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Los peligros de las dietas en niños con autismo ¡Cuidado!
No sé con exactitud cuándo inicia la relación autismo-dieta, pero empezaré por el Protocolo DAN (Defeat Autism Now). Un protocolo biomédico basado en dietas de supresión, suplementación y desintoxicación por metales pesados.
Fue a finales de los 90´s que el ARI (Autism Research Institute) se convirtió en uno de los principales promotores de cursos e investigaciones biomédicas. De ahí, un grupo de individuos (casi ninguno con licencia médica) se autodenominó “Doctores DAN” y se decían certificados por el ARI. Finalmente, el Instituto se deslindó del Protocolo DAN en el 2011 y declaró que ellos no otorgan certificación alguna para el tratamiento del autismo.
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Sin embargo, así como el movimiento antivacunas no ha podido frenarse, los protocolos biomédicos se siguen multiplicando con distintos nombres y algunas variantes: Protocolo Kalcker, protocolo Nemechek, dieta Keto, dieta alcalina, dieta GAPS, Ayuno intermitente, entre otros. Siempre con estudios en niños que solo salen positivos en sus Laboratorios (como Great Plains) y con publicaciones de investigaciones con resultados y evidencias que no han podido ser replicados por otros investigadores.
En su libro “Una tribu propia”, Steve Silberman documenta precisamente todo el mercado que existe alrededor del autismo y que no tiene sustento científico.
Principalmente, cómo se entreteje una fraudulenta red, carente de escrúpulos y remordimientos por el daño que pueden causar.
Hoy en día, una de las fundaciones que más invierte en investigación es Autism Speaks, incluyendo la nutrición y mejora de hábitos alimenticios en personas con autismo. En sus publicaciones, documenta que las dietas de supresión no han demostrado mejoras en los síntomas de niños con autismo. Por el contrario, encontraron que “los suplementos y las dietas especiales para niños con autismo comúnmente resultan en cantidades excesivas de algunos nutrientes y deficiencias en otros” y aclara que, este desequilibrio los pone en riesgo de sufrir efectos adversos al consumir cantidades “potencialmente inseguras” de Vitamina A, Zinc y ácido fólico, mientras muestran deficiencias considerables en calcio y vitamina D.
Importancia de la nutrición
Y si, definitivamente una alimentación balanceada es muy importante para nuestros niños. Principalmente porque tienen patrones restrictivos de alimentación y porque una de las comorbilidades suele ser el trastorno de ansiedad que fácilmente conduce a trastornos gastrointestinales.
Por otro lado, si nuestro hijo se enferma del estómago, del oído o de cualquier otra cosa, por supuesto que va a presentar conductas disruptivas.
De ahí la importancia de vigilar el bienestar general de nuestro hijo y poner atención a lo que su conducta me está comunicando. Sin embargo, cuando asumimos que la alimentación es la única variable por cambiar, quizás estamos pasando por alto otras circunstancias que pudieran estar provocando estas manifestaciones en el niño. Desde retos pequeños hasta fracturas, apendicitis, reflujo o incluso, violencia física en su entorno.
¿Tenemos un segundo cerebro?
A grandes rasgos, las dietas en el autismo se sostienen en hipótesis que relacionan, una deficiente salud de la microbiota intestinal, alergias, toxicidad y la dificultad que algunos niños podrían tener para metabolizar algunas proteínas, lo cual impactaría en la sintomatología del autismo. Incluso hay quien afirma que, cambiando la dieta, el autismo desaparece.
Y aunque dichas hipótesis no se han podido comprobar, de pronto encuentran justificación en las investigaciones acerca del eje intestino cerebro, tomando con literalidad el término “segundo cerebro”.
Pues bien, la referencia no es porque efectivamente “pensemos” con el estómago. Aunque cuando tenemos hambre así parece.
Lo que sucede, es que no solo tenemos neuronas en el cerebro, sino que podemos encontrar neuronas en todo el cuerpo. Donde existe mayor concentración de neuronas, después del cerebro, es en el intestino y en el corazón. Sin embargo, al corazón nadie le llama “tercer cerebro”.
Ahora bien, el llamar al intestino “segundo cerebro” se debe a que estas células nerviosas tienen la capacidad de trabajar de manera autónoma, gestionar procesos digestivos y comunicarse con el cerebro para indicarle cuándo tiene hambre y cuándo ya no.
Y aunque existen estudios que sugieren una conexión entre la salud intestinal y el cerebro, estos estudios no son concluyentes para determinar si existe una relación causal de autismo.
Lo que si sabemos, es que las enfermedades digestivas pueden afectar la función cognitiva, el comportamiento y el estado de ánimo, en personas con y sin autismo por igual. En pocas palabras, la salud intestinal es importante, pero no pasa el autismo al cerebro.
Efectos adversos de las dietas
Aun así, muchas familias deciden emprender el camino de las dietas porque piensan que “si no le ayuda, tampoco le hace daño”. Sin embargo, es importante advertir que los cambios en la dieta pueden tener efectos secundarios no deseados y deben ser supervisados por un profesional de la salud.
Por ejemplo, la dieta libre de gluten y caseína puede llevar a una falta de nutrientes esenciales como calcio, vitamina D, vitamina B12 y hierro. En consecuencia, la ausencia prolongada de estos nutrientes desencadena enfermedades graves como anemia y osteoporosis.
Al mismo tiempo, puede llevar a una disminución en la ingesta de fibra, lo que puede causar problemas gastrointestinales, exacerbados por la ansiedad de llevar una dieta estricta.
Por otro lado, algunos de los riesgos de la dieta cetogénica o el ayuno intermitente son hipoglucemia, lo que conduce a bajo rendimiento cognitivo, diarrea o estreñimiento, cólicos y, en casos extremos fallas renales, hepáticas y cardiacas que pueden conducir a la muerte.
Otro problema es que las dietas hacen necesario suplementar. Y esto conlleva sus propios riesgos, los cuales minimizamos, ya que estos suplementos son de venta libre y tan sencillos de conseguir, que nos hacemos la ilusión de que le damos a nuestro hijo algo “natural” e inofensivo.
Sin embargo, en un estudio realizado en Estados Unidos en 2015, cada año 23,000 personas terminan en la sala de urgencias de un hospital por efectos adversos al consumo de suplementos. En primer lugar, por productos a base de hierbas y en segundo lugar por productos con micronutrientes (vitaminas y minerales).
Algunos de los efectos secundarios de la suplementación excesiva son daños hepáticos y renales, interferencia con otros medicamentos, reacciones adversas en estómago e intestinos y toxicidad por metales. Y así, volvemos al inicio, donde se supone que emprendemos una dieta para rescatar la microbiota, el sistema inmune y desintoxicar el cuerpo de nuestro hijo.
En conclusión
Hay que tener presente que la investigación sobre el uso de dietas para tratar los síntomas del autismo es limitada y los estudios existentes presentan resultados inconsistentes.
Si bien algunos de ellos han sugerido, que ciertas dietas pueden mejorar los síntomas de autismo, estos estudios son pequeños y no están bien controlados, por lo que es necesario realizar más investigaciones antes de recomendar dietas específicas para el tratamiento del autismo.
También, debemos tener presente que los problemas en la alimentación de personas con autismo tienen más que ver con sus procesos sensoriales, con sus rituales y la reducida flexibilidad para introducir cambios. Y claro, como cualquiera de nosotros, con sus gustos y preferencias.
Por otro lado, estoy convencida que, principalmente las madres, fuimos dotadas de grandes cantidades de fe y esperanza (indispensable para hacerle frente al día a día), lo que nos hace ver mejoría donde los investigadores no la encuentran.
Y así, de boca en boca y con las mejores intenciones, nos vamos recomendado lo que creemos nos funcionó sin tomar en cuenta que cada niño es diferente. Y cuando uno de estos protocolos llega a un niño con alguna predisposición renal o hepática, el daño puede ser irreparable.
Por eso, es importante advertir las consecuencias que traen consigo estos abordajes en la salud de nuestros hijos, cuando no están supervisados. Y en lugar de dietas, lo invito a ver a su hijo y al autismo desde una perspectiva social y de derechos, garantizando su integridad y su dignidad.
Observemos sus retos sensoriales, busquemos estrategias para introducir nuevos alimentos, nuevas texturas y nuevos sabores para balancear su nutrición. De esta forma estará más sano y, al mismo tiempo, le permitirá participar en más ocasiones sociales sin que la restricción en sus alimentos condicione también su convivencia.
En lo personal, tomo distancia de protocolos que en el nombre mismo rechazan a la persona autista: “Derrotemos el autismo ahora” (Protocolo DAN) o “Liga de Intervención Nutricional CONTRA Autismo e hiperactividad” (Linca).
Y si aún le quedan dudas, lo dejo con las palabras del Dr. Carlos Orellana Ayala hablando de quienes sugieren dietas a todos los niños con autismo sin estudios previos o historias alimenticias personales. “No es esta la forma en la que funcionan las ciencias de la salud, las decisiones se toman por evidencias y nunca para ver qué pasa. Cuando se proponen como tratamiento del autismo (las dietas) lo único que ponen en evidencia es el desconocimiento que se tiene sobre el autismo”.
Elena Romero Adame