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Tres poemas a duermevela por Amadeo Tornasol

por Amadeo Tornasol.

Suspensión

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«entreveo, como en mágica fuente el tiempo

remoto en que aún yo era rey» -Stefan George

Despertado del sueño,

de pie, desnudo, frágil,

en el jardín sin nombre de la noche,

inmóvil, confundido,

yo contemplo la muerte.

En secreto, el viento

va arrastrando su marasmo frío,

su enfermedad,

sus ligeras turbaciones,

hasta ocuparlo todo

y trastornarlo todo, y diluirlo todo en náusea y pesadilla.

La mano de la muerte

de mi lento verdugo silencioso,

ha tomado mi brazo con poder,

acaso desde antes, pero ahora lo noto.

No puedo separarme, aunque quisiera.

No puedo decir nada.

Yo contemplo la muerte,

su mano firme, su brazo severo,

su rigidez, su cuerpo como estatua,

su cuerpo inmoble

que ha hecho de la noche su ropaje.

No puedo ver su rostro

porque un manto raído lo ha cubierto,

porque esconde sus secretos arcanos,

sus mil ojos, su terror imposible.

Oh, ángel de la muerte.

Oh, mensajero.

Mis pies están helados,

ya no sienten la yerba que pisaban.

El viento, su marasmo, ha entumecido

mi cuerpo, lo ha negado,

y ahora flota.

Hay flores, tal vez, sugeridas,

hojas que se sacuden,

símbolos que no puedo distinguir,

deseos de llorar que no se cumplen,

deseos de mirarme en el espejo,

de saber quién soy yo,

memorias proyectadas al vacío infinito

de esta oscuridad.

Sólo un instante

porque ya vuelvo al sueño

por mirar a los ojos a la muerte,

ojos que se han abierto como fauces por entre el manto ajado,

ojos que me deslumbran con sus ciclos perpetuos.

Sólo un instante, porque ya vuelvo al sueño,

al delirio narcótico, a la risa

al olvidar la sensación del tiempo,

a sus dulces licores babilónicos,

a su alegre ilusión,

a esta podredumbre disfrazada de dicha,

a este desconsuelo miserable,

a estas adicciones de falsa recompensa,

a esta decadencia, cada vez más profunda,

a esta soledad, vuelvo a este ensueño.

Aquí se quedan mis ojos idos,

mi boca llena de babas blancas,

mi impotencia.

La muerte no es el cese de la vida,

La muerte es este ángel,

es este hipnotismo,

esta suspensión,

este tiempo perpetuo.

Este tiempo marchito que corroe

mi mente frágil.

Despertado del sueño de la muerte

yo contemplé la vida.

Tormenta

Irregular

cae la lluvia

sobre el techo de zinc.

Retumba

por las cuatro paredes de mi cuarto,

vuelve a caer, y vuelve a derramarse.

La oscuridad apenas se interrumpe

cuando caen relámpagos.

Entonces

puedo ver cómo se estrechan las paredes,

cómo quiere asfixiarme esta serpiente.

Cierro los ojos.

Siento cómo las gotas me perforan.

Digo a la lluvia: lávame la piel,

quítame el barro, el miasma y la enfermedad.

Y a la serpiente: ven. Ata mi cuerpo.

Ven a estrangularme hasta que salga

todo este miedo.

Premonición

Ahora que ya se han ido de mí todos los buitres, ya no me cuesta pronunciar mi nombre, ya no desgarra adentro.

He recordado, al fin, mi rostro verdadero.

Cuán pronto, el sueño ha terminado.

Afuera brilla el sol.

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