Revista en otras palabras No 13 14 Mujeres globalizacion y derechos humanos

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EN OTRAS PALABRAS,-.-,-

G r u p o M u je r y Socieda d, Escuela de E stu d io s d e G é n e r o d e la U n iv e rs id a d N a c io n a l d e C o lo m b ia , C o r p o r a c ió n C a sa de la M u je r d e B o g o ta

Bogotá, Colombia, enero-diciembre de 2004

Mujeres, GL0BALÍZACÍ0N vj 4 ¿lechos huMMOS


¡CONOZCA Y EXIJA SUS DERECHOS!

DECLARACIÓN DE LOS DERECHOS DE LAS MUJERES Y LA CIUDADANA OLIMPIA DE GOUGES FRANCIA -1791

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8

82

índice

9

126

150

¿Hacia una economía feminista de la sospecha? Amaia Pérez Orozco

32

Las mujeres y la globalización ¿oportunidad o amenaza? Cecilia López Montaño

36

Mujeres, trabajo y tecnología en la economía global Luz Gabriela Arango

44

El reconocimiento de la productividad doméstica, un paso hacia la inclusión Carmenza Saldías

53

Dimensiones político-culturales de la globalización: paradojas y desafíos para el avance en la equidad de género Nohema Hernández Guevara

67

Semblanza: sobre mi obra Nathalia Mendieta

68

Poesía Ángela Figuera Aymerich / Piedad Morales / Gioconda Belli

73

Cuentos Andrea Maturana / Viviana Mellet

83

Globalización, pobreza y mujeres rurales en América Latina María Adelaida Farah

94

Implicaciones del desmonte del Estado Social de Derecho en la vida de las mujeres Myriam Stella Pérez Gallo

108

Impactos del ALCA en la vida de las mujeres Olga Amparo Sánchez G. y Clara Elena Cardona T.

Portada: Asfalto floral T écn ica m ixta sobre papel, 2003 Obra de N athalia Mendieta


D IR E C T O R A

EN O TRA S

Florence Thom as C O M IT É E D IT O R IA L

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Juanita Barreto Gama, Clara Elena Cardona T., Dora Isabel Díaz, Nohema Hernández G., Zully Moreno Villamizar, Patricia Prieto, Maria Eugenia Sánchez y Florence Thom as

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es una publicación

especializada editada por el Grupo Mujer y Sociedad, la Escuela de Estudios de Género de la Universidad Nacional de Colombia y la Corporación Casa de la Mujer de Bogotá. Las opiniones expresadas en la revista

CO LABO RA D O RAS

son responsabilidad de las autoras. Los artículos pueden

Luz Gabriela Arango, Verónica Barreto Riveros, Clara Elena Cardona T., Maria Adelaida Farah, Angela Figuera Aymerich, Nohema Hernández G., Yolanda López Díaz, Cecilia López Mon taño, Lola G. Luna, Piedad Morales, Amaia Pérez Orozco, Myriam Stella Pérez Gallo, Patricia Prieto, María Himelda Ramirez, Carmenza Saldías, Olga Amparo Sánchez G. y Florence Thom as p

ser reproducidos citando la fuente.

IL U S T R A C IO N E S Nathalia Mendieta D IS E Ñ O Y D IA G R A M A C IÓ N Soraya Tobón soray a_tob on @ etb .net.co IM P R E S IÓ N Universidad N acional de Colombia U N IB IB L O S dirunibiblo_bog@ unal.edu.co

físfe número fue en parle financiado por

A D M IN IS T R A C IÓ N , C IR C U L A C IÓ N Y P U B L IC ID A D Verónica Barreto Riveros y Zully Moreno Villamizar Horario de atención: Lunes, miércoles y viernes de 8 a.m. a 12 m. Martes y jueves de 1 p.m. a 5 p.m. Escuela de Estudios de Género Unidad Camilo Torres - Bloque B6 • Oficina 609 Universidad N acional de Colombia Tel. 0571 - 316 5000 ext. 18614 • Bogotá D.C. enotraspalabras@ hotm ail.com D IS T R IB U C IÓ N Siglo del Hombre Editores Cra. 32 No. 2 5 -4 6 • Bogotá D.C. Tel. 0571 - 3 3 7 7700 Para la composición de esta revista se utilizaron caracteres Goudy Old Style BT, Humanist 521 B T y Phyllis

ISSN: 0122-9613

EN O T R A S PA LA BRA S Cra. 50 No. 27-70 Escuela de Estudios de Género Unidad Camilo Torres Bloque B6 • Oficina 609 Universidad Nacional de Colombia Tel. 0571 - 3 1 6 5000 ext. 18614 Bogotá, Colombia enotraspalabras@hotmail.com

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FEDERACION INTERNACIONAL DE REVISTAS CULTURALES

Esta revista es miembro de la Asociación de Revistas Culturales Colombianas

2

Gn o/ras palabras.


Editorial

1

Tenemos que hacer horas extras hasta media noche para tener unos ingresos decentes. fifi

-

m á :'i

Me da miedo tener hijos porque no podré mantenerlos.

N ong, 2 6 años. C ose ropa interior para V icto ria s S e cre t en Tailandia.'

La globalización es un fenómeno

económico, social,

político y especialmente cultural, que tiene como princi­ pales objetivos lograr la libertad de com ercio, impo­ niendo la desaparición de políticas comerciales protec­ cionistas, elim inando las trabas adm inistrativas a la importación y suprimiendo las barreras a la circulación de capitales. En los niveles locales, supone la privatización de la economía, liberalizándola y recortando el gasto pú­ blico en cuestiones sociales, con la fórmula de aumentar los gravámenes para solventar el déficit fiscal. La situación de nuestros países a finales del siglo X X y comienzos del XXI, muestra que en el largo plazo han prevalecido más las malas que las buenas respuestas al dilema del desarrollo en el mundo global.

(1)

Por la complejidad e importancia de la temática, el comité editorial de la revista En otras palabras..., presenta esta edición especial que integra los números 13 y 14-

(2)

Entrevista de Oxfam, 3 de julio de 2003.


En este contexto las reformas en nuestra región han tenido como eje la inserción incondicional en el orden global, arrojando resultados negativos como la tasa de crecimiento en los últimos años, el aumento de la pobreza y de la marginalidad y el incremento en la concentración de la riqueza y del ingreso. Con excepción de Africa, América Latina es la región con el peor comportamiento para los principales indicadores del desarrollo social, en tanto las respuestas actuales a la globalización no son consistentes con el desarrollo sostenible ni con la construcción de Estados Sociales de Derecho, en donde hombres y mujeres puedan realizar plenamente su ciudadanía. Como cualquier fenóm eno, la globalización impacta de manera diferente a hombres y a mujeres; esta afectación está condicionada por la vulnerabilidad a la pobreza, la exclusión y la inequidad, y a las habilidades o limitaciones asociadas con uno u otro sexo por su socialización y por la formación o capacitación de éstos y éstas. Claramente lo observamos en las políticas nacionales de ajuste fiscal puesto que los recortes en el gasto social recaen de manera especial sobre las mujeres como lo han documentado diversos estudios sobre los efectos de los ajustes estructurales. Por lo tanto es necesario analizar el fenómeno de la globalización de manera diferencial según géneros, reconociendo los aportes de diversas vertientes del pensamiento feminista para develar la construcción dual de la sociedad que considera la esfera pública como primordial y masculina por cuanto abarca el ámbito de la producción, de la política y de la vida social, y la esfera privada como secundaria y femenina en tanto abarca la vida doméstica y de los cuidados. Asimismo es necesario constatar que el fortalecimiento del poder patriarcal sobre lo económico y lo cultural determina las relaciones entre hombres y mujeres y entre ciudadanos y ciudadanas y el Estado y es responsable de las condiciones de desigualdad entre mujeres y hombres que se exacerban según la clase social, la ubicación geográfica, la edad, la etnia y las condiciones de discapacidad, entre otras, y de manera especial develar cómo las políticas públicas para las mujeres son las que más recortes han sufrido en este proceso de conversión de las economías al neoliberalismo. Este análisis nos permite concluir que las transformaciones económicas, la globalización y el neoliberalismo representan para las mujeres, entre otras cosas, un increm ento importante del trabajo doméstico en horas de atención y cuidado; más horas de trabajo en el mundo laboral, mano de obra barata y sin condiciones laborales dignas; concentración en trabajos de poca calidad para los que se requiere poca calificación, consecuencia del menor acceso que suelen tener a la capacitación. El modelo condena a las mujeres a la dependencia económ ica, ya que la remune­ ración que perciben está por debajo de lo que es necesario para tener una vida económicamente independiente. Las mujeres se debaten actualmente en el dilema de obtener un trabajo, aun en condiciones laborales indignas, y obtener algunos ingresos que les permitan solventar sus necesidades básicas, o permanecer en la pobreza y la exclusión.

4

£n oirás palabras.


A partir de la anterior reflexión y en contextos de globalización mundial, en donde las mujeres reciben los mayores impactos negativos en sus vidas, sus cuerpos y sus derechos, los movimientos feministas y las organizaciones de mujeres tienen varios retos. Primero, visibilizar el papel que juegan las mujeres en las políticas neoliberales y en las teorías y discursos que las legitiman. Un papel que se ocultó tanto en los discursos oficiales como en los discursos más críticos. Segundo, replantearse cómo los movimientos feministas conducen su lucha política y emancipadora a abordar los temas de la globalización económica, social, cultural y política. Elemento que no puede ser secundario para el feminismo, de la misma forma que la subordinación de las mujeres no puede ser algo ajeno a la lucha contra la globalización. Por último, generar procesos que permitan expresar no sólo los efectos de la globalización sobre las mujeres, sino develar cómo ésta tiene que ver con la vida cotidiana, en sus relaciones con los varones, con la sociedad y con el Estado. Son muchas las teorizaciones que se han realizado por parte de las feministas acerca del tema de la globalización y sus impactos en la vida de las mujeres, sus cuerpos y sus derechos, análisis que abarcan el abanico global y latinoamericano. Para el caso colombiano, el proceso está en construcción; aún es largo el camino que el movimiento feminista y las organizaciones de mujeres deben recorrer en la investigación, el análisis y el debate de este fenómeno y sus impactos en los derechos humanos de las mujeres y en el desmonte del Estado Social de Derecho. Quedan muchos aspectos por reflexionar acerca del impacto de la globalización en la vida de las mujeres: la emigración femenina a países fronterizos para trabajar en maquilas y cosechas; la prostitución que ha sido “globalizada” por las mafias de trata de personas; la pérdida de acceso a la propiedad por parte de las mujeres; la violencia contra las mujeres y las afectaciones en su autonomía y sus derechos, entre otros. La revista En otras palabras... quiere contribuir con este número especial de Mujeres, globalización y derechos humanos a la lucha del movimiento social y de las organi­ zaciones de mujeres en Colombia. El análisis y la reflexión nos conducen a la elección de estrategias claras y certe­ ras, a la definición de políticas y programas, y a la bús­ queda de consenso de encuentros, sentim ientos y uto­ pías respetando las diferencias que nos constituyen. La complejidad de la globalización y sus impactos se aborda en esta edición, desde dimensiones políticas, económicas, culturales, éticas y teóricas. Cada una de ellas es el resultado de la vivencia profesional y cotidiana de sus autoras, de su desarrollo investigativo y profesional, y desde la mirada feminista de sus análisis.


R eh a cien d o saberes muestra las interrelaciones entre las elaboraciones de la teoría feminista, la economía feminista y la profunda conexión e integración entre ambas y el patriarcado. Tal como lo expresa la española Amaia Pérez Orozco, en su artículo ¿Hacia una economía feminista de la sospe­ cha.7, afirmando que “si una sospecha inicial llevó a descubrir el androcentrismo del pensamiento económico, este espíritu de desconfianza no puede desaparecer de la economía feminista”... ésta desconfianza genera la reflexión de la presente edición especial, donde se busca analizar, desde las subjetividades individuales y colectivas hasta las diversas esferas económicas, pasando por los hogares, los procesos de reproducción, ejecución y creación de los sistemas de ordenación social a través de las estructuras económicas. Desde este análisis, las colombianas Cecilia López, Luz Gabriela Arango, Carmenza Saldías y Nohema Hernández, hacen una aproximación a los impactos que las mujeres latinoamericanas han recibido del modelo económ ico neoliberal, de la internacionalización de la economía y de la globalización de la cultura; análisis que nos adentran en la dimensión internacional del trabajo, de la feminización de la pobreza, de la explotación y la integración económ ica, de los nuevos “modelos” de producción y de las nuevas cadenas de subcontratación ligadas al trabajo industrial a domicilio. Estas teóricas colombianas abordan el tema desde la importancia del trabajo de la reproducción social que permanece invisible, no remunerado y excluido de las cuentas nacionales y la “economía del cuidado”, así como el trabajo doméstico de las mujeres. El 1Dossier introduce áreas temáticas de análisis que visibilizan de manera específica los impactos de la globalización en la vida de las mujeres y sus derechos, y en especial cómo éstas, para el caso colombiano, son herramientas importantes en el desmonte sistemá­ tico del Estado Social de Derecho y en consecuencia de las políticas públicas para las mujeres. María Adelaida Farah en su artículo Globalización, pobreza y mujeres rurales en A m érica Latina pregunta por qué la globalización ha conducido más a una homogenización que no significa para nada equidad, a lo cual responde que no es sólo la globalización la que genera efectos perversos, sino la forma como se ha insertado en las economías y políticas nacionales y regionales, concluyendo que es necesario modificar la manera como se hace y como se piensa ésta. Las propuestas de integración económ ica global, como los tratados de libre comercio, son temas recurrentes en el discurso político y económico actual. Lo que no se expresa acerca de ellos, son los efectos devastadores en la vida de ciudadanos y ciudadanas. El artículo elaborado por Olga Amparo Sánchez y Clara Elena Cardona, de la Casa de la Mujer, nos muestra esos efectos, abor­ dando el análisis del A LC A desde la perspectiva feminista de los derechos humanos de las mujeres

6

£ n otras palabras.


en el contexto de la globalización, la situación de sus derechos económicos, sociales y culturales y el fenómeno de la feminización de la pobreza. El análisis se orienta a aspectos importantes para las mujeres como el empleo, el trabajo doméstico, la salud y la educación. Finalmente, nos muestran cómo uno de los mecanismos desarrollados por la globalización, las maquilas, se constituyen en uno de los poderosos instrumentos en contra de los derechos laborales de las mujeres. Uno de los grandes impactos del modelo neoliberal, para el caso colombiano, viene signifi­ cando el desmonte paulatino del Estado Social de Derecho, situación que repercute de manera diferencial en las mujeres, tanto en la calidad de las políticas como en los recursos institucionales y económicos que se destinan para la ejecución de dichas políticas. Es así como Myriam Pérez Gallo presenta su artículo a partir de la reflexión histórica de la construcción del Estado Social de Derecho en nuestro país, desde la dimensión política, social y económica y el significado de este desmonte con el diseño e implementación de políticas públicas para las mujeres que sean verda­ deras garantes de sus derechos humanos. Como es costumbre, óueños, imágenes y símbolos reconoce el arte femenino y para esta edición especial se ha invitado a la pintora Nathalia Mendieta quien desde su propuesta abstracta, ilustra las páginas de la revista.Como otra expresión del campo estético, Angela Figuera, Gioconda Belli y la colombiana Piedad Morales nos entregan algunas de sus poesías. Igualmente, Andrea Maturana y Viviana Mellet nos recrean con sus cuentos. Las d o l i d a s en oirás p a la b ra s recogen algunos de los eventos importantes para el movi­ miento social de mujeres tales como el aniversario de los cincuenta años del voto femenino, la mención otorgada por el Gobierno francés a la Ruta Pacífica de las Mujeres, el Encuentro Interna­ cional de Mujeres contra la Guerra y la Campaña por la Convención Interam ericana por los Derechos Sexuales y Reproductivos. Igualmente, se reseña el papel desempeñado por las mujeres en el Foro Social Mundial en Bombay. Finalmente, en (3 as mujeres y los libros se presentan las reseñas de Los movimientos de mujeres en A m érica Latina y la renovación de la historia política, de Lola Luna, reseñado por María Himelda Ramírez; G uerra y paz en Colombia. Miradas de mujer, de Carmiña Navia, libro que obtuvo el Premio Casa de las Am éricas, y el Informe Com ercio con Justicia, de Oxfam (del cual algunos de sus apartes se encuentran a lo largo de la revista) reseñados por Patricia Prieto, textos todos publicados reciente­ mente. Asimismo encontramos la presentación del libro El espejo roto, del antropólogo Elias Sevilla y su equipo, realizada por Florence Thomas. ♦ •


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Bogotái¡n ¡ndiferenda


(Rehaciendo saberes


A m a ia P ér ez O r o z c o Becaria predoctoral en el Departamento de Economía Aplicada I Universitat Complutense de Madrid

¿Hacia una economía

feminista ? de la sospecha ♦ I. Introducción La teoría feminista

experimentó un fuerte impulso

a finales de la década de los sesenta con la denominada segunda ola del feminismo. A partir de ese momento, su evolución ha sido constante.1 El estudio económico se ha visto influenciado por dicha teoría, dando lugar al surgi­ miento de la llamada economía feminista. Puede decirse que esta corriente nació de una sospecha que Amorós, refiriéndose a otra rama del conocimiento, formula en los siguientes términos: “Constatar el hecho de que la filo­ sofía la han hecho los hombres y, básicamente, la siguen haciendo, es una trivialidad, pero, como ocurre con todas las trivialidades en este terreno, habría que partir de la sospecha de que es significativo” (Amorós, 1985). De aquí surgió una inquietud que se ha traducido — y se sigue

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La teoría y la práctica política feminista han ido estrechamente unidas. Aunque el actual texto sólo preste atención a la primera, esto no debe ser interpretado como una minusvaloración de la segunda, sino como una limitación del docum ento.


traduciendo— en una constante revisión de las corrientes de pensamiento mayoritarias, descu­ briéndose en ellas numerosos sesgos androcéntricos en todos los niveles: descriptivo, explicativo e ideológico. Tras este descubrimiento se impone la necesidad de rescribir la teoría económica, eliminando dichos sesgos e incorporando los avances teóricos feministas. Es esta reformulación de la economía y su nexo con la teoría feminista la que pretende mostrarse en el actual texto. En él se intenta dar una imagen de cómo la economía feminista va incorporando, con mayor o menor prontitud y acierto, los avances teóricos. El planteamiento mismo del documento parte de la creencia en la interdisciplinariedad y en la necesidad de una base teórica feminista para poder hacer cualquier ejercicio de economía feminista coherente. El análisis se centra en dos momentos fundamentales: en primer lugar, en los desarrollos que tuvieron lugar alrededor de la década de los setenta, cuando comienzan a formarse los conceptos de género y patriarcado, y se plantea el dilema de las relaciones de este último sistema con el capita­ lismo. A continuación, se pasa a hablar de propuestas más actuales, elaboradas a medida que se da una crítica de aquellos conceptos iniciales y se formulan nuevas ideas acerca de los sistemas de opresión. El conjunto del análisis gira, por tanto, en torno a un eje crucial — la evolución del concepto de género— a partir del cual se modifican otras teorizaciones feministas que, a su vez, conllevan cambios en la esfera del pensamiento económico (feminista).

La denominada segunda ola del feminismo, que inició a 2. Primeras finales de la década de los sesenta, se toma como referen­ construcciones en cia de un renovado interés por la opresión de la mujer.2 torno al género Se constata la existencia de un sistema de política sexual en el que las mujeres se encuentran dominadas por los hombres en todos los ámbitos de sus vidas (Millet, 1969). A dicho sistema pasa a denom inársele patriarcado.3 Además, se observa que dicho sistema opera en todas las sociedades conocidas, es, por tanto, universal. Simul­ táneam ente, Sim one de Beauvoir (1968) realiza una adaptación fem inista del recién creado concepto de género para referirse a la asignación cultural de un estatus político, un papel social y un temperamento sicológico a hombres y mujeres en función de su sexo: “la mujer no

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Hablamos deliberadamente en términos de oposición binaria la mujer / el hombre y de colectivos coherentes (reducción del colectivo mujeres a la imagen de “la mujer”) ya que las formulaciones por esta época se realizan en

(3)

Concepto previamente utilizado por la antropología para referirse a sociedades con estrictos sistemas de parentesco en los que se unía una jerarquía de los hombres sobre las mujeres y una jerarquía por edades.

estos mismos.

1 0 \ Gn otras palabras.


nace, se hace”. Los hombres se otorgan a sí mismos las características socialmente más valoradas, por lo que a la mujer se le desprovee de poder. Esta creencia en la existencia de un patriarcado, implementado mediante los géneros — que funcionan a nivel universal— tiene dos consecuencias neutrales ya había sido desarrollada por el marxismo para el conflicto de clases, ahora puede exten­

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importantes. Por una parte, si la idea de que los sistemas de conocimiento no son ideológicamente

comienza a rescribirlas desde un posicionamiento feminista. Por otra parte, en general, se dedica un gran interés académico y político a la idea de la subordinación de la mujer. Se intentan analizar las causas de ésta, así como — entre los círculos próximos al marxismo— sus bases materiales, ya que de ellas se desprende la estrategia de liberación oportuna. Veamos, a continuación, cómo se tradujo esta teoría en términos de los enfoques económicos. Cómo se incorporó, desde la economía, la idea de la existencia de un sistema patriarcal que dividía a la sociedad en dos grupos enfrentados — hombres y mujeres— y cómo se relacionó este enfrentamiento con el ya teorizado conflicto de clases.

3. Enemigo principal y sistemas duales

En lo que se refiere a las influencias de esta teoría femi­ nista en la econom ía (fem inista), hay que destacar el nacimiento de un debate que durará desde finales de los 70 hasta principios de los 80 y cuyo nudo principal es la cuestión de cuál es la relación entre capitalismo y patriar­ cado, cómo puede abordarse el estudio del conflicto de géneros desde la esfera económica. El interés por encon­ trar una base material de la opresión de la mujer lleva a una atención primordial hacia el trabajo doméstico. Éste es visto como la (o una) forma crucial de subordinación de la mujer. Es necesario dilucidar quién es su benefi­ ciario último, si el capital o el hombre. O, en los términos en los que se formula la pregunta tras el artículo de Delphy (1970), dilucidar quién es el enemigo principal. Esto implica resolver el dilema analítico de las relaciones entre ambos sistemas, proponer un marco alternativo de

análisis que integre estas nuevas cuestiones. Aparecen dos posturas enfrentadas: la primera de ellas sigue la conocida como lógica del capital, es decir, encuentra el origen de la subordinación de la mujer en el capitalismo, su lucha, por tanto, se subsume en la lucha de clases. Su vertiente económica se agrupa en torno al Debate sobre el Trabajo Doméstico (D TD ). En segundo lugar se encuentra la postura del feminismo radical que remarca la independencia (o primacía) del patriarcado con respecto al capitalismo y, por tanto, la independencia de la lucha de las mujeres. Posteriormente, en un intento de cerrar el debate, aparece la

(olas)Teoría de los Sistemas Duales (TSD ) que considera a los dos sistemas como

semiautónomos. Larealidad de la opresión de la mujer, así como su realidad económica, sólo puede explicarse mediante un estudio simultáneo de ambos.

% haciendo saberes

derse para el conflicto de géneros. Así, se critica la pretendida neutralidad de las ciencias y se


Antes de referimos brevemente a estas tres corrientes, sus postulados, sus principales críticas y aportaciones a la economía feminista, hemos de señalar, como puede observarse, que todas ellas parten de postulados marxistas. Las razones son varias: por un lado, es en los comienzos de la segunda ola del feminismo desde donde esta epistemología encuentra un mayor desarrollo teórico intentando incorporar la temática de los conflictos de género. Por otro lado, porque, dado que sus raíces marxistas implican un reconocim iento de que no es posible la objetividad de los conoci­ mientos, adoptan un compromiso con la superación de la opresión de la mujer. Hay un desarrollo neoclásico que comenzó por la misma época y que aborda un tema crucial para esas tres corrientes: el trabajo doméstico en la nueva economía de la familia.4 Sin embargo, en torno a su orientación feminista, cabe apuntar que “el decir que los ‘nuevos economistas del hogar’ no son feministas en su orientación, sería tan atenuado como decir que los tigres de Bengala no son vegetarianos” (Bergmann, 1987).5 Es decir, no hay otras corrientes que presenten intentos de incorporar esa noción clave feminista de la no neutralidad de los conocimientos, ni explícita ni implícitamente.6 Si el reconoci­ miento de que no existe ciencia objetiva es crucial para la teoría feminista y pretendemos atender a las conexiones de esta teoría con la economía (feminista), podemos rechazar, de entrada, todo análisis que se presente como objetivo y neutral.7

3.1. El debate sobre el trabajo doméstico

Bajo el nombre de D TD englobamos toda una serie de artículos que abordan el tema del trabajo doméstico, desde una impronta marxista, en una doble vertiente: teórica, porque, creyendo que la opresión femenina tiene una base material — el trabajo doméstico— es necesario discutir su naturaleza conceptual y sus relaciones con el sistema capitalista para aclarar si el beneficiario último de dicho trabajo es el capital o el hombre; y política, por­ que de ese conocimiento de la base material de opresión

(4)

Dentro de esta teoría, el autor fundamental es G. Becker y sus obras más relevantes son: Becker (1965), “A Theory

(5)

La cita original es de Bergmann, B. R. (1 9 8 7 ), “The Task of a Feminist Economics: A More Equitable Future”.

of the Allocation of Time”. En: The Economic Journal, vol. 75, No. 299; y Becker (1981), A Treatise on the Family. En: Farnham, C. (ed.) The Impact of Feminist Research in Academy, Indiana University Press; pero la hemos recogido en Nelson, (2 000:42). (6)

Como se verá a continuación, autoras y autores en torno al DTD han sido acusadas y acusados de carecer de dicha sensibilidad feminista. Sin embargo, tanto el comienzo del debate como los intentos de cerrarlo — desde dentro— sí poseen dicha orientación.

(7)

Así, al hablar de teoría feminista más actual, no se centrará la atención en las reelaboraciones actuales neoclásicas, por esa pretensión de neutralidad. Nelson, una de sus principales autoras, asegura que “siempre he escrito sobre el enriquecimiento de la corriente principal en economía y no sobre su demolición y siempre he argumentado que todas las cualidades arriba nombradas (lógica, rigor, cuantificación, abstracción, precisión y objetividad) deberían ser reconocidas como entre los ‘legítimos objetivos de la práctica económica’” (199 6 :1 2 4 ).

1 2 \ &n otros palabras.


debía derivarse una estrategia de liberación. Iniciado con Benston (1969), tomó verdadero impulso con Dalla Costa (1972) cuya reivindicación del salario para el ama de casa tuvo grandes repercu­ siones en el activismo feminista. A partir de ahí, el debate se fue volviendo cada vez más teórico y alejado de las motivaciones feministas. Se estructuró en torno a quienes creían que el trabajo doméstico configuraba un modo de producción aparte (MPD) (Harrison, 1975) y quienes lo anali­ zaban dentro del Modo de Producción Capitalista (MPC) (Seccom be, 1975). Sin embargo, la conclusión común era que el enemigo principal era el capitalismo.8 Como ninguna postura resultó satisfactoria, el debate continuó durante un tiempo. Las críticas fundamentales que se han vertido a estos artículos son su funcionalismo, reduccionismo y economicismo (Barrett, 1980); la pérdida de atención a los conflictos de género que subyacen9 y el abuso de las categorías marxistas. Como aportación crucial está la idea de recuperar a la familia como unidad productora (y, por tanto, objeto de estudio económico), lo cual lleva a una nueva valoración del trabajo no remunerado de la mujer. De las mismas críticas se extraen — por parte de autoras y autores que intentaron cerrar el debate— otras conclusiones importantes: por una parte, que era necesario el desarrollo de nuevas categorías y conceptos (Benería, 1987); por otra, que la relación con el MPC no era la de ser modo aparte, sino que había sido funcional al mismo, pero no era ésta una característica estructural, sino producto de unas circunstancias históricas concretas (Molyneux, 1979). Vemos aquí ya una idea que desarrollaremos más adelante, la necesidad de contextualizar y de obtener respuestas a preguntas formuladas a situaciones sociales concretas, en lugar de elaborar teorías transhistóricas y transculturales. Además, Molyneux propone un desplazamiento teórico desde el análisis de modos de producción al de formaciones sociales.

3.2. El feminismo radical

Por otra parte, defendiendo la lógica del patriarcado, se sitúa el feminismo radical.10 En su vertiente más econó­ mica, hemos de hablar de Delphy11 (1970). Esta autora considera que una sociedad, en la creación de bienes, utiliza trabajo asalariado y trabajo doméstico.

(8) (9)

El trabajo doméstico, aunque pareciera beneficiar al hombre, realmente beneficiaba a la clase capitalista, al reducir el valor de la fuerza de trabajo y proporcionar un ejército industrial de reserva. Más aún, de ocultación deliberada: “(el marxismo) Para mantenerlo (al movimiento feminista) bajo la hegemonía del movimiento obrero ha intentado mostrar la existencia de una relación esencial entre el problema de la mujer y la opresión de clase, en general, o el modo de producción capitalista, en particular” (Paramio, 1 9 8 2 :1 7 2 ). La misma denominación “la cuestión de la mujer” evita un compromiso feminista.

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Resulta difícil definir qué se entiende por tal, en parte porque las mismas autoras que se encuadran en esta teoría han dedicado poco tiempo a elaborarla, prefiriendo crearla en la práctica y en los escritos. Podemos apuntar ciertas líneas definitorias: el intento de ir a la raíz de la opresión femenina; ver a las mujeres como una clase social — su opresión por los hombres es la primaria y fundamental— y partir del lema “lo personal es político” — su opresión se debe a sistemas colectivos de poder.

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Hay quienes enmarcan a esta autora dentro del Debate sobre el Trabajo Doméstico (Molyneux, 1979) y quienes, al efectuar un balance del mismo, no la incluyen (p. e. Rubio, 1982). Esto da una idea del terreno resbaladizo en el que se mueve, entre su tema y su método marxista (o pseudomarxista) y su sensibilidad y conclusiones políticas feministas radicales. Por estas últimas, la incluimos aquí dentro del feminismo radical.


M ientras que el primero se inserta en el Modo de Producción Industrial (MPI) — en el que se experimenta una explotación capitalista— , el segundo se da dentro del Modo de Producción Familiar (MPF), responsable de una explotación patriarcal. Este modo se caracteriza, no por lo producido en él, sino por las relaciones de producción de exclusividad y gratuidad, las cuales generan la mencionada explotación patriarcal que se dan dentro del matrimonio. Las mujeres conforman una clase propia por esas relaciones y se integran en ella de forma universal, específica y primordial. Por tanto, el enemigo principal es el patriarcado.12 Las críticas fundamentales se dirigen hacia el uso de una versión “algo simplificada y caricaturizada” (Molyneux, 1979) del marxismo; la universalidad que pretende incluir a todas las mujeres dentro de las relaciones matrimoniales, y la relación de supuesta autonomía entre el MPC y el MPF (que no coincide con sus conclusiones políticas de que las mujeres, en tanto que tal, deben luchar contra el capitalismo, además de luchar contra el patriarcado, y con el análisis de la evolución histórica del trabajo doméstico a medida que se transforma el capitalismo). La aportación crucial de este enfoque es la negativa a subordinar las relaciones de género a las de clase. Les conceden un estatuto analítico propio (Delphy) o, incluso, superior (Firestone).13 Además, éstas determinan la relación de las mujeres con el sistema económ ico. En conjunto, no es posible atender igual a las relaciones de mujeres y hombres con el sistema económ ico y, al mismo tiempo, las relaciones entre estos dos colectivos determinan la actividad económica de cada uno.

3.3. La Teoría de los Sistemas Duales 3.3.1. Ideas principales

Vamos a centrarnos ahora en la corriente que se ha deno­ minado feminismo socialista contemporáneo anglosajón.14 La mayoría de sus discusiones se dieron a lo largo de la década de los setenta y originaron la ya citada T SD , surgida de ese intento de poner fin al debate sobre el enemigo principal.15 Parten de la idea de Engels de que el

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Para comprender el patriarcado sería necesaria, según Delphy, otra elaboración teórica que estudiara la apropiación de la fuerza de reproducción de las mujeres. N o abordamos este punto porque la misma autora no lo deja pendiente y porque se sitúa fuera de un análisis económico.

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N o hemos abordado la teoría de Firestone (1971) porque no amplía la vertiente económica, pero hay que decir que dentro del feminismo radical es crucial al hacer una relectura del marxismo que establece como raíz de todas las opresiones el conflicto de sexos, a partir del cual se explica toda la realidad socioeconómica.

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Com o su propio nombre lo indica, se trata de feministas anglosajonas que proceden del en torn o socialista (o marxista, ellas mismas se denominan feministas socialistas o marxistas según los casos), al cual estuvieron muy ligadas, diferenciándose así de las feministas norteam ericanas, más cercanas, bien al feminismo radical, bien al liberal.

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Aunque hay muchas más autoras — S. Rowbotham; G. Rubin; C. MacKinnon; B. Ehrenreich; ...

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£n otras palabras.

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análisis materialista de la producción y reproducción de la vida inmediata refleja un carácter doble: producción de los medios de existencia — al que corresponde el modo de producción, el MPC, la esfera de lo público— y de los seres humanos — modo de reproducción, el patriarcado, esfera tico dentro del MPC, como la de crear analíticamente otro modo de producción apoyándose en las

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privada. Como vemos, esta concepción rechaza tanto la idea de incluir el análisis del trabajo domés­

“ciegas al sexo” (Hartmann, 1980), por lo que el análisis marxista no es suficiente. Así nace la idea de la necesidad de una teoría dual. Una teoría dual en una doble acepción. Por una parte, porque, en la realidad, se constata la coexistencia de dos sistemas de organización social — capitalismo y patriarcado— que, juntos, explican la opresión de la mujer. Por otra parte, porque para aprehen­ derlos es necesaria una doble metodología: un análisis marxista para comprender el capitalismo y un análisis feminista radical para entender el patriarcado. Resumamos las ideas generales vertidas por estas autoras. En primer lugar, consideran que capitalismo y patriarcado son dos sistemas diferentes. Ni la división entre géneros proviene del capitalismo ni la de clases es consecuencia de una primaria entre géneros. Existe un sistema de dominación de las mujeres, la opresión femenina tiene carácter sistemático, aunque ocurra general­ mente en el terreno de lo privado. En segundo lugar, se reconoce que el patriarcado tiene una base material y ésta es la división sexual del trabajo, la apropiación por parte del hombre de la fuerza de trabajo femenina. Aquí es Mitchell quien discrepa, situando al patriarcado en un nivel meramente ideológico. Como tercer punto, capitalismo y patriarcado aparecen unidos en la realidad, no son sistemas paralelos sino que interactúan, a veces, con conflictos; en general, se refuerzan. Aquí las autoras hacen énfasis en el hecho de que el patriarcado provee al capital de una ordenación social de la que éste carece y que, sin embargo, necesita, dada su estructura intrínsecamente jerárquica. La cuarta idea es la necesidad de superar los esquemas analíticos existentes, tanto los marxistas como los feministas. Ninguno de ellos es de por sí satisfactorio. Hay dos vías cruciales de avance. Inicialmente, el imperativo de realizar estudios contextualizados en un momento histórico y un lugar concretos. La autora más clara a este respecto es Eisenstein, quien se propone estudiar el patriarcado capitalista, tal como parece hoy día. De Eisenstein hay que destacar que, aunque ella reconoce limitar su análisis a estos dos sistemas, afirma la existencia de otros factores claves a la hora de definir el poder, sobre todo, la raza; todos ellos han de tenerse en cuenta para poder construir una teoría que explique la formación social del poder (idea que se conecta directamente con los desarrollos posteriores en materia de teoría feminista).16 En cambio, Hartmann apunta la

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... I. Young; M. O ’ Brien, etc.— este análisis se ha elaborado a partir de obras de tres de ellas que resultaron clave y que, podemos decir, mantuvieron una línea de análisis que fue, progresivamente, elaborándose: Mitchell (1971), Hartmann (1980) y Eisenstein (1979b, 1979c). Hay que señalar que la denominación de teóricas de los sistemas duales no fue adoptada por ellas mismas, sino que se debe a Young (1 980), por lo que no queda claro dónde podemos poner la línea divisoria entre la TSD y otro tipo de feminismo marxista.

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En este sentido, el trabajo de Eisenstein es un adelanto a toda la teoría que se generará posteriormente — o se estaba comenzando a crear— y merecería una mayor atención de la que, en este documento, podemos otorgarle.

Rehaciendo saberes

categorías marxistas creadas para el MPC. Estas autoras remarcan que las categorías marxistas son


necesidad de extraer un análisis específico, sin contextualizar, del patriarcado; teorizar sus rasgos al margen de su plasmación histórica concreta. El resto de autoras no contem plan como viable ni adecuada esta opción. Siguiendo esta propuesta de historización, Hartmann realiza un análisis de cómo fueron los conflictos de intereses entre el capital y los movimientos obreros (masculinos) en los inicios de la industrialización que terminaron por relegar, mayoritariamente, a las mujeres al hogar instaurando el salario doméstico.17 Por su parte, Eisenstein realiza un análisis de la situación contemporánea norteamericana donde interpreta la ofensiva de la llamada Nueva Derecha en clave de intereses, al mismo tiempo patriarcales y capitalistas. En general, se ve cómo, en cada momento del desarrollo histórico, se han enfrentado, colaborado o reforzado los dos sistemas de los que se parte. En segundo lugar, se propone -una superación analítica utilizando cierta dualidad teórica: el análisis feminista para lo que se relacione con el patriarcado y el marxista para el capitalismo. Esta dualidad es propuesta, aunque en diferentes términos y con distinto alcance, por Hartmann y M itchell. Por su parte, Eisenstein hace una propuesta de superación, en la medida en que es imposible entender un sistema sin referencia al resto de sistemas de jerarquización social. Esto lo ejemplifica para la clase, que carece de auténtico significado si no se atiende al género y la raza; lo mismo podría decirse al contrario.

3.3.2. Críticas y otras propuestas de avance

Las críticas a estas teorías han estado dirigidas, fundamentalmente, a dos puntos de las mismas. En primer lugar, su comprensión de la opresión femenina, es decir, lo que denominan — aunque no todas— patriarcado. Sitúan a éste de manera muy especial en la familia. Su análisis, en principio, permite adoptar una idea más amplia de lo que es patriarcado, y ellas mismas apuntan, en ocasiones, en esa dirección; pero, finalmente, terminan circunscribién­ dolo al ámbito de “lo privado”, del hogar en definitiva. Situando en su seno la opresión, son incapaces de abor­ dar otro tipo de opresiones (Young, 1980). Esta circuns­ cripción de la opresión a la familia se relaciona con otros dos puntos: primero, el no reconocimiento de la otra base material del patriarcado, la apropiación del cuerpo feme­ nino, aunque sí abordan, en parte, el tema de la sexua­ lidad — M itchell, Eisenstein— pero no desde la visión de que constituye, efectivamente, un realidad material. Segundo, se relaciona con la caída — y ésta es la segunda

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Esta es una idea que ha generado mucha controversia. Entre quienes ven el salario familiar como un logro de la clase obrera, Humphries (1 977), “Class Struggle and the Persistence of the Working Class Family". En: Cambridge Journal of Economics, 1:1.

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Gn otras palabras.


crítica— en el dualismo analítico. Para hablar de patriarcado y capitalismo, pretender analizarlos simultáneamente, pero con métodos diferentes, ambos tienen que ocurrir en esferas diferenciadas; así, el primero tiene lugar fundamentalmente en la familia y el segundo, en el ámbito público. Dicho — como propone Hartmann— no logra superarse la limitación de caer en un análisis ahistórico

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dualismo analítico conlleva dos problemas: si se pretende analizar el patriarcado por separado

encontramos con que “Cuando observamos la realidad concreta respecto a la situación de la mujer, ¿cómo diferenciar lo que es patriarcado de lo que es (en nuestra sociedad) capitalismo?” (Benería, 1987). Esta autora señala que resulta extremadamente difícil mantener el dualismo analítico sin caer en reconocer una mayor influencia de un sistema sobre el otro. Así, por ejemplo, Hartmann ha sido acusada de, en última instancia, dar preferencia a la causalidad económica (Scott, 1986). Se han realizado propuestas de superación desde dos vías. Por una parte, intentando incor­ porar el área de la reproducción al análisis de la producción (Benería, 1987). Sin embargo, desde el punto en que estos análisis suelen situar las relaciones de clase en la primera esfera y las de género en la segunda, están cayendo en el mismo tipo de error inicial de restringir la opresión de género a la familia — la esfera reproductiva. Otra propuesta de solución es la de los análisis en términos de relaciones sociales (Kergoat, 1984), poniendo en duda “la alteridad de los órdenes productivo y reproductivo” (1984). Esto permite no deslizarse en los campos teóricos producción / reproducción y, de ahí, a los lugares concretos fábrica /familia, donde se da una división de trabajo entre clases / géneros. Evitar estos deslices introduce una visión dinámica de los sistemas sociales, al evitar visio­ nes deterministas de un sistema sobre otros e introducir la contradicción, el antagonismo y la nega­ ción de la existencia de un sistema dominante. Al fin y al cabo, no se diferencia de lo que Eisenstein propone, pero im plem entado de forma más coherente y superando el análisis de patriarcado — capitalismo, para introducir otra serie de sistemas de ordenación social y visualizar en un solo sistema las relaciones de género junto con otras, mediante las que, y a través de las cuales, toman formas específicas. Las personas están integradas de forma integral, aunque cambiante, en la estruc­ tura socioeconómica. Estas ideas están muy relacionadas con la teoría que veremos a continuación, que las refuerza, las expande, las complementa y extrae consecuencias metodológicas claras.

4. Fin de la concepción binaria de los géneros

Las anteriores concepciones del patriarcado y de los géneros — que subyacían a las teorías econ óm icas expuestas— , pretendían que el patriarcado era un fenó­ meno universal, es decir, que tanto el proceso de cons­ trucción de los géneros como los rasgos característicos de cada género en sí, eran universales. Estas ideas tenían un fundamento teórico crucial en el sistema sexo/género formulado por Gayle Rubin. En su traducción econó­ mica, daban fundamento al intento de crear una teoría explicativa integral de las relaciones del capitalismo — sistema también universal— con el patriarcado; bien

Rehaciendo saberes

(Benería, 1987). Si se pretende concretar las relaciones entre dos sistemas semiautónomos, nos


entendiendo un sistema como producto del otro, bien viéndolos como autónomos o semiautónomos. Sin embargo, las discusiones entre corrientes, o dentro de cada una, apuntan ya rasgos que van contra esa idea de universalidad. Así, tanto en el D TD como en la TSD , se ve la necesidad de contextualizar los análisis, en lugar de dar respuestas válidas para todo tiempo y lugar — teorías puras, descontextualizadas. En la T S D se comienza a pensar en la influencia de otras variables normativas como la “raza”, y en la inevitabilidad de introducirlas en el estudio, aunque no se traduce en términos de propuestas analíticas concretas. Ese énfasis en la no universalidad, así como un renovado interés en las concepciones de la objetividad, caracterizan a los desarrollos teóricos posteriores de los conceptos de género, patriarcado y diferencia sexual. Frente a la estructura dualista del sistema de sexo/género, se levantan fuertes críticas desde, entre otras, las voces de las feministas negras. Se descubre cómo lo que se había presentado como sistema universal sólo explicaba la esfera de la mujer blanca y burguesa. El discurso feminista estaba inmerso en un discurso etnocéntrico y clasista. El género deja de ser visto como una variable monolítica que indica una recodificación cultural de una realidad biológica18 para entenderse como una marca de posición de subordinación que está cualificada por otras poderosas variables. En palabras de Eagleton: “Nuestro entendimiento mismo de lo que es masculino o femenino varía constantemente a lo largo del tiempo, de las culturas y de los grupos sociales” (1996). Esta ruptura con una concepción universalista de los géneros va ligada a otros dos puntos: por una parte, un énfasis en las diferencias entre las mujeres y las personas, en general. El interés por la(s) diferencia(s) proviene de dos cuerpos teóricos distintos: el enfoque de la diversidad de la experiencia y el postmodernismo (Maynard, 1994). Ambos reaccionan contra la corriente de la “política de la expe­ riencia”, de claras raíces epistemológicas marxistas que pretendía contrastar toda teoría sobre la opresión femenina con la realidad vital de las mujeres. A pesar de sus distintas fundamentaciones teóricas, los dos enfoques extraen conclusiones similares: énfasis en la heterogeneidad, descon­ fianza de los análisis que hacen generalizaciones y desarrollan grandiosos marcos teóricos sobre la naturaleza de la opresión de género y reto a las polarizaciones fijas (negro vs. blanco, masculino vs. femenino, etc.). Por otra parte, se realiza una extensión coherente de la idea del poder que ya aparecía en el lema crucial del feminismo de la segunda ola “lo personal es político”. Si también es poder aquel que se encuentra difuso, que se ejerce de forma fragmentada en las relaciones interpersonales, pero emanando de sistemas colectivos de jerarquización social, si el género está determinado por otras variables normativas, entonces “No existe un lugar fuera del poder: todas y todos estamos en él, en todo momento, aunque de formas disimétricas, jerárquicas y, a menudo, fatales” (Braidotti, 1998). Este reconocimiento de la inserción propia en un complejo entramado de relaciones sociales de poder, es piedra angular de la “política de la localización” de R ich,|Qde la que luego hablaremos con más calma. Y dicho reconocimiento tiene consecuencias cruciales cuando se

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La crítica es mucho más amplia y abarca muchos más aspectos de los que aquí abordaremos; entre ellos, la posibilidad de diferenciar entre naturaleza y cultura, por tanto, qué es la realidad biológica; los géneros como expresión misma de la epistemología patriarcal, etc.

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Su artículo clave es “Notes Toward a Politics of Location”. En; Blood, Bread and Poetry.

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&n otras palabras.


liga a las reflexiones postestructuralistas sobre las construcciones de los discursos y los conoci­ mientos. Es decir, cuando se profundiza en la idea de que el terreno epistemológico es una esfera de lucha y de confrontación de sistemas sociales de poder. Si bien esta creencia en la no objetividad del conocimiento ya había aparecido en la teoría feminista, en general, y en la economía feminista, en particular, en un primer momento, convertirla ahora — unida a esa constatación de las diferencias entre mujeres— en una autocrítica, conlleva consecuencias fundamentales. Además de esta concepción del género como de una compleja red de relaciones de poder, se sitúa el interés por los procesos en que se construyen las identidades, la concepción del género como un perform ance, su construcción como un proceso en constante (re)creación. Por tanto, no existe una identidad coherente ni fija, ni de las mujeres como colectivo ni de cada mujer en particular. Los aspectos de nuestra identidad múltiple nunca son igual de importantes en cada una de las situaciones. En general, por tanto, reflexiones sobre la universalidad de los géneros y la objetividad de las construcciones epistemológicas que pretenden conocerlos. Como una propuesta de avance en ambas direcciones, encontramos los “Conocimientos Situados Complejos” (Haraway, 1995). Estos están indisolublemente ligados a las propuestas de Rich con su “política de la localización”. Veamos cuáles son sus postulados y algunas derivaciones para la economía feminista.

5. Los Conocimientos Situados Complejos 5.1. Concepto

Dicha forma de conocer la realidad y de construir discur­ sos sobre ella, pretende acabar con las concepciones clásicas de universalidad y objetividad. Aunque la crítica a la objetividad frente a los conflictos de género ya apare­ ce en las primeras construcciones de economía feminista, éstas aún pretendían — al menos muchas de las autoras en ellas incluidas— ofrecer marcos analíticos que respon­ dieran, de forma universal, a las relaciones entre el patriarcado y el capitalism o. Los nuevos postulados teóricos que hemos m encionado, hacen imposible un planteamiento en estos términos. En su lugar, se propone una metodología alternativa que rescriba los significados de objetividad y universalidad. La idea de conocim ientos situados preconiza las perspectivas parciales como una nueva objetividad femi­ nista y como una forma no universalista de entender la realidad. Podemos implementar este concepto a dife-


rentes niveles. En un nivel individual,20 significa localizarse a una misma, situarse en la especificidad de su realidad social, étnica, de clase, económica y sexual (R ich). El objetivo es poder identificar las condiciones materiales que están sobredeterminando la posición de quien habla.21 Los discursos se construyen en una especificidad histórica, social e institucional y su elaboración implica conflictos y relaciones de poder. Por lo tanto, es necesario identificar cuáles son los que sesgan nuestro discurso, nuestra forma de elaborar conocimientos, para evitar errores como los cometidos con aquellas concepciones primarias de los géneros que, posteriormente, fueron tachadas de clasistas y etnocéntricas. En un nivel colectivo, hay que localizar la posición de las mujeres — o personas— de las que se está hablando, qué posición de poder o de no poder ocupan con respecto a quien habla de ellas (Eagleton, 1996). Es la natural derivación del primer nivel; implica atender no sólo a la posición de poder o no poder en términos absolutos, sino relativos, es decir, con respecto a de quién se habla. Si la posición de quien habla es de poder relativo (con respecto a), existirá un riesgo implícito de calificar al otro colectivo como un “otro”22 homogéneo, otorgándole un papel pasivo de objeto de estudio. En otras palabras, se trata del riesgo de apropiarse de la visión de quienes tienen menos poder. En un tercer nivel, un nivel de análisis, los conocimientos situados implican una necesaria contingencia y, por tanto, una renuncia a dar respuestas válidas a través del tiempo y de las culturas. Como lo explica Rich: “Siempre oculta lo que de verdad queremos saber: cuándo, cómo y bajo qué condiciones ha sido cierta la afirmación” (Rich, en Eagleton, 1996). Esta necesidad de situar los análisis en contextos concretos, de hacer análisis — o, incluso, teorías— situados, era ya apuntada por algunas teóricas del D TD como Molyneux y de la T SD como Eisenstein o, posteriormente, Kergoat. Por otra parte, se encuentra la denominación de conocimientos complejos haciendo referencia a dos puntos claves, la complejidad en sí de los análisis y la sensibilidad a las diferencias. Comple­ jidad porque, frente a una ontología patriarcal dualista y jerárquica, se debe oponer una ontología feminista que vea el mundo como un conjunto orgánico en el que todo está conectado con todo (Jaggar, 1983). Esta misma complejidad implica la necesidad de deconstruir los conceptos binarios25 (los cuales impregnan el conjunto del conocimiento), es decir, aquellos que se han formado en oposición o en negación a sus contrarios. Deconstruirlos significa revertidos y analizar su creación histórica. Así, conseguiremos observar la interdependencia de conceptos aparentemente dicotómicos, su significado en relación con un cierto momento histórico y los motivos que han llevado a su

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Hablaremos desde la perspectiva de las mujeres que elaboran teorías (económicas) o estudios (económicos), por tanto de quienes crean conocimientos y discursos.

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Evidentem ente, aquí se incluye también la necesidad de clarificar la perspectiva política de la que se parte. Sin embargo, esto ya había sido establecido por desarrollos previos de la teoría feminista y aplicado a la Economía feminista, de ahí su mismo nombre.

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“Lo mismo” y “lo otro”, conceptos introducidos por Beauvoir (1971) para referirse a la construcción binaria de los conceptos, de la que hablaremos posteriormente. Mientras que “lo mismo” representa lo normal y valorado, “lo otro” es lo diferente, en un sistema en el que “la diferencia significa inferioridad” (Braidotti, 1998:8). Con la ciencia moderna se extiende a todo el conocimiento una epistemología dual — organiza la realidad en pares dicotóm icos— , jerárquica — en cada par un miembro tiene el poder— y con pretensiones de universalidad — el elemento que representa el poder encarna lo normal y normativo. Ver Amorós (1985).


misma construcción. A la par, es necesario intentar trabajar con conceptos no binarios que reflejen toda la diversidad de la realidad social y sus interconexiones. Posteriormente veremos ejemplos de la aplicabilidad de esta propuesta en una versión feminista de la econom ía al analizar los opuestos lo económico / lo no económico, actividad / inactividad... Asimismo, podríamos decir que los términos del debate sobre el enemigo principal, por su misma estructura dicotómica, estaban viciados desde un primer momento. Con respecto a la sensibilidad hacia las diferencias, ésta implica la necesidad de hacer de ellas una parte constructiva de la investigación empírica, así como de la acción política. El riesgo es la caída en el relativismo cultural. De ahí que haya, por tanto, “una necesidad de cambiar la atención del análisis de la diferencia en sí a las relaciones sociales que convierten esta diferencia en opresión” (Maynard, 1994). Podemos encontrar ciertas similitudes de esta doble argumentación con la de Kergoat (1974).

5.2 Otras implicaciones

Estas mismas concepciones previam ente com entadas tienen otra serie de implicaciones concretas para los aná­ lisis; im plicaciones que están constantem ente apare­ ciendo en la medida en que se intenta hacer realidad esa metodología de los Conocimientos Situados Complejos. Mencionemos algunas de ellas.

Como ya hemos dicho, esta propuesta de conocimiento parte de un rechazo de la “política de la experiencia”, epistemología que propone validar los discursos contrastándolos con la experiencia de la mujer o de las mujeres. Sin embargo, “la experiencia” no existe, pues las experiencias son múltiples. Al mismo tiempo, no existe un acceso directo a la(s) experiencia(s), sino que toda expe­ riencia está mediatizada por nuestra propia localización (Rich) y, en el mundo actual, por la tecno­ logía (Haraway). Más que atender a la vida “real”, más que tomar ésta como un terreno de verifica­ ción, es necesario una mayor preocupación por la racionalización de los discursos científicos. Estas ideas son especialmente perturbadoras para el caso de la ciencia económica. ¿Es conveniente un rechazo total del mundo real, de la posibilidad de contraste de los análisis y teorías? Para las autoras defensoras de la teoría del “punto de vista feminista” (Harding, 1987), la experiencia de las mujeres (ya no más de la mujer) sigue siendo un punto de partida válido, pero no más que eso. Además, hay que atender al hecho de la diversidad de ese punto de partida, reconociendo las relaciones desiguales de poder entre las mujeres. Ese punto de partida debe de ser rescrito, revisado en cada momento. En todo el proceso hay que aplicar las discusiones feministas sobre epistemología, viendo cómo el contexto y nuestra propia localización en el poder, estructura e influye en el análisis. Mohanty (1994) aporta dos ideas importantes: en primer lugar, aplica la política de la loca­ lización a la literatura y las ciencias occidentales. El feminismo occidental debe reconocer la hege­ monía de éstas, por tanto, su hegemonía, en lo que concierne a la producción, publicación, distri­ bución y consumo de información e ideas. “La literatura feminista occidental no puede negarse al reto de situarse a sí misma y examinar su papel en semejante marco económico y político global” (Mohanty, 1994). Los riesgos de no hacerlo son, claro está, caer en el etnocentrismo y en la coloni­


zación a través del conocimiento de los que hablaremos más adelante. En segundo lugar, aboga por cuidadosos análisis que aborden contextos locales y que estudien las relaciones políticas (de poder) que se dan en ellos. En dichos contextos debe construirse la categoría mujeres, en vez de crear una categoría que exista previamente a ellos, es decir, que exista previamente a las relaciones sociales en las que se enmarca. Además, los análisis deben reflejar las realidades contradictorias a las que se enfrentan las mujeres, sin pretender coherencia u homogeneidad colectiva o individual. Para Bhavnani, “la objetividad feminista trata de una localización limitada y de los conoci­ mientos situados, no sobre la trascendencia y la escisión entre sujeto y objeto” (1994). Según ella, el concepto de conocimientos parciales se traduce, en términos de metodología de análisis, en tres principios básicos. Por una parte, el principio de reinscripción que implica que, cuando se está analizando la situación de personas en una situación de subordinación estructural, éstas no deben ser representadas de la misma forma en que lo están en la sociedad dominante, ya que no sería más que reforzar las inequidades existentes. Fundamentalmente, hay que revertir las ideas de víctimas pasivas o elementos anormales o desviados. Sin embargo, tampoco hay que caer en visiones rom ánticas. El segundo principio, principio de micropolítica, hace referencia a la necesidad de discutir las relaciones de dominación y subordinación que han entrado en juego y se han negociado entre quien investiga y las personas sobre las que se investiga. El tercer y último principio es el de la diferencia, contestando a la pregunta “¿de qué maneras se han enfrentado los temas de las dife­ rencias en la investigación — diseño, realización, redacción y diseminación— ?” (1994). Estos serían los puntos claves que lograrían esa objetividad feminista para un trabajo empírico. La atención a las diferencias implica la no idoneidad de las teorías discutidas al comienzo de este trabajo en tanto estructuran la realidad en torno a dos únicos sistemas: capitalismo y patriarcado, por tanto, atienden únicamente a las diferencias de género y clase. Sin embargo, en cada contexto concreto — conocim ientos situados— habrá una serie de variables normativas a identificar que organicen la realidad, como pueden ser la “raza”, la nacionalidad, la casta, la orientación sexual, el entorno urbano o rural, etc. Fijém onos en dos de ellas: la dim ensión internacional y la dimensión de “raza”. Como Walby (1990) apunta, el género, la etnicidad o la clase no pueden ser comprendidas si no se atiende a la dimensión internacional, si no se teorizan a una escala global, debido a la profunda interconexión de los sistemas de opresión a través de la acción del capital transnacional. Sin embargo, la atención a dicha dimensión no implica prescindir de los análisis locales, contin­ gentes. Lo que sí implica, entre otras cosas, es ser conscientes de la ya comentada hegemonía del pensamiento occidental. Partiendo de una ampliación del pensamiento de Mohanty, veremos dos ejemplos en los que se desvela ese etnocentrismo y sus consecuencias para casos de estudios económ icos. M ohanty asegura que las mujeres blancas occidentales aún tienen el “poder de nombrar” en un mundo dominado por occidente. Un inadecuado reconocimiento de este hecho suele ir unido a las asunciones etnocéntricas de universalidad. Es decir, a una categoría monolítica del patriarcado válida para todas las culturas que, empleada al hablar de países no occidentales, crea una noción reduccionista de lo que la autora denomina “la diferencia del tercer mundo”. Con este concepto se refiere a la creación de una imagen homogénea de “la mujer del tercer mundo”, apropiándose así de las complejidades constitutivas que caracterizan sus vidas. Además,

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I £ n otras palabras.


dicha imagen se define por los elementos comentados en la anterior mención a esta autora: el estatuto de objeto y el ser sujetos fuera de las relaciones sociales, definidos por su género antes de entrar en las mismas. Este discurso, dada esa hegemonía occidental, se impone a nivel interna­ cional. Se produce entonces un fenómeno de colonización a través del conocimiento. Veamos cómo puede suceder esto en la literatura económica feminista. Lim (1990) acusa a numerosos estudios que tratan el tema del empleo femenino en las indus­ trias para la exportación, de manejar estereotipos sobre las mujeres empleadas nacidos de un etnocentrismo no reconocido. Dicho estereotipo da una imagen muy homogénea de las mujeres empleadas como “mujeres del tercer mundo atacadas por la pobreza, sufriendo bajos salarios, condiciones laborales míseras y una explotación despiadada” (1990). Este estereotipo no coincide con una realidad mucho más amplia en la que, entre las consecuencias de sus empleos, se entre­ mezclan fenómenos liberadores y de explotación, además de variar enormemente en función del contexto concreto. Esta desconexión del estereotipo con la realidad se deriva de diversos problemas metodológicos, además de ese etnocentrismo subyacente: la falta de un enfoque histórico dinámico — léase, no situar correctam ente el análisis— ; la ausencia de un estándar comparativo o el uso de los estándares occidentales — universalización y etnocentrismo— , y la ausencia de una aproxi­ mación multivariante a la causalidad — no complejidad del estudio. Chant (1997), tras sus estudios sobre familias monomarentales de países periféricos, critica una cierta versión del concepto de feminización de la pobreza que proporciona el doble estereotipo de, por una parte, el aumento de estos hogares como resultado de la pobreza y, por otra, que este aumento incrementa a su vez la pobreza.24 Sin embargo, existen diversos argumentos para contra­ rrestar esta visión. La pobreza es algo más amplio que la simple falta de ingresos (concepto androcéntrico de la pobreza). Pero ni siquiera está claro que los hogares liderados por mujeres ganen menos que los encabezados por hombres. Los hogares no son unidades homogéneas, sino escenario de relaciones de poder, sobre todo de género. Por tanto, no es posible dar una imagen general. Podríamos decir, de nuevo, que hacerlo es otra colonización cultural. Sin embargo, la misma Chant recomienda no caer tampoco en el estereotipo contrario. Como vemos, aplicados a casos distintos, tanto las ideas de Lim como las de Chant ejemplifican esas advertencias teóricas que hacía Mohanty. Otra dimensión fundamental a tener en cuenta en el análisis es la de la “raza”.25 Integrar en el estudio la “raza” y el género no puede significar referirse a dos sistemas separados de patriarcado y racismo; tampoco existe un marco simple de análisis para entender cómo las dinámicas de género y de raza se interrelacionan. Se pueden repetir en este ámbito los mismos problemas que se han

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El estereotipo de que los hogares monomarentales son los más pobres argumenta el menor acceso de las mujeres al mercado de trabajo, sus menores salarios, el mayor tiempo dedicado al trabajo no remunerado y que estos hogares reciben menos apoyo de los gobiernos y de los hombres.

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Mientras que el término de “raza” está basado en la biología y la fisonomía, el de etnicidad tiene que ver con el lenguaje, los derechos territoriales y la cultura. Sin embargo, el racismo puede utilizar argumentos basados en uno u otro. Omi (en Afshar y Maynard, 1994) propone hablar de “raza” como de un “complejo de significación social inestable y descentrado que constantemente está siendo transformado por la lucha política”.


identificado para el caso del capitalismo y el patriarcado. Por el contrario, incluir la esfera racial debe conllevar el destacar las com plejidades y variedades de las experiencias y de las formas de opresión; se trata de esa comentada preocupación por las relaciones sociales que hacen de la diferencia una opresión. Esto se deriva de que la “raza” no puede ser simplemente añadida, ya que no conlleva un sencillo aumento de la opresión, sino que cambia su naturaleza misma. Por tanto, es necesario descubrir la forma en que cada subordinación — o su contraparte, cada dominación— está implicada en y se experimenta a través de la otra. Por todo ello, hay que atender a “los aspectos racializados del género, el género como un concepto con características de clase, los aspectos racializados de la clase, y así constantemente” (Maynard, 1994). Por otra parte, se ha de destruir la imagen de la “raza” como una categoría binaria estructurada en torno al ser blanco o negro. Es decir, introducir la diferencia en el seno de cada término y problematizar la categoría blanco, explicitando que tam bién conlleva una posición racial, expropiándola de las cualidades de normalidad y normatividad de las que se había apropiado (como se hizo previamente con las categorías mascu­ linas, del hombre erigido en metonimia de lo humano -—Amorós, 1985).

6. Redefiniendo el objeto de estudio de la economía 6 .1. Transformando los conceptos de economía y trabajo

Una de las tareas fundamentales en la metodología de los conocimientos situados complejos, es la de deconstruir los conceptos aparentemente dicotómicos para descubrir su interconexión y las razones por las que han sido así construidos. Claro está que para la economía feminista es una tarea ineludible llevar a cabo este proceso con el significado mismo de lo que es económico y lo que no. En las teorías discutidas en la primera parte de este texto, podemos decir que este proceso ya comienza. Así, abor­ dan la tem ática del trabajo doméstico, hasta entonces mantenido fuera del ámbito de estudio económico. Además, se pretende descubrir sus vinculaciones con el capitalismo, introduciendo nociones de interdepen­ dencia previamente ocultas en las que profundizan las autoras de la T SD , al no intentar éstas buscar primacía en ningún sistema y proponer incluso la necesidad de crear nuevas categorías analíticas. Sin embargo, los avances no llegan mucho más lejos. Es la econom ía feminista posterior la que se encarga de ello.

Q4

£n otras palabras...


Con respecto a qué se ha entendido por economía y al por qué de las restricciones y negaciones que este concepto implicaba, citemos en primer lugar a Harding: “(La ciencia social tradicional) se ha preguntado sólo por las cuestiones de la vida social que resultaban problemáticas desde las Inconscientem ente ha seguido una ‘lógica del descubrim iento’ que podríamos formular de la

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experiencias sociales que son características para los hombres (blancos, occidentales, burgueses).

los hombres (blancos, occidentales, burgueses) quieren que sean respondidas” (1987). Y dichas cuestiones de interés para los hombres (blancos, occidentales, burgueses) eran aquellas relacio­ nadas con los mercados, con las actividades monetizadas.26 Por tanto, se oculta una enorme parte de la actividad de las mujeres, el trabajo no remunerado en sus diversas formas — en el mejor de los casos, se propone para ella un estudio no económico. Esta invisibilización supone una infravaloración, ya que lo valorado es lo económico y porque no se reconoce la importancia de la actividad no mercantil para explicar el funcionamiento de los sistemas económ ico-sociales. Por último, esta concepción de lo económico sitúa el centro de atención en el mercado y los procesos de acumu­ lación capitalistas, desatendiendo los procesos de satisfacción de las necesidades humanas.27 Revertir estos sesgos son objetivos feministas cruciales que se buscan al reformular las nociones de economía, producción y trabajo. Claro está, no todas las autoras reformulan de igual forma el objeto de estudio; a continuación agruparemos desarrollos diversos que se han ido dando sin que esto signifique la creación de un objeto de análisis alternativo comúnmente aceptado. En primer lugar, se reconoce que la economía está formada, tanto por los sectores monetizados — público y privado— como por un sector no monetizado, y enmarcada en un sistema ecológico28 (Henderson en Pietilá, 1998).29 Las interacciones entre las diversas esferas son motivo de debate — y de análisis contingentes— , pero el solo reconocim iento de su coexistencia supone una complejización básica de la noción de sistema económico y una ruptura con una visión excluyente del mismo. Otro tema de discusión es el de las diferencias entre los sectores monetizados y no monetizados. Para algunas autoras (por ejemplo Delphy, 1970) la diferencia no es la naturaleza de lo producido en el sector no monetizado, sino las relaciones de gratuidad bajo las que se produce.

(26)

No vamos a entrar a detallar cómo se construyen los conceptos de lo económico, la producción, el trabajo, etc., en cada corriente de pensamiento económico. Baste con decir que todas ellas, pese a breves apuntes que, en ocasiones, apuntan hacía otra dirección — reconocimiento, pero no estudio de los vínculos entre las esferas de (re) producción de bienes y personas en la economía política clásica; tensiones entre las teorías transcultural e histórica de Marx— , van consolidando la idea de lo económ ico con los valores de cambio, lo intercambiable, hasta llegar a una completa identificación en la escuela marginalista — donde economía es el mundo de lo escaso, lo intercambiable, lo que tiene precio.

(27) (28)

Situar a los mercados como prioridad teórica y política está ligado, en última instancia, a una visión patriarcal de la civilización y lo humano como un progresivo desapego de la naturaleza. La atención no se centra en ese marco ecológico, ya que, al asumir una perspectiva parcial, el centro de interés es recuperar la invisibilizada aportación femenina, lo cual no significa restar importancia a dicho marco.

(29)

Esta autora establece una relación de dependencia unidireccional entre econom ía de los recursos naturales, contra economía social cooperativa, sector público y privado. Sin negar esta forma de dependencia, un análisis complejo revelaría que existen otras interdependencias e interconexiones no reconocidas por la autora.

'Rehaciendo saberes

siguiente manera: pregunta solamente aquellas cuestiones sobre la naturaleza y la vida social que


Para otras (Carrasco et al., por ejemplo, 2001), sí se producen ciertos servicios de naturaleza distinta por el tipo de necesidades (afectivas) que satisfacen. Una ampliación del concepto de economía implica una simultánea redefinición del concepto de trabajo. Por trabajo, por tanto, entenderemos no sólo trabajo asalariado — empleo— , sino tam bién trabajo no remunerado, es decir, “toda actividad humana destinada a producir bienes y servicios para satisfacer necesidades humanas” (Carrasco et a l , 2000). Claramente, existen actividades donde las fronteras de la definición son difusas, pero, acorde con las mismas autoras, “creemos que es más fértil un concepto con límites ambiguos, pero ajustado a la realidad, que una noción muy precisa del fenómeno, pero poco útil para el análisis” (2000). Estamos ante un intento de creación de conocimientos complejos. La necesidad de situar el análisis viene al intentar aplicar estas concepciones más amplias de trabajo, ya que en cada contexto tendrán una importancia distinta y específica los diferentes tipos de trabajos no remunerados:30 comunitario, agrícola de subsistencia, familiar dom éstico, etc. Asimismo, pueden encontrarse trabajos que se sitúen a caballo entre lo remunerado y lo no remunerado, como cierto tipo de “trabajos informales” reali­ zados en el hogar, a veces como extensión de las tareas domésticas. Estas distintas definiciones de trabajo rompen con los esquemas clásicos de actividad / inac­ tividad, empleo / desempleo. De nuevo, la inactividad se ha definido como negación — de la actividad— , ocultando lo variado de las situaciones que en ella se agrupan y creando una idea de no—trabajo y, por tanto, de no-valor, que oculta un claro sesgo androcéntrico. Además de homogeneizar y negativizar lo que se sale de lo que se define como normal normativo (la inserción en el mercado laboral) y de crear modelos de personas trabajadoras basados únicamente en las expe­ riencias masculinas, se da una imagen totalmente distorsionada de la realidad económica y laboral de las personas que oculta la esencialidad del trabajo no remunerado para el mantenimiento del funcionamiento del sistema. La distorsión es tal que, desde posiciones no feministas, ha tenido que ser reconocida31 para poder definir correctam ente las políticas de empleo. Tampoco la división empleo / desempleo es clara, existiendo numerosos colectivos que se encuentran en un terreno indefinido, por ejemplo el colectivo desanimado o el subempleado. Por tanto, los conceptos han de ser amplios, complejos y especificados para situaciones concretas. El binomio producción / reproducción es uno de los que más está costando redefinir. Clásica­ mente, partiendo de la distinción de Engels de los sistemas de producción de bienes y seres humanos, se ha identificado la primera con la producción y la segunda con la reproducción,52

(30)

Por ejemplo, en los países industrializados, el trabajo doméstico es, de lejos, el trabajo no remunerado más importante; además, actualmente va cobrando cierta relevancia el trabajo voluntario en el denominado tercer sector (para una discusión del término, ver Vega, 2 0 0 0 ). Por el contrario, en países periféricos, al trabajo doméstico se une el de subsistencia y un trabajo com unitario con unas características muy distintas a las del nombrado tercer sector. A estas ideas generales, sin mayor validez que la de mostrar divergencias, hay que añadir estudios localizados.

(31)

Por ejemplo Freyssinet, J. (1 998), “Definición y medición del desempleo”. En: Gautié, J. y Neffa, J. C. Desempleo y políticas de empleo en Europa y E E U U , Lumer Humanitas, Buenos Aires, pp. 2 1 -3 8 .

(32)

Edholm et al., citados en Barrett (1980), distinguen tres niveles: primeramente, la reproducción humana o biológica que acabamos de comentar; en segundo lugar, la reproducción de la fuerza de trabajo, ... p r Pág. 27

26

Sn otras palabras.


definiéndose ambas exclusivamente en referencia al Modo de Producción Capitalista. Producción es sólo la de valores de cambio, reproducción es la de la fuerza de trabajo y las relaciones de produc­ ción capitalistas. El trabajo doméstico se ve como funcional para el capitalismo al encargarse de 1980), estas ideas no casan con la redefinición de producción que las feministas han logrado.

27

estas dos últimas dimensiones. Aparte de las acusaciones de reduccionistas y funcionalistas (Barrett,

posibilidad es considerar la reproducción en un sentido biológico estricto (Nicholson, 1990), pero más común es la de hablar de reproducción social en un sentido amplio como “conjunto de procesos que producen y reproducen los bienes de consumo y producen las relaciones sociales, las personas y la fuerza de trabajo” (Carrasco y Mayordomo, 2000), intentando, paralelamente, rescatar el “lado oscuro y oculto del trabajo de las mujeres: el trabajo de reproducción” (Picchio, 1994). Se da en algunas de estas teorías una importante confusión teórica: por un lado, se intenta ampliar la idea de economía y producción para incluir ese trabajo femenino, a la par que se le denomina trabajo de reproducción. Al mismo tiempo, se habla de reproducción social de la fuerza de trabajo, lo cual es una definición en términos del capitalismo de la misma. A la vez que se habla de poner en el centro del análisis la satisfacción de las necesidades humanas, lo que lleva a una correlacionada ampliación del término reproducción, se habla de poner en el centro el proceso de reproducción de la clase trabajadora, de nuevo restringiendo el término; o se m enciona trabajo reproductivo, más que derivado de un determinado concepto, en función de que su objetivo directo sea el bienestar humano. En conjunto, en una misma obra podemos encontrar contradicciones significativas, hasta el punto de que, por ejemplo, Carrasco, en sus últimos trabajos, prescinde totalmente de hacer referencia al manido concepto de reproducción.

6.2. Cambios sn la unidad

Otro ejemplo claro de cómo avanzar hacia una forma

d e a n á lis is

situa<^a y compleja de análisis, es lo que se refiere a los agentes económicos y las motivaciones que se sitúan tras sus decisiones económicas. El marxismo analiza el funcio­ namiento económico basándose en la confrontación de clases. Pero el análisis en términos de diferencias impide hablar de estos grupos homogéneos. Son las personas las que conectan los diferentes niveles económicos en una doble dimensión: una activa, es decir, dónde se enmarca su trabajo,33 y una pasiva, o de dónde proviene la satis-

(32)

... donde se incluye el m antenim iento diario y, además, la asignación de unos determinados puestos a unas determinadas personas; por último, la reproducción social, es decir, la reproducción de las condiciones que sostienen un determinado sistema social.

(33)

En un juego de presencias y ausencias de una persona en las diversas esferas; presencias y ausencias simultáneas y/o a lo largo de la trayectoria vital. Esta idea parte de la noción de la “doble presencia” (Balbo, 1 9 7 8 ), pero va más allá.

Rehaciendo saberes

Dentro de la literatura feminista, no hay consenso sobre qué entender por reproducción. Una


facción, directa o indirecta, de sus necesidades.34 Al estar esas mismas personas insertas en el complicado entramado de poder donde intersectan muy diversos sistemas normativos — clase, género, “raza”— del que habla la teoría feminista, todos estos sistemas ordenan, crean y modifican constantemente el sistema económico. Por otra parte, tampoco es posible posicionar a los indivi­ duos aislados como unidad básica de análisis — es decir, caer en la lógica de la escuela marginalista y neoclásica— , ya que las decisiones económicas de las personas responden a estrategias globales del grupo doméstico.35 Por tanto, el grupo doméstico, al ser la “unidad básica de reproducción [...] debe ser la unidad primaria de análisis” (Evers et al., 1984). Y es éste quien, en última instancia, debe encajar los cambios en el resto de niveles para seguir asegurando la reproducción. Es necesario reconocer “su rol de variable de ajuste en el ciclo económ ico” (Carrasco y Mayordomo, 2000). No reconocerlo implica considerar infinita la flexibilidad de la economía del cuidado, de la esfera no remunerada.36 No obstante, tampoco puede detenerse aquí el análisis: “Es importante distinguir entre el hogar como la unidad colectiva y los miembros individuales que son parte de ella. Esto es especialmente relevante si nuestro interés se centra en el análisis y los mecanismos y formas de subordinación / dominación” (Benería, 1988). Y la atención a los miembros individuales supone reconocer las relaciones de poder intrafamiliares, en lugar de caer en la retórica del interés, “carac­ terística de la economía política clásica y heredada por la neoclásica (Hartmann y Folbre, 1988) — que supone que, en los hogares, se impone el altruismo (conducta que, por otra parte, se considera no económ ica). En su lugar, son necesarios modelos más complejos — y situados, contextualizados— que combinen relaciones de poder, motivos de afecto y de interés personal, etc.,37 (la idea de “conflicto cooperativo” desarrollada por Sen, 1990).

6.3. Las bases materiales de la opresión

Hagamos referencia a un último aspecto que ilustra cómo la economía feminista — o, cuando menos, determinadas autoras— ha ido incorporando al estudio económ ico nuevas ideas provenientes de la teoría feminista, hacien­ do cada vez más complejo tanto el objeto de estudio como la forma de abordarlo. Refirámonos al tema de las bases

(34)

Desde esta doble perspectiva de inserción activa y pasiva en el sistema socioeconómico y la libertad para moverse en y a través de las esferas, pueden entenderse estudios del Estado de Bienestar como los de Esping-Andersen que analizan el bienestar en términos de ausencia del mercado laboral sin perder capacidad de satisfacción de las necesidades (desmercantilización). Sin embargo, estudiosas feministas (Lewis, 2000) critican la falta de un análisis en términos de ausencia de la esfera no remunerada sin perder por eso capacidad social de satisfacer los cuidados de quienes los necesiten (desfamilización).

(35)

Hay una interesante discusión sobre la conveniencia de utilizar los términos hogar, familia o parentesco (Seccombe, 1984), “Marxism and Demography”. En: New Left Review, vol. 137, enero-febrero, pp. 2 2 -4 7 .

(36)

Como ha ocurrido con la implementación de los Programas de Ajuste Estructural en numerosos países (artículos varios en Villota, 1999).

(37)

Por ejemplo, la idea de conflicto cooperativo desarrollada por Sen, A . (1 990), “Gender and Cooperative Coflicts”. En: Tinker, I. (ed.) Persistent Inequalities: Women and World Development, Oxford University Press, New York.

2S

£n otras palabras.


materiales de opresión de las mujeres. En la etapa anterior, la atención se centraba en la apropiación de la fuerza de trabajo femenina como la base material de opresión fundamental.38 Además, dicha apropiación se leía en términos de la gratuidad del trabajo doméstico en la familia. La economía feminista posterior ha hecho aportaciones cruciales al ampliar esa idea de apropiación de la fuerza de trabajo, ampliando las formas en que puede producirse, dando con ello una visión más completa y que responde a dinámicas concretas que varían en cada entorno. Así, esa misma apropiación puede verse en fenómenos como la reducción de gastos estatales a cambio de trasladar costes al trabajo gratuito que realizan las mujeres (Villota, 1999 y 2000) o el incremento de las tasas de ganancia a costa de la feminización del trabajo (p. e. Mies, 1994). Por otra parte, el reconocimiento de la existencia de otra base material de opresión — la apropiación del cuerpo femenino (Barry, 1994)— ya puede encontrarse en Delphy, no así el análisis de cómo se integra con el sistema económico. La integración entre los procesos de apropiación de los cuerpos de las mujeres y los estudios económicos, es dificultosa. Un ejemplo puede verse en Sassen (2000) que habla de formas de extracción de beneficio basadas en esta apropiación de los cuerpos (tráfico de mujeres, redes de migración para la prostitución, etc.).

7. Breves conclusiones

Con el actual texto, hemos pretendido ofrecer una visión dinámica de las interrelaciones entre las elaboraciones de teoría feminista y las de economía feminista, así como dar muestras de la necesidad de una profunda conexión e integración entre ambas. Del inicial “descubrimiento” del patriarcado y los intentos de estudiarlo en conexión con el sistema económ ico, hemos pasado a visiones más actuales de las relaciones de género, así como de otras relaciones de poder. También, estas nuevas ideas tienen su reflejo en los enfoques económicos, que constantemente van complej izándose y enriqueciéndose. Es necesario que la conexión entre ambas esferas de pensamiento femi­ nista se mantenga viva. Si una sospecha inicial llevó a descubrir el andrócentrismo del pensamiento económico, este espíritu de desconfianza no puede desaparecer de la economía femi­ nista. La sospecha debe seguir viva en múltiples aspectos. Si el hecho de que la economía fuera una ciencia hecha

(38)

Fundamental en diversos sentidos: bien la única — algunas/os autoras/es del DTD y TSD — , bien la que es sensible de un análisis en términos económicos — Delphy.


por hombres generaba dudas, éstas no desaparecen porque la corriente a la que nos estamos refiriendo la creen, básicamente, mujeres. Las relaciones de poder entre el colectivo mujeres han de llevar a la auto-sospecha, a esa política de la localización. Sospecha también ante los análisis sencillos que pretenden integrar el género en los ya existentes, o crear toda una serie de nuevos conceptos que se apliquen paralela, que no simultáneamente, a los ya desarrollados para el sector monetizado. Sospecha ante las teorías universales y ante las neutrales. Sospecha de que siempre queda una nueva elaboración teórica a incorporar al estudio económico. Sospecha como meca­ nismo de auto-evaluación constante y de incorporación de los nuevos desarrollos de teoría femi­ nista. Si nuestra intuición es compleja — como lo es el pretender analizar desde las subjetividades individuales y colectivas hasta las diversas esferas económicas, pasando por los hogares y desen­ trañando los procesos de reproducción, ejecución y creación de los sistemas de ordenación social, a través de las estructuras económicas— , podemos sospechar que vamos por buen camino. ♦

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Las mujeres y la

globalización ¿oportunidad o amenaza? C e c il ia L ó pe z M o n t a ñ o Economista, ex ministra y ex directora del Departamento Nacional de Planeación

Sin duda las mujeres

se enfrentan actualmente a

un claro dilema: ¿la globalización, entendida como la nueva forma de relacionarse las personas, la política, la justicia, las comunicaciones y la economía, representa una gran oportunidad o es realmente una nueva amenaza en el difícil camino de ser reconocidas como actoras reales pero diferentes del desarrollo, y en el proceso de eliminar las diferencias inexplicables e injustificables con los hombres? La respuesta no es obvia y por esto resulta importante entender los efectos positivos y negativos de esta nueva realidad mundial. El debate apenas empieza y,

32

&n otras palabras.


33

concurso de otras disciplinas para avanzar en la verdadera comprensión de las oportunidades y barreras que las mujeres afrontan en la actualidad. La globalización coincide con más de cincuenta años del proceso de inserción masiva de las mujeres en la actividad productiva remunerada. Asociados con esta realidad, en dos campos en particular se observan cambios radicales: en el análisis económico y en los estudios empíricos que tratan de entender las nuevas situaciones que se les plantean a las mujeres y las diferencias que se evidencian con las actividades de los hombres. La economía feminista es un hecho reciente que aparece con gran fuerza en la década de los 80 y que hoy se abre un gran espacio entre la escuela no ortodoxa, que busca remplazar el Consenso de Washington que frustró las expectativas de crecimiento sostenido y equidad en América Latina (López, 2003). Con una gran sensibilidad para comprender las asimetrías actuales que la economía global genera, las economistas feministas realizan aportes que parten de la crítica a los modelos andró céntricos, las cuales consideran al hombre como único actor económico, destacan la relevancia de disciplinas distintas a la economía para entender los escenarios actuales y, más recientemente, ponen en entredicho una de las supuestas verdades de la economía, la neutralidad de las políticas macroeconómicas en términos de equidad en general y de equidad de género en particular. Pero lo novedoso de este nuevo debate, al menos para los y las economistas tradicionales, es el haber hecho visible la “economía del cuidado” que difiere de la “economía remunerada”, objeto de las políticas públicas, pero que interactúa de manera decisiva con la primera, fundamentalmente a cargo de las mujeres. Los procesos de ajuste que han vivido los países en desarrollo, en los cuales las mujeres se volvieron proveedoras de última instancia de los servicios sociales que recortó el Estado, sacaron a la luz una realidad que ellas han vivido por siglos. La “economía del cuidado” produce y mantiene la fuerza de trabajo, contribuye a la socialización individual, desarrolla el tejido social, él sentido de comunidad, la responsabilidad social y genera la confianza, el prestigio y el orden social. Pero más aún, la economía del cuidado requiere m antenimiento e inversión que provienen tanto de la actividad pública como de la privada que sí son remuneradas. Por esta razón, las políticas que aumenten el producto de uno de los sectores anotados, disminuyendo el del otro, no puede tener los resultados esperados, a menos que existan provisiones para subsanar las pérdidas que se producen en uno de ellos (Himmelveit, 2001). Ignorar esta interacción fue lo que permitió que el Fondo Monetario Internacional llamara como eficientes los procesos de ajuste en diversos países latino­ americanos, en los cuales redujo el gasto social sin que los indicadores se hubieran deteriorado. El secreto: las mujeres asumieron, además de sus labores en el hogar, la educación de niñas y niños expulsados de las escuelas, el cuidado de enfermos sacados de los hospitales y la atención de las ancianas y los ancianos, sin lugares de asistencia. Todo esto sin remuneración.

Rehaciendo saberes

con el objeto de contribuir en él, se plantean argumentos económicos que sin duda exigirán el


El aporte de la economía feminista ha sido un triunfo para las mujeres que aún no se traduce en mayor bienestar, pero abre el camino para ese reconocimiento sin el cual es imposible capturar la política pública para su beneficio y, por ende, para una mayor equidad que empieza por la equidad de género. Sin embargo esta ganancia, aun en el campo conceptual, no ha estado exenta de un gran sacrificio por parte de las mujeres. En el área de los estudios empíricos que permiten corroborar con datos las realidades que se señalan, la investigación realizada empieza a identificar cambios significativos en el comporta­ miento de variables económicas, inducidos por la globalización. El más relevante es la acelerada feminización del mercado laboral. Los determinantes negativos que afectaban la participación laboral de las mujeres se han debilitado y los factores positivos se han fortalecido. Han influido factores como el incremento de los divorcios, el descenso de las tasas de fecundidad y la existencia en muchos países de normas antidiscriminación. Pero el más importante ha sido el cambio en la naturaleza de los mercados de trabajo. El concepto de la mano de obra asalariada de tiempo completo ha sido sustituido por un patrón diverso, caracterizado por la informalización del empleo, a través de la mano de obra contratada, casual, de tiempo parcial, que trabaja en el hogar cuyo elemento común es la desprotección de regulaciones laborales (Standing, 1999). Las posibles explicaciones de este proceso de feminización del mercado de trabajo se resumen de la siguiente manera: a) el crecimiento del comercio internacional de bienes y servicios, así como la participación de la inversión de las multinacionales en la mayoría de los países, ha generado una gran demanda por mano de obra femenina con bajos salarios; b) tanto el comercio como las inver­ siones se han dirigido a las economías en las cuales los costos laborales son bajos, y las mujeres cumplen con este requisito; c) dada la incipiente industrialización de muchos países en desarrollo, se pueden evadir los costos que implican los derechos laborales de los países industrializados y las mujeres son quienes menos los demandan; d) la revolución tecnológica basada en la microelectrónica ha permitido alternativas diversas para nuevos arreglos laborales que las mujeres aceptan; e) las políticas de ajuste han generado cambios radicales en los mercados laborales, erosionando la protección y la acción laboral colectiva a la cual los hombres no renuncian, y f) se han deslegitimado los sistemas de bienestar y se ha privatizado la protección social que nunca cubrió a grandes sectores de mujeres trabajadoras (Standing, 1999). Este es el marco conceptual que ha generado la división por género del mercado laboral porque las mujeres son las que mejor se han acomodado a estas nuevas realidades. Incluso, el impacto final de la flexibilización laboral ha sido la creciente inseguridad de ingresos y éste se reconoce como uno de los motores para que muchas mujeres ingresen a la actividad remunerada y se sometan a las nuevas reglas del juego: hacer cualquier tipo de actividad, en condiciones precarias, en aras de recibir algo de ingresos.

34

Gn otras palabras.


En conclusión, el tipo de empleo que siempre han tenido las mujeres, inseguro, mal remu­ nerado e irregular, está sustituyendo a aquel asociado con los hombres, regular, sindicalizado, estable. En estas condiciones, más mujeres están entrando al mercado de trabajo y permaneciendo en él mientras más hombres han sido forzados al margen del mercado laboral cuando no han sido claramente expulsados. Pero lo que realmente ha sucedido es que, más que una mejoría en las oportunidades ocupacionales de las mujeres, se ha dado un debilitamiento de la situación del hombre trabajador (Standing, 1999). ¿Es esta realidad una oportunidad o una amenaza? Para los economistas ortodoxos o aquellos insensibles a los temas de género, que son la mayoría, esta es la gran oportunidad de las mujeres que ahora ganan algo cuando antes no ganaban nada. ¿De qué se quejan?, es su pregunta. Dos elementos deben considerarse: en primer lugar, la salida masiva de mujeres en condiciones precarias a la economía remunerada no ha generado una sustitución de responsabilidades en la economía del cuidado. Ni el Estado ni los hombres han remplazado — o al menos aliviado— estas tareas. La doble jornada que afectaba a algunas mujeres se volvió la característica común de la gran mayoría de ellas. En segundo lugar, las imágenes de las mujeres asesinadas en Juárez, las trabajadoras de las maquilas en el Caribe y Centro América, muestran claramente el alto precio que las mujeres están pagando, muchas veces con sus vidas, por esta oportunidad. ¿Volver al pasado? Definitivamente no, pero cambiar el presente, definitivamente sí. El ingreso es la vía a la dignidad de las mujeres, especialmente en países como Colombia donde la legislación que las protege es letra muerta. Pero no tiene que ser tan doloroso. A las mujeres les falta quién venda su contribución a la estabilidad económica y democrática del mundo, una clara función política que no va a ser asumida por los hombres. Las mujeres tienen que dejar de despreciar la economía y la política, adentrarse seriamente en este campo y llegar al poder, una vez allí contarán con el apoyo de ese nuevo hombre que apenas empieza a perfilarse. Pero esperar que ellos asuman nuestras banderas, es una inocente ilusión. Hasta ahora la globalización aparece más como una amenaza que como una oportunidad, pero está en manos de las mujeres transformarla para cambiar su posición subordinada ante el poder patriarcal. ♦

Bibliografía Himmelweit, Susan. (2001), Making visible the hidden economy: the case for gender impact analisis of economic policy, Economics Discipline Faculty of Social Sciences, The Open University, London. López M ontaño, Cecilia. (2 003), Desafíos conceptuales entre género y macroeconomía, Mimeo, documento preparado para la Cepal, Bogotá. Standing, Cuy. (1 999), Global Feminization Through Flexible Labor, S theme Revisited. ILO, World D eve­ lopment, vol. 27, No. 3, Elsevier Ltd, Geneve.


W-

wm

Mujeres, trabajo

y tecnología en la

economía

soraya tobón

Algunos debates

global

de los últimos años han insistido

sobre la crisis — e incluso el fin— del trabajo, según inter­ pretaciones que van del determinismo tecnológico a las nuevas formas de explotación capitalista a nivel mundial. En uno u otro caso, sin embargo, el trabajo es concebido exclusivam ente desde el ángulo del mercado laboral, teniendo como referencia fundamental situaciones de trabajo masculinas. Las experiencias de las mujeres que remiten a temas como el trabajo doméstico, el tiempo flexible o la calificación en el sector de los servicios, quedan excluidas de las discusiones y conceptualizaciones “generales” en torno al trabajo. La vigilancia que la crítica feminista se ha esforzado por mantener frente a la producción de conocimiento e interpretaciones en torno al trabajo, parte del principio de que las formas de la división sexual del trabajo y las Luz G a b r i e l a

A

rango

Profesora e investigadora del Centro de Estudios Sociales - C E S Universidad Nacional de Colombia

identidades de género son el producto tanto de las relaciones sociales como del lenguaje y los discursos (comu.

,

,

nes Y científicos) que construyen, reproducen y trans­ forman las diferencias y desigualdades entre los sexos, propiciando u obstaculizando el acceso equitativo a la ciudadanía económica y social.1

(1)

Mason, Sabine. “Travail en Débat, Travailleuses Invisibles”. En: Cahíers du Genre, No. 26, Paris, 1999, pp. 13-32.

36

Gn oiráspalabras...


En este contexto, fenómenos como la econom ía global, las nuevas tecnologías de la infor­ mación y la división internacional del trabajo, han sido poco problematizados desde una perspec­ tiva de género. En este artículo, abordaré estos problemas en el caso latinoamericano, destacando

el control sobre las nuevas tecnologías.

Las mujeres latinoamericanas en la división internacional del trabajo

La constitución de una “economía global” se presenta como resultado y mutación del largo e intenso proceso de intemacionalización del mercado capitalista a lo largo del siglo X IX , el cual alcanza magnitudes inéditas desde finales de la década del sesenta del siglo XX , gracias a la revolución tecnológica de la inform ática y las teleco­ municaciones. De acuerdo con Castells, una “economía global” es ante todo una economía capaz de funcionar como unidad en tiempo real a escala planetaria.2 Si bien ésta incide directa o indirectamente sobre los medios de existencia de toda la humanidad, su funcionamiento y estructura reales sólo conciernen segmentos de las estruc­ turas económicas, los países y las regiones. Por ello, no se puede hablar aún de una economía “planetaria”, la cual incluiría todos los procesos económ icos del planeta,

todos los territorios y todas las personas. Para América Latina, la globalización se asocia con los procesos de apertura económica y de ajuste estructural, exigidos por el FMI a raíz de la crisis de la deuda en la década del 80 y por los posteriores esfuerzos de integración de mercados regionales. Ha significado también la revisión del modelo de industrialización por sustitución de importaciones, en pro de un modelo de economías de exportación. Las políticas de ajuste estructural se basan en una reestructuración económica profunda, con consecuencias diferenciadas para los trabajadores de acuerdo con su ubicación labo­ ral y sus características sociales en términos de género, etnia y edad, quedando claro que los sectores más pobres pagan los costos más elevados. La “inserción” de América Latina en la economía mun­ dial ha sido muy desigual según los países, y su participación como región en la constitución de formas de regulación internacional no se ha deslindado de la hegemonía norteamericana. A pesar de lacreciente unificación del mercado capitalista mundial, el mercado de trabajo no se unifica en la mismaescala. Al contrario, se han erigido nuevas barreras jurídicas, económicas y culturales que obstaculizan la circulación de las personas y producen nuevas discriminaciones y jerarquías. Según lo señala Castells, si bien los mercados de trabajo no son globales, el trabajo sí

(2)

Castells, Manuel. La Société en Réseaux, vol. I, E ére de l’information, Fayard, Paris, 1998, p. 121.

Rehaciendo saberes

la creciente devaluación del trabajo de reproducción social y doméstica y las relaciones de poder en

37

los procesos de inserción/exclusión de las trabajadoras en la división internacional del trabajo,


constituye un recurso global, pues las empresas pueden escoger en qué rincón del planeta se implantan para encontrar la mano de obra que necesitan y pueden igualmente atraer personal altamente calificado proveniente de cualquier lugar. Por su parte, las trabajadoras y los trabajadores de numerosos países se desplazan hacia las economías aparentemente más prometedoras, en busca de mejores condiciones de trabajo o huyendo de la pobreza, la guerra y la persecución. Las mujeres latinoamericanas han participado en estos procesos de manera heterogénea, en función de su posición social, económica y cultural. La gran mayoría de mujeres de sectores popula­ res, urbanos y rurales, han debido asumir una intensificación del trabajo de sostenimiento cotidiano de sus familias, al tiempo que aumentaron su participación en el mercado laboral en condiciones precarias. El primer ejemplo de feminización de la fuerza de trabajo en América Latina está relacio­ nado con las estrategias de industrialización para la exportación que se pusieron en marcha en varios países en la década del 70. La nueva división internacional del trabajo que se va configurando se caracteriza por una reestructuración industrial que traslada a los países con mano de obra abun­ dante y barata, la realización de procesos intensivos en mano de obra en la industria manufacturera y la agro-industria. Estas estrategias de industrialización para la exportación tienen antecedentes en la década del 50, cuando se establecen en Puerto Rico las primeras zonas de producción para la exportación, ejemplo que es seguido durante las dos décadas siguientes por numerosos países en América Latina, el Caribe y Asia. En América Latina, el programa de maquiladoras en la frontera norte mexicana, que emplea más del 10% de la fuerza de trabajo del país, es el caso más estudiado y ha sido erigido como modelo de estrategia de industrialización para los otros países. En relación con esta forma de vinculación laboral de las mujeres, existen dos grandes interpre­ taciones no necesariam ente incompatibles. En el caso m exicano, de acuerdo con un balance realizado por Susan Tiano,3 predomina la “tesis de la explotación” que insiste sobre las condiciones de trabajo desfavorables que experimentan las trabajadoras de las maquilas: empleos inestables y mal remunerados, segregación ocupacional, tareas monótonas y repetitivas, controles arbitrarios y sexistas, malas condiciones ambientales y dificultades para sindicalizarse. A este enfoque se opone la “tesis de la integración”, que sostiene que el trabajo en la industria maquiladora representa una mejora sustantiva con respecto a las condiciones de empleo accesibles a las mujeres en México, proporcionándoles recursos económicos y psicológicos para negociar mejor con los hombres en el hogar. La doble relación de opresión de las trabajadoras en la familia y el mercado laboral, explica la coexistencia de aspectos positivos y negativos en este tipo de vinculación laboral. U n segundo ejemplo es el trabajo industrial a domicilio, integrado a cadenas internacionales de subcontratación que lo ubican como su eslabón más débil. Lourdes Benería y Marta Roldán,4 en una investigación ya clásica, reconstruyen las cadenas de subcontratación que articulan a corpo­

(3)

Tiano, Susan. Patriarchy on the Line. Labor, Gender, and Ideology in the Mexican Maquila Industry, Philadelphia,

(4)

Benería, Lourdes y Roldán, M arta. Las encrucijadas de clase y género. Trabajo a domicilio, subcontratación y dinámica de la unidad doméstica en la ciudad de México, M éxico, El Colegio de M éxico y FC E. (Primera edición

Temple University Press, 1994.

en inglés, 1987), 1992.

38

£n otras palabras.


raciones multinacionales en países centrales con empresas y talleres nacionales y trabajadoras a domicilio en ciudad de M éxico. Estudios realizados en otros países coinciden en señalar las condiciones precarias de trabajo de estas mujeres, sometidas a pagos a destajo, extensas jornadas

revela las articulaciones entre los sectores dinámicos y competitivos de la economía con las moda­ lidades más informales de trabajo. Condiciones aún más precarias experimentan las proletarias rurales, vinculadas de manera estacional e itinerante a la agro-industria, en tareas agotadoras a pleno sol y hacinadas con sus familias de campamento en campamento. Aunque los varones también están sometidos a difíciles condiciones de trabajo y remuneración, las mujeres están confinadas en los trabajos peor remune­ rados y expuestas a los abusos de poder y autoridad de los capataces y de sus propios compañeros. Para muchas de ellas, al maltrato como trabajadoras rurales se añaden la estigmatización y el desprecio de que son objeto como mujeres indígenas, tanto por parte de los patrones como por sus compañeras y compañeros de trabajo mestizas y mestizos.5 La doble discriminación afecta asimismo a las trabajadoras afro—americanas. En la última década, los cambios en las dinámicas de la economía global conciernen de manera creciente y desfavorable a otras categorías de trabajadores y trabajadoras, consideradas más cali­ ficadas, que se habían beneficiado anteriormente con estos procesos, como las empleadas y los empleados de servicios financieros, o profesionales y técnicos en diversas áreas. La “manufactura global” ha sido seguida por la “oficina global”, caracterizada por la fragmentación y subcontratación de los procesos de administración, mercadeo y comunicación en las empresas. Ejemplo de esto son los nuevos centros de llamadas (call centers) que prestan servicio telefónico o por internet, en los cuales un personal mayoritariamente joven, femenino y mal remunerado, responde desde Bangkok o Guadalajara a las solicitudes de usuarios ubicados en Londres o Los Ángeles. Algo similar ocurre con el trabajo informático a domicilio que representa la mayoría de las veces un deterioro en las condiciones de trabajo y remuneración, sin cuestionar realmente la división sexual del trabajo.

El trabajo de reproducción social

Com o respuesta a las sucesivas crisis económ icas, el desempleo, el deterioro de los ingresos en los hogares y la reducción de los sistemas de protección social del Estado, las familias populares han optado por una estrategia basada en una división sexual inequitativa del trabajo que consiste en la utilización intensiva del trabajo doméstico gratuito de las mujeres, las niñas y los niños. En ese sentido, la caída de los salarios y el creciente desempleo

(5)

Lara, Sara. “Genre, Ethnicité et Violence dans les Migrations Rurales au Mexique”. En: Cahiers du Genre, No. 32, Paris, 2002, pp. 1 6 1 -1 8 0 .

'Rehaciendo saberes

ílexibilización y precarización del empleo industrial y uno de los ejemplos que más directamente

39

laborales, sin seguridad social ni estabilidad en el empleo. Todo esto es una muestra extrema de la


no solamente obligan a multiplicar los proveedores en el hogar, sino que este último debe suplir bienes y servicios que las familias adquirían anteriormente en el mercado. González de la Rocha señaló cómo estas estrategias — los recursos de la pobreza— 6 permitieron que las familias (especial­ mente las mujeres, las niñas y los niños) sirvieran como “amortiguadoras” de la protesta social al limitar los efectos negativos de las crisis de la década del ochenta. Para los noventa, la misma autora alerta sobre el deterioro de las condiciones de vida de las familias populares y su nueva “pobreza de recursos”, entendida como la ausencia de recursos mínimos para construir una estrategia de super­ vivencia, señalando los graves procesos de exclusión en curso. Algunos estudios cualitativos, inte­ resados en identificar cambios en las identidades masculinas en sectores populares urbanos, dan cuenta de un aumento marginal de la participación de los varones en el ámbito doméstico, selectiva y coyuntural en la mayoría de los casos. Las economistas feministas han señalado la importancia del trabajo de reproducción social que permanece invisible, excluido de las cuentas nacionales y no remunerado. Diane Elson' habla de dos economías: “una economía en la que las personas reciben un salario por producir cosas que se venden en los mercados o que se financian a través de los impuestos. Esta es la economía de los bienes, la que todo el mundo considera ‘la economía’ propia­ mente dicha, y por otro lado tenemos la economía oculta, invisible, la economía del cuidado”. Existen lazos estrechos entre estas dos economías con efectos sociales inequitativos. Mientras el trabajo doméstico contribuye a abaratar los costos de reproducción de la fuerza de trabajo y a amor­ tiguar la pérdida de poder adquisitivo de los salarios en tiempos de crisis, la presencia de una mano de obra femenina abundante en los hogares ejerce un efecto depresor sobre los salarios. Las extensas jornadas de trabajo que deben cumplir las mujeres, sumando trabajo doméstico y remunerado, limi­ tan considerablemente sus posibilidades de acceder a los sectores más dinámicos, a obtener empleos de tiempo completo y a mejorar su capacitación y nivel de ingresos, situación que se agrava para las mujeres jefas de hogar cuyo número tiende a aumentar considerablemente en América Latina.8 Por otra parte, no se ha destacado lo suficiente el carácter sexualmente discriminatorio del desmonte de los estados de bienestar y la reducción de los precarios estados latinoamericanos. En términos de Bourdieu, la “mano izquierda del Estado”, constituida por las trabajadoras y los trabajadores, profesionales y técnicos de las área de salud, educación, cultura y protección social, han sido los más afectados por las políticas neoliberales. No por azar, se trata en su inmensa mayoría de mujeres que desarrollan en el ámbito público las actividades de cuidado. El Estado no considera necesario socializar servicios de la esfera doméstica mientras exista el trabajo no pagado de las mujeres en el hogar, y tiende, al contrario, a transferir algunas de sus funciones, privatizando actividades de servicios y delegándolas a organizaciones de la sociedad civil que acuden al trabajo voluntario y altruista de mujeres y otros miembros de las comunidades.

(6) (7)

González de la Rocha, Mercedes. Los recursos de la pobreza. Familias de bajos ingresos en Guadalajara, El Colegio de Jalisco, México, 1986. Elson, Diane. “Alternative Visions”. En: Harcourt, W. et al. (ed.) Towards Alternative Economics from an European Perspective, W ID E, Bruselas, 1995.

(8)

Campillo, Fabiola. “El trabajo doméstico no remunerado en la economía”. En: Macroeconomía, género y Estado, DNR BMZ, GTZ, Tercer Mundo, Bogotá, 1998, pp. 9 9 -1 2 5 .

40

Gn otras palabras.


Mujeres y nuevas tecnologías

Las profundas inequidades en la división internacional y la división sexual del trabajo que acom pañan el desa­ rrollo de la economía global, se caracterizan igualmente por una ampliación de la brecha tecnológica entre países y sectores de la población. En la cultura occidental, manejar la última tecnología es una actividad altamente valorada y mitificada. Los saberes técnicos reconocidos constituyen una importante fuente de poder para los hom­ bres, a pesar de las desigualdades de clase que subordi­ nan, por ejemplo, el saber técnico del obrero de industria al del ingeniero, cualquiera que sea la forma de definir la relación entre masculinidad y tecnología, las mujeres apa­ recen como poco aptas para los propósitos tecnológicos. La cultura m asculina de la tecnología resulta funda­ mental para entender cómo la división sexual del trabajo sigue reproduciéndose en la actualidad. Los estudios sobre los cambios en los procesos de producción y la orga­ nización del trabajo en varios sectores, indican que bue­ na parte del trabajo femenino sigue sometido a una regu­ lación taylorista en la cual las máquinas (aún las electró­ nicas), diseñadas y programadas por ingenieros y m ante­ nidas por obreros profesionales — m ecánicos, electri­ cistas, etc.— , son operadas por trabajadoras que tienen poco co n tro l sobre las mismas o cuyas habilidades operativas son poco reconocidas, tanto en términos de autonomía en su trabajo como de remuneración.

Aunque un número creciente de mujeres de sectores medios y populares escoge profesiones técnicas e ingenieriles, siguen constituyendo una minoría y no ocupan un lugar dominante en estas profesiones. La informática, emblema de los “nuevos tiempos”, ha sido analizada como un tipo completamente nuevo de tecnología. La socióloga australiana Judy Wajcman9 argumenta que esta tecnología podría haber sido especialmente apropiada para las mujeres, pero la evidencia reciente sobre la existencia de una brecha de género en el acceso a los computadores en la escuela — en Inglaterra, EEUU y Australia— señala que éstos ya han sido definidos como predominantemente masculinos. En las escuelas, los computadores son vistos como parte del campo de la maquinaria y las matemáticas, una combinación intimidante para las niñas. De hecho, los niños, de manera activa y agresiva, se apropian del tiempo de computación. El acoso a las niñas continúa en la educación superior, en donde puede tomar la forma de mensajes obscenos por internet y puede ser

(9)

W ajcman, Judy. Feminism Confronts Technology. T h e Pennsylvania State U niversity Press, University Park, Pennsylvania, 1991.


tan insoportable que, en el caso del Instituto Tecnológico de Massachussets (M IT ), las estudiantes de ciencias de la computación organizaron un comité para defenderse de los ataques de sus compa­ ñeros. Si esto es lo que ocurre en la escuela, en la casa las cosas no son más equitativas. Muchos niños desarrollan su interés por la tecnología de la información en sus casas estimulados por juguetes claramente sexuados. El computador y los videojuegos se incorporan como nuevas tecno­ logías a un espacio doméstico sexualmente codificado. El análisis de un fenómeno ligado al desarrollo de los computadores y la informática, como es internet, resulta ilustrativo. Gloria Bonder10 realiza un balance que busca articular los debates liderados por las feministas norteamericanas con la realidad latinoamericana. Hasta ahora internet es fundamentalmente un transmisor de información y su contribución a la llamada sociedad del conocimiento es'marginal. Por otra parte, sus beneficios están distribuidos de manera inequitativa. El conocimiento del inglés es un factor de exclusión ya que más del 80% de las páginas son en ese idioma. Hacia fines de 1995, había aproximadamente 9 ’000.000 de usuarios de internet en el mun­ do, en 2000 se alcanzan los 350’000.000. Las cifras para América Latina revelan uno de los índices de crecimiento más elevados del mundo. La encuesta Mujeres latinas en internet de enero de 2000, indicaba que las usuarias latinoamericanas constituían una pequeña élite: eran mayoritariamente mujeres de 22 a 35 años con estudios superiores. La mayoría navegaba por diversión y en segundo lugar, por trabajo. En los últimos años, el acceso creciente de jóvenes y adolescentes de ambos sexos a internet, debe haber modificado estas cifras. Desde finales de la década de los 80, algunas investigadoras feministas se interesaron en la detección y análisis de los códigos de género en el espacio virtual, de lo cual resultaron dos enfoques contrapuestos. Para algunas, la comunicación en línea, por sus características intrínsecas de mayor horizontalidad, menor control e invisibilización de los cuerpos, es más igualitaria y favorece la ex­ presión de los grupos marginados y las mujeres. Para otras, la interacción en línea no difiere mucho de lo que ocurre en la sociedad: los varones dominan la comunicación y sus comportamientos lingüísticos recrean lo que se ha registrado o ff line (inician y finalizan las discusiones en los grupos mixtos, plantean sus opiniones como si fueran hechos comprobados, pueden ser autoritarios y usar un lenguaje vulgar, confrontan las opiniones de los demás ostentando desafío, humor y sarcasmo, etc.). Las mujeres tienden a enviar mensajes más personales, a atenuar y justificar sus afirmaciones, a disculparse, agradecer, apreciar y tomar en cuenta a sus interlocutores. Existen igualmente publi­ caciones electrónicas alternativas producidas por mujeres y grupos de autogestión femeninos (e-zine) que señalan algunas formas marginales de resistencia cultural de mujeres feministas en línea, mediante la creación de un espacio propio en la red, la experimentación en el lenguaje, el tratamiento de temas marginados y la provocación estética.

(10)

Bonder, Gloria. Las nuevas tecnologías de información y las mujeres: reflexiones necesarias, Serie Mujer y Desarrollo, Unidad Mujer y Desarrollo, Cepal, Eclac, Naciones Unidas, Santiago de Chile, 2002.

(11)

Beneria, Lourdes. “Karl Polanyi, la construcción del mercado global y la ‘diferencia’ de género”, ponencia presentada en la Conferencia de LASA , Chicago, septiembre 2 4 -2 7 , 1998.

----------------------------------------------------------------------- W

42

Gn oirás palabras.


Perspectivas

El panorama anterior, a pesar del balance desalentador, no pretende presentar a las mujeres como víctimas pasi­ vas de una arrasadora máquina capitalista y patriarcal de carácter mundial. Es indudable que en todos los espacios y en las condiciones más adversas, de manera individual y colectiva, familiar u organizada, mujeres y hombres luchan por defender sus condiciones de vida y trabajo y su dignidad como personas, además lo consideran como núcleo de su identidad social y personal, pero las condi­ ciones son extremadamente desiguales.

La globalización ha significado una acumulación extraordinaria de recursos económicos, técnicos, científicos y militares en centros de poder que escapan a todo control dem ocrático. La construcción de una nueva hegemonía mundial es un proceso conflictivo en el cual participan múltiples agentes: los estados nacionales siguen siendo actores importantes a los que se suman las instituciones políticas y económicas regionales, las instituciones multilaterales regulatorias y las corporaciones multinacionales. Frente a éstos, los movimientos sociales y las diversas formas de organización de una “sociedad civil planetaria” emergente, luchan con dificultad por evitar conse­ cuencias puntuales y nefastas de la globalización económica al tiempo que intentan abrir espacios efectivos de democracia global e imaginar nuevos modelos de integración mundial. En este contexto, las experiencias de las mujeres y las luchas feministas aportan claves indis­ pensables para cualquier proyecto emancipatorio. En el ámbito de la economía y el trabajo, que ha sido el objeto de este artículo, vale la pena retomar la discusión sobre el trabajo doméstico y la necesidad de incluir en las demandas emancipatorias la abolición de toda explotación basada en el trabajo no remunerado. Por otra parte, Lourdes Benería11 (verPás' 42) nos invita a cuestionar la raciona­ lidad subyacente al discurso triunfalista del mercado que le ha dado nuevo impulso al culto a la productividad, la eficiencia y el crecimiento económico, exaltando la conducta individualista y competitiva y la aceptación tácita de las nuevas desigualdades económicas y sociales. Benería se pregunta si los comportamientos de las mujeres, tradicionalmente asociados con el cuidado de otros y otras, la solidaridad o el altruismo pueden constituir un tipo alternativo de conducta, o si, al contrario, la inserción creciente de las mujeres en la economía del mercado ha transformado sus modos de actuar hacia una racionalidad económica similar a la masculina. Sin duda, este dilema atraviesa en forma no siempre consciente, y con efectos que podemos considerar perversos, los esfuerzos de las mujeres por alcanzar equidad en el mercado de trabajo. Mientras numerosas profesionales y ejecutivas asumen y reproducen los modelos masculinos de competencia que le dan prioridad absoluta al trabajo remunerado y la carrera, las jóvenes de origen popular buscan distanciarse de la experiencia de sus madres, rechazando el trabajo doméstico que éstas realizaron. Entre tanto, poco hacen los sociólogos del trabajo y los sindicatos por identificar y defender las competencias y calificaciones incorporadas en las ocupaciones del área de los servicios y la “economía de cuidado” en general, o por poner en evidencia la dominación sexual y social implícita en las nuevas tecnologías. ♦


El reconocimiento de la productividad CARMENZA SALDÍAS Directora Departamento Administrativo de Planeación Distrital

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un paso Modos de producción, trabajo asalariado y declive de la sociedad del trabajo

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hacia la inclusión1

Para comenzar quisiera

hacer una reflexión en torno

a los actuales debates relacionados con el tema que nos ocupa y a los aportes feministas a dichos debates, con el fin de resolver algunos de los dilemas que hoy nos plan­ tean. El primer tema de discusión tiene que ver con la reflexión sobre si estamos enfrentando un proceso de transición entre dos modos de producción; es decir, si estamos pasando del modo de producción industrial a uno

(1)

Este artículo recoge algunas de las ideas expresadas por Fernando Mires en su libro La revolución que nadie soñó, Nueva Sociedad, 1996.

44

£n otras palabras.


45

conllevaría para el desarrollo de países como el nuestro. De ser así, hay que decir que este nuevo modo de producción sin los obreros tradicionales y con procesos productivos bastante distintos a los conocidos en las fábricas, debe ser entendido como un símbolo que tiene varias dimensiones y como un modo de observar y vivir la realidad diferente a lo hasta ahora conocido, al igual que sucedió con la máquina de vapor en la era industrial, que irrigó los diversos ámbitos del acontecer y desarrollo de la humanidad, cambiando la anterior forma de vida. No obstante, además de estar enfrentando un proceso de transición, se debe entender que también existen de manera simultánea ambos modos de producción. Tenemos un modo de produc­ ción industrial coexistiendo e invadido por los nuevos sistemas de producción y trabajo de la era de la información y el conocimiento, en particular si tenemos en cuenta que la transformación de cualquier modo de producción implica también cambios en los esquemas políticos que lo soportan, que por lo general se dan de forma más lenta. En esta transición, la guerra económ ica (compe­ tencia) ocupa el lugar que hace unos años ocupó la guerra fría. El segundo debate gira en torno a si, de hecho, estamos llegando al límite del trabajo asalariado y contractual. A este respecto hay que decir que las formas de trabajo viven un cambio más profundo y complejo que una simple crisis de producción. El pleno empleo parece un imposible bajo las nuevas condiciones de producción y algo de eso ya se evidenció en la dificultad de la sociedad industrial para lograrlo. La revolución industrial separó a los campesinos y las campesinas de sus tierras, convirtién­ dolos en obreros industriales, mientras que ahora la revolución de la información y el conocimiento separa a los trabajadores y las trabajadoras de sus máquinas. El adiós al proletariado no sólo implica despedirse de un sujeto histórico “privilegiado”, sino también del “espíritu del trabajo”. “Por primera vez en la historia universal [...] la productividad aumenta en el sector productor de medios de producción más rápido que en el sector productor de medios de consumo” (Gorz, 1983). Las etapas en el avance del nuevo modo de producción son tres. En una primera, la produc­ tividad depende de una alta tasa ocupacional; en la segunda, la productividad se libera de la tasa ocupacional, y en la tercera, el aumento de productividad depende de una baja tasa ocupacional. Esto quiere decir que, en un principio, para elevar la productividad se necesita mucha gente ocupada; en la segunda etapa, los mayores índices de productividad se alcanzan con menos gente, y, en la tercera, solamente si hay poca gente se logra más productividad. Así, hay un cambio en el lugar social de los asalariados y las asalariadas que ocupan sus puestos de trabajo tradicionales, que además deben defender, pues en este nuevo modo de producción aparecen nuevos sectores que compiten con esos trabajadores de la sociedad industrial: a) la “casta” de expertos en las nuevas tecnologías; b) los nuevos empresarios de un tipo de producción flexible y ahorrativa de fuerza de trabajo que coexisten con empresarios convencionales; c) segmentos de

Rehaciendo saberes

que algunos han denominado de la información y el conocimiento, y a las implicaciones que ello


asalariados y asalariadas que comparten su horario con computadoras y robots, y d) los excluidos históricos de los modos de producción. Estas reflexiones nos llevan a un tercer debate, esto es, a la pregunta sobre si lo que debemos hacer es reinventar el “trabajo” y volver a elaborar el concepto que sobre éste se tiene desde la era industrial. La separación entre actividad y trabajo es sociocultural y no antropológica. Las sociedades entienden por trabajo aquel tipo de actividad reconocida como tal; si el reconocimiento es social, lo que es trabajo en una época puede no serlo en otra. En una relación social donde prima el intercambio monetario, el trabajo reconocido debe ser remunerado, si es que tal reconocimiento equivale a remuneración en esa relación social. Sin embargo, es falso que sólo lo que es remunerado es trabajo. En la era industrial el trabajo sólo existe en la producción y no en la reproducción (restricción de espacio que excluyó a las mujeres y la naturaleza), y el tiempo es la medida para valorar monetariamente el trabajo (horas/hombre). Hoy en día tiene lugar una disociación entre el salario o cantidad de dinero que se paga por unidades de tiempo, y la cantidad real de trabajo invertido en el proceso de producción (ingreso mínimo sin intercam bio por horas de trabajo, ingreso fijado por acuerdos sociales y políticos). Se debe ampliar la noción de trabajo, reconociendo como tal a muchas otras actividades. Convertir las actividades en trabajos, los trabajos en oficios y los oficios en profesiones es una tarea política muy importante. Si se logra llevar a cabo, no se hablará más de desocupados y desocupadas. Así, la reinvención del trabajo se constituye en una oportunidad para incluir a grupos históri­ camente excluidos por los modos de producción y sus procesos de transición. Y este es el cuarto tema a discutir; el declive de la sociedad del trabajo (como se entiende hoy) no quiere decir que en la nueva época no se trabaja o se trabaja poco. Es apenas el ocaso de un tipo de trabajo específico, del salarial o legal contractual, pero no del trabajo como actividad humana. Ese trabajo deja de ser el medio privilegiado de inserción sociocultural (familia, sindicatos, asociaciones, partidos) de las personas y deja de ser el único objetivo que da sentido a la vida. Además, no se pierde con él ninguna condición antropológica, porque ese tipo de trabajo es entendido a partir de la modernidad industrial, a la cual le sirvió para disciplinar las facultades humanas creando un homo economicus. Aparecen ahora nuevos ámbitos que permiten ampliar la esfera del trabajo en su sentido más amplio, que sin embargo deben ser políticam ente elaborados, tales como la terciarización o econom ía de servicios, que ofrece nuevas oportunidades; el reconocim iento del trabajo dom éstico, y la econom ía del ocio y del tiempo libre que se constituye en una opción frente a la necesidad de racionalizar el trabajo socialmente necesario. En todas las anteriores consideraciones se hace necesaria la existencia del Estado para que regule los nuevos esquemas de relaciones sociales.

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Gn otras palabras.


Aportes feministas a la revisión de la economía política

El movimiento feminista ha hecho importantes aportes a la revisión de la econom ía política de los tiempos modernos, algunos de los cuales quisiera recoger aquí, pues ofrecen luces sobre la manera en que sociedades como la nuestra pueden avanzar en el objetivo de hacer de la transición una oportunidad de inclusión.

El primer aporte tiene que ver con su persistencia por lograr que el trabajo determine la remuneración. La sociedad industrial designó como trabajo sólo las actividades remuneradas, lo que significó invertir la lógica elemental, pues el salario o la remuneración determinaban el trabajo. Este principio ha llevado infundadamente a hablar del fin de la sociedad del trabajo. Pero ese no es el fin del trabajo en sí, al contrario, se abre la posibilidad de traspasar cuotas de trabajo que en el pasado estaban fijadas a la industria pesada, a otros campos de trabajo como la restauración ecológica y la economía doméstica. El segundo aporte importante del feminismo a la revisión de la economía política está asociado a la redefinición del concepto de trabajo. Mientras en el período industrial se determinó como trabajo sólo la jornada comprendida en un horario pactado en un contrato, hoy parece imposible realizar una separación entre actividad y trabajo. Se podría hablar de diferentes campos de trabajo entre los cuales de continuo se realizan transferencias según las prioridades sociales. Cuando menos, el trabajo se divide entre doméstico y extradoméstico, entre los cuales hay un permanente flujo en forma de insumos y productos. La valoración del trabajo doméstico es sin duda un aporte importante de las mujeres a nuestra reflexión. Si el trabajo doméstico no es asalariado, remunerado ni reconocido como trabajo, es porque no ha sido valorado como tal (porque lo hacen mujeres — no organizadas— y los hombres fijan los objetos y las escalas de valor). Entonces la categoría valor no tiene un carácter objetivo sino atribuido, por una parte, y conquistado, por otra. La valoración sería entonces una decisión política. No valorar el trabajo doméstico equivale a mantener condiciones de esclavitud. Pero también, la nueva asignación de valor al trabajo es obra, en principio, de ellas. Si el valor de los productos no siempre se puede deducir matemáticamente, la asignación de valor a trabajos hasta ahora no tenidos en cuenta como tales debería hacerse utilizando conceptos extraeconómicos como el de evaluación, y no mediante teorías de cálculo convencionales. Las demandas económicas del feminismo plantean rescatar el carácter político de la economía, pues las cantidades con que opera no son datos objetivos sino resultado de argumentos, discusiones y conflictos. Las relaciones sociales equitativas son un capital económico insustituible (familia). El quinto aporte del movimiento feminista que quisiera resaltar, es la des-sexualización del trabajo doméstico. La creencia de que hay trabajos para hombres y trabajos para mujeres constituye una de las más injustas divisiones del trabajo que haya conocido la historia universal.


Las feministas insisten en que la remuneración o valoración del trabajo doméstico sólo tiene sentido siempre y cuando ese trabajo sea des-sexualizado, es decir, realizado indistintamente por hombres o por mujeres. Si la valoración o remuneración del trabajo doméstico no va acompañada de la redistribución del trabajo no doméstico, se podría perpetuar a las mujeres en la actividad doméstica, cuando se trata de lo contrario. La división del trabajo en dos niveles, de producción y de reproducción, se sustenta en un criterio estrecho y mercantil de producción. Reproducción es también producción y viceversa. Tal línea divisoria es más tendenciosa que la trazada entre trabajo por amor y trabajo obligatorio. La ruptura de este antagonismo es el sexto aporte de las mujeres. Finalmente, la comprensión de que la familia también es una unidad de producción, hace parte de las reflexiones feministas que sin duda aportan a nuestro debate. Dentro de esa unidad de producción muchas mujeres cumplen funciones de trabajo, administración y gestión empresarial. Que esa producción no sea siempre visible y materializable no supone negarla como unidad produc­ tiva. Su producción de bienes y servicios hace factible la producción en el exterior y hace viable el Estado. Aún más, posibilita la producción para el exterior cuando los espacios de producción y reproducción se funden en el doméstico. A su interior se socializa, disciplina y educa para que el sistema económico funcione. La familia es la unidad social más importante en materias como ahorro, acumulación y consumo (Gróbe, 1991). El ordenamiento que genera permite programar finanzas públicas, volver más homogénea la producción y regular la relación entre oferta y demanda. En síntesis, la familia transfiere enormes cuotas de valor al exterior a través de la mujer como principal actor de esa producción de bienes públicos que son intercambiados en mercados mone­ tarios y de trabajo sin que les sean devueltas a ellas remuneraciones, ni en dinero, ni en reconoci­ miento social. Por tales razones, la remuneración del trabajo doméstico es “una de las principales reivindicaciones sociales de nuestro tiempo” (Fraser, 1994). Una radical democratización de las familias es condición fundamental para una democratización de lo social. Ahora bien, cuando se plantea la necesidad de generar este tipo de reflexiones en sociedades como la nuestra, la respuesta convencional es que hay que esperar a que la “crisis” se resuelva para pensar en estos temas. Tal argumento no es más que la repetición de aquel que sostenían los socialistas. Por el contrario, parecería ser ahora el momento para plantear estos temas. Si no es en medio de la crisis que se discuten y redefinen los principios y reglas de la sociedad, entonces, ¿cuándo?; si el reconocim iento del valor del trabajo doméstico no es un asunto fundamental en la construcción de una sociedad democrática, entonces, ¿qué lo es?; si no es desde el espacio doméstico donde se gestan las transformaciones socioculturales, entonces, ¿dónde lo será?, y, si la transformación no se propicia a través de una política pública deliberada, entonces, ¿cómo se propicia?

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Gn otras palabras.


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indiferencia

Colombia expresa bien los logros de los movimientos fem inistas y de mujeres en A m érica Latina. Bogotá, particularmente, registra la más alta tasa de participación de las mujeres en el mercado laboral. Esto indicaría la existencia de condiciones adecuadas para abordar la dis­ cusión. En esa medida, el Plan de Desarrollo Bogotá sin indiferencia. Un compromiso social contra la pobreza y la exclusión se fundamenta en “la construcción de las condi­ ciones para el ejercicio efectivo, progresivo y sostenible de los derechos humanos integrales, establecidos en el pacto constitucional y en los convenios e instrumentos internacionales. Para avanzar en la garantía de los dere­ chos humanos y disminuir las desigualdades injustas y evitables, en el marco del Estado Social de Derecho, el gobierno propiciará la creación y la redistribución de la riqueza; reconocerá las diferencias generacionales, étnicas, culturales, de género, de oportunidades y de capacidades; y hará de la calidad de vida el referente principal de la acción del Estado”; se propone en su objetivo general “construir colectiva y progresivamente una ciudad moder­ na y humana, incluyente, solidaria y comprometida con el desarrollo del Estado Social de Derecho, con mujeres y hombres que ejercen su ciudadanía y reconocen su di­ versidad”; y contempla entre sus principios la diversidad: “reconocer y reasignar valor a las difereftcias étnicas, de géneros, generacionales y culturales” y la Equidad: “promover la igualdad de oportunidades mediante polí­ ticas progresivas de redistribución, con prioridad en las poblaciones que están en mayores condiciones de pobre­ za y vulnerabilidad”.

¿Quiénes mejor que las mujeres para ser sujeto de tales propósitos?, y ¿quiénes mejor que las mujeres para contribuir y ser sujetos de la creación y redistribución de la riqueza desde los servicios que tienen lugar en lo doméstico?

‘Rehaciendo saberes

Las mujeres en el logro de una Bogotá sin


Además, ante el agotamiento de los partidos políticos y sus discursos, la movilización y orga­ nización en torno a estos temas, puede representar una oportunidad de fortalecimiento de una opción política feminista. Finalmente, el reconocimiento de los trabajos hasta ahora no valorados ni remunerados, en momentos como los actuales de profunda crisis económica, puede contrarrestar el ánimo derrotista que genera la mal llamada desocupación.

Género y

La relación género/productividad está estrecham ente

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ligada a las reflexiones que aquí se están esbozando. En Colombia se reconoce la existencia de patrones de discri­

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minación en el mercado laboral, pero no se contempla la desagregación por género en la medición de la produc­ tividad, ni es posible establecer los efectos de las transfor­ maciones. En la producción urbana es difícil determinar hasta qué punto el salario por género refleja los comportamientos discriminatorios o las diferencias de las capacidades productivas entre hombres y mujeres. Sin embargo, sí existe el “enigma de la productividad” que hace referencia a la brecha entre hombres y mujeres en lo que se refiere a la producción científica. El rol de la mujer en la familia no es el único factor que limita, pero sí es de importante consideración (Cole y Zuckerman). Cuando se estudia el esfuerzo de las mujeres y los hombres en el trabajo y la casa se observa que las mujeres trabajan más duramente en ambos; dedican más tiempo y atención a su trabajo, a pesar de que emplean más del doble de tiempo en las tareas del hogar; más mujeres dicen tener trabajos que necesitan de gran cantidad de esfuerzo físico o mental y hacen más de lo que se les pide (Denise y William Bilby). En tiempos de crisis, las amas de casa deben salir al mercado y extender la inversión de tiempo para el trabajo doméstico porque se transfiere al hogar la producción de bienes y servicios que antes prestaba el Estado (Benería, 1995; Arango, 1999). Los cargos de mayor dedicación de tiempo y movilidad geográfica, por lo general, son asumidos por hombres. La mujer, en estos cargos, debe haber resuelto los asuntos domésticos e interiorizado valores de logro profesional y éxito más fuertes que los de la vida familiar y afectiva. El predominio de las mujeres en el sector financiero indicaría una transformación en el mercado laboral en cuanto a su movilidad y éxito profesional y un cambio en las relaciones de género. Las diferencias en trayec­ torias laborales en gerencia pública evidencian desventajas para las mujeres a pesar de presentar perfiles educativos similares a los masculinos. Las trayectorias laborales de los obreros de la indus­ tria sugieren una inserción de las mujeres en los segmentos más desfavorables y menos calificados del mercado de trabajo (Rainer Dombois). Las inequidades se explican por la división genérica

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del trabajo, es decir, por la especialización en función de su carácter “femenino” o “masculino”, con menor valoración en términos de prestigio, poder y salario para puestos “femeninos”. La relación entre las cadenas productivas y las reproductivas merece especial atención. ¿Qué valor tiene una cadena productiva que no puede garantizar su sostenibilidad (reproducción continua y regular)? ¿Qué pasaría si no existiesen las actividades invisibles del eslabón básico desarrolladas por las mujeres? La re-producción puede equipararse con un cluster (aglomeración de actividades económicas alrededor de un centro), en cuyo caso sería el más transversal, porque la reproducción del sistema depende de ella. Enfrentamos la coexistencia de economías. Una formal, de “mercados de bienes y servicios”, y otra oculta, “la economía del cuidado”. No están separadas, mantienen lazos que no reconoce la economía formal. La incipiente conciencia lleva a argumentar que ahora el trabajo doméstico es compartido y que se ha facilitado por los electrodomésticos. En las economías urbanas las mujeres son las únicas trabajadoras domésticas, emplean más tiempo en estas tareas que las mujeres rurales, por la disminución en el servicio doméstico. “Los [...] electrodomésticos eliminaron la faena pesada, no el trabajo” (Waring, 1994). El parto es trabajo para los médicos y las enfermeras, que son pagados por atenderlo, mientras que la madre no “produce nada”. Tampoco se valora el cultivo, procesamiento de alimentos, la educación etc., aun cuando éstos son eslabones de la cadena re-productiva. El trabajo doméstico subsidia la producción de mercado y la acumulación de capital. Trans­ fiere valor de la economía de la casa a la del mercado. En la crisis, este trabajo abarata los costos de reproducción de la fuerza de trabajo y amortigua la pérdida de poder adquisitivo de los salarios al tiempo que se intensifica por la desregulación laboral y el abandono de las responsabilidades de reproducción de los trabajadores por parte de las empresas y el Estado.

Política pública, género y productividad

Como se ha visto, la definición de una política pública se hace imprescindible si se quieren aprovechar las oportu­ nidades que en términos de inserción social ofrece el proceso de transición del modo de producción industrial al de la información y el conocimiento.

Sin embargo, la pregunta que habría que hacerse es si tal política estará orientada a la valo­ ración del trabajo doméstico y, de ser afirmativa la respuesta, tener en cuenta que ésta debería contribuir a eliminar la división sexual del trabajo, la división del trabajo en dos niveles, de produc­ ción y de reproducción, y entre trabajo por amor y trabajo obligatorio; y eliminar la separación entre actividad y trabajo, de manera que sea coherente con la política de respeto a los derechos humanos.


Una política pública en tal sentido también debe estar orientada a la administración del cambio en la concepción del trabajo. Para ello debe reconocer los nuevos actores, entre ellos los excluidos históricos, asumiendo la terciarización, el trabajo doméstico y el tiempo libre como actividades productivas, hacer énfasis en la dignificación de los trabajos. Igualmente, aumentar la cantidad de trabajo vivo abriendo fuentes de trabajo hasta ahora desconocidas y hacer revivir el “capital muerto” en procesos productivos que estén en condiciones de absorberlos; convertir actividades en trabajos, trabajos en oficios y oficios en profesiones, y buscar la repartición más o menos equitativa de los trabajos heterónomo, cooperativo y autónomo: disminución del primero y ampliación de los dos últimos deben ser sin duda objetivos de la política. Además, una política pública debe reconocer la importancia del aporte en capital social de la familia, considerar el trabajo reproductivo ligado al productivo y el aporte desde el hogar a la creación de la riqueza. Debe, asimismo, promover cambios culturales en la concepción de la sociedad, buscar simetría entre las instituciones y el reconocim iento de los condicionamientos que imponen los ciclos de vida a la productividad. Finalmente, la política debe reconocer la importancia del aporte en capital económico de lo doméstico y definir qué y cómo se va a valorar y qué se va a ofrecer como contraprestación. Sin duda la valoración es una decisión política cuyos criterios no deben ser únicamente matemáticos. Estimar el valor económ ico del trabajo dom éstico implica, entre otras cosas, aplicar la sentencia de la Corte Constitucional sobre contabilización del servicio doméstico; desagregar por género las variables socioeconómicas para garantizar la igualdad en el acceso a las oportunidades productivas; desarrollar una economía política que recurra a la evaluación más que al cálculo y amplíe el trabajo a esferas antes consideradas “actividad sin trabajo”, lo que conllevaría a reformular las teorías del valor y de los precios. ♦

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Gn otras palabras.


■ sar Dimensiones político-culturales

de la globalización:

paradojas y desafíos para el avance en la

equidad de

género N ohem a H

ern á n d ez

i

G uevara

Psicóloga Universidad Nacional de Colombia. Maestra en educación comunitaria, Universidad Javeriana

Los turistas se convierten en viajeros y privilegian los sueños agridulces de la nostalgia por el calor de hogar porque así lo desean; [...] Los vagabundos son los desechos de un mundo que se ha consagrado a los servicios turísticos. [...] Luz verde para los turistas, luz roja para los vagabundos. La globalización: consecuencias humanas. Turistas y vagabundos. Zygm unt B au m an ( 1 9 9 8 ) .

(1)

Este texto sigue en líneas generales un trabajo monográfico elaborado en junio de 2003 por la autora en el contexto del Programa Regional de Formación en Género y Políticas Públicas, de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales - Flacso, Argentina.

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Se propone

aquí una relación necesaria entre cultura y política, es decir, la omnipresencia de la

primera como contexto y texto de la segunda, perspectiva que sugiere líneas de indagación especí­ ficas en tomo a las relaciones entre actores sociales y entre éstos y los escenarios en que se “interio­ rizan” los procesos globales. Las definiciones de política, institucionalidad y acción social-política hacen parte también del orden simbólico, no sólo práctico, la “naturalización” o el intento de hegemonizar las significaciones correspondientes, limitan y restringen aquello políticamente posible. El interés y preocupación en torno a las posibilidades de agenciar políticas públicas de equidad de género en sociedades globalizadas, hace indispensable entender y desarrollar análisis tanto de las dimensiones y procesos de la mundialización en sí misma, como del papel de las políticas de identi­ dad — en este caso identidad de género— configuradas como forma de respuesta y resistencia a la reiteración, de algunos, en deificar un orden social injusto y profundamente inequitativo que se nos ofrece como relato interesado de cierta versión del “fin de la historia”.

Aproximaciones al concepto de “ cultura política de la globalización”

¿Qué se entiende por “cultura política”? Suele afirmarse que es un concepto problemático por lo abarcante, con dificultades para ser operacionalizado. Sin embargo, López de la Roche (1997), quien toma la historia como eje articulador, acota los estudios de este tipo en un campo incluyente de líneas analíticas sobre la relación entre lo político y las identidades sociales (prácticas asociativas, identidades grupales); el problema de la subjetividad (cómo se construyen las subjetividades de los actores políticos); las atmósferas generacionales; la vida coti­ diana en distintos períodos históricos (actitudes, valores, pautas de convivencia); las ideologías y cosmovisiones; la educación en sus modos de organización y contenidos puestos en el escenario escolar; la semiología y simbologías del poder, y los medios masivos de comunicación y su impacto en la cultura y la acción política.

Probablemente por caracterizaciones tan amplias como la anterior, se reúnen bajo la deno­ minación “investigaciones sobre cultura política” todos aquellos trabajos que ponen en diálogo fen ómenos de la cultura con fenómenos de la política. En una perspectiva más cognitivista, Lechner (1996) relaciona la cultura política con los “mapas cognitivos” o “mapas mentales” de las personas, por medio de los que se representa el orden social. La preocupación por éstos se hace relevante en América Latina a partir de los procesos de transición democrática en los países del Cono Sur, cuando se evidencia la influencia sobre los procesos políticos no sólo de los aspectos económicos sino de otros, muy relevantes, como el comportamiento de los actores colectivos; las actitudes, valores y percepciones del “orden” que tienen los integrantes de determinado grupo social, y las expectativas y deseos con respecto al cambio social.

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La cultura política “cristaliza los supuestos básicos de la gente acerca de lo que es y debe ser el orden social; en este mapa mental se insertan los criterios para formular lo que se espera del Estado y para evaluar los resultados de su acción”. Interesa aquí enfatizar la construcción simbólica del

ADOrteS de los “ estudios sobre cultura global” - ¿cultura global °

®

o “ fábulas globalizadoras” ?

Ex*ste relativo acuerdo respecto a que, como fenómeno económico, la globalización es una nueva fase del capitalismo: el imperialismo. Por ejemplo, para Atilio Borón globalización “consolidó la dominación impe­ rialista y profundizó la sumisión de los capitalismos periféricos, cada vez más incapaces de ejercer un mínimo de control sobre sus procesos económicos domésticos”. Las interpretaciones pluricausales de la globalización ofrecen perspectivas complejas e integradoras de ésta, recono­ ciendo múltiples factores que la configuran, múltiples efec­ tos e interrelaciones, en contraste con las que privilegian “una única lógica o principio explicativo dominante” que

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se denominan monocausales (Bonder, 2002).

La definición de la Cepal (2002) es característica de un enfoque pluricausal: “(la globaliza­ ción) refiere a los procesos financieros, económicos, ambientales, políticos, sociales y culturales de alcance mundial en los de carácter regional, nacional y local”; hace énfasis en su “carácter multi­ dimensional”, puesto que “aunque sus dimensiones económicas son muy destacadas, evolucionan concomitantemente a procesos no económicos que tienen su propia dinámica y cuyo desarrollo, por ende, no obedece a un determinismo económico”. La cultura no debe ser disociada de los sujetos sociales que la producen, emplean o consumen: “No existe cultura sin sujeto ni sujeto sin cultura. O dicho de otro modo: todas las manifestaciones culturales tendrían que referirse siempre a un ‘espacio de identidad’”. La debilidad de muchos de los análisis consagrados a la globalización de la cultura radica precisamente en la tendencia a privi­ legiar sus formas objetivadas — productos, imágenes, artefactos, informaciones, etc.— , tratándolas en forma aislada y meramente taxonómica, sin la más mínima referencia a sus usuarios y consumi­ dores en un determinado contexto de recepción (Giménez, 2000). Consecuentemente, para Giménez, no puede hablarse de una “cultura global” al modo de las “culturas nacionales” (unificadas, homogéneas y fuertemente integradas), pues esto tendría como requisito la formación de una sociedad política y una sociedad civil también globales. Se constata a cambio — en el ámbito global— multiplicidad de culturas locales interconectadas entre sí pero jerarquizadas por la estructura del poder; así como las denominadas “culturas desterritorializadas”, o “terceras culturas”, que se caracterizan por el intercambio de bienes, informaciones, imágenes y conocimientos a través de las redes globales de comunicación, alcanzando ciertos grados de auto­ nomía a nivel mundial. Dentro de las dimensiones no económicas de la mundialización, están las relativas a sus “dimensiones valóricas y culturales”, con el consecuente proceso de “extensión gradual de principios éticos comunes”, una “globalización de los valores” referidos al marco norma-

Rehaciendo saberes

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orden político, en permanente actualización.


tivo de los derechos humanos que van dando sustento al concepto de ciudadanía global y a la conform ación paulatina de una “sociedad civil global” con capacidad de intercam bio de información y movilización (Cepal, 2002).

El (los) lugar(es) de la política en un mundo globalizado

Las dimensiones positivas de la globalización no pueden hacernos olvidar sus dimensiones problemáticas. La pre­ gunta por el lugar de la política en el mundo globalizado es tan compleja y las respuestas tan paradójicas como las que derivan de cualquier indagación sobre las realidades

del mundo contemporáneo. En su muy conocido estudio sobre Lo social y lo político en la transición postmodema, Boaventura de Sousa Santos (1998) atribuye el estado de “proceso de extinción” al paradigma cultural de la modernidad, a causa tanto de sus promesas incumplidas como de aquellas que cumplió en exceso. Tal estado crítico, que abre el panorama transicional del presente comienzo del Siglo XXI, no ha definido sus manifestaciones terminales. Desde la década de los sesentas del Siglo XX , “El principio de mercado adquirió una pujanza sin precedentes, de tal forma que traspasó lo económico y trató de colonizar tanto el principio del Estado como el principio de la comunidad, un proceso llevado al extremo por el credo neoliberal”. Interesa aquí resaltar un efecto extremadamente paradójico: la descentración de las prácticas de clase cede paso a las prácticas de movilización social impulsadas por “nuevos” movimientos sociales, que centran sus reivindicaciones en asuntos “postmaterialistas” como la ecología, lo antinuclear, el pacifismo, el antirracismo, el feminismo (Santos, 1998). Debilidad del Estado Nacional hacia afuera y frente al mercado, autoritarismo y pérdida de funciones de protección y seguridad hacia adentro. Para Lechner (1996) están en juego actual­ mente no sólo el cuestionamiento del Estado y de la política como instancias generales de represen­ tación y coordinación de la sociedad, sino también su centralidad y función integradora, el valor mismo de ésta: ¿para qué sirve la política y qué podemos esperar de ella?, máxime cuando enfren­ tamos una situación de “asintonía estructural” entre el desarrollo político, económico, cultural y tecnológico. La llamada sociedad de mercado induce a las personas permanentemente a conformar sus normas, actitudes, expectativas y valores con los del mercado, a la “mercantilización de las más diversas relaciones sociales”, moldeando nuevos tipos de sociabilidad que el mismo Lechner carac­ teriza como aquellos en los que prevalece el “cálculo racional-instrum ental” para el que “todo parece transable” y el dinero se constituye en “equivalente general de todos los bienes, relegando consideraciones de amor, amistad, solidaridad, al ámbito privado”. Se ha producido una notable reestructuración de las relaciones entre esfera pública y privada de la vida social, a la que llama “proceso de privatización” y “retiro a lo privado”, no en el sentido de que la vida privada se politice, sino en que la esfera pública, aquella propiamente política-estatal, “tiende a ser mucho menos determinada por la política que por el mercado... lo público ya no es primordialmente el espacio de la ciudadanía; en cambio, el mercado adquiere un carácter público y sus criterios (competitividad, productividad, eficiencia) establecen la medida para las relaciones

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públicas”. El redimensionamiento del papel del Estado incluye la preocupación por el lugar de las políticas públicas que han perdido capacidad para promover integración e inclusión social, en tanto las decisiones políticas están sobredeterminadas por su eventual impacto económ ico. En situa­ ciones sociales como la colombiana, caracterizadas por la débil cohesión social y por las limitaciones consecuentes de la acción político-estatal, cabe aquí la reflexión de lo que puede entenderse por gobernabilidad. Si ésta se asume como posibilidad de asegurar la estabilidad de un orden social tomado por inmodificable, es suficiente definirla como sustentabilidad sistémica u organizacional de la democracia (visión tecnocrática), dejando fuera otros sentidos más ligados a posibilidades de cambio y construcción de horizontes de sentido deseables. La naturalización de lo social, y con ella de las condiciones macroeconómicas e institucionales, paraliza el proceso creativo de personas y sociedades para situar los asuntos públicos como efecto de sus capacidades y aspiraciones para moldearlos colectivamente. Una concepción alternativa de gobernabilidad se sustenta en la convicción de que “la subjetividad social influye de manera deci­ siva en las posibilidades de construir un orden social que asegure la integración, el compromiso y la creatividad de sus miembros”, y por lo tanto se entiende como “...capacidades colectivas de una sociedad para moldear su desarrollo”, definición alternativa que se denomina “gobemanza” (Guell y Lechner, 2002). La “desnacionalización” o desvanecimiento de las identidades nacionales, ocurre en contextos que debilitan la imagen del Estado-nación como instancia identificatoria, símbolo de unidad y referente del reconocimiento y la seguridad personales y colectivas, características que se traducen en fragmentación y polarización social, desafiliación emocional respecto a lo nacional, originando una población nacional y mundial cada vez más dividida y distanciada entre ganadores-perdedores, exitosos-fracasados, turistas—vagabundos, centro-periferia, etc. El débil papel de los Estadosnación, en el caso latinoamericano, ha sido constitutivo de su conformación, y en tiempos contem ­ poráneos se ha hecho cada vez más evidente al entrar en crisis y reestructuración las relaciones entre esfera pública y privada, entre mercado y política, entre Estado y sociedad civil, entre lo nacional-intern acional-local y al hacer eclosión múltiples subjetividades sociales antes subsumidas en gruesas y homogenizantes categorías como “pueblo” y “clase”.

“ Cultura política de la globalización” : concepto en construcción

Es indudable que la transición postmodema y las tensio­ nes que le son inherentes, involucran la misma condición transicional para las concepciones sobre la política y lo político, relativa también a la reconstitución de sus mar­ cos de referencia culturales (en significados y prácticas, como se definió anteriormente), que insinúan notables transformaciones en las maneras de pensarla y actuarla. Los relatos de la globalización como “fenóm eno uni­ direccional, no reversible y universal” constituyen otra forma del gran relato de la modernidad, versión inter-


pelada por las perspectivas postmodernas al resaltar la insuficiencia de las categorías clásicas del pensamiento moderno para dar cuenta de las transformaciones recientes (Bonder, 2002). “Cultura” es un concepto dinámico que “involucra un proceso colectivo e incesante de producción de significados que moldea la experiencia social y configura las relaciones sociales”, es decir, la cultura expresa dos dimensiones indisociables: los modos de vida (ideas, actitudes, lenguajes, prácticas, instituciones y estructuras de poder) y las prácticas culturales (formas artísticas, textos, cánones, arquitectura, bienes producidos masivamente, entre otras); en síntesis, el término alude siempre a significados y prácticas (Escobar, Alvarez y Dagnino, 2001). El término globalización, creado por Roland Robertson, afirma lo global-local no como aspec­ tos antagónicos sino coexistentes. En sentido estricto, el término sustituye al de “globalización cultural”. Adicionalmente, en la última década, la producción teórica en el campo de estudio sobre cultura global viene empleando cada vez con mayor vigor el concepto de hibridez, para significar que “la identidad es ‘impura’, en el sentido de un ‘collage’ de posiciones subjetivas y pertenencias sociales heterogéneas” (Bonder, 2002). La expresión “cultura política de la globalización” es acuñada para articular aportes de estu­ dios culturales que tienen al menos tres connotaciones: a) los que hacen énfasis en el impacto de la globalización económica sobre las formas de sociabilidad y sobre rasgos particulares de las culturas políticas nacionales o sus expresiones locales; b) los que se ocupan de analizar el surgimiento y consolidación de nuevas concepciones, actores y escenarios políticos que interpelan las concep­ ciones convencionales e institucionalizadas, y c) los que se sitúan en el concepto de “política cultu­ ral” analizando discursos legitimadores y significaciones de prácticas sociales a partir de nociones como “concepción dominante de la cultura”; éstos incluyen análisis del impacto de las industrias culturales sobre la “cultura popular”.

El “ feminismo locacional” , las teorías de género y el nuevo internacionalismo de los movimientos sociales

El interesante estudio de Sonia Álvarez (2001) sobre los feminismos latinoamericanos posteriores a la década de los 80 nos ofrece un denso panorama de los cambios más drásticos a su interior en los 90 — década en que nuestros países latinoam ericanos incu rsionan de lleno en la globalización económ ica— , entre los cuales se destaca el deslinde relativo entre feministas “de la hermandad” y aquellas que integran ON G feministas con alto nivel de profesionalización: ongeización de los feminismos latinoamericanos. Así pues, la fuerte y muy debatida tendencia a tal ongeización es atribuida por algunas analistas a la “erosión e ineficiencia de los Estados nacionales” por lo que las agencias multilaterales paulatinamente incrementan el monto de recursos que destinan a organizaciones de la sociedad civil que resultan más eficientes para contribuir

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<5/7 otras palabras.


a desarrollar y promover políticas públicas más o menos progresistas. Por otra parte, las nuevas institucionalidades nacionales-estatales que se fueron creando durante los 90 en los países latino­

tración de proyectos” (Alvarez, 2001). Aunque el debate es muy importante y continúa, interesa aquí destacar que el feminismo logra posicionar en la cultura política al menos tres dimensiones: 1.

La legitimidad a la interpelación de categorías homogenizantes y atribuciones vanguardistas a ciertos sectores como protagónicos del cambio social.

2.

La afirmación de tendencias pacifistas del cambio social, en contra de la versión que sostenía a la violencia como “partera de la historia”.

3.

La apertura e instalación de nuevos lugares y nuevas formas para las luchas ligadas a “políticas de identidad”.

Globalización y procesos de subjetivación social

Las políticas de identidad, entendidas como “lucha polí­ tica para reivindicar una identidad negada”, en sus oríge­ nes relacionadas (década de los 60) con las luchas contra el racismo en Norteamérica, con el tiempo han derivado, para el caso del feminismo, en dos grandes corrientes: feminismo de la igualdad y feminismo de la diferencia. Para Bonder (1998), asumir una política de identidad no significa negarse al acto consecuente de “deconstruir la propia noción de identidad que moviliza esa acción”, pues tal negación acarrearía el riesgo de “establecer nuevos dogmatismos esencialistas”, aserto válido no solamente para el feminismo sino también para otros movimientos y “sujetos” sociales.

“La búsqueda de la verdad (y no la universal pero sí alguna forma de verdad que permita eludir el riesgo nihilista del relativismo extremo); el desarrollo de una posición ética en torno a las dife­ rencias sociales que haga posible dar fundamento a términos como solidaridad y responsabilidad; y la conformación del sentimiento de identidad”, son problemáticas que en las sociedades postmodernas y globalizadas siguen teniendo vigencia y hacen parte de los motivos más nobles que inspiran las luchas políticas en torno a la identidad (propiamente “las” identidades) que Bonder (1998), citando a Fina Birulés (1996) referencia como “anhelo de subjetividad”. Tal anhelo no se expresa solamente en la llamada “explosión” de identidades antes subsumidas en la idea de nación, pueblo, clase, comunidad o cualquiera otra de naturaleza similar, sino que alcanza también, gene­ rando nuevos desafíos político-culturales, a la categoría “mujer”, primero para pluralizarla, luego para cuestionar sus connotaciones esencialistas y, finalmente, para desidealizarla.

Rehaciendo saberes

presupuestos y escasez de personal, debido a lo cual subcontratan con O N G feministas la “adminis­

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americanos para atender al desarrollo de políticas públicas de equidad de género (en el caso de Colombia la Dirección Nacional de Equidad para las Mujeres), se caracterizaron por sus exiguos


Friedman desarrolla una línea de pensamiento dirigida a situar la identidad como concepto clave (con gran valor cultural en Norteamérica) pero ahora entendido como de naturaleza “contin­ gente y fluida”. En el contexto de la globalización, las retóricas de la identidad hacen énfasis en el espacio (geografías y geopolíticas de la identidad) resultante de la intersección entre posición (lugar que se ocupa), punto de vista (desde donde se habla) y ubicación (situación desde la que se negocia el propio agenciamiento), los cuales son los ejes de diferencia establecidos por el orden social. De esta manera la autora construye un discurso multiposicional de la identidad. La subjetividad se consti­ tuye en la intersección de diferentes sistemas de estratificación derivados de distintos circuitos de poder y privilegio (que) son multidireccionales y complejos. Los individuos no pueden ser definidos por rasgos exclusivos como género, raza, religión, nacionalidad, o sexualidad. “Los individuos pertene­ cen a múltiples comunidades — a veces sobrepuestas, a veces contradictorias— ” (Friedman, 2002). El feminismo locacional, inspirado en Jordon y Rich, “ya no invoca la identidad singular, basada en el género de la mujer” sino que invita a definir una “política de la locación”, comenzando con las intersecciones que evidencia el propio cuerpo e incorporándoles lo geopolítico de la identidad (lugar de ascendencia y origen); se sitúa simidtáneamente en el espacio local y global. Para construir feminismo global son necesarios dos movimientos indisociables: reconocimiento de las raíces histó­ ricas y geográficas de las demandas y maneras en que “los lenguajes específicos están vinculados a lugares particulares”; “La retórica espacial del feminismo promueve el desarrollo de un feminismo locacional que está influido geográfica y globalmente, sin borrar la diferencia” (Friedman, 2002). Los conceptos de Friedman constituyen un valioso aporte para pensar y actuar políticamente en contextos culturales que requieren situarse simultáneamente en el espacio local y global, y en el movimiento constante a través del espacio y el tiempo. Dentro de los retos que imponen las nuevas realidades en el terreno político, están todos los relativos a la identificación de intereses coinci­ dentes, contexto común de lucha y formas potenciales de solidaridad de género trans-fronteras que den respuesta a la pregunta por el margen de oportunidades “para desplegar una ciudadanía amplia y plural en el contexto actual de la economía capitalista” a mujeres en heterogéneos contextos culturales, situadas en los “bordes” o francamente excluidas de los beneficios del desarrollo: migrantes, negras, indígenas, pobres del antes llamado “tercer mundo” y ahora simplemente “sur” o “periferia”, entre muchas “otras” (Bonder, 2002c).

La internacionalización de las demandas públicas por la equidad de género

La década de los 90, en particular los procesos pre y post Beijing (1995), pusieron en evidencia que el movimiento feminista latinoamericano había entrado de lleno en un proceso de expansión de su campo de acción y, especial­ mente, en una nueva etapa de relacionamiento con los Estados nacionales y con los organismos multilaterales. En cierta forma, tal novedad respondería a la dinámica de internacionalización con la que el mismo movimiento había nacido, desde el primer Encuentro Feminista Latino­ americano y del Caribe realizado en Bogotá en los inicios

60

\ Gn otras palabras.


de la década de los 80. La expansión no era valorada de la misma forma por el conjunto de inte­ grantes del movimiento, llevando al “cisma” entre feministas “históricas” y las figuras del mundo de las ONG feministas latinoamericanas.

en las relaciones con los gobiernos y con organismos intergubernamentales y la intensidad de las mediaciones efectuadas por las ON G feministas entre el Estado y el movimiento social de mujeres y sus demandas. “Aun cuando las O N G feministas niegan de manera explícita que representen al movimiento de mujeres, los funcionarios electos y los formuladores de las políticas suelen conve­ nientemente considerarlas como tal, lo que les permite afirmar que han ‘consultado a la sociedad civil’, luego de haber hecho participar a un puñado de ON G en una determinada discusión sobre las políticas” (Álvarez, 2001). Lo que este proceso hace patente es que las demandas políticas feministas no se agotan en adecuaciones de la institucionalidad estatal para responder algunas de ellas, pero tampoco sin éstas. Las búsquedas de modos de acción que permitan transformaciones más radicales y de largo plazo en la lógica de la cultura patriarcal, también siguen siendo relevantes; el punto es que aún no sabemos muy bien cómo articular unas y otras.

Participación, representación política y equidad de género en un mundo globalizado: una mirada a América Latina y Colombia

Los intentos por articular una “teoría de la globalización que coloque a las relaciones de género en el centro y no como dimensión añadida son recientes y se preguntan por las nuevas configuraciones ideológicas que mantienen rela­ ciones de género inequitativas e, inversamente, por las que hacen posible la construcción de sujetos, prácticas, instituciones e interacciones más igualitarias en materia de género”; esto significa emplear la categoría género como clave de lectu ra de la realidad social y cóm o elem ento instituyeme de las configuraciones sociosimbólicas. Guzmán (2002) hace una excelente síntesis de los aportes del movimiento de mujeres y feminista al cuestionamiento del orden y las prácticas políticas: contribución a generar condiciones para la emergencia de una sociedad civil y una ciudadanía global; creación de formas orga­ nizativas en su mayor parte autónomas en relación con los partidos tradicionales; asociación en torno a temas específicos facilitando participación simultánea en distin­ tas organizaciones; política no basada exclusivamente en la delegación de la representación, reconociendo la hete-

Rehaciendo saberes

visible en el panorama internacional con vínculos formalizados y transnacionalizados que desde tiempo atrás hacían parte de la experiencia de acción política feminista. Había variado el acento

(5 7

U na parte del feminismo latinoam ericano, en sus orígenes contestatario, antiestatal y antipatriarcal que se había consolidado a partir de los grupos de autoconciencia, se hacía ahora


rogeneidad de experiencias y culturas de las mujeres y la necesidad de que cada grupo hable con voz propia, fortalezca y exprese su propia identidad cultural; participación en redes (nacionales, regio­ nales e internacionales), acercando las organizaciones de mujeres y facilitando la circulación de ideas, recursos y acciones solidarias; elaboración de Plataformas mundiales de acción, y “desarrollo de un fuerte sentimiento de pertenencia a una experiencia emancipatoria de carácter global”. Las transformaciones en la(s) cultura (s) política (s) a nivel nacional, internacional y, más recientemente, en dimensiones globales, dotan hoy de cierta “naturalidad” las demandas por repre­ sentación y participación política de las mujeres, naturalidad inexistente no hace más de quince años, al menos en Colombia. Ganan paulatina legitimidad las luchas emancipatorias de las mujeres, no como víctimas, sino como constructoras de su propia identidad y destino social; en esa medida las políticas públicas comienzan a entenderse como cumplimiento de derechos y no como dádivas. Sin embargo, el panorama se torna desesperanzador si se tiene en cuenta que “el deterioro de la mayoría de las economías regionales, la frecuencia de las crisis institucionales y la persistencia de indicadores de pobreza y desigualdad no constituyen el mejor escenario para la igualdad de género y que ésta está siendo erosionada no sólo por las crecientes dificultades en el contexto sino porque en él se están desarrollando tendencias culturales contrarias a los valores de igualdad y al respeto de los derechos humanos como patrimonio cultural” (Cepal, 2002). Paradójicamente, “la igualdad de las mujeres se estaba construyendo, en muchos casos, en sentido contrario a las crecientes desigual­ dades económicas, sociales, políticas, culturales y mediáticas que caracterizan al mundo globalizado” (Cepal, 2003). Las formas de institucionalidad adoptadas en los países latinoamericanos para agenciar las políticas públicas de equidad de género han sido muy diversas: oficinas o servicios nacionales de mujeres, consejos nacionales, direcciones nacionales, entre otros. Sin embargo, lo importante no han sido las denominaciones generales, sino que en su mayoría y dadas las condiciones de crisis institucional y déficit fiscal de la gran mayoría de Estados latinoamericanos, han asumido enfoques de vulnerabilidad y de políticas focalizadas sociales y sectoriales y no el de derechos y, en el peor de los casos, como proveedoras de servicios sociales, perspectivas todas, contrarias “a la integración de una verdadera perspectiva de género en el aparato estatal” (Cepal, 2000). En el caso de Colombia, la Dirección Nacional de Equidad para las Mujeres fue reducida de rango (1998) tornando al estatus de oficina dependiente de Consejería Presidencial, el cual mantie­ ne hasta hoy con total pérdida de autonomía económ ica y administrativa. En el caso de la partici­ pación y representación política, los mecanismos adoptados para mejorar la representación política de las mujeres son muy diversos en la región, el más frecuente ha sido el de las “medidas de acción positiva de tipo compulsivo” que se expresan en las “leyes de cuota”. Sin embargo, a excepción de Costa Rica que tiene un 35.1% de mujeres en el parlamento y Argentina el 31.3% , los demás países, incluyendo a Cuba (28%) tienen porcentajes de representación menor al 30% (datos de 2002). ♦

62

£n otras palabras.


63 Alvarez, Sonia. (2 001), “Los feminismos latinoamericanos ‘se globalizan’: tendencias de los 90 y retos para el nuevo milenio”. En: Escobar, A rtu ro; Alvarez, Sonia, y Dagnino, Evelina (ed.) Política cultural & cultura política. Una nueva mirada sobre los movimientos sociales latinoamericanos, Bogotá, Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara S.A ., pp. 3 4 5 -3 8 0 . Bauman, Zygmunt. (1998), “Turistas y Vagabundos". En: La globalización: consecuencias humanas, México, Fondo de Cultura Económica, pp. 1 -1 6 . (Documentos PRIGEPFJ 2002). Bonder, Gloria. (1 9 9 8 ), “Género y subjetividad: avatares de una relación no evidente”. En: Género y epistemología: mujeres y disciplinas, Programa Interdisciplinary de Estudios de G énero (PIEG ), U ni­ versidad de Chile. _________ . (2002a), “Globalización, concepto y fenómeno”. En: Globalización y género. Dimensiones econó­ micas, políticas, culturales y sociales. Tensiones, reacciones y propuestas emergentes en América Latina, Unidad No. 1, Seminario PRIG EPP-Flacso, Buenos Aires. __________. (2002b ), “Las paradojas de la globalización en Am érica Latina”. En: Globalización y género. Dimensiones económicas, políticas, culturales y sociales. Tensiones, reacciones y propuestas emergentes en América Latina, Unidad No. 2, Seminario PRIG EPP-Flacso, Buenos Aires. _________ . (2 0 0 2 c), “Orden global, orden de género”. En: Globalización y género. Dimensiones económicas, políticas, culturales y sociales. Tensiones, reacciones y propuestas emergentes en América Latina, Unidad No. 3, Seminario PRIG EPP-Flacso, Buenos Aires. Borón, Atilio. (2 0 0 2 ), Imperio / imperialismo, U na lectura crítica de M ichael H ardt y A ntonio Negri, Buenos Aires, Flacso (Documentos PRIGEPR 2002). Cepal. (2 002), “El carácter histórico y multidimensional de la globalización”. En: Globalización y desarrollo, Parte I, Capítulo 1, pp. 1 5 -2 7 . Cepal (2 003), Análisis preliminar del cumplimiento de los compromisos regionales asumidos en la VIII Conferen­ cia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe y en la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer, Documento de trabajo para la 35a reunión de la Mesa Directiva de la Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe, La Habana, Cuba, 28 y 29 de abril de 2003. Escobar, Arturo; Alvarez, Sonia, y Dagnino, Evelina, (ed.) (2 001), “Introducción: Lo cultural y lo político en los movimientos sociales latinoamericanos”. En: Política cultural & cultura política. Una nueva mirada sobre los movimientos sociales latinoamericanos, Bogotá, Aguilar, A ltea, Taurus, Alfaguara, pp. 17—48. Giménez, Gilberto. (2 000), “Identidades en globalización”. En: Espiral, M éxico, pp. 2 7 -5 0 . Guell, Pedro E. y Lechner, Norbert. (2 002), “La globalización y los desafíos culturales de la gobernanza”. En: Maggi, Claudio y Messner, Dirk. (ed.) Gobernanza global. Una mirada desde América Latina. El rol de la región frente a la globalización y a los nuevos desafíos de la política global, Venezuela, Nueva Sociedad (Documentos PRIGEPFJ 2002). Guzmán, Virginia. (2 002), “Prácticas de poder autoritario y de significación: El Estado, la burocracia, los partidos y la política”. En: Las relaciones de género en un mundo global, Cepal, Serie mujer y desarrollo No. 38, pp. 2 2 -2 6 . Lechner, Norbert. (1 9 9 3 ), “Apuntes sobre las transformaciones del Estado”. En: Bernal, Jorge (coord.) Integración y equidad. Democracia, desarrollo y política social, Bogotá, Corporación Viva la Ciudadanía, pp. 5 1 -6 0 . _________ . (1996), “¿Por qué la política ya no es lo que fue?”. En: revista Foro, No. 29, pp. 7 -1 5 . López de la Roche, Fabio. (1 997), “Aproximaciones al concepto de cultura política”, VIII Congreso de Antropología en Colombia. Universidad Nacional de Colombia, D epartam ento de Antropología, diciembre de 1997. Santos, Boaventura de Sousa. (1998), “Lo social y lo político en la transición postmoderna”. En: De la mano de Alicia: lo social y lo político en la postmodemidad, Bogotá, Siglo del Hombre, Facultad de Derecho Universidad de los Andes, Uniandes, pp. 8 5 -1 3 5 .

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Bibliografía


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COMERCIO CON JUSTICIA

O R G ANIZAC IO N ES C O N V O C A N T E S Corporación Cactus Fundación Nueva República Grupo de Apoyo Pedagógico, GAP Tribunal Nacional Mujeres y DESC Mesa de Trabajo Mujeres y Economía Red Internacional de Género y Comercio Instituto María Cano, Ismac Oxfam Internacional Corporación Sisma Mujer Instituto Latinoamericano de Servicios Legales Alternativos, ILSA Comisión Colombiana de Juristas Central Unitaria de Trabajadores, Departamento de la Mujer Central General de Trabajadores Democráticos, CGTD Confederación de Trabajadores de Colombia, CTC Escuela Nacional Sindical, ENS


m


Sobre mi

oora

Nathalia Mendieta E D U C A C IÓ N

19 9 7 MFA Pintura, Savannah College of Art and Design, Savannah-Georgia, USA 1993 Maestra en Bellas Artes, Universidad de los Andes, Bogotá

Hay días de lluvia. Mucha lluvia. Agua que da vida y que borra; se lleva a su paso momentos del día y la noche en un recorrido que viaja a lo largo de canales, ruinas, cultivos, jardines, calles. Aguas estancadas, pozos, cañerías, ciclos

R E C O N O C IM IE N T O S

1995 Beca Fulbright, Programa Posgrado, MFA en Pintura 1995 M. Curtís Propes Fellowship, Savannah College of A rt and Design, SavannahGeorgia, USA

de lavado. Sobre los verdes, un riego.

E X H IB IC IO N E S

Y momentos: quietud, silencio, destrucción, generación, recorrido.

2003 Flora Lineal: obra reciente, Centro Colombo Americano, Bogotá 2002 Seis artistas Fulbright, Centro Colombo Americano, Bogotá 2 0 0 1 Mujeres Fulbright, Alcaldía de la ciudad de

Aguas negras, vientos blancos, verde que nace. El azul que tiñe, blanco que blanquea. Una y otra y otra y otra vez más. Formas que crecen, que nacen, que caen; sujetas al tiempo, a la gravedad y la temperatura. Formas que mueren, que bajo la tierra crecen y vuelven a nacer, con un orden, en su propio espacio, a su propio paso. Formas que en la superficie vacía, blanca, repito una y otra y otra vez más: líneas orgánicas, m anchas de luz, polvo, polen. Formas que al irse repitiendo van organizando mi jardín de rosas, mi paisaje de flores, la ciudad de hojas, tierra, memorias y residuos de vida en la que se convierte mi trabajo. ♦

Nueva York, edificio municipal 19 9 8 Far from Home, Galería Pinnacle, Savannah College of A rt and Design, Savannah-Georgia, USA 19 9 7 Ciclos Gentiles, exhibición de tesis MFA en Pintura, Savannah College of A rt and Design, Savannah-Georgia, USA 1996 Selección profesores/alumnos, Sidewalk Arts festival, Savannah-Georgia, USA 19 9 6 Cream of the Crop, Galería Exhibit A, Savannah College of A rt and Design, Savannah-Georgia, USA 19 9 6 Exhibición colectiva, Bergen Hall, Savannah College of A rt and Design, Savannah-Georgia, USA 19 9 6 El Gran Formato, Bergen Hall, Savannah College of A rt and Design, SavannahGeorgia, USA 1994 X X X V Salón Nacional de Artistas, Corferias, Bogotá 1993 Tres Nombres, Galería Santa Fe, Planetario Distrital, Bogotá 1993 VI Salón Regional, Zona 4, Corferias, Bogotá 19 9 2 XI Salón Seneca, Universidad de los Andes, Centro Colombo Americano, Bogotá 19 9 1 X Salón Seneca, Universidad de los Andes, Bogotá 1990 Arte Gráfico, Galería Icfes, Bogotá


Mujeres de

c3o n de cal y salmuera. ‘'Viejas ya [desde siempre. Armadura oxidada con relleno de escombros, tienen duros los ojos comofría cellisca. J3os cabellos marchilos como hierba pisada y un vinagre maligno Ies recorre las venas. cVan temprano a la compra, huronean [¡os puestos. Casi escarban. Sligen los tomates chafados. J2as naranjas mohosas. cMaceradas verduras que ya huelen a estiércol Compran sangre [cocida en cilindros oscuros como quesos de lodo y esos [bofes que muestran, sonrosados y tímidos, una obscena apariencia. Á

n g ela

F ig u e r a A

y m e r ic h

Bilbao (España) 1902 -M ad rid (España) 1984

97/pagar, un suspiro les separa los labios explorando morosas en el vientre mugriento de un enorme y raído monedero sin asas con un miedoferoz a topar de improviso en su fondo la última cochambrosa moneda. (Siempre llevan un niño todo greñas y mocos que les cuelga y arrastra de lafalda pringosa chupeteando una monda de manzana o de plátano. J2o manejan a gritos, a empellones, ó e alejan maltratando el esparto de la sucia alpargata. rVan a un patio con moscas. Con chiquillos y perros Con vecinas que riñen. 97 un fogón pestilente. 97 un barreño de ropa por lavar. 97 un marido con olor a aguardiente, a sudory a colilla.

63

Gn otros palabras.


Que mastica en silencio. Que blasfema y escupe. Que lal oez por la noche en lafétida alcoba, sin caricias ni halagos, con brutal impaciencia de animal instintioo, les castiga la entraña con elpeso agobiante de otro míserofrutoolro largo cansancio ¡ Oh. no! ^O no pretendo pedir explicaciones. cPero hay cielos tan puros. Gxiste la cBelleza.

<Sl hijo terminado se levanta en fuerza y hermosura sobre el suelo, desde las piernas de trenzados músculos a esa palmera débil que desfleca el viento sombreándole las sienes, todo es hechura vuestra, logro vuestro.

C M adres del hombre, úteros fecundos,

f j luego, ¿qué? ¿Qué veis por los caminos

hornos de CZ)ios donde se cristaliza el humus oído en ordenados moldes.

de la tierra en tormenta ? ¿Sfi dónde irán los píes que golpearon

'f ’ara vosotras, madres, nofue sólo amor un ramalazao por los nervios, un éxtasis fugaz, una delicia derretida en oloido.

¿Qué histéricas ciudades, qué paredes de leproso cemento

9Yofue tan sólo un cuerpo contra otro, un labio contra otro, una frenética

verán crecer la espiga suficiente a! hambre de su boca sin pecado ?

soldadura de sangres.

¿Qué obsceno sol hará su mediodía? ¿Qué luna sinjazmín y sin ensueño

la cárcel sin hendír de vuestro vientre ?

la d r e s del hombre, dulces, descuidadas del ojo circular de la serpiente que irónico se abrió sobre ¡a cuerva suaoe y rosada de Soa sin oes/ido con el sapiente fruto entre las manos.

lo encerrarán? ¿Qué campos abandonados con aceros y pólvoras

será grada y belleza de sus noches ? ¿Qué ancho glaciar de fórmulas sin música lo apresará en su bárbara corriente ? ¿Qué implacable mecánica triturará sus nervios ?

(3ólo un escorzo de alas arcangélicas

¿Qué monstruosa químíca, que fiebre

pone, blanco y azul, en vuestros ojos el resplandor de las anunciaciones.

le robarán el rojo de la sangre ? ¿Quéplomo, qué aspereza de herramienta le romperá los músculos ?

Óólo un tesón humilde, una gozosa dedicación os rige las entrañas en eso largos días de la espera.

¿Qué mísera moneda mancillará sus manos ? ¿Qué rabias, qué codicias, qué rencores harán brotar espinas de sus ojos ?

Qloria y dolor en el instante último

¿Qué muerte apresurada, sin dulzura,

con una tibiaflor recién abierta,

lo pudrirá voraz, en cualquierparle?

tan íntima, tan próxima, latiendo junto a la propia fatigada carne,

^Madres del mundo, tristes paridoras,

f j luego, ¿qué? Cumplisteis la tarea.

gemid, clamad, aulladpor vuestros frutos. §


P ie d a d M

o rales

Lluvia en la memoria / Medellin (Colombia) 2003

Oracióna

s o

h

s

(Sin título) A Rosa, la Mujer

6,'ti corazón de esa mujer fue tallado en cuarzo Cinceles de agua oerde mirada de atardecer suspiro removiendo ciénagas <Sl dolor es oiejo en las arrugas se mece lento entre los pechos.

“Nada les daría un placer más grande que un fracaso...” £ o s mutiladores de fantasías esperan en medio de la fiesta su frío puede helar los sueños. J3os miro desde lejos para no quemarlos con mi incendio. T / olvidar además la lenlación de creer en ellos. §!

9Xo logro descifrar el secreto guardado en sus manos nudosas frías d^as historias le salen húmedas de estremecimientos. J2 e temo al silencio que teje en sus recuerdos. '^Milenaria tierra

(Sin título)

Sfirado cosecha lluoia fuego piedra río. f

( 3 i fuera suficiente decir — SAo existiría elplaneta flor en losjardines niños en los parques Sfti enamoradas lelas (Sí

c5/fuera suficiente decir — hubiese muerto el amor. §’

70

Gn otras palabras.


Huelga

\a¿uiero una huelga donde vayamos todos. cllna huelga de brazos, de piernas, de cabellos una huelga naciendo en cada cuerpo. Quiero huelga de obreros, de palomas de choferes, de flores de técnicos, de niños de médicos, de mujeres.

G io c o n d a B e l li

Managua (Nicaragua) 1948

Quiero una huelga grande, que hasta el amor alcance. cllna huelga donde lodo se detenga, el reloj, las fábricas elplantel, los colegios el bus, los hospitales la carretera, los puertos. cllna huelga de ojos, de manos y de besos. cUna huelga donde respirar no sea permitido, una huelga donde nazca el silencio para oír los pasos del tirano que se marcha, f


UNIVERSIDAD

NACIONAL DE COLOMBIA Facultad de Ciencias Humanas

E s c u e l a nE ESTUDIOS DE

,

GENERO INVESTIGACIÓN Y EXTENSIÓN EN Políticas públicas, modelos de desarrollo, cambio social, teorías de mujer y género, feminidades, masculinidades, homosexualidades, familia, cultura POSTGRADOS Maestría en Estudios de Género Especialización en Proyectos de Desarrollo con Perspectiva de Género FONDO DE DOCUMENTACIÓN MUJER Y GÉNERO

INFOR M ES C entro de Estudios Sociales - CES. Unidad Camilo Torrres. Cra. 50 N o . 2 7 -7 0 Bloque B 5 -6 O f. 502 a 506 e-m ail: escesgenero_bog@unal.edu.co

posesgen_fchbog@unal.edu.co

Tel. 3 16 5000 ext. 18 622 a 18625 - 1863 I Telefax: 3 16 5238 Fondo de Documentación M ujer y .Género. Edificio Manuel Ancízar O f. 2005 e-m ail: fdmujgen_bog@ unal.edu.co • Tels: 316 5 1 4 2 - 3 1 6 5000 ext. 2 6 0 10 a 2 6 0 12


73

me las

imaginaba bonitas

I

I

t

Yo a las mujeres

I

me las imaginaba bonitas,

pintadas como la rubia de la esquina que siempre sale a la calle cuando empieza a oscurecerse, pero la Chana llegó a la casa gritando el otro día y le dijo a la mamá que no se A n d rea M

,

aturan a

., ,

,

(D es)en cu en tros y (des)esperados C h ile, 1992

había atrevido a contarle nada a la señorita, que lo que le pasaba era demasiado terrible. Entonces se había esca­ pado no más del colegio por arriba de la pandereta, conge­ lada de miedo de no alcanzar a llegar y caerse muerta por el camino. La mamá estaba lavando cuando llegó con el berrin­ che y, como siempre que la Chana hace alharacas, ni se dio vuelta para mirarla mientras ella lloraba y lloraba, hasta que la Chana le dijo algo de una herida que yo no pude

óueños, imágenes y símbolos

Yo a las mujeres


oír bien. A hí la hizo callar porque estaba yo y le dijo que mejor se iban a conversar detrás de la casa para que la hermana chica — o sea yo— no escuchara. Pero por la muralla del fondo se oye todo y yo me puse bien cerca hasta pegar la oreja... igual la Chana habló gritando todo el rato aunque la mamá la hacía callar por mí. Claro que ahora que lo pienso mejor, las mujeres no tienen por qué ser bonitas. Por ejemplo, la mamá es mujer y es muy guatona. Yo creo que por eso el papá se fue y la dejó sola. Las mujeres que les gustan a los hombres son las bonitas, como la rubia, que nunca anda sola. Algo se puso a decir la Chana, que ahora sí que sabía que eso estaba mal, que hace días la vino a dejar el Tito después de esa fiesta que hubo hasta bien tarde (yo quería esperarla, pero me quedé dormida) y los dos se quedaron atrás, en el patio chico, tocándose, pero que ahora estaba arrepentida de todo y no se quería morir por esa herida que tenía. Como la mamá la quiere harto a la Chana la consoló al tiro, claro que primero le dio unas cachetadas y le dijo cochina, desobediente. Pero después la tranquilizó rién­ dose y le dijo que no le iba a pasar nada, que se quedara callada de una vez y le diera a ella los calzones para lavar­ los mientras la Chana buscaba otro par en los cajones y además un trapo limpio. Le dijo que desde ahora iba a tener que preocuparse de lavarlos y cambiarlos hartas veces al día por todos los meses y años. Porque ya eres mujer, le dijo después. Yo no entiendo qué tiene que ver ser mujer con eso de los trapos. Parece que todas las mujeres lavan ropa cuando grandes como la mamá, sólo que a algunas no se les nota. Capaz que la rubia de la esquina también. Yo creo que el Tito a la Chana tiene que haberle pegado por fea cuando vinieron juntos a la casa, y que él le hizo la herida. Si todos los hombres pegan, y a lo mejor por eso le dijo la mamá a la Chana que ya era mujer.


75

despacio sin que oyera la mamá y le pudiera volver a pegar. Pero la mamá ya estaba metiendo los calzones sucios en un tiesto con agua que salió colorada, y se rió. Cuando la Chana salió a jugar medio moqueando toda­ vía la miró con burla y de nuevo la cacheteó para que no hiciera más cochinadas con el Tito, le dijo. Yo fui detrás de ella para ver si así entendía mejor. Llegó a jugar al luche con las de la otra cuadra que se hacen amigas, pero igual no más cuchichean cuando ella no está. Como en la mitad del juego, la Chana tuvo que saltar bien lejos y por debajo del yamper cayó un trapo lleno de sangre, igual que el que me pusieron a mi cuando me hice la herida en la rodilla. Yo creí que se iba a morir, pero ella más que susto tenía vergüenza; dejó todo bota­ do y corrió a la casa llorando mientras las demás no para­ ban de reírse y apuntarla con el dedo. Yo no sé por qué pasó esto justo ahora que Javier, ése de lentes que va en curso, me ofreció hacerm e la tarea y después llevarme un día a la casa. Y a mi me estaba empezando a gustar. Pero yo no quiero que me acompañe de vuelta del liceo y me pegue después como el Tito, no quiero ser mujer y tener una herida como la Chana, ni crecer y ponerme guatona y que los hombres me peguen. Así que voy a inventar cualquier cosa y me voy a venir sola a la casa mejor. Aunque esté oscuro. ♦

Óueños, imágenes y símbolos

Después de un rato se fue a cambiar de calzones al lugar más apartado, pero yo igual la vi cómo lloraba,


m

ia otra Mariana

La luz, Ernesto se levanta para encenderla. Esta hora siempre lo llena de zozobra. El cielo se pone lívido y las nubes parecen apurarse, como la gente que, en la calle, corre para alcanzar el colectivo. Los fluorescentes parpadean antes de iluminar la oficina, mientras Ernesto vuelve a su escritorio. Termina de anotar números en una planilla, la dobla y la deposita en una gaveta. Luego ordena unos papeles, guarda la agenda dentro del cajón, se pone el saco y sale. En el vestíbulo del edificio el portero toma café con bizcochos. Se le hizo tarde otra vez, le dice, tocándose la gorra a manera de despedida. El le responde encogién­ V

iv ia n a

M

ellet

Perú, 1991

dose de hombros. Habrá que tomar un taxi, qué remedio, sin auto y a esta hora. No está acostumbrado a caminar por el centro. Normalmente, entra y sale en auto. Con el tránsito sí sabe defenderse. En cambio a pie tropieza con la gente, pisa la mercadería de los ambulantes, roza las paredes inmundas. Detiene el primer taxi que divisa libre entre el baru­ llo de los autobuses y sus bocinas. Sube como quien se aferra a un salvavidas. Ya adentro se da cuenta de que es un carro destartalado, con los asientos cubiertos de cre­ tona descolorida y sucia. Huele a pescado y el conductor parece ser de los que hablan de política. El no tiene nin-

76

£n otras palabras..


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avenida siente un gran alivio, casi felicidad. Va camino a casa. El aire que entra por la ventanilla malograda lo des­ peina, se lleva el olor a pescado y el centro va quedando atrás. También van quedando atrás los edificios enm ohe­ cidos y la muchedumbre, y la noche se define ya sobre los árboles de la avenida. Recién repara en que el taxista no ha tomado la vía expresa. ¡Demasiado tarde! Es de los que les gusta conversar y no le importa demorarse con los semáforos cada dos cuadras: esto es más bien un agra­ dable pretexto para prolongar la charla. El hombre le está contando una nueva versión de la última bola que ya le mentaron a la hora del almuerzo: el surgimiento de un nuevo grupo terrorista, al parecer de extrema derecha. El responde con monosílabos. Sólo piensa en llegar a casa, pegarse un duchazo y tomarse un whisky en las rocas en el saloncito a media luz. Hoy fue un día de miércoles. Es miércoles y él sólo quiere sentarse en el saloncito a media luz y ver un video. El taxista insiste en que el nuevo grupo terrorista es el resultado de los pésimos sueldos de los policías, que ahora están resentidos con el gobierno. Ernesto aprueba, alguna película con muchos exteriores, mucho verde y mucho azul; una mujer rubia como Ursula Andress Bo Derek, en una playa tropical o algo así. Sí... efectivamente, muy mal pagados los tombos. El taxista se ha entusiasmado en su plática, porque hay algo que obs­ truye el tránsito: un ómnibus inmenso de lado a lado. Y ahora, con el auto detenido, puede especular a sus an­ chas sobre lo que dirá esta noche el Ministro del Interior. Es entonces cuando Ernesto la ve. ¡Mariana!, pien­ sa. Bajo la luz verde de un aviso de neón, su palidez se acentúa dándole un aire fantasmal. Es fantasmal, además, la aparición, pues se trata del negativo de Mariana. Idén­ tica, pero opuesta. Lo que en Mariana es esbeltez, en la muchacha es debilidad; lo que en Mariana es vivacidad, en la otra nerviosismo; lo que en una es atributo, en la

óueñas. imágenes y símbolos

guna gana de conversar, pero mientras el auto alcanza la


otra es imperfección. El taxi sigue detenido. Ernesto paga. Me bajo aquí, dice, sin esperar el vuelto. Si no fuera porque sabe que en estos momentos Mariana debe de estar accionando el control remoto, la puerta del garaje abriéndose suavemente, las llantas del Jaguar estrujando como celofán el cascajo del porche, juraría que lleva una doble vida. Tienes una doble, le diría más tarde, igualita a ti, caminando por otras calles, viviendo una vida en dirección opuesta a la tuya. Si no fuera porque sabe que Mariana regresa del vernissage de la Chichi, feliz con su nuevo Márquez. La sigue subyugado por el fantástico parecido y la diferencia abismal. Y porque siente que ha ingresado a otra dimensión de espacio y de tiempo, y que él también se ha desdoblado, y que el hombre que camina detrás de la muchacha no obedece ya a su voluntad. El pelo le llueve sobre los hombros — opaco, sin crema, sin tratamientos, sin hebilla de carey— a esta caricatura de Mariana que libera el seguro de un coche oxidado y lo empuja con una mano. La otra la tiene ocupada con una bolsa llena de pan. El niño que va a pie de coche de su falda, lloroso. Upa, le pide. Ella lo mira con desasosiego y le dice algo que Ernesto no alcanza a oír. Está a unos diez metros y he empezado a seguirla sabiendo que es absurdo, pero que lo hará de todos modos. La muchacha se interna por una calle oscura. Unos palomillas juegan pelota en la pista. La pelota alcanza al niño, que transforma su gimoteo en llanto franco y se niega a seguir caminando. La mano de Mariana — pero sin anillos Cartier, de plata quemada con oro, de brillante ruso— suelta el coche para consolar con una caricia al niño que solloza. El coche empieza a resbalar acera abajo. Ella lo alcanza y lo detiene con brusquedad. Ahora el bebé del coche también está llorando. Tres panes han caído de la bolsa y han rodado hasta un charco. Mariana — que no está acostumbra­ da a lidiar con los niños, porque para eso están las nanas— se impacienta, insinúa un pataleo, levanta la voz, pero termina por cargar al niño. Echa a andar empujando el coche con la pierna. La pierna de Mariana que olvidó depilar, que no depila, que afeita con la prestobarba del marido. Ernesto adivina la aspereza de la pantorrilla de la otra Mariana que dobla la esquina haciendo malabares con el coche. Las lágrimas y los mocos del hijo resbalan por el hombro encorvado. Ha oscurecido ya pero Ernesto continúa con la sensación del abandono del crepúsculo. Por las ventanas que dan a la vereda ve los televisores encendidos en los comedores. Las familias comen mudas, absortas en las palabras del Ministro del Interior. A esta Mariana se le acabó el gas, seguro, y esta noche, para la cena, servirá pan con í Ipalta!! y café con leche. Está cansada y desesperada porque los dos niños lloran a la vez y todavía tiene que ir a hervir agua a casa de la vecina. En casa, Mariana ha encendido la radio — hoy hay programa de jazz— , fuma un cigarrillo y, arrellanada en el sofá, decide que ya es tiempo de cambiar el tapiz de la chaise lounge. Tal vez algo como oriental y unas palmeras hawaianas detrás... y, en la pared, el nuevo Márquez... O no, mejor una ensalada de fruta y, parada junto a la carretilla del frutero, sus alpargatas percudidas pisan unas cáscaras del plátano. Y a Ernesto le asombra cuánto tiene de Mariana, su Mariana sin las ventajas de su protección, de su amor y de toda prosperidad.

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<5/7 otras palabras.


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preciso instante de jurarle hasta que la muerte nos separe. Entonces él todo se lo ofrece, porque una mujer así se merece lo mejor delmundo. ¿Qué se merece este calco borroneado de Mariana? ¿Acaso puede acercarse a ella

y

óueños. imágenes y símbolos

Cuánto de vulgar y desdeñable en el cansancio de esta muchacha. Y, sin embargo, por qué Ernesto siente, a la vez, una amarga ternura. Un riesgo en la vida de Mariana eliminando en el

tenderlela mano? ¿Sacarla de esta dimensión como si la arrancara de una

viñeta? Y recupera a la Mariana de cuando todavía todo era una posibilidad. Hundir la cara en su axila tibia y jurarle, te voy a hacer feliz, Mariana, te voy a dar todo lo que mereces, tendrás lo que se antoje. Pero, por favor, no cambies la mirada, no adoptes ese gesto de desdén en la boca, no pongas más esa cara de aburrida satisfacción. Cruzaré la calle, piensa Ernesto, mientras la muchacha escoge unas naranjas. Le daré la espalda y no miraré más a este remedo triste de Mariana. Es cuestión de sólo cinco o seis cuadras y ya estará caminando por las calles arboladas de su barrio, llegando a su casa, sintiendo el crujir del cascajo bajo los pies y luego lo mullido de la alfombra. Mariana le mostrará con suficiencia su nuevo Márquez y le anunciará que un shantung albaricoque le cae a pelo a la chaise lounge. Y Ernesto le dirá, envuelto en la bata de felpa, y con el vaso en la mano y los cubos de hijo tintineando, tienes una doble, Mariana; aquí cerca, al otro lado del parque. Ella lo mirará desde el rabillo del ojo, que quién en ese barrio puede parecerse a mí, por favor, Ernesto... Una muchacha en alpargatas, cargadas de bolsas, cuyo hombro húmedo Ernesto desea tocar ahora, para rescatarla de su chata existencia y, acaso, recuperar una mirada. Pero M ariana lo mira desde muy adentro de la historia en la que está atrapado. Lo mira con esa mirada de reproche y le está diciendo que qué hace ahí parado, que la ayude con las bolsas, que se le acabó el gas, caramba, que cuándo le comprará el balcón de repuesto. iCarga, pues, hombre! — le está diciendo, malhumorada, como siempre. No puede con tanto peso. ¡Ah! Y te lo advierto: no hay ni gota de agua. ♦


COMERCIO CON JOSTICIA

¡Lo de ley no alcanza! Hay que repartir equitativamente la riqueza generada

La globalización ha abierto las puertas del mundo del trabajo a millones de mujeres de los países en desarrollo. Entre el 60 y el 90% de las personas que trabajan en los eslabones más bajos de las cadenas de abastecimiento — recogiendo fruta, cosiendo ropa, cortando flores, ensamblando juguetes— son mujeres. Con su trabajo, ellas potencian enormemente el crecimiento de las exportaciones de sus países. El 3% del PIB colombiano está representado en las divisas por concepto de exportación de flores. Desde el país se despachan diariam ente hacia el e x te rio r más de 30 mil cajas de flores, con lo cual la floricultura ocupa el p rim er renglón de exportaciones no tradicionales del país. Colombia es el segundo país exportador de flores después de Holanda. Dos de cada tres flores que se venden en Estados Unidos son colombianas. En el eslabón más bajo de esta cadena de comercio global está el personal que siembra, cuida, corta y empaca día a día millones de flores colombianas. El 65% son mujeres que ganan un salario mínimo legal al mes. Su trabajo es fundamental en la generación de riqueza para el país y para las grandes compañías distribuidoras de flores. Lo que no garantiza que ellas obtengan, de igual manera, los ingresos, la seguridad y el apoyo que necesitan para salir de la pobreza junto con sus familias. Por el contrario, se les niega sistemáticamente la participación que les corresponde en los beneficios que genera la globalización. Ha habido algunos avances en derechos laborales, sobre todo como consecuencia de la presión generada p o r las campañas que han lleva do a que las com pañías d is trib u id o ra s y comercializadoras de flores colombianas cumplan en su mayoría con las normas laborales vigentes. Pero el régimen laboral flexibilizado que rige en el país hace que el cumplimiento de la norma no compense el verdadero aporte de miles de mujeres a la generación de riqueza. Tanto la reforma al régimen laboral colombiano de 1990 (Ley 50), como la reforma al sistema pensional de 1993 (Ley 100), hacen parte de la ola de transformaciones estructurales prom o­ vidas en América Latina al amparo de los llamados Programas de Ajuste Estructural del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, que condicionan los préstamos a estos países. El informe de Oxfam Internacional, M á s por Menos: El trabajo precario de las m ujeres en las cadenas de producción g lobalizadas,' revela cómo en Colombia el Acuerdo de C rédito del FMI, firmado por el gobierno en el 2002, condiciona los nuevos préstamos a las reformas, incluidas las

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Gn otras palabras.


ó 1

iniciará un incremento anual de 25 semanas hasta alcanzar las 1.300 en 2 0 15. A partir del año 2014 la edad de pensión se incrementará para las mujeres a 57 años y a 62 para los hombres. En consecuencia, las floricultoras colombianas que hacen parte del 80% de las mujeres trabajado­ ras del país que ganan menos de dos salarios mínimos legales vigentes por mes, reciben un ingreso que no alcanza para cubrir el costo de la canasta familiar básica. La ampliación de la jornada diurna de trabajo y la disminución en el pago de domingos y festivos tienen un enorme im pacto social si se considera que cerca del 4 0% de las mujeres en esta situación son jefas de familia y generalmente han contado con estas extensiones de su salario para nivelar sus necesidades económicas. En las nuevas circunstancias que se aproximan con los acuerdos de libre comercio (TLC y ALCA), los gobiernos deberían auspiciar la creación de condiciones laborales que permitan la genera­ ción de riqueza interna a partir del empleo de sus nacionales, en lugar de legislar a favor de las grandes corporaciones, con base en el fom ento a la contratación de mano de obra no califi­ cada, bajo condiciones salariales precarias y sin el cumplimiento de los compromisos interna­ cionales en materia laboral. Las propuestas de nuevos cambios siguen apuntando hacia un esquema laboral cada vez más flexible donde a mayor trabajo se reciben menos ingresos. Son insuficientes los esfuerzos gubernamentales por reducir la brecha salarial entre hombres y mujeres que hoy en día se mantiene en el 20% . En este escenario las mujeres cabeza de familia se ven cada vez más a menudo en la obligación de buscar actividades complem entarias para nivelar sus ingresos. La precariedad tiene rostro de mujer. Sólo si se desarrollan legislaciones acordes con una distribución equitativa de la riqueza generada, los acuerdos de com ercio global podrían convertirse en una poderosa herram ienta para apoyar la superación de la pobreza femenina, para la generación de ingresos equitativa entre sexos y para la generación de un desarrollo sostenible.

(I)

El Inform e Más por M enos es parte de la campaña C om ercio con Justicia, que busca cambiar las reglas injustas y los dobles estándares del com ercio internacional para que este sea efectivam ente un m o tor para la superación de la pobreza.

Óueños, imágenes y símbolos

laborales, que deberán reducir los costos de la mano de obra, ampliando la jornada laboral diurna y reduciendo el precio de las horas extras y de las indemnizaciones por despidos. Com o parte de ese compromiso, la reforma laboral Ley 789 de 2002 alarga la jornada de trabajo diurno, lo que significa una reducción del ingreso real por horas extras; esta ley disminuye el pago por el trabajo realizado en dominicales y días festivos, las indemnizaciones por despido injusto e introduce mayor flexibilización en la contratación. A su vez, la reforma al sistema pensional Ley 797 de 2003 lleva a un proceso paulatino de aumento a las condiciones para obtener la pensión de vejez: en 2005 se aumentará la cotización en 50 semanas y en 2006 se


.S )

a escala (serie)


Globalización,

pobreza

y mujeres en América

Latina

I. Introducción Las transformaciones

que trae consigo la globa-

lización no se han distribuido de manera equitativa en el mundo. En unas regiones han recaído los beneficios, mientras que otras han asumido los costos. Pero más aún, M a r ía A

d e l a id a

Farah

Profesora asociada. Departamento de Desarrollo Rural y Regional. Facultad de Estudios Ambientales y Rurales. Directora de la maestría en Desarrollo Rural. Pontificia Universidad Javeriana

tanto en unas como en otras, hay poblaciones que han visto empeorada su calidad de vida y están completa­ m ente marginadas y excluidas de las bondades de la globalización, pero están asumiendo de manera parti­ cular sus enormes costos. Las mujeres, especialmente las rurales y dentro de ellas las niñas y ancianas, se consti­ tuyen en uno de los grupos de población más vulnerables frente a la desregulación del sistema económico nacional e internacional.


En este artículo se presentan algunos elementos que caracterizan a la población rural pobre y en especial a las mujeres rurales de América Latina, en el contexto del mundo globalizado de hoy. Se pone especial atención en algunas cifras y evidencias que muestran la persistencia de la pobreza en el continente, la particular incidencia de aquella sobre las mujeres rurales y cómo estas viven los procesos dé la globalización en términos de sus condiciones de trabajo y situación de salud y educación.

La globalización

La globalización es un proceso en el cual las decisiones y actividades que se toman y desarrollan en un lugar deter­ m inado tien en diversas, significativas y simultáneas implicaciones en otros sitios. Este fenómeno se ha dado en otras épocas de la historia de la humanidad, pero la intensidad, alcance y velocidad de la globalización de hoy en día es mucho mayor que en otros tiempos. Induda­ blemente, los avances tecnológicos, en especial en las comunicaciones, han contribuido a la profunda, amplia y rápida difusión de los procesos de la globalización y sus efectos.

La globalización, en términos económicos, significa la primacía de los lincamientos del libre mercado, en dondela individuación, la competencia y la flexibilidad son las características que se resaltan eimpulsan,

y cuyo desarrollo y fortalecimiento van reconfigurando los sistemas econó­

micos, políticos, sociales y culturales a nivel mundial. Dicho de otro modo, los sistemas regulatorios (las reglas de juego en las sociedades) en los entornos nacionales e internacionales se transforman en pro de las demandas que impone la globalización. A l m ismo tiem po que los m ercados de b ien es, servicios y factores productivos se transnacionalizan y que las economías nacionales se integran crecientemente y se vuelven cada vez más dependientes de las lógicas globales, los espacios locales no pierden vigencia. Por el contrario, se busca su consolidación, dado que los mercados y las actividades globalizadas requieren de lugares adecuados para operar. “En ellos se concentra una serie de operaciones de producción y de apoyo para que la gran empresa global funcione, marcadas por las condiciones locales de la mano de obra, la cultura laboral y política, y otros procesos que tienen lugar dentro de los estados nacionales” (Guzmán y Todaro, 2001, citando a Sassen, 1998). Las transformaciones, producto de la globalización, se han dado de manera diferente en los diversos espacios geográficos del mundo. Los beneficios y costos derivados del proceso no se han distribuido equitativam ente entre los continentes, regiones, países, localidades y grupos de

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Sn o/ras palabras.


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ricos/pobres). Peor aún, como lo revelan numerosos estudios,1 las brechas de calidad de vida, ingresos, posibilidades, capacidades y libertades entre éstos se han ensanchado, lo cual ha condu­ cido a la exclusión de muchos pobladores del mundo de las redes globales, mientras que solamente una parte muy restringida de áreas y sectores económicos y sociales es incluida en los beneficios de la globalización. Por ejemplo, mientras en 1971 el número de países clasificados por las Naciones Unidas en extrema pobreza era de 25, a finales de los años noventa llegó a 48, que representan el 13% de la población mundial (Guzmán y Todaro, 2001).

Mujeres rurales y pobreza2

El fenóm eno de exclusión y em pobrecim iento afecta especialmente a las personas que tienen una o varias de las siguientes características: ser mujer, vivir en espacios rurales, pertenecer a la raza negra, ser indígena o ser niño, niña, anciano o anciana. Varios autores sostienen que en América Latina y el Caribe, las mujeres ancianas y las indígenas son las más afectadas por la pobreza, las niñas son las más vulnerables en épocas de crisis económ ica y las mujeres rurales son especialmente vulnerables al llegar a la tercera edad.3 Por ejemplo, si la familia se ve obligada a reducir el consumo de alimentos por una disminución de ingresos y un aumento de precios de los productos que adquieren en el mercado, hay pruebas de que el consumo por parte de las niñas y mujeres se reduce más que el de los hombres y niños. También, cuando se

(1)

Ver, por ejemplo: Banco Mundial (2003), Barkin (2001), Benería (1999), Campillo (1998), Cepal (2003), David, Morales y Rodríguez (2 001), De la Cruz (1 9 9 9 ), Guzmán y Todaro (2 0 0 1 ), Hernández (1 9 9 9 ), López (2 001), Neuburger (2 0 0 4 ), P eña-M ontenegro (2 0 0 1 ), PN UD (1 9 9 0 a 2 0 0 3 ), Scarlato et al. (1 9 9 3 ), Stiglitz (2 0 0 2 ), entre muchos otros.

(2)

Algunos datos que se presentan en este aparte se basan en Pérez y Farah, 2003a, y Pérez y Farah, 1998.

(3)

Banco Mundial (2003), Büchner et al. (1991), Canabal Cristiani (1994), De la Cruz (1 999), Katz y Monk (1993), Momsen (1991), Momsen y Kinnaird (1993), PNUD (1995), Ruíz (2003), W hatmore et al. (1994), entre muchos otros, desarrollan este planteamiento.

'-Dossier

población (hombres/mujeres; niños/jóvenes/adultos/ancianos; blancos/mestizos/negros/indígenas;


aumenta el trabajo no remunerado en la familia, con el fin de compensar la reducción de los recursos económicos familiares, probablemente las mujeres son las que hacen los mayores esfuerzos (De la Cruz, 1999). La pobreza en las décadas recientes en América Latina se caracteriza, entre otras cosas, por el incremento de mujeres como cabezas de hogar, en situación de pobreza; por el crecimiento de la participación fem enina en la fuerza de trabajo asalariada, y por la feminización de la pobreza. Es necesario estudiar diferenciadamente la vulnerabilidad de las mujeres a la pobreza y el impacto desigual de la expansión de los mercados y/o del crecimiento económico. Vale la pena hacer un seguimiento a los efectos de las políticas de globalización sobre ciertos grupos de población, en especial las mujeres campesinas y las mujeres con bajos ingresos en hogares rurales (Korzeniewicz, 2000 y De la Cruz, 1999). Es necesario aclarar que cuando se habla de mujeres rurales no sólo se hace referencia a las mujeres campesinas, sino también a las mujeres que viven en los espacios rurales, pero que no necesariamente están en un contexto de economía campesina, como las indígenas, las pertene­ cientes a algunas comunidades negras, o aquellas mujeres con mayor vinculación a actividades rurales no agrícolas (por ejemplo, servicios, comercio, turismo, manufactura) o a las cadenas de producción agroindustrial y de agroexportación (flores y frutas, por ejemplo). Las mujeres rurales trabajan en la producción de bienes agrícolas, pecuarios y pesqueros vincu­ lados a los m ercados internos y externos; en la producción de alim entos; en los procesos agroindustriales; en la comercialización de productos rurales; en la elaboración de artesanías, y en otras actividades por las cuales reciben una remuneración que no las incluye dentro de ningún sistema de seguridad social. Igualmente trabajan en actividades relacionadas con el turismo y el m anejo de recursos naturales, como agua, leña, madera y carbón, y, por supuesto, en el cuidado de la casa y de todos los miembros de la familia. De igual manera su participación en el ámbito comunitario se ha incrementado. En el sector rural todas estas labores productivas y reproductivas (e incluso a veces las comuni­ tarias) no están claramente diferenciadas, se entrecruzan. El funcionamiento de lo productivoreproductivo está muy ligado al concepto de unidad doméstica de producción, y esto sigue siendo igualmente cierto con la globalización. Desafortunadamente muchos de los análisis y respuestas que se hacen para el sector rural provienen de la experiencia urbana, sin atender a las particularidades rurales y sin que haya una comprensión de la simbiosis producción-reproducción en lo rural. Las mujeres rurales, en general, tienen condiciones de vida no equitativas con respecto a los hombres rurales y a los pobladores urbanos (hombres y mujeres). Están sobrerepresentadas en los grupos pobres e indigentes, lo que hace que sus carencias nutricionales sean mayores. El 50% de las mujeres rurales tiene menos de dos años de primaria o ninguna educación (analfabetas funcionales). Sin embargo, vale la pena señalar que para 1995, la tasa de matriculación agregada fue superior

Cn otras palabras.


para las niñas en algunos países como Brasil, Argentina, Uruguay, Jamaica y Colombia. Por su parte, la participación de la población femenina rural en el desempleo es importante, y además ellas enfrentan una discriminación en su retribución económica. En 1993, el salario de la mujer rural era tres veces inferior al del hombre. De otro lado, los hogares encabezados por un solo adulto, 80% de los cuales tienen a una mujer como cabeza de familia, son más vulnerables a la pobreza que aquellos encabezados por dos adultos. Los hogares con jefatura femenina (19% de los hogares rurales), tienen una mayor proporción en la pobreza y la indigencia (Campillo, 1997 y Ruíz, 2003). De otro lado, en América Latina existe una serie de restricciones para que las mujeres rurales accedan al crédito. Por ejemplo, está la ausencia de garantías, la exigencia de la autorización marital, el analfabetismo y la limitada divulgación de la oferta crediticia. Además, en muchos casos las mujeres carecen de documentos de identificación. Sin embargo, algunas cifras sugieren que no parece existir una explícita discriminación de género en cuanto a la asignación de crédito a nivel rural. “Sin embargo, algunas cifras sugieren que no parece existir una explícita discriminación de género en cuanto a la asignación de crédito a nivel rural. Por ejemplo, un estudio del IIC A -B ID (Kleysen, 1996), muestra que en la región Andina (Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela), en general, el 90.4% y el 89% de las mujeres y hombres rurales, respectivamente, que solicitaron crédito lo obtuvieron. Para el caso de las mujeres, dicho porcentaje es de 100% en Bolivia y Perú, del 95% en Ecuador y del 91% en Colombia y Venezuela.” En cuanto alatierra, las mujeres en América Latina, desde hace mucho tiempo, enfrentan dificultades para acceder a ella. Hoy en día, en el contexto de la globalización, se privilegia el acceso a la tierra vía el mercado. De acuerdo con los trabajos de Deere y León (2003), los hombres son quienes más participan exitosamente en el mercado de tierras como compradores, mientras que para las mujeres, debido a la alta discriminación hacia ellas y su bajo poder de negociación, el mercado es una fuente menos importante de adquisición de la tierra. En medio de una situación de falta de equidad para la población rural en general, y para las mujeres rurales en particular, ellas fortalecen y desarrollan diferentes estrategias para enfrentar los riesgos y apro­ vechar las oportunidades del nuevo entorno económico y social. Tal como lo evidencia Neuburger (2004) en un estudio en el centro-oeste brasi­ leño, dichas estrategias son muy diferentes: mientras en una región la producción de subsistencia y la diversificación productiva son estraté­ gicas para la superación de la crisis de muchos campesinos, en otras zonas, la innovación y especialización en la producción modernizada son los ejes clave para el desarrollo de una comunidad rural. De igual manera, el trabajo comunitario y las nuevas formas de organización y de formación de redes son estrategias utilizadas en otras localidades.


Mujeres rurales y globalización

Los procesos de ajuste estructural llevados a cabo en los países de América Latina y el Caribe, en el marco de la globalización, han afectado diferenciadam ente a los pobladores, por tres vías (De la Cruz, 1999): -

Cambios en los ingresos, al modificarse los salarios, el nivel de empleo y los precios de los productos, especialmente de primera necesidad, como son los alimentos.

-

Cambios en los niveles y com posición del gasto público, en especial el social.

-

Cambios en las condiciones de trabajo, tales como tipo de contratación, horas laborales y seguridad social.

Las condiciones de trabajo (ya sea formal o informal; reproductivo, productivo o comunitario; remunerado o no remunerado) se han modificado visiblemente con la globalización y en ellas se hacen evidentes las desigualdades y la ampliación de la brecha entre ricos y pobres. En los procesos de internacionalización, la valoración que se le da al trabajo es puramente mercantil, al utilizar el criterio de que lo que vale es lo que puede ser comprado y vendido, lo que puede ser valorado monetariamente. No se considera el valor intrínseco que cada una de las labores tiene por sí misma, ni su valor social o cultural, ni el tiempo invertido en ellas. Para las mujeres, y especialmente para las rurales, buena parte de su trabajo no se considera económicamente productivo dado que no está dentro de la lógica de mercado, es decir tiene lugar en el marco de una economía sin salarios ni precios, y su objetivo es generar productos y servicios para el consumo doméstico (Jacobs, 1994). Las políticas de ajuste estructural en el modelo globalizante del desarrollo, al estar centradas exclusivamente en el mercado, tienen efectos probablemente negativos sobre las actividades no mercantiles (reproductivas y comunitarias, en especial) y sobre las personas que las realizan (mujeres, en su mayoría). Veamos un ejemplo planteado por Pearson (1999): ... puede ocurrir que las productoras agrícolas cultiven cosechas comercializables, pero sus energías se suelen concentrar en muchos casos en la producción de alimentos para el consumo doméstico. Si se permite que suban los precios como un incentivo para la producción destinada al mercado, las mujeres se verán sujetas muy a menudo a presiones de sus maridos y otros familiares varones para que trabajen más duro y produzcan más cosechas comercializables en detrimento de los alimentos consumidos

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Gn oirás palabras.


en el hogar. También es frecuente que aumente la carga de trabajo de las mujeres debido a que los nuevos cultivos y la nueva tecnología intensifiquen la necesidad de desherbar y de otras tareas agrícolas femeninas. Sin embargo, no siempre reciben una com pensación en form a de una remuneración por su trabajo o de unos mayores ingresos dinerarios procedentes de la venta de las nuevas cosechas. Además, no existe ninguna seguridad de que el dinero así obtenido se destine a la compra de alimentos que compensen la reducción de su autoaprovisionamiento ni de que este dinero sea sufi­ ciente para comprar alimentos equivalentes en el mercado libre. Por otro lado, la globalización ha hecho que muchas mujeres rurales de los países en desarrollo entren al mercado laboral, al vincularse a las cadenas globales de producción de alimentos frescos y procesados y otros productos agrícolas de exportación. De acuerdo con un reciente estudio de Oxfam Internacional (Corydon, 2004), las mujeres representan entre el 60 y el 70 por ciento de los puestos de trabajo en las fases de producción de productos frescos que requieren mano de obra intensiva dentro de dichas cadenas. El mismo estudio afirma que estos trabajos no les están aportando a las mujeres los ingresos, la seguridad y el apoyo para salir de la pobreza y, por el contrario, les están negando la posibilidad de beneficiarse de la globalización. Sus condiciones de trabajo son precarias: contratos inexistentes o de corta duración, bajos salarios, largas jornadas, cero seguridad social y malas condiciones de salubridad en los sitios de trabajo. Esto forma parte de la llamada “flexibi­ lidad” laboral del modelo de globalización. Esta situación de mayor vulnerabilidad de las mujeres trabajadoras rurales vinculadas a las cadenas globales de producción, tiene una de sus principales raíces en el nuevo modelo empresarial fruto de la globalización, en el cual las empresas minoristas y las grandes marcas son los actores más poderosos. Las nuevas tecnologías de la comunicación, la liberalización del comercio y la movilidad de capitales han reforzado de manera sorprendente la capacidad negociadora de dichas empresas. Les ha permitido ampliar indefinidamente el número de proveedores de los productos que comer­ cializan, al tiempo que se han concentrado en pocos pero grandes grupos empresariales con enorme poder para definir precios, condiciones de calidad de los productos, prácticas de compra, y trasladar los costos y riesgos del negocio a los eslabones más bajos de la cadena de abastecimiento: la mano de obra que contratan las fábricas y explotaciones agrícolas (Corydon, 2004). La vinculación de las mujeres como empleadas en actividades de producción y transformación de productos agrícolas para el mercado internacional, como son la recolección, clasificación manual, limpieza y el empaque de frutas y flores, está muy relacionada, también, con la visión empresarial que asocia las mujeres a ciertas tareas derivadas de sus roles reproductivos, oficios domésticos y características culturales del ser mujer: “más cuidadosas”, “más suaves”, “más aptas para los trabajos manuales”, “con mayor sentido estético”.


En los invernaderos de flores y verduras en Ecuador, Guatemala, M éxico y Colombia, por ejemplo, la mano de obra es principalmente femenina, los contratos son de corta duración que se renuevan una y otra vez. En Colombia, el 80% de los trabajadores en la floricultura son mujeres y ganan por lo general el salario mínimo, que cubre sólo el 45% de las necesidades básicas de una familia (Corydon, 2004). En Chile, Argentina y Brasil, las mujeres son contratadas para los puestos de trabajo estacionales en la producción de frutas para la exportación. Así, por ejemplo, el empleo de mujeres en el sector frutícola en Chile se cuadruplicó entre 1982 y 1992, y se concentró en trabajos temporales, de tal manera que el 75% de las mujeres en el sector agrícola en este país trabaja con contratos tempo­ rales, recogiendo fruta durante más de 60 horas a la semana durante la temporada de cosecha. Una de cada tres de estas mujeres gana menos del salario mínimo (Corydon, 2004 y Barrientos, 1999). La vinculación de muchas mujeres rurales a estas cadenas de producción agrícola para la exportación, ha significado, también, readecuaciones en las relaciones familiares, de género, y en la llamada división social y sexual del trabajo. Como lo plantean Bendini y Pescio (1998), “las trans­ formaciones en la organización del trabajo y en la demanda provocan resignificaciones en el papel de la mujer en cuanto trabajadora dentro y fuera de la unidad doméstica”. Al tiempo que las mujeres han ganado autonomía económ ica y que el hombre ha ido dejando de ser el único proveedor de la familia, la división de responsabilidades en los hogares rurales permanece más o menos igual, lo que ha significado la prolongación e intensificación de la jornada diaria de trabajo de las mujeres rurales, cuando se vinculan como fuerza de trabajo asalariado. Como se plantea al inicio de esta parte, una de las vías por las cuales los procesos de ajuste afectan a las personas y sus familias es la de los cambios en el gasto público, especialmente la reducción del gasto social así como la descentralización y privatización de servicios como la salud. Aunque es un hecho que en los países de América Latina, en general, el gasto social público centra­ lizado se ha visto reducido con las medidas de ajuste estructural y que mucha población vulnerable se ha afectado negativamente con ello, también vale la pena decir que en cuestiones de salud, educación y saneamiento básico se han visto avances importantes en el sector rural, que siempre ha estado rezagado con respecto a las ciudades. En Colombia, por ejemplo, hay una ampliación de la cobertura de la educación, una disminución de la tasa de analfabetismo general y un aumento en los niveles de escolaridad, que ha favorecido de manera notoria a las mujeres. Sin embargo, se debe reconocer también que el mejoramiento de la calidad es un tema no resuelto aún. La globalización ha conducido a la incorporación de muchas mujeres rurales al trabajo remunerado fuera de su hogar, pero no ha generado sim ultáneamente políticas, programas y acciones sociales que asuman la ejecución de ciertas actividades domésticas, realizadas tradicional­ mente por las mujeres, como son el cuidado de los niños y niñas, ancianos y ancianas, la preparación de alimentos, la limpieza de la casa, entre otros. A nivel urbano hay muchos servicios ofrecidos por

QO \ £n otras palabras.


el gobierno y también por el sector privado enfocados a suplir estas necesidades, no obstante existen deficiencias. Sin embargo en los espacios rurales estos servicios son aún más reducidos. En el sector rural apenas recientem ente existen los hogares comunitarios y los niveles de pre-kinder y kinder, lo cual ayuda al cuidado de los niños y niñas más pequeñas, mientras las madres y los padres están trabajando.

Nota final

Es claro que la globalización es un proceso que podría significar aumento de las capacidades y libertades de todos los individuos del p lan eta, p o ten cian d o las heterogeneidades de cada uno de los grupos de población para construir sus sistemas sociales, económ icos, polí­ ticos y culturales. ¿Por qué no ha sido así? ¿Por qué en cam bio, se han visto reducidas las posibilidades de buenas condiciones de vida de tantos y tantas? ¿Por qué la globalización ha conducido más a una homogenización que no significa para nada equidad? La respuesta a estas preguntas nos conduce necesariamente a decir que no es la globalización de por sí la que genera todos los proble­ mas de exclusión, vulnerabilidad y falta de equidad que vimos en este escrito, sino la forma en que aquella ha sido conducida y desarrollada desde los estados nacionales, los acuerdos regionales y las entidades transnacionales, por medio de sus acciones y discursos que hacen énfasis de manera especial en la racionalidad económica del libre mercado, la competencia, la flexibilidad y la primacía de las individualidades sobre las colectividades. Para que la globalización beneficie a muchos y mu­ chas más y permita cerrar las brechas entre ricos y pobres, entre zonas rurales y urbanas, entre mujeres y hombres, se requiere transformar la manera como se hace y se piensa la globalización, involucrando consideraciones de solida­ ridad, justicia y respeto de la diferencia en las relaciones laborales, comerciales y de producción. ♦


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92

\ Gn otras palabras.


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Implicaciones del

desmonte del Estado Social de Derecho en la vida de las mujeres M y r ia m S t e l l a P é r e z G

allo 1

Corporación Casa de la Mujer

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Sobre el Estado Social de Derecho Que Colombia

es un Estado Social de Derecho, es un

lugar común en las introducciones de múltiples análisis sobre la situación social, política y económica del país. ¿Cuál es, sin embargo, el contenido que subyace a esta afirmación que en Colombia representa la voluntad del constituyente a partir de 1991? y ¿qué tipo de implica­ ciones se derivan del desmonte de esta forma de Estado, para la vida de las mujeres colombianas?

(1)

Integrante del equipo de trabajo de la Corporación Casa de la Mujer, especialista en educación en derechos humanos y candidata a maestría en Estudios Políticos y Relaciones Internacionales del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales en la Universidad Nacional de Colombia.

94

Sn oirás palabras.


El origen del Estado Social de Derecho está entre otros aspectos en íntima relación con el surgimiento del denominado Estado de Bienestar, sistema que en su momento buscó dar respuesta a los desajustes económicos y a los efectos sociales (crecimiento desproporcionado del desempleo, la pobreza y la miseria) de la crisis del capitalismo en 1929. Las fórmulas de bienestar aplicadas bajo esta forma de estado (derecho al trabajo: pleno empleo, mejores condiciones laborales y convenios colectivos; lucha contra la pobreza en términos de salario mínimo y asistencia; riesgos sociales por enfermedad, accidentes, desempleo o muerte e igualdad de oportunidades en el sentido de la ayuda pública y el apoyo a minorías y zonas deprimidas),2 se sustentan en una forma de contrato social que además de abordar aspectos relacionados con la seguridad social, individual y colectiva, promueve una forma de justicia social basada en el fomento a la solidaridad entre los individuos y las generaciones. En contraste con el Estado de Bienestar, que es más bien un concepto definido por aspectos económicos y sociales, el Estado Social de Derecho integra elementos políticos, ideológicos y jurídicos que definen su carácter como el de un sistema político alternativo si se le compara con el Estado Liberal de Derecho (Durán). En su dimensión política, el Estado Social de Derecho se propone perfeccionar la democracia participativa mediante la promoción de la organización de grupos sociales, políticos, comunitarios, gremiales o sindicales y el fomento de las libertades económicas, políticas, sociales e individuales, de tal forma que el orden jurídico está en función de la configuración de un orden económico y social sobre la base de una democracia en términos tanto políticos como sociales. Esto es, que se integran mecanismos para la designación del poder político, el aseguramiento de las libertades públicas y la realización de la igualdad en la sociedad. La dimensión económ ica del Estado Social de Derecho se refiere a la función que a este le compete en relación con el establecim iento de reglas de juego entre los actores económ icos (promoción de libertades en este ámbito pero también de control de los excesos5 o de las maniobras injustas a las que la com petencia dan lugar), así como en el desarrollo de actividades industriales y empresariales en las áreas a él reservadas por conveniencia nacional. La frase de Habermas “el poder social es poder político”, refleja en buena medida la dimensión social de esta forma particular de Estado. Se trata de un doble proceso en el que el Estado interviene en la sociedad y viceversa.4 Hace referencia explícitamente a la capacidad del Estado para conciliar

(2)

Estas medidas se acompañan por acciones denominadas de perfeccionamiento de los sistemas de seguridad social, así como por el desarrollo de la tributación progresiva y políticas fiscales, monetarias y redistributivas basadas en el modelo Keynesiano de inversión pública que promulga mayor intervención del Estado.

(3)

En detrimento del bienestar de los grupos de población tradicionalmente excluidos de los beneficios de esta forma de vivir el desarrollo.

(4)

Ricardo Conbellas habla de esta relación como de una simbiosis, que complejiza el lazo Estado-sociedad civil a tal punto que señala que los partidos políticos y los grupos de interés (especialmente los primeros), han contribuido a romper el esquema de la división de poderes, al punto de lograr con frecuencia que las instituciones gubernamentales no sean más que refrendadoras de sus decisiones. Com o veremos, este es el mismo argumento esgrimido por organismos internacionales de la banca, a fin de argumentar sus propósitos.


intereses de la sociedad y para contribuir a la satisfacción de necesidades vitales básicas, así como a la distribución de bienes y servicios que permitan incrementar la calidad de vida. Tal como lo señala Durán, “los derechos sociales y económicos son de este modo, concebidos como conquistas en permanente realización y perfeccionam iento” y no como trabas al crecim iento económico que desde otro punto de vista se refiere más bien a las resistencias que en la actualidad se oponen al pleno despliegue del poder económico privado, como veremos más adelante. En consecuencia, esta forma de Estado integra una nueva concepción de derechos funda­ mentales de expreso reconocimiento en textos constitucionales, que supera la idea de la primacía de lo individual y le da relevancia a los derechos económicos y sociales que a su vez se traducen en la práctica en programas de acción y dan origen o potencian a las instituciones encargadas de promoverlos y protegerlos de manera permanente; en el último caso, incluso de las acciones u omisiones que en su detrimento puedan derivarse de las maniobras mismas del Estado que por lo general se refieren a su creciente poder administrativo y que con más frecuencia de la deseada, contradicen otro de sus principios, la división de poderes.5 En Colombia, esta es precisamente una de las prácticas más crecientes. Se caracteriza porque el poder legislativo parece diluirse al punto de convertirse en el cuerpo ratificador formal de las decisiones tomadas de antemano por el poder ejecutivo y las mayorías políticas que lo respaldan. Esta reformulación de poderes comporta además otra transformación sobre la que no es posible aquí profundizar: la de las relaciones entre el Estado y la sociedad civil, que son sólo parte de una preocupación más amplia. Nuevas formas del Estado perecen estarse gestando, que no corresponden con otro de los principios fundamentales del Estado Social de Derecho: la importancia del papel del poder judicial, al que en un sistema de distribución de poderes le corresponde el control judicial de los actos de la adm inistración pública, de la constitucionalidad de las leyes y de la profundización de los logros alcanzados en estas materias en desarrollos anteriores. Sin embargo otra realidad es la que parece configurarse.

El neoliberalismo tiene rostro y apellidos

Fue paradójicamente una nueva crisis del sistema capita­ lista en los años 70 la que dio vía libre a la implantación del neoliberalismo como proyecto político y económico, que tiene origen en Inglaterra y Estados Unidos y logra extenderse al Asia y a países otrora socialistas, hasta instalarse casi con la misma celeridad en América Latina y el Caribe.

(5)

El control entre poderes iguales es más bien uno de los principios del Estado de Derecho. Esta es una forma de control a la posibilidad permanente de que resurja algún tipo de poder absoluto o una nueva forma de poder que actúe como tal y por tanto se le asemeje.

96

£ n otras palabras.


B , ■w El diagnóstico por parte de quienes avalan y han contribuido a la im plantación de esta corriente, se construyó en referencia a problemas que fueron relacionados con una serie de poderes e intervenciones equívocas y excesivas por parte tanto del Estado com o de diversos grupos de interés. Esto es, entre otras cosas, gasto excesivo por parte del Estado, intervencionismo en la economía y poder inmoderado de los sindicatos. Aspectos todos que dan cuenta de una visión que se declara de manera explícita en contra de cualquier tipo de Estado que adopte formas socialistas, del corte New Deal6 o de Bienestar de origen europeo. Sus principales mecanismos de acción son los paquetes económ icos que aunque aplicados con variaciones en los distintos países, conservan un mismo contenido esencial cuya verdadera diferencia es el grado de celeridad con que se implementan: -

Reformas al aparato de Estado (reducción de su tamaño y restricción de sus funciones, casi exclusivamente a las de defensa y seguridad interna y externa, y cada vez menos en materia de educación, salud y obras de infraestructura).7

-

Privatización de empresas y servicios públicos. Inserción en el proceso de globalización (apertura económ ica) y profundización por medio de integración económica que se traduce concretam ente en la firma de convenios o tratados de libre comercio.

-

Desregulación o liberalización de las economías, es decir eliminación de un orden jurídico y de la normatividad social (convenios colectivos, seguridad y protección social, etc.), que se considera “ahogan a la economía e impiden la competitividad y la inserción en los mercados globales”.8

-

Eliminación o disminución de las políticas sociales a su mínima expresión (incluida la privatización de la seguridad social), ya que éstas representan los mayores gastos para el Estado y para las empresas privadas en términos del costo generado por el empleo de la mano de obra y porque las mismas “debilitan el sentido de responsabilidad individual”.

-

Flexibilización de las leyes laborales y sociales, así como de las condiciones de trabajo.

-

Nuevas políticas fiscales, tributarias, monetarias y financieras.

-

Modernización o reconversión de los aparatos productivos nacionales.

-

Nuevos sistemas educativos basados en “el código de la modernidad”, es decir, readiestra­ miento de la mano de obra para ampliar la eficacia en la competitividad.

(6)

Referidas a la visión derivada sobre las medidas sugeridas por Keynes y aplicadas por Roosvelt en la perspectiva de un papel más activo por parte del Estado.

(7)

Idea fundamentada en la ineficacia e ineficiencia que se supone ha caracterizado al Estado, especialmente en los países latinoamericanos.

(8)

En general, estas medidas se sustentan en el argumento de la eficiencia, efectividad y menores costos derivados de la acción libre del mercado, que en últimas depende de la competencia como principal incentivo para los actores privados que lo agencian.


Podríamos preguntarnos a partir del horizonte que se nos plantea con la implementación más o menos rápida que se haga de estas medidas en un contexto social y político determinado, si se trata entonces de la im plantación o profundización (según sea el caso), de un Estado neoliberal o del embate del neoliberalismo como corriente, contra el Estado (o por lo menos contra éste en sus formas más tradicionales), si se tiene en cuenta que el postulado principal que subyace a dichas medidas es la necesidad de reducir al Estado a su mínima expresión. Este tema sin embargo no será desarrollado aquí. Veamos, en cambio, cómo se materializa la configuración de este panorama de profundización en la implantación del sistema neoliberal como ideología dominante, la misma a la que en últimas le parecen menos graves el sustancial incremento de la deuda externa en los países latinoamericanos1’ y con ello la creciente sujeción de los mismos a la lógica de los organismos de la banca internacional, que los costos implicados en el desarrollo de políticas sociales que puedan hacer contrapeso a las graves inequidades y desigualdades producidas por el mismo sistema. Este aspecto no puede ser pasado por alto si se tiene en cuenta que “la deuda externa como porcentaje del PIB es uno de los indicadores más expresivos del peso en los costos que la misma representa para un país”. Esta relación para el caso de América Latina y el Caribe fue en el año 2002 del 4 0 ,2% 10 (Azpiroz et a l) . Estos países tienen rostro y tienen nombre: Honduras, Ecuador, Argentina, Chile, etc., y tienen rostro y apellidos también los organismos internacionales que se valen de esta lógica de dependencia (y la refuerzan de manera cíclica) para presionar la adopción de recomendaciones (léase condicionamientos): Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, Banco Interamericano de Desarrollo. Colombia, fundamentos para la paz, es uno de los más recientes documentos a través de los cuales el Banco Mundial presenta, como es “costumbre y privilegio”11 un diagnóstico global de la situación de desarrollo en Colombia junto con las recom endaciones de políticas independientes sugeridas a la nueva administración (Banco Mundial). Los siguientes son los principales mensajes del documento: El antiguo conflicto armado y los costos de la violencia son las cuestiones más importantes que enfrenta Colom bia, de tal modo que el Banco calcula que este desestímulo a la inversión por parte de financistas internacionales ha generado una reducción de cerca de dos puntos porcen­ tuales del PIB cada año.12

(9)

Entre 1980 y 2002 la deuda externa de América Latina se multiplicó por 2.78, es decir, casi se triplicó. Por países, el proceso fue muy variado, oscilando entre más de 5 veces en Colombia y 1,12 veces en Venezuela (Azpiroz et a l).

(10)

En 1980 era del 33,2 por ciento del PIB de la región, es decir del valor total de la producción de bienes y servicios de todo el año.

(11)

Usamos los mismos términos del documento.

(12) El Banco considera que los ingresos de un colombiano medio podrían ser sin el conflicto armado un 50% más altos; en contraste, otros estudios como el de Mesa, reflejan que los costos sociales en Colombia (con una liberalización económica media) fueron altos, aunque su crecimiento económico fue el segundo en América Latina. El país ha tenido un crecim iento igual al de Costa Rica durante el periodo de la crisis económ ica del 8 0 y la recuperación del 9 0 pero un bajo desempeño de sus indicadores sociales. Esto con trasta con la carencia de una política social efectiva a diferencia de Costa Rica y gobiernos democráticos en Chile, que hicieron hincapié en políticas sociales activas.

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Gn otras palabras.


JE m

Las tareas propuestas: consegu ir un cre cim ie n to rápido por m edio de un régim en macroeconómico13 y corregir el desequilibrio del erario público; una importante reducción del tamaño del Estado; gastar menos y gravar más, pero sin desacelerar la economía. Estas medidas se refrieren de manera concreta a: “reducción del costo cada vez mayor de la atención de las obliga­ ciones pensiónales, negociación de la reforma al Instituto de Seguros Sociales, ISS (se considera bien un cierre parcial o uno completo, reducción de su fuerza laboral y reapertura en condiciones comerciales), reestructuración de 27 hospitales públicos, reclutar menos profesores y someterlos a un control más estricto, conclusión del programa de reestructuración de la banca, disposiciones normativas que se ajusten a la provisión de infraestructura mediante mayor participación privada (especialmente en el área de carreteras, energía y telecom unicaciones); un nuevo régimen de incen­ tivos a la descentralización para que los municipios aumenten la calidad de la prestación de servicios públicos, también mediante la participación de la empresa privada; promoción del renaci­ miento de la economía rural por medio de políticas públicas que aceleren la inserción al mercado en cambio de resistirse a él14 y las sinergias entre crecimiento y protección ambiental mediante la inclusión de Colombia en el mercado del carbono”.15 El Banco advierte sobre la urgente necesidad de vencer las resistencias que hasta el momento han impedido la implementación de reformas que esperan tener lugar desde uno y dos gobiernos atrás. De este retraso son responsables, dice, grupos como los sindicatos de m aestras-os y trabajadores del sector salud que representan intereses personales y por tanto no sólo se oponen a los cambios sino que se niegan a la rendición de cuentas, capturando recursos para sus propios intereses. En el mismo saco han sido colocadas la Corte Constitucional y la tutela en tanto a través de esta instancia y de este mecanismo se considera que se “ha intervenido de forma proactiva y distorcionante en asuntos de política económica, revocando medidas necesarias para salir de la crisis, como la congelación salarial en el sector público y la limitación de las tasas de interés para las hipotecas... la Corte Constitucional fue creada por encima de otras cortes ya existentes... la tutela es utilizada de forma abusiva para impugnar contratos (especialmente laborales)... los servicios

(13)

El Banco considera que cada punto porcentual de incremento en el PIB per cápita reduce la pobreza en un 0,6% , es decir un cuarto de millón de personas de los 27 que en la actualidad están bajo la línea de pobreza. U n cálculo simple permitiría suponer cuántos puntos porcentuales y cuántos años se requieren para reducir a un ritmo de crecimiento moderado esta cifra a su mínima expresión. Lo que es difícil de comprender, es que se sugiera por ejemplo la aplicación de una tasa única del IVA aplicada a todos los bienes y servicios, incluidos los alimentos y las medicinas en contraste con la tasa cero aplicada en la actualidad.

(14)

El documento reconoce que Colombia tiene una de las estructuras más concentradas de propiedad de la tierra (coeficiente Gini de la tierra de 0,86) y que se está tendencia es creciente, mientras el 80 % de la población rural sigue siendo pobre. Sin embargo, lo que paradójicam ente se propone aquí, es la clausura del programa de redistribución de la tierra para convertirlo en subsidios en efectivo para los pobres rurales.

(15)

Este mercado permite a los participantes, entre ellos empresas industriales de países desarrollados, cumplir con la reducción de emisiones de carbono mediante compras de créditos del carbono en países en vías de desarrollo (sumideros de carbono “reservas ecológicas" que pueden absorber el C O ?).


judiciales tienen que dejar de ser gratuitos en todas las ramas y para todos los casos, las tutelas deben tram itarse en vistas orales... debe contem plarse su circunscripción al sistema judicial y la introducción de honorarios por servicios que pueden corregir este problema... se trata de unas cuantas reformas esenciales” (Banco Mundial). Para el Banco, compartir los frutos del desarrollo significa: proporcionar herramientas para participar del crecim iento, es decir, mejores mecanismos de formación de capital hum ano16 y mejores mercados para vender dicho capital, así como flexibilización del régimen legal y normativo del mercado laboral. El Banco considera que los mercados laborales formales en Colombia son excesivam ente rígidos, “los salarios mínimos elevados y obligatorios son un punto débil consi­ derando las cuantiosas contribuciones a la seguridad social y a las prestaciones sociales, lo que contribuye al desempleo... el costo de la mano de obra, es muy alta para el empleador... el salario mínimo no debe ser obligatorio y no debe aplicarse a los aprendices, los trabajadores temporales o los programas de trabajos públicos a cambio de prestaciones... las disposiciones que otorgan ascensos, compensaciones y formación basados en la antigüedad así como la renovación indefinida de contratos a plazo fijo deben ser abolidas”. La flexibilización del mercado laboral formal no se considera suficiente si no se eliminan las contribuciones parafiscales que no representan beneficios directos para los trabajadores, estas son, las de formación y bienestar social, es decir se trata del desmonte de la tributación destinadas al SEN A y al ICBF. Se considera que la financiación que actualmente absorben estas instituciones se debe canalizar hacia un sistema permanente de gestión de los riesgos sociales que recoja las experiencias de la gestión de los programas de la Red de Apoyo Social temporal (Empleo en Acción, Familias en A cción y Jóvenes en A cción). Sólo se plantea la permanencia de aquellas contribu­ ciones que financian programas sociales m ejor focalizados, separando el financiam iento de la prestación, es decir, “abriendo la prestación a la competencia de proveedores públicos y privados”. Es allí, dice el Banco, “donde los pobres deberían poder explotar su capital humano” y así es, sin duda, aunque los beneficios no sean para el mismo trabajador y menos en lo que concierne a la explotación del trabajo de las mujeres. Para este organismo, construir un gobierno de calidad se traduce en una reforma al Estado en sí mismo y del contexto en que realiza sus funciones. Su mayor preocupación es que “nuca se produjo realmente la apertura”. En síntesis, se trata de una serie compleja de acciones que reversan en su esencia el sentido que diera origen tanto al Estado de Bienestar como al Estado Social de Derecho, sistemas que le apostaron a una mayor intervención del Estado para corregir no sólo los desajustes económicos, sino las desigualdades sociales generadas por el sistema capitalista. Hay, sin embargo, un reconocimiento de que en el mejor de los casos “mercados laborales flexibles y un mejor capital humano no serán la respuesta para todos los colombianos, desde luego no para aquellos que no pueden hacer frente a crisis sistemáticas, que han sido desplazados por el conflicto o que aún enfrentan una discriminación basada en la raza y en el género”. Veamos a qué se refiere el Banco en este sentido.

(16)

Léase readiestrar la mano de obra a fin de lograr mayor competitividad.

100

Gn otras palabras.


La perspectiva de género para el Banco Mundial

A l contrario de lo com únm ente observado en otros países, el documento señala, “la distribución de los roles en función del género en Colom bia resulta más perjudicial para los hombres que para las mujeres. Las chicas tienen niveles de matriculación en la escuela superior que los chicos, la fertilidad y mortalidad materna han descendido en la mujer, sus tasas de participación en el mercado laboral han aumentado y se han disminuido las diferencias sala­ riales entre los sexos, así, los chicos tienen un rendi­ miento inferior en los estudios, están más afectados por el VIH/SIDA y por las enfermedades relacionadas con el alcohol y las drogas. Y lo que es más grave, son de form a desproporcionada las víctimas de muerte violenta por el conflicto armado y por la delincuencia”.

Y sigue:“Investigaciones muestran

que este patrón (parece que se refieren al del conflicto

armado y la delincuencia común),corresponde a bajos ingresos y a desempleados que tratan de asumir a través de la violencia la identidad social de sustentadores de la familia... la mejor forma de abordar estos problemas sociales en razón del género es a través de programas curriculares que descarten los estereotipos sexistas y enseñen habilidades para la resolución de conflictos y programas basados en la comunidad que traten de identificar y prevenir las fuentes de violencia (como el programa de convivencia y seguridad ciudadana del actual gobierno) ”.

Desde sus orígenes, el feminismo hizo visibles las múltiples y complejas formas a través de las cuales patriarcado y capitalismo se retroalimentan. De tal modo que las anteriores cuestiones señaladas como problemáticas sociales en función del género no debería sorprendernos de no ser porque nos encontram os ya en definitiva entradas-os en un nuevo siglo, con todas las innegables transformaciones sociales que se han suscitado. Es preocupante ver otras dificultades señaladas también por diversos grupos feministas, en relación con los riesgos y las dificultades que en la práctica se derivan del uso acomodado del género como perspectiva de análisis, a fin de ratificar y fortalecer una posición dominante de corte patriarcal y capitalista, que bien han sabido permear todos los espacios de la vida humana y por regla general se expresan aunque no siempre de forma explícita en relaciones desiguales de poder en las que no son precisamente los varones quienes salen mal librados. Volvamos, como hemos tenido que hacerlo tantas otras veces, a las razones que explican la anterior afirmación, y que nos dan cuenta de la forma como la perspectiva de género agenciada por el feminismo, más bien degeneró.


A finales de diciembre de 2002, el Congreso de la República aprobó las reformas pensional, laboral, tributaria, de la Administración Pública y la convocatoria al referendo. Mediante facul­ tades otorgadas por el Congreso al Presidente se expidieron decretos que afectan la estructura del Estado y a varias de sus instituciones,17 así como los derechos de las trabajadoras y los trabajadores, más aún de aquellas y aquellos que en razón de los altos índices de desempleo, ya no pueden serlo por lo menos en términos formales. En el primer periodo de sesiones del año 2003 fueron aprobados el Plan N acional de D esarrollo y la reforma política, se avanzó en la reforma constitucional que constituye hoy la base del Estado antiterrorista y continúan en trámite proyectos de reforma a la justicia, el estatuto antiterrorista, la ley de alternatividad penal (hoy renombrada) y la reforma a la Fiscalía. Lejos de poder abordar cada uno de los aspectos de estas reformas, que más bien las señalamos con el fin de dar ejemplos de la forma como se llevan al terreno práctico los denominados “paquetes económicos”, me limitaré más bien a esbozar algunas de las implicaciones que se derivan de la aplicación de dichos paquetes para la vida de un número significativo de mujeres colombianas. Hoy el carácter informal de las relaciones laborales se ha generalizado en la mayoría de países latinoamericanos. En Colombia esta realidad afecta más a las mujeres que a los hombres, en tanto éstas reciben un ingreso promedio menor18 y registran una tasa de desempleo más alta19 y una tasa menor de participación en el mercado laboral. Esta situación refleja las escasas posibilidades para las mujeres, de hacer que el bienestar esté garantizado por niveles adecuados de ingreso. Varios aspectos concretos se derivan de este hecho en detrimento de la calidad de vida y de garantías reales de reconocimiento y protección de los derechos de las mujeres. Primero, los aspectos contenidos en la reforma laboral (variación de horarios: entre 4 y 10 horas, aumento de la jom ada diurna para efectos del reconocimiento del recargo nocturno, y la disminución de un 25% del recargo dominical), hacen que las mujeres deban incrementar sus jornadas de trabajo en empleos o actividades alternas a fin de elevar el nivel de ingresos que las más de las veces no supera un salario mínimo y se trata de mujeres cabeza de familia, muchas de ellas en situación de desplazamiento. Segundo, las prácticas tendientes a elevar el nivel de competitividad entre las multinacionales y los grandes almacenes que se mueven con fluidez en el comercio internacional (exigen por lo general entrega “al m omento”, lo que reduce en un 30% los tiempos de producción en 5 años, pedidos más pequeños, menos previsibles, costos de transporte aéreo

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Fueron fusionados en tres seis ministerios y liquidados el Incora, el IN AT, el DRI, el INPA, Ferrovías, Invías y Telecom ; de otra parte Ecopetrol, el ISS y Cajanal están siendo escindidos en tres, ocho y dos empresas respectivamente (Taller). El saldo de nuevos desempleados a finales del 2003 sobrepasaba los 2.400 y las metas anunciadas en materia de empleos suprimidos es de 4 0 .0 0 0 con expectativas al parecer superadas.

(18)

Aunque efectivamente los niveles educativos de las mujeres se han elevado y la brecha entre estas y los hombres se ha reducido, este aspecto no se refleja en mejoras sustanciales en las condiciones salariales de las mujeres. En Colombia sus ingresos para el año 2000 fueron del orden del 73% en relación con los que obtuvieron los hombres. Si se adicionan los datos de zonas rurales es muy probable que esta brecha se amplíe significativamente (Uribe).

(19)

La tasa de desempleo en el país para el año 2000 alcanzó el nivel del 20.5% . Para las mujeres las tasas son mayores (entre 4,5 y casi 8 puntos porcentuales que las de los hombres). También son mayores sus posibilidades de caer en el desempleo (Uribe).

10 Q

Sn otras palabras.


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elevados), hacen que los costos de esta dinámica se trasladen a los productores quienes se las arreglan para flexibilizar las relaciones labores (mayor facilidad de contratación y despido, más contratos a menor duración, menos subsidios y más horas extras) y quienes a su vez difieren estos costos a las mujeres que son en definitiva quienes trabajan en el último eslabón de la cadena. Las mujeres deben trabajar hasta 16 horas para cumplir los plazos estipulados, “recibiendo un 40% menos por sus horas extras, con frecuencia en condiciones insalubres y sin posibilidades de gozar de licencias por enfermedad o por maternidad” (Oxfam ). Tercero, las mujeres que se capacitan en busca de mejores condiciones laborales se encuentran con una disminución de ingresos que supera el 50% y el 75% en las etapas de aprendizaje y lectiva respectivamente; cuarto, de acuerdo con la CUT, de cada diez empleos en el área de servicios, ocho son realizados por mujeres; y quinto, no es una novedad el hecho de que las mujeres continúan soportando una doble carga de trabajo en la medida en que no cuenta con redes de apoyo familiares, sociales ni estatales, que minimicen sus responsabilidades al interior del espacio doméstico (al que dedican en promedio 5 y 6 horas diarias) y contrarresten las implicaciones negativas obvias en la salud y la autonomía de las mujeres. Es un hecho entonces que las condiciones laborales señaladas juegan un papel im portante en detrim ento de las posibilidades de acceso al beneficio de seguridad social para las mujeres. La relación es directa, a menor ingreso, menor tasa de participación en el mercado laboral formal, mayor desempleo, mayor esperanza de vida y aum ento de la edad mínima para pensionarse; corresponde una menor proporción de mujeres que puede llegar a beneficiarse de una pensión de jubilación, que aún cuando llegue a obtenerse representa una tasa proporcional al ingreso recibido durante la vida laboral, que ya hemos señalado es inferior al ingreso de los hombres trabajadores.20 Sus oportunidades para acceder a servicios de salud oportunamente y de calidad se hacen también cada vez más escasas. De otra parte, es innegable que el proyecto de reforma a la justicia atenta contra el principio de separación de poderes, contra la autonomía misma de la rama judicial y por supuesto contra los derechos de las ciudadanas y los ciudadanos, mediante la reducción de las facultades de control y de garantía ejercidas por la Corte Constitucional. En materia de derechos económicos, sociales y culturales la restricción tiene implicaciones más preocupantes, en tanto las políticas públicas de destinación de recursos y metas programáticas tienden a hacerse inconstitucionales no por su formulación sino por sus efectos prácticos como sucediera con el UPAC (Plataforma). En esta lógica, de acuerdo con el Plan de Desarrollo, el IC BF deberá reestructurarse y así se está haciendo. Señalan las asociaciones de madres comunitarias que para aquellas que contratan con Bienestar Social del Distrito, el IC BF viene haciendo una serie de visitas cuyo objetivo es el cobro retroactivo

(20)

Existe un argumento que vale la pena agregar al análisis, “reflexiones sobre la equidad de género en la edad de jubilación para las mujeres, mecanismo pensado para compensar su menor participación en el empleo y sus menores salarios, puede obrar en contra de las mismas, cuando la pensión se calcula sobre la base de los aportes capitalizados y la expectativa de vida. Tampoco se descarta que este factor vaya en detrimento de los incentivos de las mujeres para nombrarlas en cargos de responsabilidad si se sabe que se retirarán más temprano” (Uribe).


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del 3% de los parafiscales que corresponden al Instituto, esto sin considerar que el pago a las madres comunitarias y jardineras está lejos de reconocer un monto justo y legal por un trabajo sobre el que se sostiene una gran red social de apoyo para millones de familias de bajos recursos económicos en el país. Señalan, además, que se avanza en un plan de acción de cierre de hogares y de organización de algunas de las madres comunitarias en cooperativas microempresarias que entrarían a competir con el sector privado o con cooperativas integradas por ex funcionarios del mismo Instituto que han quedado vacantes luego de la reestructuración. Mediante la reforma se anula el acceso a la acción de tutela para casos de afectación a derechos económ icos, sociales y culturales, de los derechos colectivos y del am biente, de los derechos humanos fundamentales no contemplados en la carta constitucional, aunque éstos hayan sido reconocidos en tratados internacionales y suscritos por Colombia. Este aspecto en concreto vulnera gravemente los alcances logrados en materia de promoción y protección de los derechos de las mujeres como los que se recogen en la Convención para la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDA W ), sólo por nombrar uno de los más importantes. Las mujeres también resultamos excluidas y acalladas por la reforma política. En ella no logramos tener ninguna incidencia y no se nos garantizó una adecuada, efectiva y equitativa participación política, ni en las instancias de representación del poder local o nacional, ni en las de decisión de las mismas corporaciones y movimientos políticos. De este modo, las oportunidades para incidir en los espacios en donde se toman las decisiones que afectan nuestras vidas se están viendo significativamente reducidas, mientras que las prácticas políticas tradicionales continúan cooptando amplios grupos de mujeres durante los procesos electorales, instrumentalizando así sus potencialidades y alejándolas cada vez más de los espacios públicos políticos. No se puede soslayar el hecho de que la tutela como mecanismo de protección de los derechos fundamentales (y derechos conexos), se ha convertido en un instrumento de gran importancia para la defensa de los derechos de las mujeres, haciendo posible que tanto ciudadanas como ciudadanos podamos acudir a cualquier juez de la República para que éste tutele nuestros derechos ante cualquier violación o desconocimiento de los mismos que los ponga en inminente riesgo. Alguno de los aspectos que han representado mayores alcances y efectividad en términos de la protección de los derechos de las mujeres están relacionados con situaciones como la violencia intrafamiliar, que afecta especialmente a las mujeres;21 violación a derechos laborales (especialmente en casos de mujeres en embarazo), derechos a la salud, libre desarrollo de la personalidad, iguales derechos entre cónyuges y en situaciones de discriminación por razones de sexo. Un área sin embargo enfrenta en esta materia grandes barreras, los derechos sexuales y reproductivos, sobre los que si bien se han hecho pronunciamientos que reconocen la necesidad de proteger a las mujeres especial­ mente en cuanto a su salud sexual y reproductiva, todavía presenta importantes sesgos en cuanto

(21)

La violencia intrafamiliar es competencia actualmente de la ley 2 94/96 (reformada por la 5 7 5 /2 0 0 0 ), sin que ello implique que no se pueda acudir a la acción de tutela cuando han sido agotados todos los mecanismos previstos por la ley.

104

Gn otras palabras.


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a la visión que subyace sobre la sexualidad de hombres y mujeres,22 y especialmente a la libre determinación de las mujeres sobre su propio cuerpo (Dirección N acional).23 También en términos de la justicia es importante hacer visibles otras implicaciones para las mujeres. Si bien es cierto que y masacres son mayoritariamente los hombres, la violencia contra las mujeres, en particular la violencia sexual por parte de diversos actores armados, es práctica habitual en un contexto de

105

degradación del conflicto armado e irrespeto al Derecho Internacional Humanitario (DIH). Este

Dossier

las principales víctimas de la violación del derecho a la vida mediante ejecuciones extrajudiciales

aspecto no permite vislumbrar un mejor panorama si se tienen en cuenta los recursos significativos que se vienen destinando para la continuación y exacerbación de la guerra. En estos escenarios de conflicto armado, la violación de las mujeres es una estrategia de guerra generalizada y ejercida casi indistintamente por los distintos actores armados. Esta situación alcanza enormes proporciones que los registros médicos y judiciales son incapaces de develar. Tambiéii son prácticas frecuentes la retención o secuestro temporal de mujeres, no sólo con el fin de abusarlas sexualm ente, sino de exigir de éstas trabajo doméstico sin contraprestaciones; la obli­ gación de albergar o alimentar a los distintos actores armados con los riesgos que ello implica para su seguridad; acoso sexual por parte de superiores jerárquicos en el caso de mujeres y niñas vincu­ ladas a grupos armados, prostitución, esclavitud sexual y anticoncepción forzada son sólo otras de las tantas realidades de las mujeres que viven en zonas de mayor agudización del conflicto. Las mujeres han desarrollado además formas de participación social y políticas propias, por lo general poco visibles, pero que han aumentado los factores de riesgo a los que se ven expuestas. La frecuencia y el incremento de las agresiones dirigidas contra organizaciones sociales y de mujeres por parte de los actores armados es una de las infracciones más frecuentes. La Escuela Nacional Sindical señala un incremento de más del 50% en la violencia contra las mujeres sindicalizadas, sin embargo, los efectos de esta realidad son minimizados incluso por las mismas organizaciones sociales a las que pertenecen. “Las mujeres han sido víctimas de violaciones a sus derechos humanos por razones diversas: por vivir en zonas de conflicto, por tener relaciones afectivas o familiares con algún actor armado, por ser líderes comunitarias, por trabajar a favor de las víctimas, porque son obligadas a albergar o alimentar a los actores armados” (Mesa Mujer y Conflicto), es decir por razones relacionadas con el hecho de ser mujeres. Todas estas formas casi siempre invisibles de violación a sus derechos se refuerzan mediante imaginarios patriarcales que consideran que el destino natural de las mujeres es el usufructo por otros, de sus cuerpos y de su trabajo. Las razones del subregistro de estas violaciones se exacerban por la magnitud misma del poder de los agresores, poder asentado en la misma

(22)

Una investigación adelantada por la Casa de la Mujer visibilizó situaciones de negación de la tutelación del derecho al ejercicio de la reproducción mediante intervención quirúrgica en el caso de una mujer a quien se le diagnosticara infertilidad, mientras por el contrario fue concedida la autorización para la entrega del medicamento (viagra) con el fin de incrementar la potencia sexual de un hombre que pidió se le tutelara este derecho.

(23)

Existe, por fortuna, un salvamento de voto de tres magistrados de la Corte en el tema del aborto, que agrega argumentos importantes a este debate.


ideología bélica, que suele además ser protegida por los silencios sociales que reprimen la denuncia y, lo que es peor, con más frecuencia de la soportada por la sordera, la ceguera y el mutismo de las instituciones en las que reposa la protección de los derechos de las mujeres. ¿Cuáles pueden ser entonces las garantías de protección para las mujeres y de reducción de los niveles de impunidad que caracteriza los delitos a que son sometidas, en un escenario como el que nos plantea el denominado Estatuto Ant¿terrorista! ¿Qué tanta confianza podemos las mujeres depositar en los mecanismos de justicia? ¿De cuáles garantías podemos hablar dados los escándalos de corrupción que cada tanto vuelven a salir a la luz pública sobre las implicaciones de la fuerza pública en actos directos de violación de derechos, de omisión de sus funciones o de nexos con grupos al margen de la ley o de infiltración de éstos en las instituciones? ¿Quién en este contexto entonces garantiza el derecho a la libre asociación, a la protesta y la resistencia como formas de expresión cada vez más frecuentes de las mujeres organizadas?

Conclusiones

Debilitar el Estado Social de Derecho cierra vías para que los conflictos sociales y políticos se resuelvan institucio­ nalmente y favorece el descontento generalizado de una población para la que cada vez es más flagrante la vulne­

ración de sus derechos. La lógica del mercado y de la competitividad propias, no sólo del capitalismo sino del sistema patriarcal, continúan alimentándose mutuamente, reforzando estereotipos, prácticas e imaginarios que refuerzan la exclusión, la marginalidad y la explotación del trabajo y de los cuerpos de las mujeres. Nuestras resistencias son aplacadas y en el mejor de los casos invisibilizadas. Las ideas de subsidiaridad y focalización van en detrimento del reconocimiento de nuestras potencialidades; utilizando términos de Manfred M ax-N eef, las mujeres no sólo somos carencia sino potencia. Y es especialmente esto último, la potencia, lo que la sociedad y un Estado que se afianza en el recono­ cimiento de los derechos y la ampliación de la democracia debería fortalecer. Más aún, si nos expresamos en profundo acuerdo con que el desarrollo es para las personas y no para los objetos, es decir, la calidad de vida no puede ser sólo cuantificada, sus atributos son parte fundamental de una noción que el mismo autor define como desarrollo humano. ♦

Bibliografía

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106

Gn otras palabras..


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‘Dossier

Colombia, segundo avance, Bogotá, noviembre de 2001. M esa-Lago, Carmelo. Desarrollo social, reforma del estado y de la seguridad social, al umbral del siglo XXI, documento presentado en el IV Congreso Internacional del CLA D sobre la Reforma del Estado y de la

101

Universidad Nacional de Quilmas, Buenos Aires, 1996. Mesa de Trabajo Mujer y Conflicto Armado, Informe sobre violencia sociopolítica contra mujeres y niñas en


Impactos del

ALCA

en la vida

de las mujeres1 Presentación

En las últimas

décadas del siglo XX , desde la teoría

feminista surgieron y se desarrollaron nuevos enfoques en economía y nuevas críticas a los paradigmas tradicionales

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por tener básicamente un sesgo androcéntrico tanto en ó m ez am ayo

Corporación Casa de la Mujer

los conceptos como en las categorías utilizados. Esta nueva forma de analizar e interpretar la realidad econó­ mica, incorpora conceptos y realidades como patriarcado, capitalismo y el análisis de las relaciones sexo/género como una particular base material que genera y da forma a la historia y a la sociedad capitalista-patriarcal. Por

(1)

Texto tomado del documento Derechos humanos de las mujeres y el A LC A realizado por la Corporación Casa de la Mujer para la publicación de bolsillo El A LC A y los derechos humanos del Instituto Latinoamericano de Servicios Legales Alternativos (ILSA).

106

Gn otras palabras.


i 09

un todo homogéneo o un cuerpo teórico acabado. “Se trata, más bien, de un amplio conjunto de ideas, debates y propuestas con una transformación común — la crítica a la economía convencional por ser ‘ciega al sexo’ y pretender que sus supuestos y teorías son universales— que se traducen en un proyecto abierto, inacabado pero prometedor”.2 Este artículo pretende ofrecer a través de sus planteamientos una nueva visión del A LCA y su impacto en la vida de las mujeres, realizando una aproximación a las elaboraciones de la teoría y la economía feminista, así como la conexión entre el patriarcado y el capitalismo respectivamente, y elementos de análisis en los impactos del A LCA en los derechos humanos de las mujeres. Igualmente, se pretende mostrar cómo el modelo económico actual no reconoce ni tiene en cuenta las necesidades y situaciones que las mujeres viven, sino que por el contrario, es generador de pobreza, marginalidad y exclusión. Estos impactos se observan en el empleo, el trabajo domés­ tico, los servicios de salud, de educación, entre otros. Por último, y a manera de conclusiones, enumeramos una serie de propuestas de trabajo desde el movimiento internacional de mujeres y las organizaciones sociales de mujeres con el fin de minimizar los impactos y elaborar propuestas de modificaciones de estas estructuras desde las mujeres y para las mujeres.

Introducción

La Cuarta Conferencia Mundial de la Mujer en Beijing, 1995, definió una im portante agenda que identificó aspectos fundamentales de la lucha de las mujeres para la protección, ampliación y protección de sus derechos fundamentales. En el período posterior a la Conferencia, las reivindicaciones de las mujeres se han centrado en las áreas de la participación social y política, la lucha contra la violencia, los derechos sexuales y reproductivos y, en menor medida, los derechos sociales y culturales en casi todos los países de Latinoamérica y el Caribe. Sin embargo, a casi 10 años de la importante cumbre y luego de varios intentos desde organizaciones sociales

(2)

Carrasco, Cristina, (ed.) Mujeres y economía: nuevas perspectivas para viejos y nuevos problemas, Icaria, Barcelona, 1999.

dossier

supuesto, estos nuevos acercamientos y formas emergentes se encuentran lejos de constituirse en


y políticas, los movimientos de mujeres y desde los Estados para avanzar en mejorar la situación de desventajas, inequidades y exclusión de las mujeres, ésta ha empeorado dramáticamente. Una primera explicación podría ser que todos los esfuerzos no han tenido los resultados esperados porque han chocado con una estructura de dominio y control del mundo que imposibilita que los esfuerzos legales, sociales y políticos por la exigencia al respeto y protección de los derechos humanos de las mujeres se cumplan. Esas estructuras de dominio y control se implementan a través de las transformaciones que trae consigo el nuevo modelo económico y la globalización, las cuales, para el caso que nos ocupa en el presente artículo, deben ser analizados diferencialmente, es decir, teniendo en cuenta los aspectos de las relaciones entre los hombres y las mujeres, la raza, la etnia y la cultura, lo que permitirá observar los impactos del modelo económico y los procesos de globalización en la vida de las mujeres desde su cotidianidad hasta el impacto en sus derechos fundamentales. Es en la Cumbre de las Américas de 1994 cuando se inicia el proyecto del A LCA o Área de Libre Comercio de las Américas, el cual pretende eliminar progresivamente las barreras al comercio y a la inversión. En la formulación y aplicación de modelos económicos sin “rostro humano” que privilegian lo económico por encima de la vida y la dignidad de los seres humanos, es donde se generan las condiciones políticas y económicas para la implementación del A LC A , como un proyecto anexionista3 de las economías nacionales de las Américas a los Estados Unidos y al servicio de los intereses de empresas multinacionales. Algunas de las objeciones planteadas en contra de la implementación del A LCA desde el análisis de los impactos a las mujeres, se refieren a que el A LCA otorga un poder desmesurado a las empresas transnacionales, en detrimento de las pequeñas y medianas empresas domésticas y supone una irrecuperable pérdida de soberanía de los Estados nacionales frente a las empresas amparadas en el ALCA por encima de criterios sociales, ambientales, de género y de protección de los intereses nacionales.4 O tra de esas objeciones hace m ención a que el A LC A en “las zonas libres de exportación alrededor del mundo se caracterizan por tener un alto número de mujeres jóvenes (90% de toda la mano de obra), salarios muy bajos y jornadas demasiado largas (entre 12 y 14 horas), una total ausencia de servicios sociales y un tipo de trabajo arduo y peligroso, con total incumplimiento de normas laborales mínimas y la ausencia de derechos sindicales. Este es el ejemplo más concreto de la im plem entación del TLC A N , el surgimiento de las maquiladoras5”.

(3)

Primer encuentro nacional: los impactos del A L C A en Bolivia, Elizabeth Peredo, Fundación Solón, Vinto, Cochabamba, Bolivia, mayo de 2002.

(4)

La lucha frente al A L C A y los derechos humanos, Declaración de Bruselas, 18 de junio de 2002.

(5)

Expresión originada en las zonas de comercio libre de Maquila, al norte de México.

110

Gn otras palabras.


Por la aplicación del modelo neoliberal en muchos países de Latinoamérica, las brechas de pobreza y marginalidad se han profundizado entre las mujeres de diferentes clases sociales, el acceso a la educación, a la salud, a la participación política, al empleo, al bienestar y el acceso a los dere­ chos humanos y laborales tienen nombre y apellido, tienen color de piel, tienen estatus y jerarquías; es decir, dependen de la ubicación que se tiene en la escala social. Mujeres de pequeños sectores de la clase media y la burguesía son las beneficiarías de una supuesta democracia, y las mayorías más pobres y las indígenas son las que quedan (como siempre) fuera del alcance de estos derechos.6 Si se mantiene la idea de implementar el proyecto ALCA, las inequidades para las mujeres se profundizarán y serán las trabajadoras, las indígenas, las mineras, las campesinas, las microempresarias, las amas de casa, las adultas mayores, las jóvenes y las niñas quienes verán cómo sus derechos humanos cobrarán menos valor en este contexto económico globalizado. En este contexto, uno de los retos desde los movimientos de mujeres y de las organizaciones sociales, es transformar las causas estructurales generadoras de subordinación y discriminación de las mujeres y aunar esfuerzos en la lucha contra el modelo neoliberal y la globalización financiera. Sin embargo, se deben tener en cuenta aspectos que paralelamente son una oportunidad en la globalización, como la vinculación de lo local con lo global; el intercambio de redes de comunicación que también amplían su mirada sobre el contexto mundial; la vinculación de organizaciones diversas, ampliando las redes de solida­ ridad, y de otros movimientos sociales en la búsqueda de alternativas, de resistencia y de incidencia en el marco institucional. Particular importancia tiene para el movimiento de mujeres y en general para la defensa en Colombia de los derechos humanos, las redes de incidencia y solidaridad interna­ cional con la institucionalidad y las organizaciones de derechos humanos del mundo.7

Feminismo y patriarcado: sistemas de análisis

El feminismo, considerado como una teoría y una prácti­ ca plural que engloba diversas percepciones, distintas elaboraciones intelectuales y diferentes propuestas de actuación derivadas en todos los casos de un mismo hecho, la subordinación y opresión de las mujeres en las sociedades p atriarcales, desde los años sesenta, ha influenciado los estudios de economía política, dando lugar al surgimiento de la llamada economía feminista.

(6)

Ibid.

(7)

Aparte del documento “Pobreza y exclusión”, tomado de Mujeres y economía, Debates de la Mesa Mujer y Economía, María Adela Rivera, Bogotá, junio de 2003.


El feminismo ha develado el carácter sexuado del conocimiento, la parcialidad de todas sus afirmaciones, la íntima relación entre saber y poder. Ha colocado a las grandes narrativas en el incómodo con texto de la política, retirándolas del confortable dominio de la epistemología. Cuestiona la supuesta neutralidad respecto a los sexos que muchos pensadores suelen utilizar para explicar sus teorías, la documentan y, finalmente, analizan sus consecuencias. Asimismo, docu­ menta exhaustivamente la tesis que sostiene que la tradición del pensamiento de occidente se basa en la concepción de lo “político” y de la práctica política que excluye a las mujeres, así como todo lo que representa la feminidad y los cuerpos de ellas. El feminismo interpela los fundamentos del poder patriarcal, sustentado en los servicios domésticos sexuales, reproductivos, económicos y emocionales desinteresados y no remunerados de las mujeres. Analiza el carácter social y político de la explotación y subordinación de éstas a los hombres en las formaciones sociales patriarcales. Plantea la necesidad de buscar un orden simbólico nacido de las m ediaciones femeninas y las relaciones entre ellas independientes en lo posible, del orden dominante. Y ha avanzado en la creación de nuevas categorías teóricas y nuevos instru­ mentos metodológicos en su intento de explicar cómo se ha constituido, a lo largo de la historia y en las diversas culturas, las diferencias jerárquicas entre varones y mujeres, y cómo se reproducen y transforman. Por otro lado, el feminismo ha avanzado en esclarecer, en el plano teórico y de la acción, la necesidad de construir la autoestima, la autoafirmación, procesos consustanciales a todo grupo social subordinado que decide rebelarse y postular una nueva alternativa a la sociedad. En este sentido, la identidad, la autoestima, la autoafirmación de las mujeres, son formas de tomar fuerza individual y colectiva, de formular proyectos colectivos integrales, con el propósito de luchar por ellos, dándoles una fuerte proyección política e ideológica. Son variadas las influencias que la teoría feminista ha dado a la economía, especialmente en el análisis entre el capitalismo y el patriarcado y el cómo puede abordarse el estudio del conflicto de las relaciones entre los hombres y las mujeres desde la esfera económica. En ese análisis aparecen varios cuestionamientos, uno de ellos referido a la lógica del capital, en donde la subordinación de la mujer en el capitalismo se subsume en la lucha de clases. Su vertiente económica se agrupa en torno al “Debate sobre el Trabajo Dom éstico” (D T D ). Eleanor Leacock, en su artículo “Interpretación de los orígenes de la desigualdad entre los géneros: problemas conceptuales e históricos”, intenta construir un puente entre la antropología y la historia para explicar, también desde una lectura crítica (de Marx y Engels), cómo la subordinación femenina en el seno de la familia, en tanto que unidad económica al mismo tiempo, permitió a las clases superiores una mayor explotación de los trabajadores, los siervos y los esclavos. Sin embargo, Leacock no se detiene en la repetición del argumento marxista, sino que señala la necesidad de criticarlo por cuanto que la subordinación femenina es un fenómeno histórico, no natural.

112

£n oirás palabras.


113

dominación masculina es un fenóm eno regional. Su análisis de los orígenes del proceso mismo de dominación, parte de poner en duda precisamente la universalidad de la dominación: ¿cómo se origina, en qué se basa, cómo se mantiene o se modifica? Tales interrogantes conducen a establecer frecuentes vínculos entre la subordinación y la divi­ sión sexual del trabajo, o mejor aún, a verla como un proceso más de construcción de las relaciones entre los hombres y las mujeres. Este tipo de subordinación obedece a una construcción cultural, en cierto sentido ajena a las diferencias biológicas, las cuales a su vez han sido esgrimidas como causas de subordinación. Sin embargo, cabe señalar que en la mayoría de los casos, cuando se hace refe­ rencia a alguno de estos procesos, se hace hincapié en las variantes culturales a que el proceso mismo da lugar, y no se considera al proceso como el origen único y universal de la subordinación.8 Son diversas las corrientes feministas, pero entre las más significativas se encuentran el femi­ nismo de la igualdad, el de la diferencia, el lesbiano y el radical, entre otros. Haremos mención al feminismo radical por sus importantes aportes en el desarrollo de la categoría patriarcado. Ello en ningún momento implica desconocer los aportes teóricos y de la acción política de las otras corrien­ tes no sólo a las mujeres sino también al desarrollo del pensamiento y de la política. El “feminismo radical” se puede situar en lo que algunas investigadoras han denominado la segunda ola del femi­ nismo, que se apoya en un amplio movimiento de mujeres que supieron organizarse, reunirse y discutir las experiencias de sus vidas cotidianas. Estos grupos de mujeres tuvieron un papel determi­ nante en la toma de conciencia respecto a la subordinación y llevaron a cabo una reflexión interna que creó un espacio propio tanto en sus vidas como en las organizaciones políticas y las elabora­ ciones teóricas. Dos temas fueron eje de las prácticas y discusiones: lo personal es político y el análisis de la opresión de las mujeres, y la categoría patriarcado jugó un papel de primer orden.9 Las feministas radicales, como Sulamit Firestone y Kate Millet, afirman que las reivindicaciones obtenidas no han transformado la situación de opresión y subor­ dinación. Denuncian la opresión sexual que viven las mujeres y pone en evidencia que las mujeres son oprimidas por la sola razón de ser mujeres. Avanzan en la teorización del patriarcado como sistema de dominación y colocan el énfasis de su práctica y teoría en la política sexual que subordina y margina a las mujeres y en la violencia contra las mujeres como expresión del poder masculino.

(8)

Escandón, Carmen. El género en perspectiva: de la dominación universal a la representación múltiple, Cendoc-Cidhal, México, 2000.

(9)

Sánchez Gómez, Olga Amparo. Feminismos, pacifismos y resistencias.

Dossier

Por otra parte, para las autoras que se inclinan por una perspectiva histórico-política, la


Uno de los grandes hitos del feminismo radical fue su capacidad de movilizar a las mujeres hacia adentro y hacia afuera. Hacia adentro, reuniéndose en los grupos de autoconciencia, en los que a través de relatos individuales las mujeres descubrían que tenían frustraciones y carencias similares y tomaban conciencia del sometimiento y la subordinación de que eran objeto. Las radicales identificaron como centros de la dominación patriarcal esferas de la vida que hasta entonces se consideraban “privadas”. A ellas corresponde el mérito de haber revolucionado la teoría política al analizar las relaciones de poder que estructuran la familia y la sexualidad; lo sinte­ tizaron en un slogan: “lo personal es político”. Consideraban que los varones, todos los varones y no sólo una élite, reciben beneficios económicos, sexuales y psicológicos del sistema patriarcal. Por otra parte, el feminismo radical remarca la independencia (o primacía) del patriarcado con respecto al capitalismo y, por tanto, la independencia de las luchas de las mujeres. Posteriormente, en un intento de cerrar el debate, aparece la (o las) “Teoría de los Sistemas Duales” (TSD ) que consideran a los dos sistemas (patriarcado y capi­ talismo) como semiautónomos. La realidad de la opresión de la mujer, así com o su realidad económica, sólo puede explicarse mediante un estudio simultáneo de ambos en donde se constata la coexistencia del capitalismo y el patriarcado que juntos explican la opresión de la mujer.10 Amaia Pérez Orozco11 señala la manera como los sistemas duales se explican en el análisis de la subordinación y opresión de las mujeres, obviamente desde la perspectiva económica “...existe un sistema de dominación de las mujeres, la opre­ sión femenina tiene carácter sistemático, aunque ocurra generalmente en el terreno de lo privado. En segundo lugar, se reconoce que el patriarcado tiene una base m ate­ rial y ésta es la división sexual del trabajo, la apropiación por parte del hombre de la fuerza de trabajo femenina [...] el que capitalismo y patriarcado aparecen unidos en la realidad. No son sistemas paralelos sino que interactúan, a veces, con conflictos; en general, se refuerzan”. Por lo tanto, es necesario hacer énfasis en que el presente texto analiza la opresión de las mujeres y el impacto del modelo económico actual en sus vidas, a través de la economía feminista, intentando analizar esos impactos alejados del sesgo androcéntrico que acompaña a la mayoría de los análisis económicos actuales.

(10)

Pérez, Orozco Amaia. ¿Hacia una economía feminista de la sospecha? (publicado en este número).

(11)

Ibid.

114

Gn otras palabras.


Las mujeres en el contexto de la globalización económica

Entre más afecta el proceso de globalización y los trata­ dos de libre comercio a las mujeres, más se habla de la feminización de la pobreza en la región. En los diferentes encuentros regionales y nacionales, las mujeres que han realizado acciones de resistencia contra el A LC A y el modelo económ ico, han coincidido en afirmar que el deterioro en las condiciones de vida de las mujeres, gene­ rados por los ajustes de las políticas económ icas refor­ zadas con el ALCA, traen consecuencias funestas en el acceso y oportunidad de las mujeres a una vida con dignidad e igualdad.

Adicea Castillo, economista venezolana, por ejemplo, insiste que este proceso tiene en su base la diferencia salarial, pues en todos los países las mujeres ganamos alrededor de 30% menos que los hombres con iguales trabajos. A la discriminación en la remuneración se añade que estamos relegadas a las tareas peor consideradas, menos protegidas por la seguridad social y más mal calificadas. Castillo continua diciendo que “la creciente incorporación de mano de obra femenina, a raíz de la globalización de la economía, nos ha reducido a las maquilas y empresas de zona franca para exportación”. En estas empresas hay un desprecio casi absoluto por las garantías laborales que fueron resultado de las conquistas alcanzadas por el movimiento sindical latinoam ericano. De igual modo debe existir un compromiso por parte del movimiento de mujeres y de sus redes, tendiente a visibilizar el trabajo doméstico que millones de mujeres realizan diariamente para suplir las necesidades de sus hogares, actividades que han sido consideradas por algunas teóricas como sufrimientos invisibles. Frente a ese modelo económ ico y de sufrimientos invisibles, la antropóloga m exicana Leonor Concha, dice que “la política económica aplicada desde mediados de 1980 se expresa en la dismi­ nución de la calidad de vida de las mujeres, por la cantidad de horas de trabajo que dedican para poder sacar adelante la familia”. En las economías latinoamericanas, al trabajo doméstico no remunerado, se suma la labor que las mujeres desempeñan en la economía del ‘rebusque’, en la cual muchas se ven obligadas a realizar ventas callejeras de bienes, alimentos y algunos excedentes agrícolas. Por ejemplo, en Colombia, cientos de mujeres urbanas se ven precisadas a tomarse las calles aun en contra de las normatividades locales de prohibición de ventas ambulantes, pero que significa el único medio de ingresos para ellas y sus familias. Igual o peor es el caso de las mujeres campesinas y en situación de desplazamiento, quienes en su correría se ven abocadas a este tipo de trabajo informal. Algunas/os investigadoras/es coinciden en afirmar que las políticas neoliberales de los últimos años han empujado a un contingente femenino empobrecido hasta más abajo de la línea de la pobreza, y que la implementación del A LC A profundizara más esa situación. Las mujeres repre­


sentan el 70% de las personas más carentes y las políticas macroeconómicas en curso en el mundo afectan de forma diferente a los hombres y a las mujeres: 75% de los 4,5 millones de personas que viven con menos de dos dólares por día, son mujeres, niñas y niños. Las pequeñas producciones agrícolas, donde se encuentra gran parte de la mano de obra femenina, serán las primeras víctimas con la implementación de un área de libre comercio. Los asuntos relativos a la salud y educación, son también ejemplos de las consecuencias del A LC A en la vida de las mujeres. Las micros y pequeñas empresas, que tienen un gran número de mujeres, serán atacadas fuertemente, puesto que la “libre com petencia” en los modelos neoliberales, no da oportunidad alguna a los más débiles.12 Se puede concluir, citando un aparte de la declaración contra el ALCA de las mujeres de Brasil, realizado en Porto Alegre en febrero de 2002, que “el A LC A es perjudicial para las mujeres, hombres, niños y niñas y el medio ambiente porque produce, en su esencia, más desigualdad, más pobreza e injusticia social”.

Impactos del ALCA en la vida de las mujeres

Son diversos los estudios que plantean el impacto dife­ rencial del ALCA en la vida de las mujeres y por ende en las condiciones para el ejercicio y disfrute de sus derechos fundamentales. Mujeres de todo el mundo se han venido organizando para hacer frente al impacto del A LCA. Por ello, consideramos importante mencionar algunas de las m anifestaciones de resistencia y de la producción teórica realizada desde las mujeres Latinoamericanas en contra del modelo neoliberal, el ALCA y la globalización.13 Y así iniciar una serie de intercambio de información que haga visible los esfuerzos sociales y políticos de las mujeres en nuestro continente sur. Entre las expresiones más significativas se pueden mencionar:

(12)

Comité Latinoamericano y del Caribe para la Defensa de los Derechos de la Mujer (Cladem), Artículo A LCA, DESC, globalización y mujeres, Boletín electrónico No. 3, noviembre de 2002.

(13)

Los textos completos de los documentos citados en este aparte del artículo pueden encontrarse en el documento El A LC A y los derechos humanos de las mujeres de la Corporación Casa de la Mujer.

116

6n otras palabras.


117

La Red Latinoamericana de Mujeres Transformando la Economía (RLM TE) elaboró un documento de análisis comparativo del período 1995 a 2000, en el cual revela cómo el impacto de la implementación del modelo económico afecta de manera similar a cada uno de los países de Latinoamérica, consecuencias tales como el crecimiento de la brecha de desigualdad entre ricos y pobres, cómo en cada uno de los países la flexibilización laboral está al orden del día, y son estas medidas las que generan unos impactos mayores para las mujeres, ya que éstas ingresan masivamente en trabajos menos calificados y con remune­ raciones más bajas como empleadas temporales.

2.

El Foro internacional acerca de los derechos de las mujeres, elaboró y divulgó en la reunión de la Organización Mundial del Comercio, celebrada en Cancún, M éxico el 8 y 9 de septiembre del 2002, un manifiesto en el que denunciaba el contexto de guerra, militarización y unilateralismo en diversas regiones del mundo en el que se realizaba la cumbre. Además, que las grandes potencias económicas y las corporaciones multinacio­ nales han despejado nuevas estrategias de condicionam iento y presión a los países en desarrollo a través de acuerdos regionales y bilaterales que ahondan las desigualdades y desventajas que impactan negativamente a las comunidades, a los pueblos indígenas y particularmente a las mujeres.

3.

Manifiesto de las mujeres en el marco de la VII reunión Ministerial del A LCA, en el cual se recogen los impactos en la vida de las mujeres de los tratados comerciales. Entre los impactos más sobresalientes m encionan los referidos a la producción, al empleo y al trabajo de las mujeres, a los servicios de salud y a la calidad de vida: Producción: el A LC A condena a la desaparición a unidades productivas medianas y pequeñas, justam ente donde hay más mujeres. Promueve la apropiación privada, vía patentes, del patrimonio colectivo generado especialm ente por las mujeres indígenas y campesinas durante siglos: semillas, artesanías, prácticas curativas; en adelante se deberá pagar para usar estas tecnologías, diseños y conocim ientos. En ambos casos se afectan las capacidades productivas, la soberanía alimentaria y la calidad de vida de todas y todos. Empleo y trabajo: la previsible quiebra de unidades productivas rurales y urbanas, lo mismo que la privatización de empresas y servicios públicos generan desempleo (siendo las tasas femeninas siempre mayores). Se ha producido una verdadera expul­ sión de fuerza de trabajo, que alimenta migraciones del campo a las ciudades, y hacia países del norte. Como contraparte, puede darse una muy limitada generación de empleos precarios, generalizando una flexibilización laboral regresiva, que desconoce derechos de las mujeres, incluso los derechos sexuales y reproductivos ya que, por ejemplo, se aplican mecanismos de prohibición del embarazo, o se genera un clima de

dossier

1.


mayor vulnerabilidad ante el acoso sexual. U n claro ejemplo lo constituyen las “maquilas, en las cuales el 80 por ciento de la fuerza laboral es femenina, y se ha impuesto un modelo de sistemática violación de derechos laborales y humanos”. Servicios, salud y calidad de vida: al someterse todos los servicios básicos (agua, luz, tele­ comunicaciones, educación, salud) al control privado con fines de lucro, el acceso a los mismos se limita, generándose más exclusiones, privación de derechos, deterioro de la calidad de vida, especialmente de las mujeres que se han visto obligadas a incrementar su trabajo para el cuidado de las familias y comunidades. Democracia y equidad: agravando un contexto en que se extiende el autoritarismo y la militarización, los Estados y los gobiernos no podrán dictar políticas soberanas de d esarrollo eco n ó m ico , ni d efinir p o líticas sobre p rod u cción , d istribu ción, redistribución; tampoco utilizar su capacidad de compra e inversión para estimular, por ejemplo, producción y empleo de las mujeres, para promover equidad de género. Todo esto impide construir las bases de una real democracia. La implantación del mercado total, que invade todos los terrenos de la vida, estimula prácticas de explotación como el tráfico sexual de mujeres y menores, convertidos cada vez más en “atractivo turístico”. 4.

En la línea del documento anteriormente descrito, en Bolivia se realizó en el 2002, el primer encuentro nacional acerca de los impactos del A LCA en ese país. El documento fue realizado por la Fundación Solón, en el cual se destacan los impactos del A LCA en el trabajo doméstico de las mujeres, en el medio ambiente, el conocimiento y especialmente en las economías locales, las cuales son movidas principalmente por ellas.

5.

Conclusiones del taller realizado en Bolivia acerca de los impactos del A LC A y los derechos de las Mujeres Trabajadoras en el años 2002, en él se señala que el ALCA afecta a las mujeres de diversa y variadas formas.14

(14)

Pérdida absoluta de todos los derechos laborales y humanos; disminución de los salarios; falta de guarderías infantiles en las fábricas y otros trabajos donde se emplean a las mujeres; crecim iento de la pobreza; crecimiento de la violencia, la drogadicción y la delincuencia juvenil; incremento de la prostitución afectando así la autoestima y la valoración de las mujeres; desintegración de la familia; uso y generalización de los alimentos transgénicos; producción de alimentos contaminados y de mala calidad debido al uso de insecticidas y pesticidas; agresión a nuestros valores culturales y a nuestras etnias y culturas; pérdida de nuestra soberanía e identidad cultural; destrucción de las pequeñas empresas; falta de educación y salud; privatización de los servicios de salud y educación; violación a los derechos de las mujeres como la maternidad y la salud en general; aumento de la deserción escolar femenina, y vulneración de nuestros derechos sociales y conquistas políticas, entre otras.

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<5/7 otras palabras.


6.

II encuentro hemisférico de lucha contra el A LCA , que sesionó en el Palacio de las Convenciones de La Habana del 25 al 28 de noviembre del 2002, bajo el lema Otra Am érica es posible, se realizó el taller La lucha de las mujeres ante el peligro del A L C A , al que asistieron más de un centenar de mujeres y hombres de diferentes sectores sociales, donde se puso de relieve que nada hay en el A LC A que asegure protección a las mujeres, sino al contrario, sus nefastas consecuencias, al recaer sobre los sectores más desposeídos, acen­ tuarán los problemas más agudos que éstos enfrentan, entre otros la discriminación labo­ ral, teniendo en cuenta que sólo en América Latina constituyen el 40 por ciento de la población económicamente activa regional y que ganan como promedio el 30 por ciento menos que los hombres por igual tarea, porque el modelo de liberalización y privatización ha acentuado la segregación del empleo por género.

7.

Foro “Impactos del A LC A en las mujeres de las Am éricas” realizado en el marco del encuentro “Otra América es posible” llevado a cabo en Quito, Ecuador, en octubre de 2002. Alrededor de 300 mujeres de varios países de América Latina se juntaron en el marco del encuentro continental “Otra América es posible”. Dos rondas de panelistas abordaron el tema de las consecuencias del A LCA en las mujeres y de las propuestas feministas frente a la globalización.

Como se puede observar a través de los documentos antes reseñados, son innumerables y diversas las acciones de resistencia de las mujeres contra el ALCA, los aportes investigativos y las posiciones políticas. Pero estas acciones, aportes y posturas nuevamente quedan en la invisibilidad, porque pareciera que las mujeres no existieran en la cultura patriarcal como sujetos del accionar político y social. En este sentido, es importante señalar que la participación de las mujeres en el debate del ALCA y los tratados de libre comercio ha puesto en las agendas políticas tem as' como el impacto del A LCA en la organización de la producción y la reproducción, el exilio dom éstico a que son som etidas nuevam ente las m ujeres, caso de las maquildadoras, en la instrumentación de los roles tradicionales de las mujeres y la degradación de su condición, el incremento de la violencia contra ellas y la pérdida de derechos adquiridos, entre otros. Asimismo, son muchos los aportes que las mujeres continúan realizando y es deber ético del movimiento social de mujeres, de las organizaciones de mujeres y de todas aquellas expresiones políticas, hacer visibles estos esfuerzos, a través de su divulgación, publicación y debate en diferentes espacios de la sociedad colombiana y latinoamericana.


Las maquilas

Son variadas y diversas las investigaciones, los testi­ monios y las denuncias acerca de uno de los mecanismos desarrollados por la globalización y el nuevo orden mun­ dial económico: las maquilas, las cuales se comienzan a

desarrollar en los años 80 en M éxico y constituyen el instrum ento más poderoso en contra de los derechos laborales y en pro de la explotación, afectando especial­ mente a las mujeres.

Estos centros de industria multinacional por lo general se sitúan en las zonas de libre impuesto de países en vía de desarrollo (principalmente de Centroamérica) con el objetivo de producir y exportar a menor precio, acompañado de mano de obra barata, la cual es de fácil adquisición en estos países. En América Central, las plantas de confección de prendas de vestir para la exportación — maquilas— desde los años 80 han pasado a tener gran peso económico. En 1996 se registraron unas 800 plantas maquiladoras en todo el territorio centroam ericano, con unos 245.000 trabaja­ dores. Las exportaciones generadas por las actividades de maquilas ascendieron ese mismo año a 2.300 millones de dólares, lo que supone un 33% de las exportaciones totales y un 10% del PIB centroamericano. Las empresas de maquila suelen ser propiedad norteamericana, asiática o nacional. Todas trabajan como subcontratistas para grandes multinacionales de diferentes sectores. A su vez, éstas subcontratan parte de su producción, con lo cual la red llega hasta pequeños talleres y domicilios de trabajadores. Entre un 60 y un 90% de los trabajadores son mujeres que realizan tareas simplificadas y fragmentadas, como coser cuellos o botones. La mayoría de las prendas van a parar al mercado estadounidense, en las tiendas que distribuyen marcas como N ike, Guess, Levi Strauss, etc. Las condiciones que acompañan el trabajo de estas mujeres se caracterizan por el pago de salarios bajos, contratos temporales, excesivas horas extras (muchas son pagas), discriminación de las mujeres en gestación y otras circunstancias de seguridad laboral que no responden a las extremas temperaturas de estos países y a los riesgos profesionales que puedan correr estas mujeres. Son muchas las consecuencias que sufren las mujeres debido al trabajo que realizan en las maquilas buscando el desarrollo de una vida digna para ellas y sus familias: 1.

Las maquilas prefieren, en su mayoría, mano de obra femenina, situación que hace vulne­ rable y obvio el no respeto por los derechos de las mujeres.

2.

Las condiciones laborales extremas a las que son sometidas las mujeres en las maquilas, como las extensas horas de trabajo, acarrea para ellas agotamiento y enfermedades que posteriormente no son asumidas por la empresa, ya que no cuentan con seguridad social y mucho menos con seguros de riesgos profesionales.

120

Gn oirás palabras.


La maquila utiliza a las mujeres como instrumento de producción y no tiene en cuenta el triple rol que ellas desempeñan dentro de la sociedad, así como su función de repro­ ducción, prohibiéndole el derecho a la maternidad (despido en caso de embarazo, o en todo caso, evasión de pago de las prestaciones sociales para la cobertura de los gastos de maternidad). La maquila explota a la mujer en su sensibilidad más profunda, creando un marco coer­ citivo basado en la violencia, o por lo contrario en la manipulación sutil de su afectividad (premios, cenas con los gerentes, etc.). Las maquilas no consumen materias primas nacionales, siendo pocos los beneficios directos para la economía interna, sólo responden a políticas, estrategias e intereses de los países de origen o de las grandes corporaciones; producen una masiva precarización del empleo; los trabajadores se encuentran totalmente desprotegidos desde el punto de vista jurídico, legal económico y social; en las zonas francas no se aplican las leyes laborales y de seguridad social; las condiciones de trabajo, de higiene y de seguridad escapan a todo control y quedan al arbitrio de las sociedades; los salarios en general son muy bajos; existe una prohibición casi generalizada de constituir sindicatos, la cual cuenta muchas veces con la complicidad de las autoridades del Gobierno y de la Policía; el trabajo es organizado en términos de máxima explotación, sus rasgos centrales son la especialización más cerrada, el tratamiento individual, la total inhibición de la participación en la gestión de la empresa, el tratam iento de la fuerza de trabajo en términos estrictam ente físicos y la sobreutilización de esta fuerza de trabajo para lograr el “más por menos”; se dan situa­ ciones crecientes de todo tipo de acoso a la mujer; vistas bajo este ángulo, se concluye que las empresas maquiladoras tienen características que no se adecúan a nuestra concepción del desarrollo nacional y del respeto del Estado de Derecho y de nuestros derechos y libertades como trabajadores y pueblos.15

Conclusiones

Sin temor a equivocarse, se puede afirmar que el A LCA impacta la vida de las mujeres en forma sustancial y no sólo en lo referente a la pérdida de derechos adquiridos, sino también en su subjetividad y en la forma como se

Tercera conferencia mundial de las mujeres de la Comisión de Mujeres Trabajadoras, realizada en Venezuela en octubre de 1994. Se resaltaron las características de la maquila y sus implicaciones para los trabajadores y las trabajadoras.


relacionan con el mundo global; es decir, de diversas y sutiles maneras la cultura patriarcal coloca en el nuevo orden mundial a las mujeres en situaciones de subordinación y exclusión. Formas de subordinación y exclusión más enajenantes y ocultas dado que aparentemente a través de leyes y políticas se trata de avanzar en mejorar su condición, tal como la afirma Victoria Sendón de León: Todas estas realidades provienen del triunfo del modelo masculino. Seguimos siendo com o ellos desean que seamos porque hemos aceptado sus valores y perspectivas de mundo como los únicos posibles. Es lo mismo que le ha pasado a la izquierda con la economía neoliberal. Creimos liberamos en lo sexual y no hemos hecho más que som etem os a sus gustos y necesidades, creimos emancipamos en el trabajo y este se ha convertido en una fuente permanente de agotamiento; creimos crecer en lo personal y carecemos de caminos propios para hacerlo. El hecho de que el m odelo masculino se encuentre desprestigiado no significa que el posible modelo femenino haya avanzado: simplemente no existe. Consideramos contemplar algunas propuestas de trabajo y acción que se vienen realizando en Latinoamérica desde las mujeres con un doble sentido: primero, que las mujeres colombianas y sus organizaciones se vinculen a estas iniciativas regionales y locales y, segundo, que desde sus comu­ nidades y expresiones de resistencia se fortalezcan como sujetas de derechos y sean ellas las actrices principales en la transformación de sus propias realidades. Algunas propuestas para la acción son: Acciones de información y capacitación -

Desarrollar campañas de información, difusión, concientización y sensibilización masiva sobre los peligros y las amenazas del A LC A y los impactos en los derechos de las mujeres, especialmente de las campesinas, las refugiadas, las pequeñas productoras, las vendedoras ambulantes, etc.

-

Capacitar y dotar de material de difusión a las liderezas de todas las organizaciones de mujeres para llegar a las bases y transformar la iniciativa en un movimiento de masas que abarque todos los países de Latinoamérica.

-

Las campañas de información y difusión sobre el A LC A y sus consecuencias debería darse en los diversos idiomas o lenguas que se hablan en los países y realizarse a través de los diferentes medios de com unicación (radios com unitarias, televisión, foros, debates, volantes, etc.).

Acciones de movilización y protesta -

Agrupar a todas las mujeres y sus organizaciones para que se unan en forma de un frente amplio de resistencia al ALCA, vinculándose a las diferentes campañas, movilizaciones y acciones a nivel regional y local.

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Sn otras palabras.


723 Instar a acciones masivas de las comunidades rurales y urbanas para el consumo de productos nacionales. -

Realizar movilizaciones de protesta por el N O consumo de productos de las transnacionales, favoreciendo de esta forma a la producción nacional.

-

Realizar acciones de movilización en pro del m antenimiento de nuestras culturas origi­ narias, haciendo énfasis en el ecosistema. Valorar nuestra artesanía y desarrollarla amplia­ mente y mantener nuestros valores culturales y ancestrales.

Acciones de incidencia política -

El Gobierno debe potencializar nuestra producción y subsistencia con calidad, debe buscar empresas com petitivas pero que garanticen las fuentes de trabajo, obligando a los empresarios a que cumplan con las leyes laborales para el beneficio de trabajadores y

-

trabajadoras en general. Otorgar créditos a bajos intereses para la producción y comercialización de nuestros productos.

-

Pelear por la restitución de los derechos humanos y laborales de un Estado Social de Derecho y exigir al gobierno que las leyes nacionales no sean vulneradas por los acuerdos.

-

Evitar la firma del A LC A rechazando enfáticamente que se concrete por el Gobierno.

-

Control social y fiscalización al Gobierno nacional creando mecanismos estratégicos para evitar que vulnere nuestra voluntad como pueblo.

-

Fortalecer las alianzas con el resto de países latinoamericanos.

Es fundamental insistir en el respeto y la aplicación de los principios y determinaciones de las convenciones internacionales del Sistema de las Naciones Unidas y de su expresión en las leyes nacionales, tales como la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, la Convención para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, la Cuarta Conferencia sobre la M ujer y otros instru­ mentos de protección de los derechos humanos que deben ser exigidos en una exigencia de coherencia con los mandatos de los pueblos. ♦

dossier

-


COMERCIO CON JUSTICIA

("o') Oxfam v y International Aum entar la edad de pensiones para las mujeres significa profundizar la discriminación y la exclusión • • • • •

• • •

• •

Más del 80% de las mujeres que trabajan reciben menos de dos salarios mínimos. Los niveles de ingreso en remuneración de las mujeres colombianas tiene un diferencial del 19% sobre los hombres. De cada diez empleos en el área de servicios, ocho son realizados por mujeres. Entre ellas 40% son jefas de hogar con tres o cuatro personas a cargo. De cada 100 mujeres que trabaja, 39 cotiza al sistema pensional. Desde 2005 se aumentará en 50 semanas; en 2006 se iniciará un incremento anual de 25 semanas hasta alcanzar las 1.300 en 2 0 15. A partir de 2004 la edad para obtener la pensión de vejez se incrementó para las mujeres a 57 años y a 62 para los hombres. El prom edio de vida laboral de las mujeres es de 16 años, es decir, 786 semanas. Con la reforma, en 2 0 15 las mujeres colombianas tendrán que cotizar 1.300 semanas. Las mujeres trabajan en actividades domésticas de 5 a 6 horas diarias, es decir, trabajo no remunerado y no reconocido en la productividad del país. Las mujeres colombianas tienen en prom edio dos o tres hijos e hijas, quienes requieren de una inversión en tiem po y dedicación entre cinco y seis años. La maternidad representa para las mujeres un mayor desgaste físico, debe ser compatible con la vida laboral y no puede ser objeto de discriminación en el trabajo. La diferencia de edad para acceder a la pensión de jubilación representa una compensación a las múltiples discriminaciones que el Estado se ha com prom etido a eliminar. Con el aumento progresivo de la edad mínima para lograr la pensión, más del 40% de mujeres trabajadoras del sector informal no tendrán oportunidad de alcanzarla.

C entral U nitaria de Trabajadores de Colom bia - C U T

72 4

£n otras palabras.


105 Dossier

(o)J Oxfam V

international

El efecto de la reforma laboral en los derechos de las mujeres.

Reforma y justicia social

• • •

Con la reforma laboral, la jornada legal se mantiene en 48 horas semanales en seis días, pero los horarios varían entre cuatro y diez horas continuas sin que represente trabajo suplementario. La jornada diurna se aumentó de las 6 de la tarde a las 10 de la noche. Sólo a partir de esta hora se reconoce el recargo nocturno. En relación con el trabajo dominical, la reforma disminuye en un 25% el ingreso por el recargo y se hace diferencia entre el dominical ocasional y habitual. El ocasional lo representan dos domingos cada mes, mientras el habitual son tres domingos. Si se considera habitual, no tiene derecho al día compensatorio. Antes los trabajadores y trabajadoras que devengaban un salario mínimo o uno que no les permitía cubrir sus necesidades, complementaban su sueldo trabajando horas extras. Ahora ven disminuidos sus ingresos, obligándoles a conseguir trabajos paralelos, con los efectos nocivos

que este hecho acarrea para su propia salud y para el bienestar de su familia. Se introdujo un límite al pago de salarios caídos y se disminuyeron los ingresos'por aprendizaje al considerarlos como un apoyo de sostenim iento m ensual equivalente a 50% de un salario mínimo durante la etapa lectiva y 75% durante la práctica. La reforma desconoce factores socio-económicos que generan efectos distintos para hombres y mujeres. Para ellas, además, la posibilidad de caer en el desempleo es mayor. Y no tienen suficientes incentivos para cotizar al sistema de pensiones, por cuanto sus contribuciones pueden caer en un “ fondo perdido” que no recuperarán al llegar a la edad de jubilación.

Sisma M u je r



Lo la G. Lu n a

CompañerayNOsiervaCincuenta años del logro del voto

por las mujeres

En el A cto

Legislativo No. 3 de la Asamblea Nacional Constituyente (AN A C), el día 25 de agosto de 1954, y bajo el gobierno del general Gustavo Rojas Pinilla, se apro­ baba finalmente una ley que permitía a las mujeres votar. El ejercicio de ese derecho no fue posible hasta el 1 de diciembre de 1957, en el plebiscito realizado para aprobar las reformas legislativas de Rojas y sellar el pacto del Frente Nacional. Así, las mujeres colombianas votaron poder votar. Con este final tan paradójico acababa un largo cam ino iniciado tres décadas atrás para conseguir los plenos derechos ciudadanos, sociales y políticos. Para hacer un poco de historia del logro de la plena ciudadanía por las mujeres, la coyuntura histórica que puede servir de punto de partida es 1930. En este año se celebró en Bogotá el IV Congreso Internacional Fem e­ nino, con los auspicios de la recién estrenada República Liberal. En él se pronunciaría por primera vez en una ponencia el “compañera pero no sierva”, centrando la atención en la demanda de la administración de los pro­ pios bienes por parte de las mujeres, ponencia defendida por la feminista liberal Ofelia Uribe de Acosta. Y ese fue el primer logro, hecho efectivo en la Ley 28 de 1932, con el gobierno Enrique Olaya Herrera. En 1933, el Decreto

oticias en otras palabras

727

Profesora titular de Historia Contemporánea de América. Universidad de Barcelona


172 abrió el acceso a la universidad, y ya en el gobierno de Alfonso López Pumarejo, por la reforma constitucional de 1936, se logró el acceso a cargos públicos. Este último requería para tomar posesión la cédula de ciudadanía, de la que carecían las mujeres, lo que llevó a plantear situaciones contradictorias y a activar la demanda del voto. Entonces sectores liberales y conservadores se opusieron con argumentos diferentes: los primeros porque creían que el voto de las mujeres era conservador, y los segundos porque auguraban que éste traería un sinfín de desgracias para la familia y el hogar. Hasta una docena de proyectos de ley se sucedieron a lo largo de los años, y el debate tuvo momentos álgidos en las Cámaras, en la sociedad, entre las mujeres, los periodistas, y políticos. Los términos en que se definió dicho debate se extendió en torno a la feminidad y el feminismo, y que, recordándolo hoy, se recuperan las semillas del discurso feminista que se construiría en los setenta. El debate sobre el voto discurrió entre el discurso conservador, el liberal y el socialista, y en ellos se construyeron como nuevos sujetos políticos grupos de mujeres sufragistas surgidos en los núcleos urbanos de Bogotá, Medellin, Cali, Bucaramanga, Barranquilla, etc., alinderadas unas con el feminismo y otras con el conservatismo. Todas estaban a favor del voto, de sentirse ciudadanas plenas, pero lo defendían con argumentos y matices diferentes. Después del primer periodo señalado de los años treinta en el que se adquirieron varios derechos sociales, en los cuarenta la acción se acentuó en torno al sufragio. Se crearon grupos como la Unión Femenina de Colombia y la Alianza Sufragista; revistas como Agitación fem enina, dirigida por la feminista liberal Ofelia Uribe de Acosta, y Mireya, por la conservadora Josefina Canal de Reyes. A éstas se unieron en torno al voto otras revistas ya existentes como Letras y encajes, dirigida por Teresita Santamaría, y A urora. Se celebraron también dos congresos femeninos de carácter nacional. Otros nombres que se destacaron por sus esfuerzos y pensamientos fueron las feministas socialistas Lucila Rubio de Laverde, Mercedes Abadía y la poeta Matilde Espinosa. Otras muchas tuvieron presencia pública en las barras del Congreso y el Senado, y han dejado sus artículos en dichas revistas y en la prensa. Las dos tendencias sufragistas que se perfilaron fueron por un lado, la línea feminista liberal que defendía la compatibilidad entre el hogar y la política, así como la complementariedad entre los roles genéricos, masculino y femenino, con la variante de la igualdad defendida por las feministas socialistas y, por el otro, la línea conservadora que mantenía una postura anclada en el hogar como el ámbito natural de la mujer y la maternidad como única función, una feminidad ahora revestida de derechos, educación y cultura. Recordemos que en estos años había un compartir discursivo de la modernidad de la República Liberal, con el discurso conservador católico, reforzándose éste último con la vuelta de los conservadores al poder. La violencia supuso el silencio para el sufragismo colombiano en un primer momento. El gobierno de Rojas fue un segundo momento de auge en el que el debate sobre el voto se reavivó con su discusión en la A N A C y en los medios de comunicación. La consecución del voto el 25 de agosto de 1954, fue una victoria del sufragismo que llevaba tres décadas en acción, por mucho que Rojas

1Q&

Sn otras palabras.


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tantes en la Comisión que discutió el Proyecto, una conservadora, Josefina Valencia, y una liberal, Esmeralda Arboleda. Los argumentos que se barajaron estuvieron sesgados hacia el conservatismo. Bertha Hernández de Ospina tuvo un gran protagonismo, creando en esas fechas la Organización Nacional Femenina. Era un momento en que Pío XII, en plena guerra fría, aconsejaba a las mujeres salir del hogar y extender su influencia a la vida social, participando en la cruzada contra el comu­ nismo. En este contexto el debate sobre el feminismo volvió a ser intenso, y por parte conservadora se manipulaba su sentido en la línea del Papa. Por parte de las feministas, la definición que se daba de feminismo era: [...] la elemental tendencia o aspiración de la mujer hacia la igualdad de posibili­ dades y de oportunidades que le permitan actuar como colaboradora y com pañera en la organi­ zación social, económica y política de un mundo compuesto de hombres y de mujeres. El logro del voto hizo que las mujeres desplegaran una gran actividad que se extendió hasta 1955. Se crearon dos nuevas revistas: Verdad, dirigida por Ofelia Uribe de A costa, y Nuestras mujeres, de la Asociación Dem ocrática de Mujeres Colombianas, de afiliación socialista. Desde Verdad se impulsó el Movimiento de A cción Nacional Femenino, con el objetivo de reunir a todas las mujeres en una “tercera fuerza” al margen del bipartidismo, y se lanzó una propuesta de “recon­ ciliación nacional”. La reflexión que se hacían las feministas era que al ser ciudadanas se encon­ traban con una serie de responsabilidades, entre ellas la de luchar contra la violencia. Paz y ciuda­ danía era una cuestión de coherencia política, y a ella dedicaron sus esfuerzos, llegando a presentar su propuesta a Rojas, quien no dio respuesta. Pero ante esta propuesta, la unión sufragista tocó su fin. Bertha Hernández de Ospina era partidaria de que los votos de las mujeres fueran a engrosar los dos partidos tradicionales y estaba en contra de un movimiento femenino unido, aunque algunas conservadoras como Josefina Canal de Reyes eran partidarias. Las mujeres socialistas tampoco simpatizaban con tal movimiento, y desde Nuestras mujeres concentraban sus intereses en las condiciones de vida de los niños, las niñas, las obreras, la mujer en la Universidad y la situación internacional de la postguerra, con la atención puesta en el Congreso Mundial de las Madres que se celebraba en Suiza, que estaba por el desarme. Su realización era paralela a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el uso de la energía atómica. El recorte de libertades por el gobierno de Rojas, el cierre de El Tiempo, las protestas que se hicieron desde Verdad y las manifestaciones de las mujeres a favor de la libertad de expresión, hicieron que la revista cerrara y el proyecto de paz sufragista quedara en suspenso. Finalmente, la memoria histórica nos recuerda que hubo una corriente feminista por la paz en aquellos años de La violencia, en la que las nuevas ciudadanas actuaron como sujetos políticos, sintiéndose compa­ ñeras de sus conciudadanos y responsables en los asuntos públicos y políticos. Por tanto, las acciones actuales de las feministas por la paz en Colombia tienen una tradición en estas antecesoras que lucharon por la ciudadanía y también por la paz. ♦

Noticias en otras palabras

pusiera un empeño personal en ello, y sus razones fueran electoralistas. Éste nombró dos represen­


V e r ó n ic a B a r r e t o R iv er o s Estudiante de Comunicación Social y Periodismo. Asistente de la revista En otras palabras...

Diez, veinte y

cincuenta años: para celebrar

aniversanos

Terquedad, persistencia, perseverancia y tenacidad son sustantivos que siempre han ido de la mano. Sin embar­ go, yo me pregunto si estas palabras, que puestas sobre las personas se vuelven adjetivos, son exclusividad de unos pocos, o más bien, de unas pocas. Pues durante siglos, las prácticas, los proyectos y los sueños de las mujeres fueron sutilmente invisibilizados, lo que les obligó a ser tercas y enfrentarse a un destino que una cultura profundamente patriarcal les había impuesto. A sí sucedió con algunas docentes de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad N acional de Colombia, quienes hace

veinte años empezaron a reunir­

se semanalmente para crear un espacio de discusión acer­ ca de los estudios de mujer y de lo que hoy conocemos como estudios de género; un espacio para visibilizar su presencia, sus aportes a la cultura y al desarrollo y para debatir sus cuestionamientos en relación con una ideo­ logía particularmente resistente: el patriarcado. De esta manera, siendo perseverantes, persistentes y tenaces, se creó el grupo Mujer y Sociedad bajo la coordi­ nación de Florence Thomas, grupo interdisciplinario que abrió las puertas a un nuevo campo del saber desde la visibilización del sujeto femenino y su implicación en las diversas disciplinas de las ciencias sociales.

130

Sn oirás palabras.


131

distintas vertientes de las teorías feministas, extendiéndose a sesiones abiertas para la comunidad universitaria y extra universitaria con el objetivo de socializar el debate feminista y de género. A su vez, en los cursos de contexto, desde hace trece años se ha venido dictando la cátedra “La cuestión femenina”. Siguieron siendo persistentes cuando, en 1996, al lado de la Corporación Casa de la Mujer de Bogotá y la Fundación Promujer, crearon un espacio de escritura y divulgación de las reflexiones, trabajos e investigaciones de estudiosas y estudiosos, nacionales e internacionales, acerca de la mujer y las relaciones de género. Un espacio que se convirtió en la revista En otras palabras..., publi­ cación semestral que ya cuenta con trece números en los cuales convergen, a través de cinco seccio­ nes distintas, aportes académicos, artísticos y del campo literario. Después de tanto andar, de una ardua pero satisfactoria labor, de tropiezos pero sobre todo de hechos que llevan marcadas sus huellas, hace diez años sus ideas se convirtieron en el Programa de Estudios de Género, Mujer y Desarrollo, hoy Escuela de Estudios de Género de la Universidad Nacional de Colombia. El Programa centró sus actividades en un conjunto de tareas académicas encaminadas a desarrollar de manera más institucional la investigación, la docencia y la extensión sobre la temática. Su finalidad general fue propiciar la reflexión sobre las relaciones entre hombres y mujeres, el análisis de las vertientes de los estudios de género, feminidad y masculinidad, y la producción y divulgación de nuevos conocimientos en estos campos. No obstante, para poder llevar a cabo todo ello, y para dejar plasmados sus sueños, la tenacidad llevó a constituir el Fondo de Documentación Mujer y Género Ofelia Uribe de Acosta, que hoy cuenta con más de cinco mil títulos relacionados con el tema. La Escuela de Estudios de Género tiene hoy dos programas de Postgrado: una especialización con cuatro promociones y una maestría que inició su quinta promoción en febrero de 2004. Cabe anotar, como otro gran paso del Movimiento Social de Mujeres en Colombia, el reciente nombramiento de Juanita Barreto, una integrante del grupo Mujer y Sociedad, como Responsable en la Política Pública de Mujer y Género de la actual Administración Distrital. Sabemos que ella, desde su tenacidad y sus grandes aciertos en el tema, sabrá llevar a cabo una excelente gestión para las mujeres de la ciudad. Su tarea no será fácil pero queremos hacerle saber que estaremos acompañándola en su gestión. C on todo lo anterior y para celebrar esos logros, el grupo M ujer y Sociedad y la Escuela de Estudios de Género quieren, a través de la Cátedra Manuel Ancízar Mujeres y géneros: una revolución andante m a non tropo, rendir un homenaje y hacer un sincero reconocim iento a la revolución pacífica y silenciosa de las mujeres, y conmemorar los cincuenta años del sufragio femenino. Esta cátedra está proyectada para el próximo año. ♦

Noticias en otras palabras

Sus principales actividades se concentraron en sesiones de estudio sobre los desarrollos de las


Galardón a

Ruta de Mujeres1 El Embajador

de Francia en Colombia, Daniel Parfait, le entregó a

Nubia Castañeda, en representación de la Ruta Pacífica de las Mujeres, una mención en su Premio Anual de Derechos Humanos para el 2003 por su trabajo en la protección de las mujeres contra las violencias y las discrimi­ naciones. Este proyecto, liderado por unas 300 organizaciones de mujeres, ratificó su compromiso de continuar marchando por los territorios y carre­ teras controladas por los distintos actores armados para ejercitar su derecho en contra de la guerra. ♦

Ruta Pacífica de las Mujeres

n Contra de la Guerra

ylas Violencias

2

de marzo - Día Internacional de la Mujer Hoy,

8

de marzo,

Día Internacional de la Mujer, fecha en la cual se vindican los

Derechos Humanos de millones de mujeres en el mundo que sufren violencias, discriminaciones y exclusiones, hacemos memoria y rendimos tributo a miles de mujeres en el país y en el mundo que, como Olympe de Gouges, han sido ejemplo de resistencias en una cultura patriarcal que las ha subordinado y oprimido por el solo hecho de ser mujeres.

(1)

Periódico El Tiempo, marzo 10 de 2004-

(2)

Respuesta de la Ruta Pacífica a la mención entregada por la República Francesa.

132

<Sn otras palabras.


133

vimos y que así han sido nuestras respuestas y resistencias en tiempos de terror y persecución. Hemos tomado como brújula de nuestro accionar los planteamientos del feminismo y del pacifismo, para dar cuenta de la fuerza y la sororidad entre las mujeres como medida de protección para exorcizar el miedo, para que no nos inmo­ vilice y nos haga cómplices de una guerra que no es nuestra. Y hoy, nuevamente, reafirmamos que a la guerra oponemos acción feminista y pacifista. Nos declaramos pacifistas y antibélicas en tanto que estamos en la tarea de construirnos como subjetividades no violentas y rechazamos el uso de la violencia como único medio para la tramitación de los conflictos públicos y privados y el uso de las armas para subordinar e invadir. Nos afirmamos feministas porque estamos empeñadas en transformar las diferentes opresiones y subordinaciones que vivimos las mujeres como consecuencia de la cultura patriarcal y de un modelo económico generador de exclusiones y pobreza. Nuestra fuerza y rebeldía se ha traducido en voluntad política para exigir, desde nuestra autonomía frente a todos los actores armados, desde el dolor que compar­ timos con las mujeres desplazadas, las que tienen a sus familiares muertas y muertos, desaparecidas y desaparecidos, secuestradas y secuestrados, asesinadas y asesinados, encarceladas y encarcelados, torturadas y torturados, la salida política negociada y los acuerdos hum anitarios, con el firme compromiso de contribuir a la desmilita­ rización de la vida civil y a la construcción de un país y una casa libres de violencias, opresiones y subordinaciones. Hoy, al recibir el reconocimiento de la República Francesa, ratificamos nuestro compromiso de continuar marchando por los territorios y carreteras controladas por los diferentes actores armados, y en este compromiso de resistencias, amor y compromiso, recuperamos el territorio para la civilidad. Hemos transitado por el Urabá antioqueño, por el Sur de Bolívar, por el Magdalena Medio, por las Comunas de Medellin, por el Oriente y Sur occidente antioqueño, por Bogotá y el Putumayo. En cada una de estas regiones hemos demandado la necesidad de que se protejan los Derechos Humanos, la vigencia del Derecho Internacional Humanitario y los Acuerdos Humanitarios y hemos visibilizado el impacto que la guerra tiene sobre la vida y el cuerpo de las mujeres. Por ello, reafirmamos que las mujeres no parimos hijos e hijas para la guerra y hacemos nuestro el mensaje de las mujeres españolas en 1987 cuando se debatía el ingreso de España a la OTA N : No queremos ni una guerra que nos mate ni una paz que nos oprima.

Noticias en oirás palabras

Las mujeres que integramos la Ruta Pacífica hemos urdido, tejido y entretejido acciones políticas y sociales que nos han permitido dar testimonio de que aquí estu­


En nuestro compromiso indeclinable de transitar por los territorios tomados por los actores armados, el 25 de noviembre, Día Internacional de la N O Violencia Contra la Mujer, la Ruta se movilizará al Chocó, departamento que vive cruenta­ mente la disputa de territorio, riqueza y biodiversidad y que actualmente presenta los mayores índices de pobreza y exclusión. ' Es por ello necesario que el país y la Comunidad Internacional se solidaricen con la realidad de miles de mujeres negras, indígenas y mestizas que habitan el C hocó, que conozcan su historia de resistencias y que reconozcan el aporte que históricamente han hecho al país, con el fin de buscar alternativas que permitan el pleno disfrute de su ciudadanía. Hoy expresamos con toda firmeza la necesidad que tiene el país de transitar en la búsqueda de la justicia, la verdad y la reparación; en este sentido, rechazamos la impunidad que se desprende del Proyecto de Ley de Alternatividad Penal, pues no pueden quedar en el olvido hechos de guerra como el de Bojayá, Chocó, en donde hace dos años sucedió la masacre más cruel de los últimos tiempos, y aún no se hace justicia. En este horroroso espectáculo de muerte fueron asesinadas 11 mujeres embarazadas y una de ellas murió dando a luz a su hijo. Tampoco se puede dejar en la impunidad el asesinato de Yamile Esther García — mujer Uwa, asesinada el 16 de enero de este año por el Ejército de Liberación Nacional— ni las víctimas del desplazamiento, de la desaparición forzada, de la tortura y del secuestro. Hoy tenem os presente a Ingrid Betancourt, una mujer valiente que ha luchado por la democracia en el país. La Ruta Pacífica de las Mujeres en Contra de la Guerra y las Violencias agra­ dece a la República Francesa, a través de su embajada en Colombia, la Mención Especial de Derechos Humanos otorgada en reconocimiento a nuestras iniciativas en contra de la guerra y a nuestro trabajo por los derechos humanos de las mujeres en Colombia. Requerimos el compromiso de la Comunidad Internacional, que está convencida de que la única salida viable, ética y política es la negociación política del conflicto armado. Gracias por su solidaridad, su fe y esperanza en el accionar político de la Ruta, pueden estar seguras y seguros de que continuaremos tejiendo alianzas y constru­ yendo rebeldías y resistencias para que las voces y las realidades de miles de mujeres afectadas por las guerras y las violencias, tengan un espacio propio. ♦

134

6n otras palabras.


Foro

Social Mundial en Bombay

Bombay, India - 16 a 21 de enero de 2004

La cuarta

edición del Foro Social Mundial (FSM )

reunió en Bombay a más de cien mil personas en mil seiscientos seminarios, eventos, talleres masivos, danzas, conciertos, marchas, protestas y pinturas. Más de treinta eventos, con una participación de por lo menos veinte mil personas, llenos de folclore y consignas, dieron una visión particular del subcontinente y nos recordaron que más de mil millones de personas viven en la India, frecuentemente en condiciones difíciles. En múltiples espacios se discutieron diariamente temas relacionados con la globalización, sus alternativas humanizadoras, la deuda, el “libre comercio”, la militari­ zación, la paz, las transnacionales, los conflictos, la conci­ liación no violenta de los mismos, la discriminación de las mujeres, la supervivencia de los y las indígenas, la sub­ sistencia de las campesinas y los campesinos, las políticas agrícolas, la destrucción, la conservación y la recupe­ ración de los recursos naturales, las privatizaciones del agua, de los servicios básicos, la educación, la salud, la electricidad y el transporte, entre muchos otros temas. No obstante, los problemas sociales fueron el punto más importante en la agenda del Foro.


La posibilidad de reunir a miles de personas en un lugar de discusión y de protesta, produjo tensiones anteriores que dieron pie a diversos foros alternativos. Por una parte, el Comité de Derechos por la Tierra organizó el primer “Mela Festival” con la participación de campesinos y campesinas acampados al lado del foro oficial. Otro movimiento que se deslindó del FSM fue “Bombay Resistance”, que agrupa a campesinos vinculados al Partido Comunista. Se ubicaron frente al espacio oficial y denunciaron con pintas, marchas y eventos la cooptación de académicos y acadé­ micas, ON G y líderes sociales por gobiernos y transnacionales provenientes de países industrializados. El proceso de aprendizaje mutuo y las exposiciones acerca de experiencias alternativas, perm itieron establecer alianzas estratégicas que ofrecen alternativas frente al neoliberalismo. Estos intercambios facilitaron entender que el proceso de transnacionalización en la agricultura estaba relacionado con el militarismo y la violencia desarrollados por el gobierno de Estados Unidos y sus aliados. La declaración final fue endosada por miles de movimientos sociales y ONG provenientes de todos los continentes. Permitió afianzar las estrategias de resistencia y oposición. Al mismo tiempo, ante la agudización de los efectos negativos del modelo neoliberal, representó una alternativa digna y llena de esperanza para más de cinco mil millones de personas en el mundo que se ven crecientem ente excluidas y explotadas por dicho sistema. Por eso se han sumado a la tarea: “Globalicemos la lucha. Globalicemos la esperanza”. Las m ujeres constituyeron casi el cincu enta por ciento, o más, de las y los participantes del Foro este año. Impulsadas por varios encuentros anteriores como el de Cancún, México, en septiembre de 2003, que ayudó a provocar el colapso del ministerial de la OM C, las redes de mujeres jugaron un papel muy importante en el Comité Organizador de la India. De doce foros mayores, dos se dedicaron a los temas de mujeres y hubo por lo menos 200 seminarios sobre este tema — muchos impulsados por las organizaciones feministas de la India. Redes internacionales de mujeres tales como la Marcha de las Mujeres, Derechos Reproductivos de las Mujeres, etc., utilizaron el Foro Social Mundial 2004 como una oportunidad de encontrarse para explorar la posibilidad del trabajo conjunto y coordinado. Se quedaron los temas controversiales del financiamiento — en los países pobres hay que conseguir recursos financieros en algún lugar, y las fuentes menos contaminada son a menudo un puñado de ON G progresistas. Otros problemas viejos y demasiadas preguntas persistieron en cuan­ to al formato de foro abierto y la carencia de una posición unificada del FSM sobre las alternativas a la globalización capitalista. Sean los que fueren sus problemas, el Foro Social Mundial, a veces llamado “el otro superpoder” es un proceso sin precedentes del activismo social multicultural y de la construcción inter­ nacional de movimientos. Superando obstáculo e interconectando redes, sigue avanzando con su llamamiento por “otro mundo posible” de justicia, equidad y paz. ♦

136

Gn otras palabras.


¿eso no se dice?

¿eso no se hace.7 ¿eso n o se t o c a ♦

Campaña por una

Convención Interamericana de los derechos sexuales

y reproductivos

1

Los derechos

se ejercen. Sí. Pero cuando esos dere­

chos no están claramente definidos ¿en qué tribunales se reclaman?, ¿cómo se defienden?, ¿qué leyes obligan a protegerlos? Cuando los derechos no quedan claramente explícitos, otros pretenden mandar sobre lo que podemos decir, hacer y tocar. Y como “eso no se dice”, nuestras sociedades no se atreven a discutir abierta y democráticamente sobre la sexualidad; como “eso no se hace”, el aborto clandestino enferma y mata; com o “eso no se toca”, el amor y el placer se prohíben.

(1)

Las siguientes organizaciones constituyen la Alianza Regional, impulsoras de la campaña en Latinoamérica: Cidem, Cotidiano Mujer, Fedaeps, Flora Tristán, Movimiento El Pozo, Soscorpo, Campaña 28 de Septiembre, Católicas por el Derecho a Decidir, Cladem, Red de Salud de las Mujeres Latinoamericanas y del Caribe, Red Feminista Latinoamericana y del Caribe contra la Violencia Doméstica y Sexual, Red Latinoamericana y Caribeña de Jóvenes por los Derechos Sexuales y los Derechos Reproductivos, RedeSaúde, Repem-Dawn. En Colombia, son muchas las organizaciones de mujeres, sociales, campesinas, de jóvenes, de gays, lesbianas, transgeneristas y bisexuales, que impulsan la campaña.


La pobreza no es sólo material: la represión sexual y el control ajeno de la reproducción también son campos de miseria humana. Somos ciudadanas y ciudadanos, podemos decidir el destino de nuestras naciones, ¿no vamos a decidir el de nuestros cuerpos? Cada vez más personas, ciudadanas y ciudadanos, organizaciones y movimientos sociales, espe­ cialmente de mujeres, vienen luchando desde hace años por el reconocimiento y la defensa de los derechos sexuales y los derechos reproductivos. Se han logrado algunas conquistas pero es impor­ tante avanzar en las definiciones y las garantías para el ejercicio pleno de estos derechos. Las convenciones internacionales son expresiones formales de voluntad suscritas entre los Estados y su exigibilidad es plena de acuerdo al rango que adquieran al incorporarse al derecho interno de los países. ¿Por qué una Convención Interamericana de los derechos sexuales y reproductivos? -

Porque los tratados internacionales de derechos humanos influyen en el desarrollo de los

-

marcos normativos nacionales. Porque proveen argumentos que favorecen la defensa política y jurídica de nuestros derechos en cada uno de nuestros países.

-

Porque el cumplimiento de las convenciones es obligatorio y plantean mecanismos de

-

Porque somos ciudadanas y ciudadanos, y queremos proteger elejercicio de nuestra sexua­

verificación, vigilancia y resolución de conflictos en instancias internacionales. lidad y nuestros derechos reproductivos. -

Porque queremos hablar, escuchar, debatir, sacudir prejuicios, cuestionar mitos,ventilar cabezas, abrir ventanas y corazones.

Lograr una C onvención Interam ericana que defina y proteja los derechos sexuales y los derechos reproductivos, no es una tarea sencilla ni de corto plazo. Debemos sumar fuerzas para dar un debate sostenido en la región y en Colombia, sabiendo que es un campo polémico, donde se confrontan argumentos, actores, valores y mitos. Se necesita mucha gente pensando y actuando junta, con imaginación, franqueza, generosidad, confianza. Se necesitan alianzas y coordinaciones. Se precisa mucho trabajo, mucho dinero y mucho coraje... ♦

^

¿y tú qué esperas pdT d UTlilítC ♦ 133

&n otras palabras.


139

género en Colombia El

p a s a d o miércoles 5 de mayo se lanzó en Bogotá el

Observatorio de Asuntos de Género con el respaldo de la Consejería Presidencial para la Equidad de la Mujer. La encargada de esta nueva entidad, Nancy Tapias, afirmó que se recopilará información pero el Observatorio será una herram ienta para hacer un seguimiento a las polí­ ticas públicas y sociales del Gobierno y para asegurar la garantía de una equidad social. Asimismo, se velará por el cum plimiento de los compromisos adquiridos como el Acuerdo Nacional por la Equidad de las Mujeres y la eliminación de la violencia contra la mujer. La Consejería Presidencial para la Equidad de la Mujer, junto con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la Agencia Canadiense de Desa­ rrollo Internacional (A C D I) y la A gencia D eutsche G esellschaft für Technische Zusammenarbeit (G T Z ), presentaron el ente con el cual se espera reafirmar la necesidad de una equidad de género en el país. El Observatorio de Asuntos de Género se moverá en cinco ejes temáticos: empleo y desarrollo empresarial, educación y cultura, salud y salud sexual y reproductiva, violencia contra la mujer y participación política. Además de hacer visibles las inequidades que se den en las relaciones sociales entre mujeres y hombres, el Observatorio presentará estadísticas e indicadores sobre el tema, publicará un boletín cada cuatro meses y hará recomendaciones al Estado. ♦

Noticias en otras palabras

Observatorio de


Hllcuentro internacional

de mujeres C O n tX c l, la guerra

R u t a P a c íf ic a

Las guerras son

de las

M

u je r e s

una amenaza global contra la huma­

nidad. Frente a estas consideramos necesario crear arti­ culaciones locales y globales entre las mujeres que nos permitan actuar conjuntam ente e incentivar el afidamiento y los aprendizajes entre nosotras como formas de resistencia. Hoy, la militarización no sólo se hace manifiesta en Colombia, sino que existe como tendencia en el campo internacional. El temor de las nuevas guerras étnicas, nacionalistas, fundamentalistas, a menudo asociadas con el terrorismo, restringen libertades a nombre de la segu­ ridad nacional y de la protección de los propios ciuda­ danos y ciudadanas. Es así como se justifican las guerras santas, las guerras preventivas, las guerras defensivas y otras tantas modalidades de violencia en las cuales las víctimas más inermes son los civiles ajenos a ellas.

140

Sn otras palabras.


141

de Concertación, el Encuentro internacional de mujeres contra la guerra es un acerca­ miento en el ámbito internacional con el movimiento social de mujeres, en especial con el movimiento feminista pacifista que propugna por la paz mundial. Se consti­ tuye igualmente en una oportunidad de fortalecimiento del Movimiento de mujeres contra la guerra en Colombia, visibilizando internacionalm ente el esfuerzo colecti­ vo de redes y movimientos nacionales de resistencia pacífica. Las temáticas del Encuentro tienen la intencionalidad de articular los proble­ mas globales frente a las nuevas guerras (terrorismo) y los problemas sentidos por las mujeres colombianas, producto del conflicto armado como expresión local. Los ejes políticos de este encuentro son: -

Militarismos, fundamentalismos, nacionalismos y terrorismo que son las bases de justificación de las actuales guerras. Las guerras sustentadas en cualquiera de estos tópicos son un recurso del patriarcado que combina ecuaciones como militarismo, fundamentalismos, guerras, patriotismos, nacionalismos.

-

Los costos de la guerra y su incidencia en la feminización de la pobreza: se trata de tener aproximaciones frente al desarrollo de la industria militar mundial.

-

Cómo los costos m ilitares de todo el mundo afectan de m anera directa y proporcional la inversión social en detrimento de la democracia. Ello conectado y en contraste con los recursos del desarrollo para las mujeres

-

que generalmente son escasos. Las guerras com o deslegitimadoras del avance de la dem ocracia en el mundo y en lo local y su incidencia en la ciudadanía de las mujeres.

La justificación de la necesidad de la defensa de los países, ya sea de un enemigo externo o interno, siempre va en detrimento de la democracia, la restringe y la coloca en un segundo plano, y por lo general viola los derechos humanos. Ello de manera especial se refleja en las reivindicaciones de las mujeres para ganar mayor participación política y social. El Movimiento de mujeres contra la guerra en Colombia tiene el gran reto de tejer puntos de agenda entre el movimiento nacional e internacional de mujeres contra la guerra y pactar un nivel de desarrollo en lo local y lo global. ♦

oficias en otras palabras

Para la Ruta Pacífica, Iniciativas de Mujeres por la Paz (IMP) y la Mesa Nacional


é É Í^ Á

éÍÍÍJL

l

FUNDACIÓN ALEJANDRO ÁNGEL ESCOBAR La Fundación Alejandro Ángel Escobar promueve el desarrollo científico colombiano y estimula las actividades en beneficio de la comunidad. Por ello desde 1955, otorga anualmente los siguientes galardones:

Tres premios en Ciencias • Ciencias exactas físicas y naturales • Ciencias sociales y humanas • Medio ambiente y desarrollo sostenible

Dos premios en Solidaridad

Las inscripciones se abren todos los años el 15 de enero y se cierran el 31 de marzo

Cra. 7 No. 71-52 Torre A of. 406 • Teléfonos: 312 0150 - 312 0151 • Fax: 312 0152 E-mail: faae@faae.org.co • www.faae.org.co • Bogotá D.C., Colombia


Un S d l t i C l O

homenaje

a Ju an ita g a r r e t o

En primer

1

lugar, quiero agradecer al C onsejo N a­

cional para Trabajo Social — organismo rector de las Escuelas de Trabajo Social del país— que me designó para hacer una semblanza de Juanita en este sencillo pero muy sentido homenaje que hoy queremos todos y todas las aquí presentes brindarle. Conocí a Juanita en 1977 cuando era profesora de esta Universidad y yo dictaba, por invitación de la en­

f

tonces Decana de la Facultad de Trabajo Social, Fanny Rubio, la cátedra de metodologías de Trabajo Social, hace 27 años. Muchas mañanitas, subiendo la cuesta para

Y o la n d a L ó pez D

ía z

Psicoanalista. Docente del Departamento de Trabajo Social. Universidad Nacional de Colombia

llegar puntualm ente a dictar clase de siete, la encon­ traba, y a pesar de sus dificultades respiratorias de aquella época, exacerbadas por el ascenso, la conversación fluía, y así empezamos a compartir las urgencias del trabajo diario y a saber una que otra historia de la una y de la otra. Con el paso del tiempo y por la naturaleza de los intercambios que el trabajo académico demanda, nues-

(1)

Este homenaje se realizó el 24 de marzo de 2004 en la Universidad Externado de Colombia.


tras conversaciones cambiaron de contenido, de lugares, de frecuencia, de ritmo y como en toda amistad significativa que comienza, fuimos revelándonos y descubrién­ donos. Es en nombre de esa amistad sostenida con todos los avatares que los vínculos propician, que hoy tomo la palabra para hablarles de Juana (diminutivo de Juanita) y.mostrar retazos de lo que ha hecho como profesional, como docente, como inte­ lectual, como feminista, como mujer, sabiendo que no puede nunca sintetizarse una vida, y mucho menos en esta oportunidad. Juanita se graduó como trabajadora social en la Pontificia Universidad Javeriana en diciembre de 1972, y en enero de 1973 recibió el título de mamá, cuando nació Juliana, su única hija, presente hoy en esta sala. Partícipe en sus años de estudiante con muchas otras y otros del movimiento Cataluña, que por aquellos años levantaba la bandera del compromiso de los universitarios con el principio de una más justa redistribución de la riqueza en la sociedad, y que tuvo gran incidencia en el cierre definitivo en el año 73 de las carreras de Trabajo Social y de Sociología de la Universidad Javeriana. Su primera vinculación como trabajadora social en el colegio público Clemen­ cia de Caicedo, en 1973, se inscribió en el cumplimiento de una reciente norma que prescribía la contratación de trabajadoras sociales en la educación. La encontramos allí creando uno de los primeros departamentos de bienestar estudiantil de los que hoy existen en los colegios de secundaria de esta ciudad. Este es el inicio de una variada trayectoria de desempeño profesional que comienza a combinar con activi­ dades gremiales y de docencia universitaria: Presidenta de la Corporación de Traba­ jadores Sociales de Bogotá; Profesora de la Escuela de Trabajo Social del Colegio Mayor de Cundinamarca; profesora y coordinadora de prácticas y por algunos meses decana encargada de la Facultad de Trabajo Social de la Universidad Externado de Colombia; asesora de capacitación y reestructuración administrativa de la Corpo­ ración Araracuara, para el desarrollo de los territorios nacionales; Asesora de la subdirección de postgrados y profesora de investigación social en la Escuela Superior de Administración Pública; trabajadora social del Instituto Nacional para ciegos INCI, cargo que al nombrarlo me permite recordar que cuando lo desempeñaba, Juanita ensayaba, con los ojos cerrados, recorridos en su casa y en algunos de los trayectos hacia su trabajo, tanteando con pies y manos el espacio, para aproximarse de esta manera a las limitaciones, los sufrimientos y las demandas de quienes eran sujetos de su atención profesional. Encontramos aquí uno de los atributos que carac­ terizan a Juanita: el esfuerzo permanente por ponerse en el lugar del otro, de la otra, para captar no sólo sus palabras sino sus sensibilidades.

144

En otras palabras.


145

de Colombia para vinculación docente, Juanita ingresa al Departamento de Trabajo Social como profesora asociada de tiempo completo. Fui testiga de su alegría, de su satisfacción por formar parte de la planta docente de la Universidad Nacional, pero también de su nerviosismo y de su ansiedad por hacerlo bien y su temor a equivo­ carse. Y lo has hecho muy bien, Juana, lo hago constar aquí públicamente, lo que no quiere decir que no te hayas equivocado, todos nos equivocamos. En los 19 años de trabajo compartido en la Universidad Nacional he conocido su gran capacidad de trabajo; los que estamos cerca sabemos de sus larguísimas jornadas que todavía co ­ mienzan a las tres de la mañana; sabemos de su talante respetuoso con los deseos y las posiciones ideológicas de los otros y de las otras, sin renunciar por ello al debate académico o político abierto cuando lo percibe necesario; también sabemos de sus grandes tensiones diarias por el cumplimiento de una agenda en la que los tiempos de los compromisos contraídos se pisan los talones, por esa incapacidad reiterada — criticada por sus colegas hasta el cansancio— de decir no a las demandas de los otros y, bueno, hay que decirlo, sabemos también de su gran intimidad con los computadores, de su enorme gusto por los teléfonos a los que no puede dejar en reposo, su predilección por saludar a todos y todas extensamente preguntando por sus asuntos, su salud, sus problemas y en ocasiones por su parentela, lo que además de explicar el alargamiento de todos sus intercambios formales e informales y de los trayectos cuando se va a pie por la Universidad en su compañía, explica por qué es una de las personas más conocidas por profesores, trabajadores y estudiantes. En calidad de docente de la Universidad Nacional, Juanita ha sido vicepresidenta del Consejo Nacional de Escuelas de Trabajo Social y representante .de profesores en el mismo Consejo; en repetidas oportunidades, por propuesta del claustro de profesores, Directora del Departamento de Trabajo Social; por designación de las autoridades universitarias: Vicedecana de Bienestar Universitario de la Facultad de Ciencias Humanas; miembro del Consejo Directivo de la Facultad; coordinadora Académica de los postgrados en Estudios de Género de la Universidad; integrante del Comité Operativo del Programa Interdisciplinario de Apoyo a la Comunidad; representante profesoral ante el Consejo Académico e importantísima miembra del Seminario Permanente de Profesores en la Universidad. Los cargos, las cátedras bajo su responsabilidad en estos años, sus investigaciones y su producción escrita, además de mostrar de alguna manera los campos en los que Juanita ha desarrollado su trabajo intelectual, muestran también sus sensibilidades: en primer lugar, su opción por el estudio, la investigación, la enseñanza y la aplicación de lo colectivo y

Noticias en otras palabras

En 1985, después de aplicar a varias convocatorias de la Universidad Nacional


de lo comunitario; su trabajo teórico, académico y práctico sobre las mujeres y el feminismo y su decidida participación en distintos escenarios de la Universidad Nacional y fuera de ella en defensa de lo público y de la democracia como sustrato de la participación social y política. Largo, muy largo sería contar los compromisos, las actividades, las reuniones, los escritos, los debates, los seminarios, los congresos, las consultorías que registran el trabajo que Juanita ha desarrollado en estos tres frentes, y en los que se funden la docente, la intelectual y la feminista. Sin embargo, quiero por lo menos destacar su amplia producción escrita: desde 1982 hasta hoy, podemos contar 25 artículos publi­ cados en distintas revistas del país, elaborados en su gran mayoría individualmente y algunos con Yolanda Puyana; aproximadamente cuarenta ensayos y ponencias, presentados en diversidad de eventos dentro y fuera de la Universidad y la autoría compartida de tres libros sobre temas de interés social y profesional. Además miem­ bro del comité editorial de la revista del Departamento de Trabajo Social y de la revista En otras palabras..., del grupo Mujer y Sociedad. Lo que sus escritos nos per­ miten constatar es en primer lugar su fe y persistencia en el trabajo con organizacio­ nes sociales en la búsqueda de la participación de los que no tienen voz, en una sociedad con atávicas resistencias a escucharlos; en segundo término, su perma­ nente, incansable y calificado trabajo en defensa de los derechos de las mujeres, y su presencia y permanente disposición para asistir, representar, discutir y concertar en los momentos críticos de la Universidad, que son más frecuentes de lo que quisié­ ramos. En 1997, el Consejo Superior Universitario de la Universidad Nacional distingue a Juanita con la medalla al mérito como reconocimiento a su dedicación y disciplina de trabajo, en la docencia, investigación y producción escrita. Hoy queremos celebrar otro merecido reconocimiento: su designación como Responsable de las Políticas de Mujer y Género en la Administración del Alcalde Luis Eduardo Garzón. En el origen de la reflexión y la militancia feminista de Juanita está la pertenencia al grupo Mujer y Sociedad en cuya constitución participó en 1988 con Florence Thomas y otras docentes de la Universidad Nacional sensibles a la problemática de las mujeres, que aún se mantiene como espacio privilegiado para la lectura, la reflexión y la re-escritura de la historia, las realizaciones, los problemas y los proyectos de las mujeres. Quiero subrayar que el nombramiento de Juanita ha sido la ratificación del Alcalde a una elección previa: la de un amplio grupo de mujeres que propusieron unánimemente su nombre porque conocieron directamente en el período anterior a la elección del alcalde, o desde hace ya tiempo, las calidades del trabajo y del saber de

146

Sn otras palabras.


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dejar establecida una política incluyente y pertinente para las mujeres del Distrito Capital, sustentada en criterios de equidad y justicia social. Se trata de tender puentes entre la naturaleza de las demandas, los problemas y posibilidades de las mujeres como colectivo fundamental para el desarrollo de la vida social y cultural y la adm inistración; pero entiendo que es tam bién la oportunidad para ganar consensos alrededor de un discurso que convoca el encuentro entre los géneros desde el respeto a las diferencias, ojalá sin olvidar los límites de la condición humana de mujeres y hombres, de las inercias y transformaciones de una mentalidad cultural y social como la nuestra en cuyo complejo y contradictorio tejido se inscriben los intercambios, los reconocimientos y los afectos. Juanita, el momento es propicio. Seguramente en las dificultades — que no serán pocas— sabrás y sabremos los distintos costos de llevar a cabo con deter­ minación un proyecto, sin sacrificar coherencia, consistencia y sensibilidad. No esperamos milagros, sólo procesos que permitan continuar recomponiendo las cotidianidades y solidaridades femeninas y que propicien cada vez más el pensa­ miento crítico de hombres y mujeres sobre la larga historia de asimetrías que las mujeres han soportado y comportado. Finalmente, quiero decir que no es sólo por el cargo que este homenaje se justifica y que la emoción se desborda, es fundamentalmente por lo que Juanita es. Gracias por tu afecto, por las largas jornadas de trabajo compartido, en él has hecho tuyas mis preocupaciones sobre mis compromisos y proyectos, pero sobre todo gracias por la certeza de contar contigo. ♦

Noticias en otras palabras

Juanita sobre los asuntos del género. Tiene ahora el reto de proponer, discutir y


COMERCIO CON JUSTICIA

La realidad del sector floricultor en Colombia

Datos tomados de "Estudio sobre derechos laborales de las m ujeres trabajadoras del sector floricultor, Colom bia",

Herrera et a l., Bogotá, 2003.

El negocio Datos descriptivos generales del sector. • • • • • • • •

Es la primera actividad del sector exportador no tradicional y el segundo en el sector agrícola. Para el año 2000 el sector flo riculto r representó cerca de un 3% del PIB. Dos de cada tres flores vendidas en Estados Unidos es colombiana. El valor de las ventas creció un 6.5% entre 1999 y 2000. En 2003, las exportaciones entre enero y noviembre ascendieron a USD$628.4. El volumen de exportación experim entó un crecimiento del 14,7% entre 1999 y 2000. Del año 2000 al año 2002, el área cultivada creció de 5.000 hectáreas a 5.906 (Asocolflores). Colombia es el tercer proveedor de flores externo a la UE (después de Kenya e Israel). Este dato puede variar por la eventual pérdida de las preferencias arancelarias en ese mercado.

• •

Es la actividad agrícola que más empleo genera por hectárea cultivada ( 16 personas por Ha). La industria de las flores representa cerca del 13% de la ocupación total del departamento

de Cundinamarca. En el año 2001 generó aproximadamente 79.000 empleos directos.

Datos sobre la cadena de comercialización: •

146

El 80% del ingreso generado por las flores se queda fuera del país. Para 1998 se calculaba que en épocas pico el vendedor recibía USD$60 por docena de flores y el exportador, entre USD$3 y 3.6. Para el 2002 se calculaba que el valor de venta de una docena de rosas en Estados Unidos fue 16,22 veces más alto que el costo de producción.

£ n otras palabras.


Las mujeres trabajadoras • • •

El 65% de la mano de obra del sector flo riculto r son mujeres. El 62.6% de las mujeres trabajadoras tienen entre 20 y 40 años (Cenac - C entro de Estudios de la Construcción y el Desarrollo Urbano y Regional, 2001). El déficit de vivienda asciende al 4 9% de las familias vinculadas a la asociación (Asocolflores, 2002).

De acuerdo con el grupo de mujeres entrevistadas en el marco de la investigación que dio lugar al documento de referencia (Herrera et a l., 2003): • • •

El 6 1.5% de las trabajadoras son mujeres cabeza de familia. Un 63% de las trabajadoras en la floricultura viven en casa arrendada. Las mujeres manifestaron que dedican un prom edio de cinco horas diarias en los oficios domésticos. El 64% de las mujeres expresó que en la casa colaboran sus mismos hijos e hijas, los esposos colaboran un 15% y sus mamás, un 7%. El 95% hace un aporte significativo a los ingresos del hogar: un 37% aporta la mitad de los ingresos familiares; un 29% de las mujeres aporta más de la mitad del ingreso familiar. El salario del 29% es el único ingreso familiar.

La carga laboral •

Ha aumentado de 8 camas/día en los años 70 a 24 camas/día en los años 80 y más de 42 en los 90, por el mismo salario mínimo y durante la misma jornada de trabajo.

De acuerdo con el grupo de mujeres entrevistadas en el marco de la investigación: •

• • •

El 98% manifestaron que trabajan horas extras pero que aun así sus necesidades básicas tan sólo se resuelven de manera parcial, en un 52% , por lo que es indispensable recurrir al crédito o préstamo. El 12% de las mujeres se desempeña como empleada de servicio doméstico los fines de semana para complementar su salario. En épocas de baja producción trabajan aproximadamente diez horas extras semanales que antes de la reforma laboral representaban un 29% adicional del salario mensual. El 64% prefieren no hablar de sindicalización, el 4 1% cree que si se vinculan a un sindicato, las despiden, el 3% consideró que el pacto colectivo resuelve la necesidad de un sindicato.

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El Espejo Roto

IntcnutMnal

Ensayos antropológicos sobre los amores y la condición femenina en la ciudad de Cali

COMERCIO CON JUSTICIA

Lola G . Luna

151

Más por Menos

Los

J3as mujeres y /os libros

El trabajo precario de la» mujeres en lai cadena* de producción globallzadas

movimientos de mujeres en

América Latina y la

renovación de la historia política Lola G. Luna La Manzana de la Discordia, Cali, C olom bia, 2003

El libro está conformado por una compilación de cuatro

Por María H im e ld a Ramírez

artículos elaborados en diferentes momentos y reelaborados como capítulos para esta publicación por la profe­ sora Lola G. Luna, de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Barcelona. El texto presenta los resultados de una investigación de varios años que desa­ rrolla las posibilidades analíticas del género, aplicadas al campo de la historia política contemporánea. La exclu­ sión de las mujeres en el discurso liberal de la moder­ nidad, los límites de la democracia cuando se trata de ellas, el maternalismo como condición que posibilita la inclu­ sión, el surgimiento de una pluralidad de movimientos de mujeres en contextos discursivos distintos, son los princi­ pales motivos de la reflexión.


La teoría del género propuesta po r la historiadora estadounidense Joan S cott, constituye la opción interpretativa asumida por la autora, entendida no sólo como los roles o las relaciones sociales sino como un campo prim ario en el que se articulan las relaciones de poder y los significados establecidos a p a rtir de la diferencia sexual. En otros términos, el género entendido como el discurso de la diferencia sexual. Este ejercicio integra las conclusiones de una mirada aguda a diversos ensayos historiográficos que, a la vez que dan cuenta de la exclusión de las mujeres, también perm iten observar los desarrollos sobre la visualización de su presencia. Se subrayan las interpretaciones que explican la exclusión desde los determ i­ nantes sociales y económicos y se señalan los silencios sobre la historia política de las mujeres. Se exponen, además, los resultados de un trabajo videográfico realizado por la autora en diversos eventos de carácter p o lític o que dan cuenta de experiencias de mujeres latinoam ericanas en sus ensayos participativos." Las entrevistas, la revisión de prensa y la bibliografía consultada, soportan de manera consistente los contenidos desarrollados. La in tro d u cc ió n es una síntesis de varios balances historiográficos y en ella la autora expresa su preocu­ pación sobre la manera como es posible insertar la historia política de las mujeres en la historiografía general, ya que no se trata de un objeto de estudio aislado y, más bien, la inclusión contribuye a la renovación de la historia política. Sustenta la naturaleza política de las luchas de las mujeres, en espe­ cial los m ovim ientos feministas, los de las madres contra la violencia o por la supervivencia cuando se trata de m ovim ientos politizados. Todos ellos han producido resultados tales como cambios en las leyes e instituciones, nuevas legislaciones e instancias en las que se resuelven los problemas específicos y, además, producen cambios en las mentalidades y en la vida cotidiana (p. 13). Las perspectivas de desarrollo que se visualizan en términos de algunas temáticas generales, se refieren a las acciones de las mujeres que tienen que ver con el poder, la participación, las instituciones, el Estado y el sistema político. Luego propone los temas que atañen al liberalismo y a la democracia, es decir, la exclusión del ejercicio de derechos ciudadanos y la inclusión por m otivos diferentes a los masculinos. U n tema a su ju ic io relevante y que suscita una gran controversia es la explicación de la lenta conquista de la igualdad en las democracias occidentales y accidentalizadas que ha requerido de las medidas de discri­ m inación positiva, las cuales suscitan resistencias. El capítulo prim ero titu la do “ Para una historia política con actores reales” (pp. 31-43), es un ensayo de carácter historiográfico en el que se plantea la manera como se inserta la historia de las mujeres en el presente, cuando surgen nuevos objetos de estudio y enfoques históricos renovadores. Se propone la diferencia sexual como un objeto a historiar a p artir del enfoque teórico del género como una vía para redefinir las lim itaciones del punto de vista del patriarcado, que reduce las acciones de las mujeres a la pasividad y al papel de víctimas. Lola G. Luna recupera, en las obras de Kate M ille t y Gerda Lerner, las elaboraciones sobre el patriarcado y su aproxim ación a lo político del género, en el diálogo con el pensamiento marxista que respondía a los determinantes económicos de la dom inación de clase pero que resultaba insuficiente para explicar la dom inación de las mujeres. C on base en la lectura del trabajo de M ille t, hace énfasis en la dom inación sexual de las mujeres y encuentra en Lerner el elemento nove­ doso de la devaluación simbólica de las mujeres en relación con lo divino. El segundo capítulo, “ Los m ovim ientos de mujeres como la otra cara de la política: género, exclusión e inclusión en el caso latinoam ericano” (pp. 46—63), presenta la interpelación del feminismo a los auto­ res que construyeron la ciencia política en occidente. Desde Aristóteles, pasando por San Agustín y M aquiavelo, hasta los teóricos del contrato social. Si bien estas ideas son plasmadas en líneas breves, son categóricas y nítidas al mostrar la construcción de las asociaciones que sustentan la división entre la vida pública y el m undo privado, que rem iten a las adscripciones de las mujeres al m undo privado y a

152

Gn otras palabras.


la reproducción, y a los hombres al público. Se aborda la diferencia y el género en la renovación de la historia política con base en la crítica al eurocentrismo occidental, perspectiva desde la cual se ha interpretado la historia de América. Se recoge el plan­ teamiento de Todorov respecto a la otredad, la cual tiene que ver con las diferencias étnicas, culturales, de clase, entre mujeres y hombres. Gran parte de los historiadores de la política están en deuda con la inclusión de la diferencia sexual. Las demás dife­ rencias sí han sido consideradas relevantes. La ilustración de esa omisión la ofrece Frangois Xavier Guerra, quien propone la historia con actores reales y no incluye a las mujeres. La hipótesis de la inclusión maternalista se confirma en el caso latinoame­ ricano en diversos movimientos sociales. En el capítulo tercero, “Contextos discursivos de género y movimientos de mujeres en América Latina” (pp. 65-84), se desarrolla la idea de que los movimientos de mujeres, sujetos políticos múltiples, se han formado en contextos discursivos. Los movimientos sufragistas surgieron en virtud de la exclusión de los derechos ciudadanos planteada por el liberalismo. El feminismo de los años setenta surgió en contextos de la demo­ cracia desigual. El desarrollismo y la crisis propiciaron las organizaciones de las madres de los sectores populares en relación con las políticas asistenciales de los estados. Las dictaduras, las guerras y la violencia, dieron lugar a las organizaciones de madres para la recuperación de los hijos y las hijas desaparecidos. En este capítulo se logra concep­ tuar el maternalismo en cuanto construcción nuclear a la feminidad (pp. 67-68), con contenidos de poder que han posibilitado la influencia de las mujeres pero que a la vez las ha limitado, definiéndolas y reconociéndolas por su capacidad reproductiva por encima de cualquier otra función social. “Maternalismo y Discurso Gaitanista, Colombia 1944-48” es el título del capítulo cuarto. La advertencia inicial sobre la brevedad del lapso analizado, es justificada por la autora al plantear que se trata de un sub-periodo concreto y significativo del movimiento sufragista colombiano. En aquel momento se presentaron varios proyectos de ley para reconocer el voto a las mujeres y el debate público fue álgido. La síntesis del perfil político del líder populista colombiano Jorge Eliécer Gaitán, muestra sus intenciones incluyentes y la fuerza del discurso maternalista en sus planteamientos. Tal intención se proyectaba hacia el reconocimiento de las mujeres como un importante caudal electoral. La articulación del discurso de la modernidad sobre las mujeres, construyó y reconstruyó la identidad entre la mujer y la madre. La autora informa que la participación de las mujeres está documentada de manera suficiente, lo mismo que su papel decorativo tradicional. En gran medida se sintieron interpretadas por el maternalismo. Este libro ofrece una lectura estimulante cuando en Colombia, en el año 2004, se conme­ mora el cincuentenario del sufragio femenino en el país y se ensayan opciones políticas alternativas con intenciones incluyentes, especialmente, en el gobierno del Distrito Capital. ♦


Más por

Menos. El trabajo p r e c a r io de las mujeres

en las

Cadenas de producción globalizadas Oxfam

fo'iOxfarn

C om ercio con Justicia

2004

Más por Menos

El inform e presenta los resultados de la investigación

Por Patricia Prieto

adelantada por Oxfam en 12 países sobre los efectos de la globalización en el trabajo de las mujeres. Los países incluidos fueron: Bangladesh, Chile, China, Colombia, Honduras, Kenia, Marruecos, Sri Lanka, Sudáfrica, Tailandia, Reino Unido, Estados Unidos. El estudio se centró en dos sectores: las cadenas que abastecen de prendas de vestir a las principales cadenas de tiendas y marcas de ropa, y las de productos frescos a las grandes cadenas de alimentación y a la industria de la comida rápida. Se entrevistaron y encuestaron 1310 trabajadores, 95 propietarios y directivos de fábricas de ropa, 33 propietarios y directivos de granjas y planta­ ciones, 48 funcionarios gubernamentales, 98 represen­ tantes sindicales y de ONG, 53 importadores, exportadores y otros actores de la cadena de abastecimiento y 17 repre­ sentantes de las compañías comerciales. Con ello se logró conocer de primera mano la experiencia de las mujeres trabajadoras, de sus patronos, de los directivos y de los propietarios de las explotaciones agrícolas y las fábricas. Los resultados del estudio ponen de manifiesto cómo los minoristas (supermercados y grandes almacenes) y las marcas de ropa utilizan su poder en las cadenas de producción para trasladar sistemáticamente los costos y los riesgos a los productores, quienes, a su vez, los despla­ zan a las mujeres trabajadoras. Algunos casos encon­ trados confirman esta situación:

154

<5n otras palabras.


-

En C hile, el 75% de las mujeres del sector agrícola trabaja con contratos tem po­ rales, recogiendo fruta durante más de 60 horas a la semana durante la temporada. Una de cada tres sigue ganando menos del salario mínim o. y prendas de vestir en Bangladesh tiene contrato de trabajo y la gran mayoría no tiene licencia de m aternidad o cobertura en salud. El 80% teme perder su empleo si se queja.

-

En la provincia china de Guangdong, una de las regiones industriales de mayor crecim iento en el m undo, las jóvenes hacen 150 horas extras al mes en las fábricas de confección, pero el 60% no tiene contrato de trabajo y el 90% no tiene acceso a la seguridad social.

De igual manera, docum enta el peso que tienen las recomendaciones de organismos internacionales como el Fondo M onetario Internacional y el Banco M u n d ia l en las políticas de “ flexibilización laboral” que son parte de las condiciones para acceder a los préstamos por ellos concedidos: -

En Colombia, el Acuerdo de C rédito del FM I, firm ado por el gobierno en el 2002, condiciona los nuevos préstamos a las reformas, incluidas las laborales que deberán reducir los costos de la mano de obra ampliando la jomada laboral diurna y reduciendo el precio de las horas extraordinarias y de las indemnizaciones por despido.

-

En M éxico, en el año 2002, el Banco M u n d ia l exigió la “ elim inación de la rigidez laboral” , refiriéndose al actual sistema de indemnizaciones por despido; la negocia­ ción colectiva y los contratos vinculantes para la industria... restricciones a los contratos temporales, de duración lim itada y de aprendizaje.

-

En Bangladesh, el Banco M u n d ia l le indicó al gobierno en 1996 que evitase intro­

ducir nuevas disposiciones que incrementasen el costo de las trabajadoras... como las políticas a favor de las licencias de maternidad y las disposiciones que estipulan que las mujeres no pueden trabajar de noche. Las mujeres gozan de un buen acceso a trabajos formales del sector de la confección, donde la legislación ha sido mínima. El estudio documenta la dura realidad que enfrentan las trabajadoras y

pone de relie ve una de las grandes fallas del m odelo a ctu a l de globalización, con lo cual el com ercio fom enta la inseguridad y la vulnerabilidad de millones de mujeres trabajadoras. En efecto, en los últim os 20 años, se han fortalecido y ampliado espectacularmente los derechos

juríd ico s

de las grandes corporaciones en ta n to que

derechos de los trabajadores se han debilitado notablemente. Resalta el aumento de los contratos “ flexibles” así como el aum ento en el núm ero de mujeres trabajadoras. El resultado ha sido un fo rta le ci­ m iento de los derechos de las empresas, en tanto que los derechos y la protección de los trabajadores se han debilitado, siendo las mujeres quienes están pagando los costos sociales de este desarrollo. ♦

los

155

Menos de la m itad de las mujeres empleadas en el sector de exportación de textiles

J2as mujeres y los libros

-


Guerra y paz en Colombia.

Miradasdemu'er C arm ina Navia C olección La Tejedora, Escuela de Estudios Literarios, Universidad del Valle, Cali, C olom bia, 2003

Carm ina N avia Velasco fue galardonada con el Premio Casa de las Américas 2004 en la modalidad de Premio Extraordinario Ensayo sobre Estudios de la Mujer por haber respondido al compromiso y al reto de hacer visible la palabra de la mujer sobre “esta guerra interminable que Por Patricia P rie to

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Gn otras palabras.

vivimos y padecemos colombianas y colombianos” como bien lo expresa en la Introducción. Su propósito es resignificar la palabra de la mujer para lograr trascender las limitaciones derivadas de no encontrarse inscrita y reconocida en el paradigma y los cauces oficiales de la palabra, de ser otra, distinta, diferente, alternativa. En ese contexto, desarrolla una investigación sobre la forma en que las mujeres colombianas perciben, interpretan y plantean salidas al conflicto armado que desgarra al país. Demuestra cómo “en las expresiones femeninas sobre la guerra y la paz en Colombia se ha ido configurando un tipo de texto difícil de definir, que no se deja clasificar... se trata de un lenguaje que si se escucha podría revolucionar la mirada nacional sobre el conflicto ancestral que nos aqueja, porque arroja sobre él matices, luces y percep­ ciones diferentes”. Para ello hace uso de reportajes, entre­ vistas, historias de vida, literatura testimonial y crónica. Examina las vivencias como militantes de María Eugenia Vásquez y Vera Grabe y sus reflexiones sobre los procesos para hacer reconocer sus voces y palabras diferentes. Como claramente lo plantea María Eugenia Vásquez: Ser mujer en un campo eminentemente masculino como el de los ejér­ citos, resulta muy conflictivo...


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15 7 J2as mujeres y los libros

Presenta las obras de Olga Behar y Patricia Lara como expe­ riencias en las cuales se escuchan y muestran a los distin­ tos protagonistas de la violencia política en el país. Tal es el caso de la primera autora, quien quiere prestar a otros su posibilidad de hablar... tanto a los que tienen a su alcance los medios para hacerse oír, como aquellos que no pueden o no quieren hablar en ese momento por sí mismos. En el caso de la segunda, también le ofrece a otros la posibilidad de hablar a través suyo, haciendo posible conocer una histo­ ria contada a varias voces, lo cual nos enfrenta con unas narraciones y con unas miradas, que nos leen la historia reciente del país, desde perspectivas y evaluaciones precisas. La mirada sobre los procesos de diálogo orientados a la búsqueda de una paz negociada se fija en las obras de Laura Restrepo y Rocío Vélez de Piedrahita, ambas partici­ pantes en las Comisiones de Paz creadas por Belisario Betancurt. Cada una presenta la realidad vivida en térmi­ nos tan diferentes y con tan distinta evaluación, que a veces resulta difícil aceptar que se trata de los mismos hechos. Con Gloria Cuartas, se presenta la voz de alguien que habla desde el interior mismo del conflicto en toda su crudeza y en sus múltiples dimensiones; se habla desde la Provincia y desde una responsabilidad estatal. Con esta obra, Carmiña Navia, poeta, teóloga, docente de literatura de la Universidad del Valle, nos ha permitido recuperar y reconocer la riqueza de otras voces y palabras que reflexionan, proponen y saben que hay otras alternativas para salir de este conflicto. ♦


Del espejo roto al kaleidos c o p j o *

El espejo roto presenta una serie de ensayos antropológicos

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...

ror norence I homas

sobre los amores y la condición femenina en la ciudad de Cali a partir de la conformación de un taller formativo de jóvenes sociólogos y sociólogas caleños bajo la dirección del profesor Elias Sevilla. Y si bien durante un tiempo no entendí por qué me habían llamado para presentar este libro, encontré la explicación en la última página del texto cuando Elias Sevilla se pregunta qué dirán de todo este trabajo las mujeres etnografas—autoras o poetas-autoras. No soy ni etnógrafa—autora ni poeta-autora pero sí femi­ nista-autora y sospecho que Elias quería también oír las reflexiones de una feminista cuyo tema central es por supuesto la condición femenina, y que además ha sido atraída por un tópico que probablemente deberíamos dejar con exclusividad a la poesía o al discurso de la locura: he nombrado el amor, o más exactamente y de manera más contemporánea, el vasto campo de los amo­ res y sus estragos. Pero no soy caleña. A Cali la conozco de paso, de conferen­ cias, de hoteles. La Universidad del Valle por supuesto y su Centro de Estudios de Género y Sociedad; Gabriela Castellanos, la Fundación Sí Mujer y la imprescindible María Ladi Londoño, el viejo Café Libro, los Turcos y sus encebolladas porque Cali es también la primera ciudad que visité a mi llegada a Colombia hace 36 años. El hotel Aristi

Intervención preparada por Florence Thomas para la presentación del libro “El espejo roto” de Elias Sevilla Casas y publicado en el Programa Editorial Universidad del Valle, el 23 de abril de 2004-

158

£ n otras palabras.


Desde mi lectura, la primera parte del libro que consta de cinco capítulos se podría dividir en dos partes. En los capítulos 1, 2 y 3, Elias Sevilla, Katerine Rosero y Zoraida Saldarriaga realizan una muy cuidadosa aproximación teórica o más exactamente y para retomar la expresión de Elias, construyen una trama de nociones que ayudan a pensar inicialmente y en abstracto los fenómenos que constituyen los ejes del trabajo tales como: espejo roto y condición femenina, el amor, o los amores como rituales y mitos, lo popular en su ubicación socio—demográfica, lo mestizo, el complejo del honor y de la vergüenza, lo permisivo y lo chévere, el pluralismo racial y su encuentro con el amor, entre otras nociones claves. También nos presentan el soporte empírico de la investigación que consta de 59 entrevistas realizadas y complementadas por lo que los autores y las autoras llaman una participación observante de los encuentros amorosos en los barrios escogidos de dos de las co-autoras (Rosero y Saldarriaga), residentes de por vida de estos barrios, hecho que les permitió realizar observaciones y conversaciones informales en relación con los encuentros amorosos del barrio, ayudando así a precisar lo referente a las moralidades y modalidades de seducciones amorosas. Los capítulos 4 y 5 trabajan dos tópicos específicos que pretenden, como lo dicen los autores, llevarnos del espíritu a la piel. Se examina entonces en el capítulo 4 el tema del racismo, o sea del color de la piel en materia de amores, hecho que nos recuerda que Cali es una ciudad tri—racial y que era inevitable examinar el cruce de razas y amores. El capítulo 5 nos pasea en la ciudad de Cali, esta vez en cuanto lugar por excelencia para lo que llama el autor las epifanías del cuerpo a través de un estudio iconográfico del busto o más exactamente de los senos como metonimia de un cuerpo bello y erótico.

159 -Qas mujeres y los libros

y la Plaza Caicedo, la Librería Nacional y sus tertulias. Una ciudad que inspiraba en esos tiempos un cierto respeto no sólo por su imagen estereotipada de cheveridad y salsa, liviandad y planicies conceptuales como dijo el periodista bogotano, sino por una especie de equilibrio que había sabido construir o encontrar entre la Razón y el goce, con habitantes sentipensantes como diría Galeano; sí, un cierto equilibrio entre la piel y el espíritu, entre los encuentros de pieles blancas y pieles negras, entre la dulzura del azúcar y la embriaguez de la cocaína, entre Andrés Caicedo y Jesús Martín Barbero, en fin, un cierto espíritu que envidiábamos calladamente los bogotanos. Pero hoy cuando han pasado años — más de 30— cuando Cali es inevitablemente también un hilo en la trama del terror y de la violencia del país, ya no sé cómo respira, cuál es su color, a qué ritmo viven sus barrios populares y cómo aman sus mujeres. Sin embargo la lectura de El espejo roto me convocó las primeras letras o notas de una nueva canción, los primeros elementos de una trama y algunas piezas de ese complejo rompecabezas que es el Cali de hoy. Haré entonces y en un primer momento un breve resumen de las dos grandes partes del libro, para después tratar de responder a la pregunta de Elias Sevilla sobre qué pueden pensar las mujeres-autoras como yo, de este texto.


Vemos entonces cómo, a medida que avanzamos en la lectura del libro, se precisan los amores populares caleños, a través de las moralidades y éticas particulares que los sostienen, pero también a través de los colores y sabores de la piel, de la hexis corporal, de lo que se muestra y lo que no se puede mostrar, de lo permitido y lo no permitido, de lo que incita y a la vez marca los límites, de todo un conjunto de elementos o fenómenos que conforman un guión de una inmensa complejidad para la mirada del antropólogo y de una aparente sencillez para los actores y actrices que encarnan estos amores. La segunda parte del libro (el capítulo 6 y 7), se dedica a los amores comerciales más comúnmente llamados “prostitución y trabajo sexual” es decir aquellos amores que sustituyen el penoso proceso de la seducción por un simple trámite de un contrato comercial. Como es habitual en este libro, el capítulo 6 se inicia por una discusión conceptual muy a la orden del día, por lo menos en Europa, en relación con las denominaciones de prostitución y de trabajo sexual, ligando a esta discusión los grandes debates alrededor de dos corrientes presentes actualmente en la polémica: los abolicionistas, quienes, lo hemos entendido, quieren erradicar esta “plaga social” llamada prostitución, y los contractualistas, quienes defienden el derecho de las mujeres a ejercer ese trabajo bajo ciertas condiciones de contratación, refiriéndose entonces al trabajo sexual como cualquier otro trabajo. El capítulo 7 de putas y prostitutas a fufurufas, diablas y bandidas muestra la situación concreta de los amores comerciales femeninos en Cali, desde una perspectiva susceptible de abordar la multiple cidad y diversidad de situaciones que se refieren a esta problemática. Termina el libro con un epílogo muy al estilo de Elias Sevilla que incursiona en la literatura por medio de dos novelas de autores caleños, María Elvira Bonilla y el imprescindible Andrés Caicedo que presentan en sus novelas (Jaulas y Que viva la música) personajes femeninos que permiten medir los cambios en relación con las vivencias de las mujeres caleñas hoy. Y no, en realidad el libro termina con un último capítulo titulado los caminos de la antropología en el cual el profesor Sevilla se pregunta qué significa hacer estudios etnográficos en un campo tan minado como el de los amores. No haré más comentarios descriptivos del libro porque el tiempo pasa y quiero ahora con ustedes tratar de responder a la pregunta final de Elias Sevilla: ¿y qué pensarán las mujeres de este ensayo?

¿Qué dicen las mujeres feministas-autoras de este ensayo

¿Qué digo yo ♦ En primer lugar, quiero mencionar que el hecho de preocuparse por saber qué piensan las mujeres de este trabajo, mujeres antropólogas, poetas o, en mi caso, feministas, me parece no sólo interesante y honesto, sino alentador y promisorio porque quiere decir que esa verdad antropológica que trataron de construir los investigadores y las investigadoras no es sino esto: una verdad y no la verdad, y es entonces reconocer que hubiera sido posible construir otras verdades desde otras marcas de autor o desde otras disciplinas a partir de esa caja de herramientas que son hoy día las ciencias sociales. Y esta pregunta de humildad al final del libro me gusta mucho. Ahora bien para responder a esta pregunta, o más exactamente a esta inquietud del profesor Elias Sevilla, me tengo que alejar del texto, tomar distancia para, de alguna manera, respirar fuera de esa verdad etnográfica, ese metalenguaje complejo y en ocasiones un poco abrumador, aunque probablemente necesario; en ese esfuerzo para trascender los datos brutos y aprehender una verdad etnográfica, sentí

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£n otras palabras.


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más de una vez una escritura organizada y reglamentada, que caracteriza todo informe investigativo serio, y en muchas paginas percibí esta función de revisión implacable que el investigador debe desem­ peñar volviéndose así escritor y censor del modelo impuesto por la mirada antropológica. Sin embargo, este texto presenta una pieza clave de un inmenso rompecabezas sobre la condición femenina. Una pieza clave que permitirá poco a poco, a partir de otras miradas o marcas de autor, seguir comple­ tando el rompecabezas. Porque con este texto aprendí tanto de la condición femenina como he podido aprender de la lectura de Las olas de Virginia Woolf, o de El amante de Marguerite Duras o En diciembre llegan las brisas de Marvel Moreno. Y después de algunos años de una escritura en libertad — me pensioné de la Universidad Nacional hace unos siete u ocho años— no sé si podría volver a escribir desde el canon académico, si podría volver a este metalenguaje, lleno de referencias teórico-conceptuales, literarias y estéticas. Y El espejo roto, en este sentido, es un texto rico pero difícil, por lo menos para una psicóloga feminista ya libre de toda atadura académica. Pero permite abrir la puerta a una multitud de preguntas, que es la función principal, creo yo, de la investigación social. Y bien, ahora que mencioné la inmensa riqueza conceptual, referencial e investigativa de este texto, quisiera tratar de explicar aquello que me impresionó, las cosas que me gustaron y las que extrañé. Me impresionaron, y creo que de alguna manera ya lo dije o lo hice entender, las introducciones de cada capítulo, las implicaciones analíticas de las metáforas utilizadas, las tramas de nociones que hacen pensar inicialmente y en abstracto los fenómenos analizados, las fuentes y construcciones históricas de los conceptos trabajados, las numerosas referencias a los debates de la antropología contemporánea, pero también la seriedad con la cual es abordada la historia tri-racial de Cali, el concepto de lo popular y, en fin, la extrema riqueza de las referencias del campo estético, referencias literarias y poéticas. Ahora, por supuesto, me gustaron más algunos capítulos que otros y disfruté particularmente los capítulos 5, 6 y 7, tal vez porque son los que enriquecieron más mi mirada de feminista—autora. El tema de la iconografía del busto, el de los amores comerciales y el de putas, prostitutas, fufurufas, diablas y bandidas, fueron temas que me desordenaron muchas ideas estereotipadas que aún tenía sobre el cuerpo feme­ nino, pero sobre todo sobre los amores comerciales. El capítulo 5 nos enmarca en una ciudad en la cual, por su brisa, su clima, su luz, su historia social y cultural se vuelve el escenario por excelencia de las epifanías del cuerpo, existe la oferta y la demanda más importante de América Latina en cirugías estéticas, en general, y en operaciones del busto, en particular. Esta vía nos lleva a la ruptura del espejo en relación con la deconstrucción casi total de una referencia al busto de una mujer-madre que nos recordaba hasta el cansancio que la maternidad era nuestro único destino. Ese busto femenino era ante todo una metonimia de madre nutricia que nos trae a la memoria la imagen de la virgen María que ofrece su seno al niño dios, un seno a la vista pero exclusivamente para reforzar la representación de una mujer-buena-madre-nutricia. Pero con la aparición del busto estéticoerótico el seno femenino está perdiendo su connotación biológica de reserva nutricional que asegura la vida. Y lo que me sorprendió en este capítulo es esta tensión de un busto que se ofrece cada vez más a la mirada, pero que a la vez impone sus límites. El otro masculino debe mirar sin ofender, debe mirar sin extralimitarse. Significa entonces que debe admirar un cuerpo exhibido pero no traspasar el límite de lo vulgar o del irrespeto. Y si se extralimita, ella en seguida hará sentir los límites y podrá responder, incluso de manera agresiva. Esta tensión de un busto que se ofrece a la mirada pero que a la vez impone sus límites, abre camino no sólo para entender los cada vez más complejos juegos de seducción impuestos por las mujeres, sino también para abordar la construcción paulatina de una identidad femenina que parece romper con todas las viejas metáforas maternalistas y familistas. En este análisis los autores muestran cómo las mujeres caleñas de alguna manera supieron construir su propia manera de responder a múltiples requisitos como los de


una educación que sigue siendo de alguna forma estricta sin negar las adquisiciones de la revolución femenina, ni los dictámenes de la moda y su dictadura de la belleza. Y si bien es cierto que ese capítulo plantea inquietudes en relación con lo que significan para las mujeres caleñas, y particularmente las adolescentes, bustos manipulados, retocados, operados, siliconados, también apunta a la desaparición paulatina de la referencia al seno como recurso nutricio, es decir de un cuerpo biológico, de unos senos maternales y, en fin, de una mujer hembra. La biología cede el espacio a la historia. Y con operación o sin operación, el cuerpo femenino se politizó, se historizó. Esto, de una manera u otra, es una conquista de las mujeres que poco a poco están recuperando su cuerpo a sabiendas que ellas solas son las que deben decidir sobre él. Los capítulos 6 y 7, como ya lo mencioné, son los que más me desordenaron, pues de alguna manera en relación con la prostitución, mis referentes seguían articulados al estereotipo de la prostituta victimizada. Esta parte dél texto me permitió evidenciar la inmensa complejidad y diversidad de los amores comer' ciales que combinan en una permanente tensión lo propio y lo extraño con el orden simbólico y el orden mercantil. Por supuesto, descubrir de otra manera lo que sabía sin saberlo, no me impide pensar que, como siempre cuando se abordan los amores comerciales, prostitución o trabajo sexual — no hablo de las fufurufas, diablas o bandidas— existe un vacío impresionante relativo a los consumidores de tales amores. Hablo de los hombres, por supuesto. Y aunque este punto desborda los propósitos de este trabajo, no puedo dejar de mencionarlo. Ahora, y para terminar, me queda por mencionar lo que me hizo falta en este trabajo. Y por supuesto lo que voy a decir no los va a sorprender. De verdad, es difícil entender que en ninguna introducción de capítulo, todas tan meticulosas y ricas en referencias contextúales históricas, literarias, culturales, geográficas, demográficas u otras, nunca se mencione y se trabaje lo que ese gran historiador de la nueva historia, George Duby considera como una de las mutaciones culturales sin precedente, tal vez la. más importante de todos los cambios que afectan a nuestra civilización en los albores del tercer milenio, es decir la revolución pacífica de las mujeres. Y no me vengan a decir que la marca de autor era antropológica y no feminista. Esto ya lo sabíamos pero esa marca de autor nunca les impidió tener referencias históricas, sociológicas literarias, geográficas y demográficas para enriquecer su verdad etnográfica. Me sorprendió mucho de verdad no encontrar una sola referencia a los aportes de las feministas en relación a la deconstrucción paulatina de la vieja metáfora de lo femenino que ustedes llaman la rotura del espejo. Por eso, desde mi perspectiva era crucial nombrar la revolución pacifista de las mujeres, esta única revolución triunfante del siglo XX, cuyos efectos, de hecho, ustedes no dejan de mencionar en cada una de las introducciones de sus capítulos sin nunca ponerle nombre a los aportes del feminismo o, más exactamente, de los feminismos, y a las demandas y luchas del movimiento social de mujeres que supo potenciar como ningún otro movimiento tal vez los procesos de industrialización, urbanización, modernización y secularización generados a partir de la segunda mitad del siglo pasado en nuestro país. Esto no significaba hacer un trabajo feminista, significaba reconocer los impactos de una revolución cultural que, si bien nunca estalló como otras, simplemente ocurrió y sigue ocurriendo en medio de enormes resistencias. Ahora me queda preguntar si de verdad ustedes creen que el espejo está roto... yo, y muchas de las fe mi' nistas hoy día, nos estamos haciendo esta pregunta. Este viejo espejo que nos devolvía la imagen de una mujer sumisa y abnegada, cuyo cuerpo disciplinado y cuya palabra tachada ideológicamente o prestada, no lograba hacer realidad, por supuesto se fracturó y de esto no hay duda. Y la única manera de iniciar una fractura del espejo era borrando la imagen del hombre que siempre aparecía también en el viejo espejo, detrás de la mujer, como soportándola, como dándole existencia. Era el deseo del hombre que la hacía existir y aparecer, y su existencia no era sino un simulacro. Pero las mujeres hoy ya no son sólo

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£n otras palabras.


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mujeres de la ilusión como lo muestra Ana María Fernández, mujeres de la ilusión de los hombres, mujeres sin realidad propia, mujeres simulacros, signos eternamente construidos e intercambiados por los hombres. La Emma Bovary de Flaubert, la Dulcinea de Don Quijote, o sea de Cervantes, la Beatriz de Dante, la María de Jorge Isaacs, la Mona Lisa de Leonardo da Vinci ya se están desdibujando porque por fin las mujeres tienen la posibilidad de pensarse a sí mismas desde la libertad y la autonomía. Los múltiples eventos tanto sociológicos como políticos y económicos que marcan la segunda mitad del siglo XX en Colombia, combinándose con la aparición de un movimiento social de mujeres y luchas de mujeres alrededor de cuatro principios fundamentales en la obtención de autonomía (derechos patrimoniales, derechos a la educación, derechos políticos y derechos sexuales y reproductivos), permitieron que las mujeres se enfrenten por primera vez en la historia de la humanidad a una voluntad de saber sobre ellas mismas y que nazca un deseo que va por fin de la mujer a la mujer y ya no del hombre a la mujer. Voluntad de saber y deseo propio son los ejes de una revolución que significa una bifurcación histórica del deseo y del saber, una bifurcación inédita del pensamiento y de la realidad que permite que se instale el des-orden o que se diluya el orden establecido de los viejos signos, despojándolos de su carácter determinante, definitivo y natural, como lo dice Lorite Mena en su bello libro el orden femenino. Y ese des-orden que se generó gracias a la revolución de las mujeres es lo que los autores y las autoras constataron a todo lo largo de su análisis de la condición femenina de las mujeres caleñas. Ahora no sé si esto nos permite llegar a la rotura total del espejo. La resistencia del pensamiento único es dura; la resistencia de aceptar esa bifurcación del deseo y la fractura del sujeto único es dura. La resis­ tencia en aceptar una mujer sujeto de deseo en un acto que inaugura palabra y cuerpo es durísima y, aun después de leer los análisis de El espejo roto, no creo mucho en su rotura total. La imagen se ha vuelto borrosa y nos ha tocado cambiar el viejo espejo por un kaleidoscopio, ese objeto extraño que devuelve una imagen fracturada que combina colores y formas y complejiza enormemente nuestra realidad. Y si insisto en que el espejo no se rompió del todo, es probablemente también porque un espejo roto me devuelve la imagen de 7 años de desgracia... no!, de verdad las mujeres han ganado autonomía, han ganado la posibilidad de pensarse a sí mismas, pero de ahí a afirmar que este hecho haya cambiado del todo el panorama ideológico-epistemológico, hay una distancia aún no recorrida. Lo nuevo reside hoy en la gestación de una sociedad abierta en la cual las normas son plurales y selectivas y se acompañan de estrategias heterogéneas y de márgenes de indeterminación que no significan una inversión de roles y normas que apuntaría a la ruptura definitiva del espejo. Ahí donde las determina­ ciones eran fijas, existen ahora posibilidades de escogencias individuales. Los modelos sociales generan ahora orientaciones y preferencias facultativas bajo la nueva presión de autodeterminaciones y de indeterminaciones subjetivas. Las mujeres se enfrentan entonces a la posibilidad de autodirigirse, lo que las posiciona frente a un kaleidoscopio de imágenes y a una enorme ambivalencia de roles que nos hacen pensar la femineidad como un principio de incertidumbre que pone en cuestión la existencia misma de una condición femenina. Ser mujer hoy es definitivamente no reconocerse en lo ya pensado, en lo establecido. De alguna manera, ser mujer hoy es extraviarse. Y este extrañamiento lo debemos en gran parte a las luchas de las mujeres de mi generación tan poco citadas en esta investigación. Pero volviendo ahora a lo que representa este libro, quiero recordar lo que dijo durante una conferencia en París James Clifford cuando trataba de definir el oficio del antropólogo. Lo resumió con dos frases cortas, desafortunadamente muy difíciles de traducir al español. Dijo que el oficio del antro­ pólogo podía resumirse por Pas si vite y Qu’ est ce qu ily ad' autre cuya traducción aproximada es: No tan de afán y ¿Qué más hay ? Y esta investigación cumple casi perfectamente las dos recomendaciones. ♦


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