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Adriana Lecouvreur

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Manon Lescaut

Manon Lescaut

ADRIANA LECOUVREUR MANTIENE UN SITIO prominente en el repertorio operístico. Es conocida como la ópera de los amantes de la ópera. Y realmente se gana ese título con creces. Por un lado, explora ese maravilloso mundo conocido por el Teatro, con la vida del escenario y del backstage. Pero, sobre todo, explora el personaje y el poder de una mujer conocida como la Diva. Adriana Lecouvreur de Cilea está basada en cierto modo en una historia real. Hay que indagar un poco para poder separa lo real de la leyenda. Y esto es parte del encanto de este drama. Está basada en la vida real de una artista del siglo XVIII llamada Adriana Lecouvreur, una mujer que fue una notable personalidad de la época. Se encontró a sí misma en el escenario desde una edad muy temprana, y rápidamente se convirtió en la estrella del teatro francés. Estuvo envuelta en mil y una intrigas, tanto

en escena como fuera de escena, y fue lo que hoy llamaríamos una celebrity. Adriana vive y muere de una manera espectacularmente fashion. Su muerte fue prematura, y rápidamente empezaron a circular muchos rumores acerca de ella y de su envenenamiento de una manera muy inusual, por unas flores envenenadas enviadas por su rival en el amor. Cilea tomó esta leyenda, y la transformó en una memorable ópera.

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El personaje principal se ha convertido en uno de los personajes más encantadores del mundo de la ópera, y es fácil ver el por qué. Ella es muchísimas cosas, pero una de las más importantes es, sin duda, que es una mujer enamorada, lo cual siempre es irresistible. Pero más que eso y principalmente, es que ella es una estrella. Y ella lo proclama justo al principio de la ópera cuando ella canta su famosa aria Io son l’umile ancella del Genio creator, es decir, yo soy la humilde servidora del Genio creador. Esta aria es mucho más que un aria de presentación. Ella está reclamando un privilegio en una posición privilegiada, prácticamente sólo un sacerdote se proclamaría a sí mismo como un sirviente del Creador. Esto hace de ella una Diva, una especie de diosa.

Una de las historias de Adriana, la cual está basada en un hecho verdadero, fue su real affaire con Maurice, el Conde de Sajonia, tema de estrella de conversación entre muchos escándalos de la época. Él era un hijo ilegítimo del Rey de Polonia, nada menos, y se convirtió en un importante general francés. Este es interpretado en la obra por el personaje de Maurice, y fue escrito por Cilea nada más y nada menos que para Enrico Caruso. La ópera requiere de un tenor que sea convincentemente deslumbrante, bravo, el cual tenga a las mujeres de París locas, como en su día las tenía el verdadero Conde de Sajonia, y prácticamente dispuestas a matar por él. Y, en cierta manera, Cilea cumple con este objetivo. Él hace un personaje atractivo, poderoso, y lo hace con una irresistible melodía en su aria La dolcissima effigie.

Además, tenemos un atractivo personaje también escrito para mezzosoprano, el caso de la Princesa de Bouillon, una de las mujeres más celosas de la ópera. Es una mujer que suele hacer todo a su manera en la vida siempre, y tiene una de las más confrontaciones de la ópera con su rival, la protagonista de la historia. Ellas se encuentran bajo misteriosas circunstancias. Está demasiado oscuro para reconocerse la una a la otra,

pero se pueden dar cuenta las dos que están enamoradas del mismo hombre, Mauricio.

La ópera evoca un tiempo en la historia único, el siglo XVII y la era Rococó. Es París y es el sitio más elegante donde puedas mirar. Cualquier acto o acción tiene una suprema importancia. La gente de la época de la composición en 1902, miraba atrás en el tiempo, y miraba esa época como preguntándose acerca de que era todo eso, que era aquello tan bello y quizás excesivo, su arte, su arquitectura, sus refinamientos... Es una interesante historia sobre la historia. Todo ello está en la ópera recogido con una maravillosa música evocativa de la época francesa del Rococó, pero interpretado a la manera de un compositor italiano verista.

Cilea también describe la vida del backstage, la vida entre bambalinas. Y el teatro, con todas sus supersticiones y rivalidad. Y lo hace de una manera profunda, nada superficial. Cualquiera que ame el teatro y haya tenido contacto con él reconocerá todo esto. Incluso hay un director de escena, el personaje del barítono, Michonnet. Es muy simpático, y está enamorado de Adriana también. Hay una conexión real entre los mundos de escena y fuera de escena. Y ella une los dos mundos de una manera notoria en la escena del acto tercero. Es una fiesta en el Palacio. Hay intrigas y la gente está chismorreando a cerca del triángulo amoroso que parece estar arruinando la vida de Palacio. Adriana tiene que recitar, en el sentido antiguo de la palabra, y se convierte en uno de los grandes momentos de la ópera italiana. Ella elige recitar un pasaje de Racine, uno de los autores más importantes del teatro francés, en el cual acusa de muchas cosas a la Princesa, todo por supuesto de manera muy superficial y como artista, para no levantar sospechas. Por lo que este mundo superficial de apariencias frente a significado representa muy bien el teatro francés del siglo XVIII, convirtiéndose en un gran momento dramático, ¡un momento hablado en la ópera italiana!

El personaje de Adriana se ha convertido en uno de los más apreciados entre las divas más importantes. Divas como la Tebaldi, la Scotto, Caballé entre muchas otras, y es fácil ver el por qué. Desde el primer momento que aparece en escena, hasta cuando ella hace su credo artístico, con sus recitaciones de Racine y su confrontación con los otros personajes, pero sobretodo su amor, ella es, en esencia, cualquier mujer en el sentido operático de la palabra Diva, y, por tanto, sobre la ópera en sí mismo.

[ 176 ] Fernando Torner

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