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Caprichos y fisuras por Dilan Chino Sandoval

Dilan Chino Sandoval

El muerto muere no por su propia boca.

Cuéntame una historia que resista diez existencias, involúcrame con mi vida, dame aire para estar entre ustedes, enséñame el amor, insísteme en quedarnos, en vernos y en vivir.

No se trata de salvar, de sacrificar, o de dar más de lo debido. Daremos lo que entendamos, viviremos sobre los fantasmas que soportemos, llegado el caso se tendrá que poner por delante a la vida y alguien renunciará, alguien siempre cae primero. Hallaremos cobijo en la invención, en no creer en lo que sentimos, daremos clemencias a las dudas, dejaremos que anden y experimenten.

El círculo no se detiene ni se avería, no se puede contra él. Un cuerpo, un alma y unas cuantas ideas son la resistencia, son las memorias que no dejan que el cuerpo flote en el mar, son las palabras al otro lado del mundo las que hacen volver del sueño.

Dejemos el corazón al aire libre, dejemos que hagan lo que deban, nada es de nadie, nadie es de nadie. Se oye, ya se empiezan a escuchar nuestros nombres. Creamos en nuestras pesadillas, creamos en nuestros sueños, seamos la ridiculez que inventa.

Las puertas de Jim

Escapa y eso es lo que le hace sentido, lo persiguen desde hace veinte años, hoy está oculto en el desván, tiene ideas que le figuran huidas que lo sacarán, pero no con el cuerpo y el alma completos, tiene que dejar algo,

es un intercambio, unos dejan sus sesos, otros dejan personas, no se ha abandonado totalmente, resiste en la esquina del desván, las voces que lo llaman lo hacen con un tono bastante familiar, se levanta porque confía, en este momento no pretende saber que confiar acarrea desdichas y violencias, no miente para escapar, no manipula para sortear a los congéneres, se avista con tenacidad y mueve la muñeca notando que sigue con el arma en la mano, colige que la está usando, pero no distingue con quien, su cuerpo tiene sangre, no atina a adivinar de quién es, el cuerpo le duele, pero las angustias le frenan el dormir, no ahora, aquí no,

ha conseguido unos minutos más para adivinar o consultar su suerte, el aire que entra por su espalda le da una pista, hoy le esperan y hay algunos que le desean el bien, las angustias vuelven a frenarle, ahora no colige, ya no ve, se esfuma bajo la cortina de baño, suelta sus fuerzas y los hombros caen, ese hombre ya venía dislocado, desde hace más de treinta años cuando otros ya venían formando la idea de su existencia.

Restaurante en la avenida

Este no es un nuevo comienzo, sería mentira si dijera eso, hoy aventaremos una moneda, las cosas pueden empeorar y estoy dispuesto a correr el riesgo, comeremos sin intermedios, no habrá interfaces, sucederá en el cobertizo, no haremos ruido para no alertar a lo menos lúcidos.

Sí, mis manos tiemblan, no es fácil soltar, lo irreversible juega un papel protagónico.

Estar dispuestos a esto convoca fantasmas de gente fría, estas detonaciones cobrarán sentido veinte años después cuando las cosas empeoren, no les preocupa el “hoy” ni el “ayer”, están sumergidos en recintos alienantes, aunque la salvación exista no creeremos en ella, esta será la creación y la apropiación de nuestras promesas, de nuestra vida, y de nuestra despedida.

Café caliente

Intentando corregir la herida deja caer su cuerpo sobre otros, maquilla su rostro con pinturas y sueños arrebatados, a otros y por otros, frente al límite de su entendimiento y palabras usa las manos agrietadas, convive con sus amarguras y descalabros, convive con sus exigencias y sus erratas.

Carnes elucubradas hace siglos, ideas sedimentadas en su cabeza le piden luchar con el propio cuerpo, se tiende en el suelo para suplicar, se ubica en el horizonte del penar. Flores a domicilio pretenden llevar al perdón, palabras dulces llegan luego de tempestades evitables. Sus huesos y cartílagos son un arma viva, no responde frente a humanos. Reconoce a sus semejantes desde el olfato, una bestia entrometida que no entiende absolutamente nada.

Mareado por los golpes recibidos planea venganza, aniquilado por las decisiones que le sobrepasan, actúa aquí y ahora. Recita una historia para cobardes, anota peleas perdidas para retomarlas en la actualidad.

Como ayer e igual que el viernes, sale a la calle a vencer con coraje, valor y dolor, se juega a sí mismo por no perderse, por no tener que regresar con las manos vacías, el “a como dé lugar” vive en sus repeticiones mentales, el “échale ganas” forma las estructuras de su suplicio.

Jota y q

No mira a la cara, ultraja almas y anda entre risas. Ojalá no sea mala, ojalá no sea espuria. Agrada más con su silueta melancólica y medio rota.

Escribe cartas y hace pinturas. Ahora trabaja mientras intenta salirse con la suya, el amor no es su amigo. Tiene un corazón tirano que le defiende de ceder. Se prepara lo que va a decir, piensa bien sus palabras, mostrar demasiado le aterra, presentarse sin máscaras le deja vulnerable.

Ama por ratos, pide cuerpos y almas a su merced, amable e inteligente usa sus caras como lienzo, corajuda y testaruda usa su corazón como arma.

Cuatro a.m.

Su desvelo no parece justificado, más parece codicia con la cual disimular. Mensajes que llegan rápido, ideas que se precipitan, pocos raciocinios claros, pocos chispazos de lucidez. Se consigue a sí misma, apalabra su cuerpo, ofrece imágenes mentales que se alargan y no cesan.

Dubitaciones que le detienen y la empujan, una palabra está a punto de salir, un corazón está a punto de salir también. Es noche, pero no interesa, está mal, pero no importa, suspiros llegan a ese lado, nervios, curiosidades llegan a los ojos, los tejidos tiemblan, las pieles no se ven, sólo se oyen llegar. Un cuadro con piernas y brazos fragmentados es la solución a la que llega. Nada empieza, duda, se detiene. El primero es por pasión, se adentra y pregunta para conocer el juego, insiste para saber hasta dónde se puede llegar vivo. Descuidado y egoísta se mantiene frente a la pantalla, la curiosidad puede matar. La segunda, con menos pasión, pero con miedo abre la ventana y merodea, quiere saber dónde está su cuerpo, quiere oír rumores sobre él. Está por conocer los ronroneos del más allá de sí.

Caras olvidadas

Roen los pellejos que salen del hueso, hacen ver que son la mejor opción, hacen pensar que saldrán ilesos, su final del día trae actos irreversibles, cometen lo que se les pide a los humanos no hacer nunca, son pacientes y dejan que la vida haga de las suyas, son violentos y se permiten serlo.

Uno, dos, tres años bastan para dejar claro que son miserables y bastardos, son una elección mal tomada hace rato, los trajeron al mundo a empujones y regañadientes.

No fueron bautizados ni tuvieron casa donde dormir, son de ninguna parte y hacia allá van e irán todos los días que les restan, guardan coraje y odio, reciben vómito y saliva, son una incomodidad que sienten que lo son, saben que nadie les hará hueco en sus vidas, saben que nadie los quiere cerca.

El día esperado acabarán con el mundo de un bocado, el día que se les vaya acabando la sangre harán sacrificios, tomarán lo que nunca se les permitió, construirán arriba de los escombros lo que el mundo siempre les negó.

Coraje nefasto

Le teme al tiempo, habla en una lengua confusa, usa ropa fuera de época, los cuerpos son su utensilio preferido. Desde allí se ven sus órganos, se ven sus vísceras cuando caminan, no se puede hacer mucho, no se puede hablar demasiado sobre eso, ahora no hay formas amigables de vivirse desde el desamor, o desde el amor mal entendido, esperan a quien resuelva, a que alguien someta la crueldad y dé tranquilidad, se esperan tiempo mejores, tiempos de cariños y mimos, se aguarda para que algo se mueva, tienen fe en hacer la revolución. Las atenciones desde niño eran minúsculas, se olvidaban que había gente pidiendo comida y tiempo, crecieron por suerte, comieron por suerte, y ahora viven por suerte.

Gestos actuales

Las ruinas aclaman un cuadro en la pared hecho de ruido, así que el encierro en condiciones símiles permite deliberaciones no tan recatadas. No tanta vendimia, su tierra brama y quiere marcharse, las piernas notan el declive y la congoja no deja sentir más que el lado contrario. Picardías sepultadas maquillan gestos nimios, sus trofeos han conseguido una especie de nombramiento que no es posible delimitar desde sus sillas de madera, por fuera lanzan bombas, se defienden de ser devorados.

Acaba de comenzar, pero no parece tarde para intentar sobrevivir a pesar de las muertes.

Lados confusos

Se le acaba el té en la madrugada, toma demasiados consejos, los relatos de aflicciones extranjeras ofuscan y borran las propias palabras, los recorridos se pasman, a veces se detiene a admirar la vida de sus amigos, a veces quiere vivir sus vidas, se arropa con sus historias, con sus casas, con sus haceres y sonríe, el té se le termina pronto, baja lentamente de esas ensoñaciones y prende la tetera, llama a un amigo y manda mensaje a otro, uno contesta y el otro no, frente a la luz de la cocina abre el gas, deja que las palabras de sus amigos anden libres por la casa, sonríe nuevamente, se deja violentar por los ecos, escucha con atención, se concentra, una vez se ha olvidado de sí mismo, se cubre y defiende con sus amigos, consigue valor para confiar en ellos, huye de la mesa del comedor y se sienta en el sillón arrugado, vuelve a pensar en los relatos de sus amigos, anota unas letras en un papel viejo, parece un número de teléfono, acomoda sus recados.

Es su voluntad masticar sueños extranjeros, pierde más de lo puede entender, sin hipocresía ni temor se duerme, sabe que su intención es no cerrar la llave del gas.

Noches sombrías

En la intersección se nota que la gastada goma del portón necesita andar, hoy las luces del sótano necesitan creer y rondar de madrugada, no hay desazón, no hay tristezas predichas, nada de pormenores que arraiguen noches premeditadas. El estrambótico sonar del reloj de pared resiste una risa camuflajeada de dolores, así avanza la noche, cuesta menos gritar en sillones cómodos que apilar muertos en la víspera del amanecer.

Las cuartillas arrugadas no anotan palabras transparentes, de noche las fábulas se pueden teñir de rojo vivo, el esplendor viene mal acompañado, un vaso de vidrio se quiebra con el menor movimiento.

La pantalla de sobras requiere una señal para romperse y marcharse, rechinan los azulejos, los polvorientos consejos de carnes vetustas no tienen nada que ofrecer, salvo su ignominia y su ruina pasada, no hay malas noches, las telarañas suben y suben por las escaleras nunca terminadas, congoja se arrastra por sus pies en el fango. Al final se arrodilla frente a sus dioses caídos y claudica.

“O” sin nombre

Nadie esperaba otro final, nadie daba una oportunidad distinta, si las cosas se pudieron hacer de otra manera su tiempo no contó lo suficiente, creció como monstruo, se hizo un monstruo, convivió con personas, quería a su familia, pero ya era un monstruo, su vida fue contada entre violencias y dolor, casi en las últimas fechas pocos se acercaban a él lo suficiente para notar lo humano que quedaba, nadie se arriesgaba por él, era un monstruo aclamado desde lejos, le edificaron una vida

llena de trampas para llevarlo a la vecindad de la muerte, con soltura nos atrevemos a decir que deseaba detenerse, deseaba no seguir más por ese terreno arado.

Una noche soñó con otro mundo, un día soñó más lejos que todo el mundo, ese día su cuerpo se quebró al verse en la posibilidad de ser alguien más, de no ser un monstruo que necesitaban para sus lugares bélicos, al día siguiente murió.

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