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Internet forestal

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El control de las poblaciones faunísticas

Carlos Otero Muerza Dr. Ingeniero de Montes

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La Pandemia Durante los días en que la mayoría de los españoles hemos estado recluidos en nuestros hogares guardando un prudente confinamiento, uno de los hechos a destacar en términos puramente ecológicos es que hemos renunciado a nuestras áreas de ocupación . Nuestros hábitats urbanos y rurales han quedado solos, abandonados y disponibles para otro tipo de vertebrados e invertebrados, que desde luego no han renunciado a la oportunidad de explorarlos. Han hallado condiciones ecológicas favorables para una ocupación temporal –no les vamos a dar tiempo a más–, pues nuestro confinamiento no ha sido tan largo y prolongado, pero hubiese podido tener carácter más permanente de haber perdurar en el tiempo; y si no, recordemos la región de Chernóbil (Ukrania) sin salir de Europa. El proyecto Wildlife Estates, que otorga certificados de calidad para aquellos territorios que tienen una gestión faunística excelente, analiza pormenorizadamente durante su proceso de evaluación varios Indicadores Específicos relativos a la gestión del medio. El primero y más importante de estos indicadores estudia lo que se ha denominado el Umbral de Tranquilidad 1 , que viene a su vez determinado por otro parámetro ambiental que hemos llamado Nivel de Quietud 2 . Cada ecosistema natural, cada agrosistema o cada entorno urbano o semiurbano, posee un valor diferente de Nivel de Quietud, que condiciona su Umbral de Tranquilidad. Pues bien, queda claro que antes de la pandemia que nos ha tenido recluidos en casa, los ecosistemas tenían un Nivel de Quietud que sin ser conscientes hemos modificado durante el confi

1 Podemos definir el Umbral de Tranquilidad como el grado de normalidad que debe reinar en un territorio para que se produzcan los intercambios e interacciones naturales entre la fauna y su entorno, de modo que se garantice la existencia de un equilibrio ecológico y la permanencia de la capacidad de respuesta y la capacidad de recuperación en este ecosistema ante situaciones de crisis naturales. 2 El Nivel de Quietud previo del territorio, que reúne un conjunto de factores que pueden afectar a la tranquilidad del territorio, y que normalmente son ajenas a la gestión interna del mismo. Algunos de estos factores considerados son la distancia a núcleos urbanos y su nivel de población, la presencia de visitantes y/o furtivos, la cuantificación de vías públicas que lo atraviesan o lindan con el mismo o la cercanía a vertederos. Si este Nivel de Quietud es bajo, es decir, si existen muchas perturbaciones ajenas a la propia gestión del territorio, deberá ponerse más interés en las medidas de vigilancia para garantizar el Umbral de Tranquilidad adecuado.

Corzo en el barrio de Parquesol (Valladolid), durante el confinamiento (abril 2020) namiento. Involuntariamente lo hemos mejorado, ampliando el Umbral de Tranquilidad en todas las biocenosis terrestres, palustres y marítimas. Este Umbral de Tranquilidad es el parámetro que encierra el verdadero atractivo en un ecosistema para la fauna. Pues este podrá tener una extraordinaria abundancia de alimento o de agua, de recónditos parajes o añosos bosques, pero si ese ecosistema no goza de esa tranquilidad y sosiego que resultan esenciales para la fauna... esta sencillamente desaparece o se ausenta . No debe extrañarnos por tanto la presencia de una ballena jorobada en una marina de la costa de Sonora (México), la presencia de tres rorcuales aliblancos hace unos días en la costa de Málaga, la de flamencos comunes en las playas del País Vasco francés, las cabras monteses paseándose por el vecindario de Chinchilla (Albacete) o Zuheros (Córdoba), el intrusismo de conejos en el campus universitario de Villanueva de la Cañada (Madrid), o la cotidiana invasión de jabalíes en tantísimos municipios de toda España. Estos hechos y otros muchos que se habrán dado y no han podido ser documentados, o no hemos tenido la ocasión de ver, han llamado poderosamente nuestra atención y han puesto en evidencia otro hecho del que todos deberíamos congratularnos, que es la actual abundancia de ciertas especies faunísticas.

Las sobrepoblaciones faunísticas Según el estudio realizado en 2018 por el Colegio de Ingenieros de Montes de España, relativo al análisis de las poblaciones de ungulados silvestres, y en el que colaboraron las Administraciones autonómicas, se estimaba una población en España de 1.250.000 reses cervunas y 1.500.000 jabalíes, atendiendo a lo reflejado en las estadísticas de capturas oficiales declaradas. Estas cifras se corrigieron al alza en sucesivas discusiones con otros especialistas, estimándose para el año 2020 unas poblaciones finales de 1.500.000 reses cervunas y de 3.000.000 – 3.500.000 jabalíes en España. Si a estos casi 5 millones de ungulados silvestres, sumamos las poblaciones de corzos, gamos, muflones, arruís, rebecos y cabras monteses, estaríamos hablando de una cifra total que rondaría los 5,5 – 6 millones de cabezas de ungulados silvestres en España. Estos casi 6 millones de cabezas ocupan en la naturaleza, salvo contadas ocasiones, los ecosistemas de peor calidad, habitualmente montes remotos y áreas secas y pedregosas, con suelos pobres, zonas abruptas y lejanas; porque los mejores sitios, con buenos y productivos suelos, los fértiles fondos de valle, las planicies mesetarias o las llanuras aluviales, las hemos ocupado nosotros con nuestra agricultura y con nuestros más de 50 millones de cabezas de ungulados domésticos (sin incluir el ganado equino), que conviven con nosotros. No es de extrañar por tanto que aquellos ungulados silvestres que hemos relegado a ecosistemas de peor calidad, exploren otros ecosistemas con mejores condiciones naturales a la primera oportunidad... y desde luego, durante nuestros recientes días de confinamiento han tenido una oportunidad de oro para hacerlo. En cambio la fauna menor, que constituye la base de nuestra pirámide trófica y de la que se alimentan predadores de todo tipo -y entre esta fauna, la que se encuentra en nuestros agrosistemas, como perdiz roja, conejo, liebre ibérica, paloma torcaz, paloma bravía, aves esteparias y algunos reptiles, como el lagarto ocelado- ha evolucionado de modo dispar. Casi todas las aves que nidifican en el suelo, con polladas nidífugas (perdiz roja y aves esteparias), mamíferos como la liebre ibérica, o el lagarto ocelado, por citar sólo algunos, están en regresión. Y remarquemos su carácter terrícola. Otras especies arborícolas como la paloma torcaz, están en expansión. La tórtola común está en regresión, acompañando en este declive a la codorniz, que son dos especies que pasan media vida -literalmente- fuera de España. Remarquemos también este punto.

Garza real (Ardea cinerea), cazando tranquila durante el confinamiento (abril 2020 en Pollos, Valladolid). No es habitual que se aproxime a los caminos

Jabalíes en el mirador de Montbau (Barcelona)

El conejo es especie terrícola, como la liebre ibérica, pero posee dos características únicas: una dinámica poblacional poderosa y la capacidad de excavar galerías subterráneas que de algún modo mitigan sus pérdidas por predación. Sin embargo, al conejo le aquejan otros varios problemas letales, como son la mixomatosis, la neumonía vírica o el nuevo virus genéticamente desarrollado y aplicado por el gobierno australiano sobre sus poblaciones de conejos, el RHDV1 K5, cuyos letales y perdurables efectos habremos de sentir en Europa a poco tardar. Las poblaciones de conejo tienen una foto fija bastante desconcertante, pues junto a poblaciones boyantes (detrás de las cuales casi siempre hay un gestor hábil y conocedor de su oficio) hay otras que no levantan cabeza. Son estas poblaciones las que en ocasiones causan daños a la agricultura y son las que hay que controlar.

Intrusos y populosos Volviendo a los comportamientos que hemos observado en nuestra fauna en estos dos últimos meses, no hemos de confundir intrusismo con sobrepoblaciones. Algunos vertebrados ya eran muy abundantes, rozando en algunos casos densidades de riesgo antes de la reciente pandemia. Hay poblaciones de jabalíes y cérvidos que hay que reducir y hay poblaciones de cabras montesas sobre las que habría que actuar urgentemente, antes de que epidemias o enfermedades de difícil erradicación y potencialmente de enorme impacto para la cabaña ganadera lo hagan por nosotros, afectando gravemente también a otros ámbitos como la biodiversidad de los ecosistemas y su flora y fauna, además de a la agricultura y ganadería. Y lo mismo acontecería con algunas poblaciones de conejo de monte, como ya hemos mencionado, tan escaso o desaparecido en algunas zonas, tan sobreabundante en otras. El conejo provoca daños de consideración en cosechas, cultivos frutales, vides, regadíos y huertos, que hay que reducir y paliar en la medida de lo posible. Normalmente el control de poblaciones es una operación que nos atreveríamos a definir como quirúrgica, pues se actúa sobre ejemplares determinados o núcleos poblacionales previamente identificados, reduciendo sus daños y regulando su población hasta límites tolerables, que permitan compatibilizar sus densidades con nuestros aprovechamientos agropecuarios, y de paso, favoreciendo además la conservación del medio y la propia salud del conjunto de las especies faunísticas. S

Perdiz roja (Alectoris rufa) durante el confinamiento (abril 2020) en la carretera de Sieteiglesias de Trabancos a Nava del Rey (Valladolid)

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