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Septiembre-Octubre
Toluca, Estado de México, México. Nudo Gordiano, 2024. Todos los derechos reservados. Revista literaria de difusión bimestral contacto@revistanudogordiano.com
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Cuentos - la Espada
El Trino del Silencio
Jovel Herrera Campos La Llegada del Niño
Eduardio E. Gaab
La Caída de Dzulum
José Rodolfo Espinosa Silva El Bibliotecario
José Manuel Ruvalcaba Cervantes
El Niño Rubio del Subsuelo del Hospital
Walter Hugo Rotela G.
Poemas - la Lanza Palacio
Jorge Rolando Acevedo
Adriana Corral
Sobre el Desamor
Elvira Ruiz Nevarez
Princesa Enamorada
Isabel María Hernández Rodríguez
Tú gritas en silencio, los cristales de mi alma resuenan con los ecos del abismo. Desgarraste mi alma, tu silencio infecta, profana, ensucia. Yo ya de por sí estaba impregnado de toda la sangre con la que este mundo nos baña. Un beso ardiente no duele más. Día con día, el grito desgarrador que resuena en mi alma crece, es entonces una boca bostezante que engulle todo.
Esta hambre imparable es mi ímpetu infinito; mi empuje a toda marcha hacia ningún lado, significa un insulto para los muertos en vida. Tu sinfonía me elude, mis dedos se retuercen y sangran. Te marchaste y me dejaste tan solo esta partitura escrita con tu sangre carmesí, ya el pacto está firmado; intentaré tocar el magnum opus en el cual tu alma está inmersa. Dicen que dejamos un trozo de nosotros mismos con cada acto, con cada faena, cada ambiente en que estamos; tú te marchaste en ese invierno terrible intentando surcar los mares. Cómo me hubiera encantado morir a tu lado.
A nivel superficial la canción es perfecta, como una máscara mortuoria hermosa y eterna. Los dedos sangran una nota fuera de tiempo, las noches atestiguan la harmonía imperfecta. Debo confesar que este hueco en mi pecho no lo dejaste mientras el agua del Atlántico bañaba tus pulmones, ya estaba ahí. Existen quienes acuden al abrazo de la negrura con los brazos abiertos, yo nunca fui de esos. Siempre he escuchado el llamado como un eco, una melodía siniestra; siempre me pareció tan extraño que solo yo la escuchara.
Por un tiempo pensé que era la música con la que ambos bailábamos, pero a profundis siempre lo supe; al final estaré siempre como ahora, solo con mi demonio.
El proyecto de tu réquiem me mantiene ocupado porque se sabe muy bien que una mente ocupada con manos inquietas es ominosa. No hay amapola o néctar que llene el vacío, no hay droga o piel tersa que sacie el vicio. Tal vez me termine volviendo adicto a tu silencio, ese salobre y encurtido beso de tu ausencia.
El tiempo lo corroe todo, es como mi alma. No obstante, estoy seguro que tu cara perfecta flota marmórea como una lumbrera en la oscuridad mientras el arrecife te cobija en las noches. Mi memoria te mantiene, perfecta, sutil, pero silente. Hay una catarsis en dejar ir, una victoria en el fracaso.
Me rehúso a sentir esto puesto soy incapaz de dejarte ir, esta melodía es imposible, siempre será imperfecta. Hay una razón por la cual no puedo ni podré jamás vibrar tu magnum opus en mis cuerdas, algo sutil pero absoluto. Esta tonada es una canción terrible que me mantiene con vida, pero me hace añorar el fin. Este canto a la fosa en mi pecho, jamás será tocada por mí a la perfección.
Cada voz está en un registro, cada palabra en una nota, y en esta noche tremulante y terrible en que rompo mi violín, me doy cuenta de una epifanía terrible. Como un juego sardónico, igual que cuando se rompió mi arco o cuando se mojaron mis cuerdas por accidente; la mala fortuna recae sobre mí nuevamente, esta vez arruinando para siempre la resonancia que antes amé, manchando tu memoria. Me doy cuenta que la melodía requiere tu registro, tus palabras, tu tacto; y yo ya no puedo recordar tu voz.
Eduardo E. Gaab
Si llega papá y encuentra la tapa abierta de la caja se va a enojar. Son tres clavos nada más, pero si se da cuenta de que anduve jugando con sus cosas no le va a gustar. No le va a gustar nada. Así que vos mejor seguí durmiendo mientras voy a cerrarla. También con la mamadera que te tomaste cómo no vas a dormir. Papá hace igual, pero con el jugo de uva. Se toma dos o tres botellas hasta que se duerme sentado en la mesa. Él cree que no lo veo, que no lo escucho cuando se levanta para ir a hacer pis al baño, pero desde mi pieza se escucha todo. Si me asomo por la puerta, puedo ver que vuelve a la mesa y se sienta y sigue tomando.
Toma y mea y fuma esos cigarrillos que dejan un olor asqueroso. Mamá ya no dice nada porque una vez dijo algo y a papá no le gustó nada. Ellos pensaban que yo dormía, pero estaba despierta y escuché todo desde mi habitación. Te lo cuento porque papá dice que lo único que haces es dormir y cagar y tomar mamadera, y que no entendés nada de nada de lo que te dicen. Me parece que ahora mismo estás cagado vos porque más temprano no había ese olor acá. Pero seguí durmiendo. Y dormí de verdad, no te hagas, ya vas a ver que cuando seas grande como yo, si hacés que dormís te enterás de cosas que ni imaginás. Bueno, sí las imaginás, pero crees que son distintas como cuando me enteré de Papá Noel.
Cada Navidad trataba de esperarlo despierta, pero siempre me dormía antes, entonces unos días antes de la última Navidad vinieron a comer los tíos con la prima Cata y ella me dijo que, si tomaba mucha Coca Cola, aguantaría despierta hasta que llegara Papá Noel y también me dijo que no aparecía si los nenes están despiertos, así que me dijo que me hiciera la dormida.
Esa noche cené y me acosté en el sillón, cerca del arbolito, haciéndome la dormida con los ojos bien apretados, y después de un buen rato con los ojos cerrados descubrí que Papá Noel era mamá y también me enteré de que el tío Abel debe un montón de plata y que por eso se está por separar de la tía Lu y que la abuela está enferma y que por eso le tiemblan tanto las manos pero no quieren decirme nada para que no me ponga triste.
A ver, vos, abrí esa mano, que estás ahí con las manos cerradas como si le fueras a querer pegar una piña a alguien y andá sabiendo que a mamá no le gustan las peleas. Sí, de este largo están bien, menos mal porque no quiero seguir revolviendo demasiado la caja de papá. Después de que se fueron los tíos y la prima Cata, papá dijo también que la tía Lu le pone los cuernos al tío Abel y que por eso se van a separar, pero yo no le veo cuernos al tío Abel, y eso que es pelado y tiene una frente más grande que la de papá, que sí tiene pelo, y los cuernos salen en la frente, como ese que vi en una película que ahora no me acuerdo cómo se llama pero que era feo feo.
Como este chupete feo y asqueroso y lleno de babas que tenés, a ver, dame, que te lo acomodo, y no llores. Seguí durmiendo, vos, y no te hagas, eh, total ya vas a tener tiempo de hacerte el que dormís, como hice yo a los poquitos días de la Navidad, cuando me enteré de lo de los reyes magos.
Mira, a veces mamá y papá salen a fumar al patio. Fuman unos cigarrillos distintos a los que fuma papá cuando se queda solo sentado en la mesa tomando jugo de uva.
Tienen un olor más dulce y raro, pero es raro, raro, porque nunca pero nunca había sentido ese olor, y fuman uno solo. Lo comparten como hago yo con los caramelos que compramos con mi amiga Sofía, como dice mamá, ya vas a ver que mamá siempre dice que hay que compartir. Bueno y me gusta cuando salen juntos al patio a fumar porque esas noches nunca pelean, sino que se ríen mucho y hablan de cosas que no entiendo porque son cosas raras. Ahora que los veo, los dibujitos de esa mantita tuya también son raros, a ver, que te la acomodo un poco.
Bueno, esa noche en la que iban a venir los reyes, mamá y papá fumaban y yo estaba en mi cama y antes ya había dejado pasto en un plato y agua al lado del arbolito, así que esperé despierta con la luz apagada. Más tarde, sentí que alguien andaba en el comedor, así que me levanté despacio y fui hasta la cocina tratando de no hacer ruido y, entonces, lo vi a papá que estaba en calzoncillos, agachado delante del arbolito y se lo chocó con la cabeza y casi lo tiró. También vi que dejaba un paquete y después sacó el pasto y el tacho con agua que yo había dejado para los camellos, y parecía como que no sabía dónde tirar el agua, pero la terminó tirando en el tacho de basura y eso me pareció raro también porque siempre me dicen que hay que tirar el agua en donde se lavan los platos.
Después casi se cayó, se rió de algo y se fue para la pieza y yo volví a mi cama sin que me viera pero más tarde escuché ruidos que venían desde su habitación. Primero me pareció que se estaban peleando porque era como que se quejaban de algo, pero creo que estaban queriendo desarmar la cama y yo pensé que estaría rota y que estarían tratando de arreglarla porque hacía mucho ruido.
Después escuché un golpe como si uno de los dos se cayera al piso, pero no lloró como hice yo una vez que me caí de la cama, sino que se reían los dos y después, mamá le dijo algo raro, muy raro a papá y lo dijo muchas veces, además medio gritando y medio quejándose, seguro por estar arreglando la cama esa que hace tanto ruido. Y lo que le dijo la verdad es que me dejó pensando muchos días, porque lo que le decía a papá era que le hiciera un pibe, y papá le decía que sí, y entonces yo me quedé pensando en si habría alguna fábrica que hiciera pibes grandes, porque los pibes son así de grandes como yo, y yo antes era chiquita como vos, o no tanto, pero antes era chiquita, pero lo que más me dejó pensando es que todo eso no tenía nada que ver con lo que me había contado papá sobre las cigüeñas, y la verdad es que todavía no sé bien qué pito tocan en todo eso de los bebés que me explicaron una vez.
Y también pensaba en que deberían arreglar esa cama porque con esos ruidos no se puede dormir. Después mamá se puso panzona y papá me contó que había comido mucha torta porque estaba contenta porque yo iba a tener un hermanito.
Pero yo no supe si ponerme contenta o no, porque pensaba en la pobre cigüeña, y entonces le pregunté si vos ibas a ser más grande que yo cuando llegaras y papá se rió y dijo que no pero, al final me quedó la duda porque los bebés son chiquitos pero los pibes son grandes, y mamá esa noche le pedía a papá que le hiciera un pibe, y no un bebé, así que no sé si estará muy contenta con vos, que sos tan chiquito.
Después una tarde llegó mamá apurada por contarme algo, y me acuerdo que era un domingo porque los domingos no voy a la escuela y mamá va a la iglesia. Papá nunca va a la iglesia porque siempre se queda haciendo algo y tomando jugo de uvas pero bueno, mamá me contó esa tarde que el niño Jesús iba a venir a casa. Antes me había contado historias sobre cómo había cambiado al mundo la llegada del niño, que cuando se hizo más grande podía caminar sobre el agua, y de las personas que había sanado y salvado, y había hecho vivir otra vez a gente que se había muerto de verdad y de cómo él mismo había muerto, de que lo habían clavado a una cruz grande, grande, muy grande, pero que no le había pasado nada y había vuelto a vivir, y entonces yo le pregunté si lo podría abrazar y alzar y cuidar y jugar con él y ella me dijo que sí, y yo le creí.
Le creí, pero al otro día vino alguien de la iglesia, alguien que traía una foto de un niño con los brazos extendidos y ese, ese era el niño Jesús. Una foto. Una foto de porquería. Y no se puede abrazar a una foto. Ni jugar. Ni nada de nada.
Y después, un día cuando mamá ya no daba más de panzona, llegaste vos, y yo esperaba que fueras distinto, que fueras más grande para que jugaras conmigo, pero no servís para nada y, encima, culpa tuya, mamá ya no me cuenta esas historias del niñito que tanto me gustaban antes de irme a dormir, porque siempre dice que está cansada porque no puede dormir por tu culpa, porque lloras y querés mamadera a cada rato, y cagás y molestás. Y además, sos un aburrido.
Pero vos seguí durmiendo. Yo voy a ir a cerrar la tapa de la caja de herramientas, así papá no se enoja porque me puse a jugar con sus cosas y no se da cuenta de que le saqué unos clavos. Total, si al niño Jesús no le pasó nada, a vos tampoco. Además, me olvidé el martillo. Vos dormí. Yo ya vengo, así jugamos.
INo me agradaba la idea de golpear a una mujer. Cuando mi patada impactó su rostro, la pobre chica cayó al suelo con la melena alborotada. ¿Qué podía hacer? Zazil me había desafiado, me llamó cobarde frente a mis hombres. No hay orgullo en vencer a una mujer. —¡Vamos, Balam, acaba con ella! —la voz de Zazil se escuchaba decrépita. Había sido el mejor guerrero del clan de las águilas. Enemigos por generaciones de mi tribu, el poderoso clan jaguar. Aliados por necesidad, cuando Dzulum el Oscuro, apareció. Dicen que emergió de las entrañas de la tierra escapando del reino de los muertos donde había estado cautivo desde antes del nacimiento de las montañas. La chica se puso de pie. Tenía el labio inferior reventado, producto de mi golpe.
—Ahora verás su verdadero poder —dijo Zazil, antes de soltar su carcajada de anciano. Había algo más en su voz: orgullo.
Ella se abalanzó contra mí, esquivé el primer y el segundo golpe, pero el tercero conectó directo en mi plexo solar. Caí de rodillas. Era como si toda la energía de mi ser me hubiera abandonado. Antes de perder el conocimiento vi cómo el anciano le hacía unas señas con las manos, a lo que ella asentía con la cabeza.
II
Una fogata mantenía a raya la oscuridad. Fue lo primero que vi cuando recobré el conocimiento. Me acerqué al círculo que formaban mis hombres en torno al fuego.
—Qué gusto que estés de vuelta en el mundo de los vivos, primo —Yumil me tendió un cuenco con guisado de conejo. Mi estómago anunció con un sonido lo hambriento que estaba.
—¿Cuánto estuve inconsciente?
—Apenas unas horas. Esa chiquilla golpea duro.
La sombra de la vergüenza recorrió mi rostro.
—Es más fuerte de lo que parece —musité.
—Sin duda. Después de ti venció a Yaxkin, Acoatl y Pech al mismo tiempo. En combate tres contra una.
Zazil se acercó a nosotros. Mis hombres aún no se acostumbraban a la presencia de su tribu.
—¿De dónde salió la chica? —pregunté.
El me escuchó, pero no respondió la pregunta. En su lugar dijo:
—Abran el círculo en torno al fuego. Comamos juntos como una sola tribu. Ordené a mis hombres que así lo hicieran.
Mactzil —ese era el nombre de la joven— se sentó con nosotros. Era apenas una mujer. Su cabello era negro y lacio y sus ojos del color de las nubes que anuncian la lluvia.
—Eres una gran peleadora, Mactzil.
Comía lento y sin despegar los ojos de su cuenco.
—Ella no va a responderte —comentó Zazil, quien tenía una nariz grande y curvada y el rostro lleno de arrugas.
—¿Demasiado engreída para hablar conmigo?
—Mactzil es sorda —dijo un hombre mayor con un tatuaje que reconocí al instante.
—Wayak Pek, creí que su tribu estaba extinta.
—Casi —dijo el hombre, quien ahora abrazaba a una mujer mucho menor que él con una prominente barriga.
—¿Wayak Pek? —preguntó Yumil.
—Tribu del perro. Son transformistas.
—Mi nombre es Ikal. Mactzil y yo somos los únicos sobrevivientes de la tribu Pek. Hace dieciséis años el Oscuro invadió mi aldea. Yo estaba pescando. Cuando el ataque comenzó nadé a la orilla para luchar. Pero lo que presencié no fue una lucha.
—¿Qué fue lo que viste?
—Todo mi pueblo se arrodilló ante él. Parecían estar presos de un hechizo. Luego dijo unas palabras, pero yo no pude escucharlas, el agua se metió en mis oídos. Él pareció notarlo y les ordenó a mis hermanos matarme. Cuando me vi superado hui hacia el bosque. De alguna manera logré perderlos. Cuando regresé mi aldea era un cementerio. El césped se había teñido de rojo y se me dificultaba no pisar los cadáveres. Entonces escuché un llanto. No era uno normal, era pausado, interrumpido por ciertos jadeos.
—Eso explica por qué mi padre nunca regresó. Me parecía imposible que un hombre tan fuerte como él fuese derrotado. Pero si el Oscuro puede controlar a las personas con su voz…
—Es por eso que no hay guerreros que hayan regresado de un enfrentamiento contra él — comentó Yumil.
—Y por eso hemos sido condenados a movernos cada cierto tiempo —agregó Pech.
—Así es —dijo Zazil—, pero gracias a Mactzil eso cambiará. Ella es la guerrera perfecta para derrotar a Dzulum. La tribu del águila la acogió desde muy pequeña y la hemos entrenado desde entonces.
—¿Qué hay de los demás? —pregunté— Dzulum tiene huestes de esqueletos, pero ella no podrá pelear contra todos, y si vamos, es posible que nos fuerce a luchar en su contra.
—Ya lo he pensado.
Y en el rostro de Zazil se dibujó una sonrisa que más tarde sería contagiosa.
III
En el norte veneran también al dios Kukulkán, solo que con otro nombre. Cuentan una historia sobre la vez que viajó al reino de los muertos. El señor de los muertos le dijo que lo dejaría marchar si hacía sonar su caracol. Pero era una trampa: el caracol no tenía agujeros. El dios supo de la jugarreta y llamó a los gusanos para que hicieran agujeros y a las abejas para que le ayudaran a hacerlo sonar. A nosotros también nos ayudaron las abejas. Con la cera que producían fabricamos tapones. He de reconocer la sabiduría y astucia de Zazil quien demuestra que los años pueden quitarte el vigor pero nunca la voluntad.
Era una noche nublada cuando atacamos la guarida de Dzulum. Era un enorme jaguar de pelaje negrísimo, cuyos ojos de jade eran lo único que se distinguía en la penumbra. Vivía en una cueva cercana a la cascada que alguna vez fue de mi aldea. Cuando advirtió nuestra presencia, lo vi mover los labios. Luego abrió su boca, lanzando un rugido que apenas escuché. Decenas de esqueletos llameantes brotaron de la tierra: los huesos de sus enemigos caídos.
La horda de esqueletos nos atacó. Pero yo avancé golpeando con mi macahuitl a diestra y siniestra, y logré abrir un camino entre los enemigos. Mactzil iba detrás de mí, cubriéndome las espaldas. Tres enemigos nos separaban de Dzulum. Uno de ellos me mordió el hombro. Como su cráneo estaba en llamas, al dolor de la mordida se le agregó el de la quemadura. Mactzil me lo quitó de encima quebrándole su cráneo con las manos desnudas. En ese momento entendí que ella había dedicado su vida a un solo propósito. Esta noche, cualquiera que fuera el resultado, era el motivo de su existencia.
Me sentí pequeño y después culpable. Mis pensamientos me distrajeron de los ataques, pero la joven se las arregló sin mi ayuda. Pensé si alguna vez había amado. Si tenía otras metas o si en alguna ocasión había renegado de su destino. Parecía muy decidida, absorta en su misión. Dzulum era aún más imponente de cerca. Mi consciencia me invitaba a participar. Ayudar a Mactzil en la batalla. Pero mi cerebro, tan astuto, desconectó mis piernas del sistema.La joven esquivaba los frenéticos ataques del Señor Oscuro. Incluso logró conectar un par de golpes. Pero era como golpear una montaña. Si le dolían, no lo demostraba. En cambio Dzulum ya había derribado a la huérfana un par de veces.
La sujetó de la cintura y la levantó con una de sus enormes manos. En ese momento corrí hacia él, pero ni siquiera pude tocarlo. Con su mano libre me arrojó lejos. Uno de mis brazos quedó ensangrentado. Me puse de pie como pude. Ella gritaba, parecía que en cualquier momento la quebraría, como la boa cuando enreda a su presa en un abrazo mortal. Entonces vi el halo de luz descender hacia ella: una señal. ¿Acaso los dioses habían regresado? El firmamento era parcialmente iluminado por una luna llena. Mactzil comenzó a sacudirse como tiembla a veces la tierra. Sus músculos crecieron y se libró del agarre.
La mujer lobo le aulló a la luna. Después derribó a Dzulum, a quien ahora parecían dañarlo los golpes. No solo eso, se veía lento en comparación con la joven. Cuando vi sangrar al Señor Oscuro supe que su caída era inminente. Los esqueletos comenzaban a moverse de manera errática. De un zarpazo, Mactzil (o la que había sido Mactzil), rajó la cara de Dzulum. Luego le clavó sus garras nuevamen - te, perforando su estómago. Cuando estuvo en el suelo, el Oscuro fue destazado con frenesí. Ella no se detuvo hasta remover cada trozo de piel de los huesos. Quienes sí frenaron su avance fueron los esqueletos, que volvieron a la tierra.
IV
Contamos la historia de la caída de Dzulum a las nuevas generaciones. Una historia sobre cómo la unión hace a la fuerza y la discapacidad puede ser una bendición. Sobre cómo la luz puede brillar aún en la más oscura de las noches y delante del demonio. Nuestro hijo Zazil está aprendiendo esto. Algún día será el jefe de la tribu y contará con orgullo cómo su madre venció al más poderoso enemigo.
—Abran el círculo —les digo—. Compartamos los alimentos como en aquella noche. Nuestra unión nos hace poderosos. Si estamos juntos en torno al fuego, las sombras no volverán jamás.
José Manuel Ruvalcaba Cervantes
Pedaleaba su bicicleta taciturno como siempre. Con serenidad inmutable. Mirada al frente, ajeno a los sucesos de su alrededor. Todas las mañanas se dirigía al trabajo desde hace más de 20 años, con su camisa blanca desabotonada dejando entrever el vello en pecho jamás poblado como él había deseado en sus años de pubertad. La gorra azul lo hacía inconfundible. Parecía vestir uniforme, pero en realidad era un hombre sencillo que gustaba de la practicidad. Todas sus camisas eran blancas y las gorras azules. Sus botas, bastante toscas para un par de pedales que presionaba algunas veces al día, negras. Sus pantalones sí variados: tres negros y tres azules.
Su casa estaba ubicada a ochocientos cincuenta metros de distancia. Una calle totalmente recta, el camino de siempre. Por las mañanas viajaba de frente al amanecer. Apreciaba por unos instantes el ascenso del Sol. Los vecinos madrugadores se preguntaban, hace más de 20 años, por qué razón este hombre apacible y sereno iba tan temprano a un trabajo con libros. Aquí la lectura importa lo mismo que un sueño muerto. Con el paso de los años, acostumbrados a su transitar matutino, dejaron de cuestionar el motivo del hombre por arribar sin retraso a la biblioteca del pueblo. En su juventud ni siquiera imaginó un futuro distinto al común de los jóvenes de la comunidad. La mayoría, al terminar la educación primaria, se integraban a las labores del campo. Los menos, continuaban sus estudios secundarios para retrasar el momento de iniciar la vida del labrador. Y las mujeres estudiaban hasta encontrar marido o un trabajo en alguna de las casas respetables; lo que el destino dictara primero.
Fue una mañana bellamente bañada por los primeros rayos de luz del Sol. Él, entonces un jovenzuelo, pedaleaba el velocípedo que le acompañaría hasta el final de sus días. Como siempre, serio, mirada fija y ajeno a su entorno. En su mente se escondía un mísero fragmento de alegría por finalizar la educación secundaria. Y allí, en ese minúsculo espacio del duelo entre el pensar y el existir, cabía la pregunta: “¿Qué se sentirá estudiar el bachillerato? O mejor aún, ¿cómo será estudiar una licenciatura en la capital del estado? ¿Ser como el médico o los profesores?”.
Sin dar más segundos a esos pensamientos, llegó al edificio que hasta al día previo lo albergó como estudiante. Recogió la hoja que certificaba la culminación de la secundaria. Emprendió el regreso. Al pasar por la plaza principal del pueblo, escuchó: —¡Tú! El de la bicicleta. ¡Ven pa’cá!
El alcalde lo llamó. —¡Rápido! ¡Rápido! ¡Ah, muchacho atolondrado! —aturdido por el llamado, se acercó empujando su amado vehículo de dos ruedas. —¿Te interesaría tener el gran honor de servir a tu pueblo y ser el encargado de esos cachivaches? —el alcalde señaló hacia el interior de Palacio Municipal. Había una gran cantidad de cajas con libros. El joven aún sin comprender, admiraba cada caja. No entendía. —¿Sí o no, muchacho? Decídelo ahora que urge encontrar un encargado de esos papeles. Es un encargo del Señor Gobernador, quien me dijo que el Señor Presidente ha dado la orden de que todos los pueblos tengan su librería. Y necesitamos a alguien pa’que lleve el registro de lo prestado y pa’que los ordene. —¡Ah! Será biblioteca, Señor.
—¿¡Qué!?
El joven, acobardado, pronunció: —Biblioteca, Señor, será biblioteca. —¡Será el sereno! Necesito a alguien que sepa leer y escribir. Y pos tú eres el primero en pasar y veo que traes certificado de secundaria, lo cual me dice que eres de esos pocos del pueblo bien entendido en palabras.
Y así, este joven, ahora hombre, se hizo responsable de la biblioteca municipal. Desde los primeros meses estaba entusiasmado por el compromiso. Los lugareños no entendían la necesidad de un responsable para cuidar libros, para ellos bastaba dejarlos en sus cajas por allí en alguna parte; un rincón de Palacio Municipal. Finalmente nadie esperaba acudir a pedir en préstamo uno de tales objetos.
El bibliotecario no escondía su emoción por los libros al interior de la pequeña habitación que le fue asignada en Palacio. En ese lugar se le podía ver sonreír, se sentía libre y no escondía la emoción cuando sus ojos se iluminaban con palabras o al aspirar entre las páginas de los libros cual enamorado bebe el olor de las flores. La alegría y aquella pregunta que habitaron su pensamiento antes de tener entre manos el certificado de secundaria, aquí tomaron forma.
Entre los libros el bibliotecario experimentó una cálida emoción. Algo recorría su cuerpo hasta llegar a la mente donde las palabras escritas constituían imágenes de historias fantásticas, donde las sensaciones creaban emociones jamás imaginadas. El joven bibliotecario pasó las primeras semanas organizando los libros en diversos estantes clasificándolos por temas.
Los colocaba de acuerdo con el pequeño instructivo que el Señor Presidente ordenó imprimir justo cuando exhortó a los gobernadores a construir bibliotecas en cada rincón del país. —¡Sí! ¡El Señor Presidente! ¡Qué emoción sostener entre las manos el instructivo que el mismísimo Señor Presidente dispuso imprimir! —¡Imagina, mamá! ¡El Señor Presidente ordenó la impresión! Es como si en cada palabra me estuviera hablando —decía emocionado mientras su madre lo miraba con clemencia. —Pobre incauto, le robarán su juventud y su vida —pensaba ella.
El bibliotecario no perdía la esperanza. Algún día las personas ingresarían a ese rinconcito del Palacio Municipal para solicitar un libro en préstamo. Noble alma, nadie en el pueblo, incluida su madre, comprendía su labor, aunque él sabía que era de gran importancia. Más allá del orgullo y honor de atender las indicaciones del Señor Presidente, sabía que su trabajo consistía en ser el guardián del saber, custodio de la palabra escrita, protector de la fantasía, vigilante de anhelos humanos impresos.
Su esperanza se fortaleció aquella mañana, un par de años posteriores al aceptar tan noble labor, cuando el alcalde le anunció de su nuevo espacio en la recién erigida Casa de la Cultura. —¡Ándale, muchacho! Te vas a mudar a un espacio grandote para que no te llenes de hongos aquí en esta pocilga —. La nueva biblioteca poseía un tamaño veinte veces mayor en contraste al reducido espacio de Palacio. En su entrada se leía, con bellas letras talladas en piedra volcánica: Biblioteca Juan Rulfo. A través de enormes ventanales se veía directamente la plaza principal y sus bellas jardineras. Al otro lado, la colosal iglesia.
Ya no pasaría desapercibida la existencia del recinto sagrado de los libros. Los ventanales atraerían la atención hacia el contenido de la biblioteca. A través de los cristales la biblioteca invitaría a pasar. Dentro sería inevitable resistir tomar un libro y adentrarse en las palabras. —¡Por fin habrá lectores! —se decía a sí mismo. Organizados los textos en nuevos estantes, el bibliotecario esperaba en silencio. Pasaron días, semanas, años. Solo él irrumpía en la biblioteca, se escuchaban sus pasos, fuertes y marcados por la pesadez de sus botas. Únicamente él tomaba los libros entre sus manos y se adentraba en la lectura. Eran solo él, la biblioteca y los libros. La esperanza seguía allí, dentro de sí, alimentada por el ostentoso sitio destinado a los libros y por el bello amanecer que día con día apreciaba al pedalear la vieja compañera.
El tiempo, insensible a la esperanza y sueños del hombre, avanza sin detenerse. Los años transcurrieron, y en la Casa de la Cultura los visitantes asistieron exclusivamente a reuniones del único partido político. Ni por curiosidad se asomaron a la biblioteca. La majestuosidad del edificio llevó al alcalde a concebir una idea: emplear la Casa de la Cultura como oficina administrativa del partido que él representaba y hacer de la biblioteca la presidencia del partido. Sin más, informó al bibliotecario de su nuevo destino: —Es mejor así, lejos del bruto dictador, autonombrado amo y señor del pueblo —pensó con desdén. El nuevo espacio estaba en la calle de la alameda, la última del pueblo. Paralela al río. Aquella donde el bibliotecario pasó la infancia y que sería la única calle que a partir de ese instante recorrería el resto de su vida.
Una mañana camino al nuevo y olvidado refugio de los libros, mientras pedaleaba y sentía el calor del amanecer en su pecho, una idea esplendorosa invadió sus pensamientos. Escribiría un libro, una extraordinaria ficción histórica sobre el pueblo. Una obra excelsa sería el gran atractivo para los pobladores, quienes, por curiosidad de ver la creación literaria en honor a ellos, asistirían a la biblioteca. Sí. Estaba dicho. Esa mañana inició el manuscrito. Transcurrieron las horas, los días, las semanas y el humilde bibliotecario ahora no sólo era protector de la palabra escrita, también era creador. Leyó el texto una y otra vez, añadió detalles, corrigió y eliminó fragmentos.
Fuera de la biblioteca las personas se hartaron. Un día, sin saberse porqué, decidieron votar por el compadre del alcalde. Revueltas en favor y en contra del máximo representante del partido, líder y benefactor del pueblo según él mismo y sus tantos ahijados. “¡Fuera, traidor!”, “¡Muere, tirano!”, fueron algunas de las consignas que desgarraron las cuerdas vocales.
Sin pretender crueldad e indiferencia, los conciudadanos del bibliotecario hacían lo suyo: vivir y transcurrir sus días. Él, por su parte, se desempeñaba en lo que mejor sabía hacer desde hacía un largo tiempo: producir frases escritas. Ajeno a los acontecimientos recientes, seguía narrando la historia de sus congéneres. Ensimismado en su cometido, olvidó ir a casa. Inmersos en sus labores, sin intención de acudir por un libro en préstamo, los pobladores olvidaron qué fue de la biblioteca, de los libros, del bibliotecario. La biblioteca, ahora, también lo albergaría a él, visitante exclusivo.
Era la noche tercera del mes dos del 2021, un día después del cumple del abuelo, pero todo era confuso a esa altura de la noche. La fiebre era intensa y no era fácil ir al hospital o al sanatorio. “La culpa es del COVID-19 y del Karaí1 que tienen todo paralizado”, eso decía mi abuela. Yo volaba de fiebre, me quemaba por dentro y mi abuela decidió: “Mejor un viejo remedio casero”.
—No, abuela, no, eso es oloroso… ¿Qué es? —le dije.
—No te preocupes, te hará bajar la fiebre, querido —me aseguró.
—¿Pero qué es? Es oscuro… —dije buscando evitar tomarlo...
—Es vino caliente con semillas de sandía. Un té que te bajará la fiebre y mañana estarás como nuevo —aseveró con voz firme mi abuela.
Recuerdo cuando trajeron al niño rubio de rulos. ¡Cómo no lo voy a recordar! La guardia estaba casi tranquila. Era domingo por la noche. Casi la hora en que empezaba el lunes. Había tomado el turno de 48 horas y entraba para cumplir con el segundo día. Estaba cansado, pero lo recuerdo bien. El pequeño deliraba. Temblaba como nunca vi temblar a nadie. Le aplicamos una dipirona y se le bañó para ayudar a bajar la fiebre. Se le extrajo sangre a la mañana temprano para estudios preliminares. Estaba confundido por los signos. Tenía fiebre alta, exhibía cansancio y tenía una tos seca improductiva.
La abuela, para empeorar las cosas, le había dado su vieja receta para bajar la fiebre… Sí, una horchata de semillas de sandía con vino tinto. Alguna sustancia —que no supimos detectar a tiempo— le provocó una reacción adversa.
El niño dejó de respirar sobre la mitad de la jornada de mi segundo día de turno.
“Pobre mi chiquito... La fiebre lo llevó. La fiebre lo llevó. Hice lo que sabía hacer. Curé a todos mis hijos siempre con el mismo remedio…”, se repetía una y otra vez la mujer de alba y larga cabellera, mientras se tomaba de la cabeza al ver cómo se llevaban a su nieto con la sábana tapándole todo el cuerpo incluso el rostro, mientras lo trasladaban por el pasillo hacia la morgue del hospital, dos pisos más abajo.
Muchos vieron a esa abuela venir y lamentarse por días frente a las puertas de la morgue. Y de repente un día dejó de llorar; se detuvo, no volvió a venir y no se la vio más. Sin embargo, algunos cuentan, yo no sé si es o no verdad, que junto a ella estaba un niño rubio de rulos que la consolaba. Por alguna razón una suerte de luz lo iluminaba en ese momento. No sé, nadie me lo supo contar con detalles, sólo que era como una luz muy clara que lo iluminaba, saliendo no se sabe de dónde. Y no volvió la mujer a aparecer. Pero algunos dicen que al niño cada tanto se lo ve en los pasillos del hospital muy cerca de la morgue. Cuentan que pasea por los pasillos de la planta del subsuelo, especialmente por donde entra una suerte de luz que viene de una ventana que comunica con la zona de la calle.
—Yo le dije a la abuela. No… eso es oloroso. Pero ella insistió. La botella que usó era una de las que el abuelo solía mantener escondidas en el sótano donde destila sus bebidas espirituosas.
Caballería oscura
La lluvia cae sobre el malagradecido caballero de las quintas artes. Se encuentra encarnado haciéndose el verdugo de una herida viva: cuando la verdad es una mentira.
Festín de buitres
El campo de batalla está contaminadísimo de memorias pujientes, pactos ocultos, inciensos desnudos y de algunos gusanos a la espera de un corazón abierto.
Hay reyes de capa roja suturándose las monedas de oro, divorciándose del tiempo, convirtiéndose en el poco pan que queda y que el carroñero precisa a negociar a carne viva para no morir de hambre.
Beso de miseria
El placer es importante siempre y cuando la herida no explote, pues a espera queda a flote el escribano de labios marchitos. Y entonces, el vacío se presenta sepultando al beso de terciopelo y a una que otra dama tornasol que sumerge en la oscuridad a este palacio coronado a la antigua.
Mi nombre de pila es Egaeus; no diré mi apellido.
1 Crujen como crujen las pajas. Se arrastran, se empujan: remolino del diablo”.
2
Claras y oscuras suben por el aire. ¡Humareda!
3
Las mujeres las barren y los hombres las levantan, pero caen como gotas de sangre.
AMOR A MÍ – (Quien se ama, no se destruye)
Esto no es egocentrismo sólo es saber que el amor primero al yo es primor y ya después, con altruismo rebosando el optimismo al mundo las emociones las damos con ilusiones…. así se ama en pareja no a una dispareja así, se le dan los dones. Ese hombre no te ama y a ti esa mujer tampoco no es que Eros esté loco si en la madrugada hay llama no estará justa la flama no se debe dar cariño si se es joven cual niño a quien no sea “sólo yo” mi corazón me amó es a mí a quien yo aliño. Primero me amo a mí cuando ese amor florezca cual corona principesca entonces daré el sí a una persona así: alguien que me satisfaga que sienta que yo soy maga y que no mienta en los vientos que no me cuente mil cuentos persona que feliz me haga. Hay muchos engañadores que amar no pueden, no es cuento que mienten y en un lamento te dejan los muy traidores llorando mil desamores pues no supiste escoger ahora tienes el ser en un lamento metido estás llorando en tu nido te burlaron cual bebé.
Hugolina Finck
Si piensas que son traidores los hombres que has conocido eso es mentira, has sufrido por no darte tus loores por no darte tus amores por dar a un tipo loor por permitirle a un “señor” que tome tus besos fríos son sólo tus desvaríos los que provocan dolor. Si piensas que esa “dama” ha traicionado tus metas, te equivocas, las violentas palabras que te derrama carcajadas inhumanas te atormentan; juventud equivocas tu actitud en vez de amarte a ti mismo te hundes en el abismo aléjate de ese alud. No le des a dispareja lo que a ti no te has dado primero tú, y a tu lado estará Eros sin queja vigilará, ponte una reja y lograrás el amor en tu jardín bella flor que Felicidad se llama aromará tu mañana la llenará de esplendor.
TRES GENERACIONES
Aquí con ternura abrigo tus sueños diez o veinte veces en noche tranquila sobre mí das vueltas envuelta en tus velos porque en mí encuentras la gran armonía. También a tu hija albergué en mi seno me trajo visitas con animación hasta que un día un joven muy bueno
la vistió de blanco y se la llevó. Ahora reclamo a esa tu hija porque cuando pone a su hijito en mí lo deja desnudo y el bebé se orina soy cama, no taza ¡me lleva el devil!
OTOÑO
Una canción me musitas en mi oído dulcemente cuando en el parque, inclemente el otoño mustia hojitas la eleva, muy bonitas y las deja a nuestros pies nos invitan a yacer en esa alfombra crujiente que me musita impaciente: “Aquí hagamos un bebé”.
ZAFO
Una gota de miel en Mitilene escurrió de los rojo de sus labios la sonrisa de todas las mujeres anuló resabios.
Ese cuerpo espigado y armonioso que a Afrodita se inclina a loar al moverse imita lo glorioso imita al mar.
Mirtokleia, la joven glamorosa se refugia en el pecho de Safo y el efluvio que aroma a la diosa llega al ocaso.
Safo mira una rosa en lontananza muchas olas se estrellan con la roca y llegando con toda su prestancia cae en ola.
En Lesbos muchas féminas padecen por la ausencia de Safo, la poetisa las féminas de ahora la enaltecen dulce sonrisa.
CIRUELAS MÁGICAS
Los ciruelos casi estaban floreciendo y de rosa me pintaban los caminos eran mágicos recuerdos persistentes que llenaban el pasado de luceros y quitaban de la vida lo sombrío.
Recordé que me llevaste un cesto grande saturado de ciruelas muy jugosas eran cálidos recuerdos armoniosos
nos comimos la ciruela, mas sin hambre una sola ciruela, en las dos bocas.
HUELE
¿Qué huele tan horroroso? es algo que está encendido ese olor es espantoso asco, náusea, cruel camino. Lleva al abismo del cáncer conduce a la enfermedad empuja a vivir en valle de la muerte más fatal. ¿Qué huele tan horroroso? es la Muerte, es un suicidio está escondida en el fondo de un cigarro prendido.
LA BEBA
La carrera de la vida ganó mi espermatozoide él, se metió en la sonrisa de una vida ovoide.
Las dos vidas conjuntadas se convirtieron en mórula y en una alborada con fondo de barcarola… nací dando de lloridos y de dicha saturando a mi familia, a los míos… y pintándoles de blanco sus veredas, sus caminos porque una beba ¡es lo máximo!
NO ME CALIENTA YA EL SOL
Lágrimas desesperadas saliendo del corazón que ya no tiene ilusión que está enredado en las zarzas de espinas coronadas… así es ahora mi vida sin luz, marchita y fría mis lágrimas me desvelan como espinas se me entierran y me tienen en la ruina.
No me calienta ya el Sol titiritando es que vivo es un gélido gemido
el que me lleva al Seöl y se lleva el esplendor con el que quería vivir ahora puedo sentir que la vida me traiciona y como fiera leona me desgarra el porvenir. Trato de endulzar las lágrimas engañándome a mí misma y me digo que en la lista de Dios, estoy registrada como su hija premiada pero llegan los reveses y como altos cipreses que yo los trepe, me dicen me araño y las cicatrices de sus ramas ya me vencen. Yo te prometo Dios mío que en ti ya tendré confianza no perderé la esperanza si el dolor sale en aullidos yo acallaré los ladridos diciéndole al corazón: sólo la confianza en Dios te salvará de la ruina porque Dios, quien da la vida … a mi esposo se llevó.
DEMONIOS
Pobreza, secuestro, política féminas en el purgatorio personas las más oprimidas c on latigazos de demonios.
VIOLETA VIOLADA
Tiró al piso la maceta la maceta se estrelló una mano la elevó y besó la mata aquella de esa violeta tan bella la violeta no podía en aquel a mediodía huir de su atacador que deshojando la flor en mustia la convertía.
Ya deshojada violeta su atacador la soltó y el aroma se esparció por aquella plazoleta ahí la encontraron muerta
ahí su vida abrileña cual desposo sobre leña en ceniza convertida fue un canto negro a la vida un reclamo a la violencia.
EN EL RÍO
Eros me acaricia y tú a mi lado dulcemente con tu natural sonriente me revelas tu actitud pues tu amor es un alud en la noche y en el día así me das tu alegría y yo recibo tus besos y te entrego mis anhelos con una alegre sonrisa. Es que el amor floreció se entremetió en nuestras vidas vivimos las armonías del amor que nos brotó cuando el río nos juntó a tu cuerpo y al mío en la tibieza del río al caudal de la pasión… es por eso que sonrío.
DE LA MEDUSA A LA MUJER
El mar rico en moléculas hirviente de organismo danzaba en horas plenas sin ya nunca descansar. Las medusas nacieron flor-alga desprendidas con notas de salterio vibraba el verde mar.
Radiantes y finísimas y casi transparentes de la vida las minas tuvieron que brotar
Gelatinados cuerpos con una sola boca bellísimos luceros de vida al despertar.
Medusa primigenia tú un solo orificio usaste en la amena labor de alimentar. Ese mismo orificio sirvió de propulsorio para tener oficio de alimento buscar. Ese mismo agujero expele corrosivos que matan enemigos tu arma es defecar. Hoy la naturaleza caminos nos señala admiro la grandeza que tiende a elevar. Perfecciona organismos con multiorificios aleja el cretinismo e inclina a meditar… que los moluscos usan tan sólo dos hoyuelos con el primero chupan alimento del lar. Los caracoles hoyos tienen tres solamente
hermafrodita modo tienen para ayuntar. Las aves aberturas tienen cuatro por todas y sus seis hendeduras mamíferos gozar. El homo masculino seis hendeduras tiene con siete mujer viene el mundo a coronar. Por eso las mujeres vivimos en laureles estamos orgullosas de evolución reinar.
SOR JUANA
Al cálamo currente ella escribía vaciando su pasión en un cuaderno cantando las acciones que vivían en ámbito misógino en su tiempo.
Así el chovinismo ella describe culpando a los que no tienen vergüenza defiende a la fémina que vive las grandes injusticias de la época. Sor Juana, la doncella intelectual que mira las sociales injusticias critica de los hombres la moral y canta con su pluma agonías ideas de ignorante vendaval que saturan el ambiente de las niñas.
EN MI CABECERA
En mi cabecera un libro prevalece es la Biblia y cuando mi mente temblando se entristece dice que ría mis ojos leyendo en ella se embellecen cardio palpita.
MI HIJITO
Fue sólo por treinta abriles que la vida me dio un hijo con sus sonrisas gentiles con su corazón tranquilo. Siempre me hizo muy feliz pues quiere mucho a su madre y así la vida en desliz me metió en algo importante. Pues ahora mi hijito está medido en el clóset me dice que desde inicio de su vida, ya conoce que un hombre nunca ha sido en mujer, se reconoce.
VIDA SIN COLOR DE ROSA
Como hojas que en el suelo caen tus lágrimas de rocío imitando a los ríos
aumentaron mis pesares esos son todos mis males pues los mares de los ríos reciben caudales fríos que aumentan sus aguas densas y esas lágrimas tan tensas dañaron el sueño mío.
No, mi niña, no, hijita no quiero verte llorando no deseo que ese malvado llanto, en tu carita brote, no, que remita porque una nena tan dulce merece vivir ilustre y nunca vivir afrentas ¡Rechaza toda reyerta! no te sientas momo luces. Porque en ti no hay maldad quiero verte muy feliz y que tu cielo en desliz bañe del azul tu plan y tu meta en vendaval de planes y de ilusiones tenga de dicha pasiones tenga felices vivencias y habiten en tu conciencia miles de triunfos enormes. Un arcoíris te auguro vencerás, eso lo sé porque yo puedo leer en ti muy bien tu futuro triunfarás, eso es seguro porque tu trabajo es bello es un arte plañidero que destaca, que transmite que saca de todo límite que alegra todo sendero. Tú defiendes una causa y te juro estoy contigo yo soy tu mamá y te digo triunfarás en esa alianza de arcoíris plagada las personas como tú ya son una multitud y tienen valores miles los trans, personas sutiles dan al mundo mucha luz.
Te miro
ocupas el centro de la tarde que se deshace dorada.
Te oigo en la risa de la fuente en el revuelo de voces gorjeos y zumbidos en el barullo de aromas. En el banco junto a la tipa que chispea amarillo mi boca abrasada encuentra tus labios fríos tu mano esquiva.
Te oigo y no quiero escuchar te veo y no quiero mirarte partir te busco te espero.
Averías mis ojos cansados capitulan la realidad se contrae en nubes y olvidos mi cuerpo reclama
el hombro que partía las aguas en suelta de burbujas ahora grita
la cadera que recorría senderos de pedregullo ahora gime.
Temo a la noche y a sus desvelos a fantasmas de añoranzas y destellos temo a las palabras que huyen y que no encuentro.
A veces
A veces nos sentimos solos. Solos los dos en este mundo. Serán las distancias. Serán las ausencias o la niebla espesa. Giro mi cara hacia vos. Nuestros ojos se encuentran. Húmedos.
Entonces esbozo una mueca. Una media sonrisa. Qué suerte que estamos juntos, digo.
Y busco tu mano, bajo las sábanas, para acariciar tus dedos velludos.
Duelo transitaste la casa silenciosa fría definitiva ibas detrás de sus huellas ibas detrás de él
tiraste
sus sábanas su última muda tiraste el jabón que lo lavó
la máquina que lo afeitó su perfume ¿cuánto tarda en disiparse el olor del que amamos?
guardaste en la biblioteca
el libro abierto sobre la cama deshecha guardaste en cajas de cartón
fotos lapiceras su anillo los anteojos su reloj ¿cuánto se tarda en aprisionar las cosas del que amamos?
pusiste las cajas en su placar y sellaste con llave ese reverbero de recuerdos como si pudiera contener todo todo el dolor
nunca imaginaste que se colaría en tus sueños.
UNA MENTIRA
Siento, en esta noche de cielo enfebrecido, una extraña y repentina tristeza, cual asomo de un ciclón en el mar. El paraíso prometido sólo fue una ilusión, el arcoíris que creí siempre sucedía a la tormenta, no salió. Las alas que con tanto espíritu pude construirme, se rompieron. Los amaneceres perdieron su luz y el olor de la brisa del verano se fue. Sólo ha permanecido un intenso frío en el corazón, el amargo sabor de un desencanto, la certeza de que los días y noches son oscuros y mi mundo una mentira.
AMOR ES...
El amor es la respuesta de miles de intentos fallidos y una solitaria esperanza, es el recuerdo nebuloso de él(ella), es pronunciar su nombre en otro idioma, ocultarlo, e s el naufragio de una hoja
abandonada en el desierto.
Amor es una foto del cadáver de una flor sin espinas ni pétalos, sin ayeres ni futuros inciertos, es la nube transparente mirándote desde arriba, sin poder siquiera tocarte.
Amor es devorarnos el alma y expulsarla en los escombros de aquel ser que un día fuiste.
RECUERDA
Antes de que me vuelva arena en el mar de tu olvido, recuerda cómo te amé:
Con los ojos llenos de luces y el corazón ardiendo.
.
Antes de que me abrace tu frío, recuerda cómo te amé:
Desgarrándome la piel por tus besos y perdida en el abismo de tus caricias.
Antes de que al silencio lo cubra la sombra, recuerda cómo te amé:
Con los ojos cegados por la ternura, y mi alma arrancándote gemidos de eternidad.
NOSTALGIA
Todavía existe el espacio en mi corazón que cavaste para habitar ahí, cierro los ojos y muero en los tuyos, mariposas hambrientas sacian su sed; ellas sonríen mientras yo, tendida estoy, en mi memoria fragmentada de ayeres, oyendo la melodía de olvido salir de tus labios, —cerezas maduras— que provocan mi sed, que horadan el agujero azul en mi pecho y las noches las vuelven eterna congoja, pero también largos ríos que matan de ternura como lágrimas de alegría en tiempos de miseria.
Mejor dibujo una sonrisa a la vida, pues elijo todo, menos recordar tu nombre, ignorarlo todo, menos tu amado recuerdo; pues te he pensado tanto, aquí, en mi mente, que nada me quedó de ti, sólo la sombra de lo amado, el eco del olvido.
TODO PASA
Pasan los otoños marchitados plagados de hambre y de nostalgia.
Pasan los segundos de pena, de secos labios que mueren de viejos. Caen las gotas saladas desde el grito silencioso de quien mira por el ventanal. Y la marejada de arrugas en mis ojos me dice...
¿Qué será de mí mañana c uando ya no me sostenga tu recuerdo?
¿Qué habrá más allá del olvido, de lo inasible y lo entrañable?
El tiempo repite un nombre nombre que sólo el fuego pronuncia y calla; nombre que con crueldad anuncia, que sin amor soy sólo un cuerpo sin vida. . TUMBA
Con las ruinas de tu amor edificaré una tumba, cada piedra será un recuerdo, cada grano de arena las lágrimas que regarán los versos que broten como flores de lo que queda de éste, mi corazón destrozado.
.
LA ESPERA
Quieta estoy, hermosa, fría y sola, esperando a quien no viene, tan intangible como una rosa que, de esperar la primavera, pereció. Este triste hábito mío de esperar, tan sublime y agridulce que te oxida las venas, que te seca y envejece el alma. Le quise, lo esperé, y las canas tiñeron mi sien, y de esperar un poema, mis sentidos enfermaron y de llorar, mis ojos quedaron sin luz, y de agonía, el azul perdió el cielo, y hasta de olvido el polvo murió. . -RNE.
La princesa sueña con su dulce amado, en sus ojos brilla la emoción de la luz azul, su cuerpo trémulo, adolescente, vestido de tul, suspiros vehementes brotan de su corazón enamorado.
.
La princesa peina su dorado cabello con peines de plata, llora su sonrisa de perlas con sabor a fresas llueve el rocío en su cara de ternura con olor a rosas, y en su boca deseosa resalta el color escarlata.
. La princesa no duerme y se asoma a la ventana en la espera el reflejo de la luna ilumina su alma, un lucero que reluce la besa en la calma y se queda embelesa con la brisa de la mañana.
Sueña la princesa en volar con el viento, desprenderse de diamantes y del dolor de su cautividad, para recuperar y abrazar a su amor en la eternidad, y entregarle la emoción de su sentimiento.
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