación de los jóvenes y la vida económica, convergía con el clero en torno el papel de las mujeres de élite como guardianas de la moralidad y la decencia. La iglesia conservó incólumes sus concepciones sobre el sexo, el amor y la familia en el período republicano, y las mujeres, más susceptibles a la prédica católica por la educación monjil que recibían y por su proceso de socialización, fueron cargadoras de la tradición. Las mujeres que transitan por este artículo, son ejemplos paradigmáticos de la sujeción de las mujeres a la religión. La apasionada Nicolasa Ibáñez, que retó a la sociedad de su tiempo con sus amores ilícitos, se tornó en ferviente católica y en amorosa y exigente madre y abuela. Blasina Tobar interpretaba los 18 “El Album”, El Mosaico, Bogotá, No. 17, mayo 2, 1860, p. 135.

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conflictos políticos entre liberales y conservadores a la luz de la doctrina providencialista; y Soledad Acosta, de quien aprendimos las delicias y tormentos del amor romántico, en su madurez cuestionaba la ideología del “ángel del hogar,” noción que atribuía a las mujeres una psiquis elemental que las conducía en forma “natural” a la felicidad doméstica.

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La invención del amor romántico creó puentes de comunicación afectiva entre los esposos, pero no empoderó a las mujeres. A este respecto, decía Soledad Acosta que la educación que recibían las mujeres para ser buenas esposas y buenas patriotas, aunque necesaria, no era suficiente para el cumplimiento de su tarea de civilización de la sociedad, la verdadera misión del sexo femenino.


Beatriz García Moreno

Arquitecta. Ph.D. Asociada a la Nueva Escuela Lacaniana de Bogotá Integrante Grupo Mujer y Sociedad

La invención de Antígona: pérdidas y duelos

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He considerado oportuno para esta ocasión dedicada a la invención de cada mujer, abordar el personaje de Antígona de Sófocles (1978) a partir del examen de los duelos que realiza luego de cada una de las pérdidas que sufre, pues considero que mediante ellos, Antígona inventa y se reinventa a sí misma a partir de lo femenino que la constituye.1 Quedé atrapada en Antígona a partir de las imágenes construidas por Sófocles y recreadas por Lacan (2003), en torno al cuidado del cadáver de su hermano Polineces y al solemne desfile lleno de belleza y dolor que realiza hacia su propio enterramiento, y quizás, fue ese atrapamiento y la pausa que impuso, lo que permitió que comenzaran a aparecer una tras otra, la serie de pérdidas sufridas por esta heroína, anteriores a la de su propio ser, y las maneras como ella fue reinventando su propia vida a través de sus actos. Las pérdidas a las que me refiero fueron: la revelación de la verdad sobre el origen que llevó a la caída

del padre, el suicidio de la madre, la ceguera y expulsión del padre con la consecuente pérdida del lugar que habitaba, la separación forzada del padre y su encierro en casa de Creonte, la muerte de sus hermanos y el castigo al no enterramiento de uno de ellos, y su propia muerte. Los duelos que acompañan estas pérdidas podrían sintetizarse en los papeles que asume: ser lazarillo del padre, ser la enterradora de su hermano, ser la condenada a muerte que camina hacia su tumba, y finalmente la que se quita la vida. Todos estos papeles la llevan a realizar acciones específicas, donde el amor y el deseo son los que le permiten reinventarse y constituir una subjetividad que ha perdurado a través del tiempo. Para el abordaje de este tema me he apoyado en el psicoanálisis, pues la pérdida y el duelo en tanto inherentes a la constitución del sujeto, son temas centrales en el desarrollo de su teoría. Podría decirse que como sujetos estamos hechos de pequeñas y grandes pérdidas que requieren de duelos que permitan al deseo obstaculizado encontrar su camino, y al sujeto reinventarse. Freud en su texto Duelo y Melancolía (1968) examina con detenimiento, ambos afectos, el proceso de pérdida y vaciamiento y la posibilidad del encuentro de nuevos objetos sustitutos que permitan retomar el ritmo de la vida. En Lacan, el tema de la pérdida y sus caminos de resolución se desarrollan en diferentes momentos; podría citar como ejemplos, su Seminario 10, La angustia (2004) y su escrito sobre Los nombres del padre (2005), en los cuales se refiere a cada uno de esos momento de caída y recomposición propios del proceso de subjetivación que se repiten y recrean a lo largo de habitar el mundo.

La importancia de Antígona en Occidente 1 Un primer abordaje de la tragedia de Antígona lo hice en el artículo,“La ciudad de los deseos” (2003), donde señalé la importancia del enterramiento de los muertos para que el deseo encontrara cauce. Posteriormente, una invitación formulada por la Maestría de Artes Plásticas y Visuales (2009) de la Universidad Nacional, en una serie de conferencias sobre el fantasma, la imagen y el duelo, me llevó a formalizar parte de esa investigación en un escrito que titulé con el nombre, “Antígona: enterramiento y duelo”, y que ahora retomo de nuevo. El tema lo he trabajado en diferentes carteles de la Nueva Escuela Lacaniana de Bogotá.

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Para entender la importancia de Antígona, vale la pena hacer una corta mención a la manera como grandes pensadores de Occidente la han considerado, y para ello me apoyaré en George Steiner, Antígonas (2009), quien hace un recorrido por sus teorías.


Este autor deja claro que durante los siglos XVIII y XIX cuando los valores sostenidos por la Iglesia y la Monarquía fueron cuestionados, y se hizo necesario comprender la naturaleza de las instituciones sociales y sus relaciones con la familia y el individuo, Antígona se convirtió en referencia obligada. Hegel, por ejemplo, le dedicó una significativa reflexión en diferentes partes de su obra, y señaló los desencuentros casi irreconciliables entre familia, religión y Estado. Su dialéctica basada en la contradicción entre tesis y antítesis y en el encuentro de una solución, lo llevó a plantear la muerte de Antígona como salida a la contradicción entre Estado y familia. Goethe, por su parte, también se detuvo en esta tragedia, pero su pregunta se orientó a los sentimientos de Antígona por su hermano; Shelling, a quien también le interesó la obra, la consideró un importante texto de referencia; mientras que Kierkegaard la examinó como un importante ejemplo del sujeto de la modernidad que mostraba su autonomía; y Hörderlin al traducirla, la reinventó sin esconder los afectos que le inspiraba. De otro lado Freud, un hombre que inició su obra a finales del siglo XIX, dejó a Antígona de lado y se ocupó de su padre Edipo, pues fue en la tragedia de Edipo Rey donde encontró un camino para establecer el complejo familiar que venía observando en sus pacientes. Lacan por su parte, si bien indagó en Edipo, regresó a Antígona, en su Seminario 7, La ética (2003), y lo hizo para examinar a través de ella, no sólo la belleza y lo que cubren sus velos, sino también la ética del psicoanálisis, animada por el deseo que sostiene la propia subjetividad. En

esa ocasión, habló del brillo de Antígona cuando desfilaba hacia su muerte, como manifestación de lo bello que se impone como efecto del despojo de los bienes que se han poseído y han dado identidad, y de la presencia de un deseo que califica de absoluto, y la sostiene en los actos que realiza. También hizo alusión a la puesta en escena de la tragedia, al teatro griego a cielo abierto, al coro dando cuenta del sentir de lo que acontecía, de la pasión y del temor que se concentraban en la figura de Antígona caminando hacia su muerte. Su descripción muestra la anamorfosis2 que allí está presente, que atrapa, que subyuga y atrae, que da cuenta de lo bello como velo de lo indecible; de la convergencia del dolor causado por el destino y maldición del linaje al que ella pertenece, y la fuerza del deseo que la envuelve en su propia invención. Ese dolor se presenta en la pasión que se desprende de sus palabras, de su cuerpo y sus movimientos, narrados por Sófocles, recreados por el coro y reinventados por cada observador, por cada lector.

Las pérdidas y duelos de Antígona Luego de esta corta referencia a algunos autores que la han considerado en sus teorías, abordaré el tema propuesto mediante la narración de algunos datos de su historia que dan cuenta de sus pérdidas, y señalaré en ese recorrido algunos de los aspectos que considero configuran el duelo que la reinventa en cada episodio. Los datos relacionados han sido tomados de dos tragedias de Sófocles (1978), Edipo en Colona donde Antígona es acompañante de su padre, y Antígona, donde es la protagonista.

2 La anamorfosis es una técnica renacentista que permite, mediante el manejo de la perspectiva, una deformación de la imagen con el propósito de transmitir ideas diferentes a las representadas. Lacan en el Seminario 7, La ética (2003), dedica un capítulo al tema.

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La caída del engaño, la muerte de la madre, la ceguera del padre Antígona era hija del rey Edipo de Tebas y de Yocasta, la antigua mujer de Layo, pero Yocasta y Layo eran los padres de Edipo. Cuando Edipo hizo su familia con Yocasta desconocía su origen; él ocupó el lugar de Layo porque pudo descifrar el enigma de la Esfinge, y con esa acción de la cual obtuvo como recompensa ser el Rey de Tebas y casarse con la Reina, liberó a la ciudad de una serie de males.3 De su unión con Yocasta, la reina tuvo cuatro hijos, Eteocles y Polineces, ambos herederos al trono, e Ismena y Antígona que como mujeres no podían serlo. La paz de la ciudad no fue duradera y de nuevo los males se apoderaron de la ciudad y como camino para solucionarlos y recuperar el orden, se decidió buscar al asesino de Layo a quien se le acusaba de lo que pasaba, y darle el castigo merecido. Fue en medio de esa búsqueda que Edipo descubrió que era el hijo de Layo y Yocasta, y por lo tanto asesino de su padre. Con este descubrimiento, “la venda cayó de sus ojos” (Lacan, 2004), comprendió la verdad, y el saber se convirtió en motivo de dolor. Entre tanto, Yocasta, su esposa y madre, que ya había comprendido la dimensión de lo ocurrido, no resistió la verdad y decidió ahorcarse en su cuarto. 3 La Esfinge preguntaba quién era aquel que anda primero en cuatro patas, luego en dos y luego en tres, y Edipo no dudó en decir que era el ser humano en su primera infancia, luego en su crecimiento y adultez, y finalmente, en la ancianidad. Este hecho ocurrió después de que había descubierto que no era hijo de los reyes de Corinto donde había crecido. Cuentan que su padre Layo, en el momento de su nacimiento, y teniendo el conocimiento de que su hijo iba a darle muerte, decidió junto con su mujer Yocasta, deshacerse del niño, y fue así como luego de traspasarle los tobillos con una cuerda, lo entregaron a uno de sus súbditos para que se lo llevara y le diera muerte. Esta orden no fue cumplida pues el hombre encargado de ejecutarla, se apiadó de la criatura y la entregó a un campesino que de inmediato la regaló a los reyes de Corinto que no podían tener hijos. Cuando Edipo se convirtió en joven supo que era adoptado y decidió ir en busca de su origen, pero en el camino de huida de la casa de Corinto, tropezó con el rey Layo quien iba para Delfos a consultar al oráculo sobre los males que aquejaban a Tebas, su ciudad. En el encuentro, al querer pasar al mismo tiempo por un paso estrecho, sus carruajes se rozaron, y sus ocupantes entraron en una batalla en la cual Edipo dio muerte a Layo y a su cochero, mientras que un tercero se fugaba. Luego de estos hechos, Edipo llegó a Tebas donde los ancianos le pidieron, como joven que era, que tratara de descifrar el enigma de la Esfinge.

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Para Edipo el conocer que había cometido el crimen del incesto, implicó la caída de un saber-verdad, y de la identidad que le había otorgado un lugar. Por su parte Antígona y sus hermanos se descubrieron como hijos de ese crimen, de un acto que los condenaba para siempre, pues su ley no se ajustaba a la de la ciudad; la posición que los sostenía y daba identidad había caído. Eteocles y Polineces, herederos del padre, se aliaron a Creonte y lo expulsaron de la ciudad; Antígona comprendió su despojamiento, el linaje se había hecho pedazos, la madre había muerto y el padre ciego -lo único que le quedaba- expulsado de la ciudad, había perdido su lugar.

Antígona se inventa como lazarillo del padre Edipo encontró a Yocasta muerta y decidió chuzarse los ojos con el cinturón que a ella le había servido para el suicidio. Su crimen lo pagó con un autocastigo, con una automutilación que lo condenó a la ceguera física, luego de que la venda de su vida engañosa, había caído. Cuando sus hijos varones conocieron la verdad, lo humillaron y con el apoyo de Creonte, hermano de Yocasta, lo condenaron al destierro de Tebas, de su ciudad y así dieron cumplimiento a uno de los mayores castigos de la Grecia Clásica: ser expulsado de la ciudad. La pérdida de su lugar condenó a Edipo a la errancia, pero no lo hizo solo ya que Antígona se ofreció para acompañarlo y servirle de lazarillo en su peregrinaje. En Edipo en Colona, Sófocles señala la manera cómo el padre, Edipo, se apoyó en ella, la hija, que era lo único que le quedaba. Con este acto, Antígona encontró una posibilidad de ser, ante el derrumbamiento del reino de los suyos. El padre desvalido, ciego sin reino, era lo único que le quedaba, y su decisión de irse con él puso de presente la necesidad de su amor, de estar a su lado para poder existir en lo que la constituía y daba consistencia. Con su acción se separa de las leyes tiranas de Creonte y pone de presente que en ella habitaba algo más, suplementario, que no se ajustaba a su mandato.


Antígona se reinventó al asumirse como lazarillo de su padre. En lugar de abandonarlo como sus hermanos, comprendió que su destino era acompañarlo y cuidarlo en la inhabilidad de su cuerpo. Al hacerlo anticipaba su condena y daba cuenta de lo que diría más tarde, que estaba hecha de amor y que necesitaba de ese amor. Antígona cuidó de su padre Edipo, le sirvió de apoyo y de orientación en la oscuridad que conlleva la pérdida; le prestó sus ojos, y con ello se convirtió en acompañante e inventó su propio duelo. Más allá del linaje que la unía a su padre, Antígona actuó impulsada por sus afectos, pero sobre todo por la necesidad de dar consistencia a su ser que se resquebrajaba con las pérdidas sufridas. Al igual que su padre, se sentía sin lugar, sin plaza, sin ciudad, sin un campo simbólico en el cual pudiera reconocerse; él era su única referencia y ese peregrinaje al lado de quien le había dado la vida y transmitido un linaje, era su posibilidad de ser. Sobre los escombros de su familia, ella reconoce lo suyo y lo defiende, se reinventa al cuidar a su padre y dar cuenta del amor que a él la une, más allá de las leyes de la ciudad de Creonte.

La separación del padre y el encierro en casa de Creonte Al llegar cerca de Atenas, donde reinaba Teseo, Ismena se unió a Edipo y a Antígona. Creonte, quien era en ese momento el nuevo rey de Tebas, los encontró y obligó a Antígona y a su hermana Ismena a irse de nuevo a Tebas. De forma tiránica las arrancó del lado de Edipo e impidió que Teseo cumpliera el deseo de Edipo, de cuidarlas después de su muerte.

Antígona ya no pudo cuidar más a su padre y obtener la consistencia y el goce que su cercanía le producía. Perdió el lugar privilegiado de ser su acompañante, y como lo dice la tragedia, con su reclusión en la casa de Creonte, quedó muerta en vida, pues quedó sometida a ser dependiente de sus leyes, y la prometida de su hijo Hemón, quien como esposo y a usanza de la época, debería responder por ella. Sin embargo, el vacío por la pérdida de su mundo simbólico la reafirmó en su linaje, rechazó las leyes de Creonte que no eran sus leyes. Todo lo que sostenía su conexión con el mundo simbólico en que se había constituido, el de la ciudad, el de sus padres y hermanos, ya no existía, y en su entorno no encontraba nada para sustituir sus pérdidas; estaba muerta en vida y lo único que parecía sostenerla era su propio deseo que la sublevaba contra Creonte.

La muerte de los hermanos y la ley que prohibía el entierro de Polineces Por su parte los dos hermanos, Eteocles y Polineces, habían decidido turnarse el mandato de Tebas, pero al cumplirse el año, el primero de ellos no asumió su compromiso y Polineces, el segundo, decidió irse de la ciudad y buscar ayuda para prenderle fuego y rescatar el poder perdido. Vale aclarar que Creonte, hermano de Yocasta, quien había detentado el poder cuando los hijos de Layo no habían podido hacerlo, era aliado de Eteocles. Polineces cumplió con lo prometido, regresó y le prendió fuego a la ciudad. En medio de la batalla que se desató, se encontró frente a frente con su hermano Eteocles, luchó con él cuerpo a cuerpo, y ambos murieron. Con la derrota de Polineces, Creonte se reafirmó en su poder y decidió imponer un castigo a Polineces a pesar de que ya había muerto, mientras que exaltaba el comportamiento de Eteocles. Creonte decidió que el cadáver de éste fuera tratado de acuerdo con los rituales propios del enterramiento,

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mientras que el de Polineces debería permanecer sin enterramiento, expuesto a la descomposición y a ser devorado por los buitres. Este mandato debía ejecutarse como castigo y escarnio para todos los habitantes de Tebas.

Antígona enterradora Antígona, que al igual que su hermana Ismena estaba bajo la custodia de Creonte, se llenó de dolor ante la decisión del tirano, pues había sido testigo de la lucha fratricida y no aceptaba por ningún motivo ese castigo que atentaba contra lo más sagrado de su tradición, contra lo poco que le quedaba, y decidió, más allá de cualquier ley de la ciudad, de cualquier destino que se le tuviera preparado, bien como mujer o como habitante de Tebas, enterrar a su hermano Polineces, por quien sentía un afecto por encima de cualquier otro. Como ella misma lo dice en la tragedia, era su hermano amado, el último que quedaba de los suyos, era irremplazable, tenían el mismo padre y la misma madre, y ya no había ninguna posibilidad de sustituirlo. Fue así como en medio de la noche, lavó su cuerpo con aceites, lo cubrió con polvos y le ofició los rituales de enterramiento. Como se dijo, Antígona era la cuarta hija de Edipo y Yocasta; tenía dos hermanos varones y una hermana. Con su hermana parecía haber tenido alguna complicidad pues en algún momento le comentó sobre su intención de enterrar a su hermano Polineces, pero ante su temor y su duda, decidió dejarla de lado y seguir firme con su decisión. Con su acción, Antígona dio muestra de una especial inclinación hacia el hermano muerto y castigado. Su afán por cuidar su cuerpo y no dejarlo expuesto para ser devorado por las aves de rapiña, dio cuenta de su amor e identificación con ese ser del cual ya no quedaba sino un cadáver al que se aferraba; un resto que parecía ser el suyo propio. El cuidado puesto en el cuerpo muerto de su hermano, le daba un último aliento a esa vida que se vaciaba irremediablemente. El cuerpocadáver del hermano debía retornar a la tierra con

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los cuidados del enterramiento, debería volver a su lugar de origen donde estaban los suyos. Al igual que cuidó del padre ciego, ahora Antígona cuidaba de su hermano muerto y de esa manera su ser adquiría consistencia, aunque sabía que su acto sería el motivo de su condena.

Antígona, la condenada a muerte Cuando Antígona cumplía con el ritual del enterramiento fue descubierta por los guardas encargados de cuidar el cadáver, que la apresaron y la llevaron ante Creonte, quien, sin compasión alguna, la condenó a morir lapidada. Mientras transcurría su despedida y recorrido a la tumba llegó Hemón, el hijo de Creonte que era su prometido, y le pidió al tirano que se compadeciera del destino de su prometida, pero éste no aceptó sus ruegos y siguió firme en su decisión, aduciendo que Antígona había violado las leyes de la ciudad. En ese momento apareció el sabio-ciego-adivino Tiresias y advirtió a Creonte que se estaba metiendo en una zona que no le correspondía, que se sobrepasaba en el poder, y que su actitud traería males diversos a Tebas. A todo esto, Antígona entró en la tumba y decidió ella misma, ahorcarse. Hemón no soportó el dolor de encontrarla muerta y decidió él mismo darse muerte, al igual que lo hizo la esposa de Creonte que tampoco aguantó la situación. Al darse cuenta de lo ocurrido, Creonte entró en desesperación, se derrumbó y quiso echarse atrás pero ya no fue posible. Antígona estaba presa de su deseo y actuó en el límite entre la vida y la muerte, o entre dos muertes como dice Lacan (2003). Ella atendió a una ley que no era la de la sociedad; su saber pasaba por su cuerpo marcado por un linaje, condenado por el crimen cometido. Ella se reconoció en su amor y lealtad al padre, en el amor por su hermano, y como éste lo había hecho, ella también se sublevó contra las leyes de Creonte que traspasaban las de Tebas, para poder alcanzar la morada de sus padres que tenían otras leyes diferentes. Consideraba el enterramiento como


una acción que iba más allá de las leyes sociales y las trascendía. Con el acto fúnebre que propicia al hermano y con su enfrentamiento a Creonte, definió su castigo y la terminación de su vida, que sin un cauce para su deseo ya no podía sostenerse.

Lacan, J. (2003) Seminario 7. La Ética, 1959-1960. Buenos Aires, Paidós.

Para cerrar este peregrinaje por las pérdidas sucesivas de Antígona y sus formas de duelo, se puede decir que su figura pone de presente esas relaciones primordiales hechas de amor, pérdida y dolor que son constitutivas del sujeto, de su soledad y de su deseo, y que requieren ser acogidas de alguna manera , en lo social, para que esa vida pueda reinventarse y sostenerse.

_____ (2005) Los nombres del padre, 1964. Buenos Aires, Paidós.

Bibliografía Freud, S. (1968) “La aflicción y la melancolía”, en Obras Completas, Tomo I, pp. 10751082. Madrid, Biblioteca Nueva.

_____ (2004) Seminario 10, La Angustia, 19621963. Buenos Aires, Paidós.

Sófocles (1978) Antígona, en Teatro Griego, pp. 283-308. Madrid, Aguilar. ______ (1978) Edipo Rey, en Teatro Griego, pp. 312-342. Madrid, Aguilar. ______ (1978) Edipo en Colona, en Teatro Griego, pp. 409-446. Madrid, Aguilar Steiner, G. (2009) Antígonas. Barcelona, Gedisa.

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Recorte de prensa El Tiempo Lunes 12 octubre de 2012


Sueños, imágenes y símbolos



María José Giraldo Zumaqué

Artista Plástica, Universidad de Los Andes

¿Qué pasa, por qué tan ojerosa?

Nota editorial En la historia de la revista En Otras Palabras…hemos tenido la tradición de invitar a artistas jóvenes para generar un espacio de diálogo atrevido y fresco que atraviese los saberes, los sentidos y las cotidianidades relacionados con las mujeres. Puede ser o no desde una perspectiva feminista. En esta coyuntura de reinvenciones nos acompaña María José Giraldo Zumaqué, recién egresada de la Universidad de los Andes en artes plásticas. De un linaje de músicas y músicos, parte de su juventud y de su profesión adquirida mediante un ejercicio reflexivo y práctico situado en su ser, en una carrera alabada en ellos y menospreciadas en ellas, para descubrirse y descubrir para sí otros mundos tangibles e intangibles. La muestra distribuida en estas páginas hace parte de su trabajo de grado titulado 70 Autorretratos (2011). En particular la serie de grabados, técnica actualmente en desaparición que remite a la reproducción en copia fiel e infinita, ella la retoma e interviene intencionalmente con las posibilidades que da el papel como soporte de la obra. Subvirtiéndola logra darle un aire diferencial, suspicaz y crítico a los múltiples resultados conseguidos. Así motiva que a cada vuelta de hoja, reflejadas, las mujeres nos preguntemos una y otra vez cómo hemos devenido, o quizás, en qué podríamos convertirnos a la noche, al mes siguiente, en 50 años… bajo la sola decisión de asumirse de una u otra manera con la bruma y el claro-oscuro que significa la contradicción contestataria o la gracia del goce.

Mónica Sánchez Bernal

-¿Qué pasa, por qué tan ojerosa? * No sé muy bien, pero, de un tiempo para acá todas las noches se me caen los dientes, se bifurcan mis manos, lengua y cabeza, me crecen kilómetros de uñas y mi pelo se vuelve una gran esponja que amenaza con ahogarme. Parece raro pero cada mañana todo vuelve a estar nuevamente en su lugar. Es difícil escribir con la certeza de que no vendrán vergüenzas, de igual manera que actuar sin la sorpresa del arrepentimiento, hacer sin querer deshacer, decir sin querer volver al silencio. Es difícil no borrar, no tachar, no querer ocultar para generar una nueva oportunidad, la inminente existencia del miedo que representa el error; es la acusación a una sobredosis de vanidad, que amenaza a quemarropa y nos hace lidiar con el peso de la incomodidad. La incoherencia, la indecisión, la indeterminación, generan desconfianza, porque no se sabe qué esperar, todo se vuelve una posibilidad; sin embargo, muchas veces esa multiplicidad es más sincera que la falsedad de la unidad. La construcción de la imagen propia es un proceso sumamente vulnerable, en la medida que no es netamente individual; en éste se filtran agentes externos que siento que no vale la pena nombrar; las pretensiones propias y ajenas convergen para arrinconar a un individuo múltiple, que con el tiempo se ha acostumbrado a la auto-edición para presentar una imagen “concreta”, una imagen “coherente”, muchas veces complaciente.

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Los retratos presentan rostros que se entienden a sí mismos de cierta forma, son interpretados por sus espectadores de otra, pero a la vez, y en una esfera mucho más inconsciente, son de otra. Resulta ridículo preguntarse cuál de éstas es la real; como en el grabado original, cada fragmento, cada “copia” -consecuencia de una situación, de un momento específico- es la versión que ese tiempo estaba dispuesto a dar, es innecesario entrar a negar la polifonía en la que el individuo se desenvuelve, la supresión de esta idea es la que precisamente genera una indignante sorpresa respecto a la mutación, al cambio. A veces envidio no haber pensado las cosas antes que otros, escribir como otros, adueñarme apropiarme de sus palabras, pensar que son mías, y sentirme segura, respaldada, refugiada en el ingenio ajeno. Este es uno de esos casos, donde me gustaría robar esa sucesión de palabras que pretendo que fueron succionadas de mi propio pensamiento:

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“Aquí está para mí todo el drama: en la conciencia que yo, que cada uno de nosotros, como puede ver , se cree “uno”, pero no es verdad; porque es “muchos”, sí, señor, “muchos”, dependiendo de todas las posibilidades de ser que llevamos dentro: “uno” con éste, “uno” con aquél; ¡y tan distintos! E imaginamos, sin embargo, que siempre somos “uno para todos”, y siempre “ese uno” que nosotros creemos ser en cada uno de nuestros actos. ¡Y no es verdad, no es verdad!” Luigi Pirandello

Reinventarse cada día no está mal, de hecho es una necesidad, recordar y olvidar a conveniencia, retomar esto de aquí, abandonar eso de allá, apropiarse, desechar. Bocetar, rayar, borrar, tachar y copiar, sin sonrojarse por un proceso no lineal, jugar caprichosamente, construyendo y deconstruyendo a partir de fragmentos, saboteando imágenes fijas, unas versiones propias, otras ajenas, que a veces son mas ficticias que la multiplicidad.


Martha Patricia Meza

Odontóloga Poeta

Monólogo de Lilith Olvidaste que fuimos hechos de polvo cósmico, somos iguales. ¿En qué momento comenzaste a posar de pavo real, mientras la humanidad se hundía en el lodo de la guerra y la miseria? La mitología me señaló con la culpa de tenerte entretenido entre juegos, sexo, engaños, brujerías. Estoy lejos de considerar ese pasaje. Aunque un día fuimos felices, nuestra relación se deterioró muy temprano. Sentí tristeza de alejarme, de decirte “no más”; después empecé a verte como a un padre o a un amante desolado, cada vez más incapaz de cumplir promesas de tierras a los elegidos, cada vez menos eficiente en hacer llover maná del cielo. Sin embargo, nunca has engañado a nadie, por eso puedo mirarte a los ojos y escupir sobre tu nombre. Fui consciente de las desventajas patriarcales, pude darme cuenta de cómo fueron acalladas poco a poco mis amadas hijas, mis profetisas suplantadas, mis hechiceras calcinadas, mis madres declaradas impuras. Sangré con sus dolores, ¿a dónde se fueron las otras, cada una con su historia? Como un testigo de segunda, como Lilith la diosa de escasos poderes, he actuado en nombre de mis hijas, he llevado conmigo cada sufrimiento, cada negación, cada injusticia, cada amordazamiento lo he vivido en mi carne cósmica. Entré en guerra cuando me nombraste capitana del otro bando, a mí, la auto-exiliada, la que se desnudó ante ti porque te deseaba, la que un día fue feliz

contigo y dejó de serlo porque así es el desencanto, porque me decidí por seres menos perfectos que tú, porque vi valor y virtud en los perdedores, inteligencia en las mujeres, astucia en los pecadores, ternura en los arrepentidos, abandono y compasión en los moribundos. Así fue que terminé, sin darme cuenta, ocupándome de los seres que no quieren nacer. Aquellos que por una extraña visión saben con lo que se van a encontrar y me llaman para que los salve del porvenir y, de paso, para que salve a sus madres de la culpa de haberlos tirado en esta cloaca que es el mundo, y que algunas de mis extraviadas siguen llenando con seres que no querían llegar, con seres no deseados. Mi fecundidad es excesiva y libre de culpa, consiste en tomarme el semen que sobra de las relaciones sexuales de todos los hombres de la tierra. Vivo preñada y a la vez pariendo espiritejos, hijos naturales de los hombres, seres sin cuerpo, demonios con los mismos derechos de los hijos legítimos. Mi lujuria va de la mano con la alegría, el derroche, el ingenio, la gracia y la intuición. Mi pasión legitima la existencia de seres libres. Mi conocimiento para dar la vida y al mismo tiempo poderla quitar, me hace Diosa. Por ese conocimiento me has envidiado, me has temido, has enviado sobre mí la oscuridad, me vinculaste a las sombras, a la rebeldía, a la perversión, cuando no hay nada más perverso que tu orden de atacar. Un día cualquiera me senté a descansar en mi desierto y terminé observándome una herida en el bajo vientre, escarbé en ella con los dedos y empezaron a salirme todos los pobres de la tierra, hordas de hombres y mujeres desarraigados, incurables para la existencia, sin mayor posesión que sus dolorosas

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llagas de humildad, silencio, desamor, rebeldía y pesadumbre. ¿A qué horas los creaste a tu imagen y semejanza, sin mayor posesión que la miseria de existir? ¿En qué momento me dejé acorralar tanto en mi condición demoníaca? ¿Por qué no acudí a sus no nacimientos? ¿Porqué no estuve en la repartición?, alguna cosa pude haber hecho por ellos. He ahí mi culpa, he ahí mi culpa, dejar esto en tus pulcras e inequitativas manos. Dejaste campear la codicia por el mundo, e hizo bien su trabajo, permeó hasta sus discípulos, tus representantes participaron creando más desigualdad, absolvieron la injusticia, colaboraron activamente en toda clase de asesinatos y holocaustos. ¿Cómo los miras a los ojos cuando te alaban, sin que los borres de tajo de la faz de la tierra? Actúas con ellos de manera absurda, benevolencia que perjudica tu imagen de Dios justo y compasivo. Seguí observando mi herida y salieron miles de mis hijas, de todos los tiempos, aquellas que siempre llevo conmigo, las que no clasificaron como seres humanos, aquellas que sabían la magia de quitar un dolor de muela, enamorar a un hombre o hacer dormir a un niño, las que por eso ardieron en hogueras, haciendo inmensa mi llaga; las que fueron tratadas con crueldad hasta someterlas, venderlas, menospreciarlas; esas que van quedando en el olvido donde también escondieron a sus hijos y protegieron a la humanidad para que un día fuera eso, humanidad.

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Me incliné para besar las lenguas de las que blasfeman y escupen odio, las lamí para apaciguarlas, pero mis lágrimas se confundieron con mi sangre y no pude estar más tiempo ahí, contemplándome, contemplándolas. Levanté la mirada de mi bajo vientre y agucé la vista en el desierto. He ahí la magnitud de mi tarea, cada mujer, un grano de arena, y yo sentada llorando por el pasado sin contar todas aquellas que llevo a cuestas. Olvidaste ya que un día fuimos felices. Es evidente tu furia desde el antiguo testamento y mi acorralamiento fundacional, pero sabes bien que tú y yo no existimos, porque al negarme a mí, tú te esfumas, por no venir de ningún lado. Vine a contar tu pasado, yo que fui testiga de segunda, ahora soy lengua viperina porque la humanidad debe saber que a quien divinizaron ya fue superado en maldad por aquellos que avalo con su nombre. Un día fuimos felices. Llevo a mis lloronas colgadas de los senos, a los desvalidos sobre la palma de mis manos, para las rebeldes es mi trono, para las lujuriosas mi simpatía, para las infames los buenos augurios. A ti sólo me resta decirte: “gobernará una Diosa”, y partiré de la compasión a la misericordia en sentido inverso. Tomado de: En nombre de Lilith. Colección Las Ofrendas. Escuela de Estudios Literarios. Universidad del Valle. Cali, Colombia, 2011.


Isabel Agatón Santander

Abogada Poeta

Dos poemas Mujeres entre carne y letras Hay mujeres que aplazan el encuentro con las letras para encontrarse con la carne; otras, se disfrazan de hombre para encontrarse con las letras otras, hacen el amor sin pudor ni lágrimas, otras derraman lágrimas cuando la fuerza irrumpe en sus cuerpos deshojando sus deseos otras, en el intento de parir un sueño se salvan de la muerte, otras que por no abandonar sus sueños mueren en el intento unas prefieren el convento al matrimonio otras convierten el dolor en cuento otras, contra el silencio cantan

La mujer de la zapatilla roja No soy la mujer de la zapatilla roja en la que quepan mis letras, mis sueños y mis versos en la que quepan tus fines, tus medios y tus planes No soy la mujer de la zapatilla roja que como la cenicienta cabe perfecta en el molde de lo humano que rompo consciente con la vida de mis días No soy la mujer de la zapatilla roja que anda perdida en el bosque que diviso desde lejos, que critico, cuestiono e interrogo No soy la mujer de la zapatilla roja solo calzo la medida de mis sueños tan distantes de la forma No soy Alicia en el país de las maravillas ni la Cenicienta, ni la Bella durmiente que virtuosas esperan un beso que redima

Unas hacen teteros en la noche para dejar acariciar sus senos a mediodía

Soy en cambio la mujer que amó de frente y vertió sobre ti, mis letras, mis sueños y mis versos la que halló en tu inocencia mi morada

otras se entregan a las musas de la inspiración para ser el blanco perfecto de la critica impotente de los hombres, otras que escriben de noche para hacer historia de día

Soy en cambio la mujer que con sus risas y sus rizos advirtió en ti ese mar inagotable de ternura la que halló en el silencio tus respuestas y supo también de mis preguntas

En otras palabras… no. 20 / Sueños, imágenes y símbolos | 129


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Gloria Elena González Echeverri

Psicóloga y Especialista en Proyectos de Desarrollo con Perspectiva de Género Integrante Grupo Mujer y Sociedad

Sosiegos urbanos A la memoria de mi abuela Aprendí a amar esta ciudad; a sus mujeres con todas sus diversidades y diferencias, sus paisajes con los cerros orientales que me ayudaron a orientarme física, social y emocionalmente. Me aproximé a ella a través de la construcción colectiva de la Política Pública de Mujer y Géneros y me dejé seducir, inundar, problematizar por este proceso. En mí día a día con mis prácticas reafirmaba que Bogotá era una ciudad rápida, asfixiante, fría –no sólo en su clima-, estresante, que dejaba poco espacio para ser, sentir, acariciar, para ir despacio. De pronto me veo con todo el tiempo para mí y en mi búsqueda de otros espacios donde estar, sentir y ser redescubro los cafés; lugares cálidos, dulcemente olorosos; que me invitan a observar y escuchar con otros ojos; y allí comienzo a escribir historias que me regalan hombres y mujeres; historias cotidianas, simples, humanas. Descubro otra ciudad, lenta, reposada, acariciante, llena de pasiones. Desde mis procesos y para mí reinvento otra Bogotá a través de los cuentos que hacen parte de estos Sosiegos urbanos

Uno Me siento cómoda aquí; el olor, por oleadas, del café recién molido y servido, al igual que el ambiente cálido; poder ver los cerros, la neblina; ver la lluvia e

intuir su sonido; ver pasar las mujeres, los hombres, personas diversas. Imaginar sus conversaciones, ponerle palabras a sus miradas, sus gestos, sus formas de caminar, correr, esperar, encontrar, recibir, llegar, irse. Se agolpan tantas sensaciones, sentimientos, pensamientos que me siento mareada. Estos días, cercanos a la muerte de un ser querido y maestra, en la distancia del tiempo entrecortado, he sentido que quiero ir más despacio; lento para mirar, tocar, sonreír, sentir, sentirme, pensar, crear, definir; dar oportunidad a otros seres, otras cosas, otros sentimientos, otras sensaciones, otros pensamientos, otras relaciones. Acaban de pasar palomas volando; se me olvidaba que es otro privilegio que tengo en esta ciudad grande, fría, de la cual me enamoré. En plena carrera 13 con 53 puedo disfrutar de los cerros, las palomas, la calidez de un lugar con su olor a café y de las personas, que sin saberlo, me regalan sus cuerpos, lo que dicen, lo que intentan esconder. Cuerpos que se relacionan, se acercan, se alejan; cuerpos que sonríen, lloran, comen, hablan, pelean, aman, odian, engañan, seducen, enamoran, roban, increpan. Tantos rostros desconocidos, comparados, reconocidos. De pronto siento que quisiera ver un rostro conocido, reconocerlo, mirarlo; invitarlo a ser parte de este espacio mío para que por un instante sea nuestro. En otras palabras… no. 20 / Sueños, imágenes y símbolos | 131


DOS Otro sitio, otras personas; el mismo olor, igual aire cálido; murmullos, pero sobre todo voces masculinas. En este sitio mi atención dispersa se concentra en el adentro del lugar.

que no mira. Lo veo difuso –lo prefiero así–. Como nunca me he sentido una mujer bonita (lo pienso sin aspavientos) me pregunto sobre las razones de su interés; y pienso que debo parecerle un ser inquietante: una mujer en un mundo de hombres, sola, que no espera a nadie, que mira, se ensimisma, piensa y escribe.

Hombres de traje, oscuros, serios, tan compuestos, tan aparentemente pulcros, limpios. Sus temas no son banales, sin atisbo de la cotidianidad del abrazo, la ternura, las relaciones que miran, tocan, sienten al otro, la otra en su humanidad. Los temas son “importantes”: El país, el Distrito, Petro, partidos políticos, proyectos locales, distritales.

TRES

Es curioso, de vez en cuando un asomo de otras humanidades: Un hombre de esos, como tantas veces he sido yo, sin siquiera unas monedas en el bolsillo. Se para en la puerta, se estira de esperanza y conchudez; se anima a entrar un poco; sus ojos escudriñan cada mesa, busca una cara conocida que invite aunque sea un café; si es afortunado estará seguido de un “almuercito”. Bastaría el café para mitigar, para quitar el hambre; además de la posibilidad de ser tocado por las palabras, aunque sea por unos momentos, para no pasar otro día con hambre de humanidad, para que su voz no sea la única que escucha.

Hace un rato llegó un anciano; con lentitud acomoda sus cosas en el rincón de un almacén cualquiera: Una silla, encima un cojín, un banco de madera sobre el que se sienta y una caja de embolador. Habla solo, murmura algunas cosas, pienso que reza. Ha estado mirando la caja y la silla que espera un cliente, las mueve solo unos centímetros para cada lado y parece que al final ha encontrado los lugares apropiados, los más adecuados.

Cuando estoy aquí siento tan lejana tan siquiera la posibilidad de una sociedad con iguales oportunidades para las mujeres. Es un mundo masculino; con gestos, lenguajes, sentados, parados, discursos masculinos. Miro hacia la calle y pienso en el significado de las dos posibilidades que me dan los anteojos –gafas en sentido literal–, mi visión ya no es tan buena: Veo claro de cerca y las personas y acontecimientos de la calle son borrosos, algo confusos; veo lo general, se me escapan los detalles. Hay un hombre joven (25-30 años), me mira con insistencia; le he mirado en dos ocasiones cuando creo

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De un momento a otro me sentí triste, casi al borde del llanto. Mis ojos están inundados y las lágrimas quieren salir y otra fuerza interior se lo impide; no es el lugar apropiado, parece gritar mi garganta, mi “deber ser”.

No han pasado cinco minutos; llega una vigilanta del almacén y con gestos amables le pide que se retire y le indica otro sitio donde puede hacerse, por fuera de él, en la calle; él, resignado, recoge una a una sus cosas y comienza el ritual de acomodación en el lugar por ella indicado. Pasan otros cinco minutos y de repente el ritual se invierte; levanta una a una sus cosas y se marcha lentamente hacia otro sitio. De alguna manera yo se lo agradezco. Estaba aumentando mi tristeza. Él, sin saberlo, un ser humano para quien no fui nadie; no me miró, no me tocó siquiera con una mirada fugaz, desinteresada; y sin embargo provocó en mi estas líneas marcadas con su imagen, en mi recuerdo, mis sentimientos, mi dolor.


CUATRO Llovizna; pienso, siento que me gusta; se asoma un poco el sol y deseo que vuelva a ocultarse, que una nube amiga lo cubra y otras nubes se solidaricen con mi melancolía y soledad. Ojalá lloviera más fuerte y la lluvia pudiera menguar este dolor que me abraza toda, queriendo ahogar mi esperanza, mi confianza en esas cosas pequeñas que ofrece la cotidianidad en el día a día: una sonrisa, un abrazo, una mirada cálida, pícara, cómplice; alguien que me invite a conocerle. Un alguien que se aferra, con las fuerzas que le dejan las peleas cotidianas, para seguir siendo humana. La melancolía quiere convertirse en tristeza, quiere que la deje correr, inundar; yo me resisto. Tengo miedo de perderme y naufragar en ella.

CINCO Un puesto de venta de frutas: rodajas, pedazos, jugos. Un hombre afrodescendiente, su vendedor. Una familia extensa: Abuela, abuelo, hija todavía adolescente, yerno un poquito menos adolescente, nieto-hijo de más o menos un año, no camina y ya viene muy cerca el segundo. Dos vasos pequeños de salpicón para todos y todas (tres hombres, dos mujeres, y un ser sin nacer). La abuela carga al bebé, el abuelo carga una caja, el yerno cuida el coche y ella carga al ser por nacer. Las dos mujeres comen con avidez, el niño traga saliva e intenta hacerles saber su deseo, su necesidad; ellas no lo miran, no lo sienten; por fin la abuela permite que por unos instantes los labios del pequeño se mojen con un poco de jugo; el gesto de acercamiento fue tan rápido como el de retirada. El bebé saca la lengua, traga más saliva y la madre por fin le ofrece algo de fruta.

El abuelo se acerca rápidamente, coge el vaso sin preguntar y toma un poco de lo poco que queda. La chica embarazada gira lentamente y camina hacia el chico, un poco más que adolescente y le ofrece de su vaso; acepta con timidez, pero rápidamente se lo devuelve cuando el resto de la familia se acerca a ellos. Cruzan la calle: La abuela lleva el coche, el abuelo el paquete, el yerno lleva al bebé y la chica, apenas adolescente, un ser casi por nacer.

SEIS Un pedazo de galleta que se moja en el café; para hacerla más suave, más blanda, más masticable. Se come sin pausa, sin prisa. No es galleta lo que come, mastica, traga; por la forma de sentarse y encorvar su cuerpo; por como mira y se ausenta, más parece masticar un gran dolor; éste pesa más que su cuerpo, más que la esperanza, más que el amor. Es tan inmenso y doloroso que lo debe partir en pedazos pequeños, mojarlos en algo que le produzca placer y mitigar esa sensación de pesadez, desasosiego, de no dejar pasar. Podría comerse en seco su galleta-dolor y luego disfrutar del café; mas lo que decide es dejar pasar el dolor poco a poco, mojarlo en un café humeante, caliente; disfrutando de ese olor que la acuna, que la remite al recuerdo de abrazos cálidos y conversaciones de hermanas.

SIETE Parece estar mejor, dicen que está respirando por sí misma y yo tal vez queriendo creer, quiero verla distinta, con otros movimientos en su cara y en su pecho. Sus brazos y manos están hinchadas (por momentos me siento mareada). No despierta, dicen que depende de ella; yo no entiendo o no deseo entender lo que significan esas palabras: ¿Si quiere? ¿Si puede? ¿Si ambas? En otras palabras… no. 20 / Sueños, imágenes y símbolos | 133


Hace dos días ofrecí el recuerdo de todos mis momentos felices, los medianamente felices, los apenas felices; incluso aquellos con tan solo un atisbo de felicidad; todos ellos a cambio de una muerte lo menos dolorosa, lo más rápida para mi abuela. Sentí, creí que no saldría de esta; ahora hay en mí un destello de ilusión, le permito a mi cuerpo, a mi mente una posibilidad que alimento con esperanzas y con el deseo de tenerla junto a mi otros años. Volver a oír su voz, su risa, sus chistes pícaros. Poder hacer, por fin, la recopilación de los refranes, dichos y adivinanzas que guarda su memoria.

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Y de pronto… principio de realidad (me mareo nuevamente). Recuerdo que no querías vivir más, estabas cansada de sentirte inútil, cada vez más; de todos los medicamentos, de no recordar. Querías vivir acostada, dormida. Y entonces con los ojos llenos de lágrimas, vuelvo y pido que tengas aún la fuerza suficiente para irte lo más tranquila posible y me pregunto: ¿Qué es lo menos egoísta? Con fuerza y dolor te digo cuánto te quiero y lo orgullosa que estoy de ser tu nieta. Adiós viejita.


Dossier


Patricia Prieto Delgado

Socióloga. Magister en Ciencia Política Integrante Grupo Mujer y Sociedad

Aportes de las mujeres colombianas a la paz*

El reciente reconocimiento público por parte del gobierno colombiano y de las guerrillas de las Farc y Eln del inicio de conversaciones para avanzar en la terminación del conflicto armado interno en el país, hace necesario nuevamente poner de presente la histórica contribución de las organizaciones de mujeres colombianas a la búsqueda de la paz, mediante la identificación y visibilización de temas centrales que han sido tradicional y sistemáticamente excluídos de las agendas de negociación entre los actores del conflicto y de los procesos de construcción y consolidación de la paz. A continuación, se examinarán algunas de las acciones y propuestas para la construcción de la paz desarrolladas por organizaciones de mujeres colombianas en el transcurso de las dos últimas décadas. La movilización ciudadana por la paz ha sido “una de las acciones colectivas más significativas de la sociedad colombiana en los últimos 25 años, y sin temor a equivocación, la más importante de la década

*

Texto elaborado para el Diplomado “Mujeres, Paz y Seguridad. Destejiendo la guerra, tejiendo la paz”, octubre 2011.

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de los noventa”.1 Esa amplia movilización, ha tenido como motivación principal la búsqueda de la paz, la defensa de la vida y el rechazo a la violencia, en acciones colectivas que no solo se reducen a las marchas masivas sino que incluyen “una diversidad de formas colectivas de acción, comunicación y educación sin precedentes en el país, que tuvieron lugar sobre todo en los contextos locales y regionales”2. Una parte importante de esa movilización en el país ha sido protagonizada por mujeres, quienes desde diversos escenarios han contribuido a la expansión del concepto de paz, mediante su lucha por lograr el reconocimiento de las formas específicas en que el conflicto armado vulnera sus derechos humanos, la visibilización e incorporación de estas vulneraciones en las agendas de negociación y su inclusión en la toma de acciones para la reparación y restitución de derechos.

La paz como derecho fundamental La paz como un derecho fundamental está consagrada en la Constitución Política de Colombia de 1991. El Preámbulo establece que el pueblo de Colombia en ejercicio de su poder soberano (…) y con el fin de fortalecer la unidad de la Nación y asegurar 1 Escuela de Estudios de Género, Universidad Nacional de Colombia, octubre 2011. 2 Mauricio García-Durán (2006) “Paz en el territorio: dinámica de expansión geográfica del accionar colectivo por la paz en Colombia 1978-2003” en Territorios, Núm. 15, agosto-diciembre, 2006, pp. 9-32. Universidad de los Andes, p. 11.


a sus integrantes la vida, la convivencia, el trabajo, la justicia, la igualdad, el conocimiento, la libertad y la paz (…) decreta, sanciona y promulga la Constitución Política de Colombia. En ella, el carácter de la paz como un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento se enuncia en el artículo 22 y dentro de los deberes de la persona y el ciudadano está el de propender por el logro y mantenimiento de la paz (artículo 95).

Política de paz En el marco de la Constitución Nacional, el Congreso de la República formula la Ley 434 de 1998 (Diario Oficial No. 43.231, del 05 de febrero de 1998), por la cual se crea el Consejo Nacional de Paz, se otorgan funciones y se dictan otras disposiciones. La ley decreta la política de paz como una política de Estado permanente y participativa. En su estructuración deben colaborar en forma coordinada y armónica todos los órganos del Estado, y las formas de organización, acción y expresión de la sociedad civil, de tal manera que trascienda los períodos gubernamentales y que exprese la complejidad nacional. (Artículo 1o. Política de paz). Las mujeres colombianas que han participado en diferentes momentos de la historia del movimiento por la paz en el país han señalado la necesidad de tener en cuenta las implicaciones negativas de excluirlas de los procesos de construcción de paz: • Por su exclusión histórica de los espacios de toma decisiones (políticos, económicos, públicos) la paz no ha garantizado a las mujeres el reconocimiento, protección y garantía de sus derechos. • El restablecimiento de la paz no puede significar un regreso a una situación anterior de “normalidad” en la cual las mujeres eran excluidas sistemáticamente de las estructuras de poder, sus derechos desconocidos, y donde la violencia contra las mujeres siga siendo parte de la

vida cotidiana. Con ello se quiere significar que un proceso de paz sin la participación activa y reconocida de las mujeres tendría como resultado un regreso a la situación anterior de “normalidad” descrita, en la cual el desconocimiento y vulneración de los derechos de las mujeres persiste. • La exclusión de las mujeres de las estructuras donde se toman las decisiones para construir y mantener la paz, vale decir, de la participación y representación política, de las negociaciones de paz, de la elaboración de las leyes y políticas, tendrá como resultado una paz que EXCLUYE A LAS MUJERES. Así mismo, han planteado que la representación de los intereses prácticos y los intereses estratégicos de las mujeres en la construcción y mantenimiento de la paz debe incluir las voces de las defensoras de los derechos humanos y de las mujeres directamente afectadas por el conflicto armado interno. Con base en estas consideraciones, exigen una paz que les sirva a las mujeres, reconociendo la existencia de desigualdades de género en todos los campos y poniendo en práctica las medidas y los mecanismos necesarios para eliminarlas.

Las mujeres y las iniciativas por la paz en Colombia3 Como antecedentes del movimiento por la paz, debe señalarse la creación en 1992 de la Red Nacional de Iniciativas contra la Guerra y por la Paz-REDEPAZ, cuyo propósito era la creación de consejos regionales y locales de paz y actor fundamental en la creación del Consejo Nacional de Paz. Posteriormente, surgen el Comité de Búsqueda por la Paz, conformado por confederaciones obreras, y ONG de Derechos Humanos (1994); Empresarios por la Paz (1997); Fundación Ideas para la Paz, constituida por empresas (1999); la Asamblea Permanente 3 Patricia Prieto y Luz Marina Tamayo (2004) Las mujeres colombianas en busca de la paz, UNIFEM, Bogotá.

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de la Sociedad Civil por la Paz (1998); y el Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz-INDEPAZ, creado durante las negociaciones del Caguán, que tuvo a su cargo la promoción de las mesas ciudadanas para el diálogo. Con muy pocas excepciones, la característica común de esas organizaciones era la invisibilidad de la participación de las mujeres. Ello fue evidente en las audiencias realizadas en el Caguán (1998-2001), donde hubo ausencia de mujeres en las mesas de negociación y en los espacios de toma de decisiones sobre el conflicto armado. Ante esta situación, un sector del movimiento de mujeres promueve la participación e incidencia en la agenda de diálogo entre Gobierno e insurgencia para transformar el modelo de negociación, exigiendo la inclusión de la sociedad civil en el proceso de negociación, especialmente de mujeres, indígenas y afrodescendientes. Con ello buscaban incidir en la desarticulación de la lógica de la guerra y el reconocimiento de la voz de las mujeres en contra de la guerra y a favor de la vida.

Las mujeres se organizan para la búsqueda de la paz: Organización Femenina Popular OFP (años 70) Surge en la década de 1970, con la influencia de la Teología de la Liberación. Tiene sede en Barrancabermeja, con zona de influencia en el Magdalena Medio y otras zonas del país. En 1998 se forma un grupo que opta por la autonomía frente a la iglesia y se orienta a favor de las reivindicaciones de género y clase ligadas a las luchas populares para modificar las condiciones de desigualdad estructural de la sociedad colombiana y por los derechos de las mujeres. Afirman que “El componente género (…) atraviesa la totalidad del trabajo que hacemos desde cada espacio concreto que se crea como organización”. Dentro de sus propuestas para la paz se destacan los acuerdos sobre la población desplazada y sobre

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la propiedad de la tierra en los cuales se incluyen procesos de extinción de dominio y programas de desarrollo agropecuario. Resaltan la necesidad de asegurar la presencia de las mujeres en los acuerdos, las políticas y los programas que se vayan a desarrollar, así como del apoyo a las mujeres por parte de entidades y gobiernos extranjeros y su inclusión en programas regionales como el Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio.

Red Nacional de Mujeres (1991) Su creación respondió a la necesidad de asegurar la participación política de las mujeres en la Asamblea Nacional Constituyente y la inclusión de sus derechos en la Constitución Política. En tal sentido, debe señalarse la incorporación del artículo 13 sobre la igualdad entre mujeres y hombres, del artículo 40 sobre la efectiva participación de la mujer en niveles decisorios del poder público, y del artículo 43 relativo al reconocimiento de la necesidad de establecer acciones positivas para la eliminación de la discriminación contra las mujeres. La Red articula diversas organizaciones no gubernamentales y ha publicado sobre los derechos de las mujeres y la agenda de las mujeres por la paz, entre otros temas. Creó el “Observatorio de los Derechos Humanos de las Mujeres en Colombia: en situaciones de conflicto armado las mujeres también tienen derechos”, cuyo propósito es hacer visibles los efectos del desplazamiento forzado y el conflicto armado sobre las mujeres para hacer recomendaciones de política pública dirigidas a su atención.

Ruta Pacífica de las Mujeres (1995) Nace como respuesta de un grupo de mujeres a la violación masiva de mujeres en Pueblo Nuevo, Urabá, manifestando su apoyo a las familias de las víctimas y rechazando la guerra. Su agenda contempla tres puntos centrales: ninguna guerra tiene justificación; las negociaciones políticas deben incluir los


elementos que transformen los conflictos públicos y privados y que respondan a las causales del conflicto; los símbolos y el lenguaje de la paz deben ser empleados para contrarrestar los usados por los actores armados y quienes promueven la guerra. Como aportes a la paz, la Ruta desde una opción pacifista, ha establecido criterios básicos como el respeto y valoración de toda persona humana; ha creado nuevos símbolos que recogen los anhelos de paz y justicia de las mujeres y la sociedad; y ha posicionado lo simbólico como una forma de hacer política. De igual manera, ha formado políticamente a las mujeres para lograr una mayor y mejor participación en cargos públicos, para que conozcan sus derechos y participen en instancias de discusión del proceso de paz. Ha buscado la transformación de hábitos culturales que inciden en el clima generalizado de violencia, propendiendo por eliminar el autoritarismo y el machismo en la vida familiar; así como en la prevención y atención de la violencia intrafamiliarVIF y contra la mujer. Ha contribuido a la creación de un nuevo lenguaje político para la paz mediante las marchas, encuentros y acompañamientos de las mujeres, todo ello aportando al fortalecimiento de la sociedad civil mediante soluciones a las necesidades fundamentales de la población.

Confluencia Nacional de Redes (1998) Agrupa diez redes nacionales e internacionales para promover la influencia política a favor de los derechos de las mujeres. A lo largo de su historia, han hecho parte de la Confluencia la Red Nacional de Mujeres-Regional Bogotá, la Red Colombiana de Mujeres por los Derechos Sexuales y Reproductivos, la Red de Educación Popular Entre Mujeres REPEM, la Red de Mujeres y Participación Política, la Fundación de Apoyo Comunitario FUNDAC, Mujeres 2000 y Católicas por el Derecho a Decidir.

Liga de Mujeres Desplazadas por la Violencia en Bolívar (1999) Se formó por iniciativa de la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad LIMPAL (WILPF) Seccional Colombia. Desde 1999 trabaja por el fortalecimiento de proceso organizativo para exigir respuestas por parte del Estado a las necesidades de las mujeres desplazadas. Propone lograr la justicia, reparación, compensación, retorno y estabilización socioeconómica con enfoque de género. La Liga es el resultado del trabajo sobre los derechos de las mujeres desplazadas, quienes se organizan “para defender el derecho a la vida, y luchar contra la discriminación y el señalamiento que nos quería identificar con cualquiera de los actores ilegales del conflicto, lo que nos negaba el derecho al ejercicio de nuestra ciudadanía y a luchar por la justicia, verdad, reparación, compensación y sanción para los responsables”. La grave situación de las mujeres desplazadas de Bolívar fue documentada por la Relatora Especial de Violencia contra la Mujer, Radhika Coommaraswamy.

Mesa Nacional de Concertación de Mujeres (2000) Reúne organizaciones, grupos y redes de mujeres del nivel nacional, regional y local para formular y realizar acciones conjuntas que incidan en la vida política y social del país. Fue concebida y construida como un espacio amplio, pluralista y democrático. Han formado parte de la Mesa la Asociación Nacional de Mujeres Campesinas e Indígenas de Colombia ANMUCIC, el Movimiento de Actoras y Autoras de Paz MAAP, la Red de Mujeres Jóvenes Feministas, la Federación de Mujeres Campesinas FEDEMUC, el Movimiento Popular de Mujeres MPM, la Asociación de Mujeres Campesinas ASODEMUC, la Red de Mujeres Líderes de Suba-Bogotá, la Casa de la Mujer-Bogotá, la Red de Organizaciones de Mujeres de Ciudad Bolívar, entre otras.

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Mesa de Trabajo Mujer y Conflicto Armado (2000) Es un espacio de trabajo colectivo que busca evidenciar las múltiples formas de violencia que afectan a las mujeres y niñas en el marco de la violencia sociopolítica y del conflicto armado interno colombiano. La Mesa recoge información sobre el impacto del conflicto armado en mujeres, jóvenes y niñas, mediante la revisión de fuentes secundarias, la realización de talleres con mujeres afectadas por el conflicto, y la recopilación de testimonios e informes de investigación aportados por las organizaciones que participan en la Mesa y otras organizaciones de mujeres y de derechos humanos. Ha publicado diez informes en los cuales se documentan la situación de las mujeres y niñas en el conflicto armado y las vulneraciones de sus derechos.

Movimiento Nacional de Mujeres Autoras y Actoras de Paz MAAP Nace como iniciativa de la Fundación Diálogo Mujer. Participó en la creación del Consejo Nacional de Paz, ha realizado trabajos conjuntos con la Ruta Pacífica en Bogotá. Promovieron la Declaratoria de Ciudad Bolívar como Territorio de Paz para enfrentar la amenaza de urbanizar el conflicto.

Madres y Familiares de Miembros de la Fuerza Pública, Retenidos y Liberados por los Grupos Guerrilleros Nace como respuesta a la privación de la libertad y retención de policías y soldados por parte de las guerrillas. Buscan contactos y diálogos con diferentes actores armados para saber sobre sus familiares y lograr su liberación. Con ello, han logrado la solidaridad de diversos sectores del país así como mantener en la agenda pública la discusión sobre la necesidad de los acuerdos humanitarios. En términos de los procesos de participación política y de empoderamiento de las mujeres, han logrado hacer el tránsito

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de lo privado-doméstico hacia lo público-político en las circunstancias más difíciles del conflicto armado en el país.

Red Ecuménica Nacional de Mujeres por la Paz (2000) Dentro de sus propuestas por la paz están las de acompañar a las mujeres en zonas de conflicto y promover su organización y participación en la solución de los conflictos armados locales, regionales y nacionales; promover la educación integral de las mujeres para democratizar las estructuras locales, regionales, nacionales y garantizar su participación activa en las instancias decisorias; promover la formación de género para consolidar identidades que recuperen la palabra, la subjetividad, los derechos sexuales y reproductivos y la dignidad de las mujeres; y promover procesos de investigación participativos que prioricen los aportes, roles y estrategias de las mujeres en zonas de conflicto y en situación de desplazamiento forzado.

Iniciativa de Mujeres Colombianas por la Paz IMP (2002) Ha trabajado en acción política municipal, departamental, regional y nacional usando la Resolución 1325 para promover políticas públicas que incorporen temas de prevención, participación y reconciliación para las mujeres. Promueve la participación de las organizaciones de mujeres en espacios de negociación y diálogo del conflicto y construcción de paz. Sus propuestas para la paz incluyen la construcción de un nuevo proyecto democrático de convivencia que garantice el pleno ejercicio de la ciudadanía de las mujeres; la solución política negociada al conflicto armado interno que incluya reformas democráticas en lo económico, social, político y cultural; la incorporación y representación de los intereses y necesidades de las mujeres en instancias de decisión.


Reivindican la representación propia de las mujeres, sin que ésta se delegue a otros sectores o actores. Exige que todos los actores armados deben acogerse al DIH en forma unilateral e inmediata y condena a todos los actores armados que se apropian, despojan de la tierra, matan y desplazan mujeres y hombres campesinos, indígenas y afrocolombianos.

Constituyente Emancipatoria de Mujeres (2002) En el año 2002, se realiza la Constituyente Emancipatoria de Mujeres (nov. 25-29 Bogotá), en la cual se acuerda construir una Agenda Básica para la paz con el objeto de incidir en los procesos de negociación del conflicto armado, crear un Pacto Nacional entre Organizaciones de Mujeres para consolidar los acuerdos logrados en la Constituyente Emancipatoria de Mujeres y definir estrategias para posicionar la Agenda Básica de las Mujeres.

Con relación a la exclusión económica, plantearon la adopción de una política tributaria para la redistribución del ingreso con equidad de género, así como el cambio del modelo neoliberal por otro que garantice la equidad social y de género para que el Estado cumpla con su función social como lo establece la Constitución Política de Colombia. Respecto a la exclusión social y cultural, demandaron establecer políticas públicas efectivas de derechos humanos de las mujeres que promuevan una cultura de no violencia y de respeto a su diversidad multiétnica y pluricultural. Sobre la exclusión territorial, rural y ambiental, exigen una reforma agraria integral, democrática, con perspectiva étnica y de género, que incluya la participación decisoria de las organizaciones de mujeres en la formulación, concertación, ejecución y veeduría de las políticas públicas y programas territoriales.

Para la construcción de la Agenda de las Mujeres por la Paz se realizaron encuentros regionales y sectoriales, con participación de autoridades gubernamentales, representantes políticos y sociales, delegaciones diplomáticas, así como de 198 delegadas sectoriales y regionales que participaron en la Constituyente Emancipatoria de las Mujeres.

Para superar la exclusión política y de lo público, proponen una participación autónoma y directa de las organizaciones de mujeres en los procesos nacionales y locales de diálogo y negociación política del conflicto social y armado, para asegurar la inclusión y representación de los intereses de la diversidad del movimiento social de mujeres.

Como ejes de la Agenda se priorizaron las exclusiones de que eran objeto las mujeres, para proponer medidas que permitieran su eliminación.

En el proceso de la Constituyente Emancipatoria de Mujeres se toma la Resolución 1325 sobre Mujeres, Paz y Seguridad como referencia para promover la participación de las mujeres en todos los procesos de paz y de negociación del conflicto y la exigencia por el respeto de los derechos de las mujeres en las zonas de conflicto.

Frente a la exclusión jurídica y de seguridad, exigieron el cumplimiento de las normas del derecho internacional humanitario DIH por parte de todos los actores del conflicto armado; que las cortes nacionales e internacionales investiguen y sancionen con urgencia a todos los responsables de infracciones del DIH contra las mujeres y sus derechos humanos; y la exigencia de verdad, justicia y reparación para todas las mujeres y sus familias víctimas del conflicto armado.

Encuentro Internacional de Mujeres contra la Guerra (2004) Posteriormente se realiza el Encuentro Internacional de Mujeres contra la Guerra (agosto 2004, Bogotá), en el cual se posiciona a las mujeres colombianas

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como interlocutoras válidas en un eventual proceso de negociación, en el marco de la Resolución 1325. Dentro de los acuerdos establecidos cabe destacar los siguientes: • Buscar la solución negociada del conflicto armado mediante la unidad de las mujeres en su diversidad. • Conformar una red internacional de mujeres contra las guerras, basada en principios feministas (justicia social y de género). • Articular las agendas para la paz para que incluyan los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales de las mujeres. • Apropiar la Resolución 1325 para lograr su cumplimiento y exigibilidad. Recientemente en otras regiones del país han surgido nuevas iniciativas. En el año 2010, varias organizaciones locales y regionales de mujeres han realizado ejercicios prácticos para conocer la Resolución 1325 y presentar propuestas para su puesta en marcha4. Estas organizaciones tienen presencia en el Meta, Caquetá, Huila, Nariño, Oriente Antioqueño y Montes de María, reuniendo más de 600 mujeres. Algunas de ellas están en el Meta, tales como Mujeres Emprendedoras Castilleras, Asociación de Mujeres por Vistahermosa, Asociación de Mujeres

4 UNIFEM, PNUD (2010) Hechos del Callejón, número 51, “Las mujeres y la construcción de la paz”, Bogotá.

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Artesanas y Pequeñas Productoras de Fuente de Oro, Meta con Mirada de Mujer; otras se encuentran en Bolívar, como son la Red de Mujeres de Montes de María, la Asociación de Mujeres de San Isidro, la Asociación Nuevo Horizonte. Han estado trabajando en una Agenda de 8 puntos para el empoderamiento de las mujeres y la igualdad de género en la prevención y recuperación de crisis, con el apoyo del Programa de Naciones para el Desarrollo PNUD. Esta agenda incluye el fortalecimiento de la seguridad de las mujeres en situaciones de crisis; la promoción de la justicia en materia de género; el fomento de la ciudadanía, la participación y el liderazgo de las mujeres; la construcción de la paz con y para las mujeres, la promoción de la igualdad de género en la reducción de riesgos de desastres; asegurar que los procesos de recuperación tomen en cuenta los asuntos de género; transformar los gobiernos para que ofrezcan soluciones a las mujeres y el desarrollo de capacidades para el cambio social. Las experiencias examinadas muestran caminos recorridos, aprendizajes y aportes de organizaciones de mujeres colombianas en su búsqueda de una paz positiva para el país y la contundencia de la afirmación de que la paz sin las mujeres no va.


Jeannette Uribe-Duncan

Doctorada en la Universidad de Nottingham,Inglaterra. Estudios latinoamericanos en el Instituto Caro y Cuervo, Bogotá y en King’s College. Colabora en el Centro de Estudios de la Mujer en la Historia de América Latina –CEMHAL-

Restituyendo las huellas perdidas una de las localidades de mayor actividad política desde el proceso independentista y donde el papel de la mujer fue fundamental en los movimientos independentistas del siglo diecinueve. Tal legado Uno, además de contar la historia, posiblemente ha influido para que otras mujeres de siempre necesita la memoria de otros. esta zona, aunque no la única, hayan contribuído al rescate de historias de mujeres como forma de reafir Vera Grabe mar una identidad cultural única y local.1 La recuperación de la memoria histórico-cultural de Colombia ha sido un afán innegable entre muchas de las intelectuales recientes del país. Este proyecto, implícito en numerosas de sus producciones, acarrea así mismo la necesidad de narrar la historia de la participación de diversas mujeres en nuestro desarrollo político, social y cultural, bajo recreaciones tan variadas como las publicaciones periodísticas de Ofelia Uribe de Acosta (1900-1988), los textos historiográficos de Aída Martínez Carreño (1940-2009), los estudios antropológicos de Virginia Gutiérrez de Pineda (1921-1999), los episodios históricos en la dramaturgia de Patricia Ariza Correa (1946), y las novelas y trabajo periodístico e histórico de Silvia Galvis Ramírez (1945-2009). Un rasgo común en todas estas restauradoras de la memoria históricocultural es que provienen de la región de Santander,

Dado que la divulgación de los trabajos elaborados por estas mujeres es poco difundido y por lo general es limitado al campo de los estudios académicos, conviene observar cómo por otros medios más populares como el del periódico y la entrevista periodística, la historia y episodios de mujeres pueden hacerse mucho más accesibles al público en general, 1 Recuérdese a Manuela Beltrán (1750-?) y Antonia Santos Plata (17821819). Ver: Ofelia Uribe de Acosta, Una voz insurgente, Guadalupe, Bogotá, 1963; Aída Martínez Carreño. Extravíos: el mundo de los criollos ilustrados, Tercer Mundo Editores, 1996 y Presencia femenina en la historia de Colombia, Academia Colombiana de historia, Bogotá, 1997; Virginia Gutiérrez de Pineda, Familia y cultura en Colombia, Universidad Nacional de Colombia, 1968 y Honor, familia y sociedad en la estructura patriarcal: el caso de Santander, Universidad Nacional de Colombia, 1988; Patricia Ariza Correa, Manuela no viene esta noche, Grupo Rapsoda, Bogotá, 2010 y Silvia Galvis Ramírez, ¡Viva Cristo Rey!, Planeta Colombiana Editorial, Bogotá, 1991 y Soledad, conspiraciones y suspiros, Arango Editores, Bogotá, 2002.

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convirtiendo al periódico en un instrumento educativo e informativo sobre hechos poco conocidos sobre experiencias femeninas. Igualmente interesante es señalar cómo a través de periódicos se señalan arbitrariedades y olvidos históricos cuando de mujeres se trata. Para ello, recurriremos a algunas de las columnas de opinión de Silvia Galvis publicadas en el diario El Espectador (1991-1997) y en la revista Alternativa (1998), como también a sus libros de entrevistas Vida mía (1993) y Se hace camino al andar (1995). ¿Por qué Galvis? El caso de la columna de Galvis es particularmente interesante por varias razones. En primer lugar porque uno de los incentivos de su escritura periodística fue presentar la situación legal desventajosa de algunas mujeres contemporáneas a la autora, aunque ésta no fuera la única temática de su columna. Existen además constantes denuncias de la corrupción política, al sistema educativo religioso, como comentarios sobre aspectos de la cultura popular del país. En segundo lugar, Galvis por medio de su columna permitía a sus lectores conocer acerca de casos históricos, muchas veces olvidados, como también acerca de novelas e investigaciones relacionadas con Latinoamérica y Colombia. Mucho de este material periodístico, especialmente el relacionado con la historia de Colombia, hace también parte de su novelística en la cual la ficción y la historia entran en un juego de tensiones bastante particulares en cada una de sus obras. Su columna, al igual que su otro trabajo periodístico, la entrevista, son dos medios mediante los cuales Galvis logró restablecer la historia del país, pero esta vez vista bajo las experiencias de mujeres de diversos ámbitos sociales y culturales de Colombia y de ahí el interés por su trabajo periodístico.

Casos y cosas del común Galvis, periodista, historiadora y escritora, se preocupó por denunciar la violación a los derechos humanos y la corrupción, amparados por algunas instituciones religiosas y gubernamentales. Su

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interés también fue el de denunciar la inequidad social hacia las mujeres, aludiendo que su crítica era “una lucha por una nueva relación entre los hombres y las mujeres, por una relación de más equidad, de más igualdad, de más solidaridad”.2 En una de sus columnas destaca la labor política de dos funcionarias públicas, pero así mismo muestra su aguda crítica a otras parlamentarias quienes valiéndose de atributos poco profesionales, consiguen escalar en el poder, mostrando de esta forma que su intención no siempre fue la de una defensa irracional y fanática hacia las mujeres. El interés de Galvis por dar a conocer la situación de la mujer rural en Colombia es evidente en sus primeras columnas de El Espectador, como también en su libro de entrevistas Se hace camino al andar, donde se narran los obstáculos que enfrentaron las mujeres para ejercer sus derechos en cuanto a programas de planeación familiar. Este escrito fue realizado gracias al estímulo de la abogada María Isabel Plata, fundadora de Profamilia (1965), quien lo propuso a Galvis como homenaje a las mujeres que, con grandes dificultades, contribuyeron al trabajo de esta institución ocupada de proveer información médica y legal sobre métodos anticonceptivos. La desinformación sobre el control de natalidad en localidades marginales debido al fanatismo religioso y a la ineficacia de programas políticos en el país, fue también otra de las razones que incentivó la escritura de este libro en el que la periodista exalta la participación de varias mujeres en el cambio social de sus comunidades. Galvis enfatiza que el derecho al conocimiento y la libertad para decidir y escoger sobre los métodos de planificación familiar permite a las personas “ejercer y disfrutar otros derechos” que les niegan los credos y normas, y resalta que por medio del conocimiento sobre la planificación la mujer ha ganado dignidad y ha logrado un mayor desarrollo intelectual y económico. Este tema, junto con el de la legalización del aborto, siguen siendo asuntos 2 El Espectador, 4/9/94.


polémicos en el país y acarrean agresiones por parte de grupos fanáticos como el caso de la abogada defensora Mónica Roa.3 De las varias columnas que tratan sobre la inequidad escogeremos tres, publicadas en El Espectador, para ilustrar las injusticias e inconsistencias legales en algunos casos de mujeres condenadas en Colombia. La columna Eva y el recurso de la tutela (19/7/92), alude al caso de una profesora destituida en una escuela rural de Boyacá, quien apela al Tribunal Superior de Bogotá para su restitución. Se trata de una maestra rural, quien urgida ante las preguntas de los niños cuando éstos presenciaron el nacimiento de un ternero, decidió dar una explicación disparatada sobre el tema por medio de un vocabulario inapropiado y dibujos alusivos el tema de la procreación. Del recuento de uno de los niños a sus padres sobre la explicación de la maestra surgió el repudio de la comunidad, quien se quejó ante las autoridades educativas y de ahí la destitución de la educadora. La columna es enfática en señalar que no se sabe cuál de las explicaciones es más enredada para los niños, si la explicación un tanto gráfica y distorsionada de la profesora, quien intentó mostrar de alguna forma lo relacionado con el desarrollo sexual de los humanos y animales, o si la versión religiosa del pecado de comer la manzana. La columnista, de manera un tanto jocosa, retoma el relato del niño y escribe que “hay que admitir que la versión del tubito, el huequito y el derrame cerebral es más cercana a la vida que aquella de la serpiente que induce y seduce […]” De esta forma, Galvis se vale del episodio para hacer una severa crítica a las instituciones educativas religiosas del país, enfatizando que en este tema deben hacerse cambios sustanciales en los programas educativos y de paso, justificando la actuación de la maestra. Un episodio aún más inaceptable es el que presenta su columna La condena más larga, publicada en 3 Véase la entrevista a la abogada Mónica Roa en http://www.elespectador.com/impreso/cuadernilloa/entrevista-de-cecilia-orozco/articulo345706-estamos-sufriendo-un-clima-de-agre 14/5/2012.

la revista Alternativa (4/19/98). Aquí se refiere a la condena de más de cuarenta años a una campesina de 20 años acusada de estrangular a su hija recién nacida, muerta durante el parto. La pena aplicada a esta campesina, según Galvis, excede la de muchos asesinos y narcotraficantes involucrados en masacres en el país. Galvis señala que tanto el doctor que dio su concepto médico, como el magistrado del Tribunal de justicia de Antioquia, inculpan a esta joven sin tener pruebas suficientes sobre su culpabilidad y sin considerar las circunstancias traumáticas de su embarazo. Resume el caso de la siguiente forma “Alba Lucía suma tres tragedias: una violación, un parto no asistido y la muerte de su hija” y añade que la lectura de los expedientes legales no indican una culpabilidad clara y definida. Galvis insiste que quienes examinaron el caso actuaron guiados por sus prejuicios y añade que al no haber pruebas ni testigos “el andamiaje se construyó sobre suposiciones, hipótesis y, peor aún, en prejuicios y creencias torcidas de unos necios obtusos funcionarios locales” y concluye su defensa de Alba Lucía afirmando que la justicia en Colombia, como es costumbre, solo se aplica a la gente menos favorecida del país: “en Colombia la justicia es un perro rabioso que solamente muerde a los de ruana”. En su columna La otra Colombia (6/3/94), escrita con motivo del Día Internacional de la mujer, se centra en un personaje campesino de la región de Santander, Socorro de Jesús Rincón. Para ello Galvis utiliza un fragmento de su entrevista a Socorro, publicada en su libro Vida Mía. La finalidad de esta columna es mostrar que aunque algunos sectores más favorecidos están rodeados por los avances tecnológicos y modernos, queda otra parte abandonada a quienes las comodidades de la modernidad no les llegan y señala la necesidad de cambios profundos en el sistema distributivo del país. El habla coloquial de Socorro no deja de tener alguna semblanza con el acento de los narradores en los cuentos de Juan Rulfo (1918-1986) El llano en

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llamas (1953), y con la novela testimonial Hasta no verte Jesús mío (1984) de Elena Poniatowska (1932). Galvis advierte desde el inicio de su libro Vida Mía, que en estas entrevistas busca que sean contadas ‘con voz propia’ y de ahí parte la semejanza del estilo oral de Socorro con los de los personajes ficticios y no ficticios de los dos escritores mexicanos. Para lograr este objetivo, Galvis evade dos procedimientos comunes en la entrevista periodística: elimina sus preguntas del escrito y dice no llevar cuestionario, pues trata de conducirlas enfocándose en lo anecdótico por ser ésta, según la autora, ‘una cámara fiel que capta el alma, la forma de ser, de sentir; y que, por lo tanto dificulta el montaje, voluntario o involuntario, de imágenes postizas’.4 Así, lo que Galvis elimina es su propia voz y la conducción de la entrevista, la cual es posible inferir gracias a las respuestas de la entrevistada.

explica que también se les dio a todas la posibilidad de leer el texto antes de publicarse, a lo que añade que ‘de muy poco se arrepintieron’.5 La entrevista a Socorro parte del origen de sus padres y el desconocimiento de su abuelo paterno, hombre adinerado, quien tuvo a su padre con su empleada doméstica, pero rehusó reconocerlo como hijo legítimo. Lo primero que golpea al lector es el ambiente de pobreza, orfandad, maltrato y hambre en la familia de Socorro. La sensación de hambre es una constante en esta narración descarnada que fuerza a los distintos miembros de la familia a hacer cualquier tipo de trabajo para disipar el hambre. Socorro, con educación escolar esporádica desde los seis años, narra las peripecias de la familia para mantener un terreno que con grandes esfuerzos adquirieron, pero que finalmente pierden por no poder pagar las cuotas a las instituciones agrarias del país.

No queda claro el por qué seleccionó a este personaje tan disímil de los otros de su libro, o si la conocía con antelación y le pareció un caso excepcional en cuanto narra experiencias de las que las otras carecen. En su nota introductoria al libro, Galvis añade que la escogencia de las entrevistadas aasí como la metodología fueron libres, pero señala que prevaleció el criterio generacional de ellas y cómo esa afinidad generacional ‘teje un hilo que ata sus propias vidas a la historia de Colombia’. Galvis entonces busca presentar diversas perspectivas sobre la historia cultural y política del país bajo vivencias personales y profesiones femeninas disímiles entre sí para señalar las desigualdades sociales entre unas y otras y cómo ellas han sido importantes en la construcción cultural y los cambios logrados por las mujeres en el país. Para cumplir con el requisito de confianza que debe existir entre entrevistado y entrevistador, Galvis aclara que les dio la facilidad de ‘arrepentirse’ de publicar algo con lo que no estuvieran conformes, y

El abuso a mujeres y niños en comunidades campesinas proviene de varios sectores regionales. Los

4 Vida mía, Planeta Colombiana Editorial, 1993, p.6. Sobre el cuestionario, véase Jorge Halperín, La entrevista periodística, en http://coleccion.educ. ar/coleccion/CD30/contenido/pdf/tres_capitulos.pdf 1/10/08, p. 28. (30/4/2012).

5 Acerca de la confianza, véase Halperín, Ibídem, p. 34 y Galvis, Ibídem, p.5. 6 Vida mía, pp. 301-303.

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La narración es rica en capturar las leyendas, creencias y temores de los campesinos que viven en un ambiente desprotegido, sujeto a abusos y a la desinformación médica sobre planificación familiar, razón por la cual Socorro cuenta con siete hermanos, entre quienes hay uno mudo, el más maltratado por el padre. Las campañas políticas son percibidas por el campesinado como un medio que posibilita una comida gratis: ‘Mi papá dice que si por él fuera, votaba dos y tres veces porque se manda un apetito que no se le calma ni dormido’. La guerrilla se muestra como una fuerza modernizadora en estas comunidades, donde según las creencias de la gente, es quien instala la electricidad en la vereda y en la casa de Socorro, lo que se convierte en todo un acontecimiento para celebrar.6


padres y esposos que golpean a sus hijos y mujeres, las maestras que castigan violentamente a sus alumnos y el rapto y abuso sexual a niñas por parte de hombres ‘desconocidos’ de la comunidad. Socorro, con su estilo oral, habla del “Muán”, hombre misterioso y sin identidad, raptor de niñas en comunidades rurales.7 Al no haber presencia estatal, tampoco existe una pesquisa oficial seria y rigurosa sobre el rapto y posible abuso a las niñas raptadas por los hombres. De esta forma, la comunidad opta por convertir al personaje raptor en una leyenda al cual se le teme por ser desconocido, pero contra el cual no puede hacerse nada debido a los poderes sobrenaturales que éste toma. El otro caso es el del “Puya”, hombre abusador y violador de niñas, quien no llega a convertirse en leyenda gracias a que es descubierto por el padre de Socorro, quien lo fuerza a alejarse de la región. Aunque la narración de Socorro no lo dice explícitamente, existe la posibilidad de que Socorro hubiese sido abusada por este personaje cuando afirma que no recuerda más de ese episodio, pues sólo contaba con seis años de edad.8 La entrevista a Socorro deja en claro que los abusos a que son sometidos niños y mujeres en estas comunidades rurales provienen del abandono estatal y de la falta de educación en que se encuentran tantas zonas olvidadas y desprotegidas del país. Como periodista, una de las preocupaciones de Galvis fue la de develar el abuso y la injusticia en las comunidades campesinas, dando especial énfasis al estado de desprotección de las mujeres; es uno de los temas de su novela ¡Viva Cristo Rey! (1991), en la cual uno de sus personajes representa estas experiencias y, de paso, introduce al tema de la participación de las mujeres en la lucha sindicalista con el personaje de María Cano (1887-1967), a quien nos referiremos a continuación.

7 Hace referencia al “Muán” o “Mohán”, leyenda colombiana sobre un hombre monstruoso que vive cerca de los ríos y rapta niñas cuando van al río a lavar. 8 Ibidem, p. 307.

Casos histórico-políticos y culturales Con su columna María Cano (12/10/91) de El Espectador, Galvis presenta el caso de dos mujeres importantes de la cultura y la política colombiana: María Cano y Camila Loboguerrero (1941). Cano fue la primera mujer sindicalista ‘signada por la política, el desamor y el olvido’ según palabras de Galvis. Cano recorrió el país dando discursos políticos y pregonando la igualdad, por lo que estuvo ‘presa varias veces, fue perseguida, prohibida, acosada y finalmente vencida’ señala Galvis en su columna; presenta una breve biografía de Cano conectándola con los acontecimientos históricos de los años veinte en adelante, cuando se gestaron la mayoría de los movimientos sindicalistas en Colombia, para luego entrar a rescatar la figura de la directora de cine Camila Loboguerrero, realizadora de la película María Cano (1999).9 Galvis opina que esta película no puede pasar inadvertida, porque es para el disfrute de los que ya conocen la historia y un aprendizaje para quienes la ignoran, mostrando en esta forma que su intención de rescatar la memoria de personajes femeninos desconocidos, olvidados o ignorados en el país, es una de sus prioridades. En Vida mía, el derrotero que sigue para Loboguerrero es el similar al utilizado en la entrevista a Socorro y a las demás entrevistadas (los padres, la niñez la influencia de la religión, los colegios, los trabajos y sus relaciones amorosas); sin embargo, las reacciones y respuestas de cada entrevistada son tan dispares como los personajes. Loboguerrero habla de sus estudios en Bogotá y Francia, y de personajes intelectuales que influyeron en su vida profesional entre los que menciona a Marta Traba (1930-1983) y a la pintora santandereana Beatriz González (1938), entre muchos otros. Comenta que cuando decidió investigar el personaje Cano por medio de entrevistas a varias personas que la habían conocido, tuvo inter9 Véase Mauricio Archila Neira, Cultura obrera e identidad obrera. Colombia 1910-1945. Cinep, Bogotá, 1991, pp. 184-185 e Ignacio Torres Giraldo, María Cano: mujer rebelde, La Rosca, Bogotá, 1972.

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pretaciones tan diversas en las que algunos la llamaban “santa y mártir” otros “virgen del proletariado” y otros negaban su virginidad al recordarla como “una mujer completa, realizada”. Todo ello coincide con las varias interpretaciones de este personaje histórico recuperado no sólo en el trabajo periodístico de Galvis, sino también en su novelística, como ya se mencionó. No obstante, la versión ficticia de Cano en ¡Viva Cristo Rey! se distancia de las versiones históricas oficiales más conocidas sobre la vida de Cano en cuanto ésta nunca se casó ni tuvo hijos como Rosalía, su personaje ficticio en la novela ¡Viva Cristo Rey! Pero es claro que la recuperación de la figura de esta primera mujer sindicalista fue una de las motivaciones en la escritura periodística y literaria de Galvis. Otra entrevista que vale la pena resaltar en Vida mía, es la de la catedrática, escritora y crítica literaria Montserrat Ordóñez (1941-2001), quien fue pionera en recuperar el valor de escritoras colombianas como Soledad Acosta de Samper (1833-1913) y Elisa Mújica (1918-2003).10 En su columna De mujeres y de libros de El Espectador (28/6/1992), Galvis hace un reconocimiento a la compilación de escritoras aparecida bajo la traducción Escritoras de Hispanoamérica (1990) hecha por Diane Marting y transcribe un fragmento del prólogo realizado por Ordóñez donde destaca la dificultad de la escritura como una dolorosa opción de vida y como una pasión por la investigación. Luego, en la columna Las dos vidas de Elisa Mújica (4/26/1998), publicada en su columna de la revista Alternativa, Galvis enfatiza el trabajo literario y no literario de Mújica, también santandereana, y se alegra de que su novela Catalina (1963) haya sido reeditada pues, según Galvis, es 10 Montserrat Ordóñez (et al.), ‘El recuerdo de Catalina’ Voces Insurgentes, Bogotá, Universidad Central, 1986; ‘Elisa Mújica novelista: del silencio a la historia por la palabra’, Revista de crítica literaria latinoamericana, Lima, XIII, 26, 1987, y ‘Escritoras latinoamericanas: Encuentros tras desencuentros’, Boletín americanista, Barcelona, 36, 1987 y ‘Género, escritura y silgo XIX en Colombia: releyendo a Soledad Acosta de Samper’ en http://www.javeriana.edu.co/pensar/MO.html 8/5/2012.

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una novela que narra ‘historias de guerra y secretos de la política, del poder y de la ambición, de la usurpación injusta de tierras ajenas y del deseo y las desdichas conyugales […]’ tema al que Galvis también alude a lo largo de toda su novelística. Insiste en que Mújica ‘ha trabajado en la sombra y el silencio’ y estima que es hora de rescatarla del olvido como ejemplo del arte de escribir. De esta forma, Galvis no sólo está recuperando la memoria de Mújica, sino también la de su investigadora, Ordóñez. Algunas anécdotas encontradas en las entrevistas en Vida mía a Loboguerrero y Ordóñez no dejan de asemejarse a las experiencias de las niñas de su novela Sabor a mí (1995), cuya intención indudablemente fue la de recuperar vivencias dramáticas y humorísticas de varias mujeres de su generación, al estilo del de las entrevistas recogidas en Vida mía. Otras lecciones de historia que Galvis dejó en sus columnas fueron las de Magdalena Ortega de Nariño (1762-1811) y Soledad Román de Núñez (18351924). De la primera hay que decir que Galvis no solo recupera al personaje histórico sino a su investigadora Carmen Ortega Ricaurte (1926-2011). De la segunda analiza al personaje para escribir una novela. Galvis defiende la investigación de Carmen Ortega quien, como encargada del Museo Veinte de Julio, se dedicó a analizar detenidamente el retrato de doña Magdalena, esposa del héroe de la independencia Antonio Nariño (1765-1824) y traductor de los Derechos del hombre (1794). De esta observación Ortega notó que la pintura tenía una alteración, un velo que cubría el pecho de Magdalena. Inquieta ante esta posibilidad, mandó limpiar el velo y al removerlo descubrió que doña Magdalena portaba, bajo ese manto, un medallón con la cara de Jorge Tadeo Lozano (1771-1816), con quien se decía había tenido sus dos últimas hijas mientras Nariño se encontraba en cautiverio. El descubrimiento de Ortega causó escándalo entre los historiadores nariñistas quienes amenazaron con demandar a la historiadora


por calumnia.11 En su columna El derecho a la deshonra (10/9/1995) de El Espectador, Galvis además de encomiar la investigación de Ortega por ser osada, como debe ser toda buena investigación, entra a hacerse una serie de preguntas sobre la pintura y los problemas de pobreza que tuvo que padecer doña Magdalena durante el trabajo político de su marido y señala la posibilidad de ayuda que Tadeo Lozano le pudo haber brindado como una buena alternativa de subsistencia para ella y sus hijos. Escribe ‘¿Qué otra cosa podía hacer? Pues aceptar la ayuda de don Jorge Tadeo, que, además, era un hombre encantador, riquísimo, inteligente, generoso, simpático, alegre y soltero’. Concluye su columna diciendo que lo que más llama la atención sobre este episodio es la indignación de la Sociedad Nariñista que defiende la honra de Nariño y se pregunta humorísticamente qué pasa con la de doña Magdalena si ‘¿Es que por ser mujer no tiene siquiera derecho a la deshonra?’. Como muchas de las columnas de Galvis, la pregunta es una sátira contra la ofuscación de los historiadores oficiales por despojar a Nariño del honor, olvidándose del papel jugado por doña Magdalena quien debería ser la principal portadora del honor familiar, según la antigua tradición colombiana.12

si Soledad Román no hubiera manejado los hilos invisibles del poder, durante más de una década, en la Colombia de finales del siglo’. Así, Galvis utilizaba su columna periodística como una herramienta educativa que buscaba restaurar la historia olvidada e ignorada del país, a la vez que la de la participación de muchas mujeres en la construcción cultural del país. Es curioso que Galvis no hubiera incluido en su libro de entrevistas ni en su columna a otras mujeres que han sido importantes en la reconstrucción de episodios histórico-culturales como Aída Martínez Carreño, de quien Galvis fuera amiga, ni a Patricia Ariza. Tal vez ello se deba a que, como Galvis señala en el prólogo de Vida mía, es consciente que no ‘están las que son’ pero también admite que las que ‘están, si son’, indicando que faltaron otras importantes, pero que las que hay en el texto, son mujeres que representan los cambios culturales e histórico generacionales en los distintos campos profesionales que cada una de las entrevistadas representa: monja, reina de belleza, hippy esotérica y guerrillera.13

La segunda mujer en la historia de Colombia que Galvis busca rememorar es la figura de doña Soledad Román de Núñez (1835-1924), segunda esposa de Rafael Núñez (1825-1894), sobre quien Galvis realizara una extensa investigación, plasmada en su novela histórica Soledad, conspiraciones y suspiros (2002). En la columna La muerte de la presidenta (6/11/1994), Galvis contrasta la importante celebración que se realizó para conmemorar el centenario de la muerte de Núñez con el olvido total de la muerte de su esposa, doña Soledad. Escribe ‘En cambio, la conmemoración de los siete decenios de la muerte de su mujer pasaron inadvertidos, como

Varias son las columnas en las que Galvis presenta comentarios positivos y negativos sobre el trabajo de mujeres políticas contemporáneas a la autora, mostrando así que las críticas no se limitan sólo para los hombres.14 La entrevista a Grabe en Vida mía es interesante porque explora la incorporación de la mujer en la lucha guerrillera del país, en un contexto dominado por los hombres. Esta entrevista señala la discriminación y el abuso a las mujeres que participan en la lucha armada, quienes a pesar de arriesgar sus vidas al igual que los hombres, encuentran más obstáculos internos. Los trabajos domésticos son las funciones delegadas a las mujeres y la inconveniencia de tener hijos genera discriminaciones mayores que resultan muchas veces en la separación obligatoria de sus hijos por el cumplimiento con sus deberes guerrilleros, caso de Grabe. Ilustra así mismo

11 Véase http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-568796 8/5/2012. 12 Véanse las investigaciones de Virginia Gutiérrez de Pineda sobre el honor en Colombia, op.cit.

13 Vida mía, p. 7. 14 Véanse las columnas en El Espectador dedicadas a las primeras damas del país en 11/8/92,13/9/92, 14/3/93, 16/5/93 y a senadoras en 20/6/93, 15/5/95 y 20/8/95, por ejemplo.

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cómo la participación de mujeres ha logrado modificar ciertas actitudes en este campo gracias a la tenacidad y lucha no sólo contra la clase dirigente, sino simultáneamente contra las jerarquías internas de la guerrilla, donde para los hombres el poder tiene la capacidad de atraer, pero en las mujeres genera ‘desconcierto y espanto’ según Grabe. 15La entrevista deja ver la vida de Grabe en conexión con los procesos políticos y culturales en Colombia durante la época de dictaduras en Latinoamérica, donde Colombia no fue del todo una excepción, en un período coyuntural en cual el mundo universitario se debatía entre las diversas ideologías socialistas que estaban formando las futuras generaciones, y donde como explica Grabe, ‘la rebeldía tenía dos caras: hippy o guerrillero’.16 Ejemplo de la primera cara es el caso de Leonor Carrasquilla, ‘la Maga’, también entrevistada por Galvis y Grabe de la segunda. Grabe, detenida y torturada, narra los varios intentos fallidos de los gobiernos para lograr una paz que hasta el momento no se ha logrado, pese a que el M-19 logró legalizarse como movimiento político (1990-1991) para consecuentemente ser elegida como senadora del país. 17

15 Vida mía, p. 396. 16 Ibídem, p. 378. 17 Para otras entrevistas a mujeres en el conflicto armado en Colombia véanse Olga Behar, Las guerras de la paz, Planeta, Bogotá, 1985 y Patricia Lara Salive, Las mujeres en la guerra. Premio Planeta de periodismo, Bogotá, 2000.

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El recorrido periodístico de Galvis revive de forma muy directa encrucijadas individuales, sociales, políticas y culturales de varias mujeres y explora los mecanismos utilizados por ellas para lograr triunfar en varios de sus objetivos en grados distintos. En algunos casos, como el de condenas injustificadas, no se llega a un final satisfactorio, pero en otros, como los de algunos de los personajes de sus libros de entrevistas, se consiguen cambios importantes. La labor periodística de Galvis es un llamado al reconocimiento de la participación de la mujer en el desarrollo cultural de Colombia, una enseñanza histórica y una denuncia al mal funcionamiento de las instituciones judiciales, a la corrupción política venga de hombres o mujeres y una severa crítica al seguimiento ciego de los criterios religiosos y políticos tan polarizados en el país. Los escritos periodísticos de Galvis recuperan la memoria histórica colectiva de experiencias femeninas y deja ver el camino y los logros obtenidos por muchas de ellas, y el trabajo que queda por hacer para conseguir el reconocimiento que merecen.


Lucrecia Ramírez Restrepo

Medica Psiquiatra. Profesora Facultad de Medicina. Coordinadora Grupo de Salud Mental de las Mujeres, Universidad de Antioquia

El sentido del sinsentido de las primeras damas Es indudable que la “primera dama” es un vestigio patriarcal en el lugar simbólico de la gente del común en pleno siglo XXI. El reclamo social por un despacho de la Primera Dama sigue vivo, se siente y se expresa, y si la mujer de marras se niega a participar de esa dinámica, mucha gente lo considera una contrariedad, una falla en el sistema social de lo público. Se asume como obligatorio en una buena parte de la comunidad y se desconocen totalmente las condiciones de su ejercicio. Por otro lado, de manera simultánea ocurren tres hechos curiosos por decir lo menos y que, según mi opinión, reflejan por su parte la relación problemática que existe entre mujer y poder. Los burócratas las temen, las feministas las desprecian y el pueblo las necesita. Los dos primeros, que quieren tener poder, se plantean una relación negativa con ellas. Mientras tanto, aquellos desposeídos del mundo, que claman por derechos, recursos y oportunidades, las respetan y las buscan porque las necesitan. Los sanedrines de burócratas las envidian porque literalmente se acuestan con el poderoso y le hablan al oído; las combaten bajo la mesa, en alianzas turbias tratando siempre de minimizar su trabajo e impacto. Las feministas, mujeres con conciencia de género, que

son parte de movimientos sociales, las consideran ridículas, superfluas, dedicadas a actividades vacuas, y si en sus manos estuviera, no existirían. Mientras que el pueblo -carente de recursos- establece con ellas una relación de necesidad y dependencia. Por eso no es incoherente que sus temas habituales sean las poblaciones vulnerables: infancia, vejez, discapacidad y las víctimas de eventos catastróficos sociales o naturales. En ese mismo sentido, el lugar que ocupan en el plano de lo real es igualmente complicado, como si fuera una extensión de lo que ocurre en el espacio doméstico, que para las mujeres de la modernidad es todavía un lugar donde se están dando las luchas más cruentas por la autonomía y la dignidad. Al mismo tiempo que se espera todo de ellas, carecen de recursos propios. Generalmente sus colaboradores son prestados de otras instancias gubernamentales y la plata para sus “proyecticos” -es común que sean vistos así-, la tienen que pedir a diario como se hace para la lista del mercado en el hogar más tradicional. Es muy raro encontrar un mandatario que viva en pareja sin su “primera dama” a bordo, en pleno ejercicio de su papel. Y si no tiene pareja, habitualmente alguna mujer de su familia lo asume. Con los avances imparables de las mujeres en el mundo, que se supone rompen estereotipos y maneras de vivir, no es explicable a primera vista que existan tantas todavía

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en ese rol, que se presume y es en realidad -lo afirmo con conocimiento de causa-, un lugar muy peligroso para la autonomía femenina, pero también -lo afirmo sin miedo a equivocarme-, un espacio social de mucho poder e impacto. Lo que pasa es que, como en el trabajo doméstico, se centra en el cuidado, y no se valora ni se mide. Para tratar de ajustarse a los tiempos modernos, los gobiernos les cambian el nombre, como por ejemplo en el gobierno anterior cuando las llamaron “gestoras sociales”. Esto hacía alusión a lo que es palpable en los pequeños pueblos de Colombia: que no tienen recursos suficientes para crear las secretarías que conforman lo que se denomina el “gabinete social”: Desarrollo Social o Comunitario y Bienestar Social. Las primeras damas, casi todas profesionales en ejercicio en la actualidad, renuncian a sus trabajos para irse a trabajar con el alcalde y apoyarlo en los temas sociales. Sin salario, sin prestaciones sociales, y generalmente, como en la casa, sin horario y sin fecha en el calendario. Incluso en la Constitución de 1991 se consagra la prohibición de nombrarlas en algún cargo que dependa directa o indirectamente del mandatario. ¡Pero tampoco se prohíbe que participen gratuitamente! Incluso la Corte Constitucional en 1994 ratificó que “la primera dama ostenta la calidad del ciudadano particular frente a la administración pública”, pero al mismo tiempo, según el artículo 188, “la primera dama encarna simbólicamente junto con el Presidente de la República, la unidad nacional”. Todo lo anterior: vestigio patriarcal, mujer incómoda, mujer mariana, mujer doméstica en lo público, gestora del gabinete social y encarnación de la unidad nacional, apunta al sinsentido de las primeras damas y sería argumento más que suficiente para que se suprimiera ese “cargo”. ¿Por qué entonces mujeres como Michelle Obama, Letizia Ortiz, Hillary Clinton, Carla Bruni o Ana Milena Muñoz, que tienen profesión y oficio, reconocidas y exitosas, que han sido autónomas, libertarias, han participado de

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este sinsentido? Precisamente por sus características vislumbraron un sentido y participaron como “primeras damas” en el mandato de sus maridos. El primer sentido es que encuentran que aquello que saben hacer muy bien, entronca perfectamente con las necesidades de la población. Cuando se ejerce una ciudadanía plena las condiciones de la gente importan. Punto. Y si además, en una posición de privilegio, se han recibido oportunidades de educación y ejercicio profesional óptimo, la entrada del marido a un cargo público de elección popular de primera línea es una oportunidad única para aprovechar la inevitable visibilidad pública con la subsecuente voz que se le adscribe. También para participar en primera línea de la aventura de lo público, al lado del hombre que se ama, maximizando tiempos, esfuerzos y capacidades para el servicio a la gente cuando se despierta la necesidad y se considera que se puede ser útil. Además de la utilidad práctica, un segundo sentido es que esa oportunidad única se puede constituir en sí misma en un modelaje social invaluable en el plano simbólico. En ese lugar, así como todavía se ven mujeres anodinas que reivindican un lugar de silencio, abnegación y sombra, también a cada paso, y cada vez más frecuentemente, vemos mujeres con fuerza, independencia, conocimiento y sobre todo autonomía para dedicarse a lo que les gusta y saben, aún en medio de los riesgos y costos que se pagan. Esas en el plano simbólico sí que son necesarias todavía: representan las nuevas subjetividades femeninas, rompen moldes, no se empeñan en apaciguar temores patriarcales connaturales a la posición que adoptan frente a la ciudadanía y sobre todo, para las nuevas generaciones de mujeres, significan otros paradigmas de talento y autonomía que compiten con el escenario, ese sí vacuo, de la belleza de reinas y modelos. Un tercer sentido se aloja en las entrañas mismas de la relación de pareja. En ese lugar social se pueden


ejercer tres funciones de manera simultánea. La de “florero” como mero objeto decorativo que adorna. Función espantosa en la que se pierde tiempo, dinero y energía vital. Es duro ser objeto de la mirada de otros para complacer su necesidad de emociones sociales porque carecen de gratificaciones intelectuales, sexuales, estéticas, artísticas y lúdicas. La segunda función, la de “compañera”, que hombres y mujeres necesitamos en los espacios sociales porque nos “lubrica” los encuentros, es más feliz. Porque contribuye de manera inesperada al afianzamiento de la pareja concebida como el lugar relacional de la seguridad, solidaridad y cuidados mutuos. Esos momentos de complicidad en situaciones de altísima demanda de habilidades sociales son únicos y privilegio de muy pocos. Pero la función de “gestora”, la tercera, es la mejor si realmente se tiene claridad y conocimientos con respecto a lo que se quiere y puede hacer y se sabe de la circunstancia de figura pública y sus alcances. Condición sine qua non para que no represente un peligro para su autonomía y bienestar dado que no fue electa, es que el compañero respete y valore sus capacidades y realmente participe de la idea de tener al lado una mujer-sujeto y no

una mujer objeto y que no la abandone en su tarea, porque al fin y al cabo, y tendrían que reconocerlo algún día, así como otras personas y sectores, el trabajo que se hace es muy valioso. Como se ve, es un tema que tiene mucha tela para cortar. Desde el punto de vista de la sociedad en general y en ciertos ámbitos en particular sobran pero son útiles. Son temidas pero inevitables por ahora. Denostadas pero necesarias. Y la mayoría de ellas inteligentes, autónomas y capaces como una cantidad de mujeres en este siglo, forman parte de una transición social y se constituyen en referentes, nos gusten o no nos gusten. Por eso, creo yo, como en el espacio doméstico, debemos ser muy inteligentes en la actualidad para aprovechar un espacio patriarcal que ha sido lesivo para la subjetividad de las mujeres pero que puede ser usado a nuestro favor. Podemos convertirlo y resignificarlo, y de facto muchas mujeres lo hemos hecho, con atributos empoderadores como conocimiento, habilidades de liderazgo, honradez, fortaleza, capacidad de trabajo, actitud crítica y sobre todo autonomía. Es decir: darle sentido al sinsentido.

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Crรณnicas


Laura M. Tolton

Profesora Asistente de Español. Facultad de Artes y Diseño. Universidad de Canberra, Australia.

Las mujeres entrelazamos tradición, intuición y conocimiento para un parto con amor

Lo que hay que hacer…es generar un clima relajado, bajar al mínimo la intervención externa y dejar que la mujer sea la dueña de su parto… Entrevista con Michel Odent

Preámbulo Acabo de pasar un mes en Colombia, escuchando historias sobre el parto. Muchas de ellas me las contaron las mismas mujeres que dieron a luz, y otras fueron relatadas de segunda mano. Fui supuestamente en un viaje de investigación, pero siempre me enamoro de las personas, de la conversación, de la convivencia, de la vida en Colombia. Además me impresionan las colombianas que conozco, con su fuerza, su verraquera, su capacidad de desarrollar sus ideas y llevar a cabo sus planes a largo plazo, sea como sea. Durante este mes me di cuenta que para una investigación a largo plazo con propósitos feministas, no sólo me interesan las historias que las mujeres me pueden contar de sus propias experiencias de parto sino todas aquellas que escuché, incluyendo las de la vida diaria, porque forman parte de un imaginario colombiano con relación al parto.

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Confieso que soy gringa. Originaria de Estados Unidos, vivo en Australia, y juro que tengo un corazón colombiano. Mis amigos y mi familia lo reconocen como tal; sin embargo para Colombia siempre seré gringa. A veces me preocupa que los colombianos me vean como una gringa loca, pero afirmo que son mi feminismo y sentido de igualdad los que me hacen así, no mi nacionalidad. Mis experiencias en la vida y las de mis amigas son las que me hacen feminista, y reconozco claramente que hay machismo en todo el mundo. Recientemente comencé a trabajar en un puesto académico en la Universidad de Canberra; así que ahora me denomino investigadora también: mi enfoque es el análisis del discurso, el cual utilizo para analizar temas de la mujer, sobre la vida en Colombia. Como investigadora me interesa el uso del lenguaje para crear y mantener las jerarquías de poder; en el caso del parto, esto se refiere a la jerarquía del conocimiento autorizado sobre otros conocimientos. En Colombia hoy en día, el conocimiento autorizado sobre el parto generalmente se refiere al conocimiento médico y en un grado menor, al de las enfermeras. Yo diría que en este país también se le otorga cierta legitimidad al conocimiento cultural que se podría llamar el sentido común, formado por ideas compartidas entre la sociedad. Un tercer tipo de conocimiento, el de las parteras tradicionales, tiende a valorarse más como algo atrasado, sólo considerado


útil como último recurso, en los casos en que los médicos y los hospitales no están al alcance. Jordan (1997) plantea otro conocimiento, el de las mujeres parturientas, como aquel que surge de tener y sentir el propio cuerpo de una. Para mí como feminista, es interesante mirar las diferencias entre la construcción del conocimiento de los médicos y de las parteras; uno de estos grupos tiene bastante poder, y está conformado en su mayoría por hombres; el otro tiene menos poder, y está conformado casi sólo por mujeres. La sociedad otorga autoridad al conocimiento médico sobre el parto, porque se supone que éste proviene del raciocinio; no obstante, las prácticas médicas también se basan en protocolos hospitalarios, valores y costumbres que no vienen necesariamente de la evidencia empírica; para decirlo más claramente, no se basan en la ciencia (Davis-Floyd, 2003). En contraste, las parteras con educación formal en partería suelen implementar prácticas basadas en evidencia científica (Davis, 2012). Además, la interdisciplinariedad reciente en la investigación posibilita la convergencia de la ciencia y la tradición para interpretar las tradiciones antiguas a la luz de la ciencia (Odent, 1999). Una investigadora de salud explica: “si yo quisiera maximizar mi seguridad científicamente, debería dar a luz así como mis bisabuelas: con la atención de unas dos mujeres con experiencia esperando por ahí mientras yo hago el trabajo de parto” (Dreger, 2012, pár. 8). Esto apoya no sólo las prácticas de las parteras certificadas sino hasta también las de las parteras tradicionales. Este año, el estudio más extensivo del mundo (en comparación con otros estudios de este tipo) encontró que la atención partera personal produce mejores resultados para los bebés que la atención estándar hospitalaria (Medew, 2012). Comúnmente se reconoce que los hospitales deberían intentar progresar hacia practicar evidence-based medicine1, o sea la medicina basada en la ciencia. 1 En español esta expresión se puede traducir “la medicina científico-estadística”; ya que “la medicina basada en la evidencia” se considera un calco del inglés.

Las parteras en Latinoamérica muchas veces son llamadas empíricas. En este contexto la palabra no denota cientificidad sino desprecio por su conocimiento; significa que las parteras sólo tienen experiencia (evidencia empírica), no estudios. Las parteras además tienen una disposición de escuchar su intuición como fuente de información, cosa que “surge de su propia capacidad de conexión interna con los aspectos corporales y espirituales más profundos de su ser, así como de sus conexiones físicas y psíquicas con la madre y el bebé” (La intuición…). Aunque toda hipótesis científica se basa en la intuición (Odent, 2009), la intuición como fuente de conocimiento suele ser subvalorada en nuestra perspectiva cultural. La salud de por sí es un área de interés feminista, porque en la tradición histórica de la medicina y la sanación, las mujeres cumplían –y cumplen– un rol central (Ehrenreich y English, 1988; Obach y Sadler, 2008). Sin embargo, con el advenimiento de la medicina alopática, los médicos cirujanos arrebataron la salud de las manos femeninas. “A través de diversos mecanismos de poder y de sus bases políticas e ideológicas, la ciencia biomédica ha excluido sistemáticamente a las mujeres del modelo médico, erigiendo un sistema androcéntrico, regido por una cosmovisión masculina del mundo” (Obach y Sadler, 2008, p.189). Como parte de este proceso, en el último siglo muchas fases normales del ciclo de vida femenino han sido replanteadas como eventos médicos, incluyendo la menstruación, el embarazo, el parto y la menopausia (Sadler, 2001). Así “la medicina occidental u ‘oficial’ es usada como un agente de control social, en especial sobre la vida de las mujeres, haciéndolas cada vez más dependientes de la protección médica” (Sadler, 2001, p.115). En vista de esto, algunas mujeres consideramos una tarea feminista el “rescatar aquellos saberes situados en los mundos extraoficiales, muchas veces invisibilizados, pero que operan diariamente en la vida cotidiana de cientos de hogares de nuestra sociedad. [Es] el mundo del autocuidado, de la salud al interior de las familias, de las medicinas indígenas

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y populares, de las medicinas complementarias y alternativas, entre otras” (Obach y Sadler, 2008, p.181).

El parto y los valores colombianos Las jerarquías en la sociedad forman parte de la cultura, la cual se puede mirar a diferentes niveles. Para explorar las jerarquías de conocimiento y por ende de género en el parto, examinemos primero la relación cultura-parto. “En cualquier sociedad, la manera en que la mujer da a luz y el tipo de atención que recibe señalan los valores claves de una cultura tan agudamente como la punta de una flecha” (Kitzinger, 1980, p.115). El parto, más que una acción eminentemente fisiológica, es ante todo un ritual soportado en un sistema de creencias que sirve de marco para orientar la acción y que a la vez se preserva y reproduce a través de la misma (Davis-Floyd, 2003). Hay varias maneras para aproximarnos a los valores colombianos evidentes en el parto. Comencemos con dos hechos que se destacan en el parto en Colombia: el descubrimiento del método madre canguro y unas altísimas tasas de cesárea. Por una parte, Colombia es el país donde se inventó la técnica del cuidado canguro, la cual comenzó como una alternativa económica al uso de la incubadora para bebés de bajo peso. Hoy en día, el cuidado canguro se reconoce por tener ciertos beneficios sobre las incubadoras, incluyendo la facilitación de la lactancia, la aceleración de la ganancia de peso, la función analgésica, y hasta el mejoramiento de la organización del sueño (Ferber y Makhoul, 2004). En términos de los valores culturales, considero más significativo el hecho de que el cuidado canguro utiliza el contacto humano y provee una mejor relación de apego madre-hijo que las incubadoras (WHO, 2003). Esto es lo que yo esperaría de la Colombia que conozco y he vivido, país en el que los valores de la confianza, el calor humano y los vínculos tienen una importancia vital (Fitch, 1998).

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Por otra parte, las tasas de cesárea en Colombia son altísimas. Hernando Villamizar Gómez, ex presidente de la Sociedad Colombiana de Pediatría, reporta que las tasas de cesárea en clínicas privadas son de casi el 90%, y las cesáreas constituyen del 70% al 80% de los partos en clínicas afiliadas a universidades. Una publicación de la Organización Mundial de Salud sugiere que Colombia ocupa el noveno lugar mundial en lo que llaman cesáreas innecesarias (2010). Se estima que las cesáreas innecesarias cuestan USD$75 millones por año (Rizo, 2009) y se sabe que incrementan los riesgos de muerte materna y fetal. Quizás las altas tasas de cesárea en Colombia se deben a la influencia cultural de Estados Unidos, como ideal del progreso. En algunas partes de Latinoamérica, “la biomedicina occidental no sólo se ha apropiado del parto sino que está volviendo a definir su misma naturaleza” (Davis-Floyd, 2003, p.xix). “El mundo en desarrollo ha sufrido a manos de las tecnologías occidentales y ahora recurre a ellas para el progreso y la igualación” (Davis-Floyd, 2003, p.xviii). ¿Tendríamos tasas altas de cesárea por admiración a los gringos? Podría ser razonable pensar quetambién se debe a algo más autóctonamente colombiano. El visionario obstetra Michel Odent traza una relación entre las características principales de las culturas y la manera en que nacen los bebés. Afirma que todas las culturas perturban el proceso fisiológico del parto, y esto lo hacemos como parte de la enseñanza de nuestros valores. Seguramente existen ventajas evolucionistas para tal comportamiento –la agresión ha permitido a los seres humanos controlar la naturaleza (en muchos sentidos) – y así proliferar. Según Odent (1999), “cuanto más grande la necesidad social para la agresión y de habilidad para destruir la vida, más intrusivas han llegado a ser los rituales y las creencias en el período que rodea el parto” (p.28). Para verlo de otra manera, cabe anotar que estas tasas de cesárea podrían tener una relación con un valor de violencia.


También podríamos acercarnos a los valores colombianos en el parto por los relatos de parto que he escuchado. Ahí se notan las jerarquías de poder y los diferentes tipos de conocimiento. Ciertos elementos forman lo que yo llamaría un recuento del parto hospitalario de hoy en día en las ciudades de Colombia. No es una historia alegre; no resalta la sabiduría ni que la mujer sea dueña de su cuerpo y sus procesos fisiológicos como es el parto. Es el testimonio de una mujer muy sola, desesperada, insultada y abandonada por médicos y enfermeras cuando resiste el trato o no se aviene a las expectativas de ellos; por estas condiciones a veces se encuentra cerca de la muerte. Esta historia abarca mujeres y bebés que escuchan e intentan obedecer las órdenes de sus propios cuerpos: bebés que no están listos para salir a las 42 semanas de gestación, mujeres que saben cuando rompen fuente, mujeres que se oponen a los invasivos tactos que pueden hacer más daño que proveer información al médico, y mujeres que sabiamente quieren cambiar de posición durante el trabajo de parto. Estas mujeres quieren un cambio serio en el parto en Colombia, y el respeto hacia ellas significaría un pequeño comienzo. Tristemente, varias de las historias de parto que escuché presentaron ejemplos de violencia verbal en el parto. En una de ellas, una mujer se resistió a los tactos repetidos (violentos de por sí en la negación del derecho a la privacidad y la autoprotección) (Sadler, 2007) de los médicos. El médico le dijo entonces “friéguese”, y la dejó un tiempo largo sin ninguna observación, en condiciones poco favorables para un parto sano (como suelen ser las condiciones de los hospitales en su mayoría), hasta que al otro día por la mañana pasó un doctor para preguntar cuánto tiempo llevaba ahí y la entraron a la sala de cirugía, ya casi inconsciente, para una cesárea de emergencia. En otra historia, el médico de turno no le creyó a una mujer que ella había roto fuente, cuando ella decía que sí; él la forzó a mostrarle la toalla higiénica que llevaba como evidencia. Estos ejemplos de manejo de poder –en un caso castigar a una mujer por

su resistencia a la violencia, y en el otro no respetarla con referencia al conocimiento sobre el propio cuerpo–, son historias que muestran una falta de consideración no sólo hacia el conocimiento de la mujer y su inteligencia, sino también hacia los deseos, los sentimientos, su bienestar físico y emocional, y la persona que es. Otros relatos que escuché muestran ejemplos de otros tipos de conocimiento, los cuales se podrían utilizar para re-crear el parto colombiano. En tres historias diferentes escuché sobre mamás que parían solas: esto se podría llamar conocimiento familiar e histórico. En un caso concreto, una mujer de mi edad, Emilce Quevedo2, me contó que su bisabuela fue partera. Esa bisabuela le enseñó a la abuela a parir…pero sólo con su primer hijo. Y de ahí en adelante, para tener los otros once, ella hervía agua, recogía toallas, se encerraba sola en su cuarto, y después salía limpiecita con un bebé, y seguía con los quehaceres domésticos. La vista crítica de Emilce me enseñó la idea que ella misma saca de esta historia: ¡las mujeres pueden parir solas! Es una sorpresa para muchas mujeres de mi generación –de las que tenemos “treinta y pico” –, que los médicos, los hospitales, las enfermeras y hasta las mismas parteras, podrían ser innecesarias en el parto. Otras me enseñaron sobre la existencia del conocimiento de las mujeres y de las familias que viene de la intuición. Cabría pensar, por tantos partos por cesárea en Colombia y por ende una fiel confianza en el conocimiento médico sobre el parto, que ya sería muy difícil que las personas confiaran en el conocimiento sobre el parto que llega por la intuición. Sin embargo, en estos relatos se nota que en Colombia existe cierta confianza en el conocimiento intuitivo, del propio cuerpo y de las conexiones con los seres amados. En un caso, cuando le pregunté a una mujer 2 Emilce Quevedo está embarazada, y está preparando un documental con el cual intenta hacer un viaje de introspección para entender la violencia histórica en su familia. Planea tener un parto no-violento para romper con el esquema. Su película se llama Nosotras.

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que cómo sabía que había quedado embarazada, no me habló de la ausencia de la menstruación sino de que en el momento de la concepción vio chispas. Yo llamaría a esto “conocimiento sobre el propio cuerpo”, pero también parece ocurrir por sentir conexiones fuertes con otras personas. En el nacimiento de un bebé, un médico llegó y le contó al papá que el bebé había nacido muerto. El papá le dijo que no, que no era el bebé de él, sino de otro. Lo sabía, dentro de sí. Y tenía razón, había escuchado a un bebé sano llorar, y por intuición supo que era su hijo.

pero estos productos no tienen los mismos efectos en términos de relaciones humanas y apego. No producen ese amor materno que es el prototipo de los demás tipos de amor. Afirma Odent:

La importancia del amor materno

En toda Latinoamérica son las mujeres quienes han liderado movimientos en contra de la violencia. En Colombia también las mujeres luchan por reinventar un parto con amor.

Descubrimientos recientes señalan la importancia del amor materno para el futuro del planeta. “De todas las manifestaciones del amor– materno, paterno, filial, sexual, romántico, platónico, espiritual, fraterno,” “sororo”, añadiría Florence Thomas, “y eso es sin mencionar el amor patriótico, el amor de los objetos inanimados y la compasión y la preocupación por la Madre Tierra– el prototipo de todas estas maneras de amar es el amor materno” (Odent, 1999, pp.12). Las experiencias de amor en el período desde la concepción hasta un año de edad son reflejadas en nuestra capacidad de amar durante el resto de la vida. Sin embargo, la “atención” médica en el parto suele imposibilitar que fluyan las hormonas del amor. La falta de consentimiento, la violencia verbal y emocional que tantas mujeres experimentamos en el parto, además de factores como las luces brillantes, los tactos, y la atención por personal que uno no conoce definitivamente imposibilitan que fluya la oxitocina, porque esto requiere que la mujer se sienta segura. Además, los avances técnicos recientes hacen que “las hormonas del amor” no sirvan. Por ejemplo, la cirugía cesárea se ha vuelto más fácil, más rápida y más segura que nunca. Además, ahora tenemos a nuestra disposición productos farmacológicos que sustituyen las hormonas que las mujeres están programadas a liberar mientras dan a luz (Odent, 2009, p.5),

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Hoy en día el número de mujeres que dependen de sus propias hormonas para parir el bebé y expulsar la placenta se ha reducido hasta ser mínimo. En un punto tan decisivo en la historia del ser humano, cualquier persona que se interese por el futuro de nuestra especie debería enfocarse en una sola pregunta: “¿Hasta cuándo la raza humana podrá sobrevivir sin el amor?” (2009, p.5).

Tejamos conocimientos y valores para un parto con amor Comadrona, con-matrona, cum-matrem. No es difícil imaginarse el origen de la palabra comadrona; ésta es la mujer que está con la mujer parturienta, con la matrona (correlativo de patrón), durante el parto. La comadrona la acompaña y teje, silenciosamente. El tejer se considera el símbolo de una fase nueva y vital en la historia del nacimiento y de la partería (Odent, 2011). La técnica tradicionalmente femenina y artesanal de tejer, una tarea repetitiva, hecha silenciosamente, ayuda a bajar niveles de estrés, o por decirlo de una manera más química, de adrenalina. Una mujer en trabajo de parto necesita poder emitir desde el cerebro ciertas hormonas, manteniendo niveles bajos de adrenalina, y al mismo tiempo tener una reducción en la actividad de la neocorteza cerebral. Esto sugiere que el mejor papel de una partera o comadrona sería el de protectora. El sentirse vigilada, o el ser acompañada por una persona con niveles altos de adrenalina, por lo que los niveles altos de adrenalina son contagiosos, perturba el parto. El trabajo de la partera auténtica del futuro será proteger a la mujer parturienta,


mantener sus propios niveles de adrenalina bajos, y guardar silencio. El tejer, además de ser una actividad tradicionalmente femenina, podría representar la tarea más adecuada para esta partera (Odent, 2011). La institución médica, en su esfuerzo por mejorar las condiciones del parto en términos de mortalidad materna y perinatal, en algún momento dejó de lado el resto de la humanidad, las personas de la madre y del bebé. Además se les quitó a las mujeres cierta autosuficiencia en términos del parto, y con el tiempo, la sabiduría sobre este proceso. Ina May Gaskin, partera a quien llaman “la madre de la partería auténtica”, reconoce el problema que significa perder la tradición: Si se acaba con las parteras también se acaba con un cúmulo de conocimiento compartido por mujeres, el cual no puede ser reunido por un grupo de cirujanos u obstetras hombres, porque fisiológicamente el parto no ocurre de la misma manera alrededor de cirujanos, doctores entrenados médicamente, que alrededor de mujeres comprensivas (Pascali-Bonaro, 2009).

Sin embargo, con las entrevistas que hice y las conversaciones diarias que tuve, caí en la cuenta de que en Colombia el conocimiento ancestral y la conciencia femenina siguen vivos en algunas (o muchas) mentes y experiencias. Estos elementos los tenemos que agarrar, tomar, escribir, grabar, para hacer de ellos una continuación. Todavía existen mujeres en Colombia que poseen parte de este conocimiento femenino ancestral. Hay parteras y mujeres ancianas, quienes tienen la experiencia de haber presenciado partos hechos en ese estilo antiguo. Además tenemos un tipo de neoconciencia de las mujeres jóvenes de hoy en día, que quieren volver a sus raíces, quieren aprender de las parteras, las indígenas, las mujeres que desean compartir con ellas el conocimiento ecológico que tienen sobre el cuerpo femenino, que es acompañado por el conocimiento corporal, de nuestra capacidad

de poner atención a las “chispitas” que vemos en el momento de la concepción, de las intuiciones que nos guían sobre nuestros cuerpos y los de nuestros hijos. Es imposible tener una visión completa del parto en Colombia con un solo mes, o hasta con un año, o cinco años de investigación o de experiencia. Sin embargo, comienzo a sentir las indicaciones del cambio que se está dando en el parto. Artemisa– Asociación de Parteras Urbanas es la primera escuela de partería informal de Bogotá y se fundó en el 2008. Artemisa se autonombra “una comunidad de aprendizaje, de estudio y de servicio de partería ‘desde una forma más femenina de hacer las cosas”. Su visión es “trabaja[r] en pro del parto humanizado, los derechos de la mujer, la familia y el nacimiento, por aportar, proteger y difundir las buenas prácticas en los procesos de acompañamiento a la salud sexual, gestación, el nacimiento, los cuidados del posparto, la crianza y por promover las medicinas de mujer”. Este grupo se ha conformado a partir de otros grupos que llevan un cuarto de siglo de experiencia: ASOPARUPA y Procrear. ASOPARUPA, la Asociación de Parteras Unidas del Pacífico, un grupo de cerca de 250 parteras tradicionales colombianas, acaba de celebrar sus 24 años de fundación. Rosmilda Quiñones es líder de este grupo, el cual invita a parteras de diferentes países latinoamericanos a compartir su conocimiento en Fundación Casa Holística Madre Luna. Por otra parte, el ginecólogo obstetra Mauricio Espinosa ha estado trabajando en Procrear durante 23 años. Su página web promueve la idea del “nacimiento amable” y de “recuperar la confianza en el proceso de la procreación”. Esto lo hace Mauricio poniendo cuidadosamente a las mujeres, las madres, en primer lugar. Aunque no lo anuncie en su página web, en las sesiones de educación, su meta es ceder la palabra a las madres, las ‘maestras’, como él las llama. Invita a las madres, sus parejas y sus hijos a que eduquen a las

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mujeres embarazadas y a sus parejas sobre el embarazo, el parto, la lactancia, y sobre todo, las posibilidades de integrar el amor muy completamente en esta etapa de la vida. Las mujeres de Artemisa critican las clínicas y los hospitales; dicen que “son ambientes de jerarquías, egos y agresiones y los que en últimas reciben todo esto son los pacientes” (Gutiérrez, 2012). Ellas piensan cambiar el mundo; afirman “lo más importante es recibir a los nuevos seres de una manera amorosa y cálida, para así empezar a cambiar el mundo desde la raíz” (2012). También existen iniciativas que están ganando fuerza en diferentes partes del país, como la Fundación Camino Claro en Floridablanca y el grupo de Crianza Afectiva en Medellín, las cuales buscan hacer un cambio y promueven el parto humanizado. Éstas son “las hijas del tiempo y de la tradición”, nuestras “parteras postmodernas”, como las llama la investigadora feminista del parto y de la partería, Robbie Davis-Floyd las nombra “postmodernas” porque pasan más allá de la orientación hacia el “progreso”, la cual en términos de la salud se refiere a la tecnologización del parto. El concepto de la partera postmoderna…[forma] un puente entre las definiciones de parteras tradicionales y parteras profesionales quienes comparten las mismas características, incluyendo el humanismo, un sentido de autonomía, un nivel alto de compromiso político y más especialmente, relativismo informado (DavisFloyd, 2011 pár. 12).

Conclusión Hoy en día, para que una mujer en Colombia tenga un parto humanizado y seguro a la vez, se necesita no sólo mucho dinero sino también vínculos con las personas que están dispuestas a prestar tales servicios. Esta situación existe a la inversa de cómo debería: la atención partera es mundialmente menos costosa que la atención médica, y hay mujeres en muchas partes del país quienes quisieran prestar servicios para partos humanizados. Humanizar el

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parto en Colombia significaría capacitar a parteras y satisfacer las necesidades de la mujer parturienta, las cuales consisten principalmente en bajar al mínimo las intervenciones externas, darle las condiciones para que se sienta segura, y “dejar que la mujer sea la dueña de su parto” (Gálvez, 2011). Requerimos en Colombia un cambio sistemático, hecho desde una visión del país del método ‘madre canguro’; el país de la diosa Muisca de la fertilidad, Bachué; el país de los valores de confianza y calor humano. Un cambio creado desde el amor y lo autóctono, para un parto seguro, humanizado y colombiano. Entrelazar los sistemas de conocimiento para crear una realidad a la que queremos apuntar, para incorporar maneras viejas y nuevas de entender el mundo, la posibilidad de un parto seguro en sentido emocional y físico. Necesitamos parteras educadas desde una visión basada en la investigación seria, y también en una espiritualidad ecológicamente colombiana, incluyendo valores indígenas, afrocolombianas, y de nuestra espiritualidad, parteras que saben que la modernización no lo es todo, que las mujeres y sus hijos, como personas que son, deben formar el centro de la re-creación, la creación de un nuevo mundo. Tejamos conocimientos, prácticas y valores; conocimientos de médicos, de la ciencia, de las parteras y de las mujeres; valores de parteras, de mujeres y de familias; y la espiritualidad necesaria, que vendrá especialmente de las parteras y de la tradición. Necesitamos tejer para formar parteras humanísticas, que puedan utilizar la ciencia junta con la intuición y el amor. Con la diosa Bachué, con las parteras de Artemisa, con la educada cesión de poder de los médicos de Procrear, con una partera acompañante, tejamos un nuevo parto para Colombia. Tejamos un nacimiento, un dar a luz con amor, con respeto, con el reconocimiento de los valores que queremos para nuestra Colombia.


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María Eugenia Martínez Giraldo

Trabajadora Social. Profesora jubilada Universidad Nacional de Colombia Integrante Grupo Mujer y Sociedad.

Reinventar rituales de paso en torno al nacimiento, el amor y la muerte Quiero realizar algunas consideraciones sobre los rituales en general y narrar unos ejemplos que permiten vislumbrar cambios en los ritos de paso, tales como el nacimiento, la conformación de un nuevo hogar y la despedida de los seres queridos que mueren. Seguramente, muchas de nosotras, que vivimos intensamente los convulsionados años 70 nos rebelemos ante los ritos y pensemos como la bailarina Isadora Duncan: “Yo me oponía al matrimonio con toda la fuerza inteligente de mi ser. Creía y sigo creyendo, que era una absurda institución de esclavitud que conducía sin remedio al proceso de divorcio y a una vulgar situación legal… No soy partidaria del código moderno del matrimonio, y creo que la idea moderna de los funerales es tan fea y tan espantosa que llega a un grado de barbarismo. Como yo había tenido el valor de rechazar el matrimonio y de negarme a que fueran bautizados mis hijos, me negué también a que una vez muertos, se les hiciera objeto de esa mascarada que se llama entierro cristiano… Llegará un día en que la inteligencia del mundo se subleve contra estos ritos horribles de la Iglesia, para crear alguna ceremonia final de belleza, en homenaje a los muertos… ¿Cuánto tendremos que esperar para que la inteligencia prevalezca entre nosotros, en la Vida, en el Amor y en la Muerte?”. (Mi Vida, 2006:294-295).

La crítica y la repulsa a los ritos no son gratuitas. Recordemos que antes de 1991, con la vigencia del Concordato y la ausencia de libertad de cultos, en Colombia, la Iglesia Católica era la única encargada de prestar los servicios para los bautizos, los matrimonios y los funerales. Los rituales católicos, a los que asistimos sin chistar, implican admitir la culpa del pecado original y por ende a vivir en temor e inhibición; entregar el espíritu al capricho del todo poderoso, enajenándose a sí misma, y perder toda autonomía; aceptar el mandato de que casarse trae consigo la negación de la individualidad, y admitir que no existe una propia interpretación de los acontecimientos que nos suceden a lo largo del ciclo vital. Estos rituales nos enseñan a amar de una determinada manera, a cumplir estrictamente con la monogamia y roles familiares preestablecidos a costa de la condena eterna y el repudio social, a creer ciegamente en una serie de misterios confusos en torno al más allá, difícilmente comprensibles para la inteligencia humana e incuestionables, por venir de la palabra divina. ¿Y qué decir de la disposición física de los feligreses mirando únicamente hacia el altar para escuchar con obediencia la palabra del sacerdote? Adicionalmente, algunas ceremonias eclesiásticas van acompañadas de iconografías y símbolos elaborados durante siglos en el seno del arte religioso: las En otras palabras… no. 20 / Crónicas | 165


esculturas, las pinturas, los vitrales en los templos y la música que invita a seducirnos y sublimarnos ante la palabra revelada. Hay un elemento relevante en relación a los rituales que marcan las etapas del ciclo vital: estos se enmarcan en relaciones de dominación. Fernando Urbina en nuestra revista No. 6 precisa: “En la ritualística se entrevén justificaciones por las cuales la mujer ha de estar un tanto al margen. Tiene que ver esta marginalidad con el peligro que representa la mujer, por cuanto ella es tenida como la esencia misma de la vida, lo que la hace vecina de las poderosas fuerzas del origen…- el exceso de la fuerza cósmica de la mujer da lugar a justificar la acción violenta del macho que detenta de hecho el poder, justificándolo y apuntándolo en el propio ritual…”. Y agrega un elemento más: “En mis frecuentes y largas temporadas de investigación… he podido constatar que el tiempo de trabajo efectivo de la mujer es mayor que el del hombre, quien se justifica habitualmente alegando su dedicación al ritual… Esta exclusión equivale, en principio, a no poder detentar con entera propiedad la Palabra, es decir, ser receptora y trasmisora de los mitos; y si el Saber-Poder por excelencia reside en éstos y en la práctica ritual, se estará de hecho en la periferia del Poder; esto equivale a ser menos… Por cierto, algo similar ocurre en el catolicismo con la imposibilidad de acceso de la mujer al sacerdocio”. Por otro lado, es posible que consideremos que son temas propios de las culturas exóticas y primitivas y poco tienen que ver con las sociedades urbanas y modernas, orientadas por los conocimientos científicos y los avances tecnológicos. Pero no existe sociedad primitiva, antigua o moderna que se escape a los rituales; estos son universales. Igualmente, son costumbres ancestrales que obedecen a prácticas sociales arraigadas y no siempre están ligados a las religiones, tienen implicaciones con sucesos familiares, políticos, culturales y económicos, y muchos son de origen pagano.

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En las sociedades modernas existe la posibilidad de los registros civiles de los nacimientos, las uniones y las defunciones que reafirman el momento a través de un medio formalizado por el Estado. Tras estos registros subyace la concepción de que la población hay que censarla ya sea para controlarla o para organizar servicios básicos colectivos. Es así como los ritos son polisémicos y dinámicos. Además, en cada rito se puede apreciar la ambivalencia entre el cambio y la tradición y éstos no operan espontáneamente, son organizados intencionalmente por seres humanos e instituciones. Por tanto se convierten en una oportunidad para meditar, imaginar, reordenar, compartir y conmemorar. Antes de negarlos, vale la pena hacer algunas consideraciones acerca de los rituales, ya que son más complejos y profundos de lo que creemos. Los ritos persisten en las sociedades a lo largo de la historia porque los seres humanos tenemos la necesidad de la simbolización. Esta se refiere a la asignación de valores y a la reafirmación o reinvención de ideales y utopías que deseamos expresar y comunicar en sociedad. Además conllevan un conjunto de emociones y recuerdos que igualmente deseamos compartir con los seres más allegados en momentos cruciales de la vida. Igualmente, los rituales continúan y lejos de desaparecer están pasando por procesos de fusión cultural y modernización. Una breve conceptualización mostrará la importancia de los ritos en la vida social. Según Martine Segalen: “El ritual es creador de sentido: ordena el desorden, da sentido a lo accidental y a lo incomprensible; da a los actores medios para dominar el mal, el tiempo, las relaciones sociales… Los rituales deben considerarse como conductas individuales o colectivas relativamente codificadas, con un soporte corporal (verbal, gestual, de postura), de carácter repetitivo con fuerte carga simbólica para los actores y testigos. Estas conductas se basan en una adhesión mental, de las que el autor no siempre tiene conciencia… A través


de su dimensión simbólica, el rito es un lenguaje eficaz en la medida que actúa sobre la realidad social… y conlleva una especie de trascendencia.”(Ritos y Rituales Contemporáneos, 2005:31). Vale la pena reiterar sobre la etimología del rito, por un lado, significa “orden establecido u ordenanza”; por otra parte evoca “vínculo o unión”, lo que “lleva el análisis hacia el orden del cosmos, el orden de las relaciones entre los dioses y los hombres, el orden de los hombres entre sí”. Y el “precepto de las relaciones entre hombres y mujeres”. Los ritos de paso se realizan tanto en el plano individual como en el social, hasta el punto que se han establecido fechas exclusivas en calendarios de diferentes culturas. Nos reunimos para celebrar cuando viene al mundo un nuevo ser y lo queremos presentar a nuestros allegados, cuando dos personas deciden compartir sus vidas, cuando algún ser querido muere. Anualmente es casi imprescindible festejar la navidad y la semana santa para recordar el nacimiento y la muerte de Jesucristo. Como complemento a los ritos establecidos por la iglesia o por el Estado, hoy en día encontramos empresas de negocios dedicadas a ofrecer eventos o espectáculos de consumo para las celebraciones familiares y sociales, especialmente, de la clase media. Vemos también revistas especializadas en orientar cómo organizar la fiesta para la boda o el bautizo. Nos imponen cómo debemos vestir, hasta el color de la reunión, qué regalar, cómo adornar los espacios, qué juegos realizar, en fin, nos invitan a comprar un sinnúmero de objetos, como signo de bonanza. Muchas de estas fiestas conjugan costumbres de las monarquías europeas y de las élites que las empresas las sugieren a modo de imitación, como sinónimo de prestigio. Otras reproducen carnavales locales para reforzar la identidad. Y ni qué decir de la propaganda en Navidad con la instigación constante a volvernos compulsivos en la compra de objetos para decirle a alguien que lo queremos y recordamos. Se han convertido en las fiestas de la competencia del

que más tiene qué mostrar. Y por supuesto el significado y el trasfondo han pasado a segundo plano. En muchas ocasiones se convierten en ceremonias inconsistentes entre la palabra y la vida cotidiana. Por ejemplo, la pareja contrae matrimonio católico sin tener en cuenta los preceptos religiosos, han convivido antes libremente, se prometen amor eterno y al poco tiempo viene la separación. O en el registro civil se comprometen a respetarse bajo la concepción de los derechos humanos y posteriormente la violencia intrafamiliar no tarda en manifestarse. En contraste con los rituales católicos y los modernos espectáculos de consumo, algunos ejemplos mostrarán prácticas reinventadas a las cuales he tenido la oportunidad de asistir por invitación de amigas o allegados y/o de organizar recientemente, en el seno de mi gran familia. También, he tenido la oportunidad de observarlos en mi experiencia como trabajadora social.

El nacimiento: Hace unos cinco años me invitaron a la presentación de un bebé a los familiares y a los amigos más cercanos. Entre las palabras que escuché, el padre agradecía a la criatura el haber escogido ese hogar para empezar a habitar en este mundo. También agradecía a la madre el haberle obsequiado con tan tierna compañía y a su vez le reconocía el esfuerzo y la renuncia que había tenido que hacer durante el embarazo, el parto y la lactancia. Me sorprendió que desde el primer momento, los padres reconocían la autoría de su propia vida a ese nuevo ser y celebraban la llegada a su hogar. El niño era proclamado ante la sociedad sin ningún compromiso posterior relacionado a convicciones o creencias, se le dejaba en libertad para pensar, reflexionar y decidir a lo largo de su vida, cuando él lo considerara pertinente. En el momento del registro civil se invocaron los derechos de la infancia, principalmente el derecho

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a llevar un nombre para su identificación personal y el derecho a tener una nacionalidad, es decir, a tener un lugar de referencia donde ocurrió su nacimiento. La reunión se realizaba en el jardín y las mesas adornadas con flores y mariposas, llenas de colorido, estaban dispuestas para poder transitar y sobre todo para conversar y compartir. Lejos estaba la ceremonia de expulsar el pecado original del recién nacido, purificar su alma del demonio e inscribirlo para siempre en la gloria de dios. Recordemos que los bautizos cristianos pretenden la purificación y la eliminación de las impurezas procedentes del parto. Significan el paso de la naturaleza, que procede del útero de la madre a la cultura, es decir, a la inscripción en la sociedad cristiana.

La Navidad: En mi familia acostumbramos a reunirnos todas las navidades. Generalmente, las mujeres convocamos para organizar la celebración y la juventud empieza a preguntar desde el mes de noviembre sobre la ocurrencia para el evento del año. En una reunión de preparación nos cuestionamos sobre la razón de la celebración navideña. La respuesta de cada una no se dejó esperar: nos gusta reunirnos porque tenemos gratos recuerdos de la infancia, los regalos que recibíamos eran fantásticos, los juegos que realizábamos nos llenaban de alegría y sobretodo porque todavía nos queremos y nos agrada expresar los afectos mutuos. Simplemente, no queremos perder el entusiasmo y el regocijo que nos suscitan los encuentros. Cuando éramos pequeñas nos llevaban a la misa de gallo, allí se predicaba el nacimiento del niño dios y especialmente la concepción de la virgen María, sin pecado, gracias al espíritu santo. Y esta idea quedaba zumbando en nuestras mentes como el ideal de la maternidad. Esa asistencia a la iglesia, en hora buena, se ha ido perdiendo.

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En algunas navidades no asistían algunos miembros de la familia, pues sufrían vetos, ya fuera porque se habían divorciado, por vivir en unión libre o por el nacimiento de un bebé fuera del matrimonio, o por cualquier otro motivo que transgrediera la tradición religiosa. Esa limitación también se ha ido desdibujando. Desde hace más de una década eliminamos las sanciones por las libres decisiones que cada quien toma acerca de su vida íntima, tranquilamente, hemos aprendido a compartir en la pluralidad y la diversidad de opciones vitales. Con el transcurrir del tiempo algunas nos cuestionamos sobre el motivo recóndito de la reunión navideña y propusimos celebrar el nacimiento de la diosa. Pero la idea no prosperó porque casi nadie conocía esa historia y además levantaba sospecha ya que parecía de orientación radicalmente feminista. Entonces resolvimos organizar la Navidad como una fiesta a la VIDA, toda vez que, la teoría de la evolución sí era conocida por la mayoría y lograba consenso. Queriendo expresar nuestra palabra e impregnar de significado la reunión, concebimos y escribimos a diez manos una comedia titulada: “El principio del principio”. Dedicamos varios días a confeccionar el vestuario para cada uno de los actores y actrices, escogidas entre los familiares sin distingo de edad o género. Los disfraces hacían relación a los diferentes elementos de la naturaleza y a las diferentes especies, incluyendo a la humana, que fueron surgiendo en el proceso evolutivo de la vida. Cada quien, con su vestimenta, desplegaba su habilidad histriónica para actuar al ritmo del guión. Es así como uno de los actores que representaba a un mamo terminó animando e invitando a todos a venerar a Pachamama y terminamos exclamando en coro: viva Pachamama, Pachamama. Así, en plena conmemoración del nacimiento del niño dios, invocamos al unísono a la madre tierra. Como las celebraciones se mueven entre la tradición y el cambio, no falta la prima que reza la novena del


niño dios e insiste sobre el “benignísimo dios de infinita caridad”. Todos respetan y esperan el momento de los villancicos. Entonces viene la explosión del canto: Noche de Paz, Noche de Amor, en varios idiomas, porque han llegado familiares desde los lugares más recónditos del planeta. En cuanto a los regalos inventamos algo diferente cada año, bajo el precepto de no acudir al comercio. Algunas de las ideas vienen de iniciativas de otras familias y las copiamos. Por ejemplo, proponemos que cada una de las personas seleccione un libro que le haya gustado y proponga regalárselo a otra porque quiere sugerirle su lectura. En el momento de la repartición cada una se para y expresa las razones de su escogencia tanto del libro como la de la persona. Y eso convierte la reunión en toda una expresión de calambures, donde predomina la algarabía y el buen humor. En otra ocasión propusimos escoger un objeto personal o casero que cada quien quisiera regalar, y, con todos los obsequios armamos una tienda de cachivaches, donde se podía ir a intercambiar y practicar el trueque. En esa ocasión jugamos a las negociaciones de recuerdos, desprendimientos, deseos y necesidades. La risa y la alegría predominan.

Ritual de unión de la pareja: La ceremonia es precedida por María de la Luz Giraldo, Dharmamurti (nombre espiritual), antropóloga de formación e innovadora de ceremonias, quien goza de reconocimiento en el seno familiar por su dedicación a la búsqueda del crecimiento espiritual. Los invitados se sientan alrededor de un círculo budista. El círculo es el símbolo de la rueda, el año, el sol, los planetas, la tierra y el universo. Es el espacio común de la unión de las auras de los enamorados. En los puntos cardinales se colocan símbolos referentes a los cuatro elementos vitales: el agua (una fuente), la tierra (una matera con flores y frutos), el fuego (una vela encendida) y el aire (capullos de

mariposas que saldrán a volar), práctica tomada de la cultura maya. A lo largo del rito se da la palabra a varios de los asistentes. Al fondo se escucha la Canción de la Alegría. Ella inicia diciendo: “Abramos nuestras mentes y nuestros corazones, conectemos vitalmente con nuestro ser para poner todo nuestro entusiasmo y transmitirle a la pareja y a sus familiares nuestro sentimiento de bienvenida y cariño. Vamos a invocar a cada elemento para que consagren su amor y su hogar y que todos nosotros podamos gozar de una vida sana, alegre, estable y llena de prosperidad.”

A continuación las madres de los novios les dan la bienvenida. La madre del novio escogió este poema: Les Deseamos Tiempo “Les deseamos tiempo. No les deseamos todos los dones, sólo les deseamos lo que la mayoría no tiene, les deseamos tiempo para alegrarse y para reír, y si lo usan podrán hacer algo de él. Les deseamos tiempo para su hacer y su pensar, no sólo para ustedes mismos, para poder estar contentos. Deseamos que les sobre un poco, un tiempo para sorprenderse y para confiar, en vez de andar mirando el reloj. Les deseamos tiempo para pescar estrellas, tiempo para crecer, es decir, para madurar. Les deseamos tiempo para nuevas esperanzas, para amar. Ese no es tiempo que tenga sentido desplazar. Les deseamos tiempo para encontrarse a sí mismos, en cada día, en cada hora sentir felicidad. También les deseamos tiempo para perdonar la culpa. Les deseamos tiempo para vivir.”

Mientras la madre de la novia, con una tea en la mano, leyó: “Hija, he querido entregarte hoy esta llama porque es el símbolo del deseo, sin el cual no habrías existido aquí y ahora. Y así llegaste tú a este mundo, como el gran big-bang, como la gran explosión a irrumpir en nuestras vidas, en la de tu padre y en la mía. El rojo encendido significa la sangre, generadora de vida, capaz de darle continuidad al amor. Y yo estoy segura que

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tú le darás la trascendencia con tus estilos de vida, tu manera de relacionarte, tu buen humor, tu ánimo por conocer y conquistar el mundo. Por tu forma de amar transformando el romanticismo, incluyendo el eros, la amistad, la solidaridad y la ternura. ¿Qué le puede decir una madre a una hija en este ágape? Que el amor es una opción de ser y estar con otro, teniendo muy presente el ser para sí. Si meditamos frente a la llama encendida podemos apreciar un rojo intenso en el centro, luego fluye un arco iris y después se rodea de otro rojo protector. Simplemente, no puedes renunciar a ese centro, fluye y da calor y luz. El centro es tu propia esencia y el contorno contribuye a construir los proyectos de vida con otros, con quien has elegido y con los que si quieren, vendrán en camino. La llama también me ha dicho que la relación amorosa es una relación de poder, de poder entre dos, quienes realizan sus derechos de asociación y autorrealización. Que ambos pueden seguirle la pista a sus propios talentos, y eso es posible si nos proponemos hacerlo con la vida en pareja. El amor ante todo se siente, pero también se piensa, no es sólo enamoramiento, nos da la opción de construir y reinventar la convivencia, lograr la conjunción de valores e intereses.”

La ceremonia continuó con la presentación de los contrayentes, narrando cómo se conocieron y enamoraron. El novio dijo: “Para mi mujer. Cuando te vi por primera vez, supe que eras una mujer especial. Cuando nuestros caminos se cruzaron, empezó nuestra amistad especial. Al casarnos dijimos que sí para construir un matrimonio especial. Ayer, vi por primera vez a nuestro bebé en tu vientre, fue un momento especial. Gracias por hacer de mí un ser humano especial. Te amo… especialmente.”

La novia expresó: “Buscando poemas no encontraba las palabras justas, las que se ajustan, sino más bien las que se desajustan. Tal vez no soy tan romántica, entonces los poemas me parecían promesas exageradas y yo no quiero

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prometerte nada que los otros prometan o cosas que no pueda cumplir, me parecían anhelos, encuentros y desencuentros, soledades de otros, pero no los míos. No soy tan dulce, entonces los poemas se me antojan empalagosos. No somos la pareja ideal, entonces los poemas me parecían desatinados. Entonces, amor mío, decidí escribirte lo mío, mi propio poema, que como no soy poetisa, emprendí la labor de redactar unas palabras y de contarle a nuestros seres queridos la aparatosa historia de nuestro amor. Lo que es más digno de contar es que me gustó tu mirada transparente, tu sonrisa amable, tus brazos bien armados, tu camiseta apretada que mostraba todos los músculos de un atleta. También resulta digno contar que durante la noche nos sumergimos en el mar… ¿del amor? Y que fue allí, en una inmersión nocturna, en las aguas de Mediterráneo, este chico tan tímido, con la disculpa de ver un camarón me cogió de la mano, me la apretó y luego como hombre protector, en unas aguas peligrosas, me estrechó entre sus brazos. Siempre estuve dudosa de que ese fuera el amor de mi vida, siempre dudé de que fuera real, hasta que el tiempo me lo fue demostrando; por eso no encontraba una poesía, que me hablara del amor paulatino, no del repentino. Del amor que se crea en la lealtad, de la compañía, de la amistad, y de la paciencia, no de la impaciencia, de la locura y de la soledad. Hoy, ante todos, sí que quiero decirte lo inmensamente feliz que me haces y la gratitud que tengo por tu paciencia y por haber perseverado en un amor que sí merecía la pena. Que lo estoy viviendo plenamente, y que yo, que parezco insaciable y difícil de llenar, no necesito nada más, y que cada día que estoy a tu lado me pica la cosquilla de la cursilería de decir que eres el hombre de mi vida. He aprendido muchas cosas de ti, y creo que eres grande, no sólo por tu equilibrio, tu nobleza, tu bondad, tu generosidad, tu inteligencia, tu masculinidad y tus muchas cualidades, y, entre otras cosas, que cuando te pregunto que cómo me soportas, dices que no es cosa de aguante, sino de placer, que disfrutas estando conmigo, aunque sea insoportable, tenga mal genio, me burle de todo o te despierte en la noche para que me hables porque me aburro. La cosa más importante que he aprendido de ti, es el amor desinteresado, ilimitado y abierto que yo, creía inexistente. Gracias porque me has enseñado que existe”.

El ritual culmina con la manta de la unión. La maestra de ceremonias cubre a los novios con la manta.


Con ello se quiere recordar la cultura muisca, en la que el novio dejaba una manta, en la puerta del bohío de su novia, la víspera por la noche para confirmar la decisión de casarse. Esta simboliza la unión, el compartir, el cobijarse, el delicioso arrunche en las madrugadas sabaneras, o en las noches invernales y friolentas.

la persona en las diferentes etapas de la vida, y si es posible armar su árbol genealógico; pensar en su legado y hallar el objeto que simboliza cada una de sus cualidades que se convertirán en herencias; solicitar a una amiga o amigo afín que escriba la semblanza; seleccionar la música apropiada, que contribuya a exaltar el ánimo.

Ceremonia del adiós:

Nuevamente se forma un círculo con los asistentes, en el centro se pueden instalar los retratos y los símbolos. Para uno de los casos, se escogieron las cualidades más reconocidas por los miembros de la familia cercana: una lupa y un libro para rescatar su curiosidad y sabiduría; una gualdrapa y un vaso con agua para destacar su sencillez y austeridad; un canasto con una vela en el centro rodeado de flores para representar su generosidad, jovialidad y hospitalidad. La maestra de ceremonia hizo la siguiente introducción:

En contadas ocasiones he compartido con amigas y familiares mayores la preparación de la ceremonia del adiós, cuando un diagnóstico médico dictamina una enfermedad terminal y se cuenta con tiempo prudente para ello. Es el momento del acompañamiento y de la elaboración del desapego, previo al deceso. Así, se puede acudir a las diversas versiones sobre el más allá, leer, soñar y meditar para prepararse a dar ese paso único, misterioso e inevitable que jamás humano alguno ha podido vencer. Es posible acompañar mientras se viva. Sin embargo, en el paso decisivo, la soledad prevalece, es un acto enteramente personal. Una de mis mejores compañeras tuvo el privilegio de preparar su sepelio durante año y medio. Nos solicitó que escribiésemos sobre ella, las experiencias compartidas, los ideales alcanzados, las utopías. Su hermana recogió los recuerdos de arduas horas de trabajo. Durante un año pidió, imploró, urdió, exhortó, reclamó, protestó, reprochó, perdonó y nunca sabremos, si finalmente, la aceptó. Uno de sus deseos era que, en el funeral, se danzara, recitara, y se le diera una serenata. Los que nos quedamos, aquí en la tierra, por un rato más, tuvimos la oportunidad de elaborar el proceso de duelo. Centrándonos en el ritual, este requiere de algunos preparativos y dedicación por parte de los que sienten la partida de un ser querido. Es preciso rescatar nuestros tiempos para pensar y expresar nuestra palabra. Se necesita conseguir fotos para visualizar a

“Nos hemos reunido porque deseamos hacer un homenaje a nuestro hermano, amigo, primo, tío y congregarnos en torno a su memoria. También, para solemnizar la despedida, manifestarle nuestro cariño y nuestra admiración. Esta ceremonia es, igualmente, para recordarlo entre todos y conscientemente, tomar de él lo que valoramos de su vida y de su forma de ser. Es, entonces, un momento especial, cargado de significado y cariño para todos nosotros. Cuando alguien nos enseña de la manera en que él lo hizo le da a su existencia un carácter de eternidad, con su ejemplo generación tras generación, alguno de nosotros contará y asumirá ese legado. Cuenten conmigo para contarle a ésta familia que sigue creciendo sobre este maravilloso hombre. Para continuar recordándolo deseamos resaltar tres grandes y lindas características o virtudes humanas. Al invocarlas todos juntos, en grupo y solemnemente, esas energías comenzarán a concretarse y a manifestarse de manera más real en nuestras vidas, en la vida de todos los aquí presentes. Si al morir una persona querida, pensamos en lo que nos ha quedado, el dolor no se convierte en dolor permanente, sino en una fuente de fortunas. Somos como semillas que al fallecer, germinamos en el corazón de los que quedan vivos, en las hijas y en los hijos de sus

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hijas. Cuando morimos liberamos el potencial de la semilla. En el ser somos totales, somos corriente de consciencia conectada en el tiempo a la eternidad y en el espacio al infinito, somos Unidad”.

Ya para terminar quisiera contar lo que aprendí de una mujer, isleña de Providencia. Me hospedé en su cabaña nativa y al volver de dar la vuelta a la isla le comenté mi admiración por la belleza de cementerio que tenían, a mí me parecía un jardín. Y ella me respondió: “Yo prefiero enterrar a los míos aquí detrás en el solar, así puedo conversar más fácil con ellos a través de la ventana cuando estoy cocinando el rondón.”

Por los rodeos expuestos y las experiencias narradas, creo que es preciso sospechar, repensar y proponer otros aires de rituales para poder expresar nuestros pensamientos y compartir nuestros sentimientos,

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fruto de la introspección y del milagro de la imaginación. La renovación de algunos rituales parte de cuestionar y criticar algo para proponer una forma diferente de pensar, significar, orientar y conmemorar. La reinvención no necesariamente es un acto original, es un proceso de desarticular lo existente y retomar o fusionar prácticas de otras culturas, pasadas o presentes, para dar espacio, en el plano individual al desarrollo interior, y, en el ámbito social a la complejidad y la diversidad. ¿No será más conveniente pensar en las conductas y reelaborarlas para compartir nuestras tristezas y alegrías, para exponer y divulgar nuestro arte, para disfrutar otras estéticas y transmitir deleite en momentos cruciales de la vida? Septiembre de 2012


Remembranzas


Piedad Morales: celebramos su vida y su memoria

(1956 – 2012)

Niña migradora en crepúsculos PIEDAD MORALES Abril 26 de 2010 Querida Pía, celebramos tu vida y tu memoria con tus propias palabras. Con ellas aprendimos que reinventar el mundo es posible. Este escrito autobiográfico que presentaste el miércoles cinco de mayo de dos mil diez, en la Tertulia del Ángel, allá en la Casa de la Cultura Cerro del Ángel del municipio de Bello, en tu querida Antioquia. Hemos hecho propias las palabras de Andrea Juliana Correa González y le decimos gracias por habernos enviado este texto. Unimos nuestras voces a todas las de quienes han compartido tu saber, tu creatividad y tu autonomía y las difunden por diversos medios.1

1

Esta tentación de empezar mi historia de vida de la mano de la madre. No es sólo el sacudimiento general que causa el remover la memoria en sus hondonadas y remansos, con sus tormentas y fisuras; es que ella siempre ha estado enseñándome la esperanza.

(Nota editorial)

Llegué de Puerto Berrío a Medellín siendo niña –tenía siete años–, me costó mucho adaptarme a vivir sin el cariño y la presencia de mi padre, de la abuela, de las tardes en su casa comiendo plátano maduro asado y horrorizada con los lagartos que retozaban en la pared del patio. El tocador de la tía lleno de frasquitos y pájaros de porcelana alrededor del cual aprendí a tejer complicidades mujeriles.

Invitamos a consultar de manera especial el homenaje que la Corporación Vamos Mujer le rinde a través de: http://www.vamosmujer.org.co/ site/index.php/herramientas/banco-de-noticias/282-a-nuestra-amigapiedad-morales

En esta ciudad, al poco tiempo de establecerme con mi madre en un inquilinato por la “Curva del Bosque”, el depredador, el abusador sexual, entró devastando inocencia, cuerpo, sexualidad en la vida de la niña. Nada pudo vaciar el cántaro de la risa y la alegría; cuando fui rescatada por una amiguita, por

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la madre, por la vida, seguí floreciendo. La rebeldía me acompañó desde muy temprano e inicié la militancia política a los quince años; el partido fue mi segunda familia, allí llené de argumentos “políticos” mi rabia. Me convertí en trabajadora, hija, hermana y madre responsable, incansable. Enfermera primero trece años en el Hospital Mental y luego seis años en el Hospital Marco Fidel Suárez de Bello, municipio en el que viví veinticinco años. Allí crecieron mis hijos y mi hija, enterré a mi hermano ejecutado por la policía, allí lloré al Amado León Zuleta y Ruiz. Por calles y extra-muros bellanitas, vaga-mundos arrastré el costal de extravíos, soledades y augurios durante los últimos años del siglo XX y comienzos del XXI.

La poesía llegó a mantenerme despierta, a insistir en la necesidad de sanar nombrando, a mostrarme las hendijas por donde se filtra la esperanza cotidianamente. Todo me hizo crisis y tomé las decisiones más importantes de mi vida, porque fueron conscientes y pensando en mí: renuncié a ser buena hija, a seguir siendo esposa, a vivir en el hogar, me separé de los hijos y la hija se fue de mi lado. Decidí no ser más enfermera y empezar a cultivar a la escritora, a la acusadora de versos, a la defensora de los derechos humanos de las mujeres, en posición pacifista y no violenta. Acompañada de mis amigas y algunos amigos, de las psicólogas y en los últimos tiempos del psicólogo, de la acupuntura, de la escritura, de la mano, el hombro y el corazón de las mujeres.

A los treintaicuatro años, en medio de uno de los muchos enamoramientos de mi vida, la mayoría platónicos, escribí los primeros versos. Ya había escrito prosa para los “boletines” sindicales y partidistas y varios discursos del 8 de marzo, escogida para escribirlos por el lenguaje que usaba, tanto en la forma como en el espíritu de unidad y hermandad entre las mujeres que les impregnaba. También tuve varios cuadernos, especies de diarios en los que me desahogaba, en los que me preguntaba por qué siendo tan alegre afuera, a veces estaba tan triste dentro, muy dentro. En el 85 me encontré con el feminismo, con los debates que este planteaba al interior del partido, con las mujeres que encarnaban los mismos y emprendí el camino hacia adentro, hacia las profundidades del dolor y del silencio.

Salí a buscar-me por las calles, en las noches llenas de estrellas y humos, muchos humos, me entregué al libre albedrío, a la lectura, a deambular sonámbula y alucinada en el día. Ya no era rebelde, ahora era insumisa, atragantada de versos y preguntas cuyas respuestas quería encontrar en los arreboles o en el rojo de las tardes de este Valle de Aburrá. Fui declarada loca socialmente -el patriarcado no entendía mis decisiones y las nombró locura, sí, estaba loca, estoy loca y seguiré loca, me niego a recobrar la cordura que me hace ver bien ante los ojos del patriarca y sus secuaces-. Me lancé al abismo y descendí a los infiernos, al llegar a la sima, torné a re-tejer mi cuerpo, a re-conocer la sensibilidad que hace temblar mis manos y mi voz, a encontrarle valor a lo escrito, a lo dicho, a lo nombrado. Mi dolor se fue haciendo causa con el dolor de las otras y los otros.

Comencé a sentir que la Piedad de la que todas y todos hablaban, esa, no era yo, y entonces ¿Quién era, qué me gustaba, dónde y con quién en realidad quería estar, cuál era mi sueño, cómo aliviaba ese dolor viejo, innombrable? acrecentado por los dolores nuevos, el barrio, la ciudad, el país, la guerra y en medio de ella las mujeres, las y los jóvenes, las niñas y los niños.

El Encuentro de Mujeres Poetas Colombianas, al que fui por primera vez en 1995 se convirtió en la escuela que me enseñó a ser oyente virtuosa de la palabra de las mujeres; me inoculó la poesía como una forma de vida, lo que escribes debe dar cuenta de lo que vives y cómo vives debe parecerse a lo que escribes. También me ha permitido escuchar,

En otras palabras… no. 20 / Remembranzas | 175


ver, conocer a muchas de las más grandes poetas colombianas: Meira Delmar, Matilde Espinosa, Aurora Arciniegas, Rubi Bermúdez, Marga López Díaz, la Mae-Maga, Agueda Pizarro la Garza Amatista, y muchas otras más que están en mi corazón para siempre. El encuentro me sabe beoda, bullosa, alocada, radical y directa. Es un espacio al que siempre invito a mis hermanas poetas porque sé los regalos sencillos y definitivos que les guarda. Voy a terminar la historia vida de la atrevida2 nombrando a seres tan importantes para ella como J. Arturo Sánchez a quien reconozco como uno de

mis maestros, junto a Clara Lía Pérez, ellos dos en el taller de la Casa de la Cultura de Copacabana me adentraron en el conocimiento de la literatura universal y me enseñaron el asombro ante las cosas sencillas y cotidianas. Los dos me dieron parte del impulso requerido en la publicación de mi primer libro. Mis amigas y algunos de mis amigos han sido definitivos en este tejer y des-tejer la vida urdiendo ahora la familia universal. La amada que llegó con cántaros de dulzura a ser solecito de invierno en jardín de otoño, en estos últimos cuatro años, cuatro meses y unos días.

2 Poemas de Piedad Morales han aparecido en revistas y periódicos locales y cuenta con la publicación de tres libros: Indicio Inquietante, 1993, autoedición; Lluvia en la Memoria, 2003, publicado con el apoyo de Metromujer, subsecretaria de la Mujer Alcaldía de Medellín; y Des-Hojada Palabra, 2006, con el cual obtuvo el Premio Nacional de Poesía Meira del Mar, 2005.

Recordando a una feminista Lucrecia Mesa Rodríguez

(1947 – 2012)

Hace unos meses nos dejó una feminista. La mañana del 22 de junio Lucrecia Mesa Rodríguez abrió la puerta del no retorno. A una feminista se le recuerda, entre otras cosas, por lo que hizo para cuestionar el patriarcado. Lucrecia nos deja un legado de trabajo constante por los derechos sexuales y reproductivos. Esta antropóloga boyacense, hizo parte de la Red Colombiana de Derechos Sexuales y Reproductivos y fundó, con otras feministas, el Centro de atención a la mujer y al infante -CAMI-, en la década del 80. En el texto de la Sentencia C-408/96 por la cual la Corte Constitucional declaró exequible la Ley Nº 248 del 29 de diciembre de 1995, por medio de la cual se aprobó la “Convención Interamericana para 176 | Las mujeres reinventamos el mundo

prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer, suscrita en la ciudad de Belén Do Pará, Brasil, el 9 de junio de 1994”, queda constancia de la intervención de la ciudadana Lucrecia Mesa Rodríguez, directora del CAMI (Centro de Acciones Integrales para la Mujer) quien solicita la constitucionalidad del tratado, ya que es “un valioso instrumento para la defensa de los Derechos Humanos de las mujeres y las niñas.” En el 2004 fue galardonada por la unión de Ciudadanas de Colombia (UCC) como “Ciudadana del año” en reconocimiento a su trabajo y a la gestión social emprendida en pro de la equidad de género. Feminista, antropóloga, madre de María Lucía y José Miguel, abuela de Illary , su adoración. Ellos


recuerdan a su madre como el ser que “ nos enseñó a no discriminar, a ser mejores seres humanos, humildes, respetuosos, solidarios... y eso somos, así como era ella. Cómo le agradecemos a mi mamá que fuera feminista, nos enseñó los principios feministas y los practicó”. Bertha Ortiz, una de sus mejores amigas y compañera de trabajo, expresa con nostalgia la falta de su amiga Lucrecia; la recuerda sonriente, bailando música cubana, dejándose llevar por la voz guarachera de Celia Cruz o escuchando música brasilera. “Nos aportó con su vida un ejemplo de coherencia desde su trabajo de divulgación de los derechos de las mujeres en general y, especialmente, de las mujeres populares. Se movía en espacios de exigibilidad de los derechos, acompañando al movimiento de mujeres en los diferentes espacios de participación como pasó con el Movimiento de Mujeres de Yumbo, el Movimiento Nacional de Salud, en la Red Colombiana de Mujeres por los Derechos Sexuales y Reproductivos. Así era Lucrecia, muy activa” manifiesta Yadira Vargas, otra de sus grandes amigas. Cuando se miraba a Lucrecia, la primera sensación que daba era de seriedad, rigidez, formalidad, pero debajo de esta apariencia se encontraba una mujer amable, generosa y alegre. Acostumbraba tomar café en las tardes, con sus vecinas, algunas de las cuales fueron sus compañeras en el feminismo.

Desde hace algunos años presentaba quebrantos de salud, sin embargo no perdía la esperanza de recuperarse. Una fibrosis quística pulmonar se evidenció una tarde, al bajarse de un avión en Bogotá, a donde se había desplazado para reunirse con sus compañeras de colegio y celebrar su cumpleaños. Las amigas siempre ocuparon un lugar especial en su vida. Con ellas celebraba su cumpleaños cada 24 de septiembre porque los años no representaban vejez en ella, la experiencia era el valor agregado que cada onomástico traía. Cuentan sus amigas que una de sus últimas preocupaciones giraba alrededor del retroceso de las reivindicaciones que se habían obtenido en la salud, años atrás, a través de las ligas de usuarios. Esa era Lucrecia, una mujer que vivió como feminista y para el feminismo. Lucrecia se ha ido… pero las feministas de Cali la recordarán por su tenacidad y persistencia en los proyectos que emprendía. Su luz no se apaga, queda encendida en cada mujer que toma conciencia de sus derechos. Lucrecia se despidió una mañana, abrió la puerta del no retorno.

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Pandemia del Feminicidio en Colombia: algunas de sus víctimas 2011-2012 2012/09/03 Daniela Melissa Triviño Rodríguez (embarazada), 21 años; Pereira, asfixiada. 2012/09/03 María Gilma Pérez Muñoz, 24 años; Tarqui (Huila) envenenada y acuchillada. 2012/09/03 Claudia Elena Villa, 18 años; Buga, baleada. 2012/08/29 Hilda Olmos Nova, 37 años; Soacha, acuchillada 34 veces. 2012/08/06 Mayerlis Maturana Marrugo, 28 años; Cartagena, baleada 5 veces. 2012/08/03 Leidy Paola Salgado Vera, 19; Ibagué, apuñalada 15 veces y degollada. 2012/08/02 Zully Viviana Calambas Zúniga, 39 años; Cali, baleada. 2012/07/30 Yamile Hurtado (embarazada), 22 años; Chocó, violada, torturada y degollada. 2012/07/25 Ruby Stella Serpa Bayona, 44 años; Bogotá-Fontibón, descuartizada. 2012/07/20 Diana Jennifer Alegría Jurado, 28 años; Cali, acuchillada. 2012/07/17 Carmen Oliva Santillana Loaiza, 43 años; Medellín, baleada. 2012/07/17 Juderis Gómez Zapata, 19 años; Medellín, asfixiada. 2012/07/16 Yuliana Andrea Vidales Pérez, 28 años; Remedios, baleada. 2012/0716 Luz Edith Jaramillo, 53 años; Tarazá, baleada. 2012/07/15 Edith Johana Mazo Sánchez, 21 años; Medellín, baleada. 2012/07/03 Paola Andrea Pardo Valencia, 29 años; Cali, baleada. 2012/06/30 Angélica Gutiérrez Marín, 20 años; Cartagena, cortada con machete y quemada. 2012/06/25 Luz Estela López Gómez, 30 años; Curillo, degollada. 2012/06/25 Sandra Mendez, 30 años; Villavicencio, acuchillada. 2012/06/05 Gloria Patricia Ruiz Bedoya, 31 años; Cartagena, baleada. 2012/06/03 María Luisa Hurtado, 32 años; Boyacá, 38 hachazos. 2012/05/27 Liliana Rocha, 31 años; Bogotá-Suba. 2012/05/27 Edilsa Mercedes Anaya Mantilla, 25 años; Barranquilla, baleada 5 veces. 2012/05/24 Yuri Marcela López Sánchez, 22 años; Bogotá-Santa Fé. 2012/05/23 Rosa Elvira Cely, 35 años; Bogotá-Parque Nacional, violada, golpeada, cortada, empalada y asfixiada. 2012/05/17 Yelissa Paola Puello Díaz, 29 años; Cartagena, apuñalada. 2012/05/15 Ana Clara Sucerquia, 83 años; Sabanalarga, violada y golpeada. 2012/05/14 Yeimy Andrea Rivera Díaz, 25 años; Bogotá, apuñalada 8 veces y degollada. 2012/05/14 Viviana Castillo Salazar, 26 años; Cali, asfixiada. 2012/05/10 Carolina de la Cruz Acosta, 4 años; Barranquilla, violada y degollada. 2012/05/01 Sara Valentina Cardozo Triviño, 4 años; Tello (Huila). 2012/04/21 Oneis María Pérez Morelo, 32 años; Barranquilla, apuñaleada 4 veces y degollada. 2012/04/11 Yanelis Mercado Sánchez (embarazada), 18 años; Sincelejo, apuñalada 6 veces. 2012/03/31 Viviam Paola Urrego Pulido, 32 años; Bogotá, apuñalada 28 veces. 2012/03/27 Katherine Monzón Julio, 24 años; San Onofre, golpeada y degollada. 2012/03/27 Claudia Patricia Marín Patiño, 38 años; El Retiro, baleada. 2012/03/20 Leidy Johana García Sánchez, 21 años; Armenia, martillada. 2012/03/19 Paula Fernández Gutiérrez; Puerto Berrío. 2012/02/17 Hilda Navarro Quintero, 78 años; Guamal, violada y golpeada. 2012/02/08 Yanira Rojas Ramírez, 37 años; Soacha, apuñalada 32 veces. 2012/02/07 Gisela Delgadillo Peralta, 18 años; Fusagasugá, quemada. 2012/01/29 Elvira María Barraza Reales, 28 años; Cartagena, baleada. 2012/01/27 Nasly María Martínez Conquett, 27 años; Cartagena, baleada. 2011/12/31 Sara Judith Micolta Márquez, 28 años; de Buenaventura golpeada y asesinada en Trento (Italia). 2011/11/11 Paola Katherine Acosta Jamioy, 12 años; Sibundoy (Putumayo), violada y estrangulada. 2011/11/11 Luz Estela Cardona, 39 años; Chinchiná, apuñalada. 2011/10/13 Yésica Úsuga Bedoya, 11 años; Medellín, violada y estrangulada. 2011/09/30 Carmen Rosa Silva; Santander, 15 machetazos. 2011/09/25 Saidith Librero Fontalvo, 1 año; Santa Bárbara del Pinto, secuestrada, asfixiada y botada en un basurero en venganza contra su madre. 2011/08/29 Riyerlin Banquez Salgado, 17 años; Cartagena, apuñalada, degollada y mutilada. 2011/06/07 Flor Elisa Jerez González, 44 años; Ráquira, descuartizada. Colombia, entre los países con mayor tasa de feminicidios en el mundo

En Colombia cada día son más visibles los casos de asesinatos de mujeres por el hecho de serlo, los denominados feminicidios: expresión máxima de la violencia contra las mujeres.1 Así como esta sección de Remembranzas ha sido dedicada desde números anteriores a aquellas mujeres partícipes de los procesos compartidos y vividos en pro de los derechos de las mujeres, quienes por diferentes causas ya no están presentes físicamente entre nosotras, para este número 20 de la revista que mira el horizonte pasado, presente y futuro, decidimos incluir una huella con los nombres de aquellas mujeres, niñas y abuelas muertas bajo las circunstancias del feminicidio, registradas por la prensa y los organismos vigilantes, durante los meses que nos distancian del número anterior publicado hacia noviembre del año 2011 y otras víctimas más. Una huella indeleble para todas. Una que de ninguna manera puede hacernos entrar ni en olvidos ni en indiferencias. El nombrarlas da cuenta, por un lado, que esta situación reincidente y permanente es un problema de salud pública que afecta directamente a las mujeres. Por otro lado que los datos revelados ante la sociedad no representan la totalidad de los casos en esta “otra barbarie” hasta ahora bajo “la marca de la impunidad”.2

En el 2011 fueron asesinadas 1.444 mujeres en Colombia

¡NO MÁS FEMINICIDIOS! 178 | Las mujeres reinventamos el mundo

1

www.ciberamerica.org 2 www.feminicidio.net


Noticias En Otras Palabras ...


los territorios, los intereses económicos en disputa. Mujeres que a través de sus relatos dejan de manifiesto las huellas de las violencias en sus cuerpos y sus vidas pero también sus luchas y resistencias.

Para que la impunidad no silencie las violaciones a los derechos humanos de las mujeres en colombia XI Informe de la Mesa de Trabajo “Mujer y Conflicto Armado” La Mesa de Trabajo “Mujer y conflicto armado” es un espacio de coordinación, reflexión y análisis conformado por organizaciones de mujeres, feministas, de derechos humanos, organizaciones sociales, activistas independientes que a través de la publicación de un informe anual hacen visibles las múltiples formas de violencia que afectan a las mujeres, jóvenes y niñas en el contexto del conflicto armado interno colombiano. Ha realizado 10 informes acerca de las violencias en contra de las mujeres en el contexto del conflicto armado colombiano, en ellos se han ido tejiendo metodologías y conocimientos desde un enfoque feminista. El XI Informe sobre la violencia sociopolítica contra mujeres, jóvenes y niñas en Colombia se tejió a partir del trabajo que realizan las organizaciones en varias regiones del país, recogiendo testimonios, palabras de las mujeres afectadas por el conflicto armado, viviendo y resistiendo en medio del fuego cruzado de los actores armados, la militarización de 180 | Las mujeres reinventamos el mundo

Las reflexiones propuestas en este informe, son producto de las vivencias, la observación, el acercamiento y análisis del saber de las mujeres víctimas. Porque quienes han escrito han sido las mediadoras entre el conocimiento de las mujeres víctimas y el conocimiento de quienes también se han dado a la árdua tarea de entender, analizar las lógicas de las violencias, de la subordinación y del poder. Ellas – nosotras son - somos las portadoras de ese conocimiento y experiencia1 que compartimos en este informe. Este diálogo polifónico sobre la situación de las mujeres tiene como marco el primer año de gobierno del Presidente Juan Manuel Santos, y la implementación de sus políticas económicas –las locomotoras del desarrollo-, soportadas en estrategias militares y de control territorial, las políticas de Seguridad y Consolidación Territorial incorporadas en el Plan de Desarrollo 2010 – 2014 “Prosperidad para todos” y el andamiaje jurídico e institucional que las sustenta. Este modelo, como lo pretendemos mostrar en el XI Informe, desde una perspectiva regional, no ha transformado las condiciones de vida de las mujeres y sus derechos económicos y sociales. En el contexto del conflicto armado las mujeres continúan siendo víctimas de violencias y violación de sus derechos por parte de todos los actores armados. De amenazas, acoso, señalamientos, persecución, feminicidios y atentados contra sus vidas por el trabajo que realizan en defensa de sus derechos y sus comunidades. La Mesa de Trabajo Mujer y Conflicto Armado quiere insistir una vez más y de manera especial en el actual contexto que:

1

Tomado de Mesa de Trabajo Mujer y Conflicto Armado. Metodología propuesta por la Corporación Casa de la Mujer


• La guerra y sus actores se acomodan, se niegan a perder su poder y que las formas de violencia también se hacen distintas y se transforman. • Cuando recogemos las historias y las voces de las mujeres contribuimos a romper el silencio histórico que alimenta la impunidad en torno a las violaciones de los derechos humanos de mujeres, jóvenes y niñas en el país. • Afirmamos que las formas de control social, político y económico que se imponen en el país, afectan de manera profunda la autonomía de las mujeres en la medida en que las expropian del derecho a decidir sobre sí y a actuar en consonancia con ello. Mesa de Trabajo Mujer y Conflicto Armado www.mujeryconflictoarmado.org mesa@mujeryconflictoarmado.org Teléfono (571) 2884772, extensión 121 Celular 315 3965911 Bogotá Colombia

Encuentro Latinoamericano y del Caribe de Acción y Prácticas Feminista2 En Bogotá, durante los días 18 al 21 de noviembre de 2011 se llevó a cabo el Encuentro Latinoamericano y del Caribe de Acción y Prácticas Feministas -ELCAP- en el cual se dieron cita feministas de varias regiones de Colombia y de algunos países de Latinoamérica, quienes re-crearon esta vez en territorio colombiano, debates, experiencias y prácticas sobre la autonomía de las mujeres presentes en los procesos de preparación, organización y desarrollo de los Encuentros Feministas Latinoamericanos y

del Caribe. Le apostaron a formas de financiación centradas en aportes personales y actividades culturales previas al evento, y buscaron y abrieron espacios en sus casas para recibir a quienes vinieron de fuera. Posibilitaron discusiones y prácticas sobre temas cotidianos “del afuera” y “del adentro”, referidos al quehacer de las mujeres en sus relaciones con ellas mismas, con las demás y con el espacio vital que en el día a día reproducen y deconstruyen. Diversas organizaciones, grupos, colectivas y feministas coincidieron en “asumir el feminismo como una apuesta crítica y revolucionaria para pensartransformar el patriarcado y los otros sistemas de opresión que le son constitutivos”. Se propusieron “reflexionar sobre las prácticas feministas, intercambiar conocimientos y construir colectivamente a partir de la acción”. Para la organización del ELCAP, asumieron, en palabras de Sonia Torres “el reto de la construcción colectiva de un lugar propio, en el que fueran las dinámicas feministas y no las lógicas del financiamiento externo las llamadas a definir su carácter”. Por esto, asumieron “la autogestión como una opción viable y deseable para jalonar el ELCAP con los esfuerzos de las colectivas, feministas y mujeres participantes.” El ELCAP tuvo como objetivo “reunir a personas, colectivas y activistas feministas alrededor de experiencias prácticas concretas para propiciar la articulación de redes de conocimiento y acción que permitan pensar y actuar frente a diversos sistemas de opresión: sistema sexo-género, heterosexualidad obligatoria; raza/racialización/racismo; capitalismo; clases; etario; fronterismo xenofóbico; colonialidad/neocolonización; corporalidades normativas y funcionales, entre otros”. Como objetivos específicos se propusieron:

2 La información relacionada a continuación está basada en la entrevista realizada por Carmen Rosa Guerra Ariza a Sonia Torres, una de las organizadoras del encuentro, la cual puede consultarse en www.feminicidio. net de fecha 22 de noviembre de 2011.

1. “Construir redes de pensamiento y acción feministas para iniciar trabajos en el corto y mediano plazo.

En otras palabras… no. 20 / Noticias En Otras Palabras | 181


2. Construir acciones colectivas simples que se lleven a cabo en el marco del encuentro. 3. Aprender de experiencias de las colectivas y de las participantes en general a través de trabajo práctico y producción tangible. 4. Construir conocimiento compartido y alternativas viables colectivas que permitan transformaciones sociales en ámbitos cercanos y más generales. 5. Analizar avances y talanqueras en los últimos 30 años de feminismo en Colombia” En relación con la metodología, “se trabajó con base en un esquema de talleres-acción, en los que se partió del activismo y la experiencia para reflexionar sin el acartonamiento de los auditorios y sin las jerarquías que impone la academia magistral; buscando, de esta forma, pasar del debate a la acción-articulación”. El encuentro “estuvo estructurado en talleres - acción en los que se propusieron algunos ejes temáticos de reflexión para al final del mismo tener un resultado o propuesta de acción inmediata o a mediano plazo. Los ejes temáticos propuestos para los talleres-acción fueron: • Heterosexualidad como institución política • Colonialidad /decolonialidad/, neocolonialismo, imperialismo • Economía feminista • Espacio y territorio (Urbano/Rural) • Militarismo / Militarización • Violencias contra las mujeres y violencias de género (la que sufren, por ejemplo, las personas trans o inclasificables en un sistema sexo-género binario • Racialización/racismo/xenofobia • Interseccionalidad • Cuerpo/corporalidad 182 | Las mujeres reinventamos el mundo

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Autogestión Consumo consciente Movilización y Acción para la transformación Feminismo popular, subalterno y/o emergente Lugares de encierro (cárceles) Multiculturalidad/Interculturalidad

La tipología de talleres-acción propuesta es: • • • • • • • • • • • • • • • •

Audiovisuales Fotografía y producciones gráficas Magia y Brujería Cocina y bebedizos Prácticas sexuales transgresoras y liberadoras Vida comunitaria (comunas, ocupaciones, toma de tierras) Redes electrónicas, ciberespacio , radio y prensa Educación (Educación popular y academia) Artes escénicas (Performance, teatro, danza) y Drag Queen Artes plásticas Combate callejero, wendo y defensa personal Grafiti y mural callejero Prácticas deportivas y físicas Agricultura y permacultura Prácticas de curación Incidencia”

Andrea Alvarado y Nathalia Rojas, de Radio Internacional Feminista registran3 detalles del evento, fotografías y entrevistas realizadas con ocasión del mismo, y del cual destacan que “ilusión y trabajo unieron a feministas en el ELCAP, luego de un fuerte trabajo de organización, que permitió a cerca de 500 mujeres responder al llamado que convocaba a participar en este evento en el cual grupos de trabajo de mujeres llenas de vitalidad y propuestas se hicieron presentes, y en medio de un clima frío, realizaron diversos talleres de aprendizaje sobre radio,

3 Véase:http://www.fire.or.cr/index.php/noticias-todas/noticiasactuales/452-encuentro-latinoamericano-y-del-caribe-de-accion-y-practicas-feministas-elcap


sexualidad, ciberfeminismo y hasta una animada batucada que alegró a las asistentes que tomaron como sede el Colegio Técnico Palermo”. En la entrevista realizada por Carmen Rosa Guerra4 a la pregunta ¿Cuál es la expectativa que tienen de ELCAP? ¿Planean una realización continuada?, Sonia Torres responde: “Hemos conseguido varios objetivos, conocer y visibilizar, como decía al comienzo, esas prácticas cotidianas desde donde las mujeres hacemos resistencia, generamos procesos de incidencia política y de emancipación, procesos que van desde la radiofonía feminista hasta las prácticas de curación y sanación, que muchas veces han sido subordinadas dentro del pensamiento ilustrado”. Compartir los alimentos fue otra apuesta de las organizadoras del ELCAP. Algunas mujeres, a través de canciones, poemas, trovas, conversaciones informales, revelaban sus diversas y particulares formas de aproximarse, vivir, reivindicar, criticar, reinventar los feminismos; para que puedan caber y visibilizar sus maneras de ser, sentir, experimentar, negar, relacionarse y reinventarse. Hicieron parte activa de la marcha conmemorativa del 25 de noviembre, y cuando este primer encuentro llegó a su fin, en medio de planes para el próximo, se regalaron una noche cultural para reafirmar-reafirmarse en que otros mundos, otros feminismos son posibles.

Impresiones del 12 Encuentro Feminista Latinoamericano Y Del Caribe Mónica Sánchez Bernal En nuestra labor por registrar los acontecimientos significativos para las feministas, en los dos números precedentes de la revista En otras palabras… dejamos 4 Véase: http://www.feminicidio.net/noticias-de-asesinatos-de-mujeresen-espana-y-america-latina/lucha-contra-la-violencia-de-genero/1001el-feminismo-tiene-que-ser-para-mujeres-de-carne-y-hueso.html

improntas de los preparativos hacia el 12 Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe. En el No. 18 (pp. 150-152) compartimos la invitación para aquellas que quisieran vincularse a su organización a través de las diferentes comisiones que se conformaban en 2010, las cuales finalmente fueron: la Comisión Coordinadora Estratégica (CCE), integrada por una delegada de cada comisión, las de la Memoria, Metodología y Temática, Financiamiento y Logística, Comunicaciones, Enlace Regional, Regional Medellín y Regional Cali; las de Arte y Cultura y Autocuidado fueron las últimas en incorporarse apenas en 2011. En el No. 19 (p. 186) señalamos los avances operativos de acuerdo con cada Boletina informativa, catorce en total, las emitidas hasta el cierre de la edición de la revista. En este número 20 de reinvenciones del mundo a manos de las mujeres, dejaremos consignada una mirada al 12 Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, de las tantas posibles, después de su realización. No está demás decir que ninguna que haya estado allí, ni de las asistentes, ni de las organizadoras, ni de las observadoras, puede tener un panorama completo de todo lo que sucedió en el 12 Encuentro dada la complejidad y simultaneidad, en ciertos momentos, de las actividades y de la apropiación que cada quien hizo en su estar. Claro, cada cual tendrá su interpretación como activista y a la vez como receptora de tantas emociones experimentadas: unas por ser su primer Encuentro, otras por reencontrarse después de luchas, vivencias comunes y de haberse conocido tiempo atrás en Argentina (1990), Brasil (1985 y 2005), Chile (1996), Costa Rica (2002), El Salvador (1993), México (2009 y 1987), Perú (1983), República Dominicana (1999) o en Colombia (1981) sede del primer Encuentro. Mujeres mestizas, indígenas, negras, jóvenes, viejas, trans, lesbianas, bisexuales, heterosexuales, trabajadoras sexuales de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, Puerto Rico, República Dominicana, Uruguay, Venezuela, Norte

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América y de Europa coincidimos esta vez. Casi en un equilibro de un cuarto por ciento por grupo etario: cerca de un 1% menores de 20 años, 19% entre 21 y 30, 25% entre 31 y 40, 23% entre 41 y 50, 23% entre 51 y 60, 7% entre 61 a 70, y un 2% mayores de 71 años (según cifras incluidas en las Memorias). Esta versión, conmemorativa de 30 años de encuentros periódicos, concentró en Bogotá a mil ciento diez mujeres feministas inscritas, entre el 22 y el 27 de noviembre del año 2011. Algunas más se sumaron como invitadas y asistentes ocasionales a las sesiones de apertura y cierre, alcanzando una cifra aproximada de seis mil caminantes entre el Parque de la Independencia y la Plaza de Bolívar de Bogotá en la tarde del 25 de noviembre. Además de un número no calculado de participantes en las marchas simultáneas que se dieron en diferentes ciudades del país y de la Región, con quienes estábamos conectadas mediante las tecnologías en línea actuales. Sobre este Día internacional por la NO VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES vale la pena recordar que fue propuesto precisamente por las feministas reunidas en el primer Encuentro, como uno de los resultados de las mesas de discusión, herramienta utilizada para visibilizar las violencias cometidas contra las mujeres y exigir el cese inmediato de las mismas y como homenaje a las Hermanas Mirabal, asesinadas el 25 de noviembre de 1960 durante la dictadura de Trujillo en República Dominicana. Hoy la fecha ya fue adoptada a nivel mundial –aporte de las feministas latinoamericanas y caribeñas–. Con preocupación manifestamos que a 30 años de esa denuncia pública aún las mujeres seguimos siendo violentadas física, sicológica, sexual, económica, cultural, política y simbólicamente. Con constancia seguimos señalando y proponiendo mecanismos que transformen la cultura patriarcal, raíz de dichas violencias, tema tratado durante estos 12 encuentros. El Hotel María Cano, el Crowne Plaza Hotel Tequendama resignificado, lugar que ocupamos día y noche, se convirtió en una ciudadela donde todo podía

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pasar: lo buscado y lo inesperado. En efecto los ascensores, cápsulas de tiempo y de microhistorias compartidas, fueron testigos de otro tipo de encuentros y desencuentros, de conversaciones interrumpidas y decisiones de último minuto. A cada apertura de sus puertas vimos pasar desde las reinas de belleza del concurso nacional, a quien alguna de las feministas ayudó a subir la cremallera del vestido, hasta al presidente de la República y al nuncio apostólico.5 Este último rechazado, a una voz colectiva, en medio de la consigna: “Saquen sus rosarios de nuestros ovarios”. La plataforma del Centro Internacional fue un escenario de micro realidades que exigía a las feministas adaptarnos en resistencia pero sin replicar las agresiones, tal como se espera que pase en la vida cotidiana. Modos creativos de hacer y autenticidad para actuar son vehículos que hemos incorporado en nuestro andar colectivo para transformar lenguajes, culturas y a nosotras mismas. Tener la capacidad de revertir situaciones es parte de la historia que seguimos construyendo las feministas para nosotras y para el mundo que reinventamos continuamente. Es delgada la línea, tan fina que existen consensos y disensos para definir sus límites. En la práctica, hasta para encontrarnos, se hizo notorio que nos situamos desde múltiples feminismos. El feminismo único de décadas atrás ha sido desmontado en reflexiones intensas, perceptibles encuentro tras encuentro. “Ninguna guerra en nuestro nombre”, en ello estamos de acuerdo y así lo manifestamos, una a una, a la hora de registrarnos en el Hotel María Cano. La posibilidad de estar todas bajo las mismas condiciones en la estadía y sin eternos desplazamientos urbanos (que se avizoraban en una Bogotá colapsada en obras de infraestructura), era utopía de Encuentros anteriores. La entrega y la toma de la palabra también fueron horizontales, sin protagonismos. Incluso con la mayoría de las “históricas” presentes en esta cita, el espacio fue de todas 5

Si bien las feministas reunidas ocupamos casi todo el hotel, entre habitaciones, auditorios y salas de estar, no existía exclusividad. Así coincidimos en el sitio con eventos periódicos de índole nacional como el Banquete del Millón (este año en su versión número 50).


al baile y voz de cada una de las presentes. Las salas y salones de reunión fueron renombrados como reconocimiento a feministas de la primera ola, de la segunda, admiradas y entrañables amigas, compañeras ya fallecidas y otras, que por sus planteamientos, son de referencia para el movimiento. Todas, luz en el camino para nuestro andar colectivo. El registro medio-audiovisual elaborado a partir de quienes entraron y salieron de El Closet (espacio dispuesto como estación de la expresión para las asistentes), proyectado durante el cierre del 12 Encuentro, hizo que riéramos, lloráramos y aplaudiéramos la espontaneidad retratada allí en cuerpos, esencias, descontentos y emociones a flor de piel. Las participantes se refirieron allí a los espacios propuestos como la Útera de la memoria o la sala dedicada a Nellys Palomo6 y hasta al uso de las escarapelas. Coqueteos, declaraciones y autodeclaraciones, poemas y raps improvisados alimentaron el video-síntesis y cierre de este 12 Encuentro. El hotel, espacio de controversias, fue sobre todo disfrutado en nuestras interseccionalidades, posiciones críticas frente a temas actuales del movimiento inscritos en la región, mecanismos a revisar a la hora de reencuentros futuros y un agudo humor que nos cuestiona en el cuidado y autocuidado. Justamente, al momento de la inauguración, el Feministómetro presentado por las Reinas Chulas de México y su teatro-cabaret, Cómo ser feminista y no morir en el Encuentro, obra escogida por concurso meses antes, hacía de espejo de nuestras prácticas colectivas pero sobre todo de las individuales. Cada una reflejada en sacrificios, tensiones, inconsistencias, algarabía, propósitos, en silencio o a carcajadas, iba respondiendo a las preguntas que lanzaba la pantera rosa en escena. La apertura, llena de voces conocidas y otras frescas, se tiñó de narraciones vibrantes que delataban un sentir por aquello que atraviesa el alma y tiene la capacidad de transformar la vida personal. Mediante 6

Nellys Palomo Sánchez (1956-2009), feminista colombo-mexicana, defensora de los derechos de las mujeres indígenas.

escritos previos formulados a varias manos para provocar, expuestos en la red y luego trabajados en grupos durante las sesiones definidas como las Provocaciones, se desarrolló la metodología temática. Estas se concentraron en: Autonomía; Derechos sexuales y reproductivos; El dolor ajeno y la reforma legal feminista; Reflexiones sobre la división sexual del trabajo; Estado laico, democracia y ciudadanía; Arte y cultura feministas; Feminismos y posfeminismos; De la guerra y las violencias; Mujer, autonomía y poder: algunos dilemas; Pluriculturalismo y multi-identidades; La justicia, la redistribución y el reconocimiento: perspectivas emancipatorias; Violencias; Autocuidado, protección y bienestar feminista; y, La urdimbre, el hilo y el tejido de los Encuentros Feministas. Igualmente se abrieron espacios para divulgar y compartir procesos que vienen fortaleciendo organizaciones y mujeres a nivel local denominados Encuentros en el Encuentro con alrededor de 50 muestras. Libros, campañas, realizaciones documentales, performances, entre otros, fueron presentados por sus autoras. Para la memoria de todos los Encuentros, el autocuidado y las artes, las comisiones realizaron Convocaciones con las cuales se recolectaron información, imágenes y objetos exhibidos en las salas dispuestas para ello. Además, al ritmo de Las 30 más queridas para las feministas de la región se inició una cancionera. En lo alto de la Sala Montserrat Ordóñez, rodeadas de las luces de ciudad, la música y el baile en vivo marcaron el ritmo de Las noches de… Las Memorias del 12 Encuentro, lanzadas el 25 de agosto de 2012, antes de cumplirse un año del encuentro, más que tratarse de conclusiones, resumen los nudos que fueron puestos sobre la mesa para desatar, desnudar y reanudar, como lo enfoca el lema de este Encuentro. La síntesis de los materiales producidos y recibidos están contenidos en los siguientes capítulos del índice: Presentación; Así nos organizamos; Así abrimos el Encuentro; Nuestros ejes políticos, nuestra propuesta metodológica; El espacio de las Provocaciones; Otros espacios del Encuentro; Así cerramos el Encuentro; Epílogo. Incluye escritos, informes,

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transcripciones, manuscritos, crónicas, fotografías, audios y videos. Consultables en sus tres versiones –físico, virtual y multimedia–, serán descargables a través de la página web www.12encuentrofeminista. org durante los próximos cinco años. Si bien quienes asistimos lo hicimos a nombre personal, algunas de las integrantes del Grupo Mujer y Sociedad fuimos parte de la organización en diferentes comisiones. Otras no asistieron por diferentes motivos. Quedamos atentas al llamado de las peruanas para confirmar la fecha y ciudad del próximo 13 Encuentro Latinoamericano y del Caribe.

Mujeres indignadas Norma Villarreal

Nota Editorial: El 30 de mayo de 2012 los diarios del país registraron la indignación nacional por el asesinato de Rosa Elvira Cely. Muchas expresiones de indignación, jornadas de protesta y demandas de justicia para las mujeres se dieron durante las semanas siguientes. EN OTRAS PALABRAS… se une en esta edición a la indignación nacional.

Miles de mujeres nos dimos cita en el Parque Nacional. Mujeres de todas las edades teníamos un por qué en las gargantas que se volvía grito para pedir justicia. ¡Justicia, Justicia, Justicia! Ese era el grito furioso y dolorido de las mujeres que estuvimos allí. Se pedía justicia por las miles de víctimas mujeres que han sido violentadas, asesinadas y las mujeres quemadas con ácido. También nos acompañaron muchos hombres y ellos también gritaron, un colectivo de masculinidades ilustró su presencia con un erfomance contra el machismo. Fuimos al lugar del atropello y pusimos flores y velas y avisos y gritamos Ni una más.

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También estuvieron como testigos de la rabia y del grito el alcalde Petro, el ex alcalde Mockus; el ministro de Justicia, la consejera Cristina Plazas, la ex fiscal Vivian Morales, altas funcionarias de la Procuraduría y mujeres congresistas. Y cada una de estas personas habló y se lamentó de la muerte y hasta se extrañó del monstruo. Hubo mucha prensa, radio y televisión. Todo esto fue hoy y será mañana, pero pasados estos días, cuando deje de ser noticia, ¿que pasará? ¿Se volverán sus palabras actuaciones efectivas y rápidas? ¿Serán capaces de mover esa lenta justicia de género? ¿Acaso en verdad podremos aspirar con esta justicia a que no haya Ni una más? Cuando recorríamos el trayecto hasta el lugar donde fue victimizada Rosa, en las paredes de un puente, una de las organizaciones de mujeres colocó carteles con los nombres de muchas de quienes han sido sacrificadas en las distintas regiones y ciudades del país, por distintos asesinos: unas veces paramilitares, otras veces guerrilla, narcotraficantes, bacrim, parejas, ex parejas, hijos. Y si hubieran colgado los nombres de las otras 1215 mujeres de distintas edades que fueron asesinadas en el 2011 y de las 17.000 mujeres abusadas sexualmente, se hubieran podido empapelar varias vías del parque y de las calles adyacentes. Y lo peor de todo es que son casos sin resolver; así que las mujeres comprobamos una vez más que la justicia sigue siendo ciega para ver y resolver los casos que tienen a las mujeres como víctimas. Todos estos casos y otros tres similares al de Rosa Cely que hoy señala El Tiempo y que sucedieron en Quindío, Casanare, Valle del Cauca y Antioquia, están en el limbo. El grave estado de Yovana Samacá, resultado de la agresión de su marido, que la golpeó y luego la lanzó de un cuarto piso produciéndole la muerte cerebral, es objeto de controversia porque el fiscal que lleva el caso no lo reconoce en su magnitud y alega que no se puede acusar al victimario porque la mujer no ha muerto. También está pendiente por


parte de la justicia la resolución del caso de Vivian Urrego, que recibió veinte puñaladas por su ex pareja frente a un centro comercial. Y no están fuera de este contexto de agresión las mujeres víctimas cuyos rostros han sido quemados con ácido. Y la pregunta de las mujeres que estamos indignadas es ¿por qué hay tanta impunidad y no se sanciona a los victimarios de las mujeres? ¿Por qué muchos de estos implicados y denunciados en violaciones están por fuera? Y ¿por qué si el autor del horrible crimen de Rosa Cely había sido denunciado por violación de su hijastra, no estaba preso? ¿Qué pasa con los crímenes contra las mujeres? ¿Por qué, si existe una ley contra todas las formas de violencia hacia las mujeres, hay tanta impunidad? ¿Por qué no se sanciona a los responsables? ¿Por qué la policía no actúa a tiempo? ¿Por qué no tenemos seguridad y enfrentamos tanto riesgo? Este reclamo de las mujeres indignadas que ha sido compartido por todo el país, no debe cesar y debe empezar a generar cambios en las actuaciones de las autoridades nacionales para asegurar la protección, la prevención y debida sanción de la violencia contra las mujeres. La Comisión legal de la Equidad del Congreso debe liderar un debate de control político a la Ley 1257/08, y si es necesario ajustar las leyes penales para enfrentar esta barbarie contra las mujeres; hay que hacer las reformas necesarias. Se deben mejorar y dotar los sistemas de investigación y la actividad forense para hacer las pruebas y aligerar la actividad de los operadores de justicia. Y sobre todo, hay que trabajar con los fiscales y jueces para que entiendan que el feminicidio no es un hecho lejano, no es una palabra vacía que hemos inventado las feministas; es un fenómeno que puede afectar a cualquier mujer, es una exacerbación del patriarcalismo que busca someter a las mujeres hasta con la muerte, y es por esta perversión del poder que todas las mujeres nos encontramos en riesgo.

La Fundacion Mujeres de Éxito premió 41 proyectos de mujeres rurales Nancy Valero Ortiz Directora Ejecutiva Por primera vez la Fundación Mujeres de Éxito une esfuerzos con una entidad pública en el propósito de apoyar las mujeres rurales colombianas y es así, como se convocó en unión con el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural el concurso “Mujer Rural 2012” que tiene como objetivo fundamental fortalecer los emprendimientos productivos y procesos organizacionales de grupos de mujeres campesinas a nivel nacional. En cumplimiento de este propósito se declararon ganadores de la convocatoria 41 proyectos de 17 departamentos en 34 municipios del país, algunos de los cuales incluyen comunidades indígenas, afrodescencientes y palenques. La Fundación Mujeres de Éxito cumple así con un objetivo misional que desde su inicio hace 17 años, viene promoviendo en su modelo de gestión social, dirigido a visibilizar mujeres liderezas anónimas, heroínas de la vida cotidiana, que con su aporte en diversos campos productivos y de pensamiento, contribuyen silenciosamente al desarrollo sostenible del país. Nos acompaña la certeza de que al final de este camino tendremos mujeres mejor informadas, más autónomas y libres para enfrentar los desafíos que les impondrán la globalización y el vértigo de un tiempo que cada vez es más corto para cumplir sueños.

Bogotá, 3 de junio de 2012

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Proceso de articulación, interlocución, incidencia y negociación de las mujeres colombianas: “Politica pública nacional de equidad de género para las mujeres” Migdonia Rueda Bolaños7 Desde el Consejo Nacional de Planeación las mujeres representantes de las organizaciones defensoras de sus derechos, lograron incluir en el concepto sobre el Proyecto de “Plan Nacional de Desarrollo 2010 – 2014 Prosperidad para Todos”, los aportes resultantes del documento “Propuesta para el cumplimiento de las obligaciones del Estado en materia de los derechos humanos integrales e interdependientes de las mujeres en el Plan Nacional de Desarrollo 2010-2014 - Prosperidad para todos y todas”; elaborado para el Consejo Nacional de Planeación8. Las organizaciones y redes de mujeres ganaron el respaldo de la Vicepresidencia de la República y de la Alta Consejería para la Equidad de la Mujer, así como de las Agencias de Cooperación Internacional y el Sistema de Naciones Unidas, en cabeza de ONU Mujeres. Nace así un proceso de concertación de estas tres (3) instancias: organizaciones y redes de

7 Trabajadora Social, Especialista en Proyectos de Desarrollo. Experiencia en trabajo con organizaciones de mujeres, mujeres víctimas del conflicto armado, en temas de fortalecimiento organizativo, promoción y defensa de derechos humanos e incidencia en políticas públicas con enfoque de género. Integrante y Comisionada Política de la Alianza Iniciativa de Mujeres Colombianas por la Paz -IMP-; representante de las organizaciones nacionales de mujeres en: el Comité Nacional de Seguimiento a la Ley 1257 y en el Consejo Nacional de Planeación. Presidenta del Consejo Territorial de Planeación e integrante del Consejo de Política Social de Soacha, Cund. Docente de Práctica de Comunidad de Trabajo Social. Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca. Secretaria Técnica de las Organizaciones y Redes Nacionales de Mujeres en el Proceso de Formulación de la Política Pública Nacional de Mujeres. 8 Prieto, Patricia. Elaborado para el Consejo Nacional de Planeación, con el apoyo del Fondo de Población para las Naciones Unidas UNPFA 2010 y consensuado con las Organizaciones y Redes Nacionales de Mujeres partícipes en el Proceso de Formulación de la Política Pública Nacional de Mujeres.

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mujeres9, gobierno y cooperación internacional, que mas adelante contó con el concurso de la Bancada de Mujeres del Congreso de la República, para la inclusión, en Ley 1450 del 16 de junio de 2011 “Por la cual se expide el Plan Nacional de Desarrollo, 20102014”, del Artículo 177: “EQUIDAD DE GÉNERO: El Gobierno Nacional adoptará una política pública nacional de Equidad de Género para garantizar los derechos humanos integrales e interdependientes de las mujeres y la igualdad de género, teniendo en cuenta las particularidades que afectan a los grupos de población urbana y rural, afrocolombiana, indígena, campesina Y Rom. La política desarrollará planes específicos que garanticen los derechos de las mujeres en situación de desplazamiento y el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia. Esta política pública será construida de manera participativa bajo la coordinación de la Alta Consejería para la Equidad de la Mujer (ACPEM), la cual será fortalecida institucional y presupuestalmente para el cumplimiento efectivo de sus responsabilidades y funciones. Parágrafo. La política pública asegurará el cumplimiento del Estado colombiano de los estándares internacionales y nacionales en materia de derechos humanos de las Mujeres con un enfoque multisectorial y transversal.” En este proceso no ha sido fácil llegara acuerdos entre las organizaciones nacionales y de estas con el gobierno, pero la voluntad de las partes ha permitido avanzar. Para esto se acordaron instancias de coordinación, Comisión Coordinadora, Grupo de Apoyo y Comisión Metodológica, integradas de manera tripartita. La primera para hacer el seguimiento al proceso contó con la vincularon de diferentes ministerios, entidades del gobierno y otros que finalmente serán los responsables de la ejecución de la política pública. El segundo, para dar las orientaciones políticas 9 Alianza Iniciativa de Mujeres Colombianas por la Paz –IMP-, Casa de la Mujer, Conferencia Nacional de Organizaciones Afrocolombianas, CNOA – Red Nacional de Mujeres Afrocolombianas, Coordinación Nacional de Mujeres en Situación de Desplazamiento, Mesa Nacional de seguimiento a la ley 1257, Mesa Técnica Nacional de Incidencia Política de Mujeres Rurales, Mujeres feministas y/o académicas independientes, Programa Mujeres y Violencias, Red Mujer y Hábitat, Red Nacional de Mujeres, REPEM, Ruta Pacífica de las Mujeres.


y delinear el proceso de formulación, acordar el enfoque, los ejes centrales, la participación de las mujeres y las garantías para la participación; y el tercero para acordar las metodologías de cada momento, la participación a través de los Encuentros Regionales y Sectoriales, la negociación del documento. En este momento es importante decir que la Comisión Coordinadora no funciona, por las mismas dinámicas del gobierno, y la comisión metodológica, ya cumplió su ciclo; así el proceso está en manos del grupo de apoyo, allí se analizan las situaciones y se llega a los acuerdos. También este proceso ha contado con dos secretarías técnicas para el manejo de la comunicación e información, una para el proceso general llevada por ONU Mujeres y la ACPEM; y la segunda especialmente para las organizaciones y redes nacionales del proceso, lo que ha facilitado y permitido tener la memoria del mismo, facilitar la comunicación entre las organizaciones nacionales y las regionales y de éstas con el gobierno y la cooperación internacional. Para el funcionamiento de esta última se ha contando con el apoyo económico de ONU Mujeres. El proceso de formulación de la política pública, partiendo del artículo 177 se ha fundamentado en los siguientes acuerdos: la política pública tendrá un “Enfoque: DERECHOS HUMANOS DE LAS MUJERES, DIFERENCIAL ÉTNICO; la Política es RESPONSABILIDAD del Gobierno Nacional liderada por la Alta Consejería Presidencial para la Equidad de la Mujer –ACPEM-; la elaboración será PARTICIPATIVA convocando en los procesos de trabajo regional y sectorial a mujeres que hagan parte de organizaciones sociales de mujeres o mixtas, teniendo en cuenta toda la diversidad de las mujeres; una de las herramientas de gestión e implementación será un CONPES, que garantiza la destinación de recursos específicos; tiene una perspectiva de largo plazo, lo cual indica que supera periodos de gobierno, teniendo en cuenta que involucra ACCIONES DE CORTO, MEDIANO Y LARGO PLAZO y se abordan nueve ejes temáticos: i) Construcción de

paz; ii) Autonomía Económica e igualdad en la esfera laboral; iii) Gestión pública y desarrollo institucional; iv) Participación en los procesos de toma de decisiones y en las esferas de poder; v) Salud integral y derechos sexuales y reproductivos; vi) Derecho de las mujeres a una vida libre de violencias; vii) Transformación cultural y comunicación para la igualdad de oportunidades y la equidad; viii) Educación con calidad y no sexista y acceso de las mujeres a las nuevas tecnologías (TICS) y ix)Territorio, hábitat y medio ambiente”10. Con estos acuerdos se realizaron 13 encuentros regionales11 (1.042 mujeres) y 11 encuentros sectoriales12 (836 mujeres); dos sectores han tenido un proceso autónomo de participación, teniendo encuentros y delegando comisiones para plantear sus apuestas, ellas son las mujeres afros, negras, raizales y palenqueras, y las mujeres indígenas; en estos encuentros se recogieron los insumos básicos para la política, como son el diagnóstico y las necesidades e intereses reales de las mujeres que esperan tener respuestas en la política pública; en estos encuentros se vincularon los ministerios de Salud, Educación, Trabajo, Interior; los Programas de Derechos Humanos de la Presidencia; agencias del Sistema de Naciones Unidas (ONU Mujeres, UNFPA, ACNUR, PNUD) y agencias de cooperación: Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo –AECID-, la Agencia Alemana para la Cooperación Internacional –GIZ- Prodemujer-. Usaid. Estos encuentros permitieron que las organizaciones y redes nacionales pudieran integrar a las mujeres de sus respectivas organizaciones en estos encuentros y tener una participación coordinada.

10 Morales, María Eugenia. Apoyo Técnico de ONU MUJERES a la Alta Consejería Presidencial para la Equidad de la Mujer para el proceso de la PPEGM, Informe de Avance del Proceso de Formulación de la Política Pública Nacional de Mujeres. Mayo 2 de 2012 11 Pacífico, Oriente, Caribe, Chocó, San Andrés, Orinoquia, Eje Cafetero, Piedemonte Amazónico, Bogotá, Amazonas, Guainía, Vaupés y Vichada. 12 Floricultoras, Trabajadoras, Campesinas, LBT, Mujeres en Situación de Desplazamiento, Comunales, Deportistas, Fuerza Pública, Discapacitadas, VIH, Afros e Indígenas.

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Los insumos recogidos en este proceso fueron la base para la elaboración de los documentos de la política pública, tanto el del gobierno en cabeza de la ACPEM, como las propuestas con las que las mujeres han incidido. Contando con éstos, se dio curso a la etapa de “Negociación”, entre los respectivos equipos del gobierno y de las mujeres. Este proceso ha sido álgido y tensionante, partiendo desde el momento en que las mujeres reciben el primer documento y encuentran que el gobierno no ha formulado la Política Pública, sino los Lineamientos para ella; eso genera desencuentro y tensión; además de que estos son formulados de manera general, el enfoque acordado y planteado no es concordante en el desarrollo de los mismos, no hay concreción de programas, acciones, metas, tiempos y presupuestos; con estas observaciones se desarrollaron las jornadas de negociación que para las mujeres fueron valoradas, más que negociación como de intercambio y retroalimentación, porque el documento por parte del gobierno13 ha recogido algunas de las propuestas y observaciones de las mujeres pero no ha sido transformado en su estructura y para las mujeres es claro que a lo que se ha llegado hoy son los lineamientos y no la política pública; estos planteamientos de las organizaciones y redes nacionales fueron apoyados por las mujeres delegadas de los encuentros regionales y sectoriales, en el Encuentro Nacional de Socialización de los Lineamientos de la Política. Igualmente este proceso ha incluido la revisión y aportes al Plan de Integral para Garantizar a las Mujeres Una Vida Libre de Violencias, ente el cual las observaciones de las mujeres se centran en que este incluya el desarrollo de la Ley 1257/2008 y sus Decretos Reglamentarios14. Se ha logrado además 13 ALTA CONSEJERIA PRESIDENCIAL PARA LA EQUIDAD DE LA MUJER. Lineamientos de la Política Pública Nacional de la Equidad de Género. Documento Interno. Circulación Restringida. Versiones 3 de agosto, 17 de agosto y 6 de septiembre. 14 Decreto 4463 / 2012 del Ministerio de Trabajo; Decreto 4798 / 2012, del Ministerio de Educación; Decreto 4792 /2011 del Ministerio de la Protección Social; Decreto 4799 / 2011, del Ministerio de Justicia y del Derecho.

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el compromiso de un CONPES que desarrollará el Plan como tal, en palabras del equipo de la Alta Consejería. Así mismo, se ha delegado a la Unidad de Atención a Víctimas del Departamento de la Prosperidad Social, la elaboración del Plan que garantice los derechos de las mujeres en situación de desplazamiento. Esto ha generado malestar en las mujeres porque no se está cumpliendo con lo planteado en el artículo 177, así como tampoco en el documento de lineamientos para la política pública no se incluyen ni lineamientos para que la Unidad plantee dicho Plan de manera articulada con la Política Pública. Para este Plan también se tendrá un CONPES. Sigue entonces el proceso. Las mujeres no bajaremos la guardia y creemos que en la siguiente etapa de formulación de los CONPES será donde podremos ver si se concreta la Política Pública, aunque también la experiencia nos permite ser conscientes de los alcances en términos de responsabilidades, tiempos y presupuestos. Nos siguen otras inquietudes respecto a cómo se va a dar la territorialización de la Política; y cómo se garantizará su sostenibilidad.

Una política pública para las mujeres colombianas, compromiso del gobierno nacional Cristina Plazas Michelsen Pese a que ha transcurrido ya una década del siglo XXI y cada día asistimos a nuevos cambios tecnológicos y desarrollos que transforman nuestras vidas, hay problemas que siguen impidiendo que todas las personas que integran la sociedad accedan en igualdad de oportunidades a los beneficios del mundo de hoy. Uno de los más graves problemas es la discriminación histórica que afecta a las mujeres, que no ha


logrado ser totalmente eliminada en las sociedades modernas pese a los importantes avances que se han registrado en materia de reconocimiento de derechos para las mujeres. En este punto es relevante, también, considerar que en Colombia existen diversidades entre las mismas mujeres debido a las diferencias socioeconómicas, de etnia, sector (rural o urbano), grupo etario, discapacidad, orientación sexual, que derivan en otras formas de discriminación y aumentan los riesgos de vulnerabilidad frente al ejercicio de sus derechos. Se suman a esta realidad los efectos diferenciados del conflicto armado en la vida de las mujeres, ya sea en aquellas víctimas de violaciones a sus derechos por el hecho de ser mujeres (como por ejemplo las víctimas de violencias sexuales), o aquellas que son víctimas de otro tipo de violencias y/o que se han enfrentado al desplazamiento forzado o a la necesidad de buscar refugio. Por ello, el gobierno nacional ha diseñado la Política Pública Nacional de Equidad de Género para las Mujeres, dando cumplimiento al Artículo 177 de la Ley 1450 de 2011, por la cual se expidió el Plan Nacional de Desarrollo “Prosperidad para todos 2010-2014”. La política plantea estrategias de intervención sectorial, de fortalecimiento institucional y de transformación cultural que permitan la superación de las inequidades de género que afectan a las mujeres. Contempla, también, planes específicos para garantizar el derecho a una vida libre de violencias y atender el impacto desproporcionado que el desplazamiento forzado ha causado en la vida de las mujeres. Se articula con otras políticas públicas que adelantan el Gobierno Nacional y el Estado colombiano y da cumplimiento a los compromisos nacionales e internacionales en materia de derechos humanos de las mujeres.15 15 El Estado colombiano ha ratificado importantes instrumentos a favor de los derechos de las mujeres. Se destaca la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer –CEDAW- y la Convención Interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer, conocida como Convención Belén do Pará. Además ha adquirido otros compromisos internacionales para avanzar en el logro de la igualdad como la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing (1995), el Consenso de Brasilia (2010), entre otros. También Colombia

El proceso de construcción de la política ha sido de forma participativa en diálogo con las redes y organizaciones nacionales de mujeres16 y con el apoyo y acompañamiento de la comunidad internacional17. En él se ha buscado garantizar una amplia participación de mujeres pertenecientes a diferentes regiones, sectores poblacionales y grupos étnicos. En total se realizaron trece eventos regionales en los cuales participaron 1.042 mujeres de 32 departamentos y el Distrito Capital, y once encuentros sectoriales18 en los que participaron 836 mujeres de 25 departamentos. Para fortalecer el enfoque étnico, se realizaron dos talleres con mujeres indígenas y tres encuentros con mujeres negras, afrocolombianas, raizales y palenqueras. En este proceso jugaron un papel fundamental las organizaciones de mujeres y el movimiento social de mujeres, que con su experiencia en el terreno aportaron en el reconocimiento de los problemas que afectan a las mujeres y plantearon alternativas para enfrentarlos. Así mismo, pusieron al servicio del proceso, la experiencia de muchas mujeres desde diferentes realidades, permitiendo conocer la diversidad y que estas voces hicieran parte de la Política. cuenta con un desarrollo normativo interno profuso en materia de reconocimiento de derechos para las mujeres. 16 Pertenecen a este grupo las siguientes organizaciones: la Conferencia Nacional de Organizaciones Afrocolombianas (CNOA), la Confluencia Nacional de Redes de Mujeres de Colombia, la Alianza Iniciativa de Mujeres Colombianas por la Paz (IMP), la Coordinación Nacional de Mujeres en Situación de Desplazamiento, la Mesa de Incidencia Política de las Mujeres Rurales Colombianas, la Red de Educación Popular entre Mujeres (REPEM), la Red Nacional de Mujeres, la Red Mujer y Hábitat de América Latina, la Ruta Pacífica de las Mujeres, la Casa de la Mujer, el Programa Mujeres y Violencias, la Corporación Sisma Mujer, la Mesa Nacional de Seguimiento a la Ley 1257, y la Red Nacional de Mujeres Afrocolombianas Kambiri. 17 El proceso contó con la asistencia técnica y financiera de ONU Mujeres, Agencia Española de Cooperación Internacional (AECID), Proyecto Prodemujer de la Agencia Alemana de Cooperación (GIZ), y del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA). Adicionalmente diferentes agencias han apoyado el proceso de realización de encuentros participativos regionales y sectoriales de mujeres: Programa de Naciones Unidas para el desarrollo (PNUD), Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), Programa Integral de Violencias de Género, Programa Ventana de Paz l, Embajadas de Holanda y Canadá, Agencia del Desarrollo Internacional de los Estados Unidos (USAID). 18 De estos encuentros ocho fueron presenciales (mujeres floricultoras, trabajadoras, campesinas, LBT, en situación de desplazamiento, comunales, mujer y deporte y mujeres de la Fuerza Pública) y tres virtuales (mujeres Cafeteras, mujeres con discapacidad y cuidadoras y mujer y VIH).

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Producto del proceso de diálogo y consulta, de los análisis situacionales, de los compromisos internacionales y nacionales, de las situaciones que se busca transformar y de la experiencia realizada en el país en materia de políticas públicas para las mujeres, y con miras a alcanzar los logros propuestos, la Política Pública Nacional de Equidad de Género para las Mujeres, se articula en los siguientes ejes: • Autonomía económica e igualdad en la esfera laboral • Participación en los procesos de toma de decisiones y en las esferas de poder • Construcción de paz • Salud integral y derechos sexuales y reproductivos • Educación con calidad y no sexista y acceso de las mujeres a las nuevas tecnologías (TICS) • Territorio, hábitat y medio ambiente • Gestión Pública, Desarrollo Institucional, y Transformación Cultural y Comunicación como ejes transversales a la política. El objetivo de la Política Pública Nacional de Equidad de Género para las Mujeres será contribuir al pleno goce de los derechos de las mujeres en Colombia, garantizando el principio de igualdad y no discriminación.19 Para alcanzar dicho objetivo se han planteado una serie de estrategias interconectadas y articuladas, con énfasis en la plena participación de las mujeres en el mercado laboral con igualdad de oportunidades; la conciliación de la vida familiar y laboral; el fomento a la participación de las mujeres en instancias de poder y toma de decisiones; el reconocimiento y fortalecimiento de la participación de las mujeres y sus organizaciones en la construcción de la paz; la garantía del derecho a salud y de los derechos sexuales y reproductivos a las mujeres con

19 En los términos en los que la Constitución Política de Colombia consagra el derecho en los artículos 1 y 13.

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enfoque diferencial en todo su ciclo vital; la garantía del derecho a la educación a las mujeres con enfoque diferencial en todo su ciclo vital; la reducción de barreras para el acceso a la propiedad y recursos productivos; la disminución de los factores de riesgo y/o vulnerabilidad de las mujeres frente a hábitat y ambiente; la movilización y comunicaciones para la transformación cultural y el fortalecimiento institucional y el acceso a la justicia de mujeres y la efectiva protección de sus derechos. Con este instrumento el gobierno nacional se plantea un objetivo de largo plazo que permitirá que todas las mujeres que nacen y viven en Colombia ejerzan sus derechos en igualdad con los hombres, fortalezcan su ciudadanía desde la diferencia y diversidad, desarrollen sus capacidades en libertad y autonomía, actúen como sujetos sociales frente a su proyecto de vida y al desarrollo del país y se contribuya a la paz que anhelamos en una sociedad más democrática e incluyente.

Cuestionadas la reelección del Procurador y la ausencia de las mujeres en las mesas de negociación del proceso de paz Nota editorial: Al cierre de esta edición dos temas cruciales para Colombia concentran la atención del país y los medios de comunicación registran amplios debates acerca de la designación del Procurador General de la Nación y del inicio de las negociaciones orientadas a lograr un proceso de paz en Colombia. EN OTRAS PALABRAS… incluye en esta sección los artículos que dan cuenta de sus posturas en este debate.


No odio al procurador1 En un mundo tan políticamente correcto, está mal decirlo, y yo lo sé. Sin embargo, de vez en cuando desearía expresarlo a los cuatro vientos. Quisiera poder decirlo en mis conferencias en los auditorios. Sin embargo, he aprendido también a ser prudente, a veces moderada, aun cuando me cuesta mucho. Pero hoy confieso públicamente que tengo muchas ganas de odiar al Procurador General de la Nación. No obstante, odiar no es uno de mis verbos de conjugación cotidiana. Como psicóloga, hace mucho que he entendido que el odio no sirve de gran cosa: no genera sino amarguras y resentimientos en la persona que siente odio, y es, además, un sentimiento incapaz de lograr cambios o transformar situaciones extremas. Soy hija de la Segunda Guerra Mundial. Mis padres vivieron dos guerras mundiales y nunca los oí expresar odios ante la devastación producida por los nazis. Hacían análisis críticos, comunicaban sus profundos rechazos, nos explicaban, a mis hermanos y a mí misma, su odio a las guerras, mas nunca su odio hacia pueblos o seres humanos. Se volvió diáfano -de alguna manera- el hecho de que el odio solo produce odio. Tal vez por esto hoy me siento incapaz de afirmar, expresar y escribir que odio al Procurador. Quisiera poder decirlo, pero no lo haré porque sé que esto no hará cambiar a este señor, ni me aliviará. Y espero mantener esta determinación hasta finalizar esta columna. Entonces es con tranquilidad, con el espíritu claro y las ideas en orden con los que diré que no odio al procurador Ordóñez, a pesar de que él condensa todo lo que por años las mujeres hemos combatido. Y cuando digo “las mujeres”, por supuesto, no son todas, 1 Florence Thomas, Coordinadora del Grupo Mujer y Sociedad -

El Tiempo, 15 de agosto de 2012 http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/florencethomas/ ARTICULO-WEB-NEW_NOTA_INTERIOR-12127753.html

sino las que hemos sido, y las que seguimos y seguiremos siendo, protagonistas de una lenta revolución que significa una mejor vida para todas y todos; las que luchamos diariamente por el reconocimiento de derechos fundamentales, como los derechos sexuales y reproductivos, y por una mayor autonomía para decidir sobre nuestros cuerpos, nuestros pensamientos, nuestra sexualidad y nuestra intimidad, todo lo que el actual Procurador combate y odia. Escribiendo esto, me acordé de un grafiti anónimo, creo que argentino, que decía: ‘Patriarca, tus pesadillas son nuestros sueños’, un grafiti que expresa de manera contundente lo que sentimos las feministas cada vez que nos confrontamos con patriarcas de la talla del Procurador actual de los colombianos y de las colombianas. Y se han acumulado tantos hechos que es difícil negarme a lo que siento: un profundo deseo de que el Procurador patriarca no sea reelegido. Hoy, la copa se rebosó. Entonces, en consonancia con los mandatos y buenos consejos de mi padre y de mi madre, me daré permiso de escribir: no más Monseñor Procurador. No más imposición de criterios religiosos en las decisiones públicas; no más atropellos a las mujeres que luchan por su autonomía, ejercen sus derechos y luchan por el reconocimiento de los derechos de las y los demás. Y si Héctor Abad dice que tenemos derecho a la idiotez, también debemos tener derecho, de vez en cuando y solo unos minutos, a expresar la rabia y la indignación ante los abusos de poder y ante la pretensión de perpetuarse en el cargo. Este funcionario, que predica su libertad religiosa imponiéndola como bandera y símbolo patrio, no puede seguir generando falsas encrucijadas en la población. Si entendí bien lo que nos predican los evangelios, Jesús nunca condenó a las mujeres. Por todo esto, no odio al Procurador, solo me produce desprecio su proceder. Lo he dicho. Y, créanme, no fue fácil. Tampoco será fácil reelegirlo.

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Invisibles, ¿una vez más?2 Son muchas las mujeres que hubieran podido ser consideradas para hacer parte de esta mesa y aportar lo que han aprendido en estos interminables años de guerra. Tengo una duda estructural sobre las buenas noticias que vienen con la euforia de la paz: no hay mujeres en la mesa de negociación. Y no se trata de un simple detalle, como pudieran pensar quienes no se han dado cuenta de que el oscurantismo de siglos precedentes ya no tiene lugar hoy. Por ello, muchas voces se han levantado en diversos lugares para expresar su extrañeza ante una mesa de negociación conformada, en pleno siglo XXI, exclusivamente por varones. No obstante, quiero mencionar que, en general, las mujeres sentimos una profunda emoción con la determinación de nuestro Presidente para encaminar al país en la ruta de la paz y en este sentido apoyamos su decisión de poner fin a más de 50 años de guerra en nuestro territorio. Una guerra cuyos estragos han afectado de modo diferencial a la población y particularmente a las mujeres colombianas. Porque si bien en las guerras, todos y todas, hombres y mujeres, perdemos, hoy sabemos que no perdemos del mismo modo. Es que nuestros cuerpos y nuestras vidas están marcados por la cultura de manera incomparable. Habitamos el mundo desde otra mirada y nuestra invisibilidad aún se repite en la práctica. El día del lanzamiento de la Política Nacional de Equidad de Género, el Presidente reconoció en su discurso este hecho y afirmó: “Las mujeres tendrán un rol protagónico en el proceso de paz”. Sin embargo, ninguna mujer está presente en este primer grupo de cinco negociadores nombrados por el Gobierno Nacional. Y son muchas las que hubieran podido ser consideradas para hacer parte de esta Florence Thomas, Coordinadora del Grupo Mujer y Sociedad - El Tiempo, 25 de septiembre de 2012 http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/florencethomas/invisibles-una-vez-mas-florence-thomas-columnista-el-tiempo_12253042-4 2

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mesa y aportar lo que han aprendido en estos interminables años de guerra. Puede que sea tarde para enmendar este hecho, pero quisiera nombrar a algunas de ellas que he tenido la oportunidad de conocer en estos 45 años de colombianeidad mía: todas mujeres que he admirado por su valor y su constante trabajo ante los estragos del conflicto armado; todas mujeres que no han dudado un minuto para hacer oír sus voces o hacer conocer sus trabajos en pro de una posible paz. Y si esta columna no sirve de nada, quiero decir, si no sirve para que nuestras voces estén presentes en este primer grupo de negociadores, que se convierta por lo menos en un pequeño homenaje a mujeres que hubieran merecido estar a la par con cualquiera de estos hombres escogidos por el Presidente. Sin orden ninguno, nombraré algunas de ellas: Patricia Buriticá, Ana Teresa Bernal, María Eugenia Vásquez, María Emma Mejía, María Emma Wills, Magdala Velásquez, Piedad Córdoba, Martha Nubia Bello, Eulalia Yagarí, Cecilia López, Viviane Morales, alguna mujer de la Ruta Pacífica, o de la Iniciativa de Mujeres por la Paz, o de las que han trabajado sin descanso en la Mesa de Mujeres y Conflicto Armado, o, por qué no, mujeres excombatientes, mujeres reinsertadas que tienen tanto para enseñarnos en relación con la guerra. Y faltan muchas en esta muy corta lista. Este país está lleno de mujeres que saben de paz porque han sido, muchas de ellas, hechiceras de una cotidianidad que no podía estancarse en medio de las peores condiciones bélicas, hechiceras y constructoras de herramientas de contrapoder que han tenido que aprender para sobrevivir en este mundo patriarcal que sigue negando una humanidad sexuada y se rehúsa a ver el mundo completo. Ya sabemos que la democracia sin las mujeres no va; en consecuencia, es ya un deber ineludible demostrar que las ciudadanas tienen hoy un lugar visible en el proceso de paz que todos y todas anhelamos.


Creada en Bogotá La secretaría Distrital de la Mujer Marta Buriticá Los procesos de construcción colectiva de la “Política Pública de Mujeres y Equidad de Género”1 en Bogotá, D.C expresan la articulación de acciones colectivas de participación, organización, representación y movilización de las mujeres bogotanas, quienes históricamente hemos trabajado por la defensa y reconocimiento de nuestros derechos. Una vía que ha sido posible por la conciencia progresiva de la dimensión política de la acción colectiva entre mujeres, que lleva consigo aprendizajes importantes respecto a nuestra autonomía, individual y colectiva, al ejercicio de la ciudadanía de las mujeres y su relación con el derecho de las mujeres a la ciudad2. En este trasegar las mujeres dimos pasos significativos, entre los cuales cabe señalar la adopción de un marco jurídico y normativo Distrital que replantea la estructura y cultura institucional3, los diálogos, debates y procesos de interlocución con los estamentos políticos de la ciudad respecto a las relaciones entre los Gobiernos locales y las mujeres con investidura de actoras políticas. Un ejemplo paradigmático se registra en el hecho político protagonizado por los diferentes grupos y organizaciones de mujeres durante el período electoral del año 2011, quienes suscribieron un pacto con candidatos y candidata a la alcaldía de Bogotá en el Foro ‘En Bogotá, las mujeres preguntamos, proponemos y elegimos’, convocado por el Consejo Consultivo de Mujeres, la Alianza Pro Secretaría de la Mujer, la Fundación de Apoyo Comunitario (Fundac) y los Comités Operativos Locales de Mujer y Género (COLMYG) de cada localidad. 1 Adoptada mediante el decreto 166 de 2010 de la Alcaldía Mayor de Bogotá 2 Ver http://www.hic-al.org/documentos/ciudadmujeres.pdf 3 Ver http://www.participaciónbogota.gov.co link Fortalecimiento de la Organización Social – Gerencia de Mujer y Géneros. www.sdp.gov.co link ciudad – seguimiento a políticas públicas

Estos procesos de interlocución e incidencia política con las bancadas de los partidos y sus aspirantes a la Alcaldía y al Concejo de Bogotá hicieron posible que el 28 de abril de 2012 el Concejo de Bogotá aprobara por votación unánime la creación del Sector Mujeres en la estructura administrativa de la función pública de la ciudad y de la Secretaría Distrital de la Mujer, y que el Alcalde Mayor, Gustavo Francisco Petro Urrego aprobara y sancionara el Acuerdo 490 de 2012 (ver recuadro) en acto público realizado el 28 de junio con la presencia del Consejo de Gobierno, funcionarios y funcionarias públicas, el Consejo Consultivo de Mujeres y mujeres pertenecientes a diversos grupos y organizaciones de mujeres del Distrito Capital.4 No obstante estos logros que permitirán visibilizar los efectos de la desigualdad que enfrentamos las mujeres en la ciudad, no serán suficientes, progresivos, ni sostenibles sin la conciencia colectiva sobre los retos que implica para las mujeres la construcción colectiva, sustantiva y radical de procesos democráticos, en cuyo vacío o ausencia perviven las causas profundas de la desigualdad. En este sentido los avances de la institucionalidad marcan hitos respecto al quehacer de las mujeres y su relación con los gobiernos locales. Este hecho de naturaleza política cambia la arquitectura y cultura administrativa de la función pública en Bogotá, da cuenta de la fuerza movilizadora de las mujeres y de su capacidad transformadora a través de ejercicios cotidianos de autonomía y reconocimiento del concierto de voces que nutren la acción colectiva entre mujeres.

4

Ver intervención del Alcalde Mayor de Bogotá en http://www.youtube. com/watch?v=leIiIP6q0Gw

En otras palabras… no. 20 / Noticias En Otras Palabras | 195


ACUERDO 490 DE 2012 ( Junio 28)

“Por el cual se crean el Sector Administrativo Mujeres y la Secretaría Distrital de la Mujer y se expiden otras disposiciones”. EL CONCEJO DE BOGOTÁ, D. C. En ejercicio de sus facultades constitucionales y legales, en especial las conferidas por los numerales 8 y 10 del artículo 12 y el artículo 55 del Decreto Ley 1421 de 1993, ACUERDA: CREACIÓN DEL SECTOR MUJERES

CAPÍTULO 1

ARTÍCULO 1°.- Creación del Sector Administrativo Mujeres. Créase el Sector Administrativo Mujeres y adiciónase con éste el artículo 45 del Acuerdo Distrital 257 de 2006, con el literal m. del siguiente tenor: m. Sector Mujeres ARTÍCULO 2°.- Sector Administrativo Mujeres. El Sector Administrativo Mujeres estará integrado por la Secretaría Distrital de la Mujer cabeza del sector. ARTÍCULO 3º.- Misión del Sector Administrativo Mujeres. El Sector Administrativo Mujeres tiene la misión de ejecutar, liderar, dirigir y orientar la formulación de las políticas públicas, programas, acciones y estrategias en materia de derechos de las mujeres, coordinar sus acciones en forma intersectorial y transversal con los demás sectores y entidades del Distrito; velar por la protección, garantía y materialización real y efectiva de los derechos de las mujeres en el Distrito Capital. Promover la participación de las mujeres y de las organizaciones sociales, en lo relacionado con las funciones asignadas a este sector, desde las diversidades que las constituye y promover su autonomía en la cualificación del ejercicio de la ciudadanía. ARTÍCULO 4°.- Creación de la Secretaría Distrital de la Mujer. Créase la Secretaría Distrital de la Mujer. ARTÍCULO 5º. Naturaleza, Objeto y Funciones Básicas de la Secretaría Distrital de la Mujer. La Secretaría Distrital de la Mujer es un organismo del Sector Central con autonomía administrativa y financiera. Tiene por objeto liderar, dirigir, coordinar, articular y ejecutar las etapas de diseño, formulación, implementación, seguimiento y evaluación de políticas públicas para las mujeres, a través de la coordinación intra e intersectorial, territorial y poblacional de estas políticas públicas, así como de los planes, programas y proyectos que le corresponda para el reconocimiento, garantía y restitución de los derechos y el fomento de las capacidades y oportunidades de las mujeres. Además de las atribuciones generales establecidas para las Secretarías en el artículo 23 del Acuerdo Distrital 257 de 2006, la Secretaría Distrital de la Mujer tendrá las siguientes funciones básicas: a. Actuar como ente rector del Sector Mujeres en el Distrito Capital y en especial, liderar y orientar, mediante las directrices del Alcalde o Alcaldesa Mayor y de los Consejos Superiores de la Administración Distrital, las etapas de diseño, formulación, ejecución, seguimiento y evaluación de las políticas generales, estrategias, planes, programas y proyectos del Sector. b. Promover la eliminación de cualquier forma de discriminación de sexo-racismo y violencias contra las mujeres en sus diversidades étnicas raciales y culturales. Para tal fin propenderá por la participación con organizaciones e instancias de la sociedad civil. c. Asesorar a los sectores de la Administración Distrital en las políticas, planes, programas y proyectos para la incorporación de derechos, garantías e igualdad de oportunidades para las mujeres. d. Participar en las etapas de diseño, formulación, ejecución, seguimiento y evaluación del plan de desarrollo económico, social, ambiental y de obras públicas del Distrito Capital y de las localidades. e. Brindar asesoría, asistencia técnica y coordinar la transversalización y territorialización de las políticas públicas para las mujeres garantizando su cobertura en todas las localidades. f. Diseñar, coordinar, implementar, ejecutar y hacer seguimiento a las políticas de promoción, prevención, atención e incorporación en planes, programas y proyectos y su articulación en el nivel local y distrital, así como procesos de sensibilización, formación y capacitación para las mujeres. g. Implementar un sistema de indicadores que permita evaluar los impactos de la Política Pública referida en este Acuerdo. h. Gestionar, en coordinación con las instancias distritales competentes, la cooperación técnica y económica que permita avanzar en la construcción de una ciudad democrática e incluyente para todas y todos y la implementación de una política pública integral para las| mujeres para el ejercicio real y efectivo de sus derechos y garantías constitucionales y legales. Las mujeresy reinventamos el mundo 196


i. Diseñar e impulsar estrategias para la transformación de la cultura institucional y ciudadana a través de la utilización de lenguaje incluyente y de formas comunicativas para el avance en la comunicación en el Distrito Capital. j. Promover y facilitar la participación de las ciudadanas para la toma de decisiones y el fortalecimiento del control social de la gestión pública en los asuntos de su competencia, en las diferentes instancias de concertación de políticas, planes y programas. k. Ejercer la veeduría en el Distrito Capital sobre la aplicación real y efectiva de las leyes, decretos y acuerdos establecidos para la mujer, y así mismo sobre la eficiente, oportuna y constante prestación de los servicios dispuestos por la administración distrital para la mujer. l. Apoyar las diferentes formas de asociación de las mujeres en el distrito. m. Impulsar acciones tendientes a la eliminación de toda forma de violencia y discriminación contra la mujer. n. Brindar atención y asesoría oportuna a las mujeres que sean objeto de cualquier tipo de discriminación y/o violencia en orden a restablecer los derechos vulnerados.

DISPOSICIONES GENERALES

CAPÍTULO 2

ARTÍCULO 6°.- Modificación de Competencias. Las competencias y funciones asignadas por el Acuerdo Distrital 257 de 2006, a la Secretaría Distrital de Planeación, a la Secretaría Distrital de Gobierno, al Instituto Distrital de la Participación y Acción Comunal y de los demás sectores en lo pertinente en materia de formulación y orientación de las políticas públicas para las mujeres, serán asumidas por la Secretaría Distrital de la Mujer en los términos previstos en el presente Acuerdo. Lo anterior, sin perjuicio de la obligación de los demás sectores administrativos de incorporar el enfoque de derechos de la mujer en los planes sectoriales. ARTÍCULO 7°.- Transitorio. Establécese un periodo de transición de seis (6) meses, contados a partir de la vigencia del presente Acuerdo, para que las funciones y programas que vienen realizando las diversas Secretarías, Departamentos Administrativos o Entidades Descentralizadas Distritales en el marco de la misión y funciones asignadas a la Secretaría Distrital de la Mujer, sean trasladadas a ésta. ARTÍCULO 8º.- Término para la implementación de la organización de la Secretaría Distrital de la Mujer. La estructura administrativa de la Secretaría creada por el presente Acuerdo se perfeccionará en un plazo máximo de seis (6) meses, contados a partir de la vigencia del mismo. ARTÍCULO 9°.- Planta de Personal. La Administración Distrital determinará la planta de personal de la Secretaría Distrital de la Mujer, para lo cual podrá realizar los ajustes pertinentes a la planta de cargos de las Secretarías Distritales de Planeación y de Gobierno, teniendo en cuenta las funciones que se asignan a la nueva Secretaría creada mediante el presente Acuerdo. Para el efecto se dará cumplimiento a las disposiciones del artículo 118 del Acuerdo Distrital 257 de 2006. De conformidad con el artículo 6° del Acuerdo Distrital 199 de 2005, el Instituto Distrital de la Participación y Acción Comunal adelantará las actuaciones pertinentes para la modificación de su estructura y planta de personal, teniendo en cuenta las funciones que se trasladan a la Secretaría creada por el presente Acuerdo. PARÁGRAFO. Los/as servidores/as públicos/as que vienen prestando sus servicios en los Sectores Administrativos de Planeación y de Gobierno, y que sean incorporados/as en la Secretaría Distrital de la Mujer, lo serán sin solución de continuidad a cargos de igual o equivalente jerarquía, garantizando los derechos consolidados y las garantías laborales protegidas por la ley. ARTÍCULO 10.- Vigencia y Derogatorias. El presente Acuerdo rige a partir de su publicación, adiciona y complementa en lo pertinente el Acuerdo 257 de 2006 y deroga todas las disposiciones que le sean contrarias. PUBLÍQUESE Y CÚMPLASE. DARÍO FERNANDO CEPEDA PEÑA Presidente

ELBA LIGIA ACOSTA CASTILLO Secretaria General ALCALDÍA MAYOR DE BOGOTÁ, D.C.

GUSTAVO FRANCISCO PETRO URREGO Alcalde Mayor de Bogotá, D.C.

PUBLÍQUESE Y EJECÚTESE. Junio 28 de 2012. NOTA: Publicado en el Registro Distrital No. 4919 de julio 3 de 2012. Las palabras pronunciadas por el Alcalde Mayor de Bogotá D.C. Gustavo Petro Urrego en el evento público de firma de este acuerdo, pueden consultarse en: http://www.youtube.com/watch?v=leIiIP6q0Gw En otras palabras… no. 20 / Noticias En Otras Palabras | 197


Selección de noticias de prensa. Cronología febrero-septiembre 2012

23 de febrero

Riesgo para la salud mental, razón suficiente para solicitar IVE La Corte Constitucional estableció con la Sentencia T-841 del 2011 que el riesgo para la salud mental de la mujer es razón suficiente para llevar a cabo una interrupción voluntaria del embarazo- IVE. La tutela que generó este fallo fue interpuesta por el caso de una niña de 12 años que solicitó la IVE al estar en riesgo su vida y su salud, y pese a llenar los requisitos establecidos fue obligada a continuar con el embarazo luego de 10 semanas de tramites innecesarios. La Mesa por la Vida y la Salud de las Mujeres brindó apoyo jurídico a la tutela impuesta por la niña y sus representantes legales.1 A partir de esta tutela la Corte estableció como razonable un plazo de 5 días para que las EPS atiendan las solicitudes de IVE y lleven a cabo los procedimientos en los casos en los que se encuentra permitido. Dispuso, además, que ningún médico podrá negarse a hacer valoraciones oportunas o expedir certificados requeridos para acceder a la IVE y, por su parte, los Jueces de la República estarán obligados a garantizar la reserva de identidad de 1 La Mesa por la Vida y la Salud de las Mujeres es un colectivo de organizaciones y personas que desde su conocimiento y experiencia trabajan por los derechos sexuales y reproductivos de las colombianas, por la implementación efectiva de la Sentencia C-355 de 2006 y por la liberalización del aborto en Colombia.

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mujeres que interponen tutelas para que se les practique un procedimiento de interrupción voluntaria del embarazo.. La Corte Constitucional declaró que en este caso “se había causado un daño irremediable y condenó a la EPS a indemnizar teniendo en cuenta la condición de menor de edad, el daño a la salud mental y la afectación al proyecto de vida; de igual manera deberá prestar servicios para la atención ilimitada en su salud mental. La EPS será investigada por la Supersalud quien estará a cargo de aplicar la sanción correspondiente que podrá ser una multa, representada en una cuantiosa suma de dinero” (Comunicado Mesa por la Vida y la Salud de las Mujeres).

Mayo 9 – Junio 28

Compromiso de Montevideo de cara a Cairo+20 Entre el 9 y el 10 de mayo se dieron cita en Montevideo, Uruguay, representantes de movimientos, redes y organizaciones sociales para llevar a cabo la consulta regional de las organizaciones de la sociedad civil de América Latina y el Caribe de cara a la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo (CIPD), Cairo+20 a realizarse en 2014. En el encuentro se definió la declaración donde se reafirma estar de acuerdo con el contenido del Programa de Acción de la CIPD, en la cual se expresa:


“Exhortamos a gobiernos, organismos internacionales y agencias del Sistema de las Naciones Unidas a: Redoblar sus esfuerzos para crear y fortalecer el efectivo funcionamiento de mecanismos de participación de las diversas OSC, en todos los niveles. Erradicar las injusticias generadas por desigualdades de género, clase, edad, etnia, raza, orientación sexual, identidad de género, estado de salud, religión, discriminación por vih, ejercicio del trabajo sexual, discapacidad y otras condiciones. Invertir en recursos humanos, institucionales y económicos dedicados al cumplimiento de estos compromisos Fortalecer la expresión intersectorial de esta agenda y el trabajo articulado de los diversos actores involucrados. Garantizar que la información se difunda de forma transparente, oportuna, adecuada y accesible. Consolidar las habilidades de las organizaciones de la sociedad civil y de sus liderazgos Integrar las reivindicaciones y propuestas provenientes de los movimientos, redes y organizaciones sociales. Impulsar y fortalecer democracias reales y participativas en un contexto de desarrollo sostenible e incluyente, garantizando la laicidad de los Estados y respetando la libertad, soberanía y autonomía de cada persona sobre su cuerpo y su vida, para tomar sus propias decisiones sin padecer por ello discriminación ni violencia, es el marco imprescindible para lograr las aspiraciones contenidas en el Programa de Acción no sólo para el 2014 sino más allá.” La declaración fue suscrita por ochenta y cinco adherentes: redes, alianzas, campañas, grupos y organizaciones. El texto completo de la declaración puede consultarse en: ht tp : / / w w w. c o ti d i a n o mu j er. o r g .uy / s i ti o / i ndex .php ?vie w=ar ticle&catid=40%3Adebatesfeministas&id=295%3Arumbo-a-cairo20&format= pdf&option=com_content

Mayo 16

Informe presentado a Representante Especial del Secretario General de Naciones Unidas para la Violencia Sexual en el marco de los conflictos armados En Bogotá, el 16 de mayo de 2012, organizaciones de mujeres y de derechos humanos presentaron ante la Representante Especial del Secretario General de Naciones Unidas para la Violencia Sexual en el marco de los conflictos armados, Margoth Wallströn, el Informe “El Estado y la violencia sexual contra las mujeres en el marco de la violencia sociopolítica en Colombia”. Luego de exponer la situación de la violencia sexual contra las mujeres, se presentaron algunas recomendaciones dirigidas al Estado Colombiano y al Sistema de Naciones Unidas, haciendo énfasis en la necesidad de reconocer que la violencia sexual ocurrida en contextos del conflicto armado colombiano constituye crimen de lesa humanidad. Ver http://www.sismamujer.org/sites/default/files/publicaciones/Informe.presentado.representante.especial.sobre_.violencias.sexual.nu__0.pdf

Junio 3

Dolor e indignación en marchas de mujeres Miles de mujeres indignadas salieron por las calles de varias ciudades colombianas a protestar por la violencia contra las mujeres y los feminicidios en Colombia. Un hecho doloroso detonó la manifestación de las mujeres: la violación sexual, tortura y asesinato de Rosa Elvira Cely, ocurrida el amanecer del 23 de mayo en el Parque Nacional de Bogotá. ¡Ni una más! ¡Por el derecho a la vida ni una Rosa más! Gritaron durante todo el recorrido. Con velas, flores,

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pancartas de rechazo y la preocupación reflejada en sus rostros lanzaron un llamado de atención al gobierno nacional y las autoridades sobre la inseguridad que viven las mujeres en la calle y en las casas de este país. Colombia figura entre los países con mayor tasa de feminicidios en el mundo, dice el informe” Feminicidio: Un problema global” publicado por la organización Small Arms Survey, investigación realizada entre el 2004 y el 2009. Según cifras del Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses, entre enero y mayo de 2012, cerca de 500 mujeres han sido asesinadas. En el mismo periodo del 2011, se registraron 512 casos. El Tercer Informe Internacional Violencia contra la mujer en las relaciones de pareja, Estadísticas y Legislación del Centro Reina Sofía de España, manifiesta que en un estudio realizado a 44 países, entre el 2000 y 2006, Colombia es el tercer país donde mas se han incrementado los feminicidios (71,27%). Esta realidad se evidencia en algunos departamentos como Antioquia con 80 mujeres asesinadas en lo corrido del año, y en el Valle, región del país con más casos de este tipo, con 72 feminicidios -según la Policía Nacional-, entre el 1 de enero y el 27 de mayo del 2012. Por eso, en medio de la impunidad y la falta de medidas para combatir esta pandemia, el domingo 3 de junio, las voces de las mujeres se alzaron exigiendo justicia para el caso de Rosa Cely y el de muchas mas mujeres asesinadas en Colombia.2

Julio 28

Ni querellables ni desistibles. Con voto unánime, la Plenaria de la Cámara de Representantes aprobó la Ley 1542 de 2012 que busca garantizar la protección de las mujeres a partir de la eliminación del carácter de querellable y desistible a los delitos de vio2 En la sección Remembranzas de esta edición –rendimos homenaje a las mujeres víctimas del feminicidio en Colombia, hacia la tipificación de este delito, para lo cual cursa en el Congreso de la República un Proyecto de Ley en el camino de la erradicación de todas las formas de violencia contra las mujeres.

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lencia contra la mujer e inasistencia alimentaria, tipificados en los artículos 229 y 233 del Código Penal. Estos delitos tendrán penas entre cuatro y ocho años de prisión, y la de violencia intrafamiliar deberá ser precedida de un concepto técnico dado por un equipo interdisciplinario de Medicina Legal. Con esta ley cualquier persona puede denunciar y la autoridad, de oficio, deberá iniciar la investigación. Las demandantes no podrán desistir y conciliar. Además dejarán de ser excarcelables y no tendrán ningún tipo de beneficio. El por qué de esta Ley: Teniendo en cuenta instrumentos internacionales como la Convención sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW), aprobada mediante la Ley 51 de 1981, Colombia condena la discriminación contra la mujer en todas sus formas. Dentro de los avances legislativos encaminados a eliminar tal discriminación está la Ley 1257 de 2008, que recoge los postulados de la CEDAW y de Belem Do Pará, truncada en su aplicación a partir de la Ley 1453 de 2011, denominada de “La seguridad ciudadana”, al revivir la querellabilidad de los delitos de violencia intrafamiliar (Artículo 108[3]) e inasistencia alimentaria, considerándolos “desistibles”, “excarcelables” y “conciliables”, obviando el deber de la justicia de iniciar las investigaciones respectivas.

Agosto 1

En el Congreso dos Proyectos de Ley en materia de violencias contra las mujeres La senadora Gloria Inés Ramírez presentó el Proyecto de Ley “Rosa Elvira Cely” No. 49 De 2012 - Senado “Por la cual se crea el tipo penal de feminicidio como delito autónomo y se dictan otras disposiciones”. Angela María Robledo e Iván Cepeda, representantes a la Cámara, presentaron el proyecto de ley No. 037 de 2012 Cámara “Por medio del cual se modifican algunos artículos de las leyes 599 de 2000, 906 de 2004 y se adop-


tan medidas para garantizar el acceso a la justicia de las víctimas de violencia sexual, en especial la violencia sexual con ocasión al conflicto armado, y se dictan otras disposiciones”.

personales y colectivas” Ver: http://www.antioquia. gov.co/index.php/prensa/historico/159-prensa-fajardo/8534

Septiembre 13

Agosto 3

Decreto busca resaltar el verdadero fin de la educación, que es el pleno desarrollo integral de niñas y jóvenes. Mediante el Decreto 1888 de agosto 3 de 2012, la Gobernación de Antioquia busca promover un ambiente educativo propicio y unas prácticas pedagógicas que dignifiquen la vida de las niñas y las jóvenes, y garanticen su reconocimiento como sujetas de derechos. El decreto prohíbe los desfiles de moda, concursos, reinados de belleza y toda clase de eventos que resalten o premien los atributos físicos de las niñas y adolescentes que cursan sus estudios en los establecimientos educativos oficiales de los municipios no certificados del Departamento. Los desfiles, concursos y reinados de belleza “no aportan a la formación ética de niñas y adolescentes, ni a una subjetividad femenina segura y autónoma, ni a oportunidades para su pleno desarrollo y reconocimiento de capacidades; por el contrario, constituyen una actividad discriminatoria, humillante y atentatoria de la dignidad femenina” , señala el documento. De esta forma, la Gobernación de Antioquia “autoriza y convoca a las entidades educativas, culturales y recreativas para que promuevan en estos establecimientos educativos actividades que se enfoquen a reconocer los valores y derechos ciudadanos y a lograr una formación, en este caso de niñas y adolescentes, que se base en el reconocimiento de sus talentos, habilidades y capacidades

Corte Constitucional ordena pagar salario mínimo a las Madres Comunitarias “La Corte Constitucional le ordenó al Estado que se le tendrá que pagar un salario mínimo legal vigente a las madres comunitarias que trabajen de tiempo completo en el Programa de Hogares Comunitarios de Bienestar. En este sentido instó a la Presidenta de la Comisión Legal para la Equidad de la Mujer del Congreso de la República, la Alta Consejera Presidencial para la Equidad de la Mujer, el Ministerio de Hacienda, el Departamento Nacional de Planeación, la Mesa Nacional de las Organizaciones de Madres Comunitarias y representantes de las Asociaciones de Padres de Familia y Organizaciones Comunitarias que participan en el Programa. “Otorgar una retribución económica inferior al salario mínimo legal a una alternativa laboral que consiste en desarrollar actividades asociadas tradicionalmente el sexo femenino implica, no sólo abstenerse de cambiar, sino reforzar el patrón sociocultural según el cual estas tareas tienen poco o ningún valor económico y social y en todo caso merecen un pago menor que aquellas que históricamente se han ligado a los hombres”, precisa el fallo de la Corte. La decisión se tomó en el marco del fallo emitido por la Corte Constitucional que le ordenó al Instituto de Bienestar Familiar reintegrar a una madre comunitaria que fue víctima de una persecución por parte del organismo por el hecho de ser portadora de VIH positivo. El alto tribunal considero que la mujer fue objeto de discrimación laboral al no permitírsele seguir ejerciendo sus funciones al cerrarse el Centro comunitario donde trabaja en la ciudad de Cali.” Ver: http://www.elespectador. com/noticias/judicial/articulo-374705-corte-ordenaal-gobierno-pagarle-salario-minimo-madres-comunitar

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Septiembre 29

Exigimos la renuncia de Alejandro Ordoñez al cargo de Procurador General de la nación. A través de las redes sociales, circularon diariamente correos electrónicos invitando a suscribir una “petición de la comunidad” con el título Bye Bye Procurador Ordoñez. El siguiente es el texto de la petición suscrita hasta esta fecha por un total de 7,748 firmantes. “Como ciudadanos colombianos comprometidos con el respeto de la Constitución Política de 1991, pedimos respetuosamente que Alejandro Ordoñez renuncie a su cargo de Procurador para dar vía libre a un nuevo funcionario que realmente vele por nuestros derechos. Su gestión pública se ha caracterizado por pisotear los derechos de las mujeres, de los homosexuales, y por amañar las leyes para beneficiar a su círculo cercano y sus creencias religiosas personales. Colombia es un país diverso y multicultural que necesita un

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Procurador que vele por los derechos de todos y no uno que haga de la Procuraduría una santa misa.” Ver: secure.avaaz.org/es/petition/Exigimos_la_renuncia_del_ Procurador_Alejandro_Ordonez/?aWWszdb&external=

Octubre 2

Creación de la Secretaría de la Mujer en el Cauca Por medio del Decreto No. 0298 de Septiembre 9 de 2012 el Gobierno departamental del Cauca da vida a la Secretaría de la Mujer, instancia necesaria para tramitar y lograr que en la estructura de esa administración las mujeres tengan un espacio de incidencia y decisión que garantice los derechos políticos, económicos y culturales de las mujeres.


Las mujeres y los libros


Los siete rostros de María Juan Manuel De Castells Tejón Intermedio Editores Ltda. Bogotá, 2011

Sandra Mazo Católicas por el Derecho a Decidir –Colombia Después de este apasionante viaje histórico por las significaciones y deconstrucciones de aquella mujer paradigmática, emblemática, misteriosa y compleja como lo es sin lugar a dudas María, la tan conocida madre de Jesús, quiero en primer lugar expresar un sincero reconocimiento a Juan Manuel de Castells por este riguroso y crítico trabajo investigativo y narrativo, en el que nos permite redescubrir, relacionar y recuperar a través de los Siete Rostros de María, también los rostros de innumerables mujeres, de representaciones femeninas, de diosas, expresiones culturales y sociales que han dado sentido a la presencia de las mujeres como sujetos históricos imprescindibles en las reconfiguraciones socio – políticas, económicas y culturales de las sociedades a través de la historia. Este texto nos muestra a una María como personaje histórico, y además, como una representación simbólica que ha sido instrumentalizada durante dos mil años por la jerarquía eclesial católica romana, para influenciar, dominar y controlar el cuerpo y el

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alma de las mujeres, la fe, las creencias y la sexualidad, al tiempo que se favorecieron ciertos intereses religiosos, políticos y económicos en determinados momentos de la historia. Así mismo, como bien lo plantea el autor, “la imagen de María ha sido un factor esencial de división entre las iglesias cristianas y una barrera hasta ahora infranqueable en los esfuerzos de unión ecuménica que algunos miembros de estas iglesias vienen realizando”. En esta narración se resaltan una serie de efectos producidos en la cultura, especialmente la occidental, que se originan a partir de la manipulación de la imagen de María, que ha dado origen a inverosímiles, anacrónicos y mitológicos referentes de mujer, que los llamados “padres de la iglesia” han pretendido imponer como único modelo a seguir por las mujeres en el mundo católico y hasta el no católico, evidenciando con ello el patriarcalismo, la misoginia y el desprecio de la sexualidad con los que los representantes de la iglesia católica edifican sus estructuras morales, económicas, sociales, psicológicas, etc., para fortalecer su poder y su pretensión de control socialcultural. Estos “hombres” de iglesia, han pretendido controlar con especial hincapié la vida y el cuerpo de las mujeres, y sin lugar a dudas, no conciben que las mujeres sean autónomas, líderes y referentes para la historia. Esto se evidencia en la primera parte del libro al resaltar las múltiples manifestaciones, ritualidades y cultos de diosas que en cada uno de sus momentos y contextos simbolizaron un referente para su cultura; reconocidas y valoradas por unas características especiales, ya fuera por tener como atributos la protección, fertilidad, amor, sexualidad e inmortalidad, y a su vez, ser poderosas guerreras y defensoras de estos dones. Así, se resaltan diosas como Artemisa, Venus, Afrodita, Xochiquetzal (Diosa Azteca del amor), Gea (la Tierra), Atenea,


Dana o Ana (la raíz de los Ríos), la diosa madre americana Pachamama (la madre tierra), Bachué, Romi Kumu (la diosa chamán), entre otras, que muestran en cada periodo de la historia que el papel de la mujer en su comunidad era privilegiado y constituía un lugar digno de importantes deidades. No obstante, el monoteísmo representado en este caso por la jerarquía de la iglesia católica, poco a poco fue metamorfoseando el culto a estas diosas hasta imponer a la virgen María como diosa suprema, legítima y única divinidad femenina que reemplazaría las necesidades espirituales, las cosmovisiones particulares, y las creencias culturales, al convertirla en el único modelo de mujer a seguir. De este modo, la misoginia y el patriarcalismo de los representantes de la Iglesia Católica, se fortalecen con la difusión del culto mariano, con el propósito de convertir a María en el ejemplo de mujer virtuosa, un paradigma para que las mujeres se exculpen de lo que ellos han inventado como el pecado original que las ha convertido en la “puerta del diablo” y en “demonios”. En tal sentido, difundiendo el desprecio a las mujeres, a su cuerpo, a su sexualidad, y al placer, etc., impusieron e imponen creencias y dogmas en los que justifican la virginidad como el don más preciado de una mujer, por lo que debe ser respetada, valorada y reconocida. Así las cosas, comparto con el autor el argumento que lo que verdaderamente se esconde tras la doble moral de la tan difundida virginidad, es en realidad una estrategia de carácter económico, como mecanismo para conservar el patrimonio familiar y por supuesto el eclesial. Tanto que “la virginidad de las ricas herederas solteras y de las viudas ricas ayudó a la iglesia a establecer un sólido patrimonio que no hizo sino incrementarse a través de la historia.”1. A estos intereses económicos, habría que sumarle el interés de esta institución patriarcal de controlar 1 Los siete rostros de María, p. 124.

y administrar la fe, las conciencias y las creencias a través del miedo y de la culpa; de ahí que es con la deconstrucción del miedo y de las culpas donde las mujeres tenemos que encontrar los mecanismos para avanzar de la libertad a la liberación y apartarnos de los intermediarios que pretenden fijar (escaleras y ) obstáculos para el ejercicio cristiano de la libertad de conciencia y del derecho a decidir. Los siete rostros de María que la Iglesia Católica Romana ha inventado2, han impuesto un referente de mujer totalmente alejado de nuestra humanidad, de nuestra esencia, de nuestros deseos y necesidades; una María desprovista de solidaridad con nuestro género; una María inventada por hombres célibes, misóginos y patriarcales. Esa no es la María de la historia, pues como lo afirma Castells, “la María de la historia es la matrona judía, madre de varios hijos, el primogénito de los cuales fue un líder político – espiritual…”, es la María que le duele el sufrimiento de millones de mujeres en el mundo que padecen las más despreciables formas de violencia, soledades, discriminaciones; es la María que respeta y defiende el derecho a decidir de las mujeres frente a su vida, su cuerpo y su sexualidad. La María de la historia es una madre que como muchas mujeres han perdido a sus hijos a manos de ejércitos, grupos armados y señores de la guerra. La María de la historia y en la que creo, es la que entiende nuestras luchas, la que nos acompaña en esta apuesta por la defensa de las libertades y derechos de las mujeres en el mundo, es la que no soporta la injusticia y la que, junto con muchas otras diosas, semidiosas y mujeres de carne y hueso, nos inspiran día a día a seguir trabajando por una vida digna, justa y en libertad. Es la María de la ternura, pero también la de la fortaleza y la de la lucha por la transformación de las estructuras sociales, políticas, económicas y culturales que favorecen la injusticia y la impunidad. Es 2 Los siete rostros de María son: i) La Segunda Eva, ii) la Siempre virgen, iii) la madre de Dios, iv) la reina y novia de Cristo, v) la Mediadora, vi) la de los dogmas, aliada contra la modernidad y destructora de las herejías y vii) la corredentora y modelo de la iglesia.

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la María del amor integral, la del humanismo y la de los sueños de libertad y felicidad en la que las mujeres nos encontramos y reconocemos. Esta es entonces una provocación para encontrar el verdadero rostro humano de María y como radicales iconoclastas develemos el engaño que se nos ofrece como pócima soporífera en las creaciones patriarcales y utilitaristas de los otros rostros de María.

Vivienda y mujeres: herencias, autonomía, ámbitos y alternativas espaciales Mónica Sánchez Bernal

Universidad Nacional de Colombia Facultad de Artes, Sede Bogotá, 2012 Florence Thomas Cuando Mónica me pidió reseñar su libro Vivienda y Mujeres, resultado de su trabajo de Maestría en Arquitectura de la Vivienda, que obtuvo la mención meritoria y del cual fui evaluadora, volví a leer páginas de algunos capítulos del libro que resume tan bien lo que encontró Mónica, desde sus aproximaciones personales y profesionales, a los aportes del feminismo en un campo disciplinar como la arquitectura, “campo tradicionalmente ajeno a una inquietud tan sencilla y trascendental como es preguntarse por la vivienda bajo la perspectiva de las mujeres”, según ella misma lo menciona. Y volví a sentir lo mismo que su estudio investigativo me había despertado cuando fui su lectora, hace unos dos años. Pensé entonces que en lugar de tratar de inventarme otro discurso a propósito de este apasionante libro que ojalá se vuelva lectura indispensable en la Facultad de Artes, podía

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retomar lo que había conceptuado en ese momento puesto que el libro Vivienda y Mujeres: herencias, autonomía, ámbitos y alternativas espaciales recoge el cuerpo principal de su trabajo de maestría. Transcribo entonces aquí el texto de esta evaluación. Bogotá, Ciudad Universitaria, lunes 9 de agosto de 2010 Querida Mónica: Incluiste en tu trabajo de Maestría (capítulo 5) una carta dirigida a mí, con lo cual rompes con los metalenguajes académicos que escinden la razón y la emoción3. En tus páginas es posible presentir una búsqueda de nuevos lenguajes en los que tienen cabida las diferentes historias de mujeres y hombres para habitar el mundo y actuar sobre él. Ante este hecho, en mi condición de evaluadora, mujer y feminista, no podía emitir un concepto a la usanza tradicional de los rituales universitarios para la calificación de trabajos de grado. Por ello, haré ese concepto dirigiéndome a ti y por medio de una carta. Mónica, estoy abrumada ante el hecho de que un viejo escrito mío titulado “Habitar”, publicado en la Revista En Otras Palabras… (No. 5, enero 1999) dedicada al tema “Mujeres y Espacios Urbanos”, haya podido despertar tantas emociones y reflexiones de tu parte. Y si bien es cierto que en este texto, que retomé hace un año en mi último libro (Florence de la A a la Z) en la palabra Casa, en este texto, yo dejaba fluir mi imaginación desde una frase por cierto casi lapidaria que decía “las mujeres todavía no tienen casa, son casas… y habitan finalmente casas diseñadas por hombres”. Y te cuento hoy que nunca llegué a pensar que esa corta reflexión pudiera inspirar este trabajo tuyo de Maestría, que hace pocos días terminé de leer. 3

En el libro, esta carta se encuentra en las páginas 18 y 19.


Te confieso que devoré los capítulos uno, dos y tres, salté varias páginas del cuatro por obvias razones —no soy arquitecta y muchas de estas páginas son para especialistas— y me quedé en el cinco, cuando descubrí la carta que me escribes y en la cual expresas lo que te inspiró ese texto mío. Y lo que hoy te quiero decir es que cuando trataba de idear una casa que pudiese reflejar o significar a las mujeres, su memoria, su historia, su recién inaugurada autonomía, en fin sus imaginarios, yo me ubicaba en la utopía. Y tú, Mónica, supiste recoger esta utopía para hacerla realidad, contextualizarla, historizarla y vestirla de una formidable posibilidad para que no sigamos como viajeras perdidas en la mundialización de la jungla patriarcal. Y cuando al final de tu carta, me preguntas ¿será posible proponer otros espacios de viviendas que comiencen a ser parte de nuestro vocabulario con un letrero luminoso que diga “espacio salvavidas: ocúpese en caso de quiebre o ahogamiento del alma”?, te propongo otro aviso también luminoso y también posible, que diga: “aquí habitan mujeres libres, autónomas, a veces desequilibradas, complicadas, contradictorias, desculpabilizadas y gozosas: ¡Por favor, no molestar!”. Y sí: este trabajo tuyo demuestra y confirma una vez más que las mujeres siempre hemos sabido volver posible lo imposible. Y ahora soy yo quien te agradece. Tu trabajo nos da ánimo para seguir adelante en nuestros propósitos de transformar ese mundo pensado y construido por hombres y para hombres, y más exactamente, pensado y construido también para mujeres a la medida y el criterio de los varones. Tu trabajo logra suavizar las piedras, conferir movimiento a la verticalidad de los muros y musicalizar los trazados de la arquitectura tradicional con los cantos del agua y del viento cuando, desde diferentes culturas y tiempos, demuestras que las relaciones entre las mujeres y la arquitectura transitan por los caminos de lo prohibido y de lo conquistado en lo público, culti-

van espacios propicios para la sororidad en lo colectivo y pasean de la mujer-objeto a la mujer sujeto, en la arquitectura de lo íntimo (Capítulos tres y cuatro). Supe entonces con sorpresa y gracias a tu trabajo que siempre han existido recintos, ámbitos o lugares habitados por mujeres; comprobé que dependiendo del ángulo desde donde se miran, estos espacios pueden ser denigrantes o indispensables; comprendí que tales recintos tienen significados que favorecen la heteronomía o la autonomía de las mujeres, y se orientan desde el control más estricto de sus conductas hasta las posibilidades más amplias de liberación individual o colectiva: desde el burdel hasta el boudoir. Mónica, también tu trabajo da cuenta de los profundos cambios de las mujeres en estas últimas décadas, y logra concretarse en nuevas reflexiones y propuestas creativas relativas a diseños de viviendas que conforman otros mundos habitacionales posibles. Es que ser mujer hoy es no reconocerse en lo ya pensado, es extraviarse, es inclusive recrear el pasado de mujeres nómadas, es asumir conscientemente que las ciudades actuales no nos están ofreciendo mucho camino para nuestros deseos de trashumancia. Y es en este sentido que trazas nuevas posibilidades para responder a las demandas de las mujeres por el derecho a la ciudad y para descubrir las voces de otras mujeres que te antecedieron desde Christine de Pizán hasta Simone de Beauvoir, esta mujer que habitó el afuera como manera de rebelarse contra el encierre de los muros de la casa patriarcal, pasando por arquitectas anónimas de diversos lugares del mundo y por el reconocimiento a algunas de tus profesoras (Capítulo1). También ofreces propuestas concretas que serán de gran utilidad para quienes tienen a su cargo la formulación y puesta en marcha de políticas públicas relativas a la vivienda y al espacio urbano. Y sí Mónica, tu trabajo de Maestría es un viaje en los tiempos y en los espacios de las mujeres, quienes siguen tercamente buscando esa habitación propia que les

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permitirá existir en el sentido moderno de la palabra, y existir, sabiendo ya que tienen derecho a una vida libre de violencias y de ataduras. Y para finalizar, solo me falta decirte entonces que tu trabajo merece la máxima calificación, su publicación y difusión. Florence Thomas Ya está editado. Y no tengo duda de que su difusión será masiva pues no solo es un libro apasionante desde una perspectiva de mujeres, sino desde una escritura que logra romper con metalenguajes a veces tan difíciles de digerir. Mi pronóstico es que Mónica no ha terminado de asombrarnos con su manera de reinventar una arquitectura a la medida de una ética de vida, de una ética del cuidado, tal vez solo de una arquitectura humana.

El género de los géneros: mujeres en la música colombiana Carmen Millán de Benavides y Alejandra Quintana, editoras

Editorial Pontificia Universidad Javeriana Bogotá, 2012, 364 páginas Ricardo Rozental Al fin aparece este libro que tanta falta hacía. Porque necesitábamos una mirada a la música desde el género, que es una disciplina, o una perspectiva, o una formación pero no una ideología, es decir, que no es una explicación universal. Y la necesitábamos en Colombia porque además de la enorme riqueza y complejidad de la producción musical colombiana, la intrincada diversidad de

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circunstancias en las que se produce música en esta sociedad atravesada por las violencias más diversas y por creatividades aún más variadas, demandamos esta mirada de género que propone elementos para ayudar a soltarnos de otras muchas barreras que concurren en su responsabilidad frente a nuestras dificultades por entender y superar nuestras crisis, que nunca parecen alcanzar el fondo. Porque apoyados, como estamos, en una tradición de masculinidad sin suficiente cuestionamiento, continuamos dando por sentadas muchas cosas que debemos comenzar a ver de manera distinta y con posibilidades de ser comprendidas o de compenetrarlas, con la perspectiva de género como vía de acercamiento. El libro no puede abarcar toda la música en Colombia ni todas las posibilidades de hacerlo desde la perspectiva de género, pero sí se centra en varias formas de práctica de la música popular en regiones distintas, con rasgos étnicos diversos y en contextos tanto urbanos como rurales. También incluye maneras múltiples de hacer música cercanas a la tradición académica. En todos los casos esta aproximación ocurre ante la urgencia de darle cabida a esa gran peculiaridad de la música como fenómeno que es tanto de creación individual, como que está más estructurado en sus diversas conformaciones, más relacionado, más afirmado y es mucho más el resultado de su contexto y práctica social. Empieza con un prólogo, “El género de los géneros”, que adelanta su reconocimiento a quienes han antecedido los estudios sobre música en Colombia y pasa revista rápida a los nombres de autoras, autores y títulos útiles para adquirir un fundamento teórico en el terreno de los estudios de género aplicado a la música en el mundo, advirtiendo que resulta oportuno revisar las aproximaciones basadas en una tradición masculinaoccidental-blanca. Continúa con “Ensayos”, aparta-


do en el que las editoras recogen cinco textos, que pasan por la poesía visual de Alba Fernanda Triana; la vida de la divulgadora de la música contemporánea y latinoamericana Jacqueline Nova, de Ana María Romano; las formas agazapadas de violencia y discriminación de la formación y práctica de músicas tradicionales, de Alejandra Quintana; las dificultades de los grupos de mujeres intérpretes de chirimía en el Chocó, investigación de Marcela Velásquez; y las relaciones entre textos de canciones e historia de vida de mujeres afrodescendientes del norte del Cauca de Manuel Sevilla. Viene luego la sección “Al piano y Al canto”, con cuatro textos que revelan las prácticas musicales “adecuadas” para las mujeres y ponen en circulación nombres de intérpretes y compositoras de finales del sigo XIX y principios del XX en Medellín ( Juan Fernando Velásquez), Buga (María Victoria Casa) y Bogotá (María Cristina Fula), y en la década de los años ochenta del siglo XX en Ibagué (Humberto Galindo). Continúa con la sección “En sus propias palabras – Entrevistas”, cinco historias de vida de mujeres intérpretes y compositoras; Leonardo Gómez hace una semblanza de la cantaora y bullerenguera Etelvina Maldonado, que él conoció; Federico Ochoa, de la cantante, letrista y compositora Claudia Gómez; Alejandra Quintana entrevista a la pianista y compositora Amparo Ángel y a la artista sonora Alba Fernanda Triana; y Carmen Millán a la compositora Alba Potes. El libro cierra con dos sinopsis, de Carmen Millán, de los videos documentales que acompañan el libro, “Bulla y Silencio” de Urián Sarmiento, Pablo Burgos y Felipe López, y “El Beat de la Tambora” de Félix Corredor y Juan Pablo Ríos. Este texto es una invitación a acercarnos a la música desde otras miradas. Porque más allá de lo que nos muestran los medios, hay músicas alentadas por mujeres valientes; resistencia activa de una población que no se deja vencer culturalmente, que no abandona la tierra de donde la quieren echar a las malas todos esos grupos interesados en servirse del mismo modelo de extracción y enriquecimiento, aunque

sean guerrilleros o compañías mineras, militares o narcos, petroleras o inversionistas públicos y privados interesados en la privatización de, por ejemplo, el río Magdalena. Resistencia para poder llegar a cantar en libertad en “un pedazo de tierra donde no haya violencia”, exclaman las mujeres del bullerengue. Eso también exigen las mujeres de la juga, el bunde y el currulao, aunque no las citen. Eso dijeron todas, en música y con perspectiva de género.

Mujeres y ciudadanía en México: Estudios de caso Mónica Cejas y Ana Lau Jaiven (Coordinadoras) Universidad Autónoma Metropolitana México D.F. Editorial Itaca, 2011

Patricia Prieto El libro Mujeres y ciudadanía en México: Estudios de caso, publicado bajo la coordinación de Mónica Cejas y Ana Lau Jaiven por la Universidad Autónoma Metropolitana en el 2011, es el resultado del trabajo colectivo generado a partir del proyecto Integral en Formación de Recursos Humanos de Alto Nivel en Equidad de Género y Violencia contra la Mujer, el cual contó con la participación del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología y la Universidad Autónoma Metropolitana. Los seis estudios de caso que conforman el libro se enmarcan en el esfuerzo por articular investigaciones sobre temas de género, nación y ciudadanía, que muestran el carácter complejo de la discusión sobre equidad de género y ciudadanía en México. El haber privilegiado el estudio de caso como estrategia de investigación cualitativa permitió centrarse en los espacios locales (los municipios con sus autoridades femeninas); estatales (las legislaturas), entidades formuladoras y administradoras de políticas públicas

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(Promujer, Inmujeres); espacios partidarios (secciones femeninas), organizativos (Comité Eureka). Permitió también hacer una aproximación al análisis crítico de lo que significa ejercer la ciudadanía y posicionarse como sujeto político en México si se es mujer. Es decir, qué significa ejercer la ciudadanía, por una parte, en el espacio público de las instituciones del Estado –en cargos de representación popular—y por otra, como agentes de las instituciones del Estado que producen políticas públicas, y como militantes de movimientos que hacen demandas al Estado. El primero de los seis estudios de caso es el de Karla Jannette Ortiz Gómez: “Mujeres autodefiniendo su ciudadanía desde la participación política. Las dirigentes de secciones femeninas en los partidos políticos de México”. Muestra cómo se ha construído una “ciudadanía de segunda” para las mujeres mexicanas a través de dispositivos y estructuras que hacen que las mujeres participen en la política como invitadas y no como protagonistas, debido a la constante desvalorización que se hace de sus capacidades y contribuciones. Se las percibe como “clientas” en el mercado político, vale decir votantes, “grupo vulnerable” y con necesidades especiales. La autora hace un interesante debate sobre la noción de ciudadanía política desde la crítica feminista, centrándose en la deconstrucción del significado y el ejercicio de la ciudadanía política en relación con las mujeres. Con ello resalta los rasgos masculinos que allí predominan: rasgos de varón, blanco, heterosexual, propietario y occidental y que propician la exclusión de las mujeres de la política. Plantea como la ciudadanía está en constante construcción y que se ejerce desde las diferentes posiciones de sujeto4. 4 Construcción histórica discursiva que se hace del lugar asignado a cada sujeto en cada sociedad y la posición discursiva que él mismo asume (Laclau y Mouffe, 1987).

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Para el desarrollo de este planteamiento, analiza los aportes de teóricas feministas como Maxine Molyneux, Elizabeth Jelin, Virginia Vargas, Chantal Mouffe y Carole Pateman, en el sentido de tener en cuenta el carácter histórico de la noción de ciudadanía y los cambios que allí se han operado, así como la necesidad de reconocer que los sujetos están inmersos en una trama de relaciones sociales en las que intervienen la raza, la nacionalidad, la etnia, el género, el sexo, entre otras dimensiones. Silvia García Fajardo presenta el estudio “Evaluar la ciudadanía: impacto del sistema electoral en la representación política de las mujeres en el ámbito legislativo. Estudio de cinco legislaturas en el Estado de México (1996-2009)”. La autora señala cómo, a pesar de que en 1953 se incluyó en la Constitución política mexicana el derecho de las mujeres a elegir y ser elegidas, en las últimas décadas ha habido una escasa presencia de las mujeres en los cargos de elección popular. Ello le permite afirmar que el ejercicio de la ciudadanía de las mujeres sigue estando diferenciado e inacabado e identifica al diseño androcéntrico del sistema electoral como uno de los factores que perpetúan esta situación. En el estudio se analizan elementos del sistema electoral mexicano tales como candidaturas, procedimientos de votación, fórmula electoral, distritación electoral, para identificar el impacto o los efectos del acceso de las mujeres al órgano legislativo, así como las brechas de género persistentes y su implicación en la condición de ciudadanía de las mujeres. Su análisis devela las maniobras empleadas por los partidos políticos que aceptan el sistema de cuotas, apareciendo como “políticamente correctos”, para obstaculizar el ingreso pleno de las mujeres en los espacios políticos utilizando para ello artimañas como ponerlas de candidatas en distritos considerados


como perdidos o sacándolas de las candidaturas para dar lugar a candidatos varones que vienen de otras alianzas electorales. Con ello desenmascara el uso de acciones discriminatorias ocultas tras el velo de la noción de igualdad y la persistencia de relaciones asimétricas de poder en las cuales las mujeres son quienes siempre pierden. Laura Loyola Hernández en “Mi casa, mi pueblo. Presidentas municipales en Yucatán”, presenta el papel político que desempeñan las mujeres en las alcaldías municipales de Yucatán. Inicia preguntándose sobre los factores sociales, económicos, políticos y culturales que inciden para que una mujer llegue a ser presidenta municipal, así como sobre las maneras en que estas mujeres combinan las exigencias que se les hacen como figuras políticas locales y como madres y esposas. Otra pregunta clave que guía a la autora es la de la percepción que ellas tienen de sus experiencias como presidentas locales. Muestra cómo, a pesar de que la Constitución mexicana establece la igualdad de derechos de hombres y mujeres para ser electos a las presidencias municipales, en las tres últimas décadas apenas un 4% de las alcaldías han estado representadas por mujeres. Resalta la importancia de hacer investigación sobre la dinámica política local retomando el reconocimiento hecho al municipio como la entidad político-administrativa más cercana a la ciudadanía. Loyola ilustra la concepción de algunos políticos mexicanos en los años 40 del siglo pasado sobre el municipio como el “espacio natural” para que las mujeres iniciaran su participación política y que motivó la aprobación del voto para las mujeres. Tal concepción se fundamenta en que “la participación política en el ámbito municipal propiciaba que las mujeres se socializaran e interactuaran políticamente… puesto que encontrarían más motivaciones y facilidades para desempeñar sus actividades (tradicionales) y participar en la organización y luchas de la sociedad civil. Se legitimaban así los derechos políticos de las

mujeres a partir de las funciones y virtudes tradicionales asignadas a las mujeres en la familia y la vida privada, puesto que el desempeño en la vida municipal se vincula estrechamente con el ámbito privado al ser prioritarias las reivindicaciones asociadas con el manejo de los servicios públicos, la educación y la salud, asuntos estrechamente vinculados con el bienestar de sus hijas/os y familias. Guadalupe López García es la autora de “La ciudadanía para las mujeres desde una política pública: de Promujer a Inmujer en el Distrito Federal (19982008)”. Tomando como conceptos básicos los de ciudadanía y Estado, Guadalupe López asume el concepto de ciudadanía como dinámico, conflictivo y en constante revisión. Siguiendo a Laura Pautassi, la define como “un ejercicio de derechos, una práctica para adquirirlos y ampliarlos, una estrategia, un proceso, una construcción, una atribución, una identidad”. Haciendo una revisión del papel del Estado frente a la ciudadanía de las mujeres, señala cómo éste primero generó y legitimó la discriminación contra las mujeres y luego, cuando las incorporó como ciudadanas, se distanció de la protección de sus derechos. Para efecto de examinar la relación entre las mujeres y el Estado cuando la ciudadanía se impulsa a través de una política pública, la autora plantea la necesidad de revisar si desde el Estado es posible construir una ciudadanía para la transformación social, cultural, política y económica de las mujeres y a la vez, cambiar al propio Estado que legitima la discriminación. Estas reflexiones guían el examen que realiza sobre el papel desarrollado por el Instituto de las Mujeres del Distrito Federal, desde su primera etapa como Promujer, su segunda etapa como Inmujer y finalmente en su condición actual. Para quienes trabajan e investigan en el campo de las políticas públicas de mujer y género, este estudio se convierte en un referente obligado.

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Brenda Rodríguez Ramírez en “La ciudadanía como experiencia de las madres de Eureka”, analiza el proceso mediante el cual las diez mujeres militantes del Comité Eureka, a partir del dolor producido por la desaparición de familiares durante la “guerra sucia” en México, transformaron esta situación en movilización política y construcción de su ciudadanía en el contexto de la reivindicación de los derechos humanos. En el estudio, se interpela la noción de ciudadanía desde la experiencia individual y colectiva de las mujeres que participan en el Comité y la relación con su devenir como sujetas políticas activas. Constituye un valioso aporte para el análisis de casos como el de las Madres de Soacha y su proceso de lucha por lograr justicia frente a las desapariciones forzadas y muertes de sus familiares, conocidas como “falsos positivos” y su transformación en actoras políticas. Jennifer Mercedes Aguilar Pérez, en el estudio “¿Acceso Restringido? Reflexiones sobre los obstáculos en la participación política de las mujeres en México”, examina los obstáculos que aún continúan limitando la participación política de las mujeres en los cargos de representación parlamentaria. Para ello analiza los resultados de la aplicación de las cuotas de género desde 1993 y las sucesivas modificaciones que se han hecho al Código Federal de Instituciones y Procedimientos Federales, lo cual le permite identificar dos tipos de factores que dan cuenta de la limitada participación política de las mujeres en las representaciones parlamentarias. El primer tipo de factores son de orden institucional, económico, político, social y cultural, y los se-

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gundos surgen desde las mujeres mismas condicionadas por sus procesos de socialización. Es de resaltar su propuesta de un nuevo modelo de ciudadanía incluyente en el cual se tome en cuenta la diferencia sexual y se entienda la ciudadanía plena de las mujeres como el desarrollo de la capacidad de autodeterminación, expresión y representación de intereses y demandas, así como el ejercicio de los derechos políticos colectivos e individuales. El libro, por sus aportes teóricos y metodológicos en el campo de la ciudadanía de las mujeres, se convertirá en texto de obligatoria consulta para quienes transitan en el conocimiento, investigación y docencia del tema.

Movimientos de mujeres y participación política: Colombia del siglo XX al siglo XXI Lola G. Luna y Norma Villarreal Méndez

Editorial Gente Nueva, Bogotá, noviembre de 2011 Norma Villarreal El análisis histórico objeto de este libro trasciende la historia de las mujeres colombianas más allá de su acceso a la educación, su inserción en el mercado de trabajo o los temas de su relación familiar. Se centra en el tema de la participación que es el tema del poder, de la luchas por sus derechos, a tener voz, a reclamar justicia y a reclamar por la paz. Es decir, presenta e historia el reclamo por su ciudadanía plena. Nos lleva a los orígenes de los reclamos en los años treinta del siglo XX; nos muestra cómo las mujeres han llegado al siglo XXI


abriéndose camino en sus sueños de equidad y respeto desde los distintos espacios en que ella interactúa. En el recorrido de siglo y medio de historia de las organizaciones de las mujeres colombianas, se encontró que su participación y su reclamo se ha dado desde múltiples y diversos espacios que no han sido siempre los espacios formalmente reconocidos como de participación política. Una de sus autoras, Lola G. Luna, señala que hay que hacer una historia que aborde las complejidades del poder y la forma como las mujeres se insertan en lo político: desde las márgenes o desde formas de inclusión más complejas que tienen que ver con la diferencia sexual La categoría de género, central en el análisis de este libro, permite reconocer la complejidad de las relaciones políticas en que entran las mujeres y hombres, cómo construyen las formas de alianza y resistencia en determinadas situaciones históricas y en específicos escenarios. El libro tiene dos partes. La primera, “Historia, Género y Política”, de Lola G. Luna, es un análisis histórico teórico que sitúa la participación política de las mujeres desde el análisis de la teoría del género. La tesis central del libro que se expone en la primera parte y alumbra el relato de la segunda, es que la participación política de las mujeres para el logro de sus derechos se ha realizado desde sus movimientos, a causa de su exclusión de la ciudadanía moderna. La exclusión se explica por los significados de género fundamentados en la diferencia sexual que se han traducido en constitutivos históricos de subordinación y dominación respecto a los varones. Por eso, se explica en esta parte y la lucha de los derechos de las mujeres por sus derechos de ciudanía se hace a través del movimiento social sufragista y feminista. La segunda parte, “Movimientos de mujeres y participación política en Colombia 1930-2010”, de

Norma Villarreal, es un recorrido histórico que se inicia recuperando la memoria de las demandas por la educación, por el derecho de las mujeres casadas a manejar sus bienes que pasaban al resguardo del marido, conocidas hoy como las capitulaciones matrimoniales, hasta el derecho al voto en 1954 y que sólo se hizo realidad en 1957. Se sigue con el recorrido de las luchas feministas y del movimiento de mujeres para construir un Estado de derecho que se logra en 1991 y sigue hasta 2010, registrando las propuestas, demandas y hasta las formas de resistencia desde el movimiento de las mujeres para que el Estado creado por la Constitución de 1991 se preservara y con ello se haga realidad el desarrollo y consolidación de los derechos allí adquiridos.

Lilith y Penélope María Eugenia Martínez A Lilith la escondieron, la borraron de la historia sagrada; su personalidad y sus palabras no eran convenientes para el ordenamiento social que se proponían los profetas inspirados en la revelación divina. De Penélope armaron un mito, sin contar con su palabra; predominaron las hazañas épicas de los héroes y la necesaria espera de la esposa sumisa y fiel. En buena hora, las mujeres estamos reinventando los imaginarios religiosos y los mitos a través de la literatura contemporánea y desde diferentes continentes. Basta con una mirada a estos dos libros; imposible reseñar todos los que se encuentran en las librerías y bibliotecas: En nombre de Lilith escrito por Martha Patricia Meza. Colección Las Ofrendas. Escuela de Estudios Literarios, Universidad del Valle. Cali, 2011; y,

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Penélope y las doce criadas, Margaret Atwood, Ediciones Salamandra. Barcelona, España, 2005. Como dice Cristina Valcke en la presentación: “La poeta Martha Patricia Meza con el ingenio y la ironía característicos de su obra se empodera de Lilith. En una juiciosa labor revisionista la rescata de los pasajes olvidados de la literatura universal, de los libros sagrados y de los escritos esotéricos. Su mayor audacia es descubrirla en la vida cotidiana, su atrevimiento es elegir el punto de vista del mundo doméstico, tan acuciosamente señalado por el sistema patriarcal como el sistema de la mujer, para repensar el solemne tiempo del génesis y recrear, en un registro que va más allá de la parodia, la creación del mundo y de la humanidad… El libro se presenta como el juego de subvertir con total libertad imaginativa las historias del Antiguo y Nuevo Testamento y de crear otras…” La mirada crítica sobre la ordenación cósmica y la distribución del poder y la gloria, inscribe la obra en la reflexión estética y marca su carácter de autoreferencialidad pues conlleva de forma implícita la relación simbólica entre creación divina y artística… La entronización de Lilith como narradora de la verdad, quien relata la historia original desde la visión pragmática de una mujer acostumbrada a gobernar la vida doméstica, plantea una doble voz: bajo la idea de la madre diosa, subyacente a la construcción de una mitología fundacional en perspectiva femenina, aparece la reivindicación de la mujer artista, pero no sólo se trata de afirmar el poder creativo femenino sino, y, más allá, de desmitificarlo para exaltar la capacidad creadora de la mujer común y corriente… La Lilith de Martha Patricia Meza habita la enorme casa del mundo, su lenguaje se desliza en pantuflas por los linderos de lo sagrado, su narración revela

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una intimidad imaginada de lo divino, una historia sin los afeites y la pompa del discurso elaborado para el púlpito y, por el contrario, enriquecida con la picaresca de la vida ordinaria… El texto nos invita al “goce de la palabra liberada por la imaginación para fundar mundos paralelos”. Por eso invitamos a leer El monólogo de Lilith, reproducido en su totalidad en la sección Sueños Imágenes y Símbolos. Para Margaret Atwood “la Odisea de Homero” no es la única verdad de la historia. Originariamente, el material mítico era oral, y también local (los mitos se contaban de forma completamente distinta en diferentes lugares). Así pues, he recogido material de otras fuentes, sobre todo relacionado con los orígenes de Penélope, los primeros años de su vida y su matrimonio y los escandalosos rumores que circulaban sobre ella. Me he decantado por dejar que fueran Penélope y las doce criadas ahorcadas quienes contaran la historia…, que se centra en dos preguntas: ¿cuál es la causa del ahorcamiento de las criadas?, y ¿qué se traía entre manos Penélope? ”. El ingenio de la autora parte de la versión de Penélope, quien quiere satisfacer la curiosidad, después de su muerte. Inicia con la infancia: “mi padre ordenó que me arrojaran al mar. Mientras viví, nunca supe por qué lo había hecho, pero ahora sospecho que un oráculo debió predecirle que yo tejería su sudario. Seguramente pensó que si me mataba él a mi primero, ese sudario nunca llegaría a tejerse y por tanto él viviría eternamente… Como todas las náyades, mi madre era hermosa, pero insensible… Era esquiva. De pequeña, muchas veces intentaba abrazarla, pero ella tenía la costumbre de escabullirse… Comprendí que tendría que cuidar de mí misma, ya que no podía contar con el apoyo familiar”.


Más tarde nos cuenta acerca de su “boda planeada”, de “la subasta”. “Las bodas servían para tener hijos…, y los hijos eran vínculos para trasmitir bienes… Mediante los hijos se forjaban alianzas; mediante los hijos se vengaban agravios. Tener un hijo equivalía a liberar una fuerza en el mundo… Me costó trabajo soportar la ceremonia: los sacrificios de animales, las ofrendas a los dioses, los rociados purificadores, las libaciones, las plegarias, los interminables cantos… Se suponía que habían raptado a una novia, y la consumación del matrimonio se convertía en una especie de violación autorizada. Se suponía que era una conquista, la afrenta a un enemigo, un asesinato simulado. Se suponía que había que haber sangre”. Penélope continúa narrando acerca de su vida matrimonial, de la amistad con su marido, pero, sobre todo de sus miedos, sus temores frente a Helena, la bella, quien aparece como el fantasma más deseado por su esposo Odiseo. “Helena me destroza la vida” es un capítulo entero del libro. También se lamenta porque su palabra nunca era tenida en cuenta. Euriclea, la nodriza en Itaca desplegaba los poderes cotidianos en la isla. Ella, Penélope, no era escuchada y dice: “Había el clásico tira y afloje familiar sobre qué opinión era la que contaba más, y todos estaban de acuerdo en una cosa: no era la mía”. Denuncia las argucias de Odiseo para controlar su vida, sobre todo en el lecho nupcial, pese a sus prolongadas ausencias. Y nos da a conocer sus ansiedades más profundas a lo largo de la espera. “Nadie podía oponerse a mi tarea, pues era extremadamente piadosa. Pasaba todo el día trabajando en mi telar, tejiendo sin descanso, y haciendo comentarios melancólicos como: este sudario sería una prenda más adecuada para mí que para Laertes, desgraciada de mí, y condenada por los dioses a una existencia que parece una muerte en vida… Para que me ayudaran en aquella laboriosa tarea elegí a mis doce criadas… Ellas

eran mis ojos y mis oídos en el palacio…Éramos casi como hermanas,… eran mi fuente de información”. Entre capítulo y capítulo podemos disfrutar de los coros de las criadas, los que bien vale leerlos y disfrutarlos. En la parte final, Margaret combina la narración con una Conferencia sobre Antropología, en la que las criadas dicen: “posiblemente nuestra violación y posterior ahorcamiento representa el derrocamiento de un culto lunar transmitido por vía matrilineal por parte de un nuevo grupo de bárbaros usurpadores patriarcales adoradores de un dios padre. Su cabecilla, que evidentemente era Odiseo, habría reclamado la realeza casándose con una suma sacerdotisa de nuestro culto, es decir, Penélope”. Y culmina la nueva novela con el Juicio a Odiseo, grabado en video por las criadas. ¡“Se olvidan de nosotras! ¿Qué pasa con nosotras? ¡No pueden dejarlo impune! ¡Nos ahorcó a sangre fría! ¡A las doce! ¡Doce muchachas! ¡Sin motivo! Solo queda dar las gracias a las autoras y que continúe la reinvención EN OTRAS PALABRAS.

Joyas bibliográficas en la feria Florence Thomas5 Recorriendo la Feria Internacional del Libro de Bogotá me encontré con verdaderas sorpresas por el lado de las editoriales universitarias. De la Universidad Nacional de Colombia, una publicación titulada De inapelable a intolerable: violencia contra las mujeres en sus relaciones de pareja en Medellín, de la médica Gladys Rocío Ariza Sosa. Fue una tesis de doctorado en Salud Pública 5 El Tiempo, 25 de Abril del 012. http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/florencethomas/ARTICULO-WEB-NEW_NOTA_INTERIOR-11647202.html

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que obtuvo la mención laureada y que será, creo yo, un verdadero modelo para seguir trabajando sobre temas relacionados con las violencias basadas en el género. Muestra en cada uno de sus capítulos la fuerza y la permanencia de viejos discursos que empiezan a estrellarse con lentos cambios culturales generados por los aportes del feminismo y del enfoque de derechos humanos con énfasis en los derechos de las mujeres. Y tal vez lo más relevante de este trabajo es que logra mostrar que las violencias en las relaciones de pareja son evitables, ya que sus causas son socioculturales; es decir, modificables. De la Universidad de los Andes, encontré un trabajo muy bueno titulado Experiencias familiares de madres y padres con orientaciones sexuales diversas: aportes de la investigación, de Elvia Vargas, Karen Ripoll, Sonia Carrillo, Miguel Rueda y John Alexánder Castro. Un libro que, ante todo, busca, de manera sumamente pedagógica, resolver preguntas que se hacen muchas personas frente al tema de estas nuevas familias constituidas por mujeres o por hombres con orientaciones sexuales diversas. Un texto que logra desmontar representaciones sociales e imaginarios relativos a la homosexualidad y bisexualidad, y cuestionar sus relaciones con las familias de origen, la pareja, los hijos e hijas y la importancia de la red de soporte social en el bienestar psicológico de estas nuevas familias. Un libro inscrito también en un enfoque de derechos humanos de las personas, sin discriminación por sexo, género u orientación sexual.

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Para completar estos dos libros relativos a grandes temas de derechos humanos, encontramos de la Universidad Externado El derecho humano de las mujeres a la anticoncepción: una estrategia de exigibilidad ante el sistema interamericano de derechos humanos, de Mariana Ardila Trujillo. Un libro que nos recuerda que esta exigibilidad de los derechos sexuales y reproductivos en el ámbito internacional es aún muy limitado, lo más a menudo porque están contenidos en instrumentos internacionales no obligatorios y de esta manera no tienen, en principio, posibilidad de justiciabilidad, con excepción de los reconocidos en la Cedaw (Convención para la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer) y en la convención de Belem do Pará. Un libro de historia de la Pontificia Universidad Javeriana me encantó: Las conyugicidas de la Nueva Granada, transgresión de un viejo ideal de mujer (1780-1830), de Mabel López Jerez. Este libro de las conyugicidas -mujeres que asesinaron a sus parejas- da voz, a través de la recuperación de expedientes judiciales de la época, a los conflictos que debían soportar las mujeres, esposas, hijas o madres, encerradas en roles tradicionales y viviendo con hombres que invocaban la potestad de castigarlas, verbal o físicamente, sin límite alguno. Este libro, que tiene por objeto entonces ahondar en las razones que llevaron a mujeres a transgredir, a través del asesinato del marido, el ideal de mujer promulgado por la Iglesia para el mundo occidental desde épocas medievales, sorprendentemente da claves para un mejor entendimiento de las violencias ejercidas contra las mujeres hoy día.


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