EN OTRAS 17 PALABRAS... Mujeres, feminismos y democracia Publicación especializada editada por
Concepto, diseño y diagramación
Grupo Mujer y Sociedad Universidad Nacional de Colombia
Emilio E. Simmonds
Directora honoraria Florence Thomas
Dirección Juanita Barreto Gama Patricia Prieto
Impresión Fundación Cultural Javeriana de Artes Gráficas – JaveGraf Pontificia Universidad Javeriana
Corrección de estilo Verónica Barreto Riveros
Comité Editorial
Coordinación administrativa
Florence Thomas Juanita Barreto Gama Patricia Prieto María Mercedes Tello Sánchez Nohema Hernández Guevara María Himelda Ramírez
Yira Carmiña Lazala Hernández Verónica Barreto Riveros veronicabarretoriveros@gmail.com cel. 3174285056
Colaboraron en este número María Mercedes Tello Sánchez Nohema Hernández Guevara Dora Isabel Díaz Susa Florence Thomas Juanita Barreto Gama María Himelda Ramírez Patricia Prieto Maín Suaza Vargas Ochy Curiel Paulina Triviño Sandra Montealegre Marta López Castaño Eduardo Sevilla Guzmán Gloria Patricia Zuluaga Sánchez Mónica Gontovnik Angélica Bernal Alejandra Ortiz Sandra Mazo Carlos Jiménez Rafaela Vos Obeso Verónica Barreto Riveros Katarina Sandström Paulina González Yira Carmiña Lazala Mar Humberto María Isabel Casas
Unidad Camilo Torres, bloque B6, oficina 612 Escuela de Estudios de Género Universidad Nacional de Colombia grupo.mujerysociedad@gmail.com enotraspalabras.revista@gmail.com www.grupomujerysociedad.org
Distribución Siglo del Hombre Editores Cra. 32 No. 25-46 - Bogotá D.C. Tel.: (057-1) 3377700
ISSN: 0122-9613
Contenido
Editorial
Sueños, imágenes y símbolos
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Rehaciendo Saberes La democracia como proyecto ético feminista Notas sobre un debate re-naciente Nohema Hernández Guevara Mujeres, géneros, subjetividad y democracia Reflexiones a partir de una experiencia en Bogotá, D.C. Juanita Barreto Gama Feminismo e Ilustración: unos seminarios, unos cursos, unos libros y unas controversias e interpelaciones María Himelda Ramírez El feminismo de la diferencia: un compromiso con la vida y para la vida Marta López Castaño Un recorrido por la autonomía feminista A propósito de la realización del Encuentro Autónomo realizado en México Ochy Curiel Una aproximación al ecofeminismo desde distintas voces Eduardo Sevilla Guzmán Gloria Patricia Zuluaga Sánchez
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23
La artista y su cuerpo en la encrucijada de los feminismos Carlos Jiménez
75
Tres cuentos Maín Suaza Vargas
85
Dos poemas Meira Delmar
89
Dossier Encuentros feministas latinoamericanos y del Caribe: tres décadas de historia Dora Isabel Díaz Susa
95
Encuentro con el Encuentro: rutas del feminismo en Latinoamérica Angélica Bernal Alejandra Ortiz
103
Católicas por el Derecho a Decidir y su relación con el feminismo Sandra Mazo
109
Breve historia del concepto de la violencia basada en el género Nadia López
113
Cómo me volví feminista: un homenaje al Grupo Mujer y Sociedad Florence Thomas
121
33
Crónicas 43
49
Intentando explicar qué es el ciberfeminismo Mónica Gontovnik
65
Transfeminismos Sandra Montealegre
69
Mis experiencias con el feminismo, la perspectiva de género y la democracia Paulina Triviño
130
Crónica de un intercambio juvenil Katarina Sandström Verónica Barreto Riveros
136
Remembranzas
142
Noticias en otras palabras
156
Las mujeres y los libros
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Editorial
El feminismo emerge en la historia como movimiento social y político. Es al mismo tiempo germen y producto de procesos impulsados por mujeres quienes desde diversas vertientes animan debates sobre la democracia, sus relaciones con la vida cotidiana y sus articulaciones con la cultura, la economía, la política y la subjetividad.
de la democracia, de los proyectos emancipatorios de las mujeres y del significado de su autonomía para el ejercicio cotidiano de sus derechos. En este contexto, uno de los criterios presentes en la selección de artículos de esta edición es el intercambio generacional, representado en nueve articulistas jóvenes. EN OTRAS PALABRAS… pone en circulación en esta edición algunas apuestas feministas para profundizar y radicalizar la democracia. Esperamos que quienes nos lean mantengan vivo el debate, el análisis crítico y el diálogo permanente entre el feminismo liberal, el feminismo socialista y el feminismo radical, las diversas expresiones del feminismo de la igualdad y de la diferencia, y las más recientes propuestas del ecofeminismo, el feminismo lésbico y los aún nacientes transfeminismos.
Un aporte primordial del feminismo a los debates sobre los valores fundantes de la democracia ha sido demostrar, retomando a Amelia Valcárcel, la “interdependencia necesaria” entre la libertad y la igualdad. Así mismo, enriquecer los derechos humanos evidenciando el sesgo androcéntrico del concepto universal de hombre, y legitimando a las mujeres como sujetas de derecho. El feminismo ha demostrado, además, que construir y realizar la igualdad exige reconocer las diferencias entre mujeres y hombres como fundantes de lo humano y ha puesto de relieve que los conceptos de igualdad y diferencia, lejos de ser antitéticos, se implican mutuamente. De allí que el feminismo promueva procesos orientados a asignar valor ético a las diferencias constitutivas de lo humano, como condición para avanzar en la eliminación de todas las formas de discriminación y exclusión.
Al pensar las relaciones entre las mujeres, los feminismos y la democracia, el debate se abre rehaciendo saberes que permiten analizar algunas de las expresiones del paso del feminismo a los feminismos. Nohema Hernández aborda el sentido ético del feminismo, sus aportes y sus propuestas a la construcción de la democracia. Juanita Barreto Gama reflexiona sobre las relaciones entre subjetividad y democracia desde una experiencia concreta en la construcción de políticas públicas de nivel local. María Himelda Ramírez examina controversias presentes en las relaciones del feminismo con la Ilustración. Martha López señala propuestas del feminismo de la diferencia en su reivindicación de la vida misma. Ochy Curiel examina las posiciones sobre la “autonomía feminista” presentes en el Encuentro Autónomo realizado recientemente en Ciudad de México. Eduardo Sevilla Guzmán y Gloria Patricia Zuluaga Sánchez dan cuenta de las articulaciones entre las perspectivas ambiental y de género, ilustrando la construcción del “ecofeminismo”. Mónica Gontovnik presenta reflexiones feministas sobre los actuales desarrollos científicos y tecnológicos de la era cibernética. Y Sandra Montealegre abre el debate sobre los transfeminismos.
Hoy, cuando los balances correspondientes al final de la primera década del siglo XXI convocan a interrogar la democracia y los procesos que la han sustentado, diversas vertientes del pensamiento feminista han propuesto diferentes miradas acerca de la razón de ser y el sentido
Otros lenguajes dan contenido a sueños, imágenes y símbolos que transitan, aún silenciosos o silenciados, por diversos lugares del orbe. La sección se abre con las palabras de Carlos Jiménez, quien presenta las formas y perfomances creadas por mujeres artistas de talla
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universal. Maín Suaza, una de las gestoras del feminismo en Colombia, nos deleita con una selección de tres cuentos que alimentan la vida. Y como homenaje a Meira Delmar, incluimos una muestra de su obra poética. En dossier se documentan diversas expresiones de la presencia del feminismo en Colombia y Latinoamérica. Dora Isabel Díaz recorre tres décadas de movimiento feminista a partir del Primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe realizado en Bogotá en 1981. Angélica Bernal y Alejandra Ortiz aportan sus reflexiones sobre su encuentro con el encuentro feminista realizado en México en marzo del presente año. Sandra Mazo trae las voces de mujeres católicas que le apuestan a la construcción de un Estado laico, en el cual el derecho de las mujeres a decidir tenga lugar real y se convierta en práctica cotidiana. Nadia López analiza el concepto de violencia basada en el género y su significado como obstáculo a la realización de los derechos de las mujeres y como impedimento para la construcción de la democracia. Cierra esta sección Florence Thomas con la reflexión sobre su devenir feminista y las experiencias
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para consolidar nexos entre la academia y el movimiento social de mujeres. Las crónicas refieren experiencias nacidas en los caminos abiertos por el feminismo. Las palabras de Paulina Triviño re-crean su trayectoria de mujer, madre, educadora popular y dirigente política. Katarina Sandstrom y Verónica Barreto Riveros cuentan su vivencia para incorporar el enfoque de género en un intercambio juvenil internacional. La sección remembranzas hace público homenaje a la vida y obra de Meira Delmar, Aída Martínez Carreño, Gloria Stella Hernández, Silvia Galvis, fallecidas en el presente año, y a Fanny Torres, vilmente asesinada el pasado mes de octubre Al cierre de la edición, las noticias en otras palabras y las reseñas incluidas en las mujeres y los libros invitan a persistir en la construcción necesaria y vital de los feminismos que enriquecen la democracia, pues como bien hemos aprendido, “la democracia sin feminismo no va”.
Rehaciendo saberes
Fuente: El feminismo. Colecciรณn Salvat 1985.
Fuente: http://hotchoclo.net/images/graffiti/001/016.jpg
Fuente: http://hotchoclo.net/images/graffiti/001/011.jpg
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Nohema Hernández Guevara
Psicóloga, magíster en Psicología Comunitaria Universidad Javeriana
La democracia como proyecto ético feminista
Notas sobre un debate re-naciente En otras palabras… no. 17 / Rehaciendo saberes | 9
¡Utopías solo utopías! Pero el mundo necesita utopías, a condición que estas se traduzcan en la práctica. F. Houtart1 Tengo muy presente las afirmaciones de la filósofa española Amelia Valcárcel (2000) acerca de que “... en sus orígenes europeos, el feminismo es un pensamiento político típicamente ilustrado... que se plantea como discurso de la Igualdad”. Así, solo con la Ilustración adviene la idea de igualdad, pues, señala Valcárcel, sus presupuestos son la base filosófica y moral de las demandas de igualitarismo hechas por mujeres precursoras como la francesa Olimpia de Gouges (1748-1793), lejana y cercana, conocida por muchas de nosotras hasta finales del siglo XX. “La gran idea del feminismo es la idea ilustrada de la Igualdad”. Para los tiempos que corren, propone este escrito, es posible resignificar un proyecto democrático desde el feminismo en la perspectiva de radicalización de la democracia, de una democracia radical y plural. Chantal Mouffe (1992) es quien acuña la expresión. “La visión de una democracia radical y plural (...) entiende la ciudadanía como una forma de identidad política que consiste en la identificación con los principios políticos de la democracia moderna pluralista, es decir, en la afirmación de la libertad y la igualdad para todos” (p. 21). Es decir, para Mouffe, toda democracia radical es también plural y, por lo tanto, construir una concepción contemporánea de ciudadanía presupone desestructurar esencialismos y dicotomías propios de la modernidad en la concepción de lo político. Requiere también, al tiempo, replantear la categoría moderna de sujeto entendida como entidad unitaria, transparente y racional, capaz de otorgar significado homogéneo a su conducta como fuente de la acción.
1 Houtart es director del CETRI, miembro del Tribunal Permanente de los Pueblos y de la Comisión Ética de la Verdad en Colombia.
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Propone, a cambio, una idea de agente social constituido por un conjunto de “posiciones de sujeto”, nunca cerradas en un único y fijo sistema de diferencias. El o la agente se constituye más bien como efecto de diversidad de discursos que no tienen entre sí relación necesaria, sino que se articulan-desarticulan en constantes movimientos de sobredeterminación y desplazamiento (Mouffe, 1999). Para poder pensar hoy la política y comprender la naturaleza de estas nuevas luchas y la diversidad de las relaciones sociales que la revolución democrática ya ha desplegado, es indispensable desarrollar una teoría del sujeto como agente descentrado, destotalizado, de un sujeto construido en el punto de intersección de una multiplicidad de posiciones subjetivas entre las que no hay ninguna relación a priori o necesaria y cuya articulación es consecuencia de prácticas hegemónicas. En consecuencia, nunca hay una identidad definitivamente establecida, sino siempre un cierto grado de apertura y de ambigüedad en la manera de articularse las diferentes posiciones subjetivas (Mouffe, 1999, p. 31-32).
Nótese que así, entonces, son posibles tantas formas de ciudadanía como interpretaciones de sus principios, y la radicalidad democrática estará en hacer “... hincapié en las numerosas relaciones sociales donde existen situaciones de dominación que deben ser puestas en tela de juicio si se aplican los principios de libertad e igualdad”. De paso, establece que la “revolución democrática” implica “nuevas luchas” y “diversidad de relaciones sociales”, y la necesidad del reconocimiento para los distintos grupos que buscan extender y radicalizar la democracia “de que tienen una preocupación común” que hace posible construir un “nosotros”, como “... identidad política colectiva articulada mediante el principio de equivalencia democrática”, equivalencia que –de inmediato aclara Mouffe– “no elimina las diferencias”, así como tal “nosotros” y su definición tiene lugar siempre en “un contexto de diversidad y conflicto” (Mouffe, 1999, p. 121). Relacionando con los puntos de vista anteriores, en la introducción al texto El retorno de lo político, publicado originalmente en 1993, Mouffe llama a establecer distinciones necesarias entre las categorías “enemigo” y “adversario”. Es decir, el “nosotros”, siempre precariamente construido, la comunidad política, para
su existencia requiere significar a los y las contradictores o contradictoras en la categoría de adversarios o adversarias: al enemigo se le quiere eliminar, los adversarios o adversarias tienen existencia legítima.
subjetividad que conduce a la normalización, es decir a las formas de dominación disciplinar y, por lo tanto, de control social cuya eficacia reside en la “identificación de los sujetos con los poderes–saberes que se ejercen sobre ellos”.
Es central, entonces, para los propósitos de estas reflexiones, hacer contraste entre el reconocimiento de lo construido y la necesidad de nuevas rutas de reflexión sobre las relaciones democracia–feminismo, que sean parte de los diálogos críticos contemporáneos. Sin embargo, el contraste no puede hacerse en el vacío, por el contrario, requiere interrogarse por la identidad política, por la gestión de los sujetos de la política y por la política de los sujetos –entre otras indagaciones–, de manera que podamos aproximarnos a responder quiénes son los y las sujetos de la política en las sociedades democráticas actuales y realmente existentes.
La noción que enlaza subjetividad y ciudadanía –en la perspectiva de De Sousa Santos– es la de emancipación. Desde el punto de vista de la emancipación, los procesos de fortalecimiento de la sociedad civil y los movimientos sociales que se expresaron en las dos últimas décadas del siglo anterior, entre los cuales es notable, de lejos, el movimiento feminista, hicieron posible pensar en nuevas formas de ciudadanía, colectivas y no individuales, menos basadas en la relación derechos–deberes y más en formas de participación no liberales y no estatizantes en las que fuera posible una relación más equilibrada con la subjetividad.
En la misma línea del pensamiento de Mouffe, cabe asimismo preguntarse si sigue siendo posible y cómo repolitizar las esferas privada-pública de la vida en sociedad, cómo tramitar las persistentes tensiones universales–particulares y, entonces, cómo construir ideas de “bien común” en sociedades complejas que transitan del “sujeto” a “los sujetos” (pluralizados), a las realidades de la alteridad y la diversidad.
En estas concepciones, la subjetividad política se relaciona con la acción. En ella se conjugan y explicitan los modos de actuar y los motivos e intenciones individuales y colectivas dirigidas a construir e imprimir determinadas orientaciones transformadoras a la sociedad. En la acción es elemento clave –por ejemplo para la movilización política– la interpretación que realizan los sujetos de su situación; con lo cual se señala que no es suficiente constatar fenómenos políticos problemáticos, casi obvios, como el descentramiento de la política o las tensiones al interior del feminismo latinoamericano, sino que se requiere preguntarse por qué ocurren, cuáles son los discursos que imponen las interpretaciones de realidad que conducen a tomar ciertas posiciones. Así, se asume que las expresiones de las subjetividades políticas pueden ser reconocidas en sus discursos, en los discursos que portan sus actores o actoras sociales, en sus regularidades, discontinuidades, formas narrativas, elementos constitutivos y formas de actualización y permanencia (Foucault, 1970).
Subjetividad(es) y ciudadanía(s) Pineda (2009), al referirse al feminismo como teoría política, lo caracteriza como un “... conjunto de movimientos, doctrinas e ideas” y señala, tal vez inspirada en Valcárcel, cómo este, “... si bien se hace presente a partir del siglo XV, no es sino hasta finales del siglo XVIII que adopta formalmente una lógica política, más allá de una simple especulación filosófica y crítica al sistema social en la polémica oleada de pensamientos y tradición literaria sobre la condición, naturaleza y valor de la mujer desarrollada en siglos anteriores y conocida como ‘querella de las mujeres”. Con De Sousa Santos (1998), es posible clarificar que subjetividad y ciudadanía no se implican necesariamente. Más aún, retomando a Foucault, critica el desarrollo antinómico de subjetividad y ciudadanía en el capitalismo; algo así como una ciudadanía sin
Subjetividades políticas generizadas Quizá no es gratuito que en castellano democracia, justicia, libertad, paz, tolerancia, convivencia se escriban en femenino. Sin embargo, el asunto en cuestión aquí no es cómo nombrarlas. Evocar esta feminización de significantes que cobran significados tan diversos En otras palabras… no. 17 / Rehaciendo saberes | 11
es una forma de conjurar el sobresalto que produce escribir sobre democracia y feminismo en momentos de descreimiento generalizado sobre cualquier utopía, y de la utopía democrática en amplios sectores del feminismo latinoamericano. Resituar la idea de la democracia como proyecto ético para el feminismo y las feministas es una “tarea” que asumimos en el aquí y ahora con la convicción de que no se discute sobre la democracia como ideal, una idea tan antigua como la política, sino más bien sobre la calidad de tal democracia y, especialmente, sobre la crí-tica a toda práctica o acción política que se nombre como democrática y que actúe por homogenización, exclusión o discriminación. Tampoco se discute la extensísima lista de los déficits democráticos a la luz de una también extensísima lista de demandas incumplidas. Cualquiera de los chequeos sobre sus realizaciones queda condicionado en sus respuestas a la perspectiva histórica. Validamos sí la posibilidad de argumentarla desde este aquí y ahora de Colombia, posicionadas en un discurrir y actuar que no esperan el mágico advenimiento de la “verdadera” democracia, sino que la asume como un “estar siendo”. Asistimos a un panorama internacional y nacional poco esperanzador para la democracia radical y plural desde comienzos de este nuevo siglo. El panorama, crítico para la relación democracia-feminismo, se evidencia –entre muchos otros escenarios– en los escenarios de desencuentro nacionales y en buena parte de los discursos de apertura del X Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe 2005 (EFLC), realizado en Brasil, el cual tuvo precisamente como tema central “Democracia y Feminismo en el Nuevo Siglo”. En los momentos inaugurales, dedicados a reflexionar sobre qué sentidos cobra hoy, siglo XXI, radicalizar la democracia desde el feminismo, se hacen notables los antagonismos en las posiciones: aquellas que asumen explícita o implícitamente que tejen sus reflexiones desde este marco, otras que se sitúan en los márgenes de cualquier democracia realmente existente. La pregunta de fondo en Brasil era, según María Suárez Toro, de Radio Internacional Feminista en 11.10.2005: ¿Se pueden cambiar las reglas del juego de la
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democracia desde sus propias reglas? Las posiciones en Brasil, según la noticia, se expresaron así: Epsy Campbell, legisladora de Costa Rica, hablando desde su militancia como presidenta de un partido político en su país, dijo que se pueden usar las reglas del juego para cambiarlas, llamando a las mujeres a “crear una nueva política en la política”. Reconoció, sin embargo, que el contexto de empobrecimiento de los amplios sectores sociales afecta su participación. “Somos las mujeres, mediante una participación en equidad (cuotas iguales) en la política, con liderazgos colectivos y desde una ética de respeto y solidaridad, las que podemos hacer ese cambio”. Aclaró que el ascenso a los puestos en la política no puede ser el objetivo, sino que se constituye en una herramienta para la redistribución en beneficio de todas y todos. Para la legisladora, rendir cuentas y ser solidarias es parte de la ética que debe caracterizar la práctica política de las mujeres. Ochy Curiel, activista de la República Dominicana, militante en movimientos sociales lésbicos y afrodescendientes, entre otros, sostuvo que “la democracia es una forma de organización social que debe ser cuestionada, abolida y cambiada por otras formas de participación, porque no es la única política posible, ya que afianza y nació de la lógica patriarcal”. Afirmó que la lógica feminista debe ser la de la complicidad en la vida cotidiana, con la búsqueda de aportar a construir otro mundo libertario, no la que acompaña lo actual, sino la que duda, hace ruido y cuestiona. Construir colectivamente desde la autonomía es la apuesta principal que propone, diciendo que mientras sigan instalándose las transnacionales y la pobreza, hay que seguir defendiendo espacios autónomos que articulen a las feministas con otros grupos sociales y políticos. “La categoría mujer es política... el desmoronamiento de este mundo nos acecha, urge una revolución personal y colectiva, retomando la ética feminista. Hay que subvertir, desobedecer e inventar, porque no hay modelo”. María Betania Ávila, activista brasileña, inició su presentación diciendo que la tensión entre alegría, angustia y rebeldía marca su participación en las luchas. Sostuvo que el feminismo tiene que ser contextualizado, afirmando que “tiene que reinventarse”, aludiendo a que no se puede enfrentar el poder del Estado actual sin un gran esfuerzo organizativo.
“La radicalización del feminismo exige el reconocimiento de las formas organizativas de las mujeres instituyéndose como sujetos en el acceso a distintos espacios. Históricamente, el poder del Estado en América Latina ha estado demarcado por hombres blancos, heterosexuales, ligados al gran capital y subordinados a los intereses del Norte. La democratización de la vida social es tarea nuestra, radicalización en relación al patriarcado, el capitalismo y el racismo”, afirmó. “Si el feminismo no crece, se expande y se populariza radicalizando la vida social, no lo puede hacer en la vida pública. Mientras el feminismo no enfrente la pobreza, no se puede radicalizar; mientras no enfrente la distribución de la tierra, no se puede radicalizar; mientras no reivindique el control de las mujeres de sus propios cuerpos, no se puede radicalizar”. “La visión hegemónica de que democracia liberal y democracia son la misma cosa es falsa”, agregó. Un reto es dilucidar lo siguiente: ¿Cómo se coloca la cuestión del poder y los poderes, cómo reconocer todas las formas de lucha de las mujeres que en lo cotidiano se van sumando y configurando el movimiento de mujeres? ¿Cómo combatir, en nosotras también, las formas autoritarias de hacer política? Propuso como desafíos de lo que denominó una “democracia radical”, desarrollar capacidad de organización, la solidaridad, la generosidad y la capacidad crítica”.
En el XI Encuentro Feminista de México –marzo de 2009– aún se evidencia la escisión latinoamericana entre las “feministas autónomas” y las designadas como “feministas institucionalizadas”, fractura que se prolonga abiertamente desde 1990, que se había anunciado desde México, 1987. Es decir, el paralelo se formaliza en el V Encuentro realizado en San Bernardo, Argentina, pasando por Chile. Nos preguntamos: ¿Qué estamos entendiendo, y sobre todo actuando, como democracia feminista? ¿En qué radica, hoy, la dimensión emancipatoria del ejercicio de nuestras ciudadanías? ¿Una perspectiva democrática plural y radical reconoce unas diversidades como más legítimas que otras? Por supuesto no son preguntas dictadas por el ánimo de un facilismo fusionador, conciliatorio o condescendiente –“todas hermanitas”–, ni tampoco un “todo vale”; más bien son expresión de sorpresa y sobre todo del malestar que produce la constatación de que la “sororidad” o affidamento entre
mujeres –que hemos predicado– parece tan difícil de alcanzar entre nosotras mismas, luego de más de veinte años de distanciamiento. Hacemos encuentros con desencuentros, jugamos paralelamente entre nos. ¿Qué sentidos darle a todo esto?
La democracia no es, la democracia está siendo La expresión anterior parafrasea a Paulo Freire (1997) en su expresión “O mundo näo é, O mundo está sendo”, con el propósito de resituar, al menos para el contexto colombiano, la urgencia y centralidad de las aspiraciones democráticas en femenino-feminista, como proyecto ético. Propósito, este último, que ha ocupado desde hace buen tiempo a muchas y muy valiosas teóricas orgánicas al movimiento feminista internacional y nacional cuyo pensamiento y acción no excluye la mirada crítica a las que he llamado “democracias realmente existentes”. Si no es posible fundamentar la democracia en un régimen de verdad: ¿verdadero? – ¿falso?, entonces podemos aceptar en principio que, como cualquier obra humana, esta no puede ser argumentada o “demostrada” de manera exclusiva desde la pura racionalidad. Así, entonces, la democracia puede ser entendida, en primera instancia, como una utopía convivencial, como un arte, un modo de vida, una aspiración ética. El feminismo como perspectiva crítica, teoría y práctica, no puede apartarse de la democracia como proyecto ético. Por el contrario, este “no abandono” requiere asumir el reto de pensarla y repensarla, de actuarla y re-actuarla, de hacerla práctica feminista: feminismo y democracia, también democracia en el feminismo. Sin las mujeres la democracia no va... siendo. No podemos tampoco, por supuesto, pecar por ingenuidad histórica respecto a los lugares ocupados, las vicisitudes y las luchas de las mujeres respecto a nuestras esquivas e inciertas sociedades “democráticas”. Encuentro muy pertinente entonces traer aquí el primer párrafo de la primera página de un trabajo más bien poco difundido en Colombia que se llama exactamente así: “Democracia
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feminista”, me refiero al de la española Alicia Miyares (2003):
correspondientes a las exigencias de reciprocidad: tratar a las otras y otros como personas libres e iguales.
La democracia no ha satisfecho las expectativas de las mujeres. Se puede argumentar que una afirmación tan radical debe ser matizada, pero el matiz que necesariamente he de introducir corrobora también que de las formas posibles que la democracia puede tomar solo se han puesto en ejercicio dos y descuidado ampliamente una tercera. Tres son las teorías políticas que sirven a la construcción de las sociedades democráticas: liberalismo, socialismo y feminismo. Con mayor o menor acierto podemos intuitivamente describir en qué consiste una democracia liberal o en qué consiste la socialdemocracia o democracia socialista, pero apenas tenemos evidencias de qué es una democracia feminista (p. 11).
No hay feminismo sin democracia: ¿conoce usted algún tirano feminista? No hay ninguna novedad en esta afirmación, aunque con frecuencia queda perdida en nuestras memorias. Amelia Valcárcel (2008) se ha encargado de avivar nuestros recuerdos. El feminismo, “hijo no deseado del igualitarismo ilustrado” en cuanto radicaliza, justamente, las ideas de igualdad, “(...) difícilmente puede ocurrir allá donde el pensamiento de corte ilustrado no tenga implantada su presencia (p. 21).
Como puede leerse arriba, esta afirmación es del año 2003; seguramente de entonces a hoy no podemos decir que ya sabemos o que hemos empezado a saber mejor de ella y, menos aún, a ponerla en práctica tal como propone el reto de F. Houtart (2008) que inicia estas reflexiones. No hay democracia sin demócratas. Si la democracia tiene un valor intrínseco y no una mera utilidad instrumental, en palabras que escuché alguna vez a B. De Sousa Santos, las relaciones sociales y políticas que pretenden orientarse por ideales democráticos asumen que en torno a esta hay asuntos de interés vital para la vida en común y movilizan significados profundos correlativos a la búsqueda de alternativas prácticas para construir, consolidar o profundizar formas de vida democráticas. Es legítimo deducir, entonces, que la discusión sobre la democracia feminista pasa por preguntarse por las sujetos protagónicas a quienes caben tales ideales y son capaces de intentar tales prácticas. Se supone que, de manera general, pueden nombrase como ciudadanas, ciudadanas feministas en este caso, por supuesto desde una noción diferente a la de “individuo”. Los puntos de acuerdo mínimo propuestos por Ch. Mouffe (1999) en relación con la noción de ciudadanía (democrática, radical y plural) y con la identidad política correlativa, hacen referencia a que tales sujetos: a) son partícipes del vínculo social, b) son integrantes de una comunidad política constituida en torno a la preocupación por lo público, y c) cumplen un conjunto de condiciones o atributos
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Sin embargo, y también por estos mismos orígenes, es innegable que las relaciones democracia-feminismo han sido siempre particularmente tensas y marcadas por la desconfianza: (...) Las primeras filosofías políticas de corte liberal, entendiendo por tal el énfasis en iconos horizontales sociopolíticos, las que interpretan que la sociedad política es producto también de un pacto, pero entre iguales, que les garantiza la libertad. Esa igualdad y la propiedad intentaron no alejarse del primitivo esquema lockeano. Son ciudadanos libres e iguales aquellos que se lo puedan permitir, esto es, que sean propietarios. No olvidemos que la libertad puede aparecer definida como “propiedad sobre uno mismo”. Por ello y durante cierto tiempo, pudo ser mantenido a la vez que este modelo, que la esclavitud era legítima y la sujeción de las mujeres no solo justa, sino también buena (Valcárcel, 2008, pp. 23-24).
Hoy, no sería políticamente correcto considerar justa, legítima o bondadosa la sujeción de las mujeres, hecho del cual las contemporáneas somos deudoras, en primer lugar, de visionarias antecesoras y de algunos varones, pero también, paradójicamente, de las ideas propias de la filosofía política fundante de las democracias modernas. En el complejo contexto actual, nacional y latinoamericano, es de extrema importancia para el feminismo y las feministas resituar estos debates, haciendo énfasis en la constitución de subjetividades que apropien comprensiones–acciones propias de esta democracia radical y plural: multiplicidad de asuntos que asumen interés público, incluidos los persistentes desequilibrios genéricos en las responsabilidades asignadas a las esferas
privadas y públicas de la vida en sociedad; diversidad de sujetos sociales que reivindican derechos, integralidad de tales derechos; justicia social bivalente: redistributiva y de reconocimiento; intentos serios por ganar coherencia en la actuación pública y privada, entre otros. El feminismo como tal es uno de los pilares más fuertes de una democracia, y una democracia cuando funciona es feminista, y cuando no lo es, se le puede reprochar: no puede mantenerse sorda ante la acusación de que está ejerciendo una discriminación deliberada sobre tal punto o en tal parte (Valcárcel, 2008, p. 75).
Referencias De Sousa Santos, B. (1998). De la mano de Alicia. Lo social y lo político en la postmodernidad. Bogotá: Siglo del Hombre Editores, Facultad de Derecho Universidad de los Andes, Ediciones Uniandes.
Houtart, F. (2008). El mundo requiere alternativas y no solo regulaciones. Conferencia ante la ONU. Mouffe, C. ( 1992). Feminismo, ciudadanía y política democrática radical. Revista Foro, 33, 13-25. Mouffe, C. (1999). El retorno de lo político. Comunidad, ciudadanía, pluralismo, democracia radical. Barcelona: Paidós. Pineda G., E. (2009). La Teoría Feminista como una Teoría Democrática. Consulta en http://www. ciudaddemujeres.com/articulos/La-Teoria-Feministacomo-una, publicado el 8 de abril. Suárez T.,M. Radio Internacional Feminista (11.10.2005). Feminismo en las democracias: ¿Se pueden cambiar las reglas del juego? Tomado de http://www.mujereshoy. com/secciones/3394.shtml
Foucault, M. (1970). El orden del discurso. Bs. Aires: Tusquets Editores, 1992.
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Fuente: CortesĂa Liubka Milena Buitrago RamĂrez.
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Juanita Barreto Gama Profesora Asociada Departamento de Trabajo Social y Escuela de Estudios de Género Facultad de Ciencias Humanas Universidad Nacional de Colombia
Mujeres, géneros, subjetividad y democracia Reflexiones a partir de una experiencia en Bogotá, D.C.1
1 Elaboré inicialmente este documento para responder a una solicitud de la historiadora Magnolia Agudelo Velásquez, alcaldesa local de Sumapaz (2005-2008), por lo cual tres de sus páginas están incluidas en el texto Sumapaceñas… que dejan huella, edición 2008, coeditado por la Alcaldía Mayor de Bogotá , la Secretaría de Gobierno, la Alcaldía Local de Sumapaz y la Junta Administradora Local de esta misma localidad, páginas 14-15. Posteriormente, hice pequeñas modificaciones al texto inicial, para incluirlo como parte integral del primer Seminario de Prácticas realizado el 28 de agosto de 2008, orientado a construir colectivamente un programa universitario de investigación acción participativa con perspectiva de género, como parte de las asignaturas Práctica I y Práctica II a mi cargo.
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“La democracia sin las mujeres no va” y “Los derechos de las mujeres son derechos humanos” son dos consignas que han acompañado desde hace varias décadas muchas experiencias de participación, organización, movilización y representación de las mujeres. Estas consignas son mucho más que sencillos enunciados: promueven nuevas formas de hacer política en las cuales la relación entre los medios y los fines sea consecuente; permiten asumir que el ejercicio del poder inherente a toda acción política y por tanto a toda política pública debe lograr una relación coherente entre los propósitos de justicia que pretende y los medios que utiliza para alcanzarlos; convocan a reconocer que los ideales de libertad solo se realizan plenamente si llevan consigo prácticas cotidianas que promueven la autonomía de las mujeres y favorecen su ejercicio; además, hacen posible comprender que la igualdad real y formal exige asignar valor ético a las diferencias constitutivas de lo humano, de tal forma que estas mismas no sigan siendo motivo de discriminación o de exclusión. Pensar la democracia y los derechos con rostro humano es necesario para comprender la profunda articulación entre subjetividad y política y para convertir en propósito individual y colectivo la búsqueda de equidad en las acciones y decisiones de política pública. Allí adquiere relevancia la definición de acciones afirmativas mediante las cuales se establecen prioridades que favorecen a quienes históricamente han sido vulneradas o vulnerados en el ejercicio de sus derechos, ya sea por sus condiciones de edad, de sexo o género, de etnia o raza, de clase o estrato socioeconómico, o por sus situaciones de desplazamiento o desarraigo, de discapacidad visual, auditiva, motriz o mental, o por sus orientaciones sexuales, políticas o religiosas. 18 | Mujeres, feminismos y democracia
Otra consigna estrechamente relacionada con las dos anteriores nos alerta y nos enseña que “la democracia se construye en el país y en la casa”. Al detenernos en su significado develamos que sus contenidos han estado presentes en las demandas de las mujeres por un ejercicio político coherente tanto en los ámbitos públicos como en los privados, ineludible para la realización cotidiana de la justicia social. Por ello, hoy la justicia social toma nuevas formas desde las nuevas realidades que se construyen en la búsqueda de su realización. Emerge así la justicia de género, orientada por la búsqueda de alternativas para que cada mujer y cada hombre que habitan este territorio tengan acceso a condiciones de vida dignas y gratas, mediante una adecuada distribución de los recursos que la naturaleza dispone, de los bienes y los servicios generados en el acontecer humano; allí la justicia de género controvierte e interroga la pretensión de convertir en un hecho natural los roles asignados a las mujeres y los hombres en los procesos de socialización, en las labores de crianza, en el trabajo doméstico, en las relaciones sociales de producción y de reproducción. Los estudios de la mujer, los estudios feministas y más recientemente los estudios de género y de masculinidad, han demostrado que desde que la especie humana existe –y con ella el lenguaje–, todos los hechos naturales y sociales son construidos socialmente; han demostrado también que “la territorialidad patriarcal de los géneros”2 es producto de largos procesos socioeconómicos y culturales en los cuales las mujeres y los hombres hemos participado desde los diferentes roles asignados y asumidos históricamente, mediante complejos constructos sociales, en consonancia con una división sexual del trabajo y una división de funciones por género que hoy exige profundas transformaciones que comprometen a las personas, las instituciones, las organizaciones, los gobiernos y los Estados. Las concepciones abstractas de democracia y de derechos humanos se han puesto en cuestión, para dar paso a procesos sociales animados por organizaciones, grupos y redes de mujeres quienes, con su diario acaecer, siguen demostrando que para avanzar en la construcción de la
2 Véase al respecto el libro de las investigadoras Virginia Gutiérrez de Pineda y Patricia Vila de Pineda: Honor Familia y Sociedad en la Estructura Patriarcal – El caso de Santander. Bogotá: Centro Editorial Universidad Nacional de Colombia, 1988, pp. 161 y ss.
democracia y en la realización cotidiana de los derechos humanos, es indispensable contar con sus miradas, sus palabras, sus experiencias, sus propuestas y sus apuestas. Las mujeres hemos aprendido, aún en medio de dificultades y de resistencias ancestrales, que la democracia y los derechos humanos que le dan vida tienen sexo y género, es decir, son también sexuados y generizados en complejos procesos de construcción socioeconómica, política y cultural del género, de los géneros y de las relaciones que los sustentan. Procesos anclados en los cuerpos y las mentes de las personas naturales y en las estructuras y funciones de las personas jurídicas y de las organizaciones, grupos, y diversas formas asociativas que dan cuenta del entramado de relaciones entre las dimensiones individuales y colectivas de la vida humana y social. Algunos hombres también lo están aprendiendo, y empiezan a reconocer los beneficios que ello reporta para su construcción como sujetos de derechos y a descubrir el valor de las propuestas de las mujeres en los aún más lentos procesos de desconcentración del poder y de ampliación de la participación en los espacios en los cuales se deciden los destinos de los pueblos, lo cual supone profundas transformaciones personales y sociales. Hoy las mujeres sabemos también que los valores de libertad, igualdad y fraternidad necesitan asumirse desde los nuevos retos que exigen prácticas cotidianas inspiradas en la justicia de género, en virtud de la cual se demuestra que las mujeres tienen hoy el derecho a tener derechos. Allí, la construcción de la autonomía de las mujeres se convierte en una prioridad, así como la definición de alternativas para hacer posible el ejercicio del derecho a una vida libre de violencias, que va de la mano con el reconocimiento, el restablecimiento y la garantía de los demás derechos consagrados en la Constitución colombiana. Las anteriores reflexiones acompañaron la experiencia vivida en el Distrito Capital de Bogotá, durante los años 2004 a 20083, de la cual formé parte activa en mi condición de Asesora responsable de la Política Pública de Mujer y Géneros, en el equipo de Gobierno del alcalde
3 Al respecto puede consultarse www.bogota.gov.co/equidad/equidad.php
Luis Eduardo Garzón4. Allí, el propósito convertido en acción para construir colectivamente la Política Pública de Mujer y Géneros partió de una convicción: cuando se trata de construir políticas públicas pasa lo mismo que cuando se trata de construir conocimientos, no es posible partir de cero. Por ello, en la base de todos los procesos vividos en el Distrito Capital está el saber acumulado por las mujeres y sus diversas formas organizativas, en la historia de esta ciudad-región. Hacer visible lo existente fue uno de los propósitos centrales de de este proceso5, en el cual el trueque de saberes, experiencias y sabidurías6 fue un recurso metodológico de primer orden. Esta experiencia de “gobernabilidad con enfoque de género en el nivel local”7 es sin lugar a dudas una apuesta sistemática de las mujeres del Distrito Capital para el fortalecimiento del Estado Social de Derecho. Esta apuesta permitió el desarrollo de procesos de interlocución, transversalización e institucionalización de la Política Pública de Mujer y Géneros. La interlocución tiene sus principales expresiones en la conformación de la Mesa Diversa como espacio de auto-reconocimiento de las mujeres desde la diversidad que las constituye, y más recientemente en la creación del Consejo Consultivo de Mujeres, mediante el Decreto 403 del 5 de septiembre de 2008. Cada uno de los artículos de este decreto confieren legalidad a los procesos organizativos de las mujeres que demandan ejercicios de diálogo y concertación entre el Estado, las instituciones y el gobierno distrital y local, animando el reconocimiento
4 Para tal efecto me fue concedida por la Universidad Nacional de Colombia una “Comisión ad honórem” para desempeñar este cargo público, entre el 16 de febrero de 2004 y el 15 de febrero de 2007. 5 Véase: Juanita Barreto Gama, Magdalena Barón, Marta Buriticá, Patricia Prieto, Elizabeth Quiñónez. “La Política Pública de Mujer y Géneros –PPMYG– de la Alcaldía Mayor de Bogotá D.C. 2004-2008 Un Proceso de construcción colectiva”. En: Documentos de trabajo marzo 2004-marzo 2005: Bases del proceso Serie: Construcción colectiva de la Política Pública de Mujer y Géneros en Bogotá Distrito Capital. Oficina de Política Pública de Mujer y Géneros, Alcaldía Mayor de Bogotá, marzo de 2005. 6 De la misma serie anterior, véase el segundo volumen titulado “Trueque de Saberes y Sabidurías”. Véase también el documento titulado “Brújula para la Inclusión”. 7 Patricia Prieto D. “La Política Pública de Mujer y Géneros en Bogotá: Una aproximación a la gobernabilidad con enfoque de género en el ámbito local – Sistematización”. Alcaldía Mayor de Bogotá, Política Pública de Mujer y Géneros, Bogotá D.C., noviembre 30 de 2007.
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de diversas expresiones organizativas. En su artículo 4º se define que el Consejo “estará conformado por 36 integrantes, 25 representantes de las mujeres y 11 integrantes de las autoridades políticas y administrativas del Distrito Capital”. El artículo 5º establece que “son representantes de las mujeres del Distrito Capital al Consejo Consultivo, quienes han estado articuladas a la Mesa Diversa, al trabajo local, a los subcomités distrital y locales de mujer y géneros, quienes hacen parte de organizaciones, grupos y redes de mujeres y mixtas que trabajan por los derechos de las mujeres y quienes son elegidas para representar algunas de las diversidades que constituyen a las mujeres (…)” y nombra de manera explícita las diversidades que concurren en él. Veamos a modo de ejemplo algunas de ellas: tres representantes por la diversidad étnica: una mujer indígena, una mujer afrocolombiana/negra y una mujer Rom; una representante por la diversidad sexual, una representante de las jóvenes, una representante de la discapacidad, una representante de las mujeres en situación de prostitución, una representante de las mujeres en condición de desplazamiento; una representante de las mujeres que habitan el territorio de Bogotá Ciudad Región; siete representantes de las interlocalidades, de las cuales seis representan grupos de tres o cuatro localidades y una representa la única localidad totalmente rural del Distrito Capital: Sumapaz. De esta manera, el proceso de conformación del Consejo Consultivo hace un reconocimiento y acoge las propuestas nacidas de las mujeres organizadas alrededor de sus intereses ligados a sus situaciones y condiciones específicas, y sienta bases para descubrir en el ejercicio de la interlocución consensos básicos que al mismo tiempo animen la resolución de conflictos emanados del desconocimiento ancestral de tales diferencias. Estas experiencias van definiendo criterios y espacios formales para que las acciones institucionales, producto de acuerdos básicos con las organizaciones que representan los intereses de las mujeres, tengan sostenibilidad en el tiempo, y a su vez reconozcan y den respuesta a sus demandas, teniendo presente la diversidad que las constituye. Se trata así de asignar valor ético a las diferencias constitutivas de lo humano para que éstas no continúen siendo consideradas como justificadoras de la desigualdad. Ya no podremos decir más que somos libres y somos iguales a pesar de ser diferentes, sino que tendremos que afirmar: gracias a que nuestras diferencias
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tienen valor ético, construimos y realizamos día a día la libertad y la igualdad. La transversalización compromete a toda la institucionalidad distrital en la ejecución de 122 acciones que configuran el “Plan de Igualdad de Oportunidades para la Equidad de Género en el Distrito Capital 2004-2016”, que se complementa con una “Agenda de Políticas Públicas de las Mujeres de Bogotá”8, con la cual se ha comprometido el nuevo Gobierno, en cabeza de su alcalde Samuel Moreno. Siete derechos animan el logro de las metas trazadas en estos procesos que constituyen además un aprendizaje cotidiano de la corresponsabilidad; veamos cada uno de ellos, en una apretada síntesis de sus principales aportes en relación con una democracia que reconoce sus nexos con la construcción de la subjetividad: Derecho a una vida libre de violencias, mediante el cual las mujeres controvierten el mito de que la violencia es la partera de la historia, para dar lugar al valor del cuidado de sí mismas, de las otras, de los otros y del entorno, como germen y garantía de la pervivencia de la humanidad. Se trata ahora de que este valor sea asumido universalmente por las mujeres y los hombres. Derecho a la participación y representación de las mujeres, mediante el cual asumen que la inclusión de las mujeres cobra sentido no solo al elegir a quienes las representan, sino también al representar los intereses de las mujeres mismas y con éstos los intereses de toda la ciudadanía. El ejercicio de este derecho aporta a la comprensión de la democracia en las cinco dimensiones que hoy comporta: representativa, participativa, radical, plural –en consonancia con el carácter multiétnico y pluricultural de la Nación– y subjetiva, en tanto demanda convicciones, opciones y posiciones personales que nacen desde muy dentro de cada ser, en el ejercicio cotidiano de re-crear críticamente su propia historia. Derecho al trabajo en condiciones de igualdad y dignidad, mediante el cual se proponen alternativas para el
8 Alcaldía Mayor de Bogotá, Instituto de la Participación y Acción Comunal, Política Pública de Mujer y Géneros y Corporación Ciase. “Agenda de Políticas Públicas de las Mujeres de Bogotá”. En: Colección Participación sin Indiferencia, Bogotá D.C., 2007.
reconocimiento del valor del trabajo cotidiano que realizan las mujeres, se abren caminos para la incorporación de indicadores socioeconómicos que den cuenta del aporte de las mujeres a la economía de la ciudad (economía del cuidado) y que contribuyan a la dignificación del trabajo, y para generar las opciones alternativas requeridas para fortalecer y estimular redes de mujeres productoras y productivas en todo el territorio del Distrito. Derecho a la salud plena y Derecho a la educación con equidad, mediante los cuales se avanza de modo significativo en el reconocimiento del cuerpo como el primer territorio para la construcción de la autonomía, en la realización de prácticas educativas y de salud física y mental que controvierten los estereotipos sexistas en los espacios escolares y en todos los niveles de la educación formal e informal, así como en la comprensión de los derechos sexuales y los derechos reproductivos como condiciones imprescindibles para la realización de los derechos civiles y políticos, de los derechos económicos, sociales y culturales y de los derechos colectivos y del medioambiente. Allí la salud pública toma forma en la salud integral de las mujeres. Derecho a una cultura libre de sexismos, mediante el cual se proponen alternativas para una comunicación que promueva la transformación de los símbolos, los signos y las formas de expresión que ponen en circulación imaginarios y representaciones que reproducen la desigualdad y mantienen las inequidades entre hombres y mujeres; allí tiene especial lugar el compromiso con la creación de un observatorio de medios para una comunicación no sexista, así como el aprendizaje de procesos de transformación del lenguaje para que éste incluya y visibilice a las mujeres, dando cuenta de su existencia. Derecho a un hábitat y una vivienda dignos, mediante el cual se hace explícito que la transformación de las relaciones entre los seres humanos y la naturaleza de la cual forman parte pasa por la transformación de las relaciones entre las mujeres y los hombres, en tanto unas y otras han sido relaciones de dominación y de apropiación; allí se confiere prioridad a construir un hábitat saludable para lo cual es indispensable la articulación entre la perspectiva de género y la perspectiva ambiental; allí también tiene
lugar la generación de alternativas para una vivienda digna, como fundamento para el ejercicio de las mujeres del derecho a la ciudad. Estos procesos que configuran el carácter transversal de la Política Pública de Mujer y Géneros han permitido además reconocer y hacer explícito el valor de la diversidad de derechos que concurren en la satisfacción de las necesidades e intereses de las mujeres. Por ello, potencian el reconocimiento del territorio distrital como un lugar en el cual las dinámicas rurales y urbanas se retroalimentan de modo permanente. En tal sentido, ha sido fundamental en este ejercicio el reconocimiento de la existencia de las localidades en las cuales la población que habita el territorio rural requiere especial atención; y ello se expresa en las propuestas nacidas de las mujeres rurales organizadas, cuyas voces se han hecho oír en diversos escenarios de la vida local y requieren aún mayor audiencia en la dinámica distrital en su conjunto. Es mucho lo que nos falta por aprender del saber de las mujeres campesinas, y para ello, las políticas públicas deberán escribir nuevos capítulos que re-crean las relaciones campo-ciudad. La institucionalización de la Política Pública de Mujer y Géneros comprende la creación de tres espacios institucionales para el desarrollo, el fortalecimiento y la consolidación de la misma, a saber: un espacio institucional ligado a la voluntad política de cada Gobierno Distrital, correspondiente a la necesidad que tiene cada alcalde o cada alcaldesa mayor de contar dentro de su equipo de gobierno con una asesora para los asuntos que animan la pervivencia y las transformaciones de ésta política acorde con los programas de cada administración; un espacio institucional ubicado en el sector de Planeación en la estructura de la Secretaría Distrital de Planeación y denominado Subsecretaría de Mujer, Géneros y Diversidad Sexual, y un espacio institucional que anima la realización de esta política en los territorios de las veinte localidades, ubicado en el Sector Gobierno en la estructura del Instituto Distrital de Participación y Acción Comunal, dependiente de la Subdirección de Fortalecimiento de Organizaciones Sociales y denominado Gerencia de Mujer y Géneros. Cada una de estas instancias tiene definidas claramente
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sus competencias y sus funciones, en consonancia con la misión de la entidad de la cual forman parte9. Son muchos los caminos para continuar analizando otras dimensiones de esta política pública; por ahora, deseo finalizar estas reflexiones planteando tres retos que fortalecerán la ciudadanía de las mujeres en el Distrito Capital. El primero: mantener la búsqueda constante de articulación entre las distintas instancias y dependencias que se han creado, como condición para que la continuidad de los procesos en curso y las necesarias transformaciones resultantes de las nuevas dinámicas que los cambios gubernamentales traen consigo continúen nutriéndose de la riqueza de posibilidades que se derivan de un ejercicio sistemático de construcción colectiva de esta política. El segundo: mantener y responsabilizarse creativamente de la tensión permanente entre las dimensiones individuales y comunitarias de los procesos sociales. El tercer reto exige asumir los conflictos inherentes a la vida personal y social
9 Consúltense el Acuerdo 257 del 30 de noviembre de 2006 del Consejo de Bogotá, por el cual se determina la reestructuración administrativa del Distrito Capital y las siguientes disposiciones relativas a la institucionalidad de la Política Pública de Mujer y Géneros: Decreto 550 del 29 de diciembre del 2006, por el cual se adoptó la estructura interna de la Secretaría Distrital de Planeación; el Decreto 256 del 25 de junio de 2007, por el cual se creó la Subsecretaría de Mujer y Géneros y dentro de ésta la Dirección de Derechos, Desarrollo e Igualdad de Oportunidades para la Equidad de Género y la Dirección de Diversidad Sexual, y el Acuerdo 002 del 2 de enero de 2007 del Instituto Distrital de Participación y Acción Comunal, por el cual se establece la Gerencia de Mujer y Géneros dentro de la estructura interna del Idpac.
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con sentido humano y humanitario, de tal forma que la búsqueda de soluciones a los mismos estén inspirados en el respeto a los derechos humanos, anclados siempre en los cuerpos vivos de las mujeres y los hombres que habitan el territorio distrital. Son tres retos que concurren en los largos y lentos procesos de construcción de una democracia participativa, plural y radical, en la cual los intereses de las mujeres estén representados por ellas mismas y no solo por quienes representan el poder del padre. Ello implica un ejercicio constante de vigilancia epistemológica feminista en la cual la interacción entre el poder, el amor y el saber contribuyen al reconocimiento social e institucional de cada mujer como sujeta de derechos y como tal de sus condiciones para representarse a sí misma y ejercer su autonomía, y para representar los intereses de las colectividades que la reconocen como hacedora de la historia.
María Himelda Ramírez
Profesora Asociada del Departamento de Trabajo Social y de la Escuela de Estudios de Género de la Facultad de Ciencias Humanas Universidad Nacional de Colombia
Feminismo e Ilustración:
unos seminarios, unos cursos, unos libros y unas controversias e interpelaciones En otras palabras… no. 17 / Rehaciendo saberes | 23
Presentación Imanuel Kant publicó en 1784 en una revista mensual berlinesa, muy prestigiosa entonces, una respuesta a la pregunta ¿Qué es la Ilustración? Esta pregunta rondaba en el ambiente intelectual de una época revolucionaria, de remoción de certezas construidas durante centurias. En las primeras líneas de ese texto, se revelan los claroscuros de la respuesta. La mayoría de edad y lo que representa en las sociedades modernas occidentales (la ciudadanía, la libertad y la autonomía) ha sido muy esquiva para las mujeres, y es un motivo de reflexión y reivindicación que se plasma en uno de los capítulos clave y controvertido de la historia del feminismo contemporáneo.
“La Ilustración es la salida del hombre de su condición de menor de edad de la cual él mismo es culpable. La minoría de edad es la incapacidad de servirse de su propio entendimiento sin la dirección de otro. Uno mismo es culpable de esa minoría de edad, cuando la causa de ella no radica en una falta de entendimiento, sino de la decisión y el valor para servirse de él con independencia, sin la conducción de otro ¡ten valor de servirte de tu propio entendimiento!, es, pues, la divisa de la Ilustración. La pereza y la cobardía son las causas de que la mayoría de los hombres, después de que la naturaleza los ha librado desde tiempo atrás de conducción ajena (…) permanezcan con gusto como menores de edad a lo largo de la vida, por lo cual le es muy fácil a otros el erigirse en tutores. ¡Es tan cómodo ser menor de edad! Si tengo un libro que piensa por mí, un pastor que reemplaza mi conciencia, un médico que dictamina acerca de mi dieta, y así sucesivamente, no tendré que esforzarme. Si solo puedo pagar, no tengo necesidad de pensar; otro asumirá por mi tan tediosa tarea. Como la mayoría de los hombres (y entre ellos la totalidad el bello sexo) tienen además por muy peligroso el paso a la mayoría de edad, aquellos tutores ya se han cuidado muy amablemente de asumir semejante control…”1
1 Kant, Immanuel. ¿Qué es la Ilustración? Bogotá: Alianza Editorial Colombiana, 2007, p. 83
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En efecto, dos siglos después de la publicación de Kant, en 1985, una filósofa española y teórica del feminismo escribió un texto en el que interpeló de manera insólita al filósofo. Celia Amorós, en un ensayo titulado “Hacia una crítica de la razón patriarcal”, sustenta que el desarrollo de las implicaciones de las teorías feministas supone una determinada concepción y valoración del feminismo. Una concepción de la filosofía en cuanto discurso acerca de la especie humana y de su inserción en la naturaleza con pretensiones de universalidad; sin embargo, sesgado y pervertido por elaborarse sobre la base de la marginación sistemática de la mitad de la especie, y de la percepción y conceptualización ideológicamente distorsionada de esa mitad cuando emerge de forma esporádica como objeto de atención y reflexión. Esta autora afirma que el movimiento feminista supone una nueva conciencia emergente, dotada de un potencial crítico de las definiciones que la especie humana ha acuñado de sí misma, sobre los fundamentos de las deformaciones patriarcales; la capacidad de transformación social del feminismo ha de ir acompañada en el nivel de reflexión de una crítica cultural, ideológica y teórica. Cristina Molina Petit, en un artículo que forma parte de una compilación de divulgación de los fundamentos del pensamiento feminista, abre su reflexión planteando que la Ilustración constituye la condición de posibilidad de las reivindicaciones de igualdad, ya que a comienzos del siglo XVIII la razón se abre espacio, con lo cual se favorece deshacer los mitos que se cernían sobre la mujer
y que la confinaban a un único destino posible: esposa, madre o complemento del varón, con base en la apelación a la tradición o a la naturaleza2 . Celia Amorós y Rosa Cobo argumentan que “… hará falta que se genere una plataforma conceptual de abstracciones universalizadotas, como por ejemplo la ciudadanía, sujeto de derechos y no de privilegios, el sujeto moral autónomo, para poder reclamar que tales abstracciones se apliquen en los mismos términos al genérico ‘mujer’”3. Este artículo se propone en su primera parte estudiar los desarrollos de la experiencia académica del Seminario Feminismo e Ilustración, de la Universidad Complutense de Madrid, espacio que desde finales de los años ochenta del siglo XX posibilitó la dedicación de un grupo de académicas a la crítica feminista, a los procesos de formación de la modernidad occidental. El estudio propuesto contempla las sugerencias de las autoras de reinterpretar desde tal perspectiva los procesos de construcción del pensamiento occidental a partir de las posibilidades del cartesianismo en el siglo XVII, hasta cuando se publicó El Segundo Sexo en 1949. En la segunda parte, se esbozan algunas polémicas de orden teórico y político procedentes de diversas vertientes del movimiento social de mujeres y del feminismo, que han animando discusiones no resueltas. Estas discusiones tienen que ver, en parte, con la diferenciación de las corrientes contemporáneas que ensayan diversas posibilidades de situarse ante el mundo del conocimiento, con las perspectivas de cambio que se avizoran desde las interpelaciones construidas sobre la diferencia sexual, con las opciones de la institucionalización universitaria del pensamiento feminista, con la crítica al eurocentrismo de las interpretaciones propuestas, con los postulados acerca de la génesis del sufragismo y con la asunción de un feminismo calificado como reformista y sus alianzas.
2 Ver Amorós, Celia. “Ilustración”. En: 10 palabras clave sobre Mujer. Pamplona: Verbo Divino, 1995, pp. 189 a 216. 3 Ver, Amorós, Celia. “Feminismo e Ilustración”. En: Amorós, Celia y Miguel, Ana de (eds.) Teoría feminista. De la Ilustración a la globalización. De la Ilustración al segundo sexo 1. Madrid: Minerva, 2005, p. 97.
Este artículo es producto de las exposiciones realizadas durante varios años en la cátedra Teorías de Mujer y Género. Corrientes y Conceptos, que forma parte del plan curricular de la Maestría en Estudios de Género de la Universidad Nacional de Colombia. En particular, de una elaboración preparada para responder a la amable invitación de la profesora Mara Viveros, quien asumió la responsabilidad de dicha cátedra cuando opté por otras responsabilidades académicas. La dedicación de las estudiantes de diversas promociones al estudio de este tema, sus preguntas y controversias con algunos contenidos forman parte de lo expuesto.
1. Feminismo e Ilustración: un seminario, unos cursos y unos libros En 1987, Celia Amorós fundó en la Universidad Complutense de Madrid el Seminario Permanente Feminismo e Ilustración, espacio que congrega desde entonces a un grupo de investigadoras, en su mayoría filósofas, dedicadas a la construcción de la teoría feminista argumentada como tal –es decir, como teoría–, a partir de varios ejercicios: el de develar, o dejar ver, lo que permanece oculto o vedado; el de interpelar a los pensadores clásicos y contemporáneos de Occidente desde una crítica al androcentrismo. Celia Amorós sustenta: “Las mujeres tenemos todavía mucho que pensar y dar que pensar para salir del lugar de lo no-pensado. Del lugar del no-reconocimiento, de la no-reciprocidad, por tanto, de la violencia. El feminismo, como todo proceso emancipador, es fuente de pensamiento interpretativo, suministra nuevas claves de desciframiento de lo real en tanto que es un proyecto de reconstrucción de la realidad social sobre la base de nuevos e insólitos pactos... Pactos donde lo pactado –y, por ende, lo excluido como sujeto activo del pacto– no fueran las propias mujeres como genérico. Una sociedad, en suma, no constituida por pactos patriarcales…”4.
4 Ver Amorós, Celia. “Notas para una teoría nominalista del patriarcado”. En: Asparkía. Investigació feminista No. 1, Castellón: Publicacions de la Universitat Jaume I, 1992.
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Como producto de la experiencia del seminario, desde 1992 hasta la fecha y de manera ininterrumpida, se ha llevado a cabo el curso Historia de la Teoría Feminista, que ha producido numerosas publicaciones individuales y colectivas, en una disciplina de construcción sistemática a partir del saber acumulado y que ha resultado de particular utilidad para las estudiosas que nos expresamos en lengua castellana. En 1995 fue publicada una obra colectiva que reflejaba los resultados iniciales de un plan de trabajo5, en un momento en que la demanda femenina ya presionaba a los mercados editoriales de las sociedades castellanohablantes. Las compiladoras comentan, en la presentación del libro, que en la selección de los diez términos clave optaron a entera libertad, de acuerdo con lo pactado por los editores y, de manera deliberada, resolvieron escoger aquellas palabras no tópicas ni reproductoras de los estereotipos sobre las mujeres y las feminidades hegemónicas. Fue así como optaron por seleccionar dos categorías analíticas: “patriarcado” y “género”, con el fin de plantear una discusión académica que remite a la construcción histórica de los desarrollos de un campo de los estudios de difícil inserción en los medios universitarios, y en particular a la consideración acerca de las relaciones de poder sustentadas en la diferencia sexual. Así mismo, incluyeron expresiones representativas del pensamiento ilustrado: la diferencia, la igualdad, la autonomía. Además, el libro cuenta con un artículo sobre la Ilustración. Estas exposiciones sitúan la reflexión sobre la condición de las mujeres en términos del compromiso político en la construcción del pensamiento social en la modernidad. Dos artículos de las ciencias sociales –los feminismos y la división sexual del trabajo– cubren sus potencialidades y reinterpretaciones por el pensamiento feminista; el libro concluye con una exposición de términos derivados de las prácticas políticas de participación en instancias de representación e inclusión, en proyectos de la construcción de las democracias contemporáneas: la acción positiva y los pactos entre mujeres.
5 Ver Amorós, Celia. 10 palabras… Ob. cit.
Esta obra, en un ejercicio de síntesis, ofreció una herramienta de trabajo académico, cultural y político que sumaba a otras iniciativas como las que años atrás había emprendido Victoria Sau, profesora de la Universidad de Barcelona, con su compilación de términos orientada a un trabajo militante y educativo ocupado en deslegitimar la violencia física y simbólica hacia las mujeres6. En 1999 se publicaron las actas correspondientes al curso de doctorado Historia de la Teoría Feminista, que Celia Amorós imparte desde el periodo académico 199019917. La compilación está integrada por 19 artículos que cubren una temporalidad que comprende desde el siglo XVII, con un artículo acerca del discurso de la igualdad de Poullain de La Barre8, hasta la segunda mitad del siglo XX, sobre lo cual Amorós plantea un debate entre el feminismo, la Ilustración y la posmodernidad. Tales contribuciones cubren una gama de discusiones filosóficas y políticas, a partir de la recuperación de las figuras silenciadas pero protagonistas de las controversias más emblemáticas en diferentes contextos de la construcción de la modernidad, acerca de temas de particular tensión en la cultura occidental: las diferencias entre los sexos, la igualdad y las posibilidades de la educación para resolver la desigualdad. En 2005, Celia Amorós y Ana de Miguel editaron en tres tomos un conjunto de reelaboraciones del trabajo acumulado del seminario y otros trabajos que respondían a sus más recientes preocupaciones9. Estas autoras elaboraron una introducción extensa en el tomo I, en la que sustentan que el feminismo en cuanto teoría tiene una tradición de tres siglos. Invitan así a reconocer e interpretar las distintas elaboraciones que
6 Sau, Victoria. Diccionario Ideológico Feminista. Barcelona: Icaria, 1981. 7 Amorós, Celia (coord.) La historia de la teoría feminista. Madrid: Instituto de Investigaciones feministas, Universidad Complutense de Madrid, 1994. 8 François Poullain de La Barre, discípulo de Descartes, es el autor de tres obras que lo han consagrado como una figura profeminista: De la igualdad de los sexos (1674), El tratado de la educación de las damas (1674) y la obra en tono irónico La excelencia de los hombres (1675). 9 Amorós, Celia y Miguel, Ana de (eds.). Teoría feminista: de la Ilustración a la globalización. De la Ilustración al segundo sexo No. 1. Madrid: Minerva, 2005; De la Ilustración a la globalización. Del feminismo liberal a la posmodernidad. No. 2 Madrid: Minerva, 2005; Teoría feminista: de la Ilustración a la globalización. De los debates sobre el género al multiculturalismo. No. 3. Madrid: Minerva, 2005.
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construyeron sobre la diferencia sexual las condiciones de opresión y subordinación de las mujeres personajes tales como Christine de Pizan10, Mary Wollstonecraft11, las sufragistas decimonónicas12, las feministas socialistas de fines del siglo XIX y comienzos del XX13 y Simone de Beauvoir14. Invitan también al estudio de las condiciones de posibilidad de las propuestas de cambio, utópicas o reformistas, en alianza con diferentes movimientos sociales y con personajes profeministas, como Poullain de La Barre, Condorcet y Stuart Mills. Las autoras insisten en que en la teoría feminista se plasman los efectos reflexivos de las luchas de las mujeres por su liberación. Por lo demás, advierten que el feminismo no es un pensamiento lineal ni homogéneo, lo que está en consonancia con la complejidad y variedad de estas luchas, cuyas dinámicas son diferentes de acuerdo con la especificidad de los grupos de mujeres que las protagonizan y de sus contextos históricos. Argumentan, no obstante, que ha sido posible reconstruir los principales temas y las modulaciones más significativas de esta tradición de
10 Christine de Pizan (1365-1461) es una figura emblemática y recuperada por las historiadoras de la filosofía. Es conocida como la primera autora profesional de la cual se tenga noticia; a los 25 años debió asumir lo que hoy conocemos la jefatura de hogar al morir su padre y el padre de sus hijos; por lo tanto, se responsabilizó del sostenimiento de sus cuatro hijos y su madre. Su producción literaria y la escritura de obras por encargo fue acogida principalmente por las mujeres. Ver Mercé Otero Vidal. “Christine de Pizan y Marie de Gournay. Las mujeres excelentes y la excelencia de las mujeres”. En: Rosa Ma. Rodríguez Magda (Ed.). Mujeres en la historia del pensamiento. Barcelona: Antropos, 1977, pp. 77 a 93. 11 Mary Wollstonecraft (1759-1797) fue una filósofa y escritora británica. Durante su breve carrera escribió novelas, tratados, un relato de viaje y un libro de literatura infantil. Es conocida por Vindicación de los derechos de la mujer, en el cual argumenta que las mujeres no son por naturaleza inferiores al hombre, sino que tan solo puede parecerlo debido a que no han tenido acceso a la educación apropiada. Sugiere que hombres y mujeres deberían ser tratados como seres racionales e imagina un orden social basado en la razón. Hoy en día es considerada una de las precursoras de la filosofía feminista. Su temprana defensa de la igualdad y sus ataques al feminismo convencional y a la degradación de la mujer fueron la antesala de la aparición del movimiento feminista. Sus ideas filosóficas y sus conflictos personales han sido considerados como importantes influencias en posteriores obras de feministas. 12 Miyarés, Alicia. “El sufragismo”. En: Amorós, Celia y Miguel, Ana de (Eds.). Teoría feminista: de la Ilustración a la Globalización. De la Ilustración al Segundo Sexo 1. Madrid: Minerva, 2005, pp. 245 a 293. 13 De Miguel Álvarez, Ana. “La articulación del feminismo y el socialismo: el conflicto clase-género”. En: Amorós, Celia y Miguel, Ana de (Eds.). Teoría feminista… Ob. cit., pp. 295 a 332. 14 Teresa López Pardina. “El feminismo existencialista de Simone de Beauvoir”. En: Amorós, Celia y Miguel, Ana de (Eds.). Teoría feminista… Ob. cit., pp. 333 a 364.
pensamiento, que lo es, en cuanto tiene sus referentes clásicos y sus propias fuentes de autoridad conceptual: en suma, sus liderazgos epistemológicos ligados con sus liderazgos políticos. Amorós y De Miguel proporcionan una definición del feminismo como una teoría crítica, y en tanto tal ésta se inserta en la tradición de las teorías críticas de la sociedad, con las que a su vez ha tenido relaciones problemáticas: ya fuere por ejemplo con el marxismo o la teoría freudiana. En tanto teoría crítica, el feminismo es, además, un pensamiento emancipatorio, que se sitúa en los parámetros de la tradición ilustrada, al tiempo que formula una crítica implacable a los lastres patriarcales de esa tradición, tanto más cuanto que son incongruentes con sus propios supuestos. Se compacta alrededor de las ideas de la autonomía, la igualdad y la solidaridad. El lapso comprendido entre el siglo XVIII y 1949, cuando se publicó El Segundo Sexo, delimita una temporalidad de dos siglos y medio, que en términos convencionales se podría definir como la era de la construcción de la modernidad occidental, que incluye la era de contención de la expansión imperial europea con los procesos agenciados por las élites criollas y mestizas americanas15. Desde el punto de vista social, significó el tránsito de las sociedades estamentales a las de clase; desde la perspectiva política, la construcción de las democracias occidentales, y desde la perspectiva cultural, el surgimiento y auge de la racionalidad científica con su pretensión de sustitución de los saberes tradicionales y otras formas de conocimiento.
15 La conmemoración de los doscientos años de la Independencia de las naciones latinoamericanas, próxima a celebrarse, plantea interrogantes sobre la participación de las mujeres en los acontecimientos que condujeron a la ruptura con el régimen colonial, en contextos de la ilustración americana. Una revisión de la historia nacional desde la perspectiva de la historia de las mujeres y del género permite subrayar las diferencias sociales en las distintas formas de asumir los compromisos con la causa; al menos en el Virreinato de la Nueva Granada, hacia fines del siglo XVIII, cuando se inició la institucionalización de la educación femenina, participaron las niñas y jóvenes de la generación cuyas vidas fueron definidas por los procesos de la Independencia y asumieron distintos desafíos como conspiradoras y cómplices de sus allegados comprometidos con la cusa revolucionaria; a las mujeres de los sectores populares se les ha reconocido ante todo su compromiso como auxiliares de las tropas. En aquellos momentos la movilización femenina se orientó más hacia una causa común alrededor de la Independencia que en términos de reivindicaciones específicas de las mujeres, idea que merece desarrollarse.
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Una reflexión inicial propuesta por Amorós y Cobo16 abarca el proceso de los memoriales de agravios a las vindicaciones, como demostración de un trabajo intelectual en sintonía con momentos caracterizados de la historia cultural. Los memoriales de agravios, como género literario, consignaron la reacción de las mujeres letradas y ciertos hombres profeministas, a la misoginia que circulaba en los ambientes intelectuales desde el Renacimiento hasta la Revolución francesa. Christine de Pizan participó en la Querelle du Roman de le Rose, planteada en los círculos humanistas del Renacimiento y que circuló tanto por la Corte como por la Universidad, adquiriendo el carácter de manifestación de la querella de las damas sobre sus capacidades para contribuir al desarrollo del conocimiento, debate que se prolongó hasta la Revolución francesa. En la obra La Ciudad de las Mujeres (1405), sustenta que las mujeres se ven constreñidas a expresar sus agravios en el marco de una concepción estamental de la sociedad que no pone en cuestión y se estima sancionada por la voluntad divina. Esgrime contra los prejuicios de la opinión de los “sabios” sobre las mujeres; plantea la tensión entre el buen sentido y el saber. Sostiene que las mujeres podrían aprender las ciencias en la medida en que Dios les ha dado facultades para ello, aunque hay una distribución de lugares naturales. Argumenta que las mujeres, aún sin cultivar las ciencias, pueden ser buenas y honestas por su buen sentido.
autor fue influenciado además por el cartesianismo por su participación en los círculos del movimiento de Las Preciosas, fenómeno cuya importancia social y cultural fue ridiculizada por Moliere. De La Barre reconoció y valoró la función de las mujeres en los salones del siglo XVII como promotoras de las nuevas formas de saber. Sustenta que la igualdad es uno de los rasgos definitorios del estado natural; las únicas diferencias entre los individuos radica en la fuerza, la única diferencia entre los sexos comienza y cesa con la fecundidad. La subordinación de las mujeres se realiza en la evolución de la institución familiar, al imponer a los individuos roles sociales: la tiranía de los padres y maridos es interiorización por parte de las madres y las hijas de la dominación masculina. La situación de las mujeres en la familia es la dependencia voluntaria. Dependencia que se agravó al constituirse el poder político sobre la familia. La formación del Estado profundizó la subordinación de las mujeres debido a la ausencia de las guerras. Esa ausencia se ha profundizado en la política y ha devenido en exclusión17. Al respecto concluyen: “ … el aspecto que nos interesa subrayar de la hipótesis de Poullain acerca del estado de naturaleza es que la existencia social de la desigualdad entre los sexos, al no tener un origen natural, es decir, al carecer de base racional, carece de legitimidad”18 .
Amorós y Cobo sustentan que las vindicaciones feministas se articularon en el ámbito de la universalización del sujeto del conocimiento, que tuvo lugar en el cartesianismo. Descartes proclamó que el buen sentido, es decir, la capacidad autónoma de juzgar, era extensiva a la especie humana: “Explotará y radicalizará el mensaje cartesiano de la universalización del bon sens y su virtual inclusión en las mujeres…”. Y pregona la reforma social en el sentido de la aplicación del cartesianismo más a ésta, es decir, a la reforma social, que a la reforma de la mente. Sustenta que el prejuicio está arraigado en intereses, configura actitudes, troquela conductas, por ello no es solo la razón la que permite removerlos. Este
Amorós y Cobo advierten que la Revolución francesa es un fenómeno complejo y que ha dado lugar a interpretaciones plurales. Buscan demostrar que la crisis de legitimidad del Antiguo Régimen, que culminó con la revolución, conllevó una crisis de legitimación patriarcal. En la génesis de esta crisis se encuentra la capacidad autónoma de las mujeres de juzgar, ese bon sens reconocido por el cartesianismo de Poullain de La Barre. Argumentan que para las mujeres de aquellos tiempos, el haber estado inmersas en los discursos sobre la igualdad, la libertad y la fraternidad y al constatar que tales consignas no rezan para ellas, por supuesto que se sorprendieron y protestaron, tanto las letradas como las que no lo eran; fue así como proliferaron los textos que interpelaban a los revolucionarios sobre la exclusión. Las
16 Amorós, Celia y Cobo, Rosa. “Feminismo e Ilustración”. En: Amorós, Celia y De Miguel, Ana (Eds.). Teoría feminista… Ob. cit., pp. 93 a 144.
17 Ibídem, p. 113. 18 Ibídem, p. 114.
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revolucionarias reclamaron presencia y participación en los ámbitos públicos, el nuevo espacio social emergente que Las Luces anuncian y que en la práctica ya han ganado por su participación en acontecimientos como la Toma de la Bastilla, la marcha sobre Versalles. La reinvindicación feminista es ante todo simplemente democrática. Las mujeres resignificaron a su modo el ideal democrático, revolucionario de la fraternidad. En los cuadernos de quejas (cahiers de doleances), escritos en los diversos estamentos que expresaban sus reclamos y esperaban hacerse oír en los Estados Generales convocados por el Luis XVI, figura la noción de igualdad radicalizada, a la vez que se carga de contenidos precisos: “En el hogar mismo probaréis a los infieles y a los ingratos que la mujer es igual al hombre en derechos y también igual al hombre en placeres”. Alicia Puleo recupera las voces de las mujeres en aquellos cuadernos, que “van desde el simple reclamar protección para los oficios de costura hasta la petición ilustrada de derechos políticos y una educación no discriminatoria ”19. En aquel ambiente las mujeres declaran pertenecer al Tercer Estado dentro del Tercer Estado, y reclamaban ser representadas por mujeres, por la misma razón que un “noble no puede ser representado por un plebeyo”, no quieren ser pactadas sino participar directamente en los pactos. Alegaron que pagan impuestos como los hombres; sin embargo, los hombres son favorecidos por el gobierno desde el inicio de sus vidas: “Nosotras somos abandonadas hasta el término de la nuestra”20. Si en los cuadernos aparecen elementos dispersos de vindicaciones de las mujeres, que inciden directamente en el orden patriarcal en cuanto a tal, en el pensamiento de Olympe de Gouges21, se articulan de forma radical
19 Puleo, Alicia (ed.). La Ilustración olvidada. La polémica de los sexos en el siglo XVIII. Barcelona: Antropos, 1993, p. 144. 20 Citado por Amorós y Cobo. Ob. cit., p. 118. 21 Olympe de Gouges (1748-1793), escritora, periodista, polemista y autora teatral, ha pasado a la historia como una precursora del feminismo, sobre todo por su pionera Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana, publicada en 1791, el mismo año en que fue decretado por los Jacobinos los clubes de mujeres y en la que expone los principios de una igualdad cívica, basada en la naturaleza y en la razón. Además de esa obra, Olympe publicó numerosas piezas teatrales, ensayos y panfletos políticos con los que participa activamente en los debates y en los acontecimientos de la Revolución francesa.
y sistemática formando un cuerpo teórico: donde los revolucionarios apelaban a la naturaleza como paradigma normativo para deslegitimar las jerarquías estamentales, ella lo hará para irracionalizar la jerarquía patriarcal. Un acápite de gran interés que destacan las autoras es la recepción de la Revolución francesa en Inglaterra y la figura y obra de Mary Wollstonecraft, integrante del círculo de los radicales, quien en 1792 escribió una pieza elocuente titulada Vindicación de los derechos de la mujer. Las autoras centran su argumentación en las peculiaridades del lenguaje empleado por las mujeres en la formulación de sus vindicaciones. “Cabe esperar que el derecho divino de los maridos, así como el derecho divino de los reyes, pueda ser combatido sin peligro en este siglo de Las Luces (…) Que los hombres orgullosos de su poder dejen de utilizar los argumentos de los reyes tiránicos…”22. Se observa que las oprimidas usan el lenguaje ilustrado para describirse a sí mismas: las oprimidas, el Tercer Estado dentro del Tercer Estado… En el ámbito privado, las mujeres interpelaron a sus maridos por sus “comportamientos aristocráticos en sus hogares”, impugnando la legitimidad de sus privilegios en ese espacio. Amorós y Cobo concluyen al respecto que las quejas de las mujeres contra su situación, recurrentes a lo largo de la historia, solo se habían podido expresar en términos de memorial de agravios. En la Ilustración fue posible expresarlas como vindicación, dada la realidad lingüística en la que fluyen significados disponibles para la resignificación y la radicalización. Las vindicaciones feministas se formulan en el espacio creado y posible en el que entra en juego el término ciudadano/ciudadana, al menos potencialmente universalizador. Mary Wollstonecraft, como una intelectual ilustrada, reivindica para las mujeres aquellos derechos naturales que los pensadores contractualistas habían definido en la teoría como propios de la humanidad entera y en la práctica como exclusivos de los varones.
22 Amorós y Cobo. Ob. cit.
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Una de sus biógrafas, Isabel Burdiel, anota que un acierto de Wollstonecraft fue su capacidad de pensarse a sí misma trascendiéndose, es decir, explicando por interpretaciones sociales sus experiencias privadas. Wollstonecraft, quien admiró a Rousseau –un referente muy polémico de estas controversias–, retomó su discurso sobre el origen y fundamento de la desigualdad entre los hombres, en el que plantea que la desigualdad política y económica es una construcción social, artificial, por ello mismo ajena a Dios y a la naturaleza y resultado de una funesta cadena de azares, todos ellos arraigados en el interés de unos pocos, aunque en última instancia responsabilidad colectiva de los hombres23. Wollstonecraft sostiene sobre la desigualdad entre los sexos que es una desigualdad social, histórica, artificial y ajena a Dios y a la naturaleza. Es un hecho social que no tiene origen en la naturaleza y que por ello mismo se debe irracionalizar. La resonancia de estas discusiones en el siglo XIX se manifestó en el movimiento sufragista, que se articuló en las luchas por el derecho de las mujeres al voto como expresión política de las vindicaciones ilustradas. Por ejemplo, Alicia Miyares subraya la raíz abolicionista del sufragismo americano, que lo conecta con la crítica a la esclavización; la Declaración de Séneca Falls expresa la fundamentación de los derechos de las mujeres, desde el iusnaturalismo ilustrado, así como también lo hace la obra de Elizabeth Cady Stanton y La Biblia de las mujeres; el movimiento sufragista en Inglaterra, con Emmeline Pankhurst y Christabel Pankhurst, incluye las actividades filantrópicas, en particular la participación de las campañas en contra de la explotación sexual de las jóvenes campesinas que emigraban a las ciudades buscando posibilidades, como expresión de la solidaridad entre mujeres. Por lo demás, John Stuart Mill y Harriet Taylor Mill influenciaron de manera notable el feminismo liberal anglosajón, con la reivindicación de los derechos de la mujer en clave utilitarista liberal. Él y ella apelan a la defensa del individuo frente a la masa y el acceso de las mujeres al estatuto de individuos. El feminismo se
23 Ibídem, p. 128.
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interpreta como causa que contribuye al progreso de la humanidad. Ana De Miguel, por su parte, se ocupa de la influencia de las ideas de la Ilustración en el feminismo socialista y marxista, en sus vertientes del socialismo utópico, a través del curso Saint Simon y las saintsimonianas. Flora Tristán y la “Unión Ouvrière”. La influencia de Fourier en el feminismo de Flora Tristán. El materialismo histórico como marco teórico de la concepción de la mujer se observa en obras como El origen de la familia, la propiedad privada y el estado, de Federico Engels, quien se sustenta en las ideas del matriarcado originario de Bachofen y Morgan como referentes antropológicos de su reconstrucción del pasado. La autora se refiere, asimismo, a la figura de la socialista alemana Clara Zetkin y el proyecto de organización internacional del movimiento femenino proletario en el contexto de la lucha contra el reformismo de la II Internacional, y la polémica en torno a la relación entre “movimiento de masas” y partido. También trata el papel de la prensa femenina “Die Gleichheit”, y visualiza la dimensión feminista de Rosa Luxemburgo y el aporte de August Bebel a la “cuestión femenina” y “cuestión social” con las criticas a las limitaciones del “sufragismo burgués”. Es de interés la recuperación de la figura y la obra de Alexandra Kollontai, quien, en la construcción de lo que se llamó el socialismo real en la Unión Soviética, polemizó con Lenin acerca de las articulaciones entre la revolución sexual y la revolución proletaria. Estos recorridos posibilitan precisar y reconocer la inserción del feminismo en la construcción de las sociedades y culturas occidentales modernas, con los desafíos y tensiones que ha representado la inclusión en los ámbitos políticos, escenario de las transacciones orientadas a los cambios.
2. Otras controversias e interpelaciones La práctica académica y los materiales ofrecidos por las integrantes del Seminario Feminismo e Ilustración han suscitado controversias e interpelaciones de muy diverso orden, como se anunció al comienzo, procedentes tanto de sus pares académicas como de integrantes del movimiento social de mujeres.
Una crítica común, se refiere al eurocentrismo de las autoras, a lo cual ellas quizá ya se habían anticipado, pues sustentan a lo largo de sus elaboraciones que el feminismo surge en los contextos de la Ilustración como construcción occidental, y que sus planteamientos interrogan las promesas incumplidas a las mujeres, por parte de las democracias modernas, que se inauguraron en Europa y que fueron modelo de las de otras partes del mundo, en virtud de los procesos de colonización24. Otro tema que ha suscitado controversias es el que se refiere a la interpretación del sufragismo como un movimiento exclusivo de las sociedades anglosajonas. Esta caracterización subraya la influencia protestante en la alfabetización temprana de las mujeres de aquellas culturas; las protagonistas del sufragismo eran, por lo tanto, ante todo mujeres que argumentaban con propiedad las implicaciones políticas para la sociedad, de la condición a la que estaban sujetas. Articulada a esta discusión, destacan el rasgo abolicionista del feminismo
angloamericano, es decir, la alianza y la solidaridad con la gente esclavizada. De esa alianza, los hombres afroamericanos lograron el derecho al voto, mientras que las mujeres no. Si bien las culturas anglosajonas posibilitaron la formación de la subjetividad moderna, individualista y autónoma, base de las reivindicaciones sufragistas, la construcción de las sociedades burguesas latinoamericanas ha contado desde el siglo XIX con la interpelación de las mujeres sobre su condición de inferioridad y de desigualdad. La reivindicación de sus derechos a la igualdad es un tema que ha concentrado el interés de historiadoras tales como Asunción Lavrin, Lola G. Luna, Dora Barrancos y María Eugenia Gutiérrez, entre otras, quienes ya han emprendido la tarea de divulgar su producción, pese a las restricciones de la circulación de las ideas feministas en estas sociedades y las resistencias culturales a admitirlas como parte del conocimiento relevante y pertinente.
24 Al respecto, es de interés observar los significados de algunos títulos con la calificación de la Ilustración. Ver Blanco Orujo, Oliva. “La Ilustración deficiente. Aproximación a la polémica feminista en la España del siglo XVIII”. En: Amorós, Celia y Miguel, Ana de (Eds.). Teoría feminista:… Ob. cit.
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Marta López Castaño Filósofa
El feminismo de la diferencia: un compromiso con la vida y para la vida
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unas y otras que han ido acentuándose cada vez más con el paso de estos años, dejando ver los focos distintos de anclaje en el terreno conceptual y analítico.
El feminismo de la diferencia surgió en la década de los ochenta como reacción teorética al feminismo de la igualdad, empeñado en buscar el reconocimiento femenino en el campo social y cultural inspirado en los planteamientos de la modernidad. La creencia en las ideas de razón ilustrada llevó al feminismo de la igualdad a la lucha en el marco institucional por los derechos de las humanas y la construcción de sujeto mujer en condiciones de igualdad con los varones que parecían tener todas las prerrogativas tanto en el campo público como privado. Las luchas por la igualdad han representado avances en términos de posicionamiento de las mujeres, han incidido en las legislaciones y han representado un esfuerzo enorme de los movimientos sociales de mujeres por hacer valer sus demandas sociales. Sin embargo, en términos reales subsiste la discriminación y la exclusión. En el sentido del aborto y las violencias contra las mujeres poco se ha conseguido, pese a todas las declaraciones y la firma de compromisos estatales, como si el marco institucional, contexto en que están planteadas estas luchas, fuese de hecho un impedimento para el grueso de las mujeres cada vez más pobres entre los pobres y más sobrecargadas socialmente. No es solo la dificultad práctica en el campo de lo político la única razón para originar el debate entre el feminismo de la igualdad y el de la diferencia, hay de hecho un abismo pascaliano en las concepciones entre
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El feminismo de la diferencia, tachado de esencialista por sus detractoras, se inspira más que todo en una propuesta filosófica que podríamos llamar vitalista y que interroga de cerca las lógicas vivientes, su locomoción y las fuerzas que la propulsan. El vitalismo concierne a una mirada que en lugar de mantener la naturaleza a distancia para apropiarla o conocerla, la entiende inscrita en su ejercicio de fuerzas múltiples que pugnan en el campo creativo y de constitución de las formas, por un lugar constitutivo y de prelación al respecto de otras fuerzas que impiden o intentan someterlas. Se podría hablar, entonces, de fuerzas molares y moleculares (Eros y Thanatos) que se anudan entre sí cuando de la vida se trata, y esto quiere decir que las fuerzas permanecen en tensión sin oposición dialéctica ni solución de contrarios. El vitalismo entiende que tanto el sujeto como el objeto se producen, y esto quiere decir que la subjetividad es compleja y que está sometida a cambio y mutación en el contexto de procesos maquínicos de autorregulación y de transformación permanente; se dan entonces relaciones intra y exteriores donde lo estocástico, el azar y la necesidad se confabulan para disponer y aclimatar la vida en el propósito de perdurar y continuar. La vida es el fondo de inmanencia y el sustrato que funda el pensamiento de la diferencia, entendido no como ente abstracto y racional, algo común a lo humano en oposición al animal, sino como fenómeno asociado a la carnalidad, al cuerpo y al afecto. El pensamiento es un cuerpo y surge en medio de la locomoción de las fuerzas tanto activas como reactivas, constituye un pliegue singular del modo de afectación entre los cuerpos, es una potencia ligada al encuentro de cuerpos que da lugar a un potencial que libera materia y energía, siendo la vida, las pasiones activas y el excedente de ser no capturable lo que propone un acontecimiento conceptual que trasvasa la idea de conocimiento propia de la metafísica y del hacer patriarcal al respecto de la verdad y las ideas. Las metáforas y los paradigmas utilizados para nombrar la vida son precarios, así se trate de las metáforas, orgánicas, sistémicas, cibernéticas. Ellas no explican la
vida, diríase más bien que la domestican y la traducen; la vida nos desborda, de ahí la consideración de que la vida es sagrada... Teniendo en cuenta las situaciones de exterminio de seres humanos, de plantas y animales, podría decirse que esta cultura ha banalizado la vida, los griegos utilizaban dos términos indisociables para referirse a la vida, Zoé y Bios, el primero nombraba el puro hecho de existir común a todas las criaturas vivientes, el segundo hacía referencia a la forma singular de existencia y a la relación con otros seres, el puro hecho de existir no podía ser desligado de su forma, lo que mostraba una comprensión compleja. Agamben (2000) señala que hoy por hoy la vida ha sido reducida a la “nuda vida”, es decir, solo cuenta la zoé, más allá del lenguaje, la vida son fuerzas, fuerzas de creatividad y fuerzas thanáticas, moleculares y molares y puede afirmarse que se entrelazan entre sí. Por esta razón, no es posible desligar el caos del cosmos, la alteridad y la unidad, del azar y la necesidad. La teoría del caos muestra hasta qué punto el caos contribuye a la regeneración de la vida. El caos y el orden no son principios antagónicos, que el desorden es creador de orden, que el desorden está en el interior mismo del orden, es el caso de las estructuras disipativas que se forman y mantienen mediante el intercambio de energía y de materia en el transcurso de un proceso de no equilibrio, el mundo de las fluctuaciones es un mundo de sistemas abiertos; lejos del equilibrio se dan bifurcaciones y tiempos múltiples que producen el acontecimiento que da lugar a lo nuevo, así es como se crean alternativas termodinámicas y procesos irreversibles de actividad espontánea, es el suceder de la turbulencia que da lugar a una corriente macroscópica cuyo efecto es la producción de un nuevo orden. En el interior de la termodinámica, de los procesos irreversibles, el fenómeno de la vida en tanto autoorganización de la materia tiene una completa explicación: la materia ya no es pasiva como la descrita en el mundo del concepto mecánico, sino que está asociada a la actividad espontánea (Prigogine, l997). El feminismo de la diferencia está permeado por estas consideraciones, la vida sigue siendo un misterio y cada vez nos muestra el entramado de su complejidad. La vida en clave feminista da cuenta de la capacidad de dar vida del cuerpo femenino, de la opción de crear. Dicho factor llevado al campo social se convierte en una alternativa de vida no valorada hasta ahora y permite refundar
la maternidad, dando paso al deseo y al inconsciente como prueba de la creación incesante. El deseo es fuerza indestructible pero esencialmente creativa. El deseo se lo encuentra en la vida de los seres humanos, atravesando enteramente las relaciones sociales y, en cuanto estas se instituyen por el dominio de lo simbólico, lo encontramos ligado en una relación de inmanencia al lenguaje, de manera que sabemos del deseo por la trayectoria que traza, por el orden de realidad que instituye y por la cartografía que construye. No obstante, el deseo es irreductible a las formas en que aparece. Es más, constituye el límite de esas formas en cuanto las rebasa de continuo e impone siempre nuevas series en cuya lógica se revela la forma concreta de su despliegue. Es esta lógica, este despliegue, lo que se nos da a estudiar. El deseo se le encuentra siempre ligado a una máscara, no hay más forma de saber de él, sino a través de sus productos, aunque el deseo siempre escapa a lo constituido. Por otra parte, el deseo es siempre de carácter inconsciente y no es propiedad del yo psicológico. Para el feminismo de la diferencia, el patriarcalismo es una lógica, una maquinaria de locomoción de las fuerzas molares y reactivas que capturan el deseo; es un proceder de dichas fuerzas en detrimento de las fuerzas activas y de afirmación de la vida. Como lógica bipolar, el patriarcalismo atribuye un valor de suyo a varón por encima de lo femenino que aparece como secundario; fallado o carente en términos del deseo, el pensamiento y la creación, funciona mediante metáforas guías e imágenes fantásticas que dan cuerpo a una cultura excluyente de la diferencia y de la otredad, esencializando su vigencia mediante categorías consideradas dadas e indeclinables; opera en el discurso, en la lengua, en la cultura y constituye un dispositivo de poder y de exclusión presente también en dominios no verbales, simbólicos, imaginarios, económicos y en algunos estéticos. Se puede considerar al patriarcalismo como la fuente misma de generación de la gama de oposiciones que circuscriben la trama de distribución societal; funciona con ideas como centro, dureza, fortaleza, potencia, luz, grandeza etc., atributos considerados masculinos que se evidencian no solo en el campo de lo público sino también en el orden de lo privado y de vecindad. En términos de poder, el patriarcalismo es el soporte no siempre visible
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de las lógicas globales y económicas que hoy imperan globalmente, del fondo de inmanencia con que funciona el capital mundial. Teniendo en cuenta el ejercicio de los poderes globales y molares (llámense también patriarcales) y las lógicas de violencia que domestican el cuerpo y el deseo, las feministas de la diferencia han interrogado las lógicas transnacionales del capital, el ligamen gluolocal, las instituciones y los poderes del centro, estatales y no estatales; se preguntan por el poder que se distribuye en redes ocupando todos los espacios de la vida tanto afectiva como de deseo, son los llamados espacios microy macrosociales, donde tiene lugar la violencia y la exclusión social.
suscribe muchos de sus planteamientos y avanza en una idea del devenir mujer basada en la ética Spinoziana y la construcción identitaria, lejos del sujeto refrendado por la modernidad. Para Braidotti, se trata de subjetividades nómadas, cuerpos potencia capaz de construir mundos posibles con vistas a superar la lógica de los contrarios. Lo femenino-feminista es un contexto político y situado para dar paso a esta posibilidad y está fundado en el reconocimiento del deseo singular multiplicado de las mujeres.
El tema del cuerpo y la subjetividad
Las feministas de la diferencia han hecho énfasis en los modelos de identidad que estas lógicas generan y reproducen, destacando las luchas y las apuestas de resistencia centradas en la cotidianidad, en la construcción de sí mismo y sí misma y en la propulsión de las fuerzas activas de la vida, siempre relacionadas con la creatividad, la ética del cuidado y la mutación societal. Para el feminismo de la diferencia, la diferencia no es la oposición, no es la contradicción que siempre evoca un fondo donde prevalece la identidad, el ser propiamente indiferenciado. La diferencia es primera al respecto del fondo que supone un hormigueo de diferencias, un pluralismo de diferencias libres, salvajes, sin domesticación, un espacio y un tiempo propiamente diferenciales, originales que persisten por encima de las simplificaciones del límite o la oposición. El tiempo y el espacio diferenciales no manifiestan oposiciones (ni limitaciones) sino en la superficie, porque el fondo supone diferencias más voluminosas que no se dejan reducir a lo negativo; lo negativo es una imagen de la diferencia, pero la imagen invertida y reducida. La diferencia está mediatizada porque se le ha sometido a la identidad cuya triple raíz es la oposición, la analogía y la semejanza. La diferencia responde a lógicas ignoradas donde tiene presencia el enigma. Diríase que la diferencia es el motor de la vida, es potencia, voluntad de poder y fuerza deseante. La perspectiva de la diferencia para el feminismo ha permitido interpelar los filósofos llamados del afuera, Gilles Deleuze es uno de ellos. Rossi Braidotti
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Fuente: Archivo fotográfico, Soñé que soñaba, María Cristina Suaza Vargas.
Una de las piezas clave del debate concierne a la problematización de la identidad. Para el feminismo de la diferencia, tanto el sujeto como la identidad responden a una idea del cuerpo, se trata de un cuerpo autocontenido, totalizado y limitado por la piel. La idea totalizada del cuerpo responde a la creencia de un centro, un comando que ejercita el yo. La idea de individuo, de sujeto de derechos, la ciudadanía, y la propia noción de
autonomía que confiere a la conciencia y atribuye a la voluntad un valor amplificado en la decisión, depende de esta idea del cuerpo que inmaterializa la mente y el pensamiento, advirtiendo un ligamen confuso ente mente y cuerpo, entre espíritu y materia, que termina por validar la abstracción y el sujeto trascendental propio de la reflexión de siglo XVIII y XIX. La admisión de un sujeto enfrentado a un mundo dado está presente en los análisis que asignan a la condición femenina un lugar enraizado en la identidad, la opone a otros, constituyendo un yo que determina un mundo propio. Estas ideas son permanentemente difundidas a través de los medios de comunicación y los propósitos capitalistas de consumo, interesados en validar la individualidad molar que se erige en premisa fundante del modelo identitario dominante. Si como dice Spinoza (Deleuze, 1975), el sujeto es la idea del cuerpo, el cuerpo de que se trata en estas tesis reproduce y extiende la construcción del modelo femenino que se constituye bipolarmente en relación con lo masculino, admitiendo a su pesar la semejanza y la igualdad al varón en términos de derechos, además de coincidir con la noción biológica de órganos y funciones caracterizadas sexualmente. Se trata de un cuerpo autocontenido en perpetua relación con el medioambiente, que funciona como soporte de la identidad. Si bien las feministas de la igualdad señalan que el cuerpo es una construcción social, ello no les impide suscribir la idea organicista del cuerpo. En la base de los argumentos que defienden los derechos sexuales y reproductivos y el tema de la salud de las mujeres, subsiste una consideración biologizada de la corporeidad femenina suscrita a la relación medioambiental que no solo determina las características de normalidad o de patología propias del organismo en cuestión, sino que da la pauta para el cuidado de sí, para la autoestima y provee las condiciones para una buena salud (Deleuze, 1975). Para las feministas de la diferencia, el cuerpo es potencia y capacidad de ser afectado. Es esta noción creativa de la corporeidad lo que permite diferenciar claramente entre sujeto y subjetividad, ya que esta última introduce categorías como espacio-fuerza y tiempofuerza para postular lo que implicaría un cambio de devenir identitario no solo al respecto de individuo, sino
del modelo admitido que consigna el yo como esencial y avala la propiedad privada cifrada en el egoísmo y el afán de lucro. La subjetividad propone la vía de la construcción permanente del sí mismo sí misma y traza un devenir no solo femenino, basado en la contingencia, en la consideración de que somos muchas y muchos dentro de nosotros, teniendo en alta estima la ética y la construcción de autonomía no cifrada en un yo con género, sino extendida a todo el campo viviente. La subjetividad surge cuando es posible plegar la fuerza que se ejerce sobre los otros en relación consigo mismo y consigo misma, tiene que ver con la ephimeteahetau de los griegos, con la necesidad de darse un cuerpo, construirse un cerebro y darse un mundo, además con las técnicas de sí, con las prácticas de la subjetividad cuya apuesta es el despojo del yo y del fascismo que llevamos dentro. La subjetividad desde el punto de vista biológico es el acto ligado no solo a la propia finalidad (no morir), sino también al acto de autorregulación, y en este sentido es autoconstitutivo de la identidad. Pero la subjetividad es el devenir, una hecceidad, o sea una transversal que se realiza entre puntos. Una línea de devenir solo tiene un medio, el medio no es media, es un acelerador, es la velocidad absoluta del movimiento. El devenir no es correspondencia de relaciones. El devenir es un verbo que tiene toda su consistencia en la creación y la desterritorialización, lo cual implica no imitar, no identificarse, no regresar ni progresar, son dinamismos irreductibles que trazan líneas de fuga, de modo que el devenir es la vida misma que escapa a toda identidad, a todo ejercicio de individuación. El devenir es, pues, la filiación apasionante con el cosmos que pone en juego seres de escalas y reinos diferentes. Es, en últimas, el afecto de la multiplicidad que origina una potencia que se desencadena y hace vacilar el yo, difuminándolo en un agenciamiento colectivo. De ahí que para Rossi Braidotti (2004) “el cuerpo es una superficie libidinal no solo de significaciones, está situada en la supuesta facticidad de la anatomía con la dimensión simbólica de lenguaje. Como tal, el cuerpo es un tipo de noción multifacética que cumple un amplio espectro de niveles de experiencia y de marcos de enunciación”. En otras palabras, el sujeto está definido por muchas variables diferentes: etnia, sexo, edad, nacionalidad y cultura se yuxtaponen para definir y
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codificar los niveles de nuestra experiencia, pero también es posible registrar estratos de experiencia y de memoria susceptibles de crear opciones de la corporeidad que encardina el pensamiento, convirtiendo su potencia en otro cuerpo. En Occidente, el cuerpo sexuado ocupa un campo importante de la institución, obedece a un código semiótico, este código organiza las diferencias entre los sexos de modo morfológico. En este sentido, el cuerpo es un constructo social que responde de hecho a un modelado de creencias que combinan lo biológico y lo cultural, no obstante la memoria del cuerpo es múltiple y habría un subregistro de su potencialidad que compromete otros tiempos.
Las autoras El feminismo de la diferencia tiene sus representantes muy reputadas en el campo de la creación. Una de ellas es Luce Irigaray, quien puso el énfasis en el deseo y la construcción simbólica como agenciamiento propulsor de lo vital y de la subjetividad femenina, realizó el abordaje sobre el orden simbólico de la madre y la pérdida social del soporte femenino en la cultura. Algunas entendieron sus planteamientos como esencialistas, pero el anclaje en lo que hoy son los “agenciamientos colectivos de enunciación” (la danza, la música, los ritmos, el canto…) constituyen categorías indeclinables para la comprensión de la importancia del tejido social. Luce Irigaray supo plantear preguntas novedosas en términos del poder patriarcal e indagó el fenómeno de la luz blanca que persigue la filosofía hecha por varones cuando le apuesta a la trascendencia para validar lo apersonal y el desencardinamiento en términos de conocimiento y de verdad. Ella realizó la crítica a la fenomenología que invisibilizó en su momento la mirada femenina y sustrajo del olvido unas ideas nutrientes sobre la corporalidad y su posibilidad creativa en la base de la ética de la diferencia sexual; sus aportes son la fuente del debate y del aporte feminista sobre la ética del cuidado y su contribución de un valor incalculable. Para Luce Irigaray, la diferencia sexual implica la denuncia del universalismo y el falocentrismo, que entiende lo masculino como agente racional, autorregulado, y lo femenino como lo otro, diferente
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y subordinado. Para esta autora, las mujeres no tienen reconocimiento simbólico en la cultura patriarcal, siendo necesario construir un nuevo orden simbólico femenino, valorando y refundando la maternidad y recogiendo el ligamen femenino destituido por el imaginario patriarcal dominante; aconseja proveer un orden simbólico femenino a través de las iconografías de protección, mediante el arte y la estética que provean un soporte protectivo a las mujeres, propulsando el empoderamiento psíquico y mental (Irigaray, 1992). Las italianas, por su parte, entienden que es necesario instaurar una práctica política desde las mujeres, aprovechando la no pertenencia y el desahucio simbólico al sistema hegemónico, focalizando las prácticas sociales en la libertad para negociar posiciones alternativas de sujeto. Se trata de una política radical que se opone a los supuestos humanistas del sujeto en términos de racionalidad, autorrepresentación, homogeneidad y estabilidad, deshaciendo los discursos morales y políticos sobre la otredad que excluyen a las mujeres, y así apropiarse del imaginario femenino, es decir de las imágenes y representaciones que estructuran la relación con la subjetividad (Irigaray, 1987). En este sentido, Hélene Cixous aboga por la escritura femenina entendida como proceso para constituir un sistema simbólico femenino alternativo lejos del control propio del dominio patriarcal, de ahí su interés por una ética del cuidado y del don, la capacidad de ejercer un tipo generoso y solidario de receptividad diferente al sometimiento. La autora relaciona esta facultad con la aptitud tanto para dar como para recibir, sin que medie el interés de contraprestación en la base de las relaciones con la otredad que la cultura refrenda y reproduce. Recibir al otro en su diferencia abismal se convierte en propuesta prioritaria del interés ético feminista. Para Cixous, es necesaria esa capacidad de recibir la alteridad como una nueva ciencia, el sistema ético que propone se fundamenta en la manera como el sí mismo y el otro pueden conectarse en una nueva visión feminista del mundo, donde toda materia viva constituye una red sensible de entidades mutuamente receptivas (Cixous, l974). Caravero, en cambio, propone un materialismo posmoderno y sufraga la preeminencia de una materia
viviente cuya fuente es la diferencia. En la escala del ser hay fuerzas operantes que soslayan los principios de forma y organización; existe una materia viva al modo como hay un tiempo puro independiente de la forma que tome en la realidad; el énfasis recae en las fuerzas y pasiones y no en las formas específicas de la vida. La obra de Teresa de Laurentis (1984, pp. 86-87) se enmarca en la filosofía materialista y avanza en el tema de la subjetividad, señalando la cara social que implica la relación poder-discurso; la subjetividad es construida desde el poder y el conocimiento. Toma en préstamo la noción Foucaultiana de “tecnología del yo” para expresar los fundamentos materiales de esta visión del sujeto y las maneras como funciona el género, porque el sistema sexo-género parecería producir las categorías mismas que se propone deconstruir. El género se convierte así en ficción reguladora, es decir, en una actividad normativa que construye las categorías de identidad, masculino, femenino, heterosexual y lesbiano, refrendando de ese modo la lógica patriarcal. Para De Laurentis (1986), existe una definición culturalmente dominante de “mujer” que es normativa de la subjetividad femenina y que oculta la variedad de diferencias que caracteriza a las mujeres. Se produce entonces un desplazamiento epistémico y político para privilegiar las diferencias identitarias mas allá de generalizaciones para concluir en lo que hoy son las visiones alternativas y poscoloniales del pensamiento situado.
racional en tanto que requiere el vínculo con los otros y es retrospectiva en la medida en que funciona a través del recuerdo y la memoria. Más que la afirmación de la memoria como tal, generalmente convertida en memoria oficial, la contramemoria cobra en este contexto una importancia vital. Rossi Braidotti ha basado su teoría de la resistencia de las mujeres en la memoria involuntaria, en esa memoria ligada a la imaginación, que potencia el deseo femenino constituyendo una contramemoria, porque hay dos tiempos distintos presentes en la memoria del sujeto humano: uno es el tiempo acumulativo que se refiere a la repetición o recuperación de información propio del sujeto mayoritario y dominante; esta memoria es considerada “la caja negra de la psiquis humana”, es decir, un colosal banco de datos de información centralizada. Y hay, sin embargo, otro tiempo que transcurre en la memoria de las llamadas minorías y de los sujetos encardinados, “el sujeto de la mayoría tiene la llave de la memoria central de todo el sistema, o traduce un papel insignificante, o mejor dicho asignificante, los recuerdos de las minorías, recuerdos subyugados, marginales, o como solía llamarlos Foucault, contramemorias aternativas, son la respuesta a esta memoria centralizada y monolítica. En este sentido, Deleuze (1975) activa una memoria minoritaria, es decir, el poder de recordar sin un vínculo preposicional a priori con el banco de datos centralizado.
Rossi Braidotti, por su parte, defiende la diferencia de ser mujer no solo al respecto del varón, sino de la mujer de la vida real, no respecto a la mujer como otro, sino de las mujeres entre sí, la subjetividad por construir. “No se nace mujer se llega a serlo”: lejos de una unidad relacional y autocontenida, es multiplicidad en sí misma, está marcada por un conjunto de diferencias dentro y fuera de sí misma que la convierten en una fragmentación, una entidad anudada, construida sobre las intersecciones de niveles de experiencia.
“Esta forma intensiva, zigzagueante, cíclica y desordenada de recordar, ni siquiera apunta a recuperar la información de una manera lineal. Solo se imita a perdurar intuitivamente. Antes bien, funciona como una agencia desterritorializadora que disloca el sujeto de su localización unificada y centralizada. Desestabiliza la identidad abriendo espacios donde las posibilidades virtuales pueden actualizarse, concretarse. Se trata, en suma, de una suerte de empoderamiento de todo lo que no fue programado en la memoria dominante” (Braidotti, 2004).
Se trata de combinar el deseo y la elección inteligente para la transformación propia y colectiva. Una elección inteligente que conjuga niveles de deseo inconscientes y ejercicios intencionales de decisión. El resultado es esa subjetividad femenina, múltiple y fracturada, es
Esta memoria está directamente relacionada con la imaginación, abre el futuro en relación al gozo, la alegría y al empoderamiento de la subjetividad, porque no se detiene o se congela en el dolor vivido, sino que advierte otros modos posibles de transformación identitaria
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relativos a una vivencia posible donde nos posicionamos como mujeres nómadas, capaces de acometer positivamente la vida. Como si en los momentos límites de fragmentación corporal contáramos con un dispositivo potencial casi siempre inutilizado, una fuerza vertiginosa que no solo nos devuelve la confianza, sino también que nos impulsa hacia adelante, opera de modo afectivo e intuitivo y resiste a la condición lineal de la memoria que se torna inapelable, valorando el carácter entristecido del instante que nos condena a una repetición de lo mismo al orden del tiempo programado. De ahí la importancia que cobra la capacidad deconstructiva de los iconos patriarcales relativos a la estabilidad, la seguridad y la felicidad que adquieren vigencia a lo largo de nuestras vidas, impidiendo una valoración por nuestra parte de la alteridad, la contingencia y el devenir femenino, cuando se trata de establecer el derrotero de la construcción propia y grupal. La idea de sujeto como devenir significa que ya no es posible que él o ella coincidan con su propia conciencia, sino que la subjetividad debe pensarse como una identidad compleja y múltiple, un lugar de interacción dinámica del deseo con la decisión, la subjetividad con el inconsciente, dando paso a un tránsito de vida y afección por donde cabalga la fuerza vital para la transformación de sí mismas. Esta visión de futuro se enmarca en el contexto de las trasformaciones económicas y sociales que han dado paso y relevancia a la producción inmaterial frente a otras formas de producción humana, la producción inmaterial es creatividad, producción de formas de pensamiento y cooperación, es producción y reproducción de deseo y posibilita la fuente de creación de la vida social misma. Por otro lado, Adrienne Rich señala hacia la necesidad de redefinir el sujeto femenino con un concepto de sujeto feminista-femenino que comienza con la revaloración de las raíces corporales de la subjetividad, rechazando la visión tradicional del sujeto cognoscente en cuanto universal, neutro y consecuentemente provisto de género, o sea que su propuesta localiza la subjetividad en el arraigo espacio-temporal del cuerpo, corporización o encardinamiento, es una política de localización para la construcción de la subjetividad femenina. Adrienne Rich se sitúa entre el feminismo de la diferencia y las
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ideas que realizan una crítica radical al género, toda vez que opta por visibilizar el cuerpo lesbiano afirmando que “la lesbiana no es una mujer”. En este sentido, pone en primera línea la crítica a la heterosexualidad como el agenciamiento de poder mayor en términos de la exclusión de los otros diferentes. Rich tiene el mérito de haber enfatizado tanto la positividad de la diferencia que las mujeres encarnan, como también las diferencias que las separan, las diferencias entre mujeres de las cuales las más importantes son la raza y la etnia (Rich, l974). El legado del feminismo de la diferencia sigue vivo, lo cual quiere decir que como todo proceso teorético debe ser permanentemente objeto de reformulaciones y replanteamientos que actualizan o desactualizan las concepciones. El feminismo de la diferencia está hoy transformándose, no precisamente en sus concepciones vitalistas que cada vez cobran más fuerza, sino por las ideas que fortalecen un devenir transgénero y la revaloración crítica de las teorías poscoloniales, el trabajo de las mujeres negras, de las lesbianas y las teorías que avanzan en la consideración situada y proponen miradas sobre la experiencia irreductible a cualquier generalización genérica. La irrupción de nuevos paradigmas que destacan la relación cuerpomáquina y nuevas consideraciones sobre la subjetividad tecnológica –como el cyborg de Donna Haraway– permiten miradas sobre la corporeidad que potencian el nomadismo, permitiendo encarar los tecnopaisajes de la posmodernidad tardía. Hoy hablamos de feminismos y ello nombra la complejidad que implica nombrarnos desde la diferencia, y es la diferencia vista desde el devenir mujer el precedente invaluable para pensarnos desde otra lógica ignorada desde y con la cual la vida se transforma y regenera, de ahí los colores diversificados de un pensamiento que crea y se re-crea (Haraway, l991).
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Fuente: Cortesía Liubka Milena Buitrago Ramírez.
Ochy Curiel
Investigadora y consultora con especialidad en Ciencias Sociales Activista del movimiento feminista, de mujeres negras y del movimiento lésbico latinoamericano y caribeño
Un recorrido por la autonomía feminista
A propósito de la realización del Encuentro Autónomo realizado en México En otras palabras… no. 17 / Rehaciendo saberes | 43
reacción ante las lógicas capitalistas y manipuladoras del XI Encuentro Latinoamericano y Caribeño, pero que luego, a partir de la construcción colectiva, se convirtió en un referente para las mismas autónomas, por tanto lo que se reflexionó allí fue sobre AUTONOMÍA, debate que iniciaron algunas lesbianas feministas de la región y que luego fue asumido por otras feministas autónomas. Para que pueda entenderse y contextualizarse lo que se abordó en el Encuentro Autónomo, empezaré primero haciendo una pequeña genealogía sobre la autonomía en el feminismo.
El lugar de enunciación es aquel que me sitúa en un contexto, en un espacio, en un tiempo, que a la vez que es autobiográfico es construido colectivamente. Un lugar que es una formación discursiva, interpretativa, que tiene efectos materiales sobre nuestras vidas y nuestros proyectos políticos, pero que sobre todo es un acto de responsabilidad ética y política. En ese sentido, quisiera decir que hablo desde un lugar de enunciación que atraviesa mi historia, marcada por la poscolonialidad y la posoccidentalidad1, por la relación/ tensión modernidad-posmodernidad, que mezcla teoría y práctica. Una historia llena de feminismo desde hace décadas desde donde definí mi posición como mujer socialmente construida, como afrodescendiente, como artista, como académica y como lesbiana feminista, entre muchas otras posiciones de sujeta. Es mi propia experiencia y mis posiciones las que situarán esta reflexión político-teórica como feminista autónoma. El Encuentro Autónomo Feminista, realizado en México del 12 al 15 de marzo, contó con 180 participantes de toda la región. Empezó primero siendo una
1 Mendoza, Breny. The Undemocratic Foundations of Democracy: An Enunciation from Postoccidental Latin America. Signs the Journal of Women in Culture and Society, 2006, p. 31.
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El feminismo, como propuesta teórico-política, como ética y como movimiento social, como probablemente todas sabemos, ha pasado por diferentes momentos históricos, por diferentes énfasis políticos y perspectivas que se evidencian en las corrientes que lo componen. Desde mi punto de vista, las corrientes feministas son posiciones políticas y teóricas desde donde se analizan las sociedades, las relaciones sociales, el mundo todo, para desde allí definir las maneras de entender y hacer política feminista. Es desde esa definición que entiendo la autonomía, como un principio fundamental del feminismo, como una categoría relacional y contextualizada y como una corriente política teórica del feminismo. La autonomía ha sido una propuesta de una gran parte de las feministas a lo largo de la historia. Muchas de las ilustradas, frente a las lógicas masculinas de la Revolución francesa, crearon autonomía forjando sus propuestas y acciones desde sus propios puntos de vista, cuestionando así el sujeto de la modernidad. A partir de los años setenta, con el surgimiento del feminismo radical y las corrientes posteriores que se desprenden de la misma, surgen las tendencias más autónomas del feminismo tanto en su propuesta teórica como también organizativa. Ejemplo de ello fueron los grupos de autoconciencia, con la definición de la política desde lo personal, que permitió analizar la autonomía de nuestros cuerpos y nuestra sexualidad, además del surgimiento de teorías importantes para analizar distintas instituciones patriarcales como la familia, el matrimonio, la pareja, el racismo y la heterosexualidad como régimen e institución política, lo que evidenció una epistemología
feminista bastante autónoma en el pensamiento frente a las propuesta de la modernidad. En la década de los ochenta, haciendo un cuestionamiento al machismo y androcentrismo de la izquierda revolucionaria, muchas feministas salieron de los partidos para crear sus propios espacios de construcción política en el momento que la doble militancia pasó a ser un tema de tensión y de debate en el movimiento.
La década de los noventa fue otro momento importante. Los encuentros feministas celebrados en El Salvador en 1993 y en Chile en 1996 fueron escenarios significativos donde comienza a configurarse lo que hoy se denomina la corriente autónoma. Actuando desde colectivos no institucionales se cuestiona la dependencia económica, ideológica y política a proyectos definidos por buena parte de la cooperación internacional, se cuestiona a muchas ONG por ser en su mayoría instituciones que
Fuente: Mi cuerpo es mío, Soñé que soñaba. María Cristina Suaza Vargas.
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jerarquizan y establecen relaciones de poder entre las mujeres y desde donde se otorga la representación del movimiento. Se denuncia la injerencia de la AID, el Banco Mundial y el BID –instituciones encargadas de promover las políticas neoliberales– y la inserción de la ONU en la despolitización del movimiento, además de la manera en que muchas feministas se convertían en grandes promotoras de estas lógicas. Se hacía también una crítica a lo que se denominó la tecnocracia de género, que hace perder buena parte de los principios y fundamentos feministas, todo lo cual hizo pasar de una política de transformación a una política de lo posible. Hoy hay distintos posicionamientos sobre la autonomía, y muchas de nosotras si bien partimos de este principio fundamental y estos antecedentes, articulamos otras miradas a nuestra actuancia y teoría feminista a partir de las diferentes posiciones de sujeto que nos atraviesan, considerando este nuevo contexto que nos toca. Y ese fue precisamente el objetivo político central del Encuentro Autónomo de México. El primero de los tres ejes abordados en el Encuentro Autónomo fue la reconstrucción histórica de la autonomía en Latinoamérica y el Caribe. Para ello, empezamos por reconocer y reconocernos en esta historia. Y tal como lo dice la declaración del Encuentro Autónomo de México: “En nuestra genealogía recogemos todas las formas de resistencia activa de nuestras ancestras indígenas y afrodescendientes; el legado del feminismo radical de los años setenta; las experiencias tempranas de los grupos de autoconciencia; las prácticas del affidamento y de concesión de autoría creativa entre mujeres de las feministas italianas de la diferencia; el feminismo situado, descentrado y antirracista del movimiento de mujeres latinas, chicanas y de color en los EE. UU. que ha tenido su continuidad en Latinoamérica y el Caribe; los aportes de las lesbianas feministas en la lucha contra el régimen de la heterosexualidad obligatoria, opresivo para todas las mujeres; el reconocimiento de las mujeres como categoría política y no natural tal cual nos lo enseñaron las feministas materialistas; y, mucho más cercanas, nos sentimos herederas de esa parte de la generación de feministas de los setenta que a finales de los ochenta no estuvo dispuesta a abandonar sus aspiraciones de transformación radical de la realidad y anunció los peligros del nuevo pacto entre
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una parte importante del feminismo con la cooperación internacional, el sistema de Naciones Unidas, el Estado y sus instituciones. Reconocemos en las producciones tempranas de las Cómplices, del Movimiento Feminista Autónomo y del feminismo popular de Chile, de Mujeres Creando de Bolivia, de Atem de Argentina, una base fundamental de la corriente autónoma. Reconocemos en nuestra historia el rol de estos espacios y proyectos colectivos que no solo han continuado el legado, sino que se han implicado activamente en la construcción y revisión permanente de las bases discursivas y activistas de la propuesta autónoma: a las Próximas, las Chinchetas, las Clorindas, Enlace Lésbico, Memoria Feminista, entre otros. Desde estas bases y recorridos múltiples, hoy podemos sostener que el Feminismo Autónomo es una propuesta ética, política y de transformación del mundo todo desde las mujeres, para nosotras mismas y para toda la humanidad”2 .
El segundo eje que trató el Encuentro Feminista Autónomo fue ¿cómo estamos en nuestra actuancia actual? ¿Cómo caracterizar el pensamiento/accionar del feminismo autónomo hoy? ¿Cuáles son sus argumentos políticos? Sobre ello planteamos que: “En nuestros cuerpos habitan múltiples identidades –trabajadoras, indígenas, afrodescendientes, mestizas, lesbianas, pobres, pobladoras, inmigrantes…– Todas nos contienen, todas nos oprimen. Lo que nos aglutina no es una identidad, sino un cuerpo político, una memoria de agravios. La subordinación común ha sido marcada en nuestros cuerpos, esa marca imborrable nos constriñe a un lugar específico de la vida social. No somos mujeres por elección, mujer es el nombre de un cuerpo ultrajado, forjado bajo el fuego. Mujer es el lugar específico al que nos ha condenado el patriarcado y todos los otros sistemas de opresión. Nuestra política feminista no es, entonces, reinvindicativa ni de reconocimiento. Trabajamos cotidianamente por enfrentar las cadenas internas y externas que nos mantienen en aquellos lugares dispuestos para nosotras por el entramado de poder. Estamos en el proceso de sanarnos de todo el patriarcado y las razones binarias,
2 Una declaración feminista autónoma. El desafío de hacer comunidad en la casa de las diferencias, México, D.F., 12-15 de marzo, 2009.
esencialistas y hegemónicas que llevamos dentro. Partimos de nuestros cuerpos que son nuestros territorios políticos para implicarnos en procesos de descolonización y advertimos que la colonización no solo tiene que ver con la presencia del invasor en las tierras del Abya Yala, sino con la internalización del amo y sus lógicas de comprensión del mundo… No estamos en todos los espacios, hay lugares tan viciados que no dejan resquicios para la acción…, pero las calles ¡son nuestras! El barrio, la comuna, la plaza, los pasillos de la universidad, el colectivo… ¡son nuestros! Allí vamos con nuestros unicornios, nuestras tenacidades y flaquezas… con nuestros anhelos. No estamos adentro ni afuera. Somos fronterizas, somos excéntricas y descentradas!
movimientos y propuestas transformadoras por parte de los gobiernos de turno, una buena parte de cooperación internacional y los espacios transnacionales donde una élite experta y separada de los movimientos y de la vida subalterna produce los discursos, las recetas y las agendas de las políticas locales… Comprendiendo esto, la autonomía feminista hace una opción por la subalternidad, por la contrahegemonía. No queremos humanizar lo inhumano, no pretendemos hacer ‘lo posible’ porque ‘lo posible’ demostró hace ya mucho tiempo que es injusto, insuficiente y reproductor de lo mismo… No queremos ser ‘incluidas’. Rechazamos la ‘normosis’ porque es una enfermedad social y política que mata los sueños y las revoluciones”4.
Del feminismo autónomo que hemos bebido hemos aprendido que la política no es administración ni redistribución de privilegios. Cuando la política se vuelve tráfico de influencia, concesión de favores, gestión de indultos, de permisos, carrera por el bienestar personal y del propio grupo… pierde todo su sentido y su valor. La tecnocracia de género es un invento de los Estados y de las instancias superestatales que les determinan; la carrera de administración del género es lo que hacen las instituciones con nuestras luchas. ¡Hacer funcionar bien al Estado no es nuestra competencia! Nosotras construimos comunidad, construimos movimiento”3.
Para muchas de nosotras, este encuentro ha sido histórico, porque nos permitió profundizar de forma colectiva en esto que llamamos feminismo autónomo, encuentro construido desde nosotras mismas y desde la solidaridad compartida, con poco dinero y recursos, casi con las ganas y la pasión que siempre emana de este feminismo. Una reunión que nos permitió realmente encontrarnos, debatir viéndonos a los ojos y a través de abrazos cómplices, y proyectar nuestra actuancia feminista ante este nuevo contexto.
El tercer eje que se abordó fue ¿hacia dónde vamos?¿Cómo debe posicionarse el feminismo autónomo frente a los ejes-conflictos fundamentales ante los nuevos rostros de los regímenes de opresión y subordinación de las mujeres?
Salimos de allí reiterando la necesidad de retomar con más ahínco postulados feministas fundamentales para lograr las utopías y las propuestas transformadoras que nos proponemos.
“Nosotras sustentamos que ante el nuevo contexto internacional y sus expresiones y particularidades locales, evidenciamos el recrudecimiento de los efectos del neoliberalismo sobre la vida de millones de mujeres y pobres del mundo, evidenciamos la militarización progresiva, el aumento de la violencia estructural y la vulnerabilidad de grupos enteros de la población; la depredación irresponsable y privatización de la tierra, el agua y las fuentes de recursos naturales; la prevalencia de un pensamiento eficientista, demagógico, cuantitativista; la cooptación, persecución y el intento de aniquilación de los discursos más radicales de los 3 Una declaración feminista autónoma. El desafío de hacer comunidad en la casa de las diferencias, México, D.F., 12-15 de marzo, 2009
Para terminar quisiera cerrar con un mensaje esperanzador de la autonomía feminista latinoamericana y caribeña que es a la vez una invitación: Es necesario creer en la construcción de movimiento, meter los pies en el fango hasta que ya no nos deje respirar de ser posible. Si tenemos firmezas en nuestras convicciones nos encontraremos con quienes como nosotras quieren cambiar el mundo, y con quienes aún no han encontrado su propia fuerza para embarcarse en este cambio5.
4 Ibídem. 5 Ibídem.
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Varios retos se nos quedaron en el tintero y uno de ellos creo fundamental: ¿cómo pasar de la dicotomía institucionalidad-autonomía a un feminismo desde un pensamiento propio descolonizado desde Latinoamérica y El Caribe como lugar geopolítico en donde se condensen nuestras luchas y propuestas?, ¿cómo continuar articulando la raza, la clase, el sexo, la sexualidad a nuestras propuestas en este contexto de globalización neoliberal
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que hoy más que nunca impone una crisis material y existencial a buena parte del planeta y fundamentalmente a las mujeres socialmente construidas? Estas preguntas fueron planteadas en el Encuentro Autónomo en México, sin embargo no fueron profundizadas suficientemente. Urge entonces abrir los espacios para pensar, debatir y profundizar sobre ello. Es el gran reto que el feminismo debe afrontar en este momento histórico.
Eduardo Sevilla Guzmán
Catedrático y director del programa de Doctorado en Agroecología, Sociología y Desarrollo Rural Universidad de Córdoba, España
Gloria Patricia Zuluaga Sánchez Profesora Asociada de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín
Una aproximación al ecofeminismo desde distintas voces1 1 Este documento hace parte de la tesis de doctorado: “Mujeres campesinas construyen ecologías y economía diversas”, Instituto de Estudios Campesinos de la Universidad de Córdoba, España.
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Nota introductoria
Resumen En el presente documento pretendemos hacer una contrastación, de forma muy sucinta, de distintos tipos de ecofeminismos (clásico, multicultural, liberal, ambientalismo feminista y constructivista). Como veremos, la mayoría de estas corrientes hacen una reflexión sobre la relación mujer/naturaleza y las dicotomías naturaleza/cultura, público/privado, subjetivo/objetivo, hombre/mujer, razón/emoción como fundamentos del pensamiento occidental y base de los estereotipos culturales que legitiman la opresión de las mujeres. A pesar de la pluralidad de puntos de vista, convergen en la demanda de transformación del orden androcéntrico y neoliberal y en la elaboración de propuestas alternativas a la crisis de la sociedad consumista e individualista actual. Este trabajo también quiere evidenciar que el feminismo –a través del ecofeminismo– participa en los distintos debates emergentes de la humanidad tales como los asuntos ambientales, tanto globales como locales. Esto tiene implicaciones para la teoría social, así como para la práctica política. Sin embargo, el ecofeminismo es una minoría dentro del feminismo, podría decirse que la mayoría de los feminismos no son ecologistas, y que la mayoría de los ecologismos no son feministas, lo cual significa un reto para las alianzas, tan necesarias y urgentes, entre estos dos movimientos sociales, en tanto movimientos emancipatorios. 50 | Mujeres, feminismos y democracia
Pretendemos iniciar aquí una síntesis del ecofeminismo, para contribuir al entendimiento y a la discusión sobre dicha temática, de tal forma que se asegure una mayor valoración y participación de las mujeres en los movimientos ecologistas2, así como en las estrategias de uso, manejo y conservación de los ecosistemas, sean estos naturales o intervenidos. Partimos de considerar que el actual modelo económico neoliberal ha privatizado los derechos económicos, sociales y culturales3, lo cual ha llevado a un incremento del trabajo y la militancia de las mujeres4 por el acceso a los mismos, dado que están estrechamente vinculados con el rol reproductivo que se les ha asignado socialmente. Sin embargo, vemos que esto no se traduce en una mayor participación de las mujeres en los debates sociales, ni en los procesos de formulación de decisiones y políticas públicas con relación al medioambiente. Este texto también quiere ser un intento por dejar de entender a las mujeres como víctimas pasivas de la degradación ambiental, o como las cuidadoras y protectoras por excelencia de la naturaleza, como una suerte de “ángeles protectores del planeta y sostenedoras de la vida”, eximiendo a los hombres, y a la humanidad en general, de su responsabilidad. Consideramos que el ecofeminismo constituye, por un lado, un esfuerzo teórico que nos ayuda a entender los vínculos entre género y naturaleza, y por otro, reclama las luchas de las mujeres por el acceso y el derecho a los recursos naturales como una ecología política. Expondremos los distintos tipos de ecofeminismos, a riesgo de esquematizar, pero con el deseo de ampliar el debate más allá de un pequeño círculo de trabajo, mostrando que el feminismo busca responder y participar en los distintos debates emergentes de la humanidad tales
2 En el presente documento se usan las acepciones ecologismo y ecologista como sinónimo de ambientalismo y ambientalista, respectivamente, dado que estos tienen un uso más extendido en los países hispanoparlantes. 3 Los Derechos Económicos, Sociales y Culturales DESC incluyen el derecho al agua, a la vivienda, a la alimentación y a la educación, entre otros. 4 Principalmente en el tercer mundo.
como las cuestiones ambientales, hoy de gran importancia por asuntos como el cambio climático, el deterioro y el agotamiento de los recursos naturales, entre otros.
1. Los ecofeminismos A finales de los setenta aparece el ecofeminismo dentro de lo que se conoce como la segunda ola del feminismo5, en un encuentro de reflexión entre dos marcos teóricos y de acción crítica a la modernidad: el ecologismo y el feminismo. Del primero retoma la preocupación por el impacto de las actividades y los asentamientos humanos sobre la naturaleza, y del segundo toma la visión de la humanidad como sexuada, con modos de subordinación, explotación y opresión hacia las mujeres6. Muchos de los objetivos de estos dos movimientos se apoyan mutuamente y, esencialmente, ambos buscan desarrollar perspectivas y prácticas globales que no estén fundadas en sistemas de dominación (Warren, 2003:11). En este sentido, Mary Mellor (2000:66) plantea que en sus orígenes está la pérdida de la fe en la ciencia, la tecnología y el desarrollo (que contrasta con la confianza todavía vigente en gran parte de la población), tal como se reflejaba en la crítica de los movimientos ecologistas al industrialismo occidental, la crítica del Sur al imperialismo económico y a las crecientes movilizaciones y campañas antinucleares. También está como argumento la comprensión de que el optimismo de las feministas liberales acerca del progreso político y social de las mujeres estaba fuera de lugar, lo que quiere decir que el feminismo que aboga por la igualdad de oportunidades siempre estará limitado si no advierte la insostenibilidad de las sociedades de consumo actuales. El término “Ecofeminismo” como tal fue mencionado por primera vez en 1974 por Françoise d’Eaubonne,
5 El feminismo de la segunda ola consideraba que la igualdad de derechos había sido insuficiente. Reclamaba la libertad sexual, la legalización del aborto, el control de la fecundidad por parte de las propias mujeres, y llevaba a cabo una crítica a la cultura dominante. 6 El feminismo como movimiento social es más antiguo que el ecologismo, que apenas aparece en escena en los años 60-70: Sin embargo, como nos dice Alicia Puleo, ambos son hijos de la Ilustración.
en su obra El feminismo o la muerte7 (Brú, 1997), en el contexto de las primeras alianzas entre feministas y ecologistas8. Luego, el término empezó a popularizarse en el contexto de numerosas protestas contra la militarización y/o la destrucción del medioambiente, iniciada por los desastres ecológicos, tales como los derrames de petróleo o la lluvia ácida, donde las mujeres fueron importantes protagonistas. Si bien ambos movimientos tuvieron grandes coincidencias, es importante señalar que el tema de la sobrepoblación y su forma de controlarla han suscitado múltiples y continuos debates entre feministas y ecologistas. Para Françoise d’Eaubonne, el control de la natalidad era solo una parte de la ecuación, siendo la otra el modelo económico productivista excluyente, dominado por los hombres que orientaban los países industrializados (tanto capitalistas como socialistas) y que estaban llevando a la humanidad a un colapso (Puleo, 2005)9. Desde los orígenes, los movimientos ecofeministas consideraron los problemas ambientales que amenazaban la sobrevivencia de la especie humana en el planeta: el agotamiento de los recursos, el crecimiento de la población, las nuevas enfermedades, el temor a un conflicto nuclear a escala mundial, las guerras, la postura utilitaria que orientaba las relaciones de los seres humanos con los animales y con el medioambiente en general. Su preocupación era mostrar, por un lado, los impactos específicos
7 En este texto, d’Eaubonne cuestionó ver a las mujeres como responsables de la problemática de la sobrepoblación y sus efectos ambientales. Recuérdese que en la década del setenta se percibía el crecimiento poblacional como la principal causa del deterioro ambiental y la creciente escasez de recursos, por lo que se pusieron en marcha muchos proyectos dirigidos a la planificación familiar, involucrando directamente a las mujeres, los cuales tenían como objetivo principal el control de la población, sin ningún cuestionamiento a las relaciones de género existentes en la sociedad y/o a los modelos de consumo (sobreconsumo) de los países industrializados. 8 Esta alianza se da en el contexto de lo que se ha denominado movimiento contracultural, surgido en Estados Unidos y Europa, que no solo cuestionaba los grades modelos políticos y económicos –capitalismo y socialismo–, sino también el conjunto de las instituciones sociales, las ideologías y los valores que regulaban el comportamiento de los individuos. Así mismo, la denuncia a las relaciones opresivas entre personas, tales como el racismo, el sexismo y el consumismo como postura irresponsable con el medioambiente. Sus métodos incluyeron grandes movilizaciones, ocupaciones, boicots, así como la organización de comunidades alternativas, entre otras manifestaciones de sensibilización de la opinión pública y de presión a los gobiernos (Emma Siliprandi, 2009). 9 Para una mayor discusión de este tema pude verse Emma Siliprandi (2009) y Gloria Zuluaga (1999).
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que esos fenómenos tenían sobre la vida de las mujeres, y por otro, cómo ese conjunto de problemas estaban interrelacionados entre sí (Puleo, 2005).
y los cuidados–, mientras que las segundas han sido identificadas con las luchas de todas las mujeres por la igualdad de los derechos civiles y políticos.
Podemos decir que durante más de tres décadas, el ecofeminismo ha producido una perspectiva evidente y valiosa sobre la relación entre la sociedad humana y su medioambiente natural que tiene implicaciones tanto para la teoría social como para la práctica política (Mellor, 2000:16). Pero a pesar de ello, es importante resaltar que aunque ha habido participación de las mujeres en las luchas ecologistas de base, en diversas partes del mundo, incluyendo numerosas conferencias de elevado perfil y de la formación de varias redes de comunicación, no existe un movimiento ecofeminista formal como tal, más concretamente hay un movimiento de ideas, teorías y prácticas que se construyen sobre las luchas reales de las mujeres.
Como hemos dicho, el ecofeminismo es la convergencia de la ecología y el feminismo; la ecología dice básicamente que no se pueden destruir los fundamentos ecológicos a través de los que sobrevivimos, y el feminismo dice que no hemos nacido desiguales (Shiva, 2003:32). De hecho, puede afirmarse que el ecofeminismo se concibe como un proyecto intelectual y como una forma de transformar la realidad (Puleo, 2000).
Desde el pensamiento social, las ecofeministas rescatan y retoman a Simone de Beauvoir, quien en su texto El Segundo Sexo10 abre una fuerte discusión con su famosa frase “No se nace mujer, se llega a serlo”. Allí se insiste en la dicotomía cultura-naturaleza, que entiende la cultura como razón, asignada exclusivamente a los varones. Es así como se denuncia la exclusión de las mujeres del mundo de lo público, a través de la conceptualización de la mujer como alteridad y como naturaleza11. Esta obra abre la sospecha hacia la ciencia, que echando mano de la biología busca naturalizar la opresión de las mujeres: “No hay nada biológico que explique la discriminación de las mujeres”, nos dice Beauvoir. La mayoría de las corrientes del ecofeminismo hacen una relectura de la antigua identificación patriarcal de Mujer como Naturaleza, para darle un nuevo significado y revalorarlo. De aquí que se interprete que las ecofeministas están más emparentadas con el feminismo de la diferencia que con el de la igualdad, dado que las primeras son defensoras de otro tipo de sociedad, basadas en el enaltecimiento y la revalorización de ciertas características de las mujeres –tales como la maternidad 10 Este es quizá el texto fundacional de lo que se ha denominado el feminismo de la segunda ola. 11 A partir de hacer un análisis de la biología, muestra cómo la diferencia de sexo no tiene por qué determinar el género –entendido este como los comportamientos, roles y estatus–.
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Los temas más estudiados por las autoras ecofeministas tienen que ver con la etica política antiinstitucional y democrática de base; la supervivencia en contra de la satisfacción de las necesidades a través del mercado; la revalorización de lo cotidiano y el desafío a las vías convencionales de participación política, así como la crítica a las estructuras de pensamiento dicotómicas, principalmente respecto de los dualismos naturaleza/ sociedad, producción/reproducción, racional/irracional, público/privado, mente/cuerpo, hombre/mujer, masculino/femenino (Segales, 2005:13)12. Es importante señalar que los pares en oposición y sus disyuntivas, en tanto que fundamentos del pensamiento moderno, proponen representaciones de género fijas, las cuales están en coherencia con el proyecto ético-político de la gestión social, impulsado por el capitalismo emergente, y por lo tanto vinculados a la nueva ciencia y su conceptualización de la naturaleza con un carácter eminentemente androcéntrico/masculinista […] la imagen entre seres humanos y naturaleza ha sido la lucha por someter a esta última bajo la voluntad humana de dominio13 (Brú, 1997:130-131).
12 Los dualismos son una forma de construir las diferencias de un modo jerárquico, donde uno de los extremos del par en oposición es sobrevalorado, mientras el otro es infravalorado, estando la mujer y la naturaleza en este último. De esta relación se colige que el par superior puede oprimir al par inferior. Por ello, las ecofeministas proponen una interpretación no jerárquica de la relación naturaleza/ser humano, así como de las relaciones entre ambos. Un desarrollo más detallado sobre dualismos y pares en oposición se puede ver en: Warren, Karen. Filosofías ecofeministas: una mirada general, Barcelona, Icaria, 2003. 13 La experiencia científica significó la disyunción de la experiencia no calificada e inespecífica, asociada a la vida cotidiana, lo que validó la marginación de la vida cotidiana y de los seres confinados a ella –mujeres, niños, ancianos– del tronco central de la vida social y de los problemas científicamente relevantes (Brú, 1997:130-131).
A pesar de las enormes diferencias que separan las distintas teorías ecofeministas que veremos a continuación, Karen Warren (1996) plantea que las teorías ecofeministas se basan en las siguientes afirmaciones, las cuales compartimos: -- Existe relación entre la opresión de las mujeres y la opresión de la naturaleza. -- Es necesario entender esta relación opresiva (mujeres y naturaleza) para entender la opresión de ambas. -- La teoría feminista debe incluir una perspectiva ecológica. Las propuestas a la problemática ecológica deben incluir una perspectiva feminista. -- Es una ética inclusiva y relacional. No hay una ética neutral al género. -- Es un movimiento antirracista, antisexista y anticlasista. Es importante no perder de vista que la mayoría de los feminismos no son ecologistas, razón por la que en muchas ocasiones el ecofeminismo ha llegado a ser marginado, rechazado y catalogado bajo el calificativo de esencialista y simplista, siendo entonces una corriente minoritaria dentro del movimiento social de mujeres; incluso muchos feminismos pueden ser anti-ecofeministas. También es común que los ecologismos o medioambientalismos no sean feministas, lo que significa un reto para las alianzas entre dichos movimientos. Las corrientes feministas no ecologistas han criticado de modo muy duro la utilización de los estereotipos de género como arma potencialmente liberadora de la mujer. Perciben muy problemática la relación de las mujeres con la naturaleza, ya que el feminismo ha tratado durante mucho tiempo de separar sexo y género, partiendo de que el patriarcado le ha asignado un sitio a las mujeres (el dominio privado, el cautiverio, la maternidad, la naturaleza, etc.). Alicia Puleo (2007) cree que, más allá de todos los problemas teóricos y prácticos, el ecofeminismo se encuentra actualmente en plena elaboración y discusión, y por lo tanto su validez está vinculada a las propuestas alternativas a la crisis de la sociedad consumista e individualista actual; su perspectiva crítica es interesante, respecto al concepto de naturaleza y de los dualismos que devela, además de que puede ser de gran importancia para muchas mujeres jóvenes sensibles a los
asuntos ecológicos, por lo cual lo sitúa como un proyecto ecopolítico con posibilidades de futuro. Al mismo tiempo, continúa la autora diciendo, las aportaciones de estos dos pensamientos críticos –feminismo y ecologismo– ofrecen la oportunidad de enfrentarnos no solo a la dominación de las mujeres en la sociedad patriarcal, sino también a una ideología y una estructura de dominación de la naturaleza ligada al paradigma patriarcal del varón amo y guerrero. Como veremos a continuación, de manera esquemática, el ecofeminismo es plural tanto en sus prácticas como en sus posturas políticas, lo que tiene que ver con las trayectorias, momentos históricos y con las distintas realidades de las autoras involucradas. Nos referiremos a ellos sin detenernos en una definición exhaustiva ni en el debate que existe entre las tendencias de los distintos enfoques del ecofeminismo. 1.1. Ecofeminismo Clásico o Espiritualista: Surgió en los Estados Unidos en los años setenta, basado en el feminismo de la diferencia, el cual afirma que hombres y mujeres expresan esencias opuestas. En él se destacan las teóricas Mary Daly14, Sherry B. Ortner15 y Susan Griffin16, quienes creen descubrir en las mujeres rasgos específicos que las emparentan estrecha e íntimamente con la naturaleza. Se parte así de una relación esencial según la cual las mujeres –todas, independientemente de la clase, de la etnia y del contexto geográfico– comprenden y asumen de forma espontánea la defensa de todo aquello que es natural (Brú, 1997: 125). Afirman que el patriarcado ha conducido a la crisis ecológica y que la solución pasa por la ética del cuidado femenino. Las primeras conexiones entre el feminismo y la ecología que dieron origen al ecofeminismo se encuentran en las utopías literarias de las feministas de los años setenta. En ellas se define una sociedad en
14 Teóloga norteamericana. Sus trabajos son claramente inscribibles dentro del feminismo de la diferencia. 15 Antropóloga estadounidense, cuya publicación más difundida es ¿Es la mujer para el hombre lo que la naturaleza a la cultura?, que salió a la luz en el año 1974, generando una fuerte polémica. Podría decirse que fue una de las pioneras en los estudios de género en los años 70, en la institucionalización de los mismos. 16 Su libro más conocido es Mujeres y naturaleza: el rugido en su interior.
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la que las mujeres viven sin opresión, lo que implica la construcción de una sociedad ecológica, descentralizada, no jerárquica y no militarizada, con democracia interna y en la que prevalece el uso de tecnologías más respetuosas con el medioambiente, etc. Abogan por un cambio desde una economía determinada por las fuerzas del mercado –modo de producción parasitario que se aprovecha del trabajo gratuito de millones de mujeres– hacia una economía determinada por las mujeres y sus necesidades, gobernada por estructuras locales y comunitarias (Segales, 2005). Este ecofeminismo valora la maternidad, la crianza y el mantenimiento de los hábitats y de las comunidades locales, todo ello como el trabajo más altamente productivo de la sociedad y no como el más desvalorizado, como ocurre bajo el dominio de los valores de la economía patriarcal, que ha ignorado y no retribuye tales tareas. Entre la literatura más conocida y divulgada se encuentra el texto Gin/ecology17, de Mary Daly, donde se plantea que la diferencia sexual les permite a las mujeres una conciencia ginecéntrica que puede constituirse en una resistencia a la falocracia y que permite el cuidado de la vida. Rechaza la cultura y las religiones androcéntricas; reclama una sociedad de y para las mujeres. Además, propone la creación de nuevos mitos para el re-encantamiento del mundo, donde la naturaleza recobre su dignidad, y de esta forma poder revalorizar conjuntamente lo femenino y la naturaleza. Ubica la lucha feminista en la necesidad de preservar el cuerpo femenino de la manipulación y de la contaminación industrial, buscando formas alternativas de terapias médicas (Puleo, 2007:46-47). La primera feminista en analizar la supuesta proximidad de las mujeres a la naturaleza fue Sherry B. Ortner. En su obra señala que las mujeres han sido tradicionalmente asociadas con “algo” que todas las culturas infravaloran y que goza de menos estatus, siendo ese “algo” la naturaleza en sentido amplio. Su propuesta es la recuperación de los valores matriarcales, convirtiendo el rol insustituible de las mujeres en la preservación de la especie en un instrumento de poder para las mujeres y en un activismo ecológico propio. La relevancia
17 Nótese el juego de palabras ginecología-gin-ecología.
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ecológica que se concede a la espiritualidad radica en el redescubrimiento del carácter sagrado de la vida, del cual se desprende que su conservación solo será posible si las personas vuelven a considerar sagradas todas las formas de vida y a respetarlas (Mellor, 2000). Compartimos, con esta perspectiva ecofeminista, la denuncia que se hace al androcentismo de la ciencia y de la historia, y de la exclusión que ambas han hecho de las mujeres. Sin embargo, nos alejamos de sus planteamientos esencialistas, pues no compartimos el uso de la biología para justificar la mayor proximidad de las mujeres con la naturaleza, presuponiendo por tanto una “esencia femenina” universal que permanece a lo largo de la historia, independiente de la cultura, la clase, la etnia y la geografía. Creemos que con este discurso se refuerzan y reinstalan muchos estereotipos que forman parte de la cultura patriarcal, los cuales han sido cuestionados fuertemente por el feminismo. A pesar de su esfuerzo por hacer una relectura de la dicotomía culturanaturaleza, exaltando y revalorizando a la mujer como naturaleza, esta corriente de pensamiento, al invertir la valorización, no logra romper tal dicotomía, sino que vuelve a instaurarla. Por ello, y por su esencialismo biologicista, esta corriente ha sido fuertemente criticada y acusada muchas veces de ahistoricidad, ingenuidad epistemológica y simplificaciones en la interpretación de las relaciones entre los géneros. Es peligroso argumentar que las mujeres como seres biológicamente sexuados están conectadas por ello con el mundo natural o que de alguna manera lo representan, dado que esto socava la lucha que han venido sosteniendo las mujeres contra el discurso que las naturaliza para justificar su subordinación (Mellor, 2000 y Puleo, 2007). También nos parece problemática esta postura porque puede facilitar la instrumentalización de las mujeres en las campañas de educación o protección ambiental, donde además de las tareas ya asignadas socialmente se les ordena el cuidado y la restauración ecológica del planeta, olvidando sus propias luchas y despolitizando la agenda por la igualdad del movimiento social de mujeres. Al respecto, Celia Amorós, citada por Alicia Puleo (2007), nos dice “se pide a las mujeres un nuevo sacrificio, esta vez para salvar el planeta, y sus habitantes, plegándose a un nuevo movimiento que coloque sus reivindicaciones en un segundo lugar”.
Alicia Puleo (2006) plantea que este llamamiento a la exaltación de los valores femeninos, sin transformaciones sociales de fondo, es un mero voluntarismo. Por ello, la autora se formula las siguientes preguntas: ¿la “naturalización” que hace el ecofeminismo favorece o perjudica la lucha contra el patriarcado? ¿Decir que las mujeres están más cerca de la naturaleza por nuestra capacidad materna no es volver a encerrarnos en los límites de las funciones reproductivas? y, por otro lado, ¿la exaltación de lo inferiorizado desde posiciones de no poder es capaz de alterar los valores establecidos? ¿No estaríamos agregando un trabajo más a las oprimidas, la de ser salvadoras del ecosistema invocando su esencia? ¿Qué poder tiene este discurso en transformar el sistema estratificado de género? La producción literaria de esta corriente es tal vez la más conocida, abundante y divulgada, y por ello muchas veces se considera que es la única propuesta teóricopráctica del ecofeminismo, lo que explica en parte las críticas y su desaprobación generalizada. Sin embargo, habría también que señalar que muchos de sus argumentos han sido el motor para un sinnúmero de grupos de mujeres que se han manifestado en contra de la guerra y del sistema bélico o a favor de medicinas alternativas, del acceso al agua y a las semillas, o por la conservación de los bosques, en contra del uso de agroquímicos y aditivos en los alimentos, etc. 1.2. Ecofeminismo Multiculturalista o Ecofeminismo del Sur: Entre las autoras más reconocidas de esta escuela pueden citarse a Vandana Shiva18, Maria 18 Física y filósofa de la India. Considerada como una de las voces más influyentes del ecofeminismo, y por lo tanto de referencia obligada, con gran producción bibliográfica, entre la que se destaca el libro Abrazar la vida, escrito en los años ochenta, donde dio a conocer el movimiento Chipko de la India, una de las luchas más emblemáticas del ecofeminismo, el cual fue protagonizado por mujeres que se abrazaban a los árboles de un bosque en el Himalaya para evitar su tala. Este texto logró mostrar el activismo de las mujeres del Tercer Mundo, en relación con el acceso a los recursos naturales, permeando la discusión sobre género y desarrollo al interior de las organizaciones internacionales, vinculadas a la ONU, así como de muchas ONG alrededor del mundo. Además, este movimiento ha sido un gran inspirador de posteriores iniciativas de mujeres rurales en todos los continentes. Vadana también participa activamente en Navdanya, un movimiento social de mujeres para proteger la diversidad y la integridad de los medios de vida, especialmente las semillas; en 1993 recibió el Premio Nóbel Alternativo de la Paz, y en los últimos años ha enfocado su trabajo, con un mayor énfasis, en contra el uso de transgénicos y de la patentación de la vida por parte de las multinacionales de agroquímicos.
Mies19 21 e Ivonne Gebara.21 Aparece en los años ochenta y se caracteriza por la crítica al modelo de desarrollo occidental –el mal desarrollo, como le denominan las autoras–, que ha destruido los modos de vida tradicionales de muchos pueblos indígenas y campesinos del sur del planeta, los cuales han sido más sostenibles que los propuestos por Occidente (Mary Mellor, 2002:195). Expresan que los programas de desarrollo benefician a un número de personas privilegiadas y deja a la mayoría sin recursos para la subsistencia de todos los días. Para las mujeres rurales pobres del Sur, sus lazos con el mundo natural se hallan en la realidad de su vida cotidiana, por ello sus luchas son luchas ecológicas. El capitalismo ha acabado con distintos medios de producción como la agricultura de subsistencia, en la que hombres y mujeres participaban en condiciones de mayor igualdad, adjudicando el trabajo asalariado a los hombres y la reproducción, gratuita, devaluada e invisible, a las mujeres. Han insistido en la potestad de cada pueblo de decidir su proceder agrario, respetando el medio y su derecho a alimentarse, lo que puede entenderse como una propuesta política de soberanía alimentaria (Shiva, 2003 y 2006). Estas ecofeministas identifican al patriarcado, y particularmente al patriarcado occidental, como fuente principal de la destrucción ecológica global. Dado que este propone una división de la sociedad en dualismos jerárquicos, separando la cultura y la sociedad del mundo natural, y en donde la ciencia y el conocimiento especializado desplazan al conocimiento popular y tradicional (Mellor, 2000:18). Para Shiva y Mies (1997), la mujer es la principal víctima de la destrucción de lo natural en casi todas las sociedades conocidas, por sus 19 Socióloga y feminista alemana. Ha estado en la dirección del Instituto de Estudios Sociales de La Haya, en su capítulo sobre la mujer. Ha sido profesora de Sociología en la Universidad de Colonia, y ha estado muy vinculada a la lucha contra la energía nuclear y contra la manipulación del cuerpo de las mujeres. También se ha destacado por su oposición a las nuevas tecnologías reproductivas, las cuales considera altamente problemáticas tanto desde la perspectiva de la salud a medio y largo plazo para la mujer sometida a estimulación ovárica como por las condiciones ideológicas, sociales y económicas en que tiene lugar su desarrollo y a los significados éticos de las mismas. 20 Para muchas teóricas y teóricos, Shiva y Mies se ubican dentro de la perspectiva de las clásicas, por su esencialismo. Sin embargo, nosotros hemos decidido ponerlas en otro lugar por su fuerte crítica al desarrollo, lo cual es de gran valía para nuestro enfoque. 21 Teóloga y feminista brasileña, perteneciente a la red latinoamericana Conspirando, la cual sostiene que la justicia social implica ecojusticia.
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roles de género y por las relaciones de poder impuestas por el patriarcado; por lo cual proponen recuperar la centralidad de la mujer en la agricultura y el artesanado. Comentan que durante el proceso de colonización, y posterior descolonización, han sido las mujeres las que han llevado la peor parte; a pesar de las excepciones, el acceso de la mujer a los recursos económicos ha empeorado, habiendo aumentado la carga de trabajo, deteriorándose su estado de salud y nutrición. Continúan diciendo que para la mayor parte de las mujeres la biodiversidad ha sido sinónimo de supervivencia, por lo que la privatización de tierras comunales quita a las mujeres la base de su sustento, así como destruye los hábitats naturales, los bosques, las tierras y los ríos […] la visión del desarrollo ve a los pueblos indígenas, especialmente a sus mujeres, que no se integran en el mercado, como improductivas, sin embargo este es un trabajo invaluable para el mantenimiento de la diversidad biológica y cultural. La explotación y destrucción de la naturaleza es intrínseca al modelo de desarrollo económico industrial dominante, como una imposición colonial por parte del “Primer Mundo” (Shiva y Mies, 1997 y Shiva, 2006). Ivonne Gebara trabaja en apoyo a movimientos de mujeres que buscan contrarrestar las secuelas del ajuste estructural y las privatizaciones, principalmente en Brasil. Ella nos dice que la modernidad comienza con dos hechos fundamentales para la opresión de las mujeres: la tortura de brujas y el establecimiento del método científico. Situaciones que llevan a redefinir el papel de la mujer como ama de casa subordinada a las relaciones matrimoniales y a la familia. Ante la dificultad de acuerdos totales sobre una teoría y práctica ecofeminista, la autora ha propuesto en distintos escenarios que se integren las cuestiones del género y del medioambiente sobre el pilar común del concepto de justicia social. Argumenta que la justicia social y económica es condición sine qua non de la sustentabilidad, y afirma que hoy en día la justicia social implica ecojusticia, porque el deterioro y la privatización de la naturaleza –los bienes comunales– afectan a los pobres y principalmente a las mujeres; sin equidad en la distribución de los bienes y servicios ambientales no será posible construir sociedades ecológicamente sostenibles y socialmente justas. Expresa que las luchas de los hombres y de las mujeres por la dignidad tienen que incluir la dignidad del planeta, donde se replantee la explotación de la mano de obra y de los recursos
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naturales. Destaca la gran participación de mujeres en las luchas de base vinculadas a la sobrevivencia, y expresa que el viraje que intenta introducir el ecofeminismo consiste en advertir que el destino de los oprimidos está íntimamente ligado al destino de la Tierra (Flores, 2008). Es importante mencionar que esta corriente de pensamiento se vincula con explicaciones metafísicas de funcionamiento de la naturaleza, tales como cosmovisiones, cruzadas por una enorme heterogeneidad de teorías interpretativas sobre la Madre Tierra, al relacionarse en mayor o menor medida con la religiosidad de numerosos pueblos de la Tierra, sobre todo de América Latina y la India (Segales, 2005). Este ecofeminismo articula la crítica al desarrollo con la lucha contra el patriarcado y la preservación del medioambiente, y propone un debate sobre formas alternativas de desarrollo, y no un desarrollo alternativo. Este ecofeminismo tiene un contenido social muy fuerte por su cercanía a la crítica de la globalización neoliberal. En este sentido, ha propuesto una política de alianzas –pero no de fusiones– entre movimientos, con el fin de enfrentar dicha política, ubicándose en muchas oportunidades en alianzas con grupos altermundialistas, lo cual constituye actualmente una de las principales fuentes de energías, ideas y acciones críticas contra la globalización neoliberal, espacio éste donde hay una alta participación de mujeres. Esta escuela de pensamiento ha sido criticada por su idealización de los grupos indígenas, olvidándose de los aspectos liberadores que ha proporcionado la modernidad y la Ilustración (Puleo, 2007). En muchos casos, han sacralizando a las culturas tradicionales, presentándolas como hipercoherentes y como totalidades sin fisuras, atribuyéndoles una sabiduría especial que les permite vivir en armonía con la naturaleza. Ubican, además, el conocimiento local y la identidad étnica como una unidad, poniéndolos en una dimensión colectiva, sin admitir que en la mayor parte de las sociedades existen diferencias sociales y políticas entre los individuos relacionadas con sus distintas identidades. Al respecto, consideramos que si bien todas las culturas son respetables, hay algunas prácticas culturales que deben someterse a una crítica transcultural. A pesar de ello, dicho enfoque está en construcción y es muy importante, por su perspectiva intercultural, su apuesta pluriepistemológica y su crítica
radical al despliegue coactivo de la modernidad y el desarrollo sobre la diversidad biológica y cultural del planeta. Siliprandi (2009) señala que Shiva hace un planteamiento donde queda implícito que todas las formas de opresión de las mujeres son debidas al colonialismo, olvidando opresiones anteriores al mismo, tales como el régimen de castas, que existe mucho antes de la llegada de los ingleses a la India, siendo tal vez uno de los sistemas culturales que genera mayor desigualdad. En este mismo sentido, Bina Agarwal (1989:216) levanta su voz contra Vandana, expresando que ha minimizado las desigualdades económicas y sociales (casta y clase) al omitir toda crítica a las costumbres y prejuicios al interior de las comunidades tradicionales de la India. 1.3. El Ambientalismo Feminista: La principal teórica de esta corriente es Bina Agarwal22, quien plantea una formulación alternativa a los ecofeminismos, dado que no comparte con ellos varios aspectos. En primer lugar, señala que la conexión mujer-naturaleza no tiene igual significación en todas las culturas, además de que ésta puede variar a través del tiempo. Por otro lado, no comparte con el ecofeminismo la construcción de mujer como una categoría unitaria, donde no se considera la clase, la etnia y la casta, olvidando por tanto que la interacción de estos tres factores afecta los patrones de acceso a y de uso de los recursos naturales. Este último aspecto lo ve claramente en Vandana Shiva, quien a partir de su experiencia en el norte de la India (con el movimiento Chipko) hace generalizaciones para todas las mujeres del tercer mundo (Agarwal, 1989:182-189). Esta autora realizó en los años 90 un estudio muy detallado sobre cómo el deterioro ambiental en la India perjudica a las mujeres rurales23, concluyendo que a pesar de ello no es correcto victimizarlas, dado que muchas mujeres organizadas se han convertido en agentes de cambio. Comenta que no son las características afectivas 22 Economista india. Su investigación más conocida es “Engendering the environment: lesson from indian subcontinet. Bina Agawal, Michigan State University”. Publicado en 1991. 23 Un resumen del mismo se encuentra en: Agarwal, Bina. “Género y el debate medioambiental: lecciones desde la India”. En: Agra Romero Ma. Xosé (comp.) Ecología y Feminismo, Granada, Ecorama, 1998, pp. 179226.
o cognitivas propias del sexo, sino su interacción con el medioambiente (cuidado del huerto, recogida de leña, forraje y agua) lo que favorece la conciencia ecológica de las mujeres. La interacción con el medioambiente y la correspondiente sensibilidad o falta de ésta dependen de la división sexual del trabajo y de la distribución del poder y de la propiedad según las divisiones de clase, género, raza y casta. Los argumentos de sus representantes descansan más en las relaciones materiales entre las mujeres y la naturaleza que en relaciones de carácter espiritual o esencial (1998:186). Enfatiza los intereses diferenciados por género en recursos específicos y procesos ecológicos, bajo una diferenciación de género en el trabajo y en las responsabilidades diarias. La relación entre el trabajo y el género es muy estrecha en su definición; explica las diferencias de género en las experiencias del medioambiente como “una manifestación de saberes distintos formados por múltiples dimensiones de identidad y diferencias, incluyendo género, raza, clase, etnia y edad, entre otros” (Agarwal, 1998:183). Bina Agarwal (1998:189) comenta que el ecologismo de las mujeres campesinas de la India es aquel de quienes dependen directamente de los recursos naturales para vivir y cuya “disposición a pagar” por bienes ambientales es escasa, porque son pobres. Según esta autora, el papel de las mujeres en los asuntos ambientales es importante por varias razones analizadas, entre las que distinguen: -- Las mujeres se preocupan por el aprovisionamiento material y energético, no porque les guste particularmente esa tarea ni por predisposición genética, sino por un papel social que así lo determina. Si no hay agua, si no hay combustible para cocinar, las mujeres deben buscar la solución. -- Las mujeres poseen –en algunas culturas más que en otras– una parte más pequeña de la propiedad privada. Dependen más, por tanto, de los recursos de propiedad y de gestión comunitaria, y suelen defenderlos. -- Las mujeres tienen con frecuencia un conocimiento particular en la agricultura y en la medicina popular, que queda devaluado con la irrupción del mercado o, a veces, del Estado. A pesar de los aportes de Bina Agarwal a la comprensión de las dinámicas y problemáticas en la relación género-naturaleza, esta autora reduce su propuesta
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a la toma de medidas prácticas de conservación del medioambiente que se apoyen en el saber tradicional de las mujeres rurales; en la sustitución de los monocultivos por los policultivos con semillas autóctonas y diversas, y en la descentralización y favorecimiento de la participación de los grupos de mujeres en la toma de decisiones. Esto es, indudablemente, útil y necesario, pero, como señala Barbara Holland-Cunz, Bina Agarwal no logra superar la visión de la naturaleza como recurso, al punto de que siempre hace referencia al medioambiente como simple escenario, lo cual expresa un reduccionismo de la naturaleza. 1.4. Ecofeminismo Liberal: Corriente seguida por algunas activistas vinculadas a las organizaciones internacionales. Se basa en el feminismo de la igualdad y la teoría conservacionista de la naturaleza; juzga que el deterioro ambiental es el resultado de la implantación de un modelo de desarrollo economicista que no considera sus impactos negativos sobre el medioambiente, que no utiliza adecuadamente los recursos naturales y no cuenta con una legislación al respecto. Para estas ecofeministas, la explotación de las mujeres es el resultado de la situación marginal en la que se les mantiene (menos oportunidades en la educación y en el trabajo, etc.). No creen que hombres y mujeres, por ser biológicamente distintos, deban tener actitudes distintas respecto a la naturaleza. Las mujeres, al igual que los hombres, insertas en el orden patriarcal, han desarrollado actitudes y estrategias que a menudo no son respetuosas con el medioambiente. Las ecofeministas que defienden esta corriente proponen reformas medioambientales con base en una mejor aplicación de la tecnología y la ciencia moderna acompañadas de una legislación que asegure el cumplimiento de las condiciones necesarias para un desarrollo ecológicamente sostenible. Las mujeres deben acceder al poder, a través de la igualdad de oportunidades, participando de todas las decisiones entre las que se encuentran la gestión de los recursos naturales, la preservación de un medioambiente saludable y la defensa de la calidad de vida. En este caso, el medioambiente es una construcción social, lejana al concepto de la madre naturaleza, y su defensa por parte de las mujeres se enmarca en la lucha contra todas las formas de opresión del sistema patriarcal (Llort, Imma, 2006:3). Como vemos, este ecofeminismo se diferencia de los otros en que no problematiza la relación mujer-natura-
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leza ni realiza ninguna crítica a la ciencia, la tecnología o al modelo de desarrollo. Dado que esta postura es la que prima en las instituciones gubernamentales, por lo tanto es la que determina la toma de decisiones en las prácticas y en las inversiones que se hacen en muchos programas y proyectos con mujeres. Además, habría que agregar que las prioridades se establecen a través de expertas, y no de las necesidades y prioridades del movimiento social de las propias mujeres. Si bien concebimos que el reconocimiento formal y legal de los derechos de la mujer es necesario, este por sí solo no es suficiente, dado que en la práctica se aplican muy poco o nada. Además, consideramos que este ecofeminismo es utilitario e instrumentalista en relación con la naturaleza, a la cual la sigue concibiendo como recursos naturales destinados al uso humano; su apuesta va encaminada a que el agotamiento de los recursos no disminuya la productividad. En este mismo sentido, Alicia Puleo expresa que no se trata simplemente de moderar nuestra explotación de recursos, sino de una redefinición ético-política en los conceptos de mujer y naturaleza. Coincidimos con la autora, y consideramos que este enfoque es problemático en la medida que no cuestiona el orden social, además de no superar el pragmatismo instrumental en términos de gestión o administración de recursos naturales, quedándose en el concepto más tradicional de desarrollo sostenible. 1.5. Ecofeminismo Constructivista o Feminismo Ecológico: Se trata del ecofeminismo más reciente, pues sus primeros textos empiezan a circular y a ser debatidos en los años 90. Este se nutre de las feministas radicales y socialistas e introduce la especificidad ecologista. En esta corriente se encuentran las teóricas Carolyn Merchant24, Val Plumwood23, Mary Mellor26 y Alicia Puleo27, quienes parten del pensamiento posmoderno y plantean que la
24 Socióloga estadounidense, uno de sus textos más divulgados es Muerte de la naturaleza. 25 Filósofa australiana. Ha trabajado sobre las dualidades, o pares en oposición, como una herencia de la filosofía cartesiana, la cual ha generado muchos de los problemas ambientales actuales. Plumwood trabaja los pares en oposición como una lógica de dominación y colonización. 26 Socióloga inglesa. Su texto más divulgado es Feminismo y ecología, publicado en español en el año 2000. 27 Filósofa española. Es la autora más prolifera en lengua española sobre el tema, con numerosos textos, conferencias y entrevistas, lo cual es de resaltar dado que la mayoría de la literatura sobre el tema se encuentra en inglés.
civilización ha sido construida androcéntricamente. Sostienen que no hay una esencia femenina que acerque a las mujeres a la naturaleza, sino un devenir histórico con estructuras socioeconómicas determinadas que ha acercado a las mujeres a la naturaleza y alejado a los varones de ella, por lo que la unión de mujeres y naturaleza se da por padecer de una opresión análoga, esto es, el lazo que ciertas mujeres sienten con la naturaleza tiene su origen en sus responsabilidades de género (Puleo, 2008). Plumwood (1998) encuentra la denigración y degradación de la naturaleza y las mujeres como producto típico de la cultura occidental, de tal suerte que para ella el antropocentrismo y androcentrismo están indisolublemente unidos. Esta filósofa plantea que la lógica de la dominación, o la de la colonización, define a la organización cultural patriarcal, la cual se estructura siguiendo un sistema dual que separa y contrapone un elemento con el otro. Este esquema de pensamiento, organizado según pares opuestos, determina el significado de los términos con una clara intención ontológica, ética y política: jerarquizar. Las dicotomías dividen los conceptos en dominios con diferente valor. De acuerdo con esto, se establece una clasificación que devalúa, divide y prioriza una parte en relación con otra. Toda la complejidad que incluye la cultura (creencias, valores, aptitudes, arte, derecho y costumbre) conforma y da sentido a este marco teórico, que, en última instancia, es el encargado de “normalizar” la asociación de la mujer con la naturaleza. Las autoras de esta perspectiva plantean que el patriarcado es un fenómeno construido históricamente, y que por lo tanto puede y debe deconstruirse. Para esta corriente, el modelo patriarcal, al situar a la mujer en la esfera privada y doméstica, la ha educado en la cotidianidad, menospreciada por la alta especialización de la producción capitalista androcentrada. Señalan que la mayor parte del trabajo de las mujeres ha sido devaluado y, en general, no recibe pago alguno o es muy bajo, debido a que lo femenino está asociado a los procesos vitales del cuerpo, desde el cuidado de los hijos, la higiene, la salud hasta la producción y preparación de alimentos básicos (Mellor, 2002:198).
Sobre la dicotomía cultura-naturaleza, expresan que tanto hombres como mujeres somos naturaleza y cultura a la vez, y no rechazan de forma absoluta la ciencia y la tecnología. En este sentido, Alicia Puleo (2007) expresa que no se puede renunciar a las comodidades que suponen ciertas tecnologías para la vida de las mujeres; defiende el principio de precaución, en relación con los impactos ambientales y/o para la salud. Por lo tanto, esta corriente ecofeminista aboga por un uso prudente, ético y no elitista de la tecnología, señalando que es imprescindible superar el paradigma de la razón utilitaria de la ciencia mecanicista, donde prima el beneficio económico, para dar paso a la construcción de un nuevo paradigma ecológico, sistémico e inclusivo, a partir del bien común y de los intereses de las mayorías. En palabras de Puleo, “no se trata de un rechazo fanático y en bloque de la ciencia y la tecnología, sino de la fundada sospecha de que, detrás del discurso científico y de muchas innovaciones tecnológicas lanzadas al mercado, hay intereses ocultos y parciales involucrados en relaciones de poder y contrarios al bien común” (2007). Alicia Puleo (2007) ha venido trabajando en una propuesta que ha denominado el “ecofeminismo ilustrado”; donde plantea que el ecofeminismo debe constituirse en un pensamiento crítico, intentando pensar el ecologismo con claves propias, o sea a través de las categorías de patriarcado, androcentrismo, sexismo, cuidado, etc., de tal forma que permita entender los problemas específicos de las mujeres en conjunción con la teoría ecológica. Sobre sus puntos débiles, Ana Sabaté (2004) señala que la mayor parte del ecofeminismo occidental tiene un considerable nivel de abstracción, planteando las relaciones con la naturaleza en el ámbito filosófico, que no llega a los millones de mujeres que en el mundo se movilizan por la conservación o el acceso a los recursos naturales. De la misma manera, Puleo (2007) ha señalado que la potencia teórica de las constructivistas constituye a la vez su debilidad práctica, dada la complejidad de ciertos análisis y el rechazo a la mística de la feminidad, lo que despoja a muchos grupos de mujeres de herramientas útiles a la hora de las movilizaciones.
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Otro de los aspectos que compartimos con el ecofeminismo es el fuerte cuestionamiento a la economía de mercado y su invitación a renunciar a la producción y consumo innecesarios (consumismo), planteando como alternativa una economía del aprovisionamiento, del autoconsumo, que priorice la construcción de redes económicas en el entorno local y que conecte lo rural y lo urbano, cuya base sea la suficiencia colectiva para sostener la vida y la dignidad de la misma, en la que los trabajos no tengan valoraciones excluyentes y subordinados, en la que exista un acceso equitativo a los recursos, en la que el beneficio del trabajo se exprese en empoderamiento social y económico también para las mujeres y no solo para los hombres.
Fuente: Femina sapiens, Soñé que soñaba. María Cristina Suaza Vargas.
2. Un breve debate a modo de conclusión Si bien los ecofeminismos han sido desacreditados y criticados tanto por feministas como por ecologistas, sus postulados y propuestas son innovadores en el sentido de que han permitido generar articulaciones entre distintos movimientos emancipatorios, tales como los pacifistas –tan importantes para el caso colombiano–, étnicos, ecologistas, feministas y antiglobalización. Los enfoques del ecofeminismo entienden las relaciones sociales como el elemento central de la evolución de los ecosistemas, y por lo tanto proponen luchar contra la opresión a la naturaleza mediante un manejo ecológico de la misma, basado en aquellos elementos de la coevolución social y ecológica que han probado su sostenibilidad biótica, por la naturaleza regenerativa en lo agropecuario y forestal, y por sus capacidades de emancipación en lo social, económico, cultural y político.
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Participamos como el ecofeminismo en la necesidad de superar el pragmatismo instrumental que plantea el pensamiento científico convencional, en términos de gestión o administración de recursos naturales, en el área de la teoría del desarrollo, en su versión ecotecnocrática del desarrollo sostenible. Aunque algunos ecofeminismos como el liberal y el feminismo ambientalista reducen la naturaleza a un recurso, las corrientes más relevantes (clásica, multiculturalista y constructivista) asumen la necesidad de reconocer los límites materiales de la existencia humana, y por lo tanto la necesidad de una construcción de una nueva ética en las relaciones de los seres humanos con el planeta, planteando la condición de desarrollar la coproducción del conocimiento entre el pensamiento científico y el de otras formas de conocimiento en pie de igualdad. El ecofeminismo, en especial el radical y el liberal, ignora cualquier otra opresión que pueda afectar a las mujeres aparte de la opresión de género; sin embargo, coincidimos con las otras escuelas de pensamiento en que la variable género debe interrelacionarse con la raza, la etnia, la clase social y/o la opción sexual. Coincidimos con el ecofeminismo multiculturalista en que la crisis ambiental del Sur y del Norte es considerablemente distinta. Mientras en el Sur está vinculada a una fuerte problemática social, en el Norte lo está a un deterioro y agotamiento de los recursos. Sin embargo, aunque el Ecofeminismo del Sur, a través de sus prácticas y movilizaciones en la búsqueda de una ecojusticia, está ampliando y proponiendo nuevos
debates al feminismo occidental y académico, creemos que no es conveniente caer en falsas disyuntivas que asignen mayor prioridad a una que a otra. El ecofeminismo ha insistido en la necesidad de nuevos paradigmas que superen los dualismos jerarquizados sobre los que se halla construida la cultura occidental (cultura/naturaleza, productivo/ reproductivo, mujer/hombre, cuerpo/mente, objetivo /subjetivo, etc.). Esta corriente propone una reintrepretación no jerárquica de la naturaleza y de la identidad humana, una reinvención de la naturaleza, cuya concepción no esté generizada, donde se dé un respeto a la diversidad –natural, cultural, religiosa, étnica, sexual– sin jerarquías. En este punto en concreto nos distanciarnos del ecofeminismo clásico, que en su intento de exaltar y revalorizar lo femenino instaura nuevamente la dualidad. Con excepción del ecofeminismo liberal, las demás corrientes confluyen en una crítica a la modernidad como depredadora de otras cosmovisiones, lo cual es un elemento central a la hora de proponer formas de manejo alternativas en las que se articulen los conocimientos locales con los de la ciencia, que son respetuosos de la naturaleza y la equidad. Partimos de considerar que las mujeres viven, trabajan y producen en condiciones y contextos muy variados. Sin embargo, tanto Maria Mies como Vandana Shiva, a través de sus trabajos, han querido instaurar la idea de una agricultura de subsistencia universal, respetuosa con el medioambiente y donde la mujer ocupa un lugar privilegiado, situación que dista mucho de la realidad. A pesar de la inconveniencia de esta postura, su trabajo ha sido de gran importancia para visibilizar el aporte de las mujeres campesinas a la sostenibilidad de la vida. También nos parecen de gran importancia sus cuestionamientos al desarrollo dominante, subrayando los efectos nocivos que este modelo genera en contra de la naturaleza y de las comunidades locales. Adicionalmente, compartimos la impugnación de que son los expertos o expertas del Norte las que tienen el conocimiento técnico-científico necesario y útil sobre el medioambiente y su protección, desconociendo otras formas de saber y hacer.
La postura ecofeminista tiene unos puntos de encuentro muy interesantes con la economía feminista, en relación con la sostenibilidad de la vida. Ambos enfoques plantean la necesidad de una economía solidaria con equidad de género, como una alternativa que genera redes y circuitos económicos en lo local, entre lo rural y lo urbano y entre mujeres y hombres. El reto, entonces, es asumir el compromiso del cuidado como base de sostenibilidad, lo que claramente se contrapone con una lógica económica extractiva, explotadora, expropiadora, consumista e individualista. Además, porque propone entender e interpretar el mundo desde la perspectiva de la reproducción y la sostenibilidad de la vida; aceptar que el interés debe situarse en el cuidado de las personas significa desplazar el centro de atención desde lo público mercantil hacia la vida humana. La ética de la sostenibilidad es la ética de la vida y para la vida. La ética de la sustentabilidad entraña un nuevo saber capaz de comprender las complejas interacciones entre la sociedad y la naturaleza. Compartimos la problematización de la subordinación de la ecología a la economía crematística, que el modelo convencional ha establecido a través del pensamiento económico neoclásico, vinculado al liberalismo histórico, que se basa en la mercantilización creciente de los bienes económicos comunales. Estos, tras haber sido sometidos a un primer proceso de privatización, terminan siendo apropiados por el conocimiento científico y privatizados por multinacionales en procesos de patentación de la vida, despreciando la sostenibilidad histórica generada por el campesinado y los pueblos indígenas y quitando la base de sustento de muchas comunidades. El concepto de “factor tierra” elimina el concepto de “naturaleza” para convertirlo en un mero recurso natural que puede ser sustituido por el capital. Así, el aire, el suelo, el agua y la biodiversidad se ven sometidos a la lógica del lucro, de tal forma que su deterioro puede ser superado por la tecnología proveniente de la ciencia. La aparición de la economía ecológica supone una herramienta imprescindible, al mostrar la imposibilidad de mercantilizar la naturaleza porque las bases de la reproducción biótica de los elementos de la biosfera son despreciadas por la economía convencional.
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Hoy todas las decisiones con respecto al futuro de la humanidad son tomadas con una visión de corto plazo, la ciencia y la tecnología han sido cooptadas por el mercado, tal como es definido desde esta visión económica cientificista. Como consecuencia de lo anterior, consideramos crucial un análisis crítico y una oposición a la uniformización que la tecnología y la cultura industrial generan sobre la sociedad por estar sometidas al referido pensamiento económico. La sostenibilidad, como un asunto crucial de la humanidad, no es comprensible ni lograble mediante la razón de la ciencia convencional, incluso con el concurso de un cuerpo científico interdisciplinario, tal como lo ha explicado Enrique Leff, debido en parte al carácter complejo de los asuntos ambientales y en parte porque las decisiones sobre la sustentabilidad ecológica y la justicia ambiental ponen en juego a diversos saberes. Tal como lo proponen las ecofeministas constructivistas, consideramos que se hace necesario conjugar las aportaciones del conocimiento científico con las reflexiones morales de la tradición humanística, abriendo la posibilidad de un nuevo conocimiento donde puedan convivir la razón y la pasión, lo objetivo y lo subjetivo. El ecofeminismo se halla animado por una evidente actitud de crítica y sospecha hacia la ciencia y la tecnología. Tanto las ecofeministas clásicas como las del Sur o multiculturalistas han denunciado la postura reduccionista de la ciencia y de la tecnología, y las consecuencias de su uso irresponsable, para la salud humana y para la naturaleza, en últimas, para la sobrevivencia de la especie humana y otras formas de vida en el planeta. Así, la pretensión del ecofeminismo que se presenta a continuación posee, sin duda, una identificación total con nuestro enfoque: “Los nuevos científicos no pueden adquirir conocimientos sin alterar violentamente la totalidad orgánica de la llamada Madre Naturaleza, sin separar por la fuerza los objetos de estudio de su contexto simbólico y aislarlos en el laboratorio, sin diseccionarlos –al analizarlos– en partes y fragmentos cada vez más pequeños a fin de descubrir el secreto de la materia (investigación atómica) o el secreto de la vida (biotecnología). Son incapaces, al parecer, de comprender la naturaleza y los fenómenos naturales dejándolos intactos en su entorno dado” (Mies y Shiva, 1997:73)
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Por último, es de resaltar que se trata de construir perspectivas que apuesten por hacer críticas al sistema y, al mismo tiempo, prácticas alternativas con el objetivo de dignificar la existencia de las comunidades. Se trata, entonces, de resignificar e hibridar tecnologías y prácticas productivas, distributivas y de consumo, y de posibilitar organización para una vida sostenible en un mundo con recursos limitados, buscando una alternativa al desarrollo y no un desarrollo alternativo, a través de la construcción de un nuevo modo de producción, consumo y distribución que haga viables estilos de vida ecológicamente sostenibles y socialmente justos. Ante la degradación de la democracia representativa, vinculada al referido modelo económico liberal (hoy neoliberalismo transnacional e impulsor de la globalización económica), se plantea la organización en redes desde la sociedad civil que a través de los movimientos sociales construyan sociedades sostenibles ecológica e interculturalmente.
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Mónica Gontovnik
Docente de Humanidades Universidad del Norte Estudiante del Doctorado en Estudios Interdisciplinarios en Artes Ohio University
Intentando explicar qué es el ciberfeminismo En otras palabras… no. 17 / Rehaciendo saberes | 65
Todo lo anterior es congruente con la idea posmoderna de la fluidez, con el pensamiento no-oposicional, aquel que niega la binariedad, más bien tratando de reflejar los valores de la multiplicidad en las teorías feministas contemporáneas, alejando las posiciones políticas sectarias que se mantienen en lo que trajo ese sujeto filosófico centrado y definido.
El término ciberfeminismo fue acuñado simultáneamente hacia 1992 por el colectivo australiano VNS Matrix, por la artista canadiense de instalaciones de arte tecnológico Nancy Paterson, por la académica norteamericana Carolyn Guertin y por la analista cultural británica Sadie Plant. Todas ellas usaron el término “cyberfeminism” para referirse a aspectos como la feminización que la influencia tecnológica trae a la sociedad contemporánea, las acciones feministas radicales que se pueden ejecutar gracias a las nuevas tecnologías, la insertación de la conciencia política feminista en los espacios electrónicos, la posibilidad de mimetizarse, multiplicarse y resistir las definiciones y clasificaciones que brinda la tecnología en el ciberespacio. Así, el ciberfeminismo nace como un movimiento sin estructuras, sin límites, sin control, sin ideología. Como movimiento pide a sus participantes acciones prácticas y desestabilizadoras a nivel intelectual y artístico, utilizando los nuevos métodos de comunicación que permiten las nuevas tecnologías y el ciberespacio.
Hay que hacer teoría, pero involucrarse activamente con la tecnología de un modo creativo que indica simultáneamente seriedad y no seriedad, humor y paciencia, ironía y diversión efectiva, redefiniendo las identidades, los géneros, los cuerpos y las tecnologías que los intervienen, para así develar las dinámicas del poder. La inspiración de todo esto fue Donna Haraway con su artículo “Ciencia, cyborgs y mujeres: La reinvención de la naturaleza”, publicado en inglés en 19911. Aquí, Haraway insiste en que la reinvención de la naturaleza, que ha hecho que la tecnología haya podido cambiar nuestros cuerpos para mejorar las condiciones de salud y vida, es algo positivo en el desarrollo del pensamiento feminista porque el organismo cibernético, el cyborg, se puede ver como una metáfora de la anulación de las condiciones que estereotipan los géneros y obligan a la visión dualista del mundo. Haraway interpone a la idealización de la esencia de lo femenino, que era uno de los grandes valores del feminismo de los ochenta, la idea de que al existir el organismo cyborg, se podrán borrar las diferencias que supuestamente entrega la naturaleza y que ha servido de ideología para afectar los roles elegidos por cada sociedad para hombres y mujeres, olvidando o reprimiendo la multiplicidad de roles y actitudes de la sexualidad humana.
Para definirse, el ciberfeminismo decidió mas bien decir lo que no es, precisamente para no encasillarse. En 1997, durante el primer congreso ciberfeminista en Alemania, se decretaron sus cien antítesis. Se dice en ellas, por ejemplo, que el ciberfeminismo no es una tradición, no es una práctica, no es una conectividad, no es una falta o una herida, tampoco un espacio vacío o un trauma.
Haraway interpone esta frase en su famoso manifiesto cyborg: “Preferimos ser cyborgs a ser diosas”2. Con eso intenta darle una estocada final al esencialismo feminista que sería simplemente la otra cara del esencialismo que desde siempre ha propuesto el falocentrismo. Al analizar desde la ciencia, la biología y la sociología la
El ciberfeminismo pretende utilizar las nuevas herramientas que han aparecido en la vida contemporánea para irrumpir en los espacios negados a las mujeres durante tanto tiempo.
1 Se puede consultar en castellano bajo este título en Ediciones Cátedra, Madrid, 1995 2 Hay versiones en la Web de este manifiesto en español
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tecnología “ciber”, Haraway encuentra que el pesimismo ligado al desarrollo de la misma como otro logro para perpetuar el machismo, la visión masculina del mundo y la vida, se puede combatir con la idea de que esta misma tecnología puede ser apropiada por las mujeres, quienes podrán usarla para interrumpir el dominio de la visión y ética falocéntrica. Está en manos de las feministas usar las nuevas evidencias teóricas que acompañan a estos avances tecnológicos, como herramientas estratégicas en sus luchas contra el sexismo y el racismo. Simplemente podemos ver a esta forma de feminismo como todo aquello que hagamos en la red global, en el ciberespacio, para apoyar la propagación del feminismo, politizando fluidamente este espacio que es de naturaleza fluida y múltiple. Una de las mejores formas de llevar a cabo esta idea es el arte que se hace a través de la World Wide Web, usando la ironía, la compasión, el humor, la inteligencia, la rabia, la pasión, la gentileza, la alegría, como unas de las múltiples formas de liberación. El ciberfeminismo puede ser visto como una danza liberadora en el ciberespacio, con cuerpos que ya no están marcados por la biología sino por una construcción y deconstrucción de lo que es ser mujeres que practican significar y significarse, es decir, practican crear significados en vez de ser pasivas recipientes de los mismos.
Trascender, como ir mas allá del cuerpo, sería volver a los ideales falocéntricos. Cuerpos danzando entre la fluidez de género es lo que propone la antiesencia y las antítesis del ciberfeminismo. El lenguaje visto como un producto corporal y cultural sería la herramienta para significar y crear nuevas situaciones. Sin utopías universalizantes, el ciberfeminismo pretende atomizar el espacio cibernético para crear muchas utopías de todos los tamaños, mientras se interviene la cultura que ahora se mueve cada vez más en el ciberespacio. Si las mujeres se apropian de este espacio, los significados pueden ir cambiando y con ello se crean nuevas significaciones. Para una muestra contundente de este tipo de trabajo se pueden buscar en la Web las intervenciones culturales de las “Guerrilla Girls”. Cualquier persona con acceso a la tecnología actual puede intervenir el ciberespacio y darle otra forma a lo que se necesite transformar. Se puede decir, en cierto modo, que es fácil ser una o un ciberfeminista, basta apropiarse de las herramientas que nos ha dado la tecnología. Basta querer proponer una utopía. Basta intervenir creativa e inteligentemente la cultura que nos ha creado, recreándola.
Fuente: http://www.guerrillagirls.com/posters/internetposter.shtml
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Fuente: h t t p : / / 2 . b p . b l o g s p o t . c o m / _ j j O 5 b Q 9 r H oY / R 5 6 h v 2 u G S r I / AAAAAAAAABw/6pnAYIVWuTY/s1600-h/DSC00202.jpg
Fuente: Archivo fotográfico, Soñé que soñaba. María Cristina Suaza Vargas.
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Sandra Montealegre
Politóloga Universidad Nacional de Colombia Activista feminista lesbiana
Transfeminismos
1 El título Transfeminismos fue tomado del artículo escrito por Marina Bernal en “Transitando En El Feminismo: Transfeminismos” para Cuadernos Feministas, en Septiembre 2007; gracias a la lectura de su artículo y nuestras discusiones, me hice la pregunta por un debate in acabado en el feminismo latinoamericano.
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Es en este contexto en donde empiezan a profundizarse las diferencias entre los feminismos, y en donde aparece el debate trans como una causa de algunas mujeres que, desde la crítica al feminismo radical, plantean la pregunta por la sujeta “mujer”. Es interesante analizar con más detalle si estamos haciéndonos la pregunta que se hizo Simone de Beauvoir en 1949 “¿la mujer nace o se hace?”, a qué tipo de mujer se le adjudica y cómo la estamos respondiendo hoy. Es importante darle una mirada a este debate, pues si bien ha sido esta la bandera del feminismo, hoy adquiere mayores complejidades, ya que la mujer a la que se refería Simone era una que había nacido con cuerpo de mujer, que a los ojos del patriarcado respondía o debería responder a roles socialmente asignados. Sin embargo, hoy la sujeta del feminismo de la que hablamos no necesariamente se entiende mujer desde el momento de su nacimiento, deviene mujer, opta mujer y se construye mujer desde un cuerpo sin genitalidad y características femeninas.
Los transfeminismos interrogan los nuevos cursos del feminismo, por su capacidad de replantearse desde las transformaciones de los cuerpos y su puesta en escena en el espacio de lo social. Considera una sujeta feminista también a aquella que se erige desde su puesta en escena como sujeta social, aunque su cuerpo no responda a lo que hegemónicamente se espera y se entiende de una mujer. Es así como me atrevo a pensar que el debate sobre el cuerpo y la identidad será siempre el fundamento y, al mismo tiempo, el reto de los movimientos sociales. El discurso feminista, en su camino de construcción de acciones de política social a favor de la reivindicación de los derechos de las mujeres, la emancipación de las lógicas patriarcales y la desnaturalización de su rol social, abrió paso al debate sobre el género y la sexualidad (Viveros, 1996), pretendiendo aislarse de la concepción biologicista que definió durante mucho tiempo el rol de las mujeres y poniendo en escena las múltiples formas de enunciarse mujer. Es aquí donde aparecen en el debate teórico las mujeres trans, como sujetas de la sociedad, de la cultura y del feminismo, con una historia común de “luchas”, con reivindicaciones cercanas a las primeras demandas de las mujeres y con propuestas a un debate inacabado (Bernal, 2007).
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Entonces caben los interrogantes: ¿Qué está planteando lo trans?, ¿acaso plantea un trinarismo sexual, es decir, un replanteamiento del binarismo hombre/ mujer, por uno hombre/mujer/trans, en el sistema sexogénero? (Pérez: 2000) o ¿la pregunta por un movimiento feminista que no se erija sobre este sistema denominador de sujetos, sino sobre una fuerza discursiva que lo rebase? De ser así, lo trans plantea la pregunta por el objetivo del feminismo y sus actoras; pasa por todos sus momentos teóricos, desde el feminismo de la igualdad, el de la diferencia o el poscolonial, que en todos sus momentos plantean una propuesta por el desmonte de las lógicas hegemónicas patriarcales, las cuales no deberían revaluarse solo en términos de lo masculino, sino también al interior de las prácticas del mismo movimiento. Examinemos, entonces, lo que a nivel latinoamericano ha sido el debate de la participación de las mujeres trans en los encuentros. Una participación activa que ha puesto otras construcciones identitarias en el debate del feminismo latinoamericano, de nuevo, como eje del discurso, y tras bambalinas las diferencias ideológicas y metodológicas, ubicándose de un lugar o de otro, justo cuando se habla de tránsitos como puntos de llegada (Berkins). En este sentido, los argumentos de más peso en el desacuerdo con la entrada de mujeres trans a los encuentros feministas giran alrededor del discurso
neoliberal amparado en la bandera de las financiadoras internacionales, la institucionalización del movimiento, la idea de que los cuerpos del feminismo son aquellos de principio y no de llegada, y que el patriarcado y las lógicas de mercado se reflejan en los cuerpos de las mujeres trans. Elementos que, una vez más, esencializan los cuerpos de las mujeres y desconocen su autonomía en la construcción de sus lugares políticos, que no se erigen desde su biología de nacimiento sino desde la identidad de llegada o de tránsito. Quisiera poner aquí solo algunos ejemplos de los debates: “… por lo mismo debemos evitar lo sucedido en el encuentro feminista en México 2004, donde dichas gais lograron desviar la atención de los tópicos fundamentales de los movimientos de lesbianas feministas hacia el asunto de “los trans” boicoteando la posibilidad de poder consolidar una línea política clara y sólida para orientar a dicho movimiento en Latinoamérica. No podemos permitir que ahora se nos desvíe con asuntos que no competen ni son prioritarios para las mujeres, como los mejores hospitales Houston, Texas para cirugías sexuales o los mejores laboratorios de hormonas para cambiar de sexo”2
Esta posición, clara en contra de la participación de las mujeres trans en los encuentros feministas, pone en escena la idea de una superioridad biológica de unas mujeres sobre otras. En este sentido encontramos lo siguiente: “… hoy es urgente y necesario que los transexuales, bisexuales, heterosexuales, homosexuales etc., retomen al feminismo como una guía política, pero es inadmisible que quieran penetrar a los espacios autónomos que el movimiento feminista ha creado para las mujeres. Si desean ser feministas, deben aceptar el liderazgo político e ideológico de las mujeres, sobre todo las del Tercer Mundo, las proletarias, las indígenas, las campesinas, las migrantes, las amas de casa, las lesbianas, entre otras, así como luchar contra el patriarcado del cual forman parte y por la liberación de las mujeres de la esclavitud sexual que han ejercido los hombres milenariamente”.3 2 http ://www.ciudaddemujeres.com/articulos/article.php3?id_ article=66. Sería interesante echarle una mirada a todo el manifiesto. 3 Ibídem. El subrayado es mío.
Estos argumentos dejan a la vista una ruta metodológica del discurso, aquel que se erige sobre la superioridad de una forma de ser mujer sobre otra, quizá de manera esencialista, que reconoce que el discurso feminista está atravesado por el posicionamiento en lo público de una hegemónica forma cultural de la construcción del género y es aquella que parte del ser mujer desde lo biológico y no de lo cultural, con lo cual precisamente estamos ante una contradicción, que en este tipo de preguntas confronta a algunas feministas ante el replanteamiento del sentido del feminismo, y a pensarse si el discurso viene del sexo o del género o de la cultura, o si sus prácticas están imbuidas en el sistema patriarcal y asimismo las ejercen al interior del movimiento.
Fuente: Revista Las mujeres No. 3, Soñé que soñaba. María Cristina Suaza Vargas.
Los transfeminismos, aunque no son un movimiento social (las transfeministas), como lo dije al comienzo, sí hacen preguntas de fondo, entre ellas la fuerza discursiva que tiene al interior del feminismo el binarismo sexual y la contradicción con relación a la construcción cultural de nuestros cuerpos. Además, invitan a pensar cómo las mujeres hemos construido nuestra historia y nuestras demandas y qué tan penetrado está el patriarcado en nuestros discursos; nos invita también a pensarnos en contexto y analizar el dinamismo de nuestras demandas que se transforman con los momentos sociales y nos plantean nuevos retos. Son muchos los elementos del patriarcado que atraviesan nuestras formas organizativas, pero éstos no se identifican cuando no son cuestionados. La forma como las propuestas organizativas del feminismo responden al cuestionamiento de sus postulados es muestra de la fuerza discursiva de aquellos elementos, y dejan al descubierto la
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manera como históricamente se han jerarquizado formas de construirse mujer (Halperin y Acha, 2000). Esto se argumenta con el desconocimiento de las trans en la historia de las mujeres y el feminismo, la demanda por la identidad y la autodefinición, aunque algunas feministas sigan definiendo a las trans como “los” y a las mujeres que ponen el debate como gais de derecha. Así, que tengan el derecho a votar como mujeres, es decir, con la identidad de género que construyeron y no con el sexo con el que nacieron; que en la calle no las llamen hombres o maricones, sino que las reconozcan como sujetas de derechos; que la historia de los países cuente cuántas mujeres trans aportaron en su desarrollo, sin importar los lugares desde los cuales lo hicieron; que ellas puedan autodefinirse en su identidad de género y su sexo, y que desde allí sean reconocidos integralmente sus derechos; que se reconozca el aporte teórico de estas mujeres al feminismo desde la vivencia de sus cuerpos y la propuesta de desmonte del patriarcado que plantean; que puedan participar en igualdad de condiciones en el aprendizaje de nuevos discursos (cómo algunas mujeres se han acercado al feminismo), y que les permitan replantearse sus horizontes políticos, dignificar y apropiarse de sus cuerpos, como lo buscó el feminismo en un primer momento, son solo algunas de las apuestas de los transfeminismos (Bernal, 2007), que, como vemos, no se alejan mucho del feminismo de antes y de ahora, que tiene preguntas por hacer y pocas interlocutoras dispuestas a responder, que desafortunadamente se ha visto coartado por la voluntad de otras que no son ellas mismas y que las ven en sus identidades de género como un instrumento del sistema patriarcal de las cuales ellas son receptoras de vulneraciones y no verdugas, como algunas piensan. Una puntada en un debate de mucha lana por entrecruzar, aportes desde el trabajo con mujeres trans
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y con mujeres feministas, intensidades y deseos puestos en discursos justos y que nos permitan todo el tiempo hacernos preguntas, entre ellas los transfeminismos. Para continuar debatiendo…
Bibliografía Berkins, Lohana (2003). “Un itinerario político del travestismo”. En: Maffía, D. (comp.) Sexualidades migrantes. Género y transgénero. Buenos Aires: Feminaria. Bernal, Marina (2007). “Transitando en el Feminismo: Transfeminismos”. En: Cuadernos Feministas, septiembre. Halperin, Paula y Acha, Omar (2000). “Historia de las mujeres e historia del género”. En: Acha Omar y Halperin Paula. Cuerpos género e identidades: estudios de la historia del género en Argentina. Buenos Aires: Ediciones del Signo. Laurentis, Teresa de (2000). “Sujetos excéntricos”. En: Cuadernos Inacabados: Diferencias. Etapas de un camino a través del feminismo. Madrid: Horas y Horas. Pérez, Kim (2000). “¿Mujer o trans? La inserción de las transexuales en el movimiento feminista”. En: Ponencia presentada para las jornadas feministas de Córdoba. Córdoba, Argentina. Sousa, Boaventura de (2001). “Sindicato, multitud y comunidad”. En: García, Á.; Gutiérrez, R.; Prada, R., y Tapia, L. (2001). Revista Debates. Tiempos de rebelión. La Paz: Muela del Diablo. Viveros, Mara (2004). “Género y genitalia”. En: Millán, C. y Estrada, A. Género. Bogotá: Instituto Pensar.
Sueños, imágenes y símbolos
Fuente: Revista Las mujeres No. 1, Soñé que soñaba. María Cristina Suaza Vargas.
Fuente: http://hl33.dinaserver.com/hosting/juantorreslopez.com/jtl/index.php?id=912&option=com_ content&task=view
Fuente: http://www.flickr.com/photos/larizah/3249989067/
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Carlos Jiménez
Historiador y crítico de arte Profesor Universidad Autónoma de Madrid
La artista y su cuerpo en la encrucijada de los feminismos En otras palabras… no. 17 / Sueños, imágenes y símbolos | 75
En el primer extremo del mismo –cuya curvatura es más la de la espiral dialéctica hegeliana que la del eterno retorno nietzcheano– están Frida, la revolución mexicana, pero también la revolución rusa, el muralismo, la pintura de cuadro de caballete y el primer feminismo, y en el otro están Regina, la globalización, la internacionalizacion del arte latinoamericano, la tercera oleada del feminismo metropolitano, y la fotografía, el vídeo y la performance, ocupando en el conjunto de las prácticas artísticas los mismos lugares centrales que antes ocuparon la pintura y la escultura en el sistema de las bellas artes. Este es el texto de una conferencia que ofrecí en la Maestría en Teoría e Historia del Arte y la Arquitectura de la Universidad Nacional de Colombia en mayo de 2008, un dato que explica mejor el encabezamiento de la misma, que junta dos acontecimientos que entonces eran muy próximos. Hecha esta salvedad, añado que el texto conserva su actualidad y su pertinencia.
I. Quizás no resulta del todo arbitrario encabezar esta conferencia con la mención de dos acontecimientos muy próximos: el centenario del nacimiento de Frida Kahlo celebrado actualmente por una gran exposición retrospectiva en el Palacio de Bellas Artes de México1 y la realización reciente de tres nuevas performances por parte de Regina José Galindo en Italia2. Cierto, podría haber elegido otros nombres y otras obras, pero si me he decidido por ellas no ha sido tanto por el deseo de explotar la coincidencia de los dos eventos mencionados con la escritura de este artículo, sino porque la mención simultánea de ambas remite inevitablemente a la curvatura de un ciclo histórico de casi un siglo de duración que une múltiples líneas de transformación en el arte, en la política, en la sociedad a las cuales ninguna de las dos es o fue ajena.
1 Bajo el titulo de Frida Kahlo, 1907-2007. Homenaje nacional, el Museo de Bellas Artes de Ciudad de México celebró entre el 13 de junio y el 19 de agosto de 2007 una exposición dedicada a la pintora mexicana, la más completa entre todas las realizadas hasta la fecha. 2 Con el título común de Tres acciones, Regina José Galindo realizó performances en las siguientes fechas y sitios: el 3 de junio en Spazio Volume ¡ de Roma, el 7 de julio en la Associacione Prometeo de Lucca y el 10 de julio en la Prometeo Gallery de Milán.
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¿Pero qué ha pasado entre esos dos extremos del ciclo en el arte, en la cultura, en la política? En México, en América y en el resto de Occidente, ¿qué une y qué separa específicamente a dos artistas, la primera mexicana y la segunda guatemalteca, que si han alcanzado el lugar que ahora ocupan en la escena artística internacional ha sido justamente por la focalización de su obra en el cuerpo humano? En su propio cuerpo para ser exactos. Las respuestas a estas preguntas ayudan a entender tanto lo que han hecho ambas, así como las transformaciones experimentadas en medio de los contextos tanto nacionales como internacionales, tanto inmediatos como remotos, en las que ambas han actuado. El contexto de la obra y de la vida de Frida Kahlo estuvo marcado por el muralismo mexicano, con el que ella mantuvo una relación a la vez central y periférica. Central porque su larga relación de pareja con Diego Rivera la situó en el corazón de todos los episodios tanto artísticos como políticos e históricos protagonizados por Rivera, figura de actuación crucial en dicho movimiento. Juntos compartieron vida, ideología, proyectos, militancia política, viajes y amistades. Y una casa, la Casa Azul, situada en el barrio de Coyoacán de la ciudad de México, en la que pasaron muchas cosas, entre ellas que allí se alojó Trotski durante los primeros meses de su exilio mexicano. El estatuto periférico de Kahlo en el seno del muralismo es igualmente incontestable y tenía dos facetas: la primera estética y la segunda de género –que decimos hoy, aunque entonces no se dijera–. La estética politizada del muralismo condensaba todos sus propósitos y expectativas en la pintura de murales destinados a la formación tanto política como histórica de las masas populares y a la exaltación de la Revolución
Mexicana, así como a la reivindicación del pasado precolombino, considerado como la señal de identidad de unas masas que solo gracias a esa revolución podían por fin recuperar la identidad que les habían arrebatado siglos de colonización extranjera e imposición de culturas ajenas. La pintura de Frida Kahlo no encajaba obviamente en esos esquemas. En primer lugar porque era una pintura de cuadro de caballete, el formato que los teóricos del muralismo consideraban irremediablemente asociado a los interiores domésticos aristocráticos y burgueses y a la contemplación estética privada a la que solo pueden entregarse esas élites. En segundo lugar porque en esos cuadros no había, no hay nada que conecte con la épica de masas elaborada por el muralismo. Lo que hay en ellos en realidad es resultado del empeño, del empecinamiento, de la obsesión, si se quiere, de Frida Kahlo de auto-retratarse, de pintarse una y otra y otra vez a sí misma. Ese ensimismamiento no era, sin embargo, psicótico por cuanto prácticamente en todos los autorretratos desempeñan un gran papel los detalles entresacados del mundo exterior que en su caso son las referencias ex votos o artesanías mexicanas o vistas del paisaje o entorno natural del país. En muchos de esos autorretratos, además, ella se pintó vestida como solía vestir habitualmente, que es como vestían las mujeres indígenas y no las criollas ni las blancas, siendo que ella era hija de una criolla aburguesada y de un fotógrafo alemán, tal y como lo advierte su apellido. Pero la clave de estos autorretratos o por lo menos su aspecto más punzante está en el hecho de que giran en torno a un cuerpo como el suyo, bello y a la vez perpetuamente asediado por el dolor. Ella todavía era una adolescente cuando el bus donde viajaba por ciudad de México chocó con un tranvía y ella sufrió múltiples fracturas, entre ellas la más grave, la de su columna vertebral3. La secuela de este accidente no fue
3 Las biografías más solventes de la artista mexicana son: Frida: una biografía de Frida Kahlo, de Hayden Santamaría, México: Editorial Diana, 1985; y las dos de Raquel Tibol: Frida Kahlo: una vida abierta, México: Editorial Oasis, 1983, y Frida Kahlo en su luz más íntima, Barcelona: Lumen, 2005.
exactamente la parálisis –aunque por largos periodos de su vida estuvo confinada en una silla de ruedas–, sino una secuencia interminable de intervenciones quirúrgicas, realizadas siempre con la esperanza de devolverle la salud que al final nunca pudo recuperar. La pintura de Frida Kahlo es la pintura de un cuerpo herido que encuentra en la pintura el medio para darle curso a la perpetua rebelión contra sus irreparables heridas. La otra razón por la que ella no encajó en el muralismo fue por el género, por su género. Ella era una mujer en mundo de machos y para machos que ni siquiera en un ámbito como el del movimiento muralista, tan cargado de tesis y proyectos revolucionarios, logró la igualdad genérica que merecía. Un episodio sucedido durante el exilio de Trotski en México –de quien se afirma incluso que fue su amante– es suficientemente revelador del estatuto subalterno en el que los machos se empeñaron en confinarla. Cuando en 1938 André Bretón –el poeta y líder del movimiento surrealista– visita México, se entrevista con Rivera y con Trotski y entre los tres acuerdan redactar y publicar un manifiesto en defensa de un arte revolucionario abiertamente contrapuesto al realismo socialista que el estalinismo intentaba entonces imponer en la Unión Soviética y en el resto del mundo4. Hoy todavía vale la pena leerlo, pero lo que no se entiende ahora es por qué no se lo dieron a firmar en su momento a ella. Y no solo por las relaciones personales tan estrechas que mantenía con los firmantes, sino porque su pintura encajaba tanto o más que la de los muralistas en los marcos estéticos y conceptuales definidos por el manifiesto. ¿No lo hicieron porque era una mujer y las mujeres no estaban para andar firmando manifiestos? Y todavía menos si estos manifiestos eran muy importantes. Es cierto que André Bretón celebró de inmediato la pintura de Kahlo e intervino decisivamente para que ese mismo año la galería Julián Levy de Nueva York hiciera una exposición y él mismo la incluyó en la exposición colectiva Mexique, que tuvo lugar en la galería Renou et colle de París el año siguiente. Sin embargo, estos gestos a favor de Frida no lo libran de la sospecha de
4 Pour un art révolutionaire independent, México, 1938
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que él, con todo y su surrealismo, seguía pensando que el pensamiento, así fuese poético y liberador, era de potestad exclusiva de los hombres5. Y resultan en todo caso desvaídos si se los compara con la impetuosa reivindicación que de Frida Kahlo hicieron las feministas de los años 80/90 del siglo pasado. El punto de partida de la misma fue la exposición dedicada a Tina Modotti y a Frida Kahlo, celebrada en 1982 en la Whitechapel Art Gallery de Londres y co-curada por Laura Mulvey y Peter Wollens6. Gracias a ellas, las feministas tanto de dentro como de fuera del mundo del arte descubrieron de golpe a una artista que, antes de que ellas mismas lo hicieran, había reivindicado su condición de mujer mediante una pintura autobiográfica centrada en la representación de su propio cuerpo. Y que por lo mismo anticipaba el giro auténticamente copernicano con respecto al historial de reivindicaciones feministas, iniciado a finales del siglo XIX por las sufragistas inglesas y norteamericanas que reivindicaban el derecho al voto de las mujeres. O de las puramente laborales –a igual trabajo igual salario– formuladas desde antes por el movimiento socialista internacional. De lo que se trataba ahora era de ir más allá de las exigencias meramente parciales, cuestionando la arquitectura entera de la cultura patriarcal, cuyas piezas clave eran una particular diferenciación de los géneros, así como las relaciones de poder establecidas entre ellos que, privilegiando al género masculino, permitía a los hombres moldear la imagen de la mujer a su antojo y fijar su papel en la sociedad. 5 Susanne Klengel, en su artículo “Artistas mujeres de Latinoamérica en el museo: rupturas y tradiciones”, llama la atención sobre la discriminación que los surrealistas hicieron, en su trato con las mujeres que participaban del movimiento, entre las femme fatale y las femme- enfant y anota a continuación: “Conocido en este contexto es el encuentro de André Bretón con Frida Kahlo y su obra en el año 1938. De manera especialmente evidente, Bretón combina ambas actitudes. Toma con entusiasmo la obra de Kahlo en el panorama de las obras profundamente surrealistas y así reconoce a Frida Kahlo como artista. Pero, al mismo tiempo, ve esencial su presencia como musa, mujer exótica y misteriosa” “Otra”. En: Ciberletras, revista de crítica literaria y de cultura No. 8, La Rioja: Universidad de La Rioja, 2002. 6 Cuando esta exposición se trasladó de Londres a Nueva York, Grace Glueck escribió una reseña crítica en The New York Times, en la que subrayaba el nexo entre el interés por la misma y las reivindicaciones feministas: “They (Modotti & Kahlo, Cj) are seen by Laura Mulvey and Peter Wollen (…) as symbols of ‘marginality’. That is, they are artists removed from the mainstream not only by the Mexican-ness of their work, but also by that they were women –wath´s more–, women who challenged the masculine domain of ‘high’ art, Modotti in her focus on poor and working-class people, Kahlo by basing her imaginery on folk and popular iconography”. En: ART: 2 unusual women. The New York Times, March 4, 1983.
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En este cuestionamiento, la reivindicación del propio cuerpo y de la libertad de disponer de él cumplía un papel crucial, tanto para las defensoras del amor libre, del lesbianismo y del aborto como para las artistas que militaban o por lo menos compartían las posiciones básicas del feminismo de la época.
II. Hay muchas artistas que podrían citarse a la hora de intentar una cierta inteligencia de la coyuntura política y cultural a escala internacional que permitió que la obra de Frida Kahlo dejara de ser –como afirma MaryAnn Martín– “una oscura nota de pie de página en la historia del arte mexicano para convertirse en un objeto de culto”7. Pero para hacer una cala representativa en ese conjunto heterogéneo, bien vale la pena empezar con la artista norteamericana Carol Schneemann, que al igual que la mayoría de los artistas de su generación dejó de lado la pintura y el resto de los medios y lenguajes clásicos del arte8 para concentrarse en la performance y el video, enmarcando su utilización, además, en los paradigmas estéticos de lo que pronto pasaría a llamarse el Body art9. O sea que ella también puso con su arte su propio cuerpo, pero en vez de pintar autorretratos, como hizo Frida, lo expuso en acciones o performances –ese teatro sin el aparato del teatro– realizadas ante públicos muy restringidos y grabadas y conservadas en video.
7 Citada por Susanne Klangel en el artículo citado en la nota 6. 8 La transición de la pintura al video, en el seno de la escena artística internacional, es presentada por Michael Rush en estos términos: “En 1949, los lienzos del estadounidense Jackson Pollock chorreaban y goteaban, lucían las puñaladas del argentino Lucio Fontana (Concetto Spaziale) o los pinchazos del japonés Shozo Shimamoto (Agujeros). En cada una de estas pinturas, hechas con una diferencia de pocos meses, estaba cambiando la cara del arte (…) en la medida en que el acto de pintar tenia prioridad sobre el sujeto (the subject: el asunto, Cj) pintado. Un contingente de artistas mundiales (…) pronto extendería el arte gestual de Pollock a las performances, los happenings y las acciones”. Rush, Michael. Nuevas expresiones artísticas a finales del siglo XX. Barcelona: Destino, 2002, p. 21. 9 A este respecto anota Andreas Huyssen en su ensayo Mass culture and Woman: “Al observar el panorama del arte contemporáneo, cabría preguntarse si la performance y el body art hubieran seguido siendo tan dominantes durante los años 70 de no haber sido por el feminismo en las artes y las maneras en las que las mujeres articularon sus experiencias del cuerpo y de la performance en relación con el género”. Citado por Berta Sichel en Primera generación. Arte e imagen en movimiento, 1963-1986, Madrid: MNCARS, 2007, p. 33.
“El medio es el mensaje”, había sentenciado muy poco antes Marshall McLuhan en su libro La Galaxia Gutemberg, cuestionando así a quienes pensaban que los media eran herramientas neutrales que igual podían usarse para un fin que para otro. Pero el video, ampliamente usado por las artistas de la generación de Schneemann, no resultó para nada neutral, sino, por el contrario, generador de contenidos, si hemos de dar crédito a los argumentos expuestos por Rosalind Krauss en un ensayo muy influyente en la época titulado Video: the Aesthetics of Narcissism10. Para la directora de la revista October, en las obra en video “se plasma un narcisismo tan endémico (…) que me veo a mí misma deseando generalizarlo como la característica esencial de todo el género”. Narcisismo que Krauss cifra en las posibilidades que ofrece el video, en directo o en diferido, de hacer que las acciones de los artistas grabadas por la cámara ocurran siempre en un presente eterno, a broken present, como lo llama ella para subrayar que está definitivamente separado tanto del pasado como del futuro de la acción. Un narcisismo que no consiste tanto en que alguien quede irremediablemente atrapado por su imagen reflejada en el espejo, como en que una sociedad o una época entera de esa sociedad quede fascinada por la forma como sus acciones son absorbidas por el presente eterno producido por el video11.
10 R. Krauss, en Gregory Battock (ed.). New Artists Video, A critical Anthology. New York: E.P. Dutton, 1978, pp. 43-64. 11 Las implicaciones sociales del uso intensivo que hicieron del video los artistas de la generación de los años 70 del siglo pasado han sido analizadas por Mario Perniola en estos términos: “El narcisismo se ha impuesto, de hecho, al psicoanálisis americano como la enfermedad psíquica más difundida y característica de los veinte años (1970-1990, Cj.) de los que estamos hablando: ésta tiene para el conocimiento del sentir actual la misma importancia que la histeria y la neurosis en la época de Freud. Esto se explica tanto desde un punto de vista psicológico, con el ocaso de la educación autoritaria, como desde el punto de vista sociológico, con el prevalecer de la imagen sobre la realidad en todas las prácticas de la comunicación privada y pública. Es obvio que, en una sociedad en que la elaboración de la imagen y su control se convierten en la preocupación fundamental, el narcisismo se revela como el paradigma teórico más adecuado para interpretar la cultura del video”. Perniola añade, además, unas consideraciones que resultan muy útiles en el momento de aclarar las conexiones y las diferencias entre los numerosos autorretratos pintados por Frida Kahlo y los video dedicados a sí mismas por tantas videoartistas: “El paso de la autobiografía al autorretrato, que, según Raymond Bellour, constituye el significado estético del video-arte, marca por eso una fractura profunda de la subjetividad: el yo que se refleja en el monitor no es, ciertamente, la conciencia, entendida como interioridad de la tradición filosófica, sino el resultado del trabajo desarrollado por la personalidad narcisista en la elaboración de su propia imagen”. Perniola, Mario. Enigmas. Egipcio, barroco y neobarroco en la sociedad y el arte. Murcia: Cendeac, 2007. pp. 38-39.
Entre las acciones más conocidas de Carol Schneemann está Up to and including Herlimited, una obra de 19731976 que se inserta claramente en este contexto y que comparte con los autorretratos de Frida Kahlo la dureza del esfuerzo que implica elaborar la propia imagen en una situación adversa. De hecho, es un video en el que se ve a la artista desnuda y colgada del techo de un arnés, que se contorsiona hasta el límite de las posibilidades de su cuerpo para poder hacer garabatos y escribir con carboncillo frases en el suelo y las paredes que están a su alcance. La acción es prolongada, difícil, engorrosa, extenuante y funciona como una impactante puesta en escena alegórica de las dificultades que las mujeres encontraban en las etapas iniciales del movimiento de liberación femenina para hacer arte o para siquiera expresarse por fuera, al margen o en contra de las imágenes impuestas y de los estereotipos de conducta prescritos por la sociedad patriarcal.
III. La artista austriaca Valeria Export resulta todavía más militante. El ámbito de referencia de su trabajo es, como para Schneemann, el mundo del arte, pero ella se empeña una y otra vez en sobrepasar los límites del mismo para poder desafiar con mayor fiereza las imposiciones patriarcales. La acción más contundente en este sentido la realizó en 1969 en Mónaco, bajo el título de Aktionshose: Genital Panik (Acción pantalón: pánico genital). En esa oportunidad, ella vestida con una chaqueta de cuero negro y un pantalón del mismo color, con la bragueta abierta, se paseó de arriba abajo, armada con una metralleta, en medio de los espectadores de una sesión de cine porno, que esperaban todo menos que una mujer, que exhibía con descaro su sexo, los amenazara al mismo tiempo con un arma mortal. Esa misma agresividad, esa misma decisión de invertir la relación de poder establecida entre las mujeres y los hombres por medio de actos violentos, se nota en otra de sus acciones más conocidas, Tapp - und Taskino, realizada un año antes en Viena. En esta ocasión, ella, acompañada por Peter Weibel, su compañero de entonces, se paseó por las calles de la ciudad con el torso desnudo cubierto por una caja, que asemejaba un teatrino, con una apertura en la cara delantera cubierta por una tela. Weibel, entretanto y mediante un megáfono, invitaba a los paseantes En otras palabras… no. 17 / Sueños, imágenes y símbolos | 79
masculinos a levantar el pequeño telón y a palpar los senos de la artista. Hubo quienes se atrevieron y confirmaron con su conducta lo que la artista con esta acción extrema quería poner en evidencia: para los machos las hembras no son más que un objeto sexual, tanto en la cama como en la escena, sea teatral o cinematográfica. Y su corolario: que ella era la que tomaba el mando imponiéndoles lo que tenían que hacer.
IV. En el caso de la artista yugoeslava Marina Abramovic, podría decirse que ella tiende a dirigir la agresividad sobre sí misma y, en especial, sobre su cuerpo, que ha sido el medio y el tema recurrente de su trabajo12. Por ejemplo, en 1973 realizó una performance en el Museo de Arte Contemporáneo de la Villa Borghese en Roma, titulada Rhythm 10, durante la cual puso sobre una mesa su mano izquierda extendida y los dedos separados entre los cuales fue clavando la navaja que sostenía con la otra mano a una velocidad cada vez mayor, sin cuidarse de las heridas que por esa misma velocidad podía infringirse y que de hecho se infringió. En Breathing in/Breathing Out, de 1977, se esforzó muchísimo en respirar a través de los filtros de cigarrillos con los que previamente había bloqueado los agujeros de su nariz. Y en Interruption caminaba y se arrojaba contra el muro, se levantaba y volvía a arrojarse contra el muro y así hasta quedar completamente exhausta. Y las exigencias al cuerpo, el deseo atormentado de probar hasta cuándo y hasta cuánto puede el cuerpo aguantar, estaban igualmente presentes en la performance con la que ganó el León de Oro de la Bienal de Venecia de 1997. El contexto inmediato de la misma eran las guerras que estaban destrozando a Yugoslavia, de allí su título Balkan Baroque. El telón de fondo, si así puede decirse, eran tres videoproyecciones en las que ella aparecía manteniendo largas reuniones con sus padres, yugoeslavos como ella. Y la acción propiamente dicha consistió en que ella permaneció sentada durante
12 “Abramovic transforma elemento della sua biografia in situazioni mentali fondamentali e simultáneamente li dramatiza. Il suo corpo è il ‘materiali’ e, insieme allo espacio che ocupa, forma quello che lei definisce il suo ‘campo di performance’. Abramovic si spinge spesso ai limiti del fisicamente e mentalmente sopportabile…”. Löffer, Petra. “Marina Abramovic. Materiale corporeo”. En: Women Artists. Le donne e l´arte nel XX e XXI secolo. Köln: Taschen, 2006. p. 11.
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cuatro días en ese espacio, dedicada a lavar uno a uno los 1.500 fémures ensangrentados de vaca que la rodeaban, mientras cantaba sin parar canciones de su infancia.
V. Ana Mendieta es, en cambio, la mística. La mística de un panteísmo que celebra jubilosamente a la Naturaleza y que intenta siempre fundirse ritualmente con ella. Tal y como ha subrayado Nancy Spero, ella “no destrozó la tierra para controlarla ni dominarla, tampoco para crear grandiosos monumentos de poder y autoridad”13, sino que lo que hizo más a menudo fue tenderse en medio del campo, dibujar la silueta de su cuerpo, excavar en el interior de la misma un agujero de su tamaño y luego acostarse en él y permanecer allí mucho tiempo, en soledad y en silencio, a la espera, como una más de las incontables criaturas de la Madre Tierra. De la “Pacha Mama”, que dicen los andinos. Y eso que ella no era andina sino cubana y que trabajó y vivió en Nueva York hasta que, siendo todavía muy joven, fue a morir estrellada contra el pavimento de la acera del rascacielos donde vivía con el escultor Carl Andre, quien no logró convencer a todos que ella se había arrojado por su propia voluntad al vacío desde la ventana del apartamento que compartían. A veces no hacía ningún agujero del tamaño de su cuerpo, sino que se tumbaba simplemente en el campo y se cubría de hojas y de flores. Otras, llenaba el agujero de agua y se enlodaba en él. Y hubo veces en las que lo llenó de pólvora y la encendió para que “ardiese con locura”, como confesó alguna vez a Nancy Spero. También utilizó la sangre, como lo hizo en Untitled (Blood Sign/ Body Tracks), una acción de 1974, que inició de espaldas al espectador y frente a una pared blanca, con las manos untadas de sangre y los brazos en alto formando una V, y terminó bajándolos muy lentamente para dejar sobre el muro un rastro de sangre en forma de vulva. De todas estas acciones no quedan sino fotos y sobre todo videos a los que sin embargo resulta muy difícil encasillar en la clase de narcisismo diseccionado por Rosalind Krauss. Había dicho, además, que sus siluetas
13 Spero, Nancy. “Tras el rastro de Ana Mendieta”. En: Ruido, M. Ana Mendieta. Guipúzcoa: Nerea, 2002, p. 93.
excavadas en la tierra eran una “manera de reclamar mis raíces y de unirme a la Naturaleza. Aunque la cultura en la cual vivo es parte de mí, mis raíces e identidad cultural son el resultado de mi herencia cubana”14.
VI. Gracias a la obra de Vanessa Beecroft, el término Fashion´s Victim (víctima de la moda) adquiere un sentido distinto al que simplemente designa a quienes se entregan compulsivamente a la moda y a las marcas prestigiosas, aparentemente incapaces de sustraerse nunca a sus cambios, sus tendencias y sus fascinantes reclamos. Ella, por el contrario, ha dicho abiertamente que “no sigue la moda” y una de sus asistentes más cercanas ha declarado que la moda resulta tan extraña como “un perro a cuadros” en los escenarios del trabajo de esta artista genovesa residente actualmente en Long Island. Pero aun así, sus performances (57 hasta la fecha, que son meticulosamente contabilizados por ella) están tan estrechamente relacionadas con el mundo de la moda que a “sus” chicas –o sea las jóvenes modelos que los protagonizan– las maquillan estilistas como Pat McGrath y las visten o les diseñan complementos modistos tan famosos como Prada, Tom Ford, Helmut Lange, Dolce & Gabbana o Manolo Blahnik. Y Helmut Newton –el más perverso de los fotógrafos de moda y de mujeres desnudas–, cuando hace unos años la fotografió para la revista Vogue vestida con un bikini de cuero negro y le espetó en la cara: “Yo soy el autor de tus performance”15. Esta aparente contradicción no es, sin embargo, más que el resultado de que el trabajo de Beecroft está centrado en el contexto de la moda, más que en la moda misma, y de hecho más en quienes la padecen que en quienes la disfrutan. O están forzados a disfrutarla. Sus performance siguen desde el comienzo un mismo esquema: chicas jóvenes, que normalmente no son modelos profesionales, pero que lo parecen por su belleza y su delgadez, son llevadas por ella a un espacio expositivo 14 Declaraciones incluidas en Ana Mendieta: Fuego de Tierra ( 1987), vídeo de Nereyda García- Ferraz, Branda Miller y Kate Horsfield. 15 La afirmación de Newton, así como las previamente citadas de la propia Beecroft y de su asistente, están recogidas en Dare to bare. Interview of Verónica Beecroft, realizada por Nick Johnstone y publicada en The Guardian de Londres, el 13 de marzo de 2005.
donde desfilan o permanecen en pie, ajenas, distantes, hieráticas, en silencio y sin intercambiar siquiera miradas entre ellas o con el público hasta que no aguantan más y, una tras otra, vencidas por el cansancio, se arrodillan, se sientan o se acuestan en el suelo. Como hicieron, de una manera muy reveladora de las intenciones de Beecroft, en la performance VB53, realizada en el 2004: el Trepidarium de Roster, un invernadero de cristal que reproduce en el Giardino dell’Orticultura de Florencia, el Cristal Palace, que en 1854 levantó Joseph Paxton en el Hyde Park con ocasión de la primera exposición universal de Londres. En el crucero del mismo hay un terrario y en el mismo Beecroft puso a posar a una veintena de mujeres desnudas que se mantuvieron de pie hasta que no pudieron más y se derrumbaron sobre la tierra húmeda, manchándose con la misma. Ellas, delgadas, blancas, casi transparentes, con los cabellos largos, ensortijados y rubios y las sandalias de tacón puntilla y su aspecto de vírgenes extraídas de un espléndido cuadro manierista, terminaban muy a su pesar derrotadas, vencidas, ultrajadas por la fatiga. Y es así como habitualmente terminan las modelos que desfilan en París, en Milán o en Nueva York, al servicio de las grandes casas de moda del mundo, cuando el público se ha marchado, los micrófonos se han silenciado, los focos se han apagado, los fotógrafos se han ido y a las modelos no les queda más que un cansancio que les cala el alma y de las que no las libra ni siquiera la cocaína o el éxtasis. Pero la relación de Beecroft con el mundo de la moda no termina en el paralelismo entre sus modelos y las modelos que utilizan los grandes modistos. Hay todavía otro aspecto que resulta tanto o más inquietante, aunque normalmente esté oculto a la mirada de los espectadores de sus performance y que solo puede inferirse de la sospechosa delgadez de sus modelos. Me refiero a la bulimia, el desorden alimenticio que la artista padece desde la adolescencia, que la empuja a comer obsesivamente y que ella ha intentado dominar de dos maneras. La primera, mediante ejercicios extenuantes que, en ciertas temporadas, incluían nadar hasta cien veces la gran piscina de su casa; y la segunda, la realización de un diario que ella expuso como The Book of Food y en el cual, durante la década transcurrida entre 1983 y 1993, anotó compulsivamente las características y los detalles de cada bocado de comida que diariamente se llevó a la boca, junto con notas y observaciones sobre
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su estado de ánimo y las relaciones con su madre, en las que predominan tanto el sentimiento de culpa como su angustia e impotencia. La bulimia, ese doble, ese anverso de la anorexia, no es solo la enfermedad profesional de las modelos, sino también de sus seguidoras, de sus fanes, de esas mujeres jóvenes y adolescentes de todo el mundo para quienes las modelos de moda, con su porte y sus medidas inhumanas, fantasmales –¿divinas proporciones?–, son un paradigma de belleza insuperable al que pretenden igualar sometiéndose, entre otras cosas, a unas dietas brutales. Y padeciendo los mismos sentimientos de culpa que padece Vanessa Beecroft cada vez que come más de lo que ella cree que debería comer. Quizá tenga razón la historiadora del arte María Elena Buszek cuando afirma que la artista italiana es la imagen emblemática de la “tercera oleada” de la historia del arte feminista, por lo que “la ambivalencia de su obra” tiene de representativa la generación de mujeres que han “interiorizado los objetivos del feminismo” hasta un punto desconocido por la generación anterior y que sin embargo se irritan con lo que “perciben como restricciones del feminismo”16. Pero eso no impide advertir el componente de crueldad y hasta de sadismo que hay en sus performance, así como en el mundo de la alta costura, y al que están expuestos quienes –de acuerdo con la expresión que cité antes– son “víctimas de la moda”.
VII. No obstante, si cabe la posibilidad de discutir si es válida o no la relación entre el sadismo y la belleza gélida de las modelos de moda que propongo, creo que no puede hacerse lo mismo con la relación entre la obra de Regina José Galindo y el masoquismo. Y no puede hacerse, es decir no puede discutirse, porque esa
16 “As Maria Elena Buszek, an art historian at the Kansas City Institute, explains: ´ Beecroft is the veritable poster – girl for our current, third wave of feminist art history. There´s an ambivalence in her works that is present in the work of many of her contemporaries, wich is the result that has both internalised feminist goals many than any generation preceded it, and chafes against what it perceives as feminism´s restrains ¨ Citada por Nick Johnstone en la entrevista referenciada en la nota anterior.
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variante de la sexualidad se nos viene inevitablemente a la cabeza delante de un trabajo artístico como el suyo, cuya característica más notable consiste en que ella misma le infringe a su cuerpo los más duros agravios y castigos, tanto o más despiadados que las pruebas a las que se ha sometido Marina Abramovic. Así lo hizo durante la Bienal de Venecia de 2005, cuando se encerró en un cubículo situado en el Arsenal y, oculta al público, se dio ella misma 279 latigazos cuyos golpes sobre su propio cuerpo podían escucharse afuera gracias a un sistema de micrófonos y amplificadores. Y así lo hizo, ese mismo año, en la Prometeo Gallery de Milán, cuando, delante del público asistente a la apertura de su primera exposición individual en Italia, talló en su muslo izquierdo con una navaja la palabra PERRA. Y lo había hecho antes, en el 2000, cuando pidió que la metieran desnuda en una bolsa de plástico, lo ataran y la tiraran en uno de los basureros públicos de la Ciudad de Guatemala, donde ella nació hace apenas 31 años. En todas estas acciones y en muchas otras más realizadas a lo largo de una carrera artística tan breve como intensa, ella ha expuesto su frágil juventud a pruebas tanto o más dolorosas que las que suelen infringirse los masoquistas. Solo que su intención no es la búsqueda de un placer que únicamente puede llegar de la mano de los golpes, las heridas y las humillaciones, sino que es la de mostrar que si quiere hacer algo no le queda más remedio que atormentar su propio cuerpo, ese cuerpo que es lo único que le queda17. Ese cuerpo de mujer joven, de poca estatura y muy delgada, con el cabello muy negro, que está tan indefenso y expuesto como el cuerpo del resto de las mujeres guatemaltecas de todos los tamaños, edades y condiciones sociales, con la notoria excepción de las mujeres de la clase dominante –aunque ni siquiera estas últimas están completamente a salvo–. De hecho,
17 “El cuerpo que Regina Galindo pone en escena es entonces, siempre, el de un individuo inclasificable jurídicamente, reducido a pura forma de vida, a la coyuntura del cuerpo o a la piel”, afirma Mario Scotini. Y añade, con intención de aclarar el sentido de esa reducción a la piel, la siguiente cita, traída de la novela La piel, de Curzio Malaparte: “… es la ciudad moderna, esta civilización sin Dios que obliga a los hombres a dar tanta importancia a la piel. Ahora solo la piel vale. La piel es lo único que existe seguro, tangible, imposible de negar. Es la única cosa que poseemos que es nuestra. La cosa más mortal que existe en el mundo”. Scotini, Mario. “Regina José Galindo. La repetición como forma de resistencia”. En: Regina José Galindo, AA.VV. Albissola Marina: Vanillaedizione, 2006, pp. 16-17
los latigazos que Galindo se propinó en la Bienal de Venecia fueron en memoria y homenaje a las 279 mujeres asesinadas ese mismo año en Guatemala. Asesinatos mayoritariamente impunes y que con frecuencia han sido agravados por prácticas tan macabras como las de atar un letrero con la palabra PERRA a unos cadáveres, que se arrojan a los basureros, en el ejercicio de una “limpieza social” que tiende a confundirse con la “limpieza étnica”, en un país donde la miseria y la impotencia política están claramente asociadas con la gama del colores más oscuros de la piel humana. Estamos, en consecuencia, ante un masoquismo sui géneris, que no se deja encerrar en las definiciones y los conceptos elaborados por Kraft-Ebbing o Sigmund Freud y ni siquiera por la reelaboración de los mismos emprendida por Guilles Deleuze en su célebre prólogo de La Venus de las pieles de Sacher Masoch. Un masoquismo que, aunque evoca la tradición de martirio puesta en circulación por el cristianismo primitivo, tampoco puede reducirse a ella, aunque compartan el mismo sustrato, la misma condición humana extrema que lo justifica y explica. Y que no es otra que la reducción de los seres humanos a la condición de homo sacer, de hombre expulsado sin remedio del ámbito social y por ende del orden legal que solo lo registra como mera “excepción,” como ocurre con quienes están ahora mismo cautivos sine die en el campo de concentración de la base militar norteamericana de Guantánamo.18
autoinmola en defensa de la fe de Cristo ni –en verdad– de ninguna otra fe ajena, sino que lo hace simplemente por hacer justicia. Esta diferencia crucial es algo que ha advertido agudamente Mario Scotini, cuyo ensayo “Regina José Galindo. La repetición como acción de resistencia”, empieza describiendo ¿Quién puede borrar las huellas? El 23 de julio de 2003 en la Ciudad de Guatemala, realizó una performance en protesta por la decisión de la Corte Suprema de Justicia guatemalteca de autorizar la candidatura del general Efraín Ríos Montt, líder político de la extrema derecha que, como dictador, había promovido la guerra civil con una política de “tierra arrasada”. Ese día, Regina salió descalza de su taller, con una palangana llena de sangre entre las manos, dirigiéndose primero a la sede de la Corte Suprema de Justicia y desde allí a la sede del Palacio Nacional, la sede de la Presidencia del país. Ante el edificio de la Corte, mojó por primera vez sus pies en sangre y lo siguió haciendo cada vez que se secaba la sangre en sus pies, con el fin de garantizar que un rastro de huellas de sangre uniera, así fuera fugazmente, la sede del poder ejecutivo con la del poder judicial, poniendo en evidencia la complicidad de ambos en el encubrimiento de una política que bordeó el genocidio.
Regina José Galindo no es para nada ajena a esa condición extrema, tal y como nos lo ha hecho saber con todas las acciones en las que ha dejado constancia de que no le queda más que su cuerpo porque su cuerpo está al alcance de la mano de los mismos que pueden infligir a los homo sacer de su tiempo, de nuestro tiempo, los mismos flagelos y las mismas terribles humillaciones a los que ella con su propia mano se infringe. Pero –repito–, ni aun así su gesta puede confundirse con la de los mártires del cristianismo primitivo, porque ella ni se inmola ni se
Scotini advierte la dimensión justiciera de esta performance y la pone de presente en loas siguientes términos: “En efecto, la acción no denuncia solo la institución por aquellas cosas que mantiene en secreto, sino que se propone como una acción de justicia por fuera de la autoridad del Estado. Añade la propia memoria a la oficial, inaugura una forma de justicia directa que no acepta mediaciones”19. Justicia que por teatral no da lugar al ejercicio fatal de Ley del Talión; que por desesperada no puede confundirse con la diferida hasta el día del Juicio Final y que por a-legal o a-jurídica no concede nada a la iniquidad implícita en la subordinación de la Ley a la Razón de Estado.
18 La reflexión mas amplia y comprensiva sobre el concepto de Homo sacer y relación con la situación contemporánea se encuentra en: Giorgio Agamben. Homo sacer. El poder soberano y la vida nuda. Editorial PreTextos, Valencia, 2001.
19 Scotini. Ob. cit., p. 10.
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Fuente: Realizadoras Colombianas, Soñé que soñaba. María Cristina Suaza Vargas.
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Maín Suaza Vargas
Nací, crecí, viví, dormí, soñé despierta y no me reproduje
Tres cuentos En otras palabras… no. 17 / Sueños, imágenes y símbolos | 85
En un consultorio de psiquiatría, una mujer asegura que en su inconsciente vive una serpiente que soñó que era elefante y que sus amigos le dicen que tiene cara de perro. En un bus de la ciudad de Bogotá, una niña mira por la ventanilla y cree ver una culebra encima de un perro encima de un elefante. Su mamá le dice que eso no es real, que le salió de su propia cabeza. La niña se divierte mirándose por dentro. El gato salió huyendo de sus propios sueños. Tenía en su cabeza el nombre de Adán y Eva, no sé qué historia con una serpiente, un elefante que soñaba con ser perro, una niña en una ventanilla, un inconsciente, una doncella en la Edad Media…
El sueño y la realidad ¿Tienen sueños los sueños? Un sueño le dijo a otro: Anoche soñé contigo. Una serpiente estaba enroscada en un árbol y miraba hacia el infinito. Adán y Eva ensayaban una danza nueva. El lugar era perfecto y la serpiente pensó que se trataba de un sueño. Poco tiempo después se oyeron truenos, centellas y maldiciones. Nunca entendió cuál fue la relación entre ella, los gritos, la danza, la culpa y la expulsión del paraíso.
La mujer que escribía esta historia se quedó dormida y soñó que salía a la calle, llegaba a un edificio y se sentaba frente a un montón de papeles durante ocho horas seguidas.
Otro cuento de hadas
Un perro tuvo la sensación de que alguna vez había tenido unas orejas de elefante y una cola que parecía de serpiente.
La ex cenicienta se cansó de caminar por el castillo con sus zapatillas de cristal tornasolado adornado con pedrería. Para ir de sus habitaciones privadas hasta el inmenso comedor donde comía, tenía que oír tres mil veces un tintineo monótono que le crispaba los nervios y la enloquecía. Tres mil tintineos tres veces al día. Tres mil tintineos tres veces al día, trescientos sesenta y cinco días. Lo peor era el miedo a que en el momento menos pensado por un movimiento involuntario, una distracción, un objeto atravesado, un piso liso, el desgaste por el uso, etc., se quebraran sus zapatillas y ahí si la cosa se pondría complicada, ya que los pies eran lo único que tenía para correr hasta la puerta y salir corriendo sin mirar ni para atrás ni para arriba.
Una doncella de la Edad Media metía sus pies en el agua del río y anhelaba ser tan ágil como las culebras y tan sabia como su perra. En las noches tenía pesadillas y soñaba con que el agua se quedaba quieta, que su casa crecía para arriba, que los caballos tenían ruedas. Que se quedaba mirando unos papeles durante muchas horas seguidas.
Porque se aburría. Todas las paredes del castillo estaban pintadas de azul celeste, su cuarto era muy grande y su príncipe muy frío. Todo el castillo olía a viejo, su cama era demasiado blanda y sus suegros querían que vistiera siempre de amarillo. Los jardines estaban encerrados, tanta ropa le picaba y el príncipe dormía y dormía. Porque el príncipe gastó todas sus energías en
Un elefante estaba soñando que era una culebra que andaba en líos. Levantó la trompa y ladró como un perro.
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encontrarla y ponerle las zapatillas. De ahí para delante todo su amor fue para ellas. Quería, mejor exigía, que las tuviera puestas la mayor parte del día. Cuando se levantaba, cuando se acostaba, cuando había invitados y cuando no los había. A veces, ex cenicienta se quitaba una de sus zapatillas y tomaba de un licor tornasolado que ocultaba en el tacón. Otras veces se escondía muchas horas en el baño, alegando cólicos estomacales, jaquecas o malestar general, todo ello para poder estar sola y quitarse las incómodas y exasperantes zapatillas. Las circunstancias anteriormente descritas, ese extraño amor por las zapatillas, aunado al hecho de que el príncipe no tenía sentido del humor ni del amor y sus nalgas eran muy blancas y escurridizas, comenzaron a hacerle interminables las noches y los días. No es que fuese malo su consorte, simplemente la aburría. Su hada madrina, quien al parecer también tenía problemas matrimoniales con una amiga, no había vuelto a aparecer desde la última vez que le había propuesto que la convirtiera en bailarina descalza y gitana y la dejara en un bar en Samarkanda. La ex cenicienta cavilaba y cavilaba mientras sus zapatillas chirriaban. “Me iré de este castillo donde le di un beso a un príncipe y se convirtió en un sapo y buscaré un sapo para darle un beso y que se convierta en príncipe. Soñaré un dragón de aliento caliente para que me quite este frío, me moriré rápido para poder renacer temprano, buscaré otras zapatillas y se las dejaré de regalo al príncipe. Le imploraré a mi hada madrina que regrese y me saque de este lío en que me ha metido”. Finalmente, un día bajó descalza al comedor, se despidió de su consorte y su familia y caminó tranquila hasta la puerta de salida. En su cuarto dejó una nota al lado de las zapatillas: Lo que se pone, se quita.
Una droga interesante Se me acaba el argumento y la metodología cada vez que se aparece frente a mí tu anatomía porque este amor ya no entiende de consejos ni razones se alimenta de pretextos y le faltan pantalones. Shakira
Una mujer que pensaba mucho en las cosas de la vida siempre había oído decir que eso de enamorarse y desear a alguien era cosa de química. Simplemente te encuentras con alguien y sin que medie ninguna razón ni ninguna lógica, una o uno se queda ahí atraído como por un imán, por una extraña razón del cuerpo que la razón no puede explicar. Un hueco en el estómago que funciona como el centro de un huracán es el primer síntoma manifiesto. Luego proviene una etapa de dependencia física: los pulmones se niegan a trabajar solos, el cuerpo ya no es algo sólido, la biología se trastoca. La mujer no solo pensaba mucho en las cosas de la existencia, también había estudiado química en una universidad, a la vez que había cocinado mucho en su vida. Estas dos circunstancias personales la llevaron a pensar que si el problema era de química, eso podía significar que cuando un cuerpo se ve interpelado por determinada sustancia que tiene otro, se puede controlar la reacción, simplemente investigando cuál es la sustancia que la produce. Dejó a un lado sus propias preocupaciones, sus siestas de la tarde, sus sábados al aire libre, sus largas sesiones de conversa y se dedicó a la ciencia. Comenzó su proceso de investigación. Primero el análisis bibliográfico. En el Diccionario de la Real Academia dicen que el amor es un sentimiento que inclina el ánimo hacia lo que le place. También dicen que enamorarse es sentir amor a una persona. No hablan de ningún componente químico pero tampoco lo niegan. Los libros de ciencia hablan de procesos depresivos, venas rotas de suicidas, órganos sexuales, aumento del índice de natalidad, celos enfermizos, necesidad de satisfacción sexual, apareamiento. Hasta el momento, pocos científicos han presentado un proyecto para investigar las causas químicas, fisiológicas o anatómicas del amor. La gente común y corriente habla del amor de muchas maneras; dicen que es ciego, que con hambre no dura, que de lejos es de pendejos. Las canciones dicen ¡ay amor ya no me quieras tanto!, cuando un amor se muere sabes chiquilla a dónde va, el amor es como un ave pasajera, all you need is love, love is all you need, vivo desesperado esperando tu amor, sin tu amor el alma se resiste a pensar que la vida pueda continuar, no puedo vivir sin ella pero con ella tampoco, me cuesta tanto olvidarte, vuélveme a querer como antes me querías, amor de verano mi primer amor,
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dicen que soy un payaso que querría hasta el amor que vas tirando a tu paso, te estoy queriendo en silencio y eso sí tú no lo sabes, te busco volando en el cielo, te juro que dormir casi no puedo, dime qué hago ahora, todos los días pasan entre la soledad y tu no estás. En el campo experimental, armó muchas reuniones con objetivos que no contó a nadie, para pillar “con las manos en la masa” aquella substancia inquieta que ha causado tantos trastornos a la humanidad. Apenas veía dos miradas que se cruzaban furtivas, un tartamudeo nervioso, unas caras de yo quiero estar solo contigo, ella sacaba sus cables, sus sensores y comenzaba la exploración. Tentativamente denominó a la substancia amoranina deseosa necia (adn, en minúscula para no meterse en problemas con otras denominaciones parecidas). Se planteó una hipótesis general: esta hormona es igual para todo el mundo pero diferente para cada uno. En una explosión de un amor a primera vista, ocurrida entre una oficinista de 38 años y el “punketo” hijo de su jefe de 21, logró atrapar a la deseosa necia. La inmovilizó en un microscopio, encontró una estructura extraña que a la vez que amarra suelta, algo parecido al tejido de una araña que ha perdido el rumbo y la razón, y que sin mediar ninguna lógica salta de aquí para allá. Una hormona tan caótica que se niega a definirse a sí misma. Que está compuesta de un deseo que son miles de deseos que aparecen y se van. Si esta hormona loca siente algo interesante en el mundo de afuera, se inquieta, se salta los canales, las normas y las reglas y solo quiere dejar de ser ella.
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Esta mujer no solo pensaba en las cosas de la existencia, también era sensata, metódica y atenta. Trabajó en silencio, acumuló pruebas, ensayó estrategias. Tomó mucho tiempo entender la estructura molecular de la hormona. Aplicó el método de los cinco sentidos, experimentó con olores, colores, sabores, tactos y canciones. Para cada persona la hormona actuaba diferente. Luego de vueltas y revueltas, descubrió una fórmula para elaborar un elíxir del olvido o para hacer que se que se desee uno mismo y así nunca se sufrirá de ausencia. Optó por la primera, elaboró una droga para el olvido. Utilizó la esencia de esas hojas que se duermen cuando se las acaricia, y creó el antídoto. Ahora todo estaba resuelto. Ya el mundo no sufriría de amores, apenas activada la química de la deseosa necia, una simple pastilla volvía a poner las cosas donde eran. Después se fue a dormir y tuvo un sueño. Soñó que le entregaba su elíxir al mundo, soñó que se lo declaraba ilegal, soñó que se vendía en los bajos fondos, soñó que lo utilizaban los que no sabían amar, soñó que el amor no era el sexo, soñó que es necesario aprender a amar. Se despertó, recogió todos los datos, las aproximaciones, los gráficos y los tiró al baúl del olvido. No quiso saber nada más de su mágica receta. Pero a veces sin que nadie se dé cuenta, cuando está metida en sabores de cuerpo y ausencia, saca su frasquito y toma un poco del elíxir de paz.
Meira Delmar Poeta (1922- 2009)
Dos poemas
Selección de Rafaela Vos Obeso En otras palabras… no. 17 / Sueños, imágenes y símbolos | 89
Alguien pasa Alguien pasa y pregunta Por los jardines madre. Y yo guardo silencio. Las palabras no acuden en mi ayuda, se esconden en el fondo del pecho, por no subir vestidas de luto hasta mi boca, y derramarse luego en un río de lágrimas. No sé si tú recuerdas los días aún tempranos en que ibas como un ángel por el jardín, y dabas a los lirios y rosas su regalo de agua, y las hojas marchitas recogías con esa tu manera tan suave de tratar a las plantas y a los que se acercaban a tu amistad perfecta.
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Yo sí recuerdo, madre, Tu oficio de ser tierna Y fina como el aire. Una tarde un poeta recibió de tus manos un jazmín que cortaste para él. Con asombro te miró largamente y se llevó a los labios, reverente, la flor. Se me quedó en la frente aquel momento, digo la frente cuando debo decir el corazón. Y se me va llenando de nostalgia la vida, como un vaso colmado de un lento vino pálido, si alguien pasa y pregunta por los jazmines madre.
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Romance de Barranquilla (Del libro Sitio del amor) Porque nació frente al alba y en el sitio de la brisa, le dieron un nombre claro de flor o de lluvia fina. Un nombre para decirlo en medio de la sonrisa, enamorados los ojos y el corazón: ¡Barranquilla! Porque nació frente al alba ¡y el alba es buena madrina! Con lino de sol y sombra tejieron años los días y una mañana sin nubes despertó moza la niña. Con los cabellos al viento, la dulce piel encendida, y el andar sin descanso tal aire de gallardía que el alma de las palmeras arrodillose vencida... Porque nació frente al alba ¡y el alba es buena madrina! Breves jazmines alados —casi de luz detenida— crecen con gracia delgada cuando sus pasos atisban... La tarde cuida su gozo, la noche su sueño cuida, y ella se viste con seda de flores amanecidas sobre la cumbre del árbol tan solo para vestirla... Seda dorada del roble con hebras de melodía, seda de la acacia roja,
seda de las campanillas que tienen fugaz el aire y como el aire palpitan... Rodea sus altas sienes un vuelo de golondrinas y abre jacintos de oro su diestra mano clarísima. Porque nació frente al alba ¡Y el alba es buena madrina! El mar de gritos azules, el mar del habla encendida, le trae canciones remotas y barcas de otras orillas. El río, tenaz viajero, con largo asombro la mira, y le regala blancura de garzas estremecidas que suben a la comarca donde la estrella se inicia. Y el viento pirata, el viento de clara estirpe marina, le ciñe el talle redondo con brazos de lejanía, ¡y se la lleva consigo donde la tierra limita con el batir de campanas de la triunfal alegría! Porque nació frente al alba, y porque el alba madrina, le dio aquel nombre que pide, para decirlo, sonrisa... El nombre que puede ser de flor o de lluvia fina, y que también lleva el Ángel de júbilo: ¡Barranquilla!
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Fuente: CortesĂa Liubka Milena Buitrago RamĂrez.
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Dossier
Fuente: Revista Las mujeres No. 2, Soñé que soñaba. María Cristina Suaza Vargas.
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Fuente: Archivo fotográfico, Soñé que soñaba. María Cristina Suaza Vargas.
Fuente: Archivo fotográfico, Soñé que soñaba. María Cristina Suaza Vargas.
Dora Isabel Díaz Susa
Doctora en Ciencias Sociales Directora Escuela de Estudios de Género Universidad Nacional de Colombia
Encuentros feministas latinoamericanos y del Caribe: tres décadas de historia
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¿Qué interrogantes y retos clave se han planteado?
Un nuevo capítulo en la historia del feminismo de nuestra región se inició en julio de 1981 cuando por primera vez se dieron cita en Bogotá aproximadamente 2001 feministas de 19 países, en el I Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe. Un capítulo caracterizado por colocar al centro de su dinámica la construcción colectiva internacional de los feminismos regionales. Construcción lograda hasta el día de hoy con once Encuentros Feministas Latinoamericanos y del Caribe (EFLACs2), que han propiciado la reunión in situ entre 200 y 2.500 mujeres, yendo y viniendo con tenacidad e ilusión cada dos, tres o cuatro años entre América Latina, Centroamérica y el Caribe. Así, a lo largo de estos 28 años, se han reunido más de 12.300 feministas para crear y recrear utopías, sueños y logros, como también el reconocimiento de diferencias y desencuentros (CI-XIEF3, p. 14)4. Este es un acumulado que se ha proyectado y multiplicado a miles y miles más de feministas en toda la región, gracias a las sinergias propiciadas por estas 12.300 mujeres en cada país, ciudad, comunidad, organización y grupo.
1 El texto de Cris Suaza Soñé que soñaba habla de 300 mujeres y el documento del Comité Impulsor XI Encuentro Feminista reseña 189. 2 Se utilizarán las siglas EFLAC, cuando se hable del “Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe”, y EFLACs, cuando se refirio a varios. 3 Se utilizará la sigla CI-XI-EF como abreviación de “Comité Impulsor del XI Encuentro Feminista” en las citas bibliográficas del documento sobre los Encuentros feministas. 4 Una de las fuentes principales de información para la escritura de este artículo es el documento 10 Encuentros Feministas Latinoamericanos y del Caribe. Apuntes para una historia en movimiento, realizado por el Comité Impulsor del XI Encuentro Feminista y elaborado a partir de la investigación de Alejandra Restrepo y Ximena Bustamante, del Colectivo “El grito de las brujas”, a quienes hago un reconocimiento especial.
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En cada Encuentro, los retos, los interrogantes, los nudos y los logros han sido enormes, variando según el contexto histórico y regional. Sin embargo, casi siempre se han enfrentado a interrogantes clave similares respecto del carácter, las posibilidades y los alcances de cada reunión. Estos interrogantes han sido, entre otros: ¿Dónde se realizará el encuentro? ¿Quiénes participarán? ¿Cuántas mujeres acoger? ¿Qué recursos se requieren y de cuáles se dispone? ¿Cómo financiar? ¿En torno a qué tema encontrarse? ¿Qué temáticas tratar? ¿Qué metodologías utilizar? ¿Qué relaciones establecer con otros actores sociales tales como Estados, organizaciones no gubernamentales, organismos internacionales? Esto sumado a las expectativas y recomendaciones que generalmente los encuentros anteriores han legado.
¿Existen antecedentes de encuentros feministas en la región? Si bien este breve recuento histórico se centra en los once EFLACs realizados entre 1981 y el 2009, es importante recordar que la fuerza del interés de las mujeres por el intercambio más allá de las fronteras nacionales ha estado presente en la región desde principios del siglo XX, como lo revelan los dos Congresos Femeninos Internacionales efectuados en América Latina en la primera mitad del siglo XX: el primero en 1910 en Argentina y el cuarto en 1930 realizado en Bogotá, en el marco de las luchas internacionales civilistas y sufragistas de la Primera Ola del Feminismo en pro de los derechos de las mujeres. Aunque no autodenominaron feministas sus congresos, sí constituyen antecedentes históricos de los actuales encuentros feministas. De hecho, las feministas argentinas están preparando la celebración del centenario de ese primer congreso con el “II Congreso Feminista: 100 años de historia social y de género de las mujeres: 1910-2010. Balance y porvenir”5. Cabe igualmente destacar que estas 5 Tomado de la página file:///F:/XI encuentrofeminista/primercongresofemeninointernacional.htm. Ver igualmente: http://www.2feminista2010. com.ar/
convenciones internacionales a su vez fueron impulsadas por dinámicas internacionales allende de la región desde finales del siglo XIX.
¿Dónde y cuándo se han realizado los EFLACs y cuántas mujeres han participado?
¿Dónde se realizará el encuentro?
Veamos sobre la geografía de la región una panorámica de la dinámica de esas decisiones de los EFLACs, en términos de cronología, localización, frecuencia y número de mujeres participantes en cada uno de los once encuentros.
Veamos, entonces, el primero de esos interrogantes, que atañe a la definición del lugar donde se realizará el encuentro. El camino de los retos se inicia con la decisión del país que asumirá la organización del siguiente encuentro, el cual generalmente se define con una salva de aplausos en la ceremonia de cierre de cada encuentro, cuando se presenta el país o los países proponentes, luego de conversaciones informales en los pasillos y en los descansos, cuando se manifiesta el interés por llevar el siguiente encuentro a determinado país, en búsqueda de complicidades, consensos y apoyos.
Geografía y número de participantes de los Encuentros Feministas de América Latina y el Caribe
Así sucedió el pasado mes de abril en México, con la designación de Colombia, único país oferente6, como sede del XII Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, previsto para el año 2011. Esta propuesta fue presentada por el grupo de feministas colombianas allí presentes, con el deseo de celebrar los 30 años de los EFLACs en el país donde se realizó el primero. Valga recordar que la decisión de que Colombia fuese anfitrión del primer encuentro –según cuenta Cris Suaza, colombiana del grupo de feministas gestoras de este evento–, se dio gracias a la propuesta de feministas venezolanas y peruanas, quienes consideraron por acercamientos con feministas de Cali y Bogotá que Colombia tenía las condiciones para hacerlo en ese momento. Esta idea se venía gestando desde 1979 como parte del compromiso de las latinoamericanas de reunirse en Venezuela con el propósito de prepararse para la II Conferencia Mundial de 1985 en el marco del “Decenio de la Mujer” (Suaza, 2008:75).
6 Tomado de la página file:///F:/XI encuentrofeminista/primercongresofemeninointernacional.htm. Ver igualmente: http://www.2feminista2010. com.ar/
Realizado a partir de la información del documento “10 Encuentros Feministas Latinoamericanos y del Caribe. Apuntes para una historia en movimiento”, del Comité Impulsor del XI Encuentro Feminista, México 2009.
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Una vez que el grupo de feministas de un país, y en algunos casos con el apoyo de otros países,7 se ha “lanzado al agua”, es decir, se compromete a asumir la responsabilidad, se enfrenta a la toma de múltiples decisiones con nuevos retos. Analicemos uno de los más críticos.
¿Quiénes participarán? Definir a qué personas convocan estos encuentros es también definir quién es el “sujeto social” o las “sujetas sociales” de los Encuentros feministas. Parece una cuestión evidente y sencilla: ¡las feministas!, por supuesto. Sin embargo, no ha sido ni es tan sencillo”.8 Observamos cómo desde el primer encuentro la discusión ha planteando reiterativamente múltiples interrogantes que interpelan o buscan aproximarse a la identificación y construcción de ese sujeto social de los EFLACs, tales como, qué es ser feminista o quiénes son feministas. Estos y otros interrogantes involucran debates sobre los significados y desarrollos de los feminismos, relaciones de los feminismos y del movimiento feminista con el movimiento social de mujeres y las mujeres en general y últimamente con las personas trans, que en cierta medida preguntan sobre el sentido y propósitos de los EFLACs. Veamos algunos ejemplos ilustrativos de estos debates. En Soñé que soñaba, parodiando el nombre del video de Cine Mujer sobre el I EFLAC –“Llegaron las feministas”–, Cris Suaza, comenta que sería mejor nombrar este encuentro como “Llegaron las mujeres, unas feministas y otras no tan feministas” (Suaza, 2008,89), parodia que sintetiza su perspectiva y la de muchas otras feministas frente a este dilema. Cabe igualmente recordar el “feministómetro”, artefacto imaginario ideado en el IV EFLAC (México, 1987) para diferenciar, infructuosamente, “el menor
7 Por lo menos dos encuentros han sido organizados con apoyo de otros países: el V entre argentinas y uruguayas, el VI con feministas de diferentes países centroamericanos y al parecer el VIII también. 8 De hecho, en la escritura de este texto, yo misma me enfrenté constantemente a dudas, no resueltas aún, sobre el uso de la denominación “sujeto social”, por ser singular y masculina, o “sujetas sociales”, para dar cuenta de la pluralidad de los feminismos y de las mujeres, además de hacer uso de un lenguaje incluyente.
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o mayor grado de adscripción al feminismo” entre las feministas y las mujeres “populares” 9 (CI-XI-EF, p.24), cuando casi se duplicó el número de participantes del Encuentro anterior (de 800 a 1.500) debido a la alta confluencia de mujeres del sector amplio, siguiendo la recomendación emanada del III Encuentro (Brasil, 1985) de tener en cuenta las condiciones económicas de las mujeres10 (CI-XI-EF, p. 22). En el debate alrededor del “feministómetro” se plantearon las siguientes preguntas, además de las ya citadas: ¿Quién podría definirse feminista?, ¿quién tiene la autoridad para decir si las otras son feministas?, ¿el movimiento de mujeres populares podría llamarse feminista?, ¿eran feministas las que estaban en el encuentro pero no se asumían como tales? (CI-XI-EF, p. 24). En otras palabras, se pusieron en el centro de las discusiones y decisiones las posibilidades y limitaciones de la autodesignación y la designación por parte de otras de “ser feminista” o “no ser feminista”, y con ello si la participación debe ser solo de feministas o también de mujeres que hagan parte del movimiento social de mujeres o no. Otra propuesta fallida que surgió frente a esta tensión fue la de realizar en ocasiones futuras dos encuentros, uno feminista y otro del movimiento de mujeres. Las asistentes en señal de rechazo corearon: “Todas somos feministas” (CI-XI-EF, p. 24). Lo cierto es que a todos los Encuentros han llegado, como dice Cris Suaza, “mujeres, unas feministas y otras no tan feministas”. En los dos últimos EFLACs, este debate sobre las sujetas sociales de los mismos ha tomado otros visos de complejidad debido a la aprobación por votación en el X Encuentro realizado en Brasil en 2005 (CI-XI-EF, p. 56) de la participación de mujeres trans y a su presencia por primera vez en los EFLACs, en el XI encuentro del
9 Escribo esta expresión entre comillas porque la uso con cierta preocupación, pues pareciera que las mujeres populares no pudieran ser feministas y viceversa. 10 Recomendación surgida ante la protesta de las participantes, especialmente, de las pobladoras de fabelas brasileras ante la negativa de las organizadoras a aceptar su ingreso sin el pago de la costosa inscripción (60 dólares) en el III EFLAC. Esta sugerencia se atendió especialmente en la organización del V EFLAC (Argentina, 1990), siendo el que ha acogido el mayor número de mujeres hasta ahora (2.500), y en el X EFLAC (Brasil, 2005), con amplia participación de mujeres de los sectores populares dentro de las 1.250 asistentes.
pasado marzo (2009) en México. Esta presencia generó fuertes conflictos entre trans y algunas feministas, con un debate que apenas se inicia. Ilustraré esta tensión con dos ejemplos. Las travestis feministas, por su parte, afirman: “No somos ni nos consideramos nuevos sujetos o nuevas sujetas del feminismo. Somos diversas travestis, transexuales, transgéneros, muxes y los miles de nombres distintos que toman nuestras identidades. Estamos aquí porque, como todas las presentes, somos feministas cada una a su modo y gusto”.11 De otra parte, una feminista chilena12 del Grupo Memoria Colectiva señaló su rechazo a la presencia de travestis en el Encuentro y expresó que “Si los hombres transexuales quieren hacer un proceso feminista, háganlo, pero no con nosotras que somos las feministas que hemos luchado por años. Nosotras sentimos lo que sale de nuestro cuerpo y ese proceso no es igual en quienes no son mujeres” (Tello, 2009). Como vemos, no han sido ni son tan fáciles las respuestas al asunto sobre el “sujeto social”/“las sujetas sociales” de los encuentros feministas, porque no hay una única respuesta a los interrogantes ya enunciados del “ser feminista” y a las preguntas del IV Encuentro, anteriormente señaladas, y muchas otras planteadas en otros encuentros. Las respuestas son múltiples como son múltiples los feminismos, diversas las mujeres y variadas las transformaciones conceptuales y las luchas políticas planteadas por los feminismos a través del tiempo.
¿Por qué estas dificultades para definir quiénes participan en los EFLACs?
-- Inicialmente en la década de los 80, porque cuando se convocaron los primeros encuentros la construcción del sujeto social estaba apenas iniciándose, pues la emergencia del feminismo como parte de los llamados nuevos movimientos sociales se empezó a manifestar con fuerza a partir de los años 70. Además, y sobre todo, este sujeto social individual y colectivo se encuentra en constante construcción. -- Porque era, igualmente, una propuesta política que apenas se estaba abriendo paso entre las mujeres y en las organizaciones en medio de múltiples prejuicios, resistencias y estigmatizaciones sobre la misma. A título de ejemplo, evoquemos un caso de estigmatización hacia los EFLACs: el boicot mediático y las barreras que se interpusieron a la realización del VI encuentro en San Salvador, estas últimas por parte del Gobierno de ese país (CI-XI-EF, p. 32). Y aunque algunas dirán que la estigmatización continúa, lo cual es cierto, creo que sí se ha ganado terreno en la legitimación de las propuestas feministas entre las mujeres y en la sociedad en general. -- Quizá por el hecho de que el “sujeto social” de los feminismos son “las mujeres” en tanto construcción sociocultural, se podría fácilmente deducir, entonces, que las sujetas de los encuentros feministas serían o son las mujeres. -- Pero también han jugado y juegan las expectativas de algunas feministas militantes de los partidos de izquierda (especialmente en los años 70 y 80), y de los movimientos populares mixtos y de mujeres y del movimiento social de mujeres de comprometer e involucrar a las mujeres de estos procesos, haciendo presión sobre los encuentros feministas para incluirlas.
Aventurando algunas explicaciones a este dilema, diría que esta dificultad en la precisión del sujeto de los EFLACs se daba:
-- Igualmente, han debido jugar y juegan los intereses de mujeres que sin nombrarse y/o reconocerse feministas han querido y quieren estar en los EFLACs. Y gracias a ello muchas de ellas han devenido feministas.
11 Declaración de Travestis Feministas en el Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, leída en la plenaria final del XI EFLAC. 12 Victoria Aldunate, quien se identifica con las “Feministas Autónomas”, en declaración reseñada por María Mercedes Tello en un artículo publicado por la Agencia de Noticias Inter Press Service (IPS).
Todo lo anterior pone en evidencia que ser feminista es un proceso de autodesignación, autodefinición, autorreconocimiento y al mismo tiempo de construcción, definición y reconocimiento colectivo. A título de ejemplo, evoco el artículo “Feminista. Soy
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feminista”13 de Florence Thomas, porque en él nos comparte un amplísimo espectro de posibilidades de ser, sentir y existir, ella, como feminista a principios del siglo XXI.
¿Cómo se ha vivido la diversidad cuando es conflictiva? Para finalizar esta reflexión, quiero compartir otro aspecto central en la historia de los EFLACs. Cómo se ha vivido y asumido la eclosión de múltiples sujetas sociales feministas, cuando esta diversidad se vuelve conflictiva para la construcción del proyecto político, reconociendo que esa multiplicidad y diversidad de las sujetas sociales feministas son producto de un proceso en permanente construcción que conlleva a su constante complejización, que da cuenta de los desarrollos conceptuales y fácticos del sujeto político individual y colectivo de los feminismos en el contexto de América Latina y el Caribe y donde parte del desafío, como se planteó en el VIII EFLAC, era enfrentar el hecho de haber crecido velozmente en las tres últimas décadas y ser un movimiento cada vez más diverso (CI-XI-EF, p. 44). Diferentes sucesos animan las reflexiones alrededor de la diversidad. Las primeras reflexiones más explícitas aparecen en el V EFLAC (Argentina, 1990), cuando se reconoce que “La diversidad de enfoques y propuestas surge en el proceso de construcción de este movimiento político enriqueciéndolo permanentemente. Sin embargo, la diversidad es conflictiva y es compleja porque hay diversidades que se complementan y se enriquecen, otras que se confrontan productivamente, algunas que son falsas diversidades y muchas de las que no se habla” (CI-XI-EF, p. 28). Luego, en el VI EFLAC (El Salvador, 1993), los planteamientos sobre la fragmentación del feminismo como parte de los nudos que se enfrentan evidencian la dimensión conflictiva de esta diversidad. Allí se empieza a nombrar y a tomar cuerpo la tensión entre las llamadas
13 Artículo escrito inicialmente para la columna mensual de El Tiempo en marzo del 2008 y que publica posteriormente en su libro Florence de la A a la Z, pp. 123 - 125.
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feministas “utópicas” y las de “lo posible”. Uno de cuyos detonantes fueron las definiciones por parte de la ONU y la OCDE de apoyar a gobiernos y ONG para la organización de la “IV Conferencia Mundial sobre la Mujer”; en particular, la designación hecha por el Comité Facilitador del Foro de Beijing de una representante de las ONG feministas de América Latina, financiada por la AID (CI-XI-EF, pp. 32- 34 y Suaza, p. 112). Otro momento de expresión muy intensa de esta tensión se dio en el VII Encuentro (Chile, 1996), pues acababan de suceder los eventos relacionados con la Conferencia de Beijing. Por esta razón, este evento es recordado por la confrontación, para muchas fuerte, violenta y angustiosa, y para otras necesaria (CI-XIEF, pp. 37-39). Cris Suaza recuerda: “La tendencia era agruparnos en dos bandos antagónicos, amigas/ enemigas. Como reacción, un grupo considerable, entre ellas yo, organizó un taller al que llamamos ‘Ni las unas ni las otras’, donde intentamos encontrarnos sin odios ni violencia” (CI-XI-EF, p. 113). Esa polarización que venía configurándose desde el encuentro de El Salvador, como dijimos, entre las “utópicas” y las de “lo posible”, empieza a nombrarse como la tensión entre las “autónomas” y las “institucionales”. Respecto a esta tensión, encontramos, por supuesto, lecturas e interpretaciones muy diferentes: Una de las más recientes manifestaciones de este malestar se dio en el último encuentro en México con debates y acciones al respecto antes, durante y después del XI EFLAC, tales como la realización del Encuentro Feminista Autónomo los días inmediatamente anteriores al EFLAC, el performance y la lectura en el acto inaugural del XI EFLAC del documento “Posicionamiento frente al XI EFLAC del Encuentro Feminista Autónomo”, en el que se hace una crítica a varios aspectos de la organización de este encuentro. Esta tensión, que ha estado presente en los seis últimos Encuentros –más de la mitad de los mismos–, con momentos de fuerte radicalización y desencuentro, es uno de los mayores retos que enfrentaremos en la preparación y desarrollo del XII EFLAC, que asumimos algunas feministas para Colombia. Donde un buena parte de las feministas hemos venido impulsando el
desarrollo de políticas públicas en pro de la igualdad y equidad de género y procesos de formación académica institucionalizada.
A manera de conclusión Para finalizar, quiero destacar algunas de las riquezas de los EFLACs para el feminismo regional. Son espacios de reunión muy valiosos por el intercambio de experiencias, por el conocimiento que se logra de las diferentes realidades que viven las mujeres y las feministas en los diferentes países. Por ejemplo, en el último de ellos se evidenciaron los retrocesos en derechos sexuales y reproductivos en países como Nicaragua, donde se perdió el derecho al aborto, y en América Latina, donde el 20% de los congresistas pertenecen a la Asociación Provida. Con el conocimiento de las diferentes realidades de las mujeres y las luchas feministas en la región, se posibilita la construcción de alianzas políticas en América Latina y el Caribe, con apoyos concretos. Asimismo, este importante evento ha contribuido a potenciar importantes sinergias para el desarrollo de los estudios feministas y los de género. De esta manera, los debates sobre el poder como uno de los nudos del movimiento feminista latinoamericano y del Caribe, que se propiciaron en México en 1987, estimularon el desarrollo de investigaciones sobre el poder, la emancipación y a su vez han ayudado a enriquecer la praxis y el debate político feminista de la región.
Bibliografía Comité Impulsor del XI Encuentro Feminista. 10 Encuentros Feministas Latinoamericanos y del Caribe. Apuntes para una historia en movimiento. México D.F., marzo de 2009. “Declaración de Travestis Feministas en el Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe”. México D.F., marzo de 2009. Encuentro Feminista Autónomo. Posicionamiento frente al XI EFLAC del Encuentro Feminista Autónomo. México D.F., marzo de 2009. Suaza, María Cristina (2008). Soñé que soñaba. Una crónica del movimiento feminista en Colombia de 1975 a 1982. Bogotá: AECID, JM Limitada. Tello, María Mercedes (2009). “Travestis se reclaman como feministas”. En: Programa radial Todas y Todos, 28 de marzo de 2009, por medio virtual. Thomas, Florence (2008). Florence de la A a la Z. Bogotá: Aguilar. file:///F:/XI encuentrofeminista/primercongresofemeninointernacional.htm. http://www.2feminista2010.com.ar/
Fuente: Revista Las mujeres No. 3, Soñé que soñaba. María Cristina Suaza Vargas.
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Fuente: Día internacional de la mujer, Soñé que soñaba. María Cristina Suaza Vargas.
Angélica Bernal
Psicóloga y candidata a magíster en Estudios de Género Universidad Nacional de Colombia
Alejandra Ortiz
Politóloga y magíster en Estudios Políticos Universidad Nacional de Colombia
Encuentro con el Encuentro: rutas del feminismo en Latinoamérica
En otras palabras… no. 17 / Dossier | 103
memorizado todas y cada una de las 44 páginas de la programación que nos remitieron las amigas del comité impulsor (organizador) semanas antes, sentíamos en muchos momentos que no sabíamos qué iba a pasar.
No dice lo que vio, pero dice que no lo puede decir; de manera que aquellas cosas que no se pueden decir, es menester decir siquiera que no se pueden decir, para que se entienda que el callar no es no haber qué decir, sino no caber en las voces lo mucho que hay que decir Sor Juana Inés de la Cruz1
Los corsé que no terminamos de romper Un enorme corsé color púrpura y unas tijeras con símbolo de mujer plasmado en un pendón que ondeaba sobre una de las monumentales estructuras del centro histórico de la ciudad de México, el ex convento Regina Coelli2, fue la primera imagen que recibió a cerca de mil quinientas mujeres en el XI Encuentro Latinoamericano y del Caribe entre el 16 y el 20 de marzo de 2009. Regina Coelli son dos palabras que en latín significan la forma en que comúnmente la Virgen María es invocada: “Reina del Cielo”. Ahora, este mismo lugar donde años atrás cientos de mujeres invocaron la presencia femenina celestial, esta vez cobraba nueva vida para convocar una energía femenina más bien terrenal… ¡¿Qué hago en un convento?! ¡¿Qué hacemos mil quinientas feministas en un convento?! Con los ojos más abiertos que de costumbre y la emoción propia de quien transita por nuevos caminos con sus lentes nuevos, emprendimos este encuentro con el Encuentro. Curiosamente, después de haber casi 1 Cartas. Respuesta de la poetisa a la muy ilustre Sor Filotea de la Cruz. 2 Actualmente, este edificio alberga la Fundación para Ancianos Concepción Beistegui, institución de asistencia para adultos y adultas mayores.
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La amabilidad de las mujeres mexicanas, y por supuesto todo el trabajo de preparación que se reflejó en cada detalle hecho y deshecho, formó una atmósfera gratamente acogedora. Poco a poco, el ex convento Regina Coelli se colmó de multitud de palabras y expreciones que hicieron pensar que para quien asiste por primera vez, era el comienzo de una experiencia muy particular.
La voz de los símbolos Desde los años 80, cuando en Bogotá se propuso realizar el Primer Encuentro, las mujeres gestaron en el continente la posibilidad de conocer e intercambiar las ideas transgresoras que venían haciendo circular desde sus lugares, constituyendo así una memoria de la lucha de las mujeres. Esta lucha que por cientos de años ha encontrado que las transformaciones trascendentales pasan por un cambio necesario de paradigmas, por poner en descubierto lo simbólico constituyente del ser mujer y, por tanto, transgredir este orden. Los elementos simbólicos que nos hablaron casi siempre sin palabras fueron parte estructural de esta propuesta de articulación política regional que ha congregado a miles de mujeres en once oportunidades. Las implicaciones del lenguaje en las relaciones humanas y el poder simbólico que se adjudican a los cuerpos sexuados (Tannen, 1996) revelan el poder del símbolo (significante) y su sentido (significado) como unidades dotadas de poder que se ponen en juego en las interacciones con el mundo, con otros y otras. Este universo de significados, que podemos llamar también cultura, nos muestra ampliamente el efecto y el lugar fundamental que ocupa en el pensamiento y práctica feminista. El feminismo como propuesta política es también y necesariamente una propuesta de cambio cultural. Habitar de otras formas los espacios de las mujeres –como los conventos– nos hace volver la mirada sobre
las vivencias que han acompañado a las mujeres a lo largo de la historia. Ciudad de México nos presenta ex conventos que se convierten en sedes universitarias o salas de exposición de arte, que hace que las mujeres tengan la oportunidad de reconocerse en otras como Sor Juana Inés y así acercarse a la sabiduría de las mujeres y las formas que usaron para evadir y denunciar el patriarcado.
A través del arte no solo se recrean nuevas dimensiones de la utopía feminista, también se amplifican las voces que han sido retiradas de la esfera pública. Las instalaciones realizadas en los baños tales como “En este baño no hay excusados”, que con fotos en los sanitarios, mensajes en los espejos y otros elementos más invadieron la privacidad con pensamientos feministas.
El ejercicio de la creación como eje fundamental en el arte otorga la posibilidad de construir los mundos soñados por las miles de mujeres desde los tiempos de Olimpia hasta hoy, en los tiempos de Lucía, Martha, Andrea... Mediante el arte se crea el mundo que en el discurso proclamamos transformar. Las imágenes nos hacen saltar de un solo paso a las orillas que queremos sean reales en nuestras vidas. Reflejan, por tanto, las propuestas y las motivaciones que nos hacen trabajar diariamente. Ya no solo se trata de pensar o soñar, sino que a través de lo simbólico logramos movilizar una realidad en el plano de lo que nos es posible.
“Hay hombres que joden a una y son malitos, hay hombres que joden a muchas y son muy malos, pero hay los que nos joden a todas, esos, son los impunes favoritos. Las mujeres amanecemos, pasamos el día y vamos a dormir con la certeza de la existencia de estos personajes. Con esta obra, las invito a saludar a algunos impunes de mi galería particular” Margarita Sada (artista plástica que pinta, ilustra y diseña en torno a los temas de las mujeres).
Es tan real la imagen de un corsé roto para la propuesta feminista como el comunicado que realizan las mujeres nicaragüenses sobre las persecuciones de las que están siendo objeto en su país. Las propuestas artísticas nos comprometen tanto o más con la utopía porque queremos volver a verlas, porque queremos repetir esa sensación, porque las sentimos propias, las queremos reales, ya. Tomar los espacios públicos y resignificar los lugares religiosos para hacer fiestas, conciertos, obras de teatro, exposiciones de arte transgresoras, son maneras de hacer propio lo público, el espacio del que se apropian ahora las mujeres. Así lo hicieron las mexicanas y esta es la manera de revelar el sentido de lo prohibido para asignarle un nuevo valor que dé lugar a las diferencias y a la igualdad. A través de la música, las mexicanas nos cuestionaron sobre las tradiciones y el lugar que han ocupado las mujeres. ¿Cambian de sentido las rancheras cuando son interpretadas por mujeres como lo hace Astrid Hadad? ¿Estamos en la búsqueda de nuevas expresiones y de trasgredir los roles en la música? Las jóvenes que mezclan un tradicional charango, batería y bajo, como las Kumbia Queers, nos presentan propuestas que transitan con total libertad por las notas y por los escenarios.
El lenguaje como mecanismo que permite abstraer, conceptualizar y comunicar es el encargado de nombrar la realidad. Hemos dicho que “lo que no se nombra no existe”, y por ello la propuesta de las mujeres mexicanas para recurrir al humor como recurso es una pauta destacable que permitió generar más impacto en sus mensajes. Podría entenderse el humor como una forma subversiva que permite levantar la represión y develar sentidos arraigados que no son fácilmente aceptables en la escena pública. El humor ayuda a revelar nuestros temores, nuestros miedos, nuestras prácticas individuales y nos invita sin darnos cuenta a proponer fantasías compartidas. Una “mujer pollo”3 –quien fuera la maestra de ceremonias oficial– llevó el protocolo del evento y nos acompañó compartiendo experiencias por las que pasan las feministas en el mundo. Mujeres músicas, artistas plásticas, actrices, fotógrafas, mujeres haciendo cine y mujeres en diferentes expresiones artísticas. Transmitiendo por los micrófonos y vía microondas un encuentro de diferencias. Transmitiendo al mundo las demandas que tenemos algunas mujeres para disfrutar nuestro cuerpo, nuestra propia obra de arte.
3 Disfrazada literalmente de pollo.
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Este encuentro se convirtió en un escenario que permite habitar con los cabellos ligeros, con las mochilas llenas de volantes, camisetas estampadas, afiches y libros para intercambiar en los pasillos y nos acercó a la idea de que la lucha de las mujeres ha sido las más silenciosa, la más pacífica y la más transformadora. Lo simbólico tiene la particularidad de ser invisible a los ojos de la práctica, por ello estos ejercicios de nombrar lo que no se nombra o renombrar lo innombrable se hacen presentes en los encuentros y reuniones de mujeres feministas. Claramente y como era su propósito, el Comité Impulsor entiende la cultura y el arte como partes integrales del Encuentro. Las artistas tienen que seguir inspirando las transformaciones y marcar caminos para hacerlos posibles. (…) de no querer tener ocupación obligatoria que embarazase la libertad de mi estudio, ni rumor de comunidad que impidiese el sosegado silencio de mis libros Sor Juana Inés de la Cruz
Rutas del movimiento feminista en Latinoamérica Graciela Hierro, Vilma Espín, Betty Friedan, Yessie Macchí, Itziar Lozano, Silvia Rodríguez, Cecilia Loria, Julieta Kirkwood, Alaída Foppa, Clara González, Esperanza Brito, Liliana Alicia de Pauli, Benita Galena, Genoveva Rodríguez, Andrea Dworkin, Susana Prates, Beba Pecanins… Estos nombres, estas trayectorias, estos legados signaron lo que iba a ser un encuentro multitudinario de mujeres. A través de un homenaje como el que solo se les ocurre a las feministas, desde la vida, desde la risa y desde el goce, fueron recordadas estas mujeres que ya no están, pero que determinaron de una u otra forma la militancia política feminista latinoamericana. Las emociones causadas por este tipo de encuentro poco pasan por la reflexión racional, más bien se ubican en lo que significa ver de cerca la diversidad, la pluralidad y la heterogeneidad de sujetas que encarnan la lucha
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política feminista. Quizá muchas de ellas nunca pasarían la prueba del “feministómetro”, ya por sus creencias y posturas o por sus prácticas, pero sin duda, todas pensando, repensando y actuando el feminismo en cuatro días de reunión. Es difícil poner en pocas líneas las conclusiones y tan siquiera algunos trazos gruesos de los debates dados en un espacio en el que compartieron más de mil quinientas mujeres venidas desde diversos orígenes geográficos, pero quizá más importante, desde diversas posturas políticas, identidades y subjetividades. En términos de la diversidad y la pluralidad de la presencia en este escenario, la participación nos deja con la convicción de que el feminismo se amplía, se expande y se profundiza y que no puede haber lugar a la repetición o a las posturas unívocas o únicas: el feminismo es hoy en día una multitud de voces, de prácticas políticas y de revoluciones personales y cotidianas que aún no se han escrito sino que lo viven las mujeres cada día. El feminismo se nutrió aquí (como en muchas otras ocasiones) de las voces de las mujeres negras, indígenas, jóvenes, lesbianas, sindicalistas, ecologistas, pacifistas, etc., que desde sus legítimas reivindicaciones cuestionan día a día y palabra a palabra, para lograr un feminismo que no incluya de manera formal o discursiva, sino que se transforme y se llene de manera sustancial con las luchas que desde esas injusticias se dan por lograr una vida más digna y un mundo mejor para todas las mujeres. Para una feminista que asistió a su primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, era difícil ignorar que ese ejercicio de autorreconocimiento como feminista –que aquí en Colombia cuesta mucho ya que muchas prefieren guárdarselo para cuando están entre amigas– era la etiqueta común que reunió por una semana tal cantidad de mujeres. La fuerza del feminismo latinoamericano ha superado incluso a aquellas feministas que hoy insisten en declarar al feminismo como un movimiento político “sin herederas” o en crisis. Puede ser una visión ingenua del movimiento feminista. Pero si lejos de quedarse sin militantes, encuentro tras encuentro logra convocar y comprometer tal cantidad y diversidad de mujeres, es que su vigencia, la fortaleza de sus convicciones y la fuerza de las resistencias
que enfrenta le hacen reinventarse, reescribirse y fluir de una a otra mujer en cada momento, en cada país.
Encuentro. Las plenarias generales siempre tuvieron un tema central5:
La ingenuidad, sin embargo, no lleva al extremo de no reconocer que en un espacio en donde confluyen tantas mujeres y tan diversas, difícilmente puede ser llamado “Encuentro”. Con tal cantidad de lugares, de talleres, de muestras artísticas y lúdicas, ¡difícilmente alguien logró encontrarse con alguien diferente a quien ya conocía!
“Las realidades latinoamericanas ante los fundamentalismos hoy”, “Expresiones feministas frente a los fundamentalismos”, “Perspectivas feministas más allá de los fundamentalismos”; “Propuestas y estrategias feministas”.
Otro ingrediente de este DESencuentro fue el tema central de debate propuesto: “Hemos elegido el tema de los fundamentalismos porque sabemos que (…) aumentan las situaciones de vulnerabilidad en las que vivimos las mujeres. El ejercicio del poder establecido por estas posturas incide directamente en la vitalización del sistema patriarcal. Las ideas fundamentalistas afectan la toma de decisiones sobre nuestro cuerpo, nuestra sexualidad y nuestra vida, al mismo tiempo que debilitan y fragmentan las estructuras sociales que alimentan los movimientos emancipatorios”4. Se trató de explicar, analizar y debatir todas las injusticias que vivimos las mujeres mediante el concepto de “Fundamentalismo”, lo que cercenó el debate ya que aristas tan diferentes como las religiones, la crisis de la economía, el éxito de posturas conservadoras en gobiernos “de izquierda”, el racismo estructural, la incidencia de la guerra y la militarización de la vida civil, entre otros asuntos determinantes, quedaron reducidos a ser denominados como fundamentalismos. No fueron pocas las voces que se alzaron para tratar de delimitar la capacidad explicativa de dicho concepto; desde muchas orillas se quiso aclarar que se circunscribe a posturas de tipo religioso, pero el hecho de que se haya establecido como el tema central del Encuentro y que de nuevo en la declaración final se reafirmara su centralidad, hizo que una y otra vez se hablara de fundamentalismo en lugar de androcentrismo, sexismo, injusticia social, racismo, pobreza, violencia, etc.
Estas plenarias eran multitudinarias y más allá de las presentaciones y ocasionales conversaciones entre las panelistas invitadas, no había lugar para controvertir o dialogar con estas posturas. Este espacio era seguido por “grupos de discusión” que, aunque con menos gente, difícilmente recogía o profundizaba los debates anteriores, esto causado quizá por la diversidad de intereses, posturas e interpretaciones políticas. Otro asunto metodológico interesante, pero también retador, era la gran cantidad y diversidad en la oferta de talleres. En el programa del Encuentro, un folleto de 44 páginas, se tenía dificultad para saber a cuál asistir y no solo por el inicial deseo de conocer todo, sino por una especie de “desesperanza aprendida” ante títulos prometedores que no se correspondían con contenidos innovadores o propuestas políticas interesantes. Claro, siempre con excepciones muy destacadas como los talleres sobre el feminismo y los partidos de izquierda, feminismo y mujeres indígenas, feminismo e incidencia en los procesos constituyentes en América Latina, y quizá otros de los que no se tuvo información.
El Encuentro 30 años después
En este sentido, la metodología propuesta para desarrollar los debates contribuyó al monolitismo del
Con un contundente aplauso y a ritmo de un porro de Petrona Martínez, se recibió la propuesta de celebrar los 30 años del Primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe en Colombia. Una segunda oportunidad para las colombianas que sin duda entusiasma y recupera en muchas de ellas sensaciones de todos los colores.
4 Programa. XI Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe. Comité impulsor, Presentación, p. 3.
5 Programa. XI Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, pp. 12, 23, 32 y 41.
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Este espacio de articulación regional propone un gran reto a las feministas de la región que traerán ideas nuevas y, ojalá, propuestas más fortalecidas. Los debates que tendrán lugar esta vez en tierra colombiana permitirán hacer también un homenaje a todas las mujeres que, como Cris Suaza (2008), “una vez soñaron que soñaban que un Encuentro Feminista se realizaba”. Y que hoy, 30 años después, han visto cómo el pensamiento feminista se ha fortalecido y podemos hablar de las experiencias del ser feminista latinoamericana. Tiene un especial interés retomar las lecciones aprendidas de los otros encuentros. Buscar, como dicen algunas mujeres, que se posibilite el Encuentro, y generar espacios, reuniones, complicidades, en fin, crear estrategias para que mujeres durante cinco días puedan compartir, intercambiar, crecer, disentir, debatir. Pensar la metodología para los Encuentros Feministas es una tarea inacabada y pasa por recuperar las experiencias, los fallos y las satisfacciones de cada encuentro. Esta es la posibilidad de crear un espacio que recupere el sentido. El Encuentro Feminista como apuesta política cumple 30 años, una edad en que las responsabilidades crecen y la tranquilidad de ser quien se es es aún mayor. Si algo se aprende de los otros encuentros (Restrepo y Bustamente, 2009) simplemente es dejar libre al ser feminista. Implica, para muchas, reconocernos como mujeres diversas, con diferentes experiencias que se encierran en nuestras fronteras. Reconocer las experiencias y los aprendizajes solo lo hemos aprendido en el encuentro con las otras. Nos encontraremos en la diferencia, en la riqueza que da el poder ver en otra lo que jamás podremos encontrar en nosotras mismas, por nuestra cuenta. El autoanálisis es una tarea perdida, siempre necesitaremos de ese espejo que permite identificarnos con las otras y conocernos más a nosotras mismas. ¿Cuál de las diferencias es más importante que otra? ¿Nuestra experiencia compartida de ser mujeres en una sociedad desigual? ¿Nuestras experiencias individuales y
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colectivas? Buscamos cada vez encontrar en la propuesta feminista una opción emancipatoria que, en lugar de dividirnos, nos permita valorar las diferencias y disfrutarlas en nuestra piel negra, nuestro aspecto joven, con nuestras líneas de expresión visibles, queremos disfrutar nuestro cabello indígena, queremos disfrutar de nosotras mismas. En este sentido, necesitamos un escenario público que convoque a las diferentes expresiones del movimiento feminista en Latinoamérica y que dé lugar a la palabra de las mujeres y a su ejercicio de la democracia. Esta es una interesante y emocionante circunstancia para que el movimiento feminista de Colombia organice un encuentro en un contexto de degradación de la guerra, de amenaza a la ya precaria institucionalidad democrática; un momento sembrado de polarizaciones y desconfianzas. La preparación del XII Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe puede ser la oportunidad de trabajar a pesar de y gracias a los desacuerdos, los conflictos y las diferencias por el objetivo común de que ésta sea una ventana que nos permita mostrar a la región nuestros problemas como país, pero también compartir con las feministas del continente la fortaleza de la reflexión política de un movimiento que existe a pesar del contexto y que crece en cada región, en cada universidad, en cada mujer colombiana que reconoce su propia situación de desventaja e injusticia.
Bibliografía Restrepo, Alejandra y Bustamante, Ximena (2009). 10 encuentros feministas latinoamericanos y del Caribe: una historia en movimiento. México: Comité Impulsor, XII EFLAC. Tannen, Deborah (1996). Género y Discurso. Barcelona: Paidós. Suaza, Cris (2008). Soñé que soñaba: crónica del movimiento feminista en Colombia. 1975-1982. Bogotá: AECID. http://www.11encuentrofeminista.org.mx
Sandra Mazo
Coordinadora Católicas por el Derecho a Decidir (CDD) Colombia
Católicas por el Derecho a Decidir y su relación con el feminismo En otras palabras… no. 17 / Dossier | 109
-- El respeto por la diversidad, la diferencia y la pluralidad como necesarias para la realización de la libertad y la justicia. Desde esta perspectiva, la Red de Católicas por el Derecho a Decidir tiene dentro de sus propósitos: -- Crear espacios de reflexión ético-religiosa en una perspectiva ecuménica, desarrollando diálogos públicos tanto en las sociedades como en las iglesias, con respecto a los temas vinculados a la sexualidad, reproducción humana y religión.
Católicas por el Derecho a Decidir es una red latinoamericana, constituida como un movimiento autónomo de personas católicas comprometidas con la búsqueda de la justicia social y el cambio de patrones culturales y religiosos vigentes en las sociedades. Promueve los derechos de las mujeres, especialmente los que se refieren a la sexualidad y la reproducción humana. Lucha por la equidad en las relaciones de género y por la ciudadanía de las mujeres, tanto en la sociedad como al interior de las iglesias. En esencia, este movimiento de mujeres es una construcción colectiva que trabaja de manera democrática y participativa. Las principales afirmaciones de la Red Latinoamericana de Católicas por el Derecho a Decidir son: -- El derecho de las mujeres a la autonomía y el control sobre su propio cuerpo y la vivencia placentera de su sexualidad, sin ninguna distinción de clase, raza/ etnia, credo, edad y opción sexual. -- La capacidad moral de mujeres y hombres para tomar decisiones serias y responsables sobre sus vidas, y en particular en lo que se refiere a la sexualidad y la reproducción humana. -- El pensamiento teológico que reconoce la validez moral de las decisiones tomadas por las mujeres en el campo reproductivo, desculpabilizando a las mismas, incluso cuando deciden abortar.
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-- Profundizar el debate con relación a la interrupción voluntaria del embarazo, ampliando la discusión en sus aspectos éticos, médicos y legales. -- Influir en la sociedad para que reconozca el derecho que tienen las mujeres a una maternidad libre y voluntaria, con el propósito de disminuir la incidencia del aborto y la mortalidad materna. -- Luchar por la despenalización y legalización del aborto. -- Sensibilizar e involucrar a la sociedad civil, particularmente a los grupos que trabajan con servicios de salud sexual y reproductiva, educación, derechos humanos, medios de comunicación y legisladores, sobre la necesidad del cambio de patrones culturales vigentes en las sociedades. Las principales exigencias de la Red Latinoamericana de Católicas por el Derecho a Decidir son las siguientes: -- El cumplimiento de los compromisos contraídos por los Estados en las conferencias mundiales organizadas por las Naciones Unidas, realizadas en el Cairo (1994) y Beijing (1995). -- La implementación de programas de educación sexual desde la perspectiva de los derechos sexuales y reproductivos. -- La implementación de leyes, políticas públicas y servicios de salud accesibles y de calidad, que garanticen a todas las mujeres, especialmente a las mujeres más pobres, el efectivo goce de su salud sexual y reproductiva.
En este marco de ideas, fundamentalmente las Católicas por el Derecho a Decidir: -- Queremos que las mujeres ejerzamos nuestros derechos sexuales y derechos reproductivos para lograr una plena ciudadanía en la sociedad y en las iglesias, y que éstas escuchen, respeten y reconozcan nuestra capacidad moral para tomar decisiones éticas. -- Promovemos los derechos de las mujeres desde una perspectiva ética, con una teología católica y feminista, especialmente los que se refieren a la sexualidad y la reproducción humana a través de los espacios de reflexión y acción que influyan en la sociedad y en las iglesias, en alianza con las diferentes expresiones del movimiento social latinoamericano y global. -- Ofrecemos y difundimos argumentos desde esta perspectiva que ayuden a sustentar el derecho a decidir, a la libertad de conciencia, al reconocimiento de la diferencia, la pluralidad y la diversidad.
Lo anterior sintetiza el pensamiento político y el quehacer feminista de Católicas por el Derecho a Decidir en América Latina, lo que sin lugar a dudas constituye un ejercicio de reivindicación de los derechos humanos, la justicia integral, la autonomía e independencia de los pueblos y la diversidad étnica y cultural, visibilizando los derechos de las mujeres, pero muy especialmente los derechos sexuales y reproductivos, ya que lastimosamente aún en pleno siglo XXI asistimos a visiones fundamentalistas y anacrónicas, representadas en estructuras de poder político y religioso, presididos en su mayoría por hombres que pretenden perpetuar el control de la vida, la salud, el cuerpo, las decisiones y los deseos de las mujeres, como si fuéramos “menores de edad”(desde una visión kantiana). A muchas personas les inquieta sobremanera nuestra identidad católica y feminista, debido a la profunda ruptura de los movimientos feministas con la religión y sus estructuras de poder. Para nosotras, este binomio
Fuente: Mi cuerpo es mío, Soñé que soñaba. María Cristina Suaza Vargas.
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identitario ha despertado significativos sentidos y grandes retos, ya que como parte activa de una comunidad de fe, como lo es la católica, participamos vivamente en la reflexión, debate y construcción de paradigmas diferentes con respecto al papel que debe desempeñar la mujer en nuestra iglesia; de igual manera, durante nuestro proceso de fortalecimiento y búsqueda de sentido colectivo como red latinoamericana, nos hemos convertido en la voz de miles de voces de hombres y mujeres pertenecientes a la Iglesia católica que desearían una postura diferente, abierta, de cara a la participación e inclusión de su feligresía con respecto a temas que competen a nuestras vidas, nuestras creencias, nuestras conciencias, nuestra cultura y en general a nuestro ser. Por ello, hoy más que siempre, reafirmamos nuestro espíritu católico liberador, resaltando el papel de hombres y especialmente de mujeres que han hecho parte de esta iglesia, y que silenciadas, estigmatizadas y amenazadas han luchando incansablemente por la recuperación de un Dios solidario, amigo, comprensivo y comprometido especialmente con las causas justas. Eso somos las Católicas por el Derecho a Decidir, un colectivo de mujeres que soñamos con una iglesia distinta, cercana, coherente y consecuente, capaz de entender de manera comprensiva que las mujeres somos sujetos de derecho, ciudadanas, personas con múltiples capacidades para desarrollarnos en todos los ámbitos de la vida política, social, cultural, económica, religiosa, pública y privada. Buscamos la posibilidad de establecer diálogos interreligiosos en los cuales las iglesias reconozcan que la sexualidad es un aspecto fundamental que nos identifica como seres humanos, que la maternidad no es nuestro único y primordial destino, que ser madres debe ser un acto deseado, amoroso, responsable y consiente, y que decidir no serlo constituye una determinación ética, moral y muy respetable. De este modo, el ser católicas no se yuxtapone del ser feministas. Por el contrario, nosotras nos oxigenamos y retroalimentamos con esta doble identidad, ya que
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nuestras demandas de transformación en la estructura de la Iglesia católica fundamentalmente reivindican los derechos de las mujeres, la construcción de una teología con mirada de mujer y, en general, reclaman una iglesia coherente y consecuente con el devenir de los tiempos. De igual forma, hacemos parte del movimiento nacional e internacional de mujeres, participamos con entusiasmo, compromiso y con mucha conciencia de todas las gestas libertarias, justas y transformadoras de las mujeres en el mundo. En este sentido, la relación Católicas y Feministas nos reafirma en los sueños, en las búsquedas colectivas, en nuestras esencias como mujeres, en la utopía, en subvertir estructuras de poder que desde formas represivas y retardatarias pretenden condenarnos a la culpa, al miedo, al silencio y a la infelicidad. Por eso, creemos que otro dios/diosa es posible, y todos los días levantamos nuestro vuelo y nuestras voces para decirle al mundo, y especialmente a los fundamentalistas de todos los signos y colores, a los representantes del pensamiento único, a los misóginos y a todos aquellos que se rehúsan al cambio, a la justicia, a la libertad, a la dignidad y a la alegría, que las Católicas por el Derecho a Decidir no descansaremos hasta hacer realidad un mundo, una sociedad, una iglesia y una humanidad equitativa, incluyente, participativa y respetuosa de los derechos, especialmente de nuestros derechos. En fin, Católicas por el Derecho a Decidir interpela las estructuras de poder patriarcal y a sus oferentes de rituales opresivos y fundamentalistas, al tiempo que comparte y cumple el sueño feminista de construir sociedades donde mujeres y hombres sean titulares de derechos, en plenitud de igualdad y oportunidades y con garantías para su realización efectiva. La igualdad, la libertad y la dignidad de las personas aún está por alcanzarse y trabajamos denodadamente por hacerlo realidad, también con poesía, con bohemia, con ternura, con decisión y fortaleza, no obstante estos tiempos de tribulación autoritaria que amenazan consumirnos.
Nadia López
Socióloga feminista Magíster en Estudios Políticos
Breve historia del concepto de la violencia basada en el género1 1 Extracto del documento elaborado por Nadia López Téllez para el Programa Integral contra Violencias de Género del Fondo para el Logro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (MDG), en el marco de la consultoría para la construcción de un marco conceptual para el levantamiento de la línea de base sobre Tolerancia Social y Tolerancia Institucional de la Violencia Basada en el Género.
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La “violencia basada en el género” es una categoría analítica moderna que entró al universo epistemológico gracias a los cambios sociales contemporáneos. En la medida en que es el producto de las luchas históricas de las mujeres, esta categoría reviste un carácter político y a la vez ha ido perfilando también un rol técnico en los análisis médicos, sociológicos y psicológicos. Su creciente utilización en las literaturas política, filosófica y jurídica obedece a una trasformación social que ha permitido ver e interpretar las agresiones, los actos crueles, la dominación y el sometimiento de las mujeres de acuerdo con los nuevos paradigmas de relaciones entre los géneros y con los cambios en los roles de las mujeres a finales del siglo XX. Los análisis basados en la perspectiva de género han aportado elementos de comprensión de los fenómenos sociales, que permiten evidenciar la manera en que los arreglos políticos, las prácticas ciudadanas y las instituciones sociales se encuentran signadas por las formas como cada sociedad distribuye el poder con base en las jerarquías sexuales culturalmente establecidas. Desde este nuevo marco de comprensión ha emergido un nuevo universo de análisis destinado al conocimiento, pero sobre todo a la visibilización de una violencia que ha afectado a las mujeres a lo largo de la historia de la humanidad, pero que comienza a hacerse visible solo en tiempos recientes.
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El campo de estudio de la violencia entre los seres humanos ha sido clarificado, diversificado y nutrido por los análisis de la violencia contra las mujeres. Las investigaciones desarrolladas en el siglo XX han evidenciado la violencia contra las mujeres en las sociedades antiguas como un fenómeno constante, exaltado por los códigos del honor, de la clase social, de la propiedad familiar, regulado desde las costumbres y naturalizado como una práctica aceptable. Asimismo, los aportes a la epistemología de la violencia han evidenciado que las agresiones contra las mujeres no son exclusivas de las sociedades ancestrales y que a pesar de los logros obtenidos por las mujeres en materia de ciudadanía formal en algunas latitudes, esta violencia continúa siendo uno de los fenómenos más difundidos en el mundo contemporáneo. De la misma manera, otra contribución de los estudios sobre violencia de género ha sido la demostración empírica de la etiología de la violencia en las relaciones de poder históricamente desiguales entre hombres y mujeres. A través de los esfuerzos de los movimientos de mujeres, se ha logrado denunciar la existencia en pleno inicio del siglo XXI de una violencia generalizada en prácticamente todas las sociedades del mundo, que tiene diferentes expresiones, diferentes características y diferentes abordajes. Entre las violencias más visibles se encuentran la violencia psicológica, la violencia física y la violencia sexual. Y entre los ámbitos más comunes de victimización se encuentran la pareja, la familia, la comunidad cercana, la escuela, el trabajo y el espacio público. De acuerdo con el estudio multicéntrico elaborado por la Organización Mundial de la Salud en 10 países en 2004: “El porcentaje de mujeres que habían tenido pareja alguna vez y que habían sufrido violencia física o sexual, o ambas, por parte de su pareja a lo largo de su vida, oscilaba entre el 15% y el 71%, aunque en la mayoría de los entornos se registraron índices comprendidos entre el 24% y el 53%. Las mujeres japonesas eran las que habían experimentado menos violencia física o sexual, o ambas, inflingida por su pareja, mientras que el mayor número de experiencias violentas se registraba en entornos provinciales (fundamentalmente de población rural) en Bangladesh, Etiopía, Perú y la República Unida de Tanzania. Sin embargo, incluso en Japón, cerca del 15% de las mujeres que habían tenido pareja
Fuente: Archivo fotográfico, Soñé que soñaba. María Cristina Suaza Vargas.
alguna vez declaró haber sido objeto de violencia física o sexual, o ambas, en algún momento de su vida. En el último año, los porcentajes de mujeres que habían sido víctimas de violencia a manos de su pareja oscilaban entre un 4% en Japón y en Serbia y Montenegro y un 54% en Etiopía”2 .
Contrario a la creencia general, este estudio demostró que el lugar más común de victimización es la familia y que los principales agresores son familiares y conocidos. En Colombia, la Encuesta Nacional de Demografía y Salud del año 2005 muestra que aproximadamente dos de cada cinco mujeres han sido violentadas físicamente por su compañero o ex compañero y dos de cada tres lo han sido psicológicamente. Esta encuesta mostró que el 12% de las mujeres han sido violadas por su compañero o ex compañero y el 6% por una persona distinta a este3. Los datos del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses muestran que por lo menos una mujer muere cada seis días a manos de su pareja o ex pareja
2 Organización Mundial de la Salud. Estudio multi-país sobre la salud y la violencia doméstica contra las mujeres. Resumen del Informe. Versión en español, p. 23. En: http://www.who.int/gender/violence/who_ multicountry_study/summary_report/summaryreportSpanishlow.pdf 3 Encuesta Nacional de Demografía y Salud 2005. En: http://www. profamilia.org.co/encuestas/00resumen/02periodistico.htm
en Colombia, y la violencia conyugal ha sido estimada como la primera causa de muerte entre mujeres en edad reproductiva por el Ministerio de la Protección Social. El conflicto armado ha impactado también la violencia contra las mujeres. Aunque se desconocen los datos reales de victimización de mujeres en este escenario, se sabe que el 58% de la población desplazada (cerca de 4 millones de personas) está constituida por mujeres. La Mesa de Mujer y Conflicto Armado ha denunciado el uso de la violencia sexual contra las mujeres como arma de guerra entre todos los actores armados: paramilitares, guerrillas y agentes estatales. Los análisis más contemporáneos de la violencia contra las mujeres se han preguntado por las razones que explican una violencia específica que se produce contra las mujeres y han intentado ubicar la etiología de la violencia de acuerdo a su comportamiento victimológico, su prevalencia específica en determinados ámbitos, el carácter del daño que produce y los perfiles de los victimarios, entre otros énfasis4. 4 La reconstrucción histórica del proceso de visibilización que ha experimentado el concepto de violencia de género se realiza con base en la documentación realizada por las autoras Esperança Bosch Fiol, Victòria A. Ferrer Pérez, Aina Alzamora Mir y por los documentos elaborados por el Sistema de Naciones Unidas al respecto.
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Las autoras Esperança Bosch Fiol, Victòria A. Ferrer Pérez y Aina Alzamora Mir explican en su libro El laberinto patriarcal cómo el concepto de violencia contra las mujeres tiene un origen histórico en las luchas de las feministas del siglo XIX, e identifican como arranque histórico de este concepto la publicación en 1825 del libro La demanda de la mitad de la raza humana, de William Thompson y Anna Wheeler, en el que se comparaba la situación de las mujeres en el matrimonio con la esclavitud. Mencionan, además, el trabajo de la feminista Frances Power Cobbe en 1860 y 1870, quien en compañía de sus colaboradoras feministas que trabajaban en escuelas populares documentó experiencias de mujeres víctimas de violencia e identificó lo extendido que estaba el comportamiento violento masculino para denunciarlo en algunas publicaciones. Gracias a su trabajo se obtuvo la primera ley que contenía mandatos de separación para cónyuges violentos5. Estas autoras reseñan también la obra de Flora Tristán, quien fue sobreviviente de un intento de homicidio por parte de su cónyuge y en su obra Unión Obrera de 1843 menciona la disparidad sexual como origen de la violencia6. Bosch, Ferrer y Alzamora concluyen que la conciencia sobre la relación entre violencia y diferencias de género estaba presente desde las activistas del siglo XIX, con reivindicaciones claras sobre esta problemática: “Las feministas del siglo XIX ya consideraban lo que ellas denominaban la brutalidad masculina como una cuestión candente e iniciaron la lucha por el reconocimiento del problema, por la instauración de reformas legales y por el establecimiento de medidas de apoyo para las víctimas”7. Sin embargo, las autoras consideran que las agendas centradas en otros temas como los derechos civiles y el derecho a la educación aplazaron la lucha feminista directa contra la violencia hasta el siglo XX. En la década de 1960, las feministas lograron reposicionar en el debate la violencia desde un marco de interpretación basado en el poder. Siguiendo a Bosch, Ferrer y Alzamora, fue en el Tribunal Internacional de
5 Esperança Bosch Fiol, Victòria A. Ferrer Pérez, Aina Alzamora Mir. El Laberinto Patriarcal. Libros de la Revista Anthropos. España: Ministerio del Trabajo y Asuntos Sociales, Instituto de la Mujer, 2006, p. 92. 6 Bosch y otros. Ob. cit., p. 92. 7 Bosch y otros. Ob. cit., p. 92.
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Delitos contra la Mujer, en 1976, en donde al discutir sobre temas como la mutilación genital, el abuso sexual y la violación se encontró que más allá de un acto individual de agresión de los hombres frente a las mujeres, la violación sexual es un acto que permite a los hombres afianzar el poder sobre las mujeres8. De esta reunión se derivaron las agendas de trabajo frente a esta forma de violencia: visibilización, cambios legislativos, ayudas a las víctimas en varios países de Europa9: “En la década del 1970, la violencia contra las mujeres en la pareja comenzó a denunciarse de forma específica como problema y nació en Inglaterra el movimiento de mujeres maltratadas con el establecimiento de una primera casa de acogida en 1971, que fue seguida por la apertura de una segunda en Holanda en 1974 y luego por muchas más en Estados Unidos”10. Estos hechos sentaron las bases para que el activismo feminista se centrara en presionar a los gobiernos para el logro de sanciones en esta materia, creara servicios de atención a las víctimas en 1980 y lograra impactar los escenarios gubernamentales y supranacionales a partir de esta década11. La movilización política de las mujeres en todo el mundo fue elevando progresivamente el perfil de la problemática, evidenciándola como una consecuencia de la discriminación y como expresión de la violación de derechos humanos de las mujeres. Las organizaciones y movimientos de mujeres en el mundo fueron captando progresivamente la atención internacional, hasta que en la década destinada por las Naciones Unidas para la Mujer (1975 a 1985) se logró una creciente escucha de las entidades multilaterales y se generaron espacios de articulación entre las organizaciones sociales, las agencias de cooperación y los Estados para tratar el problema12: “Las primeras iniciativas encaminadas a abordar la violencia contra la mujer a nivel internacional estuvieron 8 Bosch y otros. Ob. cit., p. 93. 9 Bosch y otros. Ob. cit., p. 93. 10 Jiovaní y otros (1994), Pagelow (1997), citadas por Bosch y otros. Ob. cit., p. 93. 11 Bosch y otros. Ob. cit., p. 93. 12 Asamblea General de Naciones Unidas. Estudio al Fondo del Secretario General de las Naciones Unidas sobre todas las formas de Violencia contra las Mujeres, 2006.
centradas principalmente en la familia. El Plan de Acción Mundial para la promoción de la mujer, adoptado en la Conferencia Mundial del Año Internacional de la Mujer, celebrada en 1975 en México D.F., señaló a la atención la necesidad de programas educacionales y medios para resolver los conflictos familiares que garantizaran la dignidad, la igualdad y la seguridad a cada uno de los miembros de la familia, pero no se refirió explícitamente a la violencia. En cambio, en el Tribunal paralelo de organizaciones no gubernamentales que sesionó en México D.F., y el Tribunal Internacional sobre los Crímenes contra la Mujer, que sesionó en Bruselas en 1976, se pusieron de relieve muchas otras formas de violencia contra la mujer”13.
Los primeros logros en materia de legislación internacional se obtuvieron en la década de los ochenta, cuando se aprobó la primera resolución en la que se mencionaba la violencia contra las mujeres y la niñez en las familias y la necesidad de adoptar medidas para contrarrestarla (Conferencia Mundial del Decenio de las Naciones Unidas para la Mujer celebrada en Copenhague)14. En la Tercera Conferencia Mundial sobre la Mujer en Nairobi (1985), donde se habló de prevención, asistencia y medidas jurídicas, ampliaron las formas y manifestaciones de violencia, incluyendo la prostitución forzada, los conflictos armados y la trata, entre otros aspectos, y se reconoció que la violencia constituía un obstáculo para el logro de los objetivos de igualdad, desarrollo y paz (objetivos de la Década para la Mujer), y se relevó la importancia de elevar la conciencia pública de la violencia como un problema social15. En tanto que los Estados, impulsados por organismos de Naciones Unidas, avanzaban en la creación de leyes para contrarrestar la violencia intrafamiliar, los movimientos de mujeres se ocupaban de posicionar la violencia contra las mujeres como violación de los derechos humanos: “A comienzos del decenio de 1990, los esfuerzos del movimiento de las mujeres por obtener el reconocimiento de la violencia contra la mujer como una cuestión de derechos humanos adquirieron un gran impulso. Para la Conferencia Mundial de Derechos
13 Asamblea General de Naciones Unidas. Ob. cit., p. 16. 14 Asamblea General de Naciones Unidas. Ob. cit., p. 16. 15 Asamblea General de Naciones Unidas. Ob. cit., p. 16.
Humanos celebrada en Viena en 1993, las mujeres se organizaron en grupos e hicieron intensas gestiones a nivel mundial y regional para redefinir la delimitación del derecho de los derechos humanos a fin de incluir las experiencias de las mujeres. Presentaron a los delegados que participaron en la conferencia casi medio millón de firmas de 128 países, reclamando que se reconociese a la violencia contra la mujer como una violación de los derechos humanos de las mujeres, y organizaron un tribunal mundial ante el cual se presentaron, en un marco de derechos humanos, testimonios de mujeres, en particular casos de violencia de todas partes del mundo16.
Con estos antecedentes, la violencia se fue posicionando como eje temático tanto en la agenda internacional como en las legislaciones internas de los países. Los instrumentos que se fueron creando y ratificando por los Estados para la protección de los derechos de las mujeres fueron incorporando progresivamente mandatos relativos a la violencia contra las mujeres. La Declaración para la Eliminación de todas las Formas de Discriminación sobre la mujer de 1979 no incluyó explícitamente el tema de la violencia, no obstante los desarrollos posteriores del Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la mujer, creado para hacer seguimiento a dicha declaración, han explicitado de manera reiterada que las violencias constituyen una de las formas de discriminación “por motivos de género y que la discriminación es una de las causas principales de dicha violencia”17. La Declaración de Naciones Unidas sobre la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, producida en 1993, nombró por primera vez públicamente en el ámbito de la comunidad internacional la violencia contra las mujeres como “una manifestación de relaciones de poder históricamente desiguales entre el hombre y la mujer, que han conducido a la dominación de la mujer y a la discriminación en su contra por parte del hombre e impedido el adelanto pleno de la mujer, y que la violencia contra la mujer es uno de los mecanismos sociales
16 Asamblea General de Naciones Unidas. Ob. cit., p. 17. 17 Asamblea General de Naciones Unidas. Ob. cit., p. 17.
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fundamentales por los que se fuerza a la mujer a una situación de subordinación respecto del hombre”18. La Declaración es el documento que por excelencia plantea a nivel normativo el inicio del reconocimiento de la Violencia Basada en el Género como una prioridad en la agenda de la eliminación de la discriminación contra las mujeres y el logro de la igualdad. Este instrumento sentó las bases para demandas subsecuentes en esta materia a nivel de los Estados y los organismos internacionales, planteó la complejidad y universalidad de la violencia contra las mujeres en el mundo y elevó la jerarquía de esta problemática a un asunto del primer orden al señalar la responsabilidad de los Estados como competentes en su eliminación y prevención: “Como señaló Noeelen Heiser en su calidad de directora ejecutiva de Unifem durante el foro mundial contra la violencia hacia las mujeres, celebrado en Valencia en noviembre del 2000, esta declaración marcó un hito histórico por tres razones básicas: a) en primer lugar, porque colocó a la violencia contra las mujeres en el marco de los derechos humanos, explicitando que estas tienen derecho de disfrutar de los derechos y libertades fundamentales y a que estos sean protegidos y que las diferentes formas de violencia contra las mujeres son violaciones de derechos humanos, es decir, se reconoció de forma explícita sin ambages que los derechos de las mujeres son derechos humanos, que la violencia ejercida contra las mujeres por el hecho de serlo es una violación de los derechos humanos. b) En segundo lugar, porque amplió el concepto de violencia contra las mujeres incluyendo tanto la violencia física, psicológica o sexual como las amenazas de sufrir violencias, y tanto en el contexto familiar como en el Estado. De este modo, las diferentes formas de violencia contra las mujeres quedaron claramente incluidas dentro de la definición que se constituye como marco general para su análisis. c) En tercer lugar, porque resaltó que es una forma de violencia basada en el género, de modo que el factor de riesgo para padecerla es precisamente ser mujer19.
18 Asamblea General de Naciones Unidas. Declaración sobre la eliminación de todas las formas de discriminación hacia las mujeres. http://www.unhchr. ch/huridocda/huridoca.nsf/(symbol)/a.res.48.104.sp?opendocument, Resolución de la Asamblea General 48/104 del 20 de diciembre de 1993. 19 Bosch y otros. Ob. cit., p. 94.
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A las dos declaraciones internacionales siguió una serie de instrumentos y acciones en el ámbito internacional, como la designación de una Relatora Especial sobre violencia contra las mujeres, sus causas y consecuencias, en 1994, cargo que continúa vigente y produciendo informes periódicos ampliamente difundidos20. Asimismo, la declaración y la Plataforma de Acción de Beijing, que insistió sobre la imposibilidad de las mujeres de disfrutar de los derechos humanos al ser víctimas de violencia y adoptó como una de sus 12 esferas de acción urgente la relativa a la intervención de la violencia contra las mujeres21. En América Latina y específicamente en Colombia, la actividad en torno a esta problemática comenzó en la década de los ochenta con la reactivación del movimiento feminista. En el Primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe (1981), en Bogotá, el tema de la violencia fue discutido y se definió adoptar el 25 de noviembre como el día para la lucha simbólica contra la violencia sobre las mujeres. Solo hasta la década de los noventa, después de la adopción de una nueva Constitución Política no confesional en 1991, las feministas colombianas encontraron el marco social y político que les permitió ampliar las reivindicaciones por los derechos y buscar normas que protegieran a las mujeres frente a la violencia. Durante esta década, Colombia avanzó tímidamente en el reconocimiento de la problemática de violencia contra las mujeres. La primera ley que se logró en esta materia se refería a la violencia intrafamiliar (1996) y no señalaba específicamente a las mujeres como principales víctimas. Asimismo, las leyes que sancionan la violación sexual y eliminan la opción del agresor de casarse con la víctima como forma de exoneración de responsabilidades datan de 1997. En el nivel regional se suscribió en 1994 la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer (Convención de Belém do Pará), que sirvió a las activistas americanas para
20 Asamblea General de Naciones Unidas. Estudio a Fondo del Secretario General… Ob. cit., pp. 19-20. 21 Asamblea General de Naciones Unidas. Estudio a Fondo del Secretario General… Ob. cit., pp. 19-20.
exigir a sus Estados la armonización de las legislaciones internas con los mandatos de carácter internacional proferidos en esta y las declaraciones universales. En este punto, resulta importante destacar que la Convención Interamericana recordó el carácter violatorio de los derechos humanos de la violencia contra las mujeres e incorporó una serie de obligaciones de los Estados de modificar los patrones socioculturales que se basen en la premisa de la superioridad o inferioridad de los géneros o “en los papeles estereotipados para el hombre y la mujer que legitimizan o exacerban la violencia contra la mujer”22, incluyó en esta materia el trabajo en los niveles educativos formales, informales y con los medios de comunicación. Este instrumento definió además las responsabilidades de protección y atención a las víctimas y sus hijos e hijas. En la década de 2000, los avances han sido mucho más evidentes y significativos. El movimiento feminista y el movimiento de mujeres se ha expandido y consolidado en todo el país, en parte debido a la violencia del conflicto armado que ha generado una presión por la organización social para la sobrevivencia, en especial en las mujeres. Este hecho, aunado a los desarrollos de carácter internacional, el acceso masivo de las mujeres a la educación y el mercado de trabajo han favorecido una mayor visibilización de la violencia y el crecimiento de la acción de las mujeres organizadas frente a la misma. Asimismo, la presencia de agentes estatales cada vez más interesadas e interesados en el tema, en particular de algunas femócratas23, permitió avanzar en la construcción de una institucionalidad que progresivamente se ha ido preocupando por la atención de las víctimas. Durante la década del 2000, en el ámbito internacional, ha continuado la expansión de mecanismos de protección internacional de las mujeres, tales como las resoluciones 1325 (2000) y 1820 (2008) del
22 Asamblea General de la Organización de Estados Americanos. Convención interamericana para Prevenir, Sancionar y erradicar la violencia contra la mujer “Convención de Belem do Para” Adoptada y abierta a la firma, ratificación y adhesión por la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos, en su vigésimo cuarto periodo ordinario de sesiones, del 9 de junio de 1994, en Belem do Para, Brasil. Entrada en vigor el 5 de marzo de 1995, de conformidad con el artículo 21. 23 Término utilizado en la literatura feminista para denotar un rol particular de funcionarias de instituciones del Estado comprometidas con la promoción y garantía de los derechos de las mujeres.
Consejo de Seguridad de Naciones Unidas24, relativas a las mujeres, la paz, la violencia sexual y la seguridad, las cuales permitieron visibilizar la victimización particular de las mujeres en los conflictos armados y la necesidad de brindarles una protección específica y sancionar a los agresores. Asimismo, se ha incrementado la lucha contra las distintas formas de violencia contra las mujeres como la mutilación genital femenina, la trata de mujeres, la esclavitud, el acoso sexual y la tortura sexual. La intensa actividad de los movimientos de mujeres ha permitido expandir los marcos normativos nacionales y regionales y ha favorecido la creación de programas de intervención en los sectores de salud, justicia y en menor medida en el de educación. En años recientes, los esfuerzos se han centrado en el logro de marcos normativos integrales que reconozcan la complejidad de la violencia contra las mujeres en sus diferentes ámbitos y manifestaciones y comprometan la acción de todos los sectores sociales y del Estado en la superación del fenómeno. En España, en 2004, se emitió la Ley Integral contra las Violencias de Género, que reconoce el origen cultural de esta violencia en la posición social subordinada de las mujeres. En el año 2005, en México se aprobó la Ley General que crea el Sistema Nacional de Prevención, Protección, Asistencia y Erradicación de la Violencia contra las Mujeres y las Niñas. En Colombia, en el año 2008, se emitió la Ley 1257 “por la cual se dictan normas de sensibilización, prevención y sanción de formas de violencia y discriminación contra las mujeres”, un avance importante en la lucha contra este fenómeno, en la medida en que por primera vez en el país un instrumento legislativo reconoció expresamente los derechos de las mujeres como derechos humanos, amplió los tipos de violencia sancionados, comprometió a los diversos actores sociales en la prevención y generó nuevas medidas de atención a las víctimas. La definición de violencia utilizada por esta ley permite entender los diferentes ámbitos donde se
24 Asamblea General de Naciones Unidas. Estudio a Fondo del Secretario General… Ob. cit., pp. 19-20.
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produce la violencia, los posibles daños y los métodos de su ejercicio:
Libros de la Revista Anthropos. España: Ministerio del Trabajo y Asuntos Sociales, Instituto de la Mujer.
“Por violencia contra la mujer se entiende cualquier acción u omisión, que le cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual, psicológico, económico o patrimonial por su condición de mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, bien sea que se presente en el ámbito público o en el privado. Para efectos de la presente ley, y de conformidad con lo estipulado en los Planes de Acción de las Conferencias de Viena, Cairo y Beijing, por violencia económica se entiende cualquier acción u omisión orientada al abuso económico, el control abusivo de las finanzas, recompensas o castigos monetarios a las mujeres por razón de su condición social, económica o política. Esta forma de violencia puede consolidarse en las relaciones de pareja, familiares, en las laborales o en las económicas”25.
Encuesta Nacional de Demografía y Salud 2005. En: http://www.profamilia.org.co/encuestas/00resumen/0 2periodistico.htm
Este cambio normativo de reciente aparición en el país marca una nueva pauta en la ruta por la visibilización y el cambio cultural frente a esta forma de violencia altamente prevalente en el territorio colombiano, que se ha intentado denunciar desde las últimas décadas del siglo XX, y que lentamente ha comenzado a ser escuchada y abordada por las instituciones del Estado y en menor medida por la sociedad en general.
Bibliografía Asamblea General de Naciones Unidas. Estudio al Fondo del Secretario General de las Naciones Unidas sobre todas las formas de Violencia contra las Mujeres. 2006. Bosch Fiol, Esperança; Ferrer Pérez,Victòria A., y Alzamora Mir, Aina (2006). El Laberinto Patriarcal.
25 República de Colombia, Congreso de Colombia, Ley 1257 “por la cual se dictan normas de sensibilización, prevención y sanción de formas de violencia y discriminación contra las mujeres, se reforman los Códigos Penal, de Procedimiento Penal, la Ley 294 de 1996 y se dictan otras disposiciones, p. 1.
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Molas Font, María Dolores (comp.) (2007). Violencia Deliberada. Las raíces de la violencia patriarcal. Barcelona: Icaria, pp. 223- 240. Organización Mundial de la Salud, Estudio multipaís sobre la salud y la violencia doméstica contra las mujeres. Resumen del Informe. Versión en español, p. 23. En: http://www.who.int/gender/violence/ w h o _ mu l t i c o untr y _ s t u d y / s umma r y _ r e p o r t / summaryreportSpanishlow.pdf Organización Panamericana de la Salud. Informe Mundial sobre Violencia y Salud 2003. Publicación científica y técnica número 588, pp. 109 – 110. Organización Panamericana de la Salud. Investigaciones en Salud Pública, Documentos Técnicos, Pamela Orpinas ¿Quién es violento? Factores asociados con comportamientos agresivos en ciudades seleccionadas de América Latina y España Proyecto Activa. En: http:// www.paho.org/spanish/hdp/hdr/serie03composite.pdf Segato, Rita Laura (2003). Las estructuras elementales de la violencia. Ensayos sobre género entre la antropología, el psicoanálisis y los derechos humanos. Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmes - Editorial Prometeo. Universidad Nacional de Colombia. Grupo Mujer y Sociedad. Florence Thomas (1991). Mujer, Amor y Violencia, Nuevas Interpretaciones de Antiguas realidades. Bogotá: Tercer Mundo, pp. 89 a 111.
Florence Thomas
Psicóloga. Profesora titular (p) Universidad Nacional de Colombia Coordinadora Grupo Mujer y Sociedad
Cómo me volví feminista:
un homenaje al Grupo Mujer y Sociedad1
1 Partes de este texto se encuentran en “Florence Thomas, género: femenino. Un ensayo autobiográfico” Aguilar, 2003.
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dos guerras mundiales. Y, desde que llegué a Colombia en 1967, la guerra y sus estragos siguen presentes y continúan sustentando gran parte de mi manera de ser feminista. Viviendo en Colombia, no hay manera de escapar de esta pesadilla guerrerista que tiene unos efectos muy concretos y muy dolorosos sobre la vida de las mujeres.
Tal vez lo que sintetizaría mejor el porqué y el cómo de mi feminismo se encuentra en el Manifiesto Feminista que escribí para el 8 de marzo de 2008. También, muchas razones de mi feminismo se encuentran en otro texto que ya tiene unos 5 ó 6 años, titulado “Utopía: una fonética con sabor a mujer”, publicado en la revista Palimpsesto (No. 4, Bogotá, 2004) de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional. Y, por supuesto, en mis libros y muy particularmente en ese ensayo autobiográfico Florence Thomas, Género: femenino (Aguilar, 2003), así como en Conversaciones con Violeta (Aguilar, 2006) y Florence de la A a la Z (Aguilar, 2008). Igualmente, de muchos artículos y columnas de El Tiempo se pueden extraer razones de mi feminismo. Aun cuando el feminismo de mis 35 ó 40 años no es exactamente el de hoy. No es el mismo, y sin embargo hay algo que sigue muy fuertemente presente en mi manera de ser feminista, bien sea cuando tenía 35 años, bien sea con mis 66 años a cuestas… y es una firme creencia en la posibilidad de otros mundos posibles. Eso es tal vez lo que define mejor el porqué de mi feminismo. Soñar con otros mundos posibles desde un ser mujer, desde un cuerpo de mujer y desde una situación de mujer. Habría que añadir también otro elemento que alimenta sin cesar esta utopía mía y es el hecho de haber nacido en 1943 en Normandía (Francia), en plena segunda guerra mundial, y haber sido alimentada de historias de guerra. La generación de mis padres vivió
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Ahora bien, en este escrito escogí hablar de mi feminismo desde el Grupo Mujer y Sociedad, sin el cual no sería la mujer que soy hoy. Es con este grupo, que nació al lado del Jardín de Freud de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia, que me volví feminista. Con solo unas cinco o seis mujeres en sus primeros meses y 10 a 12 hoy, 25 años después, el grupo que debía llamarse Grupo Lillith –se llamó Grupo Mujer y Sociedad por razón puramente académica– fue ese calido útero que me cambió la vida. Que la cambió a todas nosotras. En este grupo supe que podíamos soñar con otros mundos posibles; gracias al trabajo colectivo entendí mis anhelos de paz y de no violencia tanto en los espacios privados como en los públicos. Desde el principio, todas éramos mujeres de ciencias sociales, docentes de la Universidad y todas, de alguna manera y por diferentes razones, necesitábamos con urgencia respuestas vitales referentes al sentido de nuestra existencia en cuanto mujeres insertas en un mundo todavía excesivamente patriarcal. Además, aun cuando este motivo no estuviera muy explícito en los inicios del grupo, todas estábamos habitadas por el deseo de develar los mecanismos sutiles o burdos utilizados por una institución intelectual como nuestra universidad para mantener en su seno, en sus disciplinas y hasta en sus prácticas pedagógicas, tanta dominación masculina. Algunas de nosotras habíamos leído El oficio de sociólogo o Los herederos, de Pierre Bourdieu, y sentíamos la necesidad de entender el modo como se constituía y reproducía tanto poder, tanta jerarquía académica y tanta misoginia en un centro como la Universidad Nacional de Colombia, que se nombraba vanguardia del saber y de las tendencias revolucionarias. Importante precisar que estábamos en los inicios de la década de los ochenta. Y quisiera ahí volver a citar algunas partes de un libro mío que buscan explicar cómo era, cómo se trabajaba y qué se hacía en el Grupo Mujer y Sociedad.
Tendría que decir, ante todo, que los primeros años fueron eufóricos, embriagantes, como supongo le ocurrió a muchos grupos de mujeres en sus inicios. Nos reuníamos con esa disciplina propia de las mujeres cuando se les mete adentro el bicho de la pasión por cambiar el mundo, es decir, en este caso, por cambiarse a sí mismas porque –ya todas lo intuíamos– era una premisa necesaria para cambiar el mundo. Y estábamos conscientes de la pequeña revolución que se generaba cada jueves en los corredores del Departamento de Psicología de la Universidad Nacional. Sin embargo, en estos albores del feminismo, teníamos que caminar prudentemente para poder sobrevivir en semejante jungla patriarcal universitaria. El grupo, quizá sin ser muy consciente de ello, estaba construyendo un espacio no solo académico sobre la cuestión femenina y las grandes teorías feministas del momento, sino vivencial porque nunca descartaría las emociones, el cuerpo y ese fantástico capital humano que representa un colectivo de una docena de mujeres decididas a trabajarse a sí mismas para poder más adelante transmitir sus saberes desde la coherencia interna y la autenticidad de su discurso. Frente a este saber subversivo que encarnaba lo aún no pensado, lo aún no dicho –por lo menos desde la academia colombiana–, fuimos descubriendo que para cambiar a nuestras semejantes
era imprescindible cambiarnos a nosotras mismas. Y lo sigue siendo porque los caminos del cambio, personal y colectivo, son incesantes. Sin embargo, todas no estaban dispuestas a vivir esto. Y lo entiendo. Existen diferentes maneras de ser feministas. Ya nos lo decía Gina Vargas, feminista peruana, amiga nuestra, quien desde ese entonces más de una vez se convertía en maestra para nosotras: “Feminismo ya no en singular sino en plural, expresado de múltiples formas y en múltiples espacios”. Y si hemos aprendido algo en relación con el feminismo es que existen diferentes feminismos y diferentes maneras de asumir el feminismo. Hoy se expande en una red de iniciativas sectoriales y asume una variedad de formas de compromisos. Hoy día coexisten feminismo liberal o de la igualdad, feminismo de la diferencia, feminismo autónomo, feminismo académico y feminismos militantes, cuyas coexistencias y convivencias no son siempre fáciles. Esto lo sabemos hoy, aun cuando en los inicios del Grupo Mujer y Sociedad no era todavía tan claro. Quisiera entonces recordar el camino que seguimos durante los primeros años del grupo, un camino de lecturas, de estudio, de debates y de búsquedas; recordar las autoras, los textos que nos marcaron, que nos generaron eufóricos debates, que desesperaron a
Fuente: Cortesía Florence Thomas.
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algunas de las mujeres que habían estado en las primeras sesiones y quienes decidieron abandonar el grupo pero que siguieron como aliadas nuestras en ocasiones coyunturales. Sigo creyendo que estos primeros años, los cinco primeros tal vez, fueron definitivos para afianzar nuestra agrupación y para arraigar nuestra convicción de estar aportando, a pesar de muchas críticas de compañeros docentes del momento, algo importante en relación con el saber académico que se impartía en la Universidad y muy particularmente en la Facultad de Ciencias Humanas. Y si ser mujer hoy es no reconocerse en lo ya pensado, en los roles prescritos y en las múltiples imágenes distribuidas por los medios de comunicación, si ser mujer hoy es extraviarse y aceptar la incertidumbre como factor de construcción de una nueva identidad, entonces el Grupo Mujer y Sociedad fue el catalizador de la búsqueda particular de cada una de las mujeres que le daba existencia. Gracias a las temáticas abordadas y a la seriedad con la cual las asimilábamos, las discutíamos, las criticábamos o las hacíamos nuestras, cada una de nosotras descubría, de alguna manera, una libertad frente al pensar, al decir, al hacer que no conocía. Poco a poco y a medida que trabajamos los orígenes del patriarcado con los textos de Elizabeth Badinter, de Gerda Lerner y de Riane Eisler –a quien tendríamos la oportunidad de conocer personalmente más tarde, cuando la Universidad la invitó–, o las relaciones del feminismo y del psicoanálisis con Lucía Guerra, Jane Flax, Julia Kristeva, Luce Irigaray, o las angustiantes preguntas sobre la difícil construcción de la femineidad con Christiane Olivier o Silvia Vegetti, entre otras, nos volvíamos capaces de quebrar viejas explicaciones al hacer nuevas preguntas a las grandes tesis de las disciplinas sociales que compartíamos. Descubríamos que la filosofía occidental fue casi totalmente ciega en relación con la diferencia sexual y que el saber tiene sexo, con los bellos textos de Celia Amorós, de Amelia Valcárcel o de las feministas italianas encabezadas por Carla Lonzi –cuya tesis de doctorado en Filosofía se llamó Escupamos sobre Hegel–, o también con los escritos polémicos de las mujeres de la Librería de Mujeres de Milán. La tan famosa expresión de Lacan “la mujer no existe” cobraba nuevos sentidos para nosotras cuando entendíamos que la mujer no existe en cuanto concepto
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universal, sino como realidad biológica, como hembra, como reproductora de la especie, pero nunca con la misma connotación del concepto de hombre que, antes de significar varón o macho, tiene una acepción universal que remite a la humanidad entera. Sí, todas estábamos construyendo una mirada de la sospecha, de una irremediable sospecha epistemológica que nunca más nos dejaría tranquilas, aun cuando cada una de nosotras la asumiría de manera distinta. Pero construimos un lenguaje común, una mirada cómplice de mujeres ilustradas desde su sexo que ya no podría yacer por más tiempo en la indiferencia y en la neutralidad. Conocimos así el largo reino de las diosas madres mucho antes de ese monoteísmo judeo-cristiano cuando un dios único y castigador nos deja huérfanas de diosas y de poder sagrado. Supimos de Ishtar en Mesopotamia, Isis en Egipto, Gaia en Grecia, Cerridwen en Irlanda, Sarasvati en la India; supimos de estas diosas veneradas por todas partes en un largo periodo antes de Cristo y entendimos cómo la instauración de un Dios Padre marcó definitivamente el fin de un periodo de respeto y admiración para las mujeres y probablemente de más armonía y solidaridad entre hombres y mujeres. Llegó el triste tiempo de la mujer sometida al Padre, al marido, al hijo, al Espíritu; fue el tiempo de la victoria del falo sobre los poderes femeninos. Siglos de dominación esperaban entonces a las mujeres desde contextos como el judaísmo, el cristianismo y el islamismo, que sabrían cómo someterlas además de culparlas de haber traído a la tierra la sexualidad, el mal, el pecado y la muerte. Una fantástica operación cultural había transformado a las mujeres de diosas en brujas, de mujeres veneradas en mujeres maléficas. Así, leímos capítulos de este inmenso trabajo de recuperación de la historia de las mujeres bajo la dirección de Georges Duby y Michelle Perrot, para entender en qué contextos históricos se pudieron realizar estos cambios que marcarían tan profundamente la construcción de nuestras identidades. Supimos, entonces, de la difícil construcción de la masculinidad, de los tortuosos y dolorosos caminos de la feminidad y de los avatares de la maternidad en contextos patriarcales tan imponentes. Evocamos y recuperamos poco a poco partes de nuestra historia tanto prehispánica como colonial. Entendimos el devastador efecto de los inicios de la Revolución
Industrial del siglo XIX sobre la constitución de un maternalismo y un facilismo, que debíamos ahora desbancar. Rescatamos del olvido las pioneras que nos precedieron en tiempos mucho más adversos que los que conocimos. Discutimos horas enteras, sesiones enteras sobre la escritura femenina, ilustrando nuestras apasionadas charlas con los textos de Virginia Woolf, Marguerite Duras, Marvel Moreno, Alba Lucía Ángel, Ángeles Mastretta, Luce Irigaray, Helène Cixous, Guiomar Cuesta, y hoy, la extensa obra de Doris Lessing, entre muchas otras. Y sí, nos convencimos de que la escritura de las mujeres pasa por el cuerpo y solo así se vuelve inaugural, porque deja de ser la repetición del discurso paterno, o sea del discurso del amo. Tal vez estábamos descubriendo que los textos femeninos nos acercan más a un sentir que a un saber o un decir; tal vez la escritura femenina tiene algo de más arcaico que la escritura masculina; tal vez porque las mujeres ya no quieren seguir hablando una lengua del exilio, una lengua que las extraña, la lengua del padre a pesar de que todo el mundo la llame lengua materna. Peleando, discutiendo y sobre todo aprendiendo, crecíamos juntas al sentir que la práctica de las relaciones entre mujeres es una herramienta fundamental de transformación del mundo. Existía también a veces el desánimo, la tristeza, la sensación de que los cambios no se daban con la velocidad soñada, deseada... Algunas veces nos olvidábamos de que trabajamos con procesos sociales cuyos cambios tienen su propia dinámica. Pero sabíamos todas que para las mujeres pedir lo imposible se había vuelto posible y que la utopía no era una quimera, sino un laboratorio de ideas. Nos acompañaban las olas del feminismo internacional; nos llegaban noticias esperanzadoras en relación con los resultados de la Década Internacional de la Mujer (1975-1985), nos encontrábamos en una década –los ochenta– muy fructífera en avances legislativos para las mujeres: Colombia ya había firmado por medio de la Ley 51 de 1981 la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra las Mujeres (Cedaw) y se alistaba a participar en las cumbres mundiales y conferencias internacionales en las cuales las mujeres trataban de hacer oír sus voces, como la de Derechos Humanos (Viena, 1993) o de Población y Desarrollo (El Cairo, 1994) y la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijing (1995). En fin, no estábamos solas. Se
oían ecos de los logros del feminismo en muchos países del mundo. Incluso en Colombia, al lado de la Corporación Casa de la Mujer de Bogotá, que fue uno de los primeros grupos feministas en Colombia, cuya fundación se dio algunos años antes del Grupo Mujer y Sociedad. Estaban naciendo ONG, así como distintas organizaciones de mujeres y grupos como el nuestro, en la Universidad del Valle y en la Universidad de Antioquia, y se empezaba a hablar tímidamente de políticas públicas para mujeres en algunas alcaldías del país, bajo la introducción de la perspectiva de género en asuntos del Estado. La nueva Carta Constitucional de 1991 marcó también un hito importante para el feminismo colombiano. A raíz de los debates preparatorios al texto de la nueva Constitución, varios grupos de mujeres se hicieron presentes logrando hacer oír sus voces con el fin de que algunos artículos respondieran a los compromisos y convenios internacionales firmados por Colombia en relación con la discriminación y las formas de violencia en contra de las mujeres, lo cual se logró en unos seis artículos de la nueva Constitución. De este lobby nació la Red Nacional de Mujeres. No, ya no estábamos solas. Y para el Grupo Mujer y Sociedad había llegado también la década de los noventa y había llegado el tiempo de formalizar, de institucionalizar nuestro saber, nuestro inaugural saber con el fin de legar algo a la Universidad, algo que pudiera avanzar ya independientemente del grupo. Claro que cada una de nosotras, desde sus cátedras, sus investigaciones, sus publicaciones y sus espacios de extensión; desde cursos de contextos, seminarios, simposios y encuentros sobre la cuestión femenina, ya habíamos iniciado de alguna manera la institucionalización de esta extraña mirada en nuestras disciplinas particulares. Y si bien es cierto que a finales de esta década teníamos teorías para explicar las formas de opresión que sufren las mujeres, y que en Colombia de alguna manera la perspectiva de género se había institucionalizado en varios sectores de la administración pública, no por esto habíamos logrado que la mayoría nos escuchase y menos aún que nos comprendiese. La invisibilidad de las mujeres continuaba estando a la orden del día. Su ausencia en lugares estratégicos de la economía o del proceso de paz, innegable; su poca participación en lugares de decisión política que nos obligó a una ley de cuotas como ley de reparación histórica, evidente. Sin embargo, nos siguen
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repitiendo sin cansancio que el tiempo de las mujeres ya pasó, y que es tiempo de trabajar desde lo relacional, de reintroducir la dialéctica hombre-mujer, de pensar en la identidad masculina, en fin, tiempo de casarnos con la categoría de género. Fue así como llegó el momento de dar a luz una primera hija, que nació en 1996, fecha de la creación del Programa de Estudios de Género, Mujer y Desarrollo en la Universidad Nacional, el cual se transformó en el 2001 en Escuela de Estudios de Género. Una generosa financiación de la Embajada de los Países Bajos permitió dar nacimiento a cinco subprogramas: dos posgrados, un fondo de documentación en gran parte donado generosamente por Magdalena León, cinco líneas de investigación y un programa de extensión a la comunidad. Hoy son ya más de nueve promociones de posgraduados y posgraduadas, un acervo de investigaciones y publicaciones que nos ubica a nivel internacional en cuanto a producción sobre la temática, además de múltiples respuestas a demandas de la sociedad, de creación de redes, observatorios e intercambios con organizaciones y ONG de mujeres en el país y en el exterior. El Programa de Estudios de Género había demostrado a la comunidad académica la pertinencia de su creación tanto para la Universidad como para el país. También en este tiempo, el Grupo Mujer y Sociedad y nuestro feminismo se cruzó con la guerra que recrudecía en las cuatro esquinas de Colombia. Una guerra que nos obligó a abrir puertas a otros feminismos o por lo menos a otras prácticas del feminismo. Tuvimos que aprender a tender puentes entre los distintos grupos del movimiento social de mujeres para hacer frente a la guerra, para denunciar sus estragos, para visibilizar sus impactos sobre las mujeres y reflexionar sobre fenómenos como el desplazamiento que, si bien no era ni mucho menos un evento nuevo para este país que vive los embates del conflicto armado desde hace más de cincuenta años, estaba tomando proporciones nunca antes vistas. La guerra del afuera y las múltiples otras guerras del adentro, menos visibles mas no menos dramáticas, nos estaban envolviendo del todo. Pero el Grupo tenía que seguir creciendo a pesar de ellas y con ellas, es decir, tratando de hacerles frente.
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Entendimos, entonces, nuestra particular manera de habitar el mundo, de entenderlo y de actuar sobre él desde la diferencia; supimos que igualdad y diferencia no eran conceptos antitéticos; descubrimos el pensamiento de la diferencia generado por ese feminismo italiano tan cálido y seductor desde una mirada crítica de la igualdad radical o neutralidad masculina; comprendimos que no hay una sola manera de ser feminista y de vivir el feminismo, y aprendimos a escucharnos, a aceptar nuestras diferencias y nuestros inevitables pequeños conflictos de poder. Sabíamos que no estábamos construyendo un paraíso, sino sencillamente una mejor manera de ser humanas, de ser humanos, que tendría que impactar a la sociedad entera y que de hecho la impactó profundamente porque al mismo tiempo que las mujeres del Grupo Mujer y Sociedad hacían esa pequeña y a la vez inmensa revolución, múltiples grupos habían nacido en Colombia y otros ya estaban trabajando en el mundo entero desde diversas metodologías y afianzando el feminismo como teoría y práctica plural. Nos sabíamos cada día más acompañadas, si bien no en la Universidad donde encontramos tal vez las más duras resistencias, sí a nivel nacional por la multiplicidad de los grupos de mujeres en las cuatro esquinas del país, y por supuesto a nivel internacional por la impresionante producción teórica en campos como los de la ética, de la historia, de la antropología y del psicoanálisis. En cada uno de mis viajes a París, me llenaba de libros, de textos académicos, de novelas escritas por mujeres y de ensayos sobre identidad, sexualidad femenina, sexualidades, masculinidad, sobre el amor, sobre gais y lesbianas, en fin, sobre debates que atañen profundamente a la modernidad o por lo menos a una modernidad que trata por fin de cumplir sus promesas. Al mismo tiempo, todas nosotras tuvimos que resolver muchos nudos personales de nuestras vidas afectivas y amorosas con los hombres que amábamos, con nuestros hijos e hijas, con las otras mujeres, con los compañeros, con los y las colegas de la Universidad que por supuesto nos veían como brujas y al grupo como un aquelarre donde se cocinaba quién sabe cuál brebaje para envenenar a los hombres y decir idioteces en clases. Cada paso adelante representaba un costo grande, casi tan grande como el goce que también supimos encontrar. Entendíamos poco a poco que invertir en nosotras era
una inversión para las mujeres colombianas, porque cada una de nosotras, desde sus espacios particulares, estaba dispuesta a devolver lo adquirido. En los primeros años del grupo, casi todas las integrantes eran casadas o vivían con un hombre... Cuando el grupo cumplió 17 años de vida, solo una de nosotras seguía casada, pero solo porque había logrado construir un pacto distinto de convivencia con su compañero, pacto que él y ella lograron mantener y que sigue vigente hasta hoy. Pero para las otras, el costo de atravesar críticamente la cultura masculina había sido grande: para casi todas nosotras fue el rompimiento del vínculo amoroso. Las que ya estábamos separadas al momento de integrar el grupo nos volvíamos consejeras de las otras en los momentos de crisis matrimonial, de separación, de duelos, y más de una vez el espacio del grupo se transformó en un lugar para el affidamento y la sororidad, prácticas que habíamos descubierto con las feministas italianas. En el grupo habíamos aprendido poco a poco a dar lugar a otro lenguaje, este lenguaje propio de las mujeres –creo que es difícil que un grupo mixto o de hombres permita que afloje el cuerpo, las emociones fluyan y que el trabajo de repente se centre en los afectos y en las angustias como en los grupos de mujeres–. Ese lenguaje femenino lleno de dolores que Martha López nos enseñó tan bellamente a reconocer. Un dolor consignado en nuestra memoria histórica y generado por lo que ella llama la maquinaria patriarcal. Sí; el grupo trabajó también con el dolor, con la memoria –nuestra memoria–, con los imaginarios femeninos perdidos o desdibujados por una historia obstruida por la cultura patriarcal. El grupo supo rescatar a menudo las emociones y volverlas indispensables para afianzar nuestra nueva manera de ser mujeres y para proporcionarnos la fuerza suficiente para construir nuestras semejantes, cosa difícil en este país de hombres y mujeres machistas, quienes todavía se resisten a abandonar una condición de subordinación y discriminación para estrenar el goce producido por el ejercicio de la autonomía y de una ciudadanía participativa. La década de los 90 fue también un tiempo de seminarios sobre vida cotidiana y género, de cursos de contexto sobre la cuestión femenina, de eventos nacionales sobre feminismo y ciencias humanas, de la publicación del primer número de nuestra revista En otras palabras... (1996), que hoy tiene 16 números, de
debates sobre el concepto de género, sobre decenas de temáticas relativas a los encuentros entre feminismo y psicoanálisis, feminismo y antropología, feminismo e historia, feminismo y política, ética feminista y mujeres y guerra, entre muchas y muchas otras. Fue un tiempo de construcción de saberes, de producción de investigaciones, de construcción de redes con otros grupos y organizaciones de mujeres... fue un tiempo de enorme fecundidad tanto para nosotras como para la universidad y para el país. Porque además, como lo mencioné anteriormente, la pregunta por la guerra que vivía esta tierra nunca nos abandonó. Para mí fue también un tiempo dedicado a divulgar este nuevo saber, a construir mis semejantes, a devolver de alguna manera lo que había recibido y recibía. Hacia mediados de esta década, comencé a disfrutar de mi pensión y fue entonces el tiempo de los viajes a lo largo y ancho de Colombia. Desde la Costa Atlántica y La Guajira hasta Neiva y Pasto, sin olvidar el Valle de Sibundoy. Desde Cali hasta Medellín, desde Palmira hasta Armenia y Cartago, desde Bucaramanga hasta Pereira, desde Ibagué hasta Tunja, Montería y Sincelejo; desde Riohacha hasta Cúcuta, desde San Andrés y Providencia hasta Buenaventura. Iba donde me invitaban; iba y trataba, en dos o tres horas, a veces una mañana y en el mejor de los casos uno o dos días, de contagiar a las mujeres de este nuevo saber sobre ellas… Y a medida que los años pasaban, me sentía más segura, con más argumentos, menos temores para confrontarme con las críticas que no faltaban por parte de los pocos hombres que asistían a mis charlas o seminarios y no resistían ese discurso, e incluso críticas de mujeres que no podían permitir que se les desordene un mundo al cual se habían sometido, o mujeres que no habían advertido todavía su discriminación. Eran mujeres quienes, al final de la charla, me decían que para ellas ese discurso era extraño porque nunca se habían sentido discriminadas, y a quienes yo respondía: “Mujer, ni siquiera te has dado cuenta aún; ojalá no te dé muy duro cuando te pase…”. En fin, en estos viajes tuve la suerte de encontrarme con una inmensa variedad de mujeres, todas tan diferentes e iguales; blancas y negras, burguesas y populares, ricas y pobres, extremadamente pobres, secretarias, maestras, universitarias, ingenieras, amas de casa, líderes comunales, indígenas, campesinas, desplazadas, reinsertadas... sí, tan diferentes y a la vez tan semejantes por compartir toda una dolorosa memoria
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histórica, unos imaginarios borrosos y casi desdibujados después de siglos de maltratos, opresión, violencias, abusos, humillaciones y, por supuesto, guerras. Sí, compartimos siglos de dolores que de alguna manera nos permiten hoy tejer la trama de un lenguaje común. Este pasado me permitía encontrar la manera de hablar a mujeres muy distintas en un mismo evento; siempre intuía su historia, y la intuía porque era la mía; estábamos hechas de la misma materia, el mismo humus; nuestro vientre había conocido las mismas aventuras; nuestra sexualidad todavía esperaba mejores tiempos y nuestros silencios históricos confesaban siglos de resistencias. Hoy día, es decir en estos albores del siglo XXI, el grupo cambió su dinámica y sus ritmos de trabajo. Todas tenemos 20 años más que cuando iniciamos…Todas hemos cambiado pero todas seguimos impregnadas, de una manera u otra, de lo que aprendimos en el grupo y todas estamos divulgando este saber, cada una a su manera, desde disciplinas diferentes, desde apasionamientos distintos, pero compartiendo todas esta misma voluntad de profundos cambios de una cultura patriarcal que sigue resistiendo, aun cuando logramos imprimirle profundas fisuras y duros embates para los cuales no habrá marcha atrás ni posibles negociaciones, porque ya las generaciones de nuestras hijas y nietas estarán cumpliendo una tarea de veeduría y de profundizaciones de lo iniciado. El Grupo Mujer y Sociedad hoy se sigue reuniendo, ya no semanal sino mensualmente, y sigue siendo lugar de intensos debates coyunturales, de encuentro entre hermanas que ya no tienen 20 años, pero que siguen jóvenes en relación con sus sueños, sus utopías e, incluso, con su manera de envejecer. Por cierto, mi feminismo de hoy es algo menos vehemente y al mismo tiempo más endémico, más instalado en cada uno de los poros de mi piel, en cada una de las neuronas de mi cerebro. Este feminismo me acompaña tanto que a veces me toca decirle que me deje descansar un rato, aunque todo el mundo sabe que no lo digo en serio. No hay descanso para una feminista convencida, pero con los años aprendemos a negociar con él. Y negociamos porque hemos aprendido que la tarea es larga y que los cambios con los cuales soñamos son lentos.
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Tal vez aprendemos a ser menos impacientes. Además saber que nos hemos multiplicado y que existe hoy un muy buen intercambio generacional nos tranquiliza algo. Por lo menos a mí me tranquiliza. Terminaré con una apuesta ética ante el feminismo. Sé que hay múltiples formas de ser feministas y que por ser feministas no somos santas; nos encontramos inmersas en muchos de los conflictos propios de la cultura y de la sociedad en la cual vivimos. Apenas estamos aprendiendo a escuchar la diferencia y más exactamente las diferencias en plural y no nos pueden pedir lo imposible. Hace siglos que los hombres están en la arena política y hacen política, y sin embargo parecería que no han aprendido nada o tan poquito. Hace solo algunas décadas que las mujeres han empujado la puerta de su casa para hacerse presentes en la plaza pública. No podemos hacer milagros. Pero en cuanto feminista, mi apuesta es la de apoyar a cualquier mujer, a cualquier grupo que trabaje a favor de las mujeres, de sus derechos, de su palabra, de sus reivindicaciones, de sus deseos y de su inmensas ganas de felicidad. Podré no estar de acuerdo del todo con las estrategias utilizadas, con algunos contenidos del discurso, pero nunca estaré criticando su trabajo en público. No es siempre fácil, pero es una apuesta que me hice porque hace tiempo que entendí que peleando entre nosotras estamos haciendo exactamente lo que la cultura patriarcal y sus patriarcas están esperando de nosotras: ponernos a pelear para afianzar su poder y conservarlo por más tiempo. Así me hice feminista en Colombia, en la Universidad Nacional y gracias al Grupo Mujer y Sociedad. Gracias María Himelda, Yolanda, Guiomar, Juanita, Nohema, Dora Isabel, Circe, Patricia, Beatriz y María Mercedes; gracias a las que estuvieron unos años o unos meses y se retiraron por distintas razones, pero que nos dejaron huellas imborrables. Gracias María Cristina, Magdalena, Patricia J., María Elvia, Martha, Ángela María y Kika, quien fuera también fundadora del grupo en el cual transitó hasta cuando los avatares de la vida la llevaron a pensionarse muy pronto. Gracias a Lya Yaneth, Elsa Olid, María Cecilia y Anita. Gracias a Xatlí, Verónica y Yira. Gracias a todas.
Crónicas
Fuente: Ser Mujer, Soñé que soñaba. María Cristina Suaza Vargas.
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Mis experiencias con el feminismo, la perspectiva de género y la democracia Paulina Triviño Educadora Comunitaria, Fundación de Apoyo Comunitario - FUNDAC Integrante del Consejo Consultivo de Mujeres del Distrito Capital Representante por el derecho a la Participación y la Representación en el Consejo
Esta crónica registra el testimonio de una mujer popular, quien con tesón y reconocimiento de la discriminación a la que ha sido sometida por ser mujer en una sociedad patriarcal, ha llegado a ser asesora y facilitadora en pedagogía infantil, en formación política con perspectiva de género y en fortalecimiento grupal. Su presencia activa en intercambios de experiencias a nivel local, nacional e internacional la ha llevado a ser ponente en temas relacionados con la pedagogía, la participación política de las mujeres y los derechos económicos, sociales y culturales (DESC), entre otros.
Del ámbito familiar al ámbito educativo Nací en Zipaquirá. Estudié la primaria en la escuela de mi vereda, ingresé a la Normal Diocesana donde solo había hasta cuarto de bachillerato, lo que hoy se llama grado noveno. Como yo quería ser profesora, me matriculé para quinto y sexto (hoy décimo y undécimo grados) en la normal superior de Zipaquirá, que por esa época iniciaba un proceso de pasar de colegio masculino a colegio mixto.
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Para las que iniciamos en ese entonces (en el salón éramos 10 mujeres y 40 hombres), fueron días y meses difíciles, pues tuvimos que enfrentarnos a situaciones de discriminación y rechazo, a veces propiciadas por algunos profesores. Se sentía en las actitudes, en frases como “muchachos, que pasen un feliz fin de semana y que se diviertan con esos aparatos llamados novias”, y para los muchachos eso era un gran chiste. Por iniciativa de una compañera, se convocó a una reunión con el director del curso y las diez estudiantes; le manifestamos nuestro malestar y dimos el nombre del profesor, quien —a pesar de haberle llamado la atención— no cambió sus palabras y actitudes sutiles cargadas de sexismo. En ese momento no teníamos idea de lo que era el sexismo ni las discriminaciones por razones de género, pero sí era evidente que nos sentíamos ofendidas. Antes de presentar mis exámenes finales de último grado, me embaracé y no pude volver al colegio. Como no era permitido que una joven embarazada asistiera a la escuela, me casé, nació mi hijo y quedé pendiente de las labores del hogar. Según lo aprendido social y culturalmente, ese era mi papel como madre, como esposa y como mujer. Cuando el niño cumplió tres años sentí que él debía tener la oportunidad de estar en un jardín, así que busqué en Bosa –donde vivo desde hace cerca de treinta años–, pero solo encontré algunos privados muy costosos. Ahí me di cuenta de que éramos varias las mujeres quienes veíamos la falta de posibilidades para que nuestros hijos e hijas iniciaran su educación. Fue entonces cuando llegaron universitarios a la comunidad para hacer un diagnóstico y asesorarnos. La necesidad prioritaria era tener un lugar para el cuidado infantil, el cual se logró abrir en 1978 como uno de los primeros jardines comunitarios en la localidad. Los niños y las niñas le pusieron el nombre de La Escuelita. Empezaron las clases y nos pareció muy extraño que no les enseñaran letras ni números, solo juego, cuentos, música y pintura; aparentemente no había disciplina; a las profesoras las llamaban por su nombre;
madres y padres no entendíamos qué tipo de educación se ofrecía en ese jardín. Sin embargo, con talleres nos fueron involucrando, se conformaron comités y yo quedé en el de educación apoyando el trabajo pedagógico y reemplazando a las profesionales en su ausencia. Poco a poco, gracias a los comités y a mucha lectura y reflexión, comprendimos que era un trabajo pedagógico que propiciaba las relaciones horizontales y el respeto a los distintos ritmos e intereses de los niños y las niñas, una lógica muy distinta a la tradicional que yo conocía.
A medida que participaba en estos intercambios de experiencias, en encuentros nacionales e internacionales, empecé a escuchar de las discriminaciones por razones de género, y aunque las había vivido, me resistía a aceptar que las mujeres teníamos menos oportunidades y que éramos discriminadas. Escuchaba otros discursos en los que decían que la discriminación era solo económica y social, pero luego comprendí que, efectivamente, por el hecho de ser mujeres teníamos unas condiciones distintas a las de los hombres.
Asumimos cada vez más directamente el trabajo con niños, niñas, madres y padres de familia. Hacíamos visitas domiciliarias, pasábamos casa a casa a recogerlos, realizábamos talleres con mamás y papás sobre las actividades que se hacían en el jardín y seguíamos recibiendo asesorías. Así, fuimos ganando credibilidad y reconocimiento.
Estos aprendizajes los fuimos incorporando a las capacitaciones con las educadoras comunitarias, con el ánimo de integrarlos a nuestra acción pedagógica en los jardines infantiles.
Tiempo después, tuve mi segundo hijo, contando ya con la fortuna de tener este lugar para su cuidado.
De madre a mujer, a ciudadana y a lideresa comunitaria A través de ese trabajo pedagógico fui comprendiendo el significado y el sentido de los derechos de la infancia, y me di cuenta de que había instituciones del Estado responsables de garantizarlos. En cuanto a mis derechos como mujer, los fui aprendiendo en las relaciones cotidianas con las asesoras, con mis compañeras, en un espacio donde me sentía reconocida. No necesité certificados para que creyeran en mí. Encontré personas que me ayudaron a vencer la timidez y a creer en mí misma. En 1981, junto a grupos de distintas localidades, logramos el nacimiento de la Fundación de Apoyo Comunitario (Fundac). Los jardines pioneros fueron La Escuelita, Mi Segundo Hogar de Bosa y Capullitos de Kennedy. Hoy ya son 16 en nueve localidades de Bogotá. Desde sus inicios, el énfasis siempre ha sido la formación y capacitación a mujeres educadoras comunitarias.
En 1995, con Paulina González del GAP, estuve en Ginebra (Suiza) presentando ante el Comité del Pacto de los DESC la situación de las madres y/o educadoras comunitarias. Allí surgieron recomendaciones concretas al Gobierno colombiano frente a este tema. Desde entonces, Fundac y el GAP –y actualmente otras organizaciones que se han ido vinculando– promueven el Comité Interinstitucional de los DESC, en el cual se realizan foros y encuentros distritales y nacionales sobre políticas públicas de atención a la infancia y derechos de las educadoras comunitarias, con la participación de educadoras de los programas de hogares de bienestar y de casas vecinales y representantes de instituciones estatales.
Un liderazgo compartido, animado por el feminismo, la educación popular y la perspectiva de género Todo este trabajo ha fortalecido mi liderazgo, que en realidad es un liderazgo colectivo de la mano con otras y caminando juntas. Hoy, después de 30 años de trabajo y de aprendizajes, veo cómo ha influido positivamente en mi vida, en mi crecimiento personal y en la educación y formación de mis hijos. Cuento con mayores elementos para el trabajo comunitario, para la puesta en marcha de propuestas de desarrollo destinadas a la comunidad, para la participación en redes de mujeres que trabajan por la
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defensa y protección de los derechos y para continuar trabajando con grupos de compañeras educadoras comunitarias. La formación y capacitación que he recibido han estado influenciadas por el feminismo y orientadas por la educación popular y la pedagogía de género como forma de ver y entender el mundo, y sobre todo como práctica social para avanzar en el ejercicio de la libertad y de la autonomía que aporta a la construcción de la democracia. La pedagogía de género, como propuesta educativa basada en un profundo respeto y cultivo de las diferencias y cualidades humanas, invita a reflexionar, analizar, investigar, realizar acciones para transformar las relaciones verticales y excluyentes, con el fin de promover el ejercicio pleno de la ciudadanía de las mujeres, tanto en el ámbito de lo público como de lo privado.
Las mujeres Las mujeres desde todos los rincones de Colombia venimos tejiendo lazos de solidaridad, entretejiendo posibilidades de sobrevivencia, abriendo caminos de esperanza, cultivando procesos de organización que contribuyan a la construcción de democracia, de ciudadanía, de respeto y garantía de los derechos, para que un día no muy lejano florezca la paz, donde sea posible soñar, crear y recrear la vida, reconociendo la diferencia, la pluralidad y la diversidad de nuestro país, Colombia.
Del escenario comunitario a la participación política2
Este tipo de pedagogía coloca las bases de la equidad al promover el reconocimiento de las diferencias y desigualdades junto con el compromiso mutuo, el respeto y las alianzas para lograr objetivos comunes entre mujeres y hombres. Contribuye a la búsqueda de caminos donde hemos ido entretejiendo saberes y experiencias, conjugando esfuerzos para impulsar una visión positiva y propositiva del ejercicio del poder, un poder colectivo que incida en la transformación de relaciones al interior del hogar, del grupo y la comunidad, así como la transformación de las relaciones con el Estado para que sea coherente con los principios de un Estado Social de Derecho.
Con toda la recarga de trabajo, los miedos y con los prejuicios construidos socialmente, las mujeres hemos estado por mucho tiempo en el escenario de lo privado, y posteriormente en el escenario comunitario, negándonos a participar políticamente, con la excusa de que éramos apolíticas. Para nosotras, la política era sinónimo de corrupción, de deslealtad y de engaño.
Leí una versión inicial de las reflexiones anteriores en el año 2004, con ocasión de la conmemoración del 8 de marzo en la localidad de Bosa1, junto con el siguiente poema que escribí para recoger algo de lo que las mujeres de sector popular hacemos desde la cotidianidad.
Con los acumulados del trabajo comunitario y la formación política con perspectiva de género, vamos comprendiendo que las decisiones políticas afectan directamente lo social, lo comunitario y por supuesto la vida de las mujeres en todas sus dimensiones. Pero también nos damos cuenta de que todo lo que se haga desde la participación ciudadana afecta decisiones políticas; por eso desde hace varios años las mujeres del sector popular campesinas, indígenas, negras y del
1 Véase el documento “Trueque de saberes y sabidurías. Metodología de trabajo”, segundo volumen de la serie Construcción de la Política Pública de Mujer y Géneros en Bogotá Distrito Capital, editado por la Alcaldía Mayor de Bogotá, el Departamento Administrativo de Bienestar Social del Distrito, la Oficina de Política Pública de Mujer y Géneros y la Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 2005, p. 22 a 24
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Con el proceso nos damos cuenta que la política no es mala en sí misma. “Malas” son las acciones y actitudes deshonestas, excluyentes e inequitativas de personas que han estado y están en la política y quienes son portadoras de una cultura patriarcal.
2 Esta segunda parte del documento está recogida en el CD-ROM donde sistematizamos el proceso del programa “Ciudadanía y ciudad para todas y todos en el D.C.”, realizado por Fundac y editado en el año 2008.
área urbana insistimos en el derecho a la participación ciudadana y política. Asumimos más concientemente la lucha no solo por los derechos de la infancia y la juventud, sino también por los derechos de las mujeres, nuestros derechos.
Del escenario comunitario a la participación ciudadana Pasamos de la participación comunitaria a la participación ciudadana en los comités de casas vecinales, pedagógicos, de salud, comités contra el abuso, consejos de planeación local, consejos tutelares de derechos de la infancia, consejos de política social, consejo territorial de planeación, comité de mujer y géneros local y distrital, consejo consultivo de mujeres, encuentros ciudadanos, redes y otros, donde hemos logrado consolidar propuestas con perspectiva de género que se van convirtiendo en lineamientos de políticas públicas.
En este contexto, nació en la localidad de Bosa la propuesta de candidatizarme, como parte de un acuerdo político y como una estrategia en la materialización e implementación de la política pública de mujer y géneros en la localidad, la cual está orientada a “fortalecer e impulsar procesos que generen condiciones para lograr la igualdad de oportunidades, el ejercicio efectivo de los derechos, el respeto al libre desarrollo de la personalidad y a la diversidad sexual”, como se expresa en documentos que sustentan esta política.
Desde las organizaciones sociales se da vida a estos espacios locales donde participamos con las instituciones del Estado y de la administración local.
Esta experiencia de ser mujeres candidatas tiene gran relevancia para nosotras, porque significa fortalecer espacios de convergencia y articulación para la concreción y materialización del Plan de Igualdad de Oportunidades, a través de la gestión, la construcción de alianzas, la creación de espacios de concertación, la construcción y fortalecimiento de redes, la promoción, apropiación y exigibilidad de los derechos; para erradicar las violencias de género, la exclusión social, la subordinación y la discriminación. De esta manera logramos avanzar hacia el fortalecimiento de la democracia, la ciudadanía plena de las mujeres que contribuya a la construcción de una localidad segura y con igualdad de oportunidades para mujeres y hombres sin ningún tipo de discriminación.
De la participación a la representación política
Fortalezas y acumulados para el proceso de campaña
Comprender la importancia de la representación y la participación política en espacios de decisión ha llevado a que en diferentes oportunidades educadoras comunitarias aspiremos a llegar a las Juntas Administradoras Locales ( JAL), con el propósito de incidir de manera más directa en espacios donde se deciden políticas, se aprueban los planes de desarrollo y se definen los presupuestos locales.
Por lo expuesto anteriormente, dos mujeres de Fundac decidimos aceptar el reto de candidatizarnos y trabajar con compañeras y compañeros el plan de campaña, involucrando elementos conceptuales y metodológicos con el importante ingrediente de la creatividad de las mujeres comunitarias, que hoy asumimos como herramientas alcanzadas en este proceso de formación política y en el último periodo con el proyecto “Ciudadanía y ciudad para todas y todos”.
Esto teniendo en cuenta que el ejercicio político de las mujeres hoy está respaldado por la ley de cuotas y la política pública de mujer y géneros que se viabiliza desde el Plan de Igualdad de Oportunidades para la equidad de géneros en el Distrito; y en este caso en uno de sus seis derechos: el “Derecho a la participación y representación de las mujeres”.
Entonces, el proceso de formación política con perspectiva de género adelantado por Fundac y mi activa participación en espacios locales, en talleres, seminarios, encuentros, diplomados, y en intercambio de experiencias a nivel local, distrital, nacional e internacional, han contribuido a mi formación como ciudadana y
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mujer política con conciencia de género; me han dado fortalezas y potencialidades; he aprendido la importancia del trabajo en equipo, de la construcción de liderazgos y poderes colectivos y de la necesidad de reconocer y visibilizar las diferencias construidas culturalmente. Así mismo, he descubierto la separación que se ha hecho entre lo privado y lo público y lo que esto ha significado y significa en nuestra vida como mujeres. También este proceso me ha dado la oportunidad de conocer y entender la diversidad y la pluriculturalidad como potencialidades de la localidad, de valorar la fuerza organizativa que tenemos y que ha hecho posible la construcción de capital social y la implementación de políticas sociales que han aportado y aportan significativamente al desarrollo local. Pero sobre todo me ha dado la oportunidad de conocer las necesidades y la falta de oportunidades principalmente para las mujeres, los y las jóvenes, la población en situación de discapacidad, en situación de desplazamiento y las personas adultas mayores. He ganado en capacidad de concertación, de gestión, de construcción de alianzas. He podido afirmar con claridad y certeza que los derechos humanos y los derechos humanos de las mujeres se deben cumplir en todo el territorio nacional, y me he convencido de que las leyes y las políticas son susceptibles de cambio. Sabiendo las limitaciones y falta de voluntad política que encontramos en las instituciones y corporaciones públicas, hoy seguimos reafirmando que con organización y con una participación consciente, decidida y propositiva lograremos lo que nos propongamos.
¿Por qué y para qué es importante participar? -- Porque participando se construyen procesos de acción, de gestión y de control social. -- Porque visibilizamos nuestros aportes a la construcción de tejido social y al desarrollo del país. -- Porque participando incidimos en el diseño de políticas públicas y en la asignación de presupuestos con enfoque de género y derechos.
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-- Para que mujeres evidencien los intereses y necesidades de las mujeres y se incorporen en los planes de desarrollo con asignación presupuestal específica. -- Para que unos pocos no continúen decidiendo por nosotras. -- Para aportar en la construcción de escenarios posibles para la igualdad, la equidad y el reconocimiento. -- Para contribuir a eliminar los obstáculos que tenemos las mujeres para el acceso a estos espacios de representación política. -- Incidir en las políticas estatales para transformar las estructuras que hacen que todos los esfuerzos sean opacados por la inequidad y la injusticia. -- Para hacer seguimiento, veeduría y control a los acuerdos, pactos internacionales y a las normas constitucionales. (En cuanto a derechos de la infancia, la juventud y las mujeres y en general al respeto y garantía de los derechos humanos). -- Porque participando es como aseguramos derechos y el ejercicio pleno de la ciudadanía. -- Para contribuir a la construcción de democracia, pues sin las mujeres no hay democracia.
Retos Continuar generando dinámicas de cambios que aporten a la transformación de las formas como nos pensábamos en el ejercicio de la participación ciudadana y política, que aporten a deconstruir los miedos y las incertidumbres a la luz del análisis de los patrones culturales que nos han sido impuestos y los cuales hemos naturalizado. Cambios que aporten a la comprensión de la democracia en íntima relación con la perspectiva de género y la priorización de la construcción de nuevos sujetos para la democracia a través del ejercicio de la autonomía y de la plena ciudadanía de los niños, las niñas, los y las jóvenes y las mujeres; reconociendo las especificidades, la equidad, los nuevos pactos sociales, el desarrollo de una nueva concepción de la política
entendida como dimensión de las relaciones, lo cual nos lleva a la necesaria promoción de una ética basada en el respeto, en la sororidad, la solidaridad y la cooperación. Asumir la participación como una dimensión que atraviesa todos los momentos de la vida en los cuales es posible y deseable tejer aprendizajes para la participación ciudadana y política, entendiendo la política como un espacio participativo de legitimación de derechos, pactos y poderes públicos y privados, institucionales y comunitarios. A quienes participamos, nos queda continuar posicionando nuestras propuestas con el fin de fortalecer el comité de mujer y géneros y el consejo local de política social (Clops), a través de la promoción de encuentros ciudadanos. Se trata de seguir dejando abiertas las posibilidades para las alianzas, la coordinación y negociación para
impulsar procesos y articular las propuestas a los propósitos e intereses que como mujeres y organizaciones hemos gestado. La continuación de procesos de búsqueda, de fortalecimiento de saberes, poderes y recursos, fortaleciendo relaciones de corresponsabilidad y gobernabilidad que hagan posible la autoafirmación, el diálogo, la concertación y la participación activa de las mujeres como condiciones para la construcción de nuevas relaciones entre mujeres y hombres, entre la sociedad civil y el Estado. Hoy, como ayer, mucha gente, muchos grupos, organizaciones y redes buscamos un país mejor a través de distintas estrategias de participación ciudadana y política, hemos vivido con la confianza de que entre mujeres, hombres, jóvenes, niñas y niños entretejamos la vida, con los hilos y los colores de la esperanza, de la diversidad, la pluralidad y el respeto a la diferencia. Hilos que se entremezclen con las sonrisas y alegrías de vivir en un mundo más equitativo y justo.
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Colombia me hizo mella* Katarina Sandström
Periodista, estudiante del programa de Estudios sobre la Paz y el Conflicto de la Universidad de Umea (Suecia)
En noviembre de 2008 encontré un aviso sobre un programa de intercambio que incluía el tema de género y solicité participar en él. En diciembre estuve en Brasil durante un mes y en mi primer día allí, aún bajo los efectos del “jet lag”, tuve una entrevista telefónica sobre el intercambio. Al día siguiente recibí el mensaje informándome que no había sido aceptada.
Crónica de un intercambio juvenil La Comisión Europea, en su programa Jóvenes en Acción y mediante el Servicio de Voluntariado Europeo (EVS), convocó a mujeres jóvenes de Europa, Asia, África y Latinoamérica para participar en el proyecto “Promoviendo la ciudadanía activa de las mujeres jóvenes en el mundo”. El programa se realizó del 25 de febrero al 25 de mayo de 2009, con un seminario de inicialización y uno de finalización en Berlín, Alemania. La dinámica del proyecto consistía en prestar un servicio de voluntariado en un país diferente al de origen y fuera del continente, en una organización receptora que trabajara con perspectiva de género. En Colombia, el Grupo Mujer y Sociedad recibió a Katarina Sandström, de Suecia, y en Alemania, Szenenwechsel acogió a Verónica Barreto. En julio del presente año, Yira Lazala, quien hasta la edición de este número se desempeñaba como coordinadora administrativa de la revista En otras palabras…, asistió al seminario sobre perspectiva de Género en Quito, Ecuador, organizado por ICYE (International Cultural Youth Exchange), que puso en marcha el proyecto del EVS.
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Cuando regresé a Suecia a mediados de enero, encontré un mensaje en mi contestador de una organización sueca –ICYE de Suecia–, a la cual había aplicado. Querían saber si aún estaba disponible para el programa y, en tal caso, si estaba interesada en viajar a Ecuador. Una semana después llamaron para preguntar si me interesaba Colombia. No tuve que pensarlo mucho. Mi respuesta fue que sí me interesaba, pero ello implicaba que tenía que arreglar todas mis cosas, hacer maletas y estar dispuesta a viajar en cinco semanas. Fue bastante apresurado y no tuve mucho tiempo para hacerme una idea de lo que me esperaba. Así que durante la reunión preparatoria en Berlín a finales de febrero, cuando alguien me señaló a Verónica y me dijo que era una de las hermanas de mi familia anfitriona en Colombia, de repente me di cuenta que realmente estaba en camino. No sabía qué esperar del movimiento feminista colombiano. Tenía algún conocimiento sobre Colombia como una sociedad conservadora, católica y probablemente muy patriarcal, por lo que se me dificultaba hacerme una idea sobre cómo sería el feminismo en Colombia. Después de un par de semanas de estar allí, les dije a mis amigas que yo había muerto y había llegado al cielo
*Traducción de Patricia Prieto
feminista. Bueno, no me malinterpreten, no lo decía porque Colombia sea una sociedad bastante igualitaria, sino porque la lucha por la igualdad de derechos es muy fuerte. Luego de otro par de semanas, mi entusiasmo se vio nublado por la misma frustración que sentía en mi país: un movimiento feminista dividido con muchos temas en conflicto. Mi tarea en el programa era la de participar y aprender lo máximo posible. No tenía un horario fijo y tuve el privilegio de escoger entre muchas reuniones y conferencias interesantes. Hacia el final del intercambio empecé a realizar entrevistas con mujeres víctimas de violencia y violencia sexual en el conflicto armado. Soy estudiante del programa de Estudios sobre la Paz y el Conflicto de la Universidad de Umea en Suecia, y por lo tanto conocía historias similares a través de libros anónimos y artículos impersonales. El haber podido conocer a estas mujeres y escuchar sus historias era algo totalmente diferente. La primera familia que conocí nos invitó a almorzar y nos contó su historia a lo largo de cuatro horas. Lloré durante tres días, luego de los cuales pude empezar a escribir su historia. Espero poder publicar estas reuniones en algunas revistas suecas. Para mí, este intercambio fue perfecto. Aprendí mucho y además de tener el honor de conocer a feministas y organizaciones feministas en Colombia, también pude tener una familia nueva y hacer muy buenas amistades. Otro resultado de estos tres meses fue la inspiración que tuve para escribir mi tesis final sobre el conflicto y algunos asuntos de género relacionados con él. Para ello, mi universidad me otorgó una beca, de manera tal que regresaré en enero de 2010 para estudiar la labor que desarrolla la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación, desde una perspectiva de género. Otros tres meses de alegría y lágrimas, esperanza y rabia. Colombia definitivamente me hizo mella.
El lenguaje universal de las mujeres Verónica Barreto Riveros
Comunicadora social - periodista de la Universidad Central Correctora de estilo
Mi acercamiento al feminismo, a los estudios de género y al movimiento social de mujeres fue hacia el año 2003 con la revista En otras palabras… –aunque desde pequeña fui testigo de los bellos debates entre mi familia sobre este y muchos temas–, mientras organizaba cajas, asistía a seminarios para ofrecer la publicación o leía en ella poemas escritos por mujeres, estudios sobre sus derechos o historias de las “supermujeres” que con sus luchas han transformado algo de este mundo aún patriarcal. Gracias a ello, el Grupo Mujer y Sociedad me postuló para la convocatoria del proyecto “Promoviendo la ciudadanía activa de las mujeres jóvenes en los países de Europa, Asia, África y Latinoamérica”, una propuesta financiada por el programa de Servicio de Voluntariado Europeo (EVS, por sus siglas en inglés) de la Comisión Europea y puesto en marcha a través de ICYE (International Cultural Youth Exchange), que tiene su sede principal en Berlín. Allí, en la capital alemana, todas nos encontramos para asistir al seminario que daba inicio al voluntariado. Éramos trece chicas de Ecuador, Honduras, España, el Reino Unido, Dinamarca, Suecia, Italia, Sudáfrica y Colombia. Cada una iba a un país diferente al de origen. Yo me quedaba en Berlín para trabajar en Szenenwechsel, Interkulturelles Zentrum für Mädchen und junge Frauen (Centro intercultural para “chicas” y mujeres jóvenes –¡¿bonito, no?!–). En el seminario tuvimos una charla con una mujer que nos habló de la perspectiva de género en el trabajo social y con quien entablamos una reflexión acerca del lugar como mujeres en nuestras sociedades desde aspectos como la educación, el trabajo doméstico, las oportunidades laborales o los roles “prefijados”. Por supuesto, las dinámicas evidenciaron en gran medida las diferencias entre las vivencias de las mujeres latinas y las europeas, y en mayor medida en comparación con las
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mujeres asiáticas, sobre todo en los aspectos relacionados con la toma de decisiones y la participación en la vida pública. Cuando llegué a Szenenwechsel –que queda en Neukölln, uno de los sectores más grandes de Berlín y que alberga a una comunidad gigante de inmigrantes, en su mayoría de Turquía–, le propuse a mis colegas experimentar en video con las chicas, quienes iban al centro cultural después de la escuela para hacer uso de su tiempo libre interpretando algún instrumento, haciendo teatro, asistiendo a clases de baile o de yoga, haciendo sus tareas o simplemente “chateando” con amigos en Turquía, Siria, Arabia o Irán. Como por esos días se celebraba el Día de la Mujer, me dispuse a registrar con una cámara MiniDV y sin trípode las actividades de Szenenwechsel que, por una lado, informaban sobre la participación de las mujeres residentes en Alemania (nativas o inmigrantes) en el ámbito laboral, político y privado, y, por el otro, les permitían a las chicas describirse y autoevaluarse en su entorno social. Luego, edité el material con un programa que yo ya había experimentado en Bogotá y que llevé a Berlín como herramienta segura de trabajo. Fue extraño, divertido y difícil, pero pedagógico, descifrar las palabras en alemán de las chicas y de las trabajadoras del centro, pero afortunadamente conté con la ayuda de una peruana radicada hace diez años en Alemania y una alemana que estudiaba en Berlín, la primera me traducía en español –pero nos veíamos solo dos días a la semana– y la segunda me traducía en inglés. Ese encuentro con un nuevo idioma, con el cual apenas sabía decir mi nombre, mi edad y los números del 1 al 10, me animó a tomar un curso al que asistía todas las mañanas al lado de mujeres mayores provenientes de Arabia, Polonia, Irak, Italia y por supuesto Turquía, quienes llevaban ya varios años residiendo en Berlín y hasta ahora les era posible estudiar alemán. Cada una acudía al curso con sus hijos de brazos para que una mujer asistente de la maestra los cuidara mientras ellas tomaban nota de lo que solo podían practicar en las tres horas de clase, pues al volver a casa debían lavar, cocinar, atender a los otros cuatro hijos que llegaban de la escuela y planchar la ropa de trabajo de sus maridos.
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En las pausas mejorábamos el alemán preguntándonos sobre nuestras vidas, y en esas charlas una de ellas me contó que llegó a Berlín a principios de los noventa y muy pocas veces salía de casa porque le daba miedo no poder comunicarse con la gente, ya que a las repetidas peticiones para aprender un segundo idioma su marido siempre se negaba. Otra participaba con mucho entusiasmo en clase, y me contó que siempre había querido estudiar Literatura, pero que como sus padres “la casaron a los 17, se le fue la vida atendiendo a su familia y ya su esposo no la dejaba estudiar”. Me sorprendió ese inmenso contraste entre las mujeres alemanas y las inmigrantes –o mejor, las mujeres turcas–. Las primeras son libres, determinan por sí solas sus vidas, tienen acceso a la educación sin discriminación y deciden cuándo se casan, si es que se casan, eso no es lo más importante en su “realización como mujeres”. Las segundas tienen dueño: hasta la adolescencia es su padre, y cuando “las casan” es su esposo quien decide por ellas. Yo vivía con una mujer alemana, pediatra y viuda, y con una de mis hermanas hospederas, quien a los 23 años ya había conocido países de África, Asia y América gracias a las prácticas que debía cumplir en su carrera. La otra comparte apartamento con un chico –que no es su novio– y está terminando sus estudios de pregrado. Las conversaciones con ellas se unían en ocasiones a las voces de las hermanastras –una soltera muy feliz; otra treintañera feliz con su novio, trabajadora y estudiosa, y otra felizmente lesbiana–. Esas tertulias me recordaban el Café con Mujeres, las reuniones del Grupo Mujer y Sociedad y tantos encuentros de mujeres, pues aunque no siempre se discutía sobre temas que involucraban sus derechos y no fuesen siempre cuestiones de género, yo sí percibía la diferencia de género, la diferencia de voces que narran el mundo con una sensibilidad particular y la diferencia de mujeres a quienes se les permite estudiar, pensar, opinar, decidir... Dos meses después de haber arribado en tierras germanas, el día en que por estas tierras celebramos el Día del Idioma, Szenenwechsel celebraba el Girls Day, una actividad en la que diversas instituciones de toda Alemania convocan a mujeres y niñas a participar en encuentros no precisamente feministas, pero que son espacios en los que se dan a conocer sus saberes y se reconocen
otros en diversas áreas. Allí se presentó el segundo video que realicé, el cual demostraba el funcionamiento y las partes de unos robots Lego Mindstorms que las chicas debían armar y programar durante ese día. Y la grabación de ese encuentro fue el tercer producto audiovisual. Todos ellos, asimismo, alimentaron la página web www. szenenwechsel-berlin.de. Un mes antes de mi regreso a Colombia, mis colegas decidieron realizar un fotoproyecto sobre la belleza con las chicas que asisten al centro para ser presentado en un talkshow (programa de entrevistas sobre experiencias personales), que sería llevado a cabo en junio de este año. Las mujeres de Szenenwechsel manifestaron una preocupación por la concepción que las chicas podían tener sobre la belleza, pues siempre están al tanto de la moda y usan maquillaje a muy temprana edad, pero a mi parecer eso está más relacionado con el hecho de saber que al llegar a cierta edad están listas para casarse, y por eso quieren vivir muchas cosas que ya no podrán hacer después de ser desposadas. ¿Qué es para ti la belleza?, fue la pregunta que le hicimos a cada chica, y para sorpresa de mis compañeras, ninguna de las entrevistadas habló de ello como una cualidad física del cuerpo humano. Al contrario, afirmaron por ejemplo que la belleza es color, naturaleza, movimiento o mirar la luna, respuestas que nos dieron ideas para tomar fotografías y realizar montajes que se tradujeron en imágenes divertidas, bellas y muy subjetivas. De esta forma, durante los tres meses que viví en Berlín, mi trabajo se enfocó en observar, registrar y visualizar los saberes, los espacios y la palabra de las mujeres. Es una experiencia que me hace sentir privilegiada: una comunicadora social en un lugar desconocido y con tantas historias por contar, tantos encuentros con mujeres que logramos entablar el lenguaje universal de la lucha por lograr ser sujetas de derechos. Una experiencia que me permite afianzarme una vez más como mujer promotora, hacedora, pensadora, sujeta de derechos y formadora de un nuevo mundo más tolerante con las diversidades.
¿El país más igualitario?* Katarina Sandström A lo largo de los años, y en diferentes lugares del mundo, me he encontrado con la imagen ampliamente aceptada de que Suecia es un paraíso terrenal de la igualdad. Por supuesto, existen partes de la sociedad sueca en las cuales se ha logrado avanzar bastante en este campo. Si hablamos de participación política, por ejemplo, el actual Parlamento está conformado en un 48% por mujeres, y el Gobierno tiene 10 mujeres de un total de 22 ministros1. Así mismo, tenemos buenas leyes y medidas sobre las licencias parentales y la atención materna. Pero cabe preguntarse si la realidad se ajusta a esta imagen, también ampliamente aceptada en Suecia. Allí, la mayoría de la población cree y valora la imagen de que somos completamente iguales. La mayoría no le encuentra sentido a la lucha feminista en esta época porque consideran que si ya lo tenemos todo, para qué continuar con ella. Veamos. El mercado laboral en Suecia es aún muy segregado y los salarios femeninos aún son inferiores a los de los hombres. En promedio, una mujer gana el 84% del salario de un varón. La mayoría de quienes reciben los salarios más bajos son mujeres y la mayoría de quienes tienen los salarios má altos son hombres2. En general, los jefes son hombres, del total, solamente el 29% de las mujeres lo son. En el sector público, el 58% de los jefes son mujeres. Entre más se ascienda en la jerarquía, se encuentran menos mujeres. Dentro de las 50 compañías más grandes de Suecia, solamente una tiene a una mujer como gerente ejecutivo3. El argumento esgrimido tanto por mujeres como por hombres, es que “la persona más calificada obtiene
*Traducción de Patricia Prieto
1 Statistics Sweden*, Women and men in Sweden 2008. 2 Ibídem, p. 80. 3 Statistics Sweden, http://www.scb.se/Pages/TableAndChart_27569. aspx
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el empleo”. Es bastante extraño que “la persona más calificada” siempre sea un hombre. Si hablamos de la violencia contra las mujeres, me temo que aún nos queda un largo camino por recorrer. Lo positivo es que las estadísticas nos muestran que las mujeres están cada vez más dispuestas a denunciar estos hechos ante la Policía. Lo negativo es que estos crímenes parecen estar aumentando y que apenas el 20% de los casos de violencia sexual se denuncia ante las autoridades4. Se puede concluir que cuando las mujeres son objeto de violencia, es bastante probable que el perpetrador sea alguien conocido. Para dar un ejemplo: en el 2003, se reportaron 10.142 crímenes sexuales a la Policía. El 25% ó 2.565 de ellos correspondieron a violaciones o intentos de violación. Ello significa 7 violaciones diarias. (¡Hay que recordar que solo se denuncian el 20% de los casos!). De las 2.565 denuncias, solamente 145 hombres fueron condenados por violación, lo que corresponde al 6%5. En una quinta parte de los casos el transgresor es un desconocido. El 60% de las violaciones ocurre en el domicilio del perpetrador o de la víctima6. Durante 1960 y 1970, en Suecia hubo un movimiento feminista fuerte y activo. El concepto básico era “Lo personal es político” y la familia conservadora era considerada un problema; ahí era donde se presentaba la violencia y el abuso, y dado que era un “asunto familiar”, nadie hablaba sobre ello. El movimiento feminista luchó para cambiar esa situación, así como para lograr la liberación de las mujeres y de su sexualidad, promoviendo la idea de diferentes estilos de vida. Actualmente, en el año 2009, mi generación, la que está cercana a los 30 años de edad, está contrayendo 4 Consejo Nacional para la Prevención de la Delincuencia** http://www. bra.se/extra/pod/?action=pod_show&id=8&module_instance=2 5 Consejo Nacional para la Prevención de la Delincuencia http://www.bra. se/extra/pod/?action=pod_show&module_instance=21&id=39&stats Type=100&statsCounty=La&Year=2003&type=1 6 Consejo Nacional para la Prevención de la Delincuencia ( h t t p : / / w w w. b r a . s e / e x t r a / m e a s u r e p o i n t / ? m o d u l e _ instance=4&name=V%e5ldt%e4kter%20slutre d.p df&url=/ dynamaster/file_archive/050511/5bae71cb5169364a3fac9dacf796 b048/V%25e5ldt%25e4kter%2520slutred.pdf pagina 6 2009.07.18)
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matrimonio como nunca se había visto. Las revistas están llenas de artículos sobre cómo crear la casa perfecta, la boda perfecta, los hijos perfectos, el cuerpo perfecto… Las investigaciones demuestran que las parejas jóvenes, supuestamente en condiciones de equidad, están retrocediendo en el tiempo desde el momento del nacimiento de su primer hijo. Las relaciones están muy lejos de ser equitativas, pero nadie lo admite. “Si soy mejor para mantener la casa limpia, es mejor que yo lo haga. Él puede arreglar el carro, eso es lo que hace mejor”. Lo que hacemos actualmente en Suecia es encubrir la desigualdad bajo el manto de la opción individual. “Ella se queda en casa con el niño porque yo gano más dinero… no hay nada que hacer, necesitamos el dinero”. Pero no es así! Usted puede escoger. Escoger tener solamente un carro. Escoger gastar menos en el viaje de vacaciones a París el próximo año. El esconderse tras una mezcla de clichés tales como la economía, la idea de la opción individual y la imagen de que vivimos en el país más equitativo del mundo no contribuye a lograr mayor equidad. En un país donde casi todos los partidos políticos en el Parlamento dicen ser feministas, nos sorprende ver tan poco análisis feminista. Nos falta un muy largo camino por recorrer. Nota: * El Consejo Nacional para la Prevención de la Delincuencia es el órgano de expertos del Gobierno sueco en el campo de la administración de justicia. ** Statistics Sweden es un organismo administrativo. La tarea principal es suministrar a los clientes con las estadísticas para la toma de decisiones, el debate y la investigación.
Remembranzas
Fuente: Grafiti Universidad Nacional de Colombia - Sede Bogotรก.
A mi amiga Meira Delmar (1922 - 2009) La otra mirada Por Rafaela Vos Obeso Socióloga, magíster en Ciencia Política, magíster en Historia, profesora emérita Universidad del Atlántico
Recibió influencias de Gabriela Mistral, Alfonsina Storni, Delmira Agustini, Juana de Ibarbourou y Amira de La Rosa, poetas y escritoras que ya eran conocidas a mediados del siglo XX. Ellas marcaron su estilo en tiempos difíciles en los que el talento femenino era todavía inadmisible o desdeñado; una generación que cargaba sobre sí la intolerancia social ante las habilidades creativas de las mujeres y que debió luchar para que sus aportes no fuesen absorbidos o enmascarados mediante nombres masculinos, como fue el caso de otras escritoras del siglo XlX como Aurora Dupin (1804-1876), conocida como George Sand, y Mary Anns Evans (18041876), seudónimo de George Eliot. Para aquella época, estas valientes mujeres lograron destacarse, sin olvidar que algunas se vieron arrastradas por vidas personales tormentosas, reflejo de sus frustraciones y las imposiciones culturales contra el ingenio femenino.
Olga Isabel Chams Eljach, cuyo seudónimo fue Meira Delmar, no es ya una poeta solo de Barranquilla sino del universo. De origen árabe, sus progenitores arribaron al muelle de Puerto Colombia, atraídos por las promesas de una urbe que despegaba y, ambiciosa, desafiaba al mundo. Meira Delmar nació en 1922, y su niñez y adolescencia transcurrieron plácidamente –junto a sus hermanos William y Alicia–, en bellos espacios que inspiraron su musa. A través de los años, la poesía como ejercicio de la memoria incluía los tiempos felices de su vida familiar y personal, así como los sentimientos hacia una ciudad que le dio muchas satisfacciones, sin dejar, sin embargo, de sentir nostalgia al observar su crecimiento y a la vez el abandono a que fue sometida. Culminó bachillerato en el Colegio Barranquilla para Señoritas y sus estudios superiores en el Conservatorio Pedro Biava de la Universidad del Atlántico. No obstante, ávida de conocimientos, viajó a Roma para cualificarse en el Centro de Estudios Dante Alighieri, donde desarrolló aún más su sensibilidad artística, transferida musicalmente a sus versos. Meira, la pionera, hizo parte de esa generación de mujeres que lucharon por cambiar sus vidas y que silenciosamente lo expresaron a través de su pluma.
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En este ambiente, cuyo eco persistía todavía en la Colombia de mediados del siglo XX, Meira se atrevió a escribir poemas desde los años 40 y 50, logrando abrir espacios en las letras en un territorio eminentemente masculino. Temiendo la censura paterna y social, utilizó el seudónimo de Meira (de origen árabe) Delmar (por su coloquio y amor hacia nuestro mar), con el que presentó en 1937 sus primeros versos en la revista cubana Vanidades: “Tú me crees de piedra”, “Cadena”, “Promesa” y “Regalo de la lluvia”, los cuales fueron editados en la sesión Poetisas de América, publicación que tomó por sorpresa a su autora y que se convirtió en un acicate para seguir creando. Su primer libro, Alba del Olvido (1942), editado en Barranquilla, fue enviado en 1945 por la poetisa barranquillera a Juana de Ibarbourou, quien gratamente complacida con esta producción escribió: “Cuando me puse a leer su libro, la conquista fue muy rápida y plena. Acuérdese siempre de esta profecía: si no se deja copar por las cosas de la vida, si le es fiel a la poesía, será usted uno de los grandes valores líricos de su patria y de América. Tiene un extraordinario buen gusto, una potente seguridad”. Y así fue, ya que medio siglo más tarde, en 1999, Alba del Olvido fue reconocida como una de las cien obras más importantes del siglo XX, concedido a una mujer única como homenaje a su talento literario.
En sus recuerdos reivindicaba con alegría su amistad con Gabo y su apoyo incondicional hasta el final de sus días; perpetuaba también en su memoria a sus amigos de La Cueva, el honorable Grupo Barranquilla frecuentado por escritores, pintores y escultores, entre los que se puede mencionar a Gabriel García Márquez, Álvaro Cepeda Samudio, Germán Vargas, Alfonso Fuenmayor, Alejandro Obregón, Enrique Grau y Orlando Rivera “Figurita”. Participó activamente en obras sociales y nunca dejó de apoyarlas; fue integrante de la Comisión Interamericana de Mujeres del Club Zonta Internacional y de Mujeres Profesionales y Ejecutivas de la Sociedad de Mejoras Públicas de Barranquilla. Pero a pesar de abstenerse en los últimos años de su vida de participar activamente en los voluntariados, apoyó sus obras sociales hasta sus últimos días. Sus afectos por La Arenosa1 se expresaron en múltiples formas; le dedicó poesías como la que llevan por título “Romance de Barranquilla”, “Cedros”, “Verde Mar”, “Mediodía”, entre otras, donde se recrea mediante semblanzas la ciudad, transformando sus recuerdos en imágenes vivas e imperecederas. Tanto fue su apego y afecto por el terruño, que estuvo por más de 36 años en la dirección de la Biblioteca Pública Departamental, la cual lleva hoy su nombre, siendo un espacio de deferencia no solo al conocimiento sino a su memoria. En su honor fue creado también el Premio Nacional de poesía Meira Delmar, cuya primera distinción se hizo a Margarita Galindo, el 30 de abril de 2008, unidas ambas por la pasión a la poesía, además de una profunda amistad. En la Universidad del Atlántico se erige el Centro de Documentación de la Mujer Meira Delmar, para perpetuar su memoria y reconocimiento a su vida y obra. Su prolífica pluma nunca se detuvo, incluso hasta los días cercanos a su partida. Su pasión por la vida fue ejemplar. Dueña de una memoria envidiable, la cual constituyó el reemplazo de sus ojos cuando ya no
1 La Arenosa se le denomina a la ciudad de Barranquilla.
pudieron ver los jazmines en flor de su jardín. A pesar de las limitaciones visuales y locomotoras en los últimos años de su vida, Meira Delmar nunca dejó de asistir donde fuera necesaria su presencia, siempre acompañada por sus amigos, amigas, familiares y su enfermera, quienes, con amor, no dudaron en complacerla. Nunca decayó su espíritu, tampoco dejó de declamar su obra poética, como si quisiese decirle a las nuevas generaciones de poetas y amantes de la escritura que ella proseguiría por siempre ondeando la llama para encender sus espíritus. Extrañamos a Meira por su calidez humana, sonrisa siempre bella y constante, su espíritu colaborador y noble; por su amor a la ciudad, por haber sido el símbolo que iluminó nuestras vidas… Ejemplo para generaciones, única mujer en la Academia Colombiana de la Lengua, y por ser única, evidencia todavía a principios del siglo XXl el cerrado círculo de las letras y la sobrevivencia de antiguos imaginarios que se perpetúan en el tiempo. Meira, siempre Meira. Poeta insular, cómplice, mujer soñadora, murió rodeada de amor al lado de sus sobrinos y familiares que amó y la amaron con entrañable sinceridad. Siempre decía que “había sido privilegiada en la vida porque había sido amada”, pero ¿quién no podía amar a Meira? Esa cálida mujer que nos enseñó la solidaridad en cada uno de sus actos y que se inmortalizó con sus bellas poesías. Emprendiendo “el viaje de regreso por el mar al que tanto le escribió…”, se unió a su hermana Alicia, a quien extrañó por siempre, a su padre y a la madre a quien inmortalizara en su bello poema “Alguien pasa”.
Bibliografía Delmar, Meira (1977). “El viejo Muelle”. En: Revista Dominical 1417, El Heraldo, Barranquilla. Septimus. “Secreta Isla”. En: Revista Dominical 1417, El Heraldo, Barranquilla. Castillo Mier, Ariel. “Meira Delmar: la rosa que a la ceniza se resiste”. En: Revista Dominical 1417, El Heraldo, Barranquilla. Iriarte, Miguel. “Breves páginas con Meira”. En: Revista Dominical 1417, El Heraldo, Barranquilla.
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Sáez de Ibarra, Jesús, “Un hondo y secreto amor”. En: Revista Dominical 1417, El Heraldo, Barranquilla. Duque López, Alberto. “Evocaciones” (homenaje recibido en 2008 en la Feria del libro en Bogotá). En: Revista Dominical, 1417, El Heraldo, Barranquilla. Castillo Mier, Ariel, “Adiós a Meira Delmar, una grande de la poesía”. En: Revista Semana.com http://www.los poetas.com/f/delmar1.htm http://es.wikipedia.org/wiki/Meira_Delmar http://amediavoz.com/delmar.htm
Homenaje a Aída Martínez Carreño (1940 - 2009) Por María Himelda Ramírez
http://www.poesíaspoemas.com/meiradelmar http://video.google.com Es motivo de gran orgullo participar en un homenaje a la vida y obra de una persona a la que considero mi gran maestra y amiga, Aída Martínez Carreño, quien con su talento y dedicación contribuyó al desarrollo de una nueva historia en Colombia: la historia de las mujeres, y en particular de nuestras predecesoras del siglo XIX. Sus estudios abarcan campos como el de la vida cotidiana y la historia de la familia y han proporcionado otras visiones que incluyen a la gente común. Tal es el caso por ejemplo de uno de sus trabajos sobre la industria femenina de los sombreros, texto en el que informa que ésta representaba en 1858 el 24 por ciento de las exportaciones, y en diferentes lugares del país, las mujeres participaban en formas de trabajo familiar que incluía a los niños1. En esta línea merece destacarse su elaboración sobre los “Oficios mujeriles”, texto publicado en una revista universitaria y en el que expone de manera precisa de qué forma las mujeres incursionaron en los trabajos rentables como la industria del vestido, en ambientes restrictivos entre otros motivos por las imposiciones de los gremios2.
1 Martínez Carreño, Aída. “La industria femenina de los sombreros”. En: Credencial Historia, Edición No. 43, julio de 1993 2 Martínez Carreño, Aída. “Los Oficios mujeriles”. En: Historia Crítica No. 9, Bogotá: Universidad de los Andes, enero-junio de 1994.
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Es muy grato rememorar algunos de sus trabajos apreciados de manera muy particular por las estudiantes de los cursos de historia de las mujeres en Colombia, que he tenido la oportunidad de ofrecer en la Universidad Nacional de Colombia y junto con Ángela Robledo, en la Universidad de Cartagena. Así mismo, traer a la memoria la fascinación que ejercen en distintos auditorios sus palabras y sus recursos tales como el uso de la iconografía, que contribuye a interpretar los procesos que estudia, desde la perspectiva de las significaciones de las imágenes como representaciones de las mentalidades y los prejuicios de una época respecto a las mujeres y lo femenino. Tal fue el caso, en el XIV Congreso Nacional de Historia organizado por la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, junto con la Asociación Colombiana de Historiadores, en donde Aída Martínez expuso la interpretación de tres historiadores de la Independencia sobre la participación de las mujeres en esos contextos. Fue así como se ocupó de lo planteado al respecto por José Manuel Restrepo, José Manuel Groot y José María Caballero, quienes en la perspectiva de la construcción del discurso patriótico masculinizado reconocieron en un lenguaje concesivo a unas pocas patriotas; este trabajo fue publicado por el Boletín de Historia de Antigüedades en 2008 bajo el título “¿Cómo se ha percibido la participación femenina en las luchas de la Independencia?”3. La publicación del año 1995 en tres tomos sobre la historia de las mujeres en Colombia, compilada por Magdala Velásquez Toro y que ofreció un conjunto de avances sobre la participación política, social y cultural de las mujeres en diferentes periodos en Colombia, contiene trece artículos dedicados al siglo XIX. En el tomo dedicado a la mujer y la sociedad, Aída Martínez Carreño observa a las mujeres en los contextos familiares y discute los imaginarios sobre las decimonónicas, construidos en la perspectiva de forjar una visión homogenizante, de recogimiento y pasividad inspirado en el ideal del “ángel
3 Martínez Carreño, Aída. “¿Cómo se ha percibido la participación femenina en las luchas por la Independencia?”. En: Boletín de Historia de Antigüedades, Vol. 95 No. 842, Bogotá: Academia Colombiana de Historia, 2008.
del hogar”, idea que sintetizó una construcción con la cual las sociedades modernas occidentales desplazaron a las mujeres de las promesas de la Ilustración. La autora también llama la atención sobre las diferencias de clase y destaca las experiencias distintas de las mujeres blancas, las mujeres indígenas y las mujeres negras tanto en la vida familiar como en otras experiencias vitales. Aída concluye en este escrito que desde las guerras de la Independencia, pasando por los numerosos enfrentamientos posteriores del siglo XIX hasta la Guerra de los Mil Días, el ideal de familia conformada por el padre providente, la madre dedicada de manera exclusiva al hogar y a los hijos dependientes, no logró consolidarse a la manera de las aspiraciones de la sociedad que las élites regionales pretendían construir. En este como en otros de sus escritos, la autora resalta el hecho de que las mujeres en el siglo XIX debieron afrontar la ausencia de los hombres de la casa, por el reclutamiento voluntario o forzoso frecuente y, demostraron su gran capacidad de asumir los compromisos de la proveeduría económica y la conducción de los hogares junto a su participación en diferentes actividades productivas y de generación de ingresos4. Esta idea la desarrollaría más adelante al estudiar la correspondencia privada de la familia Mutis, del linaje de José Celestino Mutis, figura emblemática de la Ilustración neogranadina, dispersa por motivos políticos durante las convulsiones de la segunda mitad del siglo XIX, destacando el papel de las mujeres de la familia en mantener los lazos familiares en momentos de incertidumbres, exilios y destierros5. Hacia 1997, Aída Martínez Carreño publicó un libro de divulgación sobre la historia de las mujeres en el país, propuesto como un tema independiente de los estudios sobre la vida cotidiana que permite conformar esa “otra”
4 Martínez Carreño, Aída. “Mujeres y familia en el siglo XIX 1819-1899”. En: Consejería Presidencial para la Política Social, Presidencia de la República de Colombia, Las mujeres en la historia de Colombia, Tomo II, 231-292. 5 Martínez Carreño, Aída. “La correspondencia, estrategia para familias dispersas. Estudio del epistolario de la familia Mutis, 1855-1872”. En: Puyana, Yolanda y Ramírez, María Himelda (eds.). Familias, cambios y estrategias, Bogotá: Alcaldía Mayor de Bogotá y Universidad Nacional de Colombia, 2007, p. 125.
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vertiente de la historia. En la parte inicial advierte sobre las dificultades para conocer el pasado de las mujeres en las sociedades indígenas antes y durante la ocupación castellana por medio de las crónicas, que proporcionan una información escasa, irregular y fragmentada. Por lo demás, subraya la diversidad de pueblos que hace inviable las generalizaciones. Respecto a la época colonial, destaca el papel de las mujeres indígenas, blancas y negras en el trabajo, actividad oscurecida por la historiografía que reconstruyó los estereotipos generalizantes de las prostitutas y las brujas6. Las identidades que la autora prefiere destacar en esta como en otra de sus elaboraciones son las de las trabajadoras. En 1996, Aída Martínez nos entregó el libro que le valió el merecido Primer Premio de Historia en la Convocatoria Nacional de Colcultura en 1995, en el que escudriñó con acierto las limitaciones de la Ilustración para las neogranadinas. Se trata del estudio detallado del proceso en que se vio comprometida Micaela Mutis Consuegra, sobrina del sabio Mutis, quien afrontó el rigor de un juicio por concubinato, rigor exacerbado en medio de las tensiones ocasionadas por los enfrentamientos entre los patriotas y los realistas; el proceso la condujo a la cárcel y a renunciar a la maternidad, pues debió permitir el alejamiento de su hijo procreado en la unión por la que fue condenada como condición de restauración de su posición social, aunque debió también renunciar a sus bienes7. Es de interés observar cómo la autora se encontró con este personaje ya que a quienes buscaba en los expedientes judiciales era a las mujeres del común, a aquellas que insiste en sacar del anonimato. Su indagación y su lectura reafirman las potencialidades de los juicios criminales para indagar el pasado de las mujeres, en sus relaciones con la Ley y el orden patriarcal. En el XI Congreso de Historia de Colombia, celebrado en la Universidad Nacional de Colombia en el año 2000, sesionó un panel sobre la historia de las mujeres en el cual participaron Aída Martínez, Diana Patricia Restrepo y Consuelo Rojas con sus elaboraciones sobre el siglo XIX. Martínez expuso en aquella ocasión
6 Ver, Presencia femenina en la Historia de Colombia, Academia Colombiana de Historia XLIII, Santafé de Bogotá, D.C., 1997, pp. 11-26. 7 Martínez Carreño, Aída. Extravíos. El mundo de los criollos ilustrados, Bogotá: Colcultura, 1996.
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sus conclusiones sobre la lectura de las reclamaciones de las mujeres que participaron en la Guerra de los Mil Días como combatientes, con base en el estudio de la documentación que revela esa identidad tan oscurecida hasta entonces; este texto fue publicado en un libro conmemorativo compilado por Gonzalo Sánchez y Mario Aguilera8. En 2002, Aída Martínez y Pablo Rodríguez emprendieron las indagaciones históricas sistemáticas sobre la prostitución en Colombia desde una perspectiva explicativa, más allá de la picaresca con la que se suele observar. La autora se ocupó del tema en el siglo XIX y en particular en medios urbanos como Bogotá, considerado en los contextos de la discriminación y la pobreza de los procesos de migración del campo a la ciudad. Destacó las condiciones de las jóvenes, quienes ante todo buscaban oportunidades ocupacionales en el trabajo doméstico, siendo empujadas al comercio de su cuerpo y su sexualidad como estrategia de sobrevivencia, en un ambiente de abuso y violencia al que solían ser sometidas por parte de patronos o allegados a la familia a la que prestaban sus servicios9. Para concluir, subrayo dos enseñanzas de esta historiadora: en la IX Cátedra Anual de Historia Ernesto Restrepo Tirado, conmemorativa de los 50 años del voto femenino en Colombia, la autora expuso un avance dedicado a las mujeres del común, a quienes consideró una mayoría sin historia y sin voz, por quienes hablaron el juez, el escribano, el cronista, el literato y el historiador. Su interpretación penetró con fluidez en la compleja construcción de las identidades femeninas en nuestro país, en frecuentes desplazamientos geográficos: de campesinas e indígenas a criadas urbanas, de criadas a prostitutas o madres vergonzantes, de esposas, amantes, madres a compañeras en la retaguardia. La otra enseñanza que destaco es sobre la Guerra de los Mil Días y sus repercusiones que forman parte de la tradición de la ciudad de Bucaramanga y de la historia
8 Sánchez, Gonzalo y Aguilera, Mario. Memoria de un país en guerra. Los mil días 1889-1902, Bogotá: Unijus, Planeta, Iepri UN, 2001, pp. 195210. 9 Martínez, Aída y Rodríguez, Pablo. (eds y comps.) Placer, dinero y pecado: Historia de la prostitución en Colombia, Bogotá: Aguilar, 2002.
familiar en Santander. Esta región, afirma, sufrió las consecuencias de esa calamidad, expresadas en los altos índices de criminalidad en las etapas subsiguientes a la entrega de armas, la transformación de grupos combatientes en bandas de forajidos, las confrontaciones en las familias, la orfandad, la miseria y el dolor de la derrota de los ideales de una mayoría liberal10. También menciona que luego de esa devastación, las mujeres y los jóvenes se comprometieron de manera decidida en la reparación de su sociedad y gracias a ese compromiso se produjo un auge de la solidaridad.
Muere una de las fundadoras de la Red Colombiana de Mujeres por los Derechos Sexuales y Reproductivos Gloria Estella Hernández Torres (1958 - 2009) Red Colombiana de Mujeres por los Derechos Sexuales y Reproductivos
Reconocida activista por los derechos sexuales y los derechos reproductivos de las mujeres, murió el domingo 22 de febrero en Medellín a los cincuenta años. Será recordada, entre muchas otras cosas, por la campaña “Por el derecho al derecho, Alba Lucía Libre”. (Todas y Todos – 98.5 FM) La muerte de Gloria Stella afligió a quienes la conocieron y en general al movimiento feminista colombiano. “Mujer de convicciones, valiente y solidaria, una guerrera hasta el final cuando la enfermedad nos la arrebató de este mundo”, manifestó a este medio, su amiga la abogada Ximena Castilla.
10 Ver Martínez Carreño, Aída. La Guerra de los Mil Días. Testimonios de sus protagonistas, Bogotá: Planeta, 2000, p. 17.
Su valor y su alegría quedarán “en la memoria de quienes la conocieron y hoy sienten que haber compartido momentos de aprendizaje, amistad y lucha En otras palabras… no. 17 / Remembranzas | 147
con Gloria es un regalo infinito de vida”, expresaron sus compañeras de la Red Colombiana de Mujeres por los Derechos Sexuales y Reproductivos. Varias de sus amigas manifestaron su tristeza, pero a la vez celebraron la vida de esta Frida paisa. Su colega Juanita Barreto recordó que “se destacan sus aportes para poner en circulación sus estudios sobre las violencias contra las mujeres en el ámbito universitario”; también destacó “su energía vital, que proyectó incluso en los momentos difíciles a los que se enfrentó”. El Grupo Mujer y Sociedad lamenta la sensible pérdida de Gloria Stella y honra con quienes la conocieron “su tránsito por la vida”. En Otras Palabras… adjunta la semblanza de Gloria Stella elaborada por sus compañeras de la Red Colombiana por los Derechos Sexuales y Reproductivos. Nació en Medellín, Colombia, el 19 de julio de 1958, en vísperas de la década de los 60, caracterizada por una juventud que desarrolló el movimiento Hippie como contracultura de la sociedad de consumo y la guerra de Vietnam, época también de consolidación del feminismo, como toma de conciencia y lucha de las mujeres por sus derechos, su emancipación social y por la igualdad real en la sociedad; rasgo que marca su personalidad, su sentido de independencia e inquietud desde la infancia, su enfrentamiento contra los costumbres sociales y morales que definían a las mujeres desde niñas como cumplidoras de un “destino” frente a los quehaceres domésticos, en un hogar constituido por 12 hijos y 2 hijas. Desde pequeña, Gloria se impuso el estudio como una forma de romper las barreras del sometimiento y la pobreza en las mujeres, siendo una alumna ejemplar hasta terminar su bachillerato y su pregrado en Trabajo Social en la Universidad de Antioquia y una especialización en Políticas Públicas y Derechos Humanos en la Unaula. Desde sus últimos años en la secundaria, fue crítica del sistema patriarcal que vigilaba a las mujeres, incluso en su tiempo fuera de las instituciones escolares,
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defendiendo con ahínco a sus compañeras, acarreándole esto dificultades que asumió con coraje. En 1983, próxima a cumplir los 25 años, fue operada de una escoliosis de columna en la cual le colocaron una prótesis (barra de Harrington) con la que vivió hasta su muerte y que le permitió caminar y sostenerse erguida. A pesar de que este procedimiento fue traumático y la inmovilizó durante 4 meses metida en un yeso, su fortaleza y energía le ayudaron a su recuperación. “Después de los cuatro meses con yeso, tuve un corsé que me lo tenía que poner todo el tiempo durante un año para moverme de la cama; así aprendí a caminar, comer y hacer mis cosas de nuevo, es decir, comencé de nuevo mi desarrollo motriz después de cumplir 25 años”. Esta dificultad en su salud la marcó tanto que en la celebración de sus 50 años, decidió identificarse con la mexicana Frida Kahlo. Durante toda su vida se motivó por apoyar situaciones críticas en poblaciones vulnerables; en 1986, en el desastre de Armero, participó como trabajadora social de la Cruz Roja Colombiana, coordinando los albergues ubicados en una escuela y un colegio de Lérida, Tolima. Luego, coordinó un programa de recuperación integral para personal de la Cruz Roja afectado por el desastre. Decía Gloria: “Fue una dura experiencia pero de gran aprendizaje sobre la vida, su valor y sentido y en especial sobre las pérdidas en la vida de las personas”. En 1987, trabajó en zona de desastre en Ibagué con un programa de recuperación y reasentamiento urbano para personas afectadas por el desbordamiento del río Combeima. En el año 1989, en la Corporación Salud Mujer, empezó su compromiso militante como feminista y defensora de los derechos sexuales y los derechos reproductivos de las mujeres. Al cierre de la institución, laboró como trabajadora social en la Minera las Brisas, mina de asbesto en el municipio de Campamento (Antioquia). Desde este año y hasta el momento de su muerte fue parte activa del
grupo Gemas (Grupo para la Educación Sexual), fundado después del cierre de la Corporación Salud Mujer, con el fin de liderar procesos de educación sexual en colegios y organizaciones de la ciudad y dar asesorías en salud sexual y reproductiva. En 1992 ingresó como docente a la Universidad de Antioquia, hasta el momento de su fallecimiento, siendo la más idónea y dedicada a la investigación y ampliación del tema de movimientos sociales. “Mis experiencias como docente han sido maravillosas y me han dejado crecimiento y alegría”. La amistad y admiración de muchos de sus alumnos y alumnas universitarias dan fe del interés y amor que brindaba en sus cursos. En el mismo año fue miembra fundadora de la Red Colombiana de Mujeres por los Derechos Sexuales y Reproductivos y desde entonces asumió compromisos militantes con esta instancia en defensa del aborto, de los derechos a la anticoncepción y de las diversidades sexuales. Desde 1997, con el apoyo irrestricto y solidario de la abogada María Ximena Castilla, como defensora de Alba Lucía Rodríguez Cardona, acusada de homicidio agravado por la muerte de su hija recién nacida, condenada a 42 años y 5 meses de prisión, en primera y segunda instancia, y declarada inocente después de 5 años de lucha por su libertad, construyó y posicionó la campaña “Por el derecho al derecho, Alba Lucía Libre”. Posteriormente, en el año 1999, en el desastre del Eje Cafetero, fue coordinadora de los procesos de desarrollo comunitario y organización social para la recuperación del tejido social y la reconstrucción en el municipio de La Tebaida. En 1990 asesinaron a una de sus grandes amigas, dejando un hijo y una hija, a quienes Gloria tuvo el honor y la valentía de acoger y amar como madre. En 1993 asesinaron a Andrés (su hijo adoptivo), pérdida que determinó en ella, aún más, la lucha por la justicia social y el respeto a la vida.
La participación de Gloria Hernández no se quedó solo en el activismo político y académico, sino que dejó una gran obra escrita entre artículos, documentos y libros sobre los temas que más le apasionaron en su lucha, como fueron el ejercicio responsable y libre de la sexualidad, la defensa de los derechos sexuales y los derechos reproductivos, los movimientos sociales como formas sociales de resistencia ante las injusticias de los sistemas económicos y la misoginia en la jurisdicción penal colombiana. Así, fue coautora de los libros Por el derecho al derecho Alba Lucía libre (2003), y Violencia de género en la Universidad de Antioquia (2005), Un día de junio de 2006 le diagnosticaron cáncer de estómago, uno de los momentos más terroríficos que enfrentó, como lo expresaba ella misma: “Por fortuna, tuve la mano y la vida de mi madre, las múltiples voces y manos de mis amigas y amigos y las ganas de vida de mi hija”. Después de una intervención quirúrgica el 24 de julio de 2006 y tratamiento con quimio- y radioterapia, empezó un proceso de recuperación, que mantuvo hasta octubre de 2008, cuando le fue diagnosticado un nuevo cáncer de páncreas que acabó con su vida, después de cuatro meses de sufrimiento y dolor. Las constantes enfermedades y lesiones físicas, unidas a pérdidas afectivas y de seres queridos no fueron obstáculo para el cumplimiento permanente de sus compromisos políticos y académicos, y no lograron que su valor y alegría decayeran, quedando siempre su carcajada en la memoria de quienes la conocieron y hoy sienten que haber compartido momentos de aprendizaje, amistad y lucha con Gloria es un regalo infinito de vida. Red Colombiana de Mujeres por los Derechos Sexuales y Reproductivos.
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Silvia Galvis (1958 - 2009) un ejemplo imperecedero Editorial del diario El Universal de Cartagena
Como periodista, a Silvia Galvis nunca le dio miedo escribir sin eufemismos todo lo que encontraba en sus investigaciones. Como escritora de novelas, dejó salir sin tapujos su visión afilada y certera sobre la vida y el amor. Trabajadora incansable, es parte ineludible de la literatura colombiana como una escritora de peso, que utilizó la rigurosidad del periodismo investigativo y la meticulosidad de la indagación histórica para construir una obra profunda, que plantea una nueva visión de la historia colombiana y apunta a revelar los sentidos ocultos de las acciones de esos hombres y mujeres que protagonizan sus novelas. Nació en Bucaramanga, se graduó en Ciencia Política en la Universidad de los Andes, fundó la unidad investigativa del periódico Vanguardia Liberal, hoy bajo la dirección de su hijo Sebastián Hiller, y desde allí coordinó varios informes sobre corrupción, algunos de los cuales recibieron mención en el Premio Simón Bolívar. Enemiga a muerte de la figuración y el ditirambo, diligente y silenciosa, Silvia Galvis encauzó su pasión por la historia en libros como Colombia nazi y El jefe supremo,
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escritos junto con Alberto Donadío. Luego empezó con dedicación absoluta su trabajo profundo con las novelas “¡Viva Cristo Rey”, “Sabor a mí”, “Soledad, conspiraciones y suspiros” y “La mujer que sabía demasiado”; la obra de teatro “De la caída de un ángel puro por culpa de un beso apasionado”; “Vida mía”, un libro de reportajes a ocho mujeres colombianas; “Los García Márquez”, entrevistas a la familia del Premio Nobel colombiano; y una recopilación de sus columnas de prensa llamada “De parte de los infieles”. Desde su primera novela, “Viva Cristo Rey”, publicada en 1991, Silvia Galvis deja ver su propósito de reconstruir ese universo político de hegemonías y batallas, de alianzas y pugnas por el poder, al tiempo que devela el dominio patriarcal y la paciente resignación femenina que soporta calladamente su marginación y cautiverio. En todas sus novelas, las mujeres batallan para dejarse ver y conocer, para mostrar su valor como personas y su valentía combativa, atravesando sin miedo los recintos donde el poder se nutre de la cobardía y la ambición. Además de su rica obra, Silvia Galvis nos deja también el ejemplo de una vida que no claudicó en el empeño de construir ciudadanía, defender los derechos civiles y descubrir los recovecos donde la corrupción espera escondida. Vale la pena leer sus libros en esta época de caos nacional, para encontrar el asidero necesario para entender los hilos que mueven el poder político y para descubrir detrás de las sonrisas mansas de muchas mujeres ese embrión insurgente que las refrenda como valientes luchadoras de la vida. ¡Cómo duele la muerte de esta mujer valiosa, irrepetible y audaz! ¡Cómo hace falta en este país ese temple que aplasta sin piedad a los cobardes con frases contundentes! El periodismo, la literatura y el arte colombianos pierden a un ser humano valioso, y el país entero pierde a una mujer lúcida, cuyo coraje nos devuelve siempre la esperanza.
Incansable luchadora comunitaria María Fanny Torres Ramírez (1967 -2009) Un homenaje del Instituto Distrital de la Participación y Acción Comunal, Gerencia de Mujer y Géneros, Casa de Igualdad de Oportunidades para las mujeres y la equidad de géneros Sumapaz - Usme
“Un consejo para las mujeres sumapaceñas: … que se valoren, que se quieran a sí mismas, que sean insistentes en sus propuestas, que no decaigan cuando se les presenten inconvenientes, tomar las cosas con calma, involucrar la familia en las diferentes actividades de participación, a que manifiesten todas sus propuestas, sé que hay muchas mujeres que tienen propuestas que contribuirán al desarrollo de la localidad o de la vereda…” María Fanny Torres Rechazamos enfáticamente el asesinato de la edilesa de la localidad de Sumapaz María Fanny Torres Ramírez y el edil Fernando Morales. Nos solidarizamos con sus familias, amigos y amigas y comunidad sumapaceña en general, a la vez que manifestamos nuestro apoyo a la alcaldesa local Reinere de los Ángeles Jaramillo Chaverra y Junta Administradora Local de Sumapaz. Lamentamos que en el contexto rural de Bogotá D.C., específicamente en la localidad de Sumapaz, además de la discriminación y exclusión histórica de las mujeres y las dificultades existentes para ejercer plenamente su derecho a la participación y representación política, las mujeres campesinas sufran por su condición de género, de forma más grave, las consecuencias de la violencia política y el conflicto armado.
Fanny fue una mujer que desde los 17 años se involucró en procesos de participación en los escenarios públicos, cuando su padre ejercía el cargo de presidente en la Junta de Acción Comunal de la vereda Raizal, donde ella posteriormente ejerció el cargo de presidenta durante varios años. Promotora e integrante de diferentes comisiones comunales, vocera y gestionadora de recursos para la satisfacción de las necesidades de infraestructura y sociales de la comunidad: “Es de anotar que a los grandes líderes de mi vereda les aprendí la insistencia por obtener las más mínimas necesidades para sus comunidades, las cuales ellos representaban”. Fanny fue la primera edilesa de Sumapaz y desde las primeras elecciones en Sumapaz, casi de manera ininterrumpida, ejerció este cargo en la Junta Administradora Local; además, se reconoce como una lidereza activa en el proceso de creación del Consejo Local de Mujeres de Sumapaz, conformado en el año 2003, escenario de participación y representación política de las mujeres en Sumapaz, único como tal en toda Bogotá D.C. y precursor también no solo a nivel rural sino urbano, en tanto su creación es anterior a la reglamentación del Plan de Igualdad de Oportunidades para la Equidad de Géneros 2004-2016. En este escenario expresó su lucha por los derechos de las mujeres y la igualdad de oportunidades para ejercerlos y motivó a las mujeres de la localidad para que aspiraran y se postularan a cargos con poder de decisión en Sumapaz, con la consigna “¡mujer vota mujer!”, además de insistir en la importancia del fortalecimiento de los procesos de organización y el movimiento social de mujeres de la localidad, para lo cual promovió la conformación de los Comités Veredales de Mujeres en el marco de las Juntas de Acción Comunal. También promovió la participación de las mujeres en instancias de planeación como el Consejo Local de Planeación y, cada vez que tuvo oportunidad, resaltó y reconoció públicamente la labor de las mujeres de carne y hueso de la localidad, de todas las edades, que con su trabajo han contribuido a transformar los imaginarios sobre la participación de las mujeres campesinas y a disminuir la dependencia económica asociada a múltiples violencias: “Una de las dificultades que se me presentaba era que la localidad ha sido, por lo general, de una cultura machista y los comentarios de hombres y mujeres eran
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que las mujeres deberían estar en la casa, mas no en un cargo público o de liderazgo, formulándose comentarios que a veces me perjudicaban, pero no les hacía caso, por el contrario, me daba fuerzas para continuar y demostrar que lo que ellos y ellas manifestaban no era verdad”. Desde el principio, sus luchas también se concentraron en los derechos de las niñas y los niños; gracias a ella se logró la implementación de proyectos como bonos alimentarios e impulsó la creación de los Centros de Desarrollo Infantil y Familiar Rural. Le interesó que los proyectos para las mujeres campesinas realmente reflejaran sus necesidades, intereses y expectativas, por lo que participaba activamente en el Consejo Local de Mujeres y demás formas de participación relacionadas con los programas y proyectos tendientes al mejoramiento de la calidad de vida de las mujeres campesinas y sus familias. Incluso participó en la conformación de la Asociación de Mujeres del corregimiento de Betania y la Organización de Mujeres Tejedoras de Peñaliza. Del mismo modo, apoyó la Conmemoración del Día Internacional de los Derechos de las Mujeres, por primera vez, en el corregimiento de Betania, Vereda Raizal, donde se congregaron más de cien mujeres diversas. Posicionó otros temas estratégicos para Sumapaz, en el marco de la consigna “el páramo con su gente”, en las deliberaciones sobre el Plan de Ordenamiento Territorial, la reglamentación de las Unidades de Planeación Rural (estratificación unificada para la ruralidad) y demás políticas públicas relacionadas con el territorio Sumapaceño. Hizo parte del Consejo Territorial de Planeación del Distrito Capital, al igual que de Asojuntas, el Comité de Feria y demás acciones desarrolladas por la Administración Local y Distrital. También promovió la participación de las mujeres campesinas en la Mesa Diversa y el Consejo Consultivo Distrital de Mujeres, además de otros escenarios e instancias de participación estratégicas para ellas. Una de sus expectativas pendientes es que la Junta Administradora Local reconozca y apropie la Política Pública de Mujer y Géneros y su implementación en Sumapaz cuente con su apoyo: “María Fanny Torres Ramírez se forjó en el liderazgo, en medio de un entorno en el que las mujeres no tenían voz ni voto y que le sobrepuso
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numerosas dificultades. Ella es la única mujer en la Junta Administradora Local…”. Desde nuestro quehacer cotidiano nos comprometemos a mantener en la memoria de Sumapaz el recuerdo de esta mujer campesina, cuya vida es el reflejo de las luchas de las mujeres diversas por sus derechos y por la transformación permanente de situaciones indeseables, intolerables y evitables, tanto en la vida privada como en la pública. Insistimos en la importancia de que estos hechos no queden en la impunidad y la verdad, la justicia y la reparación integral de las víctimas y las personas afectadas, al igual que la garantía de NO repetición, sean una realidad. Nota: Fragmentos tomados de la Revista “Sumapaceñas… que dejan huella”. Entrevista a Fanny Torres.
Una proposición presentada a la sesión del Consejo Consultivo de Mujeres del 21 de octubre de 2009: En este mismo instante, mientras se realiza la sesión ordinaria del Consejo Consultivo de Mujeres del Distrito Capital, se ofician las honras fúnebres de nuestra compañera, amiga, líder comunitaria y edilesa Fanny Torres, y del joven edil Fernando Morales. La igualdad no realizada en la vida de mujeres y hombres se realiza hoy dolorosa y vilmente con el asesinato de esta mujer y este hombre dedicados al trabajo comunitario, desde sus opciones personales y desde sus decisiones de ejercer activamente la ciudadanía. No queremos la paz de los sepulcros. Por ello, con profundo dolor, inmensa tristeza, necesaria indignación y absoluta sensación de impotencia seguiremos diciendo no a la guerra en todas sus expresiones. La absurda guerra y todas las formas de violencia que la sustentan socavan el derecho a la participación, a la organización y a la representación en este país; silencian el trabajo cotidiano en
defensa de la vida; expanden el miedo y paralizan la acción. Durante años han silenciado muchas voces; el domingo [18 de octubre] silenciaron a Fanny y a Fernando; otros silenciamientos siguen andando por nuestro territorio y la tristeza nos deja sin palabras. El asesinato es una manifestación más del cierre de caminos para la realización del derecho de las mujeres a tener derechos, al cual Fanny dedicó toda su vida y de cuyas realizaciones tanto aprendimos. Hacemos un reconocimiento especial a la alcaldesa de la localidad de Sumapaz, Reinere de Los Ángeles Jaramillo, a quien expresamos toda nuestra solidaridad. Hacemos llegar nuestras palabras de afecto y de condolencia a las familias de María Fanny y de Fernando. Y, finalmente, hacemos en este recinto un minuto de silencio para honrar sus vidas, y dejamos esta constancia para conjurar la guerra, para reclamar la resolución humanitaria del conflicto armado y para repetir con millares de mujeres del mundo que las mujeres no parimos hijos ni hijas para la guerra. Salón Gonzalo Jiménez de Quesada, Alcaldía Mayor de Bogotá Miércoles 21 de octubre de 2009
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Fuente: Grafiti callejero.
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Noticias en otras palabras
Fuente: El feminismo. Colecciรณn Salvat 1985.
teatro, performance, música y rumba. Las mujeres y hombres que asistieron querían decirle a esta teatrera que, ante las viles amenazas que recibió, están con ella. Conociéndola, sabemos que nada le hará bajar la cabeza. Durante este homenaje se leyó la Proclama que transcribimos a continuación. El Colectivo TODAS SOMOS proclama Que el día 21 de abril de 2009, a las 5 de la tarde, se rinde Homenaje Público a
Es siempre difícil jerarquizar las noticias a resaltar en el lapso de tiempo –a veces más de seis meses– que separa una revista de la siguiente. Sin embargo, nos pusimos en la tarea de seleccionar algunas de las noticias que tengan más trascendencia para la vida de las mujeres. Unas más tristes que otras.
Las Feministas en Santandercito Entre el 17 y el 19 de abril del 2009, se reunieron 32 feministas de Colombia y un grupo de la Articulación Feminista Marcosur, en el municipio de Santandercito en Cundinamarca. Durante tres días se debatió en un ambiente cordial temas tan trascendentales como la democracia y los feminismos, se buscó esclarecer la incidencia de las feministas en la vida política del país. Desde diferentes regiones de Colombia, se hicieron presentes mujeres feministas que expusieron sus maneras particulares de hacer política, respondiendo a las problemáticas de su región. Este es un primer encuentro para comenzar un diálogo nacional que fortalezca los espacios de articulación del feminismo con el movimiento social de mujeres.
Homenaje a Patricia Ariza En la Galería Café & Libro, el 21 de abril del 2009, se realizó un homenaje a la dramaturga y actriz Patricia Ariza, con un encuentro polifónico organizado por el colectivo Todas Somos. Fue una velada llena de palabras, 156 | Mujeres, feminismos y democracia
PATRICIA ARIZA por su destacada labor en los campos de la creación artística y la acción transformadora de la cultura y el quehacer político DIVERSAS VOCES DE MUJERES HACEMOS PÚBLICO RECONOCIMIENTO A su valor para demostrar al mundo que la creación colectiva es una apuesta ética necesaria que alimenta la vida. Su sabiduría para crear escenarios que contribuyen a comprender los profundos nexos entre la cultura, la política, la economía y la subjetividad. Su capacidad de crear lenguajes que nos permiten ver las historias inscritas en los cuerpos de las mujeres. Su dinamismo para gestar un teatro de mujeres. Su fuerza para hacer hablar la historia de las mujeres. Su tesón para demostrar con su vida y con su obra que los caminos abiertos por sus antecesoras se consolidan y se transforman a medida que las mujeres avanzan en la realización de sus sueños.
Las mujeres a la Presidencia (2010-2014) Finalizando abril, asistimos al lanzamiento de Cecilia López a la campaña por la Presidencia de Colombia; una campaña que se centra en los derechos de los ciudadanos y las ciudadanas, de ahí su nombre “La hora de los derechos” que ella presenta alrededor de un gran reloj con 12 derechos: La seguridad, la paz, la justicia, la economía, el desarrollo, el empleo, las políticas sociales,
la igualdad, el bienestar, la ética, la responsabilidad y el compromiso. Cada uno de estos derechos está explicitado en un pequeño libro que representa su ideario liberal. Nos parece importante resaltar esta candidatura, por la hoja de vida, trayectoria en el Senado (fue elegida entre sus compañeros y compañeras como la mejor como senadora), compromiso con las mujeres, transparencia y vehemencia como opositora del Gobierno Uribe. Su participación como única mujer en el abanico de precandidaturas del Partido Liberal para la presidencia del 2010 culminó en septiembre con la elección de Rafael Pardo como candidato de ese partido, quedando Cecilia López en el cuarto lugar de preferencia de quienes participaron en la consulta
Tres años de la Sentencia C-355 de la Corte Constitucional: las dificultades continúan En la experiencia de seguimiento que realiza La Mesa por la Vida y la Salud de las Mujeres al cumplimiento de la Reglamentación de la Sentencia C-355, se han evidenciado obstáculos considerables que impiden que las mujeres hagan uso del derecho a la interrupción voluntaria del embarazo (IVE) en los tres casos estipulados por la sentencia. En efecto, en Colombia, tres años después de la Reglamentación sobre la interrupción voluntaria del embarazo (IVE), expedida por el Ministerio de la Protección Social, aún persisten barreras y dificultades para materializar el derecho de las mujeres a acceder a un aborto legal y seguro. La principal dificultad es el aparente desconocimiento por parte del personal médico de la Reglamentación de la Sentencia C-355 que permite el aborto en tres circunstancias, lo cual obstaculiza a las mujeres el acceso a un aborto donde su vida no corra riesgo y su derecho a la autonomía reproductiva no se vea vulnerado. Junto con el desconocimiento de la Reglamentación aparecen barreras que pueden ser de carácter moral o de exageración de trámites, que impiden el libre desarrollo
del procedimiento y hacen difícil el acceso efectivo de las mujeres a servicios seguros y respetuosos para interrumpir sus embarazos en los casos previstos por la sentencia de la Corte Constitucional y reglamentados en el Decreto 4444 de 2006 del Ministerio de la Protección Social. A pesar de los obstáculos y las trabas que siguen presentándose, la Secretaría de Salud del Distrito de Bogotá sancionó, el 5 de febrero de 2009, con una multa por $11’537.500 al Hospital Universitario San Ignacio, por negarse a interrumpir el embarazo de una mujer con 24 semanas de gestación, cuyo feto evidenciaba una malformación y ponía en riesgo su vida. El Hospital San Ignacio se convierte en la primera institución sancionada en el país. Ojalá este hecho sirva de precedente para que las directivas y el personal médico en general entiendan que la objeción de conciencia no puede ser institucional, solo es posible a nivel individual. En noviembre las resistencias al cumplimiento de la Sentencia C-355 retomaron nuevos bríos con los pronunciamientos del Procurador General de la Nación, del Consejo de Estado y de la jerarquía eclesiástica. Se registraron numerosos debates al respecto en los diversos medios de comunicación, de los cuales reproducimos la columna escrita por Florence Thomas, columnista del diario El Tiempo. Cinco puntos para el debate
El debate relativo a los derechos sexuales y reproductivos de estas semanas fue vergonzoso e indignante para un Estado Social de Derecho y laico, como lo es Colombia. Parece necesario, entonces, seguir poniendo los puntos sobre las íes. 1. Pese a la ofensiva del Opus Dei, todo sigue en pie. La sentencia que despenalizó el aborto sigue vigente. Lo ratificaron tanto la Corte Constitucional como el Ministro de la Protección Social. La Sentencia C-355 sigue siendo de obligatorio cumplimiento para todas las entidades de salud, y las mujeres pueden seguir accediendo a la interrupción voluntaria del embarazo en las tres circunstancias señaladas. En suspenso está el decreto de reglamentación de la sentencia, mas no la sentencia misma. Para el club de los dinosaurios de
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ultraderecha, malas noticias: si una mujer gestante está a punto de morir por riesgos de su embarazo, puede salvarse; si una mujer preñada por violación decide abortar, puede hacerlo, y si una mujer opta por evitar la tragedia de una malformación fetal, está autorizada para hacerlo. 2. Aun cuando se quiera negar, los y las jóvenes tienen derecho a la información. No hay tal cátedra del aborto. Este mote es una invención de mala fe de sectores retardatarios y de un Procurador confesional que debería declararse impedido en este debate. Por el contrario, hoy es imprescindible informar a todos los y las adolescentes de Colombia sobre sus derechos sexuales y reproductivos, y permitirles saber que la interrupción voluntaria del embarazo, en los tres casos previstos por la sentencia, no está penalizada. Es insólito e indignante calificar como “cátedra del delito” informaciones relativas a los derechos de las mujeres. 3. La Clínica de Medellín: aberrante que el alcalde, Alonso Salazar, olvidándose del carácter laico del Estado colombiano, se hubiera plegado a las presiones de la curia sobre el proyecto de creación de la clínica, y que, en medio de una crisis de gabinete que él mismo generó, hubiese aceptado la renuncia forzada que presentaron la Secretaria de Salud y la Secretaria de la Mujer. Ante semejante situación, las mujeres tenemos un deseo: que nazcan clínicas de la mujer en todas las ciudades y municipios del país para atender los aspectos relacionados con la salud sexual y reproductiva de las mujeres. La larga y triste historia de nuestro cuerpo y nuestra salud sexual y procreativa merecen clínicas especializadas en las cuales, por supuesto, se deberá atender la interrupción voluntaria del embarazo (IVE) para los tres casos despenalizados, como un principio constitucional y, por consiguiente, de obligatorio cumplimiento. 4. Las feministas no avanzan solas. Siempre me pregunto: ¿y dónde están todas estas mujeres de estratos medio y alto que han abortado en buenas condiciones, en Colombia y en el exterior? Son miles y miles y no escucho su voz. Al otro lado están
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esas otras mujeres: las que abortan en las peores condiciones; las que mueren en el intento; las que después de cinco hijos de la pobreza no saben qué hacer con un nuevo embarazo producto de sus condiciones materiales de vida. 5. El sacramento del aborto. Y recordando a Silvia Galvis, cuya muerte me cogió en París y me sumió en una inmensa tristeza, revivo una de sus frases más emblemáticas y pertinentes en estos momentos: “Si fueran los hombres quienes se embarazaran, el aborto no solo habría sido hace siglos despenalizado, sino que además sería un sacramento”. Florence Thomas
Aprobada reforma política excluyente En junio del presente año el Congreso de la República aprobó en último debate la reforma política más polémica de los últimos tiempos, puesto que finalmente falló frente a los dos objetivos prioritarios propuestos: sancionar ejemplarmente a los partidos involucrados en la parapolítica y erradicar las malas prácticas que enturbian el quehacer político en el país. En efecto, el castigo de la “silla vacía” para los congresistas que han hecho alianzas con grupos delictivos solo tendrá aplicación para quienes sean elegidos partir de 2010. Esta norma convirtió al transfuguismo en una actuación aceptada y permanente y autorizó al Congreso para que tramite velozmente un proyecto que reglamentará los anticipos para los gastos de la próxima campaña. En este contexto de medidas que responden a los intereses de los actuales congresistas y a asegurar las próximas elecciones, también lograron mayorías para rechazar la medida que establecía que las mujeres integren el treinta por ciento de las listas de los partidos, quedando nuevamente excluida esta acción afirmativa para fortalecer la participación política de las mujeres en los partidos políticos colombianos. En septiembre se inició el debate del proyecto reglamentario de la Ley de Reforma Política, ante el cual la Mesa de Género de la Cooperación Internacional elaboró un documento de análisis del cual publicamos la primera parte.
“Cuotas de género en la Reforma Política: ¿Por qué el Congreso de la República debe adoptar cuotas para las mujeres en la Ley Estatutaria de reglamentación de los artículos107 y 109 de la Reforma Política? Panorama actual: En el ranking mundial de participación política de mujeres, Colombia ocupa, al igual que República del Congo, el puesto 113 entre 134 posiciones. Es el país de América Latina en más bajo puesto del escalafón mundial de participación política de mujeres. Aunque las mujeres son el 52% de la población y el 52% de los electores que efectivamente asisten a las urnas, actualmente las mujeres son tan solo el 14% de los concejales, el 17% de las diputadas, el 9% de los alcaldes y el 12% del Congreso. En las dos elecciones de Congreso de esta década (2002 y 2006) en 17 departamentos, no ha sido elegida ninguna mujer a la Cámara de Representantes. En 11 departamentos del país no existe una sola mujer como diputada. Pero esta meta del Estado no se cumplirá con el ritmo actual de participación política de mujeres en el país. Es necesario adoptar medidas. Si el Congreso de la República en esta ley estatutaria no prevé mecanismos efectivos para aumentar la participación de las mujeres en política, ésta avanzará, según las tasas presentadas en las elecciones de Congreso en el 2006 y locales de 2007, así: dentro de 26 años (6 períodos), el Senado tendrá el 43% de mujeres; en 135 años (33 períodos) la Cámara logrará el 40%; en 45 años (15 períodos) las Asambleas tendrán el 36%, y en 33 años (11 períodos) los Concejos del país lograrán el 43% de mujeres.
Cinco años después, el Café con Mujeres sigue con éxito en Bogotá El Café con Mujeres está culminando su décima programación, es decir su quinto año de reuniones, con un promedio actual de ochenta mujeres y hombres
jóvenes quienes, tomando capuchino o té de frutas, debaten sobre temas coyunturales relacionados con la vida de las mujeres, sus derechos, sus nudos y sus maneras de enfrentarlos. Un lugar en el cual circulan las voces de mujeres y de algunos hombres bajo la coordinación de Florence Thomas, María Mercedes Tello, Juanita Barreto y Daniel García.
Ahora en el ciberespacio con Todas y Todos El programa radial Todas y Todos, de la Escuela de Estudios de Género de la Universidad Nacional, trasciende las fronteras gracias al Internet. Desde Europa hasta las Américas, el programa gana cada día más oyentes que expresan su interés y su satisfacción con la temática y su abordaje desde un enfoque feminista. Todas y Todos se transmite los domingos a partir de las 9:00 de la mañana por la UN Radio (98.5 FM). En Internet se escucha por la www.unradiobogota.unal.edu.co.
A la espera de la reglamentación de la Ley de Violencia Ya existe una nueva ley (1257) por la cual se dictan normas de sensibilización, prevención y sanción para todas las formas de violencia y discriminación contra las mujeres. La nueva ley, que fue firmada por el Presidente de la República en diciembre del 2008, reforma y modifica la Ley 294 de 1996. Es una ley más integral que busca, entre otras: -- Garantizar para todas las mujeres una vida libre de violencias tanto en el ámbito privado como en el ámbito público. -- Garantizar el ejercicio de los derechos reconocidos tanto nacional como internacionalmente. -- Garantizar el acceso a los procedimientos administrativos y judiciales para la protección y atención de las mujeres. -- Garantizar la adopción de políticas públicas. -- Las mujeres en Colombia esperamos su pronta reglamentación. En otras palabras… no. 17 / Noticias en otras palabras | 159
El Grupo Mujer y Sociedad estrena página web Con toda nuestra historia, nuestras publicaciones, nuestros eventos, nuestros proyectos y con el diseño de una joven mujer, Lina Pulido, el Grupo Mujer y Sociedad entra por fin al ciberespacio. www.grupomujerysociedad.org es la página en donde recogemos nuestro trayecto como agrupación que ha trabajado durante mas de 20 años por los derechos de las mujeres.
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Las Mujeres y los libros
Fuente: Soñé que soñaba. María Cristina Suaza Vargas.
Soñé que soñaba. Crónica del movimiento feminista de 1975 a 1982
María Cristina Suaza Vargas; Agencia Española de Cooperación Internacional, Bogotá: JM Limitada, 2008. Presentación de María Isabel Casas Herrera
Cris me propuso que co-presentara su libro desde mi condición de “feminista de antaño, de hogaño y de este año” que he sido y soy en esta y otras latitudes. Debo aclarar que mi antaño en el feminismo no coincide con todos los años que se describen en este libro. No estoy haciendo méritos de juventud, ni más faltaba, sino aclarando que mi feminismo se empezó a calentar cuando estas muchachas ya habían avanzado en el asunto. Coincido, eso sí, en haber llegado al feminismo por el cuerpo, la sexualidad y el aborto, que es por donde empieza esta historia. Porque el feminismo metió el cuerpo en las luchas por la libertad, le dio ciudadanía al cuerpo y sus derechos y nos aclaró que no solamente es soberana cada nación, sino la vida y el cuerpo de cada mujer. Por eso, como se muestra a lo largo de esta crónica, el feminismo es antes que nada una pregunta en primera persona. Yo lo sé porque a mí el feminismo me puso a mirar las tripas de mi propia identidad femenina, para no hacer de tripas corazón. Esa dimensión esencial de la pregunta feminista se sale por todos los renglones de este libro y confirma la afirmación de que lo personal es político.
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Cris Suaza no solo documenta un momento público del país, sino su propio trayecto vital y su transformación personal como feminista, y de esta manera nos recuerda que la autoconciencia es el requisito para que lo político se pare sobre la Tierra y se relacione con la vida, que el feminismo atraviesa las relaciones de cada una consigo misma y con las otras mujeres que son su espejo, y que el encontrarme con otra me empodera. Esta crónica muestra, además, cómo a los movimientos de resistencia de cualquier tipo –y en particular a los de las mujeres– les va mejor cuando se construyen con imaginación, con coraje, con alegría. Soñé que soñaba invita a reflexionar sobre la manera como las protagonistas de ese momento del feminismo no solo soñaron que soñaban, sino que soñaron y volvieron esos sueños realidades concretas y maravillosas para las mujeres colombianas. Pero también nos revela cómo hemos perdido la conexión con algunas herencias de ese momento inicial. La institucionalización y las rencillas y afanes de protagonismo con los que demasiado frecuentemente tenemos que lidiar en nuestros trabajos nos han mermado esa fuerza germinal. Y el concepto de género, que tuvo la utilidad de aclarar las relaciones de poder que sustentan la discriminación, después se volvió “tema”, el impulso de transformar se domesticó y se ha reducido a “transversalizar la perspectiva de género”. En un país con tantas urgencias y en medio de los afanes de la agenda impuesta por la guerra, el descubrirse y fortalecerse en la relación con la otra ha perdido terreno. Nos hemos ocupado más de cuestionar el poder ejercido desde lo masculino, que de volver la mirada hacia los conflictos del poder ejercido desde lo femenino y entender cómo hacen eco en nuestra propia historia. Por eso, ese feminismo que empieza en primera persona y le hace preguntas a todos los rincones de la vida, es el único que puede contagiar a las mujeres de este país tan desgarrado y tan lleno de vida para echar a andar sus recursos interiores o –como propone Cris desde su historia– “armonizar el cuerpo, la mente y el sentimiento, las manos y la cabeza” para empezar a soñar su propio proyecto de vida más allá de la supervivencia. Cuando uno mira las condiciones en las que las niñas de este país en conflicto construyen su identidad femenina siente una profunda angustia, porque crecer en
medio de la guerra recorta los horizontes de la propia vida hasta los límites estrechos que defina el actor armado de turno. Mirada desde mi experiencia de participación en los últimos años en la mesa de trabajo “Mujer y conflicto armado”, esta crónica me pone de presente que lo que el momento del país nos pide a las mujeres que nos llamamos feministas es no solo acompañar a las mujeres que reclaman ante el Estado sus derechos a la verdad, la justicia y la reparación, sino también acompañarlas a buscar dentro de sí mismas los recursos, la fuerza, el coraje para volver a criar rescoldo y calentar la esperanza en sus vidas. Este ejercicio de memoria, reflexivo y divertido, nos propone ser radicales en el sentido más profundo de la palabra: volver a las raíces de las luchas feministas. A mí me parece que estas comadres la pasaron buenísimo, que se dieron un montón de permisos, que se rieron mucho, que soñaron, que se atrevieron a sacarle los trapos al aire a esa sociedad pacata que era la Colombia de entonces (porque en cambio ahora…). Queda claro en estas páginas que más importante que ser políticamente correctas es estar conectadas con nuestro interior, con nuestra experiencia, con la enorme recursividad e imaginación que le aplicamos a nuestra vida personal, a nuestros afectos, a las propuestas que nos ingeniamos para salirle al paso a los enredos que la vida nos plantea. Queda claro que la complicidad y la amistad entre mujeres potencian la creatividad que nos mueve a imaginar distinto lo que hay. Y yo tengo ganas de todo eso, no nostalgia de los tiempos idos sino más bien ganas de que renovemos las energías, le subamos a la calidad de los argumentos y le bajemos al desgaste de las peleas, los afanes de protagonismo, las rivalidades... todos los males que amarran la imaginación feminista que se anuncia en estas páginas. Yo, meto. Quienes hoy trabajamos por los derechos de las mujeres reconocemos que le estamos –ojalá– dando continuidad a una rica y diversa herencia de mujeres que aparecen en este texto y de otras muchas que desde otros momentos y lugares del país se la han jugado por lo mismo. Seguro que esta crónica levantará algunas ampollas, pero como las ampollas tratadas con cariño traen debajo una nueva piel, ojalá que invite a otras mujeres que protagonizaron ese momento a complementar con sus
memorias y reflexiones este esfuerzo que recoge unos años tan importantes para las vidas y los derechos de las mujeres colombianas. Le doy las gracias a esta “paisa muy despierta” que Cris ha sido y sigue siendo y a quienes lograron estimularla y apoyarla para que el material recogido por esta documentalista se haya hecho carne en este ejercicio de documentación y memoria que buena falta nos hace en el país de la amnesia. Cierro con las palabras de Julia Mancera, otra feminista muy del alma mía que ya no nos acompaña y que desea para su nieta esto que mi corazón feminista quisiera hacer extensivo a cada mujer joven de este país: “Que se gradúe en alquimia, se levante poeta y se tome el derecho de mostrar que está viva”1.
Sueños que se hacen realidad Reseña de Mar Humberto Cardoso Soñé que soñaba es la historia de una y cientos de colombianas que se resisten a aceptar que la vida de las mujeres en Colombia y en el resto de mundo no sea sinónimo de libertad. Es la historia de una mujer y de todas las mujeres que han decidido caminar juntas desde sus múltiples diferencias, compartiendo una apuesta común por el disfrute pleno de sus derechos –los que aún no se tienen y los que se han logrado–. En este libro, Cris Suaza nos invita a un recorrido por los momentos que fueron claves para el surgimiento de propuestas entonces trasgresoras como el del Feminismo en Colombia de 1975 a 1982, prestándonos unos lentes especiales: su vida misma. Desde su construcción personal como mujer feminista y las vivencias de las propias protagonistas de la historia, a quienes la autora da la palabra, Cris Suaza recrea de manera colectiva los múltiples avatares de lo que significó el proceso de
1 Julia Mancera de Camargo, “Poema agradecido a las mujeres del Colectivo de Mujeres de Bogotá”, sin fecha.
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consolidación del Movimiento de Mujeres en Colombia, así como de escenarios trascendentales como el Primer Encuentro Feminista Latinoamericano realizado en Bogotá en 1981. Con una forma de expresión abierta y un lenguaje cotidiano y ameno, este libro permite conocer y reconocer los múltiples retos y dificultades que las mujeres enfrentan al construir en colectivo y las respuestas que permitieron avanzar o no en estas apuestas. Este documento se erige en memoria histórica del feminismo colombiano y está dedicado de manera especial a las organizaciones de mujeres colombianas que cada día enfrentan los avances y retrocesos de su lucha, como una apuesta política que pasa por una permanente reflexión.
Género, mujeres y saberes. Entre el movimiento social, la academia y el Estado.
Luz Gabriela Arango y Yolanda Puyana (comps.); Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Humanas, Escuela de Estudios de Género, Bogotá: Unibiblos, 2007. Reseña de Juanita Barreto Gama
El aporte generoso de Cris Suaza al compartir sus recuerdos y amplia documentación sobre el movimiento feminista en Colombia desde la vivencia real de las mujeres, además de ser un reconocimiento a la labor realizada por las protagonistas de la historia, anima e impulsa el imparable esfuerzo de las miles de mujeres que continúan construyendo a favor de los derechos de las mujeres desde el feminismo. Igualmente, este libro resulta inspirador para alentar el compromiso de las instituciones que apoyan el trabajo de las organizaciones de mujeres en el país. Para la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid) ha sido un placer apoyar la recreación de la fascinante historia del nacimiento del feminismo colombiano a través de los ojos de su autora. Esta iniciativa se realiza en el marco de la Estrategia de Igualdad de Género de la Cooperación Española en Colombia y quiere ser un homenaje al valioso trabajo que realizan las organizaciones feministas, sin el cual no se hubieran logrado muchos de los derechos hoy ejercidos por las mujeres colombianas. Esta memoria colectiva tejida con la filigrana de la historia propia nos invita a soñar, pero sobre todo nos recuerda que es posible encontrarnos para soñar –cada cual a su manera– un mundo más justo y con derechos para todas y todos.
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Son muchas las posibilidades que ofrece esta compilación de las ponencias centrales del seminario que organizó la Escuela de Estudios de Género, Mujer y Desarrollo de la Universidad Nacional de Colombia, con el fin de celebrar los diez años de existencia de los programas de Especialización y Maestría en Estudios de Género en el mes de octubre de 2004. Tanto quienes participaron en este evento como quienes se acercan desde sus particulares experiencias a la amplia gama de conocimientos que constituyen este nuevo campo de estudios. Encontrarán en este libro –puesto en circulación a comienzos del 2008– nuevos motivos para trabajar a profundidad los planteamientos de sus autoras, quienes, procedentes de diversos territorios, dan cuenta a través de sus escritos de su participación en los procesos de construcción de este nuevo campo del saber.
Las prácticas subjetivas animadas por lo aprendido mediante la participación en diversas expresiones del movimiento feminista han alimentado el devenir de las epistemologías feministas, abriendo caminos para interrogar el carácter androcéntrico del conocimiento y sus manifestaciones en el proceso de constitución de los cuerpos teóricos y de las orientaciones metodológicas de las ciencias, las disciplinas y las profesiones, así como la incidencia del patriarcado y de los modelos homogenizantes de lo humano, sobre todos los campos del pensar, el hacer y el acontecer humano. De allí que el feminismo y los feminismos estén en la raíz de los estudios de género, de los estudios de masculinidad y de los más recientes estudios relativos a las orientaciones sexuales no convencionales, que interrogan el heterosexismo como modelo universal.
de estudios, teniendo presentes sus trayectorias como investigadoras, como activistas y como feministas.
Me atrevo a afirmar que las trece ponencias constitutivas de la obra se conectan entre sí mediante la particular relación que se establece en cada una de ellas con el feminismo y con las diversas vertientes teóricas que lo configuran. De allí que una lectura interesada de todo el texto aporta elementos para abordar y responder preguntas tales como: ¿Cuál es el aporte de las dimensiones militantes del feminismo a la construcción de los estudios de género y cuál es la relación de las mismas con el surgimiento y desarrollo de las epistemologías feministas? ¿Qué vertientes de pensamiento feminista están presentes en los caminos recorridos por los estudios de género, los estudios de masculinidad, los estudios “queer” y los más recientes desarrollos del feminismo lésbico y del transgenerismo?
Cada artículo tiene su propia dinámica. Algunos se inscriben en procesos sistemáticos de investigación y otros en las posibilidades derivadas de la observación detenida de experiencias, eventos o sucesos relativos a los recientes procesos de construcción de políticas públicas con perspectiva de género. Por ello, destaco las posibilidades que ofrece la tercera parte del libro para animar los necesarios análisis sobre las relaciones Estado-Sociedad Civil, en tanto cada uno de ellos ofrece un entramado vivo de relaciones entre las dimensiones conceptuales y las dimensiones prácticas de las experiencias en las cuales concentran su atención.
Las editoras destacan en la introducción del texto los aportes que las ponencias ofrecen para responder a la necesidad de introducir una crítica feminista a las ciencias (…) insertar en las diferentes disciplinas una reflexión sobre su carácter androcéntrico (…) hacer visible y fortalecer el conocimiento sobre las relaciones de género, la dominación masculina o patriarcal como realidades cambiantes y persistentes en el mundo actual y sobre sus especificidades latinoamericanas” (pp. 10-11). Sobre esta evidencia, estructuran la obra en tres partes, la primera de las cuales está conformada por siete artículos dedicados a identificar Logros y dilemas de los estudios de género en América Latina, a través de los cuales cada autora realiza un balance del proceso de construcción de este campo
La segunda parte reúne tres artículos que invitan a comprender Debates recientes sobre las relaciones entre Género y feminismos y mediante la puesta en escena de propuestas “Hacia un feminismo más allá del binomio igualdad/diferencia”, la visibilización de caminos recorridos para comprender el lugar de la diferencia en la historia del feminismo estadounidense, la comprensión de controversias acerca de las relaciones entre diferencia e identidad en las experiencias vividas en esta Colombia que la Constitución Nacional reconoce como pluriétnica y multicultural, y la formulación de preguntas que alimentan la reflexión sobre las relaciones entre mujeres, géneros y feminismos.
Hay muchas pistas para avanzar en procesos de investigación que construyen objetos de conocimiento, reconociendo en el ejercicio de escribir la construcción de sujetos cognoscentes. Son cuatro artículos concentrados en experiencias concretas relativas al ejercicio de los Derechos que animan la emergencia de nuevos agentes políticos y, por tanto, representan aportes de la investigación contemporánea. Allí la lectura del primer artículo nos permite imaginar la fuerza de las palabras de Diana Maffía para proponer nuevas concepciones de ciudadanía sustentadas en una crítica rigurosa al sexismo presente en las prácticas cotidianas que sustentan los conceptos de pacto social y contrato sexual. Entra enseguida el artículo de Donny Meertens para proponer caminos que controvierten las concepciones de desarrollo y seguridad desde las condiciones de vida de las poblaciones a las cuales el conflicto armado ha desterrado de sus territorios. José
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Fernando Serrano logra ponernos en escena para recorrer y re-conocer a quienes participaban en la Marcha por la ciudadanía LGBT, llevada a cabo a fines de junio de 2003 en Bogotá e interrogar los nuevos lenguajes registrados por la cámara de fotografía que anima las preguntas sobre la diversidad y la asignación de valores éticos a las diferencias constitutivas de lo humano. Y, finalmente, Almudena Cabezas se pregunta por las relaciones entre las Redes de Mujeres y los conceptos y prácticas de integración, indagando si éstas constituyen ¿Nuevos espacios regionales latinoamericanos? Esta pregunta permite a lectoras y lectores avanzar en la formulación de nuevos interrogantes sobre las posibilidades y las dificultades presentes en las dinámicas de las redes y organizaciones de mujeres en este continente que seguimos llamando nuestro.
Una Mujer de Mujeres
Amparo Rubiales; Madrid: Aguilar, 2008. Reseña de Paulina González
Por todo lo anterior, considero éste un texto de obligada consulta para quienes se interesan por comprender el contexto en el cual emergen y se consolidan los estudios de género en Colombia, y por la comprensión del sentido ético y político del pensamiento feminista.
Lanzarse a la empresa de contar de forma coloquial episodios de una vida dedicada a transformar la ideología patriarcal franquista desde el escenario político es, para una lectora colombiana desprevenida, una agradable sorpresa con múltiples enseñanzas que necesariamente nos devuelven en el espejo la dramática lucha de las mujeres de nuestro país por trastocar la anormalidad de una sociedad que concibe como socialmente correcta la dominación de más de la mitad de la población por esa otra porción del género humano. Este libro es el testimonio de vida de Amparo Rubiales que, como bien lo dice la misma autora, tiene cierto interés por ser la vida de una mujer, pero sobre todo porque está ligada a la vida de muchas otras mujeres que han vivido situaciones de desigualdad con respecto a los hombres. Por eso es también un libro histórico. Narra
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en ese sentido la vida de millones de mujeres españolas que le apostaron a la democracia desde el periodo de transición y fortalecieron el proyecto feminista por el reparto del poder, por ampliar el concepto de ciudadanía plena, la incorporación de la democracia paritaria y por traspasar la defensa de los derechos humanos hacia una conciencia de humanidad. ¿Quién es esa mujer que a pesar de no ser historiadora nos cuenta la historia de las mujeres feministas, que habiéndose dedicado durante veinticinco años al ejercicio político no quiere escribir un libro político? Amparo Rubiales es una mujer política, feminista y socialista; también es abogada, madre, abuela, amiga de sus amigas y amante de su marido. Amparo cuenta desde el primer capítulo su abandono del ejercicio político por exclusión de su propio partido, cuando era la Vicepresidenta Segunda del Congreso de Diputados en el año 2003, el cargo institucional más importante que tenía el Partido Socialista Obrero Español PSOE, en ese entonces. Las explicaciones que nunca le dieron fueron las de la renovación generacional, que se cumplieron juiciosamente con las mujeres por el hecho de tener menor poder en el aparato burocrático del partido. Después de un trabajo de más de veinticinco años por restaurar la democracia en España al lado de mujeres y hombres históricos, dejaron de contar con ella y muchas otras sin que mediara un motivo y sin que recibieran una explicación. Su conclusión demoledora es que “las mujeres pasan por la política, los hombres la hacen” y de allí postula la necesidad de que las mujeres ganemos poder al interior de los propios partidos como requisito imprescindible para consolidar presencia y liderazgo político.
luchando por una causa justa como es la del feminismo. La lectura de su biografía en estos momentos tan difíciles de la realidad política colombiana nos hace preguntarnos sobre la real participación de las mujeres al interior de los llamados partidos democráticos que no sienten la más mínima vergüenza de no tener una representación paritaria de mujeres en sus direcciones o de hacer trampas para impedir sus delegaciones en los eventos decisorios de campañas. ¿Seguiremos las mujeres colombianas pasando desapercibidas por la política?
Amparo Rubiales abrió el camino para que otras mujeres pudieran llegar a las Juntas provinciales, cuando la paridad no existía; para ampliar las posibilidades de ejercer y gestionar sus derechos laborales, sexuales y reproductivos, y para avanzar en la igualdad real; esfuerzos que sigue desarrollando desde su despacho de abogada. Todo eso lo describe en dos capítulos, uniendo los recuerdos de su infancia con sus comienzos en la política y su representación institucional. Su reconversión forzada de política en ejercicio a mujer política sin poder la llevó, como ella misma lo dice, a radicalizarse, a no consentir más una injusticia contra las mujeres, a seguir
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Florence de la A a la Z
Florence Thomas; Bogotá: Aguilar, 2008. Reseña de Yira Lazala
Florence de la A a la Z es una reflexión aguda, inteligente y bellamente escrita acerca de la relación entre las mujeres y el lenguaje. Escenifica las palabras que habitan nuestras existencias: algunas de inquietud, otras de alegría, otras de desasosiego y otras de esperanza. Plantea que dichas palabras son insuficientes a la hora de nombrar la experiencia vital de las mujeres como sujetas nacientes a sí mismas, hasta que son resignificadas y colmadas de contenido desde la especificidad sexual, ejercicio primordial en el parto hacia la plena ciudadanía y el ejercicio de la autonomía. El libro pone a dialogar la cotidianidad de nuestras existencias con saberes construidos durante largos años de búsqueda y cambios históricos. En él conversan la reflexión intelectual y la vida concreta. Florence Thomas propone relacionar el lenguaje, las palabras, la liberación
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y el “verbo libre”: no tener vergüenza de hablar como mujer, de pensar como mujer; sin esencialismos, pero reivindicando la diferencia epistemológica y existencial que implica dicha condición. El objetivo es reinterpretar afirmando la vitalidad del lenguaje, dar nuevos sentidos y así proporcionarle nuevos significados a la vida misma. La primera palabra que aparece es amigas: subsanadoras de la falta inicial que marca la condición humana, renovadoras permanentes de la esperanza en la ética del amor, en la relación con el otro y la otra, nuevo tinte para la solidaridad. A continuación asoma este muy usado y polémico vocablo, amor, para Thomas el gran reto político del mundo de hoy. El advenimiento de las mujeres como sujetas implica replantearlo de manera profunda, asumir su carácter de siempre incompleto e insuficiente, renunciar al sueño de fundirse en el otro o la otra y aun así seguir haciendo un esfuerzo por instalarlo en el tiempo, en medio del confronte con la cotidianidad. Una nueva ética del amor implica la existencia de dos sujetos autónomos y libres, es decir, iguales y también diferentes: iguales en el plano político pero marcados por la ya mencionada diferencia epistemológica-existencial. En palabras de la autora, una nueva ética del amor se fundamenta en dos soledades conscientes de sí mismas, de la fatalidad de su condición, “que para encontrarse y unirse, deben primero existir separadamente”. Esto implica para las mujeres construir “muros de contención subjetiva, trazar fronteras, saber poner límites, porque solo puede existir reciprocidad y receptividad de otro a partir de una oscura certeza y afirmación de sí”. Con la A aparece también la autoridad femenina que, a diferencia del poder, implica siempre un reconocimiento consciente de éste por parte de las mujeres y de quienes se relacionan con ellas; y aborto, que abre la posibilidad a una afirmación de la creencia en nuestra autonomía y en el carácter profundamente ético de nuestros actos, en que las mujeres embarazadas asumen esta difícil decisión como un acto de responsabilidad frente a una vida que saben necesita ser deseada, nacer en el amor, ser esperada. El aborto se relaciona de manera muy profunda con la ética del amor. Thomas dice: Si uno deviene sujeto en el amor, como lo anunció Jacques Lacan, entonces el amor es efectivamente el lugar, el topos de todas las utopías, siempre y cuando ese
amor rechace un orden establecido y el discurso que lo racionaliza, y quebrante las leyes humanas, porque el amor se encuentra siempre en el lugar de ruptura del orden social.
Dando un gran salto, asoma por la N la hermosa y pequeña palabra NO. El uso correcto de este inocente monosílabo es y ha sido la base de la resistencia de las mujeres y del establecimiento de límites propios para proteger, crear y recrear la subjetividad. Contundente y corto, muchas veces marca la ruptura de un silencio asfixiante; resistir es, en numerosos sentidos y circunstancias, decir NO en el momento preciso. De ese NO pequeño y poderoso depende nuestra existencia en muchas ocasiones. Pero la N también es de nostalgia, para la autora una de las más bellas palabras del español, “memoria feliz de un tiempo que se conjuga en pasado”. Por la P aparece pene. Algunos van por la vida teniendo un miedo paranoico a la pérdida de dicho órgano, dado que extrañamente es el fundador del poder que por razón incomprensible les dio a ciertos hombres una posición privilegiada en la sociedad. Órgano que pese a que muchos (y tal vez algunas) no deseen aceptarlo, es frágil, susceptible, inevitablemente limitado, completamente humano; y muy cercano tanto social como alfabéticamente a la política y al patriarcado. Separándose del pene, su poder y del miedo a perderlo, la apuesta de las feministas ha sido hacer política de otra manera, sin fórmulas, sin recetas, aun con muchas dudas y muchas incertidumbres, pero con el beneficio de la duda y con la claridad de la trasformación. Y si la epistemología occidental fundamentada en un poder patriarcal ha tenido 5.000 años para crearse, es completamente esperable que las mujeres aún tengan muchas incertidumbres, pese a quienes pretenden exigirles que posean ya todas las respuestas para merecer ser escuchadas. Y la P también es de patriarcado, ideología del poder que solo empieza a trasformarse cuando adquirimos una conciencia crítica de lo que implica ser mujer u hombre no normativizado dentro de una sociedad milenariamente patriarcal; patriarcado que si bien está herido de muerte, todavía sobrevive y encuentra maneras de reproducirse.
Por la S asoman la soledad, y también la sororidad. Soledad, aquella que puede ser la más dulce compañía, en medio de la cual podemos vivirnos, construirnos, ser creativas; regalo que nos hace más autónomas y al mismo tiempo nos permite relacionarnos con otros y otras de mera más plena, tranquila y sincera, esa soledad habitada que es en última instancia requisito existencial para acceder a la plena libertad. La sororidad, palabra recientemente creada que le da sentido a los vínculos entre mujeres, no nos hace fraternas en términos masculinos, cuya raíz latina significa hermano, sino solidarias en términos femeninos, proveniente de la palabra sor: hermana. La sororidad recalca la especificidad de los lazos de amistad profunda entre mujeres, tan menospreciados, y nos hace sujetas presentes en el lenguaje. Hacia el final del texto aparece la U de utopía, motor de la búsqueda política de las mujeres en cuanto género, cuya principal herramienta ha sido la resistencia a lo largo de muchos años, que empieza cuando el no retumba en el aire como ejercicio de libertad, como puerta a la autocreación y como herramienta colectiva para la trasformación. En suma, el asunto central de este libro es afirmar un proceso de modernización inacabado dentro del cual las mujeres entran como verdaderas sujetas de derecho y con esto libres y autónomas, es decir, con posibilidad de acceder a la ética. El grito desde el lenguaje es por el desarrollo y el acceso a una eticidad propia de lo femenino que solo es posible desde la libertad, porque es ésta la condición ineluctable para el ejercicio reflexivo de la existencia cotidiana y del pensamiento, es decir, para el ejercicio de la ética. Desde una reinvención del lenguaje, desde esas resbalosas palabras que se alojan en la vida de las mujeres donde sin duda alguna cobran especial lugar y significado, el objetivo es la edificación de una habitación propia, como lugar físico y como lugar subjetivo del sí misma. Construir así un lenguaje propio, hablado desde el sexo, desde la particularidad epistemológica-existencial.
En otras palabras… no. 17 / Las Mujeres y los libros | 169