2 minute read

A propósito del amor y la amistad

El amor y la amistad son regalos preciados, que una vez recibidos debemos guardar y conservar como un tesoro. Tolstoi.

La psicología es una ciencia que estudia el comportamiento humano y la psicoterapia es un elemento indispensable en el desarrollo emocional de la persona.

Advertisement

En el acompañamiento terapéutico que brinda el psicólogo clínico a su paciente, se da un encuentro entre dos seres humanos que tienen características comunes. Es ahí donde el terapeuta empatiza con el sufrimiento, ansiedad, angustia, soledad, abandono, amor, dolor, tristeza, alegría, etcétera, de su paciente porque, como ser humano, también lo ha sentido.

Heiz Kohut, psicoanalista vienés, menciona que “La empatía es una introspección vicaria, ya que solo mediante la reflexión en nuestra propia experiencia podemos entender cómo se siente una persona en circunstancias muy similares”.

La empatía desempeña un papel central en la interacción social, porque nos permite comprender el comportamiento de otra persona y seleccionar nuestra conducta social de acuerdo a tal interpretación. En tales situaciones el terapeuta es un ser humano que, frente al relato de sus pacientes, vive, sufre, siente, goza, disfruta, ama, anhela, etcétera, igual que cualquier ser humano.

Hace poco tiempo uno de mis pacientes me relató sobre un amor que tuvo en su juventud y que no había olvidado, incluso mencionó que cada 14 de febrero la recuerda con mucho cariño. Él después de terminada la relación con ella tuvo otras novias y finalmente se casó, a ella no la volvió a ver.

Este relato, sobre haber tenido alguna pareja antes de la persona con la que se casó, es un tema muy común, pues los seres humanos tenemos la virtud de poder enamorarnos varias veces, antes de decidir casarse con “la persona indicada”.

En esta ocasión, tratándose del mes del amor y la amistad, permítanme no hablar de casos clínicos, sino de humanos. Y por lo tanto me atrevo a escribir un relato corto, en lugar de un caso clínico.

El vestido de flores

Usaba un vestido estampado, en tonos pastel. Las flores, eran pequeñas lilis y rosas blancas. Era de corte recto y manga sencilla. Lo compré para un cumpleaños... ¿número?... no recuerdo, o no quiero recordar.

Fue mi entrada a lo tradicional, que duró poco, por cierto. En menos del tiempo pensado, volví a mis jeans y camisas holgadas y a los tacones bajos.

Pero en ese tiempo lo conocí. Él era apuesto, sensible y muy buen conversador... cosa rara en un hombre. Y quedé prendada de su galanura, de sus pasos lentos igualando los míos, de su sonrisa diáfana y franca y de sus ojos negros de mirada sombría.

Vivimos momentos únicos, disfrutamos todo lo que se podía disfrutar, Le dimos rienda suelta al amor, ese sentimiento que nació al por mayor en los dos.

Y, en ese resplandor de amor y descubrimiento, en esa vorágine sin fin, casi casi tocamos la luna con los dedos.

Yo vestía tacones y él, tenis; yo un vestido de flores tenues y él, camisa azul y pantalón beige. Fuimos dos en uno; uno siendo dos. Perennemente unidos en un todo.

El tiempo pasó demasiado pronto, nos fuimos por caminos diferentes. Y no supe más de él.

Así lo recuerdo. Así es mejor recordarlo, para vivir en paz.

Para cerrar este artículo, diremos que el psicoterapeuta es una persona que se enamora, tiene sentimientos, sueños, anhelos y amores guardados igual que cualquier otra persona.

Y, respecto a la prevalencia sobre el enamoramiento. El doctor Eduardo Calixto, investigador del departamento de Neurobiología del Instituto Nacional de Psiquiatría de México, nos dice que enamorarse y amar son funciones relacionadas con 29 áreas del cerebro, y que el ser humano está preparado para enamorarse 7 veces en la vida.

This article is from: