Fotografía Olga Lucía Jordán
CLAUDIA HAKIM Resplandor
Claudia Hakim nació en Bogotá en 1957. Diseñadora textil de la Universidad de los Andes. Trabajó por varios años en la industria textil como directora en departamentos de estampación y color. Se vinculó a la Universidad de los Andes como docente en el taller de textiles entre 1980 y 1985 y también como Directora de Tesis durante 1993 y 1994. Participó en el Encuentro del Minitextil en Argentina y Uruguay y Arte textil fibras USA, en los Salones Nacionales de Artistas de 1993 y 1994. Viajó a Inglaterra en 1996 y recibió el diploma en Estudios de Cerámica y Escultura en Oxford Collage. Desde 1998 se dedica a la escultura trabajando diferentes materiales como concreto fundido, acero y cristal. En 2003 fue escogida para participar en el Primer Salón Andino de Escultura, Museo Municipal de Arte Moderno, Cuenca, Ecuador. Se destacan en su trayectoria de exposiciones: Art Under the Skin, ETRA Fine Art Gallery, Miami (2008), Signos de Piel, MACZUL Museo de Arte Contemporáneo de Zulia, Maracaibo (2008), Órbitas Orgánicas, Galería MUNDO, Bogotá (2008), Arte de ArmArte, Museo de Artes Visuales de la Universidad Jorge Tadeo Lozano-Bogotá (2009) y Signos de Piel, National Gallery of Modern Art, Nueva Delhi (2009).
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La levedad de los metales Entrevista con María Lucía Hernández
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Izquierda: Alto Liso / Fibra vegetal y acero / 130x30x10 cms / 1990 Arriba: Órbitas orgánicas (detalle) / 2008
c.H.: El metal es un material muy noble y agradecido. Es mi pasión y convivo con él a diario. Al ver los retales de la industria que hay alrededor de mi espacio de trabajo, no puedo evitar imaginarlos como elementos constructivos, son un mundo palpable, me provocan, e inmediatamente me sugieren trabajar a gran escala. Siento que tengo “ojo de tejedora, escultora”, cuando estoy en el taller rodeada de todo este material, puedo identificar cuáles son aquellos que me darán la posibilidad de entretejerlos, o de ensamblarlos. Los metales me inspiran, me permiten acercarme a la intuición sobre lo táctil y sensorial, elementos claves en mi escultura. M.L.H.: ¿Cómo es el taller donde realizas las esculturas? c.H.: Mi taller se encuentra al interior de una zona industrial, donde se fabrican piezas para la industria automotriz. Por ello tengo acceso al retal que surge de este proceso. Mi equipo de trabajo lo conforman siete personas, donde cada uno asume una responsabilidad específica en relación a cada proyecto, de los cuales tres trabajan de planta. El taller es un espacio con una generosa área, gran altura y muy buena iluminación natural. Tenemos varias mesas de trabajo, una bodega donde se selecciona el material que se va a emplear, maquinaria de corte, equipos de soldadura, diferenciales para transportar las esculturas más pesadas, rieles, y una variedad de herramientas. M.L.H.: En Signos de piel y en las cortinas tejidas con argollas, la pieza final se percibe leve y fluida. Pienso que logras convertir un material duro como el metal, en algo suave y ligero. ¿Crees que esta característica de tu obra proviene del diseño textil? c.H.: Sí. Conservo en mi obra las características de la tela como material liviano, moldeable, fluido, con movimiento. Dependiendo de la composición de su estructura se vuelve traslucida a la luz u opaca a ésta. Así mismo ocurre con los tejidos de aros metálicos, logrando una composición progresiva donde la luz que los penetra les otorga movimiento permitiendo que el tejido se sienta como una malla transparente y liviana. M.L.H.: La luz y el movimiento son claves en Resplandor. Háblanos de esta obra. c.H.: Resplandor es un laberinto donde el visitante tiene la oportunidad de entrar en una dimensión sensorial, de encon-
trar barreras, seguir un recorrido, para finalmente ver la luz. Cuando estás en un laberinto, al encontrarte con la salida lo primero que ves es un haz de luz. Con esta instalación busco apropiarme de la sala de exposición. Está diseñada a partir del espacio arquitectónico pretendiendo saturar el espacio visual del espectador con el tejido y el color (dorado y plateado). También me valgo del brillo y el reflejo para que el laberinto se multiplique al infinito. M.L.H.: Después del “coral” que expusiste el año pasado en el Museo de Artes Visuales de la Universidad Jorge Tadeo Lozano en Bogotá, Resplandor es tu segunda instalación de gran formato ¿A qué se debe este interés? c.H.: Seguir apropiándome del espacio y especialmente de lugares de gran escala. Sobre todo me gustaría intervenir sitios urbanos y espacios arquitectónicos. Busco que el espectador deje de ser sólo un observador y que participe en la obra como ocurrió en la Tadeo. La gente logró interactuar con los resortes que conformaban el “coral” y que al tacto producían movimiento y sonido. M.L.H.: En tus obras se juega con el relieve y se busca salir del sostenimiento de las paredes para reforzar la tridimensionalidad. A diferencia de la instalación de la Tadeo donde los módulos se sostenían de la pared, en Resplandor la escultura parece romper completamente con el espacio. ¿Crees que Resplandor es una respuesta a tu evolución escultórica? c.H.: Busco cambiar algunos elementos de la escultura tradicional, para poder elaborar otros conceptos de tridimensionalidad y alterar la manera de vivir el espacio. En Resplandor el visitante está compenetrado con la obra que
lo envuelve, lo direcciona, y su vivencia en ésta es la que termina reconstruyéndola. M.L.H.: ¿Cómo surge la inspiración para desarrollar este tipo de obras? c.H.: La inspiración surge en el lugar mismo donde se hará la instalación. Cuando visito el espacio donde se va a hacer la exhibición; comienzo a diseñar, a imaginarme cómo podría apropiarme del lugar, qué elementos, qué técnica de construcción y qué herramientas necesito. Analizo el tiempo de elaboración y el peso máximo estructural. Para Resplandor pensé en los aros de metal con visos de color. Los he tejido para crear una sensación de malla transparente que deja pasar la luz. El mismo brillo de los elementos metálicos, de manera intermitente, se refracta entre sí creando un reflejo de luz. M.L.H.: Tus tejidos evocan las cotas de malla que utilizaban los caballeros y guerreros de la Edad Media… c.H.: Sí. Las piezas se parecen mucho a ese tipo de tejido pero también a otros como los de la joyería oriental que, por mis raíces, siento la necesidad de experimentar y estudiar. M.L.H.: A propósito de Oriente, a finales del año pasado estuviste en la India, ¿Cómo fue esa experiencia? c.H.: Fui invitada por la National Gallery of Modern Arts en Nueva Delhi. Me sentí muy honrada por haber sido la primera latinoamericana en exponer en este lugar e inagurar la sala temporal de exhibiciones. Se mostraron 17 esculturas de gran formato inspiradas en la joyería y tejidos de la India. M.L.H.: ¿Cuáles son tus planes a futuro como escultora? c.H.: Continuar mi permanente búsqueda de respuestas a mis inquietudes artísticas.
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Arte de Armarte / Resortes sobre lámina metálica / 3.15 x 30 mt / 2009
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na de las opciones más significativas en el ejercicio de las artes plásticas es la de extraer elementos atípicos de la pintura y la escultura para integrarlos en un espacio estético y otorgarles un nuevo significado. En el caso de la escultora Claudia Hakim, son los metales los que posibilitan un nuevo punto de vista. Por ejemplo, los retales en forma de aros que hacen parte de la industria automotriz se transforman en ligeras cortinas tejidas donde fluye el movimiento y la luz. En esta conversación Claudia nos hace partícipes del proceso que se inicia con los textiles y sus fibras, pasa por el ensamblaje y termina en un gran laberinto lumínico intrincado y complejo que conforma su último trabajo titulado Resplandor. María Lucía Hernández: ¿Por qué estudiaste diseño textil? claudia hakim: Estudié diseño textil en los setenta en la Universidad de los Andes. En aquella época la carrera pasaba por una etapa experimental con dos líneas a seguir. Una artística y una industrial, por la que me incliné. Antes de incursionar en la escultura trabajé en la industria textil donde mi tarea era crear diseños, estampados y colores. Aprendí acerca de la estructura del tejido y lo fui aplicando a mis piezas escultóricas. Comencé a trabajar con las fibras y el tapiz buscando que salieran del plano de la pared, creando así piezas en relieve, con volumen que se aproximaban a lo tridimensional. M.L.H.: ¿Por eso decidiste escoger el metal como material para tus esculturas? c.H.: El retal de la industria del metal se convirtió en el elemento que más se adecuaba para desarrollar mis inquietudes. Decidí pasar de la tela al metal porque la fibra pierde su estructura, se avejenta, se apelmaza y hasta puede desintegrarse; por el contrario el metal con el pasar de los años deja su huella, se oxida, cambia de color y ese efecto químico me es de gran interés pues le da una característica especial a la obra. En mis esculturas desarrollo diferentes procesos con los metales donde les doy un tratamiento de acabado para lograr lo que busco; al igual que con la pintura o el yeso lograba sobre el textil para protegerlo. M.L.H.: Lo que buscas en tus esculturas es desarmar y armar, tejer y destejer, jugar con las luces, las sombras y lo tridimensional. ¿Eso te lo facilita el metal?
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Vista de la exposición en Galería Mundo / Enero de 2010
La tejedora de resplandores
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uando me enfrento a la obra de Claudia Hakim, se me viene a la cabeza sin falta una hermosa pieza de teatro del autor español -perseguido por auténtico y tesonero- Antonio Buero Vallejo. De ahí que el título del presente artículo no deje de ser un parafraseo: “La tejedora de sueños” se inspiró en el mito de Penélope, y en la obligación que se impuso esta última de deshacer por las noches lo que tejía durante el día, para no concluir la tarea mientras no regresara a Ítaca su compañero, el peregrino de la guerra de Troya. Y digo que se me viene a la cabeza ese título, afortunado como pocos, porque no puedo dejar de relacionar la obra de Claudia con esos tejidos misteriosos que urdía la mujer de Ulises, y no porque ella se vea obligada a hacer y deshacer la urdimbre, una y otra vez, sino porque en su obra se pone en evidencia el acoso permanente de utopías, y de refulgencias, al proponerle al espectador el enigma de un juego lúdico que nunca termina y que, por el contrario, se fortalece y a la vez se replantea en cada uno de los avances creativos. No hay duda de que Claudia Hakim, a través de su trabajo, teje ilusiones y resplandores, lo que a la postre viene a ser lo mismo en un sentido metafórico, y que en ese empeño de fabricar ensueños mediante la trabazón entre sí de unos materiales muy peculiares, que por su naturaleza industrial parecerían discordantes con las expresiones plásticas, se ha ido fraguando la exploración incesante de unos efectos que se debaten entre lo estético y lo sensorial. Al igual que Penélope, ella no para de construir, de “deconstruir” y de volver a engarzar cientos, miles, de posibilidades de comunicación consigo misma, con la irradiación y la oscuridad y con el entorno, en una saga sin fin de interrogantes y de réplicas que, a su turno, conducen a nuevas preguntas y a las consiguientes respuestas.
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A partir de unos objetos del universo de la metalurgia, ensamblados entre si, y que, por lo tanto, evocan la flagrante contemporaneidad de todo aquello que se emparienta con la tecnología, Claudia propone, al igual que ocurrió con los grandes constructivistas -Rodchenko, Gabó, Pópova-, toda suerte de abstracciones geométricas y lumínicas gracias al uso magistral de espacios u orificios, y del diálogo permanente de estos últimos con la solidez de la materia. Los círculos y los rombos, las curvas y lo sinuoso, las convergencias y las divergencias son los protagonistas formales de la obra, sin embargo no dejan de explorarse unos senderos, a veces contradictorios, que alejan el resultado de la simple mirada utilitarista o funcional para resolverlo en unos contornos mucho más poéticos, donde hallan espacio las quimeras que tienen por momentos el sentido de un enmarañe y, a la vez, se cubren con la rutilancia de las ilusiones. En las diversas etapas que ha abordado Claudia en su recorrido artístico, ha habido y hay unos planteamientos que se nutren de esos contrapunteos que establecen la luz y la sombra y que se empeñan en redimensionar la relación creador-espectador y creador-espacio, a partir de la fabricación de unos perímetros sui generis, inmersos en un universo de ficción, con un profundo lirismo y con un sentido en todo caso inspirador, que surgen de la conjugación de todo aquello que en otras circunstancias tendría una lectura banal e intrascendente. La idea de inmensas obras penetrables, o mejor aún envolventes, que ocupan toda una superficie, es el corolario de una posición creativa que pretende, y logra, que el observador resuelva su interacción con la propuesta en unas esferas de mucha mayor profundidad que aquellas señaladas por la simple impresión visual que causa un objeto en un espacio dado. Es menester hacer énfasis
Izquierda: Signos de piel / Malla metálica, tuercas y tornillos / 93 X 93 x 80 cm / 2009 Derecha: Signos de piel / Malla metálica, tuercas y tornillos / 40 X 34 x 30 cm / 2009
Por Fernando Toledo
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la plata y el oro, el reflejo y la oscuridad establecen entre ellos una suerte de conversación, que se hace evidente para todo aquel que mira con cuidado y, sobre todo, para quien se deja envolver por los guiños de una fantasía que, al igual que las diversas piezas que tejidas entre sí conforman el todo, juega un papel determinante en la sensualidad textil de un trabajo exquisito a pesar de su severidad conceptual. A propósito del evidente parentesco con lo tejido, la artista consigue establecer una gramática de geometrías y de alusiones, que traen a la cabeza un sinnúmero de asociaciones con algunas de las grandes corrientes del arte en el siglo XX. Gracias a esa necesidad de manifestarse a través de un lenguaje textil y del símbolo que pone de presente la vertiente oriental de su estirpe y la riqueza andina de su entorno vital, en la obra se genera una interesantísima simbiosis entre la tradición y el modernismo, de un excepcional refinamiento, que permite una interrelación con el espectador en muchos planos para estimular, a partir de un raciocinio profundo de artista, una reflexión permanente por parte de la audiencia. Como ocurre con toda aproximación a los espacios de dimensiones muy peculiares, el trabajo de Claudia Hakim tiene la
capacidad de incitar lo sensorial hasta el punto de generar el deseo de interactuar con él, o de involucrarse con esa sensualidad que está presente en el resultado. Al instante surge la intención de acariciar cada fragmento de la obra o, cuando menos, de realizar un recorrido táctil por las superficies y vacíos. De igual manera, la espacialidad genera en el observador, un estremecimiento inevitable de sorpresa y ambas características desencadenan la forzosa avidez de sumergirse en los ámbitos creados por ella, primero con el objeto de tratar de desentrañar los significados y luego con la intención de anegarse en una fantasía sin límites. Acaso el aparente contrasentido que se da entre los materiales y la idea, sin dejar de lado los deslumbrantes resultados, es el propulsor de esa dimensión lúdica y, al mismo tiempo, de ese trasfondo de ironía que no deja de estar presente. Las ensambladuras de unos objetos que, como ya se mencionó, no pertenecen en principio al universo de la estética y los consiguientes hallazgos formales, que se entrelazan con la más enriquecedora tradición modernista, han permitido el trasiego por los recovecos de un ensayo permanente que, alimentado por un rigor minucioso, aleja los resultados de cualquier aproxi-
mación a la “fórmula” o a la monotonía, puesto que produce un sinfín de grafías que parten de una absoluta libertad formal y, en una paradoja, de una saturación que bien puede ser interpretada como densidad, desconcierto, confusión o, por el contrario, como cohesión, ordenamiento o, incluso, sutileza. A partir de lo que podría definirse como una provocación establecida por la conexión de una serie de elementos, en apariencia insólitos y aún opuestos, la artista consigue dar un testimonio invaluable, y sobre todo audaz, de las infinitas posibilidades que tiene la materia cuando se la relaciona con el arte, y en particular con una plasticidad que se debate entre la abstracción y la figuración. No hay que olvidar, como punto de partida a la hora de aproximarse a un trabajo de enorme seriedad, la dimensión lúdica y la notable profundidad que le permiten al espectador muchas posibilidades de interpretación y entablar un diálogo permanente, e inacabable, con una sólida posición artística. Obra de largo aliento, de dimensiones heroicas y, sobre todo, de una espacialidad nada corriente que, sumada a la riqueza que supone entretejer la luz con la opacidad, permite presagiar la conquista de unos recintos fuera de lo común y por ello de gran relieve.
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Signos de piel / 25 x 240 x 7 cms / 2009
en una constante del trabajo reciente de Claudia: no hay duda de que la hondura con la cual está planteado, parte de una reflexión que trasciende el mero sondeo de una armonía estética. De hecho la pesquisa constante, a través de la indagación en la posible riqueza de los significados, de una naturaleza muy peculiar, y propia, cuya dimensión real podría ser la de un simbolismo inquietante y de cierta manera ignoto, resulta subyugante para el espectador, y tiende a seducirlo al situarlo en una dimensión novedosa e irreal. La confusión que conlleva la idea del laberinto, y que desde tiempos inmemoriales ha representado un camino tortuoso, acaso de iniciación, o el ambiguo galimatías de lo ritual, se ha vislumbrado desde hace tiempo en la obra de Claudia y por ello no es un accidente que, en esta ocasión, proponga, a manera de penetrable, una aproximación a ese caos planteado, como en la leyenda del Minotauro o en los espacios catedralicios medievales, por lo laberíntico. En ese sentido, se produce otra forma de plática entre la materia y las ideas que enriquecen esa vertiente metafísica. La contradicción, o si se prefiere el contrapunteo, hace parte de un planteamiento que también va más allá de lo simplemente estético: los resplandores y las opacidades, la luz y la sombra,
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Resplandor (detalle)/ Aros metálicos / dimensiones variables / 2010
¿Cómo lo podríamos definir? Como un laberinto. Como un hechizo coreográfico. Como vivir una ilusión literaria. 4/8 Como luz, reflejo, orden….