Amadeo Tornasol
Suspensión «entreveo, como en mágica fuente el tiempo remoto en que aún yo era rey» -Stefan George Despertado del sueño, de pie, desnudo, frágil, en el jardín sin nombre de la noche, inmóvil, confundido, yo contemplo la muerte. En secreto, el viento va arrastrando su marasmo frío, su enfermedad, sus ligeras turbaciones, hasta ocuparlo todo y trastornarlo todo, y diluirlo todo en náusea y pesadilla. La mano de la muerte de mi lento verdugo silencioso, ha tomado mi brazo con poder, acaso desde antes, pero ahora lo noto. No puedo separarme, aunque quisiera. No puedo decir nada. Yo contemplo la muerte, su mano firme, su brazo severo, su rigidez, su cuerpo como estatua, su cuerpo inmoble que ha hecho de la noche su ropaje. No puedo ver su rostro porque un manto raído lo ha cubierto, porque esconde sus secretos arcanos, sus mil ojos, su terror imposible. Oh, ángel de la muerte. Oh, mensajero.
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Mis pies están helados, ya no sienten la yerba que pisaban. El viento, su marasmo, ha entumecido mi cuerpo, lo ha negado, y ahora flota. Hay flores, tal vez, sugeridas, hojas que se sacuden, símbolos que no puedo distinguir, deseos de llorar que no se cumplen, deseos de mirarme en el espejo, de saber quién soy yo, memorias proyectadas al vacío infinito de esta oscuridad. Sólo un instante porque ya vuelvo al sueño por mirar a los ojos a la muerte, ojos que se han abierto como fauces por entre el manto ajado, ojos que me deslumbran con sus ciclos perpetuos. Sólo un instante, porque ya vuelvo al sueño, al delirio narcótico, a la risa al olvidar la sensación del tiempo, a sus dulces licores babilónicos, a su alegre ilusión, a esta podredumbre disfrazada de dicha, a este desconsuelo miserable, a estas adicciones de falsa recompensa, a esta decadencia, cada vez más profunda,