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Esmeralda, el tigre y la charolastra por Luis G. Álvarez

por Luis G. Álvarez

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En un lugar en donde la incertidumbre se vuelve tu confidente. Un olor a marihuana y los dulces besos del placer carnal. La ideología en un sentido alterno de las necesidades básicas. Cuando estos tres se juntan, todo a su alrededor se vuelve una bomba de tiempo. La historia de la prostituta que no quería serlo.

Matamoros, Tamaulipas: Cuando escuchaba que alguien mencionaba la zona rosa de la ciudad, me imaginaba un lugar con mucha circulación vehicular, decenas de personas vendiendo botanas y las sexoservidoras en un desfile de cruces contoneándose para llamar la atención de un posible cliente y así pagar las deudas que éstas tenían, ya sea para su consumo de drogas o para llevar comida a la mesa de sus casas. El rincón más escondido de Matamoros, dejando a un lado la calle once, donde la mayoría de las mujeres venden su cuerpo y el barrio capilla que no solo es el sótano de la ciudad; este por ser el lugar en donde el consumo de droga, prostitución y pornografía es el más elevado. El sitio que menciono, está casi a las afueras, por las vías y las fábricas de sorgo abandonadas. “El tigre’’ es una cantina como cualquier otra en donde el alcohol y las drogas son el plato fuerte, siendo el postre, los dulces besos de una chica con olor a cigarro y perfume barato.

No cualquier persona puede llegar ahí, ya que está bien custodiado para evitar charlatanes, por lo que tienes que ir con extrema precaución y hacer expresiones de una persona con baja autoestima y deseos sexuales. Cuando pasas por este lugar, encuentras la calle de terracería, las casas son viejas chozas de madera y lámina, los niños andan descalzos, visten la misma ropa sucia y andrajosa, se acercan a ti para pedirte una ayuda (me apretaba mi pantalón para que no fueran a bajar mi cartera). Cuando estás más cerca, te habla un tipo al que le dicen “El charolastras’’, usa un viejo bermudas desgarrado y sucio, una camisa extragrande para su complexión delgada, tiene la mirada perdida, los ojos están rojos, arrastra las palabras y parece no tener idea de lo que dice. El charolastras me preguntó qué es lo que estaba haciendo en ese lugar, mi contestación fue que buscaba el bar “El tigre’’ con la idea de divertirme, acababa de salir de la maquiladora y quería distraerme. Me dijo que por diez pesos me llevaba al bar para que no pasara nada. Accedí a pagarle. —En ese bar encontrarás la sana diversión, carnal, por una chela, las viejas dejan que te las chingues, no cobran caro porque ya están bien guangas, pero ese es su deseo, les encanta que se las metan, por eso están ahí todo el día. Tú di que vienes por parte del charolastras y hasta te hacen descuento, carnal—. El tipo estaba más emocionado que yo y por algún momento llegué a pensar que se quedaría para comprarle cerveza y alguna compañía.

—Solo busco diversión, brother, (quise imitar su vocabulario), vengo bien jodido de la fábrica y quiero una nalguita de compañía antes de irme a dormir y regresar al trabajo mañana.

¿Sí me entiendes?

Cuando terminé de hablar se me quedó viendo, al parecer ya estábamos en el mismo canal porque lanzó una sonrisa en donde noté sus dientes amarillos con negro, las encías grandes y un olor a marihuana.

—Mira, apa, acá las viejas son de este lugar, no les gustan los extraños a menos de que vengas más de dos veces a la semana. Aunque sean bien putas y gordas, les gusta elegir a los que se van a coger. La neta, apa, acá al chile te recomiendo que vayas con la Doris, esa es bien cachonda, cobra caro, pero te hace un buen jale, si te la ganas a ella cogiéndotela, todas las putas de ahí van a querer que te las cojas a cambio de pisto, pero si no le gustas, es seguro que te saquen a chingar tu madre del lugar. Y te van a dar la putiza de tu vida por molestarlas.

—Solo quiero tomar una cerveza, brother, y conocer el lugar, si todo sale bien, igual y le digo a una, necesito desahogarme. Habíamos caminado un buen tramo por todas las vías, el sol estaba por ocultarse y volteaba a todos lados para saber en dónde había más luz y en la salida irme por ahí.

—No te asustes, apa, aquí me quedo un rato, a esperarte y regresarte a la salida, pa’ que no te pase nada, namás te va a costar una caguama, que son cincuenta pesos, si te dicen algo, te costará una mamada de una putilla para que no te madreen —había notado algo de nerviosismo que tenía y por primera vez en mi vida, me arrepentí de estar en un lugar de esa magnitud. El lugar por fuera está muy descuidado, la puerta era de lámina, la casa es de color amarillo y se escuchan algunas risas desde adentro. A los alrededores están algunas casas, niños corriendo y viejos rabo verde bebiendo sin playera. Cuando entramos, noté el olor a cigarro, perfume y marihuana. Había pocas personas y todas se me quedaron viendo, el charolastras saludó a los que estaban y les dijo que era su primo, que venía a divertirme y le pidió dos caguamas a una de las mujeres que estaban ahí, yo lo detuve y pedí una cerveza nada más, se me quedó viendo y pidió una caguama y una cerveza.

—Vamos a sentarnos aquí, carnal, y mira, si pides una botanita, te cuento todo lo que debes de saber para estar aquí —me lo dijo casi casi pegando la boca apestosa a mi cara. Le dije que la pidiera, solo dijo que también trajeran botana con la cerveza, se recargó sobre la silla, se estiró, raspó su garganta y escupió al suelo.

—No está la Doris, apa, pero ahorita que llegue le hablo, para que la pruebes, a mí me pides cualquier puta, ya me las cogí a todas, pero como mi primo paga, entonces no hay pedo —.

Se comenzó a reír, volviendo a mostrar sus dientes amarillo y sus grandes encías.

Me había convencido con la idea de salir y entrar a ese lugar sin ningún problema, además de contarme todo lo que quería saber. Le pregunté el costo de las sexoservidoras y estos variaban. $50 por 15 minutos, solo se quitan el pantalón y el calzón. Por una hora te cuesta $300 y ahí ya puedes disponer de ellas a tu antojo. Le dije al charolastras, que solo le pagaría por 15 minutos más la caguama, era una buena forma de comenzar una amistad.

—No hay pedo, apa, con 15 minutos tengo, igual, solo la ocupo unos 3 minutos —volvió a reírse, pero esta vez se notaba más serio.

En mi reloj marcaban las 7:40 y necesitaba salir a más tardar de ahí a las 8:30, por lo que solo tenía unos minutos para sacarle información del lugar. Después de darle un buen trago a mi cerveza y comer de los chicharrones rancios que nos habían dejado, le pregunté sobre lo que debía saber de ese lugar.

—Mira, apa, como te dije hace rato, la que todos quieren es la Doris, porque la neta apa, coge bien, vienen vatos de lejos para chingársela. Hay ocasiones en que no quiere nada o los deja esperando, les tumba el dinero o le compran cervezas, ella ha traído a dos chicas y una de ellas está bien chula, no dice nada y solo viene a chambearle, we. Con ella no me he metido, para eso la espero, para que me pagues, aunque pensándolo bien y porque me caes bien, dejaré que te la chingues antes que yo.

—Esa chica que dices, ¿cómo es?

—Es chaparrita y delgadita, tiene los ojos verdes, tiene labios mamadores y un culito bien sabroso, siempre parece triste y nadie sabe por qué, no habla nada, carnal. Namás vienen, se la cogen y ya. No me interesa, apa, conque coja rico.

Cuando andaba trabajando y pasaba por la once, muchas veces me hablaron con un tono curioso, me acercaba, te hablaban e intentaban convencerte de que entraras para que les pagaras. Algunas ocasiones me tocó ir a pedir informes o venderles el servicio de cable que ofrecía. Se te dejan caer como si fueras el último refresco del desierto y al principio pareces gustarles, después te das cuenta que es su modo de convencerte de que les atraes e invitarte a pecar de una forma carnal. El charolastras me comentó que el lugar llevaba vario tiempo, que eran los mismos clientes los que la visitaban y que muchas veces iban unos tipos por la venta de drogas, pero que, de alguna manera u otra, habían logrado evitar que les cerraran. —Ha habido broncas aquí, brother? ¿Peleas o algo así?, le pregunté mientras me acababa la primera cerveza. No quería que notara lo nervioso que me estaba sintiendo cuando más personas entraron al bar y una de esas, llevaba una pistola simuladamente escondida.

El charolastras sonrió y saludó a los que estaban entrando, parecía respetarlos y por un momento me di cuenta que son los encargados o por decirlo así, los que mandaban y controlaban el lugar junto con la Doris quien manejaba a las chicas que se vendían.

—Mira, apa, te presento a mi primo, es su primera vez y viene a probar la carne que aquí hay. Dice que el lugar esta chingón y que ahora vendrá siempre, ¿o no, primo? —me volteó a ver y esperaba que aprobara, ahí me di cuenta el respeto y miedo que le tenían.

—Claro, como le dije a mi primo, vengo jodido y quiero diversión — hablé con la mayor seguridad que me fuera posible porque no quería tener problemas.

—Órale, nada más ándate con cuidado, porque aquí no aceptamos a cualquiera — después de eso se salió del lugar, arrancó su camioneta y se fue junto con los otros dos pelados que llevaba en la parte de atrás.

Pedí otra cerveza y observé mi reloj, me marcaban las 8 de la noche y sentía que el tiempo se me estaba acabando. Los tipos de ahí se veían más borrachos, la tal Doris no llegaba y el charolastras ya se había terminado una gran parte de la caguama que había pedido. Estaba pensando en volver dos días después porque ya no le encontraba sentido seguir ahí si no estaba obteniendo lo que necesitaba. El charolastras pidió otra caguama y me dijo que esa la pagaría él, que cuando se la acabara me llevaría de nuevo a la entrada, que no había tenido suerte y que viniera al día siguiente para que encontrara a la Doris.

Solo le sonreí mostrando cara de indignación por no haber tenido compañía esa tarde.

Me contó que hace tiempo había llegado una niña de unos 17 años pero que tenía el cuerpo de una de 20. Según lo que dicen es que necesitaba dinero para darse lujos, ropa de marca, bebida, joyas y un celular moderno. Según él, la niña estaba muy bien, pero tenía problemas con las drogas y la autoestima, pues solo se aparecía cuando necesitaba para drogarse o comprarse algo. Había logrado la atención de algunas personas, (no quiso mencionar nombres), para que la buscaran no solo para tener placer con ella, sino para sacarla de ese lugar y proporcionarle una educación, según dice, no había necesidad fuerte para que ella estuviera ahí. Uno de sus hermanos había acabado asesinado por una riña de pandillas en el lugar en donde vivía, otro se había ido a los Estados Unidos y ya no se supo nada, solo que se había casado; ya no quiso mantener contacto con su familia, su padre era un desobligado que se la pasaba en las cantinas bebiendo, su madre, lavaba ropa ajena para comer. Su hermana más pequeña asistía a la escuela, pero se burlaban por la profesión que había tomado la chica.

A ella no parecía importarle nada más que la diversión, alcohol y drogas, el sexo por placer, ya que, según cuenta, se metía hasta con tres hombres al mismo tiempo, le gustaba inyectarse para no sentir nada cuando estos la forzaban o maltrataban en el acto sexual, tenía moretones en los brazos y las piernas, que, según ella, eran las marcas del sexo salvaje y duro, algo que nadie se atrevería hacer.

Como era de esperarse, la muchachita se enamoró de un tipillo que solía presumir carros y dinero. Aquellos que compran la felicidad y la vida de las necesitadas de lujos y aceptación. Ésta, al ser rechazada, entra en depresión, pues los sueños de una vida de lujos se le habían escapado de las manos.

En esa supuesta depresión, comenzó a meterse con todos sin cobrarles, quería olvidar y tal pensaba que el dolor de su cuerpo no era tan fuerte como el de su alma, la cual estaba dispuesta a vender al diablo de ser necesario por la aceptación del junior que se le había puesto enfrente.

La chica cayó más en las drogas y el alcoholismo, se le veía desgarrada, tirada en la calle mendigando monedas porque ya nadie la aceptaba y no había quien se atrevería a acostarse con ella por dinero.

Un día llegaron personas de una asociación sin fines de lucro a ayudar a la gente de ese lugar, llevando medicinas, atención médica, personas para cortar cabello y algunas actividades. La chica fue descubierta y se la llevaron de ahí para una valoración en una clínica alejada de la ciudad, la cual se dedica a ayudar a las personas con VIH. Después de hacerle la prueba, se había dado cuenta de que era portadora del positivo, su impresión fue tanta y la depresión se fue en aumento, que bajó considerablemente de peso. Pocas personas del bar y alrededores tenían contacto con ella, su madre dejó de buscarla cuando desapareció, su padre no hizo nada más que seguir bebiendo y su hermana veía en ella, justamente lo que no quería hacer de su vida. Una noche, mientras seguía en la clínica atendiéndose, se fue sin dejar alguna nota o decir hacia dónde iba. Nunca nadie más supo de ella.

El ambiente en “El tigre’’ cada vez olía más a marihuana, se salían a la puerta porque supuestamente el cantinero no quería que se llenará de pestilencia, pero nada le servía porque este como quiera se colaba. Estaba a punto de terminar mi segunda cerveza para irme y regresar después cuando el charolastras me dijo que la Doris acababa de llegar. Una mujer alta de 1.70, complexión mediana, estaba bien proporcionada y su maquillaje era exagerado, su cabello era chino, pero no se lo arreglaba, imaginaba que se veía bien al natural.

El charolastras se paró para hablar con ella y constantemente volteaba hacia mí. Unos minutos después entró una chica toda tímida, estaba delgada, cabello largo, los ojos verdes, piel aperlada y labios gruesos. Al charolastras pareció emocionarle, se acercó a mí para decirle que ya estaba armado, que yo entraría con la chica nueva y el con la Doris, que al final le pagaba; me tomó del hombro y me jaló hasta la parte de atrás, todos se me quedaban viendo y me seguían con la mirada; entre susurros, el charolastras me dijo que no le diera importancia.

Salimos del bar y pasamos por un pasillo lleno de macetas. Una barda de alambre vieja y del otro lado una señora de la tercera edad limpiando frijoles en el patio en donde tenía una fogata y una vaporera hirviendo, al final del pasillo había varios cuartos de escasos dos por dos metros. El charolastras me dijo que entrara en ese cuarto, que la chamaca entraba en un momento.

Ese instante pensé en que quizá entrarían para robarme el dinero, me dijo también que en 15 minutos regresara al bar, que allá me veía y que aprovechara bien mi tiempo. Entré al cuarto en donde solo había una cama, una lámpara y dibujos en la pared. No había otra cosa porque no había necesidad. Comencé a sudar frío, el cuerpo me temblaba y ahora estaba más arrepentido de haber ido a ese lugar.

En ese momento entró la chica con un short que le llegaba a la altura de las nalgas, una blusa de cuero negro que le llegaba hasta el pecho y calcetines. Yo estaba parado en una esquina, me miró, guiñó un ojo y me dio la espalda, se bajó el short, se inclinó y me preguntó que qué esperaba. Yo no me moví, tan solo la veía, volteó y al darse cuenta que no estaba haciendo nada, se levantó preguntándome si lo iba a hacer, me observó de una manera desafiante. Me quedaba callado, se volvió a poner la ropa y me preguntó qué era lo que quería. Le dije que quería hablar, que era reportero (y con esto pensé que me estaba sentenciando a muerte, que, al salir, le diría a la Doris y al charolastras y sería él quien me diera la putiza de mi vida), en eso se sentó y me preguntó para qué periódico, le dije que no trabajaba para ninguno, que era un reportaje para mí y que lo quería publicar en mi blog. Se quedó callada y me dio más confianza para acercarme, ahora su mirada era diferente. Me dijo que podíamos hablar, pero que ahí no. Me senté a su lado y nos quedamos callados los 15 minutos, me dijo que la contactara y me dio su Facebook. Alguien tocó la puerta y me dijo que era señal de que mi tiempo se me había terminado. Me levanté y salí tan rápido antes de que ella pudiera pararse.

Llegué al bar y el charolastras estaba sentado en la silla y de lejos me preguntaba que si me había gustado.

Pedí la cuenta, pagué lo que habíamos consumido y salí de ahí. El charolastras me siguió preguntándome que si no me había gustado y que qué tal estaba la muchacha, le dije que ni siquiera había terminado, que el lugar olía muy mal. Me comentó que me iría acostumbrando, luego dijo que era de palabra y me acompañó hasta el lugar en donde me había encontrado. Eran casi las nueve de la noche y aún debía caminar varias cuadras para alcanzar el camión que me llevaría hasta mi casa, me dijo que volviera porque si no, iba a ver pedos. Le dije que regresaba el viernes (estábamos a martes) a la misma hora, me dijo que me esperaba entonces, pero que no le fallara. No me despedí, solo comencé a caminar por la calle desierta que era iluminada por la escaza luz de las lámparas. Nadie salía de noche, tan solo se veían las luces de las casas y el ahumadero de las vaporeras que hervían en los patios.

Llegué a una esquina y abordé el primer taxi que me sacara de esa colonia. Me bajé en el centro y de ahí tomé un camión para mi casa. Ni siquiera podía creer a dónde había ido. No tenía ninguna intención de volver a ese lugar. Después de agregar a Esmeralda, me puse a investigar en internet los casos que había de la compra y venta de placer sexual, la mayoría son casos de sexting en donde el problema es llevado hasta las autoridades. Personas que fueron estafadas por cambio de fotografías en donde mostraban sus cuerpos y estos tuvieron que recurrir a una demanda.

También encontré el caso de un chico que viviendo en una ciudad lejana no tuvo más opción que vender su cuerpo para poder llevar comida a su mesa y pagar sus necesidades. El monto por cobrar fue de $5,000 ya que consideraba que el venderse con otro hombre, hacía que valiera más su plusvalía.

Era su primera vez y ya estaba sumamente tomado. Habían acabado en un hotel de paso a las 5 de la mañana para seguir bebiendo. Se habían quedado solos y el sol se estaba asomando. Su compañero se cambió de cama para tocarle la entre pierna, el alcohol le había provocado que no lo rechazara, pero que sí llegaran a un acuerdo sobre esa cantidad de dinero. Después de una hora de haber estado con aquel chico que deseó comprarle, no le quedó más remedio que romper el silencio, mientras el alcohol se iba vaciando de su cuerpo. Solo se escuchó que exclamó que lo hacía por ella y comenzó a llorar, mientras lo abrazaba su comprante y le pedía que no llorara. De mala gana salieron los dos de la habitación en busca de un cajero para hacer el supuesto pago, el cual no se efectuó, debido a que no había dinero en las cuentas.

Con engaños y como se podría decir, al puro estilo de “aquí espérame y ahorita paso por ti’’, se quedó esperando a su cliente para que fuera por efectivo, después de una hora entendió que no iba regresar. De esta manera se dio cuenta de que había perdido más que dinero, tiempo y su virginidad. Su dignidad se había marchado junto con el agua en la regadera en la que se había duchado unas dos horas antes.

Esmeralda había aceptado mi solicitud de amistad a través de la cuenta de Facebook. Comenzamos a charlar, desde ese momento no dejamos de hacerlo. Se había entablado una amistad entre los dos. Quedamos de vernos en un lugar para entrevistarla. Ese día había llevado a su niña. Portaba un pantalón de mezclilla y una blusa que no tenía escote. Me aseguré de estar en un lugar en donde nadie nos viera, así no podrían descubrir su identidad. La entrevista no fue como esperaba. Fue hasta que hablamos sin intermediaciones para contarme todo lo que yo quería saber.

Después de eso seguimos charlando y me dijo que fuera al bar para verla una vez más. No estaba muy seguro por lo último que había ocurrido. Además, tenía como una semana de no haberme aparecido aún cuando dije que volvería el viernes.

Ella acordó de llevarme a mi casa en el taxi particular que tenía. A pesar de haber estado hablando por una semana, no estaba muy seguro de confiar en ella, pero accedí a ir un viernes por la noche. Cuando llegué al lugar cerca de las 10 de la noche, el charolastras estaba sentado en una tienda comiendo unas papitas y un refresco, quise pasarme de largo para que no me viera, llegaría tratando de localizar el camino de memoria, pero me fue en vano, me reconoció, se levantó y camino hacia mí.

—He, apa, no vinistes, te estuve esperando como dijimos y nada.

—Ya no pude por el trabajo, me tuve que quedar más tiempo (mentí) y pues la verdad no pude, brother, por eso ando aquí. Porque no quiero dejar de venir, además se me antojó la Doris.

—Ta bueno, apa, si quieres vamos, que las cosas aquí están bien calientes —me lo dijo en un tono preocupante y esto atrajo más mi atención.

—¿Qué ha pasado o qué, carnal? —me mostraba indiferente para que tuviera la necesidad de contarme antes de que alguien más lo mencionara o lo escuchara en el bar.

Mientras caminábamos me iba contando que dos días antes habían ido unos tipos a buscar a alguien y que se habían metido con pistolas en mano y dispuestos a disparar. Las muchachas se habían escondido en la parte de atrás. Cuando entraron no encontraron a nadie más que a los mismos borrachos de siempre. A los cuales no podían decirles nada porque no había indicios de drogas o prostitución, todos se encontraban en la parte de atrás.

Después de esto, estaban pensando en cerrar el lugar o dejarlo solo como bar, cambiar a las muchachas a otro lugar y que todos los clientes vayan a buscarlas al nuevo sitio.

Llegamos al bar y éste estaba medio lleno, nos sentamos en una mesa alejada y el charolastras se levantó rápido para ir a saludar a unos conocidos. Esmeralda se sentó conmigo trayéndome una cerveza. Se quedó buen rato conmigo y aunque algunos le insistían que se fuera con ellos, ella decía que no porque estaba ocupada conmigo, hasta que se sentó en mis piernas y comenzó a reírse de todo lo que decía. Después de unas horas me dijo que el bar lo iban a cerrar, pero que podíamos quedarnos, solo éramos 10 los que estábamos ahí, nos acomodamos en otra mesa y todos salieron por la puerta principal. Habían transcurrido cinco minutos cuando apagaron las luces y dijeron que nos agacháramos. Los tipos habían llegado de nuevo.

—Ya no hay nadie, ya se fueron todos, compa. Ya cerramos el bar temprano para no meternos en problemas. Por eso está todo apagado —El portero del lugar le estaba diciendo a los tipos quienes insistían en entrar. Estábamos tirados en el suelo, tenía de la mano a Esmeralda. El piso estaba frío y estaba sudando. Entre mis pensamientos alcancé a escuchar que el tipo quería a una prostituta al igual que su compañero, era lo único por lo que estaban ahí. El portero para no meterse en problemas y convencerlos de que no pasaba nada y los dejará en paz, le comenzó a ofrecer una, entre la descripción escuché que estaba hablando de Esmeralda, la apreté con más fuerza, pero se levantó. Caminó hacia la puerta y salieron.

Comenzaron a rodear el lugar para que no descubrieran a los que estábamos adentro.

—Primo, ¿dónde estás, apa? —me habló el charolastras entre la oscuridad.

—Acá estoy, brother, cerca de la puerta —le contesté fingiendo que no tenía miedo. Se acercó a mí y me dijo que nos fuéramos antes de que la cosa se pusiera fea. Caminamos hasta la puerta de atrás, la cual abrió rápido y todos comenzaron a salir empujándose, yo iba entre ellos. La cerró y comenzamos a caminar rápido cuando se escucharon gritos.

—Pélate, apa, o nos van a partir la madre a putazo limpio —me lo dijo como si se tratara de un juego o algo con lo que viviera día con día.

Comencé a correr sin mirar atrás, lo más rápido que podía, volteaba para atrás y el charolastras venía bien lejos, decidí esperarlo escondido, porque solo él conocía el lugar para salir. Llegamos a la tienda de nuevo y me dijo que fuéramos para otra parte.

Me dijo que las cosas se habían puesto calientes desde unos días antes cuando mucha gente quiso meterse con las chavas de ahí y los encargados no se lo permitían. Que en esa colonia siempre había broncas así, me platicó de unas muertes que le había tocado escuchar y yo estaba desesperado porque no contestaba un amigo para que pasara por mí. El charolastras me dijo que un compa de él tenía un taxi que me llevaba al centro, pero que no se hacía responsable si nos atrapaban. Acepté, quería salir lo más rápido posible. Cuando iba en camino mi amigo me contestó y me dijo que pasaría por mí en la plaza Allende. Llegué a mi casa alrededor de la 1 de la mañana con un dolor de cabeza y vómito. Le mandé un mensaje a Esmeralda, pero ya no me contestaba, tampoco se conectaba a su Facebook.

En el tiempo que había estado platicando con ella, me había comentado que tenía tres meses dedicándose a la prostitución. Entró por necesidad, más que nada para sacar adelante a sus hijos. Había estado casada, pero se separó por indiferencias, su exnovio estaba viviendo en Estados Unidos y no tenía idea que ella se dedicara a eso. Había mencionado que en una ocasión la había golpeado y la había amenazado de muerte si ella no regresaba con él. La única persona que sabía a qué se dedicaba, era su madre que no había dicho nada, debido a las circunstancias en las que vivían.

Esmeralda no había terminado de estudiar, solo había logrado la primaria y quería continuar con sus estudios. No se veía más de cuatro meses trabajando en la venta de su cuerpo. Tenía planes de sacar su vida e irse a los Estados Unidos.

No tenía relación con nadie por su trabajo e hijos, no le permitían. Siempre trato de mantenerse anónima, aunque fue descubierta por un amigo, al enterarse que ella trabajaba de esa manera. Fue a pedirla para tener sexo con ella. Tuvo que soportar que las personas que conocía sólo la buscaran para tener relaciones y así como lo menciona, que no porque se dedique, significa que lo hará con todas las personas sino es por cuestiones de trabajo. También había tomado el ejemplo de sus compañeras, las cuales, a diferencia de ella, lo hacían por placer y se daba cuenta por la forma de comportarse y porque la mayoría siempre estaban drogadas. Esmeralda ganaba aproximadamente $5000 a la semana, asegurando que nos los ganaría en otra parte. También decía que estaba ahorrando porque quería poner un negocio propio para ya no tener que trabajar.

-La primera vez que estuve ahí y que tuve el primer cliente, me quedé paralizada. Se supone que te acostumbras, son sólo quince minutos lo que debe durar, pero siempre es menos, ya que algunasveces terminan rápido, pero yo estaba muy asustada. Esa ocasión el hombre se fue y yo me quede llorando. Obviamente tuve que salir y decir que nada había pasado. – Lo decía mientras veía hacía el suelo.

Ella creía firmemente en el amor, cuando dejará de trabajar prostituyéndose, encontraría a alguien a quien amar y vivir una vida digna. Habían pasado dos días sin saber de Esmeralda, cuando le mandaba whats app, me los dejaba en visto y en Facebook jamás se conectó. Después un rato decidí volver al lugar para saber qué había pasado. Cuando llegué a la colonia el charolastras estaba fumando un churro que se había comprado cazando clientes para llevarlos al bar, el cual se supone seguía en funcionamiento, aunque estaban con la idea de moverlo, acto que hicieron una semana después de la última vez que fui. Su nueva ubicación la desconozco, ahora ahí sólo venden cerveza para llevar, ya no funciona como bar.

El charolastras caminó hasta un árbol para que le diera sombra, seguía de mal oliente a marihuana y la misma ropa de la primera vez que lo había visto. Le pregunte qué había pasado ese día y me comentó que unos tipos habían querido meterse a la fuerza en varias ocasiones queriéndose llevar a las que estaban ahí, la intensión jamás la dijo y no me animé a preguntarle. No quiso decir más porque sentía que lo estaban viendo, volteaba para todos lados, en ese momento me di cuenta que debía salirme de ahí. Le dije que ya me iba, pero que solo me dijera qué había pasado con Esmeralda, me dijo muy rápido que esa noche ya no supo de ella, sino hasta el día siguiente que todos se dieron cuenta que había recibido dos balazos en el estómago. Y que ni siquiera la velaron, solo la enterraron en el cementerio del lugar. Le dije que ya me iba y que luego pasaba. Había recordado que los mensajes que le estuve mandando, me aparecía que sí los había recibido, alguien tenía su celular probablemente para obtener información. En la mañana siguiente salió en las noticias que encontraron muerto al charolastras en las vías del tren con el tiro de gracia. En ese momento fui a dar de baja mi línea de celular y destruí mi chip. Ya no volví a pararme en ese lugar.

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