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DEBATE SOBRE LA ÉTICA POLÍTICA
Transparencia plena contra la mentira, el engaño y el silencio cómplice
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Por: Federico Prieto Celi. Doctor en Derecho, periodista y profesor universitario
La conducta ética se ejercita mediante la práctica de las virtudes y tiende como meta al alcance de la felicidad humana, en la medida que ello pueda conseguirse en la tierra. Volviendo al debate actual sobre la ética política tenemos que advertir que se ha introducido un ingrediente corrosivo: el permisivismo: lo correcto llega a abarcar un ámbito mucho más amplio que lo bueno, con lo cual los puntos de referencia de la verdad, el bien y la belleza, propios de la filosofía aristotélica que han inspirado a la cultura y a la civilización actuales de occidente caen entonces en decadencia.
Francis Fukuyama afirmaba, en su famosa obra El fin de la Historia y el último hombre, que en Occidente nos hemos hecho pesimistas por la experiencia de las dos guerras mundiales de la primera mitad del siglo XX y la aparición de los totalitarismos, pero igualmente anota que las democracias liberales han subsistido y la economía libre se hace un espacio cada vez mayor en el mundo. Ello depende de que la ciencia y la tecnología se usen para el bien y para lo correcto, no para el mal y lo incorrecto. Fukuyama apuesta por la libertad personal, por la familia y la sociedad, como asientos del desarrollo de un progreso y un desarrollo universal.
En las últimas décadas del siglo XX y las dos primeras del XXI hemos visto que el diálogo político en busca del bien común se ha complicado, especialmente en el debate parlamentario, en el manejo de las encuestas de opinión y en las campañas electorales, por el peso de las opiniones de los medios de comunicación, y la manipulación de las corrientes de opinión, a la búsqueda de una victoria que lleve a un grupo y a un líder al poder político. En esos fenómenos, la ética natural -el orden natural de las cosas- se ve ensombrecido por la mentira, el engaño, la noticia falsa, el silencio de un hecho real, modos en definitiva de ocultar la verdad para alcanzar objetivos de poder político.
Como muchos otros comentaristas políticos, el periodista español Ignacio Escolar analizó la manipulación de la opinión pública de los Estados Unidos en las elecciones en las que Donald Trump llegó a la presidencia, primero, y la tuvo que dejar cuatro años después, teniendo en cuenta la realidad de una estructura electoral anacrónica de democracia indirecta en ese gran país de 50 estados, la intervención en las redes sociales de naciones ajenas (Rusia) y la aparición inesperada de la pandemia universal. Opina que en las últimas elecciones españolas “se han utilizado las mismas tácticas de desinformación”.
En el Perú la desinformación ha sido la constante del lustro 2016-2021, que corresponde a un mandato presidencial, el de Pedro Pablo Kuczynski. Como sabemos, tuvo que renunciar, y fue sucedido por Martín Vizcarra, Manuel Merino de Lama y Francisco Sagasti, en uno de los periodos más oscuros de la república. Ello, precisamente porque la confusión ideológica y los intereses subalternos llegaron a cansar tanto a la gente que se terminó con un clima de indiferencia político partidaria. Ahora, parecería que ese aburrimiento se va superando a causa de la fase final de las elecciones generales, que tendrán la primera vuelta el 11 de abril de 2021.
Darle plena transparencia a la verdad objetiva y a la opinión real de la sociedad sería una manera elemental de limpiar el sistema democrático de las interferencias de la falsedad y el ocultamiento, en el Perú como en los Estados Unidos y España, o en tantos otros lugares donde se advierte un panorama de relativismo moral y dictadura del pensamiento único.