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UNA CIUDADANÍA ALERTA QUE APUESTA POR CUIDAR SU FUTURO
Vacancia presidencial en Perú
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Por: Krishna Muro. Director General de ICOM @krishnamuro
Martín Vizcarra, siguiendo las pautas de un libreto al parecer escrito y posteriormente llevado a cabo, fue vacado de la Presidencia de la República que él asumiera a su vez, como consecuencia de la renuncia de Pedro Pablo Kuczynski ante la inminencia de su vacancia dos años ocho meses atrás.
La vacancia de Vizcarra fue consecuencia del controvertido motivo de la incapacidad moral permanente, causal que no ha sido conceptualizada por el Tribunal Constitucional, dejando su interpretación a los congresistas que la expresan por una operación aritmética, la suma de los votos en contra del presidente expuesto. La situación se da en un contexto confrontacional, este caso particular apeló a los trascendidos de investigaciones en progreso, que parecían poner en tela de juicio la honestidad del presidente.
El ahora expresidente Vizcarra ya había superado la inminencia de una vacancia muy poco tiempo atrás, utilizando para el propósito la fragmentación de las bancadas del Legislativo, lo que no pudo hacer en esta ocasión. Curiosamente este Congreso había sido el resultado de la nueva elección convocada luego que se disolviera el parlamento anterior.
Queda evidenciada la constante confrontación entre el Ejecutivo y el Legislativo en nuestro sistema político. En ambas composiciones congresales resultaron muy lejanos de la perspectiva del Ejecutivo, de la administración del país. En el Legislativo disuelto se consolidó una mayoría Fujimorista asociada a algunos parlamentarios de grupos minoritarios que hizo inviable al gobierno de Kuczynski y luego se enfrentó frontalmente con el de Vizcarra, quien con respaldo popular procedió a su disolución y convocó a nuevas elecciones, todo en los resquicios del marco constitucional que legitimaba la medida.
Un nuevo Congreso, un mismo actuar
El Congreso electo en enero se fragmentó en numerosas pero pequeñas fuerzas políticas lideradas por Acción Popular con 25 parlamentarios, menos del 20% del total. Se eligió como presidente del Congreso a Manuel Merino en una mesa directiva multipartidaria que da cuenta de lo imperioso de establecer acuerdos para obtener mayoría en las decisiones congresales.
El nuevo parlamento elegido rápidamente entró en conflictos con el Ejecutivo, los temas tuvieron que ver con las propuestas o iniciativas parlamentarias de los Fondos de Pensiones público y privado. La normatividad sobre fusiones empresariales, algunos temas de políticas tributarias, pero sobre todo parecen haber sido críticos los intereses de algunos congresistas de ciertas bancadas respecto a la política de supervisión y licenciamiento de universidades privadas, a lo que se sumó la inminente elección de nuevos jueces para el Tribunal Constitucional.
La política presupuestaria para el próximo ejercicio y la culminación de la reforma política, fueron otros aspectos motivo de conflicto entre el Ejecutivo y la mayoría del Legislativo. En algunos casos el Ejecutivo recibió apoyo eventual de algunas de las bancadas destacando en todo caso la colaboración del Partido Morado, sin embargo a la luz de las consecuencias parece un error que el presidente Vizcarra no presentará lista parlamentaria en estas elecciones congresales de enero, dejándolo expuesto a merced de las complejas alianzas que pudiera sostener con determinadas bancadas para propósitos específicos.
Un presidente con apoyo popular
Martín Vizcarra fue haciéndose de un apoyo popular importante a partir de justamente su intervención a favor de los fiscales anticorrupción emplazados por sectores incómodos con el Caso Lava Jato y con Los Cuellos Blancos que incluía a personalidades del Poder Judicial a quienes se les adjudica estar involucrados en tráfico de influencias.
La popularidad de Vizcarra crece cuando se enfrenta al Congreso anterior y acaba clausurándolo. Seguidamente al entonces presidente le toca gestionar la pandemia de la COVID-19, para lo cual hace uso de normas excepcionales en un contexto de emergencia. La enfermedad coge al país con una grave deficiencia en su sistema de salud, además de visibilizar importantes carencias en el sistema educativo, la administración del Estado, en el acceso a la tecnología, en la calidad de los servicios públicos en general, como en las instituciones; tal cual es el caso de la policía.
El gobierno de Vizcarra implementa una serie de medidas en la perspectiva de generar distanciamiento social para minimizar las interacciones personales que incrementarían el contagio. Así se establece la inmovilización social obligatoria durante las noches -toque de queda- , la suspensión de las clases escolares y universitarias presenciales, la minimización del transporte público, la paralización de actividades laborales de varios sectores de la población, la implementación del trabajo y atención remota, la centralización del sistema de salud, la suspensión de actividades en grandes centros comerciales, así como los controles en mercados.
Simultáneamente a las medidas de corte sanitario y político se dieron las de corte social, como el anuncio de la repartición de tablets para los escolares, la liberalización para la disposición de una porción del CTS y AFP, la asignación y reparto de bonos excepcionales para poblaciones vulnerables no asalariadas, todas ellas destinadas a mitigar el impacto de las medidas de emergencia sanitaria. En los primeros meses, después del primer impacto de la pandemia, el gobierno de Vizcarra propone un programa de apoyo económico a las empresas: Reactiva Perú, que se vincula con un proceso de sucesivas activaciones de sectores en la economía.
La pandemia originó una gran cantidad de pérdidas humanas y otras por efectos colaterales suscitados por la falta de atención médica, dada la concentración de la atención en los servicios de salud en los afectados por la COVID-19. Muchos de los fallecidos, sobre todo mayores de 60 años, presentaban comorbilidades que daban cuenta del maltrato que sufrían en los servicios de salud de mala calidad, los sistemas previsionales y en general las características de salubridad y alimentación experimentadas por los más pobres.
A pesar de los efectos de la COVID-19, adjudicaciones de las subvaluaciones del número de fallecidos y eventuales acusaciones a instituciones del Estado de un uso ineficiente y hasta doloso de recursos públicos, la aprobación a la gestión de Vizcarra osciló sobre el 50% de la población y mostró una imagen poco erosionada a pesar de la gravedad sanitaria y económica que se experimentaba.
En un contexto en que la fragmentación de las fuerzas políticas, su atomización, la casi desaparición de las mayorías del Congreso inmediatamente anterior y la consiguiente crisis de representación, la figura de Vizcarra aparecía relativamente incólume, parece ser que los largos discursos que ofrecía a la población mostraban a una suerte de padre presente y proveedor, que sin perder afectividad imponía el orden en medio de la crisis.
Esta figura paterna que la población parece haber interiorizado, que permitió un control social eficiente en principio para evitar desmanes y movilizaciones sociales de descontento que la crisis podría haber propiciado, era el presidente “papá” al lado de su Consejo de Ministros “familia”, multiplicándose además en sus contactos con la población, en sus continuos viajes por el Perú y sus apariciones públicas. Esta figura presidencial era apenas golpeada por las fuerzas políticas, gremios y medios de comunicación, aludiendo a algunos temas del manejo sanitario como el de las pruebas moleculares versus las pruebas rápidas, los problemas de abastecimiento de oxígeno, las críticas sobre la insuficiencia para recibir a pacientes en estado grave, los aspectos controversiales sobre el tratamiento -lo que no ha sido solucionado a nivel mundial-.
Clima de fricciones y postura ciudadana
El Congreso recién elegido empieza a proponer una serie de normas que afectan el programa de gasto público y control fiscal, buscando implementar algunas medidas que algunos consideraron populistas, ya que suponía distribución de recursos a expensas de la liquidación fáctica del sistema previsional, por ejemplo. Por otro lado, se boicotearon las reformas políticas sobre todo los temas de inmunidad parlamentaria incrementando las propuestas legislativas observadas por el Ejecutivo. El clima de fricciones que comenzó a encontrar eco en una creciente oposición de los medios; prensa, radio y televisión catalizados por la inesperada filtración de procesos de investigación que ponían en tela de juicio la honestidad del presidente.
Se pasó rápidamente del rumor al señalamiento y luego a la acusación informal, primero de un caso de contratación indebida que complicó al personal de confianza del presidente que originaría la primera moción de vacancia, y posteriormente la filtración de declaraciones de aspirantes a colaboradores eficaces, respecto a comisiones supuestamente entregadas a Vizcarra como gobernador general de Moquegua en 2013.
La vacancia de Vizcarra es masivamente desaprobada, por la opinión pública, la población señaló que debería quedarse hasta las siguientes elecciones del 2021, ser investigado y si fuera el caso sea sancionado culminado su periodo.
Decisiones desafortunadas
La elección de Manuel Merino como presidente del Congreso y como Presidente de la República fue desafortunada desde varias perspectivas, por un lado, desafía a la opinión pública que desaprueba mayoritariamente la vacancia de Vizcarra en cifras que bordean el 90%, según practicamente todas las encuestas, y que en un plano menos consciente parecería estar experimentando la decisión de vacancia como una agresión al padre deseado. Por otro lado, Merino personificaba a un Congreso con muchos de sus integrantes a quienes se les adjudicaban anteponer sus intereses personales a los del país.
Merino carecía de habilidades de comunicación, de atributos profesionales o de una historia de éxito que ayudara a legitimarlo; como Presidente de la República opta por un gabinete predominantemente conservador que en el poco tiempo que medió entre su formación y salida, dio pocas señales de sensibilidad y competencia frente a las expectativas populares y tiene que enfrentar una marea popular que pide su dimisión.
Esta marea popular expresada en todo el país se sustenta en el desacuerdo frente a la vacancia producida, aludiendo entre otras cosas a la inconstitucionalidad de la medida o al carácter “ express” como se había tomado para lograrla, pero también el descontento frente a lo autoritario o arbitrario de la medida encarnado en el representante de la mayoría congresal que articula una precaria alianza de las diferentes bancadas para lograr el objetivo.
Estos factores parecen propiciar una situación de indignación colectiva particularmente entre los grupos más jóvenes de la población que miran en este acto como un complot de políticos corruptos con intereses particulares, que no representan a casi nadie y que de alguna forma ponen en peligro su futuro personal, al desestabilizar el liderazgo de Vizcarra en una coyuntura tan difícil para el país.
La inicial protesta con respecto a la decisión parlamentaria de la vacancia y el encargo de Presidente de la República al presidente del Congreso, personalizándose en la figura de Merino especialmente, avanza en intensidad y remata en el fallecimiento de dos jóvenes manifestantes y cientos de heridos. La disconformidad se focaliza sobre Merino quien encarna plenamente al parlamento rechazado. La renuncia en ese momento era imprescindible para la sobrevivencia del Congreso, el que no solo era enfrentado por las calles sino también que experimentaba la incertidumbre del eventual próximo fallo del Tribunal Constitucional sobre la causal de vacancia presentada por el Ejecutivo con ocasión de la primera moción.
Se planteaba una potencial situación de inconstitucionalidad que amenazaba al Congreso. En este contexto la mayoría parlamentaria que había vacado a Vizcarra retrocede, muchos hacen un mea culpa y buscan una solución con la renuncia de Merino y la elección de una nueva mesa directiva de donde saliera un Presidente de la República. La impresión es que Francisco Sagasti del Partido Morado era el único capaz de ser la figura buscada, por un lado, limpio de haber intervenido en la vacancia y por otro con las cualidades profesionales e intelectuales excepcionales frente a la gran mayoría de los congresistas en ejercicio.
El tercer presidente en una semana
Sagasti era capaz de hacerse de un discurso próximo al de Vizcarra frente al cual las protestas pudieran apaciguarse. De no haber sido él y en ese momento, lo probable hubiera sido que al día siguiente no habría habido tiempo para evitar una movilización popular que llevara a plantear agresivamente la reposición de Vizcarra y probablemente a otro fallo del que fue, la sustracción de materia, planteada por el Tribunal Constitucional. La transición alrededor de la figura del nuevo presidente muy probablemente aseguró la continuidad del Congreso y también del orden democrático.
Si bien es cierto, el tono del discurso del presidente Sagasti ha sido conciliatorio y la mayoría parlamentaria se ha mostrado inicialmente dialogante, las medidas populistas siguen ahí, tanto las propuestas observadas por Vizcarra como nuevas opciones peligrosas para el vínculo de ambos poderes del Estado. En las últimas horas una buena parte del Congreso ha presionado a la presidenta recién electa del parlamento, Mirtha Vásquez, para que promulgue por insistencia la norma que aprobaran y el Ejecutivo observará sobre la devolución de aportes a los afiliados de la ONP; la luna de miel podría terminar en cualquier momento.Por cierto, Sagasti no tiene la larga relación que Vizcarra cultivara con la población y que por lo tanto es obvio que su capacidad de control o manejo no será similar.
La apuesta por un orden social
Los jóvenes manifestantes se indignaron por diferentes razones; unos frente a la inestabilidad, otros frente al autoritarismo, muchos frente a la corrupción, algunos motivados ideológicamente, la mayoría acicateados por la falta de representatividad de quienes parecían apropiarse del Estado al consolidar su hegemonía a través del control de los poderes Ejecutivo y Legislativo, abriendo interrogantes respecto del futuro del país que mal que bien había dado señales hacia una modernidad globalizada que no quisieran dejar de disfrutar y que si bien experimentaban amenazada, en parte por la pandemia, entendían que prevalecía una administración por lo menos sensata y ordenada.
El aparente desorden o el desorden atribuido a las movilizaciones populares en realidad parecerían expresar la búsqueda de orden frente al caos que consideraban experimentar. El riesgo del país es obviamente la manifestación descontrolada de grupos sociales que consideran no poder recibir oportunidades a partir de un cuestionado manejo parlamentario al que se le atribuye corrupción e incompetencia. No obstante, se agrega la experiencia de carencias que la pandemia evidenció respecto a fisuras históricas en la calidad de vida de los peruanos.
En redes sociales como Facebook y Twitter se coordinaban las marchas y movilizaciones sociales mientras se popularizaban los hastags #EsteCongresonomerepresenta #FueraMerino #GeneracióndelBicenternario. Durante las marchas, los ciudadanos portaban pancartas con las frases “Se metieron con la generación equivocada”, “El pueblo le dice no al Congreso de siempre”. En las zonas residenciales se convocaba a los ciudadanos a manifestarse con los denominados “cacerolazos por la democracia”, ollas y sartenes se hacían sonar fuertemente a las 8 de la noche en señal de protesta.
Las movilizaciones constituyen la explosión de insatisfacciones de diverso orden. Mal haríamos en considerarlas conspirativas, manejadas por digitadores remunerados y mal intencionados. La elevada proporción de incertidumbre sobre el voto en las próximas elecciones de abril de 2021 confirma el desencanto en el sistema y puede catalizar la movilización y protesta sin control, dependiendo de la capacidad de los actores, del Ejecutivo y del Congreso para devolver la confianza.
En el próximo mes veremos qué pasa con los protagonistas relevantes de este proceso. En este momento no sólo están presente las dispersas fuerzas políticas en el parlamento, los medios, la intervención de autoridades que pueden incidir en la dinámica electoral, los grupos económicos cuyos intereses son representados con diferente intensidad, sino, y por supuesto, el comportamiento de movimientos sociales y colectivos que han mostrado una rápida capacidad de organización en las redes sociales y fuerza de presión en las calles con el fin de cuidar un país que tiene importantes recursos, pero fundamentalmente una generación que apuesta por seguir construyendo futuro.