CAROLINA CONVERS Evocación y Retorno
Fotografía Ernesto Monsalve
Carolina Convers, nació en Barrancabermeja en 1973. Es maestra en Bellas Artes de la Universidad Jorge Tadeo Lozano de Bogotá. Ha sido seleccionada para participar en el IV Salón Domingo Moreno Otero de Bucaramanga, La nueva pintura joven colombiana programa de la Cancillería colombiana, en el XII Salón Nacional de Artistas de la Universidad de Antioquia; también en el Salón 70 años de la Escuela de Bellas Artes de Manizales, en el XX Salón Arturo y Rebeca Rabinovich; en Nuevos Nombres de la Biblioteca Luis Ángel Arango. En el IX Salón Nacional de Artistas Jóvenes, XI Salón Regional de Artistas Zona Oriente. Entre sus exposiciones colectivas se destacan: Cámara de Comercio de Bogotá, sala de exposiciones de la Academia Superior de Artes de Bogotá ASAB, Museo de Arte Moderno de Bogotá, Museo de Arte Moderno de Bucaramanga, Instituto Italo-Americano ILLA en Roma y en eventos como Cultivated with the annual ASLA conference landing en San Francisco, USA. Algunas de sus exhibiciones individuales internacionales son Conteined Reflections en The Art Gallery, San Francisco State University, USA, Alegoría recurrente en la Galería Oscar Román en Ciudad de México y Figure en Commune di Lugo, Italia, en Les Pescherie Della Rocca espacio cultural. Actualmente vive y trabaja en Bogotá.
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Nostalgias contenidas Entrevista con Tamara Zukierbraum
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TAMARA ZUKIERBRAUM: ¿Cómo fue que decidiste dedicarte al arte? CAROLINA CONVERS: Desde muy pequeña entre mis actividades extra escolares estaban las clases de pintura y de ballet. Pero mi familia, sobre todo mi abuela, quería que fuese abogada, así que por darle el gusto, cursé un año bastante mediocre en la carrera de Derecho. En realidad mi pasión siempre estuvo vinculada a las artes. Cuando tuve la oportunidad me pasé a Bellas Artes y se abrió otro mundo para mí. Al tiempo, seguí practicando ballet. Un día viajando en bus a la universidad tuve como una especie de revelación, me pregunté: ¿bailarina o pintora? y me dije a mi misma: pintora. Me vi proyectada en eso el resto de mi vida. Podría haberme dedicado a ser profesora de ballet, pero llegué a la pintura o la pintura llegó a mí. Y no me ha soltado. No me veo haciendo otra cosa. T.Z.: ¿Cuáles fueron las influencias que te marcaron durante tu formación académica? C.C.: Las vivencias, mi familia, mis amistades, libros, cine, la danza. Siempre guardo el recuerdo de un viaje que hicimos a Bogotá con mi mamá, cuando tenía como 16 años. En el Museo de Arte Moderno presentaban una exposición de Gonzalo Ariza. Quedé cautivada al ver esos paisajes, las atmósferas, el color y pensé que yo también quería pintar paisajes. Y lo hice durante mucho tiempo. T.Z.: La danza parece haber ocupado un lugar importante en tu vida, ¿Cómo influye en tu obra? C.C.: Para la pintura y la danza se necesita disciplina y esto hace parte de mi formación. Las coreografías y la música son parte de mi pasado. Tal vez algo de mi trabajo es como cuando bailaba ballet. Un estudio de danza es un espacio donde los cuerpos se reflejan en los espejos, las formas se ven entrecortadas y al revés también. Todas las bailarinas hacíamos los ejercicios al tiempo, había que seguir unas coreografías de forma sincronizada. Uno podía mirar las imágenes en los espejos reflejándose al infinito. A veces ese detalle en mi memoria es el que construye mis imágenes. Las mujeres de mi
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familia son mis modelos, son el orden y el desorden: son un motivo para mi pintura. Como algunos objetos, llenan mis pinturas al revés. La pintura al revés adquiere sentido cuando la comparamos con los reflejos de los espejos y especialmente en el ballet donde trabajas con tu propio reflejo. Es como si me hubiera quedado en el otro lado del espejo. T.Z.: Haciendo un recorrido en tu trabajo plástico se ve un cambio gradual de la abstracción a la figuración. ¿Cómo ha sido ese camino? C.C.: El camino comienza con mi tesis donde proponía la imagen de un cuadro convencional en un soporte no tan convencional. Inicialmente mis primeras obras aludían a paisajes abstractos; eran sobre pergamino (formatos grandes que se enrollaban y se soportaban delicadamente sobre repisas) que luego reemplacé por el acetato, teniendo continuidad en una construcción para recrear una imagen abstracta, como se puede ver en la serie Imagen y paisaje. Experimentando diferentes soportes para la obra, llegué a las láminas acrílicas dobladas y atornilladas. Posteriormente aparece la serie Muñecas, collage en pequeño formato realizados a partir de acetatos recortados colocados entre láminas dobladas al calor. Lo interesante de esta serie es que empecé a construir literalmente figuras femeninas con los recortes de los acetatos usándolos como patrones de costura. A pesar del acercamiento a la figura todavía se conservaba el fondo abstracto. Con el afianzamiento de la imagen digital y los programas de diseño experimenté la impresión en acetato, formatos medianos en donde la imagen, la figura, hacía el papel de soporte de la pintura abstracta al revés. Todavía mantengo el fondo abstracto en mis obras. Más que un cambio de abstracto a figura es la unión de las dos. T.Z.: La primera inquietud que le surge al espectador al ver tu obra tiene relación con el soporte, luego como en un segundo paso se pregunta por la imagen y finalmente advierte lo pictórico. Esto parece guardar concordancia con tu proceso de realización de la obra. C.C.: Sí. Me doy cuenta que la percepción que tiene el espectador al ver mi obra por primera vez es de fascinación con el brillo y le produce mucha curiosidad la técnica. Le es casi inevitable tocar la superficie del cuadro.
Izquierda: Landscapes / Impresión y esmalte sobre acetato / 60 x 50 cm / 2002 Arriba: Sin título / Impresión y esmalte sobre acetato / 20 x 20 x 12 cm / 2005
arolina Convers eligió la pintura como forma de vida. Asumió el compromiso como un acto de fe: con sinceridad y total entrega. A partir de ahí, las imágenes no le han dado descanso. Ahora, luego de casi tres años de vivir en México, regresa a Colombia con una maleta multicolor cargada de vivencias, recuerdos y reflexiones que se irán estrellando, sin poder evitarlo, sobre el acetato de su propia memoria. En esta entrevista habla de su pasado y su presente y nos comparte su camino en el ejercicio plástico.
C.C.: Lo que escribió Llanos era para la exposición Reflexiones contenidas que presenté en San Francisco en el 2008 y se relaciona con mi forma de trabajar, desde mi memoria. En una oportunidad le dije que yo no pintaba, que lo que hacía era estrellarme contra el acetato. Evocación y retorno es la continuidad del trabajo que hice en el DF, durante los dos últimos años. Es curioso porque revisando fotografías encontré varias de mi madre cuando viajó a México con el Ballet de Sonia Osorio en los 60’s. Crecí oyéndola hablar sobre estas experiencias. Creo que la elección de las imágenes tuvo mucho que ver con estar lejos, con extrañar a mi familia. Este punto de partida me llevó a la revisión de mi historia, de mis recuerdos y de mi memoria. De ahí lo de evocación. Lo de retorno se relaciona con regresar a Colombia. Esta serie cobra cierto sentido al mostrarlas acá, sería como la expresión de las nostalgias contenidas al regresar a casa. En esta serie de obras el tema central es la figura femenina. Muchas de las imágenes parten de mi álbum familiar, de las mujeres de mi familia como mi mamá y mis tías. Son bellas imágenes con su aspecto de pasado, descolorido, recuperado del olvido; lo que hago es retomarlas y convertirlas en renovadas figuras. T.Z.: ¿Crees que una obra autoreferencial como la tuya puede volverse universal? C.C.: Sí, porque aunque las imágenes tienen que ver con mi historia, también sugieren un tiempo, un espacio que puede ser común a otros. El espectador puede otorgarle a estas figuras y paisajes su propia historia. Finalmente, lo que prima es la pintura. T.Z.: ¿Qué fue lo más importante de tu paso por México? C.C.: Creo que estando allá me solté en el manejo de los colores y de las imágenes. Las artesanías populares de las diferentes culturas de México, sintetizan los colores que ves en la cotidianidad, por ejemplo, los verdes pistacho de los vochos, el naranja de los metros, el rosa mexicano de algunas construcciones. En la calle encuentras a nativos con sus trajes típicos y sus colores, todo eso de alguna forma fue penetrando en la obra y enriqueciéndola. Como no tenía ninguna presión, me pude relajar y dedicarme a pintar sin pretensiones de algún tipo, sólo continuar con mi trabajo. Pude también desarrollar más el tema de las mujeres, revisar mejor el álbum familiar. T.Z.: ¿Qué trajiste de allá? C.C.: Me traje la vivencia, mi tiempo de reflexión y autoconocimiento: una maleta que iré desempacando de a poco.
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Izquierda: Cupido / Impresión y esmalte sobre acetato / 100 x 140 cm / 2006 Arriba: Maryscapes / Impresión y esmalte sobre acetato / 60 x 100 cm / 2003
En cuanto a la realización de mis pinturas es un trabajo complejo que requiere de un pensamiento invertido e involucra varios pasos. No todos son visibles. Parto de la imagen fotográfica y me valgo de los medios digitales para manipularla despojándola de color, al punto de volverla dibujo. La fragmentación hace parte del proceso, desde la selección de la imagen, descomponerla, trabajarla, volverla a construir, es una búsqueda constante. Las obras también son fotografía no convencional y el propósito en mi trabajo es que la figura sea fotográfica cuando reemplazo al dibujo por la fotografía manipulada y pretendo que la impresión o el plotter hagan honor al pasado, a la imprenta y al grabado en el arte. Luego viene la intervención pictórica donde siento como si regresara al pasado cuando coloreaba los libros de pintar. T.Z.: ¿Qué papel juega el azar en tu obra? C.C.: Sobre todo el de experimentar. En lo gestual de mi pintura hay mucho de azaroso. En el proceso de construcción de la imagen me encuentro con sorpresas. T.Z.: ¿Cuál es el punto de partida en el momento de la creación de tus obras? C.C.: Mis vivencias. En el mundo hay muchas imágenes que remiten a historias personales, me apropio de ellas y reconstruyo memorias. T.Z.: En tu trabajo recurres a la series ¿Por qué? ¿Trabajas un tema hasta agotarlo? C.C.: Trabajo series porque creo que vale la pena explorar la misma imagen con sus posibles variaciones. He tocado temas en mi pintura, que luego después de mucho tiempo retomo, nada está totalmente agotado… Un ejemplo es el tema de la figura femenina, hace un tiempo trabajé a partir de las mujeres de Corot, de Bouguerau, de Giorgione, de Delacroix y en mi última serie recurro a imágenes de las mujeres de mi álbum familiar. T.Z.: Un tema recurrente en tu obra ha sido la imagen femenina. ¿Qué te interesa explorar sobre la mujer? C.C.: A mi misma, ser mujer y artista. No pretendo ser mujer y pintar como un hombre. No me considero feminista pero si creo que a través de mi obra doy voz a la figura femenina en un sentido más universal, un patrón casi literario. T.Z.: Se puede decir que gran parte de tu obra es autobiográfica. El mexicano Fernando Llanos comentó que psico-escarbas en tus recuerdos para luego estrellarlos contra el plástico de tu conciencia. La exposición que presentas en Mundo, Evocación y retorno ¿se trata de eso?
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EL SANTO OFICIO DE LA MEMORIA
Por María Lucía Hernández
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enfrentan a la obra, interviene un concepto formal que cuestiona el ser de la pintura dentro de la historia del arte. Ya no recurre a los retazos para crear un collage dentro del espacio pictórico, porque ahora los fragmentos no buscan formar una pintura tridimensional. Buscan retomar su bidimensionalidad, desconstruyéndose y reconstruyéndose dentro de un espacio llamado pintura o cuadro. En este proceso, primero que todo, se parte de la elección de una fotografía de una mujer, un lugar, un objeto, que será modificada en photoshop. Las imágenes obtenidas se imprimen
De la serie No bañistas, Figuras rojo naranja, fondo azul / Impresión y esmalte sobre acetato / 150 X 80 cm / 2009
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l escritor argentino Mempo Giardinelli tiene una novela que se llama El santo oficio de la memoria, título que me resulta perfecto para nombrar este texto y para hablar sobre la obra pictórica de Carolina Convers. Esta novela está construida como un abanico plegable. En cada pliegue una voz cuenta su propia versión de la historia familiar. Todas las voces son femeninas excepto la del Tonto de la buena memoria, que hace parte de este matriarcado. Este personaje se convierte a lo largo de la novela, en una especie de narrador omnipresente, porque logra hilvanar su propia versión que nace de lo que ve a su alrededor, y porque gracias a su silencio es capaz de entrar al mundo de cada mujer de la que oye su historia. La capacidad de observación aguda y del silencio que le permite oír claramente, se me figura hoy, es muy similar a la tarea que tiene el artista plástico y su voz estética. Pero más aún, el ordenamiento de esta novela se me asemeja a lo que propone Carolina Convers en su obra. A través de la mirada, de observar el pasado familiar, se va generando una nueva historia propia e individual que como en la literatura y en el arte, apela a la memoria de cada lector y cada espectador. Al separar los pliegues que conforman las pinturas de Carolina Convers, donde se crea una nueva voz, se pueden identificar interrogantes formales y características temáticas que provienen del hecho de ser artista plástica y también de su manera de apropiarse de los elementos, los recuerdos y las historias de las mujeres que hacen parte de su familia. En este proceso que se ha materializado durante más de diez años algunas de las imágenes que aparecen en sus obras las ha tomado por una parte de la historia del arte, como por ejemplo la mujer de La Tempestad de Giorgione, y por otra del álbum de fotos familiar, imágenes determinantes en la construcción de su propia voz estética. Esta voz se nutre de la memoria del pasado. En los primeros trabajos de la artista, las obras se construían con planos semejantes a retazos de recortes y patrones para la confección de vestidos que partían de una memoria ligada a su abuela materna, que junto con las demás mujeres de su familia empezaron a hacer sentir su voz con fuerza para salir a la luz. La artista sólo debía oírlas con atención como lo hacía el chico mudo del El santo oficio de la memoria, para así apropiarse de sus seres y voces para encontrar la suya propia dentro del camino artístico. Para que estas mujeres a parte de pertenecer a una memoria individual, adquieran un lugar en la memoria ubicada en la colectividad histórica de cada uno de los espectadores que se
De la serie Bailando / Impresi贸n y esmalte sobre acetato / 40 X 40 cm c/u / 2009
Vista de la exposici贸n en Galer铆a Mundo / Diciembre de 2009
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Izquierda arriba: Noras / Impresión y esmalte sobre acetato / 90 X 90 cm / 2009 Derecha arriba: Sin título / Impresión y esmalte sobre acetato / 90 X 90 cm / 2009 Abajo: Calacas / Impresión y esmalte sobre acetato / 40 X 40 cm / 2009
en acetato y allí se sitúan de manera tal que se ven superpuestas, fragmentadas, plegadas, distorsionadas, recortadas, multiplicadas como si estuvieran dentro de un salón de espejos. El acetato actúa como varios tipos de espejos (cóncavos y convexos) que crean sensaciones de movimiento, continuidad, profundidad y flexibilidad a modo de pliegues en un montaje que originalmente es plano. Por otro lado, las pinceladas de colores sólidos y brillantes enfatizan un momento, seleccionado tal vez emotivamente. Estos colores no pertenecen al mundo real, sino al onírico. Existen para destacar un punctum, como diría Roland Barthes. De esta manera la memoria personal converge con la memoria artística: el ser mujer y ser artista con múltiples experiencias de vida. Esto influye en la elección de los materiales idóneos para plasmar sus inquietudes. Por ello no es gratuito optar por los esmaltes y el acetato, así como tampoco lo es el recurrir a las nuevas tecnologías para mostrar una propuesta pictórica que involucra la memoria de la pintura como técnica, contada a través de su historia personal, para convertirla en una historia global. Pasa de las instancias individuales a las colectivas, mientras intenta resolver los interrogantes generados en torno a la pintura como medio “olvidado” y “negado” por el arte contemporáneo: “Este trabajo involucra a la fotografía intervenida, plotter sobre acetato y pinturas de esmalte, para materializar un proceso en que he buscado plantear una obra fuera de su soporte, proponer una pintura o una imagen lejos de los convencionalismos y que mantuviera todas sus características. Busco que la fotografía involucre lo figurativo pretendiendo que la impresión o el plotter hagan honor a su pasado: la imprenta y el grabado en el arte”. Por eso, este trabajo es el santo oficio de la memoria. Cada construcción pictórica es a su vez la desconstrucción de una pintura, es volverla a hacer pero al revés, de atrás para adelante, narrarla de su instancia presente a su pasado, exponiendo todos los niveles de hechura. En los cuadros de la artista el primer paso es darle protagonismo a la transparencia del acetato que sería el equivalente al vidrio de un cuadro enmarcado, y no al plano. Es ver lo que subyace detrás del proceso de pintar, como si los cuadros estuvieran colgados del lado de atrás y el espectador tuviera acceso a ver los ensayos y errores previos a la pintura final.
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Por otro lado tener acceso a la visión de todos los niveles que conforman un cuadro, es como traer todas la voces de las mujeres de su familia, y juntarlas para lograr narrar la historia completa. Como cada versión de la historia es contada desde la memoria, se vuelve semejante a lo propuesto en las obras de la artista. La memoria no es una entidad nítida, no se capta en un plano, sino en varios. Es maleable y flexible como el acetato, es fragmentada y está hecha de retazos, de partes de cuerpos, de lugares que se superponen o se repiten y pliegan como si fueran un abanico. La memoria construye, destruye y reconstruye al infinito, teje y desteje, arma y desarma caprichosamente, oníricamente, exageradamente, artificialmente los acontecimientos y las experiencias, como lo hace el arte mismo. Además el arte, y en este caso la inclusión de la pintura en el proceso artístico, tiene la capacidad de transformar a los protagonistas que en un principio son propios en anónimos, ya que el espectador, a su vez, se apropia de estas imágenes, para recontar y evocar su propia memoria. De esta manera se completa un ciclo donde cada pintura adquiere la trascendencia deseada al nutrirse de la multiplicidad de voces que la conforman y la narran al infinito (cada espectador son su propia y única versión), como sucede en la novela de Mempo Giardinelli.
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Estelas / Impresi贸n y esmalte sobre acetato / 90 X 150 cm / 2009
Mujeres sentadas II / Impresi贸n y esmalte sobre acetato / 90 X 150 cm / 2009
Clara / Impresión y esmalte sobre acetato / 150 X 90 cm / 2009
“Vuestro nombre no sé, ni vuestro rostro conozco yo, y os imagino blanca, débil como los brotes iniciales, pequeña, dulce... Ya ni sé... Divina. En vuestros ojos, placidez de lago que se abandona al sol y dulcemente le absorbe su oro mientras todo calla”. Alfonsina Storni