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Woodstock: 52 años después (Parte 2)

“Woodstock 94”

Aland Bisso Andrade / Médico Internista

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Hola, soy Mike ¿Me recuerdan? Mis padres, integrantes de una comunidad hippie, me llevaron a Woodstock y ahí cumplí 11 años, el 17 de agosto de 1969. Estar de cumpleaños en un festival con leyendas vivas del rock fue el mejor regalo en vida que alguien de mi generación pudo recibir. Nadie podía imaginar en ese momento la trascendencia que tendría Woodstock 69. Su historia ha sido contada a través de registros fílmicos, entrevistas y miles de anécdotas. Algunos invitados desistieron de ir porque consideraron que se trataba de “un festival más de verano”. Después lo lamentaron. Led Zepellin prefirió dar un concierto en New Jersey; Bob Dylan, pese a que vivía en el mismo pueblo Woodstock, tenía un conflicto con los hippies y se fue a otro festival; John Lennon puso como condición la presentación de la Yoko Ono´s Plastic Band y fue rechazado; Tommy James y The Shondells declinaron la invitación porque les dijeron que el festival se realizaría en “una granja que criaba cerdos”.

Los conservadores, los políticos, la policía y hasta la iglesia, dijeron que Woodstock había sido una apología al desenfreno; que el rock solo deparaba violencia, sexo y drogas. En Woodstock nadie murió por violencia y solo un chico falleció por sobredosis. Un adicto que igual hubiese muerto en un callejón de Brooklyn o sobre su cama. Es probable que el negocio de las drogas haya favorecido más al departamento de justicia, puesto que los arrestados por posesión de LSD debían pagar una fianza de veinte mil dólares para quedar en libertad. Yo solo vi gente feliz. Gente que cantaba, bailaba y que reclamaba el fin de la guerra con Vietnam. Pese a que mis padres y la gente de su comunidad fumaban marihuana, me criaron en un ambiente de paz, amor y respeto. Nunca pusieron un cigarrillo de hierba en mis manos. Cuando decidí hacerlo ya tenía 16 años y más allá de un dolor de cabeza que me duró dos días, nunca más repetí la experiencia. Mi padre, además de tocar la guitarra, era agricultor y me cultivó el amor por la música y la naturaleza. Mi madre cantaba todo el tiempo, gustaba de pintar y nunca se despegaba de mi hermana Helen.

Banda de música. New Orleans

Apenas tres años después de Woodstock, nuestra comunidad hippie se disolvió. Nos fuimos a vivir a la pequeña finca de mis abuelos paternos, en Virginia. Ellos nos recibieron con los brazos abiertos.

Tenían un restaurant de carretera que recibía clientes las 24 horas del día y necesitaban ayuda. Mi madre reinventó el decorado con adornos y pinturas psicodélicas y mi padre, con su guitarra, tocaba blues y música folk para los comensales. Pronto, además de camioneros trasnochados, el restaurant empezó a ser visitado por rockeros nómades, hippies en retirada, viajantes de toda clase y hasta por los Hells Angels, barbudos motorizados que escogieron nuestro local como lugar de parada obligatoria para atiborrarse de cerveza, salchichas y hamburguesas. Todo iba bien, pero con el correr del tiempo sentí que ya no era un lugar para mí. Al terminar la escuela me fui a New Orleans, a casa del tío Jack, hermano mayor de mi madre, viudo sin hijos, dueño de una tienda de instrumentos musicales cuyo prestigio le permitía ser visitado a menudo por los mejores músicos de la ciudad, como Ry Codder, Allen Toussaint y Fats Domino, entre otros. Convencí al tío Jack para que hiciera una sala de grabaciones y me matriculé en la escuela de música de la Universidad de Loyola de New Orleans. Estaban de moda las bandas de instrumentos de viento (brass bands) que, además de invadir los desfiles callejeros, poblaban teatros y toda clase de escenarios populares. Toda esa ebullición no podía ser desperdiciada y nuestro proyecto fue un éxito. Cuando mi padre fue a visitarme en 1982, me encontró en una sesión de grabación nada menos que con el legendario Huey “Piano” Smith. Estudiar música y trabajar en un estudio de grabaciones fue algo grandioso. Con la fusión del jazz y el soul, vi nacer el funk. El rock se nutría del blues, y el jazz crecía con ambos. Las sesiones “fusion” eran fabulosas.

En 1987 me casé con Kelly Dwigth, profesora de música y directora del coro universitario. Del 12 al 14 de agosto de 1994, en Saugerties, New York, se realizó el festival “Woodstock 94” para celebrar los 25 años de Woodstock 69. Con Kelly y mi hermana Helen, decidimos ir solo porque se presentarían Joe Cocker, Crosby-Still & Nash, Santana y Bob Dylan. Como este último no estuvo presente en 1969, fue presentado con la famosa frase: “Hemos esperado 25 años para oír esto: Señoras y señores, el Señor Bob Dylan..!”. El evento fue un éxito comercial (asistieron unas 300,000 personas), pero la esencia de lo vivido en 1969 no se volvió a repetir. El día 13 cayó una lluvia torrencial y en medio del lodo se declaró una batalla campal entre la banda Green Days y sus fans, con el saldo de cuatro muertos. Un desastre. No había espíritu de paz, de amor ni de nada, motivo por el cual el concierto fue apodado “Mudstock” (montón de fango). Quise reencontrarme con los espíritus de Janis Joplin y de Jimi Hendrix, fallecidos ambos a los 27 años de edad, en 1970, pero no los encontré. Los tiempos habían cambiado y solo me quedaba recurrir a sus discos y videos.

Estudiar música y trabajar en un estudio de grabaciones fue algo grandioso. Con la fusión del jazz y el soul, vi nacer el funk. El rock se nutría del blues, y el jazz crecía con ambos.

Carlos Santana en el Heritage Jazz Festival de New Orleans

En 1999, Carlos Santana se presentó en el Jazz & Heritage Festival de New Orleans (Ver foto). Al día siguiente de su presentación uno de los organizadores lo llevó a mi sala de grabación. Hablamos sobre Woodstock 69 y no pude dejar de poner el vídeo de “Soul sacrifice” para evocar mi inolvidable experiencia. Había pasado 30 años desde entonces y sentí que se cerraba un círculo en mi vida.

Mi padre falleció en el 2004 por cáncer de hígado, mi hermana Helen maneja su propia galería de arte en New York y mi madre, con sus 81 años, todavía pinta, canta los temas de Joan Baez, viste túnicas con adornos psicodélicos y baila descalza tal como lo hizo en Woodstock hace 52 años.

Bob Dylan

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