Luis G. Álvarez En un lugar en donde la incertidumbre se vuelve tu confidente. Un olor a marihuana y los dulces besos del placer carnal. La ideología en un sentido alterno de las necesidades básicas. Cuando estos tres se juntan, todo a su alrededor se vuelve una bomba de tiempo. La historia de la prostituta que no quería serlo. Matamoros, Tamaulipas: Cuando escuchaba que alguien mencionaba la zona rosa de la ciudad, me imaginaba un lugar con mucha circulación vehicular, decenas de personas vendiendo botanas y las sexoservidoras en un desfile de cruces contoneándose para llamar la atención de un posible cliente y así pagar las deudas que éstas tenían, ya sea para su consumo de drogas o para llevar comida a la mesa de sus casas. El rincón más escondido de Matamoros, dejando a un lado la calle once, donde la mayoría de las mujeres venden su cuerpo y el barrio capilla que no solo es el sótano de la ciudad; este por ser el lugar en donde el consumo de droga, prostitución y pornografía es el más elevado. El sitio que menciono, está casi a las afueras, por las vías y las fábricas de sorgo abandonadas. “El tigre’’ es una cantina como cualquier otra en donde el alcohol y las drogas son el plato fuerte, siendo el postre, los dulces besos de una chica con olor a cigarro y perfume barato. No cualquier persona puede llegar ahí, ya que está bien custodiado para evitar charlatanes, por lo que tienes que ir con extrema precaución y hacer expresiones de una persona con baja autoestima y deseos sexuales. Cuando pasas por este lugar, encuentras la calle de terracería, las casas son viejas chozas de madera y lámina, los niños andan descalzos, visten la misma ropa sucia y andrajosa, se acercan a ti para pedirte una ayuda (me apretaba mi pantalón para que no fueran a bajar mi cartera). Cuando estás más cerca, te habla un tipo al que le dicen “El charolastras’’, usa un viejo bermudas desgarrado y sucio, una camisa extragrande para su complexión delgada, tiene la mirada perdida, los ojos están rojos, arrastra las palabras y parece no tener idea de lo que dice. El charolastras me preguntó qué es lo que estaba haciendo en ese lugar, mi contestación fue que buscaba el bar “El tigre’’ con la idea de divertirme, acababa de salir de la maquiladora y quería distraerme. Me dijo que por diez pesos me llevaba al bar para que no pasara nada. Accedí a pagarle. —En ese bar encontrarás la sana diversión, carnal, por una chela, las viejas dejan que te las chingues, no 6