27 EN OTRAS PALABRAS... Grupo Mujer y Sociedad - Universidad Nacional de Colombia
Mujeres, pandemia e intimidades
27 EN OTRAS
PALABRAS... Grupo Mujer y Sociedad - Universidad Nacional de Colombia
Mujeres, pandemia e intimidades Bogotรก D.C. Colombia, enero - diciembre 2020
EN OTRAS 27 PALABRAS... Mujeres, pandemia e intimidades Publicación especializada editada por
Grupo Mujer y Sociedad Universidad Nacional de Colombia
Dirección Colectiva
Comité Editorial Florence Thomas María Himelda Ramírez Rodríguez María Eugenia Martínez Giraldo Sonia Cárdenas Salazar Mónica Sánchez Bernal Patricia Prieto Delgado María Cecilia González Montoya María Mercedes Tello Sánchez Dora Isabel Díaz Susa Juanita Barreto Gama María Eugenia Navarro Ruiz Yolanda Puyana Villamizar Guiomar Dueñas Vargas Circe Urania Sencial Gómez Beatriz García Moreno
Colaboraron en este número Ana María Méndez Beatriz García Moreno Carolina Triviño Cecilia López Montaño Comunicado Yo soy Mujer Rural Consuelo Corredor Martínez Dayana De La Rosa Carbonell Doris Lamus Canavate Fabrina Acosta Florence Thomas Gladys Rocío Ariza Sosa Guiomar Dueñas Vargas Jazmín Romero Epieyú Jimena Hurtado Juanita Barreto Gama
Laura Pedraza Liubka Buitrago Louise Glück Main y Cris Suaza María Cecilia González Montoya María Eugenia Martínez Giraldo María Himelda Ramírez Rodríguez María Mercedes Tello Sánchez Martha López Castaño Márvel Barón Medina Mónica Sánchez Bernal Nicolás Morales Thomas Nohora Corredor Martínez Norma Enríquez Riascos Piedad Córdoba Ruiz Remedios Uriana Jazmín Romero Epieyú Santiago Torrado Silvia Milena Rueda Navarro Augusto Ardila Sonia Cárdenas Salazar Sonia Torres Rincón Yolanda Puyana Villamizar
Silvia Milena Rueda Navarro Enigma (2020) Técnica: Marcadores sobre papel.
Obras que acompañan este número Silvia Milena Rueda Navarro Fotografías de las obras Xochilan Rojas
Concepto, diseño y diagramación Emilio Simmonds Mónica Sánchez Bernal
Corrección de estilo Sonia Cárdenas Salazar
ISSN: 0122-9613 revistaeop@gmail.com www.revistaenotraspalabras.com
Se autoriza la reproducción parcial o total de los artículos publicados en esta edición, citando debidamente la fuente.
Silvia Milena Rueda Navarro Libertad (2020) Técnica: Marcadores sobre papel.
Contenido EDITORIAL
6
REHACIENDO SABERES
9
De pandemia: encierros, pantallas e intimidad
10
Una política del cuidado en tiempos de crisis ¿Puede una política del cuidado a gran escala ser una política más democrática, cuidadora de la vida y del planeta?
18
Beatriz García Moreno
Pandemia, mujeres y desigualdad
26
Democracia, mujeres y pandemia
38
Martha López Castaño
71
DOSSIER
63
Ideas sobre educación y desigualdad en tiempos de pandemia
64
Covid-19 y equidad de género en Estados Unidos
72
Historias de mujeres: Envejecer en tiempos de pandemia
78
Las mujeres malabaristas: cuidar niños, niñas y adolescentes en épocas de pandemia
81
Sonia Torres Rincón
Guiomar Dueñas Vargas
Nohora Corredor Martínez
Jimena Hurtado
Homenaje a Quino
Silvia Milena Rueda Navarro
Doris Lamus Canavate
Yolanda Puyana Villamizar
SUEÑOS, IMÁGENES Y SÍMBOLOS
45 46
Transferencias monetarias condicionadas. ¿Es posible una fórmula diferente?
88
La artista y su obra: Una mirada a todo color
93
50
Cómo afrontan la ciencia, la educación y la cultura el coronavirus
Silvia Milena Rueda Navarro Augusto Ardila Plata
Dos poemas: Mujeres amorosamente mágicas Voces y sentires de la pandemia del coronavirus
María Cecilia González Montoya
Ellas – Poema
54
Vuelas – Poema
55
Semejanza final – Poema
57
La tristeza de Circe – Poema
60
María Mercedes Tello Sánchez Dayana De La Rosa Carbonell Louise Glück Louise Glück
Liubka Buitrago
María Cecilia González Montoya
CRÓNICAS “Las palomas tienen hambre”. Una mirada a las violencias de género en el sistema de salud en Colombia Márvel Barón Medina
99 100
La resiliencia de las mujeres Wayüü en el contexto de la extrema pobreza,el covid - 19 y la pandemia de las violencias contra las mujeres y niñas
112
Jazmín Romero Epieyú Remedios Uriana
Cuando el mundo se nos vino encima
117
Ruth Bader Ginsburg. Notable Magistrada Sonia Cárdenas Salazar
170
Louise Glück, Premio Nobel de Literatura 2020
171
Cifras de las mujeres en el Premio Nobel
173
No hay que ceder ante el miedo: Implicaciones económicas del COVID 19
174
Lo que se va con el Coronavirus
178
La pandemia es el modelo económico y la vacuna la movilización
180
¡No me arrepiento de nada!
183
Un atentado contra la vida universitaria
185
Develar la simbiosis violencia-patriarcalismo.
186
Una oleada de feminicidios enciende la indignación en Colombia
189
María Mercedes Tello Sánchez
A próposito de la pandemia
120
Lavar baños
126
Nicolás Morales Thomas
169
María Mercedes Tello Sánchez
María Mercedes Tello Sánchez
Florence Thomas
NOTICIAS EN OTRAS PALABRAS ...
Consuelo Corredor Martínez Cecilia López Montaño
REMEMBRANZAS
129
Ángela María Estrada Mesa (1951-2020)
130
María Susana Awad de Ojeda (1919-2020)
132
María Nelly Murillo Hinestroza (1941-2020)
134
Rosita Turizo de Trujillo (1929-2020)
137
Ángela Salazar Murillo (1954-2020)
139
Luz Rojas Restrepo (1948-2020)
142
Cristina Bautista Taquinás (1989-2019)
143
Laura María Herrera de Varela (1940-2020)
144
Ligia Esther Cantillo Barrios (1956-2020)
147
LAS MUJERES Y LOS LIBROS
153
Santiago Torrado
Nosotras, las mujeres Un viaje por el universo feminista y librepensador de Florence Thomas
154
Barreras de acceso a la interrupción voluntaria del embarazo en el contexto de la pandemia por COVID 19
191
El feminismo, el género y la profesionalización del trabajo social en Colombia (1936-2004)
155
La V Cumbre Iberoamericana de Agendas Locales de Género y el 05 de Octubre Día Mundial del Hábitat
193
Comunidades campesinas, indígenas, afrocolombianas y pescadoras
196
11 de Octubre Día Internacional de la NiñaMi voz, nuestro futuro en común
198
Nota complementaria
199
Piedad Córdoba Ruiz Piedad Córdoba Ruiz
Gladys Rocío Ariza Sosa
Un compromiso con la vida de las mujeres: Mónica Godoy no está sola Juanita Barreto Gama
Ana María Méndez Laura Pedraza Carolina Triviño
Fabrina Acosta Contreras
María Eugenia Martínez
Mónica Sánchez Bernal
Morir de amor. Violencia conyugal en la Nueva Granada María Himelda Ramírez
161
La maternidad, un tema en plena evolución Florence Thomas
164
Museo voraz Mónica Sánchez Bernal
166
365 días para el reconocimiento, respaldo y protección a las mujeres rurales
Consuelo Corredor Martínez
Silvia Milena Rueda Navarro Libertad (2020) TĂŠcnica: Marcadores sobre papel
Editorial ¿Existen las palabras precisas, necesarias y libertarias para vivir, pensar y actuar en tiempos de coronavirus? ¿Es posible y oportuno nombrar el COVID-19 en femenino? ¿Cómo registrar EN OTRAS PALABRAS… el devenir del año 2020 inscrito en nuestras pieles y en las pieles del planeta tierra? ¿En medio de aislamientos y confinamientos, silencios y gritos, preguntas y respuestas tiene sentido esa búsqueda del modelo ideal para la humanidad, y para la diversidad de seres que demandan un lugar para nacer, vivir y morir? Las batallas entre la guerra y la paz, la vida y la muerte nos conmovían cuando celebrábamos el paso del 2019 al 2020, mientras otras incertidumbres traían rumores sobre la llegada de un virus que por lo pronto solo alcanzaba a nombrarse en siglas, es decir a la usanza del lenguaje cifrado que fuimos interiorizando en la práctica cotidiana. Y estas siglas no representan el fluir del lenguaje incluyente; forman parte del devenir de las estrategias comunicativas, amparadas en los discursos de economía del lenguaje. Y así llegó ese visitante inesperado llamado COVID-19, SARS o MERS-CoV. Tiene diversas manifestaciones y variadas explicaciones según los lugares de donde procedan los estudios
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y aduciendo diversas razones lo nombran en masculino o en femenino. El COVID-19 es una realidad que emerge interrogando las relaciones naturaleza y cultura, producción y reproducción, saber y poder, amor y odio, vida y muerte. El encierro generado por la pandemia de coronavirus ha afectado a las mujeres de manera dolorosa, y tiene que ver con su particular historia y su manera de habitar el mundo. Los artículos que conforman esta edición nos ofrecen distintas miradas que buscan develar por una parte la profundidad de las brechas de desigualdad de género, etnia y clase, así como la creciente tendencia conservadora observable en las políticas propuestas para eliminar los avances logrados en el campo de los derechos sexuales y reproductivos, sin olvidar la vida cotidiana de millones de mujeres que tuvieron que aprender a responder a profundos cambios impuestos por esta peste moderna. En Rehaciendo saberes encontramos un artículo de Beatriz García Moreno, De pandemia: encierros, pantallas e intimidad; Nohora Corredor Martínez reflexiona sobre Una política del cuidado en tiempos de crisis; Jimena Hurtado nos ofrece Una mirada desde la economía y a la economía, y
Martha López Castaño cierra esta sección con una reflexión sobre Democracia, mujeres y pandemia. La sección Sueños, imágenes y símbolos se abre con La artista y su obra. Una mirada a todo color donde Silvia Milena Rueda Navarro en sus propias palabras se acompaña de la voz de Augusto Ardila, quien la presenta con la alegría de haber sido su maestro. Silvia Milena ilustra esta edición con obras exclusivas y nos regala un homenaje a Mafalda y a su creador Quino. María Mercedes Tello se inspira con Ellas cuando la soledad de la noche se asoma a la vida desprovista de pretextos ¿Quiénes son Ellas? ¿Fantasmas disfrazados enfrentados a la incertidumbre de un mañana? Dos poemas de María Cecilia González recogen Voces y sentires de la pandemia y el andar de Mujeres amorosamente mágicas. El poema Vuelas es una loa a la amistad en palabras de Dayana De La Rosa Carbonell en el homenaje a la vida de Ligia Cantillo Barrios, nuestra amiga que emprendió recientemente su partida. La tristeza de Circe y Semejanza final son dos poemas de la Premio Nobel de literatura Louise Glück, que cierran la sección. Los artículos que conforman el Dossier dan cuenta de retos para aprender a sobrevivir en un entorno social, económico, laboral, educativo y jurídico, de salud pública e individual y salud mental, cuyas transformaciones tienen impactos que alteran la vida cotidiana y las formas de interacción social. Sonia Torres Durán nos entrega Ideas sobre educación y desigualdad en tiempos de pandemia; Guiomar Dueñas Vargas nos ofrece una mirada sobre el COVID-19 y equidad de género en Estados Unidos; Doris Lamus Canavate, Historias de mujeres: envejecer en tiempos de pandemia; Yolanda Puyana Villamizar sobre las interminables tareas de cuidado en Las mujeres malabaristas: cuidar niños, niñas y adolescentes en épocas de pandemia;
Liubka Buitrago pregunta sobre las Transferencias monetarias condicionadas. ¿es posible una fórmula diferente? y María Cecilia González cierra esta sección reflexionando sobre Cómo afrontan la ciencia, la educación y la cultura el coronavirus. En Crónicas Márvel Barón Medina reflexiona sobre las violencias de género en el sistema de salud colombiano con “Las palomas tienen hambre”. María Mercedes Tello en Cuando el mundo se nos vino encima expone cómo las tensiones y violencias generadas al interior de los hogares explotaron durante el encierro, generando diversas reacciones donde las mujeres llevaron la peor parte. Remedios Uriana y Jazmín Romero Epieyú nos hablan de La resiliencia de las mujeres Wayüü en contexto de la extrema pobreza, el COVID-19 y la pandemia de las violencias contra las mujeres y las niñas. Florence Thomas nos ofrece cinco columnas editoriales a propósito de la pandemia: Madre ¿cómo se lava un baño?; La tristeza también mata; Estar sola, pero siempre lo he estado; Las horas silenciosas, y Confinamiento e interrupción voluntaria del embarazo. Nicolás Morales Thomas, nos acompaña en esta edición con su experiencia sobre Lavar un baño. En la sección Remembranzas hacemos honor a la memoria de Ángela María Estrada, María Susana Awad de Ojeda, María Nelly Murillo Hinestroza, Rosita Turizo de Trujillo, Ángela Salazar Murillo, Luz Rojas Restrepo, Cristina Bautista Taquinás, Ligia Esther Cantillo Barrios, Laura Herrera de Varela. Y se cierra esta edición 27 con las habituales secciones Las mujeres y los libros que reseñan lecturas especiales, realizadas durante este tiempo de cuarentena, y las Noticias EN OTRAS PALABRAS… nos convocan a seguir interrogando la salud, la política y la vida.
EN OTRAS PALABRAS… no. 27 / Editorial | 7
Rehaciendo saberes Silvia Milena Rueda Navarro Crear (2020) TĂŠcnica: Marcadores sobre papel.
De pandemia: encierros, pantallas e intimidad Beatriz GarcĂa Moreno*
* Profesora EmĂŠrita de la Universidad Nacional de Colombia. Psicoanalista y Arquitecta Ph.D.
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En el comienzo de 2020, un real sin ley que aún el ser humano no logra domesticar, recorre el planeta haciendo estragos de diferente tipo. Se trata de un enemigo invisible, invasivo y extraño que puede causar la muerte, que no convive con hombres y mujeres, que no se detiene ante ningún semblante ni económico, ni político por más poderoso que se muestre, que pone en evidencia la fragilidad del ser humano sometido a la caída sin compasión de los ideales con los que se había identificado y hacia donde había dirigido muchas de sus acciones. Se trata de un fenómeno cuyos efectos no se alcanzan a dimensionar ni en lo social, ni en lo subjetivo y tampoco en los modos de habitar los espacios públicos de la ciudad y los privados e íntimos de la casa. Es como si una avalancha inesperada hubiera llegado y arrasara con todo el andamiaje que la sociedad ha construido. La lucha entre el mundo que quiere erigirse y la tierra que tiende a ocultarse (Heidegger, 1991), se ha puesto en evidencia de modo estrepitoso. El mundo que habitamos en la actualidad, construido con base en el desarrollo del pensamiento matemático y en los descubrimientos científicos, mediante fórmulas y dispositivos diversos que habían servido para darle forma a la “tierra” oscura e indescifrable, como dice el filósofo, se ha fisurado sin poder adecuarse a las amenazas del virus, sin que los científicos encuentren la vacuna o la medicina que lo enfrente. No sólo la medicina y las ciencias físicas han quedado confundidas ante la pandemia, sino también las ciencias sociales que se encuentran con la muerte en pri-
mer plano, pero en esta ocasión, debido a la presencia de las comunicaciones, experimentándola de manera globalizada. Las producciones de la cultura y de las artes han quedado en pausa, sin lugares abiertos para su despliegue, pero también perplejas ante la aparición de ese real de la naturaleza que irrumpe intempestivamente y exige dirigir todos los esfuerzos a encontrar formas de enfrentarlo. Los gobiernos, para defenderse de ese enemigo que hace tambalear sus estructuras económicas y sociales, apoyados en la autoridad del saber de los comités científicos, llaman a los sujetos a acogerse a la consigna de salvar vidas, a tomar una posición de defensa desde sus confinamientos en los espacios de la vivienda, y les piden que acepten lo que se impone como norma, ya que es deber de todos salvar a la especie humana de la amenaza de muerte que se ha instalado sin un límite preciso de tiempo. En contrapartida con este panorama, está el ser hablante que, en tanto ser de lenguaje, es quien constituye esa humanidad, y es quien desde su singularidad debe enfrentarse a la pandemia y aceptar de la mejor manera las leyes que se dictan para todos. Cada uno afectado por la situación se conmueve ante el otro-semejante con el que se identifica: él o ella, sus familias, sus amigos pueden contagiarse y morir; no hay camas suficientes, no hay cementerios para enterrarlos, la ciudad no tiene capacidad para enfrentar los efectos que produce. Ante la perspectiva de que el 70 % de la población se pueda contagiar, surge la pregunta, “¿cuándo será mi turno?”. Se sienten en peligro, lo que parecía sostenerlo ha caído, hay un Otro en ruinas, y ante ese panorama podría decirse que “el único reducto que le queda a cada sujeto es sentirse parte de la humanidad” (Laurent, 2020).
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Todos, hombres y mujeres, deben someterse a las leyes surgidas bajo el asesoramiento de los comités científicos que dictaminan el camino a seguir aunque el dictamen esté lleno de oscuridad y muchas de las medidas no tengan una lógica clara, ni se ajusten a las condiciones de la población que tiene que acatarlas con cierto grado de dignidad, sin tener en muchos casos, los medios para hacerlo. De todos modos, asumirlas es una posición ética, un compromiso social y así es aceptado por la mayoría, más allá de que estas normas representan grandes y diferentes constreñimientos para cada ser hablante como, por ejemplo, verse compelido a soportar el tiempo que requieren los laboratorios para realizar la vacuna, el tiempo de encierro obligatorio que debe guardar para no contaminar a otros, el tiempo que requieren las instituciones de salud para contar con los elementos necesarios para la atención de los contagiados y evitar su muerte; y además de esto, el tiempo de la enfermedad, que a veces es asintomática pero que tiene un tiempo lógico para su desarrollo (Bassols, 03, 2020).
¡Quédate en casa! El lema que se ha impuesto a través del mundo es ¡Quédate en casa! Las calles se han vaciado, es mejor no encontrarse con el otro pues puede estar contaminado y traer la muerte. La desconfianza y el miedo se imponen. Como única defensa ante la pandemia extendida por todos los territorios, el mundo no ha encontrado otra forma para protegerse diferente a la del aislamiento, al encierro; una manera ancestral, como lo muestra la literatura, en que los humanos han evitado el contagio de las enfermedades que pueden causar la muerte. Sin embargo, esa defensa no alcanza para lidiar con los efectos que acarrea y las consecuencias
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que ese encierro puede producir en cada sujeto. El ¡Quédate en casa! cada quien lo lleva como puede apoyado, de ser posible, en los dispositivos que le brindan la tecnología de la informática y las comunicaciones que le permiten hacer un cierto vínculo con el otro; pero eso no implica que lo insoportable de la situación se acalle. El modo como se vive el encierro depende de condiciones subjetivas que van más allá de los recursos económicos con los que se cuente, pues el encierro lo afecta en su integridad física y mental. Así como para algunos la situación del encierro puede ser la posibilidad de desarrollar temas pendientes o de continuar con actividades creativas y de pensamiento que exigen de la soledad, para otros el llamado al reencuentro con la familia, al estar todos juntos puede volverse un infierno, un ambiente propicio para la generación de comportamientos violentos que lo afectan de modo subjetivo además de afectar a los más próximos. La casa que parece lo más familiar y acogedor, tiene la posibilidad de convertirse en algo insoportable. Como lo advertía Freud (1919), lo más familiar puede convertirse en no familiar y siniestro, debido no sólo al despliegue de comportamientos de tipo machista y patriarcal presentes en nuestra época, sino también al despliegue del goce singular de los cuerpos que puede llegar a invadir los espacios más íntimos y despertar comportamientos agresivos y violentos que hacen imposible la convivencia. El semblante de lo familiar como ideal de felicidad no se sostiene. Los modos de vivir cada uno su cuerpo, su deseo, su goce, se pueden convertir en insoportables para los demás, determinando muchas veces que los más cercanos aparezcan como los más extraños y que sean ellos los que reciban todo el peso de la confusión y la insatisfacción.
Con el mandato a no salir y a que muchas de las actividades se realicen en casa, ésta, que a través del siglo veinte se fue vaciando de las funciones que le había otorgado la familia extensa y patriarcal, para reservarse a las funciones vitales e íntimas de la familia nuclear, se ha vuelto a llenar (García Moreno, B., 2001). El trabajo, la educación, la alimentación, la diversión, la enfermedad y la muerte han regresado, y los espacios que no habían sido concebidos para albergarlas, se han visto invadidos y forzados a buscar formas de responder a lo que antes había encontrado sitio en otros espacios de la ciudad como son los colegios, las guarderías, los centros de salud, los lugares de eventos. Los niños, los adolescentes, los adultos ocupan la casa durante las veinticuatro horas creando diversas situaciones de tensión. Los padres y madres deben acompañar a los hijos en sus tareas, responder las obligaciones laborales, atender las tareas domésticas y a todas las demás que surjan en el diario vivir. Debido a la cultura patriarcal que aún subsiste, muchas de estas tareas recaen en la madres que deben sostener sus tareas laborales, criar a sus pequeños y atender los quehaceres domésticos, como lo atestiguan diferentes mujeres latinoamericanas en diversos medios de comunicación, como por ejemplo de artículo publicado en el diario colombiano EL Espectador del domingo 5 de julio, “El alto precio que han pagado las mujeres en la cuarentena” (Lagos Camargo, Angélica, pp. 12-13). Una ventana: una mujer se levanta y prepara el desayuno; un bebé llora, ella lo atiende, cambia los pañales, le da leche; un niño hace tareas, pide ayuda; un hombre escribe en un computador, exige silencio; un teléfono suena, ella atiende los pedidos de su jefe. El hombre, la mujer, el adolescente, el niño,
un computador para todos, una sala para todos. El hombre regaña, la mujer grita, el niño pide ayuda, el bebé llora.
La casa se ha convertido, para muchos, en lugar de conflictos, donde todo tiende a superponerse y a convertirse en una amalgama de actividades y de cuerpos invadidos de pasiones, que más que construir perspectivas de vida, destruyen las relaciones existentes. En estos casos, la casa, más que lugar de la intimidad que resguarda de la mirada del otro y sus demandas, que proporciona un descanso, una pausa del actuar en lo público, un espacio para el encuentro consigo mismo, para dar rienda suelta a la imaginación y a la fantasía, se transforma en lugar donde convergen toda clase de miradas, de demandas, de desencuentros y atropellos . Este hecho lo sustenta el incremento de los indicadores de denuncias de maltrato intrafamiliar que sufren principalmente las mujeres y los niños. La violencia contra las mujeres en la época de pandemia ha sido denunciada por diferentes mujeres e instituciones entre las que figuran las Naciones Unidas, donde Mlambo-Ngcuka, Phumzile, Directora Ejecutiva de ONU Mujeres, leyó su Declaración “Violencia contra las mujeres: la pandemia en la sombra” (abril 6, 2020). Una ventana: una mujer llora, grita, pide auxilio; un hombre levanta el brazo para acertar un golpe sobre su cuerpo; un niño se esconde debajo de la cama; todo es miedo, dolor y confusión…
El encierro propio de las diferentes pandemias que se han sucedido en la historia del mundo, se ha visto en esta ocasión acompañado del
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recurso tecnológico proveniente del desarrollo de la informática y las comunicaciones, lo cual ha posibilitado la conexión planetaria en tiempo real y la posibilidad de que cada uno desde su lugar de confinamiento, lo utilice como ventana al mundo, como medio para sostener sus relaciones afectivas, sus compromisos laborales o cualquier otra actividad que precise de un vínculo con otro. La utilización de estos recursos, que no siempre están al alcance de todos, como instrumentos para el intercambio de palabras y miradas, ha introducido cambios significativos en el habitar mismo de la casa que se ha visto invadida por las pantallas que se instalan en cualquiera de sus espacios. Es así que esos aparatos que parecían ofrecerse como tabla para sostener los cuerpos desamparados en medio del mandato al distanciamiento y la falta de horizonte, se convierten en invasores de lo que ha querido resguardarse como lo más íntimo. Ventanas-pantallas: miran hacia afuera y hacia adentro; no hay lugar para el secreto, ni para no ser visto, ni para perderse en la soledad, ni para detenerse en ninguna ensoñación.
Quizás es importante detenerse en los modos de la intimidad, pues ella va desde el espacio del encuentro con los cuerpos de otros en sus necesidades básicas de vida, de enfermedad y de muerte, hasta el encuentro con el propio cuerpo. Cada sujeto tiene modos singulares de gozar, de amar, de sufrir, de enfermarse, de morir; modos que empiezan a manifestarse desde la infancia cuando al entrar en contacto con el mundo se reconoce que hay seres, cuerpos y cosas que afectan de manera placentera y otros que no, que hay empatía con formas, con olores y sabores, con palabras y músicas, con pensamientos que
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tocan en lo más profundo a cada uno. Esos modos demandan espacio para su despliegue pues su presencia puede sentirse como invasora y convertirse en motivo de desencuentro con los más cercanos. Ese sentimiento de intimidad que se experimenta como lo más propio, también puede vivirse como algo extraño que hay que atender, algo éxtimo, utilizando el neologismo de Lacan (2003), que nos cerca y nos pone en situaciones que se nos escapan sin control alguno. La relación con la intimidad es propia de cada quien, es requerida por el encuentro entre los cuerpos, por la enfermedad y la muerte y, además, por cada individuo en su subjetividad. Las mujeres una por una la requieren; es algo que rebasa su condición de madres o trabajadoras o los roles sociales que desempeñen. Se trata de algo que va más allá del encuentro con otro cuerpo, que alude a un goce sin límite preciso que la singulariza y la hace una, que encuentra maneras de expresarse en palabras, silencios, desbordes y haceres diversos, que insisten en la necesidad de una habitación propia como lo diría Virginia Woolf. Una ventana: en medio del ruido, la madre se fuga de la escena, se ausenta sin ser vista, se mete en algún resquicio, para desplegar su ser mujer.
Quizás esta época de pandemia, de pantallas, de aglomeración en los espacios que se prestaban para esas expansiones de la intimidad, está llena de ruido, taponada por noticieros, por miradas que impiden el silencio y el vacío necesarios para que ese lugar de lo más propio se explaye, para que haya espacio para el juego entre la presencia y la ausencia, de tal modo que no quede asfixiada en la demanda de madre de los otros.
Cuarto solo Si te atreves a sorprender la verdad de esta vieja pared; y sus fisuras, desgarraduras, formando rostros, esfinges, manos, clepsidras, seguramente vendrá una presencia para tu sed, probablemente partirá esta ausencia que te bebe Alejandra Pizarnik (Zendas)
De la calle Pero si el ambiente interior de la casa se convierte, en muchos casos, en insoportable, en el exterior el “ojo absoluto” como lo denomina Wajcman (2011), invade todos los ambientes. El imperio del control y la mirada, instituido de modo generalizado en el siglo veintiuno, que se apoya en las tecnologías más recientes para garantizar la seguridad y la prevención de comportamientos no ajustados a lo establecido, se ofrece como prótesis fundamental para cumplir con las expectativas de control de las instituciones gubernamentales y de salud. Se trata de ubicar el contagio, de cercarlo, de controlarlo, de impedir su propagación, y esto implica meterse con ese ojo que mira, al modo de gran hermano, en los lugares más íntimos de cada uno. Las cámaras invaden todos los rincones, iluminan los lugares de sombra que acogen los cuerpos desnudos, los espacios de los más cercanos, los espacios de descanso, de dormir, de amar, de soledad.
La mirada invasiva que busca el control de cada comportamiento amenaza lo más constitutivo del ser hablante, lo que lo hace singular y le permite
una voz propia; lo amenaza en su subjetividad en pro de defender un para todos que busca salvar a la humanidad. La intimidad a la que se hace referencia, no sólo se despliega en la casa, ella acompaña al cuerpo que se viste con uno u otro ropaje para salir a la calle, al encuentro con lo público; está presente en sus maneras de comportarse, de caminar, de hablar, en cada uno de sus gestos. Cada ser hablante se ve enfrentado al virus fetal que ronda, al impase de la ciencia que no ha podido detenerlo, a la confirmación de que todo es semblante y puede caer; y en esa situación se ve expuesto a un gozador invisible, despiadado, que se empeña en controlar, apoyado en artefactos tecnológicos, todos sus movimientos, en meterse en todos los espacios, mientras se enfrenta a lo más propio imposible de soportar, a sus afectos y pasiones que en casos de agobio e invasión como el de la pandemia, se expresan en angustias, incertidumbre y violencias (Laurent, 2020). En medio de la lucha entre tierra y mundo, se descubre que las insignias que se creían consistentes, que respondían a ideales sociales de uno u otro tipo, pueden deshacerse fácilmente y desvanecerse en el aire; que el humano está enfrentado a la muerte que en este momento hace presencia a través del virus que mata; a los abusos de poder de los mandatarios, tanto en su hacer confuso para enfrentarlo como en el desconocimiento de su peligrosidad que algunos de ellos pregonan; y, además de esto, a un ambiente propicio para la irrupción agresiva y violenta de las pulsiones y goces innombrables que lo constituyen, los cuales no siempre logra contener, ni impedir su descarga en los más cercanos. En medio del paradójico y difícil panorama que ha traído la época de pandemia, se busca apoyo
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entre unos y otros, pero sin acercarse, sin abrazarse. Cada uno mira a distancia a través de pantallas, y valiéndose de ellas guarda la esperanza de encontrar algo cercano, una mirada, una voz, un gesto que le ayude a soportar el pánico ante lo desconocido que acarrea la muerte. Cada uno queda al acecho del encuentro con la palabra que alguien pronuncie con las tonalidades y silencios que le resuenan en lo más profundo de su ser; a la espera del encuentro con una mirada que en medio de la lejanía que introduce la pantalla, pueda traerle un poco de cercanía y le permita superar el límite del aparato, de tal modo que en estos momentos de encierro se pueda desplegar algo de los afectos que penetran el cuerpo y reviven al humano, más allá de los límites impuestos.
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El tiempo de pandemia es incierto y difícil, trae la muerte al frente, pero la vida continúa y se filtra por fisuras insospechadas que cada sujeto atento a su presencia, descubre de diferentes maneras; y, en ese descubrir, encuentra recursos y modos de hacer para enfrentar el ambiente de muerte que se explaya sin compasión. Se trata de poner la creatividad e invención que cada uno posee al servicio de la vida; de no ponerse al servicio de la tecnología y de los que la apropian para sostenerse en uno y otro poder, sino de servirse de ella para cruzar distancias y permitir que el deseo nos siga sosteniendo. Tú lloras debajo del llanto, tú abres el cofre de tus deseos y eres más rica que la noche.
Alejandra Pizarnik (Fragmento de “Hija del viento” Zendas)
Referencias: Bassols, Miquel (2020). “La ley de la naturaleza y lo real sin ley”. http://miquelbassols.blogspot. com/2020/03/la-ley-de-la-naturaleza-y-lo-realsin.html. Freud, Sigmund (1919). “Lo siniestro” en “Sigmund Freud: Obras Completas” Freud total 1.0 (versión electrónica). https://www.ucm.es/data/ cont/docs/119-2014-02-23-Freud.LoSiniestro.pdf García Moreno, Beatriz (2001). “Casa, mujeres y cuerpos” en Revista En otras palabras No. 9, pp. 101-106. Bogotá: Unibliblos.
Laurent, Eric. (2020). “El Otro que no existe y sus comités científicos” en Lacan Cotidiano No, 874, abril 2020. http://www.eol.org.ar/biblioteca/lacancotidiano/LC-cero-874.pdf Mlambo-Ngcuka, Phumzile. “Violencia contra las mujeres: la pandemia en la sombra” Declaración de Phumzile Mlambo-Ngcuka, Directora Ejecutiva de ONU Mujeres Fecha: lunes, 6 de abril de 2020. https://www.unwomen.org/es/news/ stories/2020/4/statement-ed-phumzile-violence-against-women-during-pandemic. Pizarnik, Alejandra. 5 poemas. https://www.zendalibros.com/5-poemas-de-alejandra-pizarnik/
Heidegger, Martin (1991). “El origen de la obra de arte” en Arte y Poesía, pp- 35-123. Madrid: Fondo de Cultura Económica.
Wajcman, Gérard (2006). “La casa, lo íntimo, lo secreto” en Recalcati Massimo y otros, Las tres estétics de Lacan, pp. 93-114. Buenos Aires: Manantial.
Lacan, Jacques (2003 ). Seminario , La ética del psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós.
Wajcman, Gérard (2011). El ojo absoluto. Buenos Aires: Manantial.
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Una política del cuidado en tiempos de crisis
¿Puede una política del cuidado a gran escala ser una política más democrática, cuidadora de la vida y del planeta? Nohora Corredor Martínez*
* Médica pediatra, neonatóloga. Magister en Género y Desarrollo.
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El éxito obtenido por siete mujeres mandatarias de naciones europeas y asiáticas frente a la pandemia del nuevo coronavirus, ha ocupado recientemente un lugar destacado en las noticias internacionales como la cadena CNN, la BBC, la revista Forbes, la radio y televisión española y francesa, entre otras, así como en medios masivos de comunicación nacional en Colombia como El Tiempo, El Espectador y la revista Semana. Llama la atención que una buena parte de hombres periodistas y analistas hayan destacado el hecho en la prensa y la radio, en una especie de autocrítica al machismo arrogante con que algunos gobernantes han manejado la crisis, aunque también hay no pocas voces de feministas, académicas y periodistas que se han pronunciado al respecto. Sin duda, un hecho que ha despertado gran interés en hombres y mujeres de muchos sectores y posturas ideológicas en nuestro país y en el exterior. Hago parte de quienes se han estado preguntando por qué los países gobernados por mujeres han enfrentado mejor la pandemia con resultados también mejores, y una primera respuesta
que adelanto es que los hombres, en su gran mayoría, gobiernan con las leyes del patriarcado: prepotencia, ambición, competencia, dominación, venganza, despojo y violencia, aunque es verdad que también algunas mujeres pueden gobernar con rasgos iguales o parecidos, al comportarse como varones hijos del patriarcado. Una segunda respuesta relacionada inversamente con la anterior, es que probablemente estas mujeres, tan disímiles en ideologías, partidos políticos y culturas, entienden el sentido de gobernar como “el saber cuidar a sus pueblos” sin distinciones ni exclusiones, con un interés de cuidar la vida individual y colectiva, la economía y el planeta. Sin ánimo de asumir posturas esencialistas, me atrevo a pensar que estas mujeres gobiernan bajo el principio femenino del cuidado, quizás aun sin que sean muy conscientes del mismo, y lo hacen no porque el cuidar a los otros y otras sea propio de su naturaleza, sino porque en el caso de las mujeres, esto constituye las más de las veces una práctica habitual que les confiere una experiencia acumulada y les otorga una mirada más amplia de la vida y sus condiciones. Es si se quiere, una capacidad de entender con mayor contundencia, que cada ser humano sin importar sus condiciones, sean estas geográficas, socioeconómicas, políticas, ideológicas, religiosas, de género, raza, etnia, edad, discapacidad u orientación sexual, tiene derechos inalienables y universales que se deben proteger y garantizar, si lo que se busca genuinamente es el desarrollo sostenible de los pueblos en conjunción con la preservación de la vida en el planeta. Esto significaría nada más ni nada menos, que
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implementar una política a gran escala, en otras palabras, una política feminista administrada con justicia, equidad y probidad que en tiempos de crisis como la actual, permita proteger derechos sociales universales, redistribuir bienes y servicios, prevenir males mayores y superar la adversidad. Para entender mejor estos puntos de vista, creo necesario contextualizar a grandes rasgos quienes son y qué hicieron estas mandatarias en sus países1. Jacinda Ardern, primera ministra de Nueva Zelanda, muy tempranamente decidió eliminar la curva antes que aplanarla, y con solo seis casos confirmados en el país, decretó el confinamiento estricto, cerró las fronteras al ingreso de extranjeros e impuso el aislamiento social por 14 días a los nacionales que se movilizaran desde distintos lugares del país. A 16 de abril, solo se reportaban nueve muertes y un poco más de 1.000 casos confirmados. Mette Frederiksen primera ministra de Dinamarca fue la primera mandataria europea en cerrar las fronteras de su país, ordenó el confinamiento de la población y puso en marcha políticas económicas contracíclicas. Al igual que su colega noruega convocó a las niñas y niños del país a una conferencia de prensa donde les explicó la nueva situación y respondió a sus preguntas. A mediados de abril Dinamarca reabrió con control y prudencia las guarderías y colegios siendo el primer país de la 1 Presento una breve descripción del accionar de estas mandatarias, con base en la publicación aparecida en internet, de la BBC, News Mundo, “Coronavirus: siete mujeres que están al frente de los países que mejor están gestionando la pandemia”, 16 de abril de 2020.
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Unión Europea en hacerlo. Katrín Jakobsdóttir, primera ministra de Islandia y presidenta del Movimiento de Izquierda-Verde, no dudó en aplicar pruebas diagnósticas gratuitas a toda la población, una estrategia “única en el mundo” según la epidemióloga Kristjana Asbjornsdottir, profesora de la Universidad de Washington, EE.UU. Además, estableció un sistema de localización, aislamiento y seguimiento a las personas contagiadas, con lo cual evitó cerrar las escuelas. Sanna Marin, primera ministra de Finlandia, la más joven de las mandatarias, reaccionó inmediatamente permitiendo disponer de los suministros médicos y los equipos necesarios de prevención, protección y tratamiento que desde décadas atrás, el país venía acopiando para hacer frente a cualquier tipo de crisis. Además convirtió a los millenials como lo es ella, en aliados para enfrentar la pandemia. Angela Merkel, canciller alemana, física de profesión, entendió la pandemia como “un asunto para tomárselo en serio”, consultó con expertos en salud pública y científicos y ordenó pruebas diagnósticas masivas para detectar tempranamente a las personas portadoras y detener la expansión del virus. A la fecha, la tasa de mortalidad por Covid-19 de Alemania es de 0.5%, una de las más bajas del mundo. Erna Solberg, primera ministra de Noruega, tan pronto se detectó el primer caso nacional, a fines de febrero, decidió ganar tiempo y aplicó medidas estrictas de prevención temprana del contagio. Tuvo la iniciativa de reunir a las niñas y niños de su país en una conferencia de prensa en la que les habló sobre la pandemia y la reacción natural de sentir miedo, algo que los tranquilizó y alentó para liderar cambios de
hábitos en sus hogares, convirtiéndose así en importantes aliados. Finalmente, Tsai Ing-wen, presidenta de Taiwan, al igual que sus colegas europeas actuó con rapidez extrema y liderazgo contundente. En enero, ante las primeras noticias internacionales de un nuevo coronavirus, ordenó más de cien medidas para contener su avance, sin imponer el confinamiento. El país fabricó millones de mascarillas protectoras y envió otro tanto a Estados Unidos y Europa. Taiwan ha logrado mantener cifras bajas de casos confirmados y de fallecidos en comparación con otros países. Y ocurrió que la gente creyó en sus mandatarias y confió en sus decisiones, porque desde antes de la crisis ellas habían venido demostrando otras formas de hacer política, comprometidas con la democracia, los derechos humanos y la sostenibilidad del planeta, aunque también es cierto que a su vez, la gente las había elegido y re-elegido por sus capacidades de liderazgo y su manejo distinto de la política tradicional. Recordemos que algunas de ellas ya habían ocupado posiciones de mando y cargos públicos. En honor a la verdad hay que decir también que los hombres gobernantes de Vietnam, Corea del Sur y Australia han hecho un buen manejo de la crisis sanitaria. Hay, si se quiere, una línea común en todas las líderes aquí destacadas, y es que actuaron con rapidez extrema y comunicación asertiva haciendo comprender la amenaza y anticipándose a la propagación del nuevo virus con políticas y estrategias contra- cíclicas, porque les importó más la salud pública y el bienestar de sus pueblos que las rivalidades, las vanidades políticas o los inte-
reses de unas minorías. Desde el momento mismo en que vieron la dimensión de lo que se venía, entendieron el peligro que se cernía para sus países y para el mundo, y sin dudarlo un instante lideraron con rapidez, convicción y empeño las políticas económicas y sociales necesarias para frenar la propagación de los contagios y evitar el desastre. En mi opinión, entender el sentido del cuidado de los seres vivientes y del planeta y su estrecha interacción con la salud humana, conduce necesariamente a plantearse una nueva forma de hacer política, centrada en el bien común, comprometida con la garantía de los derechos humanos y la preservación de la naturaleza. En conclusión, durante la crisis vigente siete mujeres jefas de gobierno en el mundo, nos están demostrando un liderazgo comprometido a fondo con el cuidado de la vida en todas sus formas, el bienestar colectivo, la protección y garantía de los derechos humanos. Los gobernantes hombres en su gran mayoría, actualmente no exhiben liderazgos parecidos, aunque valga decir que no están excluidos de poder hacerlo, solo necesitan cambiar el chip del patriarcado y abandonar sus postulados, entender el alcance político del cuidado de la vida y en consecuencia liderar políticas a gran escala, más democráticas, cuidadoras de la vida y del planeta. Entre tanto, el mundo necesita más mujeres gobernantes como esta pléyade de brillantes mandatarias que nos están demostrando sus capacidades para lograr grandes transformaciones en tiempos de crisis y para conducirnos por buen camino en la postcrisis.
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Pandemia, mujeres y desigualdad
Una mirada desde la economĂa y a la economĂa
Jimena Hurtado*
* Facultad de EconomĂa, Universidad de los Andes.
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de acceso a bienes y servicios públicos y privados, de representación, de aspiraciones y proyectos de vida. Y cada una de esas dimensiones de la desigualdad afecta de manera diferenciada a quienes la enfrentan porque quienes viven la desigualdad no son solo pobres o vulnerables. Cada una de estas personas tiene características particulares que se intersectan y hacen que su experiencia sea diferente y, a la vez, en muchos casos, aún más desesperada. En términos generales, cuando en esa intersección está ser mujer, definirse o identificarse como mujer, todo es más complicado.
Introducción La pandemia del Covid-19 ha puesto de presente, de manera dramática e innegable, las desigualdades estructurales que una larga historia de decisiones públicas, políticas y ciudadanas han creado a lo largo de la historia de nuestro país. Colombia, uno de los países más desiguales del mundo, con una altísima concentración del ingreso, y poca voluntad política tanto de sus gobernantes como de buena parte de sus ciudadanos para superarla, ahora se encuentra de frente con las consecuencias exacerbadas de sus decisiones. Lo que lxs economistas llaman dependencia de camino. En este panorama de la desigualdad hay grupos poblacionales que, históricamente, han cargado sobre sus hombros un peso mayor que los demás. La desigualdad no es solo de ingreso y riqueza, es desigualdad de oportunidades, de tratamiento,
La pandemia nos da la oportunidad y nos demuestra la urgencia de enfrentar y actuar decididamente frente a la desigualdad. Pero esa acción, es lo que quisiera avanzar en este texto, no se refiere únicamente a la visibilización y conciencia sobre la situación de las mujeres y su particular deterioro producto de la crisis sanitaria y económica, sino también a la reflexión sobre desde dónde y cómo observamos, diagnosticamos y analizamos esa situación. No se trata solo de ver la situación económica de las mujeres. Se trata de evidenciar desde dónde y con qué lentes vemos esta situación. Es la oportunidad entonces de ver a las mujeres en la economía en el doble sentido de la palabra economía: realidad económica y especialización en el análisis social. Mi intención entonces es recoger y repetir eso que ya sabemos pero también poner la economía en otras palabras.
I. Mujeres desde la economía Desde hace mucho tiempo sabemos que las mujeres cargan con buena parte del peso, no reconocido y no remunerado, de la economía del cuidado. Ese pedazo de la economía que permite
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que todo lo demás funcione y que, según algunos cálculos, representa alrededor del 20% del PIB en Colombia1 recae en cerca del 80% sobre las mujeres. Ellas se ocupan de más del 50% del cuidado de los demás y recibieron, en 2018, alrededor de 12 puntos porcentuales menos de ingresos en sus empleos remunerados que los hombres. En promedio, las mujeres dedican más del doble del tiempo que los hombres a las labores del cuidado no remunerado, creándoles una doble jornada de trabajo que, en tiempos de pandemia, ha aumentado. Las mujeres se encargan del 78% del trabajo de la economía del cuidado y dedican el doble de tiempo que los hombres pues mientras ellas dedican alrededor de siete horas diarias a estas labores, ellos dedican alrededor de tres horas y media (DANE, ONU Mujeres, 2020). Esta situación es aún peor en la pandemia pues las mujeres muchas veces compensan la pérdida de ingresos de sus hogares produciendo bienes que antes conseguían en el mercado. Lo mismo sucede con el acceso a servicios públicos que dejan de estar disponibles especialmente ocupándose de la salud y el bienestar de niñxs y personas mayores y afectando su propio bienestar (ONU Mujeres, 2020: 2). El cierre de las instituciones educativas, la educación virtual para quienes tienen acceso a ella, el temor al contagio en instituciones de salud y las restricciones a la movilidad de los menores, imponen mayores cargas a las mujeres, empleadas o no, que a los hombres. 1 Según la cuenta satélite de la economía del cuidado del DANE la economía del cuidado representaba apenas un poco menos que el sector de las industrias manufactureras en la producción nacional, y más que el comercio, la administración y la construcción para 2017. Su valor económico es superior al valor agregado bruto de las actividades económicas que más aportan al PIB.
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Los datos de ONU Mujeres muestran que las mujeres han aumentado su dedicación a las labores de cuidado desde el inicio de la pandemia, incrementando aún más esta carga para ellas. Estos datos se confirman con otras fuentes indicando el aumento de las mujeres que reportan dedicarse a oficios del hogar y la caída en la participación de las mujeres en el mercado laboral (García Ruiz et al., 2020). Pero tampoco podemos olvidar que para que unas mujeres hayan podido participar en la fuerza laboral y salir del hogar para acceder a educación en todos los niveles y a trabajos remunerados en otros sectores de la economía, es porque otras mujeres las han reemplazado en las labores del cuidado en el hogar. De esta manera, que haya una mayor concentración de mujeres ocupadas en los niveles de educación más altos es posible porque otras mujeres las reemplazan en las labores de cuidado de sus hogares. Casi la totalidad del trabajo doméstico remunerado lo hacen mujeres (94,06% para 2019), en muchas ocasiones, con condiciones laborales que no cumplen con los requisitos legales y, por lo tanto, no les permiten tener acceso a seguridad social o a un salario mínimo. Con la pandemia muchas de las mujeres empleadas en estas labores han perdido su empleo. Esta responsabilidad desproporcionada en la economía del cuidado impacta de manera directa la participación de las mujeres en el mercado laboral. El mayor tiempo que las mujeres dedican al cuidado no remunerado implica menor tiempo dedicado al trabajo remunerado: las mujeres reportan casi dos horas menos dedicadas al trabajo remunerado que los hombres, pero una
hora más en su jornada laboral diaria al incluir el tiempo dedicado al trabajo no remunerado. En el mercado laboral, mientras la tasa de desempleo de los hombres en Colombia, según cifras del DANE, es del 8,1%, para las mujeres es de 14,4%. Las cifras han empeorado con la pandemia y la brecha ha crecido: para el trimestre abril-junio de 2020, las cifras eran de 17,4% para hombres y 24,6% para mujeres. En el mismo periodo, las mujeres representaban el 51,1% de la población en edad de trabajar, el 40,9% de la población económicamente activa, el 63,4% de la población económicamente inactiva y el 38,7% de la población ocupada (DANE, 2020). La brecha en la tasa global de participación entre hombres y mujeres era de 20,8 puntos porcentuales en 2019, de 21,6% en la tasa de ocupación y de -7,2% en la tasa de desempleo al terminar el segundo semestre de 2020 (DANE, 2020). Mientras el 57% de los hombres clasificados como inactivos reportan dedicarse a estudiar, el 59% de las mujeres clasificadas como inactivas reportan dedicarse a oficios del hogar (DANE, 2020). Lo que, además, nos llama la atención sobre lo inapropiado del término “inactivo”, con una clara carga de sesgo de género que confirma lo invisible de la economía del cuidado. Pero incluso en el trabajo remunerado, la situación no es mejor. Las mujeres constituyen más de la mitad de los empleados en sectores que han sido particularmente golpeados en la pandemia por la crisis sanitaria y económica. De acuerdo con las cifras del DANE, en 2019, el 56% de la ocupación de las mujeres estaba en los sectores más vulnerables al impacto económico derivado de las medidas de aislamiento y cierre motivadas por la pandemia y son minoría en los
sectores en reactivación (construcción, transporte, almacenamiento y comunicaciones, industria manufacturera y explotación de minas y canteras). Con una caída sin precedentes en la actividad económica en el segundo trimestre de 2020, que afecta a toda la población colombiana, estos sectores registran el peor desempeño desde que existen registros. Detrás de las cifras está el drama de quienes ven sus fuentes de ingresos caerse o desaparecer y de todo lo que implica la vulnerabilidad asociada con la inestabilidad y la precariedad económica en los demás aspectos de sus vidas. La pérdida de ingresos propios va de la mano con la pérdida de autonomía e independencia. Una amplia literatura en economía muestra que la distribución de poder al interior del hogar tiene impacto sobre los resultados de la unidad familiar y de cada integrante. En esta literatura se ha documentado y modelado una relación en forma de u invertida entre el salario relativo de la mujer y la violencia de pareja. En palabras de una de las investigadoras en este campo: “La idea es que cuando el salario relativo de la mujer es muy bajo, su pareja le transfiere dinero y ella se especializa voluntariamente en trabajo doméstico. Esto coincide con el resultado deseado de la pareja y, en consecuencia, no hay necesidad de recurrir a la violencia. A medida que el salario relativo de la mujer aumenta, ella entra al mercado laboral contradiciendo el deseo de su pareja. Él intenta persuadirla de quedarse en el hogar transfiriéndole dinero y, eventualmente, recurriendo al sabotaje directo de las oportunidades de empleo de la mujer. Pero sus incentivos para usar este sabotaje [y recurrir a la violencia] disminuyen con el aumento en el salario
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relativo de la mujer pues sus ingresos se vuelven muy importantes para su pareja y para el hogar” (García-Ramos, 2016: 5-6, para un resumen de la literatura ver Deschênes et al., 2020). Así, en un modelo que replica los roles tradicionales de género al interior del hogar es posible demostrar la relación entre independencia monetaria, poder, negociación y violencia al interior del hogar y el reto que esto implica en el empoderamiento de las mujeres. Estos análisis se ven confirmados con el incremento en los reportes de violencia intrafamiliar durante esta época de pandemia directamente asociada con fragilidad económica y de salud física y mental. El que haya más mujeres en los sectores más golpeados tampoco es casualidad; son sectores más cercanos a la economía del cuidado: cuidar de pacientes, de huéspedes, de comensales es el aspecto central de la actividad del sector de la salud, de la restauración y del turismo y de servicios, en general. Las mujeres empleadas en el sector salud enfrentan además, no sólo mayores riesgos de contagio, sino también el reto de asumir la carga del cierre de las instituciones educativas o de la imposibilidad de contar con apoyo de familiares o personas cercanas para ocuparse de niñxs menores, personas mayores o dependientes, sin contar con las condiciones laborales inestables en este sector. Esta inestabilidad laboral, sumada a la jornada extendida de las mujeres y la presión propia de este momento de crisis sanitaria hace que la relación entre división sexual del trabajo y feminización de la pobreza se agudice. Hay una expresión que resume bien la situación de desigualdad en que se encuentran las muje-
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res: “al hablar de pobreza hablamos de mujer”. La feminización de la pobreza es un fenómeno ampliamente documentado. Sabemos que en Colombia la incidencia de pobreza monetaria es mayor en los hogares rurales (36,1% para 2018 comparado con 27% a nivel nacional) y este porcentaje aumenta para los hogares rurales con jefatura femenina, correspondiente al 40,5% de los hogares rurales en el país en 2018 (comparado con el 29,6% de hogares con jefatura femenina a nivel nacional). Es más, incluso con una mínima reducción de la incidencia de pobreza monetaria en los hogares con jefatura masculina a nivel nacional, en 2018 hubo un leve empeoramiento de los hogares con jefatura femenina. El crecimiento económico en este país no ha beneficiado proporcionalmente a las mujeres. Según un informe de ONU Mujeres, mientras en 2008 había 102.5 mujeres entre 20 y 50 años en pobreza por cada 100 hombres en el mismo rango de edad, para 2017 esta relación había pasado a 120.3 mujeres por cada 100 hombres (ONU Mujeres, 2018). Estas claras desigualdades, propias de la condición social estereotipada de la mujer, se entrecruzan con el lugar que tradicionalmente se les asigna, usando categorías modernas, en las esferas pública y privada. Lo que se conoce como la división sexual del trabajo refleja y nutre ese lugar tradicional de la mujer en la esfera privada, con el encargo del cuidado y la casi total exclusión de las decisiones públicas y privadas. Es decir, a las desigualdades económicas y sociales debemos agregar, de manera determinante, la desigualdad de poder y, por lo tanto, el papel subordinado de las mujeres. Esa visión de la mujer como la cuidadora y la proveedora de amor, no solo descalifica proyectos de vida para las
mujeres, sino que también refuerza la imagen del amor como desinterés y sacrificio, de la mujer que da sin esperar nada a cambio porque su mayor recompensa es la felicidad y la realización de sus seres queridos. Nótese bien, la realización de otros antecede a cualquier otro proyecto de vida de una mujer. Cualquier reivindicación alternativa entonces es fácilmente tildada de mezquina o de mercantilización del amor. La imagen romántica que desestima y envilece cualquier otro proyecto de vida en el cual la mujer sea la protagonista de su propia historia. A pesar del creciente cubrimiento en diferentes medios de comunicación nacionales e internacionales sobre la situación de desigualdad estructural en que se encuentran las mujeres, y de los diferentes movimientos desde diversas organizaciones civiles, políticas y académicas, el camino por recorrer aún es muy largo y lleno de obstáculos. Uno de los retos está en encontrar la voz de las mujeres. No todas las mujeres, por nacer o identificarse como mujeres, comparten este diagnóstico sombrío. Las cifras no hablan por sí mismas y las interpretamos desde diferentes posiciones políticas, culturales y epistémicas que hacen que nuestras narrativas difieran y alcanzar consensos sea particularmente desafiante. Identificar el tono, la estrategia comunicativa, la audiencia, entre otros, resulta vital para continuar incidiendo en el debate público sin cargar con el lastre de hablar desde la subordinación. Esta subordinación ha llevado a la invisibilización, minimización y descalificación de las reivindicaciones en términos de igualdad y empoderamiento de las mujeres. Son múltiples las iniciativas de política nacionales e internacionales
para contrarrestar esta situación. Sin embargo, como nos lo ha mostrado la pandemia, aún queda mucho por hacer y, como nos lo han mostrado eventos políticos en los últimos años, los avances son frágiles y objeto permanente de ataque y cuestionamiento. Seguir avanzando no sólo implica la redistribución de las tareas del cuidado, la visibilización de la situación de las mujeres, su empoderamiento y la necesaria redefinición de categorías, lenguajes y prácticas, sino también la transformación de las miradas desde las cuales documentamos, analizamos y diagnosticamos la situación de las mujeres.
II. Mujeres en economía En sus inicios, la economía moderna promovió una visión del ser humano basada en la igualdad. Su compromiso con la igualdad, en los siglos XVIII y XIX, llevó a influyentes economistas a cuestionar la creencia común en esos tiempos, y aún presente hoy en día, sobre las diferencias sociales y económicas entre personas como resultado de características o talentos naturales. Es así como Adam Smith, en su Investigación sobre la Naturaleza y Causa de la Riqueza de las Naciones (1776), al hablar de la división del trabajo como el motor del crecimiento económico, indica que las diferencias de talentos son, en realidad, el resultado de esa misma división del trabajo: “La diferencia entre dos personas totalmente distintas, como por ejemplo un filósofo y un vulgar mozo de cuerda, parece surgir no tanto de la naturaleza como del hábito, la costumbre y la educación. Cuando vinieron al mundo, y durante los primeros seis u ocho años de vida, es probable que se parecieran bastante, y ni sus padres ni sus compañeros de juegos fuesen capaces de detectar
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ninguna diferencia notable. [...] Es entonces cuando la diferencia de talentos empieza a ser visible y se amplía gradualmente hasta que al final la vanidad del filósofo le impide reconocer una pequeña semejanza entre ambos.” (Smith, 1776 [1996]: 47). Esta misma idea y compromiso con la igualdad llevó a otro economista, John Stuart Mill, esposo de Harriet Taylor, a defender los derechos de las mujeres y la abolición de la esclavitud. Por esta última campaña la economía se ganó el título de “la ciencia lúgubre” (Levy, 2001). Mill fue bastante vocal en el debate público británico sobre estas dos causas. En la segunda, se empezó a aplicar el título de ciencia lúgubre a la economía política británica alrededor de 1840 por su papel en la emancipación de los esclavos de las Indias Occidentales en la década anterior. Según el personaje a quien se identifica con haber acuñado el título, la economía política pretendía, ni más ni menos, que poner a los hombres blancos civilizados al nivel de los brutos negros bárbaros. Abogar por la igualdad de derechos políticos para las mujeres le valió a Mill múltiples caricaturas en los principales periódicos de la época. En una de ellas se ve a Mill, de pequeña talla, empujar sutilmente a un grupo de hombres para abrir paso al grupo de mujeres que lidera y debajo, en el segundo renglón, aparece “Por favor abran el camino para estas - a - personas”. Conocido como el “defensor de las mujeres” aparece en otra caricatura con los atuendos propios de un abogado y una mujer diciéndole “¡Señor Mill! Qué encantador discurso ha hecho. Debo decir que no tenía la más remota noción que eran semejantes criaturas tan miserables.” En múltiples ocasiones fue caricaturizado con vestidos usuales de
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mujeres de la época. La osadía de Mill, que tanto él como Harriet Taylor asociaban con los principios fundadores de la economía, se entendía, por muchxs, como la búsqueda por rebajar a la humanidad (léase los hombres blancos europeos) al nivel de la barbarie y la irracionalidad (léase cualquiera que no fuera hombre blanco europeo y, en especial, negros y mujeres). Al argumentar, como lo hacían Smith, Mill y otras figuras fundadoras que características y categorías como la raza o el sexo eran analíticamente irrelevantes y socialmente perjudiciales, la economía, en sus inicios, defendió la igualdad completa. Sin embargo, la economía, como las demás ciencias sociales, también cayó bajo la influencia de movimientos y teorías cercanas al darwinismo social de Herbert Spencer. Esto llevó a introducir la diferencia de la peor manera posible, sobre la base de lo que hoy se reconoce como una interpretación equivocada de la teoría de la evolución de Darwin. Este oscuro pasado llevó a la economía contemporánea, particularmente proclive a ignorar su propia historia, a aferrarse nuevamente a la igualdad en la formulación de su teoría del comportamiento. Una teoría que claramente se volvió ciega a las diferencias y objeto de críticas serias sobre su modelo de agente económico racional basado en un hombre blanco del norte de clase media. La economía es interacción e interdependencia. La base de todo el aparato analítico que se ocupa de entenderla es el intercambio. Pero la visión más tradicional del agente económico impide ver la complejidad de lo que lxs economistas llaman la unidad relevante de decisión. Esa unidad relevante, y esto no es objeto de controversia,
puede ser individual o colectiva. Pero, al tratar de un colectivo, se trata como una unidad, es decir, como un ente homogéneo con preferencias estables, exógenas y uniformes. Incluso lxs economistas de la corriente principal se dan cuenta de las limitaciones que esto implica, por ejemplo, al analizar las decisiones al interior del hogar. Este modelo de agente unitario encubre e ignora las relaciones de poder en la toma de decisiones así como las influencias económicas, sociales y culturales en la formación de las preferencias. Es mucho lo que se ha escrito, entre otras, desde la teoría de las capacidades para mostrar cómo las preferencias y el conjunto de elección dependen del entorno. Para el caso que nos ocupa, las mujeres no tienen un conjunto de elección tan amplio como los hombres. Cuando las mujeres se ocupan de las labores del cuidado se ve como parte de sus responsabilidades. Cuando lo hacen los hombres se presenta como ayuda o colaboración. Este caso sencillo demuestra que mientras el hombre puede elegir ocuparse o no de las labores del cuidado, la mujer no tiene esta opción, por lo tanto, su conjunto de elección es más reducido. En este sentido, y utilizando la jerga habitual de lxs economistas de la corriente principal, tanto el hombre como la mujer pueden estar maximizando su utilidad, es decir tomando decisiones con el mejor uso posible de la información y los recursos disponibles para lograr sus fines, pero, de entrada, su campo de elección es diferente. Por eso extender ese modelo de comportamiento a cualquier campo de análisis, como lo hace, por ejemplo Gary Becker, galardonado con el premio del Banco de Suecia en Ciencias Económicas en memoria de Alfred Nobel en 1992, implica
necesariamente aplanar e invisibilizar las diferencias. Becker fue galardonado precisamente por extender el campo del análisis microeconómico a muchos aspectos del comportamiento y la interacción humanos más allá del mercado. En efecto, su Tratado sobre la familia (1981) recoge bien su aproximación al comportamiento utilizando el modelo de decisión racional al análisis, por ejemplo, de la división sexual del trabajo. Las críticas que ha recibido este trabajo son muy numerosas y, a la vez, esas críticas han llevado a fortalecer los desarrollos de la economía feminista (ver los trabajos de M. Waring, M. Ferber, N. Folbre, J.A. Nelson, D. Strassman y C. Goldin, entre otros), de la economía de la identidad (Akerlof & Kranton, 2010) y de la teoría de las capacidades (ver, en especial, los trabajos de A. Sen y M. Nussbaum), todas buscando introducir explícitamente la diferencia en la teoría económica de manera que las condiciones de la decisión individual sean explícitamente recogidas para dar cuenta de la manera en que estas condiciones determinan la capacidad de decisión y autodeterminación de los individuos. Esto ha resultado en muchas más investigaciones y publicaciones en las revistas más prestigiosas de la disciplina sobre discriminación, poder de negociación y división sexual del trabajo intrahogar y fuera del hogar, participación en el mercado laboral, desarrollo de habilidades cognitivas y no-cognitivas, entre muchos otros temas de particular relevancia al investigar, analizar, documentar y proponer soluciones a la desigualdad que afrontan desproporcionadamente las mujeres. Este incremento en la investigación ha estado acompañado de cambios metodológicos. Algunos que permiten visibilizar y enfrentar los
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sesgos de género de la teoría y el instrumental analítico de lxs economistas y otros que, tal vez, lo hagan menos. Dentro de los más importantes ha estado el pasar de un modelo unitario del hogar, como el que se había utilizado tradicionalmente y aplicado al análisis de la familia y la discriminación siguiendo a Becker, a uno donde las decisiones, preferencias y poder de negociación de cada miembro, en particular en hogares compuestos por un hombre y una mujer, ha mostrado que la cooperación y el conflicto que se dan al interior del hogar determinan los resultados de la unidad familiar en términos de inversión y consumo. Esto ha llevado a entender mejor un fenómeno ampliamente observado sobre los mayores efectos positivos en la salud y educación de lxs hijxs cuando las decisiones de inversión las hace la mujer en contraposición a cuando las toma el hombre. Que la mujer pueda tomar estas decisiones depende directamente de su poder de negociación y su independencia económica parece ser clave en este poder de negociación. A pesar de las críticas y de la incorporación y transformación del análisis económico aún queda mucho trabajo por delante. Mientras solo el 30% de estudiantes en economía, a nivel nacional e internacional, sean mujeres, las prácticas disciplinares seguirán reproduciendo esquemas de pensamiento, normas y comportamientos cercanos a la homogeneidad del muy criticado homo oeconomicus, ese hombre blanco de clase media que se presenta como “agente representativo” pero que es una manera de aplanar e invisibilizar la diferencia. Es que el tal homo oeconomicus no solo es un modelo o un artefacto teórico. A pesar de las constantes advertencias de lxs economistas sobre el carácter puramente analítico de este personaje
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su influencia va más allá de las páginas de los manuales. Ese agente que optimiza su interés propio sujeto a restricciones puede ser uno de los personajes más incomprendidos e influyentes en la formación de lxs economistas. Se confunde interés propio con egoísmo, se confunde optimización con racionalidad calculadora y omnisciencia, se confunde un instrumento analítico con la descripción del ser humano. Como con muchos artefactos, el homo oeconomicus ha adquirido agencia y esa agencia ha influido el comportamiento de lxs estudiantes de economía, como se ha podido confirmar en múltiples experimentos entre estudiantes universitarios en los cuales solo estxs estudiantes replican de manera bastante cercana la caricatura del homo oeconomicus. Por lo tanto, no se trata solo de aumentar el porcentaje de mujeres en la disciplina y en la profesión, que es sin duda el primer paso, sino también de incluir la categoría de género como una categoría y una visión transversal. En ese 30% de mujeres en economía, porcentaje que se va reduciendo a medida que se avanza en los pasos de la carrera profesional, especialmente en la academia, también encontramos mujeres que no ven la necesidad del cambio. En contraposición, y como voz de esperanza, en el otro 70% hay quienes consideran que el futuro de la economía, como profesión y como disciplina, depende de esta transformación. No se trata de aliadxs, se trata de personas convencidas de la significancia, la relevancia y la pertinencia de la diversidad y de la reivindicación del espacio y de la voz de quienes, por largo tiempo, han sido catalogados como “otros”. Se trata entonces de la redefinición de esa categoría profundamente moderna, rica, iluminadora pero también discriminatoria,
de “el otro”, aquel diferente a mí pero con quien podría comunicarme en nuestra común humanidad. Se trata, por lo tanto, de la redefinición y la resignificación de la común humanidad. El momento fundador de la economía moderna. En efecto fundador, por sorprendente que pueda parecer, porque la economía moderna, hija predilecta de la filosofía política liberal, parte de la defensa y de la reivindicación de la libertad individual. De esa libertad de ser y hacer, de la libertad de los modernos de Constant y la libertad negativa de Berlin. Sí, libertad que se declinaba, en los siglos XVIII y XIX, principalmente en masculino. Pero que, desde las voces de Wollstonecraft y de Grouchy, entre otras, también avanzan en la igual dignidad humana. Voces, sin embargo, que en la Ilustración recogen al Norte y que, incluso, hoy, desde el Norte, hablan por “el otro”. Ese momento fundador que encontramos, en especial, en el operador de la simpatía, particularmente elaborado en la Teoría de los Sentimientos Morales (1759) de Adam Smith, donde está la piedra angular de la construcción de una explicación del orden social que busca autonomía de órdenes superiores para encontrarla en el quehacer cotidiano a través de mecanismos descentralizados de coordinación de intereses. Ese operador, que permite ver, incluir y excluir, al “otro”, es la base de la comunicación y muestra a la humanidad como acto de comunicación, como acto de lenguaje. Nos encontramos y nos desencontramos en las palabras que decimos y omitimos, en las que usamos para nombrarnos, para referirnos los unos a las otras, en la construcción, renovación y resignificación de esas palabras que nos construyen, nos deconstruyen
y nos destruyen. La comunicación, que en Smith, Kant y Tugendhat, es comunicación afectiva, implica reconocimiento: reconocernos en, a través y en contraposición al “otro”, en el abismo de la incomensurabilidad de las identidades, en la imposibilidad afortunada de la fusión y en la riqueza de la diferencia. Pero esa comunicación es exigente porque, lo que hoy llamamos rápidamente ponernos en el lugar del otro, implica también la voluntad de hacerlo. Ocultamos, invisibilizamos, la miseria (material, social o espiritual) del otro para no tener que acompañarle en su sentimiento (Álvarez y Hurtado, 2015) y compartir su condición y situación miserable. No queremos estar en el lugar de las mujeres, preferimos no ver ese lugar, preferimos no verlas. La invisibilización es una forma clara de deshumanización, corresponde a la negación de la común humanidad, que lleva a la exclusión y a la justificación, en el mejor de los casos, de la condescendencia y, en el peor, a la victimización o la eliminación de ese otro a quien nos negamos a ver por no ser “como nosotros” o como la imagen que tenemos de nosotrxs mismxs. El tratamiento sistemático, histórico y cultural, de las mujeres como menores de edad o necesitadas de ayuda y protección o seres con menores capacidades cognitivas o físicas, es la expresión clara de esa invisibilización, de la violencia simbólica y física ejercida de manera constante contra lo femenino. Violencia particularmente (in)visible en economía. El campo de la economía ha sido caracterizado como insular, jerárquico, influyente, individualista y petulante (Fourcade et al., 2015). Esta caracterización, muy discutida y
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comentada entre lxs economistas, es más bien objeto de consenso incluso entre lxs economistas más reconocidxs de la corriente principal. Son muchos los llamados de economistas en posiciones de poder en la disciplina, autoridades académicas, galardonados con las distinciones más reconocidas en el campo, incluyendo el llamado Premio Nóbel, a ampliar y abrir las perspectivas metodológicas y teóricas del análisis económico. Pero las iniciativas no se han quedado solo en llamados. Desde principios de los años setenta existe el Comité sobre el Estatus de las Mujeres en la Profesión de la Economía (CSWEP por sus siglas en inglés), como uno de los comités permanentes de la American Economic Association (AEA), posiblemente la asociación académica más influyente en la disciplina. Desde el CSWEP se han producido reportes y liderado acciones en los últimos 50 años de manera permanente. En 1992, desde una de las reuniones de la AEA, se fundó la Asociación Internacional de Economía Feminista (IAFFE por sus siglas en inglés) que cuenta con más de 600 integrantes en todo el mundo y publica su propia revista académica Feminist Economics. En los últimos años muchos grupos, reportes, informes, conferencias y programas se han desarrollado para cambiar el ambiente hostil a la diversidad en la disciplina. No obstante, estos llamados, iniciativas y acciones de larga data parecen tener impacto limitado en las prácticas diarias de quienes ejercen esta disciplina. En su tesis de pregrado, por aparecer en una de las principales revistas académicas del campo, Alice Wu (2017) hace un análisis y seguimiento del lenguaje utilizado en un sitio internet que recoge rumores del mercado laboral
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de economistas y es particularmente visitado por estudiantes que terminan su doctorado y en busca de un trabajo en la academia. En este sitio internet, por lo general, quienes participan lo hacen de manera anónima lo cual puede ser interpretado como una forma para estas personas de liberarse de las presiones sociales. Los resultados del análisis de Wu demuestran una conversación sexista y discriminatoria en la cual las palabras utilizadas para referirse a mujeres están relacionadas con la apariencia física o con información personal, mientras las palabras asociadas con hombres conectan con características académicas o profesionales. Una conversación entre algunxs de quienes han logrado el máximo nivel de formación económica y buscan formar a otrxs economistas, hacer investigación “con impacto” y, en algunos casos, informar el diseño, implementación y evaluación de políticas públicas. En 2019 la AEA publicó un reporte sobre la encuesta que realizó, mayoritariamente entre economistas académicxs, para conocer la percepción de sus miembros del clima profesional en economía. Los resultados son devastadores: las mujeres se sienten menos satisfechas, menos valoradas e incluidas en la profesión y reportan más experiencias de discriminación que los hombres que respondieron la encuesta. Solo el 20% de las mujeres, comparado con el 40% de los hombres, reportan sentirse satisfechas con el ambiente laboral en la profesión. Esta brecha es independiente de la situación familiar de la mujer y es aún mayor para las mujeres que se autoclasifican como “blancas”. Tanto hombres (33%) como mujeres (44%) reportan haber presenciado situaciones de discriminación por género y las mujeres reportan mayores experiencias
personales de discriminación o tratamiento inequitativo en responsabilidades dentro de su institución, evaluaciones de curso, decisiones de publicación o financiación. Estas experiencias son aún más marcadas para las mujeres de cohortes de edad mayores. También es de notar que una parte importante de las mujeres encuestadas reportan haber cambiado su comportamiento para evitar acoso, discriminación o tratamiento irrespetuoso o inequitativo de otrxs economistas; reportan conformarse a las normas y estereotipos dominantes que nos hace a buena parte de lxs economistas figuras semejantes a los “hombres grises” de la novela de Ende. Finalmente, el reporte indica que las experiencias de exclusión son bastante comunes entre economistas y, si bien los porcentajes para mujeres (más del 60%) son mayores que para los hombres, alrededor del 40% de los hombres también reportan haber sufrido estas experiencias (Committee, 2019). Estos resultados podrían explicar por qué el incremento en el número de mujeres que deciden hacer pregrados en disciplinas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas ha aumentado más que en economía y, por lo tanto, la brecha entre estudiantes hombres y mujeres en
economía hoy en día es mayor que en esas disciplinas. La economía aparece como un campo hostil para las mujeres, en particular, y para la diversidad, en general. La pregunta de fondo es ¿por qué? La situación ha sido ampliamente documentada pero al diagnóstico todavía parece faltarle esa respuesta pues las acciones puestas en práctica aún no dan los resultados esperados. Parte de la respuesta puede estar en las teorías y los modelos utilizados por la corriente dominante donde aún prevalece la idea de la neutralidad de los datos y de cómo los datos “hablan por sí mismos” y constituyen “evidencia” que el economista, como lo indica Duflo (2017), como plomerx observa para poder resolver los detalles de los problemas sociales que busca solucionar. La tarea de la diversidad, para lxs economistas, debe comenzar por casa. La diversidad podría traer el pluralismo necesario para dar voz a quienes han sido sistemáticamente silenciadxs en la disciplina y en el debate y las políticas públicas que esta disciplina informan de manera privilegiada. Los lentes con los que observamos, analizamos e intentamos explicar la realidad no son neutros. Como nos han dicho mucho desde hace mucho, de preferencia, esos lentes deberían ser violetas.
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Fourcade, M., Etienne Ollison y Yann Algan, (2015). “The Superiority of Economists.” Journal of Economic Perspectives, 29(1): 89-114. García-Ramos, A., (2016). “Woman’s relative wage and intimate partner violence in Mexico: A non-monotonía relationship”, mimeo. Disponible en: https://editorialexpress. com/cgi-bin/conference/download.cgi?db_ name=SAEe2016&paper_id=112 ONU Mujeres, (2018). El progreso de las mujeres en Colombia 2018: transformar la economía para realizar los derechos. Disponible en: https://www2.unwomen.org/-/media/field%20 office%20colombia/documentos/publicaciones/2018/10/onu%20mujeres%20-%20resumen%20progress.pdf?la=es&vs=1752
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Democracia, mujeres y pandemia
Martha López Castaño*
* Doctora en Filosofía
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La Grecia Clásica y el concepto de democracia La Grecia Clásica del siglo VI antes de Cristo fue receptáculo del pensamiento de Platón y su seguidor Sócrates, y más tarde con Aristóteles quien hizo énfasis en la ciencia, completan desde el punto de vista teórico los principios que debían asumir los hombres, interesados en cambiar el mundo y el conocimiento vigente de la mera opinión y permitir la transformación en el orden de la política, del saber y del actuar. Ellos consolidan las nociones claves para un nuevo hombre y mujer, más igualitarias y respetuosas de la justicia, de la consideración de la otredad, además del orden práctico y pedagógico que afinaban las bases para la democracia y la convivencia humana. Al filósofo Platón competió aclarar que la razón estaba ligada al mundo de las ideas que superaba la ideología, las creencias y la opinión, cuya fuente es la empiria que destronaba de suyo la reflexión y el pensamiento, para superar la simplificación superficial de lo real y de las ideas que restituyen la verdad y superan las ideologías vigentes.
stas observaciones han dado en llamar a Platón un pensador idealista, pero en realidad la importancia del autor de los Diálogos, de La República y de otras obras como el Teeteto han incidido el quehacer filosófico hasta nuestros días, influenciando a pensadores como Hegel, Kant y toda clase de investigadores teóricos en el campo de la filosofía, el arte, la literatura y la ciencia misma. Para el autor la actividad filosófica es una especificidad que compete a todo lo que existe y debía existir, es decir lo universal, y ello se consigue mediante la Dialéctica y esa transformación propia que logra el pensamiento y las ideas. También ese saber incide sobre la política y los asuntos del Estado y lo trasforman; un buen gobernante es aquel que dobla la fuerza de la violencia hacia sí mismo y pone en primer lugar la Ética para realizar un buen gobierno; así podremos dividir los seres humanos como esclavos, guerreros y los que se dedican al pensamiento y el saber filosófico que son nominados como de oro. Los esclavos obedecen directamente a su vientre y por tanto se nominan de bronce; los segundos, los guerreros, tienen un carácter de plata y obedecen a la fuerza de su pecho y se destinan a defender la ciudad y el país y se les atribuye la valentía y el coraje; por tanto los de oro son los que se dedican al pensamiento, a la crítica y a rescatar el valor de la Ética y la transformación propia y colectiva. En cada hombre están los tres caracteres pero prevalece uno de ellos.
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Así, todo es asunto de formación y de cuidado para saber superar los instintos y lograr la mutación propia; diríase que todo depende del interés del alma para acceder a ese aprendizaje que logra penetrar lo que vemos superando las clasificaciones entendidas como dadas e inmutables. La Academia daba lugar a esa formación mediante el diálogo y la crítica. Porque los seres humanos viven en el dominio de la sombras, están de espaldas a la luz y no pueden percibir el mundo atados en la Caverna. La luz es la del conocimiento que permite acceder al mundo de las ideas, es la alegoría de la Caverna la metáfora más expedita para explicar la empresa ardua que significa el acceso al afuera encontrando la luz. Se trata de superar este mundo de sombras que prescinde de la práctica para acceder al mundo de las ideas que permite transformar la vida que llevamos y a nosotros mismos. Ello permite modificar la política, la relación con uno mismo y con otros; el resultado es una sociedad diferente que nos engrandece posibilitando cambiar la idea de tiempo vigente. El sistema pedagógico del Diálogo y la Dialéctica para acceder al interés por el mundo de las ideas, el conocimiento, las esencias y la existencia misma fue la razón de que Sócrates se negara a cualquier cargo político para poner en obra los diálogos de su maestro Platón y los jóvenes que se reunían con ese propósito. Fue su actividad en esa tarea y su interés crítico lo que lo llevó a la muerte con su ingestión de la cicuta. Porque según el pensamiento de su maestro, ello significaba un reto que podía ser castigado con la muerte.
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Cada diálogo desarrollaba un tema en sí mismo: el orden del ser y las esencias, la libertad del sabio y el orden del mundo, la República, la democracia y el poder, la física, la continuidad y la inmanencia, el criterio de la verdad, el amor y la muerte, la filosofía y el retiro de los dioses, el arte y la estética, la fuerza y la razón, el debate con los sofistas y otros. Además dejaba claro que la democracia no estaría completa sin incluir a las mujeres en la política y las decisiones del Estado. Las mujeres pertenecían al lugar de los esclavos, y el Pater familias las tenía bajo su tutela, al igual que los niños que posteriormente con la educación pasaban a manos del Estado. Este punto era para la época muy difícil de tratar y presentaba un gran resquemor en la Sociedad Clásica. Además ésta fue muy corta y habrían de pasar muchos siglos para su reconocimiento. Los esclavos correspondían al diez por ciento de la población lo cual les daba un lugar menor frente los asuntos del gobierno. Por otro lado, el envejecimiento y la muerte estaban incluidos en los Diálogos. Para el autor morir hacía parte de la vida, pero la muerte no significaba que el alma no continuase como tal con su fuerza, en el mundo de las ideas que eran preexistentes; por tanto envejecer era sinónimo de grandeza y experiencia que capacitaba al viejo con su presencia en lo público y en la obra de la razón y el conocimiento que hacía que fuera parte de las decisiones sustanciales. La vejez dejó de ser importante porque se pasó al cambio de régimen, donde los tiranos y la guerra tuvieron presencia.
Con la tiranía que siguió el concepto de democracia se fue desvaneciendo y el envejecimiento perdió su valor instalándose un imaginario social donde los jóvenes se convirtieron en guerreros y los hombres valoraron el dominio y las armas. Se trataba no solo de defenderse sino el interés por la conquista. El sueño de Platón sobre una democracia plena que incluyera a las mujeres se desmoronó. Y en el terreno filosófico Aristóteles hace la crítica al Platonismo rescatando el pensamiento materialista y científico. Posteriormente lo que siguió fueron las guerras y la Invasión de Esparta a Grecia, y otros imperios, con lo cual empezó a minarse la Democracia como gobierno del pueblo, dando lugar a la tiranía que se instaló privilegiando los guerreros y las armas por encima del ciudadano y el saber filosófico que había pretendido otro modo de gobernar y de actuar. Al cabo de estos acontecimientos surgió la filosofía Neoplatónica y se fundó la escuela nueva por Plotino, que rescata a Demócrito y Epicuro y los llamados presocráticos; para éstos las divinidades están compuestas de átomos y la Naturaleza está hecha de fuerzas que permiten explicar la variedad fenoménica; se trata de explicar el materialismo dándole el lugar que se merece y profundizar la problemática para vencer el dogmatismo filosófico que se supone responsable de todas las argumentaciones presentes en el Platonismo Socrático. Ello devino en un humanismo reforzado donde el Hombre es la medida de todas las cosas.
Con diferencias entre los autores este nuevo humanismo rescató el placer y el retorno a la vida sencilla. Si el placer es el bien sumo, sin embargo es necesario limitar los instintos únicamente a la naturaleza para evitar el desbordamiento de los instintos. El gobernante ya no debía ser un hombre ilustrado sino ponderado, de tal manera que esa característica le hacía apto y capaz para incluirse entre los que tenían el poder dándole una vuelta a las ideas que hicieron la Época de Oro Ateniense: ponían en otro lugar distinto al saber, las bellas artes; el cuerpo y el cuidado del mismo desde la gimnasia era clave para participar en los juegos olímpicos y el teatro y la justicia. Con el advenimiento del Neoplatonismo las clases se hicieron más importantes dando lugar a los nobles y sus privilegios, y a los esclavos y trabajadores que guardaban con los anteriores una distancia abismal. Fue entonces cuando el valor cambió su consideración anterior dando lugar a privilegios desmedidos que afianzaron la diferencia de clase e institucionalizaron la exclusión de las mujeres, de los negros y las minorías de aquella época. Aunque Platón señala en el Teeteto que las mujeres debían ser tratadas como los varones y con reconocimiento público, ellas fueron ignoradas; era tan fuerte el Patriarcalismo que las cosas continuaron igual. Desde el punto de vista filosófico surgirían conceptos nuevos como el de vejez, la muerte dejó
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de ser asociada a la vida y se comprendió justificada por el valor en el combate; además se institucionalizó la posición de minusvalía de las mujeres condenándolas al espacio doméstico y a la dependencia del varón. Los sueños del Platonismo sobre la inclusión de las mujeres al espacio público quedaron reducidos al pasado. Así, desde la aparición de los treinta tiranos y la importancia de la guerra que se generalizó por los ataques de los imperios, la democracia se fue extinguiendo y con ello la importancia de las bellas artes, la idea del cuerpo como formación estética, la importancia del teatro clásico que ilustraba la literatura de la época acudiendo a Homero, Hesíodo y sus seguidores, empezó a perder el valor, entonces los dioses - ideología religiosa-, se entendía como un espacio distinto a la laicidad del poder político y frente al Estado Clásico y democrático apareciendo las nociones más pragmáticas para gobernar. Sólo hasta el siglo XVIII se volvió a hablar de Democracia; los siglos anteriores pusieron en vigencia el Imperio Romano, su caída debido a la invasión bárbara y la concesión final dada a estos mismos, muchos de los cuales asimilaron parte de la cultura existente. Con la fuerza que tomó el Cristianismo, Occidente se conviene con estos principios, y sólo con el gobierno de Constantino empezaron a darse visos diferentes. Después se instala el absolutismo en Europa y el poder absoluto del rey por mandato de Dios; el territorio fue dividido en feudos con sus propios ejércitos y extraían su manutención de los campesinos condenados a la servidumbre.
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La muerte y la vejez hoy La muerte –como hemos dicho- pertenecía a la vida, y el saber filosófico la vio atada a las ideas preexistentes de suyo, por tanto la finitud humana y de los seres vivos que estaban ligados a ella no debían ser motivo de temor y menos del pánico ulterior que caracteriza el tiempo posterior hasta nuestros días. Las pandemias como la que vivimos hoy, son una prueba de los cambios que se instauraron con la vigencia de la religión en Occidente que atribuye a la muerte otra forma de la existencia humana; así mismo el concepto de vejez que hoy se comprende en cercanía de la muerte como un castigo como sucedió con la peste y la pandemia actual, porque el miedo está atada a ella y a sus males. Ahí es que se pone a prueba la creencia de que la vejez es depositaria de que el contagio se asocia a los viejos y ellos son quienes lo transmiten , porque el de vejez sufrió un cambio radical que introdujo la modernidad donde los filósofos fueron los principales proponentes porque entendieron la muerte de otro modo. La vejez es considerada como una fase otoñal que anuncia la decadencia humana y da lugar a una idea del tiempo que concluye o se transforma en el más allá, condenando con ello su capacidad productiva y vital. Las mujeres son las más lesionadas y no sólo las más viejas: ellas siguen encargadas del cuidado de los niños y niñas, de los enfermos -haya o no pandemia-, realizan las labores domésticas; el Patriarcalismo es el virus invisible que persiste en las sociedades actuales,
donde los débiles son los que sufren, aumentado por la presencia en todos los espacios sociales de nuestro país. Mujeres, niños y niñas son violadas y asesinadas a granel; las mujeres han sido objeto de feminicidio en los últimos años, y a pesar de las luchas femeninas y las leyes todavía vigentes, los criminales no son judicializados, salen ilesos por vencimiento de términos o se les adjudican penas mínimas frente a la conmoción social. Con razón la creencia general es que no hay justicia en este país. Todo el poder está en manos masculinas y las mujeres que adquieren participación gubernamental son arrasadas por la maquinaria estatal que las absorbe, la maquinaria del poder vigente, y el Senado y la Cámara resultan gobernados por los partidos y viven en luchas intestinas que desvirtúan el concepto clásico de gobierno del pueblo, porque los partidos hoy son definitivos frente al pueblo.
mire¨ y ellas basan sus reflexiones dando una importancia a los afectos; lo que se ignora hoy es el afecto y lo que salvaría al mundo porque el futuro requiere otra clase de humanidad manejada por la transformación de sí mismo/a. Los conceptos de subjetividades, no de individuos no se han introducido todavía para refundar los derechos humanos y estamos lejos de valorar la diferencia que es el motor de la vida. Las democracias retoñaron después de la Revolución Francesa; el entierro del absolutismo y de los reyes empezó a instalar una democracia formal, con el nacimiento de los derechos humanos, después de 1789 donde el pueblo se levantó en Francia y las mujeres redactaron una carta de sus derechos; fue la razón que llevó a Olimpia de Gouges al cadalso.
El poder está en manos de los dueños de las empresas multinacionales; las luchas de resistencia a favor de la naturaleza y la vida son ignoradas; hoy no importan el dolor frente a la guerra y los refugiados que ya suman dieciocho millones y no hay acciones ni respuesta al dolor de las minorías y los más necesitados. Porque el dolor como el goce son las categorías últimas que gobiernan la vida, con el agravante de que el dolor prima ya sobre este mundo.
Después de las griegos jamás se produjo una democracia como la que ellos pusieron en obra; ahora los gobernantes son una clase de tiranos; hoy no es “el gobierno del pueblo” como la Democracia ateniense; hoy la lucha entre partidos gobierna el espacio público; las minorías no se tienen en cuenta o es muy equívoca; el gobernante depende del espacio cameral que opera como otra lucha, de ahí que la tiranía puede instalarse. Las batallas de las minorías que tienen razón son violentadas, o son intervenidas por grupos pagados. Eso no es lo mejor porque la destrucción va contra ellos mismos, los tiranos son cada vez más ignorantes y pretenden atornillarse en el poder.
Las mujeres son más sensibles al dolor, de ahí que la importancia de la razón ha sido para ellas mal entendida: ¨depende del dolor con que se
Las mujeres han peleado por sus derechos sin derramar una gota de sangre, pero ellas tienen unas razones afectivas que no se contaminan con
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esto. Es la afectación lo que distingue su lucha femenina y eso no impide que tengamos que renunciar a lo público, participar en los puestos gerenciales y contribuir en la política, pero la lucha debe centrarse en las minorías y su reconocimiento y la subjetividad femenina que valora la fuerza de la vida. La defensa de la vida por sobre todo es hoy la necesidad más apremiante, hay que cambiar este mundo y coincidir con quienes se oponen a la guerra, a las armas y a la opresión humana, a la depredación animal y vegetal, porque la riqueza está concentrada en pocas manos y la inteligencia debe contribuir a la salud, a la ciencia y a la educación; no se destinan suficientes recursos al estudio de las enfermedades que producen los virus como el del Covid- 19 y la gente muere por la pandemia global. Esos fueron los conceptos de la Filosofía del Enciclopedismo, Condorcet, Diderot, Rousseau, etc. Ellos incidieron en los países europeos y en Inglaterra ya había movimientos importantes de mujeres que se reunían y protestaban para denunciar la condición femenina reducida a lo doméstico y la falta de derechos que tenían, en general. Durante la Revolución Industrial, las mujeres fueron obligadas a trabajar junto con los niños y niñas en las fábricas con jornadas interminables. La revolución industrial que siguió, significó nuevas luchas de los obreros, todo en aras del progreso humano; el humanismo decretado por los filósofos pasó a un segundo plano siendo importante el llamado desarrollo que significaba la prioridad humana.
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Las mujeres más pudientes quedaban en casa cuidando sus hijos e hijas, impulsaban al marido para que ocupara los puestos más representativos del Estado y el trabajo gerencial de las empresas, y ellas eran el soporte del éxito masculino. Las mujeres que escribían cambiaban sus nombres por nombres masculinos porque de otro modo no había garantía de publicación alguna. Tampoco había derecho de elegir y ser elegida y su principal función era la crianza y la reproducción biológica. Pero volvamos a la vejez vista en su cercanía a la muerte. Una de las ideas relevantes es que la vejez con referencia a la adultez carece de proyecto, el proyecto permite poner en obra lo que hemos luchado por conseguir, se relaciona con los frutos que la naturaleza produce y en realidad en la cronología del tiempo que se maneja, justifica la vida, la infancia, es un presente vivo que es denominado Aión, nombrando la irrupción de la fuerza y la vivencia del sueño, que empieza a perfilarse en la juventud; la vejez carece de proyecto y por tanto su devenir hace que el pasado esté en continua evocación, no hay creación, no existen fuerzas que no sean para recordar mientras el cuerpo pierde todos los atributos mentales y de proyección. Cuando la pandemia cobra lugar como el tiempo que vivimos, los viejos y viejas son confinados en la casa con la idea de que merecen ser cuidados sin permitirles ver a sus hijos, a sus nietos e incrementando el tiempo de encierro y la privación de sus seres más queridos. La juventud ha sido magnificada de suyo y es utilizada por los medios de comunicación como una cualidad que no podemos perder. La biología
ha buscado las anémonas para descubrir en qué radica la capacidad de perdurar que poseen y buscar el famoso elíxir de la larga vida que nos haría eternos. La publicidad se encarga de utilizar el cuerpo juvenil y sus características de belleza y proporción para vender productos farmacéuticos y de intervención estética. Las mujeres menos autónomas son las mayores consumidoras potenciales de todos esos productos.
El miedo patológico está causando en ellas más desasosiego y tristeza, porque hay casos en los que a pesar de vivir en condiciones óptimas de libertad espacial, donde la naturaleza circunda el espacio de la vivienda, los ex maridos realizan disposiciones de apropiación de los nietos de modo extremo, impidiendo el encuentro con sus abuelas, y exponenciando la distancia con ellos.
Otra de las características de la afectación que produce el virus en los seres humanos es el miedo a la muerte que se ha convertido en patológico; algunos pocos entienden el hecho como una posibilidad, los demás se obstinan en sobrevivir a toda costa y desarrollan comportamiento de exclusión de los otros que se vuelve evidente; los que tienen algún poder sobre los niños se niegan a permitir cualquier desobediencia que los desacredite.
Las dificultades de relación con el ex cónyuge terminan beneficiando a este último, quien se aprovecha de las condiciones del dictamen sobre la pandemia, para ejercer su venganza con ella, amparándose en los protocolos que penalizan la vejez femenina y le confieren la encarnación del virus y la contaminación esencial.
Las mujeres han sido las más afectadas y en especial las mujeres mayores; de ahí se evidencian la aparición de efectos sicológicos y de depresión como ya se ha denunciado por investigaciones recientes.
Todo ello se da por la vigencia del patriarcalismo que transversaliza todos los espacios tanto afectivos, como económicos y sociales, y como evidencia de un caso entre miles de la violencia invisibilizada y no obstante real.
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Sueños, imágenes y símbolos Silvia Milena Rueda Navarro Rebeldía (2020) Técnica: Marcadores sobre papel.
La artista y su obra: Una mirada a todo color Silvia Milena Rueda Navarro Si bien nací en Barrancabermeja en 1974 y pertenezco a una familia santandereana, la mayor parte de mi vida ha transcurrido en Bogotá; hace un año resido en la ciudad de Cali. Dadas mis características físicas, consecuencia de una triplejia severa, mi formación académica en general se realizó en instituciones de educación especial. Me gradué como artesana de telares verticales en el año 1994. Comencé mi formación en artes plásticas a través de clases particulares con el profesor Juan Manrique, artista plástico de la Universidad Nacional (1995-2002). En el año 2000 ingresé a Taller Arte, que dirige el artista plástico Augusto Ardila, quien ha sido mi maestro hasta el día de hoy. He participado en ocho exposiciones y recibido las siguientes distinciones: Tercer Premio,
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Categoría Adultos, cuadro “Bodegón”, acrílico sobre papel en el XII Salón Nacional de Arte para Discapacitados, año 2001, Medellín. Ganadora de la Convocatoria Arte tu Otra Parte, Categoría Menores de 40 años, obra “Objetos Cotidianos No.1”, gouache sobre lienzo y “Objetos Cotidianos No.2”, acrílico sobre fórmica, año 2010, Centro Colombo Americano, Bogotá. Premio Artistas con Capacidades Diversas y Especiales, con mi propuesta “Evocación”, año 2016, Secretaría Distrital de Cultura Recreación y Deporte, Alcaldía Mayor de Bogotá. En mi condición de muy poca movilidad, el arte ha hecho posible que disfrute de mi entorno con plena libertad; con mis formas y colores voy caminando y casi volando, haciendo de mis sueños algo presente.
Augusto Ardila Plata* Desde hace unos cuantos años he contado con la suerte de compartir en mi taller, y ahora a distancia, con Silvia, su proceso personal en la consolidación de un lenguaje artístico…he sido testigo de su entrega, disponibilidad e interés no solo por el oficio sino por fortalecerse con una sólida información. Sus imágenes son un testimonio fiel de búsqueda y al mismo tiempo una expresión profunda de sus condiciones humanas, donde su constante alegría y disponibilidad le han permitido fortalecer un camino expresivo en el arte, con una posición muy personal donde el color, la sencillez y profundidad de las formas revelan una personalidad dispuesta a dar siempre la batalla por su realización. Silvia encontró su propio lenguaje a través del color y la pintura. Sus temas frecuentes son los objetos, la naturaleza, la historia del arte y en
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ocasiones los rostros. La forma, entre lo figurativo y lo abstracto, se manifiesta a la manera de una experimentación, pero su fuerza expresiva radica especialmente en el color. La labor artística de Silvia está fundada en la libertad y fertilidad creativa que son la fortaleza de su expresión. Allí todo es color y su vigor manifiesto; muchas veces no importa ni la composición, esto es, la distribución en el espacio, sino el color ligado al empaste; color casi puro, casi primario, utilizado de manera muy personal; allí no podemos hablar de figuración o abstracción, allí hay otros parámetros ligados a una fuerza que los define. En ese espacio flota la emoción hecha forma que se manifiesta a la manera de una experimentación, lo esencial de lo representado, donde los detalles desaparecen. Entrar en su pintura es disfrutar de la vida a través del color.
Nació en San Gil, Santander. Formación académica: Filosofía-Teología, Seminario Mayor, San Gil. Universidad Javeriana. Bogotá. Técnicas de Arte, Taller de David Manzur, Bogotá. Director del Taller hasta el año 1987. En la actualidad, director del Taller Arte, Bogotá.
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Silvia Milena Rueda Navarro Encierros (2020) TĂŠcnica: Marcadores sobre papel.
María Cecilia González Montoya
Mujeres amorosamente mágicas Diez mujeres en diez países deslumbran al mundo en política Máxima eficiencia y transparencia al manejar la pandemia Gobiernan con confianza, y desde el corazón se comunican Actúan ejerciendo el poder femenino y su fuerza justa Llevan la herencia de mujeres ancestrales, sanadoras, Sabias, organizadas, coherentes, intuitivas… Unidas a la madre tierra, valientes dadoras de vida Tejedoras de sueños y realidades, sembradoras De esperanza; pero rebeldes y desobedientes a la Desigualdad, degradación, opresión de la mujer y tiranía Siendo luz y reflexión en la oscuridad de esta pandemia. ¡Abrazándonos solidarias con gran sororidad por la vida!
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Voces y sentires de la pandemia del coronavirus Inesperado virus invisible que llegaste en una noche de tormenta A confinarnos, a ponernos las caretas, a cortarnos de tajo la risa A prohibirnos el abrazo, la mirada, los besos, la libre caminata… A negarnos aspirar el perfume de las flores, el aroma de una rosa, De un delicioso café con mis amigas gozando de la risa y la cantata A encerrar por decreto a los viej@s a morir de soledad, de tristeza… A despertar la justa rebelión de las canas que triunfa con tutela. A mostrarnos las falencias, la corrupción, la injusticia, la decadencia… A nivel del sistema de salud, educación, economía, la democracia… A mostrarnos nuestra fragilidad y actuar inconsciente en el planeta A mostrarnos la vigencia de la luchas de las mujeres contra la violencia O viniste a ayudar a que cada ser descubra su luz y verdadera esencia Para cambiar y renacer toda la especie humana con mayor dulzura y consciencia ¡Habitando amorosamente la Madre Tierra en plena paz y armonía! EN OTRAS PALABRAS… no. 27 / Sueños, imágenes y símbolos | 51
Silvia Milena Rueda Navarro Soledad (2020) TĂŠcnica: Marcadores sobre papel.
María Mercedes Tello Sánchez
Ellas El silencio las envuelve. Afuera, la calle solo muestra fachadas; Adentro, las caretas descansan en sus hogares. Las máscaras ya no van, reposan en las estanterías del recuerdo. El polvo las invade mientras la pandemia sigue su curso. Allí permanecen, llevan tres meses y no han necesitado tacones. Las carteras, los vestidos, las joyas y los perfumes, como herencia de difunta Reposan mientras alguien venga a descubrirlas. Nada ni nadie requiere su presencia… ¿Cuándo les rescatarán del olvido?
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Junio, 2020.
Dayana De La Rosa Carbonell
Vuelas*
a Ligia
Las amigas No deben irse nunca Siempre es tan temprano Aquí nos dejas todo Un gran legado La prolongación de tu vida hecha hijas Cada lucha para que este mundo Fuese menos desigual Esas luchas que también son mías Las amigas no deben irse nunca Deben ser eternas Como tu Con tu palabra correcta Con el abrazo conciliador Con el temple apacible Con la sonrisa que alegra *
Incluso en los días más tristes Como ahora Que nos has hecho trampa A todas tus coequiperas Las amigas no deben irse nunca Pero tu Libre y libertaria Ya vuelas En el firmamento que amaste Y con la dicha de la vida cumplida Mi amiga Mi querida Las amigas no deben irse nunca Y tu, Libertaria, Ya vuelas
En el homenaje en memoria de Ligia Esther Cantillo Barrios. Universidad del Atlántico 23 de Septiembre, 2020.
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Silvia Milena Rueda Navarro Independencia (2020) TĂŠcnica: Marcadores sobre papel.
Louise Glück
Semejanza final* La última vez que vi a mi padre ambos hicimos lo mismo. El estaba parado en la puerta de su habitación, esperando que yo acabase de hablar por teléfono. Que él no estuviera pendiente a su reloj era una señal de que quería conversar. Conversar para nosotros siempre significó lo mismo. El decía algunas palabras, yo decía unas de vuelta. Y en eso consistía. Casi terminaba agosto, hacía mucho calor, mucha humedad. Al lado los trabajadores arrojaban gravilla fresca en la marquesina. Mi padre y yo evitábamos estar solos; No lográbamos conectarnos, hablar por hablar. Era como si no existieran otras posibilidades. Así que esta era especial: cuando un hombre se esta muriendo, hay de que hablar.
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Traducción: Frank Baez https://www.facebook.com/metopoesias/posts/1220473911400369/
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Debe haber sido temprano en la mañana. De un lado a otro de la calle los aspersores empezaron a funcionar. El camión del jardinero apareció al final de la cuadra hasta que se detuvo para estacionarse. Mi padre quería contarme cómo era eso de morirse. Dijo que no estaba sufriendo. Dijo que se había quedado esperando el dolor, aguardando, pero nunca vino. Lo único que sentía era una especie de debilidad. Le dije lo mucho que me alegraba, que me parecía que tenía suerte. Algunos de los maridos se subían a sus carros para ir al trabajo. No gente que conociéramos. Nuevas familias, familias con niños pequeños. Las amas de casa se paraban en la marquesina, gritando o haciendo ademanes. Nos dijimos adiós como acostumbrábamos, Sin abrazarnos, nada dramático. Cuando el taxi vino, mis padres lo observaron desde la entrada, Agarrados de las manos, mi mamá tirando besos como suele hacer, ya que le molesta cuando una mano no se está usando. Pero por primera vez, mi padre no sólo se quedó parado ahí. Esta vez saludó. Eso mismo hice yo en la puerta del taxi. Como él, saludé para esconder el temblor de mi mano.
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Louise Glück
La tristeza de Circe* Finalmente, me di a conocer a tu mujer como corresponde a un dios, en su propia casa, en Ítaca, una voz sin cuerpo: ella detuvo su tejido, y movió su cabeza, primero hacia la derecha, después hacia la izquierda, aunque sin esperanza, por supuesto, de asociar ese sonido con una fuente concreta: dudo que ella vuelva a su telar sabiendo lo que sabe ahora. Cuando la vuelvas a ver, decile que es así como un dios se despide: Si estoy en su cabeza para siempre, estaré en tu vida para siempre.
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Versión al español de Isaias Garde. Bajada de Internet por Google, Revista Altazor https://www.revistaaltazor.cl/louise-gluck-2/
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Homenaje a Quino
Silvia Milena Rueda Navarro Homenaje a Quino (2020) TĂŠcnica mixta.
Dossier Silvia Milena Rueda Navarro AĂąoranza (2020) TĂŠcnica: Marcadores sobre papel.
Sonia Torres Rincón*
Ideas sobre educación y desigualdad en tiempos de pandemia Desde que inició el 2020 una pandemia del Coronavirus recorre el mundo; conocido también como COVID-19, su expansión ha sido definida por la Organización Mundial de la Salud “como una emergencia en salud pública de importancia internacional” debido a la identificación de casos en todos los continentes, confirmando el primero en Colombia el 6 de marzo (Ministerio de Salud 2020). Lo cierto es que, de una semana a otra, estábamos bajo la declaración de distanciamiento social y aislamiento en casa con restricción de la movilidad. Colegios, universidades, centros médicos, parques, bares, restaurantes, centros comerciales, entre otros, cerraron las puertas mientras el miedo y la falta de información, empezó a hacer parte de nuestras vidas. Pero no es propósito de estas líneas describir cada uno de los ámbitos que ha afectado esta pandemia, sólo quiero compartir algunas ideas alrededor del impacto que esta coyuntura sanitaria ha develado en el ámbito educativo, hilando la reflexión desde una perspectiva interseccional que pone de relieve las desigualdades sociohistóricas no resueltas aún, bajo ningún proyecto de construcción de nación
que se haya podido inspirar en Colombia. Una situación que devela el despojo social, económico, emocional y mental que atraviesa los cuerpos en todas sus formas normadas y disidentes. Una exclusión que se disimula detrás de las frías paredes de las periferias en las urbes y entre los intersticios de las zonas rurales de este país, y que ha estado presente a través del tiempo. Frente a la rápida expansión del virus y el crecimiento imparable del número de personas fallecidas en el mundo, las autoridades nacionales decretaron un simulacro de aislamiento, y solicitaron inicialmente el desarrollo de estrategias virtuales a las instituciones educativas en todos sus niveles de formación, entre el 16 y 20 de marzo. De la solicitud se pasó a la orden obligatoria de cumplir esta medida hasta el 13 de abril, y desde entonces se prorroga por periodos de dos semanas, de manera ininterrumpida. Así, en casi quince años de experiencia como maestra un día, junto a otras, fuimos desterradas del escenario de lo público y confinadas al mundo de lo privado. Claro, no sólo nosotras,
* Maestra, feminista. Integrante del grupo Provocaciones Feministas. somitori@yahoo.com
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pero quienes vivimos la experiencia histórica de la existencia en cuerpo de mujer, valoramos particularmente el viaje sin retorno que se inicia al irrumpir en la esfera pública. Desde este lugar de enunciación escribo esta reflexión, intentando tejer una recapacitación sobre una problemática social estructural que se evidencia en la coyuntura actual, y que se encarna en la corporalidad de ser mujer, maestra y feminista. Durante los últimos cuatro meses han aflorado situaciones que evidencian las debilidades y fracasos de un sistema educativo que profundiza las desigualdades, vulnera la universalidad de los derechos y afecta la calidad de los procesos formativos. El derecho a la educación no se limita a la interpretación lineal de las dimensiones de la garantía en el acceso y la calidad, las cuales se ven claramente afectadas en la actual coyuntura, sino que para su plena vigencia se deben garantizar procesos de inclusión, de igualdad de oportunidades real y no solo formal, porque la igualdad real potencia la justicia social (García-Gómez citado en Cáceres, 2020 ), teniendo en cuenta los enfoques de género y diferenciales para la lectura de realidades e implementación de las políticas. En este sentido, el derecho a la educación como opción de justicia desde una perspectiva integral e interdependiente, contempla la dimensión del acceso y la cobertura para lo cual en el país se han establecido avances importantes para los niveles de formación básica y media, en donde incluso podemos advertir índices de matrículas paritarios entre mujeres y hombres. Sin embargo, en el nivel superior las desigualdades se examinan no sólo con las marcas de género, sino también las pertenencias étnicas, de clase, de ubicación territorial e incluso generacional.
Pero en cualquier nivel de formación existen otros aspectos consustanciales para el pleno ejercicio del derecho a la educación, por ejemplo, el componente de seguimiento nutricional a través de alimentación regular en los comedores y refrigerios escolares y universitarios, el acompañamiento y vinculación de apoyos pedagógicos de las familias en casa, y el acceso a equipamientos y procesos de actividades pedagógicas, artísticas y deportivas que favorecen una formación integral. Sin embargo, se debe reconocer que bajo el influjo de las políticas neoliberales se ha profundizado el deterioro de los sistemas educativos, la desfinanciación de la educación pública y la garantía universal del derecho desde antes de la pandemia, sólo que quizás el silencio producido por la reducción de la ruidosa dinámica económica permite ahora prestarle más atención. La situación educativa previa a la aparición del Covid-19 estaba representada bajo una dicotomía en la que, por un lado, se establecían ciertas aspiraciones para mejorar el acceso y la calidad de la educación en los sistemas educativos mundiales, y por otro, la incapacidad para acometer ciertas deficiencias endémicas que no acababan de encontrar solución (universalización de la educación infantil, escolarización plena en educación primaria, elevación del grado de adquisición de competencias, dotación de recursos para el acceso a una educación de calidad en los países más pobres). (Cáceres, 2020).
La dinámica social de movilización del último año amplió su repertorio de protesta para exigir el desmonte de las políticas neoliberales y reclamar una mayor inversión en los aspectos estructurales, que profundizan las brechas de desigualdad y exclusión. Una realidad oculta bajo las falsas expectativas de ascenso social que cimentó el acceso a la educación en otros tiempos.
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En este sentido, se presentan a continuación algunos elementos de reflexión sobre el impacto en los contextos, los procesos de formación y los sujetos, el paso abrupto de un modelo educativo presencial a la implementación de clases remotas con el uso de mediaciones tecnológicas, que se sitúa como alternativa para la garantía del derecho a la educación, pero que en ningún caso, en coincidencia con Cáceres, “la enseñanza online es el paradigma del progreso ni, en los casos en las que ésta tenga una mala implementación, debe dejar de ser un horizonte por perseguir”. (2020).
Los contextos de desigualdad educativa y tecnología En el contexto de la pandemia y desde nuestros lugares de privilegio (hay millones de personas que perdieron su empleo u ocupación económica) se asumió el teletrabajo como alternativa para mantener las dinámicas de la educación formal. Así pues, se diluyó el límite de las acciones y organización espacial y temporal de la vida productiva con la reproductiva; los días se fueron haciendo planos e indistinguibles; se rompió la posibilidad del encuentro para conversar, soñar, planear y conspirar. Y de un momento a otro, millones de mujeres y hombres de todas las generaciones en el mundo, terminamos en confinamiento obligatorio, con una particular carga social y emocional para la población femenina que continuó asumiendo la triple jornada, sin salir de casa. Los propósitos de encaminar el país hacia la cuarta revolución industrial y de avanzar en el cierre de brechas digitales, son cuestionados por las profundas desigualdades en materia educativa, alfabetización digital y acceso a las Tic
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develadas en el contexto de la pandemia; a pesar del incremento de la participación en la matrícula, en la modalidad virtual para la formación en educación superior, que de acuerdo con los reportes del Sistema Nacional de Información de la Educación Superior -SNIES, la población pasó de 16.042 estudiantes en el año 2012 a 200.742 en el año 2018 (Ligarreto, 2020). La conectividad digital entendida como la disponibilidad que tiene un dispositivo (teléfono móvil, tablet, computador) para ser conectado a otro o a una red, está transformando la forma de comunicación e interacción de los seres humanos, en un contexto donde el acceso a la información fluye en tiempo real. Hasta hace poco, para varias personas esta dinámica no excedía la posibilidad de consultar documentos, revisar las redes sociales, saludar amigos y amigas, sin que fuese el centro de la vida. Sin embargo, la coyuntura generada por el Covid-19, unificó, homogenizó y hegemonizó el uso de estas mediaciones virtuales para todo tipo de encuentro social. No obstante, se ha develado el déficit que existe en el país en materia de conectividad digital. En Colombia el 96% de los municipios tienen déficit de recursos tecnológicos, y según lo ha establecido el Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (MinTIC), en el país existen siete millones de accesos fijos a internet y 28,9 millones de accesos móviles, es decir, que casi veinte millones de personas no tienen conexión a banda ancha (Ascun, 2020). De igual manera, las diferencias entre el campo y la ciudad son profundas. El Departamento Administrativo Nacional de Estadística -DANE estima que sólo el 26% de estudiantes de zonas rurales tiene conectividad, frente al 89% en zonas urbanas (Ligarreto, 2020).
Así mismo, se ha podido establecer que en Colombia en los dos últimos años ha aumentado el acceso a dispositivos electrónicos y digitales, sin que eso represente un impacto proporcional en la conectividad. Así por ejemplo, los colombianos y colombianas registran los siguientes niveles de consumo de dispositivos tecnológicos: “Teléfono celular (cualquier tipo): 96%; Teléfono inteligente (smartphone): 93%; Teléfono móvil sin características “inteligentes”: 17%; Laptop u ordenador de escritorio: 79%; Tablets: 42%; TV inteligente para ver contenido en línea (como Netflix): 13%; Consola de videojuegos: 35%; Dispositivo inteligente para el hogar (Smart Home): 11%; Relojes inteligentes: 15%; Dispositivos de realidad virtual: 3.1%”. (Cubica, 2020).
la conectividad. No es excepcional, ni materia de orgullo sino de vergüenza, la imagen que se repite en estos días y en diferentes lugares del país, de niños y niñas jugando con computadores dibujados sobre un cartón, o construidos con cajas y materiales reciclables. Más que una apología a la creatividad, la situación constituye una evidencia de la desigualdad social que enfrenta una amplia capa de la población, especialmente en edad escolar, que está quedándose por fuera de las alternativas de mediación virtual implementadas ante esta coyuntura de suspensión de las clases presenciales, sin contar la pérdida del complemento nutricional con el cierre de comedores escolares y la ausencia de escenarios de prácticas deportivas y artísticas, para su desarrollo integral.
Sin embargo, el consumo de dispositivos tecnológicos no constituye un indicador directo para el cierre de brechas en alfabetización digital. Lo anterior se hace visible frente a la transformación de escenarios educativos presenciales a entornos virtuales o de formación remota con mediaciones tecnológicas, donde contar con un celular no implica necesariamente conectividad y esta es la situación más común que enfrentan estudiantes, maestros y maestras, para dar continuidad a los procesos de formación. Así como la existencia del número de computadores o laptop en las viviendas, no es suficiente para cubrir todas las necesidades, más aún cuando en la actualidad un gran porcentaje de actividades académicas en todos los niveles de formación, laborales, de comercio, trámites institucionales y de información se realizan vía internet.
Al problema de conectividad digital se suma la disposición y habilidades del grupo familiar para acompañar a los niños y las niñas en los procesos de formación remota, sumado a las dificultades del contexto, como la pérdida de capacidad de recursos económicos, la recarga de las labores del cuidado principalmente para las mujeres y las niñas, las presiones de las instituciones académicas y las herramientas de soporte emocional para enfrentar la convivencia en condiciones de aislamiento. “Las tareas las hacemos las tres desde el comedor de la casa (…) Para hacer casi todas las tareas necesitamos internet, por lo que usamos el celular de mi papá que tiene datos para hacer consultas específicas, pero no tanto porque no podemos gastarnos todos sus datos” (Carreño, 2020).
En otras situaciones y lugares del país, muchas familias ni siquiera contemplan la posibilidad de contar con un dispositivo digital para acceder a
Como muchas maestras y maestros, se ha intentado conservar la calma y especialmente no perder de vista el propósito de transformar la cultura, y en este caso, de transmitir una voz de tranquilidad para que en medio de la adversidad
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que se vive, las personas al otro lado de la pantalla, es decir los y las estudiantes, puedan resguardar un poco de esperanza para continuar. Sin embargo, en más de una ocasión la desidia se extiende ante la sensación de impotencia para atender las situaciones reales de depresión, violencias, ausencia de trabajo, desinterés y falta de entusiasmo, que se alcanzan a percibir a través de la realidad virtual. Pero las dificultades no se limitan al escenario de la educación formal, son numerosos otros procesos de formación agenciada por organizaciones comunitarias en los barrios y territorios periféricos principalmente, que no cuentan con ningún apoyo del Estado, sino que se sostienen a partir de la dinamización de procesos de autogestión. Y es allí, donde también florece la esperanza. En medio de este contexto de desigualdad que la pandemia ha visibilizado a través de la denuncia de los trapos rojos, y las condiciones de acceso a la conectividad específica, las iniciativas comunitarias han impulsado el fortalecimiento de la solidaridad en tiempos de pandemia. Las ollas comunitarias, el cuidado colectivo de los hijos e hijas, la delegación de trámites para quienes no pueden movilizarse, el desarrollo de emprendimientos, entre otros, demuestran de nuevo que la precarización de las condiciones de vida antecede a la pandemia, y se enfrenta con las expresiones más sencillas y amorosas de solidaridad.
Procesos de formación El segundo aspecto educativo que recibió el fuerte impacto del cambio abrupto de la modalidad presencial a la modalidad remota con mediaciones
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virtuales tiene que ver directamente con los procesos formativos. Y es que no se trata sólo de la conectividad que, como se mencionó anteriormente, intenta mantener los niveles de acceso y cobertura del sistema educativo, sino que se relaciona con la calidad de los procesos formativos. Y es que la nueva modalidad remota de educación “rompe con muchos de los paradigmas de la educación presencial, entre otros, las nociones de espacio y tiempo. Además, los roles del profesor y del estudiante se modifican porque este último tiene un mayor margen de maniobra sobre los objetivos, contenidos y estrategias de aprendizaje” (Henao, citado en Carreño, 2020). Pensar una propuesta de educación flexible, que no es sinónimo de laxitud, en la coyuntura de aislamiento derivada del Covid -19 implica repensar los objetivos, los contenidos, en la perspectiva de generar procesos viables de integración curricular por proyectos, temas, intereses, entre otros. Sin embargo, el reclamo en la vida real es que en numerosas instituciones educativas públicas y privadas, y en los diferentes ciclos de formación, no ha sido posible lograr dicha articulación, sino que el personal docente y estudiantes trasladaron los tiempos, rituales y ritmos de la educación presencial a la interacción vía pantalla. “En muchos casos, el paso a la docencia online se hizo de manera prematura, acelerada, sin la preparación adecuada y sin la reflexión pedagógica necesaria para acometer el paso a los entornos virtuales de enseñanza” (Carreño, 2020). En algunos casos, niños, niñas y jóvenes toleran jornadas entre seis y ocho horas sentados frente a un computador, con el cansancio físico y emocional que produce esta dinámica. La
responsabilidad no sólo recae sobre los equipos de maestros y maestras, sino que en muchas ocasiones responde a la incapacidad institucional y familiar para superar la idea de que aprender es estar ocupado. Estos métodos excepcionales se traducen (en la mayoría de los casos), en la enseñanza secundaria, en un aluvión de deberes, test, trabajos y actividades suministradas por profesores apáticos, que saturan con una cantidad ingente de trabajo completamente insustancial, a sabiendas de que ni ellos mismos leerán o corregirán dichas actividades y (lo que es más preocupante), teniendo claro desde el principio que estas tareas serán o bien hechas por “ayudantes” del alumno. (Carreño, 2020).
A las dificultades de la flexibilización curricular se suman las condiciones materiales de los estudiantes y sus familias para asumir los retos del trabajo autónomo que requiere cualquier modalidad de formación: “Usamos el de ella [celular] para abrir el correo, ver las tareas que nos dejan, tomarles foto y luego sí nos devolvemos a hacerlas. Nos turnamos cada una por día para ir donde mi tía porque ella también tiene hijos y tienen que salir a la calle. Pero es un ritmo muy duro” (Carreño, 2020). Los maestros y maestras hacen esfuerzos importantes, para mantener el vínculo de interacción social con los estudiantes, vía correo electrónico, plataformas virtuales, mensajes y audios de whatsapp, webinars, etc., pero continúa siendo insuficiente. Dentro de la formación, además de las dificultades de flexibilización curricular, de las metodologías y el apoyo familiar, se encuentra la evaluación, como otra dimensión fundamental que permite identificar las necesidades, fortalezas y acciones de mejora del proceso.
Hay cierta representatividad en torno a evaluar a través de las tareas que se están enviando desde diferentes medios, síncronos y asíncronos, para que los estudiantes realicen en sus hogares. No obstante, existe una percepción generalizada ofrecida por los informantes de la que se deriva que no existen instrucciones oficiales, claras y homogéneas respecto a la evaluación y mucho menos sobre la calificación y promoción de los estudiantes. (Cáceres, 2020).
Son varias las voces que se pronuncian desde diferentes escenarios académicos y políticos, advirtiendo la necesidad de transformar también el paradigma evaluativo como la medición de los logros y resultados, más aún en un contexto de total desnormalización como el presente; “[mi hija] no ha podido estudiar casi y sería muy injusto una mala nota para ella, porque no es que no queramos ayudarla ni que ella no quiera estudiar, sino que no se ha podido” (Carreño, 2020). Quizás debamos parar, respirar y pensar que el aprendizaje mayor circula en la posibilidad de valorar la vida para seguir luchando, como dicen las zapatistas.
Los sujetos La coyuntura de emergencia sanitaria mundial no sólo ha evidenciado las brechas socio económicas del contexto, el impacto en los procesos educativos, sino que también visibiliza las condiciones de desigualdad respecto a la estabilidad emocional de los sujetos. Primero, hablaremos de las condiciones emocionales y de salud mental de maestros y maestras, a quienes se les duplicó el trabajo al tener que recurrir a las mediaciones virtuales para conservar la interacción social con los y las estudiantes, como ya se expresó anteriormente. Se ampliaron
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los tiempos de dedicación para la preparación temática y didáctica de las sesiones previamente, pero además se enfrenta la sensación de frustración que alcanza a generar el no contacto visual y emocional, que permite la presencialidad.
ponibilidad permanente para el trabajo que en muchas ocasiones se conjuga con la empatía y deseo de colaborar a las familias, que enfrentan todas las dificultades de recursos económicos y de conectividad que ya se abordaron.
Así mismo, las habilidades de debate, argumentación y de comunicación con estudiantes, se ven limitadas por las dinámicas propias de la conectividad digital precaria con que contamos, además de la falta de capacitación y actualización pedagógica para el desarrollo de ambientes de aprendizaje virtual, contemplando las condiciones diferenciales de los sujetos y sus contextos.
Luego están también los y las estudiantes, los millones de niños, niñas y jóvenes que sostienen el sistema educativo y quienes no escapan a los impactos emocionales que han generado estos cambios. Lo primero que habría que decir, es que esta población es quizás una de las más afectadas e ignoradas en materia de las acciones y medidas paliativas de las condiciones del confinamiento.
La educación resiente el escenario tradicional que durante años le ha acompañado, la presencialidad. (…) era más humana, más deliberativa, más profunda, más comunicativa, y porque permite una mejor formación del estudiante como ser ético, demócrata y social. (Carreño, 2020).
En el apartado psicológico, el impacto en niños y adolescentes se manifiesta desde una situación de estrés provocada por esa duración prolongada sin contacto con sus iguales, con elevadas tasas de aburrimiento, información inadecuada, miedo a la enfermedad, al contagio de sus seres queridos y a la pérdida de empleo de sus progenitores (Wang et al., 2020). Se ha detectado cómo los síntomas de aburrimiento, irritabilidad, inquietud y sensación de soledad estuvieron bastante presentes, viéndose acrecentados cuando los padres no conseguían manejar ciertas situaciones; dando como consecuencia episodios emocionalmente problemáticos que afectaron al bienestar psicológico del núcleo familiar (Orgilés et al., citado en Carreño, 2020).
Es claro que se resiente el escenario de la educación presencial como escenario posible de encuentro y de vínculo social, sin que ello signifique obviar la crítica a la institución a la que durante mucho tiempo se le ha endilgado la responsabilidad de la debacle social y humana: la escuela, en la que hoy la agencia de los sujetos continúa profundizando las grietas para su transformación. Sin embargo, no se trata de anular ni idealizar en absoluto la virtualidad, sino justamente de no perder la posibilidad del encuentro presente para la reconstrucción del tejido social. La no diferenciación de los espacios de la vida productiva de los escenarios de la vida reproductiva ha generado una percepción compartida de docentes, padres, madres, y estudiantes, de dis-
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Se hace necesario entonces, generar acciones de contención y acompañamiento psico y socio emocional para esta generación niños, niñas y jóvenes, que logren brindar herramientas para fortalecer sus proyectos de vida, en medio de un contexto adverso que no logra trasmitirles esperanza ni perspectiva de futuro.
En varios escenarios familiares la ausencia de recursos económicos ha obligado a los y las jóvenes a desertar del sistema educativo, confirmando una vez más que la moratoria social no existe para los sectores de las clases oprimidas y excluidas. Ojalá logremos desnormalizar nuestras rutinas previas y las que hemos aprendido en estos tiempos de pandemia, pues las desigualdades ya fueron develadas y también los impactos en las vidas de los sujetos de estos cambios abruptos de un modelo hegemónico de educación presencial a la modalidad de trabajo remoto con mediaciones tecnológicas, constituyendo una grave vulneración del derecho a la educación y al trabajo digno. Lo cierto es que para ninguna persona ha sido totalmente fácil enfrentar la situación de confinamiento y aislamiento físico. Como mujer, maestra y feminista guardo el compromiso de aportar a la transformación de la cultura, de brindar una perspectiva de encuentro y fortalecer el vínculo social, incluso a través de la pantalla, con el propósito que toda acción pedagógica, nos permita sanar la vida.
Bibliografía Cáceres-Muñoz, J. Jiménez Hernández, A., y Martín-Sánchez, M. (2020). “Cierre de Escuelas y Desigualdad Socioeducativa en Tiempos del Covid-19. Una Investigación Exploratoria en Clave Internacional”. Revista Internacional de Educación para la Justicia Social, 2020, 9(3e), 199-221. Universidad de Extremadura, España. https://doi.org/10.15366/riejs2020.9.3.011 Carreño, C. (2020), “Sector educativo. Voces y senderos posibles durante y post Coronavirus Covid-19. https://d1wqtxts1xzle7.cloudfront. net/63319021/Sector_educativo_Voces_y_senderos_posibles_durante_y_post_Cronovarirus_Covid-1920200515-106101-19be60e. pdf?1589543559=&response-contentCúbica, (2020), https://www.cubica.co/marketing-digital/estadisticas-situacion-digital-colombia-2019-2020/ Ministerio de Salud de Colombia, (2020). https:// www.minsalud.gov.co/salud/publica/PET/Paginas/Covid-19_copia.aspx
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Guiomar Dueñas Vargas*
Covid-19 y equidad de género en Estados Unidos La grotesca desigualdad El Covid-19 ha trastornado todos los aspectos de la vida diaria de los norteamericanos. En muchos estados de la Unión se ha ordenado la reclusión de las familias, se han cerrado las escuelas y los jardines infantiles, los negocios no esenciales. Las cocinas se han convertido en oficinas y en salones de clase y la separación de lo público y lo privado se evaporó. Todo esto ha impuesto presiones en el hogar, erosionando soportes de cuidado y demoliendo barreras entre los roles del trabajo y de familia. La pandemia ha exacerbado las inequidades de género en la sociedad norteamericana, pero también ha llevado a denunciar la grotesca desigualdad de género en el espacio doméstico, y a vislumbrar cambios que el agitado mundo pre-pandemia impedía ver. ¿Cómo ha afectado a las familias el Covid-19? A pesar de que las mujeres norteamericanas han alcanzado y superado a los varones en áreas que hasta hace pocos años se consideraban dominio
* Profesora de Historia. Universidad de Memphis, TN.
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exclusivo de hombres, y de que algunas se han ubicado en las altas esferas del periodismo, la ciencia, el derecho, la tecnología y la industria con éxito, en el imaginario colectivo pervive la idea de que el marido sale a trabajar y a ganar el pan para la familia, y que debe haber alguien en casa siempre disponible a cuidar y hacer el trabajo que requiere el hogar. Entre las familias que gozan de poder, privilegio e ingresos altos, las esposas se han liberado de la carga contratando el servicio de latinas, usualmente inmigrantes ilegales, con las que establecen relaciones carentes de transparencia laboral, marcadas por el racismo, la xenofobia, y clasismo y obstaculizadas por barreras culturales y lingüísticas. 1 En hogares de clase media el peso del cuidado recae sobre la esposa, que usualmente sale a trabajar todos los 1
Pierrette Hondagneu-Sotelo, Doméstica: Immigrant Workers Cleaning and Caring in the Shadows of Affluence (Los Angeles: University of California, Press, 2001). El estudio se refiere a las mujeres migrantes y empleadoras de la Costa Occidental.
días como su marido. Pero el cuidado, que recae principalmente sobre las mujeres, involucra muchas cosas más como lo señala la premiada periodista del The Washington Post, Brigid Schulte, en su último libro en el que denuncia el exceso de trabajo de las mujeres en el hogar. 2 En el mundo en que vivimos se ha duplicado el trabajo de las mujeres que, sin dejar de responder por la carga doméstica, han salido a la esfera del trabajo asalariado, duplicando su carga laboral. Esta inequidad ha llevado a cuestionar las verdaderas ganancias de las mujeres en el campo de sus derechos, y la denomina en su libro, grotesca desigualdad de género en el hogar, a la que atribuye la rabia permanente de las esposas. Escrito antes de la pandemia, Schulte describía su situación personal, “Sentía que estaba haciendo prácticamente todo, llevando a los niños al pediatra y al dentista, cocinando, limpiando y organizando cada cosa,” además del exigente trabajo en el periódico. La autora –que no oculta el enojo que siente cada mañana cuando su marido, reportero del mismo diario, sale dejando una estela de cosas a medio hacer–investiga la inmensidad de la inequidad de género en el hogar, injusticia que afecta no solamente a las norteamericanas de su clase social sino a todas las mujeres del mundo. La rabia, el sentimiento de que no es apreciada, el cansancio de la jornada repetitiva de cada día a la que se suma el trabajo invisible – el que ningún hombre ve– que se refiere a toda la información que tienen que registrar, recordando cumpleaños, citas médicas, vi2
Brigid Schulte, Overwhelmed: Work, Love & Play when No One has the Time. (Picador, 2015).
sitas a familiares, reuniones con los maestros de sus hijos, etc. Parte de esa carga mental se refiere a la protección del estado anímico de la familia. Las esposas deben prestar atención a la “temperatura” emocional de los hijos, del marido y de los parientes; debe satisfacer las necesidades de todos y ha de destinar tiempo para cada uno. Estas obligaciones, que se adicionan a las rutinas domésticas de cocinar, limpiar, ordenar, lavar, no se reconocen ni se valoran. La pandemia ha aumentado las obligaciones de las mujeres, pero ha creado una oportunidad de empezar un diálogo sobre la distribución de las tareas domésticas bajo diferentes premisas. El énfasis en la separación de los espacios doméstico y de trabajo ha ahondado desigualdades de género y es hora de pensar en la falacia de que lo que se considera trabajo serio que genera salario, es del dominio de los hombres, y que el área del cuidado, del trabajo que no tiene horarios, que se considera de inferior rango, y que no se paga, es del espacio de las mujeres. Dice Schulte que la crisis por la que atravesamos debe servir para pensar una humanidad futura capaz de integrar trabajo-vida-y equidad de género para una vida auténtica y llena de sentido.
Covid-19, oficios domésticos, cuidado de la prole y educación en la casa No sorprende que en estos días de desconcierto las mujeres sigan realizando la mayor parte del cuidado de los hijos. Su ingreso al mundo laboral “formal” en la década de 1950, después de la Segunda Guerra Mundial, se hizo bajo la premisa de que ellas continuarían manejando sus hogares, y realizando la mayoría de los
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quehaceres diarios de la casa. En la crisis actual, son las mujeres las que continúan ejecutando los trabajos de cocinar y limpiar la casa, aunque sigan realizando trabajo fuera de ella. Las estadísticas señalan que aunque ambos esposos trabajan a través del medio virtual desde la casa, el 67% de las mujeres siguen realizando las tareas domésticas en su totalidad, y solo el 29% de los hombres colabora activamente con los oficios domésticos. Con respecto al cuidado de los hijos el 70% lo hacen las madres. Siendo la función reproductora “lo propio de las mujeres”, era “natural” que sobre sus hombros recayera por defecto todo lo relacionado con el cuidado de los hijos aun en estas circunstancias tan especiales. Ahora, cuando de repente se suma la enseñanza formal en casa al cuidado de niños pequeños, una nueva carga les ha caído encima a los padres. La cantidad de tiempo invertido en estos menesteres ha variado de acuerdo con la clase social. Entre los grupos con ingresos altos a los que estoy haciendo referencia, se ha adoptado el sistema virtual y los padres se han convertido temporalmente en maestros. Aunque el padre suele intervenir, algunas mujeres profesionales que ganan más que sus maridos dedican más horas del día a la enseñanza, como se aprecia en la siguiente información de prensa. Para Justin Levinson, un bibliotecólogo de Queens (New York), las cosas no han cambiado bajo el Covid-19 ya que él continúa su trabajo desde la casa, sin ninguna interrupción. Para su esposa, que es abogada y trabaja tiempo completo desde la casa, sus obligaciones se han duplicado. En su hogar todos los días hay trabajo por
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hacer. Ahora que no cuentan con niñera, ni con empleada doméstica, ella ha tenido que asumir todo el trabajo del hogar. El señor Levinson confiesa con cierta sinceridad su escasa participación en las áreas domésticas: “Para ser honesto, es menos del 50% y no han cambiado gran cosa. Los hijos de 10 y 14 años todavía le piden ayuda a la madre para hacer sus tareas, aunque ella esté trabajando en cosas de su profesión.” 3 Pero, aunque el marido participa, las estadísticas demuestran que la educación en casa está siendo asumida en mayor medida por las mamás, aunque los papás piensen lo contrario. En encuesta del periódico The New York Times sobre este tema, la mitad de los padres de niños menores de 12 años percibía que ellos estaban asumiendo toda la carga educativa; solo el 3% de las madres encuestadas estaba de acuerdo con esta afirmación de sus maridos. Estudios de la Universidad de Utah confirman la apreciación de que son las madres las responsables de la educación en casa, aún en los casos en que los dos asuman el cuidado de los hijos.4 Se observa pues que la crisis, en lo referente a la participación masculina en las tareas domésticas, el cuidado y la educación en casa, al parecer ha cimentado los tradicionales roles de género. La creencia generalizada de que los hombres deben realizar oficios que generen pago, conduce al desprecio de trabajos relacionados con el cuidado. La crisis actual llevará a replantear no solo 3 Claire Cain Miller, “Nearly Half of Men Say They Do Most of the Home Schooling. 3 Percent of Women Agree.” The New York Times, Mayo 8, 2020. 4 Ibidem.
estas inequidades sociales sino las inequidades estructurales referentes a lo que valoramos y a quienes valoramos. Veamos ahora que ha pasado con las mujeres de los estratos socioeconómicos bajos cuyas condiciones son infinitamente más difíciles en tiempos del Covid-19.
Covid-19 e inequidad de género en la población afroamericana y latina Tania Fields tenía todos los síntomas asociados con el Coronavirus: se sentía letárgica, tenía escalofríos, dolores en el cuerpo, fiebre y tos seca. Pero, en vez de ir al hospital, decidió quedarse en su apartamento del sur de Bronx (Nueva York). No podía dejar solos a sus 6 hijos. Sabía que en el hospital la tratarían mal. “Si me quedo en la casa y me mejoro para qué diablos voy al hospital?” 5 Rana Mungin, una maestra de Brooklyn (Nueva York) que sufría de asma, no fue admitida en el hospital por síntomas de Covid-19 hasta el tercer intento, cuando escasamente podía respirar. Su hermana Mía, enfermera de profesión, comentaba que, en su segundo intento de ser atendida en el hospital, el asistente de la ambulancia no tomó el caso de Rana seriamente, insinuando que lo que ella tenía era un ataque de pánico y trató de disuadirla de ir al hospital. En su tercera visita tan pronto llegó al hospital fue entubada, y así permaneció por el lapso de 30 días. Rana murió el 27 de abril. 6 5 Entrevista a Tania Fields, activista social, en el canal de television ABC News Prime: Covid -19 and Health Distrust: Stories of Coronavirus, May 25, 2020, 9:00 am. 6 Ibid, 9:40 am.
La pandemia entre los sectores de bajos ingresos es asunto de vida o muerte. La tasa de mortalidad de la población afroamericana es el doble de la del resto de la población, exceptuando a la indígena– la más golpeada por la pandemia–. Este dato revela la vulnerabilidad de los afroamericanos e indígenas, particularmente de las mujeres, que en su gran mayoría responden por su núcleo familiar. En la estructura familiar norteamericana las mujeres de bajos estratos económicos juegan un papel vital por ser ellas, con mucha frecuencia, el soporte económico principal de sus hogares. Cualquier erosión de sus ingresos puede ser desastrosa, empeorando la inestabilidad familiar – otro rasgo de estas comunidades– y despojando a las familias de recursos esenciales para vivir durante la crisis. El Covid-19 ha afectado en mayor medida a afroamericanas e hispanas debido a la confluencia de factores de género, clase, raza y etnia que determinan el tipo de trabajo, educación, salud y servicios a los que pueden acceder. Es así como gran mayoría de mujeres negras y latinas tienen que tolerar estereotipos negativos que afectan la manera como son tratadas en el trabajo, y que determinan la clase de seguridad médica que reciben. La pandemia ha castigado a empleadas de servicio doméstico, aseadoras de oficinas, asistentes de enfermería en entidades de salud, proveedoras de atención domiciliaria y cuidado de enfermos crónicos, etc., quienes representan la mitad del empleo en estas ocupaciones. Por ejemplo, el 60.3% de empleadas domésticas, un 50.3% de asistentes de enfermería y un 45.7% de ayudantes que proveen cuidado de salud, son mujeres de color.
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En lo referente a su mundo doméstico hay que anotar que estas mujeres juegan un papel esencial en la estabilidad económica de sus familias. Encuestas de población demuestran el importante papel de las mujeres negras e hispanas para el sostenimiento del hogar al ser las principales o únicas proveedoras de recursos económicos vitales. En 2018, los hogares liderados por mujeres negras constituían el 67.5% del total y representaban el 41. 2% en hogares de familias hispanas, mientras que en solo el 12.7% de hogares de familias blancas los mayores ingresos provenían de sus mujeres y el 11.7 % de hogares de familias asiático-americanas. Ahora bien, el porcentaje de mujeres únicas proveedoras, alcanzó al 70% en los hogares de las familias negras de menores ingresos económicos.7 Esta pandemia/recesión ha afectado en forma desproporcionada industrias donde la mayoría de la fuerza laboral está constituida por mujeres. 2.5 millones de trabajos se perdieron en el sector de la salud y educación, donde las mujeres constituían el 74.8% del empleo. El sector de ventas al por menor cuyo empleo femenino constituye el 73.2 %, ha sido también fuertemente golpeado. Ni qué decir de los jardines infantiles, donde la mayoría de los trabajadores son del sexo femenino, o las mujeres que trabajan en el servicio doméstico, en los salones de belleza y en las peluquerías.8 7“The impact of the Coronavirus (Covid-19) on the employment situation by May 2020)” Current Population Survey Annual Social and Economic Supplement. 8 “The Industries Hit Hardest By The Unemployment Crisis’ ABC News, May 15, 2020 1:34 pm; Michelle Cheng, “Unlike the Great Recession, Covid-19 has been harder on jobs held by women,” Quartz, May 11, 2020.
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Conclusión El género, el origen étnico, la raza, la ocupación, son categorías a tener en cuenta a la hora de explicar la pandemia en la sociedad norteamericana. En la abundante producción escrita de los últimos meses es evidente el impacto desproporcionado del flagelo sobre las mujeres sobre todo de las negras y latinas. Si bien la infección ha creado conflictos en hogares de clase alta y media –a los que alude Schulte– cuya población es mayormente blanca y generalmente solvente, -por la multiplicación de las cargas laborales de las esposas, que han visto triplicarse sus tareas: oficios domésticos, trabajo pago y educación escolar de los hijos. La conversión de la casa en la oficina del marido ha acentuado la valoración diferencial del trabajo de acuerdo al género. Un efecto recurrente del nuevo escenario en la vida de las mujeres es la mayor carga de responsabilidades domésticas simultáneamente con su trabajo a distancia. Los hombres han cambiado de escenario, pero siguen dando prioridad a su trabajo a distancia, a sabiendas que las mujeres responden por el entorno familiar. Los efectos de Covid-19 sobre las mujeres de sectores populares se debe analizar no exclusivamente desde la óptica del hogar doméstico, pues por razones analizadas arriba, la gran mayoría sostiene económicamente el hogar. Esta pandemia ha puesto en el microscopio a la sociedad norteamericana, y lo que se ha visto es una línea de fractura socio-racial, ahondada por
una administración que abiertamente representa a la parte derecha de la fractura-la población blanca y solvente–y fustiga a la porción izquierda-liberal, multipinta, y casi siempre urbana. Es esta parte de la sociedad la que ha recibido el castigo y la responsabilidad de la pandemia. A la vista de todos está el trabajo esencial que hacen las enfermeras, asistentes de droguerías, cajeras de supermercados, y las trabajadoras del campo, en su mayoría mujeres negras y Latinas. Paradójicamente, aunque su trabajo es esencial, los salarios que reciben son los más bajos en la escala laboral.
Aurora Ozanick, la hija de cinco años de una enfermera y de un obrero de la construcción en Pittsburgh, describe el trabajo de sus padres así: “Mami arregla a la gente“, “Papi arregla cosas.”9 La profesión de la madre de Aurora se ha convertido en uno de los tres tipos de trabajo más importantes en tiempos de pandemia, de acuerdo con el gobierno federal y la oficina del censo: El trabajo social, el trabajo hospitalario, y las ventas de productos al por menor. Estos oficios en gran parte son realizados por mujeres. Lo que revela el papel fundamental de las mujeres en estos tiempos de pandemia.
9 “How Millions of Women became the most essential Workers in America” The New York Times, April 18, 2020.
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Doris Lamus Canavate*
Historias de mujeres: Envejecer en tiempos de pandemia Escribir historias de mujeres en tiempos de coronavirus es una tarea que no me había planteado pese a haber recogido, descubierto y narrado muchas, tantas que perdí la cuenta, durante mi labor como investigadora y narradora de relatos de vida de mujeres en Colombia. De hecho, de alguna manera, sigo haciéndolo pese a mi desinstitucionalización de hace ya un quinquenio, pero no se me ha pasado por la cabeza hacer relatos desde mi experiencia personal. Y no sé si llegó el momento, pero pienso que no dejar un registro de cómo este confinamiento voluntario/obligatorio ha afectado a las mujeres y sus familias, pasa por nuestras propias vidas. Así, pues, es imposible escapar a la impactante cantidad de iniciativas para responder a las infinitas necesidades de toda índole de la población en general y de las mujeres en particular, en campos y ciudades, desde la más expuesta por la precariedad de su propia existencia y la de los suyos,
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pasando por las que lidian día a día con tareas de cuidado no pagas o mal remuneradas, las que a pesar de tener un oficio y un trabajo, hoy confinadas, no reciben ningún ingreso, hasta la profesional, la educadora que desde casa hace maravillas con su vida y su tiempo: es madre, esposa, ejecutiva o investigadora de alguna universidad, o miembro de una red de organizaciones sociales que trabaja por el bienestar o los derechos de otros y otras. Y ese número incierto de mujeres padecen, además, los malos tratos, de la pareja y la familia. Seguro que hay más, pero de ahí para arriba seguro tienen mejores alternativas para sobrellevar el confinamiento. También se multiplican como COVID 19, las conferencias, los conversatorios, las conexiones remotas para verse, contarse, saludarse, pontificar sobre lo divino y lo humano en tiempos de pandemia; aconsejar qué y cómo hacer, e imaginar o pronosticar, cómo será cuando salgamos
Socióloga, politóloga, estudioculturalista, feminista, narradora de historias, des-institucionalizada. Cofundadora de la ONG feminista Mujer y Futuro, 32 años en Bucaramanga y Santander. Colombia.
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de esta encerrona mortal, el mejor y el peor escenario posible, el romanticoide, bucólico, y el apocalíptico y las variaciones entre ambas posturas. Desde Sopa de Wuhan hasta la Sopa de Caracol, versión de Dhayana Carolina Fernández (“Confinadas mas no silenciadas”, Encuentro virtual de la Red Hila, Universidad Simón Bolívar, Barranquilla, 4-7 de mayo 2020). Con ese escenario de fondo, ¿qué historia hace la diferencia?, ¿cuál no ha sido contada y merece ponerla en papel? ¡Muy difícil! Pero fue precisamente en uno de estos espacios de amigas y colegas, donde me sacudieron la silla, al abordar un tema que no se nombra en tiempos de pandemia, salvo para contar los fallecimientos en las casas geriátricas en Europa y USA, o por las normas de confinamiento radical para mayores de 70, hombres y mujeres, que fijó el gobierno colombiano desde el día cero, pero que con unos pocos años menos, atemoriza y auto-encierra a los que conviven con padecimientos de salud como la hipertensión, problemas respiratorios y otros males que son frecuentes en estas edades. A veces basta con tener miedo, no solo años. Envejecer en tiempos de pandemia. Envejecer es vivir más y, para las mujeres, muchas mujeres, ese vivir más se convierte en la prolongación ad infinitum de buena parte de las cargas, físicas y emocionales, y las circunstancias que han tenido que vivir a lo largo de su historia. Con cifras y detalles, datos más o menos, esta era una de las líneas del relato de las panelistas del evento virtual de la Red Hila. Envejecer es también correr el riesgo de vivir la vida, decía Elisa Dulcey citando a algún autor que ahora no re-
cuerdo, y seguían su deshilvanada reflexión -ella lo dijo- preguntándose ¿cómo caminaste por la vida?, ¿con quién o quiénes?, ¿a dónde nos llevó ese camino? Te dejo sus preguntas… pueden servir para iniciar o continuar una conversación en cuarentena con veteranas como nosotras. Envejecer es también, pienso, entrar en una especie de limbo donde todavía no has muerto, pero ya eres fantasma para una sociedad que te pone la etiqueta de viejo o vieja, o el eufemismo de adulto mayor, varón o mujer, no importa. ¡Mentira, sí importa! a Anna Freixas le enardece la homogenización, la estandarización de las personas mayores, bajo cualquiera de esas etiquetas que borra la historia, la personal y la de sus países, sus guerras, glorias y victorias y su compromiso con ellas. Esas historias, las de España, en el caso en referencia, hablan de un enorme grupo de pioneras que consiguieron la aprobación de leyes que transformaron la nación, “mujeres que hemos conseguido que se aprobaran leyes que nos han permitido ser dueñas de nuestra sexualidad, nuestros cuerpos, vidas y afectos, y también librarnos de nuestros desafectos. Gente mayor hoy que con nuestro trabajo hemos transformado este país de alpargata y hatillo, al espacio europeo e internacional de mochila y doctorado. Gente de una pieza, a la que ahora se la somete por su propio bien”. Gente que ha conseguido todas las libertades de las que hoy disfrutan quienes —en nombre del amor— tratan ahora de limitárnoslas. Ver en: https://elpais.com/sociedad/2020-04-20/ n o - p o r - n u e s t r o - p r o p i o - b i e n - n o. h t m l La consigna de Ana Freixas es resistir a la
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declaratoria de incapaces, resistir a la benevolencia de limitar esos derechos que costó tanto y durante tantos años, obtener. Queremos justicia, respeto a mi mente, a mi dignidad, a lo que digo, a lo que hago –insiste–. No es el abandono –ese que es tan frecuente en países latinoamericanos–, no es el olvido, es el reclamo a los Estados y a la sociedad, acerca de la necesidad de pensar y diseñar políticas en las que se fomentaran la libertad, la justicia y los cuidados eficientes y generosos que nos permitieran vivir con dignidad y respeto, concluye contundente. Y este es un reclamo desde España, pero también desde nuestro contexto y de otros, con suficientes matices por supuesto, con sus particularidades, pero tenemos una demanda general de fondo : reconocimiento al aporte de las generaciones mayores, a los logros y las libertades de que gozamos hoy gracias a su lucha, así como respeto y dignidad para lo que hacemos, decimos y aportamos, aun en tiempos de cuarentena. En la Amazonía, en el Chocó, en la Guajira, en cada rincón donde se sigue sobreviviendo gracias al trabajo de millones de mujeres, muchas de ellas mayores de 60. Para terminar, traigo al cuento una historia contada por un hombre: el domingo 10 del mes en curso, mayo, circuló en las redes un artículo de Daniel Samper Pizano titulado La jaula de los abuelos, escrito en masculino, desde la experiencia de los hombres, pero con el mismo sentir de las mujeres de cuya voz me apropié aquí; él coincide en alguna de las cosas que antes mencionaba. Retomo, para cerrar, con el problema de los estereotipos, o la homogenización que se hace
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de la población mayor, pero en el tono de Daniel Samper Pizano, y del DANE, con su representación de “algo más de 4 millones y algo menos de 5. Pero el problema no es la aritmética sino el enfoque. Las páginas del DANE representan a los niños con dos muñequitos radiantes; a los adultos menores, con una pareja fuerte y esbelta; y a los mayores con dos viejecitos jorobados que se apoyan en un bastón. Así nos ven. Y así nos tratan”. No sin un dejo de ironía concluiría diciendo que, en alguna medida, a las mujeres nos va mejor, podemos ser medio fantasmales en la vejez, pero también ser de los mejores apoyos que las familias extensas puedan tener cuando se nos requiere. Y, a veces, hasta dejamos notas para una historia de la vejez en cuarentena.
Doris Lamus Canavate Piedecuesta, Santander, Colombia Mayo 13 de 2020, año del Covid 19
Elisa Dulcey y Ana Freixas, selfie tomada por Doris Lamus, mayo de 2019
Yolanda Puyana Villamizar*
Las mujeres malabaristas: cuidar niños, niñas y adolescentes en épocas de pandemia A veces despierto y la realidad es más tenebrosa que los sueños. (La autora)
Introducción Estamos viviendo una realidad tenebrosa, porque exaltados con el mercado y los datos que mostraban las bajas en la mortalidad y el aumento de la esperanza de vida, creímos que las pandemias eran situaciones de épocas ya pasadas. En efecto, como las últimas habían sido en el África o cuando homosexuales se impregnaban de Sida, nos sentíamos ajenas a ello. Esta situación sumada al encierro en Bogotá, nos lleva a estar por momentos desesperados, en otras ocasiones con ánimo y cuando oímos noticias sentidos miedo de no ser nosotras las contabilizadas en las listas de muertos. Sin embargo, la posibilidad de vernos por la virtualidad, recordar la amistad y pensar en quienes están peor que nosotras, nos consuela. Ante la agresividad del virus, la mortalidad que provoca, quienes son expertos en epidemiología, las y los gobernantes nos recomiendan: Quédese en casa y viva en familia. Es la única
vacuna contra el desastre. Pero nos preguntamos ¿qué pasa con las mujeres malabaristas por tradición, por cuanto han estado a cargo del cuidado de la familia y al mismo tiempo de generar recursos para el mantenimiento del hogar? En este texto voy a tratar de abordar estos interrogantes, teniendo en cuenta que el impacto de esta situación es heterogénea según las clases sociales, las regiones y en general, la situación laboral y las edades de los hijos o hijas, entre otras. Sobre estos interrogantes y la impresión que me provocaban las inequidades causadas por la pandemia, decidí consultarles a madres profesionales y no profesionales 1, que están apoyando hijos menores de doce y a la vez, deben responder por los ingresos familiares. Al tiempo, revisé los últimos datos de la evolución laboral de las mujeres en el 2020, para compararlos con los años anteriores. Finalmente, obtuve catorce relatos cortos 1 Quiero agradecerles a quienes me escribieron sus experiencias y aportaron a este artículo.
* Trabajadora social, Magister en Estudios de Población.
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de madres que estuvieran afrontando el cuidado, devengando ingresos o desempleadas. Los diálogos, las cifras, me indujeron a enunciar problemas en los que se observa claramente que las mujeres madres y cuidadoras han estado especialmente afectadas en el mercado laboral y además, sobresaturadas por las responsabilidades del cuidado y entre ellos, el aumento de las cargas domésticas. A esto se suma la sobrecarga de quienes han asumido sin los padres el cuidado de las nuevas generaciones. Las situaciones están concatenadas y las convierten en más malabaristas, deteriorando parte de lo logrado en el campo laboral los años anteriores, porque tener que asumir estas tareas, dificulta su movilidad en el mercado laboral, estabilidad en los empleos formales y mejoramiento de la autonomía y de sus ingresos. Desarrollaremos dos formas de afectación enlazadas a partir de la pandemia: la desvinculación del trabajo que afecta los proyectos de vida construidos y por ende obligan a las familias a disminuir sus ingresos y cómo se concentra aún más el cuidado en las cuidadoras, sin que se observe un cambio en la tradicional división sexual del trabajo.
La desvinculación del trabajo, disminución de ingresos y frustración de sueños para las mujeres Antes de iniciar la pandemia se afirmaba sobre la grave situación del trabajo remunerado de las mujeres y su tasa de desempleo en Colombia que era el más alto de Latinoamérica (Lasso, 2016). Si bien su participación laboral había aumentado
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en una línea ascendente respecto a los hombres, aún buena parte de las mujeres se encontraban dentro del grupo de población llamado inactivo a cargo de la familia, no contaban ni con reconocimiento social, ni con derecho a la jubilación y, muchas, sin un proyecto de vida propio. Además, buena parte de quienes laboraban se insertaban en el sector informal o en los sectores más afectados por la pandemia actual: hotelería, ventas ambulantes, restaurantes, actividades domésticas remuneradas o servicio doméstico en hogares2. Ya López y Lasso (2016) afirmaban que los problemas laborales más graves se concentraban en las mujeres sin educación superior, y entre quienes apenas alcanzaban la primaria, jóvenes, tuvieran hijos o no. Además, los autores indicaban que la mayoría de las mujeres que participan laboralmente, tienen hijos y están en las edades reproductivas, sumado a que cuando el padre no colaboraba para la manutención de estos, la situación acrecentaba la pobreza externa. Según el DANE, las mujeres han ganado en promedio un 20 % menos que los hombres (DANE, 2018) y acusan un mayor desempleo, oscilando las proporciones entre 4,0 o 5,0 a favor de las mismas. En el 2018 por ejemplo, la tasa de desempleo de los hombres fue 18,6% y de las mujeres, 25,4% y en mayo de 2019, estas tasas fueron 8,3% y 13,4%, respectivamente.
2 Esta población ha visto sustituir sus fuentes de ingreso por las otras mujeres que salían a laborar. Su situación es especialmente dramática como ha manifestado el sindicato de trabajadoras domésticas de Antioquia.
Durante la pandemia los problemas laborales de las mujeres se han acentuado. En primer término, como se observa con la siguiente cifra, los estragos de la pandemia en el desempleo fueron brutales: el desempleo se incrementó de 12% en 2019, a 20% en mayo del 2020, y el de las mujeres fue más alto, alcanzando 27,2%, mientras el de los hombres llegó a 22,2% ( DANE, 2020). Sin embargo, lo más grave es el incremento de un millón de mujeres que retrocedieron del mercado laboral y debieron volver a formar parte de la población económicamente inactiva dedicadas a oficios del hogar. Esas mujeres representan a quienes, ante el cierre de empresas, de jardines infantiles y escuelas, debieron volver a su casa, tuvieron que dejar sus empleos y perder sus sueños de autonomía, asumir de nuevo el aumento de la carga doméstica, porque los niños y niñas durante seis meses no tendrán más escolaridad. Situación abrupta, no planeada, que además obliga a la mayoría de los hogares a sobrevivir con solo un salario mínimo o perder negocios que significaban proyectos sustanciales en sus vidas. ¿Cómo lo han sentido algunas madres? Veamos algunos casos: Adriana, psicóloga, tenía un centro de formación alternativa para niños y niñas con el cual sentía que podía desarrollar sus múltiples facultades artísticas y mejorar el manejo de su emocionalidad. “Todo se derrumbó”, sin que después de varios meses de pandemia, le haya llegado un apoyo para su situación como emprendedora: “Perdí todo de un plumazo. Siento una carga emocional terrible, por la pérdida del trabajo. Tengo dificultad para dormir, me levanto aún más
cansada y con sentimientos de impotencia. Ahora mi vida se reduce a hacer el 90% de las tareas domésticas, pues quedé totalmente endeudada, no consigo trabajo y lo peor, me siento lenta e insegura para abordar otros trabajos”.
Lola, trabajadora social, convivía con su hijo y desarrollaba un cargo complejo en una entidad estatal, había logrado independencia de sus padres y construir un estilo de educación al hijo, de acuerdo a sus criterios. Sin embargo, debió volver al hogar de origen, dada la carga de trabajo virtual que le demandaban: “24 horas frente al computador, mi vida ha dado un giro vertiginoso, desde acomodarme al estilo de vida de mis padres, que para mí ya era extraño, hasta soportar el regaño colectivo para mi hijo y para mí sobre la crianza y las actividades que yo tenía normalizadas. Pero de la otra forma nos habríamos enloquecido. A veces siento que pasé de cuidar a un niño de 6 años a cuidar tres (mamá y papá)”.
Estos dos casos expresan situaciones de mujeres profesionales, sin embargo la situación es más crítica para los sectores populares. Alejandra, cuyo hogar se encuentra en estrato 2, perdió el trabajo y deben vivir sólo del sueldo del esposo, debió retirar la hija del jardín. Laydis, perdió la esperanza: “Estaba buscando trabajo, ahora menos voy a conseguir”. María, labora como cuidadora de una sobrina aun bebé, a la vez cuida de su madre, ya mayor, y así refiere: “La angustia que se comenzó a dar por la comunicación, carecíamos de internet, llamar a un operador fue labor titánica, se me aumentó el trabajo”. Marcela, cuidadora de la mamá, con enfermedad terminal y de su hija de siete años, aumentaba ingresos con trabajos ocasionales e informales.
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“Todos se acabaron”. Cecilia, habitante de la localidad de Usme, con cinco hijos escolarizados sin computador ni internet, debe por turnos usar el whatsapp del plan de datos del padre. Me pregunto así ¿qué logros en la escolaridad pueden alcanzar estos menores? Los problemas aquí planteados constituyen un contexto agobiante para las madres, que con menores ingresos y esperanzas frustradas deben abordar la situación. Todo esto se hace más angustiante porque ellas se consideran el centro del hogar y el soporte emocional de la familia, expresión que varias veces surgió en los relatos. Por ello, deben hacer un nuevo juego al malabarismo que ya venían haciendo.
Aumento de la carga del cuidado para las mujeres al interior del hogar, sin un cambio sustancial en la división sexual del trabajo Como venía afirmando nos dicen: Vivan en familia, sean familia, cumplan con los hijos e hijas, tengan paciencia, no hemos llegado al pico. Nadie se pregunta ¿cuál familia?, ¿qué pasa en su interior? Contestamos que en familia se hace el cuidado y que éste ha sido silenciado por milenios, desvalorizado como consecuencia de una división sexual del trabajo patriarcal. El cuidado es la base del mundo social porque contiene las actividades que sustentan la reproducción social. Esta opera en los grupos familiares, donde también persiste una dinámica política porque involucra una ancestral división sexual del trabajo entre lo público y la privado. Han sido la mirada feminista y de las ciencias
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sociales, quienes señalaron como falsa esa división entre estas dos instancias. Cuidar ha implicado para las mujeres pérdida de participación en el mundo de lo público, en especial, porque de esta polaridad se deriva una jerarquización de las actividades en la sociedad: unas, subordinadas propias de las mujeres, quienes por encargarse de la maternidad y la familia son menos valoradas, como si fueran fruto del amor materno y, otras, asociadas a los hombres que han facilitado el dominio de la ciudadanía política, la ciencia, el arte y el conocimiento. Otro aporte central del feminismo ha sido el de afirmar que el cuidado es un trabajo (Carrasco, 2011), una actividad que crea valores de uso, utilidad social que conlleva toda la creatividad y transformación de la naturaleza, un desgaste de energía, de tiempo y, por las actividades continuas y reiterativas que conlleva, ocasiona el cierre de otras posibilidades en la vida social. Ante la invisibilidad del cuidado en los hogares, en Colombia por iniciativa de las mujeres feministas el Congreso aprobó la Ley 1413 del 2010, que fue la base para la aplicación de la encuesta de uso del tiempo de la Enut (2016), en el 2013 y el 2015. Los datos nos muestran que mientras ellas gastan en promedio siete horas y catorce minutos en estas labores, los hombres tres horas y veinticinco minutos, es decir las mujeres realizan el doble de estas actividades. Además, señalan que concentran el suministro de alimentos con el 74,4 %, y la limpieza del hogar con el 69,9 % (Onu Mujeres, 2018). En consecuencia, en el país no se ha cambiado sustancialmente la ancestral división sexual del trabajo, así las mujeres hubieran avanzado en su participación laboral.
Como consecuencia de la pandemia se ha aumentado sustancialmente la concentración del trabajo en las mujeres y además, esto ha generado en ellas más temores, impotencia y dolor: las profesionales con niños menores se sienten “agotadas” y perciben su labor como “agobiante”. Así afirma Lida: “Siento que nada en estos tres meses lo he hecho bien”. Agustina, madre de un niño de dos años, escribe: “Uno observa que vamos perdiendo la fuerza, energía, entusiasmo y creatividad. Lo que genera un sentimiento de culpa y pensar que son meses que se pierden en su desarrollo y crecimiento. Me siento agotada y este agotamiento lo he visualizado en ser más severa con mi hijo y perder la paciencia con cuestiones que antes no ocurría o, por el contrario, más permisiva porque entiende que el niño se encuentra afectado”.
Helena, docente universitaria – quien ha tenido que asumir un intenso trabajo virtual y de orientación escolar a sus tres hijos-, se siente sobrecargada de tareas domésticas así su esposo conviva con ella: “La situación ha sido muy compleja, pues él asume lo que a él le parece y en su concepción machista la responsabilidad del cuidado está en cabeza de la mujer y me la pone a mí. Aunque creo que lo más molesto es ver que la repartición de los quehaceres domésticos tiene una carga patriarcal y de poder. Me encuentro a un esposo que acepta apoyar a empujones….Me cuestiono ¿por qué me casé con un hombre machista? me respondo que lo descubrí machista luego de la boda. En estos tiempos he hecho crisis al querer organizar el tiempo entre mi trabajo, los quehaceres y el acompañamiento… ha sido estresante y desbordante… Crisis que desafortunadamente, he desbordado con los niños.
Yo me veo dictando un seminario virtual sobre el buen trato y al tiempo, queriendo pegarle un grito al niño por no tener paciencia. He desbordado mi capacidad de escucha, de empatía, mi paciencia. Aunque es mi mayor virtud, no me alcanza para ser totalmente coherente. No he podido hablar, exteriorizar, pues soy muy reservada y tampoco he tenido la posibilidad de conversarlo con alguien”.
Estos relatos, destacan un aumento del estrés en las mujeres, en especial, por el impacto del contexto en la vida emocional, pero además, por no cumplir con el diccionario “emocional del cuidado”3, ya que éste al ser atribuido como propio de la feminidad, de la maternidad y natural a su ser femenino, incide en que las cuidadoras se culpen cuando expresan hilaridad, rabia o descontento. Al pensar que ellas no alcanzan el patrón preestablecido, sus culpas aumentan y aflora el sentirse “malas madres”, creer que van a perjudicar más a los niños o niñas, ya que constatan que la pandemia les ha afectado. Otra tensión que se incrementa es la expresada por Helena, quien ahora en la cotidianidad diaria, al verse cara a cara todas las horas y todos los días con su pareja, descubre sus creencias patriarcales que eran soterradas, cuando se podía contratar a empleadas domésticas o el trabajo fuera de la casa hacía invisible esta situación. Entre los sectores populares, el aumento de la carga del cuidado a partir de la pandemia es evidente. 3 Término desarrollado por Hochschild, A. R. (2008) al demarcar cómo en nuestra cultura el cuidado está asociado a la represión de las emociones hostiles y a presentar una cara agradable así sean adversas las situaciones. En el caso de las madres esta situación se acrecienta e impide que se toleren situaciones ambiguas de rabia y felicidad, propias de cualquier relación humana, en especial los sacrificios que genera la crianza.
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Julia por ejemplo, cuida al tiempo una menor de un año y la madre con discapacidad, así me escribió: “Mi trabajo aumentó considerablemente, desde el inicio de la mañana, ayudarlos a organizar temprano para que a las 7:00 a.m. estén sentados frente al computador. Se despierta la niña, hay que cambiarla enseguida, asearla y preparar su tetero, por fortuna su padre está en casa, cumpliendo con la cuarentena y él se hace cargo, mientras yo preparo desayunos, alisto meriendas, inicio la elaboración del almuerzo, mientras voy adelantando otros arreglos de casa. Mi madre se levanta y debo atenderla con un tinto inicialmente, luego su desayuno. Los niños demandan inquietudes, debemos ayudarles en ocasiones con resolución de problemas, trabajos y demás. Mi madre tiene un carácter incontrolable por momentos, hay que tener mucha paciencia para poder manejar la situación con su incomodidad, en ocasiones no entiende la magnitud del problema e insiste en que la dejemos dar una vuelta. Debo buscar el momento oportuno para explicarle casi a gritos, pues se ha quedado sorda. Por ratos me lleno de angustia, viendo como el reloj no se para un momento, el tiempo es inexorable y no me da tregua”.
Para Carmen aumentaron sus labores: “Debo al tiempo estar haciendo los oficios y ayudar a las tareas de los niños porque se las mandan por Wasap. Me ha afectado mucho la pandemia, porque como no pueden salir se desesperan más. El no tiene trabajo, está nervioso y frustrado, es muy difícil”
Marcela vive con su madre que tiene una enfermedad terminal, su hija de siete años y un hermano adulto. La cuarentena le ha aumentado el trabajo doméstico, el temor ante el riesgo y además, en la división sexual de funciones no
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aparece el hermano, ni en el apoyo para los oficios domésticos, ni como proveedor. Ella dice: “me toca de profesora, cocinar, ayudar a mi mamá que se desmaya con frecuencia, ser psicóloga”. En estos casos el trabajo del cuidado ha sido el más intenso, porque no acceden al mercado para el apoyo en los oficios domésticos, además carecen de tecnología virtual, naturalizan el cuidado como propio de la mujer y se degastan aún más cuando hacen una actividad cuidadora doble porque comprende a niños y personas mayores ambos en situación de dependencia, sin que tengan un subsidio mínimo que les facilite un sistema de jubilación para que ya mayores alcancen una protección, con un mínimo vital. En un estudio reciente sobre el Cuidado de Niños, Niñas y Adolescentes (Puyana et alia, 2020), vemos cómo continuamos siendo familiaristas en el cuidado y aunque el Estado ha avanzado en la prestación de servicios de atención a la infancia de los sectores populares para el cuidado, aún no logra jugar un papel más central. Ante esta nueva situación de crisis, considero que las inequidades de género ya estructurales se incrementan ante la pandemia y las mujeres se convierten en más malabaristas. El lenguaje familiarista de los epidemiólogos y el Estado con frecuencia desconocen que en nuestra sociedad aún es fuerte el imaginario que solo asocia la mujer con la madre y se asume, y es peor pues ellas lo creen que el eje de la familia es la mujer. Nosotras constantemente hemos
tratado de garantizar la sobrevivencia de la familia, sin que la sociedad nos reconozca y el Estado garantice nuestro bienestar. Por ello, las propuestas que se hacen para solventar la crisis - incluso la de la renta mínima básicadeben considerar las condiciones inequitativas y de poder que al interior de los hogares se padece e incluir dentro de ellas, la democratización de las inequitativas relaciones familiares.
Bibliografía Carrasco, C., Borderías, C. y Torns, T. (eds.) (2011): El trabajo de cuidados. Historia, teoría y políticas. Madrid, Los Libros de la Catarata. Dane, Nueva Encuesta integrada de Hogares. Julio 2020.
Congreso de la República, Colombia. Ley 1413 del 2010. López, H. y Lasso, F. Diciembre de 2016. El desempleo femenino en Colombia. Banco de la República. Hochschild, A. R. (2008). La mercantilización de la vida íntima. Apuntes de la casa y el trabajo. Madrid: Kats Editores. ONU Mujeres. (2018). El progreso de las mujeres en Colombia. 2018. Bogotá. Puyana, Y., Hernández, A., Gutiérrez M.L. (editoras). (2020) La organización social del cuidado de niños, niñas y adolescentes en cinco ciudades colombianas. Universidad Javeriana. Bogotá. Junio 28/06/2020
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Liubka Buitrago*
Transferencias monetarias condicionadas. ¿Es posible una fórmula diferente? La pandemia por coronavirus ha desenmascarado las distintas desigualdades que las mujeres enfrentan en su cotidianidad, independientemente de su lugar de residencia, su procedencia, su pertenencia étnica o su etapa de ciclo vital. Distintos organismos como OMS, CEPAL, PNUD y ONU Mujeres fueron reiterativos en señalar los distintos efectos de esta crisis en las mujeres y en las niñas el mayor riesgo de contagio por estar sobrerrepresentadas en la primera línea de la respuesta y en los sectores de limpieza, lavandería y provisión de alimentos del sector de la salud; las medidas preventivas de aislamiento obligatorio incrementaron los riesgos frente a la violencia intrafamiliar, evidenciando de qué forma los hogares pueden constituirse en los lugares menos seguros para las mujeres y las niñas. Este tipo de medidas también tuvieron repercusiones en las posibilidades de las mujeres de los sectores informales para generar ingresos propios, con la crisis derivada del surgimiento y propagación de la enfermedad, las actividades económicas de subsistencia se redujeron ostensiblemente
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Economista feminista. Octubre 2020.
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impactando particularmente en la situación de las mujeres jefas de hogar. Aunada a lo anterior está la sobrecarga de trabajo doméstico y de cuidados que debieron asumir las mujeres por cuenta de que son ellas las principales responsables de la provisión de cuidados en sus hogares y quienes además, en la medida en que las condiciones lo permiten, también realizan trabajo remoto. Los análisis sobre los efectos de la crisis en las mujeres ya han evidenciado que en materia de igualdad de género ha habido retrocesos importantes. Según Naciones Unidas la crisis sanitaria global por Covid-19 puede representar un retroceso de veinte años en la lucha contra la pobreza (CODS, 2020). Para el caso colombiano el Departamento Nacional de Estadística -Dane ha publicado informes en los que se muestra de qué manera se han ampliado las brechas en el mercado laboral. Actualmente la tasa de desempleo femenina, uno de los indicadores más demostrativo en materia de las barreras que enfrentan las mujeres para acceder al mercado laboral, se sitúa 8,5 puntos porcentuales por encima de la masculina,
diferencial que era de 5,1 puntos hace un año (Dane, 2020), lo cual es indicativo de los retos que encaramos para revertir los retrocesos que se han venido dando por cuenta de la pandemia y las estrategias implementadas para enfrentarla. Si bien es cierto la crisis derivada del Covid-19 ha desenmascarado aquellos aspectos estructurales que sustentan las desigualdades de género, como por ejemplo la división sexual del trabajo, no es menos cierto que esta se constituye en una oportunidad para repensar las cuestiones de género de cara a las reformas y las transformaciones que es imperioso desplegar si queremos no sólo superar la situación actual, sino también situarnos en sociedades distintas, igualitarias, incluyentes y democráticas. En ese sentido, en materia económica y específicamente en lo relativo a las estrategias de lucha contra la pobreza, es preciso reenfocar los instrumentos que tradicionalmente se han concebido para su tratamiento. La economía feminista y el enfoque de género e interseccional buscan posicionar el mensaje acerca de por qué la incidencia de la pobreza, específicamente para las mujeres, es distinta; las construcciones de género han determinado por ejemplo que, al ser ellas las principales responsables de llevar a cabo el trabajo del cuidado, de las personas enfermas, la formación de las(os) hijas(os), y la realización de los oficios domésticos en su hogar, limita su disponibilidad de tiempo para realizar trabajo remunerado, educarse e incluso de esparcimiento; para sectores específicos de mujeres esto ha significado mayores riesgos de enfrentar una situación de pobreza, el ver limitadas sus posibilidades de generar ingresos propios, ya que al encontrar restricciones para desarrollar sus ca-
pacidades o de acceder a oportunidades de generación de ingresos, las coloca en condiciones precarias de sobrevivencia y de dependencia de terceras personas o de la asistencia estatal. Lo anterior es determinante para el análisis y tratamiento de la pobreza desde una perspectiva de género, hay dimensiones relacionadas con la pobreza que atañen a las mujeres en particular: la imposibilidad de generar ingresos propios o la pobreza de tiempo son algunos ejemplos. La pobreza no abarca únicamente la insuficiencia de ingresos para poder satisfacer un conjunto de necesidades mínimas, incluye también aspectos como: acceso a recursos y oportunidades, carencia de poder de decisión, falta de autonomía sobre la propia vida y privación de vínculos sociales, condiciones que en conjunto colocan a las mujeres en situaciones de desventaja. Tradicionalmente en el país y en la región se ha recurrido a los Programas de Transferencias Monetarias Condicionadas -PTMC como mecanismos de lucha contra la pobreza. Sin embargo, una implementación de este tipo de iniciativas, carente de un enfoque de género y de derechos de las mujeres, ha desencadenado que a través de estas intervenciones se refuercen aquellas concepciones según las cuales es en las madres en quienes recae principalmente el cuidado de sus hijas e hijos; así mismo, bajo este planeamiento se perpetúan ideas fundamentadas en que las mujeres deben anteponer a sus propios intereses y necesidades el atender las necesidades de otras personas de su entorno cercano. Un imaginario que está implícito en esta clase de programas tiene que ver con la noción de elasticidad y subvaloración del tiempo de las mujeres. Algunas
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analistas han señalado incluso que este tipo de programas ha tenido un efecto en términos de desincentivar la búsqueda de empleo por parte de las beneficiarias, lo cual por supuesto las aleja de alcanzar su autonomía económica.
Transferencias monetarias condicionadas: hacia otra generación La crisis desatada por la pandemia demanda por parte de los gobiernos el diseño de medidas que se adapten a las condiciones que están enfrentando los distintos grupos de población. Los rigores impuestos por las acciones gubernamentales establecidas para prevenir el avance de brote y mitigar los impactos de la pandemia han exacerbado las desigualdades y desventajas que enfrentan cotidianamente determinados colectivos, entre quienes están las mujeres. Con frecuencia los mecanismos diseñados para las poblaciones consideradas como las más vulnerables han carecido de creatividad y lectura de contexto, perpetuando así la lógica asistencialista que ha caracterizado las políticas sociales implementadas en el país. Lo anterior además supone que la voz de las redes comunitarias de cuidado de la salud, las lideresas y líderes sociales y militantes comunitarios no es escuchada para el diseño de las respuestas de política a esta crisis. No obstante lo anterior, las transferencias monetarias pueden convertirse en un instrumento innovador a la hora de contrarrestar los impactos económicos y sociales creados por la pandemia por Covid–19. Este instrumento se ha utilizado ampliamente en escenarios de atención humanitaria y algunas experiencias han sido ilustrativas; este tipo de apoyo puede favorecer que mujeres en riesgo por violencia de pareja o lideresas
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sociales que están siendo amenazadas puedan ser reubicadas por encontrase en peligro su vida. Paradójicamente el contexto de la pandemia puede ser la ocasión de eliminar los preconceptos de género que generalmente acompañan el diseño de estos programas. Un primer aspecto que debería tenerse en cuenta como punto de partida tiene que ver con hacer que las mujeres sean las beneficiarias directas de este tipo de iniciativas, es decir que los recursos estén destinados a revertir el hecho de que ellas no tengan posibilidades de acceder a un ingreso propio, bien porque su actividad principal sea la provisión de trabajo de cuidado no remunerado, lo que le impide acceder al mercado de trabajo, o porque se encuentren en una situación de desempleo. La condicionalidad de la ayuda puede estar sustentada en la realización de actividades que demanda una alta carga de trabajo y de tiempo por parte de las mujeres. Es por ello por lo que es preciso revisar el diseño de estas intervenciones de forma que no reproduzcan la división sexual del trabajo en los hogares o que no refuercen los estereotipos frente al papel de mujeres y hombres en el cuidado y educación de sus hijas e hijos. Otro elemento para tener en cuenta tiene que ver con los mecanismos de dispersión de este tipo de ayudas. Con el propósito de minimizar el tiempo que destinan las personas beneficiarias a la recepción de este apoyo, y partiendo del reconocimiento del valor que tiene el tiempo de las mujeres, es preciso habilitar otro tipo de canales de distribución de los recursos que vayan más allá de los habilitados por la banca tradicional, corresponsales bancarios, iniciativas Fintech
o aplicaciones para pagos con el teléfono celular, son algunos ejemplos1. Las evidencias empíricas han mostrado que las transferencias monetarias condicionadas logran mejores resultados cuando se implementa de forma complementaria con otro tipo de iniciativas, entre ellas se encuentran los programas diseñados para que las beneficiarias accedan a alternativas de generación de ingresos u otras relacionadas con la creación de estrategias para garantizar su seguridad alimentaria; también aquellas formaciones orientadas a generar capacidades para el manejo y administración del dinero o el impulso a iniciativas comunitarias de ahorro, pueden multiplicar los resultados obtenidos con este tipo de programas. Así mismo, los impactos pueden ser de más largo aliento si paralelamente se llevan a cabo intervenciones enfocadas a generar cambios y transformaciones culturales frente a las concepciones tradicionales de los roles de género, incluyendo lo relacionado con la autonomía en la toma de decisiones económicas y prácticas de ahorro (Care, 2019) y el involucramiento de los varones en la realización de trabajo doméstico no remunerado (Cepal, 2011). Por supuesto, no hay que olvidar que un reto que se enfrenta a la hora de gestionar este tipo de ayudas tiene que ver con garantizar las condiciones de seguridad para que las personas beneficiarias no se vean expuestas a la delincuencia o a maltrato y explotación en el contexto familiar por cuenta de los dineros que reciben, frente a lo cual es imperioso adaptar las estrategias de entrega a 1 Las iniciativas Fintech: hacen referencia a los mecanismos tecnológicos para el diseño, oferta y prestación de productos y servicios financieros.
las situaciones particulares de las beneficiarias y trabajar en los entornos familiares acerca de la participación compartida en las decisiones sobre el manejo de los dineros entregados, lo cual toma mayor relevancia en comunidades en las que aún están muy arraigadas prácticas que asocian la masculinidad con el rol del hombre como proveedor del hogar. Así mismo la participación de las personas beneficiarias en el diseño y evaluación de este tipo de intervenciones, en los que la recolección de información se haga a partir de técnicas mixtas, permite generar insumos para adaptar los programas a los cambios del contexto y a las características, necesidades y especificidades de las personas hacia quienes se dirige la ayuda. Generar dinámicas de participación e intercambio contribuye a concienciar a las mujeres acerca de su papel como interlocutoras válidas ante los implementadores de estas iniciativas lo cual a su vez es una expresión del ejercicio de ciudadanía activa.
A manera de conclusión Es evidente que la crisis por coronavirus ha puesto de presente las desigualdades que enfrentan las mujeres por cuenta de las normas tradicionales de género que determinan que el trabajo de cuidados es de “dominio de las mujeres”, lo cual restringe su participación en ámbitos externos al hogar, las sitúa en una posición de dependencia para su supervivencia y genera barreras sociales que impiden que los hombres asuman actividades de cuidados. El contexto de la pandemia también ha desencadenado la ampliación de las brechas de desigualdad entre hombres y mujeres; una consecuencia de esto tiene que ver con la incidencia de la pobreza en las mujeres. Según los
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cálculos de ONU Mujeres y el PNUD, “para 2021, por cada 100 hombres de 25 a 34 años que viven en la pobreza extrema (es decir, con USD 1,90 o menos por día), habrá 118 mujeres, una brecha que se espera que aumente a 121 mujeres por cada 100 hombres de aquí a 2030” (UNDP, 2020). En este contexto los programas de transferencias monetarias se constituyen en una alternativa para que determinados grupos de mujeres accedan a recursos que les permitan solventar un conjunto de necesidades mínimas, pensarse en su condición de ciudadanas y adquirir capacidades para potenciar habilidades y talentos propios. Sin embargo, para lograrlo las intervenciones de este tipo deben promover la igualdad de género tanto en su diseño como en su implementación y favorecer entornos de transformación cultural a fin de evitar la transmisión intergeneracional de estereotipos asociados a los roles de género.
Referencias bibliográficas Care (2019). Programación de Transferencias Monetarias que funciona para mujeres: 6 lecciones del terreno. Disponible en: https://reliefweb. int/report/world/programaci-n-de-transferencias-monetarias-que-funciona-para-mujeres6-lecciones-del Centro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible para América Latina – CODS (2020). Las Consecuencias del Covid-19 en la Equidad de Género. Disponible en: https://cods.uniandes.edu.co/lasconsecuencias-del-covid-19-en-la-equidad-degenero/
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Cepal (2011). Programas de transferencias condicionadas de ingreso e igualdad de género ¿Por dónde anda América Latina? Serie Mujer y Desarrollo. Disponible en: https://www.cepal.org/ es/publicaciones/5836-programas-transferencias-condicionadas-ingreso-igualdad-generodonde-anda-america Dane (2020). Mercado laboral según sexo. Trimestre móvil mayo 2020 – julio 2020. Disponible en: https://www.dane.gov.co/index.php/estadisticas-por-tema/mercado-laboral/segun-sexo. Dane (2020). Mercado laboral según sexo. Trimestre móvil mayo 2020 – julio 2019. Disponible en: https://www.dane.gov.co/index.php/estadisticas-por-tema/mercado-laboral/segun-sexo ONU Mujeres (2020). Transferencias Monetarias e igualdad de género: cómo mejorar su efectividad para enfrentar la crisis del Covid-19. Disponible en: https://lac.unwomen.org/es/digiteca/publicaciones/2020/05/respuesta-covid19-transferencias-monetarias UNDP (2020). COVID-19 ampliará la brecha de pobreza entre mujeres y hombres, según los nuevos datos de ONU Mujeres y el PNUD. Disponible en: https://www.undp.org/content/undp/ es/home/news-centre/news/2020/_COVID-19_ will_widen_poverty_gap_between_women_ and_men_.html
María Cecilia González Montoya*
Cómo afrontan la ciencia, la educación y la cultura el coronavirus Se nos pide a las integrantes del Grupo Mujer y Sociedad de la Universidad Nacional escribir un artículo sobre cómo hemos visto y vivido la pandemia, además de cómo afectó nuestras vidas; como bióloga genetista, pedagoga y amante de la vida cultural afloran en mi mente tantas preguntas, dudas e incertidumbres en el confinamiento y la situación mundial que me llevan a escribir sobre estos temas. La humanidad ha vivido muchas pandemias, pero ninguna de características globales como ésta en acciones, manejo de la información por los medios, los efectos del miedo, el confinamiento, la soledad, el desempleo, la confusión y la desesperanza. La Covid-19, enfermedad infecciosa causada por el virus SARS COV-2 con síntomas parecidos a la gripe, con fiebre, tos seca, neumonía, dificultad respiratoria aguda, choque séptico que causa la muerte a 4,3% de los infectados, según la
OMS. Este virus tiene un genoma RNA que lo hace altamente mutable o cambiante y por eso es más difícil obtener una efectiva vacuna en corto tiempo, tiene mayor variabilidad genética que los virus ADN, su forma es de corona solar. Los RNA positivos son traducidos por las células hospedadoras y son infecciosos. Poseen una envoltura o cápside que los hace más resistentes; no hay tratamiento específico, solo se alivian los síntomas y se mantienen las funciones vitales. Israel asegura que logró desarrollar un anticuerpo para neutralizar el coronavirus ya que reduce la capacidad de replicación del virus y la destrucción de células infectadas; el medicamento se utiliza para la enfermedad rara y genética de Gaucher. Rusia asegura haber encontrado un medicamento que pronto compartirá a muchos países. Frente a cuál fue el origen y cómo se dio la expansión hay hipótesis que deben resolverse para establecer la verdad de esta pandemia que ha golpeado devastadoramente a la humanidad en
* Maestra en Biología celular y genética. Integrante del Grupo Mujer y Sociedad.
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todos los aspectos en el planeta; como lo demuestran las estadísticas de la Universidad Johns Hopkins, hoy 17 de julio de 2020, los infectados a nivel mundial son 14.000.000 y 600.665 muertos , siendo en su orden los diez países más infectados: 1.Estados Unidos; 2.Brasil; 3.India; 4.Rusia; 5.Perú; 6.Suráfrica; 7.Chile; 8.México; 9.Reino Unido; 10.Irán. Colombia ocupa el puesto 19 con 173.000 infectados y 6.394 muertos, con un alto ritmo de crecimiento ocupando el quinto puesto y duplicando la cifra de contagios cada 19 días, mientras el resto lo hace en 32. Esta pandemia nos demuestra que el virus ataca sin discriminación, y de acuerdo a las condiciones socioeconómicas, políticas, el desarrollo biotecnológico, la calidad de vida y de los sistemas de salud, la preparación y reconocimiento de los profesionales de la salud, y el desempleo en cada país se le ha hecho frente; no hubo un actuar global para mitigar los estragos, siendo los países pobres los más golpeados en todos los campos y los que más sufrirán en la post-pandemia. El haber convertido la salud en un negocio lucrativo y no ser un derecho garantizado para toda la población y las manifestaciones violentas y discriminatorias a todo nivel, especialmente hacia quienes se juegan la vida en primera línea por salvar vidas, el creciente rebrote en varios países, las numerosas marchas, las protestas por la intolerancia y abuso de poder han aumentado los efectos nocivos de la pandemia y el manejo, acertado o no. Volviendo a buscar el origen del virus, las teorías sobre” el misterio chino” plantean que el virus del SARS en animales fue estudiado y manipulado
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genéticamente en laboratorio buscando la vacuna contra el sida, y ya sea por error o con alguna intención, crearon el SARS CV-2 en Wuhan. El doctor José Antonio Molina de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiológicas, afirma que hay una amplia variedad de coronavirus, y aunque muchos de ellos producen enfermedades respiratorias, el que surgió de Wuhan “ha saltado de una especie a otra y en el organismo humano es más virulento, no me extrañaría que simplemente fuera un virus mutante, ya saltaron las alarmas desde otro centro de investigación de EE. UU. sobre una posible carencia de requisitos de seguridad con virus patógenos”. La segunda teoría, un complot de Bill Gates con las “elites globalistas” que pretenden debilitar a Trump, crear el caos en Estados Unidos, sabotear su reelección y obtener un alto rendimiento económico a sus inversiones con vacunas que alteran el ADN humano. Además, denuncian el daño causado por las vacunas del polio y papiloma nocivas en niñ@s y adultos en África y Latinoamérica financiadas por el filántropo, y el deseo de control global de los países del nuevo orden mundial a la libertad de las personas con tecnologías 5G nocivas para los seres vivos del planeta. La tercera teoría: el virus inventado por los medios de comunicación, sembrando el miedo y creando pánico en el mundo. La cuarta, decir que el mercado de mariscos era el origen del virus y el murciélago el portador; el neumólogo Zhong Nanshan, jefe de expertos chinos que investigan el coronavirus afirmó que el virus era muy similar a uno encontrado en un
mercado en 2017, precisando que el virus no había llegado directamente a los humanos sino a través de un mediador no identificado. Como podemos ver son muchos los intereses y las hipótesis sin resolver, pero eso sí poco a poco la verdad se mostrará y la humanidad sabrá qué fue lo que pasó, cuál es la aplicación de la Bioética en la manipulación genética, y como especie humana elevaremos nuestro nivel de conciencia, estaremos abiertos al cambio para construir un mundo mejor. Por ahora solo nos queda seguir con el autocuidado, aplicando las normas de bioseguridad, guardando el manejo de la cuarentena y resistiendo crítica y creativamente cada día. Hasta que con el desarrollo de la biología molecular y la ingeniería genética se obtenga una vacuna que no será tan efectiva, porque como la de la influenza los virus RNA mutan con frecuencia, y que no sea manipulada como control de la población, o se adquiera la inmunidad de rebaño, conviviendo con el virus.
Retos que plantea el coronavirus para la educación Sabemos que el mundo vive uno de los momentos más difíciles de su historia; la pandemia de la Covid-19 replantea el estilo de vida, le coloca grandes retos al sistema educativo; según Naciones Unidas cerca de 1.370 millones de estudiantes de 138 países se han visto afectados por el obligado cierre de jardines escolares, colegios y universidades y se imponen las lecciones virtuales en todas partes.
En Colombia, el Laboratorio de Economía de la Educación de la Universidad Javeriana revela que los municipios del país no podrán implementar lecciones virtuales, ya que menos de la mitad de los diez millones de estudiantes de colegios públicos (cerca del 37%) no tienen la dotación tecnológica adecuada. Las aulas quedaron vacías, los estudiantes y profesores cambiaron un espacio físico por uno digital, poniendo a prueba la innovación educativa y tecnológica del país, reinventándose todos y todas; en el proceso se visualizaron las falencias, los recursos y las metodologías para asumir la enseñanza virtual. Los alcaldes buscan estrategias para mitigar el impacto de la crisis en la escolaridad de niñ@s y jóvenes en el país; Bogotá tiene 790.253 alumn@s de colegios públicos y la Secretaria de Educación, Edna Bonilla, implementó la estrategia Aprende en casa, para orientar cada institución; es un gran reto para l@s docentes, las familias y para l@s estudiantes que deben implementar nuevas formas de enseñanza y aprendizaje, aplicando los avances tecnológicos, nuevas maneras de evaluar los procesos educativos, de participación, de relacionarnos, de compartir y comunicarnos; igualmente los tiempos presenciales, que son tan importantes para socializar, sentirnos y enriquecernos afectivamente. Tod@s, se han tenido que enfrentar en el proceso a la agudización de la violencia intrafamiliar, el abuso sexual, la desnutrición, la drogadicción, la depresión y la deserción de los estudiantes más pobres por no poseer lo necesario para la educación virtual y los docentes han duplicado las horas de trabajo buscándolos, elaborando guías para ellos y sus familias evaluando
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y construyendo formas, espacios, compromisos y metodologías pedagógicas que eleven la calidad del proceso educativo buscando la excelencia , y la implementación para regresar pronto a las aulas.
El mundo de la cultura floreció con la literatura, los conciertos, las exposiciones artísticas y el cine virtuales acompañándonos en medio del coronavirus Lluvia de interesantes libros en variados temas: ensayos, novelas y videos, muchos de ellos sobre cómo impacta esta pandemia y sus consecuencias a nivel personal, desnudando nuestros miedos y vacíos, nuestras grandezas y fragilidades, permitiéndonos la introspección, la reflexión, la autoevaluación, la inspiración, a nivel de nuestro cuerpo, vida, sociedad, derechos, evidenciando las falencias de nuestro sistema económico, sociopolítico y cultural e invitándonos a revisar, a cambiar nuestros hábitos en la forma de acercarnos, de relacionarnos, de interactuar con los demás, a romper los límites y barreras reales o imaginarias, a vivir la igualdad, la solidaridad, la conexión respetuosa y armónica con el planeta. Destacamos los siguientes aportes de la pluma de grandes mujeres con diferentes miradas y sentires. La ventana, relato escrito en polaco por la Premio Nobel de Literatura 2018 Olga Nawoja Tokarczuk y traducido al español por Michal Goral. En su relato la escritora en confinamiento
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describe desde la ventana de su hogar en Wroclaw, cómo transcurre la cotidianidad en tiempos tan diferentes, ahora detalla y valora muchas cosas: las plantas, las aves, la primavera, el inicio del verano, el trabajo y vida de los vecinos, el dolor ante la pérdida de sus empleos; ubica el mundo con su andar rápido y ruidoso, un antes y un después de la cuarentena, cómo el virus nos mostró que somos seres frágiles y mortales, que somos una gran red conectada por hilos invisibles de dependencias e influencias, que sentimos y somos iguales ante el virus, evidencia la desigualdad social, las fronteras reales o culturales, y el saber que no somos los dueños de la creación y que se acercan nuevos tiempos . Nosotras, las mujeres, libro escrito por la reconocida psicóloga francesa Florence Thomas, Magister en Psicología Social de la Universidad de París y Coordinadora del Grupo Mujer y Sociedad de la Universidad Nacional, profesora titular y emérita del Departamento de Psicología de la Universidad Nacional Colombia. Obra personal, de reflexión, autoevaluación y accionar de una feminista comprometida que evalúa el progreso de las mujeres en Colombia en estos últimos cincuenta años. EL feminismo, el género y la profesionalización del Trabajo Social en Colombia (1936-2004) Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional de Colombia, 2020, escrito por María Himelda Ramírez, docente e investigadora de la Universidad Nacional, con Maestría en Historia y Doctorado de la Universidad de Barcelona, España. El libro versa sobre sobre la caracterización de las diferentes etapas de la profesión.
El mundo que viene, videoconferencia AFP de la escritora chilena Isabel Allende Llona, donde imagina un nuevo mundo y espera que la pandemia marque el fin del patriarcado. Manifiesta que la pandemia evidencia las desigualdades que siguen provocando protestas en Estados Unidos y el mundo por el problema racial y la pobreza. Dice que los jóvenes trabajarán por una nueva normalidad, en la que hombres y mujeres comparten la gerencia del planeta. Este momento que vive la humanidad nos ha enseñado a darle prioridad a lo verdaderamente importante, a ver nuestras realidades, que somos una familia planetaria interdependiente, temas que son motivo de su próximo libro; mientras tanto releeremos sus obras fascinantes: La casa de los espíritus, Eva Luna, Más allá del invierno, El amante japonés, Retrato en sepia. Mujeres sin receta: más allá de los mitos, hermoso libro con sello de Evas & Adanes, de la escritora guajira Fabrina Acosta Contreras, quien escribe desde el amor, la fe por un mundo de equidad con igualdad de derechos. Ella es una tejedora de sueños. La literatura y la pandemia. Video conferencias de la historiadora Diana Uribe. Reflexiones en estos tiempos de encierro, donde nos vemos obligados al confinamiento del cuerpo, pero no de la mente ni del espíritu que no deben confinarse, deben ser libres, para ir a donde quieran a fantasear, pensar, soñar y elevar el espíritu.
toca ser conscientes de todo. Nos deja claro que es por el apoyo y la solidaridad que hemos sobrevivido. Nos recrea e invita a leer libros que hablan sobre la pandemia como Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago, El amor en los tiempos del cólera y Cien años de soledad, de nuestro Premio Nobel Gabriel García Márquez. Durante estos días el arte se exhibe virtualmente: hay conciertos, exposiciones de pintura, visita a museos, danza, lanzamiento de libros, ferias del libro en diferentes países, muestras de cine, gastronomía, autocine, eventos folclóricos, celebraciones nacionales, empresariales y personales vía virtual.
¿Como viví yo esta pandemia? Para mí este 2020 ha sido una gran oportunidad para crecer, cambiar, reconciliarme conmigo misma, con la vida, mi familia, el planeta y con Dios. Un tiempo de profundos cambios materiales y espirituales, plenos de luz, sabiduría, alegría, amor y compasión. Aproveché el tiempo para ir a mi interior: meditar, pintar al óleo, acrílico, acuarela, grabado; leí, participé en clases de Pilates, yoga, rumba, zumba; escribí, soñé, amé, hice mis días felices y me casé en plena pandemia porque el amor mueve el mundo. ¡SIMPLEMENTE FUÍ!
La literatura nos acompaña en estos momentos y salva el alma de la gente. Hoy se nos muestra que somos frágiles como especie humana y nos
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CrĂłnicas Silvia Milena Rueda Navarro Identidad (2020) TĂŠcnica: Marcadores sobre papel.
Márvel Barón Medina*
“Las palomas tienen hambre”. Una mirada a las violencias de género en el sistema de salud en Colombia La anécdota En el inicio, según la tradición judeocristiana, se habla de una paloma blanca, con una rama de olivo en el pico, que vuelve tras el fin del diluvio universal, como un símbolo de reconciliación entre el Dios castigador y la humanidad. Los egipcios y los babilonios fueron los primeros en criar palomas, seguidos por griegos y romanos. Estos últimos desarrollaron la cría de palomas como complemento de la agricultura, para consumir su carne, pero también era destinada para rituales religiosos. Más adelante, en la Edad Media, la cría de palomas se consideraba un privilegio reservado a la nobleza y se extendió por toda Europa comenzando un interesante proceso de selección de razas que perdura hasta hoy. Las palomas se usan como mensajeras desde la antigüedad, es así que los romanos las utilizaron desde la época de la república. En la Edad Media se las usaba con fines militares comunicando alertas y movimientos de tropas. También tenían funciones en el ámbito del comercio como mensajeras
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regulares, práctica que llegó hasta la segunda mitad del siglo XIX, cuando cayó en desuso ante la aparición de nuevos, más rápidos y fiables medios de comunicación a distancia, como el telégrafo. Otra función de ellas era llevar cartas de amor de enamorados separados por grandes distancias o razones de desavenencia familiar, razón por la cual se le asignó la representación del amor romántico. Finalmente, es reconocida como símbolo de paz tras las guerras del siglo XX y hoy en día se encuentra como parte del logo de numerosas y diversas instituciones incluyendo la Defensoría del Pueblo de Colombia. Según algunos ornitólogos, es el animal más representado en imágenes. Está presente en plazas de todo el mundo, excepto por supuesto en la Antártida. En Latino América las vemos en la plaza mayor de la mayoría de los municipios, rodeadas de las instituciones de poder local: alcaldía, iglesia, policía, etc. Además, son parte del atractivo turístico: las personas se toman fotos dándoles de comer o haciendo movimientos bruscos que las llevan a levantar el vuelo ruidosamente.
Médica patóloga, Universidad Nacional de Colombia. Cormujer, Caquetá. cormujercaqueta@gmail.com
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Florencia, Caquetá, no es la excepción. En el Parque Santander, el principal del municipio (curiosamente aquí no hay parque o plaza de Bolívar), hay cientos de palomas que madrugan a buscar su alimento. Se lo dan los comerciantes circunvecinos y las personas que se ganan la vida vendiendo el maíz trillado que ofrecen a turistas y transeúntes mañaneros. Pero llegó la pandemia de la Covid 19. Ya no había comercios abiertos, no había transeúntes mañaneros, no había turistas ni quién les vendiera las bolsas de maíz trillado. Tampoco había comida para las palomas. Ellas seguían madrugando con la esperanza de encontrar algún grano comestible, pero terminaron comiendo piedras y muriendo muchas de ellas. Después de una dura pelea con la Policía Nacional que afortunadamente estuvo respaldada por la Defensoría del Pueblo, logré que me dejaran seguir saliendo, como lo he hecho desde hace 26 años, a caminar con mis perros de seis a siete de la mañana. Así que a diario me enfrentaba al drama de las aves simbólicas. Hablé con autoridades eclesiásticas y civiles sobre el hambre de las palomas, pero a nadie pareció importarle. Luego de las primeras seis semanas de pánico social, alguien decidió sacar maíz trillado y dejarlo en el piso para las palomas, pero en una acción aún no entendible para mí, lo dejaba en el Parque San Francisco, sitio no frecuentado por los animalitos.
La pandemia Esta anécdota me ha llevado a reflexionar sobre el impacto de esta pandemia en el personal femenino de salud, toda vez que las mujeres que laboran en el sistema de salud poseen una carga simbólica que es reconocida por muchas cultu-
ras: profesión tradicionalmente ejercida en un uniforme blanco que es símbolo de auto cuidado, de limpieza, pureza y la cofia que representa la sencillez, el servicio, la abnegación y la paciencia del personal de enfermería (ya que se origina en la cofia que usaban las monjas). Pero más allá de este simbolismo, ¿cómo las ha afectado la pandemia de la Covid 19? ¿Quién se ha preocupado por el impacto de la pandemia en sus vidas? Son mujeres que a diario arriesgan sus vidas en el cumplimiento de su trabajo, no solo por las precarias condiciones de protección personal en que laboran, sino por la falta de información adecuada que posee nuestra sociedad sobre el tema. Ellas son la primera línea de exposición al riesgo de contagio con el Coronavirus. Esta realidad aumenta las posibilidades de contagio no solo de ellas, sino de sus núcleos familiares. Además, la gran mayoría del personal que labora en salud es femenina (en algunos estudios el 86%) y más de la mitad de ellas se asumen como jefes de hogar. Sin embargo, seguimos pensándolas como una trabajadora “champiñón”1, es decir como mujeres “perfectas”: de blanco impecable, siempre sonrientes, amables, otorgando cuidados, cariño y esperanza. Jamás se quejan, invariablemente dispuestas al sacrificio e incansables.
Violencia intrafamiliar El cuatro de abril los noticieros del mundo titularon con un “Ciao Lorena” el feminicidio en Italia de una médica por su compañero enfermero 1 Trabajadora “champiñón” definido por Amaia Orozco como “aquel(la) que brota todos los días plenamente disponible para el mercado, sin necesidades de cuidados propias ni responsabilidades sobre cuidados ajenos, y desaparece una vez fuera de la empresa”.
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Antonio, quien al entregarse a las autoridades afirmó: “La maté porque me pegó el coronavirus”. Lo más irónico del hecho es que ni Lorena ni Antonio arrojaron resultados positivos para la Covid 19. Este caso pone en evidencia una realidad no mencionada hasta ahora: el ejercicio de violencia intrafamiliar del personal masculino de salud sobre sus parejas femeninas. Menos sabemos acerca del de mujeres sobre hombres, o en el seno de parejas homosexuales. El patriarcado a través del paradigma del amor romántico ha vendido el concepto del “hogar” como un espacio idílico, seguro, con un hombre proveedor quien ejerce la autoridad y una mujer cuidadora, sumisa y doméstica. Es decir, el concepto del “amor” es uno altamente generizado que establece de forma diferencial la elección del objeto de amor, la expresión del mismo y las funciones que se requieren para desempeñarlo de manera “correcta”. Aquellas relaciones de pareja que han logrado un nivel de funcionalidad social se basaron en estas premisas. Es decir, cuando se cumplen las expectativas generizadas, la pareja es funcional, “feliz” en el lenguaje romántico. Independientemente de las relaciones de poder que estén concertadas (aunque generalmente son impuestas), las familias funcionales tienen una capacidad de cumplir los roles sociales asignados: procreación, cuidado de la progenie, asumir su educación y liberación para la formación de nuevos “hogares”. Pero la coyuntura de la Covid 19 afecta este balance, precario la mayoría de las veces: limita la autonomía de movilidad, una de las primeras en ser obtenida, así como el contacto social. Disminuye la autonomía económica, o la capacidad de proveer la familia, cuestionando el rol tradicional
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de hombre proveedor. Genera una fuerte pérdida de la intimidad al estar permanentemente en contacto con las otras personas con quienes convivimos; ya no hay espacios ni tiempos privados. Si a esto le sumamos el miedo a contraer la infección, enfermar y morir, podemos reconocer varios eventos estresantes que, sobre un sustrato patriarcal hegemónico, con procesos de socialización bipolares excluyentes, facilitan la expresión de la violencia intrafamiliar2. Esta es una cara oculta de la pandemia. Ya desnudó las inequidades sociales y económicas, las inequidades en salud, el efecto devastador del modelo capitalista reinante sobre el medio ambiente, ahora las cifras nos develan esta vieja pandemia: ONU Mujeres ha informado un aumento del 25 al 60% en las quejas de violencia ejercida contra las mujeres, y eso que el 86% de ellas NO denuncian los actos de violencia. En China aumentaron en un 90% las llamadas de las mujeres denunciando la violencia en su hogar. Inclusive, hogares funcionales no violentos, comienzan a expresar eventos de violencia, y eso que hasta ahora comienza la pandemia en América Latina. ¿Cuántas de estas violencias suceden en hogares del personal que labora en salud?
Violencia genérica y sexual en las instituciones de salud Desde hace algunos años he venido investigando el tema de acoso sexual y acoso genérico en las 2 Se emplea el término de violencia intrafamiliar como una forma de expresión de las violencias basadas en géneros que se da entre parejas en el núcleo familiar.
facultades de medicina encontrando que el 30% de las mujeres y el 4% de los hombres refieren haber sido acosados en algún momento de su formación. Un estudio nos dice que las estudiantes de medicina tienen un riesgo 220% mayor que en otras facultades de reportar acoso sexual por docentes y personal de rangos superiores, y que las internas son el grupo más afectado. También se conoce que hay especialidades donde este acoso es mayor, estando cirugía y anestesia en los primeros lugares. Los efectos a corto, mediano y largo plazo se evidencian desde el rendimiento académico, el éxito de la profesional y la aparición del síndrome de burnout. La expresión de esta violación a los Derechos Fundamentales es diversa: una es el acoso genérico que incluye comentarios y actuares sexistas que buscan menoscabar la dignidad de la persona. Por otro lado, se considera el acoso sexual que incluye atención sexual no deseada y la coerción sexual. ¿Pero qué fenómenos confluyen en una facultad de ciencias de la salud para que esta situación sea tan grave? Según Roberto Castro, el Corpus Médico está formado por “el conjunto de instituciones políticas que regulan, mediante leyes y reglamentos, la cuestión sanitaria de la sociedad; por las instituciones de salud y seguridad social que prestan servicios directamente a la población; por las instituciones que capacitan a los nuevos cuadros profesionales que eventualmente pasarán a formar parte del campo; por los agentes que operan aquellas y estas instituciones, como los formuladores de políticas, los médicos, el personal de enfermería, el personal paramédico, así como los profesores y estudiantes de todas estas especialidades; por los centros de investigación que
generan el conocimiento legítimo y hegemónico (científico) del campo; por los representantes de las medicinas subalternas (desde la homeopatía hasta las diversas modalidades de medicina tradicional); por las diversas industrias (de aparatos, farmacéutica, de seguros), y finalmente por los y las usuarias y las y los clientes de toda la gama de servicios existentes en el campo”. Es decir, la amplia y diversa conformación del Corpus Médico facilita la permeación del Habitus Médico en todas las esferas y niveles de la sociedad. El Habitus Médico según Castro, es “Un conjunto de predisposiciones, que producto de los arreglos estructurales del campo médico, hacen posible un acumulado de conductas represivas muy eficaces en cumplir con los fines y agenda de la institución médica. Es producto de la incorporación de la estructura social y de los arreglos de poder que la caracterizan. Se desarrolla durante los años de formación académica profesional sobre todo a través del currículo oculto e incluye: la imagen personal, el papel de los castigos y el disciplinamiento corporal en la formación del médico, el orden de las jerarquías dentro de la profesión y el disciplinamiento de género”. No debe sorprender que en la propia operación de los servicios de salud se vean reproducidas todas las inequidades de género que se han cultivado y promovido desde el salón de clase. Agreguemos a esto un aumento de la carga laboral para todo el personal de salud durante la pandemia, incluyendo no solo la atención de mayor número de pacientes, sino nuevos y estrictos protocolos de protección personal a seguir; ver con mayor frecuencia de lo habitual pacientes
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fallecer; enfrentar decisiones difíciles que pueden inclusive cuestionar profundas creencias religiosas y morales… Además, la crisis financiera en el sistema de salud ha generado retrasos en los pagos al personal: en promedio se adeudan tres meses de salario u honorarios por servicios prestados, llegando en muchos casos a deberse hasta siete meses. Si a esto le sumamos el miedo (propio de cualquier ser humano en estas condiciones así sea un profesional de salud) a contraer la infección, enfermar y morir, podemos reconocer un sinnúmero de eventos estresantes que, sobre un sustrato patriarcal hegemónico introspectado en las facultades de medicina como el Habitus Médico, facilitan la expresión de la violencia genérica y sexual en las instituciones de salud. Estas violencias no son impulsos sexuales acumulados, son formas violentas de ejercicio de poder, poder autoritario y controlador. Y el sistema de salud es uno altamente jerarquizado con una estructura de poder casi castrense.
Violencias hacia las usuarias Pero este poder autoritario y controlador no solo se expresa entre el personal de salud, sino entre este y las y los usuarios: se asume que el personal de salud posee “el conocimiento” sobre la pandemia/enfermedad y por lo tanto puede requerir de manera exegética el cumplimiento de sus “órdenes médicas”, que no recomendaciones. Podría plantearse paralelamente al Habitus Médico un Habitus de las Usuarias: dentro del proceso de división sexual del trabajo se instauró el
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concepto del Amor Romántico ya que mitificar el amor ha servido para que las mujeres interioricemos los valores del patriarcado, obedezcamos los mandatos de género y cumplamos con nuestros roles de mujeres tradicional, moderna y posmoderna a la vez. Esto implica la idealización del proceso reproductivo (en vez de reconocerlo como una opción ciudadana) y del proceso salud/ enfermedad como el de una relación víctima/salvador. Estos imaginarios que de alguna manera moldean nuestra personalidad, generan un estado de hipersensibilización emocional durante la enfermedad, y mayor durante la gestación, parto y aborto (no solo atribuible al concepto biomédico de los cambios hormonales), que amplifican el malestar producido por la vulneración de nuestros derechos por parte del personal de salud y definen profundas y dolorosas huellas. Las instituciones públicas de salud son un espacio de ejercicio de la ciudadanía, en tanto que constituye un derecho social el acceso a ellas. Pero, por otra parte, la participación de las mujeres en estos espacios de salud es problemática, pues en ellos funciona una estructura disciplinaria diseñada para mejorar la eficiencia de la atención que se brinda, y que presupone la obediencia y la conformidad de las usuarias con los dictados del poder médico. Es por esto que los encuentros médicos/mujeres en general constituyen formas de interacción social asimétricas, pues en ellas uno está legitimado como el detentador del saber/ poder, y la otra es “solo” una paciente. Es decir, las usuarias de los servicios de salud acceden a ellos desde una posición varias veces subordinada: desde su posición generizada, desde su condición de opresión, como paciente/usuaria, y por
su estatus socio-económico, su etnia, su edad, su orientación sexual, su estado marital, etc. En ginecobstetricia la asimetría se hace mayor por la vulnerabilidad física y emocional de la mujer que pare/aborta: la violencia ginecobstétrica es una violencia de género. En un extremo del espectro están las formas graves de abuso que son claramente penal, civil y éticamente objetables, pero que aun así en la mayor parte de los casos pasan silentes: acoso y abuso sexual, etc. Solo algunas se ponen en evidencia por la denuncia de la usuaria o de su familia, por los medios de comunicación o por las asociaciones que trabajan por la defensa de los derechos de las mujeres. En el otro extremo están las formas habituadas de abuso, expresiones de maltratos no tipificadas como delito y tampoco reclamables al interior de la propia institución de salud, que pueden no ser percibidos como tales por el personal de salud y a veces ni por las mismas mujeres debido a su cotidianización que las invisibiliza al naturalizarlas. Surgen de la desigualdad de género, pero a la vez tienden a perpetuar dicha desigualdad, y generan cicatrices en la dignidad de las mujeres. Al final tenemos una apropiación del cuerpo y de los procesos reproductivos de las mujeres por parte del personal de salud. Las mujeres que “cooperan”3 tienen la recompensa a su sufrimiento 3 “Cooperar” es un término que se emplea por parte del personal que labora en las instituciones de salud para referirse a la obediencia irrestricta de las denominadas órdenes médicas, no cuestionar procedimientos ni quejarse por dolor. Facilita a su vez la posibilidad de culpar a la paciente en caso que algo salga mal.
y a su obediencia; las que no cooperan (formas de resistencia) sufren las consecuencias en su cuerpo, la falta de disposición del animus del personal para atenderlas y los riesgos para ella y el bebé (si es el caso). Las que son clasificadas como mujeres que no cooperan generalmente se encuentran en situaciones que constituyen una agresión al orden dominante: mujeres jóvenes, mujeres no dóciles, madres solteras sin pareja formal, bajo nivel educativo, embarazo rechazado, etc. Muchas mujeres lo asumen como el “costo” de ser atendidas por “profesionales”, entendiendo que la profesionalización no hace referencia solo a un nivel académico, ya que la violencia puede ser ejercida por otros miembros del corpus médico, incluyendo jefes y auxiliares de enfermería, parteras y doulas, camilleros, etc. Pero, además, hay otras formas de agresión a través de formas implícitas y taxativas de intimidación: la mujer que se queja probablemente volverá en cualquier otro momento a buscar la atención de la institución de salud, y el antecedente de la queja puede incidir negativamente en la calidad y oportunidad de la atención que recibe. Como consecuencia muchos casos no se denuncian y la mujer carga con su malestar y su dolor sola y en silencio. Por esto, no es mediante criterios numéricos como se determina la trascendencia de ciertos problemas sociales ni cómo la cuarentena y la pandemia pueden estar aumentando de forma silente este tipo de violencias.
Algunas consecuencias La pandemia de Covid 19 ha puesto en evidencia las inmensas inequidades sociales (de género,
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salud, educación, trabajo, etc.) de las que nadie quiere hablar ya que se aceptan “porque sí”, desatando así una crisis sanitaria, emocional, social y económica sin precedentes en la historia reciente que afecta con mayor saña a las mujeres. Inicialmente se silenció la protesta social por el miedo al contagio, pero a medida que la gente ha ido asimilando la nueva realidad, esta forma de hacer política, de tener voz, se ha ido recuperando: se protesta por el encierro y por el no encierro, por el hambre, por los costos de servicios públicos, por los salarios no pagos, por equipos de protección personal, por la violencia contra niñas y mujeres… Pero esta realidad nos ha devuelto por lo menos veinte años en los luchados avances que se tenían sobre los derechos de las mujeres, incluyendo la coercitiva limitación de la movilidad, el autoritarismo de las fuerzas policiales y militares, el aumento de la carga de trabajo no remunerado, la pauperización de los hogares, el aumento de la violencia intrafamiliar, y el aumento de la violencia genérica y sexual, entre otros asuntos. La pandemia al mismo tiempo ha generado nuevas formas de violencia: la estigmatización4 sobre el personal de salud, más frecuente hacia el personal médico. Algunos han planteado que se da por personas posiblemente agredidas previamente por las inequidades económicas, sociales, étnicas y/o el conflicto armado, 4 En sociología, estigma es una condición, atributo, rasgo o comportamiento que hace que la persona portadora sea incluida en una categoría social hacia cuyos miembros se genera una respuesta negativa y se les ve como inaceptables o inferiores.
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agresión que puede generar estados de resentimiento que facilitan la expresión violenta, emocional, no racional, del dolor ante la muerte de un ser querido, o ante el miedo de enfermar o morir. Debemos agregar la desconfianza en el sistema de salud y en el gobierno, que es reafirmada por noticias falsas que fácilmente se difunden por las redes sociales y noticiosas, incluyendo la información no asertiva de altos funcionarios del sistema que hablan públicamente de eventos de corrupción en salud como si esta fuera la norma general. Otra forma de nueva violencia es la que surge del protocolo de atención y posterior disposición del cadáver en personas asumidas como Covid positivos, que niega a sus dolientes familiares la posibilidad de acompañamiento al ser querido, despedida y cierre del duelo con rituales profundamente arraigados en las diferentes culturas. También aporta la gota que rebosa el vaso el hecho que algunas personas se niegan a aceptar su corresponsabilidad en la posibilidad de infectarse y enfermar. Todo esto ha generado una situación que ha desmejorado la calidad de vida del personal que labora en salud, en muchos momentos ha obligado al desplazamiento forzado desde su lugar de residencia, y en ocasiones ha llegado a amenazar su integridad física. Como si esto fuera poco, el Estado ha tratado de compensar su ineficiencia e ineficacia denominando “héroes” al personal de salud promoviendo en el imaginario social la idea de que son prescindibles y que su muerte por razones de mayor exposición al riesgo de contagiarse es esperada, nada que deba sorprendernos. Por esto su protección personal no es prioridad.
La pandemia también ha generado un cambio en el paradigma de las relaciones humanas por cuenta del distanciamiento social: cómo expresar afecto, amor, cariño, sin contacto físico es algo que reta la tradición de la mujer afectuosa, amorosa, generando nuevos malestares en ella. El reto es cómo amar y mantenernos unidas en la distancia. Esto sin pensar en la Covid ´baby boom´ que estaremos experimentando a fin de año, incluyendo un vertiginoso aumento de embarazos en niñas y adolescentes. Finalmente, ha evidenciado además lo distante que está la teoría de la práctica en cuanto a intervención social se refiere: la actitud paternalista del Estado y de algunas ONG refuerzan con el sistema de donaciones la codependencia de las mujeres en lugar de promover su autonomía. Y cuando llega el momento de pensar en propuestas de “empoderamiento” de las mujeres, se reproducen las prácticas patriarcales de división sexual del trabajo preferenciando las actividades de servicios, así como de manualidades, que no facilitan el ascenso laboral, económico y creativo de ellas. Es como dar piedras a las palomas: se llena el buche, pero las mata.
El cuidado es un asunto político Joan Tronto sugiere que el cuidado sea visto como una actividad de especie que incluye todo lo que hacemos para mantener, continuar y reparar nuestro mundo para que podamos vivir en él lo mejor posible. Ese mundo incluye nuestros cuerpos, nuestro ser y nuestro entorno, todos los
cuales debemos entrelazar en una red compleja que sustenta la vida. Considera que el cuidado es una parte esencial de lo que significa ser humano: no se puede entender la humanidad sin entender lo que significa cuidar de los demás. Nos recuerda que los humanos somos dependientes desde el nacimiento, y que necesitamos a la gente incluso para sentirnos seguros. La antropóloga y poetisa Margaret Mead consideraba que el primer signo de civilización fue “Un fémur fracturado y sanado”. En la vida salvaje, un fémur nunca sana porque solo puede hacerlo si alguien se preocupa de cuidar al herido. Sin embargo, Tronto aclara que de ahí viene la opresión de la mujer, de entender el cuidado como algo natural en ella, pues los roles sociales los creamos nosotros: la división social del trabajo establece que las mujeres cuidan mientras los hombres proveen y protegen, división que favorece la explotación social de la mujer. Considera que el cuidado se desarrolla en cinco fases: (1) la necesidad de interesarse por una situación de cuidado, con la “atención” como el requisito moral para dicho interés; (2) alguien necesita encargarse, “asumir la responsabilidad” es la cualidad moral; (3) el trabajo real del cuidado con la “competencia” como noción moral necesaria; (4) recepción del cuidado, que requiere la cualidad moral de “capacidad de respuesta”; (5) cuidar con, es decir mientras ocurre y se mantiene el cuidado, las personas tienden a confiar en la provisión continuada del mismo, esto implica las condiciones morales de confianza y la solidaridad. Por ello es imperativo erradicar el rol exclusivo del cuidado asignado a las mujeres para
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que empecemos a reconocer cuánta de nuestra felicidad viene de los cuidados... Los modelos de cuidado «paternalistas» y «parroquiales», patrones que reafirman los tradicionales roles de género, crean mayor desigualdad: quienes cuentan con los medios económicos acceden a un «mejor cuidado». En contraposición, su teoría del cuidado plantea un modelo que discute el poder y los «privilegios de la irresponsabilidad de los varones». Plantea que se amplifica la democracia al pretender no reproducir los sistemas tradicionales con la asignación equitativa de responsabilidades de cuidado, a lo cual denomina «cuidados democráticos», bajo la idea de que nadie debería ser excusado de cuidar por tener otras responsabilidades. Si bien es evidente que hay que preservar el cuidado, la capacidad de cuidar y favorecer las condiciones que hacen posible su organización social y la continuidad de provisión, la gente debe democratizar y cambiar cada institución de la que forma parte: familia, amistad, trabajo, comunidad. Aquí reside el cambio. El poder de la ética del cuidado reside en cómo entiende la vida cada uno: cuidarse es lo más importante. Nada más congruente con la actual pandemia: si yo me cuido, también cuido la salud de los demás; si los demás se cuidan, simultáneamente cuidan mi salud. Joan Tronto defiende la importancia del cuidado en las sociedades democráticas. Permite cuestionar el discurso del empoderamiento individual y la competitividad dentro de estrategias de desarrollo y de transversalidad, al plantear una
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ética del cuidado feminista que reta los valores del neoliberalismo al dotar de un leguaje moral alternativo que hace énfasis en nuestra vulnerabilidad compartida y provee una nueva solidaridad global entre mujeres, y más aún, una nueva propuesta de equidad de géneros al proponer una repartición equitativa del cuidado. Marian Barnes ya nos había planteado que “el cuidado es un asunto político”. El sistema de salud debe repensarse. Hay que considerar un cambio en las necesidades y capacidades para el cuidado: todas las personas somos, en diferentes momentos de nuestras trayectorias vitales, dadores de cuidado o sujetos del mismo, nos interesamos, nos encargamos, recibimos cuidado, respondemos a él y confiamos en que pueda seguir siendo provisto. Pero el sistema de salud actual no está diseñado para que la salud dependa de él: es ineficiente, indigno y violento, no solo para las mujeres que acuden a él, sino para las mujeres que participan en él. Se basa en principios de asistencialismo y en algunos casos lo que realmente interesa es el fortalecimiento de redes clientelares, de cacicazgos. El re-conocimiento de parte del Corpus Médico en tanto que identifica un conocimiento que poseen por experiencia, y en tanto que se admite que las cosas suceden así (Habitus Médico), constituye uno de los fundamentos para la transformación efectiva de las condiciones que posibilitan la violación de los derechos de las mujeres de y en los servicios de salud. Según Andrés Restrepo, enfermero jefe del Hospital San Ignacio de Bogotá, se debe cuestionar
no tanto la falta de formación del personal de salud como el tipo de formación recibida ya que el discurso médico tradicional es eminentemente biologicista, hegemónico (niega los demás saberes) y patriarcal, y se refuerza a través de la denominada “objetividad científica”. Es necesario reconocer relaciones ciudadanas con las usuarias de los servicios de salud, es decir, relaciones basadas en la igualdad y en el conocimiento y reconocimiento de los derechos de salud y reproductivos. Esto implica además reconocer el parto como un evento fisiológico y no un evento patológico y no penalizar la violencia ginecobstétrica5 sino entender sus orígenes culturales e incidir en ellos. Por lo tanto, las intervenciones para prevenir las violencias basadas en género en salud, incluyendo la violencia médica y ginecobstétrica, deben ser a estos dos niveles: no es solo plantear la realización de posgrados en Derechos Humanos, Derechos Sexuales y Reproductivos, sino incluir en todos los niveles de formación la perspectiva de género que nos permita desaprender lo que aprendimos mal y aprender nuevas pautas de relacionamiento, por medio de una reflexión individual que nos lleve al reconocimiento de una “biografía machista (patriarcal)”. Está claro que las condiciones de posibilidad del ejercicio de la violencia médica y ginecobstétrica contra las mujeres están dadas no solo por el habitus autoritario generizado del personal de 5
La violencia ginecobstétrica es aquella ejercida por un profesional de salud sobre el cuerpo y los procesos reproductivos de la mujer, expresada en un trato deshumanizado, un abuso de medicalización y patologización de los procesos naturales. Constituye una violación a los Derechos Humanos tanto como manifestación de la violencia de género contra las mujeres como desde el enfoque del derecho a la protección de la salud como un derecho humano.
salud, sino por la condición de opresión desde la que actúan las mujeres que acuden a estos servicios. Por esto es necesario promover la ciudadanización de la salud, es decir la subjetivación de los derechos por parte de las mujeres que participan y las que acuden a los servicios de salud, que conlleve a una ciudadanía que implique la apropiación, ejercicio y defensa de sus derechos en materia de salud, salud sexual y reproductiva, sin olvidar que dicha subjetivación está atravesada por las desigualdades de género, clase, etnia, etc. La cuestión no es solo mejorar las condiciones de acceso a servicios de salud, sino mejorar la calidad de estos. Para ello es necesario generar propuestas desde las pedagogías feministas que promueven la deconstrucción de las categorías identitarias hegemónicas, de los mandatos de género asociados y las narraciones androcéntricas. Como parte de la subjetivación de los derechos se debe reconocer y fortalecer la categoría de resistencia/agencia o capacidad de las mujeres frente a la violencia patriarcal/machista (individual e institucional), a través del empoderamiento entendido como el reconocimiento de la mujer como sujeto de derechos, con su capacidad de denuncia y organización social, reconociendo la diversidad de las mujeres, pero haciendo énfasis en la inclusión6. Esto implica un cuestionamiento de la expectativa de cuidar que se hace para no repetir la asignación generizada del cuidado, es decir, aprendamos de experien6 Diversidad: rasgos y características que hacen a las personas únicas. Inclusión: normas y comportamientos sociales que aseguran que todas las personas son bienvenidas.
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cias pasadas para no repetir los errores en la intervención social y así evitar poner el maíz en el lugar equivocado. Finalmente, es necesario visibilizar el fenómeno de la violencia genérica y sexual en el sistema de salud, incluyendo la violencia médica y ginecobstétrica, crear grupos de apoyo a sus víctimas y producir investigación social alrededor del tema. Es decir, generemos acciones que nos permitan salir de la pandemia como mejores personas, como mejores ciudadanas y con mejor salud.
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Jazmín Romero Epieyú*
Remedios Uriana**
La resiliencia de las mujeres Wayüü en el contexto de la extrema pobreza, el covid - 19 y la pandemia de las violencias contra las mujeres y niñas Causas de la extrema pobreza y una violencia ejercida por el Estado y los gobiernos de turno. Mujeres Wayüü, recorriendo caminos o trochas de grandes crisis antes de la llegada del COVID 19 – Aléyajawá en nuestra lengua materna Las mujeres, las niñas y las jóvenes Wayüü se encuentran en medio de una encrucijada. Su difícil trasegar pareciera no tener un final que les proporcione oxígeno y esperanzas a lo largo de sus existencias en un territorio desértico, sin agua y en medio de la hambruna. Quienes no conocen no se imaginarían aquellas realidades que se viven en cada uno de los rincones de las rancherías. Aquellos que se han podido acercar a esta cultura y capturar con sus cámaras los caseríos hechos en bahareque, donde la población toma
* Movimiento Feminista de Mujeres y Niñas Wayüü. ** Mujer feminista y activista Wayüü.
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prestados los recursos que les provee la madre naturaleza, han podido construir sus viviendas, para vivir y sonreír dignamente. Si bien el pueblo Wayüü es el segundo más numeroso dentro de los 83 pueblos indígenas que habitan en Colombia, en el departamento de La Guajira son el 44% de la población, es decir una cifra numerosa que se sitúa en todo el territorio de la península de La Guajira, ubicándose a su vez en un número importante en la República Bolivariana de Venezuela, especialmente en el estado de Zulia. Los Wayüü con sus largos senderos llenos de trupío, cactus, tunas, entre otras plantas espinosas, muestran parte importante de lo que están hechos como seres humanos. Su contexto social, territorial, económico, ambiental, no ha sido nada fácil para adelantar sus procesos de subsistencia y supervivencia en el ámbito territorial.
Para nadie es un secreto que esta población ha sufrido grandes cambios territoriales desde que llegaron los megaproyectos al territorio Wayüü, las empresas como Carbones del Cerrejón, Chevron, Big Group Salina S.A.S, Electricaribe, Gases de la Guajira, etc. Estas empresas se presentaron como los salvadores de los bienes y recursos que reposan en territorio de los indígenas Wayüü, pese a que muchos de los dirigentes Wayüü en ese entonces cuestionaron dichos megaproyectos. Sin embargo, los gobiernos nacionales, departamentales, municipales y las corporaciones establecieron mesas de negocios con dichas empresas, decidiendo que esos proyectos eran el mejor futuro para La Guajira y haciendo que tales proyectos tuviesen raíces en los territorios de los Wayüü. Estas empresas mantienen una fachada para mantener su táctica que les ha funcionado muy bien y que consiste en: “divide y reinarás”. Los fajos de billetes se veían de aquí para allá en jugosos contratos, entre los amigos politiqueros de las grandes empresas; grandes abundancias como si fuesen las épocas de las marimbas. Entre las manos poderosas de los gobernantes se murmuraba sobre cuantiosas inversiones e infraestructuras en las comunidades indígenas Wayüü; aquel que creía en estas mentiras piadosas las repetía como loro, pero aquel que no creía decía que esas obras solo existían en el papel para saquear el erario, y que además íbamos a ver obras sin terminar, aunque se sabía que ellos sí habían terminado los contratos. Luego justificaban las millonarias sumas exorbitantes de recursos que se robaban, así como cuando llega la hiena a quitarle la presa al otro animal depredador.
Situación actual de las mujeres y las niñas Wayüü en contexto del COVID – 19, en nuestra lengua materna Aléyajáwá Son numerosos los dolores en el cuerpo de las mujeres Wayüü que padecen estas realidades desagradables para el crecimiento y desarrollo de toda cultura. Más de ocho kilómetros recorren las mujeres, niñas y jóvenes Wayüü en busca del líquido preciado, nos ponen en el epicentro de la África moribunda o quizás peor que la situación que padecen los habitantes de ese continente. ¿Cómo explicarle al mundo esta cruel realidad?, vemos como utilizan los rostros de las mujeres Wayüü para decir que La Guajira es rica en todo. Las mujeres Wayüü viven una tragedia para lograr sobrevivir en medio de la nada. A las mujeres, en particular, les toca ir por el agua a los lugares donde se deposita y esta agua que se consume no es, además, apta para el consumo humano. Esta agua es apta “para el consumo de los animales” que conviven con dicha cultura. En el proceso de recolectar agua, las mujeres deben cargar en sus hombros veinte litros debido a que el burro, uno de los medios de transporte tradicional, no se ve en las comunidades, por lo tanto, son las mujeres las que deben hacer esta tarea según las costumbres de los hombres “machistas” de esta cultura.1 Los hombres solo van al jawuey (reservorio de agua) a ducharse y estar bien arregladitos, pero 1 https://www.youtube.com/watch?v=sKlDn-009Vk, https://www. facebook.com/MinisteriodeAmbienteyDesarrolloSostenible/videos/304058497289543
EN OTRAS PALABRAS… no. 27 / Crónicas | 113
no se logra ver por ningún lado a estos hombres cargando la pimpina de agua. Por otro lado, las niñas y adolescentes realizan todo tipo de prácticas domésticas en su entorno: cortan la leña, son la mamá de las hermanitas más pequeñas mientras sus mamás van a buscar el agua y a cortar la leña para luego cocinar los alimentos y pastorear los animales. Además, sumada a toda esta situación, podemos encontrarnos con las miles de mujeres que salen a los cascos urbanos como vendedoras ambulantes de sus productos propios, lo que se puede denominar en el trabajo del “rebusque diario”; en estos escenarios podemos encontrarnos con las que venden las mochilas chiquitas a un precio casi regalado, también las que venden los camarones a mujeres que viven en las comunidades costeras, las que venden la carne del chivo o el “friche” (carne de chivo frito con arepas), vemos también las que venden los frijoles, frutos silvestres y la miel de abeja. Todas ellas deben cargar con el motor económico de sus familias. Esta situación las coloca en estado de riesgo y vulnerabilidad, violando todos sus derechos humanos. Ahora, sumado a un contexto de pandemia, tales condiciones se agudizan y se profundizan muchísimo, debido a que no existe ninguna garantía para preservar y asegurar el acceso a una vida digna con un sistema de salud y educación que garanticen sus derechos. Sus realidades en medio del Covid-19 son bastante alarmantes: muchas de estas mujeres hoy se enfrentan a miles de problemas en su diario
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vivir. Unos son las implicaciones de la cuarentena que ha decretado el Gobierno Nacional en el contexto de la pandemia mundial. Si bien es entendible que todas las naciones deben acogerse a esa orden, de igual manera deben garantizar el derecho a la vida de las personas en sus territorios indígenas ya que estas comunidades vienen padeciendo de pobrezas extremas desde tiempos atrás; en medio de esta pandemia sus derechos no se están garantizando; de hecho, las mujeres Wayüü se han visto obligadas a salir al rebusque porque deben asegurar ellas mismas el pan diario para sus hijos. A pesar de que muchas de ellas han sido oprimidas por el abuso de poder de la fuerza pública, han dicho que salen porque no tienen comida para darle a sus hijos; además de esto temen y están altamente preocupadas por los contagios del virus pues tanto ellas como sus hijos pequeños no gozan de una buena salud, ya que hay numerosos niños y ancianos que tienen antecedentes graves de desnutrición crónica aguda. A esto se suma el miedo de asistir a los centros hospitalarios porque, si bien se sabe que la salud es un negocio de las IPS y EPS, ha habido casos de indígenas Wayüü contagiados con el Covid-19 y por ello evitan ir a los centros hospitalarios. A su vez, hay miedo a que les realicen las prácticas de cremación porque dichas prácticas son lesivas para la espiritualidad de los indígenas Wayüü, ya que a los muertos se les brinda un tributo, es decir que se hace un ritual durante la fase del velorio y para la tradición de esta cultura la muerte de un ser querido representa una fase importante en su conexión espiritual.
La resiliencia de las mujeres Wayüü en contexto de la extrema pobreza y la pandemia de las violencias contra las mujeres
Entendemos la resiliencia como un proceso continuo que se desarrolla desde lo individual y comunitario, con el fin de superar una adversidad u obstáculos que parecen no tener fin.
No obstante las barreras por las que tienen que pasar las mujeres, las niñas y las adolescentes Wayüü, no paran las diversas formas de trabajo cotidiano que vienen desarrollando a lo largo de la historia para defender los derechos de las mujeres indígenas desde lo individual y colectivo.
Las mujeres y niñas Wayüü son resilientes a pesar de la vulnerabilidad de los sujetos, logran no solo adaptarse al contexto difícil, sino que son agentes activos en la transformación de los mismos a través de sus capacidades del tejido de las mochilas o artesanías, labores que son fundamentales para la subsistencia de las familias claniles. En la mayoría de las rancherías Wayüü no hay acceso al fluido eléctrico y mucho menos al internet, esto lógicamente pone en evidencia las situaciones de precariedad y condiciones inhumanas a las cuales están sometidas las comunidades indígenas, así como las y los niños y jóvenes en las zonas rurales.
Durante años anteriores y hasta la actualidad las mujeres y las niñas Wayüü han desarrollado la resiliencia en cada una de sus rancherías en condiciones de extrema pobreza. Una pobreza que siempre ha estado presente en cada rincón de las rancherías. Por otra parte, la desigualdad social no solo se manifiesta en lo económico, también en lo político y social. Hemos identificado una discriminación institucional por parte del Estado colombiano, desde los diferentes gobiernos de turno y la ausencia de las políticas con enfoque de género, territorial y diferencial desde los derechos individuales y comunitarios.
Un grupo de mujeres indígenas Wayüü del norte de Colombia, nos unimos para entonar el himno feminista Un violador en tu camino en respaldo al Día Mundial contra todas las Formas de Violencia que se ejercen contra las Mujeres. Seguimos en la resistencia desde el desierto de La Guajira.2
2 https://twitter.com/ajplusespanol/status/1217122203944345601 https://www.youtube.com/watch?v=Kkp50DtWzXI
EN OTRAS PALABRAS… no. 27 / Crónicas | 115
Un violador en tu camino en Wayüünaiki Traducido por Remedios Uriana El patriarcado es un juez
Tü nakuipakát náá toluyukaná jia aluwatakat.
Que nos juzga por nacer,
Mojusü namuín aka jemeyulüin Jieyü.
y nuestro castigo es la violencia que no ves.
Jaü tü wanjalakat , jía kasat mojuskat nojajkat pirruín
CORO Es femicidio.
Wakayana óütunainshi
Impunidad para mi asesino
Nojotsü nawalajün noütün jain jieyü
Es la desaparición.
Maschikisa´lí Waáyá.
Es la violación
Ataüjanüshi Waáyá
CORO Y la culpa no era mía, ni dónde estaba ni cómo vestía.
Nojotsü tasirrün jalajatün taya, jamü jukuipá tashén.
Y la culpa no era mía, ni dónde estaba ni cómo vestía.
Nojotsü tasirrün jalajatün taya, jamü jukuipá tashén.
Y la culpa no era mía, ni dónde estaba ni cómo vestía.
Nojotsü tasirrün jalajatün taya, jamü jukuipá tashén.
Y la culpa no era mía, ni dónde estaba ni cómo vestía.
Nojotsü tasirrün jalajatün taya, jamü jukuipá tashén.
El violador eras tú.
Piá ataujaikat jieyü.
El violador eres tú.
Piá ataujaikat jieyü
los jueces,
Jiá tü alijüna laülayükat
el Presidente.
Nia shí aluwatashikat saü mapakat
Duerme tranquila, niña inocente,
Anát pülapün tashónchón
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María Mercedes Tello Sánchez*
Cuando el mundo se nos vino encima La convivencia de la pareja en su hogar, en cuarentena, nos revela una realidad que muestra la necesidad de reflexionar sobre otras formas de asumir la vida desde unas transformaciones estructurales de género. En cuarentena, la casa -el encierro- es la salvación, el escudo contra ese monstruo que anda suelto buscando un cuerpo para habitar y luego dejarlo en un hospital o en un cementerio. Así, el hogar se convierte en el espacio más importante para sobrellevar esta pandemia y tramitar desde allí la vida laboral y social. Mientras la pandemia ocupa la atención del mundo exterior, en el interior, en el ámbito privado, se replantea la vida de las parejas. Para algunas, representa la posibilidad de compartir la vida doméstica, haciendo que los días sean más llevaderos y con menos angustia; para otras, la amenaza de un encierro con alguien que significa un peligro para la propia vida; y para las demás, la incomodidad de la presencia cercana del otro durante 24 horas, por quién sabe cuánto tiempo.
*
Como la nueva rutina necesita del concurso de toda la familia, los hombres se ven abocados a entrar a la fuerza en la esfera doméstica asumiendo tareas que para algunos ¿muchos? hacen parte del orden “natural” de la mujer, y por las cuales no pasan sus expectativas para salvarse del coronavirus: participación en los quehaceres domésticos y labores de atención a la familia (cuidado a niños y niñas, personas mayores y adultos dependientes). Dado que, desde décadas atrás, la masculinidad tradicional entró en crisis por la autonomía de las mujeres, ahora es el momento de comprobar si el monstruo ha muerto o solo dormita… Es así como, en la cotidianidad, por algún lado, aparecen manifestaciones de ese orden invisible con el que se criaron, dando paso al varón que siempre se ha negado a abandonar su poder.
Periodista, feminista, jubilada, profesora universitaria.
EN OTRAS PALABRAS… no. 27 / Crónicas | 117
“Una pandemia magnifica las desigualdades que ya existen” dice Helen Lewis, investigadora y periodista británica, feminista, quien en su artículo La pandemia afecta de manera diferente a hombres y mujeres señala cómo este evento afectará la vida de las mujeres y las niñas precisamente por las diferencias de género y sexo, no tenidas en cuenta por quienes elaboran políticas de Estado en el mundo. Apunta ella, que William Shakespeare e Isaac Newton pudieron crear algunos de sus más destacados trabajos durante una plaga que atacaba a Inglaterra, justamente porque ninguno de los dos tenía responsabilidades de cuidado infantil. En este momento el espacio privado de la pareja se abre para dar cabida a la escuela, a la oficina, a la sala de reuniones, siendo ésta una nueva manera de distribuir el tiempo que hace necesario un acuerdo sobre las labores de cuidado. Según el DANE, en su boletín “Pobreza de tiempo e ingreso” con base en datos recopilados entre 2016 y 2017, el 60 % de las mujeres participan de las tareas del hogar, mientras que solo el 20 % de los hombres lo hace. Cabe preguntarse si estas cifras estadisticas han cambiado durante la época de cuarentena y bajo qué condiciones. Además esta nueva cotidianidad les roba a las mujeres el tiempo para auto cuidarse, para muchas, allí empezó el viacrucis. Poco a poco la pandemia las va enfrentando a lo que nunca habían querido encarar: las violencias en todas sus escalas. Desde los inicios de la cuarentena, organizaciones de mujeres feministas y defensoras de dere-
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chos de las mujeres a nivel internacional habían advertido el peligro que se cernía sobre las que vivían con maltratadores y llamaban la atención a los gobiernos sobre protocolos que debían ser puestos en marcha para preservar los derechos de las mujeres y sus vidas. En mayo, dos meses después del inicio de la cuarentena, los medios mostraban en sus informaciones el desborde de la violencia doméstica en Colombia, a tal punto que las secretarías, subsecretarías y los organismos encargados de velar por el cumplimiento de los acuerdos internacionales y leyes nacionales de protección a las mujeres víctimas de violencias, activaron campañas para que éstas pidieran ayuda por medio de supermercados, lugares donde era mas seguro que pudieran salir sin sospecha de sus agresores, además de videos en redes sociales que daban a conocer claves gestuales para mostrar a través de videollamada si estaban viviendo una situación de maltrato por parte de su pareja. Dice el informe #20 de SISMA Mujer sobre Comportamiento de las violencias contra las mujeres en el marco de la pandemia del Covid-19 en Colombia que la Fiscalía General de la Nación ha recibido 3.069 denuncias de violencia intrafamiliar, durante el periodo de cuarentena, lo que traduce según Sisma que “cada 10 minutos se realizó una denuncia de violencia intrafamiliar “ en el país. Violencias de todo tipo, las más cuantificables fueron las físicas, las verbales podrían juntarse con las anteriores, generalmente van de la mano, pero ¿cómo contabilizar y pedir a las mujeres que denuncien las violencias psicológicas?
Algunas contaban sus historias y pedían consejo en redes sociales, era tal la desesperación que no importaba exponerse ante desconocidas. Una de ellas contaba que su marido la humillaba por la comida, le decía que se veía gorda, le controlaba cada bocado porque ella había perdido su empleo. Otra relataba cómo su pareja le tiraba el plato de comida a los pies porque no sabía cocinar, le había tocado asumir las labores del hogar durante la cuarentena sin tener idea de cómo hacerlo por lo que el individuo la llamaba inútil, aunque siempre ella había trabajado y ocupaba un cargo importante en la empresa donde laboraba. Una más se lamentaba de la falta de compañía de su pareja quien la ignoraba y no le dirigía la palabra durante todo el día, “Soy un cero a la izquierda, ni siquiera me responde cuando le pregunto algo” … “No sé si separarme, siempre ha sido así, pero esta cuarentena agudizó el problema”. Se supone que cada miembro de la pareja negocia su aporte a la sana convivencia del hogar, en
la medida de lo posible, pero considerando que la gran mayoria de los espacios habitados por las familias en Colombia no cuentan con la posibilidad de vivir la individualidad, sobre todo en apartamentos y casas de interés social donde el espacio es reducido, es probable que la cuarentena haya mostrado que el hogar no es el único espacio exclusivo para la pareja. Albert Camus expresaba a través de uno de los personajes de su novela La Peste, que “Ha habido en el mundo tantas pestes como guerras y, sin embargo, pestes y guerras cogen a las gentes siempre desprevenidas”. La incertidumbre del mañana arrastra a la pareja a hacer gala de la paciencia y la tolerancia, o la empuja a la angustia y la presión por un poder que hace parte de la dimensión de género y que permite entender las dinámicas de control que ejercen los hombres sobre las mujeres, los hombres sobre otros hombres o las mujeres sobre otras mujeres en este caso, en las relaciones de pareja.
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Florence Thomas*
A próposito de la pandemia** Madre: ¿cómo se lava un baño? 31 de marzo 2020 Desde mi mirada de género, traté de encontrar algo positivo a este insólito drama que viven el mundo y el país. Entonces hoy me parece que vale la pena resaltar lo que muchos hombres, en este confinamiento y extraña cotidianeidad impuesta, están descubriendo. Y lo que están descubriendo es, en primer lugar, lo absorbente, repetitivo y dispendioso del trabajo doméstico, el significado de lo cotidiano. Muchos ni siquiera lo habían pensado ni percibido. Hoy lo están viviendo. Enfrentados a continuar trabajando desde la casa, miles de hombres hoy deben cocinar, lavar platos, limpiar baños, cocinas y entender cómo
* Psicóloga, Coordinadora del Grupo Mujer y Sociedad. ** Columnas publicadas en El Tiempo entre marzo y junio de 2020.
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funciona esta extraña máquina que está en el patio y que se llama máquina de lavar. Resultado: están rendidos al acostarse por la noche. Y espero que al mismo tiempo que se adaptan a los nuevos ritmos de estas extrañas jornadas del adentro, estén entendiendo también el valor de lo que descubren. El valor del trabajo doméstico. Este trabajo que sostiene el mundo. Claro, hablo de una cierta categoría de hombres, aquellos que viven solos y sin mayores problemas económicos lo que les permite contratar trabajo doméstico, y que en su gran mayoría viven absolutamente desentendidos de lo que significa esta vida cotidiana hecha de incesantes actividades generalmente percibidas por la cultura patriarcal como pequeñas y triviales; tan pequeñas y triviales, digo yo, que son las que cuidan la vida y que
permiten que fluya sin demasiados tropiezos. Por cierto, me estoy refiriendo, y es también importante señalarlo, a una generación de hombres del siglo XX, es decir a muchos de los que hoy tienen más de 50 años. Porque sé también que nuestros hijos, y sobre todo la generación de nuestros nietos, ha tenido que aprender, compartir, y ojalá redistribuir estas actividades de la vida cotidiana que, al fin y al cabo, significan un nueva relación con el tiempo, con los sabores, los olores, el frio y el calor, con la limpieza y la higiene, con la proximidad de los cuerpos de la pequeña infancia y de la vejez, con este cuidado cotidiano del bienestar permanente que se debe traducir, creo yo, en una verdadera estética de la existencia que se resume en una ética del cuidado. Que ojalá sea reconocida algún día como patrimonio inmaterial y mundial de la humanidad. Y sí, muchas actividades que descubren hoy los hombres son para la inmensa mayoría de mujeres de este país, tareas diarias, sistemáticas y rutinarias. Es momento entonces de volver a nombrar que lo que estoy contando se llama economía del cuidado. Este trabajo no remunerado que muchas mujeres regalan al país y a la economía formal y que según los economistas representa hoy aproximadamente un 20% del PIB. Sobre este punto no sobra recordar, aun cuando ya he hablado de este tema en anteriores columnas y en mi nuevo libro Nosotras, las mujeres (Editorial Intermedio2020), que fue la economista Cecilia López quien logró ya hace unos 10 años (ley 1413 de 2010) hacer reconocer y regular la inclusión
de la economía del cuidado en el Sistema de Cuentas Nacionales con el objeto de medir la contribución de las mujeres al desarrollo económico y social del país. En fin, esperemos que este insólito periodo de confinamiento nos permita reflexionar sobre muchos eventos que han sido poco pensados o trabajados por una sociología de la vida cotidiana.
La tristeza también mata
12 de mayo 2020
Un hecho comprobado por todas y todos los especialistas de los adultos mayores, o de la tercera edad o como los llamen es que la tristeza, la soledad y la depresión también matan. Eso se puede comprobar en casi todos los países del mundo a raíz de esta pandemia y del severo confinamiento de los mayores de 65 o de 70. Los viejos, las viejas se mueren de no ver a sus hijos, a sus hijas, a sus nietos, de no tener ningún contacto con el exterior y vivir como una clase de parias de la sociedad. Algunos dejan de comer, otros pierden las ganas de vivir. Y, sí: la tristeza también mata. Este tema se ha vuelto viral y álgido muy particularmente en Francia, un país que ha tenido un récord de muertos en los establecimientos para adultos mayores de 70 años, muchos de 80 y 90 y en situación de dependencia. Los llamados geriátricos de aquí. Y el presidente francés, Emmanuel Macron, ha decretado que todos los adultos mayores de 65 años debían ser confinados y aislados por tiempo indeterminado. Algo parecido pasa en Colombia, donde existe un
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confinamiento bastante severo e igualmente indeterminado para los y las de 70 años y más. Por el momento va hasta el 30 de mayo, pero algunos especialistas recomiendan que sea hasta finales de año o hasta que exista una vacuna. Hoy, en Francia, y ante la indignación y críticas éticas y hasta jurídicas de intelectuales, abogados y expertos en medicina, se habla de una marcha atrás de estas medidas que se refieren a los adultos mayores. Porque, claro, muchos viejos y viejas se preguntan si entran en la categoría de viejos a los 65 años, a los 72 años o a los 90. Yo también me lo pregunto aunque el concepto de viejo no me parece un insulto y, por el contrario, siempre he tratado de dignificarlo. Pero para aquellos y aquellas de 90 y más años, habría que inventar otra denominación. Claro, en general, ya no constituyen o representan ninguna fuerza o aportes a la economía, generando gastos en salud y pensión. Y, sí, hoy existe una especie de infantilización (qué tal los abuelitos de nuestro Presidente) y discriminación de todos nosotros y nosotras los viejos. Nos parece vivir una especie de arresto domiciliario. Entonces preguntémonos: ¿será que los ancianos son más contagiosos que los más jóvenes? La respuesta es no. ¿Será que los ancianos son más vulnerables que el resto de la población? La respuesta es sí. Siempre y cuando precisemos lo que significa vulnerabilidad. Diabéticos: sí; obesos: sí; personas discapacitadas o con enfermedades crónicas: sí. Para estos, el confinamiento tiene que ser estricto y vigilado, a pesar de saber que también algunos se morirán de tristeza y no de coronavirus.
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Y es, entonces, cuando es pertinente tomar algunas medidas para que puedan volver a ver sus hijos, sus hijas o nietos a una distancia razonable y solo a uno o dos por turno y con todas las barreras y los gestos de seguridad. Morirse solo no es aceptable. Nos robaron la primavera, dicen ellos y ellas en Francia. Y probablemente les robarán también el verano. Y de todas maneras quiero dejar en claro que para los y las gobernantes, estas decisiones no son nada fáciles de tomar. Lo entiendo, y sé que no es momento de críticas. Solo quería abrir el debate, quizás porque tengo 77 años.
Estar sola (pero siempre lo he estado) 17 de marzo 2020 En estos días virales, mis hijos me exhortan a estar sola y no salir. Cancelar mis reuniones feministas, mis compromisos y algunas entrevistas. Que no baje al café de al lado de mi edificio a comer un buen croissant leyendo la prensa y saludando como hago cada mañana a uno u otra amiga. Y pensándolo bien, nosotras las mujeres hemos tenido de alguna manera un largo aprendizaje de la soledad. De esta particular soledad que nos impuso una cultura de silencio y ocultamiento. Hemos aprendido a estar solas cuando estábamos (y aún estamos) rodeadas de hombres, cuando sentimos que hablamos otro idioma, cuando nos niegan la palabra. Y recordamos nuestra infancia, esta infancia y sus momentos difíciles cuando nos llegaban de lejos las voces de nuestros padres quienes pronto se separarían. En mi caso
tuve dos hermanos mayores que, por supuesto, no jugaban conmigo; terminaba entonces inventándome juegos y personajes ficticios para acompañarme. También estas muy extrañas soledades de la adolescencia con sus desconciertos y sensaciones de pérdida que siguen siendo para muchos y muchas un infierno. Algo después y en mi caso, cambiar de país fue también un aprendizaje de la soledad. El español que no hablaba fue durante un tiempo una brutal barrera que, de nuevo, me aislaba. Y por supuesto el amor es una gran lección de soledad. Suena paradójico porque todas las canciones populares y los imaginarios románticos nos cantan que el amor es el remedio a la soledad, una verdadera salvación, el milagro del amor como dicen por allá. Y claro no hay nada más falso. Cuántas soledades cargamos casados, o con muchos años de pareja. Hace poco oí decir a alguien que para tomar la decisión de casarse era indispensable amar mucho la soledad. Por no hablar de las inevitables rupturas donde caemos al abismo más negro hasta que nos volvemos capaces de domarla y hacer de ella nuestra más dulce compañía. Entonces para lograr resistir a este Covid-19 nos toca re-aprender a estar solos. Solos, solas de verdad. Y digo solos o solas de verdad porque, como lo acabo de aclarar, la vida es de hecho un largo sendero de soledad, pero de soledades acompañadas, de soledades habitadas. Claro, hablo para los de más de 65 años porque son, dicen todos los especialistas de este coronavirus, los más vulnerables. Hoy tenemos que poner a marchar nuestros propios mecanismos de supervivencia. Quizás entonces es momento de
volver al pasado, hojeando un viejo álbum de fotos, recurriendo a la lectura de buenos libros que son mil ventanas abiertas al mundo y claro, también, a lo que nos ofrecen algunos programas de televisión. Para los que tenemos más de 65 años, esta crisis es, por supuesto, compleja y atemoriza. Pero si la soledad es el remedio y la cura, no hay problema: yo sé estar sola. Sabemos estar solas. Además, quizás este extraño virus llegó para recordarnos que de pronto no es demasiado tarde para que este mundo de la insolidaridad, de las brutales e inhumanas economías de mercado, de la ceguera ante el significado de las migraciones del mundo y de las aun insoportables violencias ante la pobreza y el hambre, nos ponga a reflexionar. Quizás como en La peste del gran escritor francés Albert Camus, lograremos redescubrir el significado de la solidaridad humana que lleva en sí misma una inmensa carga moral. Ojalá sea así.
Las horas silenciosas
26 de mayo 2020
Ángela Merkel, la canciller de Alemania dijo en una de sus intervenciones públicas que para alguien como ella que tuvo que luchar mucho para ganar derechos, como viajar y desplazarse, tomar la decisión de restringir la vida pública había sido una de las decisiones más difíciles de su vida. Y sí, creo que ella como mujer interpreta bastante bien lo que todas sentimos a la hora del confinamiento. Es cierto que este aislamiento puede ser duro también para los hombres pues de alguna
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manera, en su larga historia, es la primera vez que descubren el encierro doméstico obligado. Esperemos así que en este tiempo muchos hayan podido reflexionar sobre lo que llamamos hoy la economía del cuidado que no es ninguna invención de las feministas sino una dura realidad que no conoce domingos y que se resume en tareas de limpieza, de cuidado del mundo y en un olor a sábanas limpias que devela un encierro forzoso asumido desde hace siglos por la gran mayoría de las mujeres. Y una vez más y de alguna manera gracias a este extraño virus me parece interesante volver a la historia de las mujeres, una historia incomparable con la de los hombres que siempre han habitado el mundo desde el afuera, desde lo público, desde una incomprensible ceguera relativa al otro, quiero decir a la otra, a las otras, a todas estas mujeres que les hacen siempre la vida más soportable. Durante siglos, los hombres pudieron llegar tranquilos a la casa. Alguien los esperaba. Mientras la vida de las mujeres era prácticamente inaccesible porque es silenciosa, interior e invisible, sin discursos, pues casi nada subsiste a la muy escasa escritura femenina, los hombres eran (y son aun) visibles, los hombres hablaron, escribieron y llenaron el afuera y los espacios públicos, ricos o pobres. Habitaban el mundo mientras las mujeres confinadas tenían que aprender el silencio y resistir estas largas horas silenciosas. Y probablemente como nos lo dicen los historiadores de la vida privada, se supo más de las mujeres por lo que callaban. Claro me van a decir que han existido a lo largo de los siglos grandes mujeres: yo lo sé, existieron las María de Magdala, las Christine de Pizan o las Heloisa entre centenares, quizás miles de otras. Si lo sé. Además todas des-
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cubiertas desde hace poco y en gran parte gracias a historiadoras curiosas y feministas. Digo esto quizás para dar cuenta de este extraño sentimiento que me habita hoy en estas horas silenciosas que estoy viviendo. Quizás explica mi impaciencia por volver a salir, por volver a habitar el mundo con la convicción de que en una democracia—y lo decía también Ángela Merkel—jamás deberían dictarse restricciones de este tipo aun cuando son hoy imprescindibles para salvar vidas y lo entiendo. Solo trato de explicarme a mí misma este malestar de un confinamiento obligado. Claro sabemos también, y esto es reconfortante, que las mujeres siempre supieron encontrar lugares de resistencia y sitios de encuentros entre ellas, es decir pequeños simulacros de vida pública. Era (y lo es todavía) su única manera de no desaparecer. En fin, creo que cada una está viviendo estas horas silenciosas de confinamiento desde su propia historia. No podría ser de otra manera. Y lo que quería señalar hoy es que los confinamientos de hombres y mujeres son incomparables. Para los hombres es una experiencia novedosa, para nosotras es un triste retorno a algo que hace parte de nuestra historia.
Confinamiento e Interrupción voluntaria del embarazo (IVE)
28 de abril 2020
Para muchas mujeres la cuarentena ha significado un aumento en el tiempo destinado a las labores del hogar y a los roles de cuidado en la convivencia con sus parejas. Este hecho puede derivar, como se ha demostrado, en un aumento en las violencias de género, incluida la violencia
sexual. En efecto, en este contexto de violencias intrafamiliares, sabemos que muchas mujeres son víctimas de relaciones no consentidas durante este aislamiento preventivo. Para nadie es un secreto que obtener en Colombia anticonceptivos como preservativos y métodos de emergencia resulta difícil y que, si antes del Covid-19, ya existían muchas barreras en condiciones “normales” para la interrupción voluntaria de un embarazo, ahora la situación es mucho más compleja. Se vuelve difícil cuando se desconoce que el servicio de aborto sigue siendo una urgencia médica durante la emergencia sanitaria. Se agudiza cuando las EPS o IPS se excusan en la priorización de los servicios de salud relacionados con el Coronavirus para no atender las solicitudes de IVE, dilatando la atención e incumpliendo los términos legales para dar respuesta (5 días). Hoy todos los pretextos son buenos. Sin olvidar que en estos días de conmoción mundial, muchas mujeres que quieren interrumpir su embarazo deben movilizarse hacia instituciones de salud que se encuentran fuera del municipio que habitan para realizarse el procedimiento, y que las EPS no están garantizando, como es su deber legal, su traslado oportuno lo que aunado al cierre de las terminales de transporte intermunicipal constituye una barrera casi imposible de superar. También están las mujeres que no pueden acudir a los servicios de salud para iniciar la ruta del IVE porque no tienen con quien dejar a sus hijos e hijas, una realidad abrumadora para las madres solteras. En cuanto a la virtualidad de los trámites, es bien sabido que muchas mujeres no tienen esta posibilidad.
Sumado a esto, resulta paradójico que en una época de sobreinformación, algunas mujeres en el contexto de confinamiento no obtengan información veraz sobre sus derechos sexuales y derechos reproductivos que les permitan tomar decisiones libres sobre su cuerpo. Al respecto, el último comunicado (190 del 2020) del Ministerio de Salud y Protección Social indica que las instituciones prestadoras de salud deben orientar y dar información sobre IVE, que hace parte del Plan de Beneficios de Salud para todos los regímenes de afiliación; y que el servicio de telemedicina, que por esta época ha generado tanta polémica, es vital para la asesoría durante la pandemia, pues propone el acompañamiento oportuno y personalizado de un profesional de la salud a las mujeres que no tienen la maternidad en su proyecto de vida. El servicio de IVE, por tanto, es esencial, inaplazable y urgente. En el contexto del aislamiento preventivo es de vital importancia que las mujeres no se vean en la necesidad de acudir a métodos de aborto clandestinos que pongan en riesgo su vida o se expongan a una maternidad forzada, producto de las medidas selectivas de las entidades e instituciones prestadoras de servicios de salud en conjunto con la falta de control del Estado sobre las mismas. Ya suficiente presión tienen muchas mujeres en estos tiempos de cuarentena. Por eso, el aislamiento preventivo no puede de ninguna manera constituir un obstáculo en el derecho que les asiste de decidir sobre su cuerpo, su sexualidad y su intimidad. Para los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, ni un paso atrás.
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Nicolás Morales Thomas*
Lavar baños Lavar baños. Sí, en efecto, llevaba dos décadas sin hacerlo, desde los treinta años, cuando pasé a ser un asalariado. Eso gracias al acompañamiento de fantásticas mujeres, una de la cuales se pensionó hace ya una década. Pero obvio, por estos días volví a la tarea. Por supuesto, en dos décadas habré lavado una que otra vez el baño. En una finca o en un apartamento prestado, en alguna vacación de navidad, pero fueron contadas veces. Trazo los caminos de la memoria de algo tan importante y a la vez tan anodino. Y ahí está mi servicio militar. Gracias al confinamiento y al hecho de volver a lavar baños recordé fragmentos completos con muchas texturas de mis años de soldado. Entre 1989 y 1990 lo hice las veces que fue necesario; lavar grandes extensiones de baterías de baños que encontré siempre en el mismo estado: desastroso. No podía ser de otra forma, era una compañía de más de 200 soldados, jóvenes y vigorosos. Pues bien, las descripciones serán siempre pocas para entender el desafío. El punto era pensar estratégicamente: cuándo el agua, dónde el jabón y qué tanto debes meter la mano (por cierto, muy pocos productos de limpieza nos daban).
* Politólogo. Editor y columnista.
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Dos veces lo hice con rabia. La primera por mi pésimo resultado en mis pruebas de atletismo militar (cuatro días seguidos lavando) y la segunda por recordar, con algo de impertinencia, a un oficial que la Constitución del 86 garantizaba el equilibrio de los poderes, pues el pobre no tenía ni idea. Esa última me valió una semana. Lavar el baño era un castigo por saber qué decía ese articulado tan conservador. La prueba de fuego, y eso lo tengo claro, fue lavar los baños en un batallón en Barrancabermeja llamado el Nueva Granada. Y lo fue porque casi no había agua. Nunca entendí cómo mi compañía no enfermó de difteria. Incluso recuerdo una semana completa sin un solo día de agua. Fue cuando varios decidimos que nuestro baño sería un pequeño bosque aledaño a la pista donde desembarcaban los aviones con soldados heridos en la época de la expansión del paramilitarismo contra la guerrilla en el Magdalena Medio. Lavar esos baños sí que exigía inteligencia, método, claridad. Un soldado de Cúcuta me mostró que el agua no siempre es necesaria. Él venía de un pueblo sin acueducto y me mostró el poder de
unas hojas de árbol que limpiaban, no siempre con ideales resultados. Fue duro, pero entendí eso del lujo del agua. Por supuesto, lavé mucho mi baño en París cuando fui a estudiar sociología. Tal vez no tantas veces como hubieran querido las amigas de mi madre que alguna vez le pidieron prestado mi cuarto para no pagar hotel, y que a renglón seguido le sapiaron a la señora Thomas mi incapacidad de mantener correctamente un baño. Los discursos por teléfono de mi madre eran más o menos siempre los mismos: “las mujeres han hecho esa tarea toda la vida, ¿y las has oído quejarse?”. Los amigos que yo alojé, en cambio, nunca dijeron nada porque, supongo, no esperaban mucho de un estudiante en París. Y los franceses no lavan tanto el baño pues no hay tiempo ni tanta ayuda doméstica. Por cierto, en Colombia es -en cambio- una exigencia compulsiva, algo exagerada lo de limpiar baños. Casi es una prueba civilizatoria. En fin, el caso es que yo tenía mucho tiempo y París era una fiesta. Y ya cuando no había más remedio , lavaba el baño.
Lavar el baño. Hoy lo he vuelto a hacer con mejor técnica. Los productos son más sofisticados. Hay tiempo por estos días. No me desagrada en lo más mínimo. Es una tarea puntual y ya; me permite moverme. Claro, en estas épocas de encerramiento el discurso feminista de la doble jornada laboral de las mujeres –que ya tiene muchos años- toma total relevancia. Pienso en las mujeres que me han ayudado en casa por años y pienso que así como lavan mi baño, por la noche llegan a su casa a lavar el de ellas. Por eso tal vez esta sea una época que reequilibra fuerzas. La cosa es que disparó mi memoria de algo que el 90 % de los colombianos -y sobre todo colombianas- hacen a diario y los que tienen agua. Sin recompensa. Sin sentirse héroes. Sin intelectualizar ligeramente y sin una merecida cerveza que me tomo hoy.
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Remembranzas Silvia Milena Rueda Navarro AutonomĂa (2020) TĂŠcnica: Marcadores sobre papel.
Ángela María Estrada Mesa (1951-2020) Gracias Ángela María por los caminos abiertos, la calidad y calidez de tus aportes, tus proyectos y tus realizaciones. Un reconocimiento a tu trayectoria vital. El Grupo Mujer y Sociedad, del cual hiciste parte, está presente en estas palabras pronunciadas en el momento de tu partida.
“Te agradezco cada enseñanza, cada carcajada, cada cantada, cada cocinada, cada viaje, cada consejo, cada lonchera, cada complicidad, cada día que me hiciste sentir que era capaz de todo”. Juanita Goebertus Estrada Así se refirió a su madre cuando murió, dejándonos con una sensación de tristeza y nostalgia por lo rápido que se esfuma el tiempo y la falta de momentos para haber compartido más, pero a la vez una profunda admiración por su capacidad para gozar y proyectarse en la vida desde diferentes dimensiones. Ella es la primera compañera del Grupo Mujer y Sociedad, con quien compartimos por lo menos diez años, que nos deja. Una virtud para resaltar es la de vivir de manera apasionada distintas interacciones y espacios.
Así lo reconocí en la celebración de su muerte, digo celebrar en el sentido que explicó el monje budista que presidió la ceremonia: “ella está aquí compartiendo con nosotros este momento”. Estas palabras me impactaron, reconocí en ese momento una energía especial, mientras estaba sentada en un círculo, símbolo de vida, en medio de flores y árboles, bajo un cielo azul penetrante y recibiendo el intenso sol bogotano, que nos abrazaba a todos. Quienes fueron más cercanos, resaltaron la calidad de sus encuentros con ella, relatando su capacidad de gozo en actividades que con tanto entusiasmo emprendía. Participaron sus hijas, a quienes formó como mujeres de excelsa proyección social: Lina, una artista y gestora cultural; Juanita, politóloga, hoy representante a la
* Fotografía tomada de: https://i.ytimg.com/vi/k6IIvV9ME4I/maxresdefault.jpg
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Cámara y líder de la oposición. Juanita resaltó el impacto que sobre ella tuvo haber asistido con su madre a las reuniones del Grupo Mujer y Sociedad, cuando iniciamos precisamente esta revista. Cuando intervinieron sus primos e hijas admiré en Ángela María, cómo asumía la cotidianidad de manera especial. Porque ellos rememoraron su amor por la música y por cantar, gozaba cocinando y compartiendo comidas con sus allegados y amigos. Al tiempo, sus amigas reiteraron su solidaridad y comprensión. Los psicólogos y docentes resaltaron sus capacidades intelectuales y su paso por los espacios académicos: fue psicóloga y Master en investigación y tecnologías educativas de la Universidad Javeriana, Doctora en psicología social, de la Universidad Federal de Pará del Brasil y al tiempo se desempeñó como docente e investigadora de las universidades de los Andes, Javeriana y Nacional de Colombia. Su interés central en los últimos años fue el estudio de los procesos de subjetivación y cultura política, en especial de las víctimas del conflicto armado o las poblaciones estigmatizadas. Con un interés político en el más amplio sentido de la palabra, Ángela María era una militante de la psicología social y de la intervención en lo social. Esta labor la plasmaba al
tiempo que hacía su actividad docente, formando los y las estudiantes, como muy emocionadas ellas mismas resaltaron en la ceremonia. Ángela María se destacó en el feminismo académico, introduciendo los estudios de género y de la diversidad en la psicología y otros campos de las ciencias sociales. Además, nos entregó aportes invaluables desde la filosofía, para la fundamentación epistemológica de quienes laborábamos en la Escuela de Estudios de Género o construíamos la investigación en las instituciones universitarias. Me gustaría que Ángela María nos siguiera aportando a todos y todas en las actividades docentes y escribiendo, por varias décadas más. Pero su proyección continúa a través de una obra escrita que plasmó en más de cincuenta textos. Fue inolvidable asistir a un ritual que permitiera revivirla de esa manera, donde la muerte hace parte de un paso a otra dimensión. Posiblemente ella, ante lo inevitable de la misma, nos quiso dejar este mensaje. Antes no lo había pensado, pero ¿por qué no decirlo?, me enseñó a construir mi propio paso hacia la muerte. Yolanda Puyana Villamizar
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María Susana Awad de Ojeda (1919-2020)
Primera alcaldesa de Ocaña Su huella en el camino de las mujeres colombianas María Susana Awad quien, nació el 25 de diciembre de 1919 en Río de Oro, población del departamento del Cesar; desde los años cuarenta del siglo XX y a lo largo de la Violencia, inició su trayectoria como lideresa política comprometida con las ideas liberales y el movimiento sufragista. Sorteó las barreras a la libre comunicación en aquellos tiempos, contribuyendo a la circulación clandestina de documentos que escondía cerca de su corazón. “Eran tiempos en que (sic) a las mujeres se las identificaba por su partida de bautismo o de oídas porque alguien las conocía”, comentaba María Susana, refiriéndose a la falta de
la cédula de identificación para las colombianas. Fue después del mandato del General Gustavo Rojas Pinilla, durante el plebiscito de diciembre de 1957, cuando las mujeres concurrieron por primera vez a las urnas. Eduardo Cote Lamus, gobernador de Norte de Santander, la nombró como primera alcaldesa de Ocaña, municipio enclavado en la cordillera Oriental, lugar donde residía con su esposo Pedro Julio Ojeda y sus hijos Alonso, David y su hija Eufemia. Ejerció el cargo entre 1962 y 1964, afrontando la extrañeza y las resistencias a la participación de las mujeres en responsabilidades políticas y administrativas, en un ambiente de tradición patriarcal acentuada. Se desempeñó también durante varios años como concejala municipal en Ocaña.
* Fhttps://www.eltiempo.com/politica/partidos-politicos/susana-awad-pionera-politica-y-lideresa-colombiana-496964
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María Susana Awad, reconocida como una trabajadora incansable, conversadora y risueña, con un carisma que le permitía aglutinar grupos de mujeres alrededor de la política, fue fundadora del Movimiento Regional Femenino en Ocaña, grupo que organizó la bienvenida a Jorge Eliécer Gaitán en su visita a ese municipio en 1947. Hacia 1974, luego del fallecimiento de su esposo, se trasladó a Bogotá en donde residían sus hijos. Se desempeñó durante 16 años como directora de la Quinta de Bolívar en Bogotá e hizo parte de la Sociedad Bolivariana de Colombia y otras organizaciones; se convirtió en una lectora asidua de la historia de Colombia y, en especial, del pensamiento de Simón Bolívar; despertaron su interés, ante todo, las mujeres que participaron en la Independencia. Junto a Alicia Hincapié en 1998 publicaron el libro Las mujeres mártires de Colombia, y en 2013 publicó La pluma viva de María Susana. Manuelita Sáenz, 200 años de olvido. María Susana Awad manifestó su apoyo a tres procesos de paz: al pacto suscrito por los políticos Alberto Lleras Camargo y Laureano Gómez (primero en Benidorm, el 24 de julio de 1956, y luego en Sitges, el 20 de julio de 1957), de alternación del gobierno durante dieciséis años entre los partidos liberal y conservador conocido
como el Frente Nacional, con el cual se buscó resolver la gran confrontación bipartidista que cobró una cifra indeterminada de víctimas; el Acuerdo de Paz entre el M19 y el gobierno colombiano suscrito en Caloto, Cauca, durante la presidencia de Virgilio Barco Vargas, en marzo de 1990, y el Acuerdo de Paz entre la insurgencia de las Farc-Ep y el gobierno nacional en la presidencia de Juan Manuel Santos, suscrito en 2016. La primera alcaldesa de Colombia hizo parte de la Academia de Historia de Ocaña, del Consejo de Mujeres de Colombia, la Sociedad Napoleónica, la Sociedad Santanderista y la Asociación y Casa de Cultura Nacional, entre otras entidades; fue, además, presidenta del Centro de Estudios Interdisciplinarios de la Quinta de Bolívar. María Susana Awad de Ojeda, el 11 de abril de 2020, durante el confinamiento por la pandemia del Covid-19, luego de haber cumplido los cien años, falleció en Bogotá dejando tras de sí el recuerdo de una mujer que vivió con intensidad los grandes cambios de la vida política de las colombianas durante la segunda mitad del siglo XX. Rememoramos su activismo en pro del voto femenino en momentos en que las colombianas no gozaban del derecho a la ciudadanía y la cultura patriarcal obstaculizaba su libre desempeño social, político y cultural en el país. María Mercedes Tello Sánchez María Himelda Ramírez Rodríguez
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María Nelly Murillo Hinestroza (1941-2020)
Compartimos y aprendimos de la profe Nelly su beligerancia y su autonomía
rrogar la concentración de poder que reproduce procesos de opresión y discriminación.
Hasta pocos días antes de su fallecimiento, y próxima a cumplir sus 79 años de vida, la voz de María Nelly Murillo traspasaba barreras del tiempo y la distancia con su presencia activa, su energía vital, sus denuncias frente a la persistencia de procesos de opresión y discriminación étnico-raciales, su beligerancia, su contundencia y la firmeza de su frente en alto y su mirada aguda. Su voz insistente seguirá animando la vida en casas y calles, escuelas y universidades, plazas públicas y recintos oficiales.
Hoy rendimos homenaje en estas páginas construyendo una polifonía de voces que se pronunciaron a través de las redes libertarias de comunicación:
La recordamos en sus permanentes lecciones sobre la importancia del Bloque Constitucional y sentimos la fuerza de su voz para exigir el reconocimiento de los derechos de las comunidades negras en toda su diversidad, para inte-
Escuchemos, en primer lugar su propia voz: “La mujer negra en el mundo es víctima de exclusión, y la agreden diariamente con la xenofobia y la endo-discriminación. Le vulneran sus derechos sin ninguna consideración, por sus características genotípicas y somáticas, grados visibles de melanina y queratina, símbolos con los que le hacen cualquier des-juicio. Somos afrodescendientes hasta cuando se demuestre que África dejó de ser la cuna de la humanidad, afrocolombianas por la estatalidad, la nacionalidad y la ciudadanía, afro todo lo demás. Yo me autodefino afro-desgraciada -porque hasta ahora no han tutelado mis derechos
Fotografía: https://www.telesurtv.net/news/colombia-fallece-lideresa-comunidades-negras-bogota-20200622-0039.html
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ni me los han permitido tutelar- término que acuñó el doctor Chucho Lozano en Bogotá, pero que después resolvió cambiarlo. Nos autodefinimos negras y negros hasta lograr conseguir la compensación reparada por los daños y los sufrimientos acaecidos por la trata trasatlántica, el comercio humano interoceánico y el holocausto negro que nos impusieron sin cesar”
María Nelly Murillo Hinestroza1 Traigamos a esta remembranza, algunas de las muchas palabras de reconocimiento, admiración y aprecio, mensajes que circularon a través de grupos de WhatsApp, como un homenaje a su vida: Hoy falleció nuestra compañera de luchas Negras, Afrocolombianas, Raizales y Palenqueras. María Nelly Murillo Hinestroza, mujer luchadora, educadora y guerrera, engalana elegante el panteón de nuestras ancestras y ancestros. Su ejemplo nos dará fuerzas para continuar nuestras luchas. Ejemplo de vida, una gran heroína, paz en su tumba. Con el corazón acompañamos a la familia de la profe Nelly y enviamos nuestras condolencias. ¡Ay que triste! ¡Una gran pérdida! Que viaje liviana nuestra profe Nelly con quien recorrimos caminos construyendo juntas. ¡Cuántas enseñanzas! La recuerdo en el primer Consejo Consultivo de Mujeres. Nos enseñó mucho. Nos daba cátedra esta mujer bravía; le gustaba ser reconocida así y así la preservaré en mi memoria. ¡¡¡Gloria y honor a todas nuestras combatientes por la justicia para las mujeres, en su diversidad de condiciones y situaciones!!! 1
https://www.facebook.com/visajenegro/videos/300267667251367/
María Nelly, buen viaje: Tu espíritu luchador y tu resistencia quedan con nosotras. Nos compartiste tu sabiduría y fuerza. Una gran mujer, compañera y amiga. Para su familia un gran abrazo, paz y fortaleza en estos momentos tan difíciles. Nos deja un gran legado. Una mujer con mucha vitalidad, grandes conocimientos sobre derechos humanos, principalmente los derechos de negras, negros, raizales y palenqueras. Consternada, con la noticia. Mis más sentidas condolencias para su familia. Nelly, estará en nuestramemoria por siempre. Cómo dicen las poetas, sólo morimos si llega el olvido. Querida Nelly, ya eres eterna. Profundo reconocimiento y admiración por su magisterio, sus resistencias y su persistencia. Abrazo para Alix Dehyra -su hija- con quien tanto aprendimos, y para hijos, hijas y su gran familia toda nuestra solidaridad en estos momentos. La recuerdo en las polifonías de voces realizadas tantas veces en el Teatro La Candelaria, y de manera especial cuando preparábamos la conmemoración del 8 de marzo en el año de 2004. Allí, la profe Nelly propuso, con argumentos sólidos en los que compartía experiencias metodológicas transformadoras, reconocer la importancia de las sabidurías ancestrales para transformar los procesos de producción, circulación y transformación de los conocimientos. Ahora, registremos una muestra de los homenajes que circularon por las redes de comunicación libertaria, a través de páginas web: “La lideresa social Nelly Murillo, desempeñó varias funciones en pro de los derechos de las
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comunidades afro en Colombia. El Grupo de Investigación sobre Igualdad Racial, Diferencia Cultural, Conflictos Ambientales y Racismos en Américafricalatina, informó este lunes el fallecimiento de la lideresa y maestra, Nelly Murillo Hinestroza. (…) se dedicó desde 1978 a la educación, gestación y participación desde los espacios afrocolombianos. Murillo fue también consejera local cultural en Bogotá por más de 21 años, y consultiva de Alto Nivel por Bogotá. Además, trabajó como directora de la Asociación Afrocolombiana Intercambio de Expresión “AIE”, cuyo objetivo era luchar por la “titulación de los derechos humanos desde el trabajo de la constitución nacional, la legislación colombiana, los instrumentos jurídicos internacionales con base en el trabajo comunitario para la participación en el poder integral. De acuerdo con el portal de la institución cultural cubana, Casa de las Américas, Murillo fue aportante a la calidad y estilo de vida integral y contextualizada de los derechos humanos de los grupos vulnerables; así como “cooperadora
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en la resolución no violenta de conflictos, para el mejoramiento de las relaciones diversas, con apertura desde la diversidad, étnica, y el diálogo intercultural sin priorizaciones de las Culturas dominantes ni minimizaciones de las Culturas Autónomas”2 Nos unimos también a otras voces, presentes en este homenaje, entre muchas otras: http://afrocolombianosvisibles.blogspot. com/2011/06/ma-nelly-murillo-hinestroza.html http://mesamujeresafro.blogspot.com/2019/05/ dia-10-organizaciones-de-mujeres-afro.html
Juanita Barreto Gama
2 https://www.telesurtv.net/news/colombia-fallece-lideresa-comunidades-negras-bogota-20200622-0039.html
Rosita Turizo de Trujillo (1929-2020)
Breve remembranza de Rosita Turizo y de su significación en el movimiento feminista, desde la memoria de nuestro andar en la militancia feminista.
mujeres magníficas. Los avances logrados solo pueden entenderse por el liderazgo de algunas, pero afincado en el trabajo de muchas otras que no cejaron en su lucha por la autonomía y la igualdad en todos los campos.
En los años 80, las feministas colombianas, que no éramos muchas, aceptamos el reto de adelantar el Primer Encuentro Latinoamericano Feminista en Bogotá. Fue además de la reflexión, la construcción de propuestas, el dimensionamiento de lo que nos interesaba transformar y del largo camino a recorrer para avanzar en la consecución de derechos y de oportunidades frente a la vida, como mujeres latinoamericanas y como ciudadanas.
A mediados de esa década, se conformó el Colectivo de Mujeres de Bogotá, que se reunía semanalmente en la sede de la Casa de la Mujer, donde confluían organizaciones y mujeres feministas a título individual y se adelantaba debates intensos, que nos permitieron formarnos, conocer sobre el feminismo y conocernos entre nosotras, así como interactuar en otros escenarios del país y de América Latina1. Conocer directamente o por referencias a mujeres excepcionales como Ofelia Uribe de Acosta,
El pensarnos en este segundo aspecto, nos dio la posibilidad de recuperar los nombres e historias de mujeres que habían contribuido a abrir el camino, a tapizar la senda que recorreríamos, con retos y dificultades, limadas, gracias a ellas. Seguimos estando en deuda con muchas de estas
1 Unión de Ciudadanas de Colombia; la Unión de Mujeres Demócratas, UMD; Mujeres Socialistas; Casa de la Mujer; Diálogo Mujer; A luchar; estudiantes, académicas y sindicalistas feministas; mujeres de Iglesia del campo de la Teología de la liberación, feministas a título individual, y muchas otras compañeras más.
Fotografía: www.youtube.com%2Fwatch%3Fv%3DL36fAx3CqKc&psig=AOvVaw0hmESE1NBXBDEnIkaTq64N&ust=159843821963400 0&source=images&cd=vfe&ved=0CAIQjRxqFwoTCKC_54GVtusCFQAAAAAdAAAAABAE
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Julia Mancera de Camargo, Rosita Turizo, María Teresa Arizabaleta, Helena Páez de Tavera (y algunas más, cuyos nombres se me escapan), mujeres sufragistas, que seguían luchando por transformar la condición y situación de las mujeres, para hacer realidad la igualdad frente a la ley y frente a la vida. Hay dos momentos que intento rescatar en la memoria, ligados concretamente a Rosita Turizo, que no son muy visibles en sus múltiples biografías y que nos hablan de su persistencia en el compromiso con las mujeres. El primero ligado al esfuerzo propositivo que se realizó desde el movimiento feminista con ocasión del fallido proyecto de reforma Constitucional en el gobierno de Barco en los años 88 y 89, que contribuyó al ejercicio de pensarnos en el marco de una Constitución Política afirmándonos sobre los principios de igualdad y libertades afianzados en una masiva participación. Muchas de estas propuestas se recogerían en nuestro trabajo de cabildeo de cara a la Asamblea Constituyente de 1991. En este esfuerzo feminista, Rosita jugó un rol convocante y propositivo destacado en Medellín, que hace que en los diversos espacios creados en Bogotá, Cali, y ciudades de la Costa y Santander entre otras, se acoja el nombre de Rosita Turizo para encabezar la lista, corta pero significativa de mujeres feministas candidatas a la Asamblea Constituyente. En un ejercicio de compromiso y activismo feminista motivante, quienes había-
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mos propuesto participar con lista propia, asumimos el lema: MUJER, vota por ti, MUJER.” Y con unas lidas chapolas, ilustradas por Diana Castellanos y teniendo a Norma Villarreal como segunda en la lista, aguardamos con ilusión que pudiésemos llegar a la Asamblea Constituyente con una Mujer Feminista que defendiera las propuestas construidas, retomadas y enriquecidas en esos tres años. Desenlace: no logramos superar las diferencias para abrazar este sueño juntas, pero mantuvimos la base propositiva para realizar con argumentos sólidos el cabildeo que nos permitió posicionar significativas reivindicaciones en la nueva Constitución Política y abrir el debate sobre otras con visiones propias, como la libre opción a la maternidad y los derechos sexuales y reproductivos, la objeción de consciencia, la participación democrática, la pluriculturalidad. También nos hizo posible trascender el ámbito feminista e interlocutar con representantes de colectividades democráticas diversas. Imposible no recordar estas gestas unidas al nombre de Rosita Turizo, pionera de muchas luchas e impulsora de espacios feministas representativos.
Norma Enríquez Riascos, 2020 Kolectiva Feminista de Pensamiento y Acción Política, CLADEM, Casa de la Mujer de Bogotá y Fondo Lunaria
Ángela Salazar Murillo (1954-2020)
Ángela Salazar, la comisionada de la verdad de los pueblos negros Verdad y Memoria 8 ago. 2020 - 7:00 a. m. Por: Colombia en Transición Tras cinco días en cuidados intensivos por las complicaciones que le trajo el COVID-19, murió este 7 de agosto en Apartadó, en el Urabá antioqueño, donde dedicó buena parte de su vida a la defensa de los derechos de las mujeres. María Ángela Salazar Murillo era oriunda de Tadó (Chocó) y desde muy joven se radicó en Apartadó. / Cristian Garavito Murió en el corazón de la región en la que entregó su vida a la defensa de los derechos de las mujeres. En la madrugada del viernes 7 de agosto,
luego de estar cinco días en cuidados intensivos por las complicaciones que le trajo el COVID-19, María Ángela Salazar Murillo falleció en Apartadó, en el Urabá antioqueño. Allá decidió irse para encontrarse con los suyos en medio de la angustia por la pandemia. Hasta su último día habló con sus compañeros de la Comisión de la Verdad para asegurarse que la verdad de los pueblos negros, bandera que asumió al interior de esa instancia, no quedara huérfana con su partida. Antes de entrar a la Comisión para asumir esa causa, su lucha se centró en defender a las mujeres. Quienes la conocieron desde los años noventa recuerdan que su papel desde el barrio Obrero en Apartadó, a donde llegó desplazada de Tadó (Chocó), fue fundamental para tratar los dolores que la guerra iba dejando en las mujeres del
Fotografía: https://www.elespectador.com/colombia2020/justicia/verdad/angela-salazar-la-comisionada-de-la-verdad-de-los-pueblos-negros/
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Urabá. Gloria Cuartas, defensora de derechos humanos y exalcaldesa de Apartadó, recuerda hoy que la Casa de la Mujer de ese municipio existe en buena medida gracias a la labor de Ángela Salazar y otras mujeres que aun medio del conflicto armado pensaron la posibilidad de encontrarse. “Ángela escuchó el dolor de las mujeres: mujeres violadas, mujeres desplazadas, mujeres que estaban en esa angustia de tener un hijo paramilitar o un hijo en la guerrilla. Tenía esa fortaleza espiritual de entender los silencios, el dolor y las búsquedas políticas de las mujeres”, resalta Cuartas. Esa reivindicación la había empezado en realidad años atrás, cuando en su trabajo como profesora, alfabetizando en las plantaciones bananeras en las que trabajaba su esposo, se dio cuenta de la violencia que vivían las mujeres. Entonces empezó a enseñar también sobre autonomía, sobre no dejarse maltratar y sobre la importancia de aprender otros oficios. Ángela Salazar ayudó a que las mujeres del servicio doméstico se organizaran en un sindicato, y trabajó desde su plataforma Iniciativa de Mujeres por la Paz (IMP) documentando casos de violencia sexual en el marco de la Ley de Justicia y Paz. En medio de ese proceso de paz con los paramilitares, promovió encuentros entre mujeres excombatientes de las autodefensas y mujeres víctimas del accionar de esos grupos en la región. Ángela Cerón, una mujer que caminó con ella en el Urabá como parte de la plataforma IMP, recuerda que mostraba orgullosa el mural que
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habían construido esas mujeres en el parque de Apartadó en un acto de reconciliación, que luego algún alcalde borró. A pesar de tener encima décadas de trabajo con mujeres víctimas en el Urabá, estaba insegura de postularse a la Comisión de la Verdad, pese a que el grupo de seguimiento a la ley de Víctimas de Medellín la impulsó para que tomara esa decisión. Cerón, que le ayudó a armar su hoja de vida en ese momento, cuenta que no se sentía preparada para asumir esa tarea y se moría de nervios antes de presentar la entrevista ante “los doctores” del comité de escogencia. Días después le avisaron que sería comisionada de la Verdad. Allí llegó como representante de las víctimas, pero al ser una mujer negra tomó la representación de los pueblos negros. Como le preocupaba que era la única comisionada que no era profesional, se la pasaba estudiando y aprendiendo. En todos los espacios estaba con su libreta y su lapicero, y luego sus apuntes los pasaba juiciosamente a su computador. Danny Ramírez, la encargada del equipo del Enfoque Étnico de la Comisión, quien viajó con ella en muchas ocasiones, recuerda que “estaba preocupada porque no conocía tanto de la historia de las reivindicaciones de la gente negra, entonces para ella la Comisión fue un espacio de aprendizaje constante y de cercanía a la diversidad de lo negro. Ella no conocía Palenque ni San Andrés y pudimos ir a esos lugares. El tema de la afrourbanidad lo conocía por Medellín, pero se dio cuenta de que eso era más grande. Su compromiso fue creciendo hasta su último día. Pocas horas
antes de morirse, su preocupación era que esto no fuera invisible, que las voces salieran y que pudiéramos hablar de las relaciones del racismo y el conflicto armado”. El reconocimiento de los actores armados era su otro pendiente. “Ella quería que los exmiembros de las Farc y las Auc pudieran reconocer la afectación a la gente negra. Estuvo en dos reuniones conmigo y estaba muy pendiente de que ellos reconocieran el despojo y que por las intervenciones de ellos hubo rupturas en el tejido organizativo y social de las comunidades negras, y eso ocasionó la estigmatización de la gente negra”, dice Danny Ramírez. Ni en los momentos más dolorosos, perdió la sonrisa. Todos los que la conocieron la recuerdan como una mujer alegre, dicharachera, coqueta y con carácter. Además, para ella no existían las jerarquías. “Ella en la Comisión no comprendía que los comisionados eran jefes. “Siempre decía: “aquí todos somos compañeras y compañeros. Se sentaba en el comedor con nosotros. Llevaba su almuerzo y comía con la gente, y le metía la cuchara al uno y le repartía al otro. Se sentaba con las señoras del aseo, con los vigilantes y bromeaba. Se gozó la Comisión de principio a fin. A todos los viajes quería ir y hablar con la gente. Ella decía “la gente quiere hablar con nosotros
y nosotros estamos aquí para la gente”, recuerda Ramírez. En el homenaje para despedir a Ángela Salazar que organizó este viernes la Comisión de la Verdad, el padre Francisco de Roux cumplió a cabalidad con la última petición que le hizo cuando hablaron el jueves. Hizo una oración por ella: “Misterio del amor y de la vida que nos pusiste juntos al lado de las comunidades y de las víctimas en la lucha por la verdad y la justicia. En ti mismo, en tu misterio que nos es incomprensible, unimos a nuestra hermana Ángela, compañera incansable que nos amarró siempre a la vida cotidiana de nuestro pueblo; gracias porque en ella vimos, oímos y tocamos la verdad del sufrimiento y el coraje que está más allá de toda discusión y de toda teoría porque en ella aprendimos a no tenerle miedo a la cercanía (…) Te pedimos para ella la paz profunda por la que siempre soñó, pero no te pedimos el descanso, porque para Ángela el cielo es seguir desde el corazón de su pueblo y desde lo hondo de nosotros mismos, su comisión, la lucha hasta siempre para que de la verdad pegada al cuerpo de la gente nazca la paz y la justicia y las comunidades afro, indígenas y campesinas puedan poseer y cultivar la tierra y celebrar la fiesta de su dignidad en la maravilla de sus culturas propias.”
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Luz Rojas Restrepo (1948-2020) Era la década de los sesenta, pero a veces nosotras sentíamos que éramos brujas del pasado, encima de una escoba voladora que se dirigía hacia el futuro.
Éramos las tres mosqueteras feministas, salidas o expulsadas de la izquierda Estas palabras de Cris y Main Suaza Vargas recuerdan con alegría la vida, la amistad y los caminos abiertos en las prácticas transformadoras que controvierten la reproducción del poder patriarcal, en todos los espacios por donde transitan sus voces, sus cantos, sus cuentos y sus sueños. Dice Cris: He estado un poco callada pues estoy triste debido al fallecimiento de una amiga feminista muy querida. Se trata de Luz Rojas, quien formó parte del primer grupo feminista de Colombia, Las Mujeres, nacido en Medellín en 1978 del cual hicieron parte mi hermana Main y mi gran amiga Gloria Rendón, y en cuya creación yo puse mi semillita. Luz murió de un infarto en San Vicente, Antioquia y debido a las circunstancias no pudimos despedirla como hubiésemos querido. Fue una feminista radical como pocas. Enseguida las palabras que escribió Main sobre ella: Luz Rojas, Gloria Rendón y yo nos encontramos en la Universidad de Antioquia.
Luz era imparable. Una especie de hormiga atómica que iba de aquí para allá no solo de cuerpo sino también de cabeza. La recuerdo mirándonos altiva cuando decidía, con las manos en los bolsillos, circular sola por la peligrosa noche de Medellín, sin querer ni compañía ni cantaleta de que por favor se cuidara. La recuerdo con dolores de amores cuando un revolucionario la enamoró con puras tácticas de derecha. Y luego ella enamorada de un pintor que le dibujó la palabra amor en su corazón. Hoy se fue y Glorita y yo quedamos como una extraña mesa de dos patas. Ella no escondía nada, parecía que tuviera el inconsciente afuera. Como dice su hermana Marta, como toy soy. Así era Luz la de nuestros corazones. Buen viaje querida amiga.
Main Suaza Vargas Cris Suaza Vargas Abril, 2020
Fotografía: Fotografía enviada por Cris Suaza Vargas. De izquierda a derecha, Gloria Rendón, Luz Rojas y Main Suaza en el Primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe en 1981.
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Cristina Bautista Taquinás (1989-2019) formación demostró el compromiso con su comunidad Nasa. Formaba parte del movimiento Tejiendo pensamiento desde donde impulsaba la organización de las mujeres de su pueblo para la resistencia a la violencia en las relaciones familiares, motivo por el cual, debió afrontar y vencer tensiones discriminatorias.
“Si callamos nos matan y si hablamos también. Entonces hablamos”. Estas palabras fueron pronunciadas por Cristina Bautista Taquinás en su último discurso como gobernadora indígena en el resguardo de Tacueyó, departamento del Cauca. El 29 de octubre de 2019, Cristina Bautista fue asesinada en una masacre en la que igualmente perecieron José Gerardo Soto, Asdrúval Cayapú, Eliodoro Inscué y James Wilfredo Soto, también autoridades indígenas con quienes recorría, en cumplimento de sus responsabilidades, la vereda La Luz del municipio. Cristina Bautista Taquinás contaba con treinta años. En 2018 había recibido el título de trabajadora social en la Universidad del Valle, venciendo las barreras de acceso a la educación impuestas por el empobrecimiento en escenarios de históricas exclusiones. En su proceso de
En su recorrido que la condujo a ser elegida gobernadora del resguardo de Tacueyó el mes de junio de 2019, se movilizó por la defensa del territorio, el cumplimiento de los Acuerdos de Paz, la unidad indígena, tanto en el territorio nacional como con pueblos indígenas de otros países. Cristina Bautista mantuvo la confianza, por convicción, en las posibilidades de la Ley para garantizar la salvaguarda de los derechos humanos de los pueblos indígenas.
Nota basada en la semblanza siguiente. Rodríguez Pizarro, A.N., y Betancourt Maldonado, L.J. (2020). Cristina Bautista Taquinás. Mujer indígena Nasa, Trabajadora Social, lideresa del norte del Cauca, Colombia. Prospectiva. Revista de Trabajo Social e intervención social, (30),309 - 319. https://revistaprospectiva. univalle.edu.co/index.php/prospectiva/article/ view/10178/12487 María Himelda Ramírez
Fotografía: https://www.eltiempo.com/colombia/cali/mural-de-la-universidad-del-valle-en-memoria-de-cristina-taquinas-asesinada-en-cauca-430176
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Laura María Herrera de Varela (1940-2020)
Solidaridad, sororidad y persistencia En medio de las restricciones obligadas por el COVID 19 cumplió Laura Herrera sus ochenta años de vida. Las celebraciones quedaron andando. También quedaron andando abrazos y encuentros que estaban en sus agendas de trabajo, así como conversaciones animadas por proyectos en curso y sueños que mantienen viva la esperanza. Desandar los caminos recorridos por Laura, en medio de las guerras y los pactos de paz registrados en la historia de Colombia durante las ocho décadas de su vida, es una manera de invitar a re-crear su historia. Laura María nació en la vereda de Guatimbol, municipio de Icononzo, región de Sumapaz donde el cultivo de los frailejones es vital para el cuidado del agua que subyace en el páramo más
grande del mundo. Los ecos de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) acunaron su infancia. Andaba por los ocho años de vida cuando se firmó la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948 y apenas había cumplido catorce años cuando la Asamblea Nacional Constituyente otorgó el derecho de las mujeres al sufragio mediante el acto legislativo N° 3 del 25 de agosto de 1954, al tiempo que prohibió la actividad política del comunismo internacional mediante el acto legislativo N° 6 del 14 de septiembre de 1954.
Fotografía: https://www.elespectador.com/colombia2020/justicia/verdad/angela-salazar-la-comisionada-de-la-verdad-de-los-pueblos-negros/
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Recién había cumplido diecisiete años cuando un total de 1.835.255 mujeres ejercieron por primera vez la ciudadanía depositando su voto en las urnas, cumpliendo el decreto que obligaba a cubrir sus dedos índices de tinta indeleble como tuvieron que hacerlo los 4.397.090 votantes en el plebiscito de 19571 considerado por la historia como el primer plebiscito y primer acuerdo para construir pactos por la paz de Colombia.2 La violencia de los años 50 se extendía por todo el territorio colombiano; las relaciones entre movimientos comunitarios, sociales y políticos fueron fuente de tensiones, debates y combates, en medio de disputas y confrontaciones, pactos y alianzas políticas, conflictos armados locales, regionales e internacionales. En este contexto, las preguntas por las condiciones de existencia necesarias para el ejercicio real y efectivo de los derechos de las mujeres, acompañaron las decisiones de Laura María respecto a la participación activa de las mujeres campesinas en procesos de organización social y política. Sus opciones personales y colectivas estuvieron animadas por su militancia en el partido comunista colombiano y al mismo tiempo en el amplio movimiento social de mujeres.
construir consensos mínimos -que se convirtieron en máximas- en medio de ideales e idealizaciones que fundían la unidad y la univocidad en un solo y único dios a la imagen y semejanza de la trinidad bendita. En esos años en los que la fuerza juvenil de los veinte años de Laurita alimentó su paso por su treintañez, su ingreso a la adultez y su paso por la vejez animando acciones de incidencia para construir la paz. Y en este escenario donde seguimos cantando y viviendo la gloria inmarcesible y la libertad sublime emergió la palabra sufragistas que lleva la profunda huella de alianzas y pactos entre las distintas tendencias políticas de mujeres presentes en el escenario del Congreso de la República en 1954 y al mismo tiempo de muchas conversaciones que pasaron por los rituales del silencio o que fueron silenciadas en los lugares donde se instalaron las urnas de votación en 1957. Y por ello cabe preguntar: ¿qué se mantiene y que se transforma en esta coyuntura que vivimos hoy cuando decimos adiós a Laura María a través de las pantallas del computador, cuando el miedo a contagiarnos obliga a la distancia y limita los encuentros para abrazar la vida?
Barreras invisibles respecto a la participación social y política de las mujeres estaban presentes en el escenario del Congreso de la República en esa coyuntura y circulaban por los mares, los ríos, los valles, las montañas y los páramos buscando
Las preguntas sobre las relaciones entre los derechos de las mujeres y los derechos humanos emergen lentamente en las dinámicas de los partidos políticos y las organizaciones sociales y están presentes en la trayectoria vital de Laura María y de ello dan cuenta algunos testimonios:
1 http://www.suin-juriscol.gov.co/viewDocument.asp?id=1056773 2 h t t p s : / / w w w. r e g i s t r a d u r i a . g o v. c o / 1 - d e - d i c i e m b r e - d e 2012-No-70-55.html#:~:text=Como%20novedad%20a%20esta%20 elecci%C3%B3n,votantes%201.835.255%20fueron%20mujeres.
“Laura María Herrera de Varela, fue una convencida de la necesidad de la búsqueda de la solución política al conflicto social y armado, asumiendo el
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compromiso de la lucha por la paz de Colombia, colocando a ASODEMUC, filial de la Federación Democrática Internacional de Mujeres – FEDIM, al frente de la labor como garantes del enfoque de género en el Acuerdo de Paz; firmado entre el Gobierno de Juan Manuel Santos y las antiguas FARC – EP.”3
po, y es la oportunidad para reencontrarse con la historia de quienes se van. También me decía: “el día que me muera no lloren, alégrense porque realicé mis deberes; si lloran es porque algo hice mal”. Por esto invito a que la recordemos como la mujer alegre y sonriente. Continuemos con el gran legado que nos dejó como maestra.
“Hoy Laurita nos deja un gran legado de lucha por los derechos de las mujeres campesinas y por la paz en Colombia. La recordaremos y seguirá presente en nuestros caminos en la defensa por nuestros territorios. Un saludo de condolencias a la familia, especialmente a su hijo que lo acompañamos desde el Sumapaz.” Consejo Local de Mujeres de Sumapaz. Octubre 1 de 2020.
El día de hoy conmemoramos su vida y su legado, y es una de las tantas conmemoraciones que esperamos poder hacer, porque se realizarán varias, y como ella quería: con grupo musical, flores, cantos, risas y humor, hablar de lo que fue y lo que no fue.
“Una campesina que se enfrentó a las diferentes dificultades del campesinado colombiano, tuvo que asumir un liderazgo desde los 11 años en defensa de sus amigos, amigas y familiares. La vida de Laura transcurre por su conocimiento, enseña política, economía y es una excelente cocinera. Su colorido humor le permitió disfrutar todo lo que hacía. Puedo decir con seguridad que a ella le gustan estos espacios de reunión, siempre lo dijo. Le encantaban las flores, vestirse de rojo y muy elegante. Sus amigas y familiares quieren hacerle un homenaje con música y alegría como fue Laura. Le gustaba mucho que la gente se encontrara. También decía: es en los sepelios el único lugar para encontrarse con personas que se dejan de ver por mucho tiem3 http://pacocol.org/index.php/comites-regionales/bogota/13183honor-y-gloria-a-la-memoria-de-la-camarada-laura-maria-herrerade-varela
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Hoy no despedimos a Laura. Iniciamos los recuerdos y la llevaremos siempre en nuestros corazones, muchas gracias a todas y en especial a su hijo y a su familia, por permitirnos compartir con ustedes” Este homenaje a la vida de Laura, es también un homenaje a la vida de las mujeres campesinas y rurales, y a diversos procesos de organización y acción política cotidiana, aún no contados. Es también un reconocimiento a la vida de ASODEMUC y a las organizaciones de mujeres que sostienen procesos hacia una paz estable y duradera en Colombia haciendo caminos para avanzar en la realización de sus propósitos4 Rosita Bautista Ciudadana feminista y amiga Juanita María Barreto Gama Ciudadana feminista
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http://asodemuc.blogspot.com/2011/11/
Ligia Esther Cantillo Barrios (1956-2020) Amiga y compañera en caminos y campus Fueron profundas y sentidas las voces que circularon por el espacio sideral, en medio del confinamiento en la mañana del 4 de septiembre, cuando supimos que Ligia ya no estaría caminando por el campus de la Universidad que hizo suyo desde cuando optó por estudiar Sociología en el segundo semestre del convulsionado año de 1979. Su opción por los derechos animó su acontecer universitario buscando alternativas de transformación social, personal y colectiva animadas por procesos de investigación en los cuales los saberes regionales interrogasen las relaciones de género, cultura y violencias contra las mujeres. Desde ese amanecer y durante todo el mes de septiembre, se inició lo que podríamos llamar un tributo al diario acontecer de Ligia que daba cuenta de los caminos recorridos por Ligia en su diario acontecer. Mujeres pertenecientes a diversos grupos, asociaciones, organizaciones, combos y redes de Barranquilla y la Región Caribe hacían correr cálidos mensajes celebrando su existencia, abrazando la vida y tejiendo la solidaridad. Los abrazos virtuales circulaban por las
nuevas redes sociales a modo de las nuevas huellas del fluir de los encuentros entre tradición, modernidad y postmodernidad presentes en nuestros cuerpos y también en los barrios y veredas, calles y plazas, ríos y mares por donde transitara Ligia tejiendo nexos con hilos multicolores entre su natal Rosario de Chengue, Barranquilla, la Región Caribe y el resto del mundo.
Fotografía: https://www.facebook.com/photo?fbid=10157592837174352&set=pcb.10157592857204352
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Quienes integramos el Grupo Mujer y Sociedad conocimos a Ligia en diversos momentos de nuestras historias y hoy nos unimos en este homenaje a través de las redes que hoy nos conectan por el espacio sideral. A través de este enlace1 podremos escuchar conmovedores saludos y cálidos mensajes de quienes fueran sus compañeras de camino, coequiperas, maestras y colegas; en nuestra sección Sueños Imágenes y Símbolos de esta misma edición publicamos un poema que Dayana De la Rosa Carbonell dedicó a Ligia, y enseguida, quedan andando las palabras de Perla Olmos, Rafaela Vos Obeso y Sarelys Avendaño, con quienes hemos compartido diversos momentos de nuestras vidas en los campus y en los campos. Perla Olmos Suárez escribió en su página de Facebook: “Mi amiga de siempre mi compañera de lucha por los derechos de las mujeres: eres y fuiste mujer emblemática sobresaliente dedicada y comprometida con la causa de los derechos humanos y de los derechos especialmente de las mujeres. Te fuiste muy rápido. Te fuiste sin tiempo. La mujer de las anécdotas; la mujer de la sonrisa permanente; la mujer verraca. Nada te quedó grande en la vida. Lo diste todo. Compartiste todo. Anduviste por todos los caminos hermana. Nos encontramos en los cruces; nos encontramos en la dialéctica de la vida grandes amigas, grandes compañeras, grandes. Grande fuiste, amiga. Las Mujeres del Atlántico hoy te extrañan. El departamento del Atlántico, Barranquilla y la academia tiene que 1 https://drive.google.com/file/d/1eTYeO6738dnXzKnqdFV_ uB26eALQD-nQ/view?ts=5f860590
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homenajearte por tanta dedicación a la cultura y a los derechos especialmente de las mujeres. Fuiste hacedora de equidad y tejedoras de sueños. Siempre permanecerás vigente actuante activa en todos los procesos sociales que se den, pero especialmente Ligia Cantillo en mi corazón y en los corazones de todas las mujeres que hoy te extrañamos que hoy te echamos de menos. Verraca, no tienes ni tuviste derecho a irte y dejarnos, pero así es la vida. Más adelante nos volvemos a encontrar, más adelante seguimos luchando por lo que siempre creíste y creemos amiga. No un adiós porque los adioses son feos es un hasta luego es un hasta siempre compañera. A tus hijas y a tu compañero un sentir de todos y todas. Un abrazo sororo. Ahí estamos y ahí estoy. Amiga compañera conocí tu historia, conociste mi historia, compartimos nuestras historias las vivimos al fulgor de los pensamientos, de las decisiones tomadas, de los procesos vividos de las luchas ganadas, de las críticas a nosotras mismas por los errores cometidos a través del tiempo y del proceso vivido actuando con las mujeres todas, involucradas las de la ciudad, las mujeres rurales las más vulnerables que cualquier otra, manifestaciones y asistencia a todos los actos que se dieran por los derechos humanos y especial los de las mujeres. Siempre me decías Perliña; que los dioses del Olimpo te acompañen dioses de la mitología, dioses creados por los acontecimientos las creencias y los principios libertarios. https://www.facebook.com/perla.e.suarez/ posts/10157592857204352
A mi manera He denominado estas palabras de despedida “A mi manera”; mi amiga Ligia vivió de ese modo, es la gran satisfacción que se lleva, compañera de rutas, y de complicidades, atenta a nuevas aventuras, de espíritu andariego para quien me convertí en su polo a tierra en nuestros cortos y largos viajes. Ella fue así, vivió cada momento con el detalle de la mirada sociológica con contenido feministas, disfrutaba probar en cada lugar que visitamos el sabor de las comidas porque decía que contenían el “sabor de la tierrita”. En estos tiempos extrañaba ir a las ventas de frutas y verduras, porque le encantaba palpar, sentir la textura, olores y sabores los cuales disfrutaba. Amó profundamente a su familia, sus hijas fueron su inspiración, me detalló largas caminatas de protestas con embarazos a bordo. A veces se reía, y me decía “nuestras hijas creen que serían lo que son, y se les olvida que si no hubiese sido por nuestras luchas muchos de sus sueños no se habrían realizado”. Y de esto estoy plenamente identificada, las nuevas generaciones no vivieron la intensidad de las discriminaciones, nosotras si, de ahí nuestra entrega total para que el futuro fuera mejor para las nuevas generaciones. Así vivimos las mujeres de los años 70 y 80, queríamos cambiar el mundo y vaya que si lo hicimos parcialmente, con grandes esfuerzos, noches de desvelos con dobles y triples jornadas de trabajo, por fortuna pudo ver el crecimiento y empoderamiento de Mónica, Laura, Daniela
de quienes siempre sintió orgullo como madre y profesional. Viviste y moriste a tu manera. Fuimos respetuosas con tus silencios, y te hicimos solidaria compañía. Entendimos tus decisiones. En la noche de tu deceso me preguntaba ¿cuál era tu mensaje con tu indoblegable decisión? Encontré la respuesta: fuiste coherente hasta el final con el discurso, defendiste tu derecho humano a la vida, pero también la forma de morir, no quisiste intervenciones invasivas, solo mediar con enfoque alternativos para un mejor vivir en el contexto de la enfermedad que te tocó lidiar. Me dijiste que los años largos o cortos que te quedaran, querías vivir nuevas experiencias y que tus hijas, amigas, familiares te recordaran como eras tú física y espiritualmente, es decir con tu sonrisa a bordo. Y lo cumpliste. Hasta para morir hay que ser valiente y lo fuiste hasta el final como guerrera. Ahora comprendo aún más muchos de tus mensajes, la necesidad de cerrar ciclos y asumir nuevas responsabilidades. Ese fue tu tiempo. Existe un cántico religioso que viene a mi memoria que dice: “para morir hay que vivir”, tu cuerpo físico no está presencialmente, pero vivirás siempre en nuestros recuerdos y corazones, como académica, investigadora, feminista, activista, luchadora incansable, comprometida con las mujeres rurales, entonces permanecerá tu legado en el tiempo. Amiga trasciende en paz que la paz de nuestras diosas como siempre me decías, te ayuden a tu evolución espiritual, y damos gracias a la vida al estilo Mercedes Sosa, por habernos cruzado en
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este plano de la existencia, y expresamos nuestra gratitud por haberte conocido y compartido tantas experiencias, tristezas y alegrías. Descansa en paz querida amiga.” Rafaela Vos Obeso. La voz de Rafaela dio paso a otras voces de profesoras y profesores, compañeras, egresadas y estudiantes que entretejieron sonrisas, anécdotas, lágrimas y recuerdos con la maestría y el cariño de Celmira Castro Suárez, coordinadora del programa de Sociología y la moderación de Cyndi Arenas Ballesteros. Allí en medio de momentos de silencio y sorteando sorpresas con el manejo de los recursos tecnológicos que hacían posible el encuentro, se abrían y cerraban los videos y micrófonos que mediaban para hacer posible este ritual de despedida. “Mujer, Género y Cultura” no es un simple Grupo de Investigación, cada integrante es una historia, un modelo de vida, una huella y enseñanza en mi corazón. El viernes voló como mariposa una gran mujer, amiga, compañera y jefa. Viajó a un lugar para descansar así de imprevisto, sin avisar, dejando toda la empatía, la experiencia y la alegría en quienes la conocimos y la amamos. Son muchas las lecciones humanas, feministas y académicas que me dejas: las crisis existenciales sobre la maternidad y la familia, las cosas del “mundo adulto” como decías; los chistes, risas, anécdotas, dichos, el aprendizaje de plantas y especias, en fin, podría escribir un libro de todas las enseñanzas que sembraste en el árbol de mi vida. Hoy, Ligia no es un nombre común, Ligia
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es sinónimo de valentía, lucha constante, compromiso y defensa de la vida, es lo más valioso que pueda existir entre todas las cosas: el derecho a la autonomía, el derecho a vivir la vida “a mi manera”. Este es tu legado, mi querida profe, seguir en este camino, como dirías, de “más candongas en las orejas”, para que todas las mujeres puedan y se atrevan a vivir la vida a su manera. Hoy después de tantas lágrimas, sólo me queda por decirte gracias, gracias por tanto. Sarelys Avendaño Escobar Septiembre 23, 2020 La vida de Ligia estuvo animada por la defensa del derecho a la educación superior pública, por su participación activa en procesos de transformación de las prácticas pedagógicas, y en sus proyectos para hacer posible el acceso de quienes habitan en los municipios del Atlántico y de la región Caribe a las aulas universitarias. De sus aportes para unir la educación y la vida dieron testimonio Mónica, Laura y Daniela sus tres hijas, César Fernández, su esposo y compañero de camino y su madre Ana Barrios Melgarejo, quienes con sus palabras, su música y sus cantos transformaron las lágrimas en incentivos para fortalecer concepciones, prácticas y procesos académicos en una perspectiva inter y transdiciplinaria que interroga y controvierte la reproducción de las violencias de género y avanza en la realización cotidiana de los derechos de las mujeres. Juanita Barreto Gama
El Consejo Académico de la Universidad del Atlántico, en uso de sus facultades legales y estatutarias y, CONSIDERANDO QUE: El día 4 de septiembre dejó de existir en la ciudad de Barranquilla la socióloga Ligia Esther Cantillo Barrios, quien estaba vinculada como docente de tiempo completo a la Universidad del Atlántico, adscrita a la Facultad de Ciencias Humanas, desde hace 21 años. Socióloga y docente del Programa de Sociología de la Facultad de Ciencias Humanas. Académica, humanista, e investigadora, coherente con su práctica profesional y de vida. Intervino en procesos organizativos a nivel local, regional y nacional desde el enfoque de derechos humanos con mirada de género. Incidió a través de proyectos sociales en instituciones públicas estratégicas, responsables de la transformación de vida de las mujeres. Gestora de las Políticas Públicas de Mujeres del Departamento del Atlántico, territorio epicentro de su intervención sociológica como feminista académica, dedicándoles a las mujeres rurales gran parte de su producción investigativa. Coordinadora de la Maestría en Estudios de Género y Violencia Intrafamiliar desde donde trabajó intensamente en la visibilidad de las violencias contra las mujeres, el respeto por la diversidad sexual y las diferencias. En mérito de lo expuesto, el Consejo Académico en sesión del 14 de septiembre de 2020, RESUELVE: ARTÍCULO PRIMERO: Rendir homenaje póstumo de reconocimiento a la memoria de la profesora LIGIA ESTHER CANTILLO BARRIOS y exaltar su meritoria carrera académica e investigativa como docente de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad del Atlántico, institución para la cual constituye un ejemplo digno de emular por parte de la comunidad universitaria de la región Caribe y el país. (Resolución Académica No. 000059 del 14 de septiembre de 2020) Ver Resolución completa en: https://www.uniatlantico.edu.co/uatlantico/sites/default/ files/consejo-academico/059%20Por%20la%20cual%20se%20hace%20una%20 exaltaci%C3%B3n%20a%20la%20memoria%20y%20obra%20de%20la%20docente%20 soci%C3%B3loga%20e%20investigadora%20LIGIA%20CANTILLO%20%20Septiembre%20 17%202020.pdf
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Las mujeres y los libros Silvia Milena Rueda Navarro Sueños (2020) Técnica: Acrílico sobre madera
Florence Thomas
Nosotras, las mujeres
Un viaje por el universo feminista y librepensador de Florence Thomas con el alma, las neuronas, los sueños y las angustias desvestidas; una autora – sentipensante, transparente y libertaria – que anhela un mundo apto para las mujeres, con garantías de derechos y con las milenarias prácticas patriarcales erradicadas y condenadas al olvido. Esa valiente utopía de la paz, el amor y la sororidad a plenitud mueve las letras de la colombo-francesa profundamente enamorada de Colombia, si bien nació en Francia, lleva más de cincuenta años en este suelo que la apasiona tanto como para sentir su alegría y sus desgarradores dolores como propios.
El libro Nosotras, las mujeres se terminó de editar en enero de 2020, por Intermedio Editores y es un homenaje – merecido – que se hace a los veinte años que lleva Florence de ser columnista del diario El Tiempo, años en los que ha escrito
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Su más reciente libro – porque seguro no es el último – nos lleva a viajar por su mundo con autopistas de libertades, irreverencias, confesiones de amores o tristezas profundas, pero no eternas; Florence en la introducción agradece a El Tiempo por respetarle cada una de sus columnas con temas que podrían tocar las ortodoxias sociales propias de un mundo invadido del mínimo respeto por las diferencias o el miedo al cambio.
Leer este libro, es aventurar por las columnas duras en este adolorido país, columnas tristes y desesperadas como la de la masacre de Bojayá, para la cual menciona que no encontró palabras que fueran capaces de expresar tanto dolor que El Tiempo publicó en blanco con el título “No hay palabras”, y aun en esa manifestación genuina de su asombro y tristeza, El Tiempo respetó su libertad de expresión. Columnas controvertidas como la que tituló “Tu nombre me sabe a hierba” dejando claro que la marihuana hace menos daño que el alcohol; también algunas que argumentan la libertad de los úteros y sus usos; otras que hacían apología al amor como la declaración que hizo a Miguel Bosé o una de sus preferidas, en la cual defendió las arrugas frente al bisturí asesino de memorias. Leer Nosotras, las mujeres es experimentar un festival de emociones, es sentir que estamos tomando un café con Florence y coincidiendo en muchos de esos sentimientos, incluso descubriendo que sus palabras favoritas como nostalgia, dudar o quizás, nos invitan al pensamiento crítico y a despertar del letargo de históricas formas deshumanizadas de vivir, como la de oprimir a las mujeres y desahuciar sus derechos: Y es que como feminista, me es imposible sentir nostalgia de lo que vivieron mis abuelas; como feminista no puedo sostener que todo tiempo pasado fue mejor, afirma Florence en la página 23.
Este libro toma rutas de libertad, en las que cada lector o lectora puede escoger la orilla desde donde quiere leer; nos invita a dudar de casi todo, a reflexionar la situación de nosotras las mujeres, de cómo nos va con eso de la sororidad
y de los secretos que tenemos en esas alianzas profundas para defendernos y contrarrestar el machismo y las abruptas violencias que nos alcanzan; ahí se detiene con un dolor abierto describiendo feminicidios, estadísticas de violencias contra las mujeres e historias que llevan a recordar el gran desafío que es ser mujer y salir vivas, vivir a plenitud y lograr soltar cadenas; nos recuerda que podemos volvernos objetivo militar del patriarcado por exigir los derechos sexuales y reproductivos, por atrevernos a transitar de lo privado a lo público y político o por cualquier cosa que represente el empoderamiento y el accionar feminista. Pero también nos enseña que el miedo no es buen equipaje para nadie. De manera brillante dedica un capítulo a ‘Nosotras’ y nos describe como complicadas, emotivas, peleonas, brujas, putas y felices, pero también transgresoras, desobedientes y extraviadas. Es rico leer cada palabra que emplea para hacer viajar a hombres y mujeres por el universo femenino. Pero no solo habla de las mujeres, el país, las desigualdades, la sororidad y los amores, también escogió un capítulo que representa una estación obligada en este viaje “Entender a los hombres: Un imposible”: A medida que crecía e incluso que me volvía vieja, me daba cuenta que entender a los hombres, desde una mirada de mujer, era un imposible… No sé si los conozco, pero lo primero que me viene a la mente es que nunca los he mirado ni los miro como muchos de ellos miran a las mujeres.
También afirma en dicho capítulo, que “hombres es lo que hay”: Barrigones, mujeriegos, narcisos, alcohólicos, cobardes, regulares amantes y pésimos maridos.
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Hombres aun atados a una idea de virilidad ligada al ejercicio del poder, hombres que prefieren aburrirse con modelitos de veintidós años obsesionadas con una imagen globalizada de belleza.
Cada tema abordado en el libro define lo que es y no es Florence; es una feminista hasta el infinito y no es una persona que reprima sus opiniones, a pesar del “garrote” (para describirlo al mejor estilo del dialecto colombiano) que pueda recibir por exponer ideas como la de afirmar que un asunto fundamental y reparador para las mujeres es el camino hacia la despenalización total del aborto – en mayúscula y con negrilla – TOTAL. Este tema no va a faltar en ninguno de los momentos de Florence, es su autopista más transitada y despejada de prejuicios. Y como es una maestra de la creatividad y su pluma exquisita de leer le otorga todas las licencias para serlo, eligió que las rutas de cierre del viaje por su mundo de dos décadas de columnista, significativamente dinámico, cambiante e inquieto, serían el amor – esa cosa tan rara – pero ella es una total creyente beligerante de los amores, no renuncia a ellos aunque en ocasiones le estremezca la decepción, ella vence miedos, dolores y se lanza a amar, por raro que sea e invita a vivirlo. Y la otra ruta fue la de las mujeres en la política: qué combinación más atrevida - el amor y la política - ; Marcela Lagarde tiene una frase poderosa y que Florence incluye en las primeras hojas del libro. Yo la empleo para cerrar esta reseña: Las mujeres, qué sería de las mujeres sin el amor de otras mujeres. Me sirvo de esta frase porque definitivamente el gran desafío de las mujeres es la política, hacer política de otra manera y para eso es fundamental que hayamos aprendido a amarnos, a
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relacionarnos desde el respeto por las diferencias y logrado desarraigar imaginarios sociales de las violencias basadas en género y que amparan al tenaz machismo. De que las mujeres no podemos ser amigas o aliadas y que estamos condenadas a la medición del conflicto entre nosotras que nos impide avanzar de manera libre y contundente hacia lo público y el poder político, ejemplo claro es que por estadística poblacional podríamos elegir la primera presidenta de Colombia y no ha sido así. Algo nos debe decir eso. Florence con alegría cierra su libro afirmando que Claudia López fue elegida como alcaldesa del Distrito de Bogotá, hecho histórico para la capital y para el país. Afirma: A la hora que escribo estas líneas, hacer política de otra manera, hacer política con enfoque diferencial y de género se vuelve un enorme reto. Toca escribir otro capítulo en unos cuatro años para saber si se logró o si nuestros sueños tienen que esperar algo más.
El viaje por veinte años del ejercicio de columnista de Florence, nos convoca a dudar y crear pensamiento crítico, al feminismo, a la sororidad, a seguir guardando los secretos de las mujeres, a continuar cuestionando a los hombres y sus prácticas machistas, al amor y a la política liderada por mujeres; en síntesis, es una gran historia que contiene infinitos relatos y que nos invita a agudizar los sentidos para deconstruir narrativas y perder el miedo a las transformaciones, a las diferencias y a que nos atrevamos a crear un mundo habitable para las niñas, las mujeres, la población LGBTI, los pueblos indígenas o afros, en fin para todos y todas, pero sobre todo para nosotras, las mujeres. Fabrina Acosta Contreras
María Himelda Ramírez
El feminismo, el género y la profesionalización del trabajo social en Colombia (1936-2004). Facultad de Ciencias Humanas. Universidad Nacional de Colombia, 2020.
Estas breves y emocionadas palabras dedicadas a la autora y su último libro, más que una reseña bibliográfica, son una evocación de lo que a veces aconteció detrás de la carátula a lo largo de estos años consolidados en la Universidad Nacional de Colombia.
A mi entrañable alumna que se convirtió en maestra. Primero que todo me uno a las palabras de Juanita Barreto: “FELICITACIONES por todo el trabajo que hay incorporado en él. Es un motivo de alegría para todas, quienes hemos disfrutado de nuestro tiempo compartido”.
La experiencia del grupo de colegas de Trabajo Social y del Grupo Mujer y Sociedad ha sido y sigue siendo, después de nuestra jubilación, una relación mediada por el trabajo en equipo, en la cual se destaca la producción personal, y, sobre todo, se arraiga la admiración por cada una en particular. En especial por el aporte de María Himelda, quien nunca descalificó una intervención de alguna exponente, sino que, con su inteligencia y respeto elaboraba un argumento convincente, así fuese contradictorio. Estoy convencida del principal aprendizaje de ella, que nos enriqueció a todas: el respeto por la otra, anteponiendo siempre el buen trato frente a los desencuentros y diferencias de ideas. Recuerdo sus serenas llamadas a la cordura cuando enfrentábamos con rudeza y excesiva pasión el debate. Creo que tal cualidad obedece a que nunca nos ha manifestado su interés por el poder sobre las demás. Sencillamente, es una enseñanza para
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la construcción de relaciones democráticas en el seno de un grupo con múltiples tendencias y discrepancias y con muchos sueños reinventados e ideales de bienestar social y libertad. El espíritu de ella, aquí descrito, impregna todo el camino mencionado en el libro. También nos lo ha demostrado a lo largo de su carrera, ha preferido ser la primera docente del departamento de Trabajo Social en obtener el doctorado y enfocar su trabajo a la investigación de la nueva historia, la historia social. Sus dos tesis de maestría en Historia de la Universidad Nacional: “Las Mujeres y la Sociedad Colonial de Santa Fe de Bogotá, 1950-1810”, y de doctorado: “De la Caridad Barroca a la Caridad Ilustrada. Mujeres, género y pobreza en la sociedad de Santa Fe de Bogotá, siglos XVII y XVIII”, (Excellent Cum Laude, máxima distinción que otorga la Universidad de Barcelona, España), así lo demuestran. Y recordar el desacertado comentario del director de la carrera de Trabajo Social cuando María Himelda se presentó a la convocatoria y sacó el mayor puntaje del concurso entre quince aspirantes a docentes. Estaba gestando a su segunda hija y la autoridad dijo “no puede ingresar a la Universidad, está enferma y se le suben demasiado los costos a la entidad”. En buena hora el comité de selección le preguntó por la mencionada enfermedad y logró silenciarlo. A renglón seguido volvió a comentar: “cría cuervos y te sacarán los ojos”. Las integrantes del comité de selección ya contábamos con la semillita del feminismo y la intención de ser autónomas en la academia, tratábamos de superar el tutelaje. Para las colegas del departamento de Trabajo Social y del Grupo Mujer y Sociedad que compartimos reflexiones, cuestionamientos, búsquedas,
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argumentos, críticas, en fin múltiples acciones académicas durante más de dos décadas en la Universidad Nacional de Colombia y las acompañamos de una perdurable y profunda amistad, es un sueño realizado leer estas historias. Un sueño realizado por cuanto hace algunos años, por allá en la década del 70 del siglo pasado, nos querían desterrar de la Universidad y negarnos el derecho a investigar sobre los quehaceres y las ideas de las profesiones compuestas predominantemente por mujeres. Los maestros reformadores consideraban que no había temas sobre los cuales reflexionar y dar rodeos. Las profesiones femeninas estábamos para escuchar las orientaciones de las ciencias básicas, en nuestro caso, Trabajo Social, Sociología y Antropología principalmente. Con el reto de pensar por cuenta propia y decir nuestras propias palabras emprendimos el largo camino narrado e interpretado por María Himelda, en el texto sobre la Historia del Trabajo Social y sus íntimas relaciones con el feminismo. La tesis central del libro versa sobre la caracterización de las diferentes etapas de la profesión. Capítulo primero: El ciclo de institucionalización del servicio social católico (1936-1958), plantea el inicio en los años 30 del siglo XX, orientado por la Doctrina Social de la Iglesia, con un claro fondo de orden religioso y caritativo. Trae información sobre los programas privados y públicos que se crearon en algunas regiones del país, principalmente en Bogotá y Medellín. Igualmente reseña los programas creados en los Colegios Mayores Femeninos en varios departamentos y orientados por el Ministerio de Educación Nacional, con el ánimo de generar oportunidades de estudio a las mujeres priorizando la concepción de los trabajos técnicos afines a la maternidad.
Capítulo 2: Hacia la laicidad en la formación en trabajo social en las universidades públicas. El caso de la Universidad Nacional de Colombia. La segunda fase, a partir de la década del desarrollo en América Latina, está signada por un enfoque tecnocrático y de metodologías para la intervención, liderado, particularmente por organismos internacionales. Enfoque cuestionado durante el proceso de reconceptualización, cuyos actores centrales fueron los docentes de las universidades estatales a lo largo y ancho del continente. Este breve momento de la profesión estuvo orientado por el estudio de textos marxistas y de la teoría crítica, así como del interés por la práctica y la metodología de la investigación. Capítulo 3: Anotaciones sobre los estudios acerca de la mujer y el género en la segunda mitad del siglo XX: conexiones latinoamericanas. Es una etapa impregnada por el pensamiento de la academia feminista que empieza a indagar acerca de temas insospechados a rescatar los derechos de las mujeres e incidir en las políticas públicas y buscar espacio en las universidades a partir de los años 80, hasta nuestros días y que constituye la base para el planteamiento del acápite siguiente. Capítulo 4: La institucionalización de los Estudios de Género de la Universidad Nacional de Colombia y la consolidación de la Escuela (19862004). Cabe anotar la memoria recogida acerca del proceso de formación de la primera escuela de Estudios de Mujer, Género y Desarrollo en Colombia, gestionada por el Grupo Mujer y Sociedad de la Universidad Nacional. Cada una de las etapas cuenta con una contextualización de la época, enriquecida con copiosa
información de las escuelas de Asistencia, Servicio y Trabajo Social, sucesivamente, ubicadas en diferentes países del mundo occidental y, especialmente, en Colombia. Expone las principales tesis y orientaciones sustentadas en escritos, monografías, reportajes de prensa, archivos institucionales y entrevistas con las principales actoras del momento. Fuentes enriquecedoras que expresan el cuidadoso y riguroso trabajo realizado. Merece especial mención la descripción de la cuestión social dominante en cada período y las rupturas sucesivas de paradigmas y de temas de interés profesional. Vale la pena hacer memoria sobre la imagen de conflictivas que teníamos las profesoras de Trabajo Social en la facultad de Ciencias Humanas, aunque eso sí, algunos de los docentes e incluso decanos se interesaban, informaban y terminaban interviniendo en los debates. Como había muy pocos escritos, muy pocos se enteraban de las rupturas, las críticas y los replanteamientos del cambio que acontecía. Por eso es tan importante la historia escrita por María Himelda. Lo que no se escribe, un pequeño soplo del viento se lo lleva. María Himelda coordinó con Dora Isabel Díaz en la dirección de la Escuela de Género y Desarrollo, la Biblioteca Digital Feminista, la segunda en América Latina. Se registraron más de dos mil textos. Cabe destacar la producción de las tesis de las ex alumnas, pero también, la irradiación del tema a varias unidades académicas en el seno mismo de la Universidad, tales como Medicina, Enfermería, Arquitectura y Artes. Eso nunca lo hubiésemos pensado cuando al iniciar el trabajo del Grupo Mujer y Sociedad, tan solo contábamos con nuestros propios textos impresos, los pocos que llegaban al país.
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Sobre este último punto cabe resaltar el tema de las violencias cotidianas y familiares, sobre el que María Himelda es pionera de la investigación en el seno del departamento de Trabajo Social. Nos abrió puertas y ventanas para entablar un diálogo universitario y superar el mero acto de escuchar. Uno de sus primeros artículos al respecto fue publicado en el libro del Instituto de Estudios Políticos (IEPRI) acerca de las violencias en Colombia. Según Juanita, con quien he dialogado para este homenaje a nuestra amiga, comenta: “El rigor investigativo de María Himelda se siente en cada una de las páginas enviadas por ella a la Comisión de Estudios sobre la violencia, acogidas integralmente por sus editores, quienes muy pronto fueron llamados por la gran prensa “los violentólogos”, cuando el lenguaje libre de sexismo aun no tenía lugar. Sabemos también que dividir el mundo entre violentólogos y ternurólogos carece de sentido y por ello, estas páginas llevan consigo otras palabras que siguen haciendo camino”. El mencionado libro se titula: “Colombia, Violencia y Democracia”. En otro año, propusimos tratar el tema de las intimidaciones a las mujeres en la Universidad y los ilustres directores negaron el permiso, argumentando el extremo riesgo que suponía al
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interior de la institución. Por supuesto, tal vez, estaban defendiendo el destacado lugar que ocupan y el honor que defienden como maestros en la cultura y la academia patriarcal, con sus ocultas prácticas y silenciosos excesos, de algunos, por supuesto. Hoy en día, la cuestión de las diversas violencias e inequidades de género está tomando espacio en los eventos académicos y temerariamente en el ámbito de las políticas universitarias, pese a tener como rectora por primera vez a una mujer. Y otra remembranza viene a mi memoria. Bienestar Social de la Universidad, por allá en los años 90, solicitó conmemorar el día de la mujer. Para ello, María Himelda escribió el artículo titulado: “Anotaciones sobre el origen y la significación del ocho de marzo. Día Internacional de la Mujer”, en la Revista En Otras Palabras... No. 19. Este escrito nos acompañó por todo el país en múltiples conmemoraciones, y logró darle el contenido histórico que merece. Por todas tus contribuciones, María Himelda, muchas gracias. María Eugenia Martínez Mayo de 2020
Mabel Paola López Jerez
Morir de amor. Violencia conyugal en la Nueva Granada Siglos XVI al XIX. Bogotá: Ariel, 2020, 404 páginas
el departamento de Historia de la Universidad Nacional de Colombia. La versión reconstruida para el gran público salió justo cuando se produjo el confinamiento por motivos de la pandemia del Covid 19. El libro es un mensaje a la sociedad colombiana que revela la densa tradición que sustenta la dominación masculina sobre las mujeres, fundamento del riesgo sistemático en que sobreviven las niñas, las jóvenes y las demás mujeres de experimentar distintas amenazas a su vida e integridad por parte de los hombres de su entorno. En este periodo de alteraciones de la cotidianidad, esas amenazas transitan a atentados concretos que representan, en términos estadísticos, los delitos de mayor ocurrencia en el país.
Este libro se basa en la tesis doctoral de Mabel Paola López Jerez, un estudio erudito y documentado con rigor, sobre la violencia contra la esposa en los contextos de la Ilustración en los reinos de España en Indias a finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, que mereció la distinción Laureada propuesta por
Mabel Paola López Jerez destaca que, en el lapso estudiado, se produjo un cambio cultural relevante por cuenta de lo que significó la Ilustración. El paradigma de la igualdad interrogó las tradiciones centenarias que sustentaban la inferioridad de las mujeres y que se expresaban de manera contundente en las relaciones conyugales. Con base en la revisión de 144 expedientes judiciales tramitados en segunda instancia en los tribunales de Santafé entre 1700 y 1811, la
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autora identifica una tendencia civilizatoria en los términos propuestos por Norbert Elias, en los procesos entablados por violencia contra la esposa por parte de sus cónyuges. Esta tendencia procede, ante todo, de un sector de abogados defensores de un pensamiento moderno para quienes la contención de los impulsos violentos constituye un emblema de civilización, lo mismo que la moderación en el trato a la esposa, quien merece ser considerada como compañera y no como sierva. Por supuesto, fue una tendencia minoritaria como lo explica la autora que, sin embargo, permitía imaginar otro trato por parte de los cónyuges a sus consortes. Esta publicación se divide en dos partes. La primera se refiere al trasfondo histórico y cultural de la violencia conyugal en el periodo indiano. La explicación de la organización social estamental que ofrece la autora permite apreciar las diferencias de las relaciones de las mujeres con el matrimonio, con sus entornos y con los tribunales. Las mujeres de las élites, integrantes de los sectores blancos acaudalados criollos o peninsulares, fueron las menos representadas en términos cuantitativos en los expedientes revisados; sin embargo esos documentos muestran con nitidez la tendencia civilizatoria de los abogados liberales respecto a la censura a los excesos denunciados como “malos tratamientos, injurias o sevicia”, y las mujeres manifestaban su confianza en la justicia; además de la violencia física y los tratos denigrantes, hechos como el abandono o la dilapidación de la dote, suscitaban la solidaridad de la familia de origen o de otros parientes y por lo tanto, su respaldo ante los tribunales. Esto es, los agravios sufridos por ellas eran también agravios a la familia y una de las
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alternativas era la “separación de lecho y mesa o divorcio perpetuo” sin que ello significara la disolución del vínculo, motivo por el cual la causa debía pactar asimismo una cuota alimentaria para el sostenimiento de la esposa, las hijas y los hijos. Las mujeres de los sectores medios, criollas y mestizas, también se incluyeron en las posibilidades de los cambios que se avizoraban y se identificaban con las mujeres de las élites en la tendencia a la búsqueda de la moderación en el trato y las posibilidades de la mediación de las instancias judiciales; además, contaban con el respaldo en sus entornos familiares. Unas y otras habían consolidado su matrimonio sacramental, de acuerdo con las prescripciones establecidas por los poderes eclesiásticos y civiles, hecho que les garantizaba respetabilidad, a diferencia de las mujeres de los sectores populares. Las mujeres de los estamentos pobres como las mestizas, las indígenas, las libertas y las esclavizadas, fueron las más representadas en los expedientes; ellas, por lo general, convivían en uniones de hecho con sus parejas, los episodios violentos descritos eran de tal crueldad que se asimilaban a las peores torturas y contaban con débiles respaldos sociales. La causa corría a cargo de defensores de oficio quienes por lo regular, representaban las tradiciones más ortodoxas sobre la condición de las mujeres, quienes, a su criterio, debían sujetarse a la dominación del consorte; este a su vez gozaba de ciertas atenuantes que contribuían a justificar los excesos, puesto que se solía focalizar en las agraviadas la responsabilidad de los hechos, ya que se les imputaba ser negligentes en el cumplimiento de sus deberes, ser injuriosas y escandalosas. Esas violencias solían ser
precipitadas por la autonomía económica de la que gozaban aquellas mujeres, puesto que, como trabajadoras de distintos oficios, generaban sus ingresos propios que les permitían ciertas libertades de movimiento y les posibilitaba desplazarse por diferentes lugares, hacer visitas a sus amigos o parientes, concurrir a los espacios de socialización como las tiendas o chicherías; esas libertades suscitaban las reacciones violentas de los hombres con los que convivían, y también, enfrentamientos agravados por la embriaguez habitual del hombre o eventual de ambos integrantes de la pareja. La intervención de la justicia se producía por lo regular, ante la gravedad de los hechos pues las mujeres sufrían heridas de tal consideración que suscitaban la compasión de las gentes del vecindario, que se movilizaban a prestar auxilio o a convocar a los representantes de la ley. La segunda parte del libro ofrece una organización sistemática de los contenidos que permiten advertir la transición de la naturalización de la violencia contra las mujeres, a un proceso civilizatorio. Mabel Paola López recorre un corpus seleccionado de la extensa bibliografía que desde el siglo XVI se produjo en España acerca del matrimonio, la familia, el deber de la buena esposa, por parte de moralistas ortodoxos como Juan Luis Vives y fray Luis de León y otros clérigos. Estos textos circularon ampliamente en los reinos de España en las Indias y a la vez, sustentaron la formación de varias generaciones de confesores y abogados, tanto en la península como en América. La autora subraya que es justamente en el siglo XVIII cuando la “Querella de las mujeres” que había sido impulsada en la baja Edad Media por Christine de Pizan (1364
– 1430) en Francia, adquiere una resonancia renovada con sus planteamientos sobre la igualdad de las mujeres, sus capacidades intelectuales, el derecho a la educación. La querella se manifestó públicamente en tertulias y generó una notable producción. En España, fray Benito Jerónimo Feijoo (1676 1764) retomó el derecho a la igualdad de las mujeres e impulsó su ingreso a distintas sociedades de carácter científico e intelectual. María Amar y Borbón (1749 - ¿?) por su parte, una figura relevante de la Ilustración española, se pronunció de manera pública en sus elaboraciones sobre la igualdad de las mujeres, el matrimonio como un contrato y el derecho de las mujeres a la educación. En síntesis, Mabel Paola López Jerez muestra de manera detallada la tensión a lo largo de la construcción de las sociedades modernas europeas y americanas, entre un pensamiento ortodoxo, hegemónico, sustentado en una interpretación misógina de las fuentes bíblicas sobre la desigualdad de las mujeres, con el extenso repertorio de sus atributos negativos y un pensamiento vanguardista minoritario, que promulgaba la igualdad. Esta corriente sustentó un cambio en los jurisconsultos que asumieron en el periodo ilustrado, en los reinos de España en Indias, la causa de la civilización del trato a las mujeres en sus relaciones conyugales. El libro es entonces, una invitación a considerar que las trayectorias civilizatorias también han ocupado un espacio en los escenarios en donde se dirimen los conflictos conyugales que derivan en la violencia conyugal sobre las mujeres, cuyos principios bien merecen ser recuperados. María Himelda Ramírez
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La maternidad, un tema en plena evolución
La maternidad es un asunto que ha atrapado a las mujeres durante siglos, a todas, incluso a las feministas. Siempre fue difícil de abordar y, la verdad, durante las primeras olas del feminismo colombiano no hizo parte de nuestras agendas ni de nuestras prioridades. Por cierto habíamos
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leído El segundo sexo (1949) de Simone de Beauvoir, que consagró un capítulo completo a la maternidad. Y aunque lo leímos, algo nos hacía eliminarlo de nuestros debates. Hablo de los años 80, es decir de los inicios del Grupo Mujer y Sociedad. No obstante y desde algunos años con
las nuevas olas del feminismo, el capítulo de la maternidad y lo que rodea este destino ineludible como el parto, la violencia obstétrica, la lactancia, los hijos, está en plena renovación. Por fin se habla de lo que ha significado la maternidad para la vida de las mujeres. Por fin se habla de la maternidad y de su sacralización como un formidable pretexto para mantenernos en la casa e incluso, se ha iniciado un severo juicio a la cuestión de los hijos. Tener hijos o no tener hijos es una pregunta que desde algunos años se hacen las mujeres y que, por supuesto, no podían hacerse mi madre y menos mi abuela. Dos libros recientes evocan el asunto. El primero de Esther Vivas: Mamá desobediente, (Editorial Icono, 2019) y el segundo de Lina Meruane: Contra los hijos, (Editorial Random House Mondadori, 2018). Los dos son de lectura obligatoria porque abordan desde una mirada feminista estos temas que aun suscitan posiciones encontradas por situarnos siempre en medio de un dilema no resuelto: naturaleza versus cultura. Y ese cuerpo femenino que nos recuerda sin cesar que, si bien ya se aceptó que somos seres culturales (reconocimiento relativamente reciente), estamos secularmente atadas a un orden biológico destinado a la reproducción, es decir al instinto, a la naturaleza, casi al orden animal. Cosa que se transforma en un desmedido instrumento patriarcal para frenar cualquier conquista de las mujeres. A esto se añadió que debíamos dar a luz con dolor, hecho
también utilizado como instrumento de sometimiento y control. Mejor dicho un panorama más que complejo y tan profundamente inscrito en los imaginarios culturales que, de alguna manera, es solo desde hace pocos años, quizás una década, que se logró enfrentar a la maternidad y a la recuperación de un cuerpo cultural, de un cuerpo político sin los eternos vínculos a lo biológico y al instinto. Incluso hoy surge una lucha frontal contra los hijos, contra ese amor materno que debía ser el eje de nuestras vidas. Valiente esta Lina Meruane que se pregunta si podemos seguir representándonos el cuerpo femenino con los mismos instrumentos de hace siglos. La imagen de la mujer angelical contra la mala mujer culpabilizada por renegar de su “naturaleza biológica”. Lo dice bien Meruane: hoy vivimos jalonadas entre la casa y el trabajo, la obligación de ser madres y la necesidad de libertad bajo un sistema de control constante. Dos libros que, desde una perspectiva feminista, contribuyen a pensar en una maternidad desobediente que rompe con todos los viejos estereotipos patriarcales que nos atraparon durante siglos. Definitivamente, y lo he repetido a menudo, saber decir “no” -cuando es precisosiempre nos ha permitido avanzar en la conquista de nuestra autonomía. Florence Thomas Columna editorial publicada en El Tiempo
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Angélica Ávila Forero
Museo voraz
Editorial Laguna Libros, octubre de 2020 y hace su curaduría, en su opera prima. La autora, ella también artista plástica, sin poder desplazarse físicamente hasta donde están las obras por el encerramiento obligado y buscando una alternativa para acercarse a las fuentes, decide y termina construyendo, a través del libro, un museo compuesto por obras que en su relato roba, pero más que robarlas su acción visibiliza a las artistas mujeres, sus trazos y el sentido temático que maneja cada una.
Este libro, escrito en medio del encerramiento por la pandemia del covid-19, es un ejercicio por hacer memoria y reconocimiento a mujeres artistas colombianas mediante la selección de una obra de cada una con base en narrativas que hablan desde la plástica, la experiencia, la emoción y la interlocución de quien las piensa
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Se resalta del libro que rescata nombres muchas veces perdidos de la memoria de los museos, galerías, publicaciones, la academia y de otras generaciones, como la de Angélica Ávila Forero, la autora del libro y del Museo Voraz. Enmarca un grupo de reconocidas artistas colombianas o residentes en la Colombia del siglo XX. Entre ellas se encuentra María Elena Bernal, mi madre. Entre charcos, reflejos, aguas lila, barros verde y pastos naranja se pregunta Angélica por la particular selección de colores y combinaciones en tópicos de color captados de su entorno, como lo fueron el gris asfalto e incluso el rosado Sahara. Algunas, fallecidas a temprana o avanzada edad, dejaron huella en la historia del arte colombiano, aunque poco se escriba de ellas y de su legado.
Angélica hace una labor importante para mantenerlas vivas nombrándolas, describiendo colores y elementos claves de sus búsquedas y conocimiento plasmados en pinturas, fotografías, sonidos, esculturas y performances. También señala artistas presentes hoy día que siguen haciendo y marcando camino con pulso de mujer, no necesariamente autodenominadas feministas. Las obras son presentadas con la intermediación de una práctica de apropiación que mezcla con su propio cuerpo, vida, sensaciones y recuerdos, lo que hace que las obras en el museo no solo estén para ser vistas sino que les da sentido de ventana de diálogo con quien se acerca a ellas, trascendiendo el tiempo y el espacio. Otro punto de vista también con mirada de mujer que marca lo cotidiano. El Museo Voraz tiene ocho salas en las que distribuye las obras expuestas de las 198 artistas nombradas, más 64 en lista abierta. Las salas son: Seres vivos, Futuro, Misterios, Consuelos,
Hambres, Cosas rotas, Jardín y Sin sala. La posibilidad que ofrece la oblicuidad de la pandemia, sin duda, permite a Angélica ampliar el museo y sus salas a partir de una gran bodega, como ninguna otra, lista para seguir incluyendo a otras mujeres artistas y sus obras, para exponer en otros relatos. A propósito, en el ejercicio de memoria algunas obras de Margarita Monsalve, Jacqueline Nova y Débora Arango han acompañado e ilustrado otros números de esta Revista En Otras Palabras… La presencia-ausencia de las nombradas eterniza con el libro en reseña a quienes lo habitan no solo tres días como María Teresa Hincapié, María Elena Bernal, Dora Ramírez, Beatriz Daza, Emma Reyes, Feliza Burzstyn, Nijole Šivickas, María Teresa Zerda... sino también a quienes recorren, de alguna u otra manera y con su lectura, este Museo Voraz.
Mónica Sánchez Bernal
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Noticias En Otras Palabras ... Silvia Milena Rueda Navarro Ayer (2020) TĂŠcnica: AcrĂlico sobre madera
Sonia Cárdenas Salazar*
Ruth Bader Ginsburg Notable Magistrada En estos días de pandemia, crisis, asesinatos, masacres, debates, un duelo más nos entristece. La muerte de la jueza y magistrada de la Corte Suprema de Estados Unidos, Ruth Bader Ginsburg, RBG, a los 87 años, de cáncer. Se distinguió durante su larga vida profesional por la lucha en pro de la igualdad de género, el respeto por la diversidad religiosa, racial, política, el aborto, entre muchos otros derechos. De origen judío, había tenido una infancia muy dura, marcada por las tragedias. Su madre murió de cáncer un día antes de que RBG se graduara en el colegio. Fue becada en la Universidad de Cornell, donde se graduó en Artes y luego estudió en Harvard hasta graduarse como abogada en los años 50. A comienzos de los 70 ingresó a la organización de derechos civiles ACLU, donde brilló por los casos que sustentó y defendió ante los tribunales. Estuvo casada con Martin Ginsburg, también abogado, un compañero solidario y admirador profundo de su trabajo. Fue cofundadora del Proyecto de Derechos de la Mujer y en 1975 RBG obtuvo un fallo histórico al lograr que se reconociera a un joven viudo la seguridad social para criar a su bebé, pues alegó que la discriminación de género nos afectaba a todos por *
Lectora y editora.
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igual.. En 1980 fue nombrada jueza en el D:C. por el presidente Carter. Desde 1993 ocupó, por designación del presidente Clinton, una silla en la Corte Suprema y siendo este cargo vitalicio, aprovechó casi hasta el último día de su vida para ejercer la justicia al máximo. Su vida, llena de matices, se distinguió también por su amor a las bellas artes, en particular la música, pasión que compartió con su esposo y el magistrado conservador, católico, de ascendencia italiana, Anthony Scalia. Actuaron algunas veces como extras en la ópera, e incluso el compositor Derrick Wang compuso la obra Scalia/ Ginsburg; the opera, en su honor. Decía Ginsburg, a propósito de la diversidad de opiniones, que la humanidad de una persona no se puede reducir a un debate y que uno puede querer a alguien sin negociar los propios valores. Es muy grande el compromiso de Estados Unidos de mantener su extraordinario legado pues cambió, para bien, la interpretación y aplicación de la ley en esa nación. Sin embargo, no se vislumbra un panorama diáfano pues el presidente Trump ha nominado a una profesional ultraconservadora, Amy Coney Barrett, para reemplazarla.
María Mercedes Tello Sánchez*
Louise Glück, Premio Nobel de Literatura 2020 “Su muerte no fue mi experiencia, pero su ausencia si lo fue. Su muerte me dejó nacer”. Con esta frase me enganché a Louise Glück, en ella se refería a una hermana que murió poco después de nacer. Cuando leí que una mujer poeta había ganado el Premio Nobel de Literatura me di a la tarea de buscar su obra. Inicié con algunos poemas y encontré la fascinación de quien busca en una mina la luminosidad de una piedra preciosa. Puse todos mis sentidos para recibir a Louise Glück y me dejé tocar con su lenguaje. Temas tratados en su obra, tan cercanos a la vida de cada uno, como cuando habla de la familia, o de la muerte -tal como lo muestra en Averno (2006), uno de sus libros donde se da una lucha entre la vida y la muerte-, o de las relaciones filiales tocado en su poema Semejanza final, con la imagen dolorosa del padre en sus últimos momentos de vida. Louise Glück, nacida en New York, en 1943, es la primera mujer poeta galardonada con el Premio Nobel de Literatura desde que, a finales del siglo pasado (1996), lo ganara la polaca Wislawa Szymborska.
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Profesora del Departamento de Lengua Inglesa del Williams College de Williamstown, en el estado de Massachusetts, y de la Universidad de Yale (New Haven, Connecticut), que la premió con el Bollingen Prize, Glück ha recibido varios premios entre los que se destacan el Pulitzer (1993) y el Nacional del Libro (2014). Durante dos años (2003-2004) fue la Poeta Laureada, un cargo asignado por la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, al elegirla poeta oficial del país, con la función, a grandes rasgos, de enaltecer la poesía y concederle difusión. Su primera obra fue Firsborn (1968). Luego de varios años de silencio acumula en su haber doce colecciones de poesía, y varios volúmenes de ensayos sobre escritura literaria. Durante su adolescencia sufrió de anorexia, algo que recuerda en su poema Dedicación al hambre: “Comienza tranquilamente / en ciertas niñas: / el miedo a la muerte, tomado como forma / dedicación al hambre, / porque el cuerpo de una mujer / es una tumba; aceptará / cualquier cosa.” En cada libro Louise Glück habla de asuntos que resultan conocidos, familiares, lo doméstico, las relaciones de pareja y al mismo tiempo recurre a ciertos personajes claves de la mitología clásica,
Periodista, feminista, jubilada, profesora universitaria.
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generando así los versos. No es una poeta que escribe para otros poetas, ella escribe para todas las personas. En El Iris salvaje (1992), uno de sus libros más bellos, el lugar de los hechos es una especie de jardín donde conjuga tres voces distintas, primero habla la naturaleza, después un ser humano que es representado por un jardinero, luego una voz omnipotente similar a la que tendría un dios. Vita Nova (1999) es autobiográfico, tiene que ver, de alguna manera, con el desmoronamiento de su matrimonio y con nuevos inicios. “Me he convertido en una anciana. / He acogido con agrado la oscuridad / que tanto temía”, escribe la laureada poeta estadounidense. Su último libro, sin contar el de su poesía reunida, se titula Una vida de pueblo (2009), diferente a todo lo que había escrito en cuanto a la forma porque gran parte de los versos son largos, algo no común en su poesía. Mientras lo preparaba sintió que era similar a lo ya escrito y decidió parar. Durante ese receso se encuentra con un amigo poeta que le recomienda no escribir más de una manera tan limpia y le aconseja enlodarse “un poquito”. En su poesía se destaca un lenguaje cristalino; quien le lee puede acercarse y entender lo que alli se dice, su lenguaje poético no favorece figuras retóricas disfrazando el significado o la intencion de cada poema; también es profundo, con cada lectura nos lleva por caminos más recónditos que son también los que se encuentran en cada ser, haciendo resonancia cada vez más y con mayor intensidad en nuestra vida.
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En su más reciente publicación, Faithful and Virtuous Night (2014) habla de su propia mortalidad, el paso del tiempo. Es quizás uno de sus libros más oscuros pero también es uno de los más bellos. Las entrevistas cuentan que no le gusta leer en voz alta, dice que escucha la poesía con los ojos y con todo el cuerpo. “Para mí, la experiencia del poema se transmite visualmente. Oigo con los ojos y no me gusta leer en voz alta (salvo en contadas ocasiones) ni que me lean. Cuando el poema se lee se convierte en una forma más simple, más secuencial: la red se convierte en una carretera de sentido único”. Que se premie la poesía de una mujer -de 117 premios otorgados por La Academia Nobel de Literatura solo 16 han sido dados a ellas-, es algo positivo porque mueve el imaginario social que tiende a pensar que son los escritores hombres quienes naturalmente escriben mejor que las escritoras mujeres y por eso son más premiados. Vale la pena destacar que más del cincuenta por ciento de estas 16 galardonadas han sido premiadas a partir de los años 90, mostrando, finalmente, cómo va avanzando el reconocimiento a la igualdad de géneros, a pasos lentos y a pesar de los obstáculos. Darle un premio a la poesía como género es hacer visible la fuerza que ésta tiene en el momento de incertidumbre que vive la humanidad, porque nos ayuda a volver a lo esencial, a mirarnos al espejo para volver a la tradición poética de leernos los unos a los otros. En buena hora llegan los poemas de Louise Glück en esta pandemia.
María Mercedes Tello Sánchez*
Cifras de las mujeres en el Premio Nobel A pesar de la concentración de noticias sobre la pandemia en este 2020 los Premios Nobel a mujeres no han pasado desapercibidos, aunque no es la primera vez que cuatro reciben este galardón.
el Premio, a ello va unida una cultura patriarcal que ha impedido su pleno desarrollo y no visibiliza su aporte , ejemplo de ello lo da el libro “Figuras ocultas” de Margot Lee Shetter.
De los doce Premios Nobel que se otorgaron este 2020, un tercio fueron para las mujeres. Tres en el área de las Ciencias y una en Literatura: Andrea Ghez, en Física; Emmanuelle Carpentier y Jennifer Doudna, en Química; y Louise Glück, en Literatura.
Ni hablar de grandes mujeres olvidadas que nunca recibieron un reconocimiento a sus logros como es el caso de Esther Lederberg, microbióloga estadounidense, quien dirigió investigaciones pioneras para entender cómo funcionan los genes; Rosalind Franklin fue una pionera en cristalografía de rayos X; Ida Tacke fue la primera científica en mencionar la idea de la fisión nuclear, en 1934; Lise Meitner en física nuclear condujo al descubrimiento de la fisión nuclear, en la que el núcleo del átomo se divide en dos.
El reconocimiento al trabajo de las mujeres en la paz del planeta, el arte y la ciencia, permitió que en 2018 obtuvieran premios en Fisica, Química, Literatura y Paz, con la diferencia que en ese año cada una representaba un área y ninguna compartió el galardón con otra: Donna Strickland en Física; Frances H. Arnold en Química; Olga Tokarczuk en Literatura; y Nadia Murad en Paz. Desde 1901, año en que empezaron a entregarse estos premios, tan solo 58 veces han sigo otorgados a mujeres, mientras que 876 han sido para hombres y 28 para diferentes organismos. Durante la historia del Premio Nobel, de 962 galardones entregados, tan sólo el 6.03% fueron entregados a las mujeres y no por la falta de participación de ellas en las áreas estipuladas para
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Por el momento 2009 ha sido el año de las mujeres en cuanto al Premio Nobel se refiere, cinco de trece premios fueron otorgados a ellas: Elinor Ostrom, en Economía, Elizabeth H. Blackburm y Carol W. Greider, en Fisiología o Medicina; Herta Müller, en Literatura; y Ada E. Yonath, en Química. La brecha de género aún no se cierra y en Noticias EN OTRAS PALABRAS… no desconocemos y celebramos estos avances, pero continuaremos buscando y forjando un camino más justo para el reconocimiento de las mujeres en la historia de la humanidad.
Periodista, feminista, jubilada, profesora universitaria.
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Consuelo Corredor Martínez*
No hay que ceder ante el miedo: Implicaciones económicas del COVID 19** La crisis por el COVID 19 es una situación global con implicaciones graves en los diversos ámbitos de las sociedades, cuyos efectos son diferenciados según la fortaleza ciudadana, institucional y económica de los países, y del liderazgo y manejo dado por los gobiernos a la situación.
Su carácter global La era de la globalización ha sido particularmente fuerte en los mercados y en las comunicaciones, y algo más restringida en el tránsito de personas, pues si bien hoy hay menos barreras para ello, la xenofobia –relacionada con diferencias ideológicas, religiosas, raciales o políticas— castiga en forma desigual a las personas. Así mismo ha derivado en enormes costos ambientales por el uso indiscriminado de tecnologías, de extracción de recursos y de competencia entre naciones poderosas. La fragmentación se ha impuesto, las desigualdades han aumentado, las oportunidades se amplían para algunos y se cierran para la mayoría. Muchas voces, de tiempo atrás, han llamado la atención sobre los enormes costos de esta dinámica desenfrenada por la acumulación de
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riquezas, de bienes, de poder. Es en este contexto en el que irrumpe el COVID 19, escenario no solo muy frágil a nivel mundial, sino particularmente en el ámbito latinoamericano y por supuesto colombiano, con grandes dificultades para enfrentar los retos derivados de un hecho tan fuerte y desconocido. De tal forma que la lenta superación de la crisis sanitaria muy seguramente va a agudizar los serios problemas que ya existían.
Colombia en el contexto Latinoamericano La fragilidad en la región latinoamericana la ha puesto de presente la CEPAL, que calcula una fuerte caída del empleo, de las exportaciones, de la demanda, lo que se traducirá en una contracción de la economía entre el 3% y el 12 %, y en un importante aumento de la pobreza en cerca de 32 millones de personas. En Colombia, de hecho, no veníamos bien: se había iniciado un descenso en los precios del petróleo, una leve tendencia al aumento de la pobreza, mayor desempleo, devaluación importante del peso, signos muy preocupantes. En efecto, desde 2014 disminuyen los precios del petróleo de US$100 a menos de US$30 barril, y la lenta
Investigadora del Cinep/Programa por la paz del equipo de la Secretaría Técnica del Componente Internacional de Verificación de la Comisión de Seguimiento, Impulso y Verificación a la Implementación del Acuerdo Final (CSIVI). ** Revista CIEN DIAS Edición 98/99 enero-junio 2020 https://www.revistaciendiascinep.com/home/no-hay-que-ceder-ante-el-miedo-implicaciones-economicas-del-covid-19/
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recuperación, en un escenario de rivalidad entre Rusia y Arabia Saudita, se malogra con la caída de los precios actuales. Las implicaciones son enormes por el aporte de las rentas e impuestos de Ecopetrol en el presupuesto de la nación y de los municipios, a través de las regalías. El confinamiento deriva en una fuerte contracción de la demanda, con lo cual las rentas departamentales y municipales también se afectan de forma considerable. Cuando más se necesita el liderazgo del Estado, es cuando las finanzas públicas quedarán seriamente menguadas: reducción en los ingresos corrientes, en las regalías, menos recursos para el Sistema General de Participaciones, baja en las rentas con destinación específica. Las finanzas públicas nacionales y locales quedarán maltrechas. Los estimativos de deterioro del PIB en Colombia por el aislamiento van desde un 1.25%1 hasta 7.5%2. Igualmente es de esperar que se eleve de forma significativa la pobreza por ingresos, y también se refleje por Necesidades Básicas Insatisfechas o multidimensionalmente, y los logros alcanzados se reversen. Las brechas serán mayores tanto en materia de ingresos como de acceso a bienes y servicios. Las dificultades económicas afectan prácticamente a todos los sectores, en especial a la mediana y pequeña empresa que constituyen el mayor porcentaje del tejido empresarial. Los graves efectos del cierre de actividades se siente con fuerza en los negocios informales, que son responsables casi del 50% de la ocupación3, desprovistas de activos financieros y físicos que les den respaldo y muchos más de ahorros que les permitan sobreaguar sin el ejercicio de la
actividad propia. Por ello, el endeudamiento y sus “condiciones blandas” no son un buen camino a elegir por estas unidades económicas. Se genera así un círculo perverso: caída de ingresos familiares, reducción de la capacidad de compra (de la demanda), contracción de la oferta, destrucción de puestos de trabajo, declive de remesas, etc. Los datos de informalidad, desempleo, pobreza, desigualdad, desnudan la fragilidad de los cimientos sobre los que se erigen estas economías. En esta crítica situación se ha puesto en evidencia la VULNERABILIDAD, entendida como la indefensión frente al riesgo, en la que se encuentra buena parte de la población. Si bien el índice de pobreza en el país, con importantes diferencias regionales, y entre lo urbano y lo rural, había mejorado lentamente, no ocurre lo mismo con la desigualdad y la vulnerabilidad, problemas que no se circunscriben a los hogares de bajos ingresos. Basta con que haya un solo perceptor de ingresos en el hogar y de él dependan varios miembros, para que la pérdida del empleo de éste lance al vacío al núcleo familiar. Esta es una situación que se ha hecho recurrente, tanto en empresas formales como trabajadores profesionales independientes, y con mucha más fuerza para quienes mediante su trabajo informal y el rebusque se proveían de un mínimo ingreso diario para sobrevivir, debatiéndose en medio de enormes incertidumbres en materia de salud, alimentación, vivienda, educación. Los estragos de la crisis debido al COVID 19 son muy preocupantes, tanto en pérdidas de vidas humanas, como en calidad de vida y en oportunidades para reiniciar una actividad que permita
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recuperar un ingreso digno. Tarda tiempo esta reconstrucción y mucho más en registrarse avances, pues los logros sociales, que de hecho son difíciles de alcanzar, requieren de muchos esfuerzos, recursos y tiempo, y sin embargo se pierden rápidamente, en una situación de crisis, si no se cuenta con mecanismos que garanticen en cualquier circunstancia, un mínimo vital para la población en situación de mayor vulnerabilidad. Esto muestra la fragilidad y casi nula sostenibilidad de un sistema que se basa más en el consumo de bienes innecesarios que en el ahorro, que se debate en el día a día, en el que es usual el síndrome de la ganancia fácil, la ley del sálvese quien pueda, pues el espíritu no es el de colaboración, sino el de competencia. Fragilidad que muestra el falso dilema entre salud y economía, así como el equivoco de actuar para acabar con la pandemia minando de paso las fuentes de ingreso. Tan equívoco como imponer el que los demás “cuiden” a las personas de mayor edad, mediante el aislamiento, desconociendo los efectos en su salud emocional y física, al igual que desconociendo su autonomía. Reivindicar el buen vivir, incluye el buen morir. Son innumerables las propuestas hechas para “volver a la normalidad”, lo cual sería un craso error, pues esta gran crisis debería ser una oportunidad para trazar un camino en el que las personas estén en el centro y todos los recursos disponibles estén al servicio de una sociedad más justa, equitativa y democrática. Bien lo dice el filósofo surcoreano Byung-Chul Han: el manejo que se le ha dado a la crisis sanitaria no fortalece la democracia, y se sustenta es en el miedo y “…del miedo se alimentan los autócratas”4. No hay que ceder al miedo y tomar decisiones audaces: centrar los esfuerzos en apuestas que
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tengan efectos cascada importantes y que sean posibles. Dos son cruciales: 1. La RENTA BÁSICA para garantizar un mínimo vital y 2. Un SISTEMA TRIBUTARIO progresivo, equitativo y eficiente. Hace unas tres décadas se abrió paso el debate en América Latina sobre la renta básica, ante el declive del Estado de Bienestar, de por sí precario en la región, sin logros concretos. Hoy se debate en el Foro Económico Mundial y en la Unión Europea, y muchos economistas y pensadores plantean una nueva narrativa sobre la globalización y la distribución, incluyendo un replanteamiento del Estado de Bienestar. La CEPAL, en este contexto de crisis, también la prioriza en la agenda de la regional. Se llegó el momento de tomar en serio y garantizar una renta básica, que asegure el mínimo vital, entendida no como subsidio o ayuda, sino como un Derecho. Las condiciones del país posiblemente no permitan apostar en lo inmediato a una renta básica universal, pero si podría hacerlo para todos los hogares que estén en condición de pobreza y vulnerabilidad e ir progresivamente construyendo su universalidad. El ministro A. Carrasquilla se apresura a decir que NO5, a pesar de que Bogotá inicia el camino proponiéndola en su Plan de Desarrollo, y cuando el Parlamento español lo adoptó en días pasados. No se trata de “eliminar de tajo” las transferencias que ya existen, pero poner como condición previa que toda la población esté formalizada es una utopía y una forma de hacerle el quite. Si bien es “exigente en materia de información” esta es una oportunidad para ir construyendo un robusto sistema que recoja los datos y caracterizaciones que ya tienen muchas alcaldías
y entidades del Gobierno. ¿Por qué no comenzar por afinar la información del Sisben y del programa Ingreso Solidario y adelantar estrategias efectivas de bancarización? Así se pueden identificar los más necesitados. Luego ir avanzando para integrar toda la población en situación de pobreza y vulnerabilidad, y progresivamente avanzar hacia una renta ciudadana universal. De no iniciar el camino ya, la debacle en salud y los desastres naturales, siempre tomarán al país y al gobierno sin las condiciones previas, necesarias para hacer realidad un mecanismo que genera un círculo virtuoso. La Renta Básica contribuye a generar ingreso en los hogares, a dinamizar la demanda de bienes y servicios, a incentivar la producción, a recobrar credibilidad en la institucionalidad y en el Estado. Igualmente permite prever un manejo menos dramático e improvisado frente a contingencias como la actual, y evitar que se desvanezcan los logros sociales, por la indefensión de buena parte de la sociedad frente al riesgo. La obligación del Gobierno, si pretende liderar y tener legitimidad en la búsqueda de un camino que ofrezca oportunidades reales de reconstrucción y resiliencia, es diseñar estrategias enfocadas a restablecer y garantizar el ejercicio efectivo de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales, no como subsidio, ayuda, colaboración o caridad. Igualmente, es hora de encarar la desigualdad, no solo por principios éticos, sino también porque la concentración amenaza la sostenibilidad del sistema. Es imperativo, entonces, un sistema tributario progresivo, equitativo y eficiente, como lo establece la Corte Constitucional6.
Hoy se privilegian los impuestos indirectos y las exenciones a favor de los más ricos, al punto que en Colombia el impacto de la política fiscal en pro de la igualdad es casi nulo, pues la desigualdad no mejora después de impuestos y transferencias, como lo han demostrado en varios estudios Jorge Iván González y Luis Jorge Garay. Un Sistema Tributario como lo plantea la Constitución, será una fuente importante para financiar la Renta Básica, pues el Estado contará con más recursos para hacer realidad este derecho. Lo anterior pasa por la eficiencia y eficacia en el gasto, y por consiguiente, en un compromiso efectivo contra la corrupción en todos los niveles y ámbitos colectivos e individuales. Es importante adelantar estrategias que den frutos en el corto y mediano plazo. Es el caso de muchos de los compromisos establecidos en el Acuerdo de Paz, orientados a cerrar las brechas campo ciudad y las desigualdades entre regiones y promover el desarrollo local con participación efectiva de los pobladores. Hoy se han visto seriamente afectados estos procesos, por lo cual es imperativo un plan de choque que permita una reactivación de las dinámicas territoriales, con prioridad en las 16 regiones PDET (170 municipios). Muchas obras significan una importante generación de empleo y dinamizan sectores productores de insumos, que pueden, a su vez, generar un efecto virtuoso sobre eslabonamientos de la cadena de infraestructura física, o de alimentos, las cuales son imperativas para el logro de los objetivos de los PDET y aún más en este contexto de crisis sanitaria.
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Cecilia López Montaño*
Lo que se va con el Coronavirus*
Una conmoción como la que está sufriendo el mundo no va a pasar en vano, y muchas cosas cambiarán para mal, opinan algunos, y para bien, esperamos todos. A estas alturas, aceptando que existe total incertidumbre sobre el futuro, sí empiezan a revelarse hechos que permiten identificar temas que se van a ir con esta pandemia. Desaparecerán principios que se consideraron dogmas, o sencillamente no irán más y serán reemplazados por otros que se pensaban inadmisibles. Surgirán nuevos temas, otras prioridades y profesiones desestimadas hasta ahora. Por ahora, los que se van: 1) El Estado débil: es una verdad innegable que es el Estado el protagonista en esta crisis porque es el único que tiene el poder y los recursos para enfrentarla, y se entierra la idea de que se sustituye fácilmente por el sector privado. Es evidente que en sus manos están desde el poder ordenar a la población su confinamiento hasta las acciones de emergencia y financiación que salvan a la gente, y con ellas a las empresas, como también las decisiones para la recuperación.
2) La política social ortodoxa: quedó en evidencia que no basta con solo apoyar a los pobres con transferencias de ingresos, porque los que salieron de esa situación se convirtieron en vulnerables, lejos del radar del Estado. Esta población es la mayoría del país; supera, por lo tanto, el tamaño de la pobreza y de la clase media, y sus ingresos no alcanzan el salario mínimo. Hoy tienen en jaque a los gobiernos y al país, porque nunca los tuvieron en el radar. Ahora saben que tienen que apoyarlos si no quieren una revuelta social o perder todo lo que se ganó en la reducción de los niveles de pobreza. Además, se evidenció que en temas sociales, el sector privado no maneja mejor los recursos públicos. Personal médico, de enfermería y de apoyo en el sector salud ha pasado momentos críticos porque los responsables no le pagan a tiempo y no le dan la dotación necesaria. ¿Será posible que se pueda insistir en las ventajas de ponerles lucro a estos servicios y que las EPS e IPS sigan manejando este sector? 3) El empoderamiento: la gran estrategia para volver productiva a la gente, especialmente aquella de
* Economista, política, y diplomática colombiana. ** El Tiempo, 29 de mayo 2020 , 07:52 p. m. https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/cecilia-lopez-montano/lo-que-se-va-con-el-coronaviruscolumna-de-cecilia-lopez-montano-501150
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Cuánto dinero se ha dedicado a esta estrategia, y miren la cantidad de gente ‘empoderada’ que hoy es vulnerable. ¿Se empoderaron realmente, cuando no han podido insertarse eficientemente en la actividad productiva del país?
el mundo, ahora vamos si acaso de segundos, lo que nos obligará a valorar esas profesiones que se han subestimado por siglos y esos temas de los cuales ahora dependemos, como el cuidado. 5) El reinado de los equilibrios macroeconómicos: las obsesiones de los neoliberales hoy desaparecen, y lo importante es salvar a todo costo a la gente y con ella, las empresas y la economía. Se volverán a posicionar, pero con otros criterios, y entre las nuevas prioridades estará la desigualdad, que por fin saldrá del cuarto de San Alejo, donde la han tenido durante 3 décadas, por lo menos.
4) La sobradez de los economistas: en la situación actual, como lo han dicho muchos, la crisis económica gigantesca que vivimos nació de un virus, y la salida de la economía depende en última instancia de la frenada de la pandemia. Nosotros los economistas, que creíamos que manejábamos
Esta es una primera mirada, pero todo indica que la forma como se maneje la política económica definirá lo que suceda con ese modelo económico que ha predominado durante 3 décadas. Pero hay claros indicios que prevén que esa dura ortodoxia económica se va: pónganle la firma.
ingresos muy bajos, ha mostrado su ineficiencia. Su esencia es entregar a esa población unos instrumentos y chao, que se defiendan como puedan. Pero, eso sí, los clasifican como empoderados. Y el Estado y el sector privado sienten que cumplieron con su cuota de generosidad o de solidaridad.
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Piedad Córdoba Ruiz*
La pandemia es el modelo económico y la vacuna la movilización
Tras 30 años de neoliberalismo cada día se devela con mayor nitidez la irracionalidad e inviabilidad del vigente modelo económico en nuestro país. El virus del COVID solo ha cabalgado sobre una crisis gestada por este fracasado modelo, agudizado por los gobiernos del presente siglo. Santos tuvo que cambiar la metodología de medición de la pobreza para poder reducir sus cifras, y de la apuesta desenfrenada de imponer la locomotora minera solo quedó la volatilidad económica propia de la dependencia de las materias primas y un creciente desastre ambiental legado a las nuevas generaciones. Duque vuelve e insiste en el mismo modelo y muestra los desastrosos proyectos asistencialistas con los que Uribe hizo clientelismo, como si fueran la alternativa y no parte misma de la crisis, perpetuadores de la miseria de las mayorías. La coyuntura del COVID no debe eclipsar que los desbalances de la economía colombiana y la consabida crisis social venían de atrás, porque
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Abogada y política colombiana.
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son inherentes al modelo neoliberal extractivista que impusieron los sucesivos gobiernos. En 2019 el déficit en la balanza de pagos llegaba al 4.3% del PIB y ya el desempleo era de dos dígitos. El presupuesto estatal se había hecho adicto a dos peligrosas formas de ingresos: la renta petrolera y la deuda pública, que ascendía a niveles inéditos incluso en la era neoliberal. Hoy la deuda supera el 50% del PIB, duplicando el porcentaje que alcanzó a tener durante la crisis financiera de 1999 y el gobierno nos sigue endeudando. Mientras tanto, por los reajustes en los precios del crudo se calcula la pérdida de más de 12 billones de pesos el año entrante para el estado colombiano. Se amarró el país a un mercado capitalista que se hunde en una recesión global y donde no se ven en lo inmediato grandes repuntes de precios para las materias primas que nuestros gobernantes nos condenaron a exportar. Si bien la insulsa estrategia de la “economía naranja” de Duque no lograba siquiera paliar las
graves problemáticas del modelo neoliberal, la pandemia aceleró en Colombia –como lo hizo a nivel global- la crisis económica capitalista, cargando los padecimientos a las y los más expropiados por el mismo modelo, con un sesgo muy fuerte en nuestro país hacia las mujeres y los pueblos étnicos. Muchas capas medias que ya habían empezado a protestar contra el modelo ante sus limitantes y asfixia dentro de éste, también sufrirán fuertemente la crisis la presente recesión, en medio de la indolencia gubernamental, que tercamente reincidió en el endeudamiento, el asistencialismo focalizado- y clientelizado- así como en la profundización del neoliberalismo. Ni un mínimo ajuste les ameritó la Ley 100 que nos heredara en su primer paso por el Senado Uribe Vélez. Las cifras son elocuentes: contracción de 15,7% en el segundo trimestre que hace que en el acumulado del año la economía caiga un 7,4%, muy por debajo de la recesión de -4.3 % en 1999 en el gobierno de Andrés Pastrana. El consumo cayó 6,2%, la inversión 20,2%, las exportaciones 15,2% y las importaciones 15,9%. En lo corrido de 2020, 9 de los 13 sectores del PIB decrecieron. Además del agro, solo tuvieron indicadores positivos justamente los dos renglones más parasitarios de la economía: inmobiliarias y financiero, lo que da muestra clara del poder de la banca y la especulación en la economía colombiana. Las mismas cifras oficiales vaticinan que el déficit fiscal del Gobierno Nacional que todos pagaremos con nuestros impuestos pasará del 2.7% al 8.2% del PIB. El reconocido economista Eduardo Sarmiento llega a calcular con rigor un decrecimiento de dos dígitos para nuestro país en
este año. Sería bueno que el gobierno confirmara o desmintiera con argumentos esta proyección. Si cuando la economía va bien al pueblo le va mal, cuando a la economía le va mal, al pueblo le va peor. La tasa de desempleo disparada bordeando el 20% y alcanzando un record histórico en mayo del 21.4%, con grandes desbalances regionales que hace que en las 13 grandes ciudades en el mes de junio el promedio de desocupación fuera del 24.3%. Asobancaria calcula que al cierre de 2020 se destruirán, en promedio, cerca de 2 millones de empleos respecto al registro de 2019, lo que implica una reducción del 8,7% en el total de ocupados del país, mientras que la tasa de informalidad solo en las mismas 13 principales ciudades sigue cercana al 50%, la mitad de los trabajadores y trabajadoras. Este panorama aunado a la profundización de la precarización del trabajo contribuirá a aumentar nuevamente el Índice de Pobreza Multidimensional (IPM) cercano ya al 20% el año anterior, con el agravante que este indicador en la ruralidad (39%) triplicaba al promedio urbano (13%). Esta lamentable situación económica que sufren millones de compatriotas que durante esta pandemia no recibieron ninguna ayuda estatal en medio de la mezquina negativa gubernamental de reconocer el justo reclamo de la renta básica o del subsidio a pequeños comerciantes, tiende a acrecentarse cuando vemos la proyección presupuestal para el 2021 de Duque y Carrasquilla. Ad portas de ser aprobado con modificaciones no sustantivas cursa en el Congreso el proyecto de Presupuesto General de la Nación, PGN, del próximo año, generando cuando menos
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indignación que en medio de esta crisis social se le entreguen 75,94 billones al servicio de la deuda, de un total de 314 billones. Para plácemes del gran capital financiero, en el país del mayor desempleo de la historia, solo a Carrasquilla puede ocurrírsele aumentarle 22 billones de pesos a la ya onerosa tajada que le pagamos todos los colombianos y colombianas a la banca tenedora de la deuda estatal. Con tanta generosidad para con la banca, entiende uno porque Gillinsky será gustoso embajador de Duque en la ONU. Los 75.9 billones de la deuda, -diez veces más que los recursos que el Gobierno Nacional ha gastado para enfrentar los efectos sociales y económicos de la pandemia- están acompañados en el presupuesto de Duque-Carrasquilla por 38.1 billones de pesos para el Seguridad y Defensa. Así que cuando la economía puede decrecer un 10%, el gasto en guerra va a crecer un 11%, sin importar ni la firma del Acuerdo Final , ni la crisis legitimidad que vive la Fuerza Pública colombiana en medio de la pléyade de
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escándalos y del uso de la violencia contra la población civil. Afrenta a la paz, que no recoge ni 6 billones, y afrenta a las víctimas directas de los desafueros de este fletado aparato militarpolicial. A la pandemia del modelo económico, Duque solo la expande y la profundiza. A este proyecto impúdico de PGN, va de la mano con un verdadero paquetazo de reformas a las que se comprometió con los más poderosos: laboral, pensional, baldíos y tributaria, que serán siendo descargadas antes de que acabe la legislatura virtual. Todo esto justifica las exigencias y acciones de la Minga, las reivindicaciones vigentes del Paro del 21N y la convocatoria en marcha a la movilización del próximo 21 de octubre. Yo no veo infiltrados ni terroristas, como lo hacen los macartistas del Gobierno: veo una justa indignación ciudadana ante la más grave crisis social y económica del siglo, exacerbada por el actual Ejecutivo, una profunda crisis que no se resuelve con un programa de televisión.
Piedad Córdoba Ruiz*
¡No me arrepiento de nada!** Hace pocos días anuncié mi retirada de la política electoral y aunque el anuncio es reciente, la decisión no tanto. Empecé en la política desde muy joven y desde ese momento y trabajando con la gente, me reafirmé y lo sigo haciendo, a pesar de esta decisión, en que la política es el arte para servir a la gente y con esta premisa me recorrí Medellín y Antioquia, en un principio y luego todo el país; cada ciudad, cada pueblo, vereda y por supuesto una que otra parte de nuestra hermosa selva. Fui a una Colombia que no sale en los medios, una Colombia olvidada de las políticas de salud, educación, cultura y demás bienes preciados a los que tenemos derecho todos los ciudadanos. En dichos recorridos me encontré de frente con la ignominia, la pobreza y el hambre en medio de territorios inmensos y ricos en recursos naturales, esto último me significó, a pesar de la impotencia y la rabia, la fuerza para batallar desde y en la política para lograr una vida mejor para los siempre postergados y excluidos por el poder.
Estuve más de 19 años debatiendo con ideas y pasión en el Congreso, promoviendo políticas de inclusión y reconocimiento de la mujer, el campesinado, los jóvenes y los afrocolombianos con la ley 70 de 1993 y los derechos de las diversidades sexo genéricas. Mi lucha y práctica política trascendió este escenario cuando empecé a buscar todas las formas (im)posibles para la liberación de policías, militares y políticos secuestrados en la selvas por las Farc y como si esto hubiera significado el peor error de mi vida política, arreciaron aún más mis problemas de seguridad e integridad personal, pues a raíz de esto se me persiguió, me despojaron mis derechos políticos al inhabilitarme y arrebatarme mi curul y fui sometida al linchamiento público, fui víctima de secuestro por los paramilitares y me tuve que exiliar con mis hijos. Sin embargo, a pesar de lo difícil de esta situación, seguí creyendo que la política era parte de mí y era el mejor tributo que podía hacerle a mi país.
* Abogada y política colombiana. ** Las 2 Orillas, Julio 22, 2020. https://www.las2orillas.co/no-me-arrepiento-de-nada/
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Yo sacrifiqué mi vida personal y familiar y me quemé mucho políticamente desde que empecé a trabajar obstinadamente para que se acabara la guerra, no descansé hasta lograr la libertad de compatriotas, de ahí que me haya dedicado a trabajar con los sectores alternativos, de los cuales aprendí y confié, por eso, fue muy duro y frustrante ver que a la hora de requerir su apoyo, no estuvieron ahí, sentí como si hubiera perdido todo el tiempo que había hecho en política, como si hubiera echado por una cañería un prestigio. Si algo tengo que decir de mis años en la política es que ¡No me arrepiento de nada! Pero debo confesar ciertas decepciones, no del poder político formal de este país, porque de él nunca he esperado nada bueno, sino de quienes se ufanan de ser diferentes y contradictores de ese poder, aquellos con los que compartí escenarios públicos, luchas y proyectos en común y reuniones fraternas, de los que espere solidaridad y reciprocidad; aquellos que en el momento de mi candidatura presidencial y posterior renuncia a ella, cerraron sus puertas, no contestaron mis llamadas, me aislaron de los escenarios de la coyuntura electoral, me quisieron desconocer. Algunos creerán que pequé de ingenua, que la política electoral es así y pienso entonces que, la
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derrota de la política es esta victoria (un poco falsa además) del marketing, de la pose, de la impostura y también, entonces, la derrota de los principios, a la cual me niego y por eso decido levar anclas, partir hacia otros rumbos, reinventándome con las decepciones para seguir, como la canción, “cantando al sol, como la cigarra después de un año bajo la tierra, igual que sobreviviente, que vuelve de la guerra.” Mi retirada de la política, es una retirada de su ámbito electoral, calculador y rastrero. Estos dos últimos años y la actual cuarentena me han permitido reflexionar sobre la urgencia de una política anclada mucho más a intereses colectivos y comunitarios, forjando nuevas prácticas y narrativas para que la ciudadanía se apropie y le guste hacer política y esta no sea única y exclusivamente un sinónimo de dinero y conveniencias sino una búsqueda del bienestar común. Por esta razón, reafirmo mi anhelo y compromiso de reinventar las formas de hacer política en el país, de continuar creyendo que el Guainía, el Guaviare, la Guajira y el Chocó hacen parte de nuestro país y nosotres debemos hacer parte de ellos también, allá hay otras perspectivas de cómo se vive el país, otras solidaridades, otras formas de hacer y sentir que se deben integrar en la cultura, el arte, la economía y otros ámbitos.
Gladys Rocío Ariza Sosa*
Un atentado contra la vida universitaria La mañana del 4 de marzo de 2020 nos despertamos con múltiples mensajes en redes sociales y en la radio informando que nuestra cercana amiga y compañera de la Universidad de Antioquia, la profesora, académica y activista feminista Sara Yaneth Fernández Moreno había sufrido un grave atentado contra su vida, en su propia residencia en horas de la madrugada. La brutal agresión efectuada con un arma corto contundente generó múltiples conjeturas iniciales sobre su intencionalidad. Gracias a la rápida reacción y valor de la profesora, a la solidaridad de sus seres queridos, a la rápida respuesta inicial de sus vecinos y las autoridades, tras varias intervenciones quirúrgicas y una hospitalización de dos semanas, ella se logró recuperar plenamente y reintegrar a sus labores. El autor material fue capturado y la investigación por tentativa de homicidio agravado se encuentra en marcha. Sin embargo, no se puede olvidar este condenable hecho. Más allá de las estrategias y medidas de protección que debemos
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reclamar para las lideresas y los líderes sociales en nuestro país, es necesaria una reflexión social profunda sobre las causas de este tipo de condenables ataques, pues estamos inmersos en una sociedad que parece ignorarlos. El atentado se realizó tan sólo dos días después de que la Asociación de profesores, otras agremiaciones y colectivos de la Universidad de Antioquia recibieron un panfleto amenazante. Es incomprensible como las posturas que reivindican los derechos humanos, los ideales de justicia social, el respeto a la diversidad y al bien común son estigmatizadas, hasta el punto de intentar su total aniquilación de forma sistemática. Es necesario garantizar que en Colombia las universidades públicas puedan ser espacios donde el debate y la deliberación no sean objeto de persecuciones, es decir que sean territorios libres de violencias de todo tipo, que hagan posible avanzar en la construcción de una paz real con justicia social.
Profesora de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia, correo: gladys.ariza@udea.edu.co
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Juanita Barreto Gama*
Develar la simbiosis violencia-patriarcalismo.
Un compromiso con la vida de las mujeres: Mónica Godoy no está sola Rastrear con las viejas linternas de la Grecia antigua cuando Diógenes caminaba buscando un hombre o con las luces de los rayos láser de los instrumentos quirúrgicos que traspasan la piel en complejas operaciones que reparan las membranas oculares, evitan o curan un desprendimiento de retina, previenen la pérdida de visión o contribuyen a su recuperación, es un ejercicio incesante en la historia de la humanidad inscrita en los cuerpos de los seres vivos. Quienes transitamos por la Universidad Nacional de Colombia durante tres, cuatro o cinco décadas de nuestras vidas tuvimos la oportunidad de interrogar los procesos de producción, distribución y circulación de los conocimientos su génesis, su devenir y su sentido. Indagamos sobre las relaciones entre la investigación y la acción, los procesos y prácticas pedagógicas y las relaciones entre los aún llamados estamentos directivos, docentes, administrativos y de servicios que integran la también llamada comunidad universitaria.
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Ciudadana feminista.
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Truenos, centellas y tempestades acompañaron las acciones y decisiones de política universitaria respecto a la financiación de la educación pública y privada. En medio de debates y disputas, combates y guerras, alianzas y acuerdos de paz, vivimos los conflictos generados en los procesos formales de clasificación y estructuración de las ciencias, las disputas acerca de la lógica formal, la lógica dialéctica, las revoluciones científicas y los cambios de paradigmas para explicar las relaciones entre ciencias naturales y ciencias sociales, docencia, investigación y extensión universitarias, disciplinas y profesiones, artes y oficios. En estas décadas, entre sueños y dueños, los llamados techos de cristal se abrían o se cerraban para ampliar o restringir el acceso de los sectores populares a la educación superior pública. Durante los años sesenta y setenta fueron intensos los debates sobre la educación como derecho, servicio o negocio. El reconocimiento de la educación como un derecho fundamental y como un servicio público queda consagrado en al artículo
67 de la Constitución de 1991, al tiempo que las estadísticas seguían registrando tasas significativas de analfabetismo en los sectores rurales y en una amplia proporción de pequeños municipios. Se sentían vientos de cambios en las propuestas de Escuela Nueva y alternativas novedosas respecto a los procesos de educación formal, no formal e informal como también nubarrones y tormentas en las relaciones entre educación básica primaria, media profesional e intermedia diversificada, técnica, tecnológica y superior pública y privada. El acceso de las mujeres a la universidad que se iniciara como situación excepcional a finales de los años treinta y fuera incrementándose lentamente hasta los años sesenta, experimento un crecimiento acelerado en los noventa y fluctuaciones en las dos primeras décadas de este siglo. Sin embargo, los estudios señalan que no sucede lo mismo con los índices de permanencia y egreso de las mujeres y que en los últimos años ha vuelto a decrecer. Señalan también que persisten las carreras y profesiones consideradas femeninas, si bien hay tendencias de cambios. Respecto a la composición por géneros de las planta docentes cabe señalar a manera de ejemplo que en la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia, en la planta docente de Filosofía solamente hay una sola profesora y en la de Trabajo Social solamente un profesor lo cual se ha mantenido sin variación durante más de tres décadas. Las acciones orientadas a exigir las condiciones para garantizar el acceso y permanencia de amplios sectores de población a la educación
superior en el campus universitario animaron preguntas acerca de las semejanzas y diferencias entre la pirámide educativa y la pirámide poblacional que va engrosando su cintura y ampliando su cúspide a medida que crecen los índices que miden la expectativa de vida en Colombia. Un estudio realizado por la Oficina de Promoción Social del Ministerio de Salud en abril de 2013 introduce el concepto de envejecimiento demográfico en Colombia 1951-2020 que da cuenta de la transición demográfica en estas seis décadas. https://www.minsalud.gov.co/sites/rid/Lists/BibliotecaDigital/RIDE/DE/PS/Envejecimientodemografico-Colombia-1951-2020.pdf Los nuevos y viejos movimientos sociales dentro de los cuales el movimiento social de mujeres y el movimiento feminista transitan por los campus universitarios en medio de debates sobre las relaciones entre academia, política, políticas sociales y políticas públicas, interrogando los postulados y pretensiones de neutralidad en la producción de conocimientos, y preguntas sobre el sexo oculto del poder del saber fueron tomando forma en la vida universitaria en medio de procesos que interrogan las pretensiones de cientificidad de los estudios feministas y legitiman la importancia de los estudios de género. Género y feminismo ingresan en los templos del saber en medio de relaciones que interrogan los órdenes establecidos. ¿Qué se mantiene y qué se transforma en esas seis décadas cuando las disputas sobre las relaciones de género, las demandas de los movimientos feministas están presentes en el campus universitario interrogan las relaciones de poder
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patriarcal? ¿Es el patriarcado y son los patriarcas que lo representan una especie en extinción? La simbiosis violencia-poder patriarcal ha sido develada. Los silencios que ocultaban los procesos de opresión que la apropiación económica, sociocultural, social y política de los cuerpos y las mentes de las mujeres se ha roto. Las voces de mujeres que rompen el silencio caminan por los campus y los campos, las catedrales y los palacios demostrando los riesgos de retornar a las hogueras de la edad media, a los patíbulos donde se produjeron héroes y heroínas cuando investigar la reproducción cotidiana de la violencia patriarcal en las historias de vida de las mujeres universitarias se convierte en un delito. Los estudios y documentos que dan cuenta de experiencias de violencias de género contenidos en los Informes sobre Violencia sexual en el Departamento de Antropología de la Universidad Nacional de Colombia. Sede Bogotá avanzan en este proceso orientado a seguir develando las lógicas que las sustentan y las reproducen. https:// cuidemonosentrenos.wixsite.com/misitio La simbiosis violencia-poder patriarcal circula subrepticiamente en la legitimación del maltrato, el acoso y el abuso sexual, y adquiere sus más graves y mortales consecuencias en los delitos de violación y feminicidio. Develar las cadenas que en pleno siglo veintiuno conducen al cadalso, reproducen, actualizan y revisten con nuevos ropajes el oscurantismo, el pensamiento dogmático y la neutralidad inmovilizadora, es un compromiso con la vida. Quienes silencian las voces de las mujeres y de las poblaciones ancestral-
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mente oprimidas utilizan a su acomodo los recursos jurídicos reproducen prácticas milenarias de subordinación, discriminación y extinción de pueblos y poblaciones. Señalar a las mujeres críticas, irreverentes, consecuentes y rebeldes como culpables de la violencia que se ejerce contra ellas, solo sirve a quienes se apropian del poder y hospedan en sus cuerpos al tirano. Las interpretaciones acomodaticias de la realidad, las pretensiones de neutralidad y el manejo de las leyes al servicio de sus poderes arbitrarios no podrán silenciar las voces de las mujeres críticas ni reproducir obstáculos para avanzar en los procesos que animan la movilización y las denuncias crecientes en los campus universitarios. Por todo lo anterior Mónica Godoy no está sola. Tampoco están solas quienes impulsan la acción política transformadora en este camino de exigibilidad de derechos, en la casa y en la plaza, en el campo y en los campus. El llamado “a la comunidad universitaria, a organizaciones sociales y feministas a hacer veedurías ciudadanas de este caso, a proteger a quienes valientemente asumieron el riesgo de contar lo que les sucedió y a quienes facilitan que sus voces sean escuchadas” nos convoca. Las denuncias producto de procesos de investigación son acción política consecuente en el camino de exigibilidad y ejercicio de derechos. Quienes someten al debate público sus historias están ejerciendo en la práctica cotidiana el derecho a defender la vida de las mujeres.
Santiago Torrado*
Una oleada de feminicidios enciende la indignación en Colombia**
La radiografía es aterradora. Al hallazgo del cadáver de una joven estudiante en las aguas del río Cauca, en los límites de los departamentos de Caldas y Antioquia, se sumó el asesinato de una mujer y su pequeña hija en una barriada popular de Bogotá en un lapso de pocas horas. Las medidas de aislamiento para evitar el contagio del coronavirus no han detenido la pandemia de los feminicidios. Los dos crímenes han estremecido a Colombia y han encendido alertas sobre la violencia de género, aparentemente agravada por la cuarentena nacional para atender la crisis sanitaria. Según cifras oficiales, al menos 315 mujeres han sido asesinadas y más de 16.000 han sufrido violencia intrafamiliar. “Con dolor e indignación capturamos al feminicida que asesinó a Heidy Johana y su hija. Tenía antecedente de violencia intrafamiliar ‘por celos’. La excusa del machismo violento y hasta asesino”, escribió este miércoles en sus redes sociales Claudia López, la alcaldesa de la capital colombiana. Anunciaba así los avances en el
caso por el asesinato, el pasado domingo, de la mujer de 30 años y su hija de cuatro en el sector de Kennedy, en el suroeste de Bogotá, coincidentemente uno de los lugares más golpeados por la covid-19. Unas horas antes, los bomberos de Marmato encontraron en el río Cauca el cuerpo de Daniela Quiñonez, de 23 años. La estudiante de Administración de Negocios de la Universidad Eafit, en Medellín, había desaparecido en la madrugada del domingo a la salida de una fiesta en ese municipio del departamento de Caldas, en el oeste del país, adonde había viajado para pasar la cuarentena con su madre. De acuerdo con versiones de prensa, el principal sospechoso se había ofrecido a llevarla en moto a su casa y tiene rastros de rasguños en su cara y cuello. Ambos casos han provocado actos simbólicos, tendencias en redes sociales y marchas en reclamo de justicia. Además, la organización para los derechos del colectivo trans y de la diversidad
* Columnista del diario El País, España. ** Tomado de: https://elpais.com/sociedad/2020-06-18/una-oleada-de-feminicidios-enciende-la-indignacion-en-colombia.html. 18 jun 2020 - 19:23 cot
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sexual Caribe Afirmativo denunció el feminicidio este fin de semana de dos mujeres de esa comunidad en las ciudades de Santa Marta y Barranquilla, con lo que hubo en Colombia al menos cinco feminicidios en 48 horas, según la agencia Efe. Las denuncias durante la cuarentena nacional que se inició el 25 de marzo y se prolongó por más de dos meses ya habían encendido las alarmas. Las llamadas a la línea de atención 155 se incrementaron en un 103% durante el primer mes del llamado aislamiento preventivo obligatorio, y por lo menos 102 mujeres fueron asesinadas mientras las medidas de confinamiento estuvieron en vigor, de acuerdo con el Observatorio de
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Feminicidios Colombia, un sistema de rastreo en la prensa nacional y regional de la Red Feminista Antimilitarista. “Los impactos de las epidemias acentúan las desigualdades de género y el riesgo de violencia se incrementa en espacios de aislamiento”, advertía a comienzos de abril en una entrevista con este periódico Ana Güezmes, la representante de ONU Mujeres en Colombia. Solo entre enero y mayo, 315 mujeres han sido asesinadas en el país y 16.473 han sido víctimas de violencia intrafamiliar, de acuerdo con las cifras oficiales del Instituto de Medicina Legal. La Fiscalía ha tipificado 76 casos como feminicidios en lo que va corrido del año.
Ana María Méndez* Laura Pedraza** Carolina Triviño***
Barreras de acceso a la interrupción voluntaria del embarazo en el contexto de la pandemia por COVID 19
A partir de la Sentencia C-355 de 2006, en Colombia se reconoció el derecho fundamental de las mujeres a acceder a la Interrupción Voluntaria del Embarazo (en adelante, IVE) en las tres circunstancias reconocidas por la Corte Constitucional: (i) cuando la continuación del embarazo constituye un peligro para la vida o la salud integral de la mujer; (ii) cuando existe grave malformación del feto, que hace inviable su vida fuera del útero, y (iii) cuando el embarazo es producto de violación o incesto. Sin embargo, hoy, catorce años después de emitida dicha sentencia, se siguen presentando obstáculos y barreras que impiden que las mujeres y las niñas accedan de manera plena a este derecho. En el actual contexto de emergencia sanitaria ocasionada por la pandemia de covid-19, las
barreras de acceso a la IVE se han acentuado y se han detectado otras nuevas que han afectado la salud y la vida de las mujeres, jóvenes y niñas, especialmente de las más vulnerables. En este documento, La Mesa por la Vida y la Salud de las Mujeres (en adelante, La Mesa) presenta un análisis de los obstáculos más comunes que actualmente enfrentan las mujeres que desean acceder a un aborto legal y seguro en Colombia. Para esto, el documento se divide en tres partes: en la primera se presenta la normatividad nacional e internacional que se ha producido en el actual contexto de pandemia en materia de derechos reproductivos, incluyendo la IVE; en la segunda se hace una caracterización de los casos que ha acompañado La Mesa entre el 1 de marzo y el 31 de mayo de 2020, y en la tercera se hace
* Abogada de Incidencia. ** Profesional de Incidencia Política y apoyo técnico. *** Abogada de Apoyo Legal. Integrantes de la Mesa por la Vida y la Salud de las Mujeres .
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un análisis de los casos atendidos durante dicho periodo; esto, a fin de identificar, por un lado, las barreras de acceso a la IVE que persisten y se han acentuado en el contexto de la pandemia generada por covid-19 y, por otro, las nuevas barreras de acceso que han surgido a raíz de la pandemia y el confinamiento obligatorio. Con este análisis se pretende aportar a la identificación de las barreras que enfrentan las mujeres, reconocer la vulneración de los derechos sexuales y reproductivos en el marco de las medidas
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adoptadas por el Estado colombiano durante la pandemia generada por covid-19 y, en particular, aportar evidencia e información para avanzar en el acceso al derecho a la IVE en condiciones de calidad y en igualdad de oportunidad en todo el territorio nacional. El documento completo puede consultarse en https://despenalizaciondelaborto.org.co/wpcontent/uploads/2020/07/Inf-tecnico-Covid19v8-1.pdf
Mónica Sánchez Bernal*
La V Cumbre Iberoamericana de Agendas Locales de Género y el 05 de Octubre Día Mundial del Hábitat**
La pandemia modificó todas las agendas previstas para este año 2020. La adaptación multidimensional nos puso en resiliencia colectiva. De alguna manera el desafío fortaleció mecanismos para el encuentro virtual y el intercambio de bienes, conocimientos, saberes, preocupaciones, debates, donde acuerdos y desacuerdos siguen a la orden del día con variaciones significativas, entre otros, respecto a los espacios domésticos y del afuera. El alto forzado puso a reflexionar en este sentido a qué futuro apuntar en el ordenamiento del territorio y la vivienda, así como qué cambios hacer para no autodestruirnos como humanidad, pues se siguen visibilizando efectos negativos diferenciales en la vida de las mujeres esta vez aún más acentuados en la emergencia donde la vivienda tiene un lugar protagónico en el encierro. Se han evidenciado también temas tratados desde el urbanismo feminista hace 40 años que en 2020 han tenido eco sin los créditos
correspondientes, se plantea ahora como oportunidad para su impulso sin tener que recurrir a convencer en los caminos propuestos. Se resaltan en estas noticias dos escenarios que tienen desarrollo periódico hace años y que en este marco reenfocaron contenidos para comprender la pandemia y sus efectos en la vida de las mujeres. Se trata de la V Cumbre Iberoamericana de Agendas Locales de Género y del pronunciamiento de mujeres latinoamericanas frente al Día Mundial del Hábitat de 2020.
La V Cumbre Iberoamericana de Agendas Locales de Género Vale la pena recordar que la Unión Iberoamericana de Municipalistas promueve estas cumbres desde el año 2011 cuando tuvo lugar la primera en Córdoba-Argentina, y que se implementan
* Arquitecta Magister en Arquitectura de la Vivienda. Universidad Nacional de Colombia. Integrante Grupo Mujer y Sociedad. ** https://cumbregenero.eventosuim.org/
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en asocio con la ciudad sede y otros organismos aliados. La versión de 2020 tuvo que ser reprogramada y limitada la asistencia presencial que tendría como sede la ciudad de Colima-México. Se desarrolló entre el 28 de septiembre y el 3 de octubre de 2020 mediante plataforma digital vía Internet, fue dedicada al “Municipalismo y Agendas de Género en Tiempos de Pandemia. Repensando el mundo desde la igualdad”, tema similar al acogido también en este número 27 de la Revista En Otras Palabras... Sugerimos consultar el programa de la V Cumbre en https://cumbregenero.eventosuim.org/ programa/, como guía de los espacios, temas, conferencias magistrales, foros de diálogo, laboratorios de innovación, paneles, ponentes y ponencias presentadas, entre las sesiones grabadas y disponibles en línea a través del siguiente enlace: https://www.youtube.com/c/UIMGRANADA/videos?view=0&sort=dd&shelf_id=3 Destacamos que en la ceremonia de premiación de la V edición de premios UIM a las buenas prácticas locales con enfoque de género, Bogotá obtuvo mención en la categoría Democracia Paritaria a raíz del “fortalecimiento del Consejo Consultivo de Mujeres-CCM, instancia de participación, acción y seguimiento a la Política Pública de Mujeres y Equidad de Género en Bogotá”. Fueron realizados dos emotivos y merecidos homenajes: uno póstumo a la socióloga ecuatoriana María de Lourdes Arboleda Vaca (19532020); y a la argentina Flavia Tello Sánchez a quien le fue otorgada la Medalla Cívica UIM por su obra en la creación y posicionamiento de estas cumbres con enfoque de género. Flavia es
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hoy coordinadora del Task Force Interamericano sobre liderazgo de las Mujeres en la Comisión Interamericana de Mujeres de la OEA. Por último, señalar que, resultado de cada Cumbre AGL, se construye en colectivo una declaración sobre el tema tratado. Compartimos a continuación el enlace a la Declaración de Colima: https://cumbregenero.eventosuim.org/media/ uploads/2020/09/20/declaracioncolima.pdf Para más información al respecto remitirse a la página oficial del evento: https://cumbregenero. eventosuim.org/
Pronunciamiento sobre el 5 de octubre, Día Mundial del Hábitat Por su parte, en el marco de este año 2020 tan atípico, la Red Mujer y Hábitat de América Latina y el Caribe emitió el siguiente pronunciamiento: El COVID-19 ha puesto en evidencia las profundas desigualdades sociales en diferentes esferas de la vida humana, una de ellas la precariedad de la vivienda para la mayoría de la población del planeta. El confinamiento impuesto en los países ha implicado quedarse en una casa, que no ofrece las seguridades, el abrigo y la comodidad que el derecho a una vivienda adecuada establece dejando en claro que un hogar es mucho más que un techo, debe permitir trabajar, estudiar y realizar los trabajos del cuidado con la tranquilidad de que se cuenta con servicios básicos e infraestructura para las medidas de higiene, en especial el agua, con suficiente espacio para el distanciamiento físico. Una vivienda localizada en un entorno con acceso a espacios públicos verdes y abiertos, y provisión de servicios de salud, escuelas y centros de atención integral para la niñez, y las personas mayores dependientes y con diversidad funcional, víctimas
de violencias en contra de mujeres y niñas, entre otras instalaciones sociales. Un territorio que facilite el acceso a la movilidad y a las oportunidades de trabajo.1
A raíz del 5 de octubre en marco de la pandemia, la Fundación AVP para el Desarrollo Social y las organizaciones pares conmemoraron el día mundial del Hábitat con el siguiente mensaje, una de las piezas gráficas y propuestas que compartimos a continuación: Desde la Red Mujer y Hábitat de América Latina y el Caribe por el derecho a vivienda adecuada y territorios cuidadores con igualdad de género, proponemos: 1-Derecho universal a la vivienda para toda la diversidad de habitantes y no como un producto del mercado.
2-Garantizar el hábitat ancestral de comunidades indígenas y afrodescendientes. 3-Diversificar oferta pública de tenencia segura de la vivienda: propiedad colectiva, en arriendo con enfoque de género. 4-Programas públicos de mejoramiento de vivienda y barrial que garanticen habitabilidad cuidadora y saludable. 5-Vivienda social habitable, equipamientos y entornos seguros, de acuerdo a necesidades del cuidado, frente a crisis ambientales y pandemias. 6. Apoyar y Fortalecer iniciativas de mujeres para la gestión social de la vivienda.
Marisol Dalmazzo y Lucy Cardona Fundación AVP para el Desarrollo social http://fundacionavp.org/comunicate-con-nosotros/
1. https://www.redmujer.org.ar/post/pronunciamiento-en-el-dia-mundial-del-habitat
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Comunidades campesinas, indígenas, afrocolombianas y pescadoras
365 días para el reconocimiento, respaldo y protección a las mujeres rurales Octubre 15 de 2020 Señor IVÁN DUQUE Presidente de la República de Colombia Ref: situación mujeres rurales colombianas 365 días para el reconocimiento, respaldo y protección a las mujeres rurales Las organizaciones de mujeres campesinas, indígenas, afrocolombianas y pescadoras de la Plataforma de Incidencia Política de Mujeres Rurales Colombianas- PIMRC, saludamos a las mujeres rurales del país, muy preocupadas por el agravamiento de las ya inaceptables afectaciones que han ocasionado la pandemia, la crisis económica y las medidas tomadas por el gobierno nacional, que no reacciona y acciona para evitar su expansión a la vida de las mujeres rurales, en medio del
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agravamiento del contexto de violencia y la falta de atención. Nosotras seguimos en nuestro quehacer cotidiano, hemos continuado produciendo alimentos para abastecer y nutrir al país, aportando a la autonomía, soberanía y seguridad alimentaria y protegiendo el ambiente, pero vemos en riesgo nuestra propia situación y entorno. Por ello, hemos desarrollado diversas alternativas creativas para hacer llegar nuestros alimentos a la población, en un mundo comercialista y sin rumbo orientador y de garantías para nosotras las mujeres del campo colombiano. Pero no recibimos el apoyo necesario. Colombia está importando alimentos, que perfectamente se pueden producir aquí. Por ejemplo, se está
importando papa, lo que ha significado enormes pérdidas a las mujeres campesinas del altiplano cundiboyacense y nariñense cuya cosecha no encuentra compradores. Nuestra producción ha sido afectada por la situación de pandemia, pero también por situaciones relacionadas con el incremento de la violencia en las zonas rurales. Entre enero y julio de este año, el confinamiento, que afecta sobre todo a las zonas rurales, aumentó el 387% frente al mismo período de 2019. Además, el número de personas desplazadas en 2020 ascendió a 18 mil 214 entre el periodo del 1 de enero y el 2 de septiembre. A esto se suman las situaciones de emergencia por la crisis climática y el cierre de fronteras en los municipios, que dificulta el acceso a mercados. La falta de acceso a mercados directos sin intermediarios también afecta a las mujeres artesanas, campesinas, indígenas, afrocolombianas y pescadoras, quienes han perdido su fuente de sustento y el de sus familias. Es el caso de las mujeres wayuu, quienes han visto afectada la comercialización de sus productos y tampoco han recibido apoyo en esta época de pandemia, lo que dificulta la obtención de alimentos para ellas y sus familias, en un escenario crítico de abandono estatal agudizado pro la pandemia. Si bien ha habido algunas acciones, no han estado focalizadas en nosotras y las medidas generales no están llegando a las mujeres que lo necesitan en todo el territorio nacional. A través de nuestro trabajo en la mayor parte del territorio nacional constatamos que los apoyos no están llegando a las mujeres rurales que los requieren, en muchas ocasiones porque los instrumentos para identificar la población con mayores necesidades, como el Sisben, no han permitido su identificación y registro.
Necesitamos medidas de emergencia específicas para las mujeres rurales, que incorporen las siguientes acciones: • Priorizar el apoyo a las mujeres que producen alimentos en sus parcelas de la economía campesina, familiar y comunitaria. • Apoyo a la economía campesina a través de las compras públicas directas del gobierno nacional y de los consumidores, teniendo en cuenta las experiencias que hemos desarrollado para responder rápidamente al contexto de crisis y hacer llegar los alimentos a las mesas colombianas en medio de esta difícil situación. • Desarrollar estrategias específicas para aliviar la difícil situación económica de las mujeres rurales y, en los apoyos en especie, garantizar que los alimentos cumplan los estándares nutricionales en calidad y cantidad. • Se requieren acciones para vigilar cómo se manejan los recursos y programas para las personas en mayor situación de vulneración, especialmente las mujeres. PROPONEMOS: 1. Proponemos la creación de una mesa de trabajo de emergencia campesina y económica en diálogo directo con las mujeres rurales. 2. Creación de un fondo de emergencia sanitaria que logre atender a las más de 7 millones setecientas mil mujeres rurales en el país 3. Asignar los recursos anuales a la cuenta del FOMMUR, que genere estabilidad, crecimiento y fortalecimiento en los diversos proyectos que necesitan y formular las mujeres rurales. 4. El diálogo es hoy, la acción inmediata y el derecho es ya Plataforma de incidencia política de mujeres rurales colombianas- PIMRC
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11 de Octubre Día Internacional de la Niña Mi voz, nuestro futuro en común* El progreso de las adolescentes no ha ido a la par con las realidades a las que se enfrentan hoy en día, y la COVID-19 ha empeorado aún más estas brechas. Este año, bajo el lema “Mi voz, nuestro futuro en común”, debemos aprovechar la oportunidad para reimaginar un mundo mejor con la inspiración de las niñas adolescentes; un mundo en el que se sientan motivadas y gocen de reconocimiento, en el que se las tenga en cuenta y se invierta en ellas.
2020 nos centraremos en sus peticiones para que puedan:
En 2020, conmemoramos los 25 años desde la adopción de la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing : la agenda global para promover los derechos y el empoderamiento de las mujeres y las niñas a nivel mundial. Junto a esta importante guía se unen otros esfuerzos como puede ser Generación Igualdad , una campaña que se lanzó a principios de 2020 y que abarca varios años. Se trata de un programa por una acción audaz sobre la igualdad de género con una narrativa clara y acciones relacionadas con las necesidades y oportunidades de las adolescentes, así como posibles soluciones a sus problemas.
Cómo participar
Mientras las niñas adolescentes de todo el mundo reivindican su poder como impulsoras del cambio, en el Día Internacional de la Niña
* https://www.un.org/es/observances/girl-child-day
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• Vivir libres de la violencia por razón de género, de las prácticas nocivas , y del VIH y el sida. • Aprender nuevas habilidades para el futuro que ellas elijan. • Dirigir una generación de activistas para acelerar el cambio social.
Comparte historias de niñas adolescentes o de organizaciones dirigidas por niñas que te inspiren y que estén desarrollando soluciones innovadoras o trabajando para conseguir un cambio social positivo en cuestiones como la igualdad de género, tanto en sus comunidades como en sus países. Impulsemos su liderazgo, sus acciones y su repercusión para que puedan inspirar a otras. • Participa en una iniciativa dirigida por los jóvenes que se presentará en el Día Internacional de la Niña. Numerosos jóvenes de todo el mundo están diseñando una campaña con el propósito de potenciar la diversidad de las voces de las niñas y su visión de un mundo reimaginado. •
Nota complementaria
Al cierre de esta edición, Consuelo Corredor Martínez, nos hizo llegar el siguiente Informe. Recomendamos su consulta La Secretaría Técnica –ST– del Componente de Verificación Internacional publicó el Cuarto Informe de Verificación de la implementación del Enfoque de Género en el Acuerdo Final de Paz. El documento puede ser consultado en el siguiente enlace. El periodo de verificación de este informe es del 1 de junio de 2019 al 31 de agosto de 2020. Este es el primer informe de verificación del enfoque de género en el marco de la segunda fase de funcionamiento de la ST que inició en abril de 2020. La primera, adelantada por 18 meses tras la firma del Acuerdo, se prolongó hasta mayo de 2019 y produjo los tres informes anteriores los cuales pueden consultarse en:
Como en su primera fase, el funcionamiento de la ST es posible gracias al apoyo del Fondo Multidonante de las Naciones Unidas para el Sostenimiento de la Paz. El trabajo de verificación se adelanta bajo los principios de objetividad y transparencia. La Secretaría Técnica está conformada por el Centro de Investigación y Educación Popular –CINEP/PPP– y el Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos –CERAC– El informe inicia con un resumen ejecutivo que presenta los principales resultados. Esperamos que sea de su interés.
https://www.verificacion.cerac.org.co/ y en https://www.cinep.org.co/Home2/temas/verificacion-internacional/secretaria-tecnica.html
EN OTRAS PALABRAS… no. 27 / Noticias En Otras Palabras | 199