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Ventanas Verdes, Karina Castillo

Ventanas verdes

Karina Castillo

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Haremos un pacto. Prometo olvidar lo que hiciste. No sientas temor. Te contaré a mi manera y sin tanto enredo. Antes de continuar te pido dar dos pasos al frente, sólo dos. Desde acá puedo ver si obedeces mis órdenes. Siéntate en la única banca, hay un hombre ahí que la desocupará especialmente para ti, trae sombrero y usa la corbata de siempre, ¿no es así? Él, sí, ese mismo, ¿recuerdas la última vez?, le dejaste un clavel para mí. Debajo hay un cheque en blanco. Escribe tu nombre. Si no lo haces regresará el mismo hombre que te cedió su asiento. No intentes nada. De cualquier manera en este momento tu celular no tiene servicio. ¿Ves a la mujer del vestido azul? En su bolsa tiene una sorpresa para ti. Si no haces las cosas como te indico, algo podría salir mal. Repito, sólo haz lo que te digo y no tengas temor.

El mesero del restaurant no me dejó otra salida que escribir el mensaje en la servilleta, por cierto, agregué un poco de labial rojo, el que te gusta. Sí, sé lo que estás pensando. Me conoces bien. Ahora levántate y camina en dirección a la fuente. Observa la ventana del edicio, ¿ves? El polarizado tal vez no lo permita, pero intenta de nuevo. No tarda en ocultarse el sol, entonces podrás observar sin dicultad. Encenderé la luz para facilitar tu vista desde afuera. Avanza con lentitud al departamento. Sube por las escaleras. Habitación número 72. La llave está debajo del tapete. Entra. Te contaré. Hay un champán sobre la mesa, sírvete un poco.

Continué con el juego. Hizo lo que le pedí sin dicultad. Cuando lo tuve frente a mí, me miró con asombro. Me entregó el cheque con su nombre. Agrega el autógrafo, le dije, y lo rmó. No sé qué duela más, rearmé, olvidarte de una vez para siempre o enterrarte. No puedo permitir más humillaciones, así de simple. Sígueme, y no intentes nada, te lo he repetido en varias ocasiones. Nos encaminamos a la parte trasera del inmueble y subimos al coche. Había cámaras de seguridad por todos lados. Te mataré, amenazó impaciente, pero de nada sirvió porque no le di tiempo. Habló el silencio en las ventanas verdes de sus ojos. Parecía dormido. Lo adorné con el clavel y a varios kilómetros de la escena detuve el coche para arrojarlo entre los arbustos.

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