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¡Acúsalo con tu mamá!
molestar a fulanita”.
Esta conversación me hizo recordar un incidente que me pasó en kínder, viajaba en busito de regreso a casa y recuerdo que un día íbamos bien apretaditos, así como sardinas en lata, (yo creo que ni cinturón nos ponían) y obvio no existía la figura del “monitor”, allí era sálvese quien pueda.
Siempre viajábamos tres niñas juntas que éramos de la misma edad, ese día por algún motivo íbamos más niños de lo normal, me sentaron al lado de un niño que no conocía, pero era pequeño también. De pronto, el niño empezó a pellizcarme el muslo, y yo –que era una niña bastante tímida– no sabía qué hacer, le decía que parara, pero no me hacía caso; el señor del bus iba con esta música alta que era imposible que se diera cuenta de que algo estaba pasando atrás.
De repente, el niño hace un movimiento y me clava los dientes en el muslo, literalmente me mordió. El grito que pegué fue épico, y de allí fue llanto puro, el chiquillo de porra me dejó los dientes marcados. Llegamos a mi casa, estaba mi abuela esperándome y me bajé desconsolada. El señor del bus le dice: “ay, es que parece que uno la mordió...” yo pensaba en ese momento ¿parece? Casi me arrancan un pedazo de carne y tú ¡ni te das por enterado! Ese día llegué a la casa muy triste, mi abuela me revisó y me dio un abrazo de esos que lo curaban todo.
Hace unas semanas estaba celebrando el cumpleaños de mi comadre, éramos puras mujeres que entre vinitos y desahogo empezamos a sacar el estrés de la semana.
Pasamos por temas como la dieta que no funciona, hablamos de esos viajes que siempre se quieren hacer y nunca se concretan, pasamos hasta por el gluten.
Luego una de ellas empezó a contar que sus hijos estaban sufriendo bullying en su nueva escuela, y allí ¡se prendió el rancho! ¿Bullying? ¡No puede ser!, decía una; otra de una vez sentenció: “Yo le he dicho a mi hija que si le pegan, que pegue también”; otra respondía: “No, cómo se te ocurre, violencia trae violencia, yo le digo a mi hijo que de una vez vaya donde la maestra”. “Ay no, mi hijo cuando estaba chiquito era el que mordía en el busito”, dijo una un poco apenada.
Se formó esta periquera porque definitivamente cada una tenía su opinión, pero una de ellas reflexionó: “pero define bullying, porque cuando estábamos en la escuela, bastante que te gustaba
Recuerdo que mi mamá cuando se enteró, me expresó: “Nadie tiene derecho a hacerte daño, si alguien te agrede, defiéndete”, en ese momento no estaba clara de qué significaba eso. No sé si mi mamá fue a la escuela, o si le formó su revulú al señor del bus, solo sé que, a partir del día siguiente, a las tres niñas pequeñas nos sentaban en el asiento de adelante del busito para mantenernos lejos de “Chapa”, que me enteré de que así le decían a este personaje porque tenía los dientes grandes y se la pasaba mordiendo a otros, o sea que el bully había sido bulleado también.
Este recuerdo lo tengo muy claro en mi memoria y saco varias lecciones de allí: debemos enseñar a nuestros hijos que NADIE tiene derecho a hacerles daño, que inmediatamente suceda, deben avisarles a sus maestros o a algún adulto, y que ellos están en su derecho de defenderse frente a un agresor.
Supermamás, ayudemos a nuestros hijos a sentirse seguros y que puedan alzar su voz frente a las situaciones de acoso que se encuentren, que sean empáticos con los demás y le digan NO al bullying #todassomossupermamas.
DESIRÉE GUERINI
Más de 20 años de experiencia en marketing, publicidad, comercialización, compras, distribución, operaciones y logística. Instagram: @desireegueriniblog