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TEORÍAS CONTEMPORÁNEAS DE LA PERSONA (PARTE III)
Seminario Permanente de Antropología Filosófico
El segundo ciclo del Seminario Permanente de Antropología Filosófica, Teorías contemporáneas de la persona, organizado por Hápax- Instituto de Ciencias de la Acción (Ciudad de México) ha estado a cargo de los prestigiosos filósofos Francesc Torralba, Carlos Díaz y Mauricio Beuchot.
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En esta tercera entrega compartimos la teoría de la persona en la perspectiva filosófica del filósofo mexicano Mauricio Beuchot, quien presentó una síntesis de su propuesta antropológica original, el personalismo analógico.
Por: Juliana Peiró juliana.peiro@hapax.ac
Con este Seminario Permanente, cuyo primer ciclo estuvo a cargo de los filósofos Miguel García-Baró, Alfonso López Quintás y Jacinto Choza, Hápax desea impulsar el nacimiento y desarrollo de una comunidad filosófica internacional, en la que prime el diálogo abierto y la sinergia interuniversitaria. En cada una de las sesiones se ha contado con un número muy nutrido de participantes del ámbito universitario y académico de toda Latinoamérica y Europa, en un clima de estudio y profundización del ser humano desde el saber superior.
En la sesión magistral a cargo del filósofo mexicano Mauricio Beuchot en su consideración filosófica sobre la persona, presentó una síntesis de su propuesta antropológica original, el personalismo analógico. Y comenzó dibujando las líneas metodológicas que a su modo de ver deben guíar la investigación de la antropología filosófica o filosofía del hombre, la cual no puede llevarse a cabo de manera cabal si no se nutre de la fenomenología y de la hermenéutica, llegando hasta la ontología o metafísica, por tratarse del estudio del ser humano a la luz de la razón.
Así, para el ilustre ponente, si la manera de proceder del conocimiento capta primero el aparecer y luego el ser, se puede decir que la manera adecuada de enfocar el estudio del ser humano hasta su dimensión más profunda, es la de considerar que las acciones del hombre son reveladoras de su misma esencia pues manifiestan ciertas intencionalidades que remiten a las facultades humanas y estas a un reducto sustancial que constituye la persona. El método que propuso Beuchot en su ponencia magistral es pues el analítico o deductivo, al proceder de los efectos a las causas, de los fenómenos a los principios, lo que es especialmente conveniente a la antropología filosófica pues para conocer al hombre en toda su profundidad debe tenerse muy en cuenta la experiencia. Razón por la cual, para el pensador mexicano, una visión fenomenológica del ser humano ayuda a atender a sus manifestaciones exteriores, para ir captando su esencia a través de ella. Y así descubrir que el actuar humano está dotado de una intencionalidad relacional que le permite situarse en el cosmos como una existencia que está-en-el-mundo, dando con ello una importancia central al cuerpo humano.
En este sentido, en su exposición el profesor Beuchot hizo énfasis en que si lo más propio del hombre, fenomenológicamente hablando, es su carácter intencional, la antropología filosófica no se puede hacer a margen de ella. Profundizando en ello, comprobamos que la intencionalidad es múltiple: cognoscitiva, volitiva y afectiva o pulsional. Es decir, se trata de caer en la cuenta de que el conocimiento, el amor y la libertad se dan en apertura a los demás, como salida de sí mismo. Lo que permite hablar del hombre como un ser analógico ¿En qué sentido? En el sentido de que su intencionalidad tiene múltiples direcciones y puesto que la intencionalidad pertenece a la conciencia y, por lo mismo, a la subjetividad y el sujeto, sin el cual no hay persona posible, es por eso que decimos que, si la intencionalidad humana es analógica, el ser humano lo es también esencialmente.
Encontramos así formulada una de las dimensiones del personalismo analógico. Sin embargo, dando un paso más en su exposición, don Mauricio mostró cómo los datos que nos da la fenomenología -la intencionalidad múltiple- los tenemos que interpretar desde una hermenéutica analógica que permita entender al ser humano como un microcosmos, es decir, como un ícono de todo el universo.
Este planteamiento, entre otras virtualidades, permite hablar de la existencia humana más allá de esquemas esencialistas e historicistas. Para así dar paso a la dimensión ontológica del ser humano y poder afirmar que es sustancia y relación. La persona es un ente y en este sentido se puede decir que es una sustancia individual, esto es, que su naturaleza es sustancial. Pero al mismo tiempo, la persona es relación sin por ello concluir que entonces se trata de una relación subsistente. No se trata de sustancializar la relación que es el hombre pues el ser humano no es una relación sustancial si no una sustancia relacional. Es decir, una sustancia analógica, abierta, una intencionalidad existencial que pugna por existir.
Así entendido, explicó Mauricio Beuchot, la persona humana es un conatus (como lo llamó Spinoza), o una vis (como la llamaba Leibniz), algo en el ser humano que lo impulsa a permanecer en el ser, en la vida, a pesar de que sabe que va a morir. Por eso el hombre no es solo un ser para la muerte, sino al contrario, es un ser para la realización.
Pues la misma conciencia de la muerte le hace confiar en que puede llegar a la realización de su persona antes de morir, y tiende hacia ella en una esperanza que no suelta.
La propuesta antropológica del personalismo analógico recoge una postura moderada que lleva a la reflexión filosófica en torno al hombre a sostener que el ser humano tiene un núcleo ontológico, substancia, el cual se manifiesta y expresa en las múltiples relaciones en las que se despliega. Concluyendo en su exposición que la persona humana es un mundo, es decir, que la persona humana, en su singularidad, es el compendio de todo el ser porque tiene algo de todas las cosas, inclusive de Dios, por participación. Esto nos señala que el hombre es “una criatura privilegiada, porque tiene partes de todas las otras. Tal es su prerrogativa: conocer todo en su propia intimidad, si sabe atender a ello con profundidad. Todo está en él, de modo que la persona humana es el reflejo, pero, también, su conciencia de pertenecer a la naturaleza y su obligación de cuidarla. Si es el compendio de todos los seres, tiene que hacerse cargo de ello. Esta es la nueva manera de sentirse microcosmos: no como dueño y señor de la naturaleza, sino como su guardián y servidor.