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LA FRATERNIDAD HUMANA, EL NOSOTROS QUE REFLEJA EL BIEN COMÚN
El desafío iberoamericano después de la pandemia
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Por: Federico Prieto Celi. Miembro de la Academia Peruana de Ciencias Morales y Políticas
“Las múltiples crisis de la pandemia del COVID-19 han pesado más sobre los que ya se habían quedado atrás, exacerbando aún más las desigualdades a lo largo de 2020 y 2021”, se lee en el extenso Informe Regional de Desarrollo Humano 2021 del PNUD, que indica que el bloque iberoamericano tiene “alta desigualdad y bajo crecimiento en América Latina y el Caribe”, y “ propone una conversación que va más allá de los vínculos directos entre la desigualdad y el bajo crecimiento, para explorar la complejidad de las interacciones entre algunos de los factores que contribuyen a la perpetuación de esta trampa”.
“Si bien hay otros factores que subyacen a la trampa de alta desigualdad y bajo crecimiento de la región, este informe se concentra en tres que son críticos: la concentración de poder; la violencia en todas sus formas, política, criminal y social; y los elementos de diseño de los sistemas de protección social y de los marcos regulatorios de los mercados laborales que introducen distorsiones a la economía. Las percepciones de desigualdad y justicia también juegan un papel fundamental porque contribuyen a moldear las posturas políticas de las personas frente a diferentes medidas de política y pueden ser cruciales para respaldar reformas deseables”.
Más adelante, el mismo documento observa que “es importante considerar medidas subjetivas de desigualdad relacionadas con cómo la percibe la gente. Esto es esencial, porque las percepciones de la gente sobre la desigualdad moldean tanto sus posturas políticas (y por lo tanto su respaldo a diferentes enfoques de política) así como sus aspiraciones (y por lo tanto su esfuerzo por alcanzarlas). Comprender lo que la gente piensa sobre la desigualdad en América Latina y el Caribe es particularmente crucial en el momento actual, dada la ola de malestar social que azotó la región a fines de 2019 y principios de 2020. Si bien las protestas fueron impulsadas por una variedad de preocupaciones específicas de cada país, las quejas de la gente sobre la desigualdad fueron uno de los denominadores comunes más grandes”. Un ejemplo de cómo el pensamiento subjetivo de muchos lleva a la inconducta de las masas, afectando al itinerario de la cultura por Iberoamérica es la cancelación del Congreso Internacional de la Lengua que se iba a celebrar en Arequipa del 27 al 30 de marzo de 2023, a causa de los disturbios que sufrió dicha ciudad después del cambio de gobierno de Pedro Castillo a Dina Boluarte. En paralelo la toma de carreteras, que en el Perú es delito, ha hecho perder millones de soles a los transportistas de mercadería perecible a corto plazo, y ha reducido dramáticamente el turismo internacional en la capital del imperio incaico.
Pero no todo es economía política. Valores como la paz universal, la armonía iberoamericana y la fraternidad entre los pueblos, no pueden dañarse irresponsablemente. Desde el primer mensaje papal, escrito por san Pablo VI, el primero de enero de 1968, los papas se han ocupado de las distintas facetas de ese tesoro frágil pero atractivo, que es la paz y la convivencia entre las naciones.
El mensaje de Francisco para la 56° Jornada Mundial de la Paz, el primero de enero de 2023, publicado el 8 de diciembre de 2022, entre otras cosas, afirma: “después de haber palpado la fragilidad que caracteriza la realidad humana y nuestra existencia personal, podemos decir que la mayor lección que nos deja en herencia el COVID-19 es la conciencia de que todos nos necesitamos; de que nuestro mayor tesoro, aunque también el más frágil, es la fraternidad humana, fundada en nuestra filiación divina común, y de que nadie puede salvarse solo. Por tanto, es urgente que busquemos y promovamos juntos los valores universales que trazan el camino de esta fraternidad humana. También hemos aprendido que la fe depositada en el progreso, la tecnología y los efectos de la globalización no sólo ha sido excesiva, sino que se ha convertido en una intoxicación individualista e idolátrica, comprometiendo la deseada garantía de justicia, armonía y paz. En nuestro acelerado mundo, muy a menudo los problemas generalizados de desequilibrio, injusticia, pobreza y marginación alimentan el malestar y los conflictos, y generan violencia e incluso guerras”.
“La guerra en Ucrania se cobra víctimas inocentes y propaga la inseguridad, no sólo entre los directamente afectados, sino de forma generalizada e indiscriminada hacia todo el mundo; también afecta a quienes, incluso a miles de kilómetros de distancia, sufren sus efectos colaterales —basta pensar en la escasez de trigo y los precios del combustible—“.
“Ya no podemos pensar sólo en preservar el espacio de nuestros intereses personales o nacionales, sino que debemos concebirnos a la luz del bien común, con un sentido comunitario, es decir, como un “nosotros” abierto a la fraternidad universal. No podemos buscar sólo protegernos a nosotros mismos; es hora de que todos nos comprometamos con la sanación de nuestra sociedad y nuestro planeta, creando las bases para un mundo más justo y pacífico, que se involucre con seriedad en la búsqueda de un bien que sea verdaderamente común”.
“Estamos llamados a afrontar los retos de nuestro mundo con responsabilidad y compasión. Debemos retomar la cuestión de garantizar la sanidad pública para todos; promover acciones de paz para poner fin a los conflictos y guerras que siguen generando víctimas y pobreza; cuidar de forma conjunta nuestra casa común y aplicar medidas claras y eficaces para hacer frente al cambio climático; luchar contra el virus de la desigualdad y garantizar la alimentación y un trabajo digno para todos, apoyando a quienes ni siquiera tienen un salario mínimo y atraviesan grandes dificultades”.
Precisamente desde la toma de mando de la presidente del Perú, Dina Boluarte, hemos visto cómo las ideologías se tratan de imponer a la cordialidad fraterna que nos une ya en dos siglos de libertad e independencia, con la coyuntura de que hoy son más los gobiernos de izquierda que de derecha en Iberoamérica. En el esfuerzo que hacen todos nuestros pueblos para dirigirnos al bien común de serenidad y progreso, no podemos imponer a los demás países del bloque iberoamericano los programas de gobierno de cada presidente vencedor, que por cierto tiene un corto límite en su periodo de gobierno, otorgado por la voluntad general de los pueblos, en elecciones -se supone- libres.
El Informe Mundial de la Felicidad (WHR) creado por la ONU mide la felicidad utilizando seis variables: ingresos, libertad, confianza en el gobierno, esperanza de vida saludable, apoyo social y generosidad. Elabora un ranking de 150 países dominado por Finlandia, Dinamarca, Islandia, Suiza y Holanda. Está pensada más en un bienestar material y social que en una visión trascendente, pero es interesante ver que entre las primeras naciones no hay ninguna iberoamericana. Todas son de Europa central y del norte. Costa Rica, con el número 23, es el primer país iberoamericano de este estudio (20 de abril de 2022).
Es la conciencia colectiva del bien común iberoamericano, por encima de ideologías caducas, lo que a la postre permanece en nuestra civilización y en nuestra cultura. Una manera de ser cristiana, amable, democrática, que se esfuerza por cumplir sus cartas magnas y su legislación nacional, teniendo en cuenta que queremos que la verdad, la belleza, la solidaridad sin fronteras, la unidad en lo esencial, y un mejoramiento social y económico, sean valores permanentes, tantas veces a pesar de nosotros mismos.