Días de Babel
NOHEMÍ PÉREZ
Fotografía Ernesto Monsalve
Nohemí Pérez nació en Tibú y realizó estudios de Arte en la Escuela de Bellas Artes de Barranquilla y Pintura en la Academia Superior de Artes de Bogotá. Su formación estuvo influenciada por la cercanía con el teatro y su proceso creativo se ha visto nutrido por un intenso contacto con el cine. Ha participado en muestras colectivas en la Galería Santa Fe, en la Fundación Gilberto Álzate Avendaño, el Museo de Arte Moderno de Cartagena y en las galerías Arteria, El Museo y Alonso Garcés; ha realizado las exposiciones individuales Urbania en el Museo de Arte Moderno de Cartagena, Sin noticias de Dios en la galería Alonso Garcés, El Lugar sin límites en el Centro Cultural Universidad de Salamanca en Bogotá y Noctámbula en la 1/1 galería Alonso Garcés. Su obra hace parte de la colección del Museo de Arte Moderno de Cartagena y varias colecciones privadas.
Preguntas – Respuestas con Nohemí Pérez
E
l conjunto de obras que componen la serie Días de Babel es el último trabajo de la artista Nohemí Pérez. En él hay edificios en proceso de destrucción, su forma está a punto de cambiar. Pero ¿Por qué? ¿Cómo fue el proceso para llegar a estos dibujos? ¿Qué posible mensaje subyace? Estos interrogantes los resuelve la artista misma. MARÍA LUCÍA HERNÁNDEZ: ¿Cómo llegaste a Días de Babel? ¿Qué te impulsó a pintar los rascacielos? NOHEMÍ PÉREZ: Llegar a los rascacielos fue un proceso. Comenzó cuando me interesé en pintar la marginalidad en mis obras. Primero, Sin noticias de Dios donde pintaba perros callejeros; en Lugar sin límites, donde pintaba esquinas, cruces, rincones, puentes por debajo y en Noctámbula pintaba edificios que daban la sensación encierro, como si te estuviera cayendo encima. M.L.H.: Fue un proceso, entonces. Donde se dio un movimiento con la mirada, que venía a ras de piso con los perros y que termina hacia arriba con los rascacielos ¿La mirada asciende en cada serie? N.P.: Sí, se podría ver de esa forma. El tema del hombre y la ciudad me ha interesado siempre y lo trabajo desde que inicié mi carrera. Creo que el de los rascacielos es una respuesta a lo que venía trabajando. Es la llegada al término de un ciclo, que como ciclo también es un principio. Después de la destrucción de los rascacielos, quedan los perros marginados, deambulando por las calles de la ciudad en las noches. M.L.H.: ¿Ves la marginalidad desde un punto de vista diferente, entre líneas, no explícita? N.P.: Los perros son una metáfora de la marginalidad o de lo que yo percibo como marginalidad en las ciudades. Durante la noche los marginales, como las personas que viven en las calles y los perros callejeros, se ven más. No se pueden ocultar o ignorar como ocurre en el día. Además, estos perros callejeros tienen una conducta muy similar a la de los habitantes de las calles. No se si los están imitando. Por ejemplo, los perros también andan en manada y hay un líder, tienen un territorio específico que no puede ser traspasado y se comunican con códigos. M.L.H.: Pero al mismo tiempo esta actitud salvaje de los perros haría alusión a la marginalidad que crea el poder y es lo que se ve en Días de Babel. N.P.: No lo había visto de esa manera. Pero los perros, permiten múltiples lecturas. En cuanto a lo salvaje, eso se puede ver en los dibujos de Días de Babel, donde
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los edificios muestran ese capitalismo salvaje, el poderío que quieren mostrar los monopolios económicos, que crean una marginalidad producto del poder condensado en esos rascacielos, que son una metáfora de la soberbia del hombre. Además, hay una especulación económica tal, que en cualquier momento es posible que reviente. M.L.H.: He visto la imagen del perro en Sin noticias de Dios y en Lugar sin límites y en un dibujo de Días de Babel, ¿es acaso un hilo conductor? N.P.: Puede ser un hilo conductor. Veo al perro como una guía para el espectador, me interesa que pueda ver lo que ve el perro. M.L.H.: En esta serie de Días de Babel volviste el dibujo en carboncillo ¿por qué? N.P.: Volver a pintar en carboncillo no fue una idea preconcebida. La técnica llegó a mí porque era la que más se adaptaba a lo que quería mostrar. M.L.H.: ¿Porque el carboncillo enfatiza más la sensación de destrucción, de cenizas? N.P.: Sí, quería darle a los rascacielos una sensación de caída, que se viera el proceso de destrucción, de los residuos que quedan. M.L.H.: Los edificios no están destruidos completamente, ¿podríamos decir que están siendo vulnerados? N.P.: Sí. La caída está en proceso, están siendo vulnerados por los elementos como el aire y el fuego, pero también por la naturaleza. M.L.H.: Uno de los cuadros más impactantes es el de edificio que está rodeado por una bandada de pájaros… N.P.: La naturaleza misma destruye este poder. Los hombres quieren mostrar su poderío y su soberbia, pero la naturaleza siempre gana. El hombre cree que es indestructible y que puede crear cosas perdurables, pero siempre hay un talón de Aquiles, ésta también es una metáfora. Los pájaros crean una atmósfera oscura, son un presagio de que algo sucederá, como en una película de suspenso, pero claro, no presagian nada bueno. M.L.H.: Como creer que los animales avisan cuando hay un cambio brusco en la naturaleza. N.P.: En el campo ese mito es muy fuerte, allí todavía la gente está en comunión con la naturaleza, a diferencia de las personas que habitan en la ciudad. M.L.H.: Empezaste a dibujar muchos edificios desde Noctámbula ¿Crees que hay una connotación fálica en ellos? ¿Crees que se muestra el poder ligado con el hombre? N.P.: Nunca lo había visto de esa manera. De pronto tan solo inconscientemente. Pero nunca de manera consciente me he puesto a relacionar los edificios y rascacielos bajo esa figura, no me interesa. El poder ha sido a lo largo de la historia masculino, pero eso está cambiando. Ahora hay poder femenino.
Arriba: De la Serie Noctámbula / 170 x 150 cms / Óleo sobre tela / 2007 Abajo: De la Serie Sin noticias de Dios / 170 x 150 cms / Óleo sobre tela / 2004
Por María Lucía Hernández
M.L.H.: ¿Has pensado incluir la tecnología en tu trabajo? N.P.: Últimamente estoy sintiendo la necesidad para que estos rascacielos se muevan, por eso estoy investigando técnicas de animación. M.L.H.: Algunas series de obras tienen títulos de películas y se que te gusta mucho la animación y el cómic, influencia que se ve en los edificios que pintaste en Noctámbula ¿Qué otras influencias tienes? N.P.: Todo influye. Recuerdo cuando llegué a Bogotá y fui por primera vez a la Jiménez con Séptima. Fue impresionante. Era un ambiente efervescente, opresivo, todo estaba condensado. M.L.H.: ¿Qué autores te gustan? N.P.: Me gusta leer ensayos, noticias, novelas, ahora estoy leyendo a Coetzee que habla de la marginalidad en Sudáfrica, también me gusta el brasilero Rubem Fonseca que habla de las ciudades y la ilegalidad. Es muy oscuro. M.L.H.: ¿Y el internet...? La nueva forma en que nos comunicamos. N.P.: No lo veo como algo bueno o malo, no veo ninguna tecnología como buena o mala. El internet crea cambios comparables con los que ocurrieron con la imprenta. Hay más referentes que además, se han democratizado. Y eso es bueno, la gente tiene más acceso a información. M.L.H.: En Sin noticias de Dios, donde están los perros y la mirada es a ras de piso, y en Días de Babel donde la mirada de los rascacielos se da desde arriba; veo dos tipos de marginalidad, la de no tener nada y la de tener mucho. N.P.: El poder de los rascacielos segrega, lo cual marginaliza. La mirada desde arriba cambia, es paranoica, afanosa por dominar, por tener poder. Adictos al poder de dominar la naturaleza. Pero cuando ves una foto satelital, te das cuenta de que somos muy poco y que la soberbia es simplemente una construcción cultural. M.L.H.: Entonces es mejor tener una mirada media, es decir ni mirar abajo, ni arriba, sino a nosotros mismos y al otro que está enfrente. N.P.: Es mejor respetar a la humanidad y a la naturaleza, tener una mirada directa al otro y reconocerlo. El poder observar la obra de Nohemí Peréz y tener la oportunidad de conversar con ella, ha develado un mundo que siempre miramos, pero no observamos. Y es el mundo que está frente a nosotros, nuestro horizonte. Todos los extremos son dañinos, no hay que mirar hacía abajo, tampoco hacia arriba, sino enfrentar al otro, quien refleja quienes somos.
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Arriba: De la Serie Noctámbula / 210 x 300 cms / Óleo sobre tela / 2007 Abajo: De la Serie Noctámbula / 170 x 150 cms / Óleo sobre tela / 2007
M.L.H.: El poder ha sido masculino y también han existido más artistas plásticos hombres que mujeres ¿Cómo ves el arte que hacen las mujeres en Colombia? N.P.: Creo que en el campo del arte en Colombia hay una tendencia hacía la misoginia. La mujer realmente tiene que ser muy talentosa, muy buena en su trabajo para tener un reconocimiento serio, más allá de lo social. Pero también hay que tener en cuenta que en la historia del arte, la incursión de la mujer es reciente. M.L.H.: ¿Por qué te dedicaste al arte? N.P.: A mí nunca se me ocurrió estudiar arte, menos aún habiendo pasado mis primeros años en Tibú. Tal vez en Bogotá era más viable, pero en Tibú, las opciones eran muy limitadas. Allá veías a ingenieros y antropólogos, pero sobre todo ingenieros. Así que la mayor aspiración que uno tenía era ser ingeniero. Yo quería ser ingeniera química. Uno veía a los hijos de los hombres que trabajaban en Ecopetrol desayunando waffles y uno decía, “yo también quiero desayunar eso”. Cuando fui a Barranquilla, donde estaba mi hermano estudiando, tuve que esperar un semestre para presentarme, así que él me convenció de tomar unos cursos libres. Tome unos de arte y cuando entré a la clase de pintura se abrió un mundo nuevo para mí y me gustó mucho. Yo, en Tibú, nunca había visto eso, no sabía que el arte se pudiera estudiar, o que había pintores colombianos. Yo sólo conocía a Leonardo Da Vinci y a Miguel Ángel. M.L.H.: ¿Tibú, como zona petrolera, tendría algo que ver con Dubái y su afán por mostrar su poderío? N.P.: Nunca lo pensé así. Pueda que tengan relación por el petróleo, pero en Tibú no hay plata. Lo de Dubái es impresionante, están en una competencia no sólo con los demás monopolios económicos, también están retando al hombre y a la naturaleza. Hace poco vi un proyecto para construir un edificio de un kilómetro de largo. M.L.H.: En Días de Babel has hablado de la ruptura, de los cambios que también se están dando en la forma como los seres humanos se comunican ¿Cómo se está dando ese cambio? N.P.: Se está dando un quiebre, se está generando un cambio cultural. Los jóvenes ahora tienen unos códigos, un mapa mental distinto. Toman fotos y en lugar de revelarlas, las llevan a la realidad a través de archivos virtuales que se ven en una pantalla; ya no existe el álbum familiar. Amar también es diferente y esto no quiere decir que el ser humano haya dejado de amar, lo hace de otra forma. Ya no se cree en el amor eterno.
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na sucesión de torres, edificios, arquitecturas imponentes, empiezan a estremecerse y a verse golpeadas en las distintas obras que nos presenta Nohemí Pérez. Esa incesante aparición de estructuras flaqueantes aparece una y otra vez, pinturas y dibujos repiten incesantemente ese motivo y esa repetición por su misma acumulación empieza a sugerir algo así como un largo y silencioso grito. Los trabajos son simultáneamente semejantes y diferentes, la diferencia se presenta en algunos casos en los ángulos y encuadres. Algunos son frontales, otros sitúan al espectador y el lugar de la mirada desplazándose de abajo hacia arriba, como experimentando aún más la presencia ascendente de torres y edificios, pero, quizás también, sintiendo con mayor intensidad la inminencia del derrumbe. Otros difieren por el trazo, el tipo de edificación, o por ciertas inserciones y diferencias cromáticas. Lo cierto es que la repetición nos taladra visualmente, elevando la potencia del acontecimiento más allá de la percepción normal, incluso más allá de lo humano, en una dimensión que nos excede y sobrepasa. También esa sucesión del motivo nos muestra algo que sucede una y otra vez en el tiempo, una estructura visual recurrente y que emerge en diversos momentos y contextos. Se trata de un arquetipo visual que trasciende momentos históricos y liga representaciones aparentemente tan distantes como las de la Torre de Babel, la carta del Tarot La Torre, pinturas de suma importancia en la historia del arte como la Torre de Babel de Brueghel, ciertos relatos tradicionales e incluso imágenes recientes como las de las torres gemelas en Nueva York. El mito de Babel alude a una edificación construida para buscar el cielo, una estructura casi fálica, ascendente, unificada por un lenguaje único, a la manera de una forma cerrada sobre sí misma. La Torre del Tarot también se refiere a una forma hermética de relacionarse con la existencia, a puntos de vista estrechos y limitados, las Torres Gemelas aludían posiblemente a una estructura trasnacional del poder. Unas y otras significando formas cerradas, estructuras de poder-lenguaje, la arrogancia, la búsqueda de metas en un lenguaje único que no cuenta con el otro, los puntos de vista limitados, las perspectivas estrechas y únicas que terminan por estrechar la vida misma.
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De la Serie Días de Babel / 104 x 66 cms c/u / Mixta sobre papel / 2009
APOCALIPSIS
Vista de la exposición en galería Mundo / Noviembre de 2009
Ahora y siempre
Por Javier Gil
Pero también simbólicamente se nos muestra que esas estructuras rocosas se ven fisuradas, fracturadas y con ello se anuncia un temblor, el principio del fin. Quizás una fuerza que puja por salir estalla esas formas, quizás una pulsión reprimida estalla agrietando esas estructuras, quizás algo ya sea desde afuera o desde adentro, se despierta para disolver esas estructuras sólidas. En cualquier caso estamos frente a un arquetipo simbólico de amplia proyección, una metáfora extensiva tanto a la vida psíquica personal como a planos culturales, sociales y políticos. Más que a un significado único estamos frente a una pluralidad de sentidos. Ahora bien ¿Cuál es el lugar de lo artístico en este arquetipo mítico? ¿Qué lugar ocupa el pensamiento artístico en todo esto? ¿Qué le aportan los trabajos de Nohemí Pérez? Digamos que el arte en general y en este caso particular los dibujos y pinturas de Nohemí, logran potenciar lo representado a través de sensaciones que nos muestran facetas inéditas del mismo gracias a la fuerza que adquieren los elementos expresivos. Esa fuerza logra despertar en nosotros asombros y conocimientos desconocidos y difícilmente advertidos cuando accedemos al tema solamente desde el lenguaje ordinario. El tema vibra por su tratamiento plástico. La línea se acerca a lo abstracto, sin ser geométrica, no se define como forma y contorno sino como potencia de vida que hace estallar las formas y por eso mismo contribuye a construir una sensación de potencia disipante, de fuerza en explosión que va removiendo las formas cerradas. Los latigazos de color, por su condición ocasional e intempestiva, en medio de atmósferas grises y oscuras, enriquecen también la expresión. Los trazos parecen encarnar una pulsión que desde adentro o desde afuera, empieza a fisurar las corazas arquitectónicas. Trazos, salpicaduras de color, espacios sombríos, hacen sentir un estallido que se corresponde a nivel de significado con la destrucción de las formas cerradas propias de las arquitecturas en cuestión. Esta sensación de caos tan destructor como creador, de caída redentora, se hace visible con particular intensidad en estos trabajos. Por ellos alcanzamos una vigorosa actualización de una estructura simbólica de amplios alcances, por ellos logramos una comprensión afectiva que trasciende explicaciones racionales e intelectuales.
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De la Serie Días de Babel / 104 x 66 cms c/u / Mixta sobre papel / 2009
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a historia de la humanidad siempre ha tenido cambios significativos o quiebres. Inventos que hoy son parte de nuestra cotidianidad lograron en su momento girar el rumbo de la historia. Uno de ellos es el nacimiento del elevador que dio paso a la construcción de edificios y rascacielos; eso permitió que las ciudades se condensaran y empezaran un crecimiento vertical. Hoy se habla de rascacielos que serían ciudades con vías y jardines dentro: una ciudad totalmente vertical. El rascacielos se volvió un símbolo de poder económico y tecnológico y de la vanidad egocéntrica de la condición humana. Las grandes ciudades parecen haberse enfrascado en una competencia por tener el rascacielos más alto. Dubái -ciudad que podría representar el ideario de la urbe actual; que coincide en su ubicación geográfica con la zona donde se han hallado restos arqueológicos de la ciudad de Babilonia y su mitológica Torre de Babelestá en una loca carrera por alcanzar el cielo en una especie de construcción de Babel contemporánea. Mientras el hombre trepa a las nubes, paralelo a ésto se están dando cambios significativos en nuestra cultura; grandes transformaciones y por lo tanto grandes derrumbes. La tecnología está formando hombres que aman y se comunican distinto, como lo señalara hace milenios el propio mito de Babel. La especulación en la economía ha llegado a topes tan altos que está en peligro de colapso para posiblemente dar paso a un nuevo orden económico. Con estos dibujos realizados en carboncillo (resultado de maderas quemadas, su ceniza), hago alusión a una serie de reflexiones sobre los grandes cambios de los que estamos siendo testigos. Edificios emblemáticos del poder de ciudades como New York, Dubái y Malasia los recreo en estado de derrumbe como metáfora de torre de Babel contemporánea. Nohemí Pérez
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De la Serie Días de Babel / 126 x 70 cms / Mixta sobre papel / 2009
De la Serie Días de Babel / 104 x 66 cms c/u / Mixta sobre papel / 2009
Toda la Tierra tenía una misma lengua y usaba las mismas palabras. Los hombres en su emigración hacia oriente hallaron una llanura en la región de Senaar y se establecieron allí. Y se dijeron unos a otros: «Hagamos ladrillos y cozámoslos al fuego». Se sirvieron de los ladrillos en lugar de piedras y de betún en lugar de argamasa. Luego dijeron: «Edifiquemos una ciudad y una torre cuya cúspide llegue hasta el cielo. Hagámonos así famosos y no estemos más dispersos sobre la faz de la Tierra». Mas Yahveh descendió para ver la ciudad y la torre que los hombres estaban levantando y dijo: «He aquí que todos forman un solo pueblo y todos hablan una misma lengua, siendo este el principio de sus empresas. Nada les impedirá que lleven a cabo todo lo que se propongan. Pues bien, descendamos y allí mismo confundamos su lenguaje de modo que no se entiendan los unos con los otros». Así Yahveh los dispersó de allí sobre toda la faz de la Tierra y cesaron en la construcción de la ciudad. Por ello se la llamó Babel porque allí confundió Yahveh la lengua de todos los habitantes de la Tierra y los dispersó por toda la superficie. La Biblia. Génesis 11: 1-9
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En hebreo Babel suena como el verbo que significa confundir. De la Serie DĂas de Babel / 104 x 66 cms / Mixta sobre papel / 2009