Revista en otras palabras No. 12 mujeres géneros y derechos sexuales reproductivos

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& Mujer y Sociedad, Escuela de Estudios de Género de la Universidad Nacional de Colombia, Corporación Casa de la Mujer de Bogotá

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Sexuales y Reproductivos

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Un pfocjfama pa^a erradica? la violencia

intfafamihai3ij sexual Je las familias bogotanas Desarmarnos con Amores un programa del Plan de Desarrollo 2001 -2 0 0 4 BOGOTA PARA VIVIR todos del mismo lado, en el marco del Objetivo Familia y Niñez, dirigido a intervenir las problemáticas de violencia intrafamiliar y sexual. El Programa busca fomentar conductas solidarias y amables, a la vez que formas de resolución pacífica de los conflictos en las familias y la comunidad, atendiendo de manera prioritaria a mujeres, niñas y niños. Desarmarnos con Amor es una apuesta de trabajo distrital en la que el Departamento Administrativo de Bienestar Social interviene mediante la identificación de los casos y la prevención de las problemáticas. La Secretaría de Gobierno está a cargo de la atención y recepción de denuncias y la Secretaría de Salud asume la atención en salud a las víctimas. Esta labor de coordinación y responsabilidad interinstitucional le imprime a las problemáticas de violencia intrafamiliar y sexual una visión integral e intersectorial para realizar una atención integral, desde la perspectiva de los derechos humanos y de género. La meta del Programa Desarmarnos con Amor es aumentar la revelación, identificación y denuncia efectiva de casos de violencia intrafamiliar y sexual y mejorar la calidad del servicio de atención, especialmente a mujeres, niños y niñas. Información Departamento Administrativo de Bienestar Social del Distrito - DABS Calle 11 No. 8-49 Oficina 506 • Teléfono 344 64 00 Extensión 1065 www.bienestarbogota.gov.co

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e l d a b s c a m in o a l a INCLUSIÓN SOCIAL

ALCAIDIA MAYOR BOGOTA D .C D epartam ento Administrativo

BIENESTAR SOCIAL


R eh a cien d o ó a b e r e s Fragmentos

Los d e re ch o s sex u ales y rep ro d u ctiv o s en pala b ra s d e m u je r e s ....................................................................... 7 Aproximación a los derechos sexuales y reproductivos

M aryluz M ejía G ó m ez ................................................................................................................................................ 17 V El aborto: Un conflicto de derechos humanos

R ocío V illanueva F lo r e s ............................................................................................................................................. 22 ~

La píldora anticonceptiva: Piedra angular de una revolución

F lo ren ce T h o m a s ......................................................................................................................................................... 50

ó u eñ o s, im á g e n e s y

ó ím b o lo s

Semblanza

La ob ra d e A driana B er r ío ......................................................................................................................................... 59 Poemas

B etsy M ayelis R om ana B lo n d ó n .............................................................................................................................. 60 El amante. Extractos

M a rgu erite D u r a s ........................................................................................................................................................ 62 Diccionario

L isandro D u q u e ............................................................................................................................................................ 64 Habla la amada ausente

G abriela C a stella n os L la n o s.................................................................................................................................... 66 El reflejo de Las Horas

Lina M aría C ésp ed es B á ez ....................................................................................................................................... 67

d o ss ier \

Justicia para nuestros cuerpos y nuestras vidas. Campaña por una Convención...

^

Situación de los derechos sexuales y reproductivos. Colombia 1995-2000

^

Voces católicas sobre el aborto

Roxana Vásquez S o t e lo .............................................................................................................................................. 71 .

O lga A m paro S á n ch ez ................................................................................................................................................ 86 C a tólica s p o r el D erech o a D e c id ir ........................................................................................................................ 93 ■y

Entre la experimentación, el amor y el riesgo. El camino de la negociación sexual...

_

El impacto del conflicto armado en la vida de las mujeres

M a rcela S á n c h e z ......................................................................................................................................................... 99 C o rp o ra ció n C asa d e la M u je r .............................................................................................................................. 113

N o ticia s e n O tra s P a la b r a s

oQ a s M u j e r e s y l o s j Q í b r o s


EN OTRAS PALABRAS... P u b licació n E specializada E ditada por

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Grupo M ujer y Sociedad, Escuela de Estudios de G énero de la U niversidad N acional de Colom bia, Corporación Casa de la M ujer de Bogotá

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D irecto ra Florence Thomas

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C om ité E ditorial Juan ita Barreto Gama, Clara Elena Cardona T., Dora Isabel Díaz, Nohema Hernández G., Zully Moreno Villamizar, Patricia Prieto, M aría Eugenia Sánchez, Florence Thomas C olab oraro n en este N úm ero Juan ita Barreto Gama, Gabriela Castellanos, Lina M aría Céspedes, Dora Isabel Díaz, Lisandro Duque, Nohema Hernández G., Maryluz M ejía, Patricia Prieto, Betsy M ayelis R om aña, M arcela Sánchez, O lga A m paro Sánchez, Florence Thomas, Femando Toledo, Roxana Vásquez, Rocío V illanueva

S s f e n ú m e r o fiu e f i n a n c i a d o p o r e l c F o n d o d e ''D esa rro llo d e la s d a c i o n e s c lln i d a s p a r a la c7 ilu jer, c ~ll

I lu stra c io n e s A driana Berrío Romero D iseñ o y D iagram ació n

c P orta d a :

Soraya Tobón soraya_tobon@etb.net.co

íTKiñ o s y n iñ a s sin o jo s ( c o m o y o ) . cD íbujo lé c n ic a mixia. “m ied ia rio 1 99 9 .

P re p aració n E ditorial U niversidad Nacional de Colombia UNIBIBLOS unibiblo@ unal.edu.co

O b ra d e A d ria n a cB e r r í o .

C o o rd in ació n A d m in istra tiv a , C irc u lac ió n y P ub licid ad Verónica Barreto Riveros y Zully Moreno Villamizar H o rario de atención Lunes, M iércoles y Viernes de 8 a.m. a 12 m. M artes y Jueves de 1 p.m. a 5 p.m. Escuela de Estudios de Género Unidad Cam ilo Torres • Bloque B 6 • Oficina 609 Universidad Nacional de Colombia Tel. 0571 -3 1 6 50 00 ext. 18614 • Bogotá D.C. enotraspalabras@ hotm ail.com

United Nations Population Fund

D istribuido en C olom bia por Siglo del Hombre Editores Cra. 32 No. 25-46 • Bogotá D.C. Tel. 0571 - 337 77 00

<51 c T on d o d e P o b l a c i ó n d e la s d a c i o n e s U n id a s. U N f p f i . a p o y ó la fi n a n c i a c i ó n d e e s l e n ú m ero .

Para la composición de esta Revista se utilizaron caracteres Goudy Old Style BT, Humanist 521 BT y Phyllis

ISSN: 0122-9613

Qn Otras Palabras..


Editorial O n Colombia el conflicto armado persis­ te y se recrudece al mismo tiempo que se inten­ sifican las múltiples expresiones de violencia en los espacios privados y públicos. El desplaza­ miento forzado de amplios sectores de población ha puesto en evidencia, una vez más, las reite­ radas violaciones de los derechos humanos y de m anera específica de los derechos sexuales y reproductivos. Com prender el significado de estos derechos es el objetivo de esta edición en la que diferentes voces se unen para demostrar que estos derechos son los más hum anos de todos los derechos. Reconocer los desarrollos normativos e institucionales en este campo a nivel nacional e in ternacio n al, es imprescin­ dible para que Colombia pueda avanzar en la realización práctica de los valores de la moder­ nidad. Otorgar valor a los derechos sexuales y reproductivos, descubrir los nexos y las dife­ rencias entre ambos y conferirles significado ético y político es condición para privilegiar la vida sobre la m uerte, para crear condiciones de vida digna para todas y cada una de las mujeres -y para hacerle frente a los estragos de la guerra sobre las mujeres, las niñas y los niños. El reco­ nocimiento de los derechos sexuales y repro­ ductivos posibilita a hombres y mujeres mejores maneras de asumir su condición humana. Hoy el lugar que los Estados otorgan a las mujeres en los campos de la econom ía, de la política, de la cultura y, de m anera especial, en el campo de los derechos sexuales y reproductivos, es uno de los indicadores más significativos del desarrollo de los países.


En 1994 se realizó en El Cairo la Conferencia de Población y Desarrollo durante la cual se reconoció la salud sexual y reproductiva como un derecho a disfrutar de una vida sexual satisfactoria y sin riesgos. En su programa de acción se consagró por primera vez que los derechos reproductivos y los derechos sexuales son derechos humanos. En ellos se incluyen la libertad para decidir el número y espaciamiento de los hijos y las hijas, el derecho a obtener información que posibilite la toma de decisiones libres y sin sufrir discriminación, coerción ni violencia, el acceso y la posibilidad de elección de métodos de regulación de la fecundidad y la elim inación de la violencia doméstica y sexual. También se incluye el derecho a recibir servicios adecuados de atención a la salud, independientem ente del sexo, la edad, la etnia, la clase, la orientación sexual, o el estado civil de la persona, y teniendo en cuenta sus necesidades específicas de acuerdo con su ciclo vital. Igualmente, se establece que debe ser prioridad para los Estados dar protección a los derechos que son la base de los derechos reproductivos y están contenidos en los tratados internacionales, como el derecho a la integridad física, a estar libre de violencia, a la educación, a la igualdad y a la no discriminación. Un año más tarde, la Plataforma de A cción de Beijing reafirmó la importancia de asegurar la protección de los derechos de la mujer estrechamente ligados a los derechos reproductivos, incluidos los derechos sexuales. Estos derechos están tam­ bién consagrados en otros instrumentos internacionales: la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, los Pactos de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, la Convención Am ericana de Derechos Humanos y, de manera especial, la Convención Sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, conocida internacionalmente como la CEDAW. Colombia ha suscrito tratados y convenios internacionales en consonancia con la tradición que ostenta de ser un “país de leyes”, como se expresa en disposiciones tales como la ley 51 de 1981 y su decreto reglamentario 1398 de 1990, con lo cual adquiere compromisos que deberían ser ineludibles. Diez años des­ pués, el gobierno formula una “Política N acional d e Salud Sexual y R eproductiva para el p eriod o 2002 a 2006”.1 ¿Cómo se integra esta política con la política pública para las mujeres?, ¿cuál es la importancia que el gobierno le asigna a la financiación de dicha política?, ¿cómo puede concederse crédito a esta política cuando el país asiste al cierre progresivo de los hospitales y cuando los servicios de salud y educación pierden su

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palabras..

República de Colombia. M inisterio de la Protección Social. Dirección General de Salud Pública. Bogotá, febrero de 2003. 62 páginas.


carácter publico y se rigen por la lógica del mercado? Éstos y otros interrogantes surgen cuando, en las realizaciones prácticas, se observa un decrecim iento progresivo del interés por parte del Estado para asumir los derechos sexuales y reproductivos como verdaderos derechos humanos. El amplio campo de los derechos sexuales y reproductivos se aborda en este número desde dimensiones éticas y estéticas hasta perspectivas teóricas, pasando por experiencias vitales y prácticas cotidianas. Voces de mujeres que aportan desde sus diversas miradas elementos para la comprensión del sentido de los derechos sexuales y reproductivos, dilemas alrededor de la interrupción voluntaria del embarazo y de los significados subjetivos y políticos de los métodos de anticoncepción dan cuerpo a la sección R eh a cien d o sa b eres. Un recorrido por A m érica L atina y Colom bia en la búsqueda deuna m ayor ju sticia para las vidas y los cuerpos de las m ujeres, expe­ riencias de instituciones como Profamilia, Católicas por el Derecho a Decidir y el Fondo de Población de las Naciones U nidas, FNUAP y las necesarias reflexiones sobre los estrechos nexos entre las vio len cias privadas y el conflicto arm ado, conforman la sección Dossier. Las N oticias en otras palabras recogen algunos eventos que han hecho historia en Colombia en los últimos meses y a los cuales la gran prensa no les concedió la impor­ tancia que merecen. A llí se destacan, entre otras, la Constituyente Emancipatoria de Mujeres, el proyecto de ley que pretende establecer el servicio m ilitar obligatorio para las mujeres, desconociendo las múltiples voces que clam an por opciones no m ilita­ ristas, y las propuestas para una Corte Internacional de Mujeres en Colombia. La dureza de la tem ática que se aborda en estas páginas y el dolor que conlleva, se matizan en la sección Sueños, Im ágen es y Sím bolos con una selección de poemas de autoras colombia­ nas, un fragmento de El am an te de M arguerite Duras y unas notas sobre la película Las horas. U na muestra de los dibujos de la joven artista Adriana Berrío Romero ilustra las páginas de esta edición. En la sección Las m u jeres y los libros, invi­ tamos a nuestras lectoras y lectores a descubrir la riqueza de algunas novedades bibliográficas entre las que se destaca A Iba Lucía Libre. Por el d erech o al d erech o . ♦

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Rehaciendo Saberes


Fragmentos1 Los derechos sexuales y reproductivos

en palabras de mujeres

f P o r qué la libertad sexual a la que accedimos las mujeres ba tenido que manejarse como libertad sexual de la que hace tiempo disfrutan los hombres? ¿''Por qué las mujeres nos pusimos a hacer el amor sin preguntas cuando cada vez que seguía latente en nuestros cuerpos la pregunta ¿qué es esta maravilla? C1J aceptamos sin más la respuesta que los hombres se dieron tiempo más atrás y que a tantos desfalcos los ha conducido: «éste es un misterio, ponte a hacerlo». Óólo los poetas han querido librarse de usar esta respuesta para responder a las múltiples preguntas que los hombres responden con ella, pero los poetas, como las mujeres, no gozan todavía de mucho prestigio nacional. cPrestigio tienen los misterios, no quienes se empeñan en descifrarlos. C]J los misterios, como casi todo lo prestigioso, los inventaron los hombres. Con ese prestigio nos han entretenido mucho tiempo. Cuántas veces y desde cuándo nos hemos sentido halagadas al oír la sentencia patria que dice: la mujer es un misterio. T/¿por qué no? J2a Virgen de Quadalupe es un misterio, la coaf/’c ue es un misterio, la muerte es un misterio, la mujer debe ser un misterio y las . sociedades sensatas no hurgan en los misterios, sólo los mantienen perfecta . y sistemáticamente sitiados como tales . ♦ Á ngeles M astretta

“P uerto libre” M adrid, A guilar, 1994, p. 140-141

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El Comité Editorial de la revista “En O tras Palabras..." seleccionó algunos textos de escritoras y académicas relativos a los derechos de las mujeres.


i l hacer nuestra elección frente a ios conflictos sociales, optamos simultáneamente p o r un porvenir determinado de las relaciones entre los sexos. <Slegimos relaciones entre los sexos. &legimos relaciones entre individuos libres e iguales, relaciones que, en lodos los aspectos de la vida humana, se hallen desprovistas de cualquier tendencia a la apropiación y se caractericen p or su riqueza, su profundidad y sinceridad . ♦ Agnes H eller

“La revolu ción d e la vida cotidiana" Barcelona, Península, 1982, p. 69

" S s t e concepto de amor entre mujeres como una forma de indagación en la propia identidad, se resume en las palabras de la escritora italiana J3uisa cM uraro: \IJo desarrollo una búsqueda d e libertad femenina que no es exc/usioa d e mujeres que deaden amara /as d e su sexo. [...] ó i una mujer no sabe amary admirar a una d e sus semejantes, no babrápara e//a oía d e /ibertad, porque s e odiará a s í misma, y es/ara en fregada a ¡a mirada d e aprobación o d e rechazo d e l hombre, obligada a gustar a un hombre p a ra p o d e r gustarse, ó i una mujer e s capaz d e amar a una semejante, y p o r /o tanto a s í misma, después es /ibre d e am ara quien quiera. C]J entonces no tendrá que reconocerse como heterosexual, homosexual o bisexual, pues­ to que una persona completa se define p or sí misma y p or tanto no se ve continuamente agobiada p o r la necesidad de definirse en función de su opción sexual. <Sn realidad, nade debería definirse en virtud de su opción sexual. Cspero que algún día la naturaleza de las relaciones privadas acabe p o r ser i/relevante. (Sse día marcará el inicio del fin de la discriminación en función de sexo o de opinión sexual. ♦ Lucía Etxebarria

“La Eva fu tu ra ” Barcelona, Destino, 2000, p. 77

oQ a,as noches y los días fueron de dolor, de llanto, sola estaba pagando, creo, la condena más larga de las condenas a una persona, a diario me preguntaba p or qué tenía que pasarme esto a mí, pero no encontraba ninguna respuesta. <5n el tiempo que p a sé recluida tuve que vivir requisas, insultos, traslados, mi único consuelo era la visita de mi mamá, pero también era muy

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6n Otras palabras.,


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G loria Estella H ernández y otras

“(AIba Lucía libre! Por el d erech o al d erech o" M edellin , Lealon, 2003, p. 45, 54

(O/ mandato lega! de trato igualitario ante la ley se ha interpretado como el tratar a iguales como iguales y a diferentes como desiguales. Sfisí, en lo relacionado con los derechos civiles, políticos, etc., las mujeres reciben el mismo trato diseñado para los hombres/varones. On lo relacionado con derechos económicos, de trabajo, familia, etc., las mujeres reciben un trato desigualpor ser biológicamente diferentes del modelo de ser humano que es el hombre/varón. Sfímbos tratos se consideran justificados por ese principio de tratar a iguales como ¡guales y a diferentes como desiguales. c?ero resulta que el sexo, que es lo que distingue a las mujeres de los hombres y a los hombres de las mujeres, es precisamente eso, una distinción, porque los sexos se definen como tales precisamente por su diferencia mutua y no por la diferencia de la mujer con respecto al hombre. <Ss así que la teoría jurídica ha creado una verdadera imposibilidad de igualdad entre hombres y mujeres: ha hecho que el concepto de igualdad jurídica presuponga semejanza o desigualdad y como el concepto de sexo presupone diferencia mutua, la igualdad sexual es imposible. J2 os valores que fundamentan esta concepción de igualdad, garantizan entonces, que sólo los varones pueden ser tratados como seres humanos plenos porque fu e a éste a quien se tomó como paradigma de lo humano. Ssta concepción de la igualdad ante la ley responde a un patrón masculino porque el referente siempre es el sexo masculino. Hajo este patrón las leyes se consideran neutrales, genéricas, iguales para ambos sexos: cuando nuestro ser corresponde al ser masculino, se dictan leyes especia/es . cPero en ambos casos el referente es e l sexo masculino. <Ss e l hombre!varón que sirve de modelo para las leyes, sean éstas neutrales o de protección especial.

“Rehaciendo

doloroso oar llorar a mi madre, saber que ella sufría día y noche p or lo que me estaba pasando y que llegaría el día en que ni aun mi familia podría visitarme porque un posible traslado de cárcel sería otra condena, pues me alejarían mucho más de ellos. SVe sentía sola, indefensa y sin ninguna protección. [...] Aprendí que se puede luchar para que todas las mujeres del mundo estén bien y que no las maltraten de ninguna forma, en muchas ocasiones se cometen errores con las personas que son inocentes, en mí caso lardaron seis años en darse cuenta de su error. 5^o quisiera que otra persona esté oioíendo lo mismo que me locó oioir porque es algo inhumano además de injusto . ♦

Sabergs

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‘'Por eso es que en esta metodología y según la definición de discriminación antes citada, la igualdad jurídica entre hombres y mujeres no se reduce a un problema de semejanzas o diferencias entre los sexos. Propongo, p o r el contrario, que las mujeres no seamos definidas ni se nos otorguen o nieguen derechos en relación a nuestra correspondencia con el hombre!'oarón; que no caigamos bajo el patrón de la semejanza o la diferencia que define nuestra humanidad (y p or ende los derechos que podamos o no gozar) de confor­ midad con la distancia que medie entre nosotras y el hombre/oarón, sino que estemos conscientes de que tenemos necesidades e intereses que pueden o no coincidir con los de los hombres!varones, pero que en cualquier caso, son necesidades e intereses tan específicos a nuestro sexo y nuestra humanidad, como los intereses y necesidades del sexo masculino son específicos a su sexo y humanidad . ♦ A ld a Fació

“C uan do el g én er o su en a cam bios tra e” S an José, C osta R ica, ILAN UD , 1992, p. 26-27

'e alguna manera, la diferencia sexual es e l motor mas potente de una dialéctica sin amos ni esc/aoos. <Ssta dialéctica es posible sin tragedia pues toma caducas cierto número de oposiciones necesarias a la dialéctica de un sujeto único y solipsisla. Requiere un derecho de las personas adecuado a su realidad natural, es decir, a su identidad sexuada. U 'J ledefinir un derecho justo pasa necesariamente p o r la redefinition de un derecho individual que corresponda a personas reales, mujeres y hombres de diversas edades. <5n la perspectiva de tal derecho, la autoridad civil se vuelve un servicio y no un poder. 9Yo decreta ya la ley, las leyes, sino que vela p or el ejercicio de la aplicación de los derechos de cada uno y cada una. óegú n tal derecho, la vida es lo que está prioritariamente protegido p o r la ley. J3a vida siempre es primero individual personal. 'También es siempre sexuada. cñ lp roteger estas dimensiones de la realidad de las personas que la constituyen, la sociedad, en lugar de someter a los individuos a una máquina jurídica mas o menos abstracta, procura lazos de abstracción y alejamiento entre todos y todas, determinados principalmente p o r la pertenencia a un sexo, pero siempre atemperados y regulados p o r la legislación civil. (■■■) ¿Cómo tender puentes entre dos identidades tan distintas?

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6 n Otras Palabras..


<Ssta tarea exige cambios culturales y jurídicos. <5stos últimos parecen ser los más urgentes; los cambios en las costumbres requieren mucho tiempo. Tara amar debe haber dos personas. J2a persona se define p or medio de una identidad civil J3a definición de la mujer como mujer, empero, no existe en e l Código Civil ni por otra parte la del hombre en cuanto hombre. Timbos, pues, no son definidos como identidades sexuadas en el amor, sino como individuos neutros, de hecho inexistentes, o como naturaleza instintiva y reproductora. T o r fidelidad a las liberaciones sexuales y a los cambios de horizonte político que han provocado, y para permitir una cohabitación cultural entre nosotros, aquí o en otra parle, es menester dolar a mujeres y hombres de derechos que correspondan a la realidad de sus necesidades respectivas . ♦ Luce Irigaray

“A m o a ti" B arcelona, Icaria, 1992, p. 79, 84-85, 186-187

n e! siglo 9Í9Í un sujeto plural, contradictorio, sustituye al sujeto pleno y coherente de la Tazón clásica en la historia delpensamiento y, consecuen­ temente, en sus itinerarios de investigación. J3as mujeres siempre han llevado en sí mismas ese ser sujeto plural, esa impo­ sibilidad de escisión entre la propia vida afectiva y la razón social y cultural, entre el pueblo y e l pensamiento. <Sntre pasión y ética han vivido siempre esa multiplicidad, han encarnado siempre en sí mismas la crisis de una razón que se quería como única y sin cuerpo y, con su silencio histórico, han repre­ sentado siempre una crítica radical implícita a los fundam entos de ese pensamiento que se resolvía poniendo de lado sus contradicciones. 9¡sí como nos hemos habituado a vivir sin T)ios, sin el concepto de T)íos, y parecía una empresa loca e imposible, dice Toucault, así tendremos que habi­ tuarnos a vivir sin el concepto de ‘f iombre, ese cHombre que medíanle su mirada vuelve verdadera la realidad, lomándose como única unidad de medida de lo real. (■■■) Tíl apagarse la mirada unificante y homologante del 'fiombre portador de la única Tazón, comienzan a aparecer nuevas razones posibles. T or lo tanto, a partir de una situación de aparente miseria, nace la riqueza teórica de nuestro siglo.


través de ese proceso podemos boy pensar al niño no como un hombre incompleto, alprimitioo no ya como un salvaje sin cultura ni ética. cM ediante ese mismo proceso le es posible hoy a la mujer mirarse y ser Dista en su diferencia y no ya, ni tan sólo, reducida a su diferencia. cVara pensar de esta manera ha sido necesario abandonar la oieja imagen del mundo a la medida del hombre, asi como por el descubrimiento de ^América fue necesario abandonar la imagen del mundo plano como un tapiz. Qracias a ese extrañamiento, a ese punto de Dista diferente, ha sido posible hacer nueoos lenguajes y nueoas palabras y prácticas de conocimiento. Sftsí nacieron ¡a pedagogía moderna, la antropología y sobre todo el psicoanálisis; se produjeron sólo después de la mirada simplificadora, afirmando una voluntad de conocimiento que confirma la existencia del Otro en su diferencia, sin querer reducirlo y negarlo, al menos intencionalmenle. | 'También el psicoanálisis, por lo tanto, nace del silencio de la Cazón clásica, loma forma justamente de la exigencia de una superación de ese silencio, de esa crisis. Óuperar la crisis no significa encontrar la fuerza para confirmar viejos valores, sino encontrar nuevos valores, encontrar nueoas palabras . ♦ S?

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A lessandra Bocchetti “Lo que qu iere una m u jer” Madrid, Cátedra, 1996, p. 47-49

KJomo efecto del automático equilibrio en los ineludibles continuos de la Dida, se ha generado una verdadera cultura de exaltación de la sexualidady la reproducción, en gran medida distorsionadora, que ha contribuido a impedirnos, al menos a los hombres y mujeres de esta época, llegar a comprender oioencíar la sexualidad con todas sus posibi­ lidades. Cn otras palabras, /a represión tanto como /a glorificación han sacado /a capa­ cidad sexua/y reproductiva de su contexto humano prioándonos de eoolucionar y lograr su pleno aprooechamienlo, a partir de asumirlas en su cabal sentido. SAunque nos demos cuenta por la dificultad que implica mirar más allá de la propia culiura y trascender la oísión temporal, todavía, las personas nos encontramos con un mundo interior, emocional sexual y erótico muy poco evolucionado. Cosiblemente a partir del próximo siglo, que ya está en la puerta, se vayan decantando las confusiones anteriores, se continúe abriendo el camino y adquiriendo la claridad nece­ saria para acelerar la evolución y desarrollo del mundo emociona! tan atrasado y primi­ tivo aún, en el cual, por supuesto, la sexualidad y la reproducción constituyen unas de sus

Sn Otras Palabras...


“D erechos sexuales y rep ro d u ctivo s” Cali, Iseder, 1996, p. 17-18,24-25

Saberes

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M aría Ladi Londoño

'Rehaciendo

fuerzas más vitales, óo b re éstas, mucho se ha escrito y descubierto pero tal oez es mayor lo que ignoramos. Quizás el aoance podamos encontrarlo en disciplinas diferentes de las ciencias humanas biológicas y religiosas, que hemos venido consultando, además de la misma sexología que ha iniciado una verdadera aproximación, ampliando nuestros conocimientos, pero que, p or ser tan reciente, apenas está sentando las bases. (■■■) <51objetivo al tratar de clarificar la visión y conceptualizar la sexualidad y la reproducción como d erech o s fiumanos, es no sólo aportar elementos que ayuden a mejorar la calidad de vida, sino especialmente ir forzando y reforzando cambios que nos vayan acercando a unos niveles eoolutioos más altos en los cuales /o sexua/y /o espiritual /o corpora/y /o ético, /o inte/ectua/y /o emociona/, /o estético y /o sensua/ínfermezc/ac/os y confunc/íc/os, fad/ifen <?/c/esarro//o integra/c/e /aspersonas. <Ssproponer búsquedas para superar las disociaciones o desniveles actuales en los cuales el grado de progreso intelectual, académico o tecno­ lógico, alcanzado p or algunas y algunos, no genera p or sí mismo enriquecimiento de su vida emocional, erótica y espiritual, como tampoco facilita decisiones más sabias en los patrones de crianza y en la vivencia del amor. Sftsí esta última instancia ha llegado a convertirse en artículo de consumo, comerciable y manipulable, empobreciendo la cultura. cDe igualforma, es proponer elementos que puedan ser incorporados p o r las personas en sus proyectos de vida y en sus mundos afectivos, a fin de irlos ampliando y posicionando p or sobre otros artificiales construidos, bien sea p or el consumismo o p or los fanatismos del color que sean. ‘'Promueven conciencia de la importancia de educar en la afectividad y el amor, como un objetivo esencial para nuestro mundo real y terrenal, que no está poblado p o r ángeles asexuados, ni ubicado en esferas celestiales; buscan armonía, pero no un armonía y quietud como características sociales p o co afines con la vida en la cual el cambio, los altibajos y la entropía son constantes. Especialmente,.porque los ciclos amorosos, eróticos y sexuales tanto como el deseo procreativo, tienen en la variabilidad una de sus fa cetas más atractivas y requieren de constante atención al ser susceptibles de influencias tanto internas como externas. cDe esta forma, el contexto de estos derechos hace referencia a una nueva realidad, un nuevo paradigma; al enfoque y la equidad de género, tanto como a la importancia de las emociones, los sentimientos y el amor; e l aprendizaje del placer sexual y las prácticas de libertad entre otros muchos . ♦


n verdadero sistema de libertad de los derechos humanos respetaría ¡a autodeter­ minación y responsabilidad de las personas frente a sus propias oídas. Cuando una mujer opta p or interrumpir un embarazo es por responsabilidad no sólo consigo misma, sino en especial con su descendencia. es necesario excusar su sentir, ó i las mujeres deciden en contra de la normatioidad, en contra de su historia y en contra de los valores de su sociedad, generalmente lo hacen p o r su conciencia y visión del daño personal familiar y humano que tiene la maternidad obligada, lo cual indudablemente constituye un acto de valor y una consecuencia del poder ponderar las propias circunstancias. <Sn otros términos, arriesgarse a decidir y enfrentar una situación difícil, como es el aborto, indica no sólo coraje sino gran responsabilidad humana. [...] (Ses tiempo de entender que somos nosotras mismas quienes tenemos que encontrar soluciones: si nosotras contamos con claridad, información y compromiso, tenemos que pasar de la etapa del reclamo, la queja o la acusación, al encuentro de soluciones reales, f f a dimos e l primer paso, ya sacamos el aborto del c/oset moral en que fu e colocado para asustamos, ya lo entendemos y asumimos. Sfihora debemos encontrar alternativas para manejar e l embarazo índeseado o inapropiado, de manera que evite e l malfísico, la muerte, el daño social, emocional, familiar o económico. SIproblema es nuestro y para toda la vida, p or lo cual lo seguiremos solucio­ nando. como hace mucho lo venimos haciendo, de acuerdo con nuestras condiciones, ajenas a lo que dicen quienes detentan el poder estatal y de las conciencias, especialmente en jQatínoamérica. <Ss preciso encontrar estrate­ gias diferentes al riesgo de muerte, de enfermedad, de culpa, de soledad, de veto, de costos superiores a las propias posibilidades, ya que, como es usual, las mujeres decidimos en silencio, calladamente, con gran sigilo, en soledad y tratando de conservar el secreto. 9Yos arriesgamos y hacemos lo que creemos que tenemos que hacer según nuestro sentir y responsabilidad, asumiendo lodos los costos, incluso la ilegalidad y la condenación social Sfisí hemos hecho nuestra historia. [...] Asumir la maternidad libremente es un paso de crecimiento, de respeto por la calidad de la vida, una acción que nos independiza de muchos controles externos y afirma la valoración p o r e l ser humano, j&s una valentía personal! J2a vida, la duración de la vida, la calidad de la vida, el sentido de la vida, están en la lucha p or la maternidad líbre.

14

611 Otras palabras..


15 M aría Ladi Londoño

“El problem a es la n o rm a ” C ali, Prensa C olom biana, 1989, p. 183-187

¿KÚ K OY>± ^ . ■ f< Ot-o

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IV r

“Rehaciendo haberes

¿J3a condición humana que lardamos miles de años en obtener, la estaremos mejorando con nuestros comportamientos ? ¿~Qa reiterada negativa p o r reconocer autonomía a la mujer y su libre maternidad, estará evidenciando avance en nuestra condición humana? Como mujeres feministas latinoamericanas estamos en mora de comprometer nuestra acción en la solución de uno de los problemas más graves de la región y e l momento histórico en que vivimos, como es e l aborto provocado. 57io podem os mimefízar nuestra conciencia y dormir tranquilas, mientras la desesperación y el dolor desgarran a otras mujeres, sobre iodo las más deprivadas de nuestra sociedad. <Sl compromiso tiene que ser con la vida de la mujer, de quien dependen muchas más. Sste es un asunto femenino y nosotras tenemos que encontrar salidas propias, independientes y ajenas a los entes de poder que continúan cerrados a transformaciones humanas y a procesos de desarrollo no sexistas. J^as estrategias que hemos encontrado son la solidaridad y el compromiso: alternativas de acción hay muchas y cada comunidad identificará las suyas. Conjuntamente sabremos resolver la problemática que la misma ley nos crea a f obligamos a transgredirla p or legislar en contra del derecho a la libre elección de la maternidad. ¿(SIproblema es la ley, no nuestra decisión! ‘Definitivamente, ante la vida y la salud de la mujer, lo que debe interesamos en primera instancia no es la argumentación legal o social, sino la existencia1. J3a cercanía nos afirmará en el riesgo y las experiencias previas acortarán el camino. Continuemos, pues, reflexionando en torno a los asuntos de nosotras las mujeres y de nuestras vivencias tan particulares, como son la reproducción y los derechos humanos . *


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ÍH í) °>6.

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Osle número fu e financiado por el Tondo de Desarrollo de las d a cio n es Unidas para la cMujer. UNIFCM.


Maryluz Mejía Gómez A sesara UNFPA en SSR C olom bia

Aproximación

a los derechos

sexuales y reproductivos el Plan de Acción de la III Conferencia sobre la Población y el Desarrollo (CIPD/94), se leen las siguientes afirmaciones sobre los derechos sexuales y repro­ ductivos: Que son parte de los derechos humanos y no son derechos nuevos, y que abarcan ciertos derechos humanos que ya están reconocidos en las leyes nacionales, en los documentos internacionales sobre derechos humanos y en otros documentos pertinentes de las Naciones Unidas aprobados por consenso. Para quienes trabajan sobre los procesos de atención que incluyen aspectos de la sexualidad y la repro­ ducción, se ha hecho obligatoria la reflexión juiciosa acerca de los conceptos que sustentan estas afirmaciones, así como la búsqueda de formas de operacionalizarlas. Una de estas bases la constituye sin duda, la definición de salud reproductiva promulgada por la OMS: “la salud rep rod u ctiva es un esta do gen era l d e bien esta r físico, m ental y social y n o d e m era a u sen cia d e en ferm ed a d o dolen cia, en todos los asp ectos relacion ad os co n el sistem a rep rod u ctivo, sus fu n cio n es y p r o ce so s”. Sin embargo, la misma ha suscitado reflexiones, aceptadas en los medios científicos, académicos y del con­ senso de los países, en torno a que el concepto de salud sexual y reproductiva muestre más claram ente sus relaciones con las comprensiones y conocimientos que desde las diversas ciencias se tienen sobre la sexualidad y la reproducción, como capacidades individuales, las cuales implican y están ligadas al contenido de Derecho. La sexualidad y la reproducción desde sus contenidos individual, íntimo y de expresividad, aportan y representan las bases de aproximación a la salud sexual y reproductiva, SSR, y permiten que ésta sea reconocida como una condición también individual, de necesario bienestar y circunscrita a los contenidos de la sexualidad y la reproducción, los cuales, por estar ligados en toda su constitución y expresión al . cuerpo, especialmente la sexualidad, están en la base de las relaciones sociales. La SSR como capacidad in cluye el reconocim iento de la sexualid ad y su ejercicio, como vida sexual satisfactoria y sin riesgos, como capacidad de procrear hijos y como libertad para decidir hacerlo o no hacerlo, cuándo, con quién y con qué frecuencia. 11


V \

I

Es decir, las capacidades del ejercicio de la sexualidad y de la reproducción están mediadas por el ejercicio de la libertad de las personas, mujeres y hombres, en las mismas condiciones: igualdad y dignidad. Y el ejercicio de estas capacidades en condiciones de libertad es una decisión sobre la propia vida individual, la satisfacción de tener hijos y la aceptación de las responsabilidades que ello significa. Estas com prensiones han sido sustentadas dentro de los mismos principios de los derechos básicos que se reconocen como acuerdo en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, promulgados por las Naciones U nidas.1 Es necesario explicar que hoy se nombran y reconocen derechos que no están enunciados en el texto literal de la Declaración, pero sí en su sentido y comprensión, en la medida que todos los derechos son universales, indivisibles, interdependientes y están relacionados entre sí, y en la medida que se conectan conceptual y vivencialmente con la dignidad, la libertad, la vida y la igualdad de las personas, mismos que como derechos han sido considerados los mas básicos e inclusivos de todos. Los derechos reconocidos y enunciados pueden ser entendidos como modos expresos de estos cuatro. La com prensión de los derechos sexuales y reproductivos y sus relaciones e interdependencias con los demás derechos fundam entales, se hace clara como consecuencia de la comprensión de los derechos básicos. La dignidad como concepto es comprendida como una condición humana que se explica en orden a las capacidades diferenciales de la humanidad. Desde el punto de vista de lo constitutivo inherente, las personas dotadas de pensamiento, razón, discernim iento y espíritu, tienen, como ningún otro individuo de especie alguna, capacidad en sí mismas de autodeterminarse. Esto es, la dignidad como condición-característica hum ana se constituye en una propiedad, en un bien, inalienable no enajenable, no transferible, no transable, ni negociable ni otorgable, porque corresponde a la cualidad de persona, lo que es igual a decir que es un derecho porque refiere al valor intrínseco del ser humano. La digni­ dad de suyo, desde su concepto, es un derecho y es fundante de otros derechos.

1

18

6n Otras palabras.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos fue aprobada por la Asam blea General de la ONU el 10 de diciembre de 1948. Su contenido consta de un preámbulo y se expresa en 30 artículos que contienen los 15 derechos fundamentales y las prohibiciones expresas que ellos implican.


La dignidad como derecho cum ple con las condiciones y características de la categoría de derecho, es universal: aplica a todo el género humano, no le cabe excepción ni potestad, es atem poral. Es indivisible porque no tiene condición ni substancia. Está relacionado con los otros derechos básicos como la libertad, la igualdad y la vida, y asimismo ellos, en su comprensión y ejercicio efectivo son simultáneos e interdependientes con ella: si este derecho es conculcado, dos o más han sido vulnerados. Esta concepción, desde el punto de vista laico, científico, hum anista y socioló­ gico, es explicada y sustentada como una condición y característica lograda, como parte y como producto del proceso evolutivo. Desde estas disciplinas se explica como una condición lograda, en la medida que la bipedestación y el cambio nutricional ocurridos en la adaptación de un grupo de antropoides a los cambios climáticos, trans­ formaron las estructuras anatómicas y consecuentemente las funciones orgánicas, las cuales, al ser concentradas en el cráneo, en la masa encefálica se manifiestan como formación de centros especializados en la corteza cerebral, con máxima capacidad de integración, como reemplazos a la pérdida de la función de los códigos del mandato instintivo y su absorción por cúmulos interconectados de neuronas. Transformación neuro-fisiológica que permite la aparición-form ación-consolidación, de las fusiones intelectivas de razón, conciencia y voluntad, sobre las cuales se fundam enta la capa­ cidad de autodeterminación, manifestación pura de la dignidad. Para otras formas de interpretación sobre la circunstancia humana, como son las diferentes doctrinas teológicas, la dignidad como condición es asumida y explicada como la parte humana que “nos aproxima a...” o es compartida por la divinidad con una única especie. Porque la divinidad como hacedora puede otorgarla a su voluntad y semejanza. Explicación que conlleva y sustenta la imposibilidad de que otro cual­ quiera, humano/a, pueda lesionarla lícitam ente, en tanto ella está ligada a la divi­ nidad, es su propiedad pero concede potestad al ser. Toda relación hum ana con Dios se da en gracia a que el género humano goza de esa condición diferencial: dignidad. Lo anterior explica el porqué, desde cualquiera de estos enfoques es aceptado el carácter universal de la dignidad; no existe así una característica que pueda introducir diferencias al goce de la dignidad entre las personas. A quí se apoyan las afirmaciones de “no puede haber discriminación alguna en razón de las condiciones de sexo, raza, credo, u otras”, “toda condición o forma de utilización o explotación de una persona, es una violación de su dignidad”. En el mismo orden lógico, la libertad es explicada como otra de las características determinantes humanas. La libertad como capacidad, y por tanto bien individual, se


funda en la concurrencia de la razón, la voluntad y el conocim iento que posibilitan la determ inación del fin y la asunción del límite. Esto ha sido interpretado como que la libertad es una capacidad hum ana que cumple también las condiciones de la cate­ goría de derecho, como se expuso para la dignidad. A l compartir las fundamentaciones e interpretaciones desde las distintas corrientes del pensamiento, cumple también con la condición de universalidad. Debemos explicitar entonces que la libertad es un bien que, por estar ligado a la razón y el conocim iento, se desarrolla en la m edida que ellos crecen y posibilitan la mejor determ inación de fines y la más clara comprensión de límites. Esto es, la libertad se corresponde con el reconocimiento de los límites individuales, que son los mismos para todos los individuos que en su crecim iento han logrado la razón. A quí se introducen diferenciales relacionadas con el desarrollo de la inteligencia y la posibilidad de información y aprendizaje, consecuentes con la edad.2 Este aspecto refuerza la com prensión de la libertad como derecho y de los derechos como condiciones humanas en la medida que las posibilidades de desarrollo intelectivo son sólo humanas y se dan en el ámbito de su capacidad y contenidos relaciónales, el reconocim iento del otro, el reconocim iento del lím ite, el ámbito de lo social. H um anidad, ser hum ano, persona, nom bran el carácter igualitario de todos los sujetos del género humano más allá de la condición de tiempo o espacio. Esta concepción ligada a la de dignidad por su categoría humana, llama a aplicación del concepto de ecuación o modos matemáticos de establecer la igualdad, para su mejor compresión y coherencia: igualdad por identidad, lo hum ano; igualdad por seme­ janza, mujeres y hombres; igualdad por diferencia, los individuos entre sí. El carácter igualitario de toda la hum anidad alude a la consideración básica de superación de toda forma de discrim inación desventajosa para algunos. El carácter de semejanza señala condiciones especiales por grupos y sustenta el tratam iento parti­ cular de esas condiciones y las necesidades que ellas imprimen: equidad. El carácter de diferente reivindica la infinidad de la diversidad humana, en la medida que todos los individuos dotados de similares capacidades son frutos únicos de su experiencias, sentires y comprensiones.

2

20

6r¡ Otras palabras...

La legislación recoge y aplica este concepto en relación con la edad (edad para decidir, mayoría de edad, edad de matrimonio, etc.) o en relación con la capacidad o salud mental (interdicción).


Informe de la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo. El Cairo, 5 al 13 de septiembre de 1994. NACIONES UNIDAS.

liabgnzs

21

3

‘R.tíhaeijzndo

En el campo de lo humano, la igualdad es un bien individual que comporta cada persona con todas sus condiciones en simultáneo: cada persona frente a otros es al mismo tiempo igual, semejante y diferente, única y exclusivam ente por su calidad de persona, por tanto la igualdad así comprendida es un derecho, porque cumple las condiciones de universal, indivisibilidad, interdependencia y está relacionado con los demás derechos. La exposición conceptual sobre derechos básicos de las personas, alude a comprensión de cualidades y condiciones consubstanciales, inherentes, propias, ligadas a la vida humana, de donde la vida que comporta estas cualidades es por lo mismo el bien que comporta, permite y consolida las cualidades, condiciones y carac­ terísticas reconocidas a los derechos fundamentales. La vida humana, para que sea humana, ha de ser digna, igualitaria y libre. Esta afirmación, que por diversas razones no corresponde a la realidad actual J e la hum anidad, nos hace comprender por qué la categoría de derechos como goce efectivo de todas las personas, se constituye en el marco ético anhelado para las relaciones humanas. La ap licació n de los conceptos aq u í expuestos, a los aspectos de la sexualidad y la reproducción de hombres y mujeres, permite apropiar el alcance de las definiciones que a partir de la CIPD/94 se acoge cuando dice “la salud rep rod u ctiva entraña la ca pa cidad d e disfrutar una vida sexual satisfactoria y sin riesgos y d e procrear, y la libertad para d ecid ir h a cerlo o n o h acerlo, cu á n d o y co n q ué frecu en cia . Esta últim a co n d ició n lleva im plícito el d e r ech o d el h om b re y la m u jer a o b ten er in form a ción ... estos d erech o s se basan en el reco n o cim ien to d e d erech o s básicos d e todos los individuos y parejas a d ecid ir libre y resp on sa b lem en te el n ú m ero d e hijos, el esp aciam ien to d e los n acim ien tos y el intervalo en tre éstos y a dispon er d e la in form a ción y los m edios para ello y el d erech o a a lca n z a r el n iv el m á s e le v a d o d e sa lu d sex u a l y r e p ro d u ctiv a ... a a d op ta r d ecisio n es relativa s a la rep ro d u cció n sin su frir discrim i­ nación, co a cció n ni violen cia d e con form id a d co n lo esta b lecid o en los d ocu m en tos sob re d erech o s h u m a n os’’.1’ ♦


Rocío Villanueva Flores A bogada peruana. D octora en Filosofía del D erech o

El aborto: Un conflicto de derechos humanos I. Introducción

(S*n 1994, el Instituto A lan G uttmacher de Nueva York publicó una investiga­ ción sobre el aborto, realizada en cinco países de Am érica Latina, tomando como base el año 1989.1 Dicha investigación sugiere que en Bolivia, Colombia, Perú y R e­ pública Dominicana, se registran casi cuatro abortos por cada diez nacidos vivos.2 El estudio combina tres fuentes de información: análisis de encuestas de fecundidad, encuestas a profesionales sobre las condiciones en las que se realiza el aborto provoca­ do y estadísticas oficiales sobre el número de mujeres hospitalizadas por complicacio­ nes de aborto cada año. Sin embargo, la penalización de la interrupción voluntaria del embarazo deter­ mina que las mujeres hospitalizadas por complicaciones de este tipo sólo representen una ínfima parte del total. Los expertos encuestados calcularon que una de cada cin­ co mujeres en el Perú que habían tenido un aborto, eran hospitalizadas para el trata­ miento de las complicaciones. Los casos en los que no se acudió a un hospital inclu­ yen a mujeres que no sufrieron ninguna complicación (presumiblemente porque la interrupción se produjo en condiciones higiénicas, con métodos modernos y efica­ ces) , así como aquellas que sufrieron complicaciones pero no encontraron o temieron recibir tratam iento en un hospital. También se incluye en los casos ocultos a las m uje­ res que fueron a las farmacias, a los centros de salud o a las consultas privadas de los médicos para el tratam iento de complicaciones, así como aquellas mujeres que m ue­ ren a causa del aborto, sin haber recibido un tratam iento en algún hospital.3

22

6n Oirás Palabras..

1

A lan G uttm acher Institute, A borto cla n d estin o: u n a realid a d la tin oa m erica n a , N ueva York, 1994­

2

Ibidem, p. 24.

3

Ibidem, p. 21-22. Se estima que en 1993, el Perú tuvo una tasa de mortalidad materna de 261 por 100 mil nacidos vivos. Las principales causas de muerte materna están vinculadas a la interrupción de la maternidad no deseada y a partos sin adecuada atención clínica. Informe Nacional sobre la Mujer, Comisión Permanente de los Derechos de la M ujer y del Niño, Consejo N acional de Derechos Humanos del M inisterio de justicia, Lima, 1995, p. 85.


23 Estas son las cifras:4

País y año

N ú m e ro de casos hospitalizados

Perú, 1989

75,530

(estadísticas oficiales)

N ú m e ro ajustado p o r inform ación

72,310

e rra d a y sub registro

N ú m e ro ajustado para excluir los

54,230

ab orto s espontáneos

Total estim ad o d e abortos

271,150

inducidos *

P ro po rció n p o r cada 100 nacidos vivos

Tasa anual p o r cada 100 m ujeres

43

.

5,19

de 15 a 4 9 años

* Casos hospitalizados ajustados, multiplicados por cinco.

4

Ibidem, p. 22 y 24-

Rghaeigndo §ab¡zr(zs

En el caso peruano, y debido al deterioro del sistema de recolección de estadís­ ticas, el Instituto G uttmacher estimó los datos, utilizando la información recolectada por el M inisterio de Salud sobre una m uestra de los hospitales más grandes del país. Se calcula que en 1989 hubo 271.150 abortos inducidos en nuestro país.


Surgen dos preguntas ante un número tan elevado de abortos clandes­ tinos: la primera es si la única respuesta del Estado debe ser la meramente punitiva; la segunda es si este es un problema relacionado sólo con el preten­ dido derecho absoluto a la vida del no nacido. Quienes justifican la despenalización del aborto en el Perú, suelen presentarlo como un problema de salud pública o como un problema socioeconómico, acudiendo para ello a argumentos prudenciales, es decir a aquellos que aconsejan una política liberalizadora en esta m ateria debido a las desastrosas consecuencias que origina una política m eram ente represiva respecto a la interrupción voluntaria del embarazo. En este sentido, se afirma que las leyes que prohíben el aborto no evitan su práctica, sino que la llevan a la clandes­ tinidad, aum entando los peligros de las m ujeres que se encuentran em barazadas sin desearlo y que recurren a prácticas abortivas en malas condiciones.5 Sin embargo, quiero presentar la cuestión del aborto como un problema principalm ente de filosofía moral, y no sólo como una postura en contra de las leyes que prohíben el aborto.6 Si nuestra actitud es sólo contraria a este tipo de normas legales, es posible afirmar que las mujeres que interrumpen su embarazo no deben ser sancionadas penalmente, aunque consideremos que dicho acto es moralmente cuestionable.7 Esta actitud, como afirma Singer, implica sólo una postura sobre las leyes del aborto, y no sobre la ética del aborto.8

5

Gn Otras Palabras..

Centro de la M ujer Peruana Flora Tristán y Movimiento M anuela Ramos. El aborto. C on sideraciones m éd ico socia les en el m a n ejo del a b orto in com p leto, Lima, 1994, p. 5.

6

SINGER, Peter. Ética prá ctica, Barcelona, A riel, 1984, p. 142.

7

Una postura similar quedó establecida en la Reserva Interpretativa de la Delegación del Perú, formulada por la viceministra de Justicia, Miriam Schenone, al programa de acción de la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo (El Cairo, 1994) en el que se lee: “El Perú encara el aborto como un problema de salud pública que debe ser enfrentado, principalm ente, a través de la educación y de programas de planificación familiar (...) El programa de acción contiene conceptos como los de salud reproductiva, derechos reproductivos, ‘regulación de la fecundidad’, que, en opinión de mi país, requieren de una mayor precisión y de una determ inante exclusión del aborto por ser un método contrario al derecho a la vida”.

8

SINGER, Peter. Op. Cit, p. 143.


25 II. La personalidad moral del no nacido

Gran parte de la discusión sobre el aborto radica en si el no nacido es persona, y de forma derivada, si su derecho a la vida es tan absoluto que no puede ser desplazado por otros derechos en conflicto.10 Ahora bien, la discusión importante y difícil se refiere al problema de la personalidad m oral más bien que ju ríd ica.11 Hay que deter­ minar qué rasgos son moralmente relevantes para establecer si estamos frente a una persona, lo que significa, en primer lugar, que se debe resolver el problema moral del feto y después decidir cómo tratarlo.12 Incluso si se asume que el feto no es parte del cuerpo de la madre, permanece aún por resolver la cuestión de su estatus como titular de derecho.13 Es indiscutible que hay vida hum ana desde el momento de la concep­ ción. No obstante, se han propuesto algunos rasgos o criterios para distinguir entre vida humana como pertenencia física o biológica a la especie homo sapiens, y perso­ nalidad hum ana, como posesión de rasgos hum anos en el sentido m oral de la palabra.14 Me voy a ocupar de tres de ellos.

9

Según George W. Harris, en determinados casos la cuestión del aborto no debe ser vista como un conflicto entre dos partes (los derechos del feto frente a los derechos de la m adre), sino que deben también considerarse los intereses del padre, véase Father and Fetuses. En. Ethics, 1986, p. 594-603.

10 RUÍZ M iguel, Alfonso. Op. Cit, p. 34. 11

Ibidem, p. 34.

12

FARRELL, M artin Diego. La é tica d el a b o rto y la eu ta n a sia , Buenos A ires, A belledo Perrot, 1985, p. 38.

13

FEINBERG, J. L. Is T h ere Right to B e B o m ! En. Rights, Justice and the Bounds of Liberty, Essays in Social Philosophy, Princeton University Press, Princeton, 1980, p. 207-208.

14 RUÍZ M iguel, Alfonso. Op. Cit, p. 36.

“Rehaciendo Saberes

En cambio, nos interesa plantear el problema de la interrupción voluntaria del embarazo como un conflicto de por lo menos dos derechos, por un lado el derecho a la vida del no nacido, y por el otro el derecho a la autonomía individual de la mujer,g brindando razones que justifiquen la decisión de la mujer de no continuar con la g estac ió n . Com o d ije an tes, este trab ajo no se c e n tra en las c o n d icio n es socioeconómicas que pueden llevar a la mujer a decidir la interrupción del embarazo; no obstante, dada la gravedad de tales condiciones en nuestro país, me ocupo de ellas brevemente en la últim a parte de este articulo.


I . La animación del feto

Este primer criterio es utilizado por quienes, desde una posición católica, justi­ fican la interrupción del embarazo, argumentando que la Biblia no contiene ningún pasaje en que Dios revele en qué momento el feto pasa a ser una persona,1’ y que las ideas de la Iglesia Católica no han sido unánimes al respecto.16 La anim ación u hominización17 es el momento en que un embrión se convierte en ser humano, con la infusión del alm a.18 A partir de dicho momento se prohíbe el aborto. Esta idea ha sido desarrollada por un sector de la Iglesia Católica, que ha demostrado cómo a través de la historia ha variado su posición en torno a la inte­ rrupción del embarazo. Según este sector, el pensamiento de la Iglesia Católica en esta m ateria puede dividirse en cuatro etapas.19 I . I . Los p rim ero s seis siglos de la cristiandad

D urante los primeros seis siglos de la cristiandad (hasta 600 d. C.) los teólogos no estaban cíe acuerdo en si un aborto al principio del embarazo era un homicidio, porque no estaba claro en qué momento ocurría la anim ación u hominización. 1.2. La edad m ed ia ( 6 0 0 - 15 0 0 )

En esta etapa continúa el debate teológico respecto a si el aborto era o no un homicidio. La mayoría de los teólogos aceptaba la teoría de la hominización retarda­ da, es decir, estaban de acuerdo en que la hominización ocurría cuarenta días después de la concepción en los fetos varones y ochenta días después en los fetos hembras.

15

MAGUIRE, M arjorie y otros. A borta. Una guía para tom a r d ecision es ética s, M ontevideo, Católicas por el Derecho a Decidir, 1994, p. 10.

16 En contra de esta últim a afirmación, véase Juan Pablo II, C arta E ncíclica E vangelium Vitae, Lima, Editorial Salesiana, 1995, p. 110-111. 17

IBANEZ y GARCÍA, José Luis. La desp enaliza ción d el a b orto volun tario en el o ca so d el siglo XX, Madrid, Siglo Veintiuno, 1992, p. 145.

18 Para Peter Singer, la animación es el momento en que la madre siente por primera vez que el feto se mueve, y en la teología católica tradicional se consideraba que era el momento en que el feto llegaba a tener alma, SINGER, Peter. Op. C it, p. 141. 19 HURST, Jane. La historia d e las ideas sob re el a b orto e n la Iglesia C atólica. Lo que no fu e con ta d o, M ontevideo, Católicas por el Derecho a Decidir, 1992.

26

6n Otras Palabras...


27 1.3. La e ra p re m o d e rn a (1 5 0 0 -1 7 5 0 )

En esta época prevalecen varias opiniones teológicas sobre el momento de la hom inización fetal. En 1588, el Papa Sixto V dictó una bula en la que im ponía la excom unión para los abortos producidos en cu alq u ier etap a de la gestación. Sin embargo, no consiguió la aceptación de los teólogos y fue anulada dos años más tarde por el Papa Gregorio XIV.20 No obstante, el creciente culto de la Inm aculada Concepción de M aría durante esta época, influiría decisivamente en las ideas sobre el aborto. En 1701 el Papa Clem ente XI declaró la Inm aculada Concepción como fiesta de guardar por la Iglesia Universal. Según la doctrina de la Inm aculada Concepción, M aría, aunque nació de padres humanos, recibió la gracia santificante en su alma desde el momento de la concepción y nació sin pecado original.21 Esto significa que M aría tuvo alma desde el momento en que fue concebida. En consecuencia, si M aría recibió la infusión del alm a desde el momento de la concepción, probablem ente ese era el caso de todos los humanos.

20

TRIBE, Laurence H. A bortion: T h e C lash o f A bsolutes, W. W. Nueva York, Norton, 1992, p. 31-32.

21

H URST Jane. Op. C it, p. 23.

■Rehaciendo Sabjzrszs

Esta es una distinción aceptada por San Agustín, y que posterior­ mente utilizaría y transformaría Santo Tomás de Aquino. En efecto, el aquiétense sostenía que el aborto no era un pecado de homicidio, a menos que ya se encontrasen unidos cuerpo y alm a y nos encontrá­ ramos por lo tanto frente a un ser plenam ente humano. Y esto no ocurría hasta un tiempo después de la concepción. Además, Santo Tomás apoyó la oposición de la Iglesia a la anticoncepción y el aborto como una forma de anticoncepción, pues consideraba que ambos eran pecados contra el matrimonio. Santo Tomás desarrolló una concepción hilomórfica de los seres humanos, basándose en un concepto aristotélico. De esta manera, definió al ser humano como una unidad formada por dos elementos: la m ateria prima (potencia) y la forma sustancial (el principio realizador). La existencia de una persona requería de ambos elementos. La defensa del concepto hilomórfico del ser humano deter­ minó que Santo Tomás aceptara explícitam ente la hominización retardada.


La doctrina de la Inmaculada Concepción im plícitamente asumió la tesis de la hom inización inm ediata. Ya no se afirm a oficialm ente que la infusión del alm a ocurre cuarenta días después de la concepción. 1.4. La época m o d ern a

En 1854, Pío IX incorporó como dogma de la Iglesia Católica la enseñanza de que M aría fue concebida sin pecado original.” En 1869, él mismo, mediante la Encí­ clica Apostólica Sedis, castiga con la excomunión el aborto en cualquier momento de la gestación. Por lo tanto, todo aborto es considerado un homicidio, lo que significa que sólo en 1869 hubo, por parte de la Iglesia, un apoyo explícito a la doctrina de la hominización inmediata. Retomando la historia de las ideas sobre el aborto en la Iglesia Católica, un sector de ella afirma que la interrupción voluntaria del embarazo debe estar permitida si se produce antes de la hominización o anim ación. En otras palabras, el embrión se convertirá en persona moral en el momento en que ocurra tal animación. Sin embar­ go, como afirma Ruíz Miguel, este criterio no depende de razones susceptibles de ser aceptadas o rechazadas como resultado de una discusión, sino de posiciones de fe que sólo pueden ser compartidas o no.23 Esto determ ina que si bien la posición católica puede ser aceptada por los creyentes, puede ser rechazada por quienes no comparten tales ideas religiosas. Por lo tanto, habrá que seguir indagando por otro tipo de razones para la justificación de la interrupción voluntaria del embarazo. 2.

La viabilidad

El criterio de la viabilidad fue expuesto en 1973 en la más famosa y controvertida sentencia de la Corte Suprema N orteam ericana,24 m ediante la cual resolvió el caso Roe vs Wade, estableciendo que la Constitución de los Estados Unidos protegía el derecho de la mujer a decidir continuar o no con su embarazo. Esta sentencia es importante en la medida que hasta 1967 el aborto era prácticam ente ilegal en todo el

2 8 I 0r¡ Otras Palabras...

22

TRIBE, Laurence H. Op. Cit, p. 31.

23

RUÍZ M iguel, Alfonso. Op. Cit, p. 37.

24

DWORKIN, Ronald. T he Future o f A bortion. En. The New York Review of Books, New York, 1989, p . 47.


29 2.1. El caso

Jane Roe26 fue el seudónimo que utilizó la mujer que impugnó la norma (statute) del estado de Texas que prohibía la interrupción del embarazo, salvo para salvar la vida de la gestante. Dicha norma no había sido modificada sustancialmente desde 1857. En cambio, Henry Wade es el nombre real del fiscal (prosecutor) de Texas, encargado de defender las normas legales del citado estado, y por lo tanto, en este caso, los intereses del no nacido.27 Jane Roe, cuyo verdadero nombre era N orma M cCorvey, sostuvo que una noche, mientras regresaba del trabajo a su casa, en 1969, fue víctim a de una violación en banda. Tenía entonces 25 años, escasa educación y era soltera. A dujo que a consecuencia de la violación quedó embarazada y no tenía medios para viajar a otro lugar donde el aborto estuviera permitido. Además, alegó que la ley de Texas era inconstitucionalmente vaga y cercenaba su derecho a la privacidad personal.28 A pesar de ser consciente de no poder abortar de acuerdo a las normas de Texas, estuvo de acuerdo en impugnar (challenge) las normas en contra del aborto, a condición de que su identidad se m antuviera en el anonimato. Ello permitiría que otras mujeres pudieran tener el derecho de decidir la interrupción voluntaria de su embarazo.

25

En 1933 fue aprobada en Uruguay l a despenalización del aborto, siendo punible únicam ente el aborto realizado sin el consentimiento de la mujer. Sin embargo, fue derogada en 1937, pues al partido de gobierno, el Partido Colorado, le faltaban votos para aprobar la Ley de Presupuesto, teniendo que pactar con la Unión Cívica que aceptó votar dicha ley, a cambio de que se penalizara el aborto. Véase RODRIGUEZ, A na Inés. El aborto en U ruguay: Una experiencia d e trabajo. En. Vigiladas y Castigadas, Seminario Regional Normatividad Penal y M ujer en A m érica Latina y El Caribe, Lima, CLADEM (Comité Latinoam ericano para la Defensa de los Derechos de la M ujer), 1993, p. 257.

26 TRIBE, Laurence H. Op. Cit, p. 4. 27

Ibidem, p. 4.

28

FARRELL, M artín Diego. La é tica d el a b o rto y la eu ta n a sia , Buenos A ires, A b elledo Perrot, 1985, p. 82.

“Rehaciendo haberes

mundo, a excepción de Suecia y Dinamarca. Posteriormente, Gran Bretaña modificó su legislación para permitir el aborto por causas sociales y en 1970 el Estado de N ueva York sancionó una ley muy liberal en esta m ateria.25


En 1983, M cCorvey explicó que nunca fue víctim a de una violación, aunque tuvo que inventar tal historia para esconder el hecho de que se encontraba en “problemas”, en el sentido coloquial del térm ino.29 2 .2 . La sentencia

Laurence H. Tribe sostiene que para entender los argum entos de la Corte Suprema, es necesario tener en cuenta la noción de derecho o libertad fundamental. La C orte Suprem a N orteam ericana distingue entre derechos o libertades y derechos o libertades fundamentales. Los primeros, como el derecho a conducir un carro, por ejemplo, pueden ser limitados (abridged) para alcanzar una meta u objetivo colectivo (collective good).30 Por el contrario, los derechos o libertades fundamen­ tales pueden ser limitados sólo cuando se demuestra que ello es necesario para lograr un objetivo aprem iante (com pelling o b jetive),31 aunque no es muy frecuente que la Corte Suprema encuentre este tipo de objetivos urgentes. En consecuencia, si la Corte decide tratar un derecho como fundam ental, es prácticam ente imposible que ese derecho sea limitado, mientras que el gobierno puede limitar un derecho no fundam ental apelando a una razón trivial. La opinión m ayoritaria de la Corte (7 a 2) fue expuesta por el juez Blackmun, según la cual el derecho de la mujer a decidir si interrumpe o no su embarazo, es un derecho fundam ental, parte del derecho a la intim idad (right of privacy), que la Corte había reconocido en otros casos. Por lo tanto, sólo una razón apremiante permitiría que el gobierno interfiriera en el ejercicio de este derecho.32

30

Cn Otras palabras...

29

Ibidem, p. 5.

30

Un concepto de derecho similar es desarrollado por Ronald Dworkin, quien sostiene que los derechos son triunfos sobre metas colectivas, véase WALDRON, Jeremy (ed.). Rights as Trumps. En. Theories of Rights, Oxford Univesity Press, 1989, p. 153-167, y Taking Rights Seriously, Londres, Duckworth, 1977. Hay versión C astellana de este último libro: Los derechos en serio, Barcelona, A riel, 1987.

31

TRIBE, Laurence H. Op. Cit, p. 10.

32

Ibidem, p. 11. El juez Rehnquist cuestionó esta postura, afirmando que el derecho de elegir si se termina o no con el embarazo no era un derecho fundamental sino una forma de libertad. Por su parte, Catherine M ackinnon afirma que el argumento del derecho a la privacidad supone una distinción falaz entre la esfera privada que incluye las relaciones sexuales y las decisiones de pareja, en la que el Estado no debe intervenir, y las cuestiones de la esfera pública que incluye la política económica, externa, sanitaria, etc., sobre las que el Estado debe necesariam ente legislar... p r Pág. 32


UNIVERSIDAD

NACIONAL DE COLOMBIA Facultad de Ciencias Humanas

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INVESTIGACION Y EXTENSION EN:

Políticas Públicas, Modelos de Desarrollo, Cambio Social, Teorías de Mujer y Género, Feminidades, Masculinidades, Homosexualidades, Familia, Cultura. POSTGRADOS:

• Maestría en Estudios de Género. • Especialización Proyectos de Desarrollo con Perspectiva de Género. FONDO DE DOCUMENTACIÓN MUJER Y GÉNERO

INFORMES: Centro de Estudios Sociales. Unidad Camilo Torrres. Cra. 50 No. 27-70 Bloque B 5-6 Of. 613-615 E-mail: genmujde@bacata.usc.unal.edu.co • postgenero@bacata.use.unal.edu.co Tels: 316 52 19 - 316 50 00 Ext. 18619 - 18623 -18624 - 18625 Telefax: 316 52 38 Fondo de Documentación. Edificio Manuel Ancízar. Oficina 2005 E-mail: fdmujgen@bacata.usc.unal.edu.co • Tels: 316 51 4 2 -3 1 6 50 00 Ext. 26008 - 26010 - 26011


El juez Backmun analizó varios puntos: -

Enumeró las razones que históricam ente explicaban la promulgación de leyes en contra del aborto durante el siglo XIX: a) b) c)

Estas leyes intentaban desalentar la conducta sexual ilícita, altam ente cuestionada en la era victoriana. En la época en que estas leyes fueron sancionadas, el aborto, desde el punto de vista médico, era riesgoso para la mujer. Existía un interés por parte del Estado en proteger la vida prenatal.

Sin embargo estas tres razones fueron cuestionadas: en primer lugar, el estado de Texas no había tenido en cuenta las ideas victorianas en el planteam iento del caso; en segundo lugar, las tasas de m ortalidad por abortos eran inferiores a las que se registraban para casos de nacim ientos norm ales, m ientras que las altas tasas de mortalidad en los abortos clandestinos fortalecían el interés del Estado en regular las condiciones para que la interrupción voluntaria del embarazo se realizara, y en tercer lugar, los tribunales a fines del siglo XIX y comienzos del XX, se habían centrado más en el interés del Estado de proteger la salud de la mujer, que en el interés de preservar el embrión y el feto.33 -

Examinó la existencia de un derecho a la privacidad, afirmando que si bien la Corte había reconocido la existencia de tal derecho, no era absoluto, sino más bien adm itía regulacion es. El derecho a la privacidad personal, consecuentem ente, incluye la decisión de abortar, pero este derecho no carece de puntualizaciones y debe ser considerado frente a intereses esta­ tales en su regulación.34

(32) ...Mackinnon entiende que esta distinción es equivocada y peligrosa para las mujeres, por dos razones: en primer lugar, tratar las cuestiones relacionadas con la sexualidad como algo privado, implicaría que el Estado no tiene interés legítimo en lo que ocurre con la mujer en el lecho conyugal, en el que puede ser víctim a de violencia sexual; en segundo lugar, parecería implicar que el Estado no tiene ninguna responsabilidad de contribuir para sustentar económicamente el aborto de las mujeres indigentes, ni de contribuir para sustentar económicamente el nacimiento de sus hijos; véase PIMENTEL, Sivia. A sacralidade/inviolabilidade, da vida e o aborto: ideas (in) cociliaveis?, p. 10. 33

FARRELL, M artín Diego. Op. Cit, p. 82.

34

Ibidem, p. 83.


33

Analizó el argumento de que el feto es persona, sosteniendo que en las cláusulas constitucionales en las que aparecía la palabra “persona”, en parti­ cular la Enmienda 14, el uso era tal que dicho término sólo podía aplicarse después del nacim iento.35 Defendió que la mujer embarazada, al llevar consigo un embrión y después un feto, no podía ser aislada en su privacidad, por lo tanto el Estado podía decidir en qué momento otro interés aparecía en juego.36 Aceptó que no necesitaba resolver la cuestión de cuándo empezaba la vida hum ana, habida cuenta que ni siquiera los médicos, filósofos y teólogos habían sido capaces de llegar a un acuerdo, no estando los tribunales en posición de especular acerca de la respuesta.37 Sostuvo que el Estado tenía interés en proteger la salud de la m ujer emba­ razada y en proteger la potencialidad de la vida hum ana.38

-

-

-

La Corte distinguió tres trimestres en el periodo de gestación. D urante el prim e­ ro, señaló que el gobierno no podía interferir en la decisión de la mujer de terminar con el embarazo, excepto para requerir que fuera interrumpido por un médico. En el segundo trimestre, el gobierno podía interferir sólo para proteger la salud de la mujer; la Corte determinó que este objetivo era aprem iante al culm inar el primer trimestre porque antes de ese tiempo las tasas de mortalidad por aborto eran más reducidas que las de nacimientos normales.39 La única razón apremiante para la interferencia del gobierno en la decisión de la mujer durante este segundo trimestre, era la protección de su salud. En el tercer trimestre, periodo en el cual el feto es viable,40 es decir puede sobrevivir fuera del vientre m aterno, la protección de la vida del feto se convierte en una razón apremiante que justifica la interferencia en el ejercicio del derecho a decidir de la mujer.41 En la etapa de la viabilidad se puede presumir que el feto tiene la

35

Ibidem, p. 83.

36

Ibidem, p. 84.

37

Ibidem, p. 84.

38

Ibidem, p. 84.

39

Ibidem, p. 11.

40

Dworkin explica que en las publicaciones médicas y jurídicas, el término “viable” implica alcanzar un estado de desarrollo físico, en particular de la capacidad pulmonar (lung capacity), que hace que la sobrevivencia sea posible. Véase DWORKIN, Ronald. Op. Cit, p. 47.

41

TRIBE, Laurence H. Op. Cit, p. 12.

‘Ríz.haeijzndo tiabgrys

-


capacidad de llevar una vida significativa fuera del vientre materno.42 En este periodo, el gobierno podía lim itar la realización del aborto a fin de proteger la potencialidad de la vida hum ana,43 a menos que el aborto fuera necesario para proteger la vida o la salud de la madre. El Estado en esta etapa podía aprobar normas que aseguraran que los fetos viables no serían abortados negligentem ente.44 ‘ Si bien la sen ten cia Roe vs W ade no equiparó el feto a la persona hum ana, sí estableció una especial protección a partir de la viabilidad. No obstante, la poten­ cialidad de la vida hum ana no fue el núcleo de la argumentación de la Corte Suprema Norteamericana, e incluso es irrelevante en la medida que la viabilidad no señala ningún punto de ruptura entre seres humanos potenciales y no potenciales, sino dentro de los seres humanos potenciales, entre los incapaces y los capaces de vida independiente.45 Asimismo, de acuerdo con lo expresado por Peter Singer, los jueces que redactaron la decisión mayoritaria, no dieron indi­ cación alguna de por qué para un feto de seis meses, digamos, la vida fuera de la matriz ha de ser más significativa que la vida intrauterina, o por qué la mera capacidad de existir fuera del útero ha de significar una diferencia tal para el interés del Estado en la vida potencial.46 En otras palabras, la mera dependencia del seno materno no parece justificar por sí misma la disponibilidad sobre la vida del ser dependiente,47 pues un recién nacido depende total­ mente de su madre, una anciana puede depender de los cuidados de su hijo, aunque en ninguno de los dos casos se puede disponer de la vida de los seres dependientes.48

0n Otras Palabra»..

42

E xtracto de la sen ten cia citado por SIN GER, Peter. Ética práctica, Barcelona, A rie l, 19 8 4 , p. 139.

43

RUIZ M iguel, A lfo n so . El aborto: problemas constitucionales, M adrid, C e n tro de Estudios C onstitucionales, 19 9 0 , p. 38.

44

D W O R K IN , R onald. The Future o f Abortion. En. T h e N ew York R eview o f Books, N ew York, 1 9 8 9 , p. 4 7 .

45

RUÍZ M iguel, A lfon so. O p. C it, p. 38.

46

SINGER, Peter. O p. C it, p. 139.

47

RUÍZ M iguel, A lfon so. O p. C it, p. 39.

48

SINGER, Peter. O p. C it, p. 1 4 0 - 1 4 1.


35 3.1. El código genético

El código genético es el criterio de personalización frecuentem ente utilizado por quienes se oponen al aborto en cualquier periodo de la gestación. En este sentido, se considera al embrión como un ser hum ano separado desde el momento de la concepción, por cuanto los cuarenta y seis cromosomas que determ inan la distintiva identidad genética de las personas, están presentes en el huevo fertilizado.51 Al parecer, este es un criterio derivado del criterio religioso de la anim ación espiritual. En la C arta Encíclica E vangelium Vitae se lee lo siguiente: “A unque la presen cia d e un alm a espiritual n o p u ed e d ed u cirse d e la o b serva ció n de n in gú n dato ex pe­ rimentad, las m ism as co n clu sion es d e la cien cia sob re el em brión hum ano o fr e ce n u na indica ció n p reciosa para discern ir ra cion alm en te una p resen cia person a l d esd e el prim er surgir d e la vida hum ana: icó m o un individuo h u m a no podría n o ser p erson a ?”.51 El Dr. Charles Gardner ha señalado que no hay uno y sólo un camino en el paso del huevo fertilizado hacia la gestación com pleta (full gestation). Por el contrario, el Dr. Gardner afirma que sucede una división celular. El patrón del progreso del embrión hacia el incremento de la complejidad y de la diferenciación, depende no sólo de la información genética contenida en los cuarenta y seis cromosomas origi­ nales, sino, en parte significativa, del patrón de células y moléculas .presentes en la división celular (mitosis) precedente: la información requerida para formar un ojo o

49

RUÍZ M iguel, Alfonso. Op. Cit, p. 44.

50

Ibidem, p. 44.

51

DONOGA, A lan. T he T h eory o f M orality, Chicago, Chicago Press, 1977.

52 JUAN PABLO II. Op. Cit, p. 108. También se lee la elim inación deliberada y directa, como quiera que se realice, de un ser humano en la fase inicial de su existencia, que va de la concepción al nacimiento (...) la genética moderna otorga una preciosa conformación. Muestra que desde el primer instante se encuentra fijado el programa de lo que será ese ser viviente: una persona, un individuo con sus características ya bien determinadas, Op. Cit, p. 105 y 108.

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Este térm ino, acuñado por Ruíz M igu el,49 h ace referen cia a criterios de personalización en virtud de los cuales se atribuye personalidad moral en cuanto posesión de determinadas capacidades que hacen valiosa la vida de las personas.50

“Rehaciendo

3. La individualización


un dedo no existe en el huevo fertilizado;53 los distintos patrones de ondulaciones que forman la huella digital no están prefijados (pre-set) en el huevo fertilizado; los gemelos surgen del mismo huevo, tienen exactam ente el mismo ADN y se desarrollan en el mismo ambiente m aternal, pero tienen diferentes huellas digitales.54 Entonces, se pregunta Gardner, si algo tan simple como la huella digital no está presente en el huevo fertilizado, ¿cómo puede decirse que algo tan delicado y único como el cerebro hum ano o la p erso n alid ad p u ed an e sta r p resen tes desde el m om ento de la concepción? Más aún, se acepta que la anidación (o fijación del huevo fertilizado en las paredes del Útero) concluye unas dos semanas después de ocurrida la fecundación. En esta etapa, denominada de pre-embrión o embrión pre-implantatorio, los cigotos tienen la posibilidad de formar mellizos.55 Entonces, ¿era el embrión inicial una persona o dos?56 Sin embargo, la crítica más sencilla a este criterio es la esbozada por Ruíz Miguel. Para este autor, el criterio genético por sí solo es insuficiente e incompleto para deter­ minar la personalidad moral. Cualquier célula de un ser humano lleva el código genético completo e individualizado de su portador sin que ese mero hecho haga valiosa por sí misma a tal célula.57 Por otro lado, podemos afirmar que si este criterio imperara, habría que prohibir algunos métodos anticonceptivos, que no sólo im piden la fertilización, sino que pueden actuar sobre el útero para que este rechace los huevos fertilizados, como el dispositivo intrauterino.58 Asimismo, habría que prohibir las nuevas técnicas reproductivas por el simple hecho que la im plantación del embrión en el seno de la madre estéril puede suponer la producción de varios embriones y la destrucción de los innecesarios.59

36

6n Otras Palabras..

53

Citado por TRIBE, Laurence H. Op. C it, p. 117-118.

54

Ibidem, p. 118.

55

ZARRALUQ U I, Luis. P r o cr e a ció n a sistid a y d e r e c h o s fu n d a m en ta les , M adrid, Tecnos, 1988, p. 91-92.

56

TRIBE, Laurence H. Op. Cit, p. 118.

57

RUÍZ M iguel, Alfonso. Op. C it, p. 45.

58

FARRELL, M artín Diego. Op. C it, p. 36.

59

HURTADO Pozo, José. M anual d e D erech o Penal, Parte esp ecia l A borto, Lima, Ediciones Juris, 1994, p. 16.


Según este criterio, la personalidad moral empieza desde el momento en que aparece la capacidad de sentir.62 Si bien no es posible señalar el momento exacto en que aparece tal capacidad, en lo que parece haber acuerdo es en que el desarrollo del sistema nervioso del embrión no llega a la maduración suficiente para tener capacidad de sentir antes de cumplidos los tres primeros meses de gestación, que es el momento del paso del embrión al feto,63 paso que se dem uestra a través del encefalogram a plano del primero.64 En esta primera etapa el embrión no experim enta sufrimiento.65 Sin embargo, este criterio es objetado porque parecería implicar que el embrión, o la vida hum ana en su primera etapa de formación, carece de todo valor. 3.3. La autoconciencia

De acuerdo con el presente criterio, la personalidad moral está determ inada por la racionalidad o la capacidad de ser consciente de sí mismo.66 Para ser persona se requiere

60

Este punto de vista es defendido por Juan Pablo II, Op. Cit, p. 113-114.

61

HURTADO Pozo, Op. Cit, p. 16.

62

RUÍZ M iguel, Alfonso. Op. Cit, p. 46.

63

Ibidem, p. 47. Singer sostiene que es improbable que fetos de menos de 18 semanas sean capaces de sentir nada en absoluto, pues en esta etapa el sistema nervioso parece no estar lo suficientem ente desarrollado para funcionar, véase SINGER, Peter. Op. Cit, p. 151.

64

RUÍZ M iguel, Alfonso. Op. Cit, p. 47-48.

65

Para Peter Singer, si un ser no es capaz de sufrir, ni deexperimentar goce o felicidad, no hay nada que tener en cuenta. Por eso, el lím ite de sensibilidad (término que usamos como versión taquigráfica cómoda aunque no estrictamente exacta, de capacidad de sufrir o de experimentar goce o felicidad) es la única frontera defendible de nuestra preocupación por los intereses ajenos, véase SINGER, Peter. Op. C it, p. 71.

66

Ibidem, p. 149-150.

éabgrgs

3 7 3.2. La sensibilidad

“Rghaeijzndo

De acuerdo al criterio genético, la destrucción de estos embriones debe ser considerada como un aborto,60 cuando, por el contrario, la aprobación de la experi­ mentación in vitro tiene su fundamento, precisamente, en la diferente valoración de la vida embrionaria y de la vida realizada.61


un nivel de conciencia.67 De acuerdo con M ichael Tooley, para que algo tenga serio derecho a la vida, es condición necesaria que posea la idea de sí mismo como sujeto conti­ nuo de experiencias y otros estados m entales.68 ' Singer divide el embarazo en periodos, teniendo en cuen ta determ inadas diferencias entre ellos: 1)

2)

H asta la sem ana 18, el feto no tien e capacid ad de sentir, por lo que si se produce un aborto en esta etapa, se pone fin a una vida que no tiene ningún valor intrínseco. Entre las 18 semanas y el nacimiento, es posible que el feto sea consciente, aunque no autoconsciente. Ello determina que el aborto ponga fin a una vida de cierto valor intrínseco y por ello no debe ser tomado a la ligera, aunque Sin ger afirm a que los in tereses de la m ujer deben prevalecer.69 La defensa de este criterio presenta algunos problemas.

El p rim ero de e llo s es la d ific u lta d de d e fin ir qué en te n d e m o s por “autoconsciencia”. ¿Qué implica la idea de sí mismo?, ¿es la capacidad de estar en relación con otras personas, es la capacidad de ser sujeto continuo de experiencias, es un determinado nivel de madurez? Pero aún así, si llegáramos a ponernos de acuerdo en el significado de este término, habría que concluir que no sólo el aborto debe permitirse, sino el infanticidio,70 e incluso el homicidio de aquellas personas que no contaran con la citada propiedad. La aplicación de este criterio resulta, sin lugar a dudas, inaceptable. Pág. 40

67

T R A P A S S O , Rosa D om inga. Consideraciones para la formulación de una ética de los derechos reproductivos y el aborto. En. El aborto. C onsideraciones m édico sociales en el m anejo del aborto incom pleto, Lima, 19 9 4 , p. 5 ,6 6 .

68

TOOLEY, M ichael. Aborto e infanticidio. En. D ebates sobre el aborto. C in co ensayos de filosofía m oral, M adrid, C áted ra, 19 8 3 , p. 8 1 .

69

SINGER, Peter. O p. C it, p. 15 1.

70

Esta es la co n c lu sió n de SIN G E R , Peter. O p . C it, p. 1 5 5 - 1 6 0 , y de TO O LEY, M ich a el. O p. C it, p. 10 0 .

3 8 I 6n Otra* palabras...


La deei/ión /obre d aborto u m dcci/ión ética. fio

u po/ible que la /ociedad y la \pa e/tablezcan leyu generale/ y precepto/ religio/o/ qoc de/conozcan la particülarldad del arto hum ano) la libertad de conciencia.

La clsspsn3liz3cíó]] peaÁfíü si eoiítfol cjslas eoj]dieioi]essucjuásefáalízün losamoríos, a fin Je pfotécjtíf la viejaij la saludds las mujgfes.

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III. El argumento de la potencialidad

La potencialidad es la capacidad de llegar a ser una persona, independiente­ mente de que sea o no probable que esa capacidad se realice.71 El propio argum ento distingue entre el feto y la persona, y a la luz del mismo, se puede afirmar que el cigoto es una persona potencial, pero no una persona. En esta línea, Singer distingue incluso entre los derechos de un X potencial y los derechos de un X: el príncipe Carlos es un rey potencial de Inglaterra, pero no tiene los derechos de un rey. Esta distinta valoración entre el ser en formación y la persona hum ana, se evidencia tam bién en el D erecho Penal, pues el hom icidio es sancionado más severamente que el aborto. Por ello, según Ruíz Miguel, es preciso aplicar un criterio gradualista: el valor de la vida p o ten cial no es id én tico al de la vid a actu al, y tam poco el valor de la vida potencial meramente posible (los no concebidos), es igual al valor de la vida potencial en curso (los concebidos) ? l IV. El problema del aborto com o un conflicto de derechos

Por algún tiempo, la justificación del aborto fue planteada en términos del derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo. Judith Jarvis Thomson asumió esta posición y su planteam iento resulta interesante en la m edida que no negó derecho al feto, sino que, por el contrario, sostuvo que tenía derecho a la vid a.73 En consecuencia, nos encontramos ante un conflicto de derechos: el derecho de la mujer frente al derecho del no nacido. Judith Jarvis Thomson utiliza el siguiente ejemplo: una persona se despierta una m añana y se encuentra en la cam a con un famoso violinista inconsciente, a quien se le ha detectado una enferm edad renal mortal, y sólo esa persona tiene el grupo sanguíneo adecuado para ayudarle. C onsciente de este hecho, la Sociedad de Am antes de la M úsica ha secuestrado a tal persona, y por la noche han conectado su sistema circulatorio al del violinista, de tal forma que sus riñones puedan purificar la

4-0 I 0n Otras Palabras...

71

FARRELL, M artín Diego. Op. C it, p. 54.

72

RUÍZ M iguel, Alfonso. Op. Cit, p. 56-57.

73

THOMSON, Judith Jarvis. U na d efen sa d el aborto. En. Debates sobre el aborto. Op. Cit, p. 11.


Farrell, siguiendo a Singer,76 afirma que el desarrollo del ser humano es un proceso gradual, en el que se pueden mostrar diferencias entre el feto y el ser hum ano.77

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S5

S6

74 Ibidem, p. 11-12 75 Concuerdo con Luis Arroyo Zapatero al afirmar que lo que es afectado por l a prohibición del aborto es la intim idad y el desarrollo de l a personalidad de la m ujer y no sólo su conformación corporal. Véase ARROYO Zapatero, Luis. Aborto y Constitución. En. Revista de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense de M adrid, Ns 3, 1980, p. 215. V éase también FINNIS, John. Pros y con tra s d el aborto. En. Debates sobre el aborto, Op. Cit, p. 108-142. 76 SINGER, Peter. Op. C it, p. 136. 77

FARRELL, M artín Diego. Op. Cit, p. 32.

Sabgrgs

41 I . El desarrollo del ser hum ano co m o proceso gradual

‘R.ghaeigndo

sangre del violinista, adem ás de la suya propia. Para evitar que el violinista m uera, la persona debe perm anecer conectada durante nueve meses, plazo en el que se encontrará totalm ente recuperado. Si se desconecta antes de ese plazo, el violinista morirá indefectiblemente. Si bien es cierto que la persona tiene derecho a disponer de su cuerpo, y que el violinista tiene derecho a la vida, Thomson sostiene que el segundo no siempre prevalece sobre el primero. Por ello, si la persona se desconectara del violinista, no estaría cometiendo una injusticia. La m encionada autora afirma que este caso puede ser comparado con el aborto por violación, en el que tampoco debería prim ar el derecho a la vida del feto.74 A l margen del irreal ejemplo de que la fórmula ‘derecho al propio cuerpo’ haga poca justicia al significado real de la prohibición del aborto,75 las ideas de Thomson sirven para entender la interrupción del embarazo como una situación de conflicto de derechos, en el que se demuestra que en determinadas circunstancias el derecho de la mujer puede desplazar al derecho del no nacido. Además, queda claro que quienes creen que la mujer puede decidir si interrumpe su embarazo, no niegan que el feto tenga derechos. Analicemos por qué:


ft Com o afirma Farrell, si bien en este esquema que empieza con el cigoto y termina con el neonato, no se pueden mostrar diferencias entre etapas sucesivas (S3 y S4); ello no implica que no pueda haber diferencias relevantes entre dos etapas no suce­ sivas ( S 1 y S 6 ). En consecuencia, podrá haber diferencias morales relevantes entre un aborto tem prano y otro tardío. De acuerdo con Singer, si se toma el cigoto inmediata­ mente después de la concepción, es difícil inquietarse con su muerte. Es más, muchos cigotos no llegan nunca a implantarse en el útero y son expulsados de la mujer sin que ella se dé cuenta. Para Zarraluqui no deja de tener importancia la protección que la propia naturaleza confiere al pre-em brión antes de la anidación.78 Se deduce que un 50% de los huevos fecundados abortan antes de la anidación. Estas cifras indican la precariedad en que se desenvuelve el embrión en las etapas anteriores a la anidación.79 A esto se añaden los casos de las mujeres estériles, cuya esterilidad no se debe a la incapacidad de producir óvulos maduros, sino a la imposibilidad de retener el óvulo fecundado o cigoto en el útero, una vez que ha tenido lugar la fecundación.80 En cambio, en el otro extrem o se encuentra el neonato cuya m uerte es conde­ nada.81 El problema radica en que no hay una línea precisa o un punto exacto que separe el cigoto del neonato.82 Líneas arriba, sostuve que si el código genético se utiliza com o criterio de personalización, no podría explicarse por qué está permitido el uso de determinados m étodos an tico n cep tivo s, así com o algunas técnicas de reproducción asistida. Pues bien, me parece que estas permisiones traducen la concepción del proceso gradual del desarrollo humano, en virtud del cual, el cigoto, conjunto de células que no puede sentir dolor, no recibe un tratam iento igual al de un neonato.

78

Z A R R A L U Q U I, Luis. O p. C it, p. 93.

79

Ibidem, p. 9 4 . John. Pros y contras del aborto. En. D ebates sobre el aborto, O p. C it, p. 1 0 8 -14 2 .

80

IBAÑEZ y G A R C ÍA , José Luis. O p. C it, p. 16 1.

81

El Tribunal C onstitucional Español ha establecido lo siguiente: “Q ue la vida hum ana es un devenir, un proceso que comienza con la gestación, en el curso de la cual una realidad biológica va tom ando corpórea y sensitivamente configuración humana, y que termina en la muerte; es un continuo sometido por efectos del tiem po a cam bios cu a lita tivo s de n aturaleza som ática y psíquica que tien en un reflejo en el status ju rídico público y privado del sujeto v ita l”, Sen ten cia 53/1985, fundam ento jurídico N‘J 5.

82

SINGER, Peter. O p. C it, p. 137- Este au tor ilustra lo afirm ado con el ejem plo de la calvicie: si bien es difícil decir cuánto pelo tiene que haber perdido un hombre para que se pueda decir que es ‘calvo’, ello no es óbice para decir que alguien que presenta el cráneo tan liso com o una bola de billar, es calvo.

42

0n Otros Palabras.


43

83

RUÍZ M iguel, Alfonso. Op. Cit, p. 57.

84 Violeta Bermúdez trata el aborto por violación como un problema de colisión de derechos, véase BERMUDEZ, Violeta. A borto p o r viola ción : colisión d e d erech o s con stitu cion a les. En. Revista de Derecho y Ciencias Políticas, Universidad N acional M ayor de San Marcos, V o l. 49, años 1991­ 1992, p. 145-167. 85

NINO, Carlos Santiago. Etica y d erech o s hum anos. Un en sa y o d e fu n d a m en ta ción , Bacelona, Ariel, 1989, p. 204.

86 VILLANUEVA, Rocío. El co n ce p to d e d erech o s hum anos en el p en sa m ien to a n gloa m erica n o, tesis doctoral, Toledo, 1993, p. 244-273. 87

RUÍZ M iguel, Alfonso. Op. Cit, p. 57.

88

IBÁÑEZ y GARCÍA, José Luis. Op. Cit, p. 158.

l>ab(zr¡zs

Concebir al aborto como un conflicto de derechos supone dar un paso más allá de la discusión sobre la personalidad moral del no nacido y sobre el valor de la poten­ cialidad de la vida hum ana,83 sosteniendo que hay al menos dos derechos en colisión: el derecho a la vida del no nacido y el derecho a la autonomía de la mujer.84 En virtud de este último las personas eligen libremente planes de vida.85 En el caso de la mujer, este plan de vida puede verse afectado por un embarazo no deseado. No existe problema teórico en adscribir derechos (morales o jurídicos) al no nacido, incluso desde la concepción, sin tener en cuenta el argumento de la viabi­ lidad, o los criterios de autoconciencia o de sensibilidad. A ctualm ente se habla, incluso, de los derechos de las futuras generaciones, es decir de seres humanos que ni siquiera existen potencialm ente, o de titulares de tales derechos que no son seres humanos, sino entidades colectivas como los pueblos.86 El proceso gradual del desarrollo del ser humano, al que nos hemos referido en el acápite anterior, justifica la atribución a la vida del feto de un valor relativo, variable y creciente a medida que avanza la gestación, en relación inversa con el peso también relativo, variable y decreciente que correlativam ente deben tener los derechos de la mujer embarazada.87 Cigoto, embrión y feto tendrían más valor en proporción al mayor tiempo de gestación.88 Si bien, como se dijo antes, a pesar de que es imposible trazar una línea exacta que divida al cigoto del feto viable, es posible establecer diferencias entre las distintas etapas de la gestación. Dividamos el embarazo en tres trimestres.

Ttehaeijzndo

2. El conflicto de derechos


En el primero de ellos, el embrión carece de la capacidad de sentir y tiene un encefalograma plano; por lo tanto, parece razonable que los derechos de la mujer prevalezcan sobre el derecho a la vida del no nacido. Es además un plazo razonable para que la mujer decida si desea continuar con su embarazo y los riesgos de la inter­ vención médica sean mínimos. ' En el segundo trimestre el feto está más desarrollado, y por lo tanto el peso de su derecho a la vida es mayor. En esa medida, la interrupción voluntaria del embarazo se justifica para preservar la salud o la vida de la mujer. Sin embargo, los sistemas jurídicos que permiten el aborto eugenésico, fijan el límite de la interrupción en la semana veintidós, al no poder detectarse ciertas malformaciones del feto antes de esa fecha. Com o afirma Ruíz Miguel, la indicación eugenésica no persigue mejorar la raza o la especie humana, sino preservar la autonomía de la mujer.89 En el último trimestre prevalecen los derechos del feto (a la vida o a la salud), frente al derecho de autonomía de la mujer. Sin embargo, la interrupción voluntaria del embarazo es posible ante el peligro de la vida o la salud de la mujer. La despenalización del aborto terapéutico refleja la mayor valoración de la vida o la salud de la m ujer frente a la vida en formación. Sin embargo, el propio derecho a la autonom ía de la m ujer que le posibilita en las circunstancias antes analizadas interrum pir el embarazo, permite también que ella decida morir para salvar la vida del no nacido. Quienes se oponen a la despenalización del aborto suelen afirmar que el derecho a la vida es absoluto y prevalece sobre los restantes derechos humanos. Este argu­ mentó puede ser fácilm ente rebatido.

89

RUÍZ M iguel, A lfo n so . El aborto: problemas constitucionales, M adrid, C e n tro de Estudios Constitucionales, 19 9 0 , p. 7 1 . Adicionalm ente, este autor señala que el cuidado de una persona con graves enferm edades congénitas im plica una responsabilidad perm anente en el tiem po que es prácticam ente imposible que n o afecte el plan de vida de una mujer. Por su parte, el Tribunal Constitucional Español ha señalado, respecto a la indicación eugenésica, “que ella se fundam enta en la consideración de que el recurso a la sanción penal en trañ aría la imposición de una conducta que excede de la que n orm alm ente es exigible a la m adre y a la familia. La afirm ación an terior tiene en cuenta la situación excepcional en que se encuentran los padres y especialm ente la madre, agravada en m uchos casos por la insuficiencia de prestaciones estatales y sociales, que contribuyan de modo significativo a paliar en el aspecto asistencial la situación, y a eliminar la inseguridad que inevitablemente ha de angustiar a los padres acerca de la suerte del afectado por la grave tara en el caso de que les sobreviva”, Sen ten cia 53/85, fundam ento jurídico Nu 11.

44

6n Otra» palabras...


- Óe trata de granes conflictos de características singulares, que no pueden contemplarse tan sólo desde laperspectiva de los derechos de la mujer o desde laprotección de la oída del nascifu/vs. 9Y; éstapuede prevalecer incondicionalmentefrente a aquellos, ni los derechos de la mujerpueden tener primacía absoluta sobre la oida delnascifurus, dado que dichapreoalencia supone la desaparición, en iodo caso, de un bien no sólo constitucionalmente protegido, sino que encama un valor central del ordenamiento constitucional. Tor ello, en la medida que no puede afirmarse de ninguno de ellos su carácter absoluto, el intérprete constitucionalse oe obligado aponderarlos bienes y derechos en función del supuesto planteado, tratando de armonizarlos si ello es posible o, en caso contrario, precisando las condiciones y requisitos en que podría admitirse la preoalencia de uno de ellos.

90 VILLANUEVA, Rocío. El co n ce p to d e d erech o s hum anos en el p en sa m ien to a n gloa m erica n o, tesis d octora l, Toledo, 1993, p. 530. 91

Ibidem, p. 556-561. Véase tam bién LAPORTA, Francisco. S obre el co n cep to d e d erech o s hum anos. En. Revista Doxa NB4, A licante, 1987, p. 36-42.

Saberes

45

A l respecto, m ediante Sentencia 53/85, el Tribunal C onstitucional Español, estableció lo siguiente:

“Rehaciendo

En primer lugar, si atribuimos el carácter de absoluto a los derechos, esto impedi­ ría resolver los conflictos que surjan entre ellos.90 La doctrina se refiere a los derechos humanos, no como derechos absolutos sino como derechos prima facie, precisamente porque pueden ser desplazados por otros derechos humanos.91 El aborto terapéutico, cuya despenalización está recogida en el Artículo 119 del Código Penal, constituye un claro ejemplo del carácter prima facie de los derechos. En este caso, el no nacido también tiene derecho a la vida, aunque es desplazado por el derecho a la salud o a la vida de la mujer. En los demás supuestos de aborto, sancionados por el Código Penal, como el aborto sentim ental o el eugenésico, también se produce un conflicto de dere­ chos, aunque nuestra legislación lo resuelve a favor de los derechos del no nacido. En segundo lugar, no existe una jerarquía de los derechos humanos que sitúe a unos por encim a de otros, así como no se puede sostener que los derechos civiles y políticos prevalecen sobre los derechos económicos y sociales; tampoco al interior de cada grupo puede establecerse un orden determinado. Todos los derechos humanos tienen la misma im portancia y fuerza moral. N uevam ente, el aborto terapéutico muestra claram ente que el derecho a la vida del no nacido puede ser desplazado por el derecho a la salud de la mujer.


V La despenalización del aborto

La despenalización del aborto se traduce en dos sistemas: el sistema de indica­ ciones y el sistema de plazos. En virtud del primero, la ley enumera los casos en los cuales el aborto es permitido; las indicaciones más frecuentes son la terapéutica, la eugenésica, la ética y la socioeconóm ica.92 La legislación peruana sólo ha adoptado la indicación terapéutica. De acuerdo al sistema de plazos, durante el primer trimestre, la mujer es libre de decidir si continúa o no con la gestación. Si el derecho a la autonomía de la mujer ha sido el argumento central para defender la despenalización del aborto, este derecho se encuentra mejor protegido en el sistema de plazos. De esta forma, se impide que la decisión de la m ujer sea cuestionada durante el prim er trim estre de la gestación. A partir del tercer mes se puede abortar sólo si se presentara una situación de riesgo para la salud o la vida de la mujer, o por causas eugenésicas, detectadas después de los tres meses y hasta la vigésimo segunda semana del embarazo. El temor a que las mujeres interrum pan su embarazo por razones triviales es infundado, pues el aborto conlleva conflictos psicológicos y éticos93 cuya solución no es sencilla para ellas. En un reciente estudio se abordan las diferentes razones que tienen las mujeres para decidir la interrupción de su embarazo.94 Por otro lado, el Estado debe desarrollar cam pañas de información en anticoncepción para evitar embarazos no deseados. VI. Más sobre nuestra realidad

Inicié este artículo mostrando algunas cifras sobre la realidad del aborto en nues­ tro país (Perú) y quiero term inar con algunas otras también vinculadas a la situación de la mujer. A pesar de seguir creyendo que el problema del aborto no es sólo un

4-6 I 6n Otras Palabras...

92

Véase COOK, Rebecca. L eyes y políticas sob re el aborto: retos y oportunidades. En. Debate feminista, año 2, vol. 3, M éxico, 1991, p. 89-142.

93

CARDICH, Rosario y CARRA SCO , Fresia. D esde las m u jeres. Visiones del aborto. Nexos en tre sexualidad, a n tico n ce p ció n y ab orto, Lima, M ovim iento M an uela Ramos & Population C ouncil, 1993, p. 87. Es interesante anotar que Holanda cuenta con una de las leyes más liberales en materia de aborto, y tiene una de las tasas más bajas de abortos realizados, véase PIMENTEL, Sivia. A sacralidade/inviolabilidade, da vida e o aborto: ideas (in) cociliaveis?, p. 3.

94

Ibidem, p. 3.


b)

En 1991, de cada 100 hogares, 57 eran pobres y 28 vivían en la miseria. Esta situación trae determinadas consecuencias: más de la mitad de la población tienen viviendas inadecuadas (sin servicios básicos o con piso de tierra), viven hacinadas (duermen más de tres personas por habitación) o los niños no asisten a la escuela y existen muchos desocupados. Los hogares en miseria tienen dos o más de las características mencionadas. La pobreza se agudiza en el área rural, 64 de cada 100 hogares viven en la miseria. Las mujeres que viven en estos hogares son las más afectadas por la pobreza, ya que esta situación repercute en su salud o en sus oportunidades de capacitarse. En nuestro país, las mujeres tienen un promedio de 3.5 hijos, cifra que está estrecham ente relacionada al lugar donde viven, al acceso que tienen a la información, a la educación y a los servicios básicos. En Lima, la tasa global de fecundidad es menor que en el resto del país: 2.1 hijos por mujer. En el área rural tienen un promedio de 6.2 hijos. Las mujeres hubiesen querido tener en promedio sólo 2.5 hijos. Esta dife­ rencia entre el número de hijos tenidos y los que hubiesen querido tener, expresa que las mujeres no controlan sus embarazos. De cada 100 ado lescentes de 15 a 19 años, 11 ya están em barazadas por primera vez. Las adolescentes embarazadas son marginadas en la escuela y lo más probable es que tengan que asumir solas la responsabilidad econó­ mica de sus hijos.

95

Feinberg afirma que incluso se puede hablar de un ‘derecho a no nacer,’ en aquellas circunstancias en que con toda certeza se sabe que el feto no tendrá ninguna posibilidad de tener una vida digna.

96

C o n feren cia In tern a cion a l sob re P ob la ción y D esarrollo. El cairo, 1994. La voz de las mujeres, Movimiento M anuela Ramos, Centro Flora Tristán, Lima, 1994.

Sabgnzs

47

a)

“Rghaeijzndo

problema de aquellas mujeres que carecen de recursos económicos, en países como el nuestro, en el que la mayor parte de la población vive privada de las condiciones necesarias para una vida digna, la vio len cia sexual con tra m ujeres y niñas es frecuente, la paternidad irresponsable es común y la falta de una adecuada educación sexual es una penosa realid ad , el problem a del aborto es aún más d ram ático .95 Un estudio publicado conjuntam ente por el Movimiento M anuela Ramos y Flora Tristán revela los siguientes datos:96


Cuando las mujeres tienen menos educación, mayor es el número de hijos y el embarazo en la adolescencia es más frecuente. Las mujeres sin educación tienen un promedio de 7 hijos, mientras que las mujeres con secundaria sólo 3 y las que llegan a la universidad tienen sólo 2. c)

Sólo el 33% de mujeres usa un m étodo m oderno y seguro, como las píldoras o el DIU (Dispositivo Intrauterino).

d)

De cada 10 0 personas mayores de 15 años, 11 son analfabetas, cifra que casi se triplica en el área rural.

En 1977, Enrique G im bem at escribió un artículo periodístico en el que afirmaba que la legislación represiva del aborto vigente en aquel entonces en España era hipó­ crita, discriminatoria y cruel.97 A pesar de haber transcurrido 18 años desde entonces, y que nos encontramos en un país tan distinto, su afirmación es absolutamente válida para el Perú. En nuestro país se puede interrum pir un embarazo en condiciones seguras a cambio de una contraprestación. Debido a la falta de información, el aborto es el único medio de control de la natalidad para personas que querían evitar la procreación. Por último, la ilegalidad del aborto y la falta de medios para acceder a un médico, determ inan que muchas mujeres pongan en riesgo su salud o pierdan la vida en prácticas abortivas clandestinas o inseguras. Teniendo en cuenta los datos anteriores, la decisión de llevar adelante una gestación, implica un acto de heroísmo. Sin embargo, su interrupción c o n v ie rte a la m ujer en d e lin c u e n te . N ingún Estado puede imponer la maternidad a una mujer, pero m ucho m enos aquel que no garantiza la existencia de condiciones mínimas para una vida d igna. D e sg ra c ia d a m e n te, la p ro h ib ic ió n del aborto se resuelve en una compulsión a la mater­ nidad98 y coloca a la m ujer en la disyuntiva de convertirse en heroína o delincuente. ♦

97

GIMBERNAT, Enrique. Estudios de derecho penal, M adrid, C ivitas, 19 8 1, p. 37 -38.

98

A R R O Y O Zapatero, Luis. O p. C it, p. 2 1 5 .

/ 4 8 I 6n Otras Palabras...


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Florence Thomas C oordin adora d el G rupo M ujer y S ociedad

La píldora anticonceptiva: Piedra angular de una revolución 'Tenía yo 11 años cuando nació cVerania. £ a había cargado nueve meses como unapesadilla. J3e había oíslo crecerá mí cuerpo unajoroba por delante y no lograba ser una madre enternecida. jQa primera desgraciafue dejarlos caballos y los oestidos entallados. la segunda soportar unas agruras que me llegaban hasta la nariz. Odiaba quejarme pero odiaba la sensación de estar continuamenteposeída por algo extraño. Cuando empezó a moverse como unpescado nadando en elfondo de mi vientre creí que se saldría de repente y tras ella la sangre hasta matarme. Sfíndrés era el culpable de quepasaran todas estas cosas y ni siquiera soportaba oír hablar de ellas . Sfingeles cMastretta. Arráncame la oída 'cllno de los mitos de la mentalidad conservadora estriba, precisamente. en que toda mujeres ante lodo una madre . cKale 9 $ illeti. ‘'Política sexual '^Mujer del tercer milenio, deberás escribir tus derechos sexuales, tus derechos algoce, tus derechos reproductivos sobre iupielpara que ningún hombre que le amepueda olvidarjamás que él no tiene derecho sobre tu cuerpo tibio y oloroso que sólopodrá encontrary conocer en la duda lúdica, la pregunta y tupleno consentimiento cF!orence cThomas. Mujeres y tercer milenio píldora anticonceptiva tiene 43 años. El impacto social de su divulgación es probablemente un hecho sin precedentes en relación con las vivencias de la sexua­ lidad de las m ujeres. En este sentido, no es exagerado afirm ar que la píldora anticonceptiva es la piedra angular de la revolución de la condición histórica de las mujeres, pues esta se inicia con una revolución sexual. La píldora anticonceptiva representó el verdadero Mayo 68 de las mujeres, el inicio de una primavera con efec­ tos de amplia significación para las relaciones entre mujeres y hombres. De hecho, el miedo de un embarazo no deseado constituía el principal obstáculo de su liberación

50

en Otras palabras.,


sexual, incluso para los hombres que se encontraban a menudo obligados a “m atri­ monios reparado res”. De esta m anera, la píldora -segu id a de otros m étodos anticonceptivos- logró fisurar de manera casi definitiva el significado de la sexualidad, de la maternidad y, con ello, de la misma femineidad. Durante siglos, el rol materno era el rol femenino por excelencia y la ecuación existencial de las mujeres se significaba por M ujer= M adre; durante siglos, las mujeres encerradas en las múltiples prácticas sociales de la m aternidad, que habían logrado normativizar los deseos femeninos casi exclusivam ente alrededor del deseo maternal, habían sido apropiadas m aterialm ente y, por consiguiente, desposeídas m entalm ente; durante siglos, las mujeres-madres, sin saberlo todavía, eran personajes errantes, sin “habitación propia”, no tanto física sino sobre todo subjetiva, sin un “sí mismo” como referente de su propia existencia, y debían perm anecer como simples herram ientas de la naturaleza. El deseo de procrear era para ellas el único posible y legítimo. Su ana­ tomía era su destino y, con muy pocas excepciones, su único destino. En estas condiciones, la madre estaba ubicada fuera de los circuitos del saber, fuera de los circuitos del poder y, sobre todo, fuera de los circuitos del placer, pues sexualidad y reproducción parecían ser inseparables para las vivencias de las mujeres. Así, la madre era el único personaje familiar con esta condición de desposesión casi total. Con una anatomía programada para la vida, parecía difícil pretender y acceder a la cultura. Los hombres habían podido trascender la naturaleza, los instintos anim a­ les y los determinismos biológicos, las mujeres, no. El famoso y tenaz instinto materno completaba el cuadro de una m aternidad-destino-fatalidad que se encontraba refor­ zada por múltiples narrativas e imágenes culturales como la de M aría, virgen y madre, que en las sociedades occidentales se iba a imponer como un verdadero ideario fami­ liar que resiste y marca todavía los imaginarios colectivos de la femineidad latinoam e­ ricana. Sacralizar y fetichizar la m aternidad demostró ser la mejor m anera de negar a la mujer en su femineidad, su eroticidad, su alteridad y, por ende, su peligrosidad. Y, sin embargo, ni siquiera la m aternidad en estas condiciones perteneció a las mujeres. La ideología patriarcal logró despojarlas y recuperar casi todo lo que rodeaba el acto de dar a luz: entregó el parto al saber médico -reservado exclusivam ente a los hombres hasta mediados del siglo XX en Colombia-, alejando y castigando las prácti­ cas de las parteras e ignorando sus saberes milenarios; convenció a las mujeres de que eran meras reproductoras habitadas por un instinto materno, vaciando así casi total­ mente el hecho de dar la vida de su sentido tan hondam ente simbólico; logró callar culturalm ente a las madres, identificándolas con la abnegación, la sumisión y el sacri­ ficio; pudo, por medio de una operación m agistral, vaciarlas del deseo erótico y


devolverles la virginidad, e, incluso, logró arrebatarles el producto de este trabajo simbólico, imprimiendo el nombre del padre a los hijos y a las hijas, y así las mujeres fueron todas madres patriarcales, generadoras de familias patriarcales. Romper con esta representación ancestral de la identidad femenina, antes de la aparición de la píldora, desgarró e incluso costó la vida de múltiples mujeres a lo largo dé los siglos. Pocas resistieron a los mecanismos de culpa previstos por la cultura para cualquier alejam iento de los caminos trazados para la femineidad; algunas tuvieron que disfrazarse de hombre o adoptar seudónimos masculinos para poder escribir o actuar; otras, renunciar a toda vida m undanal y encerrarse en conventos para escapar al matrimonio, a las consecuentes m aternidades repetidas y, desde un cuarto propio, más a menudo una celda propia, poder acceder a una biblioteca, a la lectura y a la escritura; otras tuvieron que aceptar los estigmas de calificativos denigrantes cuando no insultantes; otras fueron encerradas en manicomios, torturadas, quemadas o guillotinadas; la mayoría condenadas a la soledad o al desamor por el inconcebible atrevimiento de expresar un deseo de saber para ser en el mundo por medio de fertili­ dades distintas a las genealógicas. Por supuesto, la gran mayoría de mujeres se adaptó al molde cultural previsto para una femineidad al servicio de la reproducción de la especie, logrando, además, una sublimación casi gozosa que permitía escapar a la victimización y, en muchos casos, al sufrimiento. Sin embargo, a m ediados del siglo XX, un conjunto de factores tanto econó­ micos como sociales, políticos y científicos van a in cid ir paulatinam ente en la condición social femenina. Tales factores logran incluso cuestionar el viejo marco explicativo de la femineidad que se había vuelto poco a poco incapaz de responder a una nueva lógica de modernidad que se imponía paulatinam ente, aunque con ritmos distintos según países, en la mayoría de las naciones occidentales. Bajo la presión de factores económicos como la industrialización y la consecuente urbanización, y los factores políticos de instauración de democracias participativas, se volvía cada vez más necesario pensar en las mujeres en cuanto sujetos políticos, es decir mujeres que pudieran participar de la m odernidad sin quedarse relegadas y atrapadas en una iconografía decimonónica en sus prácticas de vida y sus sistemas de representación. Para que la m odernidad pudiera cum plir sus promesas con las mujeres, era necesario desnaturalizar e historizar la m aternidad y, de alguna manera, romper con esta idea tan com ún en los im aginarios de que las m ujeres eran a la naturaleza lo que los hombres eran a la cultura. Este rompimiento no hubiera podido ocurrir sin que las mujeres obtuvieran el control de su fecundidad y, por extensión, por lo menos simbólicamente, de su propio cuerpo y de su sexualidad.

52

6n Otras palabras...


53 Saberes Rehaciendo

La píldora anticonceptiva llegó y empezó a generalizarse en la década del 60, en un complejo contexto en el que confluyen procesos em ancipatorios, debates filosó­ ficos y científicos, e intereses instrum entales. Por supuesto, al desarrollo de los saberes médicos y farmacológicos se unieron los aportes de las teorías feministas y las intensas luchas de las m ujeres por sus derechos civiles, políticos y sexuales, para incidir, de manera contundente, en la generación y divulgación de la píldora como nueva alternativa de control natal. A este propósito cabe preguntarse, por ejemplo, ¿qué le debe la píldora a la m agistral obra de Simone de Beauvoir, El segu n d o sexo, que apareció en 1949?, ¿qué le debe la píldora a las mujeres sufragistas que lucharon en la mayoría de los países occidentales en la década anterior a su aparición?, ¿qué le debe la píldora a la dinámica de los movimientos sociales de mujeres en las décadas del 70 y del 80, durante las cuales se consolida su circulación y divulgación? Cabe también m encionar -y debe ser objeto de otros análisis- los intereses de las políticas de población orientadas a controlar y estabilizar el preocupante crecim iento demo­ gráfico en los países más pobres del planeta. No hay duda que gracias a esta compleja combinación de factores tanto económicos como políticos y científicos, una parte importante de la edificación del patriarcado estaba a punto de derrumbarse. No olvi­ demos que, durante siglos, el control de la sexualidad femenina representó la garantía por excelencia de la hegemonía masculina. La píldora cumple cuarenta y tres años. En el 60 tengo 17 y estoy terminando mi bachillerato. Se inicia la década del 60 que iba a m arcar tan profundamente mi gene­ ración. Contaré una anécdota reveladora del am anecer de esta década. Estoy en clase de filosofía en el liceo de Rúan, una ciudad provincial de Francia. La profesora, una mujer excepcional que hacía de la filosofía un m anual de ética para la vida cotidiana y construía sus clases a partir de eventos del momento, llegó una m añana de invierno al salón de clase con una cajita en la mano y una enorme sonrisa en la cara. Nos dijo: “M ujeres, ten go su liberación en las m anos... se llam a píldora a n ticon cep tiva y les p u ed o asegu ra r que esta peq ueñ a píldora, inventada p o r u n señ o r llam ado P incus, va a transform ar sus vidas d e una m anera tan profu n da que d esp u és d e ella, nada será igu a l”. Por supuesto la Asociación de Padres de Familia del liceo casi logra expulsarla y su perm anencia sólo se debió a sus enormes cualidades académ icas frente a las que la Secretaría de Edu­ cación no pudo hacer nada. En el 63, la píldora se socializa en Francia y en el 65 entra de pleno en el mercado, tengo 22 años y Los B eatles cantan su “Let it b e ”... Y tomo píldoras sin aún conocer muy bien los efectos colaterales de la dosis de hormonas que contenían estas píldoras de primera generación. Pero frente a lo que representaba simbólicamente la píldora, nada, ni mucho menos argumentos médicos, nos hubieran


hecho retroceder a mis compañeras y a mí... La píldora existía, y sí, como lo había anunciado la profesora de filosofía, nunca nada fue igual. Ni la sexualidad, ni la fami­ lia, ni los encuentros de las mujeres y los hombres, ni el amor, ni la maternidad, ni el matrimonio, ni la sociedad, ni la demografía. La píldora existía y era un verdadero hecho de sociedad, un hecho sociológico. Soy una mujer píldora. Represento exacta­ mente esta generación de mujeres que tenía 20 años cuando la píldora llegó. La píldora y, por extensión, los diversos métodos anticonceptivos, ubican la m aternidad como una opción y abren la puerta a su historización y politización. Gracias a la píldora, las mujeres pueden hoy rehusar con legitimidad ser madres y transformar así a la maternidad en una escogencia hum ana que diferencia de manera radical la mujer de la hembra. Deja de ser un hecho exclusivam ente biológico en cuanto permite a las mujeres seguir trayendo hijos e hijas al mundo y al mismo tiempo construir un proyecto materno que las incluye, es decir un proyecto en el cual se traen a sí mismas al mundo. Un proyecto materno que, recuperando una función simbólica por generarse ya no desde la necesidad sino desde la libertad, ya no desde la subordi­ nación sino desde la autonomía, ubica la m aternidad en el centro de una nueva eticidad, perm itiéndole recobrar su viejo, y probablemente muy envidiado, signifi­ cado de privilegio frente a la posibilidad de dar la vida, significado del cual el patriarcalismo había despojado a las mujeres. La m aternidad se resignifica. Eva y M aría -la m ujer peligrosa y la madre abne­ gada- figuras y representaciones tradicionales de la femineidad occidental, se vuelven capaces de construir nuevas alianzas que permiten que la madre no signifique la posi­ bilidad de la mujer. Se inicia un diálogo fecundo entre las dos que permite poco a poco reconocer que ser buenas madres no representa renunciar a ser mujeres felices frente a hijos e hijas del deseo y que ser mujer no significa obligatoriamente tener hijos o hijas. La sexualidad femenina, por fin separada de la reproducción, de alguna manera nace o por lo menos se libera, se desculpabiliza y, haciendo su aparición en la plaza pública, se politiza. Con ella, ahora campo de estudio inevitable, la psicología, la sociología, el psicoanálisis, la historia, la ética y la filosofía descubren la vida privada y la historia de las m entalidades se transforma significativamente. A l politizarse la sexualidad femenina y al genera­ lizarse los métodos anticonceptivos, las mujeres van a adquirir nuevos derechos sexuales y reproductivos. Estos, poco a poco y bajo la presión de los movimien­ tos sociales de mujeres, de una producción teórica fe­ minista cada vez más fecunda y sólida, de numerosas

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en Otras Palabras...


55 Sabgrgs “Rghaeigndo

ONG, de grupos y organizaciones de mujeres y de su presencia en las grandes cumbres internacionales, se han ido asumiendo como temas de discusión obliga­ torios. A su vez, se constituyeron en programas y pla­ taformas de acción cuando el enfoque de la salud sexual y reproductiva, basado en los derechos humanos, fue adoptado en la Conferencia sobre la Población y el D esarrollo en el C airo, en 1994. Este enfoque se reafirm ó y ex p an d ió en la C u a rta C o n feren cia M undial sobre la M ujer en Beijing, en 1995. Los derechos sexuales y reproductivos son hoy en día parte de los derechos humanos y su finalidad consiste en que todas las personas puedan vivir libres de discri­ minación, riesgos, amenazas, coerciones y violencia en el campo de la sexualidad y la reproducción. Los derechos sexuales se refieren a los derechos a decidir, de manera libre y responsable, sobre todos los aspectos de la sexualidad, incluyendo y promo­ viendo la salud sexual y reproductiva; incluyen el derecho a ser libre de discrimi­ nación, coacción oviolencia en la vida sexual y el derecho a esperar y exigir igualdad, consentimiento completo, respeto mutuo y responsabilidad compartida en las rela­ ciones sexuales. Los derechos reproductivos incluyen los derechos de las parejas e individuos a responder libre y responsablemente el número de hijos que desean tener y a determinar cuándo y con qué frecuencia; los derechos a obtener la información, educación y medios para lograrlo; incluyen también el derecho a alcanzar el estándar más alto de salud sexual y reproductiva y a tomar decisiones sobre la reproducción libre en las relaciones sexuales. Finalmente, incluyen atención en la salud sexual y reproductiva por parte de los gobiernos, lo que consecuentem ente significa unos com­ promisos importantes para reorientar o expandir servicios que respondan a estos nu e­ vos derechos e incluso para cambiar leyes, políticas y actitudes culturales que siguen inhibiendo el ejercicio pleno de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. En un país que tiene cifras escalofriantes de violencias domésticas, de violencias sexuales, de violaciones -a pesar de contar con pocos datos por lo que significa denun­ ciar una violación-; en un país en el cual, según datos de las encuestas de Profamilia, de 100 embarazos 50 son no deseados y 25 acaban en aborto, en aborto clandestino; en un país en guerra que apenas está descubriendo el impacto del conflicto armado en la agudización de las violencias sexuales contra las mujeres, hablar, propagar, socializar el enfoque de los derechos sexuales y reproductivos, se ha vuelto una apremiante y obligada prioridad. O jalá los altos ejecutivos del gobierno lo hayan entendido.


La inclusión de los derechos sexuales y reproductivos en un enfoque de salud, sólo posible a partir de la aparición de la píldora anticonceptiva, representa a mediano plazo una verdadera revolución cultural cuyos alcances no logramos aún a medir del todo. Esta nueva salud subjetiva para las mujeres, que se está gestando desde hace más de cuarenta años cuando nació la píldora, no podrá estar completa sin la inclusión de una condición lógica e ineludible para este nuevo enfoque de salud que acabamos de esbozar. Esta condición es la necesidad de la despenalización, o por lo menos legalización, de la interrupción voluntaria del embarazo. La m ayoría de los países occidentales lo entendieron cuando revisaron su legis­ lación en relación con este importante punto, incluso el 94% de los países del mundo han revisado hoy sus concepciones alrededor de la tradicional ilegalidad de la interrupción voluntaria del embarazo. Lam entablem ente para A m érica Latina, Colom bia, C hile y El Salvador hacen parte del 6% de los países totalm ente ciegos y sordos frente a cualquier posibilidad de revisión de sus actuales legislaciones. Los demás países latinoam ericanos han previsto excepciones a la situación de la ilega­ lidad del aborto. En este contexto es importante m encionar el reciente fallo de la Corte Constitucional que despenaliza el aborto en caso de acceso carnal violento, como se le llam a elegantem ente a ese crimen que es la violación. Por supuesto, este tan tímido paso representa algo, cuando no existía un solo motivo por el cual una mujer pudiera abortar en nuestro país. De todas maneras, miles de mujeres siguen abortando clandestinam ente, contradiciendo gran parte de la filosofía que sustenta el enfoque de salud sexual y reproductiva. Si incluimos el grave problema de la interrupción voluntaria del embarazo en una reflexión sobre los alcances de la píldora anticonceptiva, es porque, a la luz de las actuales discusiones sobre modernidad, eticidad y feminismo, la revolución generada por la píldora se q ueda in co n clu sa sin su ob ligad a y lógica relació n con la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo. De hecho, cuando la maternidad se transforma en una opción, es decir en una intencionalidad reflexiva, no admite derogación, y debemos prever de alguna manera los “actos fallidos”; debe­ mos hoy día aceptar que si la m aternidad tiene un significado simbólico, cada vez más reflejo de la propia libertad, no por esto, y más después de haber sido un destino durante milenios, entra de una vez en el campo de la racionalidad. Borrar en un momento, siglos de una m agistral operación cultural patriarcal que obligaba a las mujeres a ser madres para tener un mínimo de reconocimiento y de autoestima, no es posible. En ese sentido, nos tendremos que remitir durante un tiempo al conflicto psíquico, nunca resuelto del todo entre el ejercicio de una sexualidad no procreativa

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0n Otras palabras..


y el deseo inconsciente de fecundidad, rechazado por la conciencia pero nunca inca­ pacitado del todo para manifestarse imprevisiblemente, como nos lo recuerdan los psicoanalistas que han reflexionado últimamente sobre esta realidad. Tenemos que aceptar que en este campo la educación nunca será, ni en el mejor de los casos, una panacea, pues nunca podrá suplir lo que una ideología construyó en miles de años y, además, porque la sexualidad es, de todos los fenómenos humanos, el menos educable y el más subversivo e irreductible... Tenemos que aceptar que lo que constituye la esencia de la sexualidad hum ana y que trasciende cualquier saber, cualquier aprendi­ zaje, es su dimensión inconsciente. En estas condiciones, y conociendo el peso de una maternidad oportuna o, peor, no deseada por una mujer para el futuro de este hijo o hija, y a pesar de que ninguna mujer desea abortar ni planea hacerse un aborto, miles de ellas llegan a él cuando no existe otra alternativa. Y las mujeres, por llegar a él en condiciones de clandestinidad, se desgarran tanto física como subjetivamente. Es porque las mujeres, mucho más sabias, pero sobre todo más generosas que los patriarcas, han entendido desde hace tiempo que la m aternidad significa mucho más que dar la vida, mucho más que un acto de reproducción de vida; dar la vida ante todo representa generar una vida, generar un mundo desde lo simbólico, desde el deseo y la palabra, y no sólo desde la m irada biológica. De cara al tercer milenio, quisiéramos que sólo nazcan los hijos y las hijas del deseo. Con la anticoncepción, acom pañada de la legislación de la interrupción volun­ taria del embarazo, las mujeres entran de pleno en el campo de la cultura, de la libertad y, por consiguiente, de la ética. Su m aternidad se inscribe en una nueva simbología, construye nuevas metáforas más adaptadas a su actual estatus de sujetas autónomas. U na m aternidad que transita por la libertad y ya no por la necesidad; una maternidad que tiene como único fundamento el deseo y no la biología, introdu- ■ ciándolas en la cultura, en la historia y en la política. La píldora perm itió a las m ujeres desm itificar y desfetichizar la m aternidad tal como les había sido impuesta para devenir mujer; permitió a las mujeres devenir nuevas madres, madres livianas, madres desculpabilizadas, madres generadoras de mundo, madres-hijas, madres-hermanas, madres portadoras de nuevos afectos, menos pesados y posesivos, y sobre todo, madres que dejan de llevar sobre sus hombros la pesadísima metáfora de una cultura del entre-hombres que las había querido castigar por ser dadoras de vida. Por supuesto, la píldora tuvo y tiene un significado subver­ sivo, pero ¿para quiénes? Con toda seguridad, para los patriarcas que ya están entendiendo que sus pesadillas son los sueños de las m ujeres, estos sueños que nada ni nadie nunca pudo interrumpir... ♦


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E scucho resonar el agua que cae en mi sueño. J3aspalabras caen como el agua yo caigo, dibujo en mis ojos la forma de mis ojos, [nado en mis aguas, me digo mis silencios. Toda la noche espero que mi lenguaje logre configurarme. C]Jpienso en el Diento que viene a mí, permanece en mí. Toda la noche he caminado bajo la lluvia desconocida. Sfi mí me han dado un silencio pleno de [formas y visiones (dices). c lj corres desolada como el único pájaro en el viento, f Alejandra Tizamik JQ obscuriié des eaux

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B e ts y M a y elis R o m a n a B lo n d ó n C im arrona. C oordinadora de la Red N acional d e M ujeres A frocolom bianas

Poemas $7 mis andanas y ancianos afros , con sus cabezas blancas como símbolo de sabiduría, ellos, con sus manos gruesas en señal [de rebeldía a la pobreza. rUnos y oirás, testigos de las [luchas emprendidas por nuestros pueblos durante todos los tiempos. c llna a uno se nos oan... se nos oan y se seguirán yendo, f j las nueoas generaciones impregnadas de lo otro se quedarán ignorantes... ignorantes de sus certezas para [sacar de la naturaleza la cura para nuestras quejas y del corazón y la palabra, ignorantes de los secretos para levantara nuestros hijos con el don del respeto y para levantara nuestras hijas con el don de la viveza.

cDe la viveza con la que ha logrado unpan para todas, de la viveza con la que ha logrado una migapara todos. ‘'Ignorantes nos quedaremos porque los sabios se irán. Gllas y ellos se acompañarán en el más allá desde donde seguirán siendo testigos de las luchas, de los avances y de los logros que nos tocará alcanzar.

T/nos tocará alcanzarlos por la memoria de nuestras antepasadas y la vida digna de nuestras próximas [generaciones. §

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0r¡ Otras Palabras..,


cPan y rosas ellas, a las rebeldes sin armas a aquellas que siguen siendo y haciendo, a pesar de las miradas, de las miradas que señalan y las [palabras que acusan.

S?aquellas queprotestan y proponen rodean de pan y rosas, sin eliminar al otro sin eliminar al otro porque son ellas quienes [saben lo que oale una oída.

$7ellas, a Ias que duplican lajomada [e ignoran el cansancio, a las que alimentan y trabajan, oan a misa y al estadio, a la disco y al discurso, a la 'n y a otros espacios, y en todos sus ratos libres que no son [libres de oeras, se dedican a tejer, a tejerpero sin tela y a reconstruir el mundo a pesar de los problemas, de un pueblo que se debate entre [los sueños y las guerras pero ellas siguen tejiendo porque el hambre nunca espera, y siguen haciendo cosas, aún cuando el sueño llega, f


M a r g u e r ite D u ra s

El amante Extractos1 Ocurrió muy pronto aquel día, un jueves. Cada día iba a buscarla al instituto para llevarla al pensionado. Y luego una vez fue al pensionado un jueves por la tarde. La llevó en el automóvil negro (...) (...) Hay poca luz en el estudio. Ella no le pide que abra las persianas. Se encuentra sin sentimientos definidos, sin odio, también sin repugnancia, sin duda se trata ya del deseo. Lo ignora. Aceptó venir en cuanto él se lo pidió la tarde anterior. Está donde es preciso que esté, desterrada. Experi­ m enta un ligero miedo. Diríase, en efecto, que eso debe corresponder no sólo a lo que esperaba sino también a lo que debía suceder precisamente en su caso. Está muy atenta al exterior de las cosas, a la luz, al estrépito de la ciudad en el que la habitación está inmersa. Él tiembla. A l principio la mira como si esperara que hablara, pero no habla. Entonces, él tampoco se mueve, no la desnuda, dice que la ama con locura, lo dice muy quedo. Podría responder que no lo ama. No dice nada. De repente sabe, allí, en aquel momento, sabe que él no la conoce, que no la conocerá nunca, que no tiene los medios para conocer tanta perversidad. Ni de dar tantos y tantos rodeos para atraparla, nunca lo conseguirá. Es ella quien sabe. Sabe. A partir de su ignorancia respecto a él, de repente sabe: le gustaba ya en el trasbordador. Él le gusta, el asunto sólo dependía de ella. Le dice: preferiría que no me amara. Incluso si me ama, quisiera que actuara como acostumbra a hacerlo con las mujeres. La mira como horrorizado, le pregunta: ¿quiere? Dice que sí. Él ha empe-

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en Otras palabras..

DURAS, M arguerite. El am ante. Colección Andanzas, Tusquets Editores, primera edición, Francia, 1984, Barcelona 1985, p. 48-53.


zado a sufrir ahí, en la habitación, por primera vez, ya no siente sobre esto. Le dice que ya sabe que nunca la amará. Le deja hablar. A l principio ella dice que no sabe. Luego lo deja hablar. Dice que está solo, atrozmente solo con este amor que siente por ella. Ella le dice que también está sola. No dice con qué. El dice: me ha seguido hasta aquí como si hubiera seguido a otro cualquiera. Ella responde que no puede saberlo, que nunca ha seguido a nadie a una habitación. Le dice que no quiere que le hable, que lo que quiere es que actúe como acostumbra a hacerlo con las mujeres que lleva a su piso. Le suplica que actúe de esta m anera. Le ha arrancado el vestido, lo tira, le ha arrancado el slip de algodón blanco y la lleva hasta la cam a así desnuda. Y entonces se vuelve del otro lado de la cama y llora. Y lenta, paciente, ella lo trae hacia sí y empieza a desnudarlo. Lo hace con los ojos cerrados, lenta­ mente. El intenta moverse para ayudarla. Ella pide que no se m ueva. Déjame. Le dice que quiere hacerlo ella. Lo hace. Le desnuda. Cuando se lo pide, el hombre desplaza su cuerpo en la cama, pero apenas, levemente, como para no despertarla. La piel es de una suntuosa dulzura. El cuerpo. El cuerpo es delgado, sin fuerza, sin músculos, podría haber estado enfermo, estar convaleciente, es imberbe, sin otra virilidad que la del sexo. Está muy débil, diríase estar a merced de un insulto, dolido. Ella no lo mira a la cara. No lo mira. Lo toca. Toca la dulzura del sexo, de la piel, acaricia el color dorado, la novedad desconocida. El gime, llora. Está inmerso en un amor abominable. Y llorando, él lo hace. Primero hay dolor. Y después ese dolor se asimila a su vez, se transforma, lentam ente arrancado, transportado hacia el goce. Abrazado a ella. El mar, informe, simplemente incomparable (...) (...) No sabía que se sangraba. Me pregunta si duele, digo no, dice que se siente feliz. Seca la sangre, me lava. Le miro hacer. Insensiblemente vuelve, se vuelve otra vez deseable. Me pregunto cómo he tenido el valor de ir al encuentro de lo prohibido por mi madre. Con esa calm a, esa determinación, cómo he llegado a ir ‘hasta el final de la idea’. Nos miramos. Besa mi cuerpo. Me pre­ gunta por qué he venido. Digo que debía hacerlo, que era como si se tratara de una obligación [...]”. ♦


L isa n d r o D u q u e

D iccionario 1 T i t estado tan desocupado en estos días previos y posteriores al Año Nuevo, que no he tenido tiempo de escribir mi columna con ocurrencias propias. Compartiré entonces con los lectores algunos hallazgos interesantes que he hecho a partir de mis exploraciones por internet y correo electrónico. El colombianista francés Jacques Gillard envió a su red de ciberamigos, uno de los cuales me lo retransmitió, este texto: “La asociación hispanoam ericana de mujeres protesta porque el Diccionario de la Real Academ ia Española tiene, al parecer, alguna influencia machista. He aquí unos ejemplos: Z o rro : E spadachín, justiciero.

Zorra: Puta. Perro: M ejor am igo del hom bre. Perra: Puta. Aventurero: Osado, v alien te, arriesgado, hom bre de m undo. Aventurera: Puta. Ambicioso: Visionario, enérgico, con m etas. Ambiciosa: Puta. Cualquier: F ulanito, m engano, zutano. Cualquiera: Puta. Regalado: A d jetivo ; participio del verbo regalar. Regalada: Puta. Bicho: Insecto, anim al. Bicha: Puta. Callejero: De la calle, urbano. Callejera: Puta.

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Sn Otras Palabras.,

Reproducimos una columna del Diario El T iem po, publicada en el mes de diciembre de 2002.


65 M ujerzuela: Puta. H o m b re público: Personaje prom inente. M u je r pública: Puta. Golfo: M asa de agua m arina parcialm en te rodeada de tierra. Golfa: Puta. Lobo: M am ífero predador rapaz y feroz. Loba: Puta. Ligero: Hombre débil y sencillo. Ligera: Puta. Adúltero: Infiel. Adúltera: Puta". ♦

U N ID A D D E O R IE N T A C IO N Y A S IS T E N C IA M A T E R N A

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Sueños, Imágenes y Símbolos

H o m b rezuelo : H om brecillo, varón m ínim o, pequeñito.


Gabriela Castellanos Llanos D irectora d el C entro de Estudios d e G énero, M ujer y S ociedad. U niversidad del Valle

Habla la amada

ausente ,e gusta cuando callo, dice el poeta. porque estoy como ausente. c Vacío. le gustaría más el sillón donde me siento, para que se expandiera otro tanto el aire, desnudo de mi ooz. c lj más le complacería si mi boca careciera de albedrío. si pudiera programarla. para decir solamente. Óí, maestro . en cada una de las formas que hacen mullida y cómoda su casa. Cuando miro al espacio, como ahora, ¿icree acaso que anido en el eternofemenino, que me convierto en el albergue suave donde mora cuanto yo pueda tener de hospitalario ? Óueño, pienso, o caoilo, pero sobre todo, disfruto, saboreo, la apacible quietud que deja en el espacio su campanuda ooz cuando por fin se calla, f

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en Otras Palabras..


El reflejo de Las Horas

pensado con detenim iento cuál sería la primera frase para hablar de T he h ou rs, para plasm ar en la oración de en trada la intensidad de la banda sonora compuesta por Philip Glass, la sincronización sorprendente de las escenas de intro­ ducción, el sonido de la pluma de Virginia Woolf rasgando el papel antes del suicidio. Con el fin de suplir mi falta, he buscado en vano una cita para encabezar este texto; sin embargo, estas me son esquivas o quizá prefieren encontrar lugar en otros escritos para dejar el campo libre a la mirada directa, sin distracciones de ninguna factura, del largometraje. Por esta razón, dejaremos que el propio ritmo de la cinta contamine estas palabras y guíe con delicadeza las precisiones que, creo, vale la pena destacar del intento de llevar al cine una maraña de hilos e historias que se entrecruzan, de tres mujeres que viven en lugares y épocas distintos, pero que se encuentran entrelazadas por una red de referencias y de pasiones que se inscriben no sólo en la novela que compone Virginia, sino en el hado de cada una de ellas. Es difícil determinar qué papel da la pauta (¿acaso es necesario?), sin embargo, es innegable que la voz de Virginia Woolf m arca el relato, a la m anera de un narrador omnisciente que predice lo que sucederá a los demás protagonistas, sin tener una idea muy clara de que sus palabras también están haciendo real su propia historia. Nicole Kidman y Stephen Dillane, en el papel de Leonard, logran captar las miradas y las dinámicas de un matrimonio marcado por la protección excesiva y por el amor casi filial que se profesan mutuamente. Los primeros planos de las manos de la escritora, ya sea apuntando el abrigo de invierno que da cabida a las piedras para asegurar la inmer­ sión del cuerpo, o mientras humedece la pluma en el tintero, revelan poco a poco el temperamento que signa la sucesión de imágenes. Es innegable que el esfuerzo de Ms. Kidman se ve recompensado, aunque me atrevo a pensar que su caracterización le impuso varias horas de ensimismamiento y de revisión de fotos, archivos y del único registro que queda de la voz de Woolf, y que quizá no pasa del minuto, gracias a que los bombardeos de la Segunda Guerra M undial arruinaron el resto de la grabación.

Süjzños, Iméggngs y Símbolos

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Lina M aría Céspedes Báez


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En efecto, tras los vestidos de flores y la famosa nariz, nada queda de Ms. Kidman, nada distinto a su nombre en los créditos, a una noción que se va perdiendo mien­ tras vemos cómo Virginia toma posesión de la pantalla. C ada mirada, sus paseos por Richmond, la manera en que se lleva el cigarrillo a los labios, nos recuerdan los mejores estudios fotográficos de la autora, nos inducen al descon­ cierto y, por qué no, a la comunión, a la imposibilidad de separar a la actriz del personaje. La trama está llena de autorreferencias, de pequeñas claves que los legos no podrán identificar con facilidad, dado que la línea argum ental no es una simple sucesión de minutos y de actividades enmarcadas por algunas reflexiones impor­ tantes. Más bien, la película se extiende en la persuasión, en lo que se sugiere, en los lazos invisibles que unen a tres personas que no se conocieron, pero que se recrean constantem ente, la una a la otra, a través de las palabras, de las actitudes e ilusiones que cada una de ellas atesora. Esta afirmación no es una pose de enten­ didos, sino algo que no se puede soslayar, puesto que la película se despliega con mayor intensidad si el espectador cuenta con el conocimiento previo de Mrs. D alloivay y de algunos eventos en la vida de la Woolf. Empecemos por el título, ya que es posible que muchos lo asocien a las horas del día único de estas mujeres, el día que es toda su vida, el día que es capaz de resumir la actitud vital de los personajes, intención que guiaba a Virginia al crear la persona de Clarissa Dalloway y que quizá orientó el trabajo de James Joyce en Ulises. Pues bien, T he H ours fue mucho tiempo el nombre del libro de la escritora inglesa, incluso en sus diarios aparece referido de esa forma y no fue sino hasta al final de su redacción que ella decidió bautizarlo como Mrs. D allow ay, en honor de su personaje principal. De esta m anera, desde el inicio, la red de insinuaciones se propone como una compleja telaraña en la que cada personaje tomará prestados retazos de la experiencia artística y vital de la artífice para crear un ambiente en espiral que se desarrolla con maestría, a través del intercambio del escenario y de gestos que se repiten en el tiempo. También las referencias al griego y a las voces que oye Richard en su estado enfermizo, recuerdan a una Virginia aún joven que oía a los pájaros cantar en esta lengua o a los pájaros que cantan, en uno de sus libros, life, life, life, o mejor, vita, vita, vita, entonando la llam ada a la mujer que amó y a la cual está dedicada esa obra magnífica llam ada O rlando. Ni siquiera los nombres de los personajes son gratuitos, puesto que éstos se encuentran respal-

en Otras palabras..


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Bogotá, D. C., marzo 18 de 2003

Sueños, Imágenes y Símbolos

dados por los que ella otorgó en su novela Mrs. D allow ay y que, en síntesis, perfilan los roles a interpretar en la cinta. Encontramos a la misma Clarissa Vaughan (el reflejo de Clarissa Dalloway), encarnada por M eryl Streep, en su dimensión de mujer newyorkina que prepara una fiesta a principios del siglo XXI; a Sally (la evocación de Sally Seton, la mujer con quien Clarissa se besa en la adolescencia), deslizándose en la cama de su compañera de diez años con sutileza culpable; a Richard (el respetado esposo de la novela), convertido en el poeta, el visionario enfermo de sida que se lanza por una ventana, apropiándose así del suicidio de Virginia, le concedió en su texto a Septimus W arren Smith, y a Kitty, la mujer entre odiosa y deseable que brinda la primera sorpresa de la producción al dejarse besar por una confundida Laura Brown (Julianne Moore). Es posible observar en el filme, no sólo un día en la vida de tres mujeres, sino también el flujo continuo de tres momentos en una sola existencia, tres individuos que se estrechan en una sola cadena que conforma un solo destino. El director, Stephen Daldry, modela con acierto el devenir de la reiteración, ese incansable despliegue de los mismos gestos, esa noción de que es posible conocer a alguien sin necesidad de com partir la misma época. En últimas, transmite con admirable sencillez una de las ideas centrales de los libros de Virginia, esa que tiene que ver con lo cotidiano, con el fluir desordenado de los pensamientos y con la búsqueda de sentido no en lo extraordinario sino en lo que se repite, en lo que hacem os día a día, casi sin tener conciencia de ello, y que por esa cualidad nos proporciona los contornos de nuestra propia felicidad y descontento. Sí, el largometraje nos obsequia un mosaico de la belleza de las horas comunes: Clarissa escogiendo ella misma las flores, la noche inundando la sala de estar de los Woolf y el fuego que crepita al son de las frases que Virginia compone. Clarissa Vaughan rodeada por los escombros de su fiesta fallida y Laura Brown refiriendo su fuga, la promesa de escapar, que irónica­ mente completa el cuadro de una Virginia que abandona la estación, y su viaje a Londres, para adentrarse de nuevo en río Ouse y m irar a lo lejos, m ientras la im agen se desvanece junto con la posibilidad de un final, porque todo final remite a un comienzo. ♦


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Roxana Vásquez Sotelo Feminista. A bogada peru a na y D irectora de DEMUS

Justicia

para nuestros cuerpos

y nuestras vidas Campaña por una C onvención interam ericana

por los derechos sexuales y reproductivos 1

idea de impulsar una cam paña por una convención interam ericana que promueva y proteja los derechos sexuales y reproductivos, surge a finales del año 1999 y a medida que pasan los años observamos cómo va creciendo su importancia, no porque las condiciones se tornen cada día mejores, sino precisamente por todo lo contrario. Hoy, nuestra región está afrontando uno de los más duros embates contra la ampliación de nuestros derechos, no sólo por las crisis económicas y políticas que “durante las dos últimas décadas han tenido como efecto el crecimiento de las brechas socio-económicas y un significativo increm ento de la población en situación de pobreza y pobreza extrem a”,2 sino porque las jerarquías conservadoras de la Iglesia C atólica, en claro acuerdo con algunos sectores igualm ente conservadores de las clases políticas locales, han iniciado “una nueva cruzada”, destinada a reforzar la tutela ética sobre la sexualidad y la reproducción de las personas, posición que en particular está dirigida a constreñir las libertades de homosexuales, jóvenes y mujeres, y en estas últimas, la autonomía sobre nuestras capacidades reproductivas.

1

Esta presentación toma muchas de las ideas que se están desarrollando en el documento que las organizaciones que activan nuestra campaña, vienen elaborando para efectos de definir las orientaciones principales sobre las cuales se desarrollará nuestra propuesta.

2

Balance regional: ¿Q ué p erm a n ece y q u é ha ca m b ia d o?, Cladem, Derechos Sexuales, Derechos Reproductivos, Derechos Humanos, Lima, 2002.


Gayle Rubin anota que en épocas de lucha y represión social y política, de disolución y construcción de naciones, o de globalización, como la de hoy en día, “los conflictos contemporáneos alrededor de los valores sexuales y de la conducta erótica... adquieren un peso simbólico inmenso. Las disputas sobre la conducta sexual se convierten a menudo en un vehículo para desplazar ansiedades sociales... conse­ cuentem ente, se debe tratar la sexualidad con especial respeto en épocas de gran tensión social”.3 U na forma de hacerlo es fortaleciendo los derechos humanos en todas las dimensiones de la vida de todos los seres humanos. Como bien sabemos, la sexualidad y la reproducción constituyen dimensiones su sta n c ia le s en la v id a de los seres h u m an o s. H istó ricam en te h an estado sobredeterminadas por numerosas variables económicas, políticas, religiosas y cultu­ rales, por lo tanto, el ejercicio de la sexualidad responde como tendencia a las formas como se administró y organizó la legitimidad, “la norm alidad”, la legalidad; así como se excluyó y estigmatizó todo aquello que se alejaba o trasgredía lo establecido como normal. La reproducción, piedra angular de la diferencia entre varones y mujeres, ha estado condicionada históricamente a través de un complejo sistema destinado al control y a la conducción de las capacidades reproductivas de las mujeres, preten­ diendo constreñir la identidad femenina a la maternidad, y condenando moral y jurí­ dicam ente todas aquellas conductas y actitudes que pongan en cuestión el mandato reproductor. La propuesta, concebida a largo plazo, se inscribe en el obje­ tivo de garantizar y fortalecer los derechos humanos de todas las personas desde su nacimiento. Pretendemos institucionalizar un discurso de derechos que coloque en el centro la recuperación y reapropiación de nuestros cuerpos y nuestras vidas, que por fin reconozca a las mujeres su condición de sujetos plenos y desde una visión que amplíe nuestras libertades y otorgue nuevos signi­ ficados a los principios de igualdad y no discrim inación. Sin embargo, sabemos que lo que no se logra instalar en el imaginario social, no cala ni posee capacidad transformadora.

3

7 2 I 0n Otras palabras...

Citado en MILLER, A lice. Sexual n o rep ro d u ctivo: ex plorando la con ju n ció n y d isyu n ción d e los d erech o s sexuales y rep rod u ctivos. En. Derechos sexuales y reproductivos, Lima, Flora Tristán, 2001.


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Manifiesto de la campaña por una convención de los derechos sexuales y los derechos reproductivos.

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Por eso, nuestra pretensión es incidir en las dimensiones culturales y sociales, contribuyendo a vencer prejuicios y resistencias, a la vez que en las políticas institucionales y jurídicas que, en últim a instancia, definen y orientan los recursos del poder.4 Hoy, la cam paña ha comenzado a dar sus primeros pasos en tres direcciones: el que se refiere a la organización y a los lazos que venimos anudando para lograr los lanzamientos tanto nacionales como interna­ cionales de la campaña; el diseño y difusión de productos comunicacionales que están causando mucho interés entre diferentes organizaciones, y por último el desarrollo argum ental de la propuesta. A la fecha, hemos realizado diez presentaciones en foros y eventos internacionales y hemos hecho lanzamientos nacio­ nales en Uruguay, N icaragua, Puerto Rico, C hile, Paraguay, Perú, Colombia y Argentina. La tarea es tan ardua como justa, nuestra apuesta continuará dando énfasis, madurando y fortaleciendo la generación de información confiable y la promo­ ción de debates públicos destinados a la búsqueda de nuevos consensos. Resulta im prescindible que nuestros planteam ientos sean conocidos, reconocidos y confrontados con diferentes públicos. U na idea que por ejemplo sale nítidam ente del análisis de tendencias que hemos desarrollado en nuestro primer balance regional sobre estos temas, es que desde nuestra perspectiva existe una incorrecta formulación de los problemas, tanto en la legislación como en la política pública, tanto así que las acciones (muchas o pocas) que se vienen realizando desde el Estado no se acercarán a la solución de los mismos. Necesitamos sumar fuerzas para esta imprescindible construcción que por ahora cuenta con grandes obstáculos, pero tam bién con la férrea voluntad de m uchas personas y organizaciones, quienes creen firme­ mente que el camino del bienestar y la justicia, así como el de la libertad y la dignidad de las personas, incluye la recuperación y reapropiación de nuestros cuerpos.


A m odo de introducción

La propuesta de trabajar por una convención interam ericana para la promoción y protección de los derechos sexuales y los derechos reproductivos, se inscribe en una de las tareas, a nuestro juicio, más importantes de todo movimiento social, como es la de construir e impulsar referentes de mediano y largo plazo, definir estrategias con potencialidad y capacidad m ovilizadota y transformadora, ejes de trabajo para la acción política y para la acum ulación de fuerzas, de poder suficiente como para que nuestras voces sean escuchadas y nuestros puntos de vista sean colocados al diálogo en escenarios democráticos. Entendemos que se trata de una apuesta de gran complejidad, pues en el centro de nuestras aspiraciones y en la resignificación de las banderas de la igualdad y la libertad, aparece la diferencia sexual, pieza clave para la definición de los derechos sexuales y los derechos reproductivos de todos los seres humanos. Las mujeres fuimos invisibilizadas históricamente a los efectos de nuestro reco­ nocimiento como sujetos políticos con condiciones, demandas y necesidades particu­ lares, tal como nos lo recuerda A na de M iguel en un trabajo que recupera la participa­ ción de las mujeres durante la revolución francesa y la instauración de la República:

óin embargo pronto se comprobó que una cosa era que la ‘'República agradeciese y condecorase a las mujeres por los servicios prestados y otra que estuviera dispuesta a reconocerles otra fundón que la de madres y esposas. c-Pero la revolución francesa supuso una amarga y seguramente inesperada derrota para elfeminismo: ¿Cuál era su falla?, la prensa reooludonaria de la época lo explica claramente: las mujeres habían trasgredido las leyes de la naturaleza abjurando su destino de madres y esposas, queriendo ser hombres de Sstado. <51 nueoo código cioil napoleónico, cuya extraordinaria influencia ha llegado prácticamente hasta nuestros días, se encargaría de plasmar legalmente dicha ley natural" Pero las diferencias sexuales tam bién fueron connotadas, con el objeto de afirmar y consolidar una función única y fija asociada directam ente a la naturaleza.

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6n Otras Palabras..

MIGUEL, A na de. Las fem inistas a través d e la historia. En. Revista electrónica Creatividad Feminista: www.creatividadfeminista.org.


<S1 discurso sobre el cuerpo de las mujeres nunca fue propio de ellas hasta la aparición del nueoo feminismo. J2os discursos disciplinarios de ese cuerpo y la consiguiente construcción de la naturaleza femenina son representaciones mascu­ linas hechas por los hombres e introyectadas por las mujeres P Es así como la constatación de la diferencia objetiva, subjetiva y simbólica que reafirmó la desigualdad política y jurídica, fue un camino equivocado cuyas conse­ cuencias han llegado hasta el día de hoy, expresadas en el conjunto de percepciones, valores, normas y prácticas construidas tanto en el plano político como en el econó­ mico y cultural, que cim entaron las bases y fortalecieron la noción, muy vigente todavía, de que todo aquello que se aleje del referente abstracto de varón, blanco, heterosexual y con recursos económicos, es inferior. El tratam iento que hasta la fecha ha recibido la sexualidad y la reproducción en tanto dimensiones fundam entales de la vida de las personas, ha sido opresivo como tendencia para todos los seres humanos, pero ha transitado por un cam ino de parti­ cular barbarie en el caso de las mujeres, las niñas y los niños, a quienes se les han expropiado las libertades y la autonomía respecto de sus cuerpos, lesionando sus vidas en muchos casos de m anera definitiva. Las concepciones y visiones con las que hegemónicamente se ha tratado la sexua­ lidad, ya sea en términos jurídicos, políticos, éticos o culturales, han sido estrechas. Como resultado de la prim acía de visiones conservadoras, reposan todavía en susten­ tos de tipo religioso que asocian la libertad sexual al pecado. A un cuando nuestros Estados se proclaman formalmente laicos, predominan las visiones tutelares, también discriminatorias con relación a las mujeres, a las y los jóvenes, a los homosexuales y a las lesbianas y a cualquier otra elección que se aleje del patrón heterosexual. Aun cuando hace relativam ente muy poco tiempo las decisiones de tipo reproductivo se asum en discursivam ente (incluso por los Estados) como derechos de las personas, existen todavía serias restric­ ciones para que estas libertades sean consagradas: es el caso de la penalización del aborto, por cuya causa m ueren miles de mujeres anual­ mente en nuestra región. Por todas estas razones, consideramos que nuestra propuesta se inscribe en el marco de las luchas democráticas

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ÁVILA, M aría Betania. R eflexiones sob re los d erech o s reproductivos. En. Derechos Sexuales, Derechos Reproductivos, Derechos Humanos, Lima, Cladem, 2002.


que el siglo XXI deberá enfrentar y que desde nuestro punto de vista consisten en seguir transformando los malestares, demandas y necesidades que advertimos como centrales, en propuestas de natura­ leza política. La propuesta por una convención que contribuya a garantizar los derechos sexua­ les y los derechos reproductivos fue ideada e impulsada inicialm ente por el Cladem ,7 pero el día de hoy es asumida y promovida por un conjunto de organizaciones, redes y cam pañas de toda la región.8 Es una propuesta concebida a largo plazo, cuyo objetivo es garantizar y fortalecer los derechos humanos de todas las personas desde su nacim iento. En la m edida que nuestra propuesta se define como un aporte a la construcción de sociedades d em ocráticas, se propone en un prim er momento impulsar procesos que nos permitan como sociedad informamos, debatir, revisar y volver a pensar sobre estos asuntos. No pretendemos hacer lo que criticamos: las bases de la formulación norm ativa serán el resultado de un debate intenso al interior de nuestras sociedades y no sólo de las ideas de un conjunto de especialistas. Necesitamos entonces poder establecer las conexiones y relaciones que existen entre las propuestas de desarrollo que hoy se debaten y aplican, y el modo como ello afecta nuestras prácticas sexuales y elecciones reproductivas: ¿Ejercemos realmente nuestros derechos sexuales?, ¿y nuestros derechos reproductivos? ¿La actual propues­ ta de desarrollo económico y político de nuestra región está creando condiciones para la am pliación y profundización de nuestros derechos, o nos está llevando por un camino inverso? ¿Puede coexistir un enfoque de derechos humanos con un modelo de desarrollo neoliberal? ¿Por qué impulsar, entonces, una campaña en condiciones tan adversas?

En primer lugar, por la razón expresada anteriorm ente: por la necesidad de proponer referentes para el cambio.

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0n Otras palabras..

7

Comité Latinoamericano para la Defensa de los Derechos de la Mujer.

8

Campaña 28 de septiembre, Católicas por el Derecho a Decidir, CIDEM, Cladem, Cotidiano Mujer, FEDAEPS, Flora Tristán, M ovimiento El Pozo, Red de Salud de M ujeres Latinoam ericanas y del Caribe, RedeSaúde, Red Feminista Latinoam ericana y del Caribe contra la violencia doméstica y sexual, Red Latinoam ericana y Caribeña de Jóvenes por los Derechos Sexuales y los Derechos Reproductivos, REPEM-DAWN y SOSCORPO.


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Nos estamos refiriendo a las conferencias internacionales de Naciones Unidas sobre los derechos humanos, población y desarrollo, y sobre la mujer respectivamente.

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Ya en 1998 observábamos que si bien estábamos avanzando en la promulgación de leyes y el desarrollo de políticas públicas en m ateria de violencia de género, advertíamos señales preocupantes de pugnas y retrocesos en los campos de la sexua­ lidad y la reproducción en la región, a pesar de los acuerdos internacionales generados en Viena, El Cairo y Beijing.9 Los marcos normativos nacionales exhibían retrocesos importantes, por ejemplo en materia de penalización del aborto. En la década de los 80 contábamos con cuatro países que penalizaban de manera absoluta el aborto: República Dominicana, Haití, Chile y Colombia. Sin embargo, en la década de los 90 se sumaron dos más, nos estamos refiriendo a los casos de El Salvador y Honduras. También en la formulación y aplicación de las políticas de planificación fam iliar que, en nombre de m ejorar la información sobre los anticonceptivos para ayudar a la población a tomar mejor sus decisiones, continúan induciendo la dem anda de los sectores más pobres, cuando no com etiendo serios atropellos y violaciones a la libertad de elecció n de las mujeres, quienes siguen siendo en la m ayoría de los países la población objetivo de dichas políticas. De otro lado, no podemos dejar de considerar que nuestros gobiernos están más dispuestos a aceptar posiciones y propuestas de avanzada en el terreno internacional, entre otras razones, porque su frágil in stitucionalidad les perm ite m antener un discurso fuera e incluso aceptar acuerdos que los obligan, aunque ello no necesaria­ mente signifique que en el terreno local se desarrollen. Esta situación, combinada con la de una sociedad civil tan poco conocedora de los mecanismos y las vías para acceder a la defensa y el ejercicio de los derechos, completa el círculo. No obstante, hace ya unas décadas, tanto el m ovim iento in tern acio n al de derechos humanos como el movimiento internacional de mujeres, vienen desarro­ llado habilidades en progresión para la utilización de los instrumentos y mecanismos internacionales de protección de los derechos humanos. Esta es una tarea muy ardua, de largo aliento, pero que sin duda constituye una oportunidad in teresante de actuación; no olvidemos que los derechos humanos y el mercado son probablemente dos de los discursos más potentes y con mayor vocación de generalización que existen hoy en día en un mundo que se pretende globalizado.


A diferencia de lo sucedido con la Convención de Belém do Pará, es decir de la Convención Interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer, que se desarrolló a partir de un ambiente favorable que se fue creando en el escenario internacional, y fundam entalm ente gracias a los avances que el movi­ miento de mujeres lograba en cada país, la cam paña por esta convención es una apuesta que va en contra de la ola. Es uno de los esfuerzos por detenerla o en todo caso por am ortiguar los efectos de un preocupante retroceso conservador que pretende imponer una determinada visión sobre el estado de las cosas en el mundo y una ética particular con pretensiones de validez universal. ¿Qué estamos haciendo?

A rticular organizaciones, redes y campañas que puedan promover la idea en toda la región. Lo que se requiere es fortalecer una política de alianzas para el desa­ rrollo y potenciación de acciones locales y regionales destinadas a: • • •

Generar y circular información confiable. Promover debates informados con diferentes públicos, tender puentes para la información y el intercambio. A lertar sobre las violaciones a los derechos humanos en estas esferas, así como en relación a los posibles retrocesos institucionales o normativos y responder frente a ellos.

A la fecha, ya hemos producido diagnósticos nacionales en catorce países de la región, que recogen información estadística relevante, información sobre los contex­ tos políticos y económicos, sobre los debates públicos y académicos y, finalmente, sobre la evolución o involución en términos legislativos y de políticas públicas, que pueden dar cuenta de la situación de los derechos sexuales y los derechos reproductivos en cada país. Contam os tam bién con un prim er balance regional que desarrolla un análisis de tendencias con base en los hallazgos de estos catorce diagnósticos nacionales. Hemos realizado, además, sistematizaciones sobre legislación y jurisprudencia internacional, así como sobre los consensos y disensos del m ovim iento de mujeres frente a estos conceptos en construcción. Hemos editado una publicación reciente que desarrolla los últimos debates sobre

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6n Otras Palabras..


79 Pero, ¿qué son los derechos sexuales y los derechos reproductivos?

Son conceptos en construcción, hay algunos de sus aspectos en los que ya nos vamos poniendo de acuerdo: es el caso, por ejemplo, de la defensa de la autonomía del cuerpo de las mujeres y de sus elecciones reproductivas, en oposición a esa visión tutelar que hoy en día vuelve a cobrar fuerza y que en últim a instancia refuerza la idea que a la m ujer todavía hay quienes deben decirle qué hacer. Existen otros aspectos en los que, por el contrario, no tenemos acuerdo: el caso del tratam iento de la prosti­ tución, el cual se revela en la tensión que existe entre quienes se adscriben a la defensa de la irrestricta de la libertad y quienes ponen mayor énfasis en aspectos vinculados a la dignidad. Finalmente, hay otros asuntos a los que ni siquiera les hemos dado el tiempo suficiente para reflexionar y generar una opinión, como el caso de las nuevas tecnologías reproductivas. Actualm ente contamos con una base, con un piso, que es el acumulado de los consensos alcanzados en las conferencias internacionales de Naciones Unidas de la pasada década, así como del trabajo de interpretación de los comités de tratado del sistema internacional de protección de los derechos humanos que cada vez más y con

10 www.convencion.org.uy.

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los derechos sexuales y los derechos reproductivos como derechos humanos. Tenemos una página web10 que se actualiza sem anal­ m ente y que da cuenta de nuestros avances. Nos interesa tanto el texto como el pretexto, es decir, que como en todo proceso, el resultado lleva la m arca del camino recorrido y viceversa. Como sabemos que lo que no se logra instalar en el imaginario social, no cala en la gente ni posee capacidad transformadora, nuestra pretensión es incidir en las dimensiones culturales y sociales, contribuyendo a vencer prejuicios y resistencias, a la vez que en las políticas, insti­ tucionales y jurídicas, que son las que en últim a instancia definen y orientan los recursos del poder, determ inan el alcance de nuestros derechos y establecen las atribuciones y responsabilidades de la ciudadanía y de los Estados. Nuestra intención en esta dim ensión es contribuir a in stalar y defender un discurso de derechos humanos que habilite institucionalidad y práctica consistentes.


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m ucho esfuerzo van logrando interpretaciones extensivas con respecto a estos derechos, involucrando tam bién la defensa de asuntos vinculados a nuestra sexua­ lidad y a nuestras capacidades y elecciones reproductivas. De otro lado, contamos con un interesante esfuerzo por desarrollar principios éticos a partir de los cuales se podría formular este nuevo campo de derechos, así como las orientaciones básicas para la práctica de todas aquellas y todos aquellos agentes que intervienen de uno u otro modo en asuntos vinculados a la sexualidad o a la reproducción, nos estamos refi­ riendo por ejemplo a médicos y médicas, operadores y operadoras de salud, sexólogos y sexólogas, entre otros y otras. Pero no debemos confundir el piso con el horizonte: los consensos ganados en las Conferencias Internacionales de Naciones Unidas, a regañadientes en algunos casos y con reservas en otros, son los acuerdos de los Estados, no los de la sociedad civil, que es necesario destacar que trabajó arduamente para que muchos de estos párrafos fueran redactados en un sentido favorable a los derechos humanos de todas las personas, en particular de las mujeres. Sin embargo, sería un error confundir el logro, que en estos casos siempre es parcial, con el alcance de nuestras demandas. Para efectos informativos, quisiera m encionar algunos de estos logros, pues su adecuado posicionam iento y defensa entrañan una gran potencialidad. Me estoy refiriendo a:

• • i

Los principios de universalidad, indivisibilidad e interdependencia de nuestros derechos humanos. El reconocimiento de las violaciones a los derechos de las mujeres como violaciones a los derechos humanos. El reconocimiento de nuestra libertad como personas, como individuos a decidir cuándo, cómo y con quién tener hijos. El derecho de las mujeres a controlar y a decidir libre y responsablemente sobre los asuntos relacionados con su sexualid ad libres de coacción, discriminación y violencia. El av an c e de los d erech o s sex u ale s y los derech os reproductivos en el plano jurídico, plantea grandes desafíos conceptuales, que naturalm ente encierran retos de tipo político y estratégico. El movimiento de mujeres viene actuando en este terreno desde diferentes planos:

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6 n Otras Palabras...


• •

Intentando la ampliación por la vía de una interpretación extensiva de las normas actualm ente existentes. Proponiendo la modificación norm ativa y de las políticas públicas, ya sea para elim inar barreras discrim inatorias como para pugnar por el recono­ cimiento de ciertos derechos o la creación de nuevos.

Sin embargo, hay todavía muchas dudas por resolver: • •

¿Iniciaremos el camino de buscar o de intentar aprehender los contenidos esenciales de cada uno de estos derechos? ¿Continuaremos con el listado de derechos que desde nuestra perspectiva tocan la sexualidad o la reproducción: el derecho a la vida, a la integridad, a la salud, al desarrollo de la libre personalidad, la intimidad, etc...? ¿O intentarem os más bien redefinir los marcos de protección, las obliga­ ciones estatales, con la finalidad de precisar las garantías que habiliten su libre ejercicio?

Es necesario recordar que “el concepto de los derechos reproductivos son una invención, una creación, un aporte del movimiento feminista, en la perspectiva de producir transformaciones sociales que le den una nueva configuración al campo de la ciudadanía con miras a una mayor democratización de la vida social (...). Para las mujeres, en el origen del nuevo feminismo de los años 60, cuando propusieron la libertad y la igualdad en la vida reproductiva y sexual, se trató fundam entalmente de romper una forma de inserción en el mundo que estaba directam ente vinculada a la concepción del orden patriarcal, a una fijación de la identidad ligada al cuerpo y a su capacidad reproductiva (...). En consecuencia, para el feminismo, la construcción de la esfera de la vida privada como espacio de libertad e igualdad, y el acceso de las mujeres a la esfera pública, es una cuestión d ialéctica e imposible de disociar para el proyecto de construcción de ciudadanía y democracia”.11

11 AVILA, M aría Betania. Reflexiones sob re los d erech os reproductivos. En. Derechos Sexuales, Derechos Reproductivos, Derechos Humanos, Lima, Cladem, 2002.


Los derechos reproductivos fueron acuñados como térm ino para la acción política en la reunión internacional sobre mujeres y salud en Amsterdam (1984), lo que dio lugar a la cam paña de la red global de las mujeres por los derechos reproduc­ tivos. El concepto de derechos sexuales, que hasta donde sabemos no tienen una identificación tan clara en su origen, pero que entendemos como un aporte político de los movimientos gays y lésbicos, constituye tam bién una de las respuestas más im portantes que evidencia y denuncia la represión sexual que pretende normar nuestros cuerpos y nuestras vidas, así como una reivindicación poderosa frente al estigma social, político y cultural que se desarrolló para enfrentar toda conducta que se alejara del patrón heterosexual obligatorio. Esta dimensión también es trabajada por el m ovim iento fem inista, denunciando la discrim inación y la violencia que como resultado de la asim etría de las relaciones de poder entre hombres y mujeres, se inscribe en el cuerpo de las mujeres. Las principales orientaciones en las que se inscribe nuestra propuesta

En estos momentos, la alianza básica que impulsa nuestra campaña se encuentra trabajando un documento cuya pretensión será fijar las orientaciones básicas en las que se inscribirá nuestra propuesta. Señalaré entonces los ítems acordados:12 1.

La definición de los derechos es una construcción histórica, por tanto, su interpretación y análisis son dinámicos y contextúales.

2.

Es im perativo afirmar y desarrollar los principios de universalidad, inter­ dependencia e indivisibilidad de los derechos humanos.

3.

Es im prescindible defender los derechos humanos frente a la lógica impla­ cable del mercado.

4.

Debemos dem arcar las responsabilidades estatales para la generación de marcos de garantía para la ciudadanía.

12 El documento completo se encuentra en nuestra página web: www.convencion.org.uy y también está editado y puede solicitarse a ddssddrr@ cladem.org.

8 2 I Gn Otras palabras...


S3

Las feministas planteamos un enfoque diferente para garantizar el ejercicio de la sexualidad y la reproducción.

6.

N ecesitamos resignificar el principio de igualdad liberal a partir del fenó­ meno de la reproducción y habilitar el reconocim iento de la diferencia entre los sujetos.

7.

Apostamos por la visibilidad y corporeidad de las mujeres en tanto sujetos con derechos, desterrando la visión tutelar que todavía existe.

8.

Afirmamos el Estado de Derecho laico como uno de los sustratos básicos de las sociedades democráticas.

9.

Planteamos la revisión y redefinición del “contrato social”.

10. Proponemos desvincular la sexualidad de la reproducción. 11. Es imprescindible la ampliación y comprensión de los derechos sexuales y los derechos reproductivos más allá del ámbito de la salud. 12. Planteamos promover la equivalencia en el ejercicio de las relaciones de poder: no hacer daño a los otros y a las otras. Los dilemas y retos conceptuales, estratégicos y políticos que plantea

Como podrán apreciar, el sueño es grande y el trabajo que nos espera, arduo, requiere de mucha energía, fuerza, compromiso y optimismo. Por ello, invitamos a todas y a todos a sumarse. Sólo quiero finalizar planteando algunos de los retos que además de los ya esbozados nos esperan. -

¿Cómo articular esta propuesta en una agenda/frente más amplio sobre la defensa de los derechos sexuales y los derechos reproductivos?

-

¿Cómo acercar nuestras propuestas a las demandas cotidianas de la gente?

-

¿Cómo sostener acciones regionales articuladas de largo alcance?

-

¿Cómo lograr que la interdependencia, indivisibilidad e integralidad de los derechos humanos pueda materializarse en un enfoque dinámico?

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5.


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¿Qué pensamos de la universalidad de los derechos humanos y sus tensiones con respecto a las diferencias culturales?

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¿Cómo enfrentar el parámetro de la igualdad “incluso en campos donde no existe”, como es el caso de la reproducción? (1RRAG).

-

¿Cómo autonomizar estas m aterias del campo de la salud y desvincularlas de las visiones hegemónicas respecto de las prácticas saludables y responsables?

-

Ya hemos asumido que la conjunción entre derechos sexuales y derechos reproductivos no ayuda; sin embargo, existe un campo donde estas esferas se interceptan, ¿cómo deberíamos trabajarla?

-

Desde una lógica propositiva e intentando superar la ruta que propone acercarnos a los derechos sexuales y a los derechos reproductivos sólo a partir de sus violaciones: ¿existen núcleos que conforman los contenidos esenciales de cada uno de estos derechos?

-

¿Puede coexistir un enfoque de derechos humanos con la aplicación de un modelo de desarrollo neoliberal? ♦

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Situación de los derechos sexuales y reproductivos C olom bia I995

- 2000

¿ y e sd e hace varios años, el movimiento feminista en todo el mundo ha eneaminado una lucha incansable en favor del reconocimiento, la defensa y el ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos, el C om ité d e A m érica Latina y el C aribe para la D efensa d e los D erech os d e la M u jer -C L A D E M - ha hecho un llamado para que en toda A m érica Latina y el Caribe, se sigan construyendo espacios de reflexión, de debate y de acción sobre los derechos humanos de las mujeres, proponiendo así una cam paña para la realización de una Convención Interamericana sobre los derechos sexuales y reproductivos. En efecto, para avanzar en la comprensión de la situación de los derechos sexuales y reproductivos en la región, era necesario reconocer el panorama en que se debate cada país; las particularidades propias y las com plejidades de las que derivan las tensiones y vacíos existentes, obteniendo elementos de juicio que permitieran efectuar una primera comparación entre los países miembros del CLADEM. Es por esto que se inició la tarea de realizar 16 diagnósticos regionales con el propósito de presentar información fundam ental de la situación y el estado de los derechos sexuales y reproductivos en Colombia, como parte de la campaña que se está adelantando por una C onvención Interam ericana de derechos sexuales y reproductivos en la región. “El Diagnóstico sobre la situación de los derechos sexuales y reproductivos en Colombia”, elaborado por la Corporación Casa de la Mujer, contiene información esencial de las realidades que afectan a la población, realizando un balance de los procesos políticos, sociales y económicos, así como de la legislación y las políticas públicas im plem entadas por el Estado con respecto a los derechos sexuales y reproductivos. De igual forma, este diagnóstico intentó incorporar las posiciones de

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los distintos actores y actoras en tomo a los temas seleccionados de los derechos sexuales y reproductivos, relevantes en la escena del debate público y legislativo. Por último, contiene las conclusiones con respecto a los avances y retrocesos, retos y posibilidades de los derechos sexuales y reproductivos en Colombia. Para la elab oración del diagn óstico de C olom bia, se utilizaron las guías metodológicas propuestas por CLADEM, las cuales se referían a: radiografía del país en donde se incluyó la información cuantitativa relevante de la población colom­ biana frente al tema de los derechos sexuales y reproductivos. Es necesario aclarar en este punto, que en los casos en que no se contaba con información disponible para el período establecido, se tomaron los datos de los años más cercanos. Guías de revisión de encuestas de opinión, periódicos y revistas: para la elaboración de esta revisión se tuvieron en cuenta los diarios más representativos de cada orientación como El Tiem po, de orientación liberal y N uevo Siglo de tendencia conservadora. A llí se hizo una elección de tres temas principales, basados en la existencia de un mayor número de artículos, aspecto que facilitó el análisis del debate público, suscitado por estos temas en el país. Los tres temas fueron la prostitución, la violencia intrafam iliar (delitos sexuales) y el aborto. Registro y revisión de la legislación nacional y las políticas públicas relacionadas con los temas seleccionados de los derechos sexuales y reproductivos; para la inform ación referente a políticas, program as y proyectos se consultaron a las instituciones responsables de su form ulación, ejecución o evaluación; sin embargo, se enfrentaron múltiples obstáculos, pues se negaba la información o ésta se encontraba incompleta. Esta situación obligó, en algunos casos, a utilizar el derecho de petición1 para solicitar dicha información. Revisión Bibliográfica: para la revisión de este instrum ento se consignaron algunas investigaciones elaboradas por instituciones académ icas y organizacionesgubernamentales que dieron cuenta del debate académico suscitado por los temas de derechos sexuales y reproductivos en Colombia. Guía de entrevistas a representantes: el desarrollo de este instrum ento permitió establecer las principales percepciones sobre la evolución que han tenido los diferentes tem as de derechos sexuales y reproductivos planteados, desde el punto de vista de representantes de ONG’s especializadas, académicos, iglesias y funcionarios.

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El Derecho de Petición se encuentra contemplado dentro del Código Contencioso Administrativo y se refiere al recurso que tiene todo ciudadano y toda ciudadana para solicitar, de la administración pública o de sus servidores, información y hacer consultas y reclamaciones.


El diagnóstico elaborado permitió constatar que el desarrollo que ha tenido el tema de los derechos sexuales y reproductivos, ha sido el resultado de una constante lucha entre las relaciones que m antiene el Estado y la sociedad civil, tan complejas y contradictorias, que obligan a tratar de entender esta situación, desde la concurrencia de procesos políticos, económicos, sociales y culturales, incidiendo directamente en el estado y la situación de dichos derechos. Asimismo, los avances y retrocesos en la protección y promoción de los derechos sexuales y reproductivos en Colombia, están asociados a las dinám icas internacio­ nales, a los desarrollos constitucionales y legislativos, al contenido de los programas, de políticas referidas a la salud reproductiva y a la sexualidad, y a las luchas del movimiento fem inista y de mujeres, desde los discursos libertarios y las prácticas políticas y sociales de resistencia del m ovim iento.2 En este proceso, se presentan claros antagonism os entre las form ulaciones teóricas, las posiciones del Estado y la iglesia, los actores y las actoras sociales y políticos que se movilizan, bien para defenderlos o para atacarlos, y los intereses y necesidades de las mujeres. En Colombia, la situación de los derechos sexuales y reproductivos es todavía precaria, pues si aún estamos lejos de superar las problemáticas nacionales, resulta difícil contemplar la situación de estos derechos en una mejor perspectiva. Las luchas em ancipatorias de las mujeres colombianas han permitido obtener avances signifi­ cativos en m ateria de legislación y políticas públicas en los últimos cinco años; sin embargo, estos esfuerzos se siguen viendo menoscabados por la subvaloración que tien e el Estado frente a estos contenidos, en tanto que este últim o sigue repro­ duciendo una cultura patriarcal, la cual refuerza las relaciones asim étricas y de dependencia entre varones y mujeres. Otro elemento que sin duda caracteriza el desarrollo de los derechos sexuales y reproductivos en el país, es el papel que han tenido las actoras y los actores del movi­ miento feminista y de mujeres, que sin duda han logrado permear la esfera pública, poniendo de relieve las necesidades de las mujeres y movilizando a algunos sectores de la sociedad, con el fin de aportar avances significativos para las mujeres. En la pasada década, varios hechos m arcan el desarrollo de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres en Colombia. Por ejemplo, las convenciones interna­ cionales han constituido una gan an cia para ellas por cuanto son consensos inter-

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Palabras...

TAMAYO León, Guilia. D erech os y ética en la salud rep rod u ctiva . En. Diálogos de Mar y Viento, CLADEM, Lima, 1995.


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nacionales que “exigen” que el Estado cumpla con los compromisos adquiridos allí, favoreciendo el desarrollo legislativo en algunos de los temas de derechos sexuales y reproductivos. De igual modo, ha puesto mayor énfasis a temas relacionados con la violencia intrafamiliar, el abuso sexual a menores y el VIH-Sida, como verdaderos problemas de salud pública que ponen en duda el futuro mismo de la nación. Igualmente, el reconocimiento de los derechos de las mujeres en Colombia ha tenido un progresivo desarrollo legislativo desde la promulgación de la C arta Consti­ tucional de 1991, aprobando en la últim a década un conjunto de disposiciones legales que favorecen a las mujeres en la obtención de condiciones de equidad, reconocimiento social y participación ciudadana. La Constitución N acional de 1991 consideró el tema de los derechos humanos en general, haciendo especial énfasis en el principio de igualdad entre hombres y mujeres, la no discriminación por sexo, el diseño de mecanismos para hacer efectivos esos derechos y la creación de una Corte Constitucional especializada en los temas constitucionales. A partir de ese momento, la Jurisprudencia y especialm ente la C orte Consti­ tucional, empiezan a desarrollar conceptos y fallos acerca de temas como el derecho a la salud, el derecho a la salud reproductiva, la atención a enfermos y enfermas de sida, la violencia intrafamiliar, el consentimiento sexual en el matrimonio, la intensidad de las penas asignadas a los delitos sexuales, el fuero m ilitar para delitos sexuales (los militares que incurrieren en delitos sexuales durante el ejercicio de funciones serán sancionados conforme a la legislación penal m ilitar) por la autonom ía sexual, el despido injusto de la m ujer embarazada y el incum plim iento de las obligaciones laborales del empleador o la empleadora, la educación sexual, el cese de los efectos jurídicos del matrimonio tanto civil como religioso y la reglam entación de las uniones de hecho, entre otros. Colom bia presenta una am plia form ulación de leyes, planes, program as y proyectos referidos a la salud sexual y reproductiva durante el período 1995-2000. Sin embargo, la conclusión a la que se puede llegar, después de realizar un análisis de las fuentes existentes sobre el tema en las diversas instituciones del Estado, es la inexis­ tencia de políticas sustentables, sostenibles, con metas definidas a mediano y largo plazo, que posean recursos económicos, técnicos y m ateriales, y que sean efectivas, viables y realistas, que permitan la ampliación, el reconocimiento y la protección de los derechos sexuales y reproductivos y especialm ente el de las mujeres y las niñas. Las estadísticas y las investigaciones siguen demostrando lo poco que se ha avanzado en la materia, generando, a veces, la imagen de un verdadero retroceso en el tema, afectando, como una constante, a la población más pobre y vulnerable. Los indicadores


nos revelan cómo la violación a los derechos sexuales y reproductivos ocurre con mayor frecuencia contra las mujeres y las niñas, manifestada en m altrato físico, abuso y violencia sexual, violencia sociopolítica, intimidación, explotación en el trabajo o la in stitu ció n ed u cativa, violación, tráfico de personas, prostitución forzada y violencia indiscrim inada, y difícil acceso a servicios y adecuada calidad de los mismos. M uchas de estas realidades son causa de la inoperancia e invisibilidad del Estado y sus instituciones, y de las normas y valores tradicionales muy arraigados en los símbolos y prácticas cotidianas de varones y mujeres en la sociedad. En los últimos cinco años, vemos también cómo el tema de las mujeres ha sufrido una involución, asociándose este hecho a la pérdida de instituciones de gran trascen­ dencia como fue la Dirección N acional de Equidad para las Mujeres, el recorte de recursos y el desmonte de programas como política del plan de desarrollo del gobierno Pastrana (1998-2002). A nivel institucional también se percibe una clara dispersión de funciones, aspecto que redunda en el desaprovechamiento de los pocos recursos que son asignados para hacer efectivos los derechos sexuales y reproductivos. Por otro lado, en muy pocos casos, la atención a las personas a quienes les han sido vulnerados estos derechos, es realizad a por in stitucio n es con equipos especializados, que redunden en aptitudes de confianza para denunciar y, de esta manera, disminuir los niveles de impunidad. Es im portante tam bién resaltar cómo la protección a la m ujer gestante, en cualquiera de sus manifestaciones, continúa siendo relacionada con la concepción de la m aternidad como una función adscrita a las mujeres, con el sólo propósito de “reprod u cir y p erp etu a r la e s p e cie ”. Es abundante la jurisprudencia sobre la protección a la m aternidad cuando ésta ha iniciado su tránsito hasta su desenlace con el parto; en este sentido, se asume la defensa de la m aternidad desde una perspectiva tradicional y patriarcal. No obstante, es casi inexistente cuando se trata de proteger la autonomía reproductiva, en los casos en que ella se m anifiesta por la decisión de no ser madre o cuando requiere tratam iento para, en caso de haberlo decidido, propiciarle las condiciones médicas, sociales y culturales, que requiera como acción positiva para configurar el derecho. M uestra de ello son las tres sen ten cia s hito3 que niegan el recono­ cimiento y ejercicio de la autonomía procreativa. Se hace relación a las que han declarado constitucionalidad de las normas que penalizan

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Sentencia C -133/94; C-013/97 y T -1104/00.


la interrupción voluntaria del embarazo, así como aquella que niega el procedimiento quirúrgico de fertilidad, ratificando una omisión del Estado y de las EPS, que desconoce abiertam ente esa autonom ía procreativa que, en algunos casos, necesita de esa acción positiva del Estado para materializar efectivam ente el derecho a la vida digna, a la igualdad, a la libertad, al libre desarrollo de la personalidad, enmarcados todos, en la autonomía procreativa. En el caso en que las mujeres han recurrido a la tutela, para amparar su derecho a la reproducción, se sanciona a la mujer impedida para concebir, negándole el proce­ dimiento quirúrgico requerido, sobre la argum entación de tratarse de un derecho de carácter “prestacional” que “para nada encuentra relación con la vida” y, por ende, que dicho trato no vulnera los derechos al libre desarrollo de la personalidad, a la igualdad, reitero, a la autonomía procreativa. A lgunas sentencias de la C orte4 relacionadas con los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, se originaron en la negación de la prestación del servicio de salud (atención prenatal, posparto) por parte de la Empresas Prestadoras de Salud, por mora patronal en el pago de los aportes. Resulta entonces significativo que en los últimos años no haya sido posible lograr que se apruebe una ley que reconozca la libre opción a la m aternidad o que se sancione el acoso sexual. La libertad reproductiva de las mujeres sigue siendo regulada por las normas religiosas sobre su cuerpo, sus deseos y sus necesidades. Sus cuerpos, sus decisiones reproductivas, su sexualidad, no pueden continuar atrapados en la lógica de la cultura patriarcal. Es igualm ente evidente la ausencia de políticas claras a favor de las mujeres, de la justicia y de la equidad, que desarrollen de manera específica las iniciativas que en salud sexual y reproductiva requieren, y que garantice y exija que el Estado Colombiano cumpla con los compromisos adoptados en los Tratados Internacionales y en las Conferencias de Población y Desarrollo y de la Mujer. A pesar de contar con garantías constitucionales y políticas en torno a los

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Otras catorce sentencias se originaron en el periodo 1998-2000 relacionadas con los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. Véanse las Sentencias T-195/99;T-477/00; T-347/00; T-554/00; T 1083/00; T -105/98; T-1203/00; T-554/00; T-322/00; T-976/00; T-743/00; T-1053/00; T-248/98.


derechos sexuales y reproductivos en el país, existen grandes vacíos e in c o n s is te n c ia s le g a le s , pero sobre todo, c a re n c ia s en la im plementación, cuyo abordaje deriva de enriquecer la calidad de vida de la población que en esta materia nos convoca. Sin embargo, por suerte, los pasos que hemos dado no son los defini­ tivos, sino que hacen parte del largo recorrido que nos hace falta por trasegar. Es imprescindible, entonces, que el Estado asuma una verdadera voluntad política, definiendo e implementando claram ente una política de derechos sexuales y reproductivos, que ampare y garantice el disfrute pleno de una vida sexual y reproductiva sin condicionam ientos. Para la efecti­ vidad de estos retos que plantea el tema, el movimiento de mujeres y las feministas, quienes poseen mayores compromisos con esta lucha, deben superar las dificultades que enfrentan para continuar dinamizando políticas y prácticas que garanticen el derecho que tienen hombres y mujeres sobre sí mismos, sobre sus cuerpos y sobre todas las decisiones que tienen que ver con la interacción de sus cuerpos con otros cuerpos, como expresión del proceso de construcción dem ocrática al que están llamadas y llamados. El campo de los derechos sexuales y reproductivos, constituye un espacio que debe favorecer la humanización de individuos y de colectivos sociales, con impacto en la vida social, política y económica de hombres y mujeres. Indudablemente, esta es una acción impostergable que requiere grandes compromisos de los distintos sectores de la sociedad, en el que es necesario seguir haciendo aportes im portantes, promoviendo el debate conjunto entre hombres y mujeres sobre cómo lograr una sociedad más igualitaria y más justa, en donde mujeres y hombres puedan gozar de un bienestar físico, m ental y social, y puedan disfrutar de una vida sexual y reproductiva en libertad y autonomía. ♦

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Voces católicas

sobre el ab o rto 1 Q u ie r o , en primer lugar, saludar con satisfacción que se dé este debate en la plenaria de la Cám ara de Representantes y, en especial, saludo a todas las personas aquí presentes. Es esta una oportunidad que no podemos desaprovechar para plantear un problema tan dramático como es la realidad del aborto inseguro en el país. Agradezco esta in vitació n y me com place estar aquí, porque creo que este espacio es signo del reconocimiento de una problemática grave y, a la vez, de la exis­ tencia de voces diversas al interior de la sociedad colombiana y de la Iglesia misma con relación al tem a del aborto. Estoy aquí como mujer, católica y fem inista; in te­ grante de Católicas por el Derecho a Decidir, me siento parte de una Iglesia que amo profundam ente, pero con la cual tengo diferencias. Estar aquí disintiendo con algunas enseñanzas morales al interior de la Iglesia, no es más que el reflejo de lo que ha sido su historia. A lo largo de todos los siglos, se ha hecho evidente la presencia de posiciones divergentes y el desacuerdo entre teólogos, obispos, sacerdotes y la feligresía misma en asuntos morales. En esta m ateria no hay unidad de pensamiento: la realidad es que nuestra Iglesia no es m onolítica, no todas ni todos estamos de acuerdo con muchas de sus enseñanzas morales. Haciendo uso del probabilism o, que abre la opción a la “diversidad de opi­ niones”, es decir al relativismo del conocimiento en la esfera de la conciencia moral, nos atrevem os a disentir y a decidir autónom am ente como sujetos m orales, reco­ nocidos por el mismo Magisterio de la Iglesia. Abordar el tema del aborto es siempre delicado, polariza las discusiones y difícilmente se logra desarrollar un debate sano en donde dejemos de lado las posiciones fundamentalistas que impiden ver la “realidad”.

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Ponencia presentada por Católicas por el Derecho a Decidir (CDD) en el debate en la Cám ara de Representantes sobre la maternidad libre y el problema del aborto en Colombia.

Dossier

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Católicas por el Derecho a Decidir C olom bia


Es, indudablemente, un tema complejo, quizá porque tiene que ver con una experiencia íntim a y personal como es la vivencia de la sexualidad, el placer, el erotismo y la reproducción libre y gozosa, temas en los cuales culturalm ente nos encontram os con posturas p atriarcales, de origen m uchas veces religioso, que impiden un acercam iento profesional y objetivo a esta realidad. Hablar del aborto es complejo, entre otras cosas, porque: •

Es un tema que se esconde soterradamente en medio de prohibiciones y condenas que no consultan para nada una realidad que cobra miles de vidas, especialmente de mujeres pobres. Nos encontramos con un Estado que, además de prohibir el aborto, no toma medidas decisivas para prevenirlo; y más aún, que no asume un compromiso desde políticas educativas ni socioeconóm icas para evitar que existan centenares de embarazos no deseados. Es una realidad que desafía los preceptos y enseñanzas morales de la Iglesia C atólica, porque la m ayoría de las mujeres que abortan se reconocen cató­ licas y no se sienten por fuera de ella, por haber tomado la decisión de interrumpir el proceso de gestación. Existe la prohibición legal, moral y religiosa, pero la realidad nos habla de cientos de miles de abortos clandestinos e inseguros. Es una ley que lo único que produce son muertes, muertes de mujeres pobres. Finalmente, es complejo porque lo que se pone al descubierto es la “doble moral” de una sociedad que aborta y criminaliza a la vez, de una sociedad que no es capaz de responder por sus hijas e hijos, de una sociedad y una Iglesia que permiten impunemente el abuso sexual por parte de los varones, y más aún, obligan a las mujeres a traer al mundo hijas e hijos de violadores.

Las mujeres en Colombia estamos seguras de que la decisión de interrumpir un embarazo, es asumida como ú n ica salid a a situaciones desesperadas producto de embarazos no deseados; ellas recurren a procedimientos que podrían ser relativam ente sencillos y sin riesgo para sus vidas. Sin embargo, como ya se ha dicho, miles de m ujeres m ueren por esta causa, siendo las más pobres las principales víctimas.

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Cn Otras Palabras...


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Es importante que ustedes sepan que la posición de la Iglesia Católica frente al tema del aborto no siempre ha sido la misma. No existe un fundamento teológico sufi­ cientem ente sólido para sostener que el óvulo fecundado, el embrión y el feto son personas, “la prohibición del aborto no ha formado parte del magisterio de la iglesia”, ni se ha elevado al rango de dogma de fe. Fue sólodesde 1869, con la promulgación de la A postólica Sedis de Pío IX, que la iglesia institucional adoptó la posición de condenar el aborto. Más recientem ente, en la “Declaración sobre el Aborto”, promulgada en 1974 por la Sagrada Congregación de la Doctrina de la Fe -el Oficio de la Inquisición-, la jerarquía admite que no sabe exactam ente cuándo un embrión se convierte en ser hum ano, pues “ni la cien cia ni la m edicina han podido determ inar este hecho”. Es, dice el documento, una cuestión teológica sobre la cual no hay acuerdo en la Iglesia: los teólogos no saben cuándo se convierte el feto en persona. Por otra parte, en el Código de Derecho Canónico se establecen atenuantes que exculpan de la pena de excomunión inm ediata a la gran mayoría de las mujeres que abortan, los cánones 1321, 1323 y 1324 plantean: “cu a n d o n o le es g r a v em en te im putable p or d olo o culpa, si a ú n n o había cu m plido 16 años, si ignoraba sin cu lpa q u e estaba infringiendo u n a ley o p recep to , si ob ró p o r violen cia, o si a ctu ó p o r m iedo gra ve, au n q u e lo fu era sólo relativam ente, o p o r necesid ad , o para evita r un gra v e perju icio, si el delito es in trín seca m en te m alo o redu n da en dañ o d e las a lm a s”. Normatividad que por demás fue ignorada, en el caso reciente en Costa Rica de la niña de nueve años que fue violada, contagiada de dos enfermedades de transmisión sexual y embarazada. La revisión de la legislación colombiana frente al tema del aborto, siempre ha sido obstaculizada por la influencia de la Iglesia Católica, la cual pretende que se establezcan políticas públicas, especialmente en el tema de los derechos sexuales y reproductivos, de acuerdo a sus enseñanzas morales. Por ello, es importante recordar que Colombia, a partir de la Constitución de 1991, se reconoce como un país con libertad de cultos y en igualdad de condiciones para todas las iglesias, y aún más, se reafirma la separación entre las iglesias y el Estado. La muerte de mujeres causada por abortos en condiciones inseguras, podrían evitarse. Las Católicas por el Derecho a Decidir nos sentimos indignadas por ser parte de un Estado que no ha tenido la suficiente fuerza para evitar que se m ueran las mujeres, y por ser parte de una Iglesia que se muestra insensible ante la gravedad de esta problemática.

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Nosotras, así como muchas otras mujeres y la mayoría de la sociedad colombiana, no queremos que las mujeres aborten. A ninguna mujer le gusta abortar. Las mujeres que tom an esta decisión lo hacen de acuerdo con los dictados de su conciencia. La conciencia es el recinto más íntimo en el que las personas se relacionan con Dios madre-padre. Las mujeres abortan, entre otras cosas, porque se enfrentan a embarazos no deseados, por desconocim iento, por poca o m ala inform ación, o porque fueron forzadas sexualm ente por la vía de la violencia física o la coerción, que muchas de nosotras, sabemos o conocemos, ejercen los varones sobre las mujeres en muchas ocasiones. Culturalm ente no hemos tenido la posibilidad de optar por la maternidad libre, deseada y responsable. “Lo que Dios me m ande”, solemos escuchar decir a nuestras mujeres y de igual m anera nos enfrentamos en ocasiones a afirmaciones “perversas” como aquella que dice que las mujeres deben “tener muchos hijos para que se críen o sobrevivan unos pocos”. Todo lo anterior nos lleva a preguntamos: ¿no es inmoral que la sociedad obligue a las mujeres a parir hijos para que luego m ueran por hambre o desnutrición? ¿No es inmoral permitir que m ueran mujeres por abortos inseguros, siendo un procedimiento m édico relativam ente sencillo y poco peligroso que sólo pueden pagar algunas mujeres? ¿No es inm oral perm itir y alentar a las mujeres que lleven a término su embarazo para que luego entreguen sus hijos en “adopción”, trayendo consigo dolores y traumas mayores tanto para las mujeres como para las hijas o los hijos, que tardan en comprender que el abandono de su madre biológica fue el acto más generoso y amoroso de su vida? ¿No es inmoral señalar y hasta querer excomulgar a mujeres que se practican un aborto, cuando al interior de la sociedad y de la Iglesia, algunos de sus varones son ejemplo de perversión al desarrollar prácticas como el abuso de menores y la violación sexual a mujeres, o al no hacerse responsables de las consecuencias de sus actos sexuales, prácticas encubiertas por las autoridades eclesiásticas, sin que se conozca una postura oficial crítica y clara frente a estos hechos? El llam ado es a que ustedes, honorables Representantes, actúen en consecuencia al mandato que les otorgamos las colom­ bianas y los colombianos, es decir, que legislen de acuerdo a la realidad de miles de mujeres que mueren anualm ente a causa de abortos inseguros y tengan en cuenta los avances que han surgido en el ámbito m undial en m ateria de derechos humanos, y los compromisos que ha adquirido el gobierno colombiano en las conferencias convocadas por N aciones Unidas en El Cairo y Beijing.

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en Otras palabras..


97 f)ossi(zr

El aborto es un tema que suscita muchas pasiones, de eso no tenemos la menor duda, y aunque el debate plantea las posi­ ciones más encontradas, fundam entalm ente ésta se centra en el momento en que comienza la persona hum ana. Nosotras pensamos que falta mucho para que la genética y la medicina puedan decir la últim a palabra acerca de este hecho, en todo caso, pensamos que se trata de un serio conflicto de valores. El aborto inseguro es un grave problema de salud pública que debe ser atendido. Es una de las principales causas de muerte m aterna en este país, distrayendo además valiosos recursos públicos que podrían ser dedicados a atender otras afecciones de la vida reproductiva de las mujeres. Es un serio problema de justicia social, pues las que mueren son mujeres pobres. Lo que querem os dejar aquí m anifiesto es que nuestros argum entos lo que buscan es defender el derecho que tenem os todas las mujeres a la m aternidad voluntaria y gozosa, como un derecho hum ano fundam ental. La maternidad, esa maravillosa realización de las mujeres que hemos optado libremente por ella, requiere de la disposición para darle a esas criaturas que traemos al mundo, una vida con los mínimos de dignidad y amor. F in alm en te, querem os exp resarles que todas y todos tenem os la obligación de esfor­ zarnos por construir una sociedad en que las mujeres no tengan que escoger entre el valor de su vida o la del feto. ♦


La/ di/tinta/ a^re/ione/ contra mdjcrcr 3/ nina/ producen en ella/ un importante deterioro de /alad tanto a nivel fí/ico como mental, con con/ecuencia/ que pueden /er permanente/ o invalidante/, e incki/o /i^nificar la muerte.

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Católicas por el D e re ch o a D ecidir • C olom bia Teléfonos: ( I ) 3 2 7 24 65 - ( I ) 3 2 7 24 66 • E-m ail: cd d _c o lo m b ia @ ya h o o .c o m


M a rc e la S án chez

Trabajadora Social, U niversidad N acional d e C olom bia. D irectora O ficin a de G én ero Profam ilia-C olom bia

Entre la experimentación, el amor y el riesgo El camino de la negociación sexual

entre adolescentes sexualmente activos1 ... 'Tenemos que desmontar la misoginiajuvenily establecer una revaloración de las mujeresjóvenes. Creo que tenemos que aplicar muchos mecanismos de acción positiva para las mujeresjóvenes ... apoyar el desarrollo específico y el reconocimiento a su autoridady a sus saberes. Gso es clave . Marcela jQagarde 3 ¿ C u á le s son los significados que adquiere la negociación sexual entre los y las adolescentes? ¿Implica tomar o no riesgos, tener relaciones sexuales, ganar o perder prestigio, m antener el amor? ¿Son equiparables los intereses de hombres y mujeres jóvenes? ¿Buscan relaciones más equitativas a través de la negociación? ¿Salen forta­ lecidos o fortalecidas y se cualifica la relación aún sin conseguir su objetivo? ¿Se potencian los derechos de ambas partes en la negociación y se fortalece su proceso de empoderamiento? ¿Tienen el mismo peso los beneficios o consecuencias negativas que asumirían hombres y mujeres jóvenes una vez alcanzado el acuerdo mutuo?

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Este artículo hace parte de los resultados de la investigación “La Percepción del Riesgo y los procesos de negociación relativos a la prevención de embarazos no planeados y las Enfermedades de Transmisión Sexual entre adolescentes sexualm ente activos”, realizada por PROFAMILIA con el apoyo de la Organización Mundial de la Salud-2002. La muestra del estudio se compuso de 64 jóvenes (40 fueron entrevistados y a 24 se les aplicó la técnica free-list). Entre los criterios de selección se encuentran: que fueran sexualm ente activos, residentes en Bogotá, sexo (hombres y mujeres), escolaridad (escolarizados o no), edad (13-15 años y 16-19). El contacto se realizó a través de PROFAMILIA mediante diferentes estrategias: jóvenes que acudieran en búsqueda de servicios, especialmente mujeres, jóvenes que asistieran a talleres sobre sexualidad, dentro o fuera de PROFAMILIA, e instituciones no gubernamentales que trabajaran con jóvenes y solicitaran apoyo para talleres de sexualidad. Entrevista realizada por Gabriela Cob y Femando Francia para Habitación Propia, Costa Rica, 2003.


Es importante también hacerle algunas preguntas al contexto: ¿qué tan dueños de sus propios cuerpos son los y las adolescentes?3 ¿De cuánto capital informativo disponen? ¿Qué tan legítimos socialmente son sus reclamos? ¿Con cuánto apoyo por parte de la familia cuentan? ¿Qué servicios y programas de salud ofrecen el Estado y las ONG para poder ejercer sin riesgos la sexualidad? Todas estas preguntas son impor­ tantes si pretendemos que de un proceso de negociación sexual entre adolescentes, no sólo se deriven menores cifras de embarazos precoces o menor prevalencia de ITS (Infecciones de Transmisión Sexual, entre ellas el VIH/SIDA), sino que fundamen­ talm ente se contribuya a la transformación de estas personas en sujetos autónomos, con capacidad de decidir sobre sus propias vidas en igualdad de condiciones. Este artículo pretende dar algunas pistas sobre este asunto. Pre-condiciones de la negociación

Se parte de la idea que entre las parejas de jóvenes, así como en las de adultos, existe un proceso de negociación sexual, independientem ente de sus procedimientos o resultados, es decir, las parejas llegan a acuerdos tácitos o explícitos mediante una comunicación abierta y franca, o incluso a través del silencio. Sin embargo, la eficacia de la negociación en términos de propiciar la reducción de cualquier riesgo, va a depender de distintos factores comunes a los grupos entrevistados como el tipo de pareja, el contexto en que se desarrolla la relación sexual, las m otivaciones para tenerla, los escenarios de interacción del o de la adolescente y de características particulares dadas por el grupo de edad o el nivel de escolaridad. Tal como se desarrollará más adelante, se puede afirmar que los y las jóvenes perciben principalm ente el riesgo de embarazo, pero pocas veces ponen en práctica actividades de prevención para evitarlo, pues la negociación tiene como trasfondo las futuras reacciones mutuas frente a un posible embarazo y los costos diferenciales de este evento como ITS o embarazos para hombres y mujeres jóvenes.

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Sn Otras Palabras..

U na de las pérdidas más traum áticas para las adolescentes es la capacidad de vivir con fuerza y plenitud en su propio cuerpo “... muchas chicas entienden los cambios físicos que se producen en ellas no como experiencia que las fortalece, sino como pérdida de control”. A los hombres jóvenes se les alienta a conocer su cuerpo y a explorarlo, y mientras la primera eyaculación es sinónimo de poder y prestigio, la prim era m enstruación, a menudo, es sinónimo de incom odidad, lim itación, pérdida de control, posibilidad de reproducirse. DEBOLD, Elizabeth y otras. D el p o d er a la tra ición . En. La revolución de las relaciones madre hija, España, Paidós, 1994.


Sin embargo, el riesgo de contraer ITS se percibe más fuertemente entre parejas casuales4 porque su escasa com unicación reduce las posibilidades de prevención, y aunque se esperaría que en parejas más estables de noviazgo haya mayor asunción de comportamientos de prevención -según el ideal moral de sexualidad tradicional que asocia riesgo a mayor número de parejas-, se puede constatar que se presentan más comportamientos de riesgo, pues en ellas se m anifiestan con mayor fuerza ciertas prácticas culturales de riesgo asociadas a la identidad m asculina y femenina y el ideal de amor romántico en el que se inscriben las relaciones de pareja. A partir de los relatos, se puede inferir que los procesos de negociación en parejas de adolescentes son precarios y se ven notoriamente influidos por la necesidad de proyectar una imagen acorde con los ideales de ser hombre o mujer; que la percepción del riesgo al parecer no se conecta con prácticas preventivas porque correr el riesgo, muchas veces, se justifica, y porque no siempre las consecuencias de un embarazo se asocian con el deterioro de la propia salud, sino con las percepciones de los adultos sobre las consecuencias de tipo socio-económicas del embarazo. Podría decirse que gran parte de los factores que están poniendo en riesgo la salud sexual y reproductiva de estos y estas jóvenes, provienen de los discursos adultos sobre los y las adolescentes y sobre las identidades de género que circulan a través de diferentes medios de socialización. La transm isión de modelos de género inequitativos para las mujeres, la negación de la sexualidad de los y las jóvenes por parte de los adultos y la categorización que se hace de los mismos como personas “irresponsables” o que todavía no están preparadas para asumir su sexualidad, sitúan a los adolescentes en un escenario en el cual, ante una relación sexual, las consecuencias (como embarazos e ITS/VIH-SIDA) serán casi inevitables. Es decir, romper la norma sexual que equipara adultez a responsabilidad sexual,5 significará para muchos adolescentes correr riesgos en sexualidad que serían evitables.

Pareja casual es aquella con la que no se tiene una relación formal de noviazgo, ni de amistad, pero con la cual se puede tener al menos una relación sexual. La creación de la categoría “joven” lleva im plícita una condición de “poder”, pues se “enuncia la particularidad juvenil desde un modelo predeterminado de estadios, tiempos y momentos organizados en una coherencia lineal dirigida a la vida ad u lta .. . ” SERRANO, José Fernando. Ni lo m ism o, ni lo otro: la singularidad d e lo ju ven il. En. Nómadas, N° 16, Bogotá, DIUC, 2002.


Este discurso, que desde los adultos fragiliza la población juvenil,6 es retomado y aceptado por ellos como una realidad que guía y justifica gran parte de su comporta­ miento, confirmando la profecía autocumplida. Este discurso, a su vez, influye en la consideración del riesgo como algo típico de los y las jóvenes, imagen transmitida a los jóvenes y reproducida por ellos y ellas: “los jóvenes somos irresponsables y no nos gusta cuidarnos”, “ser joven es ser libre”, “cuidarse siempre es aburrido y los jóvenes no somos aburridos”, tal como dicen algunos de los entrevistados. Los relatos m uestran cómo las posibilidades de negociación se ven restringidas por los com portam ientos ideales que deben seguir hombres y m ujeres según los estereotipos de género tradicionales en la sociedad. Por ejemplo, las mujeres, para lograr el respeto de sus compañeros, deben ser “difíciles”, deben guiar sus relaciones sexuales y de pareja por el amor, deben ser fieles y deben saber y hablar poco sobre tem as relacionados con la sexualidad. Los hombres, entonces, deben aprender técnicas de seducción y presión que faciliten y perm itan que las mujeres tengan relaciones sexuales con ellos. Deben prometerles amor e insistir ante sus negativas, apoyados en lo que se espera socialmente de los hombres y que no es bien visto para las m ujeres, como tener relaciones sexuales por “experim entar” o tener m últiples parejas, por ejemplo, ya que esto se considera como parte de la naturaleza de los hombres. Para ellos es importante sentirse con más experiencia que las mujeres en temas relacionados con la sexualidad, por lo que es a ellos a quienes corresponde el papel de “proponer” (tener relaciones sexuales, cuándo, dónde y cómo). La conquista amorosa, base de la negociación

Para los y las jóvenes, el inicio de una vida sexual activa implica, ante todo, el aprendizaje de habilidades sociales propias de su contexto. Los hombres, por ejemplo, aprenden a distinguir a las mujeres con las que tienen sexo de aquellas con las que se establecerían relaciones formales; aprenden cuándo, cómo y con quién pueden tener relaciones sexuales. Significa, asimismo, que m ientras más habilidades sexuales se tengan, mayor será el prestigio y el poder que se adquiera entre sus compañeros.

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El tem a de fragilizacíón social de algunas poblaciones es retomado de FERNÁNDEZ, A na M aría. Por la ciudadanía de las niñas. Ponencia presentada en el Taller “Embarazo y maternidad adolescentes", O ficina Regional de UNICEF para A m érica L atina y El Caribe, Kingston (Jam aica), 3-7 de noviembre de 1997.


Teniendo en cuenta que en nuestra cultura las normas de masculinidad alientan al hombre a negar el miedo, la duda y cualquier sentim iento de vulnerabilidad, mientras que a las mujeres se les alienta a no ser vehementes, firmes ni impositivas, los testimonios recogidos nos permiten afirmar que si un hombre joven se ve involucrado en una negociación sexual, no sólo buscará conseguir a toda costa su objetivo, sino que todos los argumentos y estilos que usará, tendrán que controlar la situación, entre otras cosas, como una estrategia de conquista y de dem ostración de hom bría ante la mujer a quien está enam orando.7 Este mismo libreto es conocido y aceptado por las mujeres jóvenes, quienes no sólo no quieren relacionarse con hombres aparentem ente poco convincentes, sino que muchas veces se dejan convencer como una forma de no evidenciar una supuesta debilidad en el interlocutor. Las estrategias de negociación

Aunque tanto hombres como mujeres jóvenes se han permeado del discurso actual que promueve la prevención del embarazo como responsabilidad de la pareja, en el momento en que pueda darse la negociación, ellos llegan con el presupuesto que debe ser la mujer quien debe cuidarse, teniendo en cuenta que son ellas las que se embarazan, deben asumir mayor responsabilidad por el cuidado de los hijos y las hijas y, en últimas, son quienes reciben mayor sanción social. A l mismo tiempo, la mayoría de mujeres, escolarizadas o no, esperan que la iniciativa para hablar de estos temas provenga de los hombres. Se produce entonces un desencuentro que afecta notoria­ mente las posibilidades de poner en práctica mecanismos de prevención, lo que indis­ cutiblemente genera desigualdades entre parejas que estén negociando protección. De otra parte, dado que la negociación adquiere un carácter inmediato y obviamente coyuntural (muchas veces se da justo en el momento de la relación), las posibilidades de llegar a acuerdos claros en m ateria de protección se reducen (sobre todo para las personas que menos poder y legitim idad tienen para negociar) y la búsqueda de

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En el free-list realizado con un grupo de 24 jóvenes con las mismas características de los entrevistados en profundidad, las principales palabras asociadas a hombre joven, después de todo los relacionado con cambios físicos, fueron en su orden las relativas a: búsqueda de experiencias, expresividad y alegría, irresponsabilidad, riesgo e inseguridad. Las palabras relacionadas con mujer joven fueron: responsabilidad y juicio, aspectos físicos, ternura y sensibilidad, riesgo, búsqueda de experiencias.


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opciones en el momento se limita. Es allí donde se negocian de manera precaria, im plícita o explícitam en te, tem as como tener la relación o no, utilizar el coito interrumpido, responsabilizarse por un eventual embarazo y continuar la relación de pareja después de la relación sexual. A sí que si los y las adolescentes deben aprovechar cualquier veta que deja el contexto para poder tener una relación sexual, el tiempo es el mayor enemigo del uso de protección, que tendría mejores resultados si fuera optada después de una discusión amplia y profunda, donde se consideren todos los pro y contra de cualquiera de las altern ativas que se tienen, sin ansiedad, sin prem uras de tiempo, como supone cualquier proceso de negociación justa que lleve a toma de decisiones acertadas. A nte la ausencia de métodos anticonceptivos en el momento de las relaciones sexuales, debido a que éstas algunas veces se dan sin planear, la negociación se plantea en términos de los roles sexuales tradicionales: ellas tienen la relación sin protección como prueba de amor, miedo a dañar un momento especial, temor a perder sus parejas, o porque insistir en exigir protección puede generar molestia en su compañero, lo cual sucede con frecuencia. En estas condiciones, ellos prometen responder en caso de un posible embarazo, acuerdo con el que las mujeres se arriesgan a tener la relación sin protección. Cabe anotar que ese “responsabilizarse” puede no ser siempre explícito, pues se asume que por el solo hecho de conocerse de mucho tiempo, o tener una relación estable y de mucho amor, el hombre responderá económicamente por el hijo o la hija. En otras palabras, el amor, paradójicam ente, se convierte en factor de riesgo para posibles embarazos y factor de desprotección para ITS. A dicionalm ente, el cum plim iento del acuerdo por parte de los hombres está condicionado por el tipo de m ujer con la que hayan tenido la relación sexual: si es una m ujer “de su casa”, recatad a, o su novia; o si es una m ujer “fácil” o que acaban de conocer, quien es considerada “lanzada”, o una “cu alq u iera”. Con estas últim as, los jóvenes no se sienten com prom etidos a cum plir su acuerdo, pues se supone que la m ujer no es digna de recibir su apoyo, ni han proyectado tener un hijo o una hija con ellas. Por otra parte, cuando las relaciones sexuales se dan con parejas ocasionales o con mujeres de reputación cuestionada, la percepción de riesgo de ITS se aumenta considerablemente. Algunos hombres, incluso, usan condón, pero otros confían en que no les pasará por ser enfermedades poco comunes, y en cuanto al embarazo, ya saben cuál será su posición. Así, correr riesgos en el ejercicio de la sexualidad, no tendría mayores implicaciones para ellos.

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Comunicación, punto de partida o resultado de una relación asociarse

Hablar de comunicación en sexualidad para las y los adolescentes siempre es percibido como una forma de protección desde los discursos formales de la misma. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que la sexualidad sigue siendo un tema tabú para muchos y muchas adolescentes, quienes aún teniendo relaciones sexuales, sienten

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Doble moral asociada a las mujeres que las clasifica en buenas (las unas: madres, esposas, hijas y hermanas) y malas (las otras: amantes y prostitutas), que puede relacionarse tanto con el embarazo como con las ITS. En el caso de las ITS en general y del VIH/SIDA en particular, éstas han pasado a ocupar un simbolismo y unos significados particulares, como señala Pravaz; están inscritas en los “otros” sociales tales como los “homosexuales, adictos o prostitutas" (por lo que se )... transforma la enfermedad y el “riesgo” en personas diferentes, particularm ente dañinas y contagiosas, quienes amenazan los límites del ser “saludable”. PRAVAZ, N. C on tested M eanings o f the N otion o f Risk: T he Problem o f AIDS Prevention. Trabajo de tesis para obtener el grado de M SocSc., Graduate Programme in social Anthropology York University, North York, Ontario, 1995.

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Desde la perspectiva de los hombres, escolarizados o no, en una relación sexual con una pareja casual, aunque hay mayor percepción de riesgo especialmente de ITS, no se habla sobre temas de protección, pues se asume que la mujer es quien debe protegerse o debe tener la inform ación y experiencia que, de hecho, la lleva a involucrarse en este tipo de relaciones y que, precisamente por esto, ella asumirá sola los riesgos que de la relación no protegida se deriven, puesto que una m ujer que decide tener relaciones casuales y sin compromiso, no es digna de ser respaldada.8 De ahí que una necesidad de las mujeres que se pone como condición para acce­ der a tener relaciones sexuales y si éstas serán con o sin protección, y que por tanto se convierte en elemento a negociar, es la seguridad afectiva y su propio prestigio. Para las mujeres es importante sentir que sus relaciones no son únicam ente por placer, sino por amor, factor fuertemente relacionado con su reputación y que produce efectos similares, en términos de percepción del riesgo o aceptación de relaciones protegidas o no. Los jóvenes, ante esta demanda afectiva de las mujeres, se ven obligados a prometer que se van a quedar con ellas, que se casarán o vivirán juntos en caso de un embarazo, y que no tendrán más parejas mientras dure su relación. Para ellos, tener relaciones sexuales por placer o por amor, no constituye obstáculo para decidir llevarlas a cabo, lo que sí es importante es la posición que asumirán después de la relación que estará determinada por los factores mencionados anteriormente.


que podrían ser juzgados al hablar abiertam ente con sus parejas sobre estos temas. Por ejemplo, se considera que los hombres pueden ser vistos como morbosos o depra­ vados y las mujeres como lanzadas o con mucha experiencia, por lo que prefieren no hablar abiertamente de estos temas o decir que no les gusta hablar de sexualidad. El hecho de que las mujeres pretendan no tener información sobre sexualidad 'como una forma de proteger su prestigio y una forma de m antener el respeto de su pareja, es preocupante, pues conceden toda la autoridad al hombre para que sea él quien tome las decisiones, limitando enormemente su capacidad para decidir el curso de su propia vida, lo que constituye un signo de dependencia y una actitud de espera hacia las decisiones ajenas. Entre las y los jóvenes no escolarizados se m aneja la idea que mientras más se hable de sexualidad y, por tanto, más se entre a negociar con la pareja, menos proba­ bilidades habrá de tener la relación sexual. Se entiende que el contexto es bastante adverso a que los y las jóvenes sostengan relaciones sexuales, darle demasiados rodeos a la relación sexual es crearle más obstáculos de los que ya de hecho tiene. En el más extremo de los casos, se afirma que “el que mucho habla, poco hace”, o que si se habla mucho y se piensa mucho, “no se term ina haciendo nada, porque uno se llena de miedo por las consecuencias de la relación sexual”. En estas apreciaciones se puede notar cierta percepción del riesgo, pero ante la imposibilidad de hacer algo preventivo (sea porque no tienen disposición inmediata de métodos, porque no los ven necesarios, porque confían en que nada pasará o porque tienen miedo a los efectos secundarios de los mismos, o ante la sensación de impotencia -pensar en el gasto emocional que puede suponer para una mujer insistir en la protección o persistir en negociar-), prefieren ignorar el riesgo como una fonna de allanar los obstáculos para tener la relación sexual. Dada la presencia de miedos, inseguridades y porque consideran que es un momento que quisieran pasar rápido, la comunicación en pareja es casi inexistente en los casos de la primera relación sexual. Por el contrario, se observa más facilidad de diálogo cuando llevan más tiempo juntos teniendo relaciones sexuales, y principal­ mente cuando ya tienen un hijo o una hija en común. Sin embargo, también es sabido que a mayor tiempo de relación, mayor percepción de conocimiento mutuo, mayor confianza y, por consiguiente, menor comunicación. Se considera que hablar de sexualidad es algo muy privado para compartirlo con cualquier persona, por lo que estos temas deben ser reservados a las parejas formales. De hecho, una de las formas de protegerse de murmuraciones negativas por parte de la pareja o del entorno, consiste en no hablar de la vida sexual con nadie.

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Podría decirse, entonces, que hablar abiertam ente de sexualidad, factor que se ha considerado de protección frente a embarazos e ITS, no es usual, pues así no se corre el riesgo de “andar en boca de todo el m undo”, asunto suficientem ente refor­ zado por los padres y madres y altam ente valorado en el caso de las adolescentes, lo que reduce la posibilidad de establecer redes de apoyo entre amigos y amigas para hablar de sexualidad como forma de protección. La feria de las ilusiones

Respecto a una relación más formal de noviazgo, los hombres escolarizados perciben que hay mayor confianza para hablar de temas de sexualidad y abordan por iniciativa de las mujeres temas como riesgo de embarazo, uso de métodos, relación de pareja y amor después de la relación sexual, y sienten que es un espacio de mutuo aprendizaje. Sin embargo, algunas mujeres perciben que en una relación formal es más difícil abordar estos temas, porque se avergüenzan de tratarlos y tem en dar la imagen de mujeres lanzadas que se caracterizan por hablar de sexo abiertamente, pues posiblemente con esta actitud pueden perder a sus parejas más adelante. Podría hablarse de inexistencia de la percepción de riesgo de ITS, que se ve minimizada muy seguramente por el amor romántico. Las ITS constituyen un tema que definitivamente no se negocia ni en parejas de amigos, ni en parejas casuales, ni mucho menos en parejas formales. En primer lugar, los y las jóvenes se m uestran con pocas habilidades para abordar estos temas y generalm ente piensan que sólo se pue­ den abordar directamente con preguntas tan prosaicas como “oiga, ¿usted tiene sida?”. En segundo lugar, dado que se perciben como monógamos con su pareja actual, no hay una percepción del riesgo en tanto no hay una noción del pasado sexual de sus parejas, ni de sí mismos. No se podría hablar de inexistencia de riesgo de embarazo, pues ante el mayor conocimiento de sus parejas, confiadas en el amor mutuo y con una especie de pacto sexual legítimo donde ellos responderán por un posible embarazo, muchas mujeres jóvenes corren el riesgo de relaciones sexuales no protegidas aun ante la inm inencia de un embarazo. Asimismo, creencias como que un hijo o una hija pueden consolidar la relación y acercar a la pareja, posibilitando una unión o matrimonio, o permitiendo salir del hogar paterno o m aterno, llevan a que hombres y m ujeres jóvenes decidan correr el riesgo de un embarazo, ya sea no usando anticonceptivos, usando el coito in te­ rrumpido o subvalorando las consecuencias de la relación no protegida.


Desde la experiencia de las mujeres jóvenes, se relata que es una buena opción tener un hijo o una hija del hombre que aman. Por su parte, los hombres jóvenes, especialmente los no escolarizados, de 16 a 19 años, relatan su deseo de tener un hijo o una hija con la pareja actual, e incluso la alegría que les ha producido alguna evidencia de embarazo en sus parejas como un retraso m en strual. Es notorio cómo en las parejas más estables el tema de la negociación se circunscribe a la asunción de responsabilidades por un posible embarazo y no necesaria­ mente en su prevención. Los relatos tanto de hombres como de mujeres e independientem ente de su escolaridad, dejan ver cierta idealización de la m aternidad y la paternidad, que legitim a su ejercicio a edades tempranas, con ideas como que la menor diferencia de edad entre padres e hijos hará que las relaciones sean menos difíciles que las que ellos mismos han establecido con los suyos. Para otros, esta situación al menos será vista como uno de los procesos normales de la vida de un ser humano que se deben cumplir y que se sabe se encuentran sustentados en el contexto sociocultural. De hecho, la posibilidad de demostrar que son capaces de ser padres o madres, les dará la posibilidad de mostrarse como individuos maduros, autónomos e incluso adultos y de dar el supuesto “salto a la adultez”, la madurez y por supuesto a demostrar que, contrario a lo que se piensa de ellos y ellas, son lo suficientemente responsables. Estos acuerdos no se basan en realidades objetivas, ni en una real consideración de los diferentes beneficios y obstáculos para hombres y mujeres de tener hijos e hijas en la adolescencia. Las mujeres jóvenes, por ejemplo, no consideran que, en muchas ocasiones, la maternidad es una forma clara de control sobre ellas. Los relatos de las mujeres jóvenes que ya son madres, m uestran cómo, a esta idealización inicial, sigue muchas veces el segundo embarazo no planeado, las dificultades para encontrar empleo estable, el cambio en los roles especialmente para las mujeres y la violencia entre la pareja,9 condiciones que se convierten en menores posibilidades de tener poder en futuras negociaciones sexuales con su actual pareja o con otra.

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Uno de los vacíos importantes de información en el país, está referido a la magnitud y las características de la violencia entre parejas (formales o no) de adolescentes. Llama la atención las formas de violencia en las parejas de jóvenes, que van desde la presión y el silencio, hasta violencia psicológica y física, relatada por las mujeres jóvenes que vivían en pareja en el momento en que fueron entrevistadas.


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Independientemente del tiempo que lleven las parejas, conocerse es un factor bastante frágil si se tiene en cuenta que la conquista y la perm anencia de la pareja se ha basado en el cuidado y la protección de valores tradicionales que se han asignado a mujeres y hombres. Por ello, es común que ante cualquier desacuerdo, las parejas estables hablen sin profundizar en el conflicto para no romper la ilusión de que se conocen demasiado o para evitar que el otro o la otra se moleste, pues varias jóvenes manifestaron tener miedo de la reacción de sus compañeros ante alguna situación indeseada por ellos. A com pañan a la m ujer los temores de perder su pareja o generar un m alestar en él en caso de negarse a la relación, insistir por el uso de algún método en ese momento, desconfiar de que él no cum pla su promesa por utilizar el coito interrum ­ pido, o que no vaya a asumir los costos del embarazo, lo cual obviamente la hace muy vulnerable a la hora de negociar. De hecho, es más común que las personas midan más las consecuencias emocionales, afectivas o sociales de las ITS o evalúen seria­ mente los costos sobre la pérdida de la pareja, a que hagan una consideración acerca de los efectos sobre su salud física. Sin embargo, vale la pena recordar, como se dijo anteriormente, que aunque la percepción de riesgo de ITS sea alta en las relaciones casuales, el uso de condón es bajo, pues éste se encuentra directam ente relacionado para ellos y ellas con la obtención o disminución de placer sexual. El uso del condón depende de la voluntad de los hombres, y su percepción es que los hombres verdaderos no se enferman, si lo hacen pueden enfrentarse a cualquier situación y si embarazan a su compañera serán lo suficientemente hombres como para responder o no por el mismo, y cualquiera de las dos respuestas les permitirá reafirmar su masculinidad entendida en sus términos más tradicionales. Algunos, especialmente hombres independientem ente de su esco­ laridad y mujeres escolarizadas, afirman tener más confianza con sus amigas y amigos que con sus parejas estables para hablar de sexualidad. Dado que no están en proceso de conquista, pueden hablar de sexualidad sin miedo, hablan abiertam ente sobre cualquier tema, es el espacio privilegiado para resolver dudas y para explorar su propio cuerpo y el de la otra o el otro. La com unicación sobre sexualidad es más fluida entre amigos y amigas aunque este hecho no siempre conlleve una relación sexual. No obstante, paradógicamente, estos grupos son los que más in citan a correr riesgos debido a la puesta en práctica de los roles de género tradicio nales: los hombres son presionados a


demostrar su hombría teniendo relaciones sexuales y el riesgo es la mayor evidencia de ello; para las mujeres, esta será la oportunidad de manifestar que “han dejado de ser niñas y se han convertido en mujeres”. Los hombres, particularm ente en la adolescencia y ante la presencia de modernos discursos sobre la igualdad de sexos, se debaten entre demostrar que son lo suficientemente machos sin serlo demasiado. De ahí que a través de los testimonios es posible detectar la co-existencia de masculinidades contradictorias en la experiencia de un hombre joven, las cuales serán expresadas de acuerdo con las circunstancias. Por su parte, la rebeldía de las adolescentes puede considerarse una forma de resistencia política10 a seguir siendo sumisas, dulces, complacientes con los amigos para no perderlos y pasivas eróticam ente, rasgos característicos de la cultura tradicional. Las jóvenes, afirma Debold “no pueden entrar en la cultura más que como mujeres (y como m adres),11y esa experiencia es profundamente traum ática”, no sólo por sus im plicacion es psicológicas, sino porque ser así condiciona evidentem ente el poder de negociación de las mujeres. Diferencias, restricciones y posibilidades de un proceso de negociación sexual

Las negociaciones sexuales equitativas que propendan por la transformación de las relaciones de género, implican condiciones de posibilidad distintas a las descritas en este artículo. En la negociación entre personas de distintos sexos que socialmente parten lugares desiguales para la negociación, existe la posibilidad de que la conse­ cución del objetivo, por ejemplo tener o no la relación sexual, sea en detrimento de las condiciones de la parte más débil que interviene en el proceso.

10 DEBOLD, Elizabeth y otras. D el p o d er a la traición. En. La revolución de las relaciones madre hija, España, Paidós, 1994. 11

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Si todavía gran parte de la aceptación social de las mujeres está dada por el hecho de ser madres, no debería causar extrañeza que las adolescentes se embaracen como forma de lograr reconocimiento, especialm ente en el caso de las adolescentes no escolarizadas, cuyas opciones vitales son todavía limitadas.


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DEERE, Carmen D iana y LEÓN, M agdalena. G én ero, prop ied a d y em p od era m ien to: tierra, E stado y m erca d o en A m érica Latina. Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Tercer Mundo, 2000.

13 El riesgo es social porque preserva los límites sociales, o sea actúa al nivel de las funciones reguladoras en las estructuras simbólicas establecidas a lo largo de las líneas divisorias de lo social. Como argumenta Douglas, la organización específica de un grupo social, determ inará las formas en que sus miembros conceptualicen el riesgo. DOUGLAS, Mary. La aceptabilida d d el riesgo segú n las C ien cia s S ociales. España, Paidós, 1996. Sin embargo, las estructuras simbólicas no son simplemente un resultado o un reflejo de las divisiones sociales. El concepto de riesgo opera al nivel de las relaciones sociales, en la medida en que ellas son reguladas por una serie de discursos hegemónicos más amplios, tales como el clasism o, la xenofobia y el p atriarcado, sum ados al adultism o y al heterosexism o. PRAVAZ, N. C on tested M eanings o f the N otion o f Risk: T h e P roblem o f AIDS P reven tion . Trabajo de tesis para obtener el grado de M SocSc., G raduate Programme in social A nthropology York U niversity, North York, Ontario, 1995.

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Agarwal muestra cómo las normas sociales “...fija n límites a aquello sob re lo cu a l se p u ed e n egocia r; có m o son una d eterm in an te o un a restricció n d el p o d er d e n egocia ción , y có m o a fecta n la m an era en que se co n d u ce el p r o ceso d e n ego cia ció n ”. 12 Asimismo, afirma que las normas sociales en sí mismas pueden estar sujetas a negociación y es allí donde están las posibilidades de transformación de las relaciones de género. Así, para que el resultado de la negociación sexual sea equi­ tativo desde el punto de vista de ju sticia de género, ambas partes deben tener la misma legitimidad para negociar el riesgo13 y la protección. El valor de lo que se quiere negociar debe ser 0 equiparable para las partes y la fuerza, para hacer valer las posiciones, debe ser similar, pues de lo contrario el objetivo que se busca, el proceso y el resultado serán igualmente inequitativos, de esto dan cuenta los testimonios analizados. ♦


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FundaciónparalaInvestigación Teatral Kerigma, de Bogotá. Fundación Las Golondrinas, deMedellin. JURADOS C ie n c ia s

Guillermo Páram o R., J o rg e A rias de Greiff, Ana M aría Ibáñez, Ja im e R estrepo C uartas, Alvaro Tirado M ejía S o li d a r i d a d

A dela M o rales Benítez, M aría Clara A rboleda, Roberto León Ojalvo

Consulte los resúmenes de los trabajos ganadores en w w w .faae.org.co Carrera 7 No. 71-52 Torre A Of. 406 • Teléfonos: 3120151 - 3120150 • Fax: 3120152 E-Mail: faae@ faae.org.co • Bogotá, D.C., Colombia.

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Corporación Casa de la Mujer

El impacto del conflicto armado en

la vida de las mujeres Violación a los derechos

sexuales y derechos reproductivos

as implicaciones del conflicto armado en la vida de las mujeres, coloca la discusión en el sistema del poder socio-sexual y político particular, por parte de una organización social basada en un patrón de ordenamiento masculino, en el cual lo femenino resulta incompleto, desviado, inferior. Este sistema es complejo, se ha construido y transformado históricam ente de forma tal que ha logrado m antener su vigencia a pesar de los enormes y radicales cambios sociales que han sucedido.1 Las mujeres viven diferencialm ente las guerras, sus efectos y sus experiencias las marcan dram áticam ente. Por lo general, ellas han sido “p o co represen tad as en las historias d e la gu erra, y su ele retratárselas co m o víctim as tristes y desam paradas. A unque las m ayoría d e las organ iz aciones d e so co rro y d esarrollo r e co n o cen la im portancia d el papel a ctivo d e la mujer, socia l y eco n óm ica m en te, en a yu d a a las com u n id ades a sob revivir en la gu erra, todavía se tiende a gen eralizar y a cla sifica r’’.2 Las guerras no sólo in crem entan el sufrim iento de las m ujeres sino tam bién sus responsabilidades. Es un com ún denominador que las mujeres m antengan unidas a las comuni­ dades y a las familias, “a m en u d o ju ega n un papel fu n d a m en ta l en

1

ESTRADA, A n a M aría. El pa tria rca d o. F uente regu la d ora d e la estru ctu ra sim bólica d e la cu ltu ra. Bogotá, Viva la C iudadanía, 1999, p. 3.

2

TOBON, Gloria y OTERO, Yuli. M u jeres y desplazam iento, u na realidad en la ciu d a d d e M ontería. Montería, Corporación M aría Cano.


la p ro d u cció n d e alim entos y en otras activid ad es eco n ó m ica s, se ocu p a n d e los niños, d e la gen te m a yor y d e los en ferm os" . La guerra deforma y trastorna las costumbres y las responsabilidades, hace mucho más difícil su cumplimiento, justam ente cuando son más necesarias debido al colapso de las estructuras comunitarias. El peso llevado por las mujeres es aún mucho mayor cuando tienen que huir con las personas a su cargo. Además, las mujeres están en situaciones de mayor vulnera­ bilidad para defenderse de las violaciones y de los abusos sexuales que son un rasgo común, si no un arma de las guerras. Este tipo de sufrimiento produce heridas psicoló­ gicas muy profundas que pueden permanecer ocultas, pero suelen minar la capacidad de recuperación tanto de las mujeres como de sus comunidades. Para las mujeres en las zonas de conflicto armado, la situación no sólo tiene que ver con la confrontación armada entre los diferentes actores -guerrilla, militares y param ilitares-, sino también con el abuso sexual, el m altrato físico, el chantaje y la presión a que son sometidas por aquellos. El conflicto armado y la violación de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres

Si bien es cierto que las víctimas de la violación del derecho a la vida, mediante ejecuciones extrajudiciales y masacres, son mayoritariam ente hombres, la violencia contra las mujeres y, en particular, la violencia sexual por parte de actores armados, es práctica habitual en un contexto de degradación del conflicto y falta de respeto por el derecho internacional hum anitario. La retención o secuestro temporal de mujeres para ab usar se x u a lm en te de e lla s y la e x ig e n c ia de trab ajo dom éstico sin contraprestación, han sido también denunciadas en muchas ocasiones. El conflicto armado increm enta la violencia en contra de las mujeres. Sus estragos se expresan específicamente en las condiciones concretas de vida. La encuesta publicada por Profamilia en agosto de 2001, indica que una de cada dos m ujeres en situación de desplazam iento ha sido agredida físicam ente por su cónyuge y que, entre las mujeres embarazadas, el 20% fue objeto de violencia física durante el embarazo. Según la Encuesta N acional de Salud Sexual y Reproductiva, en Colombia el porcentaje de violencia intrafam iliar es del 47.2%, mientras que entre las desplazadas y los desplazados alcanza el 62%. Los actores armados también suelen amenazar y ultrajar a las mujeres por ser solidarias con sus esposos o compañeros y por defender a sus hijos e hijas del reclutam iento forzoso.

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O tros impactos diferenciales

Otro de los problemas que enfrentan las mujeres en situación de desplazamiento, es la escasez de recursos económicos y de subsistencia por las dificultades de inserción laboral tanto de ellas mismas como de sus parejas. Ellos, por su parte, debido a su mayor movilidad geográfica y su mayor experiencia social y política, han enfrentado con más fuerza la crisis laboral y las rupturas con el tejido social de su entorno rural.

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Además de la violencia sexual a la que están sometidas en situación de conflicto armado, las m ujeres deben enfrentar las consecuencias atroces que estos actos conllevan. Estamos hablando de las múltiples enfermedades de transmisión sexual, enfermedades y traumas del aparato reproductivo por causa de las violaciones atroces y m últiples, enfermedades en el sistem a urinario y, en la m ayoría de los casos, emba­ razos no deseados y m édicamente descuidados. Para atender estas situaciones, las mujeres se encuentran con un sistema de salud obsoleto y discriminatorio ante la demanda de sus necesidades. Los servicios de salud no son integrales, pues sólo tienden a concentrarse en la función reproductiva de éstas, sin tener en cuenta su salud sexual y, mucho menos, su salud m ental y psicológica. La atención psicosocial es especialmente necesaria en el caso de las víctim as de abusos sexuales, torturas o tratos inhumanos o degradantes. A nte estas circunstancias, en la m ayoría de las veces, las mujeres en situación de desplazamiento que acuden a centros de salud u hospitales, suelen priorizar su atención m édica por la de sus hijas e hijos y, en m uchas ocasiones, por la de sus cónyuges. Las condiciones de hacinam iento en que viven las mujeres en situación de desplazam iento, contribuyen a un altísim o índice de embarazos, especialm ente entre las adolescentes. Según la misma encuesta realizada por Profamilia, el 30% de mujeres entre 13 y 19 años han estado embarazadas alguna vez. A ctualm ente, el promedio de hijos e hijas que concibieron las mujeres en situación de desplaza­ miento que hoy tienen entre 40 y 49 años de edad, es de 5.3 (la tasa d e ' fecundidad urbana es de 2.3 y la rural, 3.8). Como resultado de ese hacinam iento, se registra también el incremento de las enfermedades de transmisión sexual.


Sin embargo, en la fase de reconstrucción de la vida familiar, las oportunidades para hombres y mujeres parecen invertirse: el impacto del desplazamiento se concentra para los hombres en su desempleo, situación que les despoja del papel de proveedor económico. Esta es, incluso, una de las causas más frecuentes de abandono de sus familias. En contraste, las mujeres parecen mejor preparadas para continuar las rutinas de las labores domésticas. Las m ujeres, en especial las del ám bito rural, presentan un alto índice de indocum entación y como consecuencia tienen mayores dificul­ tades para obtener la propiedad de la tierra, el crédito, la vivienda y los servicios de educación y salud. Marco jurídico

El Estado colom biano protege los derechos de las m ujeres en situación de desplazamiento, a través de la ley 387/97, que se ampara a la luz de los principios rectores que rigen internacionalm ente la defensa y protección de los derechos humanos de la población en situación de desplazamiento. En la ley se estipula claram ente cómo las mujeres podrán, de manera gratuita, acceder a los servicios de salud pre-natal, natal y post-natal, funda­ mentado en la necesidad de proteger la vida de la m adre y del recién nacido. En la práctica, las mujeres en situación de desplazamiento tienen serios problemas para acceder a estos servicios de salud, pues carecen de la información sobre sus derechos, situación que las coloca en vulnerabilidad frente a los prestadores de salud y cuerpo médico de atención, quienes, sin im portarles su condición, les exigen estar am paradas por una empresa prestadora de salud o tener los recursos económicos para pagar los gastos. Lo mismo sucede en cuanto a la educación: la ley estipula que ésta será gratuita. Pero, por lo general, las familias en situación de desplazamiento no pueden solventar los costos de las m atrículas, uniformes, libros y m ateriales. A la vez, algunos centros educativos niegan la inscripción escolar a las niñas y a los niños en situación de desplazamiento, razón por la que sus tasas de escolarización sean tan bajas. A esta situación se añaden los altos índices de trabajo infantil y, en el caso de las niñas, las barreras culturales, pues son ellas las responsables del cuidado de sus herm anas y hermanos y de la casa cuando sus padres salen a trabajar.

116

6 n Otras palabras..


La fuerza de las mujeres en situación de desplazamiento

Las mujeres desplazadas en Colombia han demostrado una enorme capacidad de resistencia y de lucha. Sus niveles de participación en espacios de toma de decisiones son, por lo general, aún incipientes. De ahí la im portancia de experiencias como las de las organizaciones de viudas desplazadas, de madres jefas de hogar, de organizaciones de base lideradas por mujeres desplazadas que, en diferentes partes del país, se vienen desarrollando. Es im perativo que el Estado desarrolle y fortalezca las medidas para proteger y asegurar que los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres en situación de desplazamiento se respeten. De igual m anera, es im portante que las organizaciones sociales e internacionales, con el apoyo del Gobierno nacional, continúen apo­ yando en forma decisiva los procesos organizativos de las mujeres en situación de desplazamiento, que a través de estas experiencias buscan alternativas de solución a sus cotidianos dramas. Son formas concretas de apoyar la participación política, la promoción de los derechos humanos, la institucionalidad y la gobernabilidad democrática en Colombia. ♦


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Mujeres y Servicio Militar J2a guerra es para los hombres ¡o que el agua tranquilapara los cisnes: el lugar de su belleza . 9?e/zé Quinton,

Máximes Óur la Querre ”

O í proyecto de ley sobre el Servicio M ilitar, presentado por la m inistra de Defensa, M arta Lucía Ramírez, al Congreso de la República en reciente fecha, nos demuestra la vigencia de la voz fem enina de A ntígona, quien desde la A ntigua Grecia nos recuerda, no sólo a las mujeres, sino también a los hombres, la posibilidad de desobedecer la ley del Estado en cabeza de un tirano, ya sea para rescatar las convicciones auténticas de la no - violencia activa y renunciar a la lógica m ilitar de cualquiera de los ejércitos o para asumir una posición de objetora de conciencia.1 Pues cualquiera que sea la razón del legislador para incorporar a las mujeres en la prestación del servicio militar, se debe tener en cuenta que la función de este servicio es moral y cívica, y, dada la heterogeneidad m ultiétnica y cultural del pueblo colom­ biano, el ejército será el encargado de moldear la mentalidad de los futuros electores. La joven soldada/ciudadana será m iles antes que civis, asim ilada en un proceso de socialización secundaria, en el que se espera que ella asuma patrones de com porta-' miento masculinos-militares, encubiertos por un cuerpo femenino y un alma noble. Este proyecto de ley propone que “la m ujer colom biana prestará el servicio m ilitar voluntario, y será obligatorio cuando las circunstancias del país lo exijan y el Gobierno nacional lo determ ine” (a rt.l2), y que “las mujeres colombianas que no presten servicio militar están obligadas a prestar el servicio social, hasta por el término mínimo de seis (6) meses a partir de la fecha en que cum plan la mayoría de edad, con las excepciones que establezca el reglam ento.” (art. 42).

1

Explicar el significado de la objeción de conciencia para asegurar su comprensión.


Com entar el Proyecto de ley acerca de las mujeres en el servicio militar desde una perspectiva de género, im plica necesariam ente señalar que hay variadas posi­ ciones feministas sobre el tema. Algunas, inspiradas por los argumentos de la igualdad desde el feminismo liberal, luchan por participar activam ente como soldadas en las fuerzas militares y reivindican la igualdad de oportunidades. Otras, del feminismo de la diferencia, rechazan la opción m ilitar con el argumento de ser portadoras de vida. En A m érica Latina, en particular, los movimientos sociales de mujeres (Conavigua en G uatemala, Madres de la Plaza de Mayo en A rgentina y sectores del Movimiento So cial de M ujeres de Colom bia como las M ujeres de Negro) m antienen una opo­ sición crítica frente a la dura razón del Estado en general y en particular al recluta­ miento tanto de hombres como de mujeres. “No m ás hijos, n o v io s, esp o so s, a m a n tes, h erm a n o s en los c u a r te le s ”, “Q u e las langostas verd es sep an que co n n osotra s n o cuentan", son algunas de las consignas de estos movimientos, que expresan su rechazo al reclutam iento. Sobre el militarismo en Colombia, diremos que hay una cierta ceguera al esperar que la mano dura de la bota m ilitar resuelva los problemas de la guerra y de la violencia generalizada. Más que una institución, el militarismo es un conjunto de prácticas y convicciones cotidianas que se expresan en autoritarismo, verticalidad decisoria, sumisión, exaltación de la violencia, desprecio por los sentimientos, entre otros, que se han constituido en las estructuras básicas -materiales e ideológicas- de las modernas sociedades, llamadas Estados. El monopolio de la violencia en manos del Estado-nación sostiene la convicción social de que sólo es posible la paz, si la sociedad cede perm anentem ente el uso de la fuerza, la violencia y la legitim idad de las armas a su brazo armado: el ejército. C uando el Estado colom biano convoca a las m ujeres a prestar servicio m ilitar voluntario, está reproduciendo una polí­ tica com ún que se hace presente en algunos países latinoam e­ ricanos. Vale la pena m encionar a este propósito algunos an te­ cedentes: la primera mujer M inistra de la Defensa se nombra en Chile en el año 2002 y el ejército del mismo país influye en la creación de la Escuela M ilitar de Colombia en 1907. A ctual­ mente en el continente se discute sobre la vinculación de las mujeres al servicio m ilitar; en Chile, Argentina y Perú, el servicio m ilitar es voluntario. Es de notar que en ninguno de estos estados se ha consultado a las organizaciones de mujeres.

120

6 r¡ Otras Palabras..


Es una posición simplista de la dem ocracia y de la vida que se continúa promoviendo a pesar de que está siendo muy c ritic a d a desde d iv ersas v e rtie n te s d el fem inism o y d el movimiento social de mujeres. Aunque la convocatoria, impulsada por la ministra Ramírez, deja claro que será voluntario, perm ite pensar que ya existe una forma de violencia simbólica que se expresa justam ente en el carácter “voluntario”; dado que: 1.

3.

4.

La Educación Superior Pública sólo constituye el 30% de la oferta y no tiene cupos suficientes, para cubrir la dem anda de educación ante la cantidad de jóvenes bachilleres que egresan de la secundaria. La opción m ilitar en el universo de descrédito de las instituciones demo­ cráticas, viene creando un espejismo de oportunidades. Ante la ofensiva de otros ejércitos, igualmente militaristas, capacitar a las jóvenes mujeres para la guerra, no sólo es convertir a las bachilleres en actoras del conflicto, sino literalm ente en un ejército de reserva. Ante el desprestigio del ejército como institución, acudir a las mujeres es hacer creer que el viejo ejército m achista está desapareciendo y ahora será más igualitario y menos coercitivo.

El articulado, de m anera amenazante, asegura sobre el servicio “que será o b liga torio cu a n d o las circu n sta n cia s d el país lo exijan y el G o b iern o N acional lo d eterm in e”. La obligatoriedad se presenta como una condición de posibilidad, cuando el país se vea amenazado. Entonces hay que pensar en el tem a de la seguridad nacional. Tan im portante asunto no es un problema militar, aunque tenga implicaciones de esta índole. Es, sobre todo, la posibilidad de que la nación y el pueblo mismo con sus intereses de bienestar, consideren al Estado como su delegado, y, por tanto, tenga la facultad de reclam ar el cum plim iento de este com etido. Si no es bajo este principio, la seguridad nacional no va más allá de la seguridad de los privilegios privados herederos de los antiguos regímenes y por lo tanto sólo de carácter militar. A continuación, presentamos el P r o y e c t o d e L e y p o r e l c u a l s e d i c t a n n o r m a s s o b r e e l s e r v i c i o m i l it a r o b l i g a t o r i o p a r a la s m u je r e s .


Proyecto de Ley

El Congreso de C olom bia

DECRETA:

Artículo 1. Bajo el principio de universalidad y sin distinción en razón de su condición

económica, social o nivel de escolaridad, todos los varones colombianos están obligados a definir su situación militar. La prestación del servicio militar será a partir de la fecha en que cumplan la mayoría de edad hasta los veintiocho (28) años. La obligación militar de los colombianos cesa el día en que cumplan cincuenta (50) años de edad. La mujer colombiana prestará el servicio militar voluntario, y será obligatorio cuando las circunstancias del país lo exijan y el Gobierno Nacional lo determine. A rtículo 2. El servicio militar obligatorio tendrá una sola modalidad así:

a.

Como soldado, en el caso del Ejército y la Fuerza Aérea;

b.

Como infante de marina, en el caso de la Armada Nacional;

c.

Como auxiliar de policía, en el caso de la Policía Nacional.

A rtícu lo 3. Créase el servicio social obligatorio, que dentro del año siguiente a la

expedición de la presente ley, el Gobierno Nacional reglamentará. Los varones colombianos que cuenten con aptitudes, habilidades e instrucción y que al momento de resolver su situación militar resulten aptos sicofísicamente, pero no haya cupo para ellos de acuerdo con las cuotas de conscripción, prestarán el servicio social a que se refiere el presente artículo hasta por el término mínimo de seis (6) meses. El servicio social podrá prestarse con anterioridad o con posterioridad a la culmi­ nación de estudios superiores, sin perjuicio del cumplimiento de la normatividad actualmente vigente sobre la materia. La prestación del servicio social no exime del pago de la cuota de compensación militar de que trata el artículo 22 de la Ley 48 de 1993, ni el costo de los documentos a que se refiere el artículo 33 de la misma.

122

Gn Otras palabras...


Artículo 4. Las mujeres colombianas que no presten servicio militar estarán obligadas a

prestar el servicio social, hasta por el término mínimo de seis (6) meses, a partir de la fecha en que cumplan la mayoría de edad, con las excepciones que establezca el reglamento. Artículo 5. Los ciudadanos colombianos, al concluir su servicio militar o social, deberán

mantener un vínculo solidario de cooperación con la fuerza pública. Artículo 6. Los ciudadanos colombianos que no presten servicio militar, cuyas condi­

ciones sicofísicas lo permitan, deberán recibir entrenamiento militar básico para defender a la patria cuando las circunstancias lo demanden. A rtículo 7. El tiempo de prestación del servicio militar tendrá una duración de doce

(12) a veinticuatro (24) meses, según lo determine el Gobierno Nacional. Artículo 8. En estricto respeto a los principios de universalidad, transparencia y

publicidad, el Gobierno Nacional fijará los parámetros y procedimientos para: a.

Realizar las inscripciones para definir la situación militar;

b.

R ealizar los exám enes para desacuartelamiento;

c.

Realizar el sorteo, concentración , incorporación y clasificación;

inscripción,

ingreso, comprobación y

d. Retirar del servicio. Parágrafo. La Policía Nacional seleccionará con sus profesionales, de acuerdo al

perfil policial, el personal que se incorporará como auxiliares de policía, enviando el listado respectivo a la Dirección de Reclutamiento y Control Reservas del Ejército, por intermedio de las Zonas y Distritos de Reclutamiento de cada jurisdicción militar, para que se continúe con los trámites de ley. . Artículo 9. Agotado el término para la inscripción, los varonescolombianosmayores

de edad y hasta el día en que cumplan los cincuenta (50) años, están obligados a presentar la tarjeta de reservista, para los siguientes efectos: a. Otorgar instrumentos públicosy privados

ante notario;

b. Servir de perito en asuntos judiciales; c. Registrar títulos profesionales, técnicos o tecnológicos; d. Obtener y renovar la expedición del pasaporte; e.

Celebrar contratos con cualquier entidad pública comopersona natural o como representante legal de una persona jurídica;


f.

Tomar posesión de cargos públicos;

g.

Obtener o refrendar el pase o licencia de conducción de vehículos automotores, aeronaves, motonaves fluviales y marítimas;

h. Obtener salvoconducto para el porte de armas de fuego; i.

Cobrar deudas del Tesoro Público;

j.

M atricularse en cualquier centro docente de educación superior, técnico o tecnológico, salvo quienes no hayan cumplido la mayoría de edad.

Artículo 10. Son infractores los siguientes:

a.

Los que no cumplan con el mandato de inscripción en los términos establecidos en la ley y en el reglamento;

b.

Los inscritos declarados aptos sicofísicamente que no concurran a la concen­ tración en la fecha, lugar y hora señalados por las autoridades de reclutamiento;

c.

Los que después de notificarse del acta de clasificación, no cancelen dentro de los treinta (30) días siguientes la cuota de compensación militar;

Parágrafo. Los infractores de que trata el literal b) podrán ser competidos por la

fuerza pública, en orden al cumplimiento de sus obligaciones militares, previa orden impartida por las autoridades del servicio de reclutamiento. Artículo 11. Los infractores contemplados en el artículo once anterior, se harán acree­

dores a sanciones, definidas como multas, tasadas en salarios mínimos mensuales legales vigentes, bajo los siguientes parámetros:

124

Qn Otras Palabras..

a.

Los infractores de que trata el literal a) serán sancionados con la imposición de multa correspondiente al veinte por ciento (20%) de un (1) salario mínimo legal m ensual vigente, por cada año o fracción que transcurra sin inscribirse reglamentariamente y hasta por un monto máximo de dos (2) salarios mínimos mensuales legales vigentes. En caso de que el infractor sea incorporado al servicio militar, quedará exento del pago de la multa;

b.

Los infractores de que trata el literal b) serán sancionados con la imposición de una multa correspondiente a dos (2) salarios mínimos mensuales legales vigentes por cada año o fracción, sin exceder de veinte (20) salarios. En caso de que el infractor sea incorporado al servicio militar, quedará exento del pago de la multa.

c.

El infractor de que trata el literal c) será sancionado con una multa correspon­ diente al veinticinco por ciento (25%) sobre el valor decretado inicialmente


como ordinario. Si no paga esta cuota extraordinaria, será reclasificado y se incrementará la sanción antes relacionada en un veinticinco por ciento (25%) sobre el valor liquidado inicialmente. d.

Los infractores contemplados en el parágrafo 1, serán sancionados con multa de cinco (5) salarios mínimos legales mensuales vigentes, por cada ciudadano vinculado ilegalmente o que no reintegre en sus respectivos cargos, a partir de la vigencia de la presente ley.

Parágrafo 1. Los comandantes de distrito militar o quienes hagan sus veces cono­

cerán, en primera instancia, de las infracciones tipificadas en los literales a), b) y c) del artículo 7 de la presente ley. Los comandantes de zona o quienes hagan sus veces conocerán, en primera instan­ cia de las infracciones cometidas por las personas naturales o jurídicas contempladas en el parágrafo 1 del artículo 7 de la presente ley y en segunda instancia, por ape­ lación, de las infracciones de competencia de los comandantes de distrito militar. El Director de Reclutamiento y Control Reservas del Ejército o quien haga sus veces, conocerá, en segunda instancia, de las infracciones de competencia en primera instancia de los comandantes de zona. Parágrafo 2. Las sanciones pecuniarias a que se refiere el artículo 8 se aplicarán

siguiendo el procedimiento contemplado en la Parte Primera, Libro Primero, del Código Contencioso Administrativo, mediante resolución motivada, contra la cual proceden los recursos de reposición y apelación conforme a las previsiones del mencionado estatuto. El Gobierno Nacional reglamentará las condiciones de liqui­ dación y recaudo de la sanción. La resolución a que se refiere el inciso anterior, una vez ejecutoriada, presta mérito ejecutivo. Su notificación se hará de acuerdo con lo establecido en el CódigoContencioso Administrativo. Las multas por sanciones se pagarán dentro de los sesenta (60) días calendario siguientes a la fecha de ejecutoria. Artículo 12. Las entidades públicas, mixtas, privadas; los centros o institutos docentes

de enseñanza superior, técnica o tecnológica y las personas naturales que vinculen o reciban personas sin haber definido su situación militar, o que no reintegren en sus cargos, previa solicitud, a quienes terminen el servicio militar dentro de los seis (6) meses siguientes a su licénciamiento. Artículo 13. Los servidores públicos del Servicio de Reclutamiento y Control Reservas

darán estricto cumplimiento a las normas de la presente ley. Serán responsables disciplinaria, civil y penalmente cuando por acción u omisión no le dieren cumpli­ miento a la misma, sin perjuicio de las demás acciones legales que procedan.


En el mismo sentido y alcance lo serán los contratistas vinculados a dicho servicio, así como quienes por cualquier razón se relacionen con el Servicio de Recluta­ miento y Control Reservas. A rtículo 14. Quienes ostenten la categoría de desplazados por la violencia o se

encuentren cobijados por un programa de desmovilización o reinserción a la vida civil, de acuerdo con las normas vigentes, se les expedirá tarjeta provisional por el término de dos (2) años, al cabo de los cuales se les definirá su situación militar. En este evento, no pagarán la cuota de compensación militar a que se refiere el artículo 22 de la Ley 48 de 1993, ni el costo de los documentos a que se refiere el artículo 33 de la misma Ley. A rtículo 15. A medida que las circunstancias económicas, de orden público y de

defensa lo permitan, el servicio militar será voluntario y será condición indispensable para la total profesionalización de las Fuerzas Militares. Artículo 16. Quedan derogados los artículos 10, 11, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 20, 21, 36,

41, 42, 43, 44, 45, 46, 47, 48 y 63 de la Ley 48 de 1993; el artículo 111 del Decreto Ley 2150 de 1995; el artículo 13 de la Ley 418 de 1997 prorrogado y modificado por el artículo 22 de la Ley 548 de 1999 y el artículo Is de la Ley 782 de 2002; la Ley 642 de 2001 y las demás disposiciones que sean contrarias a la presente ley. A rtículo 17. La presente ley empezará a regir el l e de enero de 2004, previa su

publicación. Publíquese y Ejecútese. ♦

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Í2 6

6r¡ Otras Palabras...


Las Cortes Internacionales

de Mujeres de Colombia contra el olvido y la re-existencia 1

¿Qué son las Cortes?

d o n audiencias públicas preparadas y realizadas por las mujeres de un país, región o continente para develar las diversas formas de violencia ejercida contra ellas por las sociedades, por los estados y por los sistemas sociales. Son encuentros con un alto contenido simbólico y reflexivo, que están aportando nuevas dimensiones a la construcción y vivencia de los derechos humanos en el mundo. Son espacios sagrados en los que la voz de las mujeres es respetada no desde la victimización, sino desde el empoderamiento y el ejemplo. Un poco de historia

El sueño de las Cortes empezó en Asia, a través de la acción organizada del Concejo de los Derechos Humanos de las Mujeres Asiáticas, la ONG El Taller y otras muchas organizaciones de derechos humanos de la mujer. Las Cortes de las mujeres están tratando de definir una nueva política y un nuevo espacio para la mujer. En ellas se escuchan las voces de las víctimas y sobrevi­ vientes y se presenta su testimonio personal de violencia, en el cual la m ujer puede expresar su sufrimiento, denunciar crím enes, buscar justicia y hasta exigir compen­ sación. También se escuchan las voces de las mujeres que se resisten, que se rebelan y que se niegan a abandonar sus sueños. Se escuchan relatos de supervivencia diaria,

1

Las coordenadas del Comité de Com unicaciones de Mujeres M exicanas, respondiendo algunas solicitudes de mayor información acerca de las Cortes Internacionales de Mujeres, envían este texto a las mujeres colombianas.


escucha m ujeres y m ovim ientos que han resistido la vio len cia en sus diversas expresiones -guerras, intolerancia, étnica, fundamentalismo, esclavitud, violencia sexual, modelos económicos excluyentes, ensayos y pruebas nucleares, violencia doméstica, política...-. Escuchan las historias de supervivencia, de sus conocimientos y de su sabiduría, las cuales han sido silenciadas y ocultas. La Corte busca inventar nuevos lenguajes para nombrar los dolores y las resis­ tencias. Se relaciona lo personal con lo político, lo lógico con lo artístico, lo racional con lo afectivo. Las Cortes de M ujeres buscan escribir una historia real, creando un espacio en el cual podamos escuchar con atención las voces que surgen de su propio entorno. La prim era C orte de M ujeres se realizó en Lahora, P akistán, en diciem bre de 1992. Se enfocó en la violencia dom éstica -en la costumbre de quem ar a las mujeres por las dotes, echarles ácido en la cara, en los tales ¿crímenes de honor.7-, en la violación y en el abuso físico. La Corte de la violencia de la Guerra contra la Mujer, se efectuó en Tokio, Japón, en marzo de 1994. Se escuchó el testimonio de mujeres víctimas de las guerras en A sia desde la Segunda Guerra M undial hasta los conflictos de Vietnam y Camboya, develando violaciones y reclutam iento de mujeres para “servicios sexuales”. La Corte de Mujeres sobre la violencia contra las Dailits fue realizada en Bangalore, India, en marzo de 1994. Se creó un espacio para la víctimas de la violencia de castas. La Corte de Mujeres sobre Derechos Sexuales y Reproductivos e Ingeniería Genética se realizó en El Cairo, Egipto, en septiembre de 1994. La Corte de Mujeres sobre la Violencia del Desarrollo se realizó en Bangalore, India, en enero de 1995. Se escucharon los testimonios de mujeres desplazadas, refugiadas internas, afectadas por los reactores nucleares, campesinas despojadas de sus tierras y mujeres víctimas de la cultura del consumo. La Corte de Mujeres sobre la Trata de Blancas se realizó en Katmandu, Nepal, en junio de 1995. Su enfoque fue el tráfico de mujeres en el sur de Asia. La primera Corte de Mujeres Arabes en Beirut, Líbano, en junio de 1995, donde se escucharon testimonios de mujeres sobre las múltiples formas de violencia a que están sometidas en el mundo árabe (guerras, ocupaciones extranjeras, fundamentalismo y violencia cultural).H ablaron de su resistencia y supervivencia. Además, se esta­ bleció en Marruecos la Corte Permanente de la M ujer en el Mundo Arabe. La Corte M undial sobre la Violencia contra la M ujer en Beijinj, en septiembre de 1995, con la participación de más de cien organizaciones de derechos humanos de mujeres en todo el mundo.

1 2 8 I Qn Otras Palabras...


La Corte de Mujeres en el Pacífico en A uckland, Nueva Zelanda, en septiembre de 1999, se enfocó en las pruebas nucleares y en los derechos de propiedad. Se realizó dentro del marco del derecho fundam ental a la vida. La Corte M undial de Mujeres de Gigiri, Kenia, en junio de 1999, tuvo como tema central la violencia contra las mujeres en diversas áreas, desde el secuestro y la matanza de mujeres hasta la feminización de la pobreza. En Ciudad del Cabo, Sudáfrica, en marzo de 2001, se realizó la Corte M undial de Mujeres Contra la Guerra y para la Paz. La Corte M undial de Mujeres Cubanas Contra el Bloqueo en La Habana, Cuba, en marzo de 2002, para dejar un registro del impacto que el bloqueo económico, financiero y hum anitario ha tenido en sus vidas. Las Cortes de Mujeres comparten los siguientes objetivos:

Entender y ver “con nuevos ojos” la realidad de las diferentes formas de violencia contra la mujer en la región. Descubrir la relaciones entre las diferentes formas de violencia que le niegan a la mujer el derecho humano fundam ental de todos, el derecho a ser humano. Profundizar y analizar las raíces de la violencia contra la mujer; reconocer no sólo las diferentes formas de violencia contra la mujer y su escalada, sino también el recrudecimiento de sus formas más brutales. A gilizar el diálogo entre las m ujeres de la región, creando posibilidades de intercam bio entre los diversos grupos femeninos y organizaciones de derechos humanos en la región; fomentar la solidaridad, concretar acciones entre los diversos grupos, líderes y proponentes de la región, y, por último, promover efectivam ente los derechos humanos de la mujer. Desarrollar y profundizar los conceptos y las categorías de derechos humanos, y ampliar su alcance desde una perspectiva de género femenino. Reconocer las fortalezas y las maneras de supervivencia de las mujeres víctimas de la violencia en el diario vivir, relatadas a través de los años, espontáneam ente a nivel individual, como también colectivam ente en las comunidades. Recopilar, por medio del diálogo entre las culturas, los conocim ientos y la sabi­ duría de las mujeres de una región. Propiciar diálogos de transformación que desafíen los conceptos tradicionales, creando un nuevo tem ario y avanzando h acia una nueva generación de derechos humanos para la mujer.

Notieias (zr¡ Otras palabras

129

I


¿Por qué proponemos una C o rte Internacional de Mujeres en Colombia C ontra el O lvido y para la Re-Existencia?

, Para que no se olviden los dolores y los heroísmos de esta época trem enda. Porque Colombia necesita reconocerse a sí misma a través del testimonio directo de sus protagonistas. Porque necesitamos espacios que posibiliten que nuestras tragedias se transformen en lecciones de vida y de sentido para todos. Porque es necesario construir una memoria colectiva que nos permita pasar de ser víctimas atemorizadas a ser forjadoras de nuestra propia realidad. Porque es preciso que el mundo conozca nuestras valentías y nuestros miedos, nuestras gestas cotidianas en esta realidad vertiginosa que nos está obligando a la refundación de nuestras almas. Porque no podemos dejar que la guerra corte los hilos de la memoria que nos liga con nuestros muertos y con nuestros cantos. Porque a las testim oniantes se han de sumar los relatos, las trovas, las danzas, la poética popular de un pueblo narrándose a sí mismo. Porque las mujeres de este país alucinado que hemos tenido como segunda piel la resistencia, queremos tener la posibilidad colectiva de la re-existencia. ¿Cómo materializar la idea?

Convocamos a las m ujeres colombianas, a las que cuentan historias en los atardeceres, a las am antes y las madres, a las que se niegan a olvidar, convocamos a las viudas, a las hijas, a las locas desbordadas, a las desobedientes, a las tercas, a las indignadas, a las que agradecen cada día su pedacito de sol, a las que remiendan m edias y alas rotas... Convocamos a quienes reclam an las heridas del mundo a preparar juntas esta Corte Internacional de Mujeres. Desde ahora, discutiendo qué queremos que el mudo sepa de lo que pasa por nuestras vidas, quiénes deben estar en este proceso, con qué podemos aportar como mujeres a esta corte. Los desafíos de la C orte Internacional de Mujeres Colombianas

A las mujeres nos reclam a nada más y nada menos que crear otro orden simbó­ lico en donde pueda conectarse lo racional con lo intuitivo, lo lógico con lo lírico, lo subjetivo con lo objetivo, lo personal con lo impersonal, el caos con el orden.

130

en

Otras Palabras.,


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Noticias ¡zr¡ Otras palabras

Se trata de construir un modo propio de estar en el mundo, que pasa por el modo de vivir, amar, hablar, relacionarse, ejercer el poder. Un orden que descentre, cuestione los hegemonismos, sospeche de los absolutos, ironice las jerarquías, flexibilice las rigideces, desconfíe de las valoraciones, roles y funciones que se dan por naturales. Hacer visible lo invisible es un hecho que también nos reclam a. Por eso nos negamos al olvido y al mismo tiempo nos resistimos al rencor, esa especie de m em oria inconada, esa sombra con saña del recuerdo que im pide el flujo creativo de la vida. Nos negamos a repetir el lenguaje de los iracundos, los rictus de los fanáticos, los simulacros de los autoritarios. Pera eso está nuestra indignación simple y llana, que late en la piel y en las entrañas y que como un arco tensa sus notas y su vendaval. Queremos darle un lenguaje al sufrimiento de las m ujeres, ese brutalm ente silenciado y sofocado por el parloteo de los poderosos, manoseado por los académicos, adjetivado por las presentadoras, menospreciado por los guerreros. Debemos escarbar en el lenguaje y reconocer sus tonos, porque lo que no nos podemos perm itir es caer en esos lugares com unes con frases prestadas que no han desentrañado la hondura de nuestro dolor. Sabemos que el cam ino es la m eta y que no podemos desligar medios y fines. El proceso nos coloca en un puerto de m il búsquedas y requerim os de alianzas intensas y honestas que nos permitan demostrarnos a nosotras mismas que es posible pensar los problemas y las soluciones desde lógicas no guerreras, bipolares y simplistas. Tenemos que sacudirnos la creencia de que lo que sucede ahora va a continuar indefinidamente y despojamos de la trivialidad aparente de los determinismos. A eso es a lo que nos invita un pensamiento complejo, a ¿saber q u e todo lo im portante que su ced e en la historia o en n u estra vida es totalm en te in esp era d o? Tenemos que ser conscientes de que esta acción que estamos emprendiendo, supone elem entos aleatorios, azares y transformaciones. Que nos van a obligar a innovar perm anentem ente porque hay riesgos e incertidumbres, y justam ente eso es lo emocionante y vital de este asunto. Pero debemos tener clara nuestra decisión inicial para poder im aginar los escenarios que podrán ser modificados según el proceso y los elementos aleatorios que sobrevendrán. Necesitamos una estrategia que busque minimizar el azar, pero que también pueda utilizarlo. El Tribunal nos puede perm itir experim entar otras formas de justicia que no pasan por los formalismos, las pruebas, los términos ni las venganzas. Tenemos la oportunidad de sembrar a nuestros muertos y comprender el lenguaje cifrado de este caos que secretam ente nos propone un futuro que no está contenido en este presente.


Podemos encontramos desde los desafíos, desde esos imperativos éticos que nos ponemos a nosotras mismas y desde allí encontrar las alianzas para emprender esta gran expedición por la memoria que es a lo que nos reta el tribunal. Las invito a expresar sus desafíos, un abrazo. Adalgiza Charria. Comité de comunicaciones. ¿Quiénes convocan la C orte en Colombia?

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Consenso de Mujeres del Barco de la Paz - Colombia. El Taller/Túnez. Consejo de Derechos Humanos de Mujeres Asiáticas. (AWHRC)/India. ♦

Consenso de Mujeres del Barco

de la Paz - Colom bia C o m o penélopes rebeldes, cansadas de esperar cordura en los guerreros, guardamos el tejido y emprendimos un viaje sin bitácora preestablecida. Un grupo de mujeres colombianas de diversas experiencias de vida, afectadas por el conflicto político y social, nos reunimos en el Peace Boat (Barco de la Paz), un escenario internacional, neutral e incluyente, y decidimos dirigir nuestra propia odisea. Ubicamos como puntos cardinales las expectativas, los miedos, los silencios y la esperanza. En un barco no hay nada firme, nada estable. En el horizonte no hay puntos de referencia conocidos, sólo los imaginados. El viaje es mutación, cambio del paisaje, abandono de lo familiar, despedida de las viejas certezas, apertura a los encuentros. Inspiradas por el trópico y el mar, confirmamos el poder creador de los encuentros y las conver­ saciones. Hoy somos veinte tercas, tratando de ensayar metodologías para construir consensos en medio de la diversidad ideológica y política, y hemos logrado acuerdos en campos donde los hombres han fallado. ♦ www.embarcapazcolombia.org • embarcapaz@aol.org Teléfono: (2) 889 96 47 - Cali, Colombia

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Andrée Michel1 T raducción realizada p or D ora Isabel Díaz

Nuestro

Pacto por la Paz (Z 'ntre el 25 al 29 de noviembre del 2002, 300 mujeres colombianas represen­ tantes de 270 organizaciones realizaron el acto de auto-institución de ciudadanía, creando la “Constituyente Emancipatoria de M ujeres”, como pacto político nacional por la paz para contribuir al logro de una nación in cluyente, eq u itativa y dem o­ crática. La constitución de esta instancia nacional de deliberación fue precedida de amplios procesos regionales y sectoriales, deliberatorios y decisorios que se m ateria­ lizaron en la elección de las constituyentes y en la construcción de una “A genda de Mujeres por la Paz” pactada para luchar contra cinco grandes exclusiones que afectan a las colombianas en las siguientes áreas: Jurídica y de seguridad; Económica; Social y cultural; Territorial, rural y am biental; Política y en lo público. Esta propuesta viene siendo impulsada por “Iniciativas de Mujeres por las Paz, IMP”, uno de los diferentes procesos gestados por las colombianas en la búsqueda de la paz, el cual se inició en marzo de 2002. El 4 y 5 de julio de 2003, luego de encuentros regionales, se llevó a cabo en Bogotá, el Primer Encuentro N acional de Mujeres Constituyentes en cumplimiento del m andato de la Constituyente Em nacipatoria, en la búsqueda de resignificar y reasumir las funciones como poder soberano y primario, profundizar saberes sobre la C arta Política del 91 y desarrollar habilidades y com petencias políticas, y promover la convalidación y apropiación de la Agenda de Mujeres por la Paz. Enseguida compartimos el ovacionado mensaje de cierre, del 29 de noviembre de 2002, a la “C o n stitu y en te E m ancipatoria d e M u jere s”, presentado por Andrée Michel, feminista pacifista, quien fue una de las invitadas especiales a este importante evento del M ovim iento Social de M ujeres de Colom bia realizado en el m arco de este proceso. A ndrée es autora y coautora de varias obras, entre otras: “Citoyennes m ilitairement incorrectes”, publicada en Francia en 1999.

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Investigadora feminista de origen francés. Directora Honoraria del centro de investigaciones CN RS. Autora de innumerables artículos y publicaciones. Ha sido profesora en varias universidades extranjeras (Estados Unidos, Canadá, Argelia y Bélgica) y, entre otros, ha trabajado como consultora de varias organizaciones internacionales.


Queridas amigas, £ o s debales y las decisiones lomadas por ustedes, durante estos cuatro días de encuentro, demuestran que han logrado la revolución mental reivindicada por la Ttula ''Pacifica en su lucha p or la paz: lucha que se impone en lodo el mundo cuando las mujeres deciden salir del sistema de exclusión en que han sido mante­ nidas p or un sistema que las feministas llaman sistema patriarcal. Gsle sistema niega a las mujeres los derechos humanos, muchas veces los más elementales, en lodos los subsistemas sociales donde este reina, especialmente en la familia, la economía, la política, los medios de comunicación y la sociedad internacional. J3os derechos obtenidos p or las mujeres siempre han sido gracias a sus propias luchas. Gste sistema acepta a las mujeres en sus subsistemas sexistas siempre y cuando sean instrumentos dóciles a su política de dominación contra ellas mismas. Sfibora bien, no solamente sus discursos y decisiones en este encuentro, sino también los precedentes actos de resistencia a todas las clases de violencias civiles y militares, demuestran que ustedes se niegan a ser inslrumenlalizadas, reivindicando la dignidad como persona humana en su totalidad, así: $?/ interior de la familia patriarcal, ustedes rechazan ese rol cuando no aceplan que los hombres de la familia (padre, marido, hermano, hijo, etc.) utilicen la violencia para someterlas o para imponerles una repartición de roles y de tareas convencionales que no conviene a ustedes, o simplemente, cuando les exigen esclavitud doméstica. c Ustedes exigen, también, el control de la procreación y esta no puede realizarse sin el derecho al aborto, puesto que aún practicando el control anticonceptivo puede presentarse alguna falla. J2ei en G1 Tiempo del 23 de noviembre de 2002, que en la localidad de óan Cristóbal nacieron 630 bebés de madres entre 12 y 14 años en el año 2001, y que en Colombia, una de cada cinco adolescentes menores de 11 años ha estado embara­ zada. Gsta proporción afecta a una de cada tres adolescentes menores de 19 años -¿Cuál será el futuro de estas jóvenes madres y de sus bebés? Gs cierto que el aborto no es la única solución a este problema, pero esta posibilidad permitiría a ¡as jóvenes adolescentes que desearan tener otro porvenir diferente al de ser una madre muyjoven. Respecto a mujeres de mayor edad, son numerosas las que mueren o padecen toda la vida las consecuencias de un aborto clandestino. J2a salud de las mujeres y el bienes­ tar de la familia, exigen que ellas tengan el derecho a un aborto legal en cambio de abortos clandestinos que les mutila toda su vida.

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En el ejercicio de la política patriarcal, ustedes ban demostrado que se niegan a ser instru­ mentos pasivos que aceptan una organización o sistema que imponga injusticias sociales y económicas contra las mujeres, en el cual cualquier clase de violencia militar (provenga del Estado, las milicias, la guerrilla o los paramilitares) es la solución utilizada con mayor frecuencia para resolver cualquier tipo de conflictos. cUstedes exigen ser adoras políticas participando en los espacios de poder donde se loman las diferentes decisiones, en particular, en las negociaciones entre las parles en conflicto. c Ustedes rechazan también la razón de Estado , al exigir que los militares que ban cometido violaciones sean juzgados y castigados severamente sin importar su pertenencia (a ¡as fuerzas militares estatales, paramilitares o guerrillas llamadas revolucionarias). S?/ respecto les bago una sugerencia. Cuando ustedes vayan a negociar con el Estado colombiano, ¿por qué no presentarle un ‘'Presupuesto de las mujeres que se oponga del presupuesto del estado patriarcal, oponiendo los gastos para la promoción de las mujeres y el bienestar de la población a los gastos militares planeados por su gobierno ? Esto fu e becbo p or las feministas pacifistas americanas de la J3iga internacional de Mujeres p or la CP,'az y la J2iberlad, ellas diseñaron cuadros comparativos de los gastos asignados a cada fuerza militar (ejército, aire, marina, etc.) con los gastos que evenlualmenle podrían ser asignados a las dotaciones civiles (escuelas, hospitales, centros de salud y de información para las mujeres, vías, transportes públicos, etc.) susceptibles de mejorar la vida de las mujeres más pobres y de la población en su totalidad. En el sistema mediático patriarcal, ustedes ban demostrado a lo largo de este encuentro que rechazan ser instrumenta/izadas, no tolerando que la imagen de las mujeres sea reducida a un objeto sexualpara la propaganda del Estado o las necesidades de la publicidad. c llsledes supieron utilizar la radio y la televisión para expresar su indignación frente a una imagen pornográfica difundida por la propaganda estala! que buscaba lograr la deserción de los jóvenes combatientes de los grupos armados ilegales. ‘Tero es necesario hacer aún más. porque los periódicos no mencionaron el importante congreso en que ustedes se encuentran desde hace cuatro días, óu s luchas por la paz y contra todas las formas de violencia no deben permanecer invisibles, porque al visibilizarse ellas pueden comprometer aún más mujeres y jóvenes. ‘'Para lograr esta visibilidad, ustedes pueden invocar el articulo 19 de la ‘'Declaración 'U niversal de los derechos humanos que dice Todo el mundo tiene el derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye libertad a sostener opiniones sin interferencia y a buscar, recibir y dar información e ideas a través de todos los medios y sin consideraciones de fronteras . En consecuencia, ustedes tienen el derecho, a titulo individual o como Constituyente de Mujeres , de dar a conocer a la opinión pública sus actividades e ideas utilizando todos los medios (prensa, radio, televisión, etc.). ‘Tocaría constituir delegaciones que vayan a exigir a los directores de los medios de comunicación el respeto al ejercicio de los derechos consagrados en el artículo 19.


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Gn el mundo del sistema patriarcal internacional, ustedes ban demostrado su rechazo a aceptar pasivamente las redes de complicidad militarista creadas por los Gstados. Gn estas redes, los que tienen superávit de armas, las venden a aquellos que desean utilizarlas para arreglar los conflictos sociales y políticos que podrían ser resueltos p or otros medios diferentes a la violencia militar. U stedes rechazan este sistema y prefieren hacer un llamado a la justicia y la solidaridad internacional de aquellas y aquellos que se oponen a todas las violencias. duden en convertirse en actoras políticas en este campo: -

Haciendo el inventario de los Gstados y agencias en el mundo que venden armas a los grupos amados de su país (Estatales, milicias, paramilitares y guerrillas). Enviando militantes de la no-violencia a exigir a los embajadores que hay en Colombia de estos países vendedores de armas para que paren su comercio.

Como apoyo para estas tareas, soliciten a las redes feministas internacionales que les faciliten información sobre la venta de armas de sus respectivos países a Colombia y que intervengan ante sus Gstados para que este tráfico se suspenda. S? cambio, será muy positivo que ustedes envíen a cada una de estas redes femeninas o feministas un breve informe sobre la situación dramática en que se coloca a las mujeres y a la población colombiana en general con el incremento de armas (estadísticas sobre mujeres violadas, viudas, huérfanas y huérfanos, personas muertas, heridas, secuestradas, desplazadas, desaparecidas, prisioneras, etc.). duden en despertar las feministas del norte e interpelarlas. Sfi la muy bien estructurada red internacional de jefes de Gstados patriarcales y de militares machistas, es necesario oponer la creación de una red internacional de mujeres contra todas las violencias civiles y militares y por la paz. J2as mujeres colombianas gestadoras de la Constituyente de Mujeres son la vanguardia de este proyecto, cuya realización impedirá a la humanidad seguir hada su destrucción. ♦ Sfindrée '^Michel

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Política Nacional de Salud Sexual y Reproductiva

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'v o zr & '1 M inisterio de la P rotección

Social lanzó en febrero de este año la P olítica N acio n al de S alu d S e x u al y Reproductiva para el período 2002-2006. Tiene como objetivo m ejorar la Salud Sexual y Reproductiva y promover el ejer­ c ic io de los D erech o s S e x u a le s y Reproductivos de toda la población con especial énfasis en la reducción de los factores de vulnerabilidad y los compor­ tamientos de riesgo, el estím ulo de los factores protectores y la atención a gru­ pos con necesidades específicas.

E xplícita como principios o rie n ­ tadores de esta política, la concepción de los derechos sexuales y reproductivos como derechos hum anos; la equidad social y de género; el em poderam iento de las m ujeres y la cualificación de la dem anda; la focalización y la calidad para la prestación de los servicios. Identifica como temas prioritarios objeto de la p o lítica , la m atern id ad segura, la planificación familiar, la salud sexual y reproductiva de los y las adoles­ centes, el cáncer de cuello uterino, las infecciones de transmisión sexual inclu­ yendo VIH/SIDA y la violencia domés­ tica y sexual. Para responder a ellos, se propone la red u cció n d el em barazo adolescente, la reducción de la tasa de m ortalidad m aterna evitable, el cubri­ miento de la dem anda insatisfecha en p la n ific a c ió n fam iliar, la d e te c c ió n temprana del cáncer de cuello uterino, la prevención y atención de las infecciones de transmisión sexual, el VIH y el SIDA y la detección y atención de la violencia doméstica y sexual. ♦



Reseñas Género femenino: un ensayo autobiográfico

Florence Thomas, Aguilar, 2003. Reseña de Fernando Toledo1

_/zntes de adentrarm e en G énero Fem enino, el últim o libro de F lorence T hom as, q u iero a g ra ­ decer a la autora, y desde luego a Gustavo M auricio G arcía, editor del grupo San tillan a, que me hayan invitado esta tarde con el fin de p resen tar esta obra diría yo, en el mejor de los sentidos, sui generis. Sin embargo, creo que quien me debería presentar es Florence, quien goza de un reconocim iento y de una adm iración generalizados. No obstante es un honor estar aqu í en la m edida en que soy un convencido de que ella, y la gen te que h a trab a­ jado en el grupo M u jer y So ciedad de la U n iver­ sidad N acio nal de Colom bia, h an sido d eterm i­ nantes en un cam bio de m entalidad que, respecto de la m ujer y por extensión de otros grupos que aú n c o n tin ú an siendo ad v ertid o s com o m argi­ nales, se ha venido dando con lentitud pero con firmeza en el país. O jalá todos los colom bianos se contagiaran de la m anera de pensar y sobre todo de la forma de decir de estas m ujeres que en tie n ­ den el valor de la diversidad y que como una espe­ cie de voces am plificadas de las m inorías, en una sociedad que arrastra con dificultad los preconceptos de más de cinco mil años, se en cargan , en donde a bien tienen, de desencadenar la reflexión y ante todo de sem brar el respeto.

1 Presentación del libro Género femenino: un ensayo autobiográfico en el acto de lanzamiento en la XVI Feria Internacional del Libro de Bogotá, mayo de 2003.

A h o ra sí a lo que vinim os, a h ablar de un libro c u ya le c tu ra no dejó de so rp rend erm e a c ad a párrafo y d el c u a l mi o pin ió n tie n e u n a c ie rta d iscrep an cia con lo que dice en la c a rá tu la . Es posible que lo que voy a m anifestar plantee, en principio, las bases de un a polém ica con Florence; ya hem os tocado el tem a y, al parecer, no co in ci­ dimos plenam ente. Sin em bargo, me he propuesto convencer a la autora, a lo largo de los próximos m inutos, de que yo tengo razón. C uando recibí el libro, me encontré con un subtitulo que me des­ pertó una cierta curiosidad: después del nombre, G énero: Fem enino, com o en un juego de re trai­ m ientos en conflicto, aparece en la portada la des­ cripción en sayo au to bio gráfico qu e, con c ie rta so c a rro n e ría , se e m p e ñ a en m e n o sc a b a rle el protagonism o al retrato de una m ujer cuya atm ós­ fera, tal vez conseguida en una de esas playas nor­ m andas que h u elen a frío, trae a la m em oria los otoños que p asab a en D au v ille o en T ro uville M arcel Proust. S i bien la prim era im presión visual sugiere un ám bito novelesco, en un pensam iento, acaso insinuado por mis propias ficciones, se me ocurrió que la fotografía, el ch aquetón, el gesto de Florence, y el am biente de la portada eran, sobre todo, una justificación para el subtítulo a l cual me he referido, y que el contenido del libro se resolve­ ría en la sum atoria de experiencias de aula, o en los recuentos de conclusiones sacadas de las re­ uniones del grupo M u jer y S o cied a d . Sin haberm e adentrado todavía en la lectura, se me pasó por la cabeza entonces que podía tratarse de una obra llen a de hipótesis, de tesis respecto del feminismo, de puntos de vista o riginales y de conclusiones, no exentas del tono de una tern ura p eculiar que es h ab itual en las colum nas de Florence, las cuales dicho sea de paso, para fortuna de sus numerosos lecto res en tre los cuales me cuen to , fueron reco ­ gidas en parte, h ace dos años, en un volum en que p resen tó e ste m ism o sello e d ito ria l. En c ie rta form a no me en co n trab a d escam inad o con ese prejuicio in icial, pero la cuestión iba m ucho más


allá: si bien en Género Fem enino se resum en in n u ­ m erables puntos de vista de la auto ra respecto del tem a de la mujer, y a la vez, se esbozan p ensa­ m ientos y se dan opiniones, el contenido de n in ­ gun a m an era tran scurre de la form a que yo me h ab ía im aginado: desde la prim era página m e topé qon un clim a literario que trascen d ía el ex tra ñ a ­ m ien to típico del ensayo, en la m ed id a en que define, sin titubeos, una cuidadosa construcción de índole novelesca que, a m edida que se avanza en la lectura, no deja de asom brar por el m anejo franco y al m ismo tiem po conm ovedor de una tram a que, lín ea a lín ea, em pieza a despertar una serie de v ib racio n es que p ro ducen u n a com pli­ cidad en tre el lector, capturado sin rem edio, y la autora. Desde la prim era frase, “El a v ió n lleg ó a la h o ra ex a cta , h o ra a lem a n a ; a p e s a r d e los la tid os a ce ler a d o s d e su cora z ón , sen tía u n a ex tra ña ca lm a al v e r lo d etrá s d e la p u er ta d e vidrio", se tien e la im pre­ sión de que el tono gran dilo cuen te, y a veces un poco rebuscado de los ensayos, se escapa d efiniti­ v am en te de los a lc a n c e s de e ste te x to , cu yo contenido tien e que ver con la reconstrucción de vivencias y de momentos íntim os, sin la m enor pre­ tensión de pontificar. Por m i parte, de forma casi in stan tán ea, caí, apenas sin darm e cu en ta, en una tram pa que me estaba tendiendo la auto ra con la h abilidad de una experta en el oficio de escribir. Poco a poco me fui sum ergiendo en un relato que m e p erm itió fascin arm e a m i an to jo y q u e, al mismo tiem po, si ten ía en cu en ta los presupuestos in iciales, me llenó de asombro en la m edida en que esas prim eras páginas tien en , como ocurre con las buenas novelas, un ritm o in cesan te, una con­ dición de av en tu ra co tidian a, de esas que obligan al lector a pasar absorto las hojas, dejándose llevar apenas por la fuerza del contenido. Luego descu­ brí que allí, como suele ocurrir en los relatos de la m ejor estirpe, la autora, que para m ayor sorpresa era h asta ahora un a en sayista y no una novelista, h ab ía creado un personaje típico de las ficciones: el verdadero eje del relato . No me refiero a la protagonista que es, de nuevo por la aclaració n de la portada, la propia Florence. M e refiero a la voz q u e n o s c u e n ta u n e n c u e n t r o lle n o d e im p licacio n es en el B erlín de p rin cip ios de los n oventa, a un a narradora, que como suele ocurrir

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en buena parte de la novelas que conozco, es un ser om nisciente, que penetra los espacios del cuen ­ to p ara confabularse con la escritora en el p lan tea­ m iento de un a tram a en la cual se en tretejen las sensaciones de am bas en un panoram a contado desde la fem inidad, como era de esperarse, que a c ad a paso v a gen eran d o consideraciones más y m ás in quietan tes. D esde el principio, se tiene la sensación de que uno se está inm iscuyendo en un m undo objetivo de mujer, sin afeites, sin trucu­ lencias y sobre todo lleno de un sabor de estoicis­ mo m arcado por un a arraigada tradición de aisla­ m iento que conm ueve en cada renglón. En este punto vale la pena aclarar que, por lo general, un buen novelista suele crear en su im aginación esos p erso n ajes, a m en udo am biguos y co n m uch a frecu en cia in ex iste n te s, los n arrado res, que no suelen h acer parte de la historia y que, como si fueran dioses o diosas om nipresentes, se entrem e­ ten en todo el aco ntecer para referir los deseos, las soledades, las frustraciones y las satisfacciones de los protagonistas. En G énero Fem enino, el uso, en fem enino desde luego, de la tercera persona del sin gular a lo largo de la prim era y de la últim a p arte del relato -insisto en la denom inación de relato-, im plica por fuerza la existencia de una am a­ nuense extern a que v ierte la historia, y que lo hace con una precisión digna de un constructor de fic­ ciones de largo recorrido: esa “e lla ”, que en las prim eras páginas del libro sugiere la pregunta de si, por un truco de los diablillos que suelen abundar en las editoriales, no le h ab ían puesto una portada equivo cada a una novela, se dibuja desde el prin­ cipio como un personaje con voz propia, y con cierta com plejidad, que ha sido creado a propósito por la auto ra ta l vez p ara tam izar y enfatizar las propias experiencias que son el sujeto de la historia, pero que se revisten de una dosis de distancia, de pura ín d o le lite ra ria , gracias a la e x iste n c ia de una observadora poco o n ada com prom etida. Pero esta no es la única co in cid en cia con el gén e­ ro novelístico. A l seguir ad elan te en la lectura, se pone de presente que el relato que nos propone la auto ra está construido con numerosos ardides de novelista, que los ensayistas de suyo ignoran o des­ precian. Para comenzar, a diferencia de estos ú lti­ mos, los narradores no escogen sus tem as; escriben


sobre determ inados asuntos porque les ocurrieron ciertas cosas que, a la postre, son m atizadas por sus puntos de vista, para reelaborarlas y producir en el lector un efecto, en relación con unos espacios, con unos tiempos y con unas coordenadas p reci­ sas, y en función de unas circun stan cias dadas y de unas necesidades de expresar los recovecos de su intim idad. Por fuerza, hay que co ncluir que si en una n ovela el punto de p artida es la propia experiencia, de ninguna m anera es el de llegada, en la m edida en que en tre esos dos m om entos existe un orden narrativo que se construye con un m a te r ia l, e n b u e n a p a r te , p ro d u c to de u n a sum atoria de recuerdos y de otras elaboraciones. En G énero Fem enino, tam bién se da esa condi­ ción; los vericuetos del relato perm iten reconstruir la fisonomía de unos sucesos, de unos actores y, a la vez, explorar unos senderos de reflexión cuyas características se em piezan a revelar desde el mo­ m ento mismo en que com ienza la narración. Q u ie­ ro h acer énfasis en que a lo largo de estas notas he tenido el cuidado de h ablar de historia, de n arra­ ción, de relato y he om itido ex profeso la palabra ficción. No me cabe duda de que no hay ficción en Género Fem enino, pero la habilidad de la es­ critora reside, ante todo, en el uso acertado de las argucias del fabricante de ficciones para otorgarle toda la verosim ilitud a la reconstrucción de un episodio de su vida, del cual se vale, como si fuera una gran parábola, para expresar lo que se propo­ ne, su cuento, y que tiene que ver, antes que con sus experiencias de investigadora, con sus sensa ciones, con los pensam ientos, con los temores, y con las reflexiones de una observadora sobre el papel de la m ujer en sociedades ap aren ­ tem ente disím iles pero m ucho más p arecidas unas a otras de lo que c u alq u iera p udiera im aginar. Por otro lado, es perfectam ente lícito que la escritora, o el escritor en otros casos, alim enten sus narraciones de sus propias exp erien cias. S i, con cierta prosopopeya, se dice a veces que las m em orias son un género menor, ello, de suyo, se relaciona más con la forma que con la histo­

ria. A m enudo, el género está m arcado por una forma de escribir algo descuidada o por una suce­ sión de fechas y de episodios deshilvanados, situ a­ ción que de n ingun a m an era ocurre en G énero Fem enino. Por otra parte, es probable que quien afirm ó t a l to n te ría no h u b iera le íd o n u n c a el C o n fieso q u e h e viv id o de N eruda o El M u n d o es A n ch o y A jen o de C iro A legría. Por lo dem ás, en la n arrativa, es casi imposible dejar de exhibir rezagos de la propia vida. Borges, en su bestiario, h ab la del C atoblepas, de ese m ítico an im al que en las te n ta ­ ciones de San A ntonio de Flaubert se alim en ta de sí mismo, y que se convierte en una im agen que sirve para dem ostrar que, al fin de cuentas, la raíz de todas las historias es la ex periencia de quien las c u en ta , lo cu al un a vez m ás, me rem ite, y a en relació n con la obra que nos ocupa, a una p ráctica de escritor que en cu ad ra dentro de los más h áb i­ les procedim ientos de la n arrativa. U n a de las particularidades de G énero Fem enino tie n e que v er co n el e x tra o rd in a rio pod er de p ersu asió n de to d a la h isto ria. A l term in ar de le e rla no pude ev itar preguntarm e si se hubiera co nseguido ese n ivel de v ero sim ilitu d , casi esa com probación de los puntos de vista de la autora, a través de otra forma literaria. En este caso, la estru ctu ra de n o v ela, b uscad a ex profeso en la prim era y en la últim a parte del libro, que sólo es interrum pida d uran te unas cuan tas páginas para referirse a las e x p e rie n c ia s de la U n iv e rsid a d N acio nal, con un tono m ás m arcado de ensayo, le vien en como anillo al dedo a l énfasis que tal vez b u sc ab a F lo re n ce y qu e g u a rd a u n a e s tr e c h a r e la c ió n c o n u n poder de seducción que consigue atrap ar al lecto r y que le h ace vivir los episodios que se relatan como si él mismo fuera parte de ellos. En realid ad , el tan m anido tem a de la s e p a ra c ió n e n tre fondo y forma term ina siendo un artificio en la n arrativa, ya que lo que una n o v e la n a r ra es in s e p a ra b le de cómo lo narra, y por ello las v iven ­ cias im p lícitas en la an écd o ta de u n e n c u e n tro , co n la s descrip ­ ciones d e lu g a r e s , co n la s peri­


pecias, por ejem plo, de un v iaje en tran v ía en una ciudad desconocida y de len gua aún más desco­ nocida, con la urgen cia de co ntar las estaciones p ara sab er c u á l es e l d e stin o en el q u e deb e apearse, con la confrontación con la am ante del am an te para descubrir ese m undo com ún, y hasta cigrto punto críptico y cifrado, de mujer, tien en el objeto de otorgarle al relato un ritm o in cesan te que se transform a en un enorm e poder de co n ­ vencer. S i la prim era obligación de la lite ratu ra frente al lecto r es la de h acer creíble un a in ven ­ ción, o acaso un recuerdo, o u n episodio real, estas páginas la cum plen a cab alidad y de un a forma por dem ás s a tisfa c to ria : term in a n por re v e la r la e se n c ia m ism a de la m ujer, a trav é s de sus angustias y de sus victorias, de sus pesares, de sus silencios y de sus conflictos. H ay dos tem as que me parece conven ien te explo­ rar y cuyo m anejo en G énero Fem enino tam bién se en m arca en lo literario . Se tra ta , en prim er lugar, del espacio, o m ejor de los espacios donde transcurre la an écd o ta que d a origen al libro, a toda esa v iven cia que nos llega a través de la ó pti­ ca n eu tra de una narradora desconocida creada por la autora. La tram a ocurre en unos escenarios por definición novelescos, en la m edida en que p erm iten lev an tar un teló n de fondo p ecu liar y que resulta afortunado como m arco de esta h isto­ ria. A llí está el B erlín de la ú ltim a d écad a; un B erlín que se reconstruye después de la caíd a del m uro y que se convierte en un eufem ism o del in ­ tento de reavivar un a relació n trein ta años des­ pués de in iciad a y h asta cierto punto de olvidada. Es un m arco perfecto para las evocaciones y para traer a cuento las visiones de u n pasado que per­ m ite la configuración del personaje. En los recu er­ dos tam bién aparece la N orm andía de la post gue­ rra donde se m ezclan las pieles llenas de sal, con las brisas que em piezan a refrescar en agosto, y con la languidez de los paisajes otoñales. Y por últim o en el final del libro, se revela un París teñ i­ do por el rom anticism o de un personaje no exento d e u n a c a p a c id a d de a u to d e te rm in a c ió n qu e podría haber sido sacado de un relato existen cial, o de un a crón ica contem poránea al m ayo del 68. Pero adem ás, el paseo, a veces tran quilo y a veces vertiginoso por esos lugares, se realiza, y aq u í otro

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0n Otras Palabras..

elem en to novelístico, a través de una com para­ ción perm anente, con la m irada de una francesa, casi exiliad a por voluntad propia y en buena m edi­ da por amor, que vive en un a Bogotá caó tica y en trañ able donde el verde de los árboles oculta un otoño perm anente. El otro aspecto, tam bién litera­ rio, es el m anejo del tiempo, de un tiempo objetivo que tran scurre, en la prim era parte del libro, en un lapso de tres días, y en la últim a parte en una tarde, un a noche y un am anecer. Esos períodos en m ascaran un tiem po subjetivo que es m anejado al arbitrio del narrador, m ediante el recurso del recuerdo, de la reconstrucción de varios años, que pone de presente el transcurso de toda una vida, la de ese personaje que con toda la inform ación que va recibiendo el lector se transform a en un sujeto típico de la n arrativa. P ara co m p letar el p an o ram a, en G énero Fem e­ nino, las m etáforas y las frases descriptivas en sar­ tadas en una cad ena que va formando la cad en ­ cia de la historia, tienen el sabor de la buena litera­ tura: “los d em o n io s d e un p a sa d o in scrito e n la piel c o n los cu a les q u ería a p r en d er a c o n v iv ir ” o “Y B erlín e r a la c iu d a d a p ro p ia d a p a ra e llo : u n a ciu d a d en c o n s t r u c c i ó n - c o m o e lla -; u n a c iu d a d q u e h a b ía a g u a n ta d o -como e lla - la estu p id ez d e los h om b res, de su s g u err a s y d e su s id eología s, ca si todas a b su rd as y a b d o m in a les”. Esa ella, que es Florence, pero que hubiese podido ser cualqu ier otra puesto que la ú n ica ligazón con una posible biografía es el título del libro, se introduce en la im aginación del lector y tom a fuerza como la razón de ser de una n arra­ ción donde, como ocurre en num erosas novelas, se confunde con ese personaje desconocido que cu en ta la historia, en un ardid que hace parte de la tram a. En cualqu ier caso, esa ella, tierna, an h e­ lan te, silenciosa, a veces segura y a la vez insegura, no p arecía ser la m ism a m ujer a q u ien yo leía todas las sem an as con ad m iració n en su co lu m n a de El Tiem po, aunque jam ás me cupo duda de que e ra la m ism a p ro ta g o n is ta d e u n r e la to sobre la n avidad en R úan que me conm ovió el pasado d iciem bre. Para resumir, antes de term inar las prim eras veinte páginas del libro, h ab ía dejado de lado la pelea in tern a sobre si aquello que estaba leyendo era un ensayo autobiográfico o por el contrario se trataba


143 Malas Carmen Alborch; Aguilar, 2003. Reseña de Florence Thomas'

G arm en , te quiero decir, an te todo, que me sen tí m uy honrada y al mismo tiem po feliz dé ten er la oportunidad de conocerte y por supuesto de pre­ sen tar tu últim o libro en esta Feria In ternacional del Libro. No haré u n a presentación formal de este libro titulad o “M alas”, que C arm en nos ofrece hoy después de “So las”, su anterior libro. Sólo diré dos o tres cosas que p erm itan abrir un diálogo con ella, porque las m ujeres somos, adem ás de solas y m a la s , c h ism o sa s , y m e m u e ro de g a n a s de chism osear con C arm en. S o la s , m ala s, b ru ja s , h is té ric a s, sa n ta s, m a d res o p u ta s , son algunas de las calificaciones con las

cuales nos h an nom brado a lo largo de la historia. C uan d o no encontram os un hom bre p ara acom ­ p añ am o s, somos so las, só lita s; c u a n d o no nos conform am os al m olde p revisto p ara nosotras, somos m alas; cuando expresam os cualqu ier deseo más allá del deseo m aterno, somos brujas; cuando nos tomam os la p alabra con veh em en cia, somos histéricas, pero cuando somos abnegadas, sum isas y sobre todo silencio sas, somos san tas. M adres, super m adres, m adres devoradoras de hijos, rivales de h ija s m ad re s, c u lp a b le s , m ad res in d ig n a s, m ala s m ad res, lo h em o s sid o to d a la v id a , y c u a n d o nos q u ere m o s a le ja r d e lo esp erad o , cuando dudam os, cuando sospecham os, cuando nos empezamos a liberar de siglos de im aginarios relativ o s a la fem in id ad , no podem os ser sino m alas, pero sobre todo putas. Este excelen te ensayo de C arm en, “M alas”, trata de en co n trar la clave de m uchos de estos califica­ tivos, centrándose esta vez más específicam ente sobre el c a lific a tiv o de m alas. D igo e sta vez,

1 Presentación del libro Malas en la XVI Feria Internacional del Libro de Bogotá, mayo de 2003.

Las Mujgrgs y los Libros / ‘Rjzsjzñas

de una novela: estaba seguro de que era, sin im ­ portar si las fuentes se encontraban en la vida de la autora, un relato de gran factura que a cad a in s­ tante me traía a la m em oria ese grupo de escritoras contem poráneas que, a p artir de V irgin ia Wolf, como M arcela Serrano, C arm en Posadas, o M aruja Torres, tienen la capacidad de co nvertir lo co ti­ diano en una aven tura de reflexiones y de teorías que subrayan la posibilidad de que ex ista una n a­ rrativa fem enina, o de que por lo m enos la au to ­ d eterm in ació n contem po rán ea y afo rtun ada de la m ujer presagie una aproxim ación n ueva y feliz a la literatura. Todo lo anterior significa que en mi opinión, a pesar de la in sistencia de la auto ra en que se trata de un ensayo, este libro debería in ser­ tarse más bien en el género novelístico. Florence, acaso la protagonista de G enero fem enino, con un m anejo ágil del lenguaje, y con el uso de un a serie de argucias de escritor avezado, se recrea en la reconstrucción de un encuentro a través del cual le da un relieve especial a la forma de pensar y de sentir de una mujer, perm ite revisar la relació n entre los dos sexos y además adentrarse, como suele ocurrir con los novelistas, en una historia íntim a. No quiero finalizar sin expresarles que la lectu ra de Género Fem enino me dejó la sensación de que conocía un poco más a la m ujer desde su propia intim idad. Este libro me dio la oportunidad, que no me dieron la historia n i la cultura, de escuchar una voz fem enina que habla sin am bages desde lo m ás profundo. S e ría u n a to n te ría reco m en d ar Género Fem enino. Florence no n ecesita recom en­ dación alguna; no obstante, una vez hube term i­ nado un relato que se lee en poco tiem po y que cum ple con esa co n d ició n que se m en cio n a en El Q uijote, de que lo bueno, si breve, dos veces bueno, com encé a leerlo de nuevo. Com o cosa curiosa, S u san S o n tag en B ogotá, en la presen­ tación de su últim a novela el lunes pasado, dijo que lo literario, para ella, era esa sensación que quedaba en el lector de querer volver a leer un libro tan pronto como se term inaba. A mi al menos me o currió así, lo c u a l q u ería d ecir, m ien tras aparece la próxim a novela de Florence Thom as, que deseaba prestarle una p articular aten ció n a una voz reveladora que ya se h ab ía liberado de la desgraciada cultura del silencio. ♦


porque ya, como lo m encioné, en 1999, publicó “So las”, otro ensayo sobre el tem a de los gozos y som bras de u n a m an era de v iv ir en fem enino. M alas, es decir envidiosas, rivales, com petitivas, insoportables y chism osas... m alas h istóricam ente, porque C arm en trata de buscar los orígenes his tó­ rreos o las ex p licacio n es c u ltu ra le s de ta les ad je­ tivos que nos h an acom pañado d uran te un largo período de la historia. Su ensayo está ejem plificado por relatos, n arrativas y viejos m itos, lo que llam a e lla en uno de los capítulos del libro Los cantos m is ó g in o s , cantos que ilustran esa peste m isógina que nos tocó soportar duran te siglos. U na peste que in staló ingeniosam ente una cultura p atriarcal para m antenernos sumisas. M alas incluso entre m adres e hijas es uno de los c ap ítu lo s m ás b ello s d el lib ro y, ta l vez com o C arm en m ism a lo confiesa, uno de los m ás dolo­ rosos por lo que significa para la vid a de las m uje­ res. En ese capítulo, C arm en trata de ir al fondo del problem a, buscando las razones o cultas de ese p articular m alestar entre m adres e hijas. Sí, fue fácil para los hombres volver a las m ujeres rivales en tre ellas, ponerlas a p elear entre ellas, fácil en un tiem po en que las m ujeres no ten ían m uchas h erram ien tas para defenderse, fácil e ingenioso porque así podían conservar el poder. C laro q u e h oy estam o s d e ste jie n d o p ac ien te ­ m ente, pero sin v u elta atrás posible, los hilos de esta tram a m alévola que nos regaló m uchos estra­ gos y pocos goces. Sí, y es lo que encontram os en la segun da p arte del lib ro ... De algu n a m an era la deconstrucción o, p ara decirlo m ás sen cillam en te, el cómo, hoy día, estam os destejiendo esa tram a p atriarcal. Dos bellísim os cap ítulo s reflejan ese anhelo contem poráneo de las m ujeres: De r i v a le s a c ó m p li c e s y J u n ta s Sí, el p atriarcado está herido de m uerte. No está m uerto, pero intuim os, incluso desde Colom bia, que la h erida no sanará. Pronóstico: gan grena ase­ gurada. Tal vez con m ás velocidad en España que ahí, aún cuando no estoy tan segura de esto. Un país en gu erra com o el n uestro tien e efectos y estragos tan particulares sobre las m ujeres, que a veces creo que h a sido un factor de m ovilización de las m ujeres co lom bianas. M ovilizació n pero tam bién resistencias m uy su i g e n e r is a la guerra, y

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podría d ecirle a C arm en que en la actu alid ad , y a pesar de no haber tenido ninguna representación en las mesas de negociación de la paz, hoy, casi todos los procesos de re siste n cia p acífica a la g u e rra e s tá n lid e ra d o s por las m u jeres de las cuatro esquinas de esta nación tan adolorida. Por supuesto no es la m ejor m anera de em poderar a las m ujeres; preferiríam os lograrlo en tiempos de paz, pero la realid ad está ahí. Y antes de in iciar el d iá ­ logo con C arm en, quisiera decirle que las mujeres colom bianas hoy día son el m otor del cambio en este país, y representan en un horizonte a veces m uy oscuro, un inicio de utopía en cuanto in ca n ­ sables creadoras de estrategias para la vida. Y como dice C arm en en la introducción del libro que el sello A g u ilar lanza hoy en C olom bia, tal vez dirigido a las escépticas y a los escépticos en cu an to al cam in o que estam os reco rrien d o las m ujeres en las cu atro esquinas de este p laneta, “Al m en o s va m o s d escu b rien d o q u e m á s v a le asu m ir n u estra s m ez q u in id a d es y ex p on erla s q u e ignorarlas. H a b la r d e e lla s s u p o n e , d e e n t r a d a , u n a c i e r t a va len tía y co n tr ib u y e a q u e se d esv a n ez ca n . H ablar n o s p r o cu r a alivio, tam bién". E n to n c e s, C a r m e n , d ia lo g u em o s. Y para com en­ zar q u isiera p regu n tarte algo a c e rc a d el m ovi­ m iento de m ujeres en España. Te pregunto esto porque a veces nos sorprende desde Colom bia, en donde se tien e la m ed alla de oro en v io len cia in trafam iliar o dom éstica, las cifras españolas de hom icidios de m ujeres y de m altratos domésticos. Por supuesto, te quiero pedir el favor de hablarnos algo de ese capítulo que llam aste M a d re e h ija s y que calificaste como uno de los más difíciles de escribir y al mismo tiem po de los más dolorosos. Para un a fem inista como yo, quien no ha tenido sino hijos varones, me interesa p articularm ente tu m irada sobre la relación m adre-hija. Y finalm ente te quiero pedir el favor de hablarnos d esde la u to p ía qu e, por lo m enos p ara m í, se co nstruye poco a poco, cad a d ía, desde el patio de atrás a la plaza pública; esta utopía que nos perm ite seguir soñando con un mundo más am o­ roso, m ás pacífico , por supuesto no ex en to de c o n flic to s sin o co n m ejo res c o n flic to s, com o h u b ie r a d ic h o e l m a e stro E sta n is la o Z u le ta , L a utopía de las m ujeres, C arm en, ¿cuál es? ♦


¡Alba Lucía libre! Por el derecho al derecho

Gloria H ernández y otros, Editorial Lealon, Medellin, 2003, Prólogo de Juanita Barreto Gama

Alba Lucía: Un grito de libertad 1 Escuchar a las mujeres con seriedad no es una práctica fá d l cuando se oioe en un mundo patriarcal un mundo de «des-equifonía». como lo llama una amiga feminista ...S I mejor ejemplo de esta «des-equifonía» es el de una jooen que oa a denunciar una violación. Quienes escuchan su relato lo hacen en un contexto patriarcal que bien podemos resumir de la siguiente manera: detrás del relato de quien acaba de ser víctima en carne propia de uno de los crímenes más horrendos de cuantos existen, siempre estará presente en la mente de i'a persona que escucha -se trate de un hombre o Incluso de una mujer-, consciente o inconscientemente, la pregunta: «¿Qué habrá hecho esta mujer para que la oiolen?»... £n esto consiste exactamente la «des-equifonía»: se oye pero no se escucha. c lj por no escuchar, un caso como el de esta joven se interpreta en un contexto absolutamente patriarcal y por consiguiente ajeno a ella. Sflsí. de víctima pasa a ser culpable... Florence Thomas “G én ero F em enino. U n e n s a y o a u to b io grá fico " Bogotá, Aguilar, 2003, p. 126-127

1 Reproducción del prólogo del libro HERNÁNDEZ Torres, Gloria Estella y otros. ¡Alba Lucía libre! Por el derecho al derecho. Medellin, Editorial Lealon, 2003, p . 219.

¿/arias razones me llevaron a aceptar escribir unas palabras que actú en como presen tació n de este tra b a jo . R a z o n e s q u e co n s e g u rid a d p o d rá n convertirse en m otivos recurrentes para leer no sólo una sino varias veces las historias que tom an vid a e n estas páginas, las cuales se h an estructu­ rado de tal m an era que, qu ien tenga el libro en sus m anos, podrá leerlo aten d ien d o a la secu en cia m ism a con la cual fue construido por sus autoras o deten erse en algu n a de sus partes, porque cad a un a de ellas convoca un a dim ensión del p ensa­ m iento y de la vida que a llí se re-crea. La prim era razón la constituye m i convicción de que es necesario som eter al registro de la p alabra esc rita la h isto ria de A lb a L u cía y con e lla la historia de las profundas y sutiles resistencias a la construcción y al reconocim iento de las m ujeres como sujetos de derecho. La se g u n d a , la im p o rta n c ia de re co n o ce r las d iv ersas voces que se h icie ro n p resen tes en el devenir libre de A lb a Lucía, por su profundo signi­ ficado para el pensam iento y la acción co tidian a de m ujeres y hom bres que día a día construyen co n d icio n es p ara la realiz ació n p rá ctic a de los ideales de ju sticia e igualdad conquistados como valores en la m odernidad. La tercera, el deber ético de socializar las posibili­ dades que X im ena C astilla le otorga al ejercicio del d erech o , esa profesión qu e, com o m uch as otras, está signada por la prevalencia social e histó­ rica de la le y d el p ad re y que se h a co nstruid o en un universo sim bólico que reproduce, aún en contra de sus pretensiones, la invisibilización y el


silenciam ien to de las m ujeres. U n deber ético que o bliga a d escub rir en X im en a la c a lid a d de su saber, su cap acidad de h acer suya la p alab ra de A lb a Lucía y su sensibilidad para arm onizar en su propia voz de abogada defensora, esas voces m ú lti­ ples que concurrieron en el poder que la ley le confiere de representar a su defendida. Y la cuarta razón -an te la cual cad a quien podrá identificar m uchas otras razones ya no sólo para leer sino p ara divulgar éstas páginas y para trab ajar con ellas en diversos espacios- se co ncen tra en la n ecesid ad de descubrir el valo r d el trab ajo re a li­ zado por la Red C olom biana de M ujeres por los D erech o s S e x u a le s y R ep ro d u ctivo s, R egio n al M edellin , gestora de los procesos que hoy perm i­ ten contar la historia de A lb a Lucía. La m irada agu d a, la escu ch a aten ta , el d elica d o tacto , la cap acidad olfativa y el p articular sabor que cada un a de las m ujeres que conform an la Red le im pri­ me a ese ejercicio de construcción co lectiva de la h isto ria, h an h ech o posible que la lib ertad de A lb a Lucía sea hoy una c lara dem ostración de los efecto s co n creto s de la ac ció n m an c o m u n a d a y del trabajo solidario que las m ujeres realizan, cuando asum en su condición de m ujeres desde la co ncien cia de lo que significa ser m ujeres hoy, y desde la tom a de p osicio n es p erso n ales, so ciales y políticas frente a dich a condición. A lb a Lucía Libre es, an te todo, un lib ro que perm ite dem ostrar la n ecesidad de crear nuevos lenguajes que den cu en ta del significado especial que asum en para la historia las relaciones de soli­ d arid ad e n tre m ujeres, esas relacio n es p ara las cuales algunas corrientes del pensam iento fem i­ n ista de la d iferen cia acu ñ aro n las expresiones sororid a d , para destacar los ritm os y tonalidades e sp ec íficas de la so lid a rid a d e n tre m u je re s, y a ffid a m en to , para dar cu en ta de los procesos que concurren en el reconocim iento de la autoridad

2 Y permitámonos el “neologismo” como posibilidad de poner en circulación otros lenguajes. 3 “El caballero, la mujer y el cura”.

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Gn Otras Palabras...

fem en in a. La so ro r id a d que anim ó a la Red de D erechos Sexuales y Reproductivos de M edellin a asum ir com o propio el caso de A lba Lucía, le perm itió a ffid a r se 2 con X im ena C astilla, e in vitar a A lb a Lucía a reconocer la autoridad juríd ica que ella representa. Alba Lucía Libre es, si nos detenem os en el título que las autoras decidieron darle a este trabajo, un universo de significaciones. Por lo pronto baste decir que este nom bre es, adem ás, una expresión y un deseo. Podría ser el nuevo nom bre de su protago­ nista si cad a vez que hablam os de nuevos nombres no evocásem os con dolor el difícil cam ino que hem os reco rrid o los seres hum anos p ara ten er derecho a un nom bre. C am ino que en el caso de las m ujeres ha estado truncado por “el derecho” que en la edad m edia ten ían las fam ilias de cam ­ b iarle de nom bre de pila a las m ujeres cuando al ser entregadas como esposas recibían de sus “seño­ res m aridos” un nuevo nom bre de pila, según nos relata Georges Duby. ’ C am inos truncados tam bién por “los derechos” que en otros tiempos la ley les otorgara a los maridos sobre la persona y los bienes de las m ujeres bajo la form a de p o tes ta d m a rita l, en estrecha relación con las diversas norm as que en la h isto ria h an regido sobre los ap ellid o s de las m ujeres. Alba Lucía Libre, como expresión, podría en ten ­ derse como el grito que da cu en ta de la realiza­ ción del deseo de libertad, de em ancipación, de autonom ía, si no estuviese atado aún a las secue­ las del dolor y del sufrim iento de esos seis años de an gustia, vejám enes y privaciones y a tan tas otras atad u ras ligad as a sus co ndiciones socioeconó­ m icas, culturales y políticas en las cuales tam bién im pera la lógica de la exclusión. De a llí que sean los deseos que subyacen en cada un a de las p ala­ bras qu e co n fo rm an el títu lo , los qu e p odrán actu ar como conectores de los ideales de ju sticia y libertad que perm itieron derivar satisfacciones de esta historia y jalo n ar los aún intensos procesos de transform ación que su realización dem andan. Y aqu í me perm ito jugar con las palabras para descu­ brir en e llas los deseos que portan: en a lb a , el d eseo v e h e m e n te porque la h u m a n id a d reco­ nozca que la realización concreta de los ideales de ju sticia en cada m ujer es alborada para el ejercicio


práctico de la ju sticia social; en lu d a , los anhelos porque algún día sea posible para m ujeres y hom ­ bres lucir la condición fem enina que todos y todas portamos, y en libre, el deseo persistente porque la realizació n c o tid ian a de los sueños de lib ertad se acom pañe del aprendizaje aún n acien te de la fraternidad, la solidaridad y la sororidad. La H istoria de A lb a Lucía se va tejiendo en un en tram ado de cap ítulo s en el que se co n jugan diversos estilos, diversas m aneras de contar la h is­ toria y diversas aproxim aciones p ara su in terp re­ tación. En esa historia hay un lugar p ara la d en un ­ cia. U na den un cia presente en varios relatos que obligan a m antener viva la pregunta acerca de las razones y condiciones que reproducen y p erpe­ túan la apropiación de los cuerpos de las m ujeres; apropiación que tiene en la violación y en todas las formas y m anifestaciones de abuso sexual y de m altrato físico, las evidencias de una organización social que aún se resiste a co nden arla. U n a de­ nun cia presente en el recorrido por las in stitu cio ­ nes de salud y educación que obliga a interrogar las condiciones concretas de prestación de los ser­ vicios sociales básicos, la calidad y la calidez de la atención que brindan. U na d en un cia que da cu en ­ ta de la función legitim adora de la exclusión y de la subordinación que ejercen la Iglesia y diversas in stitu c io n e s so c iale s, c u an d o los id e a le s, los discursos y los ritu a le s se c o n v ie rten en fines en sí mismos y se d istan cian de los seres hum anos concretos, sexuados y corporizados. U n a d en u n ­ cia que, por la m anera como se construye el relato, se d istancia de la victim ización, para dar paso al d escu b rim ien to de d iv ersas o p cio n es de resis­ ten cia co n struid as por las m ujeres, a v eces de m anera silenciosa y otras veces convirtiéndose en coros, en m ovilizaciones, en convites. También hay lugar en el relato para descubrir que en la construcción de los derechos de las m ujeres, la so lid arid ad in te rn a c io n a l tam b ién c u e n ta y de m an era sign ificativa. El trab ajo tesonero de m u jeres com o In m a, Á n g e la y A d a , q u ie n e s desde España e Italia acom pañaron esta h istoria y la prolongan hoy en sus trabajos de investigación, es apenas un ejem plo de las m aneras como, reco­ nociendo la diversidad geográfica y cu ltu ral, es posible trascen der fronteras p ara ac tu alizar esa

expresió n que pusiera a circu lar h ace y a varios años la escritora y poeta n icaragüen se G ioconda B elli cuando afirm aba que la solid a rid a d in tern a ­ cio n a l es la tern u ra d e los p u eb los. M e atrevo a sentir que en cad a un a de estas pági­ nas e stá p resen te la p regu n ta que M a ría Lady Londoño form ula cuando escribe sobre “la in ju sti­ cia d e la ju s t i c i a ”, a p o yad a en d o loro sas expe­ riencias de su trabajo diario que le h a perm itido descubrir la persistencia de los obstáculos para el ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos. Esa pregunta está presente en las distintas fases del proceso jurídico de A lb a Lucía. Está presente tam bién en la descripción de los contextos en los cuales transcurre la vida de A lb a Lucía, su reclu ­ sión y su liberación, es decir, en el retorno a casa. Está presente en los rituales de solidaridad y de reparación, y se co nvierte en una p regunta o bliga­ da sobre la in ju sticia de las condiciones de vid a de am plios sectores de población que se ven o bliga­ dos a m igrar o a d esp lazarse forzo sam ente en razón de conflictos recurrentes, y sobre la rep eti­ ción de la in ju sticia en todas aquellas situaciones en donde otras A lbas y Lucías viven experiencias dolorosas de violación, de acoso y de abuso sexual, las c u a le s , co m o los d ato s lo c o n firm a n , se agudizan en escenarios de guerra. Está tam bién p resen te en la d ifícil y c o n tra d icto ria re lac ió n entre los saberes cotidianos y los conocim ientos científicos, y de modo sistem ático en la m anera p articular como los hombres y las m ujeres se sitúan fren te a dichos saberes en el m undo de la vida, en el ejercicio de sus profesiones y en el desarrollo de sus actividades científicas. Por ello, u n a le c tu ra c rític a de los conceptos em i­ tidos por los juristas que contribuyeron a condenar a A lb a Lucía a más de cuaren ta años de cárcel por un delito que no com etió, una m irada de la sospe­ ch a sobre los criterios que h an estado presentes cuan d o se tra ta de d efinir los tiem pos p ara las condenas y de calificar y tipificar los “d elito s”, un estudio aten to de los conceptos m édicos y de las co ndiciones d el ejercicio de la m ed icin a en los m unicipios en los cuales el m édico del pueblo es tam bién el m édico legista, y un detenido análisis de los d iscurso s relig io so s, e d u c a tiv o s, c u ltu ­ rales, sociológicos y m ediáticos presentes en este


proceso, se convierten en un a provocación y en un m otivo para descubrir el valor de los estudios realizados por diversas vertien tes del pensam iento fem inista que h an perm itido interrogar los saberes socialm ente construidos. A llí, la epistem ología fem inista tien e un m aterial para in dagar sobre los procesos de producción de los conocim ientos en cad a uno de estos cam pos y sobre cuán to reproducen la exclusión y la subordi­ n ac ió n tales co no cim ien to s. A llí, tam b ién h ay m aterial disponible p ara descubrir la riqueza de la argum entación que perm itió a juristas y m agis­ trados de la C orte conferir valor a las evidencias que obligaban la lib ertad de A lb a L ucía, y para reconocer el papel desem peñado por periodistas y colum nistas sensibles a las voces de las m ujeres, qu ien es a su vez rep resen tan la voz de quienes sab en que el rec o n o cim ie n to y la re a liz a c ió n de los derechos de las m ujeres, es condición sin e q ua n o n para la realización p ráctica de todos los derechos hum anos. G racias a Ju d ith , M aría de Los A n g e le s, S ara Y aneth y G loria E stella por reun ir en este libro re lato s, testim o n io s y fu en tes d o c u m e n ta le s y bibliográficas que, sin el trabajo de investigación que lo sustenta, correrían el riesgo del olvido, es decir, de la falta de m em oria que tanto juego le ha hecho a la reproducción am pliada de la violen cia y del m altrato. Nos en tregan en estas páginas un a dem ostración de las posibilidades gestadas en el encuen tro del m ovim iento fem inista, el m ovim iento so cial de m ujeres y otros m o vim ien tos so cia les p ara d ar curso a in ten sas y p ersisten tes co n v ersacio n es en tre los saberes cotidianos, los saberes científicos y la creació n artística. C o rresp on de a q u ien es ten em o s la p o sib ilid ad de leerlo, co nvertir sus contenidos en m otivo de n u evas y más in ten sas co nversacio n es que den cu en ta del poten cial transform ador y del sentido ético y político que llev a consigo incorporar una perspectiva de género al ejercicio cotidiano de las p ro fesio n es, y a to d as y c a d a u n a de la s ac tiv i­ dades de producción, circu lació n y distribución de los c o n o c im ie n to s. C o n v e rsa c io n e s e n las cu ales cad a vez ésta y todas las A lb as y Lucías del m undo logren construir su libertad. ♦

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M u je r y conflicto arm ado

Informe sobre violencia sociopolítica contra mujeres y niñas en Colombia. Tercer informe 2002. Reseña de Patricia Prieto

a M esa de Trabajo M ujer y C onflicto A rm ado, en su tercer informe, publicado en febrero de 2003, presenta en el prim er artículo un a actualizació n de los tem as del Informe an terio r respecto a las formas de violen cia contra las m ujeres y las niñas en el co ntexto del conflicto arm ado colom biano. En los artículos siguientes, analiza el im pacto del co n flicto arm ado sobre las m ujeres afrocolom b ian as e in dígenas, la d in ám ica de la v io len cia in trafam iliar en el contexto del conflicto arm ado, los efectos del conflicto arm ado urbano en la vida de las m u jeres, to m an d o el caso de M e d e llin , la v io le n c ia se x u a l c o n tra m ujeres, jó v e n e s y n iñ a s por p a rte de lo s a c to re s arm ad o s y la situ ac ió n de las m ujeres reclu id as por razones re la c io n a d a s co n el c o n flicto arm ad o . En los A nexos recoge el seguim iento hecho a las reco­ m endaciones de la R elatora Especial de N aciones U n id a s so b re v io le n c ia c o n tr a la m u je r e n Colom bia, el im pacto del refugio en la situación de las m ujeres colom bianas refugiadas, tom ando el caso de Sucum bíos, Ecuador, las den un cias de la R uta Pacífica de M ujeres sobre las violaciones p erpetradas por actores arm ados en M ed ellin en el 2002, y las norm as de conviven cia autodefensas y población civil.

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Cn Otras palabras...

El Tercer Informe es la concreción de una parte d e l p ro c e so d e la M e sa d e T rab ajo M u je r y C onflicto A rm ado, en la cual participan las v ein ti­ dós organizaciones que h an venido cooperando desde septiem bre de 2000 por in iciativ a del Insti­ tuto Latinoam ericano de Servicios Legales A lter­ n ativ o s (IL SA ) y con p resen cia en c a lid a d de observadores de la O ficina del A lto Com sionado de las N aciones U nidas para los Derechos H um a­ nos en C o lo m b ia, la O fic in a d el A lto Com isio­ nado de las N aciones U nidas para los Refugiados (A C N U R ), O ficina de las N aciones U nidas para la C o o r d in a c ió n d e A s u n to s H u m a n ita r io s (O C H A ), C onsejería en Proyectos (P C S), Terre des Hommes A lem an ia, Save the C hildren Reino U n id o y la D efensoría d el Pueblo. La M esa se propone visibilizar las m últiples violencias contra las m ujeres, jóvenes y n iñas perpetradas en el con­ texto del conflicto arm ado, para que sean conside­ radas como crím enes inadm isibles que deben ser investigados, sancionados y reparados. C onm ina al Estado colom biano para que adopte en forma in m ed iata “m edidas concretas para luch ar contra el elevad o p o rcen taje de im punidad que existe respecto a las violaciones de los derechos de la m ujer, p ara que h aga efectivas las reco m en d a­ ciones de la R elato ra E special de las N aciones U nidas sobre V iolencia contra la M ujer y de otras in stan cias internacio n ales en este sentido”. D estaca la preocupación expresada por las m uje­ res sobre la no incorporación a la vida cotidiana de los avan ces logrados en la legislación colom biana que protegen sus derechos, lo cual se traduce en el caso de quienes sufren d irectam ente los efectos d el conflicto arm ado, en una total desprotección, como lo señ alan al d ecir que “es la fuerza la que se utiliza para tram itar los conflictos” y que “no hay ley, la ley es la ley de ello s”. De igu al m an era, resalta la d ram ática situación de las niñas y las jó venes, que debería ser considerada como una prioridad del Estado y de la sociedad civil, para perm itirles “construir un proyecto de vida propio, lejos del influjo de los actores arm ados”. ♦


Familia, Género y Antropología. Desafíos y transformaciones Instituto Colombiano de Antropología e Historia, ICANH, Bogotá, 2003. Reseña de Patricia Prieto

C o m o bien lo señala P atricia Tovar a lo largo de la introducción, el libro dem uestra la im portancia de ten er en cu en ta el género en todas las áreas de la in vestigación, dado que la búsqueda de m arcos teóricos y categorías an alíticas para dar cu en ta de las experiencias diferentes de m ujeres y hombres continúa, tarea a la cu al ha contribuido en forma sustantiva la antropología fem inista “al dem ostrar por qué el e n ten d im ien to de las relacio n es de g én ero deb e ser c e n tra l en e l a n á lis is de las preguntas fundam entales en la antropología y en las cien cias so ciales” (H en rietta M oore, cita d a por P atricia T ovar). En el co ntexto de los acelerados cam bios en el orden social, político y económ ico por los cuales atraviesa Colom bia, los artículos se cen tran en el análisis de la fam ilia a partir de nuevas posiciones teó ricas y h e rram ien tas p ara su in v e stig ac ió n . Las tres secciones que conform an el libro tien en como eje com ún esta perspectiva. En la prim era, “Desafíos y transform aciones”, se discuten las teorías más relevan tes sobre el género y la fam ilia, cómo define la sociedad contem porá­ nea lo m asculino y lo fem enino, y los tratam ientos diferenciales que otorga a m ujeres y hombres como consecuencia de ello. G abriela C astellan o s abre la sección con “Sexo, género y fem inism o: tres c a te ­ gorías en pugna”, donde ex am in a los conceptos más utilizados en el tem a, las perspectivas fem i­ n istas, la s te o ría s s ic o a n a lít ic a s , las te sis d e l lenguaje y el estructuralism o. M arcela Lagarde, en “Reflexiones sobre antropología, género y fem i­ nism o”, p resen ta los tem as de m ayor discusión actu al relativos a la investigación sobre el género en antropología y la creación de nuevos paradigm as que perm itan cuestionar, identificar, visibilizar y criticar otros aspectos sociales. M ara Viveros, en

“Perspectivas latin o am erican as actu ales sobre la m asculin id ad ”, ex am in a las principales posiciones teóricas respecto a la reflexión sobre la condición m asculina, sus p rácticas y relaciones de género, su sex u alid ad , la hom osexualid ad y la crisis produ­ cida por el sida, así como la evolución de los “M e n 's S tu d ie s”. La segun d a secció n , “V io len cia y Poder”, evid en ­ cia los diferentes contextos de la violen cia: lo co ti­ diano, la casa, las relaciones am orosas, el trabajo y la calle. Jill E. Kirbin exam in a las “Redes sociales y v io len cia fam iliar en persp ectiva in te rc u ltu ra l”; P atricia Tovar, en “La fam ilia en tiempos de g u e ­ rra y la guerra dentro de la fam ilia”, p lan tea cómo la vio len cia dom éstica no puede ser analizada sin ten er en cu en ta el contexto gen eral de la socie­ dad e n térm inos de d esigu ald ad es de gén ero e inequidades sociales más am plias, y com pletan esta sección Saydi Núñez con “¿V íctim as o victim arías? M u je re s d e lin c u e n te s en B ogo tá, 1 9 5 0 -1 9 6 0 ”, y M a ría E ugenia V ásquez, au to ra de “V iudez y estigm a: efectos de la vio len cia p olítica en fam i­ lias insurgentes”, quien se co ncen tra en los estig­ m as que sufren las m ujeres excom batientes que han perdido a sus com pañeros. La tercera sección, “Fam ilias en transición”, in icia con el últim o a rtíc u lo de V irgin ia G utiérrez de P ineda, a cuya m em oria está d ed icad o el libro. “F am ilia ayer y hoy” sintetiza los cam bios en la fam ilia colom biana en los últim os 30 años y pre­ sen ta varias definicio n es sobre las in stitu cio n es dom ésticas y tipologías fam iliares que ap lican a la situ ac ió n a c tu a l de la fam ilia. P atric ia V ila de P ineda y Doris Rojas, en “Las m ujeres antes de la c o n q u is ta ”, e x a m in a n lo s ro le s d e la m u je r prehispánica a p artir de los cronistas y la arqueolo­ g ía , e n ta n to q u e M a rta C a rd o n a López, en “G énero, m ujer y fem inidad en los yukunas de la A m a z o n ia c o lo m b ia n a ”, y L ig ia T e r e s in h a L .Sim onian, en “R eflexiones sobre la fam ilia en la fro n tera am az ó n ic a: id e a liz a c io n e s, co n trad ic­ ciones y ten d en cias ac tu ales”, m uestran los trab a­ jos sobre fam ilia en el Am azonas, ligados a los m o­ m entos m ás im portantes de sus transform aciones económ icas y sociales, su p articipación en las dife­ rentes econom ías extractiv as y en sus efectos en el m edio am biente y en las políticas globales. ♦


La infancia violada

Before the knife (Antes del cuchillo)1 Carolyn Slaughter. Reseña de Donata Righetti

Carolyn (3laughter es inglesa y psicoanalista. S? los cincuenta años se alreoió a reoelar las tribulaciones de su infancia en el Sfifrica aún colonial, que incluyen el abuso sexual de que la hizo objeto supadre, en el libro cBefore the knife (Sfintes del cuchillo). íReproducimos la reseña que htzo 'Donata cRighetti para II Corriere dalla óera . traducida por cPiera Oria, de la jQibrería de la cMujer Argentina.

1 R eseñ a to m ad a del Diario La República, Montevideo, junio 22 de 2002, www.geocities.com/ rima web.

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0r¡ Otras palabras...

y a o es por desesperado pudor ni por un a in ven ­ cible n ecesid ad de tom ar d ista n cia de aquellos recuerdos. C arolyn Slau gh ter cuen ta los estupros por parte del padre cuando era una n iñ a de seis años de la m ism a m anera en que ha sido obligada a vivirlos: envolviéndolos en la indeterm inación, transform ándolos casi en am nesia, en un saber privado de co n cien cia “p o rq u e s e tra ta b a d e u n a rea lid a d in d ecib le, es decir, q u e n o p od ía s e r dicha". En ‘Before th e k n ife ’, este libro suyo, n ítid o y atrap an te, la escritora inglesa de cin cu en ta años, quien ha conservado los póm ulos altos y la m irada clara de cuando era una n iña, afronta ex p lícita­ m ente la vio len cia que h a desgarrado su existen ­ cia solam ente en el prólogo y después en el últim o capítulo. Por más de doscientas páginas, la única protagonista es la soledad rebelde de una m uchac h ita b ritán ica en el A frica de las últim as colonias. A com paña a los lectores con esta introducción: “M e s u ce d ió a m í, p e r o n os g o lp e ó a todos: m i m a d re, m i p a d re, m is h erm a n a s y y o . N os resq u eb ra ja m os to d o s b a jo a q u e l h o r r o r y to d o s h em o s in te n ta d o fin g ir q u e n o había n in gú n h orror. El m o m en to en q u e to d o ca m b ió le g ó la n o c h e e n q u e m i p a d re m e estu p ró p o r p rim era v e z ”• Después ningún aullido, sino el silencio. El silencio de una infancia violada, inmersa en el esplendor del paisaje africano al que la niña se aferró com o ú n ic a posib ilid ad de co nsuelo : “A m aba a q u el p a isa je c o n u n a p a sión sim ilar al éx ta­ sis religioso. A llá a fu er a e n la sa b a n a p od ía p erd erm e, d e s v a n e c e r en la a r e n a ”. Y olvidar el infierno. El p a d r e , f u n c io n a r io d e l im p e rio , h o m b re p rep o ten te e iracu nd o cuya rab ia explo tab a de improviso con patadas y gritos contra los sirvientes. La m adre, siem pre lista a recibir los b ou q u et de flores cuan d o se festejab a el cum pleaños de la reina, a preparar cenas excelen tes para dignatarios de v isita, a b ailar con una especie de sonrisa deses­ p erada y a a trin c h e ra rse en el do rm ito rio con interm inables m alestares.


155 Vivir, pese a todo

La niña de entonces creció entre la depresión y el m iedo de estar loca. De todos modos, viviendo, tornándose escritora y publicando nueve novelas. "D espués, h a ce u n a d e ce n a d e a ñ os, d e jé d e escrib ir: a n tes d eb ía e n te n d e r p o r q u é en m is h istorias siem p re h abía sa n gre y en ga ñ o s. H asta q u e a flo ró co m p leta m e n te la verd a d " . Es estrem ecedor com prender que los estupros continuaron en el culpable silencio fam iliar h asta que, a los doce años C arolyn fue e n v iad a al co legio . Por e lla , q u ien desde h ace tiem po vive en P rin ceto n y q u ie n , trab ajan d o com o p sic o an alista ay u d a a o tras v íctim as de traum as y violencias, no se em pecina en las acusa­ ciones. S in em bargo, la m o n struo sidad qu e la golpeó durante tanto tiem po h a sido acallad a por la p erso n as qu e le e ran m ás q u erid a s. Por la h erm an a mayor, con qu ien co m partía el dorm i­ torio y que de noche fingía estar durm iendo. Por la m adre, quien cuando vio a la h ija de seis años con el pijam a am arillo de conejitos em papado en sangre sufrió un a crisis h istérica que la dejó sin respiro, trastornada, furiosa. “Me g ritó q u e n o c o n ­ tara n u n ca m ás sem eja n tes m en tira s. D espu és m e lle­ v ó a u n m é d ico q u e m e co s ió sin a n es te sia p o rq u e tota l los n iñ os a llí n o s ie n te n n a d a ”. D esde aqu el m om ento, el incesto, brutal, repetido, es apartado, se v uelve en invio lab le secreto de fam ilia. Y es im previsible la tern ura con la que ah o ra la escri­ tora justifica la reticen cia de la m adre: “N o habría p od id o co m p o rta rse d e otra m a n era . Si h u b iera h a ­ blado, habría sid o ob liga d a a irse p e r o n o ten ía n in ­ g ú n lu ga r a d o n d e ir. Por ella sien to p e n a y a fe cto . Ni siq u iera m i h erm a n a esta b a e n co n d icio n es d e e le g ir ”. Los padres de Carolyn m urieron hace muchos años, tam b ién la h erm an a m en or m urió, q u ed an los retratos de aqu ella que p arecía una herm osa fam i­ lia inglesa, com puesta, sonriente, con el trasfondo de un universo privilegiado y protegido. A llí están las fotos de la m adre con el flequillo rígido a m edia frente, los púdicos trajes de noche, las h ijas con la expresió n o b ed ien te, y a lo lejos los dom ésticos, el cocinero, las cam areras, el chofer. “H e p o d id o e s c r ib ir la v e r d a d s ó lo c u a n d o m e s e n t í n e u tr a l, c a r en te d e o d io y d e ren cor. N o ha sid o u n a fo r m a de terapia. Estaba y a b a sta n te d ista n cia d a ”.

F uera del libro, en la vid a de Slaughter, está el regreso a In g la te rra , la c a p a c id ad de vivir, de todos modos, los tres m atrim onios, los cuatro hijos, la m udanza a N ueva York. A su A frica am adísim a, en aquel desierto de K alahari, paisaje que m ila­ grosam ente la protegió, volvió por prim era vez a los trein ta años. “Q u ed é s o rp ren d id a p o r la cla rid a d c o n la q u e r e c o n o c ía los lu ga res, los ex teriores, m ien tra s n o ten ía m ás m em o ria d e los in terio res d e las ca sa s d o n d e h a b ía m os vivid o. Las h a b ita cio n es las r e c o r ­ d a b a tod a s n egra s, o s c u r a s ”. Los abusos sexuales en el libro son sistem atizados en pocos ren glo n es com o n o tic ia de c ró n ic a : “H e q u e r i d o c o n t r a s t a r c u a l q u i e r t e n d e n c i a v o y erística . En la g e n t e h a y u n a a ctitu d a m b iv a len te a p r o p ó s ito d e las v io le n c ia s h a cía los n iñ o s: e stá a terroriz a d a y al m ism o tiem p o q u iere c o n o c e r tod os los p osib les d e ta lles ”. ‘Before the k n ife ’ es el títu lo en inglés de este libro. El cuch illo es aqu el con el cu al C arolyn niña in te n tó m a ta r a su p ad re d u ra n te u n a de sus visitas nocturnas. Los lugares de la infancia desvastada de C arolyn S la u g h te r cam b iaro n de nom bre, el B ech uan alan d , la Rodesia, h an sido borrados de los m apas, a sí como fue borrada la arro gan cia co lo n ialista. U n mundo desaparecido del cual, por suerte, algo queda. Las garzas reales blancas sobre las aguas c u b ie rta s por los lirio s d e l río T h a m a la k a n e m , el claro de lun a sobre los pimpollos de acacia, el d e sie rto in u n d a d o de luz p la te a d a . Todó eso, por suerte, todavía está. ♦

Las Mujizrgs y los Libro» / ‘R.izsgñas

El silencio familiar

el !

V


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