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Atentamente por Julián Valdés
from Nudo Gordiano #17
por Julián Valdés.
Aldana estaba profundamente dormida en el sillón de su pequeño departamento. Se había quedado despierta hasta muy tarde mirando videos en su celular, algo que solía hacer cuando no podía conciliar el sueño a causa de la cantidad de pensamientos, recuerdos, y sensaciones dolorosas que la molestaban últimamente. Hace exactamente tres meses que se había terminado su noviazgo con Jonatán, y aunque fue en buenos términos, no podía evitar extrañarlo. Fueron demasiados momentos los que pasaron juntos y, a pesar de todo, siempre se apoyaron entre sí. Pero no era solamente su situación amorosa la que le quitaba el tiempo —ya había pasado por una situación similar —, sino que, como le pasaba seguido, cada pérdida le remitía a otra pasada, y cada herida nueva podía reabrir alguna anterior. Porque los recuerdos no solo eran sobre Jonatán, sino sobre sus seres queridos que ya no estaban, sus estudios, sus metas personales y demás pensamientos que ella misma caracterizaba como autodestructivos. Para colmo, Aldana no solía abrirse con sus amigos o sus padres para hablar de lo que le sucedía. Por más que intentara dejar de pensar, era más fuerte la necesidad de aferrarse a esa sensación dolorosa hasta que todo pasara, pero en esta ocasión se había prolongado bastante. Sacando fuerzas de donde no sabía que tenía, decidió quedar para hablar al día siguiente con una amiga y desahogarse. Esto era, por lo menos, un paso adelante.
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Cuando Belén fue a ver a Aldana al otro día, el ambiente del departamento cambió drásticamente después de que hablaran. Belén no iba a solucionar la vida de Aldana, claro está, pero el hecho de dar un lugar al diálogo era algo sorprendente, el acto de escuchar a otra persona lo era. Esa noche, antes de que durmiera, los recuerdos dolorosos volvieron, pero Aldana no convivió mucho tiempo con los mismos, no dejó que esta vez le consumiesen todas sus fuerzas, y así fue por varios días. Los pensamientos no se van de un día para otro, era un proceso.
Una noche mientras Aldana dormía, decidí escribirle una carta, sabía que pronto me tendría que ir y eso era bueno. Me quedé pensando un momento en cómo empezar, no sabía si ella podría leer mi carta, pero de seguro lo sentiría o recibiría el mensaje de alguna forma.
El aprendizaje era algo complejo y misterioso para mí. Comencé a escribir: “Me debo ir por un tiempo, pero antes quiero que tengas en cuenta algunas cosas porque de seguro nos volveremos a encontrar.
Tendrías que saber que existe una fina línea entre reflexionar sobre algo que te sucede y hundirte en los sentimientos que te provocan malestar. Los excesos son malos y no me corresponde hacerte sentir miserable, no es mi función.
Por eso mismo te felicito, porque has podido reunir fuerzas para pedir ayuda, no es lo mismo estar sola que sentirse sola, y pareciera que lograste aprender eso, aunque tomó su tiempo, pero nunca es tarde para aprender, para realizar alguna meta. La prisión más grande puede ser solo tu mente.
Espero que comprendas con el tiempo que soy imprescindible para que la vida tenga sentido. Soy adictiva, funciono mejor en la soledad, mi presencia en exceso no es recomendable. No tengo malas intenciones, pero poseo una gota de oscuridad en mí, por ese motivo solo podés conocerme un poco, solo un poco. Por este motivo trabajo con mi contraparte, mi hermana, la que da gozo y bienestar. Al pedir ayuda, al poner en palabras tu dolor, hiciste que la presencia de ella sea más grande y eso es perfecto.
Estaré en algunos momentos de tu vida y seré necesaria, pero si ves que me pongo cómoda por mucho tiempo, llamá a alguien siempre que sea necesario. Entre más seamos, más fuerte será mi hermana”.
Atte. La tristeza