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13 poemas por E. Jesús D. Bracamonte.
from Nudo Gordiano #13
por E. Jesús D. Bracamonte.
I
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Es una granada completa,
es una fruta roja, abierta, sonora
se queja,
y es un oído subterráneo
completo en su uniformidad y es todo uno.
Desnuda con agua de serpiente estás sola,
así, desnuda, arriba, abajo, con el hombre en ascuas,
con el otro hombre en la cabeza,
con otro hombre entre el pecho,
con su ambigüedad amarga te fastidia y te lo sacas de un golpe abierto
como suplicando de rodillas, una luz roja para tu menstruo.
Pero yo no sufrí con esto, encantado me inflé de hinojo,
con su sépalo inflexible el pomo duro y rojo,
la granada dura y roja,
la flor dura y roja.
Era un oído blanco subterráneo clavado de tierra,
una flor compuesta de otras flores,
granada completa, edificio completo, pierna completa.
Conteniendo encima con las nubes una gigante cadena,
y tu cadera de absceso.
II
Tienes los pies fríos.
Tu cabeza está dormida, y no me oyes.
Así mis ojos taladran tu camisa,
y tú no sabes que estoy vivo.
Estás callada.
Estoy también callado, como ballena.
El corazón te sube por las piernas,
y tus nalgas están frías como leche.
Tú sabes que en mi cama estás dormida,
y tus ojos no se abren al mirarme
aunque estés despierta.
Tú estás dormida, pero este cuarto es una granada.
Tú estás dormida, pero las paredes llenas de metralla.
Tú estás caliente y fría algunas veces, pero yo estoy siempre solo.
III
¿Qué dirán en el registro sibil (sic)?
Hay que dejarlos ir,
y firmar unos papeles.
Sí hay quien venda su dedo
con unos sellos azules del gobierno.
Estás detrás del hombre,
cuando les entreguen la hojita amarilla,
ni adiós dice.
Se levanta de su silla, segunda vez del día, molesto.
Culpa de la hojita,
de las cuerdas,
de los fabricantes de cuchillos.
Una cola larga cuando entró aquella hojita amarillenta,
en las piernas de una operaria.
Habrá quien por mí llore,
pero qué dirán en la oficina estática
del registro sibil (sic).
IV
Esta noche tengo un bigote largo de tristeza.
Está lloviendo y paran a decir nada los torditos de la plaza.
Y se van de aquí fugaces a la placita que tengo aquí a mi lado.
Pasan en fila tres perros por la calle.
Mi ombligo tiene un largo pelo cano de amargura.
Pero esta noche,
mi corazón peludo se amilana en esta silla del recuerdo, a esperar que la lluvia se almojabane con la noche.
La calle está silenciosa.
No los techos que duelen cada gota bajo el yugo de lo eterno.
Entonces a mi corazón le nacen ya tres pelos.
Piensa,
esto ha de ser Dios, que tras una borrachera nos lanza una meada.
Aquí, donde se sienta mi barbado órgano,
mi músculo harpado,
se levanta ya de aquí,
de la silla almidonada y española.
Y la deja ya a merced de la lluvia,
y los soleados peregrinos de la calle, y de la plaza.
Se levanta ya de aquí,
apaga todas las luces,
apaga algunas velas que dejó
encendidas no a descuido
por la madre,
mi madre,
y mide con la balanza de sus pelos
el peso de esta noche, acuéstase a dormir.
V
Madre, no llores,
en el mundo hay muchos Ecuadores.
Acuérdate de mí, del día que me fui,
y del color de mi camisa
donde tú sigues esperando,
flor del aire, donde te dejé.
Hay, madre, muchos Ecuadores.
Pero yo llevo mis dientes puestos,
hasta donde puesta te quedabas con tu acerico.
Habrá, madre, para mí, en otro lado,
amores lejos del dolor que no te digo.
Quédate,
guárdate,
mírate en el espejo en que me quiebro.
Hay, madre, para ti, dolores.
¡Ay, madre, hay por todas partes muchos Ecuadores!
VI
Aquí falta un gallo.
Hoy es un día en que yo no habría nacido.
Estoy enfermo.
En la esquina muge, mu... la mazamorra, y se espantan los girasoles.
Crece y crece el lulo, la guayaba, la pancreática y sorbida espuma de la extranjera, y voladora allí en la esquina.
Dulce y amarilla, llega tarde, allí donde nadie entra.
Eso espero.
Pero, sonríeme en tu carriel quizás, en tu marrón, sucia y triste ruana.
¿Esa masa, está quieta?
Qué moderno el algoritmo deste invierno.
Un número que da pedal a las hierbitas.
Ay, mórbida mañana, caracola, espuma, del nevado, y la humareda.
Ciento cuarenta musarañas.
Más.
ASCUAS
De calor a frío, estás avisando (sic). De calor a frío, en combustión en la esquina, en la izquierda, un señor con cara va tarde. De calor a frío pasa corriendo una culebra.
De calor a frío, es más, un líquido bullente.
De frío a calor, pasan conteniéndose los cánceres.
Del frío al calor se está secando el humedal.
Juan, estás tostado entre lo frío del frío, y el calor, estás cociente.
Juan, las raíces marginales, en aserio, al clima, y ortogonal al pare de la esquina.
Del calor al frío, del frío a la calor, dos pájaras se revientan en la ojera.
EPIGRAMA
Hay mortificaciones debido al porvenir,
y de ellas algunas son malas pépticamente,
y en unos días ellas tiemplan su aguijón,
y los dejan que unos días el veneno mate,
pero al final lo sacan y queda un socavón que ya no cierra,
¿Y ya qué?
Si ya no hay dolor ni para sentirlo,
ni hombre queda para el dolor sentido.
IX
Estoy esperando.
Las hojas muertas se parecen más y más a mí.
Las gotas caen, y el corazón no termina de secarse, con el último beso que te di.
Vino la lluvia, con tu pelo y en tus ojos la llamaste. cuando me viste, y no te vi.
Llegamos, ya nos fuimos.
Esta ya es la última vez, mi bien, mi vida, el dolor con que me acuesto…
¡Ya tuvo fin!
XI
¡David, no me hagas esto!
Está, quedó ahí en tu cama, en tu ropa, hay sangre rota en todo el suelo, y no será tuya.
Da, la casa, levántate, ¡duerme y guarda respiración para mañana!
David, pon esas transaminasas en tu espalda, termina de cargarlas, que yo me estoy durmiendo al desayuno, al pie de mis calcáreas uñas, sudando un poquito de hambre para mañana.
A LA LINDA DAMA, QUE HUELE A FORMOL
Cuídate mucho, estáis todas muertas por la noche, y tú eres lo más lindo que hay aquí.
Están bien puestos los adoquines, y está muy tarde ya que andes sola.
Estás sucia de todas estas sangres, sangres mundiales estás enferma tal lo estoy yo.
No estás más parada que David que Ernesto.
Cuídate mucho, hay muchas muertas por aquí.
Esta aguja que me trajiste en la mañana sigue viva, y se descose con el descuento de salud.
XIII
Destílese este alcohol en vino. Bueno.
Convídeseme yo a mi cena, luego, tarde.
No llegó la invitación.
Pero, sentárseme, por favor, por donde vienen dando con llegarme.
Duermo a penas, y no deja mi café para la casa.
Pasad las papas, con su cuchara de corrillo, y sus cuchillitos en camilla.
Me miran mal todos a la mesa, con violencia de pajarilla, con este silencio rezumando en sus pestañas.
Estamos bien.
Ríen todos a mi mesa, sin despedirse en la puerta.
Estamos bien todos, y no ha sobrado para el pobre.
Díganle a padre que estuvimos todos bien.