Cuaderno de poesía: José P.H. Hernández, 1992

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JOSÉ P.H. HERNÁNDEZ

Cuadernos de Poesia

INSTITUTO DE CULTURA PUERTORRIQUEÑA

San Juan de Puerto Rico

CUADERNOS DE POESÍA

JOSÉ P.H. HERNÁNDEZ

CUADERNOS DE POESÍA

JOSE P.H. HERNANDEZ

Ilustraciones: Graciela Azcarate

INSTITUTO DE CULTURA PUERTORRIQUENA

SAN JUAN DE PUERTO RICO 1999

EDICIONES DEL INSTITUTO DE CULTURA PUERTORRIQUEÑA

SAN JUAN DE PUERTO RICO, 1992

Ilustraciones: Graciela Azcárate

ISBN 0-86581-466-X

O Instituto de Cultura Puertorriqueña

Impreso en República Dominicana

Printed in Dominican Republic

Impreso en Editora Corripio, C. por A.

Calle A esq. Central

Zona Industrial de Herrera Santo Domingo, Rep. Dominicana

ÍNDICE

Je P. H. Hernández nació en Hatillo en 1892 y murió en Río Grande en 1992.

Su poesía, sin rechazar la influencia de los modernistas, fue más bien romántica. El tono suave y melancólico que la caracteriza, el uso de metáforas, ritmos y musicalidad crean una poesía libre, flexible y armoniosa. Su poesía encierra un profundo valor espiritual, enaltece la mano creadora del universo y se rinde ante el sublime misterio de la existencia.

“Peache” no fue un poeta soñador y bohemio o enajenado de la realidad circunstancial. Su obra es, sin duda, la de un hombre con una visión acertada de su misión dentro del cosmos. Su corta vida, que no alcanzó los treinta años, la vivió a plenitud y con la determinación de alcanzar los objetivos que la fundamentaron.

En los últimos meses de su vida, escribirá sus mejores madrigales y elegías. Toda su vida palpitará en su obra. El uso de vocabulario alusivo a la música, la naturaleza y la farmacia —carrera que ejerció en Corozal y en Hatillo— están presentes en el manejo de neologismos, arcaísmos y alusiones que llevan el acento propio del autor.

“Peache” nos dejó dos poemarios, Coplas de la vereda y El último combate, además de otros poemas que fueron publicados en diversas revistas y periódicos. Esta obra breve fue, sin embargo, suficiente para dejar una marcada huella en todos los puertorriqueños.

Al menos de esa res un hueso

S yo, José P. H. Hernández, hubiera nacido en los Andes, estoy seguro que mi lira, en vez de ser como una flor, sería semejante a un cóndor.

Y a veces, parece mentira, aquí nacido, en Puerto Rico, luchando con la tempestad, me siento en medio de todo eso: un cóndor que lleva en su pico, si no un girón de libertad, al menos de esa res un hueso...

Madrigal

Lema: A unos ojos astrales.

S. Dios un dia cegara toda fuente de luz, el universo se alumbraria con esos ojos que tienes tú. Pero si lleno de agrios enojos por tal blasfemia, tus lindos ojos Dios te arrancase, para que el mundo con la alborada de tus pupilas no se alumbrase; aunque quisiera, Dios no podria tender la Noche sobre la Nada... ¡porque aún el mundo se alumbraría con el recuerdo de tu mirada!

Mañana de primavera

Dx mañana rosada. Mañana de primavera.

¡Oh, qué mañana tan triste para aquel que nada espera!

Parece cada hoja verde una sedienta quimera. que de aljófares se viste.

¡Oh, qué mañana tan triste para aquel que nada espera!

Por el aire cristalino, como un sueño peregrino, hacia un país que no existe va la garza mañanera.

¡Oh, qué mañana tan triste para aquel que nada espera!

Lentamente va el buey manso, del apacible remanso junto a la verde ribera. Ya no muge, ya no embiste.

¡Oh, qué mañana tan triste para aquel que nada espera!

Rosal, príncipe galano, ¿de qué palacio saliste a esperar la primavera?

¡Oh, qué mañana tan triste para aquel que nada espera!

Doble estética

o | O tus ojos! Doradas abejas que, sedientas de miel, en la roca e ls de mi pecho se quedan perplejas; E mientras cierra sus alas bermejas ~~. e el vampiro fatal de tu boca. : E

¡Oh, tu pelo! Maleza tupida donde preso está el sol matinal. ¡Oh, tu pelo! Maleza florida cuyo olor, trascendiendo a mi herida, la embalsama y la miente panal.

Ve, sonora de besos, incauta, a brindarle tu música y sol al cornudo rural de la flauta: al histérico y priápico nauta, marinero en un lago de alcohol.

¡Oh, tu híbrida carne de rosa! Maravilla en Sodoma sería... ¡Oh, tu híbrida carne armoniosa! Salomón te amaría por hermosa: por hermosa Oscar Wilde te amaría...

“Nigra sum, sed formosa”

Ven a mí con tu sonrisa, muñequita de azabache: desnuda las azucenas que guarda tu labio grácil.

Tu labio lila, que tiene todos los finos cambiantes del esmalte melodioso del Cantar de los Cantares.

Desnúdate ante mis ojos, muñequita de azabache: haz que tu piel luminosa sobre mí su luz derrame.

Desnúdate ante mis ojos ya que no quieres mirarme. ¿No es tu piel más luminosa que tu pupila adorable?

¡Oh, qué artista el ebanista que escogió para tu talle el ébano más hermoso que cimbreaba en el boscaje!

Tiene el risco de tu pelo un tumultuoso oleaje de cabríos que se encrespan histéricos e indomables.

Cuando ríes, son tus dientes una guama que se abre entre un girón de la noche bajo un sopor de diamantes.

Negra, blanca, lila, negra; noche, aurora, día, tarde: eso eres, muñequita, muñequita de azabache.

Dame un beso, hijo mío

OSÉ Adalberto tiene Cabellera de oro. José Adalberto viene como un cantar sonoro a nimbar de sonidos mi callada ilusión. Dame un beso, hijo mío... Que para mi pobreza únicamente ansío el oro en tu cabeza y un palacio que tengo dentro del corazón.

Hala, buey

Dr aver del arado, lentamente, y cual si conociera su destino, su camino prosigue; y su camino en un racimo brota, reluciente.

Señor, mira tu obra, y luego dime: ¿por qué en el hombre escóndese un verdugo, y el trabajo, que dicen que redime, lo hace sangrando un alma bajo un yugo?

¿Por qué se sacia en su humildad tranquilo y no conforme, le destroza el hilo de su amarga existencia al pobre buey?

¿Es ésa, ley humana o ley divina? ¡No es humana, Señor: con una espina de tu frente grabaste Tú esa ley!

Genealogía

Bao Dios de los cielos una noche

en que la clara luna dormitaba sobre un lecho de lirios. En el broche de cada lirio, un ángel se ocultaba.

Era una apoteosis de blancuras que a la tierra bajaba desde el cielo, y ascendía de la tierra a las alturas como una garza en infinito vuelo.

A masa Dios los ángeles y lirios, y de un divino cáliz de delirios la maravilla de tu rostro asoma.

Arrulla una paloma en la arboleda, la toma Dios con su piedad de seda, y te pone por alma una paloma...

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£e=> cs voovo=AS) Ny=oNvo= NY< 7 ñar.

que vas muy lejos u, Menos t mordida en el calca

¡Ay! Cuando quieras tornar ceibas y Jobos Cereipos seremos los dos muy viejos. y un manicomio de aves.

Cielo verde porque el cielo es verde a ZAá una inmensa pare habr de mi esperanza lo muerde con su ojo sordo y bizco.

estas rocas menos que polvo han de ser. , Y muy viejos;

Y en medio de nuestras bocas si el basilisco

Rocas negras como cuervos... cual lloros acerbos. ÍO, R Río pedregoso y claro

Tú: ion ña ahora y la sombra de un bamb

Todo me acompa menos tu.

ñar, herida en el calca

lejos: hacia la mar... te vas lejos, lejos ¡como el río

Ayer te Vi...

(Fragmento)

Ain te vi de la quebrada al pie en riente charla garla que garla, con el mozo tiplero que canta coplas y te acompaña todos los días al semillero.

¡Ah, quién besara tu lindo pie! Será el mozo tiplero que canta coplas. Yo no seré...

Y pensar que fui yo quien para él las escribió...

Preludio

P OR la vereda aljofarada comienza a repicar el sol su policrómica campana. Do Re Mi Fa Sol La Si Do.

Por la sabana florecida, arcoiridica de olor, cruza el arroyo repicando: Ton Ten Tin Tan Ton Tan Tin Ton.

Y en una pose filosofal, frailuno el martin pescador, mira al arroyo repicar ritmicamente su cancion.

Y la mañana bohemia estira como de caucho su acordeón, y un haz de fuelles es el aire fraguando un largo calderón.

Y cuando el céfiro aletea le dice una flor a otra flor todo el secreto de la vida en el lenguaje del olor.

Vuela el pitirre y pitirrea, y en el frescor de su canción refresca el insomnio sus ojos de alfilereado bermellón.

Guau, Guau, Guau, Guau, se oye a lo lejos, y enel batey, Clo, Clo, Clo, Clo: Ca, Ca, Ca,Ca: quiquinquí: y un Mu y un Be sobre el alcor.

Despierta la luz, y la vida tornasolada de rumor, y es todo fresco y oloroso y todo ríe con el sol.

Sobre el espino soledoso, ¿qué dice el padre ruiseñor?

¡Llora de pena y de alegría, solloza de olvido y de amor!

¡Oh, ruiseñor, tu caramillo Orfeo lo santificó: para lustrarlo, exprimió toda la sangre de su corazón...!

Llega la tórtola y arrulla, y en el dolor de su canción Zambulle el insomnio sus ojos amoratados de aguijón...

En la muerte de José de Diego

Agee lo vi por el sendero bajo palida aureola de plegaria. Marchaba triste, silencioso, austero, sin Laura y sin la Estrella Solitaria...

Ascender yo lo vi, dolidamente, hacia una cumbre erguida y silenciaria. El tenue resplandor sobre su frente caía de una opaca luminaria...

Y allí cavó su fosa. Y por el cielo un ensueño emprendió lejano vuelo... El era un Cristo... sin resurrección...

Y en su tumba florada de perdón, hoy flota, cual girón de una quimera, ¡ay, un trapo mintiendo una bandera...!

A una racha de aurora comparo

A UNA racha de aurora comparo, a una racha de aurora, tu pelo; y a una almendra de luz tu pupila; y es redoma de ámbar tu seno.

Y tu talle asemejo al carrizo que se mira en el claro arroyuelo; tu nariz a un capullo de rosa y aun manojo de lises tu cuello.

En tu boca aspiré Piel de España y mi espíritu halló cautiverio en tu axila fragante y divina, que mana maná de los cielos,

y que sabe a panal de Bretaña, y a rosoli de menta y ajenjo, y a naranja y a piña y a gloria, y a manzana y a vino ya cielo.

¡Oh, tu axila: mosaica fuente que mitiga la sed de mi yermo...!

¡Oh, tu axila: copón cinerario donde mi alma artemisa deseos...!

¡Oh, tu axila: vainilla y almizcle! !Oh, tu axila: morfina y beleño! Venusino licor de cantáridas consumado en mi gólgota huero

Colmenar de bermejas abejas en acecho de rúbricos belfos... jOh, tu axila: jardin perfumado donde acopia sus víboras Eros...!

¡Oh, tu axila florida y moscada, insondable y perenne venero de moradas vigilias exangiies en que Onán se resuelve sediento...!

¡Aleluya! ¡Bendito el aroma de ese dulce y fatal pebetero con que, absorto en celestes mirajes, Salomón sahumaba su Templo!

¡Oh, tu axila, grial de ambrosía que alimenta los santos del cielo...!

¡Aleluya! Que en ella se vuelcan el principio y el fin de mis sueños...

Señero voy por el camino

| patios Véspero que alumbras desde la vaga lejania, dime qué alma tu columbras corvada de melancolia...

Sefiero voy por el camino sin el Mañana, que no existe en los ortos de mi destino. Por eso voy sefiero y triste.

Rojos estan los pedregales y los abrojos estan rojos: el llanto se escurre a raudales de la honda cuenca de mis ojos.

A donde voy, ¿quién no lo sabe? El ave es más feliz que yo: no sabe la venganza el ave del gusano que se engulló.

Trístido Véspero que alumbras desde la vaga lejanía, pálido estás porque columbras la palidez del alma mía...

Alguien cruzó mi camino y ante mis ojos se paró: creyó que mi llanto era vino y sus dos manos ahuecó.

De alguien la mano roja es porque mi llanto recibiera: sus dedos, cual cinco ciempiés, se hunden en mi faltriquera.

Rojos están los pedregales y los abrojos están rojos: el llanto se escurre a raudales de la honda cuenca de mis ojos.

Torné sudoroso a la fuente, la fuente roja se tornó, y era su linfa tan ardiente que al mirarla el sol se abrasó.

Señero voy por el camino sin el Mañana, que no existe en los ortos de mi destino. Por eso voy señero y triste...

Y reina en torno de mi canto un largo silencio profundo; y es a modo de un camposanto, un camposanto inmenso, el mundo.

La

fuga de los cabríos

Ce en la noche pensativa canosa y tísica la luna: diríase una novia cautiva en agrio lloro y larga ayuna.

En esta hora blanca, Amada, espuma un enjambre de agravios la leche roja y perfumada que da la ubre de tus labios.

Raudal de alondras en desvelo chorreando está tu dulce voz: mi oreja es un nido de hielo que aloja un ave de alcanfor.

Y tu Evohé llega a mi oído como un suspiro muy lejano y sientes trepar un maullido por la paloma de tu mano.

Y cabrillea en tu pupila un rayo X que se apaga cuando lo advierte la sibila que quema olíbano en mi llaga.

Ya los viñedos cuasi yermos han consumido mi redoma: están los pámpanos enfermos, en sus raíces hay carcoma.

Este libro se terminó de imprimir el día 15 del mes de diciembre de 1992 en los Talleres Gráficos de Editora Corripio, C. por A. Calle A esq. Central Zona Industrial de Herrera Santo Domingo, Rep. Dominicana

Fe de errata

pág. 7 — Primera oración. Debe leer:

José P. H. Hernández nació en Hatillo en 1892 y murió en Río Grande en 1929.

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