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El muñeco de chapitas

Miguel Salguedo Salvador / Médico Internista

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Como todas las mañanas al Barrio Chino, exactamente al Chifa San-Joy-Lau y Ton-Kin-Sen, para recoger las chapitas de cerveza y de gaseosas.Era la Lima 1963. Me metía sinvergüenza detrás del mostrador, y las recogía, tanto molestaba al mozo que ya me esperaba en más de una oportunidad con una bolsa de chapitas y me decía “Aquí tienes tus chapas y no fastidies”;mientras, en la radio se escuchaba:“Me voy pa’ la Habana y no vuelvo más, el amor de Carmela me va a matar…”.

Salíamos contentos, yo y mi amigo Fico, corríamos a la quinta del jirón Huallaga y comenzaba la faena de aplanar las chapas piedra o con martillo, hasta donde podíamos, para luego aplanarlas definitivamente en los rieles del tranvía que pasaba a las 5 de la tarde. Luego de eso, nuestros “taps” lucían relucientes y era satisfactoria después la creación de nuestra imaginación, porque no solo jugábamos con ellos, así por así, sino que con nuestra imaginación hacíamos diferentes cosas: sillas, mesas, roperos, autos, buses, etc. Después los vendíamos en la Plaza Italia, teniendo por testigo a la Iglesia de Santa Ana.

Un día Fico y Manolo propusieron: “¡¿Por qué no hacemos un robot con las chapitas?!”. Muy bien pues, pusimos manos a la obra.

Los tres éramos asiduos concurrentes a la “Sección Niños” de la Biblioteca Nacional, en la Avenida Abancay, así que nos nutríamos de bastantes libros de cuentos para nuestra edad. Uno de los libros de robots fue a parar en las manos de Fico, lo cual fue definitivo para la elaboración de nuestra inquietud infantil.

- El robot ya está tomando forma, Miguel dijo Fico Tienes que ayudar.

- Por supuesto, falta mi mano.

- Cada día nuestra obra maestra tenía más vida.

- Qué bonito nos está quedando. Solo falta que hable decía Manolo.

- Pero faltan más chapitas. Un montón añadía Fico.

Así que otra vez había que entrar intempestivamente al mostrador de los chifas referentes del Barrio Chino, mientras, en la radio Lima se escuchaba a Nelson Pinedo: “La gente dice que soy el muñeco de la ciudad”.

Pasaron días pacientes y no tengo memoria de cuántos, exactamente, nos pasamos en nuestra creación, y esperando también a nuestro cómplice, el tranvía, que pasaba a la 5 de la tarde para que nuestra materia prima luzca fina.

Al día siguiente, después de que ya estaba completo el robot, nos reunimos en el patio de nuestra quinta. Yo tenía que decirles que soñé que el robot caminaba y hablaba.

- ¿Y qué te decía, Miguel, por favor, no me vendas en la Plaza Italia?

- Qué curioso, yo también soñé lo mismo dijo Manolo.

- Decidimos no venderlo. Ese día al muñeco de chapas lo guardó Fico, y al día siguiente nos buscó asustado, lleno de pánico.

- Tienen que venir a verlo, el robot camina y habla..!

- No puede ser contesté.

Manolo y yo fuimos corriendo al cuarto de Fico y encontramos al muñeco de chapas que decía: “Creación, creación, fantasía, fantasía, fantasía, fantasía”, y ¡caminaba!

Usábamos pantalón corto y estudiábamos en el colegio “La Rectora” del jirón Miroquesada. Estábamos en primero de primaria. En la radio se escuchaba al “Carreta” Jorge Pérez: “A levantarse muchachos y a lustrar sus zapatos con Nugget…”.

Nunca, por ningún motivo, nos olvidábamos de nuestro muñeco chapas. Hasta ahora existe, solo que no camina y no habla; está en la casa de Fico, en el jirón Huallaga, donde ahora elabora muñecos para fiestas infantiles al por mayor y los reparte por todo el Mercado Central. Manolo estudióLiteratura en San Marcos y se casó con una colombiana del barrio. Se fue a vivir a Bogotá y trabaja como profesor en una universidad local.

La última vez nos reunimos después de 25 años en el Chifa San- Joy-Lau. Alegres recordamos nuestro colegio y las chapitas. Al final de nuestro encuentro, los tres concluimos: “Si queremos, hacemos que el muñeco hable ahora”.

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