Narraciones Publicación del Centro de Salud Mental N°1
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Narraciones es una publicación del Centro de Salud Mental N°1. Comité de Docencia e Investigación. Jefe de Unidad Dr. Horacio Rodríguez O´Connor Secretaria CODEI Lic. Patricia Álvarez Zunino Dra. Cristina Brio Narraciones Dirección Silvina Czerniecki y Valeria Defranchi Asesor Pablo Castillo Corrección Mónica Fernández Colaboradores Melanie Kacew Analía Pollini Melisa Rapoport Arte de Portada Graciela Bernztein Web address: issuu.com/revistanarraciones.centro1 Mail: narracionescentro1@hotmail.com Facebook: Revista Narraciones publicación del Centro de Salud Mental N1 ISSN: En trámite
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Narraciones Publicación del Centro de Salud Mental N°1
N° 1 – Noviembre 2017
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Historia, memoria y derechos humanos
DĂŠbora Zilberman
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Índice Editorial Presentación por Silvina Czerniecki y Valeria Defranchi Pág. 14 Entre la historia y la actualidad por Dr. Horacio Rodríguez O'Connor Pág. 18
Protagonistas Conversaciones con Osvaldo Bayer. En la memoria y en la dignidad de la lucha también se edita nuestra propia historia. por Pablo Castillo, Silvina Czerniecki y Valeria Defranchi Pág. 26 Taty Almeida: “Las locas seguimos de pie” por Dafne Strobino Niedermaier e Irina Strobino Niedermaier Pág. 38
Incidencias Políticas reparatorias en salud mental frente a crímenes de lesa humanidad. Dolor y dignidad
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por Fabiana Rousseaux Pág. 46 Malestar de la época: la degradación del estado de derecho por Sergio Zabalza Pág. 52 La indignidad del Estado terrorista argentino por Osvaldo L. Delgado Pág. 62 Qué hacer con las tragedias por Mariano Nicolás Campos Pág. 98 Democracia y Derechos Humanos: del consenso a los sentidos en disputa por Ana Bordenave Pág. 104
desde el Centro Una nota sobre identidad y cuestiones clínicas por Graciela Bernztein Pág. 114
Arte y Literatura Entrevista a Lola Arias. El teatro como un ejercicio colectivo de memoria por Rodrigo García Pág. 128
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Concurrentes y Residentes Puntualizaciones sobre la posición femenina en relación a la omnipotencia por Nicolás Maccora y Melisa Tancredi Pág. 136 La interconsulta en el inicio de la práctica clínica por Brenda Orrade Pág. 146 Política, subjetividad y violencia de género. Apuntes para el abordaje de las violencias de género dentro del psicoanálisis por Sonia Altube Pág. 154
Libros Conversaciones entre analistas sobre el seminario de Miller “El Ser y el Uno” por Alicia Mateos Pág. 170
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Editorial
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Presentación Silvina Czerniecki y Valeria Defranchi
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Narraciones es una publicación del Centro de Salud Mental N°1 “Dr. Hugo Rosarios”, que surge en el marco del Comité de Docencia e Investigación de dicha institución. Narraciones ha sido pensada a fin de establecer una conversación entre el psicoanálisis y otros campos discursivos, alrededor de un tema que será eje en cada número. En este punto, el discurso psicoanalítico ocupa un lugar relacional para el pensamiento crítico y su producción, otorgando la orientación epistémica. Cada relato, cada texto, lleva la marca del sedimento cultural y socio-histórico que habita en su autor, si en efecto “el texto es un tejido de citas provenientes de los miles focos de la cultura”1, como Barthes lo señala. Por lo demás, pertenece -si es correcto decirlo así- al lector, en esa frontera imprecisa de la relación entre ambos y de aquello que hacen existir en ese intercambio. Acierta Borges cuando -retomando a Berkeley- enuncia que “el sabor de la manzana está en el contacto de la fruta con el paladar, no en la fruta misma”2; del mismo modo, aquello que
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Barthes, Roland. El susurro del lenguaje. Más allá de la palabra y la escritura. Paidós, Buenos Aires 2013, pág.80 2 Borges, Jorge Luis: Obra poética 1923/1985. Emecé Editores S.A., Buenos Aires, 1989, pág.13 14
un escrito es capaz de brindar no reside en el texto per se, inerte hasta el encuentro con el lector. Narraciones se propone destacar las diversidades discursivas provenientes de numerosos campos como lo son el psicoanálisis, la filosofía, la política, el campo social, el arte y la literatura; e intenta establecer un dialogo, un debate -siempre fragmentario- preservando ese vestigio en el que un discurso fracasa en su afán de totalizarse y solidificarse, esos restos disyuntos que no cuajan ni logran la totalidad jamás.
II “Articular históricamente el pasado no significa conocerlo como ‘verdaderamente ha sido’. Significa adueñarse de un recuerdo tal como este relampaguea en un instante de peligro”. Walter Benjamin Conceptos de Filosofía de la historia En este primer número de Narraciones el vector elegido para la conversación es: Historia, memoria y derechos humanos. Walter Benjamin plantea que la construcción histórica se consagra a la memoria de los que no tienen nombre. La “rememoración” es una construcción del pasado en -y desdeel presente que no supone una restauración de aquello tal cual fue, sino una re-creación del presente con materiales del pasado, puesto que concibe un pasado que fue y sigue teniendo efectos, y un pasado que “ha sido” y ya no es. Un pasado propio de la memoria.
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Tal como Benjamin lo enuncia, la memoria nos trae el pasado como “relámpago”, como centello en un “instante de peligro”. Es el “peligro” del presente el que convoca a la memoria. Cuando la memoria se lanza al pasado desde las resonancias del presente, entonces la historia deja de ser una mera repetición sin implicancias, un relato indolente, para que retumbe en el cuerpo como palabra viva. Lo sabemos, somos sujetos del lenguaje, cuerpos hablantes, el lenguaje es el misterio que nos define como seres humanos: precisamos la historia. Hablarla, escribirla, es un modo de resistir al olvido y al borramiento que se perpetúa con la objetivación creciente de los sujetos. Precisamos la historia, pero preservando ese punto en el que el lenguaje falla en nombrarlo todo, custodiando ese silencio que se escucha: “Sobre todas estas palabras, más o menos potentes, entre ellas, se cuela la presencia de un silencio poderosísimo y retumbante: el de los muertos. No están aquí por sí mismos; no podrían hacerlo. Están a través nuestro e incluso a pesar nuestro, ‘aparecen’ en lo que creemos que ellos fueron o quisieron ser, lo que son en nosotros y lo que nos demandan desde su no estar, como presencia contundente. ‘En nosotros nuestros muertos’, no para convalidar a través de ellos una palabra incierta sino, al revés, para hacer patente la incertidumbre de la palabra”3. Para terminar, y como no podría ser de otro modo, vaya nuestro agradecimiento a quienes participan con su voz y sus escritos en este primer número, enalteciéndolo.
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Calveiro, Pilar, “Memorias virósicas”, en Psicoanálisis. Restitución, apropiación, filiación, Abuelas de plaza de mayo, Buenos Aires, 2005, pág. 140. 16
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Entre la historia y la actualidad Dr. Horacio Rodríguez O'Connor Jefe de Unidad CSM n° 1 “Dr. Hugo Rosarios”
“El aporte de los profesionales psi a la reconstrucción de las instituciones hospitalarias del Estado pasa entre otras cosas, por hacer estallar el contrato privado en el espacio público. De lo contrario es un trabajo corporativo de una institución dentro de otra institución”. Ana María Fernández. Instituciones Estalladas. Editorial EUDEBA, 2010. Argentina, pág 42.
A fines de los años 60' el Dr. Maurico Goldemberg creó cinco Centros de Salud Mental (dentro de ellos el n°1), así como varios Servicios de Psicopatología en los Hospitales Generales en el ámbito de la Municipalidad de Buenos Aires. Gracias a su impronta, se desarrollaron una serie de servicios por entonces innovadores bajo el paradigma interdisciplinario, basados en un modelo bio-psico-social de los trastornos y padecimientos mentales, que integraban la clínica psiquiátrica, la psicofarmacología, los enfoques psicodinámicos y sistémicos, las psicoterapias individuales, grupales y familiares, y una orientación comunitaria adaptada a las realidades culturales latinoamericanas. Esta huella marcó a varias generaciones de profesionales del ámbito “psi” en relación al compromiso con la clínica y lo social. Compromiso que -entre otros aspectos- implica adecuar la practica a la
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singularidad de cada proceso terapéutico en lugar de imponer los mandatos de pureza de las diferentes ortodoxias y hegemonías teóricas. El Centro de Salud Mental n° 1 “Dr. Hugo Rosarios” lleva su nombre en homenaje a su primer Director. La institución supo ser pionera en la creación de diferentes dispositivos clínicos, para poder responder a nuevas demandas asistenciales y necesidades de la red de servicios de salud mental a través de casi cinco décadas. En el transcurso de ese tiempo, se crearon en el CSM n° 1 diferentes dispositivos de hospital de día, entre ellos funcionó el primer Hospital de Día para usuarios con problemas de consumo de diferentes sustancias. También “La Cigarra”, dispositivo clínico vinculado a la atención de niños y adolescentes que presentan trastornos mentales graves, que pueden comprometer seriamente la evolución, el aprendizaje, el desarrollo personal y la inserción social y educacional de aquellos que lo padecen. El CSM n° 1 fue sede de programas asistenciales innovadores como el PAC (Programa de Asistencia Comunitaria a Niños, Niñas y Adolescentes con Trastornos Mentales Severos en situación de vulnerabilidad social) y de una gran variedad de experiencias que enriquecieron el saber-hacer profesional. Es ampliamente reconocido que los trastornos y problemas vinculados a la Salud Mental tienen hoy una incidencia creciente y se constituyen en uno de los problemas de Salud Pública más acuciantes para la población. Su manifestación está vinculada al derrumbe de los sistemas sociales, económicos y políticos, al debilitamiento de los fundamentos y valores morales, a la desintegración de las familias, al vaciamiento de sentido de las instituciones de la modernidad y a la disminución de sus posibilidades de tramitar conflictos de una manera pacífica. Esto coloca a las instituciones Públicas de Salud Mental ante
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desafíos crecientes. La clínica que nos consulta es una clínica en “situación”, en situaciones de urgencia, con demandas masivas y muchas veces irracionales que implican siempre respuestas e intervenciones, que exige un trabajo de pensamiento y elaboración de estrategias con inclusiones e integraciones contrarias a las fuertes disociaciones propias de las patologías que nos demandan. Este trabajo de pensamiento e intervención es netamente interdisciplinario. Ninguna disciplina de las ciencias humanas puede abordar la singularidad y la complejidad de cada situación, esta solo puede ser construida interdisciplinariamente. Esta descomposición del análisis de las intervenciones, remite siempre a reformulaciones de síntesis. La “situación” se transforma en un articulador entre diferentes discursos, diferentes sujetos y las restricciones y posibilidades que el contexto social le impone a una manifestación conductual. Publicar una Revista desde el Centro de Salud Mental n° 1, implicará un enorme esfuerzo. ¿Por qué hacer uso, entonces, de energías que podrían destinarse al proceso directo de atención, frente a una creciente demanda asistencial? Es indudable que apostamos a un esfuerzo que implica un beneficio que contribuirá al mejoramiento de la práctica profesional, a la construcción colectiva del conocimiento, a compartir las prácticas y las dificultades en su ejercicio, generar nuevas habilidades técnicas y fomentar la educación contínua. La sociedad contemporánea se mueve rápida y constantemente, cada vez más comunicada en términos tecnológicos, pero más aislada en términos sociales, con una mirada individualista de las problemáticas globales. Estas características no son ajenas a la dinámica de las instituciones del campo de la Salud. Muchas veces se confunde la realidad
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con aquello que divisamos por la ventana de nuestros pequeños refugios institucionales, sin percatarnos que solo percibimos aquello que está delante de esa abertura. No se trata entonces de generar una revista desde la perspectiva de una sola disciplina, marco teórico o posición ideológica, es un objetivo poder dar cuenta de los debates actuales por los que transitan los conocimientos en el campo de nuestras prácticas. Ante la fragmentación y el aislamiento como dato epocal, esperamos, a través de esta publicación, poder tender puentes y lazos que permitan la construcción de redes entre distintas perspectivas y disciplinas del campo de la Salud Mental, entre instituciones y organizaciones de la salud, la educación, la cultura, la economía y el desarrollo social.
Buenos Aires, noviembre de 2017
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Protagonistas
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Conversaciones con Osvaldo Bayer
En la memoria y en la dignidad de la lucha también se edita nuestra propia historia Pablo Castillo, Silvina Czerniecki y Valeria Defranchi
Diez de la mañana. Arcos casi esquina Monroe, Belgrano. Osvaldo Bayer nos espera puntual en “El Tugurio”, su casa de siempre. El nombre se lo debe a la inventiva de Osvaldo Soriano. El autor de No habrá más penas ni olvidos, se lo puso una tarde buscando reflejar el desorden de libros, revistas y diarios que habitaban en esa especie de jardín de invierno en el que habitualmente se reunían. Ahí estamos ahora. Con el paso del tiempo la magia se ha incrementado pero su fisonomía se mantuvo casi intacta. A los noventa años, el escritor, historiador y periodista continúa viajando y dando conferencias por todo el país. “Mientras la salud me responda, siempre estoy”, afirma con voz pausada pero firme, mientras saborea su primer vaso de vino tinto y espera nuestras preguntas: N: La idea es transitar algunos tópicos de su recorrido de vida y de su producción literaria y de investigador… O.B: ¿Para qué medio es? N: Es para una Revista del Centro de Salud Mental N° 1, el que está en Manuela Pedraza al 1500… O.B: ¿Cuál es el nombre de la Revista?
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N: Narraciones, este es el primer número y el tema sobre el que va a girar es Historia, Memoria y Derechos Humanos, por eso queríamos conversar con usted… O.B: Muy bien, adelante nomás… N: Hay un cuento de Osvaldo Soriano que se llama Peronismo de juguete que relata un poco lo que era su infancia y la ruptura de esa infancia que coincidía con el golpe militar del 55, es un cuento hermoso. Si bien usted tenía unos años más –no muchos más- que Soriano, ¿Cómo era el mundo infantil de Osvaldo Bayer, mitad de la década del 30? O.B: El Belgrano del treinta era un barrio de alemanes. Había mucha amistad infantil, se formaban permanentemente bandas de pibes, jugábamos al fútbol todo el tiempo, en la calle porque había muy poco tránsito que pasaba por allí, carros solamente; así que se podía jugar a la pelota todo el día. También nos divertíamos jugando a la cupa o a las escondidas, en la placita de la otra cuadra. Fue una niñez muy linda, con mucho afecto con los pibes del barrio, corríamos siempre tomando toda la manzana como si fuera una pista de carrera. N: Y ¿Quiénes habitaban el barrio? O.B: Había mucha colectividad alemana, a una cuadra y media estaba la Colonia alemana, que era un internado con 200 chicos más o menos. Y también estaba el Club Alemán, en Cuba y Blanco Encalada. Esas propiedades pasaron todas a la Argentina cuando se le declaró la guerra a Alemania, y yo tenía amistad con los dos grupos, con los pibes alemanes y con los de acá.
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N: Y después el secundario, más tarde el servicio militar en época del peronismo, hasta que finalmente se decide por estudiar filosofía. Aunque antes hace un año de medicina porque usted decía que había que conocer primero el cuerpo antes que el alma. ¿Sigue pensando lo mismo? O.B: Y…sí, sí. Me fue muy útil ese año en medicina. Me gustó muchísimo y fue importantísimo para mi formación, sobre todo estudiar anatomía descriptiva. Pero yo ya estaba decidido por la filosofía y me fui a Hamburgo en el 52 y por allí anduve durante cuatro años… N: ¿Cómo era la Alemania de postguerra? ¿Cómo replicaba ese espíritu de época en los claustros universitarios? O.B: La juventud universitaria de postguerra era muy interesante, maravillosa. Quiso superar a las clases anteriores, y, por ejemplo, en las asambleas estudiantiles la pregunta era: “¿Cómo pudimos hacer la guerra?”. Inentendible. Todavía retornaba la cosa inexplicable de la guerra. Las ciudades destruidas, los hombres muertos, las mujeres trabajando muy duro, sin pausa ni descanso. Realmente para mí ese fue un período precioso, de gran aprendizaje. N: Quizás suene a especulación, pero ¿era posible pensar que algunos de los padres de los chicos y las chicas que estudiaban con usted simpatizaran o hubieran sido parte del régimen nazista? O.B: No, no. La guerra los había destrozado, ninguno defendía a Hitler. La pérdida fue total. Calles y casas absolutamente arrasadas, hechas polvo. Los hombres prisioneros, las mujeres trabajando en la calle, hacían todo. Alemania se levantó con las mujeres, porque los hombres estaban muy decaídos.
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N: Y, finalmente vuelve a la Argentina en el 55/56. Ya estaba trabajando como periodista. ¿No es así? O.B: Si, enviaba notas sobre la Alemania de postguerra a revistas y diarios de acá. En la Argentina publicaban todo porque tenían mucho interés por entender todo ese proceso: ¿qué era lo que realmente había ocurrido? Cuando llego a Buenos Aires me desempeño un tiempo como secretario de redacción en Noticias Gráficas y un día el dueño de un pequeño diario de Esquel viene a mi trabajo y me pregunta: “¿Quiere ir a vivir en paz, tranquilamente, en un paraíso, al lado de la montaña? Vengase a trabajar con nosotros, yo le pago un buen sueldo”. Y lo hice. Estuve un año. Después tuve diferencias y me volví a Buenos Aires. N: ¿Ahí es cuando tiene el primer contacto con los pueblos originarios? O.B: Si, esa fue mi primera relación directa. Una de las cosas que más me impresionó fue su modo de vida de tipo colectivo. La propiedad no era de ninguno, sino de todos. Un verdadero ejemplo. N: ¿Cómo se da el proceso de acercamiento suyo al anarquismo? O.B: Fundamentalmente a través de la lectura y de los viejos anarquistas que conocí acá. El anarquismo en la Argentina fue muy fuerte en el sindicalismo. Una ideología política que fue mayoritaria entre los obreros en un momento determinado de nuestra historia. N: Y ¿Cómo era esa relación no exenta de tensión entre el anarquismo y el futbol? O.B: Hasta 1910 el sábado se trabajaba todo el día. Y el domingo los obreros jóvenes en vez de ir al sindicato o a los centros de cultura se iban a jugar a la pelota. Había mucha resistencia a aceptar este deporte desde
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los dirigentes anarquistas. Y esto se extendió hasta bien entrados los años 30… “La Protesta”, el diario que llegó a ser la voz de la FORA, definía al fútbol como “una perniciosa idiotización a través del pateo reiterado de un objeto redondo”. Pero había otros anarquistas que sí defendían el fútbol. Y decían que “era un juego socialista. No era algo individualista. En el fútbol se aprendía a ser solidario”. Pero además lo que pocos saben es que los anarquistas fundaron varios clubes en la Argentina. Promovieron el que se llamó Los Mártires de Chicago –en honor a los trabajadores ahorcados por impulsar las ocho horas de trabajo–, pero después perdieron las elecciones, asumieron otras fuerzas -los comerciantes- y para terminar con el pasado anarquista le pusieron: Argentinos Juniors. “¡Somos argentinos, no anarquistas!” decían. También está “El Porvenir”, que es otro nombre muy anarquista. Obreros socialistas fundaron Independiente. Fue hecho por los trabajadores de una gran fábrica, creo que era metalúrgica, que se reunieron en un café del centro, en la calle Perú e Irigoyen. Por eso le pusieron Independiente, porque eran independientes de la fábrica. N: Y su interés por investigar las matanzas en la Patagonia y el anarquismo ¿surge cuando va a trabajar como director de ese diario de Esquel? O.B: Sí, y por mi padre. Mi padre, que era socialista, me contaba siempre de las huelgas patagónicas. Y en Esquel empecé a trabajar sobre eso. Estuve casi tres años escribiendo el primer tomo de “Los vengadores de la Patagonia trágica”, aunque a la mayor parte del libro le termine de dar forma acá en Buenos Aires.
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N: ¿Quedó conforme con la versión cinematográfica? O.B: Cuando me proponen llevarlo al cine, dije que sí. Pero yo quería encargarme de escribir el guion en su totalidad. Se hizo con muy poco dinero. Y la película refleja la verdad histórica, todo comprobado con su documentación correspondiente, excepto el final. Ahí hubo un problema por fuertes presiones del Ejército para que lo cambiáramos sino el estreno se suspendía. N: ¿Nos puede contar como fue ese episodio? O.B: En parte para mí fue una decepción. El director, Héctor Olivera, hasta ahí había respetado el guion tal cual yo lo había escrito. En medio del rodaje, recibimos la visita del Ejército, informándonos que, si se mantenía el final del guion, el estreno se suspendía. ¿Qué era lo que les molestaba? Tras los fusilamientos a los pobladores, y según consta en los archivos policiales, el 17 de febrero de 1922 los soldados fueron al prostíbulo La Catalana de San Julián en Santa Cruz. Las cinco mujeres de aquella casa de citas se negaron a tener trato con los militares, les gritaron en la cara que eran unos asesinos. ¿Qué unas prostitutas se negaran al uniforme de la patria? Ellos no lo iban a aceptar. Me enojé y quise abandonar. Pero pensé en todos los que habían puesto su esfuerzo para que estos hechos se conocieran masivamente y ahí se me ocurrió el final que quedó: “la famosa fiesta donde los estancieros británicos agradecen al teniente coronel Héctor Benigno Varela el haber cumplido con su deber”. Con ese final irónico se aplaudía en el cine. Pero imagínense lo que hubiese sido la sala con el otro desenlace: los espectadores vivando a esas pobres mujeres: Consuelo García, Ángela Fortunato, Amalia Rodríguez, María Juliache y Maud Foster negándose a tener sexo con esos militares asesinos.
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N: Igual en lo personal para usted ¿esa película también tuvo costos? O.B: La película anduvo muy bien hasta que murió Perón; con Isabel, es prohibida un 12 de octubre. Y ese mismo día salgo en la lista de la Triple A junto a Luis Brandoni y Héctor Alterio que también tuvieron que exiliarse. Yo me refugié con mi familia en la embajada alemana, recuerdo que ya estando en Ezeiza un militar de apellido Santuccione me miro a los ojos y me dijo: “Usted va a salir ahora, pero nunca más va a volver a pisar el territorio de la patria, ¿entendió?”. N: Y ¿Qué pensó en ese momento? O.B: Y pensé que sí, que tenía razón, que era cierto, que no iba a poder volver más al país. Pero me conformé, primero tenía que salvar a mi familia y después la vida. Así llegue a Berlín. N: Y ¿Cómo fue esta segunda residencia en Alemania? O.B: Al principio difícil. No me fue sencillo conseguir casa, trabajo, pero tampoco me puedo quejar. Pude ejercer el periodismo. Participe de muchos grupos de exiliados latinoamericanos que se habían refugiado sobre todo en el norte europeo: Suecia, Noruega y Dinamarca. Hubo mucho intercambio. Fueron tiempos dolorosos, pero de grandes enseñanzas. N: ¿Es cierto que Hebe cuando iba a Alemania paraba en su casa? O.B: Sí, sí. A ella la invitaban organizaciones de derechos humanos y por supuesto estaba incluido el alojamiento en buenos hoteles. Pero cuando iba a Berlín ella prefería quedarse en mi casa. Hebe era una luchadora. Esas luchadoras de base, muy buena. Después tuvimos diferencias y para
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mí se transformó en otra cosa. Actualmente no tengo más amistad con ella. Pero en ese momento era una heroína. Nunca tenía ningún miedo, siempre se la veía tranquila, y viajaba como si nada, como si fuera una pasajera común, y, eso que siempre le hacían tropelías al salir o al llegar, pero ella siempre iba para adelante. Estuvo presa también, pero encontraba mucha defensa en el exterior. N: Regresemos a los sesenta y apelando a su lógica más periodística ¿Viaja a Cuba y entrevista a Ernesto Guevara? ¿Qué impresión le causó? O.B: En ese entonces yo era Secretario General del Sindicato de Prensa y en esa condición me invitan como parte de los festejos del primer año de la Revolución en 1960. Guevara era una persona ejemplar. Era un hombre que se había inventado a sí mismo. Hablaba siempre pausado, respondía a todas las preguntas, no se quejaba nunca, nos contó de sus planes, y fíjense ustedes la expedición que hizo por Bolivia, por Salta. Increíble su valentía.
Cuando
podría
haberse
mantenido
como
burócrata
tranquilamente en Cuba atendido como un rey; sin embargo, se fue a luchar… A mí me impactó su inteligencia. Tenía una personalidad sumamente atractiva. Las mujeres que formaban parte de nuestra delegación se enamoraron inmediatamente de él, y con razón, hasta yo me hubiese enamorado… N: ¿Cómo era la relación suya con Rodolfo Walsh, Paco Urondo y Heraldo Conti? Porque allí también había concepciones del mundo y de la política muy diferentes… O.B: Todos nos respetábamos genuinamente, nunca nos repudiamos ni nada por el estilo. Con Walsh, por ejemplo, nos atraíamos sinceramente para conversar, y eso que teníamos ideologías completamente distintas.
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Pero él era un luchador innato. Directo. Mientras que yo le decía que había que mantenerse al margen, tratando de registrar y resumir todo lo que ocurría, que ese era nuestro aporte para el futuro. Bueno, es de alguna forma lo que hice yo siempre. Paco era un trabajador, incansable. Estuvimos juntos en Clarín muchos años, teníamos los escritorios casi pegados uno con el otro, así que fuimos muy amigos. Haroldo era una persona humilde, uno de los mejores escritores argentinos de su generación. Cuando vino el golpe del 76, él decidió quedarse igual en la Argentina. Frente a su escritorio había puesto una frase en latín que resumía con exactitud cuál era su posición: “Hic meus locus pugnare est hinc non me removebunt”. Este es mi lugar de combate y de aquí no me moverán. Fueron increíbles las personalidades que habitaron aquel tiempo, con esas ganas por hacer cosas, siempre la actitud solidaria y la disposición para poner el cuerpo. Fue una época de héroes. N: Cuando vuelve a trabajar como historiador en la Argentina después del golpe del 55, los historiadores se agrupaban en distintas corrientes: liberales, revisionistas, marxistas. ¿Usted mantenía diálogo con alguna de ellas? O.B: Todos tuvimos encuentros muy fructíferos. Hubo intercambios eternos entre nosotros; con un sincero respeto intelectual por cada una de las escuelas. Fue una época muy seria. Se buscaba la alianza de ideas y había un aprecio muy especial por el debate. Con algunas corrientes del marxismo se pudieron hacer algunos trabajos en forma conjunta. Ese modo de producir conocimiento no es tan frecuente en la actualidad. Se perdió un poco.
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Ya transcurrió casi una hora de reportaje. Osvaldo pide otro vaso de vino tinto: “Soy como el loro, me tenés que dar líquido para que siga hablando”, se justifica entre risas. N: ¿Puede contarnos cómo surge “El Tugurio” como nombre de su casa? O.B: Soriano era un provocador. Le encantaba provocarme para ver como reaccionaba. Una vez vino, golpeó, entró y se quedó mirando desde el inicio del pasillo; observó todo minuciosamente y entonces muy circunspecto me dijo: “Vos vivís en un verdadero tugurio”. Y yo rápido de reflejos le digo: “Tugurio, me gusta, lo voy a poner en la puerta”. Y entonces me dice: “Esperá, dejá, no ves que sos demasiado alemán, te tomás todo en serio, lo dije por joder”. “No, me gusta de verdad, lo voy a poner”. Y lo puse. Y creo que se arrepintió toda la vida. N: La única novela que escribió “Rainer y Minou”, la hizo en Berlín, ¿no? O.B: Sí, la escribí cuando vivía en Alemania. Está basada en un hecho verídico, pero en estilo novelado. Cuenta la historia de un alemán de unos 40/45 años que se enamora de una chica argentina, que va a hacer una pasantía en cine. El alemán era el hijo de un jerarca nazi, y ella es judía y los padres habían tenido que emigrar a la Argentina escapando de Hitler. Y ahí aparece la dificultad para salir de la historia familiar. Aflora una cierta imposibilidad para procesar los pasados que cada uno trae, que vuelven una y otra vez sobre los atribulados personajes e incluso lleva a uno de ellos a tomar una resolución trágica. Ahora, Rubén Mosquera, el mismo director de la obra “Las putas de San Julián” que se dio hace unos cuatro años en el Teatro Cervantes está readaptando el libro de Rainer y Minou para estrenarlo en poco tiempo más. El día que cumplí noventa años vino a verme y me dijo: “La puesta
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en escena de esta obra va a ser mi regalo de cumpleaños”. Es todo un tema cómo heredan la culpa los hijos por las atrocidades cometidas por los padres. N: En general, usted siempre interpela a la historia y de alguna manera la pone constantemente en diálogo dialéctico con la realidad… O.B: Sí. La trama de Rainer y Minou es compleja. Creo que no es un modo común de abordar estas temáticas. Una vez en la Universidad de las Madres, le pregunto a Hebe: “¿Qué pasaría si tu hija se enamora del hijo de un represor?”. Me acuerdo que Hebe me miró y sin cambiar el tono de su voz me respondió: “Simple. La mato”. N: ¿Qué lástima que no se dio más tiempo para escribir este otro tipo de literatura? O.B: Ahora ya no se puede hacer nada. Estoy ocupado permanentemente. Por acá siempre pasa gente. Y si esto no fuera poco además vienen los amigos… a joder (risas). N: ¿Con el periodismo como se lleva? O.B: En lo personal me respetan. A veces me publican alguna nota. Pero es muy difícil entrar en los medios. Ponen muchos condicionamientos. Me censuran y a mí no me gusta que me censuren. El poder de los grandes capitales en los diarios y las revistas es muy fuerte. N: ¿Le podemos hacer la última pregunta? Este primer número de Narraciones trata sobre Historia, Memoria y DDHH, es una revista de Salud Mental, y le quería preguntar ¿Cómo ve en la actualidad la situación de los DDHH en el país?
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O.B: Complicada. Es mejor esto que una dictadura. Pero la verdad y la memoria siempre se buscan ocultar, que pasen lo más desapercibidas posibles. Pasó con las luchas de los obreros a lo largo de toda nuestra historia que fueron riquísimas y sin embargo la mayoría de las veces estuvieron ausentes o silenciadas en los grandes medios de comunicación. Ahora tenemos el caso Maldonado. Aquellos que buscamos a Santiago, como hemos buscado a tantos otros, debemos seguir peleando con el ingenio de la palabra, inspirados en nuestros ancestros. Es tristísimo que todavía ocurran estas cosas; sinceramente da pena y asco que haya ocurrido una cosa así… Hay, por supuesto, que investigar la responsabilidad de la Gendarmería pero sin dejar de pensar en las fábricas, porque no basta con ser intensos, si no somos también constantes. Debemos seguir andando sin desandar ni un solo milímetro de lo ya recorrido. Y también rescatar la lucha y la resistencia de nuestros hermanos y hermanas mapuches. Con esa dignidad que nació hace siglos y que hoy vale la pena reconocer su trascendencia. Porque de esa voz, de sus argumentos y de su corazón que todavía late y se escucha, desde allí también se edita nuestra propia historia.
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Taty Almeida: “Las locas seguimos de pie” Dafne Strobino Niedermaier e Irina Strobino Niedermaier
Conversamos con Taty Almeida, Madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora, sobre la desaparición de su hijo Alejandro, Santiago Maldonado, el fallo del 2x1 de la Corte Suprema y Racing. N: Se cumplieron 42 años de la desaparición de su hijo Alejandro, ¿cómo lo homenajearon? T.A.: El sábado 17 de junio al mediodía, mi nieto Nacho hizo un gran asado para toda la familia en la casa de mi hija Fabiana, en la calle. Porque a Alejandro hay que recordarlo con alegría. A pesar de los años estamos recordándolo con esta familia hermosa que él tiene, que no le permitieron tener, sobrinos, sobrinos nietos. Tengo una familia muy linda, que como siempre lo recordamos muchísimo. Tengo tres hijos maravillosos: Jorge, Alejandro y María Fabiana. El agujero no me lo llena nadie, pero por suerte siempre estoy acompañada por mis hijos y mis nietos. Eso que dicen que el tiempo cierra las heridas es mentira, siempre va a estar sangrando esa herida, jamás se me va a cerrar. N: ¿Cómo era Alejandro? T.A: Alejandro tenía 20 años cuando lo arrancaron de nuestro lado, trabajaba, estaba cursando el 1er. año de la carrera de Medicina y era un militante. Alejandro, como los 30.000, cuando algún trasnochado todavía
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dice ‘por algo será que los desaparecieron’, nosotras, las Madres, con mucho orgullo decimos: “Por supuesto que fue por algo”, no fue ni por estúpidos, ni por perejiles, eran militantes políticos. No hay que tenerle miedo a la palabra militancia, compromiso, compañerismo, ocuparse del otro, no pasar por la vida livianamente. Pero a su vez, toda esta generación maravillosa eran chicos comunes a los que les gustaba el rock, que fumaban un porro de vez en cuando, eran chicos que amaban la vida; ellos querían vivir, no dieron la vida, se la arrancaron, porque ellos tenían proyectos, querían cambiar el mundo que les tocaba vivir mediante la militancia política. Esa militancia que encontramos cada vez más entre los jóvenes, yo soy una admiradora y siempre digo: ¡viva la militancia política! Con esa juventud con la que las Madres estamos tranquilas, militantes a los que les vamos pasando de a poquito la posta. A pesar de los bastones y las sillas de ruedas, las locas seguimos de pie. Y vamos a seguir estando y van a estar siempre presentes los Alejandros y los 30.000 en la medida en que el obrero, el trabajador, el profesional, el maestro defiendan las causas justas, ahí van a estar presentes. Este Gobierno no va a lograr borrar la memoria como quieren hacerlo, de ninguna manera, no se lo permitimos y cada vez somos más. Alejandro desde algún rincón por ahí, vaya a saber por dónde, siempre me mirará con tanto orgullo, con tanto cariño, tantas veces me ha dicho ‘esta gorilita de mierda, sin embargo la quiero’ y ahora dirá ‘miren la gorilita de mierda en que se transformó’. N: Santiago Maldonado está desaparecido desde el 1º de agosto, ¿cuál es su opinión?
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T.A.: La responsable de la Gendarmería es Bullrich, ella da las órdenes y habla por Macri y todo el Gobierno, que dejen de taparse entre ellos. Saben perfectamente dónde está Santiago. Es horrible decirlo, pero vivo o muerto, ellos lo saben, son los responsables. Basta de esas chicanas para taparse, que ya nadie se las cree. Desde que está Macri en el Gobierno, por un motivo u otro, todos los días se violan los derechos humanos, el principal es el de la vida con la desaparición de Santiago Maldonado. La tarea que están realizando los organismos de Derechos Humanos nacionales e internacionales es impresionante. Es lamentable e insólito que en un Gobierno constitucional haya presos políticos como Milagro Sala y un desaparecido. Es muy fuerte volver a gritar en las marchas, después de más de 40 años, aparición con vida. Ni la lluvia ni el frío ni nada nos van a parar. Esperemos ahora que con este nuevo juez que, como dijo Sergio -el hermano de Santiago-, por lo menos tuvo un gesto diferente al anterior y llamó inmediatamente a la familia, se haga justicia porque las pruebas están a la vista de que fue Gendarmería. N.: ¿Qué sintió con la masiva marcha contra el fallo del 2x1 de la Corte Suprema? T.A.: Fue una respuesta maravillosa que no se esperaban, justamente Macri tardó en dar esas declaraciones que no convencieron ni a su madre. Fue una plaza sin ningún tipo de partidismo, estábamos todos ahí para decir “No.” Eso fue conmovedor, maravilloso. Gente suelta, gente grande, gente jovencita, miles de miles un día de semana. Y el broche fueron los pañuelos.
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El viernes anterior a la marcha estábamos reunidos los organismos para ver que hacíamos, cuando de repente Charly Pisoni dice ‘las redes sociales están reventando, preguntan a las Madres si se puede llevar un pañuelo blanco ese día’. Nos pareció una idea maravillosa porque el pañuelo es lucha, son ellos, son los 30.000. Esa foto fue hermosa, dio la vuelta al mundo cuando todos levantaron los pañuelos con amor y emoción. Mientras este presidente falso e hipócrita estaba en Mendoza bailando con un pañuelo blanco una zamba, otra ofensa, pero allá él y quienes lo acompañan. Así hay que seguir, seguir haciendo, juntar, juntarse pacíficamente, como lo hemos demostrado por años, por la memoria, por la verdad, justicia legal, nunca por mano propia, jamás. N: ¿Le sorprendió tanta gente en la Plaza de Mayo? T.A.: La verdad que sí, porque pensábamos que íbamos a ser cantidad, pero desbordó. Cuando íbamos con la combi de Madres para el escenario, en el camino había mucha gente mayor y todos lloraban y nos aplaudían. Fue una conmoción, una demostración a esta Corte que tenemos que realmente es una vergüenza. Valió la pena, pero no hay que quedarse, hay que continuar. N: ¿Cuál es su opinión sobre la privación de la libertad a Milagro Sala? T.A.: ¿Cómo es posible que en un Gobierno constitucional haya presos políticos? Si quieren juzgar a Milagro Sala no tiene por qué estar presa. Hasta la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que estuvo ahora, declaró que Milagro no tiene que estar presa. Pero no le perdonan que sea negra, que haya construido como ella dice ‘ese country para mis negritos’, porque el gobierno de Jujuy no hace nada socialmente y
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Milagro tomó el tema. Son tantas injusticias que hay que seguir firmes y peleándola. N: Recientemente se publicó el libro “Los desaparecidos de Racing”, escrito por el sociólogo Julián Scher que recoge las historias de once hinchas de Racing entre ellos su hijo Alejandro, ¿Qué sintió? T.A.: Mi hijo Jorge estuvo hablando horas con Julián Scher, mis dos hijos iban juntos a ver a Racing. Ya leí el libro, tiene unas historias tan bien escritas, con mucha calidez, una maravilla. El libro está causando furor, son once historias. Alejandro jugaba al rugby, además. Con este libro me he enterado cosas de Alejandro que no sabía. El padre de Julián, Ariel Scher, fue el primer periodista en realizar una entrevista a una Madre de Plaza de Mayo y a un jugador del Mundial del 78, Ricardo Julio Villa, cuando se cumplieron 30 años del Mundial. Fue un reportaje maravilloso. N: Hace unos años se publicó un libro con los poemas de Alejandro, ¿usted sabía que escribía? T.A.: Alejandro vivía conmigo cuando ese 17 de junio me dijo: “Mirá mamá, yo mañana no voy a trabajar porque tengo un parcial, esperate que ya vengo”. Fue lo último que escuché de Alejandro. Al otro día empecé a buscar entre sus cosas porque no había vuelto a dormir y encontré una agenda de teléfonos, y en las últimas hojas había 24 poesías. Yo no sabía que Alejandro escribía, tampoco sabía nada de su militancia, él militaba en el ERP, él me cuidaba, me preservaba. Leí las poesías y ahí tuve la primera faceta del compromiso de Alejandro, de su repudio a la injusticia, y la poesía que me dejó a mí por si algo le pasaba. Alejandro sabía que lo iban a matar, en varias de las poesías lo
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dice. Yo las guardé por 30 años, las atesoré, y me decían: “las tenés que publicar”, y yo decía que no, son de Alejandro. Después de tantos años, las Madres hemos entendido que nuestros hijos ya no nos pertenecen, hay que compartirlos y en este caso ¿qué mejor? Pascual Espinelli se encargó de editar el libro, que se tradujo al italiano, lo he presentado en España, Chile, en todos lados. Después de un tiempo le agregamos un CD donde 24 personas famosas que quiero y que me quieren grabaron en Radio Nacional las poesías, entre ellas están: Eduardo Galeano, Alfredo Alcón, Joan Manuel Serrat, Ismael Serrano, Cristina Banegas y tantos otros. Es una joya. N: ¿Cómo continúa la lucha de las Madres de Plaza de Mayo? T.A.: No van a lograr borrar la memoria, como pretende Macri, porque día a día somos más y más los que estamos resistiendo, hay gente joven, eso es lo importante, que cuentan la verdad, que dan a conocer las voces de aquellos que nos quieren acallar. Nosotras buscamos justicia legal, jamás por mano propia. Nosotros nunca vamos a perdonar ni nos vamos a reconciliar, queremos cárcel común y perpetua para todos los genocidas. Esperamos que la Justicia siga adelante, que actúe como corresponde. Un país que no tiene memoria, que no trae el pasado al presente, no puede construir un futuro.
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Incidencias
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Políticas reparatorias en salud mental frente a crímenes de lesa humanidad. Dolor y dignidad Fabiana Rousseaux4
En el momento de escribir este artículo, nuestra sociedad transita por una situación excepcional que merece una lectura no sólo política. Los profesionales de la salud mental tenemos algo para decir en torno a los dolorosos sucesos desencadenados a partir de la desaparición y posterior anuncio de muerte -en ese orden- de un joven que participó de los episodios desencadenados por la feroz represión de la gendarmería nacional en el sur del país, más precisamente en territorio mapuche. El impacto en la comunidad internacional en su conjunto, solidarizándose con el reclamo sobre un cuerpo desaparecido durante 80 días, significa que ni para la Argentina ni para los países del resto del mundo la desaparición significa lo mismo que la muerte. Sin embargo, resultó sorprendente la respuesta de muchos de esos países que definían esta nueva desaparición como algo “intolerable para la sociedad argentina” como si en ello fuera un saber internacional sobre el límite tocado aquí, pero oculto a la vista de todos en el interior mismo de nuestra sociedad. No tanto porque no se haya movilizado un amplio espectro de ciudadanos en reclamo de verdad y justicia, sino por la implacable respuesta posterior, al conocerse el destino final del cuerpo
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Psicoanalista. Fundadora y ex Directora del Centro de Asistencia a Víctimas de Violaciones de Derechos Humanos “Dr. Fernando Ulloa” de la Secretaría de DDHH de Nación (2005/2014). Miembro fundador de la Red Latinoamericana de Reparación Psíquica (Brasilia). Directora de Territorios Clínicos de la Memoria (Red latinoamericana de profesionales en Derechos Humanos y Subjetividad) 44
desaparecido, que podríamos resumir en “No fue el Estado, fue un accidente”. Cuando en el marco del primer juicio por delitos de lesa humanidad llevado a cabo en los tribunales de Comodoro Py, en el año 2009, denominado “Jefes de área” se juzgaron crímenes cometidos en el ámbito de la capital federal en el período 76/77, los principales testigos citados en ese juicio fueron porteros de edificios y taxistas. Allí tuve la oportunidad de escuchar a muchos de esos testigos que 35 años más tarde de los episodios que se juzgaban eran llamados a declarar por lo que habían visto y oído. Muchos de ellos manifestaron en un inicio desconocimiento sobre los hechos por los que fueron citados. No obstante ello, uno de los taxistas comenzó su testimonio del mismo modo: “no sé qué pasó, yo no sé nada”, pero tras una pregunta de la querella, recordó que en ese período él cumplía su horario de trabajo en horas de la noche y que era habitual ver situaciones extrañas en la ciudad. Mujeres descalzas, a veces ensangrentadas o con niños en sus brazos, en camisón, que subían al taxi y lloraban, que deambulaban de madrugada, etc. Al recordar todo esto dijo: “convivíamos con esas escenas” y demostró el miedo que eso le había causado, manifestando al tribunal que “nunca se había atrevido a pensar en ello”. El intervalo que fue en su breve declaración del “yo no sé nada” al “convivimos con el terror” no requiere de demasiadas traducciones para quienes estamos habituados a escuchar la lógica del inconsciente más que los relatos descriptivos de episodios históricos. Creo importante, entonces, hacer una brevísima genealogía sobre las últimas décadas en los países de América Latina donde se desarrollaron proyectos y programas inscriptos en el marco de la reparación integral a víctimas de violaciones de derechos humanos.
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Nuestro país en particular desarrolló una fuerte política frente a delitos de lesa humanidad, inaugurando un escenario sin precedentes a nivel internacional al juzgar estos crímenes bajo la configuración de tribunales ordinarios y no “ad hoc”5 como ocurrió en otras experiencias mundiales. Tales políticas estuvieron centradas en la recuperación de la memoria individual y colectiva y en los procesos de verdad, justicia y reparación, a efectos de dar consistencia a los relatos provenientes de las personas afectadas, vinculados a la historia de la violencia de Estado en el Cono Sur, que hasta ese momento habían sido ignorados o desprestigiados por los sucesivos gobiernos post-dictatoriales y una gran parte de la sociedad, aún marcada por las consecuencias que restan de procesos genocidas. Algunas de estas decisiones se vieron plasmadas en la creación y/o consolidación de programas que tuvieron en la reparación psíquica y el testimonio un dispositivo clínico y un espacio privilegiado para la producción de dignidad sobre las víctimas. Los juicios penales fueron, sin lugar a dudas, acontecimientos que interpelaron a toda la región afectada por el denominado “Plan Cóndor”6. Las perspectivas vinculadas a la recuperación de los sitios de memoria, de los procesos de justicia, identidad, comisiones de la verdad, y otros modos de justicia de transición, ayudaron a dilucidar cómo se construyen y sostienen estos procesos en materia de reparación y restitución de la dignidad.
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Ex Yugoslavia, Ruanda, Camboya entre otros donde se crearon Tribuales Especiales para juzgar a los responsables de los crímenes de lesa humanidad. 6 Coordinación represiva de todo el Cono Sur 46
En ese sentido la invención de un dispositivo novedoso como fue el acompañamiento a víctimas-testigos en el marco de los procesos judiciales -tanto desde las comisiones de verdad de los diferentes países del continente, como en los juicios orales desarrollados en la Argentina en sus marcos estatales y en articulación con las organizaciones sociales, provocaron la irrupción de nuevos discursos que pusieron de manifiesto la imposibilidad de pensar los procesos por delitos de lesa humanidad sólo desde el discurso jurídico. Los nuevos lazos creados entre el Estado, que durante los décadas del 60 y 707 violó todos los derechos, y las víctimas que en muchos casos a través de sus organizaciones sociales sostuvieron la memoria de lo ocurrido, crearon un vínculo que sin lugar a dudas tuvo una enorme complejidad para lograr acceder a la consolidación de la confianza necesaria en términos de testimonio. No se le habla a quien no se le cree. Asistimos en la actualidad a un escenario regional donde estos procesos de memoria, verdad, justicia y reparación están puestos en riesgo como producto de la implantación de políticas neoliberales que lejos de tomar las obligaciones del Estado en esta materia, impulsan un discurso de desestimación de lo construido hasta aquí, llegando a profanar incluso el punto sacro que la memoria y el dolor social implican para un país que ha atravesado por la inefable experiencia colectiva de 30.000 desaparecidos. Los “treintamil” lejos de ser un número, se ha constituído en lo que denomino lo “in-número” (aquello que no puede ser reducido a un
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Nos estamos refiriendo a los diversos procesos en la región, donde el golpe de Estado en Brasil, producido en el año 64, funcionó como onda dictatorial que se expandió en toda la región. Así Chile, Uruguay y Argentina fueron impactados por procesos similares a pesar de las enormes diferencias que han tenido en el modo de tramitar esos períodos de terror estatal. 47
hecho contable) en tanto significante que representa lo indecible del horror en sus dos versiones: el reconocimiento por una parte de la sociedad del dolo verdaderamente causado y la renegación de otra parte de ella como veíamos más arriba en el caso de los testigos en el juicio denominado “Jefes de Área”. Cualquiera de los modos que ello tome, es indefectiblemente una dimensión del sufrimiento psíquico colectivo, pero no por ello igual en toda la sociedad. Quienes trabajamos sobre este campo de intervención sabemos desde hace muchos años que la desaparición no es medible. “No se puede medir la desaparición de personas si la muerte fue abolida y aún no podemos ‘escribirla’. Es un imposible. Las muertes se ‘escriben’ en el aparato burocrático del Estado, para luego ser ‘inscriptas’ en un registro psíquico. Esto las hace registrables y contables. Se sabe cuántas son. Y hay un hilo entre la escritura y la inscripción, es decir, alguna certeza proveniente de la realidad externa es necesaria para la inscripción en términos de la realidad psíquica”8. Fue conociendo el enorme impacto que estos hechos provocaron en el tejido social, aún sobre los incautos, o sobre quienes “aún viendo no han visto”; que junto al ex Secretario de Derechos Humanos de la Nación 9 impulsamos la creación del Plan Nacional de Acompañamiento a Testigos y Querellantes por delitos de lesa humanidad, y posteriormente el Centro de Asistencia a víctimas de violaciones de derechos humanos “Dr. Fernando Ulloa” del Ministerio de Justicia que dirigimos durante la gestión gubernamental 2005/2014.
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Rousseaux, Fabiana. Publicado en http://www.agenciapacourondo.com.ar/relampagos/30000-el-numero-de-ladimension-del-crimen-masivo 9 Eduardo Luis Duhalde, quien presidió esa cartera entre el 2003 y el 2013 año de su fallecimiento. 48
Esta “invención” dentro de las estructuras estatales tuvieron un objetivo muy preciso en su origen, que fue acompañar el proceso que se desencadena al poner a hablar el horror, advertidos de la imprevisible de ese hecho. Ahora bien, ese terreno paradojal sobre el cual se estructuran las políticas de reparación en materia de derechos humanos, los testimonios, rol del Estado como agente garantizador de esas políticas; la reparación psicológica como eje esencial en la construcción de la perspectiva simbólica y no sólo pecuniaria10, y sus diversos modos de aplicación se esgrimen como condición de posibilidad frente a la complejidad de la trama simbólica gestada entre el Estado y sus víctimas, frase que hasta hace dos años atrás estaba teñida de una significación radicalmente diversa a la actual, y eso no deja de interrogarnos sobre el lugar esencial de los profesionales de la salud mental como representantes de esas políticas. La compleja trama del duelo y de la memoria traumática atemporal, implica poder introducir una perspectiva transdisciplinar en el abordaje a las víctimas del terror de Estado. Los crímenes por delitos de lesa humanidad son imprescriptibles y por lo tanto los daños que desencadenan también lo son. La temporalidad que inaugura esta impresriptibilidad es un tema que sin lugar a dudas debe ser pensado por los profesionales de la salud mental.
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Se refiere a los aspectos monetarios de la traducción del daño provocado sobre las víctimas. 49
Malestar de la época: la degradación del Estado de derecho Sergio Zabalza11
La reciente desaparición forzada de una persona, durante una acción represiva comandada por un responsable político del Ministerio de Seguridad que depende del Poder Ejecutivo Nacional, interroga la vigencia del contrato social forjado con el retorno de la democracia en el año 83 y hace pensar que, sólo una respuesta social categórica puede aventar la sombra del terrorismo de estado en la República Argentina. Por eso, una vez más: ¿dónde está Santiago Maldonado? La cuestión nos interpela porque interroga las condiciones de posibilidad para la práctica del psicoanálisis en Argentina. Sabido es que en el dispositivo analítico acontece una transferencia de goce del paciente al analista cuyos efectos explican la necesidad del propio análisis, la supervisión, una escuela y el indispensable intercambio que hacen posible la cesión de ese quantum pulsional en el ámbito de una comunidad analítica. Por lo pronto, la transferencia de angustia que el cuerpo del analista recibe al escuchar el efecto de la frase “aparición con vida” sobre ex detenidos desaparecidos en un contexto en que las garantías individuales comienzan a resquebrajarse, hace pensar que la práctica del psicoanálisis, en países donde el gobierno no se hace cargo de su responsabilidad por la desaparición forzada de personas, se
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Psicoanalista. Autor de numerosos artículos publicados en Página 12. Autor de los libros: “La hospitalidad del síntoma”, “Neoparentalidades. El Porvenir de la diferencia”, entre otros. 50
distingue de aquellos donde el terror de estado se exporta a sus filiales neocoloniales. La literatura viene en nuestra ayuda: con El corazón en las tinieblas, a fines del siglo XIX Joseph Conrad situaba a Marlow en la vieja Europa para -convertido en una suerte de pasador o mensajero de Kurtz-, hacerle creer a la viuda que la última palabra pronunciada por su esposo antes de morir en el Congo había sido su nombre, cuando en realidad se trataba de otras dos bien distintas: el horror, el horror12. Metáfora mediante, la posibilidad de poner un nombre allí en el lugar del trauma daba cuenta de la diferencia entre una comunidad amparada por las leyes y otra en que el simulacro democrático neoliberal amenaza tragarse al estado de derecho. La cuestión hace objeto de un muy particular interés a la relación entre psicoanálisis y política en nuestra América Latina, cuyo ultimísimo y vertiginoso devenir explica por qué la desaparición de los cuerpos no es posible sin una sistemática pauperización del lenguaje. Por ejemplo, el asesor estrella de la actual coalición gobernante recomienda a sus candidatos “transmitir felicidad” en lugar de hablar de política. Se trata de una mudanza de satisfacción que, al obturar el indispensable conflicto que anima los cuerpos, degrada el lenguaje primero, para luego, sin metáfora: hacer desaparecer los cuerpos. Pero los seres hablantes no estamos para consumir la felicidad tenebrosa de los dinosaurios. Por el contrario, desde la perspectiva freudiana, allí donde el trauma hiende su herida, nace el deseo que dota de impulso al sujeto. Así, en el aparato psíquico se dan cita los representantes de las contradictorias fuerzas que hacen del soma un cuerpo libidinal. Para decirlo todo: el aparato psíquico freudiano es la política, esa intensa
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Conrad, Joseph. El corazón en las tinieblas, Buenos Aires, Colihue, p. 96. 51
tramitación singular que, por nutrirse de las significaciones comunes, hace posible que las demandas del cuerpo brinden un lugar al sujeto en el espacio de lo público. Bien lo sabe el escritor que tramita su fobia al publicar su obra, el cirujano que sublima su agresividad en el quirófano o el actor que burla su inhibición en las tablas. De allí que cuando el lenguaje queda manco -sin metáforas- para tramitar las exigencias pulsionales, sobrevenga la más insensata violencia. No es casualidad entonces que el nefasto proyecto neoliberal comience por pauperizar el discurso para luego hacer desaparecer los cuerpos. Desde ya, no son tiempos para distraerse, de la acción mancomunada de las personas depende que esta etapa oscura no extienda su sombra a lo largo y ancho del cuerpo social. Si toda violencia tiene una raíz simbólica, allí está la escucha psicoanalítica para hacer de las palabras del canalla el norte de nuestra más decidida y efectiva acción. Por ejemplo, escasos días atrás el jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires incurrió en un error grosero al vincular en el tiempo la extinción de los dinosaurios con el triunfo de la acción comunitaria del homo sapiens sobre la faz de la tierra. En cierta forma, Larreta tiene razón: el retorno de los dinosaurios sólo puede ser neutralizado con la solidaridad, el compañerismo y, para decirlo de una vez: el deseo de miles y miles de personas convencidas de que -frente a la felicidad de los dinosaurios- el único hábitat del homo sapiens es la política. Investiguemos los carriles por donde transita esta nefasta operación de vaciamiento simbólica.
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I. Kant Underwood: Sí, se puede!!! Resulta llamativa la popularidad alcanzada por la serie House of Cards. Emitida por Netflix, la trama narra las canalladas de Frank Underwood, un político de Estados Unidos que no escatima atrocidades para lograr y mantenerse en el poder. Advertida del éxito que la serie recoge por estos lares-, la producción de la tira no se privó de aportar puntuales comentarios sobre los gobiernos de la región. En ocasión del escandaloso video que muestra al actual y corrupto presidente de Brasil -Michel Temer- ordenando coimas, la producción de House of Cards envió un twitt cuyo texto decía: “ta difícil competir”; precisas palabras para dar cuenta de la calaña del personaje interpretado por Kevin Spacey. Frank Underwood, tal como Michel Temer y otros más cercanos aún, carece de escrúpulo alguno, no se detiene ante nada con tal de acceder o conservar el poder: asesinatos; extorsiones; declaraciones de guerra y abusos de todo tipo son algunas de las maniobras que distinguen a quien lleva al extremo la consigna del: ¡Sí, se puede!! Quizás para sorpresa de muchos, Frank Underwood hoy encarna el imperativo categórico kantiano, al cual no es necesario agregarle: “hasta sus últimas consecuencias” dado que la ética kantiana no tiene medias tintas: es a todo o nada: “Obra de tal modo que la máxima de tu voluntad siempre pueda valer al mismo tiempo como principio de una legislación universal”, reza una de sus versiones. Es decir, una máxima exclusivamente formal que admite ser animada con cualquier contenido, a condición de que tal determinación se cumpla en toda circunstancia, tiempo o espacio, no importan los motivos “patológicos” ( tal la palabra
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elegida por el filósofo para designar inquietudes humanos, sensibles, vitales) que pudieren interponerse. Si bien con una orientación bien distinta, Lacan advierte que el pivote de la propuesta ética kantiana es el mismo en el que se apoya la perspectiva psicoanalítica del deseo, a saber, lo imposible: “el imperativo moral no se preocupa por lo que se puede o no se puede”13, subraya. Y de hecho, al hacer referencia a su texto Lacan con Sade, se encarga de señalar “cómo al tú debes de Kant , se sustituye fácilmente el fantasma sadiano del goce erigido en imperativo”. Lo cierto es que más de doscientos años después de que el Marqués redactara su obra genial, el neoliberalismo propone un refrito marketinero de la máxima sadiana14: Si, se puede!!! (un esfuerzo más, franceses, un esfuerzo más y tendremos alegría, pobreza cero y todos juntos seremos felices) Por algo, ya en su discurso capitalista Lacan entrevía que el matrimonio entre la ciencia y el mercado proveería los objetos para obturar, con la ilusión de una satisfacción duradera, la dimensión imposible del deseo, con la nefasta consecuencia de una atroz segregación.
II. El cuerpo, límite a la posverdad Un jubilado de 91 años se suicidó en una sede de la Anses en la ciudad de Mar del Plata. Tras un fallido intento de completar un trámite, Rodolfo Oscar Estivill se dirigió desde lo alto de una escalera al público
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Lacan, Jacques. El Seminario: Libro 7, “La ética del psicoanálisis”, Buenos Aires, Paidós, 1998, p. 375. 14 "Tengo derecho a gozar de tu cuerpo, puede decirme quienquiera, y ese derecho lo ejerceré, sin que ningún límite me detenga en el capricho de las exacciones que me venga en gana saciar en él.", en “Kant con Sade”, Escritos 1, Buenos Aires, Siglo XXI, 1995. 54
allí presente: "Les voy a pedir que me presten atención: tengo 91 años y no doy más de tanta lucha, estoy cansado. Tengo a mis dos sobrinas que me acompañan y me ayudan, pero ya no puedo". Rodolfo logró que le prestaran atención, por ejemplo: como resultado de este episodio el gobierno dio marcha atrás con la infame exigencia que obligaba a viudos y viudas a probar el fallecimiento del partenaire, medida que -tal como tantas otras que afectan a los jubilados y a los trabajadores en generalcausó innumerables trastornos, además de ansiedad y perplejidad entre nuestra gente anciana. El acto de Roberto pone al desnudo las nefastas consecuencias de la denominada posverdad: ese tóxico discursivo por el cual la articulación entre la palabra y los hechos se desvanece conforme quienes detentan el poder, lejos de acusar recibo del dolor por las decisiones oficiales, actúan una falsa preocupación. De esta manera, conforme se vacía el diálogo, quien demanda atención se ve arrojado a una angustia infinita, resultado de que las vías civilizadas para abordar el conflicto caen inhibidas ante la irónica mueca del cinismo. “Les deseo felicidad” decía Mauricio Macri a la primera tanda de trabajadores despedidos no bien asumió el poder. Nunca tan oportuna aquella afirmación según la cual: el Otro no existe. Es que si la lengua no hace lugar a la demanda, las palabras se mueren de sin sentido. “Quiero que me presten atención”, dijo Roberto, antes de jalar el gatillo. La referencia a la angustia no es caprichosa, por ser lo que -según Lacan-: “no engaña”, la angustia se constituye como el nexo entre las palabras y el cuerpo. No por nada el tristemente famoso “ataque de pánico” encabeza una pesada lista de males cuya nota distintiva es la incapacidad para poner en palabras los dolores del alma. La posverdad tiene raíces más nobles que su nefasto y actual formato. En las postrimerías de la Edad Media, la “querella de los
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universales” enfrentó a quienes sostenían, tal como dice Borges, que: “el nombre es arquetipo de la Cosa, en las letras de la palabra ´rosa´ está la rosa y todo el Nilo en la palabra Nilo”15, y a los que en cambio postulaban que una palabra no es más que un soplo en la voz. Sucede que autores como Richard Rorty –cumbre del actual pragmatismo norteamericanose inclinaron por un nominalismo extremo cuyas derivaciones hacen tambalear la capacidad referencial del lenguaje. Confunden el real de las cosas con la estructura de ficción propia de la verdad hecha de palabras. La consecuencia política de esta perspectiva es el denominado pacto de los ironistas liberales. Dice Rorty: “´Ironista’ designa a esas personas que reconocen la contingencia de sus creencias y de sus deseos más fundamentales: personas lo bastante historicistas y nominalistas para haber abandonado la idea de que esas creencias y esos deseos fundamentales remiten a algo más allá del tiempo y del azar. Para el ironista liberal no hay respuesta alguna a la pregunta ¿Por qué no ser cruel?, ni hay ningún apoyo teórico que no sea circular de la creencia de que la crueldad es horrible…” El uso perverso de esta perspectiva es el que permite –tal como lo ha formulado Durán Barba- que “el hambre es un mito”, en virtud de que el dolor de un cuerpo puede no remitir más que a meras creencias de su ocupante. Esta escisión entre el referente y la palabra, entre las cosas y su semblante, entre el cuerpo y el lenguaje, constituye la condición para que el único real admitido con que sostener una convivencia civilizada sean los mapas que aportan las neurociencias (previa “interpretación” del observador, obvio). Por ejemplo, la zona de tolerancia del cerebro, tal como mostraba hace un tiempo un spot de la
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Borges, Jorge Luis. El Golem, en Obras Completas. 56
televisión pública. Se trata de una ingeniería lingüística al servicio de enmascarar a la déspota ley del mercado. III. El objetivo es el alma. Hoy en Argentina, esta arremetida contra el poder de la palabra ha dejado de manifestarse meramente en los canales informales del discurso para establecerse de manera explícita e institucional en la cima del poder político. En efecto, mucho más que un mero cambio de administración, el 10 de diciembre de 2015 hace su formal ingreso a la instancia máxima de gobierno en Argentina un proyecto orientado a suprimir la vocación por el debate, los lazos de solidaridad, la capacidad deseante y la pasión en la vida de los argentinos. Con la monstruosa premisa según la cual todo aquello que no sintoniza con “lo normal” (es decir: lo que indica el mercado) es ideología descartable, este proyecto pretende obturar, suturar y borrar las vías por las que toda comunidad tramita y expresa el malestar que distingue a un colectivo humano de una colmena o una máquina. Se trata de una gigantesca empresa de vaciamiento simbólico y degradación cultural perpetrada por gente inculta, brutal, educada para reducir la experiencia vital a los mezquinos términos del cálculo. Como no podría ser de otra manera, el propósito de suturar el conflicto que otorga sustento erótico a los cuerpos tiene su correlato en el ámbito de la Salud Mental. Vayan como ejemplo el intento de subastar el predio del Centro de Salud N° 1 “Dr. Hugo Rosarios” o el flagrante incumplimiento de lo dispuesto por la ley 26657 de Salud Mental que dispone la eliminación de todos los centros de internación conocidos como manicomios y reemplazarlas por dispositivos que garanticen el resguardo de la
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singularidad de aquellas personas que padecen algún conflicto de tipo subjetivo. Este brutal retroceso al hábito del encierro y el aislamiento no hace más que evidenciar el trasfondo político e ideológico que agita esta medida, a saber: la eliminación del malestar que denuncia las contradicciones de una sociedad . Según Lacan, que Marx haya creado la noción de síntoma en lo social, en absoluto impide su uso en el ámbito del sujeto16. Esto es: así como para Marx -lejos de emerger como un accidente o desviación- el síntoma denuncia las inequidades que un sistema provoca en el ámbito de lo social, así también la locura que atormenta a un sujeto jamás está desconectada de las contradicciones que para bien o mal agitan a una comunidad. De allí que la ley de Salud Mental -sancionada en 2010 y violentada por el actual gobierno-, en lugar de establecer un patrón rígido para determinar lo que es normal, haya considerado a la salud “como un proceso determinado por componentes históricos, socio-económicos, culturales, biológicos y psicológicos, cuya preservación y mejoramiento implica una dinámica de construcción social vinculada a la concreción de los derechos humanos y sociales de toda persona”. No es para sorprenderse entonces por el retorno a la hegemonía médica que orienta las decisiones de las actuales autoridades del área en desmedro de los psicólogos, terapistas ocupacionales y otras profesiones que la ley 26657 equipara con el saber médico. Como nave insignia de esta empresa normalizadora figura el viciado empleo de las neurociencias,
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Lacan, Jacques. El Seminario: Libro 22, RSI, clse del 21 de enero de 1975. Inédito: “Que el término haya salido de otra parte, a saber del síntoma tal como Marx lo ha definido en lo social, no quita nada a lo bien fundado de su empleo en, si puedo decir, lo privado”. 58
cuya totalitaria instrumentación se trasluce en objetivos tales como “corregir las funciones del cerebro”, como si el síntoma -que es la creación más singular del sujeto- careciera de mensaje, función y sentido. De allí que al incumplimiento de la ley de Salud Mental y al escandaloso intento de subastar el Centro 1 se agregue el intento de reconversión del Hospital Alvear en un instituto de neurociencias. Ante el terrorismo del y si…con que todas estas medidas pretenden amedrentarnos, la respuesta es nuestro deseo decidido. Si tal como decía Margaret Thatcher: “La economía es solo el método, el objetivo es cambiar el corazón y el alma”, ya es tiempo de que las personas asumamos nuestra preciosa condición de síntomas: es decir, molestias que insisten en su objeción a la embestida neoliberal normalizadora.
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La indignidad del Estado terrorista argentino Osvaldo L. Delgado17
I. Introducción Este trabajo se orienta a dar cuenta del fundamento pulsional del terrorismo de estado. Aborda específicamente el ejemplo argentino, pero no deja de tener en cuenta otras experiencias genocidas como la nazi fascista, la guerra española, el genocidio armenio, las intrusiones neocoloniales imperialistas; como así también el estado terrorista soviético, y el de aquellos procesos que abrevaron en él. El régimen nazi, intentó taponar la hiancia estructural en toda sociedad, con el simulacro de un supuesto “ser ario” y la concepción biopolítica de eliminar los virus y bacterias que pudieran corromper la pureza de semejante “ser”. Tomando justamente como referencia el texto de Marx sobre la plusvalía18, voy a comenzar a desarrollar el fundamento pulsional del terrorismo de estado. Se trata de una aseveración que Marx presenta en el capítulo VII del texto citado, y que dice así: “nuestro capitalista lo previó, y es eso lo que le provoca risa”.
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Psicoanalista. Analista Miembro de la EOL y de la AMP. Doctor en Psicología UBA. Profesor Regular Titular UBA. Director del dispositivo asistencial de Psicoanálisis y Derechos Humanos del Hospital de Clínicas, C.A.B.A. 18 Marx, C. y Engels, F. Obras escogidas. Ed. Ciencias del hombre, Buenos Aires, 1973. Tomo 1, pp. 201 60
Lo elegí, porque sintetiza acabadamente el núcleo de lo que desarrollaré. Tomo la emergencia de la risa del capitalista, en el preciso momento de la apropiación de la plusvalía, como la expresión de una satisfacción particular, que en su momento Lacan designó como plus de gozar. “Lo previó”, da cuenta de la subjetividad de tal o cual capitalista, de un deseo y cálculo de goce anticipado a la lógica económica de las fuerzas productivas. La risa sanciona la realización de ese deseo, y la satisfacción alcanzada de quedarse con algo de otro. Por lo tanto, no es sólo la satisfacción por el producto económico que va a su bolsillo, sino, además, por el acto extractor mismo, dando cuenta de la economía libidinal en juego. “Lo previó” es la causa de goce en el inicio de la operación como tal. Esta referencia me permitió en su momento publicar un trabajo denominado “La sonrisa de Videla”.19 Se trató de la sonrisa del genocida, cuando formuló que los desaparecidos no estaban ni vivos, ni muertos, eran una entelequia, estaban desaparecidos. Describí a esa sonrisa como la emergencia de un goce oscuro, para fundamentar que el golpe de 1976 no sólo tuvo razones económicas, políticas y militares, sino también pulsionales. La “gavilla de asesinos” que anida en la humanidad es no erradicable, sólo está a la espera, o mejor dicho, crea las condiciones sociales para expresarse, de acuerdo a la lectura de Freud. Infinidad de testimonios dan cuenta de prácticas de torturas, que no tenían fundamento militar-operacional. Recordemos que los nazis
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Delgado, O. “La sonrisa de Videla”, en Conjeturas psicoanalíticas. Ed. JCE, Buenos Aires, 2011. 61
distraían esfuerzos militares del frente de batalla para dedicarlos a asesinar. Incluso, que asesinaban a aquellos que les hubieran servido muy útilmente como mano de obra esclava. Lacan denominó a estas prácticas “ofrenda de sacrificio a los dioses oscuros”. En contrapunto con mi escrito citado, publiqué en el mismo texto “Lo no negociable”20, para dar cuenta de cómo las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo se constituyeron en el paradigma ético de nuestra sociedad. El nombre de “locas” que se les asignó, viene a dar cuenta del lugar de excepción en la cultura. Nombrarse a sí mismas “madres” y “abuelas”, implica dar existencia a lo que se buscó hacer desaparecer, fue afirmar que ese objetivo era imposible de realizarse. A los desaparecidos se les dio así existencia para siempre. Es un modo de duelo muy particular, quizás único. Es un modo de duelo que borró para siempre la sonrisa de los criminales (desarrollaré al final cómo pudo ser posible).
II. “La reorganización nacional” “Proceso de reorganización nacional” llamó la dictadura cívicomilitar a lo que desencadenó el 24 de marzo de 1976. El excelente texto del Doctor en Sociología Daniel Feierstein denominado “El genocidio como práctica social”, va a dar cuenta de lo
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Delgado, O. “Lo no negociable”, en Conjeturas psicoanalíticas. Ed. JCE, Buenos Aires, 2011. 62
que él denomina “hacia un análisis del aniquilamiento como reorganizador de las relaciones sociales”21. La lectura de Feierstein va a implicar “observar el genocidio como un modo de destrucción y reorganización de relaciones sociales, y la de trazar una secuencia comparativa entre el genocidio nazi y el genocidio antes y durante la última dictadura militar argentina…”22. Citando a Kiernan, el autor va a ubicar la necesaria construcción del enemigo, bajo las formas étnicas, religiosas, ideológicas, nacionales u otras. Efectivamente, el tratamiento de lo diferente, como hostil, es la clave de tamaña operación, que a su vez da lugar al modo especular de tratamiento del otro. En nuestro caso: de un lado occidental y cristiano, del otro, judio-bolchevique. Para Feierstein, “el objetivo de plantear a las prácticas sociales genocidas como una tecnología del poder y al aniquilamiento como un modo de destrucción y reorganización de relaciones sociales, en las sociedades contemporáneas, constituye un intento de dar cuenta de dicho desafío”23. Desde
la
perspectiva
psicoanalítica
lacaniana,
el
desencadenamiento del discurso capitalista, va a implicar que esa “tecnología de poder” implique la irrupción del imperativo superyoico (sin deuda y sin culpa) como una orden inquebrantable de goce. Esa presencia masiva del superyó, que da cuenta de la conjunción intrínseca del imperativo categórico de Kant con la operación sadeana, da cuenta
21
Feiensten, D. El genocidio como práctica social. Entre el nazismo y la experiencia argentina. Ed. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2011 22 Ibid. Pp. 14 23 Ibid. Pp. 28 63
tanto de un modo de goce oscuro como de un intento de desmentir la castración estructural. Por eso todas las modalidades de atribuir un ser a un colectivo social, obtura el hecho de que, en términos de supuestas identidades, hay un agujero, una hiancia estructural. La historia de la humanidad enseña que, cada vez que se creyó en que había un ser, sea por religión, por supuesta raza (que no la hay), por tradición, por ideología, la consecuencia fue trágica. Los seres humanos, tanto en forma individual como colectiva, no aceptan, rechazan sus propios aspectos oscuros, sus partes malditas, como las llamaba Bataille. ¿Cómo se defienden de esto? Pues, se lo atribuyen a otro u otros. El odio hacia sus aspectos oscuros lo desplazan hacia el exterior. Además, como el otro, siempre tiene un modo de satisfacción diferente al propio, esa extranjería es tomada como hostil. Tomar lo diferente, lo extranjero, “lo que no es como uno”, como enemigo, es el fundamento de la segregación en todas sus formas. Atacar a lo extranjero, odiando lo oscuro propio, desplazado a otro, u otros, les permite a las personas creer tener una imagen unificada y bella de sí misma. Muy lucidamente Zizek ha denominado a esta operación “violencia del Ello”. Se trata de lo que voy a llamar “guerras fantasmáticas”. Jorge Luis Borges, en su cuento “Deutsches Requiem” lo dice así: “Ignoro si Jesusalem comprendió que, si yo lo destruí, fue para destruir mi piedad. Ante mis ojos, no era un hombre, ni siquiera un judío; se había transformado en el símbolo de una detestada zona de mi alma. Yo
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agonicé con él, yo morí con él, yo de algún modo me he perdido con él; por eso, fui implacable”.24 J. A. Miller va a dar cuenta de esta operación efecto del tratamiento de lo éxtimo por parte del propio sujeto. Lo éxtimo da cuenta de lo más íntimo (lo más propio) y al mismo tiempo se presenta como lo más exterior, lo más extraño, remitiendo al fundamento del modo del goce del sujeto: “si el problema tiene aspecto de insoluble, es porque el Otro, es Otro dentro de mí mismo. La raíz del racismo, desde esta perspectiva, es el odio al propio goce. No hay otro más que ese. Si el Otro está en mi interior en posición de extimidad, es también mi propio odio”25. Es cierto que Freud, pese a despejar la cuestión de que no era la propiedad privada la causa de la agresión, va a considerar que las sociedades basadas en la explotación de sus mayorías no iban a sostenerse por largo tiempo, ni se lo merecían. Pero… pero… parece que advertidas de la satisfacción masoquista del fantasma “pegan a un niño”, logran no sólo sostenerse, sino que también producen que aquellos que son explotados, resuelvan la crisis de su propia voracidad. El llamado “hundimiento de la ficción simbólica moderna”, “el declive del programa institucional”, revela que en su núcleo habitaba “la vocación gozante del Superyó”. Pero no solamente. También, como lo formula Zizek, la violencia del Ello en la segregación contemporánea.
24 25
Borges, J. L. El Aleph. Ed. Sudamericana, Buenos Aires 2011. Pp. 252 Miller, J.A. Extimidad. Ed. Paidós, Buenos Aires, 2010. Pp. 55 65
Esta violencia del Ello, propia de la segunda modernidad (a la que los lacanianos llamamos “decadencia de la imago paterna”), en donde los semblantes se van desdibujando y, en los términos de Roberto Espósito, se asiste a una superposición más inmediata entre Bios y Política. Se forman desde el poder grupos de “vecinos” (entre comillas) en Italia, para perseguir a los inmigrantes; se desnuda y se castiga a campesinos en Santa Cruz, Bolivia. Se trata de los argumentos inmunitarios, como se expresaron los pensadores nazis, al servicio de una pasión de lo real según la fórmula de Alain Badiu. No se trata, desde el pensamiento de Aleman en el libro “Para una izquierda lacaniana”26, de considerar la perspectiva de izquierda como “alma bella” o al denunciante de la “ley del corazón”, “el ejercicio infatuado”, el ejercicio del rebelde que quiere hacer valer en su acción, sólo una imagen de sí. Esta posición ha llevado y llevará a la promoción del héroe sacrificado La tragedia que nos viene de Grecia, el sacrificio del hijo, aquello que no sucede en la obra de Pirandello “Seis personajes en busca de un autor”, tal como lo lee François Regnault. No hay tragedia porque el hijo le dice “no” al sacrificio. Ese “no”, sólo es posible cuando el hiato entre acontecimiento político y estructura política se sostiene. El éxito momentáneo del neoliberalismo en esta época del capitalismo tardío, se sostiene en el sacrificio de los llamados improductivos para conservar y aumentar el plus de goce. Ese sacrificio se expresa en “nuevos campos de concentración”.
26
Aleman, J. Para una izquierda lacaniana. Ed. Grama, Buenos Aires, 2013 66
El imperativo de goce de la ley de mercado como dios oscuro, se presenta como correlativo de la inexistencia del Otro, de la era de la globalización. Más velado, pero más eficaz que el amo fascista. Bajo la barra, en el lugar de la verdad, con el semblante de democracia liberal. Lento exterminio del ciudadano y rechazo del sujeto. Los “procesos de reorganización nacional” que implicaron tanto la shoa como la dictadura argentina, fueron la articulación de un simbólico e imaginario al servicio de un goce oscuro, tanto en la operación genocida, como en la sociedad que buscaba instalar. La pretendida sociedad occidental y cristiana, que se pretendía, liquidaba el Estado y todas sus instituciones, para garantizar el goce de una minoría respecto a una mayoría que se necesitaba aterrada. Aterrada para explotarla, y para gozar de ese terror, los denominados grupos de tareas, los torturadores y los apropiadores de niños, mostraron sin velos la pasión del mal. En la obra de teatro que escribió y llevó a escena Eduardo Pavlosky llamada “Potestad”, se recrea pertinentemente la posición subjetiva del apropiador, dando cuenta que en ese lazo no hay filiación posible, sino robo de un objeto valioso, un fetiche, un botín de guerra. El lazo que se funda como tal es perverso. Transcribo parte del parlamento final del protagonista: “Vos sabés, Tita, que la nena sufrió mucho. Primero lo de los padres y ahora esto… ¿Vos sabés como conocí yo a los padres de Adriana, Tita? Él tenía un buraco acá en el frontal, era impresionante…diez centímetros… acá… ¡impresionante! Tenía además un agujero en el molar, fosa orbicular derecha, comisura labial. Se le veía el piso de la boca… Nunca vi tanto agujero en una
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jeta, además tenía el parietal abierto, con salida de masa encefálica, ¡era impresionante! A ella, le habían tirado con una 45 durmiendo, acá, en la cama, no tenía jeta… no tenía jeta, Tita, tenía una cavidad, se le veía apenitas un poquito del ojo acá… ¡era impresionante! Ninguno de los dos tenía cara… Me llamaron para ver si estaban vivos, lindo oficio el de médico, Tita, ¿eh?! (Se ríe. Tita no lo mira.) Los muchachos me llamaron para ver si estaban vivos. Fue un domingo a la tarde, en la calle Amenábar 2030, me puse el guardapolvo blanco, agarré el aparato de la presión arterial que me regaló papá… Te acordás, Tita, del aparato que me regaló papá (Se ríe.), y me subí al coche. Lindo oficio el de médico, ¿eh? Llegué a las cinco de la tarde ahí, toqué el timbre, apareció uno de los muchachos lleno de sangre, con el arma en la mano, y me dijo: ‘¡Buenas tardes, doctor!’; yo miré y vi a otros dos tipos parados en la ventana, estaban armados. ‘¡Buenas tarde, doctor’! ‘¿Sí?’ ‘Queremos que usted certifique si la señora ha fallecido porque hasta hace poco estaba gritando’… “Yo miré hacia la cama… ella tenía el bracito colgando, no tenía jeta, Tita, una agujero así… ‘¿usted quiere que yo revise a la señora?’ ¡Lindo oficio el de médico, Tita! Él se fue caminando y se puso al lado de los otros dos… el cuarto estaba todo lleno de sangre. Había sangre en la puerta, en el piso, en el techo, en las ventanas. Estaban los tres contra la ventana mirándome. Agarré el bracito de ella, le coloqué el aparato de la presión que me regaló papá. ‘¡Cero!’ ‘La señora ha fallecido’, dije. ‘Muchas gracias, doctor. Queríamos que usted certificara’, y se fueron… Tita. “Me dejaron solo. ¡El papá y la mamá de Adriana eran fanáticos, Tita! ¡A estos hijos de mil putas, si no los cagaban a balazos en la
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cama te cagaban ellos, te hacían volar la casa…! Estaba ahí… yo me acerqué a la cama… eran jóvenes… “(En este momento debe caer sangre sobre la cara del personaje.) Me dejaron solo. Escuché como un llanto, Tita, en el cuarto de al lado… abrí la puerta y vi a la nena ¡hijos de puta! ¡Tienen a la nena acá! ¡Hijos de puta! ¡Estaba la nena acá…! ¿Qué edad tendría Adriana?, Un año y medio o dos… Por Dios, ¡un milagro de Dios!, ¡tantos años esperando, gracias a Dios…! ¡Quién te va a cuidar a vos más que yo y Ana María; que estuvimos esperándote tantos años! Agarré a la nena y la puse en el coche y la nena me miraba con esos ojos celestes, la nena me miraba y se la llevé a Ana, y Ana abrió la puerta ¡Ana! ¡Ana!, no digas nada, esta nena es nuestra, Ana, esta nena es… no preguntes nada, no preguntes nada… ¡me la gané yo, yo, YO! ¡Esta nena es nuestra, me la gané YO! Esta nena es nuestra, me la gané ¡YO! ¡YO! ¡¡¡Es nuestra!!! ¡¡Sh Shhh!! No preguntes nada. Nunca preguntes nada. Nunca más preguntes nada. Nunca más”*.27 Por su parte, en la obra “El señor Galíndez”, se va a tratar de la cuestión de dos torturadores y un joven que se va a iniciar en la práctica. Galíndez es el jefe de los torturadores, pero sólo se presenta como una voz en el teléfono que da órdenes. Se produce un momento de división angustiante en los torturadores cuando escuchan (o creen escuchar) dos voces distintas, cuando Galíndez dejaría de ser unívoco.
*
El subrayado es mío. Pavlovsky, E. Potestad. Ed. Búsqueda, Buenos Aires, 1987. Pp. 42-45 69 27
Transcribo aquí dos momentos de la obra: El primero refiere al efecto de división, y el segundo a la responsabilidad subjetiva del torturador, más allá de la obediencia debida y a la satisfacción que le es concomitante. Esta satisfacción, que da cuenta de la economía pulsional inherente al proceso represivo, no es un elemento más de la cuestión, un detalle superfluo, un reduccionismo psicologista, sino que es algo que está en la base misma de la práctica dictatorial. Tanto para Freud como para Nietzsche los argumentos son meras racionalizaciones para alcanzar la satisfacción de las pasiones oscuras. En la “Carta abierta a la junta militar”, Rodolfo Walsh va a llegar a decir: “…han llegado ustedes a la tortura absoluta, intemporal, metafísica en la medida que el fin original de obtener información se extravía en las mentes perturbadas que la administran para ceder al impulso de machacar la sustancia humana hasta quebrarla y hacerle perder la dignidad que perdió el verdugo, que ustedes mismos han perdido”28. Tomemos estos dos ejemplos de “El señor Galindez” de Pavlosky: PEPE - (Tranquilizándose) Pero Beto, Galíndez existe… digo, es una persona real… de carne y hueso, como nosotros… BETO - Sí, supongo que sí. PEPE – (Asustado) ¿Cómo suponés? ¿Ahora me vas a decir que podría llegar a no ser de carne y hueso como nosotros?... ¿y entonces nosotros qué hacemos con él? ¿Por quién estamos? ¿De quién recibimos las órdenes? BETO - ¡De Galíndez, Pepe!
28
Walsh, R. Carta abierta a la Junta Militar. Ed. Colección Memoria en movimiento, Buenos Aires, 2012, pp. 17 70
PEPE – Entonces no hay problema. Estamos aquí porque él nos da las órdenes… que nosotros obedecemos. Él nos paga y nosotros laburamos. ¡Chau, viejo, no me jodas más!29 EDUARDO – (…) No podemos dejar de señalar el enorme esfuerzo de vocación que nuestra profesión implica. Sólo con esa fe y con esa voluntad es que se logra una adecuación mental necesaria para el éxito de nuestras tareas. Fe y técnica son, pues, la clave para un grupo
de
excepcional…”
hombres
privilegiados…
con
una
misión
**30
III. La masa, lo homogéneo y lo heterogéneo. En dos escritos míos llamados “Lo que cae fuera de la serie” y “La actualidad de Freud y Bataille”31, realizo una elaboración del texto de Freud “Psicología de las masas y análisis del yo”. En el segundo de ellos, me sirvo además del desarrollo de G. Bataille en “El Estado y el problema del fascismo”. Voy a servirme de una síntesis sumaria de ambos trabajos, como continuidad del punto anterior, tomando sólo lo necesario a nuestro fin. Para Freud, el sentimiento de omnipotencia de la masa, hace que el concepto de imposible desaparezca. Los individuos en la masa no tienen dudas ni incertezas.
29
Pavlovsky, E. El señor Galíndez. Ed. Corregidor, Buenos Aires, 2010. Pp. 48-49 El subrayado es mío. 30 Ibid. Pp. 76 31 Delgado, O. La subversión freudiana y sus consecuencias. Ed. JVE, Buenos Aires, 2005 71 **
Cuando se disuelve la masa, surge el pánico, y no existe ningún miramiento por el otro. El Ideal del Yo, es un velo del padre de la horda primordial, o sea que lo supone, pero al mismo tiempo lo que fascina es un objeto parcial. Una masa puede formarse sin líder, con una idea negativa, por ejemplo, el odio. Esto anticipa lo que formula Lacan, de que en nuestra actualidad, puedan producirse segregaciones y racismo, sin la necesidad de un argumento ideológico. El gráfico que realiza Freud, revela que en toda masa, se sigue sosteniendo la relación de los sujetos con su objeto. Lacan lo llamó objeto petit a. El fundamento de la formación de la masa se articula a la mirada hipnotizante, como a la voz, como restos de los enunciados. El líder es un semblante que vela la hiancia estructural. Las dos únicas cuestiones que horadan la masa, son el síntoma y el amor a una mujer que advenga como causa. Concluyo esta apretada síntesis reproduciendo el último párrafo: “en relación con la actualidad, ubico a la globalización en correspondencia con las nuevas modalidades del totalitarismo. La primera, en términos freudianos, se expresa en el pánico angustioso y sus efectos de criminalidad y violencia a partir de la caída de los significantes ideales que soportaban a los colectivos modernos. Lo segundo, el totalitarismo, se expresa en la concentración feroz del poder, al servicio de una idea negativa en su versión sacrificial de dios oscuro”32.
32
Ibid. Pp. 225-226
72
El texto de Bataille, de 1933, intenta dar cuenta del fascismo italiano y el nazismo alemán, tomando como referencia el citado texto de Freud. La homogeneidad social (las ciencias y las técnicas) excluye lo inútil produciéndose como heterogéneo. Dentro de lo heterogéneo (además de la violencia, la desmesura y la locura) hay una división interna: lo puro y lo impuro. Los líderes como Mussolini y Hitler son lo heterogéneo puro, las clases sociales bajas, lo impuro. La forma homogénea, porta una necesidad primaria del imperativo moral que anida en lo heterogéneo puro, de este modo accede a la existencia para sí. Para Bataille, luminosamente, lo que resta como heterogéneo impuro radical es el inconsciente freudiano en correspondencia con los deshechos de la conjunción homogéneo-heterogéneo puro. ¿Qué es lo que logra el efecto de conjunción? Para Zizek en “La voz en la diferencia sexual”33, lo que hechizaba a la masa era Hitler como agente de una pura enunciación, la voluntad incondicional que discernían en la voz hipnotizante. A su vez, en “Los atolladeros de la desublimación represiva”34, va a dar cuenta de esta voz como superyó imperativo de goce por fuera de toda dialéctica, texto sin punto de almohadillado. “El fascismo (y en otro nivel el estalinismo) marca ese punto de psicotización donde ya no se puede leer la ideología de manera sintomal, como texto neurótico que por sus mismos blancos indica la coyuntura efectiva reprimida”.
33
Zizek, S. La voz en la diferencia sexual. Ed. Col, Buenos Aires, 1996 Zizek, S. “Los atolladeros de la resublimación represiva”, en Aspectos del malestar en la cultura. Ed. Manantial, Buenos Aires, 1992 73 34
Se trata, efectivamente, de la diferencia situada por Lacan muy tempranamente entre el “tú eres el que me seguirás” y el “tú eres el que me seguirá”. El “tú” que implica una dialéctica, una “personalización del sujeto a quien se dirige, y el estatuto de la confianza, y el “tú” superyoico de la constatación penosa y la certeza. El ya famoso y vapuleado texto de Negri y Hardt35, ha sido cuestionado por muchos intelectuales argentinos; fundamentalmente, los llamados “progresistas” o “de izquierda”. La crítica más acérrima ha sido la de Atilio Borón, a partir de un clasicismo marxista, afirmado en el rechazo de los autores, a la determinación absoluta de la estructura económica en el acontecimiento político. Borón siguiendo esta perspectiva ubica al psicoanálisis y, especialmente el lacaniano, como un relato posmoderno más, tan vacuo como el texto de Negri y Hardt. No es esta la perspectiva de Eduardo Grüner, pese a que éste hubiera podido hacerlo, a partir de su minucioso análisis de la corriente multiculturalista en el campo de las ciencias sociales (corriente que como sabemos trabaja con “categorías blandas”, las mismas que podría atribuírseles a los autores de “Imperio”). Menos aún, es la lúcida perspectiva de Horacio González, llegando a afirmar que: “’Imperio’, ensaya una discusión programática con el posmodernismo dentro del propio posmodernismo”. Recordamos aquí a Bataille, que ya en 1933, afirmaba que la homogeneidad social articulada a la ciencia y a la técnica tiene una “necesidad primaria” de lo heterogéneo puro (líderes como Mussolini y
35
Negri A. y Hardt M. Imperio. Ed. Paidós, Buenos Aires 74
Hitler) excluyendo como desperdicio a la heterogéneo impuro. Quizás de esta necesidad primaria, a la altura de nuestra época nos habla el último Lacan, en el retorno de lo real en lo social, de lo forcluido, como ley de hierro, produciendo todo tipo de catástrofes: “…acaso ese ‘nombrar para’, es el signo de una degeneración catastrófica”. Efectivamente, esto sitúa un debate que puede seguirse en el texto de Zizek, “Las metástasis del goce”, en el capítulo de su autoentrevista, poniendo en correlación marxismo y psicoanálisis, en tanto que ambos implican teorías que en su modo intrínseco de existir transforman su objeto. En un caso en la emergencia del sujeto revolucionario, y en el otro mediante la interpretación. Consideramos que el “sujeto revolucionario” implica nombrar “la totalidad plena de su ser”, “nombrar lo lleno, lo pleno del ser” en palabras de Aramburu, poniéndole un nombre al lugar de la carencia: el proletario. Efectivamente, Marx no se abstiene de decir con qué punto de un grupo cada uno debe identificarse para no enloquecer, como sí lo hace Lacan en “RSI”36. Abstinencia en el sentido freudiano: acto soportado en una ética. Sintéticamente, el punto crucial del debate es ¿cuál es el estatuto de la división de categorías duras y blandas, por un lado, y el relativismo posmoderno por otro?, a partir del desarrollo que hace Miller de la ortodoxia y la ortopraxia, soporte conceptual –a nuestro entender-, de la conceptualización del “híbrido” en una “multiplicidad inconsistente”. Conceptualización que quiebra ambos desarrollos, a partir de una pragmática orientada por lo real.
36
Lacan, J. Seminario 22: R.S.I. Inédito 75
Se trata de: “un discurso que nombre lo plural, entendiendo por plural, la idea de que en lo plural está, además el agujero, la no relación sexual”37. Miller dice que el hombre de izquierda deberá reconciliarse con la sociedad del no-todo, para hallar su oportunidad38.
IV. El terror y la satisfacción Si no se dispone del concepto de pulsión de muerte, considero que el análisis de la práctica del terror como la aplicada por los junta militar, se desorienta y se entra en profundas contradicciones. Del mismo modo que cuando se analizan comportamientos sociales y se deja de lado el concepto de inconsciente. Al igual que otros estudiosos a los que también respeto, Pilar Calveiro se va a preguntar si los seres humanos son potencialmente asesinos, controlados y neutralizados por el Estado. La respuesta que brinda, al igual que muchos otros, es que la maquinaria burocratizante, rutinizante, naturaliza la muerte. El efecto de esa maquinaria con sus grupos y especializaciones de tareas, lleva a que el torturado y/o asesinado pase a ser un dato burocrático. No adscribo a esa posición, considero más bien, como lo entendía Freud, que el mandamiento “no matarás” ha sido necesario en la cultura, porque las pasiones oscuras están a la espera de condiciones sociales propicias para exteriorizarse.
37 38
Aramburu J. El deseo del analista. Ed. Tres haches, Buenos Aires, 2000 Delgado, O., op. cit. Pp. 244-245 76
La cultura no resuelve esas pasiones. La Alemania de la que surge el nazismo, era la sociedad más culta del mundo. Incluso Freud, va a formular que forzar a los individuos a ser mejores que lo que su naturaleza le permite, lleva a lo peor. Ninguna educación, formación solidaria eliminará la pulsión de muerte. Es más, todo forzamiento en ese sentido sólo albergará el imperativo categórico kantiano y llevará a lo peor. Es mi punto de vista, que de lo que se trata es de crear las condiciones sociales que inhiban, que no posibiliten que se realicen en el mundo las pasiones oscuras bajo el modo de la crueldad, la tortura, el asesinato. Una sociedad más justa, democrática, con pleno desarrollo de las funciones del Estado, garantizando salud, educación, vivienda, trabajo; permitiendo construcción de proyectos individuales y colectivos, permite la sintomatización de los modos de satisfacción pulsional. Una sociedad dictatorial, donde no se garanticen los derechos ciudadanos, donde se promueva como ideales las figuras del cínico y el canalla, capturada en la ley de hierro que impone la relación de la ley del mercado con el desarrollo científico-tecnológico, no da lugar a la sintomatización sino que promueve las prácticas directas de goce, sin la operatividad de los recursos simbólicos e imaginarios, para vérselas con lo real pulsional. La lectura de los testimonios de sobrevivientes de los diversos procesos genocidas, no da lugar a dudas sobre la satisfacción “sádica” que se ponía en juego en cada uno de los represores. La obediencia debida, el argumento militar de recabar información (argumento nefasto, por cierto), la burocratización, etc., no eliminan la responsabilidad y culpabilidad por la satisfacción que las prácticas represivas producían.
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¿Los represores eran todos asesinos?, ¿todos perversos? No, bajo ningún punto de vista. Que entre ellos había psicóticos y perversos, no hay ninguna duda. Pero en absoluto los psicóticos y los perversos en su gran mayoría se dedican a asesinar. El horror, lo que cuesta aceptar, es que en su inmensa mayoría eran personas que, si las condiciones hubieran sido otras, hubieran tenido una vida más o menos común, sin nada que llamase especialmente la atención de sus congéneres. Sus rasgos singulares habrían tenido un destino más doméstico. Esta lectura que realizo, puede presentarse pesimista para algunos. Pero no lo es. Es una lectura advertida, cauta. Decir que las condiciones sociales, permitieron la realización en el mundo de las pasiones oscuras, no desresponsabiliza a nadie. Todo lo contrario. No hay justificación posible. Se es responsable por los actos. Ha habido quienes dijeron que no, ha habido “justos de las naciones”. Juicio y condena, le dice que no al goce de la impunidad asesina, y le dice que no al goce de la venganza, como ya lo he dicho en otra ocasión. Pilar Calveiro en su texto “Poder y desaparición”39 dice: “la fragmentación del trabajo suspende la responsabilidad moral, aunque en los hechos siempre existen posibilidades de elección, aunque sean mínimas”***. Esas “posibilidades mínimas” dan cuenta de que la posición del sujeto no es eliminable, que hay una decisión, una satisfacción y una
39
Calveiro, P. Poder y desaparición. Ed. Colihue, Buenos Aires, 2008. El subrayado es mío. 78
***
responsabilidad. En esa “posibilidad mínima” anida la dimensión de la elección. Calveiro relata de un represor que se dedica a “chupar”, pero no a torturar porque “no lo sentía”. ¿Qué burocratización explica, el otorgarse el lugar de sostener o quitar la vida? ¿Qué rutinización explica las violaciones? ¿Qué maquinaria explica el robo de bebés? El teniente coronel Hugo Illdebrando Pascarelli, lo dice claramente en el texto citado por Walsh en su “Carta abierta”: “la lucha que libramos no reconoce límites morales ni naturales, se realiza más allá del bien y del mal”40. El excelente texto de Pilar Calveiro “Violencias del Estado”, en el capítulo 5 llamado “El tratamiento de los cuerpos”41, y el libro de Eduardo Luis Duhalde “El Estado terrorista argentino”42 en el capítulo “La metodología criminal del Estado terrorista”, libro también de una seriedad y rigurosidad destacados; nos aportan elementos contundentes, para la fundamentación de la dimensión pulsional en la práctica represiva. Una primera cuestión que quiero rescatar del texto de Duhalde, es la afirmación de que elegir “hacer desaparecer” en vez de juicios y fusilamientos públicos, le permitía al episcopado y a los obispos apoyar el proceso. Esto, mucho más que complicidad, es un pacto siniestro. Por otra parte, los modos de connotación sexual de la tortura a hombres y mujeres, bajo toda forma de abuso y violación, son descriptas
40
Walsh, R. Op. cit. Pp. 20 Calveiro, P. Violencia de estado. Ed. Siglo XXI, Buenos Aires, 2012 42 Duhalde, E. L. El estado terrorista argentino. Ed. Colihue, Buenos Aires, 2013 79 41
por el autor claramente como “especial morbosidad”. Los relatos que realiza Calveiro, en el texto citado, se encuentran en total correspondencia. En las páginas 146 y 147, la autora transcribe dos relatos de prisioneros, uno en Guantánamo y otro en Marruecos, ambos a cargo de estadounidenses, de prácticas salvajes sin “motivo operacional”, en los genitales. El texto de Duhalde en su página 352 va a decir: “incluso la psicología moderna ha aportado sus experiencias condicionantes para convertir a un ‘buen ciudadano común’ en un experto torturador, sin necesidad de apelar a sádicos locos y criminales natos. Vietnam también mostró la eficiencia de este aporte. Los estudios como los realizados en la Universidad de Yale por Stanley Milgram sobre sumisión y obediencia a la autoridad, son altamente demostrativos de este tipo de contribuciones”. Es efectivamente así, efectivamente es posible. No
podemos
idealizar
al
género
humano,
tampoco
estigmatizarlo. Pero no debemos rechazar estas palabras de Duhalde, hacerlo es suicida, sacrificial, sería realizar un fantasma masoquista. Por otra parte, Freud se va a referir en varias oportunidades al concepto de desmezcla pulsional. A la altura de “Inhibición, síntoma y angustia” se va a referir a ella bajo uno de los modos de defensa, al que denomina regresión. Describe este proceso, especialmente en las neurosis obsesivas. Debemos recordar, además, que la nominación imaginaria propia de la armadura del Yo como síntoma mayor, permite en las neurosis obsesivas un desplazamiento de la hostilidad hacia el objeto exterior.
80
Esta modalidad puede alcanzar la destrucción del otro, atravesando, yendo más allá de la tensión agresiva del narcisismo de las pequeñas diferencias. Esa regresión alcanza el fundamento mismo del vínculo primario entre los hombres, esto es el odio. ¿Cómo es esto posible? Sabemos que hay lo que Lacan llama “perversiones transitorias”, y que no se necesita ser perverso para realizar actos perversos. Un neurótico puede realizar perfectamente actos perversos, si está seguro de no pagar un precio por ello. Su cobardía esencial lo lleva a desplegar todos sus fantasmas sádicos y por identificación con la victima sus fantasmas masoquistas, cuando se encuentra a resguardo de sanción por sus actos, o que incluso puede ser un modo de “hacer carrera” (el cálculo obsesivo puede llegar a esos extremos). Lacan en el “Seminario 16”43 se va a referir a las cruzadas donde los caballeros encontraban la perversión que iban a buscar arrasando con todo. Además, advierte que hay que estar atentos ante otras cruzadas actuales. Si en todos los testimonios de los sobrevivientes de los campos de concentración, encontramos el relato de los fantasmas perversos que proferían y realizaban los torturadores, con una fijeza inaudita, y una repetición al mejor modo del Marqués de Sade, hallamos lo propio de la apuesta perversa. Sostengo que en las llamadas “perversiones transitorias”, en los actos perversos de tantos neuróticos represores, se ponía en juego
43
Lacan, J. Seminario 16: De otro al otro. Ed. Paidós, Buenos Aires, 2008 81
asumir la posición de ser un instrumento del Otro para buscar completarlo. “El (sádico) también intenta, pero de manera intensa, completar al Otro quitándole la palabra e imponiéndole su voz, pero en general falla. Baste en este sentido referirse a la obra de Sade, donde es verdaderamente imposible eliminar de la palabra, de la discusión, del debate, la dimensión de la voz”44. Desde la posición sádica la voz viene al lugar de completar al Otro, produciendo en la víctima el desgarramiento de angustia. Se trata de volverse un mero instrumento para realizar con ese acto perverso la división angustiante del sujeto. A eso lo llamaban “quebrar”. Muchos torturadores alcanzaban una satisfacción masoquista por identificación con el torturado. Esto es posible porque la estructura era neurótica. En una perversión como estructura esta identificación no es posible. Se pone en juego una modalidad excepcional de lo que Lacan formula en el “Seminario 17”45, en tanto el sujeto recibe su propio goce en forma invertida desde el lugar del Otro bajo la modalidad del tercer tiempo del fantasma “pegan a un niño” (el padre golpea al niño odiado por mí), tiempo que aparenta ser sádico, pero donde la identificación hace posible el goce masoquista. “Claramente el sádico no es más que el instrumento del suplemento dado al Otro, pero que en este caso el Otro no quiere. No quiere, pero obedece de todos modos”46.
44
Ibid. Pp. 235 Lacan, J. Seminario 17: Reverso del psicoanálisis. Ed. Paidós, Buenos Aires, 1992 46 Lacan, J. Seminario 16, op. Cit. Pp. 236 82 45
Estas “perversiones transitorias”, pueden producirse a partir de un rasgo de perversión o no. Sabemos que, en las psicosis, el rasgo de perversión constituye un modo de estabilización, y en la neurosis da cuenta de un modo de satisfacción que no se articula como síntoma y requiere del acto. El acto, refiere a lo que denominamos “pasaje al acto”, instante de ver, momento de concluir fallido, ya que se sostiene en la exclusión, en la no operatividad del tiempo para comprender. Esto permite que el deseo advenga como voluntad de goce. En el texto “¿A quién mata el asesino?”47, los autores formulan que “la característica del pasaje al acto en la perversión, a diferencia de la psicosis, involucra la puesta en juego de un fantasma en la escena, por lo que la elección de las víctimas obedece y responde a una condición erótica particular…”. “El neurótico es un criminal inconsciente, dice Freud; no obstante, el crimen fantaseado puede volverse real bajo determinadas circunstancias”48. Lacan, en su “Seminario 16”, nos habla al referirse al sadismo, de la práctica de la tortura. En los tiempos actuales es algo que, como hemos visto, requiere cierto entrenamiento especializado, para realizar ese acto donde se invoca que se lo hace por la patria o por algún otro supuesto ideal. La tortura pone en juego la dimensión de la confesión, de un modo particular… “quienes la practican (cualesquiera que sean las razones que tengan para ello) lo hacen porque su goce está implicado en el asunto”49
47
Tendlarz S. y García C. ¿A quién mata el asesino? Ed. Grama, Buenos Aires, 2008 Ibid. Pp.23 49 Ibid. Pp. 156 83 48
Jacques Alain Miller en su curso “Piezas sueltas”50 nos va a exponer con claridad que Lacan “siguiendo el paso de mayo de 1968, cuando había puesto en tela de juicio precisamente la vertiente explotación social del asunto, construyó ese plus de gozar como el análogo de lo que en Marx es la plusvalía. No lo esconde, lo dice con claridad: el plus de goce está construido del mismo modo que la plusvalía”51. Hasta tal punto que “si decimos que la plusvalía es plus de gozar, el plus de gozar es plusvalía”52. La obtención tanto de la plusvalía, como del plus de goce, hizo necesaria la dimensión del terror de la dictadura cívico militar, apoyada decididamente por Estados Unidos, a partir de lo que formula Lacan en su “Seminario 18”53, esto es, que el progreso capitalista se sostiene en el subdesarrollo de los países periféricos del tercer mundo. Pero más allá de lo que las categorías marxistas pueden explicar, “la captura monstruosa ante la ofrenda de un objeto de sacrificio a los dioses oscuros”54, requiere desmontar las condiciones pulsionales, ya que como el mismo Lacan dice, que muy pocos pueden no sucumbir a ser protagonistas o cómplices de esos crímenes que no entran en el código penal ordinario. Jacques Alain Miller se va a referir a los crímenes de lo real, que serían los de “los crímenes serial killer, que culminan en el crimen nazi”55.
50
Miller, J.A. Piezas sueltas. Ed. Paidós, Buenos Aires, 2013 Ibid. Pp.106 52 Ibid. Pp.107 53 Lacan, J. Seminario 18: De un discurso que no fuera del semblante. Ed. Paidós, Buenos Aires, 2009 54 Lacan, J. Seminario 11: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Ed. Paidós, Buenos Aires, 1986 55 Miller, J.A. Piezas sueltas, op. cit. Pp.153 84 51
Más aun cuando citando a P. Sollers, afirma que esos “crímenes en cuestión no eran útiles para quienes los cometían: los nazis lo hicieron más bien en detrimento propio”56, desde el punto de vista económico, político y militar. En Argentina, no es sólo la sonrisa de Videla al referirse a los desaparecidos, lo que testimonia el goce oscuro, sino también el primer discurso como Ministro de Economía de Martínez de Hoz, donde profiere algo que no es un tecnicismo económico, ni una propuesta macroeconómica, sino la frase “piedra libre para los empresarios”. Aquí se vuelve muy clara la expresión de Lacan, en toda dimensión ética: “pienso que hay que negar el discurso psicoanalítico a los canallas; seguramente era eso lo que Freud disfrazaba con un criterio de cultura”57. La “piedra libre” se garantizó con el terror, con 30 mil desaparecidos, con 500 bebés secuestrados, con la destrucción del aparato productivo, con la pérdida de derechos ciudadanos. Fue así: ¡Sonriamos, piedra libre al goce!
V. El mal El genocida Videla, se refiere a un error táctico que cometieron los militares: “el uso excesivo que hicimos del término ‘desaparecidos’; al principio nos resultó cómodo, porque encubría otras realidades y dejaba el problema como en una nebulosa. Pero tendríamos que haber
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Ibid. Pp. 154 Lacan, J. “Televisión”, en Otros escritos. Ed. Paidós, Buenos Aires, 2012. Pp. 569 85
dejado en claro rápidamente lo que sucede en toda guerra: que hay muertos, heridos y desaparecidos. Desaparecidos que están muertos, pero cuyos restos no se sabe dónde están. No lo hicimos, y ahora eso favorece la manipulación de las cifras de desaparecidos”58. Sabemos perfectamente que no fue un uso abusivo, sino que se buscó producir la figura del desaparecido, del sin lugar, que eso tuvo razones tácticas, estratégicas y de psicología del terror para el conjunto de la sociedad. Aumentar el horror, para producir el desgarramiento de angustia y desesperación de los familiares, con una versión más horrenda que la muerte misma. La frase expresa claramente la ética sadeana, de estar bien en el mal. Pero desde otra perspectiva, en verdad fue un error estratégico. ¿Por qué? Ante la pérdida de un ser querido se puede hacer un duelo, como nos enseña Freud, tanto normal como patológico. El patológico implica un proceso de melancolización por la dimensión regresiva que se pone en juego, y la inclemencia del autorreproche inconsciente. Pero ante la pérdida de un ser querido, también perdemos el lugar de falta que representamos para él. Ante la pérdida, por muerte, por abandono, no sólo está en juego la dimensión del objeto a en el lugar del querido (persona, patria, ideal, etc.) sino también (y esto es crucial en este punto), dejar de ocupar una falta para ese Otro. Si el otro está desaparecido, ni vivo ni muerto, es imposible dejar de ocupar un lugar de falta para ese Otro. Más bien se produce todo lo contrario. Se encarna mucho más ese lugar. Madres, abuelas, familiares,
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Reato, C. Disposición final. Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 2012. Pp. 205-206. 86
compañeros, hacen de su vida encarnar ese lugar de ser una falta en el Otro. Por eso, no se produce pesadumbre, melancolización, sino un deseo potente de seguir encarnando ese lugar. Esa fue la respuesta, y que continúa, al piedra libre de la fiesta sadeana a la que llamaron los golpistas. Sabemos a partir de Lacan, de la conjunción de Kant con Sade, de tal modo que podemos leer en el testimonio de Eichmann en Jerusalén, la particular interpretación del imperativo categórico kantiano, a pesar de confesar que era un gran lector de la Crítica de la razón práctica. Según lo que nos transmitió Hanna Arendt, Eichmann había actuado de acuerdo al imperativo categórico. Pero en este punto hay dos cuestiones a despejar, una la que desliza Jorge Aleman cuando dice que Eichmann reformuló en forma siniestra el imperativo: “actúa de tal manera que si el Führer te viera, le gustase lo que haces”59. Todo hace pensar que, para él, el Führer seguía viviendo después de muerto, ya que asesina a cientos de judíos después de la rendición de Alemania y el suicidio de Hitler. Pero efectivamente Kant, en su Crítica de la razón práctica, da cuenta del “desprecio total por el amor. Es la forclusión de todo deseo, de toda moralidad que pueda partir del amor”, según la expresión de Jacques-Alain Miller.60 Esta singular conjunción de Kant con Sade en el pensamiento nazi dio cuenta del ejercicio del biopoder, bajo la fórmula: “si quieres
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Aleman, J. y Miller J.A. Lakant. Ed. Tres haches, Buenos Aires, 2000. Pp. 19 Ibid. Pp. 28 87
vivir, es preciso que el otro muera”, pero no de una manera individual, sino al modo en que Feierstein lee el Proceso de Reorganización Nacional. Tal como lo formula Foucault, criticando el racismo: “cuanto más tiendan a desaparecer las especies inferiores, mayor cantidad de individuos anormales serán eliminados, menos degenerados habrá con respecto a la especie y yo, no como individuo sino como especie, más viviré, más fuerte y vigoroso seré y más podré proliferar”61. Judíos, bolcheviques, izquierdistas, artistas, intelectuales, todos deberán desaparecer. Todos eran anormales, respecto a la normalidad occidental y cristiana. ¿Pero cómo es esto posible, cómo se puede llevar a cabo? No son sólo frases, se realiza en el mundo. Cuando Freud se ocupa del amor al prójimo, va a dar cuenta de que en ese mandamiento imposible se levanta horrorizada la maldad fundamental que habita en el prójimo y en el sujeto mismo. Ese goce oscuro en el otro y que habita en el sujeto mismo, como muy tempranamente Lacan lo aborda en el Seminario “La ética del psicoanálisis”, recordando esa frase crucial de Freud en el “Malestar en la cultura”: “El hombre intenta satisfacer su necesidad de agresión a expensas de su prójimo, de explotar su trabajo sin compensación, de utilizarlo sexualmente sin su consentimiento, de apropiarse de sus bienes, de humillarlo, de inflingirle sufrimientos, de martirizarlo y matarlo”62.
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Foucault, M. Defender la sociedad. Ed. Fondo de Cultura Económica; Buenos Aires, 2010. Pp.231 62 Freud, S. El malestar en la cultura. Ed. Amorrortu, Buenos Aires, 1979. Tomo XXI, pp. 107 88
Como ya he dicho, esto no es eliminable, y da el acento justo al llamado por Kant “mal radical”, pero una sociedad más justa permite que esto se desplace, se metaforice, se sintomatice. Es cierto que estos modos sublimados o sintomatizados, no producen la elevada satisfacción que da un goce en lo que Lacan llamaba, su estado primero. Estas metaforizaciones, dejan o más bien producen un resto de malestar inmodificable, que es necesario soportar. Buscar eliminarlo, conduce a lo peor. Porque puede suceder lo que Juan Gelman manifestó en un reportaje en junio de 2013, respecto a que hoy en día en nombre del bien, “nos quieren mutilar la humanidad y lo consiguen en buena medida”. Cuando me refiero a una sociedad más justa y democrática, no alerto sólo respecto a las manifestaciones clásicamente totalitaristas, sino también a lo que Lacan formula con todas letras en el “Seminario 7”: “La seguridad del goce de los ricos en la época que vivimos está sumamente incrementada por lo que llamaría la legislación universal del trabajo”63. Podemos encontrar un desarrollo riguroso de esta misma perspectiva, en el texto de Jacques Rancière “El odio a la democracia”64. La referencia de ese odio, como he dicho, también es el mal radical, desarrollado por Kant, en “La religión dentro de los límites de la mera razón”65, donde el filósofo da cuenta de la propensión del ser humano a adoptar máximas malas, de tres modos distintos: por la fragilidad de la naturaleza humana; segundo, por mezclar motivos
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Lacan, J. Seminario 7: La ética del psicoanálisis. Ed. Paidós, Buenos Aires, 1988. Pp. 242 Ranciere, J. El odio a la democracia. Ed. Amorrortu, Buenos Aires, 2006 65 Kant, I. La religión dentro de los límites de la mera razón. Ed. Alianza, Buenos Aires, 1995 89 64
morales e inmorales, y tercero por la “propensión a la adopción de máximas malas, esto es: la malignidad de la naturaleza humana o del corazón humano”66. Es necesario rescatar aquí el segundo de ellos, ya que esa mezcla habla de cuando se adoptan máximas no por el deber moral, sino por búsqueda de honores, compasión, amor a sí mismo, incluso sentimientos tiernos. Debe ser sin contaminación del deseo, del amor. Según esta fórmula, una máxima mala adoptada lo es cuando el sujeto no es unívoco, sino dividido. El mal que surge del mal moral, es injusto, ya que es anterior a la realidad sensible y a la acción. Marita Salgado en un bello artículo, se va a referir a la cuestión diciendo con Kant: “el mal es radical pues corrompe el fundamento de todas las máximas, no se lo puede exterminar por fuerzas humanas. Sin embargo es posible prevalecer sobre esta propensión pues ella se encuentra en el hombre como ser que obra libremente”67. Es por este motivo que muy lucidamente Hanna Arendt puede decir que en el Tercer Reich, el mal había perdido esa cualidad por la que más se la reconoce.: la cualidad de ser una tentación. Quizás por eso Kant habla de las disposiciones buenas y malas, ya que nunca habla de una propensión (hang) al bien, sino solamente de una propensión al mal. Pero en la medida que la máxima kantiana, vale para todos, por fuera de todo pathos, el mal va a radicar en el soberano bien mismo.
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Ibid. Pp. 38 Salgado, M. en Revista Dispar, N° 9, Ed. Grama, Buenos Aires, 2012. Pp. 35 90
VI. El abuso sexual en los campos de concentración Hubo un intenso debate, en los organismos de Derechos Humanos y entre una cantidad importante de ex prisioneros de los Centros Clandestinos de Detención durante la última dictadura cívicomilitar argentina, en el período 1976-1983. Las mujeres que habían tenido encuentros sexuales (si se los puede llamar así, cuestión que debatiré), fueron denigradas por muchos de sus ex compañeros. Los epítetos fueron: putas, quebradas, vendidas, traidoras, inmorales. El texto de Miriam Lewin y Olga Wornat “Putas y guerrilleras”68 ha sido, y es, un valioso aporte a este debate. Es un libro que honro. La variedad de experiencias tan disímiles unas de otras, es tan vasta y contundente, que rechaza prima facie considerar mínimamente los epítetos denigrantes. Esos insultos se orientan en la perspectiva de que las secuestradas elegían someterse sexualmente, develando así su moral revolucionaria quebrada, traicionada. Desde otra perspectiva, se puede afirmar, como lo han hecho pensadores muy valiosos sobre la Shoa, que en un campo de concentración es imposible elegir. Pero para el psicoanálisis, el sujeto siempre elige. ¿Qué quiere decir elegir? ¿Y qué quiere decir elegir en ese contexto?
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Lewin M. y Wornat O. Putas y guerrilleras. Planeta, 2013, Buenos Aires. 91
Ya que alguien puede elegir morir, para acabar con el tormento, mientras otro puede elegir soportar cualquier padecimiento, para no morir. Además, para el psicoanálisis la elección nunca es conciente, más bien siempre es inconsciente. En un campo de concentración, siendo una maquinaria dirigida a abolir la humanidad en una persona, a reducirlo a un objeto como desecho, ¿puede sostenerse la dignidad del sujeto del inconsciente que elige? Lo que cada uno elige en un ámbito así, como elección inconsciente, no como voluntad conciente, sino como elección orientada por las fijaciones infantiles, es el modo de padecimiento. Si el tormento que se aplica es igual para todos, el modo de sufrimiento es absolutamente singular. No hay, en un campo de concentración, otra elección que no sea esa. Por otro lado, si la experiencia concentracionaria produce una devastación del yo del sujeto, ¿esta devastación no es correlativa de la pérdida del cuerpo como tal? No me refiero al organismo, sino al cuerpo tal como lo entiende el psicoanálisis. El cuerpo que se lo puede tener o no. ¿La mujer sometida sexualmente por un represor en un campo de concentración y exterminio, tiene un cuerpo? Afirmo que no está su cuerpo, el que ella tenía, en ese acto. Acto cruel, que conjuga aún más la pérdida del cuerpo. El ejemplo más patético de ese “perder el cuerpo” es lo que Primo Levi, en su trabajo sobre la Shoa, describe como una conducta, que en el extremo de sus penurias en el campo de concentración, las personas
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realizaban. Un balanceo “corporal”, sin motivo ni intencionalidad. Estaban reducidos a un organismo ya casi sin vida. Habían perdido el cuerpo. Contaban como cuerpo con ese balanceo autístico. Nada más. La pregunta que formulo es la siguiente: ¿esas mujeres que eran abusadas, luego de todo tipo de tormentos (picana eléctrica, submarino, amenaza de fusilamiento, comiendo muy poco y comida degradada, sin ninguna higiene, encapuchadas, sin privacidad, sin nombre, etc.), tenían un cuerpo? Quizás algunas aún conservaban algún testimonio de cuerpo. Esas sentirían asco, odio, pudor, vergüenza, mortificación. Las otras nada. Una nada absoluta del sin cuerpo. Aquí no acontece el crimen después del abuso, sino dejar subsistir ese organismo a quien se lo despojó de la humanidad. Subsistir, hasta que llegue la orden de asesinarla. El violador solitario, que ataca en la calle a una mujer, se dirige a una que tiene un cuerpo. Su goce es apropiárselo. Por eso muchas veces, el acto culmina con la muerte de la abusada. Pero fundamentalmente goza degradándola, promoviendo la angustia de la víctima. Si pensamos al campo de concentración, como un lugar donde reina la “ley de hierro” tal como la concibe Lacan, o sea un ámbito donde se presentifica el retorno en lo real de lo forcluido; no hay allí posibilidad de tener un cuerpo, solo la reducción a un estado de desecho. Por lo tanto, el abuso llamado “sexual”, es en verdad un modo de presentificación de una pasión, que opera sobre el sin cuerpo de la secuestrada. Por eso ya no busca degradarla, sino ofrecerle ese desecho a su dios oscuro.
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VII. Epílogo El error “estratégico” que cometieron los militares argentinos, a causa de su desmesura de goce que producía desaparecidos, los llevó a la búsqueda de una salida desesperada, una coartada fallida, una operación de contrabando, un pasaje al acto, que se llamó “Guerra de Malvinas”. Si la escena de la tortura, implica querer apropiarse del último de los significantes, y dejarle a la víctima sólo un grito, un registro sonoro, la voz de la división de la angustia; el torturador como objeto la realiza en nombre de algo. Puede ser la patria, la moral, la familia cristiana; pero en el acto, ese Otro, más allá del nombre circunstancial, es una voluntad de goce absoluta. Se trata de que en el decir no haya un resto, como si fuera posible alcanzar el imposible de decir. “La naturaleza, en Sade, exige el crimen, porque tiene necesidad de cuerpos muertos para poder reproducir nuevos cuerpos: la ley, es que es preciso destruir, para poder crear”69. No hay otro mal radical que éste, no hay otro “Proceso de Reorganización Nacional” más, que esta operación de goce. Por eso la guerra de Malvinas, fue un pasaje al acto, la fiesta macabra final. ¿Fue un error político, militar? ¿Una táctica fascista de construir el enemigo exterior, en el momento de mayor conflicto interno, apelando al ser nacional? ¿Prometiendo reintegrar lo que nos habían arrebatado? ¿La parte de nuestro cuerpo patrio robada, y mancillada había que restituirla? Ese fue el imaginario de masas, la
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André, S. La impostura perversa. Ed. Paidós, Buenos Aires, 1995. Pp. 22 94
captura hipnótica a partir de la voz de un alcohólico, dos días después de una furiosa represión. En verdad, fue el acto malvado final, para ofrecer el cuerpo de tantos jóvenes al sadismo imperial.
A mi amigo y compañero Claudio A. Fernández.
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Qué hacer con las tragedias Mariano Nicolás Campos70
Presento estos tres apartados como variaciones sobre un mismo tema, que atañe a los modos en que el pasado -esa isla flotante del tiempo histórico- puede ser amarrado a la actualidad de nuestro presente. Es, por las mismas razones, una reflexión sobre la repetición histórica en una época donde ya nadie cree seriamente que la historia se repita. Sirva lo dicho como preámbulo.
I. El fantasma de la literatura. La tarea del poeta es describir no lo que ha acontecido, sino lo que podría haber ocurrido. Aristóteles, Poética Yo diría que el fantasma teórico que asecha a la disciplina histórica es el llamado linguistic turn (giro lingüístico), un fenómeno intelectual de los setenta cuya prerrogativa era alertar a los lectores de que, en realidad, todo discurso histórico tiene una naturaleza narrativa y que, por lo tanto, el historiador es un novelista inconsciente. El sentido de la historia es retirado de las cosas para ser lanzado al texto y, en alguna medida, al estilo excepcional de un escritor. Lo que resulta de esta
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Profesor, Licenciado y Doctorando en Filosofía, UBA. Actualmente se dedica al estudio del idealismo alemán, Karl Marx y la teoría del fetichismo en el siglo XX. 96
operación de narrativización del concepto de historia es que el acontecimiento pasado, por más extraño e inédito que pueda parecer, está performativamente relativizado por el acto de ponerse a narrar. La historia deviene así en un subcapítulo de la literatura cuyas pretensiones de objetividad no serían distintas que las de una novela basada en hechos reales. Pero como sucede a veces, el fantasma de la literatura fue menos un problema que una contraseña para el desarrollo de otro tipo de historia, una historia anti-totalitaria y pro-democrática que asume como punto de partida la inexistencia de una historia con mayúscula: dado que la Historia ha muerto, todas las historias están permitidas. La caída del muro de la Historia dio lugar a la apertura al juego de las interpretaciones donde habrá tantas historias como perspectivas sean posibles. En otros términos, el sentido histórico deja de ser una objetividad rígida para ser concebido como un elástico campo social en disputa, una “lógica hegemónica” donde todas las historias se mantienen equidistantes a la verdad. El precio de esta renuncia es que las historias ya no necesitan ser verdaderas o falsas, sino simplemente ser un punto de vista que luego puede libremente compartirse o no, pero que en sentido estricto no pueden refutarse sin refutar la democracia misma. El caso de la desaparición de Santiago Maldonado es emblemático en este sentido. Pese a que la última vez que fue visto es en medio de una represión violenta llevada adelante por la gendarmería, la opción oficial de la ministra de seguridad no fue el abiertamente reaccionario negacionismo, sino la técnica progresista del “están todas las hipótesis abiertas”, a raíz de lo cual es posible sostener –sin suscitar la risa o una guerra civil- las más ridículas líneas de investigación.
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Y esto nos lleva a un segundo interrogante, que es una modificación del primero: las historias literarias ¿no estarán ahora asechadas por el fantasma de Santiago Maldonado, quiero decir, por “lo que podría haber ocurrido”?
II. Dos modos de tratar a los muertos Hegel hace notar en alguna parte que, en la historia universal, los grandes hechos y los grandes personajes se producen, por así decir, dos veces. Él ha olvidado añadir: la primera vez como tragedia, la segunda como farsa. Karl Marx, El XVIII Brumario de Luis Bonaparte El interrogante histórico que suscitó en Karl Marx el golpe de Estado de 1851 llevado a cabo por Luis Bonaparte, no es ‘¿qué es lo que verdaderamente sucedió?’ sino ‘¿cómo es posible que un mediocre represente el papel de héroe?’: en otros términos, no es una pregunta por la verdad histórica sino por los modos teatrales de la política. La conclusión de Marx es que Luis Bonaparte es una repetición fallida del golpe de Estado de 1799 de su tío, Napoleón Bonaparte, donde la tragedia inicial devino en parodia grotesca. La invocación ideológica de la burguesía, tal como la presenta Marx, nos enseña dos cosas: en primer lugar, que la tragedia es el estado primario de la realidad histórica, y que su naturaleza trágica estriba en que es irrepetible (incluso y especialmente para la palabra); en segundo lugar, que en razón de esa singularidad de la tragedia todo retorno es fallido. Esto nos permite pensar no solamente el carácter grotesco de los
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héroes burgueses, sino también lo que hacen con sus muertos: los espíritus del pasado son obligados a retornar grotescamente como “mascarilla”, “farsa”, “parodia”, “disfraz”, “caricatura” o “espectro”. Por supuesto, lo que provoca esta deformación de sus muertos, como Procusto con sus invitados, es que son usados como legitimación para realidades históricas que no son las suyas. Se debe por lo tanto aprender un arte del retorno que no sea burgués, cuyo modelo es la Antígona de Sófocles. Creonte había dejado insepulto el cuerpo de Polinices en las afueras de la ciudad para que sea devorado por los cuervos y emitió en consecuencia un edicto prohibiendo darle entierro bajo condena de muerte. Antígona respondió enterrando a su hermano e invocando la razón de las víctimas, no para legitimar la ciudad ni para restaurarla, sino como deslegitimación de la totalidad del poder que lo dejó insepulto. Y lo hace como heroína, “contra el Destino, en una situación en que todo está perdido” (S. Zizek). Antígona es un ejemplo de cómo evitar la “farsa” de la invocación ideológica –los sueños imperiales de Luis Bonaparte- mediante un reclamo imposible al Estado: que se someta a una ley que no es la suya sino la de sus víctimas.
III. Repetir sin ponerse a contar. No se trata de terminar con quien es un hombre como con un perro. No se puede terminar con sus restos olvidando que el registro del ser de aquel que pudo ser ubicado mediante un nombre debe ser preservado por el acto de los funerales. Jacques Lacan, La Ética del Psicoanálisis.
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El nombre que se preservó en nuestro rito funerario de cada 24 de marzo es “30.000”; por eso sólo un idiota social puede ponerse a contar, y no hace más que contar perros. De lo que se trata es de considerar al nombre como un monumento fúnebre y no como registro de un número, razón por la cual conviene preservar a los monumentos de la influencia de los gobiernos. Para el pensamiento administrativo de la política, todo monumento se confunde con las estatuas de los próceres, esos objetos mnemotécnicos repartidos en las ciudades que son, en última instancia, material didáctico para que una realidad nacional no se disipe. Y no se trata de registrar, sino de repetir lo que quiso ser y no pudo. Para esquivar esta táctica del Archivo Nacional –que por su propia lógica desvaloriza o neutraliza para guardar y conservar, según lo que Jacques Derrida diagnosticó como “mal de archivo”-, Walter Benjamin recurrió a la redención y colocó al viejo fantasma de la Historia bajo el tablero de ajedrez del tiempo: es el famoso enano teológico que pone a las víctimas de todos los tiempos en una sincronización fundamental. En definitiva, hacer historia no es simplemente contar lo que sucedió –la abultada enciclopedia histórica de los vencedores- sino de escenificar en el presente las posibilidades que no fueron, pero que quisieron ser. Por eso hay que mantener el 30.000 en su estatuto trágico, donde no se trata de contar, ni de levantar estatuas, ni de ir a votar cada tantos años, sino de decidir la verdad de una tragedia puesto que, como sostuvo Friedrich Schelling en las Edades del mundo: “No es posible otro presente que el que reposa en un pasado decidido”.
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Democracia y Derechos Humanos: del consenso a los sentidos en disputa Ana Bordenave71
Pensar el proceso de construcción democrática en la historia reciente de nuestro país nos invita a reflexionar sobre la centralidad simbólica que han ocupado los discursos, las políticas y la cultura de los derechos humanos en esa construcción. Y también indagar sobre la potencia que puede tener en los tiempos que corren como instrumento de defensa de nuestros derechos como ciudadanos. Un acontecimiento reciente, el fallo ¨2 x 1¨ de la Corte Suprema de Justicia, hizo visible de un modo incontrastable -a través de una masiva reacción popular inmediata y transversal al campo popular- la clara vigencia que tiene el pacto social construido por los argentinos hace más de tres décadas en torno a la defensa de los Derechos Humanos, la visión sobre lo ocurrido en la dictadura y el reclamo por memoria, verdad y justicia. El devenir de este pacto primigenio, un tránsito no lineal, que tuvo y tiene avances y retrocesos, nos permite delimitar dos momentos históricos en los que los derechos humanos ocuparon un lugar central en los discursos y la dirección de las políticas públicas desde el Estado. La cuestión de los Derechos Humanos ocupó claramente el centro de la escena durante la transición democrática. Dos hechos simbólicos y políticos dan cuenta de esta centralidad: la decisión del primer
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Lic. En Psicología, UBA. Docente UNLU. Secretaria General Adjunta de la Asociación de Psicólogos de GCBA. Secretaria Gremial de Federación de Profesionales, GCBA. 102
presidente post-dictadura, el Dr. Raúl Alfonsín, quien eligió como fecha de asunción de su gobierno el 10 de diciembre (en homenaje al día de la firma de la Declaración Universal de Derechos Humanos) y el Juicio a las Juntas Militares, hito fundacional de la democracia recuperada. También los Derechos Humanos volvieron a estar en primer plano durante los años del Kirchnerismo: las políticas de Justicia, Memoria y reparación implementadas en la última década y la recuperación del rol central del Estado fueron generadores de una reconfiguración del paradigma de derechos humanos a partir de la inclusión de los derechos económicos, sociales y culturales y los derechos de tercera generación. Los años transcurridos entre uno y otro período muestran tanto las continuidades como las rupturas en este proceso, así como los distintos modos posibles de pensar el lugar que ocupan los derechos humanos en una sociedad democrática. El entramado simbólico y político entre las democracias actuales y los derechos humanos es un fenómeno de una dimensión global. Podríamos decir, en un sentido amplio, que los derechos humanos forman parte del corazón de las democracias modernas, en la medida que reflejan la base de consenso occidental sobre los derechos de los ciudadanos en el actual sistema. Tal como lo plantea Lefort, se puede considerar a los derechos humanos como “principios generadores de la democracia”. Sin embargo, la hegemonía del discurso de los derechos humanos y su transformación en un dispositivo simbólico que trasciende las fronteras del derecho positivado, ha generado en las últimas décadas un fenómeno social, cultural y político cuyo impacto y alcances son aún difíciles de medir y cuyo sentido permanece en disputa. En el marco de la pluralidad de interpretaciones posibles sobre el fenómeno de los derechos humanos, nos ocupa especialmente el
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desarrollo histórico que ha tenido en nuestro país. Para ello, es indispensable tener en cuenta que la irrupción de la cuestión en la agenda pública estuvo directamente ligada en sus orígenes al horror del Estado Terrorista durante la década del 70. Sin embargo, cabe recordar que los derechos humanos, tanto en términos jurídicos como de doctrina, no surgieron en la década del 70, sino casi treinta años antes, durante la posguerra, y como parte de un proceso de reconfiguración del mundo occidental atravesado por el fenómeno devastador del nazismo. Pero recién en la década del 70 y a partir de su incorporación estratégica en el discurso de Carter adquieren su preponderancia como fenómeno social y político. Las primeras organizaciones defensoras de derechos humanos, entre ellas Amenesty International, adquirieron su fortaleza y protagonismo en ese tiempo, y parte de su desarrollo está ligado, justamente, a haberse constituido en una referencia para canalizar las denuncias por violaciones a los derechos humanos en Latinoamérica durante el tiempo de las dictaduras militares. El desmoronamiento de la dictadura militar en Argentina, fundamentalmente ligado a la derrota en la aventura militar en Malvinas, pero también como producto de un largo proceso de desgaste interno y externo del régimen, da lugar a un proceso de transición democrática aún signado por la represión directa y por las amenazas a cualquier forma incipiente de organización popular. En este marco, los derechos humanos fueron tomando un lugar cada vez más relevante como centro de la disputa política y como eje de la lucha contra el gobierno militar. Podemos afirmar que la transición democrática va indisolublemente de la mano de la cuestión de los derechos humanos. Lo que estaba en juego, y en primer plano, era la construcción de un estado de derecho. La consigna indiscutida: “Nunca Más”.
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Sin embargo, el proceso político durante esos primeros años, amenazado constantemente por la posibilidad de un nuevo golpe a través de sucesivos levantamientos militares y la pérdida de poder político del radicalismo en el gobierno, fue generando una serie de retrocesos que derivaron en las leyes del perdón: punto final y obediencia de vida, rematadas posteriormente por los indultos del menemismo. La pregunta que nos formulamos a esta altura del racconto histórico es ¿de qué derechos humanos hablábamos por entonces? Si bien la propuesta política del primer alfonsinismo tenía como horizonte una democracia social inspirada en la socialdemocracia europea, y Alfonsín proclamaba la integralidad de derechos contemplada en esta visión: “Con la democracia se come, se cura y se educa”, lo cierto es que la enorme transformación en términos de libertades civiles y la conquista de algunos derechos exigidos por amplios colectivos sociales (patria potestad, divorcio) no tuvo correlación con la recuperación de los derechos sociales. En gran medida, la política de derechos humanos del alfonsinismo quedó atada a la visión clásica que los restringe a los derechos de primera generación (civiles y políticos), como derechos “de freno” del individuo frente al Estado. La situación económica del país, producto del endeudamiento externo y la transformación económica que había llevado adelante la dictadura como avanzada del neoliberalismo en América Latina, determinaron un proceso económico y social que fue derrumbando los pilares políticos de la heterodoxia económica del primer alfonsinismo. Más temprano que tarde, la Argentina se realineó con el orden económico impuesto por los organismos financieros internacionales y fue cimentando el camino para lo que iba a ser la década menemista y la Alianza, períodos en los que terminó de consolidarse el modelo neoliberal iniciado por la dictadura militar, lo que
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derivó en la crisis más profunda que vivió nuestro país en el año 2001. Durante esos períodos, el discurso de derechos humanos entró en un cono de sombra, bien lejos de las políticas de estado, pudiendo encontrarse sólo algunas luces que permanecieron encendidas en la lucha inclaudicable de los organismos de derechos humanos que continuaron con sus reclamos por la memoria, la verdad y la justicia. A partir de 2003, el surgimiento del Kirchnerismo como un fenómeno político novedoso e inesperado luego de la crisis del 2001, generó un proceso de acumulación política que dio lugar a una nueva hegemonía en la que los derechos humanos volvieron a ocupar un lugar central. Lo más visible fueron, sin duda, las políticas reparatorias del Estado, la derogación de las leyes del perdón, la incorporación de las organizaciones de derechos humanos como interlocutores permanentes en relación a las políticas públicas. Pero este segundo tiempo marcó de algún modo un paso más allá de lo reparatorio y la justicia en materia de derechos humanos, algo que no suele ser tan fácilmente visibilizado. Fundamentalmente, la transformación del modelo económico que implicó la recuperación del Estado como actor clave del proceso político y la posibilidad de generar desde allí las condiciones para el despliegue de los derechos de segunda generación. Los derechos sociales están vinculados de modo directo con el Estado en la medida en que requieren no sólo de la definición de políticas públicas específicas, sino también el destino de los recursos y la capacidad de gestión para llevarlas adelante. Tal como lo plantea Gras72,
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GRAS, Martín Tomás (2013): “Desarrollo local de Políticas Públicas con enfoque de Derechos Humanos”, Ponencia presentada en el VII Congreso Argentino de Administración Pública, Mendoza.
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los derechos humanos pueden ser considerados el “núcleo ético” del Estado y de sus Políticas Públicas, pero “ese núcleo ético no se limita a un mero humanismo social declarativo, sino que se postula como una lógica de poder y legitimación. El poder del Estado sólo se legitima si reconoce a cada uno de los miembros de la sociedad como núcleos de capacidades de derechos y sus políticas públicas buscan respetar, proteger y satisfacer esas capacidades”. Desde esta perspectiva, los Derechos Sociales no sólo están interconectados, sino que se convierten dialécticamente en condición necesaria de los Derechos Políticos y Civiles. Las políticas sociales desarrolladas por el Estado durante esos años determinaron una ampliación del campo de los derechos, en el sentido que lo plantea Duhalde: un pasaje del estado de derecho al estado de derechos73. El interrogante que asoma -a la luz de los nuevos tiempos de nuestro país- es si el consenso aparentemente indiscutido, propio de las democracias modernas, en torno al respeto de los derechos humanos como parte indisoluble del estado democrático, puede funcionar como un marco regulador no sólo frente a los retrocesos en las políticas públicas ¨específicas¨ de derechos humanos, sino y muy especialmente frente a las políticas neoliberales que ponen en jaque a los derechos sociales conquistados. En este sentido, consideramos a los derechos humanos, siguiendo a Mouffe, como la base de consenso necesario de las instituciones constitutivas de la democracia y eje de los valores “ético-políticos” que inspiran la asociación política –libertad e igualdad para todos-, pero teniendo en cuenta que siempre existirá desacuerdo en lo referente a su
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DUHALDE, Eduardo Luis (2011): “El derecho es una construcción social y está más allá de lo normativo” en Revista Cuadernos de Militancia, Buenos Aires, pp. 55-61.
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sentido y al modo en que deberían ser implementados. Resulta un poco más claro que este marco valorativo no es fácilmente eludible cuando se trata de derechos civiles y políticos, y así lo demuestra la tardía, tramposa, pero a su vez inevitable aceptación de las recomendaciones de las Comisiones de Derechos Humanos de ONU y OEA en el caso de la detención arbitraria de Milagro Sala. Nos quedará por ver si este marco ético y de regulación internacional puede ser también una herramienta política eficaz para la defensa de los derechos sociales, cada vez más amenazados, teniendo en cuenta que como señala Mouffe “el hecho de reconocer una pluralidad de formulaciones de la idea de derechos humanos equivale a señalar su carácter político”74. Proponemos, en este marco, pensar a los derechos humanos como el locus de nuestra democracia reciente. Los Derechos Humanos, en su forma más amplia e irrestricta, se han convertido en una parte central del Pacto Social de los argentinos. El sentido del paradigma de derechos humanos no es único ni lineal, sino una construcción histórica que permanece en disputa. El contenido y el sentido que podamos otorgarle dependerá de la configuración de las relaciones de poder en nuestra sociedad. Sin embargo, su potencia como marco regulador de la asociación política sobre la que se producen las disputas, permite pensarlo no ya como la última utopía, sino como un entramado simbólico compartido que eleva el piso de la discusión política en la medida en que coloca en el centro indiscutido de la escena a la dignidad humana
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MOUFFE, Chantal (1999): El retorno de lo político. Comunidad, ciudadanía, pluralismo y democracia radical. Barcelona, Paidós. (Cap. I, IV, IX)
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desde el Centro
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Una nota sobre identidad y cuestiones clínicas. Graciela Bernztein 75
no hablo / mis palabras yo /las camino H.Meschonnic
I. Introducción “Tras el arduo peregrinaje por hospitales, universidades y laboratorios de Europa y de Estados Unidos, en 1984 las Abuelas dieron con la llave de la verdad” (Nosiglia, 1985, p. 137): la confirmación de la existencia de un marcador de consanguinidad, hoy conocido como “índice de abuelidad”, que ponía a la genética de su parte. En consecuencia, el análisis de ADN se transformó en la herramienta clave para restituir las identidades de los/as nietos/as, lo que constituye actualmente la prueba irrefutable en los juicios por apropiación y sustitución de identidad. Este último acontecimiento resulta crucial, puesto que marca un hito en torno a la posibilidad de revertir la situación de desaparición/apropiación. Si bien desde el comienzo de las búsquedas el discurso de Abuelas estuvo atravesado por la apelación a la “sangre” como contraparte del imaginario apropiador, a partir de la posibilidad de demostrar genéticamente la filiación -y por ende el delito de
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Médica Psiquiatra y Psicoanalista, Centro de Salud Mental N1 “Dr. Hugo Rosarios”. Miembro del equipo asistencial y supervisora del Centro de Asistencia a Víctimas de Violaciones a los Derechos Humanos “Dr. F. Ulloa”, Secretaría de DD.HH. de La Nación. 112
apropiación-, la recurrencia al aspecto biológico de la identidad se ha hecho cada vez más dominante. Dicho de otra manera, aunque la identidad genética constituye la prueba fehaciente del arrasamiento de lo identitario, el drama de la apropiación/restitución se centra preeminentemente en el trastrocamiento narrativo de la identidad causado por la apropiación. ¿No sería un nuevo arrebato reducir la identidad a la biología, más allá de la estrategia que supone en relación al aporte de pruebas jurídicas?”
II. Los desaparecidos de la cadena genealógica En Roma, (siglo XVI) la res servil, hominis reducidos a strumentum vocale, fuera, de algún modo, interna a la forma generalísima de la persona significaba que esta abarcaba todos los períodos intermedios de la persona temporal, de la persona potencial, de la semi persona, hasta la no persona, y que la persona no solo incluía a su propio negativo, sino que lo reproducía sin cesar. Desde este punto de vista, el mecanismo de personalización no era más que el reverso del de despersonalización y viceversa. No era posible personalizar a unos sino despersonalizando, o reificando, a otros, empujando a alguien al espacio indefinido situado por debajo de la persona. En el fondo móvil de la persona siempre se recortaba el perfil inerte de la cosa. R. Espósito, El dispositivo de la persona
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El derecho a la identidad emana de una necesidad básica del hombre, que es aquella de tener un nombre, una historia y una lengua. La lengua es esa voz de la familia -de la parentela dirá Lacan- que al transmitirse nos humaniza como sujetos y nos da un lugar en un linaje. Los niños nacidos en cautiverio son también “desaparecidos” junto con sus familiares. Pero también han sido desaparecidos de la cadena genealógica. La apropiación de niños tiene su fundación en el asesinato de los padres, el robo que los cosifica y los desconoce como sujetos con historia y pre historia, sosteniendo a lo largo de su existencia el engaño. No solo se trata de recuperar la filiación biológica, sino también recuperar un nombre, una historia, un derecho. La cuestión filiatoria plantea dos cuestiones: lo identitario por un lado, es decir el ADN, y lo identificatorio, que es ingresar en lo narrativo, el de una transmisión, la del deseo, encarnada por la función del padre, que sustenta la posibilidad de un orden genealógico. El padre como función significa que hay en juego una lógica, y un lugar donde el sujeto está enlazado al Otro. La biología sola no alcanza para constituir ese lazo. Por eso la genealogía consiste en hacer lugar. Desde esta lectura, es posible ubicar una intervención que dé lugar y por lo tanto permita el advenimiento de efectos de subjetividad. Trabajar con las marcas, por más dolorosas que estas sean, acceder a la verdad particular de cada sujeto es el único espacio de libertad, decisión de cada uno, que la pérdida provoca. Al acompañar ese punto trágico de decisión, nos orientamos hacia la cuestión de lo que es genealogía de la lengua y la voz de la familia que nos devuelve a los órdenes que configuran la filiación: el biológico, el jurídico y el inconsciente o psíquico.
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Nuestra apuesta supone una clínica analítica que aloje no solo la letra -el texto y su contexto-, sino filiar, religar y transmitir aquello que el terror pretendió congelar. Esclavo/ niño/ objeto, invita a hablar de lo que hace a la excepción y a la norma. ¿Qué hay en los orígenes del lenguaje jurídico? ¿Somos portadores permanentes de la norma y su excepción? ¿de la persona y la no persona? Nadie que ostente la posición de apropiarse de una persona podrá jamás ejercer la función parental, que implica en su estructura lógica sustraerse de esa pulsión de imponer la potestad por la fuerza. Siempre hay un resto imposible de apropiar. Lo que no se puede decir, no se puede callar. Es una frase que encabeza el libro Historia y trauma – La locura de las guerras, de Françoise Davoine y JeanMax Gaudillière. ¿Qué es lo que no se puede callar? Lo que no permite el olvido y busca inscribirse. Esto hace al trauma, es decir, la angustia no ligada. No se puede decir, no se puede callar, no se puede olvidar, deja al sujeto desamparado, el testimonio es imposible: el que tendría que hablar no puede hablar. Benjamin, en su texto titulado “Experiencia y pobreza”, comienza contando que los soldados que vuelven del frente, durante la Primera Guerra, vuelven mudos. Esa mudez tiene que ver con que hay una vivencia que no accede al nivel de la experiencia. La experiencia, por definición, es comunicable. La vivencia es muda. Trabajar el trauma como falla del lazo social permite inscribir cada pequeña historia en relación a una gran historia. Es una tarea colectiva restituir a esas personas en una historia de vida. Sacarlos de ese
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lugar de trofeo de los vencedores y reposicionarlos, nombrarlos, incorporarlos en la narración de nuestras propias historias del presente. Pasar de lo singular a lo colectivo. El trauma no tiene tiempo, no tiene pasado. El trauma cuestiona el hilo temporal. ¿Cómo probar tal situación de apropiación sin producir un nuevo arrasamiento? En ese sentido, la cuestión del reconocimiento fehaciente e inequívoco, en el marco de la legalidad que fuera suprimida junto con las identidades de los nietos y las nietas, se volvió fundamental para encarar las restituciones. ¿Es posible ubicar en el carácter constructivo y relacional de toda identidad también las dimensiones éticas y políticas implicadas en los procesos de subjetivación identitaria si ubicamos a la subjetividad en la dimensión de la “mismidad”? Estos interrogantes apuntan, en definitiva, al hecho de pensar si al sobredimensionar el vínculo genético, los procesos relacionales y performativos de la subjetividad no quedan subsidiarios de un criterio de identidad sincrónico que disimula el drama de la irreversibilidad del tiempo humano, de la historicidad. Legendre escribe en un artículo Concepción carnicera de la filiación, que la renegación filiatoria pasa por la negación de la palabra y por concebir la procreación totalmente por fuera del ámbito del deseo, de la subjetividad, de la palabra y del tiempo. La filiación fabrica tiempo en tanto el sujeto está incluido en una narración. La novela familiar, donde queda inscripto con su nombre. Y luego, es en relación a esa dimensión constructiva que el compromiso ético y político queda reforzado entre sí mismo y otro, considerando la fragilidad que supone la constitución de la subjetividad. Filiar es ligar a una cadena.
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Ricoeur destaca la importancia de distinguir entre dos usos o sentidos del concepto de identidad: por una parte, el sentido ídem, referente a lo que es permanente en el tiempo y opuesto a lo “diferente”; por el otro, el sentido ipse, inverso a “otro” (1996, pp. XII y ss.; 1999, p. 215). En el primer caso, se trata de la identidad como mismidad, mientras en el segundo es la identidad como ipseidad. Esta última dimensión, por su parte, refiere al hecho de devenir otro en el tiempo como consecuencia del carácter eminentemente narrativo de la identidad. Se afirma que la identidad como ipseidad implica a la alteridad (a lo otro de sí) hasta tal punto que sin esa otredad no puede constituirse como identidad. Hay una tensión entre “apropiación” y “restitución”. Si desde la perspectiva de la ipseidad el proceso apropiatorio no presenta mayores dificultades (dado que se trata de personas que devienen diferentes, en el sentido de otro, a lo que hubiesen sido de mantener la crianza dada por sus padres biológicos), la mismidad se vuelve central para concebir el proceso de restitución identitaria. De esta forma, ambas dimensiones de la identidad quedan trágicamente escindidas si se tiene en cuenta, como sostiene Arfuch, que ‘normalmente’ la biografía, en tanto “puesta en orden” del sentido de una vida, supone la construcción narrativa de algo que como tal no existe por fuera del relato. Allí donde no hay nominación, se arrasa la genealogía, por lo tanto, lo filiatorio. ¿Cómo se puede ubicar, entonces, un sujeto y el deseo, si no hay tal movimiento filiatorio? En la cadena filiatoria ¿qué implicaría ser sujeto del deseo? ¿Hay otro deseo que no sea en relación a la alteridad? Tomo algunas reflexiones de E. L. Duhalde: se hace necesario sostener que los derechos humanos son los derechos del otro, y que
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nosotros somos titulares de esos derechos, en tanto otros del otro. Sé que esta afirmación violenta la definición del sujeto de derecho referido a toda persona humana singular. Pero he buscado subrayar la preeminencia de la otredad sobre el yo y su papel fecundo para la conciencia del sujeto. Esta se constituye en relación al otro, en un proceso intersubjetivo, de responsabilidad especular. En contraposición, imaginemos a un hombre que habite en soledad una isla inaccesible para el resto de los seres humanos ¿de qué modo se constituye como sujeto de derechos? Actualizar el drama de la identidad implica no sólo volver sobre la ambivalencia de la política, esto es, sobre las conflictivas e irreprimibles relaciones entre lo instituido y el acontecimiento, entre la autoridad y la novedad; sino también sobre la ambivalencia que atraviesa a toda identidad –tanto en su dimensión personal como colectiva- circunscrita a la tensión entre la contingencia del devenir alguien o algo y el carácter (aparente) de (eternamente) sujetado. El drama de la subjetividad y el carácter de verosímil atraviesa a la identidad, en el sentido de que ésta se construye como un relato cuya veracidad o verosimilitud depende no sólo de una/o mismo, sino también de terceros. Del mismo modo, un testimonio tiene validez en tanto implica otro. No basta con un relato a cualquiera y en cualquier circunstancia. Uno de los problemas fundamentales que Primo Levi repite constantemente es la pesadilla, en un sentido literal, que tienen él y otros prisioneros del campo de que se va a cumplir, efectivamente, lo que los nazis anuncian: no van a sobrevivir. Y si sobreviven, nadie les va a creer.
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Esta idea de que la palabra que van a proferir estas víctimas cuando devengan testigos va a ser una palabra vana, es la idea de que esa palabra no va tener como referencia la verdad. La referencia de la palabra a la verdad es una de las condiciones por la que es posible la sociedad humana. Que haya referencia de la palabra a la verdad implica que se puede mentir; pero se reconoce la mentira en tanto esa referencia está fallida. Lo que ronda en torno al conocimiento y a la ignorancia, la falta y el exceso. El tema de la apropiación, de la subjetividad tramada como tragedia política, en el sentido más griego del concepto de “política”, esto es, como asunto en común, desenmascara la contingencia del acto de ocultamiento, tan simple como “encontrar” un niño y criarlo como propio, la fragilidad de la subjetividad, de la identidad.
III. ¿Cómo recuperar sin producir un nuevo arrasamiento de la persona apropiada? Creemos saber cómo distribuir a los pacientes en relación a categorías etarias, diagnósticas, requerimiento de dispositivos ampliados a distintos espacios. Todas estas cuestiones obligan a repensar una ética. El hospital tiene también una genealogía que se hace necesario desmontar, establece marcas y valores, direcciona un modo de habitar lo institucional,
no
como
un
universal
sino
como
singulares
atravesamientos donde el hospital sostiene en la actualidad prácticas implícitas de lo que funciona como escotoma a la vez histórico, social, político, económico. También las instituciones han pasado por el terrorismo de Estado y se han producido prácticas segregativas,
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autoritarias y totalitarias, prácticas cómplices de un discurso imperativo y hegemónico. Cuando se presenta un sujeto que plantea “dar testimonio” en relación a lo que ha vivido, lo decible y lo indecible del horror de ciertas experiencias, nos vuelve la pregunta acerca de cómo alojar, como hacer lugar. Es la primera pregunta que surge de una posición en relación a una ética, en tanto justicia, es decir la orientación política de nuestra práctica. Ésta también se vio afectada a partir de los estragos producidos por el terrorismo de Estado. Pero, ¿eso hace que se distinga de otras prácticas? ¿Tiene acaso una especificidad o una especialidad? Toda práctica es específica, pero no es motivo suficiente para que requiera especialistas. La especialidad lleva a la clasificación y al cierre de preguntas en tanto se responden desde la inclusión en un conjunto, y por lo tanto la exclusión de otras categorías. Hablar de la especificidad sostiene las diferencias. ¿Cómo darle lugar a ese sufrimiento para que pueda ubicarse sin catalogarlo o nombrarlo como patología clasificada internacionalmente? ¿Cómo incluir, escuchar, sin cristalizar en la victimización, aunque ese sea el momento actual, sin psicopatologizar? De acuerdo al modo en que ofrecemos habitar los espacios, daremos o no la posibilidad de que se presenten situaciones instituyentes de subjetividad. En tanto se abre una dimensión política en relación a la historización de cada sujeto social y singular, estamos implicados en nuestra práctica a no suturar sino a sostener esa tensión como una pregunta a desplegar en esa dimensión de tiempo y espacio que construimos, cada vez, con cada uno.
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Vuelvo a la dimensión subjetiva que emerge entre el ideal (utopías) y la culpa (victimización) donde vacila el silencio, el horror, la vergüenza, lo posible de leer como un efecto de subjetividad. Primo Levy se refiere al retorno de lo subjetivo a la salida de los campos de concentración. La entidad “desaparecido” da lugar a un nuevo sujeto social producto del terrorismo de Estado y conduce a la negación del pasado, de un pasado muy particular: el familiar, social, cultural y político. La condición de “desaparecido” está dada por lo que de él se ignora, la negación, es lo que lo define. La negación de la identidad que comienza en el campo de concentración encuentra su correlato del lado de afuera. ¿Afuera, es tiempo o espacio? Por momentos, el “afuera” es también un adentro, el desafío de encontrar un margen, de marcar una diferencia, de producir la marca que dé origen al relato. En ese sentido, es fundamental sostener las marcas que se producen en el discurso, que dibujan una línea de tensión que va desde el testimonio del horror (temor/interno-terror/externo) hasta lo que entra en el discurso social, singular, como posibilidad de establecer un lazo. Para ello, precisamos el recurso de los dispositivos en tanto ofrecimiento de aquello que podría ubicarse como instancia reparatoria. Se trataría, entonces, de la creación de dispositivos responsables de la producción de efectos subjetivos, o para alojar los efectos subjetivos de los cuerpos en juego en relación a los estragos producidos. Foucault define el dispositivo como: un conjunto de prácticas verbales y no verbales que producen subjetividad. El testimonio mismo es un dispositivo. El testimonio atraviesa a la persona que testimonia. Lo excede, lo desborda y lo produce como sujeto.
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El pasado es impredecible. Proverbio armenio Bibliografía ABUELAS DE PLAZA DE MAYO. La historia de Abuelas. 30 años de búsqueda. Buenos Aires: Abuelas de Plaza de Mayo, 2007. Restitución de niños. Buenos Aires: EUDEBA, 1997. ARFUCH, Leonor. “Cómo se construye la identidad”. En Identidad. Construcción social y subjetiva. Primer coloquio Interdisciplinario de Abuelas de Plaza de Mayo. Buenos Aires: Abuelas de Plaza de Mayo, 2003.____ “La autobiografía como (mal de) archivo”. En Crítica cultural entre política y poética. Buenos Aires: FCE, 2008. BENJAMIN, W. Para una crítica a la violencia. BUTLER, Judith. Giving an Account of Onself. New York: Fordham University Press, 2005.[Dar cuenta de sí mismo. Violencia ética y responsabilidad. Buenos Aires: Amorrortu, 2009].___ The Psychic life of the power. Theories of subjection. Standford: Standford Unversity Press, 1997. [Mecanismos psíquicos del poder. Teorías sobre la sujeción. Madrid: Cátedra, 2001]. CALVEIRO, Pilar. Poder y desaparición. Los campos de concentración en Argentina. Buenos Aires: Colihue, 2008. DUHALDE, E. L. El estado terrorista argentino. Ed. Colihue, Buenos Aires, 2013 LACAN, J. Seminario 17: Reverso del psicoanálisis. Ed. Paidós, Buenos Aires, 1992 NOSIGLIA, Julio. Botín de guerra. Buenos Aires: Abuelas de Plaza de Mayo, 1985.
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QUINTANA, María Marta. “Edipo y el recuento de los daños. Un análisis (transpositivo) de la apropiación en clave trágica”. En Afuera. Estudios de Crítica Cultural. Revista electrónica, Año VI, N° 10, mayo 2011.
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Arte y Literatura
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Entrevista a Lola Arias.76 El teatro como un ejercicio colectivo de memoria. Rodrigo García
N: Nos gustaría conocer tus razones o, mejor, tu necesidad como artista, para crear una pieza a partir de un momento negro como pocos en la historia de tu país. L.A.: Yo me crié cantando las estrofas de la Marcha de las Malvinas en el colegio: Las Malvinas son argentinas clama el viento y ruge el mar, estudiando con un mapa de la Argentina con las islas dibujadas como parte de nuestro territorio, recordando a los soldados que murieron cada 2 de abril. Crecí con la sensación de que alguien nos había robado parte de nuestra patria. Pero más allá de este fervor nacionalista aprendido en la escuela, no sabía mucho de la guerra, lo que habían vivido los soldados, lo que fue la posguerra para los veteranos. La obra fue una forma de pensar sobre lo que había significado la guerra para los que pelearon y los que se quedaron mirando la televisión. Campo minado es un estudio sobre los efectos colaterales de la guerra en un grupo de veteranos y en la sociedad. Y es también un experimento social, es ver qué pasa si juntamos a antiguos enemigos para reconstruir la historia. N: Has entrevistado, filmado, veteranos de guerra de ambos lados, ingleses y argentinos. Lo que piensan y sienten lo veremos en la obra. Ahora nos gustaría preguntarte por el proceso, cómo los encontraste,
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Escritora, actriz, performer y directora teatral. 126
hasta qué punto estaban convencidos o dispuestos a participar, qué mecanismos de trabajo empleaste con seres humanos que han vivido una experiencia límite. L.A.: Este proyecto empezó en el 2013, cuando el LIFT FESTIVAL de Londres me convocó a participar de un evento llamado AFTER A WAR, en conmemoración al cumplimiento de cien años desde la Primera Guerra Mundial. Me puse a investigar y a entrevistar a veteranos argentinos para hacer reconstrucciones filmadas de sus recuerdos en los lugares de su vida cotidiana. Finalmente, presenté una video-instalación llamada Veteranos. Después de ese primer trabajo en video, empecé a preguntarme qué habrían vivido los ingleses y entonces empecé a pensar en hacer un proyecto con veteranos argentinos e ingleses juntos reconstruyendo sus memorias de la guerra. Los veteranos argentinos que entrevisté eran en su mayoría civiles que habían ido a la guerra con 18 años cuando estaban haciendo el servicio militar, pero también algunos eran militares. La mayor parte de ellos había comenzado su vida adulta después de la guerra y tenían profesiones muy variadas, desde portero hasta cantante de ópera. Algunos hablaban de los robos de comida, del desastre de la organización, del frío; otros hablaban de una gesta heroica, del coraje, de los combates. Los ingleses eran todos militares. Y muchos de ellos se habían retirado muy jóvenes y habían hecho una carrera universitaria posterior y tenían además títulos de profesores o psicólogos. Ellos hablaron mucho de táctica militar, pero también de lo que significa matar o ver morir. Fue interesante descubrir que tanto argentinos como ingleses sentían que sus vidas se habían partido en dos por la experiencia de la guerra y que había un antes y un después. Todos tenían una historia para contar, algo que había quedado fijado en su memoria después de más de treinta años.
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Nunca se sabe cómo van a reaccionar las personas al experimento de reconstruir su propia vida. Antes de los ensayos, habíamos ido a un centro de atención psicológica de veteranos a pedir consejo. Pero, al final, en el proceso mismo las cosas se van definiendo. En algunos casos, hubo que pedir ayuda a especialistas, en otros casos fuimos descubriendo cómo trabajar en el proceso mismo. N: Todo lo que un artista utilice como material documental, al momento de darle una forma, inevitablemente se convierte en una ficción. ¿Nos puedes hablar de esta delicada relación entre ficción y documento? L.A.: En el momento mismo en que alguien cuenta su vida, la transforma en una ficción. Cada persona tiene una forma de narrar, de escribir su propia vida. De alguna manera, yo re-escribo vidas ajenas a partir de sucesivas entrevistas, encuentros, ensayos. Y después voy juntando pedazos para armar una sola historia de muchas vidas. En el proceso de los ensayos, cada uno de los protagonistas recibe su propia vida transformada en un texto y empieza un complejo proceso de negociaciones entre lo que quieren decir y lo que no. En la medida en que empiezan a repetir el texto, comienza a producirse un extraño fenómeno, un distanciamiento entre la persona y lo que narra. Entonces empieza a ver su vida desde afuera, a pensarla como una historia entre otras. N: Mientras transcurría la guerra por las islas Malvinas y antes, en el Mundial de fútbol, el gobierno dictador lanzaba mensajes en los medios como "Los argentinos somos derechos y humanos" "Argentina potencia" "Las Malvinas son argentinas". Esos mensajes patriótico-emotivos tuvieron un calado profundo y nefasto en la sociedad. ¿Puede haber un
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teatro del absurdo y de la crueldad que supere el urdido por Galtieri, Videla, Massera, Agosti, Suárez Mason...? Frente esta realidad siniestra y dolorosa, ¿cómo se las arregla la artista Lola Arias para hacer arte y no panfleto o ajuste de cuentas? L.A.: “Campo minado” es una obra bilingüe, que cuenta la historia de veteranos de dos países. Lo absurdo del régimen militar argentino encarnado por Galtieri o la soberbia belicista de Tatcher no son el centro del proyecto, aunque aparecen brevemente en alguna escena. La obra se centra sobre todo en los efectos colaterales que la guerra tuvo en los que combatieron. Obviamente, se establecen relaciones con ese contexto político que tuvo consecuencias directas en la vida de los protagonistas. Pero a lo largo de la obra hay algo muy personal, muy mental. ¿Qué queda en la memoria de alguien que fue a la guerra? ¿Cómo se transforma esa historia a través de los años? N: La guerra por las Islas Malvinas sucedió en un momento histórico previo a la aparición de las redes sociales. ¿Qué puedes contarnos sobre la propaganda, sobre la censura que ya venía de antes, al extremo de celebrar el país entero con euforia un Mundial de Fútbol (1978) como si no pasara nada? L.A.: La guerra de las Malvinas fue una estrategia del gobierno militar para recuperar popularidad en un momento de crisis, cuando empezaban a realizarse las primeras manifestaciones masivas en contra del régimen. Y en un principio funcionó, porque fueron pocos los que se mantuvieron al margen frente al fervor patriótico del momento. En los diarios, las revistas y en la calle se decía que estábamos ganando. Había un jingle que se entonaba en la televisión a toda hora que decía: Jamás nos han vencido, jamás nos vencerán! Argentinos a vencer!. Ese tipo de fervor es como un
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gusano que se queda en algún lugar de la cabeza. En la obra aparece algo de eso y sobre todo el contraste con la posguerra. Cuando la dictadura cae en 1983, ya nadie quería saber nada con los veteranos, porque le recordaban al país la derrota, los muertos y el gobierno militar. Por eso, durante años, los que fueron a la guerra no tuvieron reconocimiento, ni pensión, ni ayuda psicológica. Los veteranos argentinos hablan de todo eso, de cómo les costó volver al mundo después de haber ido a la guerra. En el caso de Inglaterra, la guerra de Malvinas ayudó al gobierno de Margaret Thatcher a recuperar popularidad y ser re-electa al año siguiente. Y, por eso, de alguna manera se dice que la guerra de Malvinas y la batalla contra los mineros en Olgrave fueron los dos combates (uno contra un enemigo interior y otro exterior) que impusieron la política de Thatcher en los ochenta. A partir de entonces, se puede decir que empezó la flexibilización laboral, la privatización de empresas públicas, el control de los sindicatos. Los veteranos ingleses nunca quisieron hablar de política. Es casi como si fuera una palabra a la que le tienen miedo. La mayor parte de ellos ni siquiera van a votar. Sin embargo, cuando vinieron a ensayar a Argentina, descubrieron la dimensión política del conflicto del que participaron e incluso pusieron en duda sus propias convicciones. Hay uno de ellos que dice un poco en chiste y un poco no: “Después de dos meses en Argentina hablando de la guerra, estoy empezando a creer que las Malvinas son argentinas”. N: El cineasta Sergio Renán aceptó realizar el documental sobre Argentina 78.
La película se tituló: "La fiesta de todos". Sin duda un falso
documental, porque lo que ocurría era otra cosa bien distinta. Luego,
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Sergio Renán fue nombrado director del Teatro Colón de Buenos Aires por un gobierno democrático. Lo mismo que Kive Staif, director del Teatro San Martín durante la dictadura, siguió en su cargo con la democracia. ¿Es que en Argentina falla la memoria y es por eso que haces las obras que haces, Lola? L.A.: “Campo minado” es como otros de mis proyectos, una máquina del tiempo. Los protagonistas vuelven a un momento histórico para representar lo que vivieron. Y de alguna manera los espectadores también hacen ese ejercicio cuando ven la obra. Vuelven atrás, piensan sobre dónde estaban y qué hacían cuando se narran las cosas. De alguna manera, el teatro se transforma en un ejercicio colectivo de memoria. Yo no diría que vivo en un país amnésico. Diría que vivo en un país que es puro presente. Vivimos una vida a corto plazo, como si tuviéramos una enfermedad terminal y pensáramos que vamos a morir en cualquier momento.
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Concurrentes y Residentes
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Puntualizaciones sobre la posición femenina en relación a la omnipotencia Lic. Maccora, Nicolás77 Lic. Tancredi, Melisa78
I. Introducción El presente trabajo se propone, a partir de una viñeta clínica, dar cuenta de algunas consecuencias de la relación entre una madre y su hija, donde el lugar del padre se reduce a la impotencia, sin operar sobre un deseo materno que toma a su hija como objeto de maltratos. En base a estas consecuencias, nos proponemos reflexionar acerca de la dirección de la cura y el manejo de la transferencia en el caso citado. El siguiente recorte es fruto de algunas entrevistas de admisión realizadas por dos analistas, dentro del equipo de adultos mañana que funciona en el Centro de Salud Mental N°1 “Dr. Hugo Rosarios”.
II. Como todos los hombres Diana tiene 39 años, comenta haber realizado un tratamiento durante un largo tiempo con una psicóloga de la institución que se jubiló hace aproximadamente seis meses, momento en que vuelve a anotarse en la lista de espera. Refiere que este tratamiento la ayudó y tiene una
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Lic. En Psicología, UBA. Concurrente Centro de Salud Mental N1 “Dr. Hugo Rosarios”. Lic. En Psicología, UBA. Concurrente Centro de Salud Mental N1 “Dr. Hugo Rosarios”. 134
opinión favorable tanto de la institución, como de la psicología. De esta última, reconoce el trabajo que realizan los profesionales y anhela estudiar dicha carrera al terminar la secundaria. Dice encontrarse “sobrepasada”. Afirma que “no puede salir del lugar de ´yo puedo todo´”. Puntualiza que no puede manejar las crisis de su hija “I”, la mayor de sus cuatro hijos e hija de su ex marido, quien fue diagnosticada con trastorno bipolar y abusada por su padre cuando tenía cuatro años. Tres años atrás, atravesó una internación psiquiátrica de 41 días, de la que Diana relata cómo su hija fue atada y medicada, y ella permaneció a su lado varias horas esperando a que se tranquilice. Al respecto, enfatiza que quiere darle una imagen distinta de la madre que ella tuvo. También, menciona que no quiere repetir su historia “de mierda” con sus hijos y menos aún con el varón, “O”, el menor de los cuatro. Diana tiene tres hermanos, uno falleció, y los otros dos son, según ella, “delincuentes y drogadictos”. Dice no querer que su hijo sea como ellos. Acerca del embarazo del niño, refiere que cuando se enteró de que iba a ser varón “no quería saber nada”, pero por otro lado tenía la ilusión de que lo fuera. Ahora afirma que “el amor hacia un hijo varón se siente diferente”. Comenta que algunas actitudes de O le parecen caprichos y le hacen pensar que es “como todos los hombres”. Ante esto, Diana pone límites de manera explícita, ya que, refiere, su marido no lo hace. Por ejemplo, ante un cachetazo recibido de su hijo, ella lo reta y afirma: “no quiero hacerlo inútil, pero tampoco quiero que sea golpeador”. Relata que en su infancia sus padres eran muy violentos con ella, sobre todo su madre. Describe detalladamente los castigos que ésta le propinaba, los cuales consistían en vejaciones revestidas de un carácter sumamente cruel como hacerla arrodillar sobre arroz, prenderle fuego la
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vagina, pegarle con cadenas, entre otros. El padre solo le pegó dos veces. Éste observaba pasivamente cuando la madre le pegaba. Dice: “no intervenía”; “mi papá es un estúpido, estaba ahí parado pero muerto en vida”. Por otro lado, ella se define como igual a la madre, en el sentido de que “puede con todo” y se ocupa de la casa y de sus hijos. Según Diana, su madre no reconocía sus dificultades y creía ser la “madre perfecta”, una “súper madre”, incluso, para ella, ser violenta con sus hijos estaba bien. Recuerda que le decía que limpie mientras sus hermanos jugaban. Esto provocaba en ella el odio hacia sus hermanos y sentirse “una sirvienta”. Agrega que para su madre “los varones eran la imagen perfecta y las mujeres eran una mierda”. Refiere que hace dos años que no la ve con frecuencia y le da culpa no hacerlo pero, a su vez, sabe que si se encuentra con ella, esta la denigra delante de sus hijos y los trata mal, sometiéndolos a humillaciones. Hace 16 años que está casada con su marido actual, padre de sus tres hijos menores. Acerca de este hombre afirma: “no lo amaba cuando me casé, lo quería, pero no lo amaba. Yo no estaba de acuerdo, pero me casé igual, total me podía divorciar”. Relata que al tiempo de casados hacen un “pacto imaginario”, en el que le pide que no la engañe, que si esto sucede se lo diga y se separen. Sin embargo, él no lo cumple del todo; relata que hace aproximadamente seis años la engañó con una compañera de trabajo y hace un año sucedió algo parecido. Sobre esto dice: “así son los hombres”, y, ante el señalamiento de la analista de que no todos los hombres son iguales, ella responde: “yo no conocí otro estilo de hombre”. En la actualidad, refiere querer que el marido se vaya de la casa y afirma: “me molesta todo, no quiero estar con él. Yo quiero que
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me quiera, que me respete, que sea más cariñoso”. Relata que él siempre se encuentra desganado, pero que, sin embargo, con sus hijos tiene buena relación, sobre todo con su hijo varón, a quien, según Diana, parece apañar y no retar nunca. Dice acerca de la relación con su marido que le hace acordar a la relación entre sus padres y afirma al respecto: “no sé qué me pasa, estoy cansada de los hombres”. Relata entonces que su padre, cuando ella era niña, le prometía cosas que nunca llegaban. Una vez le prometió que iba a regalarle una patineta, pero nunca lo hizo y, cuando ella le preguntó sobre la misma, éste le pegó. Tanto en relación con su marido como con su padre, Diana afirma odiar a los hombres, dado que son machistas y, al decir esto, se dirige al analista y aclara: “perdoname, pero saber que tenés algo ahí que te cuelga ya me pone mal”. Sin embargo, a pesar de manifestar dicho odio, cuando una de sus hijas le plantea que tiene dudas sobre su orientación sexual, Diana, si bien la acompaña, le dice: “sí o sí vas a necesitar un hombre”, refiriéndose a que si quiere tener un hijo va a necesitar un espermatozoide.
III. Modo de presentación En el texto “La organización genital infantil” (1923), Freud afirma que en la fase fálica el par de oposiciones es fálico – castrado. Lo masculino en este caso coincide con la posesión del pene; de lo femenino no hay representación inconsciente. Freud señala en el texto “Sobre la sexualidad femenina” (1931) que la revuelta de la niña al reconocer su castración tiene tres orientaciones de distinta índole: el extrañamiento respecto de la vida
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sexual en el cual se renuncia al quehacer fálico y a la sexualidad en general; la porfiada hiperinsistencia en la virilidad, en la que la niña retiene la masculinidad amenazada y la esperanza de tener un pene se prolonga a épocas tardías o en ocasiones pasa a ser un fin vital; y, por último, los esbozos de la feminidad definitiva, que implica ciertos rodeos. Estas tres orientaciones posibles del complejo de Edipo en la niña se soportan de la envidia del pene, suponen entonces una orientación fálica. Las tres orientaciones encuentran su razón en el falo, por lo tanto es posible pensar, siguiendo a Lacan, que éstas se incluyen dentro del lado hombre de las fórmulas de la sexuación; allí se ubica la posición histérica. En este sentido, la persistencia en la posición fálica se podría señalar como una forma de desconocer la castración. En el caso de Diana podría ubicarse en su discurso algunos rastros de dicha posición allí donde ella dice “poder con todo”. Relata que se ocupa de todo, de sus hijos, de la casa, incluso de su marido. Es ella quien afirma que no puede salir de ese lugar, que así la crió su madre; quien era una “súper madre”. Súper madre omnipotente, a la que se encuentra identificada a partir del “puedo con todo”, que la deja a Diana en posición fálica. Identificada a la madre, omnipotente, es como circula por el mundo. Al mismo tiempo, parecería pertinente inferir que es esta posición la que deja a los hombres sin intervenir. Ante ellos, Diana es la que interviene: es ella quien le pone límites a su hijo menor, porque el padre no lo hace. Diana dice “estoy cansada de los hombres que no intervienen”. En esta misma serie, se puede pensar en su padre, quien no intervenía ante la violencia de la madre hacia ella. Estas mujeres omnipotentes dejan a los hombres en cierta indeterminación, no hay una localización aparente para ellos.
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IV. El estrago materno Resulta llamativa la presentación de Diana en las entrevistas de admisión: relata sin escatimar detalles las humillaciones a las que fue sometida por su madre, el desprecio con el que se dirige a los hombres y el señalamiento directo hacia el analista sobre su condición masculina. En este punto, Diana parece quedar como objeto de goce materno, es la madre quien la castigaba y se ocupaba a su vez de criar a sus hijos, es “una súper madre”. Se aprecia entonces una toda-madre, en la cual el deseo materno aparece como ilimitado, sin lugar para que se presente algo del orden de la mujer, necesario para que la hija no sea toda-objeto. Es conveniente recordar que la salida del Edipo de la niña está en relación a la espera de un hijo del padre, pero al mismo tiempo existe otra dimensión de la espera en relación a la madre, en algo que concierne a su ser de mujer79. Una madre instalada en el circuito deseante y actualizando la dimensión de la falta posibilitará a quien demanda ese saber relanzar el deseo en la vía del falo. Pareciera que en el caso de Diana este punto encuentra cierta obstrucción. Lacan, en el seminario 17 (1969-1970, p. 118) señala “(...) el deseo de la madre no es algo que pueda soportarse tal cual (...). Siempre produce estragos. Es estar dentro de la boca del cocodrilo, eso es la madre”. En este punto, es necesaria la operación, aunque siempre fallida, de la metáfora paterna, que interprete el deseo de la madre como deseo fálico. Ante la ley de la madre es necesaria otra ley, que ofrezca pacificación frente al capricho materno. Diana, en relación al padre, comenta: “no intervenía”;
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Aunque tampoco la madre cuente con ese saber. 139
“mi papá es un estúpido estaba ahí parado pero muerto en vida”, refiriéndose a aquellos momentos en que su madre le pegaba. Una metáfora paterna que opera de un modo fallido y una madre en la que no aparece algo del orden de la mujer parecen traer como consecuencia ciertas dificultadas a la hora de relacionarse con los hombres. Diana se encuentra identificada a su madre, omnipotente, en esa posición de “yo puedo todo”, lo cual podría llevar a pensar en una solución precaria que opera como defensa frente a la irrupción de lo ilimitado del deseo materno ante la fallida metaforización operada por el padre80. Cuestionar esta solución para señalar algo de su posición subjetiva parece, por el momento, intensificar la vía defensiva. Si bien aparecen cuestiones estructurales en relación a la neurosis, podemos pensar que la singularidad del caso estaría dada por lo precario de los límites que han operado, lo cual lleva a consecuencias devastadoras y arrasa casi por completo la subjetividad de Diana, dejándola por un lado colmada, según ella, de tragedias constantes que parecen no tener solución; se encuentra sobrepasada: con su marido, con sus hijos, con su madre, y en una posición complicada con respecto a los hombres, ante los cuales siente un gran desprecio. En esta línea, se piensa cierta orientación en torno a recuperar algo en relación a un padre, que pudiera haber operado como excepción, sacándola a Diana de la posición de objeto de goce materno. Luego de un tiempo de transcurrido el tratamiento, se ha comenzado a esbozar una
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Cabe recordar que la referencia al padre tiene que ver con una función. 140
nueva vertiente en relación al padre, quien, ahora, parece haber sido el que trabajaba todo el día para que a sus hijos no le falte nada. Ya no es como todos los hombres, comienza a escribirse algo de otro orden. Se destaca también la historización y la búsqueda de causalidades respecto de sus sentimientos, que realiza Diana en dichas entrevistas; en ella se escucha la transferencia que tiene con el saber de la psicología, al que dice admirar y anhela estudiar una vez terminada la escuela secundaria, como también con la institución en donde recibe el tratamiento. Transferencia de la que será favorable servirse para transitar el tratamiento.
V. A modo de cierre El modo de presentación un tanto particular de Diana es con lo que ella llega a análisis, y es con eso con lo que consideramos que hay que trabajar. Posicionada del lado fálico, comienza a desplegar su discurso: el odio a los hombres y cierta identificación con su madre, “súper madre” que puede con todo, a diferencia de los hombres que no intervienen. Se constata que dicho discurso aparece del lado del enunciado, pero más allá de este se aprecia cómo su actual devenir es consecuencia de una relación entre una madre y su hija, donde el lugar del padre se reduce a la impotencia. Ante el deseo materno, de una madre que parece no dar lugar a que algo de una mujer aparezca, la metáfora paterna, una vez más, parece haber fallado y no alejar a Diana de ser objeto de goce materno.
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Como consecuencia de esto, aparece una subjetividad arrasada, devastada, estragada; que ubica a Diana en una posición complicada respecto de los hombres. Su neurosis encuentra como solución posicionarse del lado de la omnipotencia, se esboza un narcisismo aguerrido que presenta batalla ante cualquier intento de señalar algo del orden de la castración. Debido a esto, se dificulta, al menos por ahora, intervenir por el lado de la implicación subjetiva, lo cual hace que surja un tinte defensivo casi constante. Será una apuesta que la transferencia se instale y permita maniobrar en el tratamiento; como inicio de esto, comienza a hacerse lugar al padre, como aquel que fue la excepción al resto de los hombres.
Bibliografía BATLA, E., Criscaut, J., Favret, E., Freid, S., Nemaric, A., Rossi, L., Valla, d. “Un estrago. La relación madre hija”. Buenos Aires, Vigencia, 1997. FREUD, Sigmund. “La organización genital infantil” en “Obras Completas – Tomo XIX”. Buenos Aires. Amorrortu, 1993. LACAN, Jacques. “El seminario 10: la angustia”. Buenos Aires: Paidós, 2013. LACAN, Jacques. “El seminario 17: el reverso del psicoanálisis”. Buenos Aires: Paidós, 2013. SCHEJTMAN, Fabián (compilador). “Elaboraciones lacanianas sobre las neurosis”. Buenos Aires: Grama, 2012.
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La interconsulta en el inicio de la práctica clínica Brenda Orrade81
I. Introducción El objetivo de este trabajo es, a partir de la mención de una pequeña viñeta clínica, hablar de la interconsulta en las instituciones públicas, observando la compleja escena interdisciplinaria entre los médicos y los profesionales de salud mental, teniendo además en cuenta los inicios en la práctica clínica.
II. Desarrollo ¿Qué es una interconsulta? La definición que uno puede encontrar en el diccionario dice: “La interconsulta es el acto de remitir a un paciente, mediante un parte de interconsulta (se hace referencia al parte en donde el profesional describe el motivo de la misma), a otro profesional sanitario, para ofrecerle una atención complementaria tanto para su diagnóstico, su tratamiento o su rehabilitación”. Para que podamos pensar la interconsulta desde la perspectiva de salud mental, la situaré desde tres momentos: El primer momento de la interconsulta lo podemos ubicar cuando la medicina no logra encontrar una respuesta ante algo que excede el cuerpo biológico que está acostumbrada a tratar. Se
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encuentran con un cuerpo que además habla, se angustia, exige cosas, pregunta y genera un corte en la continuidad de la atención médica de ese paciente. Se enfrentan con que algo deja de andar y molesta, no lo pueden solucionar y esto conmueve la rutina diaria. Aquí ubicamos el reconocimiento de un saber en falta, a partir del cual se genera el pedido de interconsulta. Esta interconsulta, dependiendo de la institución, puede llegar de distintas maneras. No hay que dejar de tener en cuenta que esto varía muchísimo entre hospitales generales y monovalentes. Puede ser un papelito en un pinche en la recepción del sector de salud mental, una visita esporádica que diga “pasá a ver a la cama número tanto”, un llamado telefónico, etc. Aquí es importante pensar en el hecho de atender directamente la interconsulta, es decir, ir a ver a ese paciente, o trabajar primero con el equipo médico. Para poder tener más herramientas a la hora de resolver dicha interconsulta, es muy enriquecedor poder hablar al menos con la persona que solicita la interconsulta. A continuación, voy a contar cómo se produjo el pedido de una interconsulta, solicitada por una médica Residente de Dermatología del Hospital de Infecto-contagiosas Francisco Muñiz. “La paciente de la Cama 1 -no sabemos cómo se llama- llora todo el tiempo, adhiere a los tratamientos, pero angustia a toda la sala, ¡hagan algo!”. Este pedido de interconsulta fue hecho en el pasillo de la sala de internación, cuando venía de atender a otros pacientes. En primera instancia, luego de recibir dicho pedido, se trabaja con el equipo médico, dado que no es la paciente quien solicita atención psicológica por una necesidad o inquietud personal, sino que, por el contrario, la interconsulta se requiere como un modo de taponar esta angustia que,
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según el relato médico, estaba generando malestar en el resto de las pacientes de la sala de internación. Primeras preguntas: ¿De quién es la demanda? ¿Dónde se produce el quiebre que habilita a pensar en la posibilidad de una escucha? ¿De quién es la angustia? Los pedidos de interconsulta los podemos dividir en tres categorías: 1) si responde a una inquietud del médico, por un pedido que también realiza el paciente; 2) si corresponde a una inquietud del médico por obstáculos con los que se cruza con el paciente (diagnósticos, mejorar el tratamiento, comunicación con la familia, angustia, etc.); 3) solicitar un profesional que capte un más allá, una demanda del paciente que no es dicha del todo en palabras y hay algo allí de lo no descifrado. Podríamos pensar que, en este caso, nos encontramos en el segundo grupo, una interconsulta solicitada por el médico, por un obstáculo que se le presenta con ese paciente. Podemos ubicar en este primer momento, una angustia ajena que desborda a los médicos, que no saben qué hacer allí, ni con qué responder. Es en este punto donde se formula el pedido de interconsulta con Salud Mental, cuando algo de lo subjetivo irrumpe desbordando al saber médico. Podríamos pensar que en muchos casos la angustia de los pacientes sobrepasa el cuerpo enfermo que los médicos están acostumbrados a tratar, no sabiendo cómo dialogar allí, con ese cuerpo que también habla, llora y se expresa. Luego de recibir la interconsulta hay que des-cifrarla, al igual que al síntoma, para de ese modo poder analizar de qué se trata, es decir, cuál es el lugar del paciente en ese pedido, qué de todo eso es parte de la angustia del médico y a dónde somos llamados a responder. Lacan, en su texto Psicoanálisis y Medicina, habla de los cruces de discursos (entre el discurso médico y el psicoanalítico), mencionando
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que es una zona hostil, debido a que la medicina tiene en cuenta al psicoanálisis como una ayuda externa, como ayudantes terapéuticos. Esto se da cuando el saber médico es postulado como hegemónico. Con esa extraterritorialidad es con la que nosotros trabajamos, tomamos al sujeto excluido de la medicina, en ese lugar de borde, de cierta incomodidad y comenzamos a escuchar. Como segundo momento, podemos plantear la entrevista con el paciente. En la viñeta, luego de poder ubicar la demanda del lado del equipo médico, se ofrece de todos modos a la paciente un espacio de escucha, permitiendo poner en palabras aquello que parecía angustiarla, apostando a que algo del goce desregulado encuentre un coto mediante las palabras. De esta manera, se apostará a continuar con los encuentros o, de lo contrario, se decidirá si con una o algunas entrevistas puede cumplirse con la solicitud de interconsulta. La práctica de la interconsulta plantea obstáculos para los que estamos formados desde la salud mental y no desde la salud física: nos enfrentamos con el padecimiento físico (muchas veces literalmente a la vista), la afección en el cuerpo y la cercanía a la muerte. Los pacientes suelen decir “mire Doctora (mostrando alguna parte del cuerpo afectada)” y no “escuche lo que me pasa”. Esto ya plantea un hábitat distinto al que estamos acostumbrados. Dominique Jammet, en el libro “Los embrollos del cuerpo” plantea: “en los servicios de clínica general, los médicos plantean al psicólogo suplir lo que va más allá de los límites de comprensión y de su poder de curación. Para el que intenta esclarecer la posición del psicoanálisis, no se trata de aportar un saber mayor, sino de dejarse enseñar con lo que el paciente quiere decirnos acerca de las respuestas que encuentra en lo real que se le impone”.
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Nuestra posición de escucha debe ser planteada desde una docta ignorancia, a diferencia de algunos médicos que instauran su poder no solo sobre otros equipos, sino a veces también sobre pacientes. Esto nos permitirá encontrar lo nuevo, escuchar lo que realmente tiene para decir el paciente. Nuestro trabajo es ofrecer otro campo para que este otro dolor pueda manifestarse y, a través de las palabras, encuentre otro medio de expresión. Como tercer momento de la interconsulta podemos plantear la devolución a los médicos y equipo que solicitaron la misma, además de la evolución en la historia clínica, planteando ya sus problemas de base para nuestra profesión. Para poder trabajar con los médicos, hay que hacerlo desde la propuesta de interconsulta que ellos nos plantean. Al margen de encontrar otras variantes, otras opciones, hay que realizar la devolución desde esta perspectiva e ir añadiendo lo que consideramos necesario para poder hacernos entender. No es nuestra misión adoctrinar, enseñar o interpretar al médico. Hay que utilizar un lenguaje común para poder ser entendidos, no podemos darles nuestra devolución como si fuesen psicoanalistas, lo mismo aplica para las historias clínicas. El éxito o no de este último momento es clave, lo vemos en los futuros pedidos. Al trabajar por largos períodos con el mismo equipo médico, vemos cómo logran entenderse cada vez mejor con los pacientes e incluso entre ellos, aunque siempre hay excepciones.
III. Conclusiones
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Como conclusión, para poder pensar el psicoanálisis dentro de la práctica hospitalaria es necesario determinar desde dónde nos posicionamos para dar lugar a nuestra escucha: cuál es allí la demanda, quién demanda y cuál es nuestra posición en tanto oyentes. Asimismo, debemos pensar el momento de la interconsulta como un quiebre subjetivo, ubicando allí un sufrimiento que se pone en juego, un padecimiento que debe ponerse a decir. Para que eso suceda, como analistas debemos posibilitar ese más allá, un lugar diferencial y absolutamente singular dentro de la institución pública. Saber de las contingencias de la sala o equipo médico, como pueden ser cambios de horarios de sala, salida de los pacientes para la realización de estudios, tratamientos especiales, qué enfermeros o enfermeras atienden a cada uno, y demás, permiten posicionarnos en un encuadre flexible y no en algo fijo. Tenemos que recordar que, desde los hospitales, somos solicitados como Psicólogos, y aunque nuestro marco teórico sea el psicoanálisis, hay encuadres que deben ser re-pensados para poder trabajar en estos nuevos ámbitos que se nos presentan. Teniendo en cuenta el trabajo interdisciplinario, en especial el trabajo junto a médicos, podemos decir que se dará un momento de toma de decisiones y un modo de articular las demandas con la oferta que se pone en juego, tanto criterios de tratamiento como recursos disponibles. En la admisión de un paciente desde la interconsulta, la cuestión clave es la posición del oyente en esa escucha. Resulta esencial estar advertidos del atravesamiento de la institución pública, conociendo el discurso médico si se transforma en hegemónico para poder dar cuenta desde dónde nos posicionamos y cómo maniobramos nuestra práctica. Teniendo en cuenta este criterio, se decide interdisciplinariamente una
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estrategia apostando, de acuerdo a la singularidad de cada caso, a la derivación más pertinente. Quedará mucho por trabajar poniendo en el horizonte a la interdisciplina y a la necesidad de revalorizar sujetos por sobre enfermedades, números de cama y patologías que universalizan. Será trabajo nuestro como psicoanalistas dentro de una institución pública apostar a la singularidad de cada sujeto, marcando una diferencia a partir de nuestro lugar de escucha y posicionamiento distintivo.
Bibliografía BELAGA, G. y otros. (2015). “Dispositivo de la interconsulta en el hospital. La práctica de la interconsulta en salud mental”. En La práctica del psicoanálisis en el hospital. Buenos Aires, Grama Ediciones, 2015. LACAN, J. (1957): “Psicoanálisis y Medicina”. En Intervenciones y Textos 1. Buenos Aires, Manantial, 2010. MILLER, J. y otros. (2003): “Cuando esto no pasa”. En Los embrollos del cuerpo. Buenos Aires. Paidós, 2012.
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Política, subjetividad y violencia de género. Apuntes para el abordaje de las violencias de género dentro del psicoanálisis Sonia Altube82
Este trabajo tiene como objetivo trazar un puente teórico práctico entre el psicoanálisis y la perspectiva de género para un abordaje posible de víctimas de violencia de género. Dicha iniciativa surge como consecuencia de mi práctica como psicóloga en un equipo especializado en la temática en una institución pública de la Ciudad de Buenos Aires y los obstáculos y potencialidades con los cuales me encontré a lo largo del camino. Sostengo la creencia de que se trata de un tipo de abordaje específico, con una escucha diferenciada y con categorías teóricas que debemos adaptar e incluso cuestionar para hacer posible un trabajo con víctimas de violencia. Otro de los objetivos del trabajo, y que impactará en cómo se trazan las coordenadas del tratamiento, será destacar la dimensión política de la subjetividad. Esta puntuación teórica permite entender mucho más fácilmente las condiciones de subjetivación genéricas que facilitan el despliegue de relaciones de violencia en lo singular teniendo especial caución en el uso de la responsabilización y la implicación como direcciones de un tratamiento. Porque, por más que se desarrolle en situaciones singulares, la violencia es, ante todo, una cuestión política que remite a relaciones de poder entre los géneros. Y esto me lleva a
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desplegar la siguiente hipótesis: si la violencia de género tiene una dimensión política, el tratamiento no podrá dejar de lado esta dimensión. Esta cuestión, se enlazará con lo singular, con la experiencia del propio cuerpo y la diferencia sexual, y con la historia de cada quien y su relación con la violencia, y su articulación se convertirá en un gran desafío teórico clínico.
I. Revisar, deconstruir, reconstruir. Trazando un puente entre lo social y lo singular. En principio, me gustaría comenzar con una definición de violencia de género según lo establece la ley nacional 26485, Ley para Prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres, sancionada en marzo de 2009. Y empezar por la ley no me parece menor, pues no se trata meramente de legislación, sino de los principios que subyacen en toda relación humana y sus ordenamientos, algunos de los cuales el psicoanálisis toma en sus fundamentos, como la prohibición de la muerte del padre, y la interdicción del goce intergeneracional. Sin embargo, opino que no ha adquirido centralidad en los análisis la importancia de la cuestión ética subyacente en no dañar a un semejante, cuestión que se encuentra en la base de las problemáticas relacionadas a las violencias de género. “Se entiende por violencia contra las mujeres toda conducta, acción u omisión, que, de manera directa o indirecta, tanto en el ámbito público como en el privado, basada en una relación desigual de poder, afecte su vida, libertad, dignidad, integridad física, psicológica, sexual, económica o patrimonial, como así también
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su seguridad personal. Quedan comprendidas las perpetradas desde el Estado o por sus agentes”. 83 Las ideas que comprenden el texto de la ley introducen la dimensión del poder, de la dominación, y de que existan diferencias estructurales en relación a dicho poder por pertenecer a uno u otro género. Se vuelve necesario entonces introducir una definición de qué es el género, o los géneros. Entendemos primeramente por género la construcción social que se hace a partir de la diferencia sexual anatómica, estableciendo así una primera diferenciación con la noción de sexo. Todas las culturas, y no de igual manera, significan la marca biológica del sexo, asignando roles, comportamientos, emociones, formas de vestir, de actuar y sentir por el solo hecho de ser macho o hembra- ya que en principio la propuesta social refiere a una bipartición. Un universo preñado de significaciones que organizan el mundo cultural y que nos preexisten, de manera que cuando advenimos a él somos socializados en las mismas. Ana María Fernández habla de las diferencias desigualadas para referirse a cómo ciertos grupos sociales suelen ser discriminados por poseer ciertos rasgos o características, dando origen a las formas de la violencia simbólica. Menciona que esta violencia es un par necesario de otros tipos de violencia más explícitos, como las formas de la violencia física, entablándose entre ambos tipos una relación de necesidad.84 En su análisis, además, agrega que dicha violencia tiene un fin, que responde a necesidades sociales específicas, y que puede adoptar formas de sujeción política, explotación económica y sumisión subjetiva.
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Ley N 26 485 “Ley de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales”, marzo 2009. 84 Fernández, Ana María, “Violencias, desigualaciones y géneros”, Las lógicas sexuales: amor política y violencias, Nueva visión, Buenos Aires, 2009, pp 33-50. 154
En relación al género, asegura que “toda sociedad que necesite la mano de obra de producción doméstica gratuito sostendrá dispositivos de desigualación conceptuales que legitimen la inferioridad femenina.”85 Analizar la diferencia desigualada de los géneros nos llevará a introducir la noción de patriarcado. Este concepto refiere a un tipo de organización social, el de la autoridad y asignación de privilegios del varón, del jefe de familia y dueño del patrimonio, del cual forman parte también esposa e hijos.86 La histórica dominación de los varones se remonta a tiempos históricos pasados y, según autores de línea marxista, está relacionada con las primeras formas de aparición de la propiedad privada87, aunque en cada modalidad histórica o regional adquiera un tinte singular o incluso pueda complejizarse con otros marcadores sociales, como etnia y clase. Se trata también de una categoría compleja, pues atraviesa varios planos como el económico, el social, el político y, también, el privado de los sentimientos. Además, deberíamos agregar que el patriarcado es hétero normativo, tiene clase y etnia, y en este sentido, cuando hablamos del varón, hablamos del varón blanco, heterosexual, occidental, judeocristiano como aquel que concentra los privilegios de la sociedad patriarcal. La pregunta a plantearse seguidamente es si estas definiciones estructurales pueden traducirse en condiciones diferenciales de subjetivación y si esta cualidad del poder y la dominación puede tener
85
Fernández, Ana María, ¨Hombres públicos mujeres privadas¨, La mujer de la ilusión, Paidós, Buenos Aires, 2010, pag 139. 86 Fontenla, Marta, Qué es el patriarcado, Diccionario Feminista, Susana Gamba comp. Editorial Biblos, 2007. 87 Engels Friedrich, El origen de la familia, la propiedad privada y del Estado, Editorial Claridad, Buenos Aires, 2007. 155
una inscripción psíquica e interactuar con otras, como aquellas de la diferencia sexual anatómica. Tratar desde nuestro lugar de psicólogos y psicólogas de salvar esta cuestión epistemológica entre lo social y lo singular, de hallar conceptos límites para explicar cómo lo socio histórico encarna en cada sujeto singular, se constituirá en una tarea crucial para entender el punto anteriormente planteado y para mejorar nuestro abordaje conceptual de las víctimas de violencias de género. Es aquí, en mi opinión, cuando el concepto de modo de subjetivación88 despliega toda su potencialidad teórica. Un concepto de raíz foucaultiana, fronterizo entre lo macro y lo micro, que permite entender cómo lo social puede encarnarse en lo singular y configurar formas específicas de organización del narcisismo, modalidades de despliegue pulsional, habilitadas o inhibidas, o de configuración de las instancias ideales. Las propuestas identificatorias genéricas, entonces, circulan en los imaginarios sociales89, pero cada sujeto podrá apropiarse de ellas en forma singular, siendo ofrecidas desde la educación y las primeras formas de socialización. Su definición como imaginarios sociales refiere a cómo una cultura hace inteligible a través de sus relatos y organizaciones de sentido la masculinidad y la feminidad (presentes, por ejemplo, en relatos de alta insistencia y circulación como “los hombres no deben mostrar sus sentimientos” o en el caso de las mujeres el culto a las princesas con su ponderación de la docilidad y la belleza) y cómo
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Tajer, Débora, “Modos de subjetivación”, Heridos corazones. Vulnerabilidad coronaria en varones y mujeres, Paidós, Buenos Aires, 2009., pp 47-48. 89 Castoriadis, Cornelius, La institución imaginaria de la sociedad, Tusquet Ediciones, Buenos Aires, 2010, pp 235-265.
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adquieren alta eficacia simbólica en las singularidades organizando modos de ser actuar y sentir desde una época muy temprana. Robert Stoller introduce la noción de que la identidad de género se conforma tempranamente, hacia los 18 meses, como un núcleo duro al interior del yo y es previo a la constatación de la diferencia sexual anatómica.90 En este sentido, y para citar solo un aspecto que justamente tiene que ver con la violencia constatado desde la socialización primaria, se puede confirmar que la hostilidad es habilitada desde la subjetivación temprana en los varones, mientras que es mayormente reprimida en las niñas. Y no solo esto, sino que en la masculinidad la violencia actuaría como empuje a la masculinidad. 91 En las mujeres, el histórico abrochamiento de sentido entre feminidad y maternidad ensalzado en la Modernidad (hacia el siglo XVIII) privilegió valores como la emocionalidad, la pasividad y la docilidad, acordes con una lógica del mundo privado y con el desempeño del rol de cuidadora y gestionadora del espacio doméstico. Esto respondió a la división capitalista de un espacio público, de la producción masculinizado y racional, y un espacio privado sentimentalizado, como espacio de la reproducción social y femenino por antonomasia.92 De acuerdo con una lógica más acorde al mundo público, y a las figuras modernas de individuo y ciudadano, en la masculinidad no se socializa en lo afectivo y se privilegia lo racional, el dominio y la individuación.
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Stoller, Robert, ¨Sex and gender¨, Jason Aronson, New York, 1968. Lo Russo, Alejandra, “Género en producción”, Genero y salud, las políticas en acción, Débora Tajer comp, Lugar Editorial, 2012, Buenos Aires. 92 Fernández, Ana María, “Hombres públicos mujeres privadas”, La mujer de la ilusión, Buenos Aires, 2010, pp 133-158. 91
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Para las mujeres, en la retaguardia del mundo privado, una subjetivación que no hace hincapié en la individuación crea la figura de las idénticas.93 Estas diferencias históricas de subjetivación de los varones en las condiciones necesarias para el ejercicio del poder y la vida en el mundo público, crean desigualdades, en tanto a unos se los subjetiva como sujetos de la cultura y a otras como objetos de la misma, dispuestas a la abnegación y la postergación y a que sus vidas sean decididas por otros. Es interesante ver lo que sucede con la función deseante, la cual podemos pensar ligada a estas cuestiones: sujetos de deseo, por un lado, que pueden exteriorizar y legitimar aquello que desean, y objetos de deseo por el otro, con notables dificultades en su posibilidad de despliegue. Desde este trasfondo político, hombres y mujeres no se encuentren desde una condición de paridad en sus relaciones afectivas. Unos, como sujetos de la cultura, las otras como objetos, las relaciones que se entablan se encuentran teñidas no ya por una lógica del semejante, sino por la asimetría, la dominación y el control. Este último aspecto nos permitiría entender cómo se pueden encontrar erotizados y naturalizados para las mujeres los vínculos de violencia, pues no es en tanto sujetos ni en la simetría en donde la lógica patriarcal las subjetiva, tanto en el mundo del trabajo, como en el de los afectos. Es por ello que, para una mejor comprensión de la violencia hacia las mujeres, no bastan las explicaciones biológicas ni psicológicas. Las antropólogas y filósofas feministas se inclinan a hablar de una “pedagogía de la crueldad”94, como mensaje que expresa la violencia, para dominar y disciplinar aquellos cuerpos débiles. Sería apropiado
93
Amorós, Celia (1987), Espacio de los iguales espacio de las idénticas. Notas sobre poder y principio de individuación¨ Arbor, 503-504 (nov, dic), pp 113-127. 94 Segato, Rita, Las estructuras elementales de la violencia, Serie antropológica, Brasilia, 2003. 158
entonces no soslayar un imaginario social patriarcal que reproduce y habilita la dominación masculina y en nombre de ella convierte en permitidas
numerosas
prácticas
de
dominio,
apropiación
y
subordinación de las mujeres. A nivel de la constitución deseantetratando nuevamente de trazar un puente entre lo social y lo singularpodría hablarse de un imaginario libertino95, que aplica el imperativo categórico kantiano a la máxima sadista de que el deseo debe dejarse librado a su norma, sin importar el estatuto de semejante de quien se tiene en frente llegando a su dominación, tortura o incluso la muerte. De esta manera, el deseo se hace soberano en la aniquilación de objeto de deseo, “en la imposición por parte del varón a su víctima de su deseo como ley para afirmar su autonomía”96 En consecuencia, la autonomía del sujeto se sostiene en la aniquilación del otro, pues este se constituye como su amenaza constante. Parafraseando estos desarrollos teóricos, el imaginario libertino habilita que la función deseante masculina se constituya como autónoma en tanto implique como contrapartida la imposición y el dominio por sobre otras subjetividades y otros deseos. Para introducir y tratar de articular la cuestión de la posición sexuada al análisis (aunque no sea el objetivo primordial de este trabajo), Lacan habla del estrago del sujeto en posición femenina y de un goce de la privación97. Privación originada por una falta en lo real en la experiencia del cuerpo en las mujeres y su vivencia de la castración. Desde un psicoanálisis con perspectiva de género, podríamos agregar que dicha vivencia de ¨no tener¨, en una sociedad patriarcal se articula con
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Amorós, Celia, Mujeres e imaginario de la globalización. La crisis de legitimación del patriarcado, Homo sapiens, 2008. 96 Fridman Irene, La felicidad en el mal la banalidad del mal. Apuntes para comprender la violencia de genero. Foro de psicoanálisis y género, 2014. 97 Lacan, Jacques, Seminario 17, Editorial Paidós, Buenos Aires,1992 159
componentes imaginarios culturales que provocan una experiencia singular y reforzada de la castración que algunas autoras nombran como herida narcisista98.
Para Silvia Tendlarz, el llamado masoquismo
femenino refiere un fantasma masculino, una forma de contornear la propia falta, de extender un velo sobre la castración mimetizándose con el partenaire como la falta en ser, dejando ver allí una injusticia distributiva en relación al otro.99 En mi opinión, estas ideas de la autora pueden comprender las experiencias de la sexuación, pero además articularse con la percepción de las injusticas distributivas entre los sexos a nivel de la cultura mencionadas anteriormente y los fantasmas que generan las mujeres para velar el dolor y lo insoportable de estos reconocimientos. Las ideas antes desarrolladas, que tiene en cuenta la dimensión política de la constitución de la subjetividad, e intentan articularla con otras dimensiones como la diferencia sexual y su fantasmática permiten entender por qué la violencia es patrimonio casi exclusivo de la masculinidad y la sumisión- así como el dolor y el sufrimiento que estas ocasionan-una característica de la feminidad. De esta forma, posibilita sugerir como más apropiada la idea de que las mujeres somos subjetivadas para sostener y elegir este tipo de vínculos amorosos en donde puede erotizarse la violencia, o compensarse la experiencia de la falta colocándose dentro de una relación mayormente en posición de objeto antes que de sujeto. Tiene asimismo la ventaja de sostener lo que la casuística clínica nos permite comprobar, pero entenderla bajo una
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Dio Bleichmar, Emilce, El feminismo espontáneo de la histeria. ADOTRAF, Madrid, 1985. Tendlarz, Silvia, ¨El masoquismo femenino y los estragos del amor¨, Actualidad psicológica, 1999 en http://www.eol.org.ar/template.asp?Sec=prensa&SubSec=america&File=america/1999/ 99_01_01_tendlarz_masoquismo.html 160 99
dinámica más compleja. Partir de este reconocimiento teórico es ya tomar una posición política y ética. Política, porque nos permite introducir la dimensión del poder y cómo se estructura diferencialmente entre los géneros, y ética porque desde este lugar podremos introducir una legalidad que ordene y sancione los hechos de violencia y así ponderar un uso correcto de intervenciones que apuntan a la implicación y responsabilizarían de las mujeres en el sostenimiento de vínculos de violencia. Intervenciones que usualmente apuntalan un tratamiento terapéutico, pero son pronunciadas desde el desconocimiento de la dinámica de las relaciones de violencia, y que en el intento de producir movimientos de subjetivación pueden ser altamente perjudiciales para las mujeres. Pongo especial énfasis en las formas de nombrar prácticas, intervenciones y conceptos, pues como reconoce P. Bourdieu (2008) las forma de nominar son políticas, es decir pueden contribuir a sostener o deconstruir un orden de poder. Todo ello sigue el objetivo de no silenciar ni desmentir los hechos de violencia, pues uno de los efectos más nocivos de la misma ha sido su silenciamiento dentro de los tratamientos, y no darle un reconocimiento dentro de la teoría y la clínica es entablar relaciones de complicidad con estas inequidades entre los géneros. En este sentido, apunto a una clínica que pueda ser transformadora de las relaciones de opresión y violencia.100
100
Fridman Irene, “Poner en palabras lo traumático: mujeres sobrevivientes de abuso sexual” en Cuestiones de género. De la igualdad a la diferencia rev. del Seminario interdisciplinario de Estudios de las mujeres, Universidad de León, 2007. 161
II. Un lugar posible para quien analiza Diría que como analistas estamos en tensión entre la doble función de alojar en la emergencia, y para ello saber con qué herramientas legales contamos y, por otro, tarea que puede ser simultánea y complementaria, o posterior, trabajar con la fantasmática y la posición subjetiva de quienes consultan. Dada la dinámica de los casos, la primera casi siempre es condición necesaria de la segunda. Concluiré el trabajo con una pequeña viñeta sobre la relación entre alojar en la emergencia y cómo esto es condición necesaria para un trabajo que permita revisar una posición subjetiva. Utilizaré el relato de un tratamiento anterior al del comienzo en el equipo donde realizo mi práctica (especializado en violencia), para analizar los efectos que tuvo en la paciente en relación a no sentirse alojada en el tratamiento. La paciente comienza a consultar derivada desde la Oficina de Violencia Doméstica de la Corte Suprema de la Nación. En la primera sesión relata que había realizado terapia anteriormente, pero que sentía que no le había resultado de ayuda. En relación a estos dichos, cuenta que en una de las sesiones su ex pareja, quien tenía una perimetral sobre ella, se presenta a la salida de su sesión de terapia. Ante la pregunta de qué debía hacer a su analista, este le contesta ‘no puedo contestarte eso’. Cuenta que, en ese momento, perdió la confianza en el tratamiento y decidió cambiar de terapia. Quien tiene una perimetral y la incumple está violando la ley y, si existe, es porque se supone que la integridad de esa mujer está en peligro ante la cercanía de ese hombre. Sin integridad física y psíquica, difícilmente podremos trabajar cambios en la posición subjetiva. De hecho, en ese momento sintió que el dispositivo dejó de alojarla. En mi
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opinión, intervenir en relación a que se estaba incumpliendo la ley-o incluso poder ayudar a la paciente a denunciar este incumplimiento- en un momento en que ésta no podía por su desconcierto ponderar la acción a seguir y el riesgo que estaba en juego hubiese sacado a relucir varias cuestiones. En una primera instancia, apelar a la ley implicaría sancionar y reconocer que tuvieron lugar hechos de violencia, que hubo allí alguien que no fue respetado y alguien que, por otro lado, infligió un daño. Desde esta dimensión, significaría poder introducir allí una ética del semejante101 , un vector en el cual algo de la ley y la legalidad pueden empezar a circular, para así dejar aparecer un sujeto allí donde primó el arrasamiento subjetivo, la desubjetivación y el trauma, como sucede mayormente en los casos de violencia doméstica. Considero que es importante encarnar a un Otro que cree, que escucha un testimonio, y que también pueda sancionar la violencia y apelar a la ley, con un intento de alojar y reparar, y así poder comenzar un trabajo subjetivo para poder elaborar una historia diferente. A este respecto, como ya mencioné anteriormente, considero que hay que tener amplios recaudos a la hora de intentar iniciar un trabajo con la posición de sujeto responsable. Considero que es un concepto sumamente espinoso para trabajar en relaciones de asimetría como son las relaciones de género, donde no hay paridad, no hay dos “iguales”, igualmente responsables legalmente o subjetivamente con las marcas y tutelas subjetivas que deja la cultura patriarcal102. En las mujeres, esto es algo que tenemos que construir aún y un psicoanálisis con perspectiva de
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Bleichmar, Silvia, “La construcción del sujeto ético” Clase del 10 de abril de 2006. Fernández, Ana María, “Hombres públicos mujeres privadas”, La mujer de la ilusión, Buenos Aires, 2010, pp 133-158. 102
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género debe apuntar a ello: apuntamos a un empoderamiento, a construir nuevas posiciones amatorias y fantasmáticas, pero partiendo del reconocimiento de una asimetría estructural.
Y esto será algo
importante a tener en cuenta.
Bibliografía AMOROS, Celia, ¨Espacio de los iguales espacio de las idénticas. Notas sobre poder y principio de individuación¨ Arbor, 1987. AMOROS, Celia, Mujeres e imaginario de la globalización. La crisis de legitimación del patriarcado, Homo sapiens, 2008. BLEICHMAR, Silvia, “La construcción del sujeto ético” Clase del 10 de abril de 2006. CASTORIADIS, Cornelius, La institución imaginaria de la sociedad, Tusquet Ediciones, Buenos Aires, 2010, pp 235-265. DIO BLEICHMAR, Emilce, El feminismo espontáneo de la histeria. ADOTRAF, Madrid, 1985. ENGELS Friedrich, El origen de la familia, la propiedad privada y del Estado, Editorial Claridad, Buenos Aires, 2007. FERNANDEZ, Ana María, “Violencias, desigualaciones y géneros”, Las lógicas sexuales: amor política y violencias, Nueva visión, Buenos Aires, 2009, pp 33-50. FERNANDEZ, Ana María, ¨Hombres públicos mujeres privadas¨, La mujer de la ilusión, Paidós, Buenos Aires, 2010, pag 139. FONTENLA, Marta, Qué es el patriarcado, Diccionario Feminista, Susana Gamba comp. Editorial Biblos, 2007. FRIDMAN Irene, La felicidad en el mal la banalidad del mal. Apuntes para comprender la violencia de genero. Foro de psicoanálisis y género, 2014.
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FRIDMAN
Irene,
“Poner
en
palabras
lo
traumático:
mujeres
sobrevivientes de abuso sexual” en Cuestiones de género. De la igualdad a la diferencia rev. del Seminario interdisciplinario de Estudios de las mujeres, Universidad de León, 2007. LACAN, Jacques, Seminario 17, Editorial Paidós, Buenos Aires,1992 LO RUSSO, Alejandra, “Género en producción”, Genero y salud, las políticas en acción, Débora Tajer comp, Lugar Editorial, 2012, Buenos Aires. SEGATO, Rita, Las estructuras elementales de la violencia, Serie antropológica, Brasilia, 2003. STOLLER, Robert, Sex and gender, Jason Aronson, New York, 1968. TAJER,
Débora,
“Modos
de
subjetivación”,
Heridos
corazones.
Vulnerabilidad coronaria en varones y mujeres, Paidós, Buenos Aires, 2009., pp 47-48. TENDLARZ, Silvia, ¨El masoquismo femenino y los estragos del amor¨, Actualidad
psicológica,
1999
en
http://www.eol.org.ar/template.asp?Sec=prensa&SubSec=america&File =america/1999/99_01_01_tendlarz_masoquismo.html
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Libros
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“Conversaciones con El Ser y el Uno. Ensayos sobre el Curso de Jacques-Alain Miller El Ser y el Uno” Olga G. de Molina, Gerardo Maeso, José E. Matusevich, Alicia Mateos, Carlos Jurado, Roberto Ileyassoff, Eduardo Goldfarb, Marta Hudovin, Julia Eisbroch, Marcos Fina, Águeda Hernández y Rosa Aspartin,
El libro “Conversaciones con El Ser y el Uno. Ensayos sobre el Curso de Jacques-Alain Miller El Ser y el Uno”, fue presentado en el Centro de Salud Mental N°1, el 9 de noviembre de 2016. La presentación estuvo a cargo de Olga Molina, Nicolás Cerruti y Carlos Jurado. La Lic. Alicia Mateos, profesional del Centro de Salud Mental N°1 y también co-autora del libro, toma algunos de los puntos que Jacques-Alain Miller desarrolló en su seminario inédito del 2011, y ofrece un recorrido posible de lectura.
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Conversaciones entre analistas sobre el seminario de Miller “El Ser y el Uno” Alicia Mateos103
Los ensayos que aparecen en las “Conversaciones con El Ser y El Uno” son contribuciones de los autores a un trabajo general, a modo de elaboración de las lecturas del curso inédito de Jacques Alain Miller El Ser y El Uno; trabajos que llevan la marca, el estilo de cada quien. Miller, en este curso dictado en el 2011, establece ciertos pasajes: el atravesamiento del campo del Ser y su doctrina -la ontología como rectora de toda la época clásica- a la henología centrada en el Uno. Lacan relaciona ese pasaje de la ontología a la henología con un cambio de perspectiva dentro de la elaboración y la práctica del psicoanálisis, respecto de un discurso acerca del Ser a un discurso acerca del Uno, de una interpretación que apunta al deseo y a la falta en ser, a una intervención que apunta a la letra y lo real. La última enseñanza está orientada por lo que no cambia, aludiendo a los restos sintomáticos, irreductibles, a diferencia de la enseñanza clásica. Podemos situar la última enseñanza desde el Seminario 19, “… O peor”, cuando formula “Hay de lo Uno” con una serie de tensiones entre la enseñanza clásica y el último Lacan. A criterio de Clotilde Leguil, este último tramo de su enseñanza no anula lo anterior, y si bien se practica una desontologización, es inevitable atravesar en un
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Psicoanalista. Psicóloga de Planta del Centro de Salud Mental N°1. Co-autora del libro “Conversaciones entre El Ser y el Uno” 170
análisis que opera una transformación en el sujeto, aunque su conclusión se define en lo singular del modo de gozar del parlêtre. El Sinthoma es un punto de llegada, el término alrededor del cual gira la última clínica de Lacan tal como aparece formulado en el Seminario 23, a posteriori de su formulación del “Hay de lo Uno” -en su Seminario “…O Peor”- en donde reduce lo simbólico al Uno y haber renegado de la ontología para abrazar la lógica. Y lo continúa en su Seminario 20, “Aún”. Miller afirma que de los dos últimos seminarios, el 24 y el 25, no se desprende una consistencia clínica tan operativa como en el Seminario 23. Es la consistencia del síntoma la que hace que haya que abordar un saber hacer con el goce residual que persiste. Jacques Alain Miller ubica una serie que va de la imago constitutiva, al fantasma y culmina en el sinthome. Condición necesaria para ubicar las formas de la causalidad que presenta en el seminario que estamos comentando: la causalidad imaginaria, la causalidad simbólica y la causalidad real, con lo cual demuestra la importancia de ubicar lo real para situar el viraje fundamental en su concepción del inconsciente. A partir de este punto lo define con un nuevo término: parlêtre. En “Función y Campo de la Palabra” se trata de una verdad que al ser develada emerge el deseo, y ahí la interpretación. Con el fantasma, además de la verdad y el deseo, está el ello; el fantasma es a la vez una formación del inconsciente y una producción del ello, es una neoformación a la que Lacan le inventa una lógica diferente. Ahora, así como en el fantasma conviven la verdad y el deseo - significantes que apuntan al significado, al sentido-, a partir del ello aparece el par pulsión –goce, con otro estatuto. El goce es autoerótico, al igual que la pulsión, y se sostiene en el cuerpo, por lo cual es indiferente a la verdad.
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I. Deseo y verdad El deseo es el deseo del Otro y la pulsión es del Uno; lo que determina la consistencia híbrida del fantasma ya que conjuga el deseo y la pulsión, el inconsciente y el ello. Lacan se ve inducido a utilizar la topología a fin de articular consistencias diferentes. Esto no significa que el goce haya estado ausente. En ese período se presentaba bajo la forma de su negación significante, como castración. Desde esta perspectiva estamos obligados a decir -acota Miller- que la castración es el nombre del goce en tanto negado, negativizado, incluso en tanto reenviado al campo de lo real. Se habla de reenvío, rechazo. También se da una interdicción significante, cuando Lacan afirma que el goce está prohibido para el ser hablante como tal. Totalmente opuesto al goce del parloteo, fórmula avanzada en el Seminario “Aún”. En este recorrido, Lacan busca negativizar el goce. En el atravesamiento del fantasma ya opera una disyunción posible como clave para que opere entre el menos fi (-fi) como inconsciente y el objeto a proveniente del ello. Lacan había admitido desde el primer momento que la verdad tenía estructura de ficción y parecía satisfecho -al decir de Miller- con que el análisis se sostenga en este nivel. Ahora, con el Sinthome, lo real ex-siste a la ficción y todos estos temas del ser: el des-ser, las identificaciones, respecto de lo real son una verdad mentirosa porque no se deja negativizar. Un goce que ya no se puede situar en el registro de la ontología que es el de la ficción. Lacan siempre había considerado a lo real a partir del significante. Con el
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Sinthome, en el último tramo de su enseñanza, ubica al significante a partir de lo real. Lacan parte del inconsciente como verdad que orientará la práctica de la primera clínica en el sentido de la interpretación, más adelante privilegia al inconsciente como saber y define al sujeto del inconsciente como sujeto supuesto saber. Este inconsciente, está hecho de significantes, pero el término suposición nos habla de ficción. O sea, ese saber material no es sin embargo real, tiene un estatuto de ficción como el asignado a la verdad. El fantasma sigue siendo híbrido Cuando trabaja el pase, Lacan observa un desvanecimiento del Sujeto Supuesto saber, su carácter inesencial y ahí -dice Miller- aparece la invención de Lacan, apenas enunciada, entre paréntesis, que es el inconsciente real. En la enseñanza clásica la mirada se centraba en lo universal, en el último tramo en lo singular y en el ultimísimo Lacan, en lo singular de cada parlêtre. Se podrían establecer una serie de pares oposicionales entre la primera y la última enseñanza de Lacan. El paso de la ontología la henología, del ser al Uno, del ser a la ex–sistencia, para considerar la diferencia fundamental entre el ser y el tener un cuerpo que ya nos coloca del lado del acontecimiento de cuerpo. Del sujeto al parlêtre, del lenguaje a lalangue, de la escritura a la letra. La gran invención de lo real como traumatismo - disyunto de lo simbólico y lo imaginario- , y este real como tercero que separa, anuda y media, nos llevará al nudo borromeo. La escritura que aparece aquí, ya no es del orden de la deducción (como en el fantasma) sino que surge del anudamiento imaginario-simbólico y real.
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II. Del sentido y el semblante Todo lo que tiene sentido es semblante, por eso la necesidad de definir lo real como lo que comporta la exclusión de sentido. “Solo en la medida en que lo real está vaciado de sentido lo podemos aprehender un poco, es una aprehensión débil” dice Lacan. Hay una relación entre lo real y el Uno y entre el sentido y el Otro. En el camino de lo real encontramos el Uno, como residuo de la desconexión, pero ese Uno no está vaciado de sentido, sí bastante depurado. Por eso la búsqueda de Lacan es un efecto de sentido que no fuera de semblante y en el Seminario 24, “La una equivocación”, hablará de la poesía, que produce un efecto de sentido y al mismo tiempo un agujero, un vaciamiento, un equívoco, resonancias. Ecos del sentir en el cuerpo. Por último, lo que culminó en esta producción, resultó una interesante conversación entre analistas, que se fue orientando hacia la transmisión del psicoanálisis (más allá del tratamiento analítico individual), en lo que concierne a una clínica posible -un saber hacer ahí- con el malestar en la cultura de la época.
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