GONZALO FUENMAYOR Esplendor
Gonzalo Fuenmayor nació en Barranquilla en 1977. Estudió Bellas Artes y Educación de Artes en School of Visual Arts, en Nueva York, donde se hizo merecedor a una beca completa ofrecida por The Keith Haring Foundation. Obtuvo su Maestría en Bellas Artes en el School of The Museum of Fine Arts de Boston, MA en el 2004. Desde 1999 ha participado en exposiciones colectivas e individuales en Colombia, Estados Unidos, y Europa. Entre las distinciones que ha recibido se destacan: Segundo Lugar en el Concurso Nacional de Pintura BBVA 2006, Mención de Honor en la III Versión del Premio Fernando Botero 2007, Mención de Honor en el II Concurso Arte Joven - Colsanitas 2009, además de figurar en los “Flat Files” del Drawing Center de Nueva York. En 2009 fue seleccionado para participar en el Pabellón Artecámara en la Feria Internacional de Arte de BogotáArtBo, en el XII Salón Nacional de Artistas-Zona Caribe en Cartagena y en el IV Salón Bidimensional- Fundación Gilberto Alzate Avendaño. Actualmente vive y trabaja en Miami.
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Adornando un fruto con un pasado turbio y trágico Entrevista con María Belén Sáez de Ibarra
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cada vez más fluida. Conceptos como nacionalidad y memoria han estado latentes en mi trabajo desde el comienzo, y estar lejos de mi país le ha dado a éstos aún más relevancia, sobretodo en mi trabajo más reciente. Creo que los muebles-plantas tienen el potencial para camuflarse y subvertir el espacio en que habitan. M.B.S.: ¿Crees que el colonialismo es un fenómeno vigente en el macrosistema político actual? G.F.: Definitivamente. La pregunta que me hago es: ¿Quién es el colonizador y quién el colonizado? Ya que no se remite únicamente a lo político, sino también al lenguaje y a la cultura. Estas relaciones de poder no están claramente definidas como en otras épocas, haciendo más incierto el panorama. M.B.S.: Hay algo que le da mucha fuerza a este trabajo y es que los objetos tienen una carga fantasiosa, propia de la ficción. ¿Existe una ironía detrás? G.F.: La ironía está latente en cada uno de los dibujos. La yuxtaposición de lo barroco y el esplendor de un colonialismo despiadado, con una fruta asociada a la decadencia y violencia, desencadena el potencial para la fantasía. Me interesa que la imagen híbrida interrumpa y altere las asociaciones naturales que se tienen, dándole rienda suelta a nuevas percepciones. Me imagino palacios del siglo XVII llenos de racimos colgantes, al igual que senderos de plantaciones de banano iluminados con candelabros. Es muy cinematográfico y atmosférico lo que estoy buscando… es más de sensaciones y evocaciones. M.B.S.: ¿Qué crees que puedan causar estas imágenes que parecieran tener vida propia, vegetal y retorcida, en la psiquis de quien las observa? G.F.: Para mi hay un poco de humor negro, de misterio y de absurdo en estos nuevos dibujos. Creo que cautivan por las formas aparentemente conocidas como son los muebles o los candelabros, que a su vez desconciertan y generan una serie de cuestionamientos alrededor de la identidad y el contexto. M.B.S.: Hace un tiempo vienes trabajando con el dibujo. Vemos unos carboncillos de gran formato en tu reciente trabajo que presentan una posibilidad muy especial de generar luz y fuego. ¿Quieres hablar un poco de esto? Abstracción por el ritual 1 y 2 / Grafito sobre papel / 57 x 57 cm c/u / 2006
sta conversación mantenida a distancia entre María Belén Sáez de Ibarra, quien actualmente está encargada de la Dirección Nacional de Divulgación Cultural de la Universidad Nacional de Colombia, y Gonzalo Fuenmayor nos acerca al esplendor de una obra que dialoga con el pasado. MARÍA BELÉN SÁEZ: Te refieres a tu última serie Esplendor como a un proceso de indagación sobre la cultura Victoriana de la Colonia en relación con los grandes cultivos controlados por los terratenientes, en este caso el plátano, utilizando las matas en simbiosis con objetos suntuarios de las casas de la época. Esta relación es muy potente. ¿Cómo la expresas simbólicamente? GONZALO FUENMAYOR: Esplendor agrupa una serie de dibujos que exploran el vínculo entre lo decorativo y lo trágico, y su relación con la memoria y la identidad, a través de la fusión de candelabros victorianos y otros muebles de la época, con racimos de bananos. El injerto visual intenta poner en diálogo el esplendor de una era colonial, con la decadencia asociada a un fruto que ha sido protagonista trágico del conflicto en Colombia. De Ciénaga a Urabá, desde 1928 hasta hoy, el banano ha adornado una realidad que no se quiere mirar. Cabe anotar que el banano ha sido parte fundamental en mi discurso visual. Empecé pintando bodegones gigantes de tan solo bananos y poco a poco fui ampliando mis búsquedas a otras connotaciones. Mi intención era romántica y política. Quería pintar una violencia no vivida, usando como pretexto una imagen lo suficientemente resbalosa para evocar temas que me interesaban. En esta última serie lo decorativo cobra más importancia, adornando de manera suntuosa un fruto con un pasado turbio y trágico. M.B.S.: ¿Estos muebles-plantas podrían parecer hoy parte de una estética de formas de la vida colonial que perviven? G.F.: Yo creería que sí. Estas imágenes híbridas nacen de la fascinación con la poesía que emana de la intersección entre lo propio y lo ajeno; lo local y lo global, el presente y el pasado. Vivir por fuera de Colombia por tanto tiempo me ha generado maneras alternas de negociar una identidad que se vuelve
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Musas mudas / Instalación / 2006
G.F.: Tanto el formato, como el uso del carboncillo para generar luz han sido esenciales en esta nueva serie. Por un lado, era primordial que la escala de las imágenes fuese muy cercana al objeto que reverenciaba, agrandando el tamaño del dibujo considerablemente. Por otro lado, los dibujos requerían de mucha planeación ya que partía de un fondo completamente blanco, haciendo que tanto la luz como la oscuridad tuviesen un papel protagónico. La iluminación, ya sea con brillos o llamas, es lo que formal y conceptualmente une y le da vida a mis injertos; es el rayo que le da pulso al Frankenstein… M.B.S.: ¿Conoces la obra del colectivo cubano Los Carpinteros? Ellos han trabajado el dibujo recreando también imágenes ficcionales cargadas de sátira a las formas de vida coloniales, retorciendo para ello la realidad de los objetos y la arquitectura del entorno del hábitat cotidiano hacia imágenes muy fuertes de objetos un tanto absurdos. Veo una cercanía en la estrategia que ellos utilizan y la tuya teniendo en cuenta que comparten un origen geográfico y una cultura con un registro casi feudal. G.F.: Siento gran afinidad hacia su obra. Resalto el sentido del humor en sus imágenes ficcionales, y una cierta elegancia en la ejecución de los dibujos y esculturas. Los considero un referente importante para lo que estoy indagando actualmente. M.B.S.: Los Carpinteros han recurrido a la tercera dimensión para sus objetos absurdos, aunque muchos de sus dibujos parecieran imposibles de realizar. ¿Has sentido la necesidad de pasar a la tercera dimensión o a una posible puesta en escena? G.F.: Tengo una fascinación con lo cinematográfico y lo atmosférico más que con el objeto en sí. Me interesa poder llevar a la tercera dimensión estas imágenes, siempre y cuando pueda controlar el contexto en el que se ven. Dicho en otras palabras, no me interesa hacer esculturas de estos injertos sólo por el hecho de hacer una versión escultórica de los dibujos. Más bien, me interesa ver cómo se activa este objeto fantástico en un contexto predeterminado, ya sea un palacio, un comedor, una finca o una plantación. Crear una puesta en escena contun-
dente, que pueda evocar y provocar, más que recrear y decorar. Una puesta en escena que le de una segunda vida a la imagen. M.B.S.: ¿El llevar un buen tiempo en Miami te ha traído una nueva conciencia de tus orígenes caribeños y de algunos temas que te confrontan desde ahí? G.F.: Sin duda los años que he vivido en Miami me han generado una nueva conciencia acerca de mi origen caribeño, en cierta forma más compleja ya que me ha puesto en contacto con un Caribe hasta ahora desconocido para mí. Cubanos, haitianos, dominicanos, venezolanos, boricuas hacen parte del día a día en Miami, haciendo que el Caribe y todas sus complejidades estén siempre presentes. M.B.S.: ¿Cómo es la experiencia de un artista joven en Miami? Allí existe un circuito del arte internacional muy establecido. ¿Cómo te relacionas con eso? ¿Sientes que se ha revertido en tu trabajo? G.F.: Las ferias han puesto a Miami en el mapa del arte contemporáneo y han inyectado dinamismo al panorama local de galerías y museos. Hay una comunidad de artistas jóvenes muy interesante, galerías, museos y coleccionistas, que convierten a esta ciudad en una plaza atractiva para vivir y trabajar. Actualmente tengo un taller en Wynwood y trabajo con Galería DotFiftyon. La verdad es que estoy muy contento. M.B.S.: Estás atravesando por un momento de claridad en tus propósitos que se nota en la ejecución de tus dibujos y su carga simbólica. ¿Has pensado en esto? G.F.: He trabajado incesantemente durante estos últimos años, conjugando ideas, explorando distintos materiales y formatos, adaptando estrategias, y poco a poco redefiniendo un proceso creativo aventurero. El tiempo ha ayudado a decantar lo esencial y lo auténtico, para así llegar a la claridad que mencionas. Es cuestión de tiempo y de paciencia. Por ejemplo, el tiempo de ejecución de un dibujo ha aumentado considerablemente: cada uno demora ahora de 1 a 2 meses. Esto implica una relación más íntima con la obra, una reflexión más profunda acerca de lo que ésta evoca y un diálogo más sensual con la técnica. Definitivamente, la intensidad en los propósitos ilumina.
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Cuando lo decorativo no es una forma
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esde su primera exposición en Bogotá, realizada en 2003, he seguido de cerca la obra de Gonzalo Fuenmayor. Su trayectoria me ha revelado un artista serio, dado a la experimentación y la aventura. Su fuerte ha sido la fantasía, no en términos de imaginarios inverosímiles, sino de asociaciones extrañas pero posibles y significativas. En Fuenmayor no cabe la imaginación farolera, light, ni el humor facilongo. Pero hay humor y del bueno. Hablo del que hace pensar, del humor que no reduce la reacción del público al acto de sonreír con agrado. Escribo sobre una obra fuerte, concisa, buscada, que en esta última serie ha llegado a un momento de realizaciones sólidas y concretas, tanto en el plano técnico como en el conceptual. En el técnico, no es necesario enfatizar que nos hallamos ante un virtuoso del dibujo que conoce el oficio tan a fondo que se da el lujo de trabajar sus formatos en tamaños fuera de lo ordinario. En el conceptual, en cambio, hay mucho que analizar y mucho que decir, porque el juego de ideas es intenso y preciso, cualidad que define la característica principal de unas obras cuidadosamente pensadas y ejecutadas. En una brevísima declaración de intención, Gonzalo Fuenmayor ha expresado que su obra combina lo trágico y lo decorativo. Esto último es pertinente, porque las artes visuales han sido tradicionalmente decorativas, no en el sentido de adornar por adornar, sino en el de darle satisfacción a los gustos y necesidades del ojo en su acepción más constructiva. No es un misterio que algunas de las experiencias visuales de los últimos cien años han procurado, precisamente, desembarazarse de los aspectos formales decorativos que, por tradición, han estado ligados a las artes visuales. Con Goya, lo bonito perdió vigencia. Un siglo después, Picasso despreció la belleza, que es otra cosa. La estética, por último, terminó pulverizada. ¿Va Fuenmayor en contravía de este recorrido ascendente, que los conceptualistas supieron potenciar para poder devolverle a la obra artística su profunda vocación de contenidos? Aparentemente sí, pero toda apariencia es engañosa. Como productos salidos de la mano de un dibujante fino y correcto, las obras reunidas en esta exposición parecen regodearse en sus propios méritos visuales. El autor lo enfatiza con
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la opulencia de las formas, lograda con un claroscuro que se regodea en opacidades, transparencias, brillos y destellos que pueden parecer de joyería. La dimensión decorativa se despliega y revela de modo casi obvio, obsceno y agresivo. ¿Por qué? Porque no se trata de lo decorativo en función de las formas, sino de lo decorativo en función de una idea específica. Dicho de otro modo, la esencia medular y significativa de una forma dada (por supuesto, no me estoy refiriendo a su empaque exterior), es el factor que determina el contenido y la disposición de las imágenes que vemos en esta exposición. Podemos volver entonces a las nociones de decorativo y de trágico, que el dibujante ha reunido para utilizarlas como los ejes fundamentales de los trabajos que ahora exhibe en Mundo. La decoración es signo inequívoco de riqueza material y cultural. A través de la historia, algunas sociedades han gozado de abundante riqueza material, mas no de verdadera riqueza cultural. Cuando los dos factores convergen, se alcanza lo que denominamos opulencia. El calificativo viene al caso porque lo decorativo de estos dibujos está ligado a una figura iconográfica que ha sido reiterativa en la producción del artista: el banano. Durante años, Fuenmayor ha pintado la fruta suelta y en racimos, pequeña y de gran tamaño, verde y madura, entera y mordisqueada, con y sin cáscara, etc. Algunas veces ha abordado el asunto burlonamente y otras ha escogido ser procaz. Su presencia le da sustancia a la parte trágica de la serie y nos pone en presencia del “drama del banano”, el mismo que les ha inspirado páginas memorables a escritores como Gabriel García Márquez y Álvaro Cepeda Samudio, miembros del Grupo de Barranquilla, la ciudad que vio nacer a Gonzalo. Julio Betancourt, el abuelo materno del artista, trabajó en la zona bananera de Santa Marta con la United Fruit Co., nombre primigenio de la compañía que hoy se denomina Chiquita Banana. La mezquina política laboral de la empresa es uno de los hitos negativos de la inicua relación comercial de los países ricos con los países en desarrollo. De esa relación desigual nació una etiqueta que, no por caricaturesca, deja de ser verídica: la existencia de las llamadas Banana Republics. El término se aplica a los países donde las políticas públicas se
Vértigo I / Carboncillo sobre papel / 145 x 130 cm / 2010
Por Álvaro Medina
Vista de la exposición en Galería Mundo / Abril de 2010
Vértigo II / Carboncillo sobre papel / 112 x 145 cm / 2010
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Derecha: Apocalipsis I / Carboncillo sobre papel / 208 x 130 cm / 2009 Izquierda: Apocalipsis III / Carboncillo sobre papel / 200 x 130 cm / 2009
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micos, arroja resultados distintos. De un lado tenemos candelabros y muebles de curvas sensuales e intelectuales (intelectuales en cuanto salidas del cerebro de un diseñador refinado y pulcro, aunque excesivas para el gusto contemporáneo), del otro el racimo de banano; de un lado el producto fabricado, del otro el producto natural; de un lado lo permanente, del otro lo perecedero; de un lado lo frío y elegante, del otro lo que en algunos cuadros de la serie se consume a fuego vivo, volviéndose ceniza y humo. De un lado ellos, del otro nosotros. Los objetos de decoración victoriana que Fuenmayor ha resuelto dibujar, clara alusión a un período que conoció su esplendor hace más de un siglo, pueden verse aún en ciertas
Izquierda: Sueño de la impaciencia / Carboncillo sobre papel ovalado / 36 x 28 cm / 2010 Derecha: Resbalando a la infamia I / Carboncillo sobre papel / 36 x 28 cm / 2010
han definido en función de los intereses privados de los bananeros. Corrupción, huelgas, masacres, asesinatos y golpes de estado están ligados a dicha política, desde el Ecuador hasta Guatemala, proyectando su sombra nefasta sobre numerosos países de África. Si consideramos ahora que el periodista Alfonso Fuenmayor, el abuelo paterno de Gonzalo, fue una figura clave del Grupo de Barranquilla, se entiende que el tema de las bananeras, tanto en el plano emocional como en el intelectual, sea una de las obsesiones del joven artista. Con intención provocadora, Gonzalo Fuenmayor despliega los dos extremos de unas relaciones de producción que, según su posición en la cadena distribuidora de los rendimientos econó-
Políticamente pintoresco / Carboncillo sobre papel / 130 x 170 cm / 2009
en ciertos casos, el papel que juegan los cristales en la suntuosidad de las lámparas; en otros, el papel del humo que el viento agita y vuelve nada. La ironía y la parodia son los ingredientes apropiados para volver a poner sobre el tapete las consecuencias de una situación aberrante, tan aberrante que lo decorativo se torna trágico, y, lo trágico, decorativo. Piénsese, si no, en la inquietante connotación de las lágrimas de cristal resaltando luminosas en medio de un fondo absolutamente oscuro. En Gonzalo Fuenmayor, para concluir, lo decorativo no decora sino que significa, porque es algo más que una forma agradable coqueteándole al ojo.
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Izquierda: Los héroes dormidos / Carboncillo sobre papel ovalado / 36 x 28 cm / 2010 Centro: Resbalando a la infamia 2 / Carboncillo sobre papel / 36 x 28 cm / 2010 Derecha: Rutinas mitológicas / Carboncillo sobre papel / 36 x 28 cm cm / 2010
mansiones; la fruta que lo originó, desapareció en los estómagos de quienes la paladearon en su momento. El banano generó opulencia, pero lejos de las zonas bananeras del trópico, en un país que presiona el libre flujo de capitales y bloquea el de los seres humanos. Miramos, entonces, una obra ambiciosa, compleja y firme. El tema tiene asidero histórico, cuenta con una tradición cultural de primer orden y posee, en la mano de Gonzalo Fuenmayor, una contundencia visual a toda prueba. Es notable, en el claroscuro, el modo como la luz se presenta intensa en los primeros planos, volviéndose opaca y desvanecida en la lejanía. Esa luminosidad no es gratuita. Resalta y evidencia,
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Apocalipsis II / Carboncillo sobre papel / 200 x 130 cm / 2009
“El ojo era la única verdad, y aquello que atraviesa la retina se desvanece al amanecer; la profundidad de nature morte era que la propia muerte es sólo otra superficie como el lienzo, pues pintar no puede capturar el pensamiento”
Derek Walcott