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Infortunio por Marisol de Jesús Ramírez Cruz

por Marisol de Jesús Ramírez Cruz.

I

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Presagio desierto

Tan pronto suspira el aire

Por bocanadas de cielo

Tomadas por líneas de velo

En la espesa umbra de desaire

Tan pronto se desvisten las ramas

Sostén del destino que me aguarda

Y que se desliza como una sarda

A causa del incendio provocado por las llamas

Hurgando en la herida profunda

De mi piel adusta,

Cavidad de clarividencia oscura,

Se encuentra la gracia pura

De esta desgracia dura

Que me aguarda, como pleura

Quiero huir de las corrientes de hielo

Ocultándome entre los rayos nacidos

De lo alto del cielo,

Recorriendo cada sitio-nido

A través de los fluidos crecidos

En los cauces del suelo

Quiero nacer de manera continua

En el tallo de la flor más viva,

Quiero morir de forma continua

En el tallo de la flor más seca

Y quiero sentir también la brisa

A consecuencia de tormentas,

Alejadas a mi cuerpo atormentado

Pues ha sido inútilmente destrozado

Acusado, lastimado

Por decisiones cruentas

Y sin embargo aún merezco,

Deseo reclamar derecho

Por culpa del rechazo de este hecho,

Que aflige inoportunamente

Cada tejido de mi cuerpo,

Cada porción de mi mente

Cada partícula de ente

Que, erróneamente, se ha deshecho

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II

Gabela del cielo a mi persona por mi vida

Sustancia tendida, capa nocturna Ilumina cada una de las cosas que se escapan

De esta trampa, que es mi boca

Relieve uniforme, de bordes tejidos

Expón cada una de las cosas que generan

Cada núcleo florecido en mi memoria

Cielo colorado, morado: azulado

Sin límites con gracia sonríes

Ante las desgracias cometidas por mis manos Intoxicando cada forma gaseosa generada

Por los suspiros de las formas que yo he amado

¿He amado o he querido, divina gracia?

Porque no recuerdo, ¡oh mi memoria!

Ninguna mano sosteniendo mi insultada calma,

Ningunos labios degustando mi absoluta desgracia

¿He amado o he querido, absurda falacia?

Porque no he tocado corazón más lastimado

Que el que cesa los latidos en mi desgarrado pecho

Cuando el sol te ha abandonado en las horas olvidadas del día

Y sin embargo, iluminas, cansada

Soberbia, celeste luna

Las cosas que se posan, primorosas

En los anillos, pupilas

De mis desdichados ojos

¿He amado o he querido?

Porque no recuerdo cómo se sentía

El ser tocado, apreciado P

or estos dedos arrugados

¿He amado o querido, hermoso cuerpo mío?

Porque no he sentido ningún abrazo

De ninguno de los brazos que me han sometido

¡Oh, memoria mía!

¿Será acaso que nunca he amado ni querido?

III

Elevación perpetua

Mis labios han sido tan pronto sellados

Pues antes han pronunciado no-permitidos cantos

Y culpable es la culpa misma

Porque de ella expío mis pecados

Dices que no creo oraciones de rezo

Y que no creo en las deidades de mi credo

Entonces, señor agraciado

Elevado y adorado

¿Por qué haces de mi vida Tan insoportable calvario?

Si mis manos, adornadas

Sólo pretenden acariciar tu templo

¡Oh, señor exento de pecado!

Arrebata de mi cuerpo los placeres

Si me has dicho a los oídos,

Perdido, enojado

Todo lo que no ha sido en tierra escuchado

Desátame del cuerpo que me has dado

Y olvida mi memoria tanto como te he olvidado

Porque no rezo, tú, negada figura de odio

Las mentiras que con tinta has sembrado

Arráncame, pronto, las manos

Y arrebata de mis ojos su gracia

Porque mi lengua, hasta la garganta

Repudia cada cosa que has tocado.

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IV

Vientre despojado por inmunidad del ente nacido

Perpetuo criminal de la inmundicia

Nacido del ya florecido miedo,

Ha sido crecido como presencia ubicua

Y se ha tornado como alma inocua

Medrado a constitución de la gracia

Por culpa del creído temor abatido

Pavoroso destino meneado

Péndulo continuo del viento

Susurrado por los labios del nacido

Presente como ente invocado

Sin matices de tiempo olvidado

Se acerca esa presencia ubicua

A causa de esta mente oblicua

Teñida de un pensar que vanilocua

Por culpa del frío de las hojas

Que portan una gracia somnílocua

Cercena esta esencia la vida

Por medio de las venas abultadas,

Ahogada por materia espesa colorada

Surgida a causa de intenciones anudadas

V

Sabbat

Háblale al maestro, al artesano

Te dirán con susurros silenciados

Pregúntale con deseo exorbitado

Y agradece cada uno de sus pasos

Pintan trazos con la ennegrecida punta

De las uñas crecientes de cada dedo deformado

Ubicando y señalando

La creencia de su ser amado

Alabado y entintado:

Maleficio infame endemoniado

Crean círculos danzantes,

Adornados con las llagas apelantes,

Al son de las campanas paganas

De creyentes puros del alma

Dolientes por el juego del pecado,

Procreado en lo promiscuo del encanto

Le prometen la impureza en el acto

En su aquelarre celebrado

Bebe del cáliz de su cuerpo,

Te dirán con los labios desgarrados,

Come de lo que ha consagrado

En ornamentos oxidados

Ya que han sido elaborados

Con el peso de sus cuernos afilados

Es el demonio encarnado,

Evocado por el ruido exacerbado

De cada hija e hijo excretado

De su cuerpo desnaturalizado

Escucha, cede y participa

En cada ritual, hechizo y orgía

Pues pronto todo culmina

En el ciclo mortecino de la luna,

Que ha sido desde siempre su cuna

Desde el inicio de la una.

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