1 minute read
Reseña
OReseña: scilaciones de Fuga Raúl Chávez Castillón
Habitar es construir, construir es habitar. Permanecer o residir por tiempos prolongados en sensaciones o ciudades, entonces, es un ejercicio de conciencia. Sentir todo aquello que crece cerca y dentro de nosotros, vivienda pero no morada en sentido estricto. Para poder residir o permanecer cerca de algo, es necesario poder nombrarlo, reconocerlo como nuestro, o reconocernos como parte de ello, sea o no grato: “Me da miedo ver mi sexo desnudo / por las noches / cuando el pensamiento / deforma mis buenas intenciones…”. Así la poesía, que nos sirve para observar y poder nombrar aquello que para algunos pasa desapercibido o es negado entre las llagas de nuestras ciudades, entre las multitudes y en el transcurrir del tiempo. Porque se necesita valor para poder reconocer aquello que se ha dejado entrar, aquello a lo que le faltó poco para consumirnos por completo o aquello en donde se ha encontrado (o se encontró en algún momento) cobijo. Ahora mas que nunca en esta modernidad, se necesita valor para darle un lugar a otro ser vivo o a un recuerdo viejo y entregarse a ellos por completo. Porque no solo el ser humano es capaz de habitar. Algunos sitios o recuerdos también pueden habitarnos: “te pertenezco en lo cotidiano / son tuyos mis días cansados”
Advertisement
Simeí Ortega (Nayarit, 1996) es una de las voces poéticas más viscerales y frescas de Nayarit. Su opera prima, Oscilaciones de fuga, es como contemplar un amanecer en Tepic desde una de sus colinas y no sentir cuando llega el crepúsculo hasta que vez el cielo cambiar a tonos naranjas y rosados. Simeí tiene el don de observar aquellas plazas viejas que son ignoradas o evitadas, las nombra, las recuerda, las acaricia y las habita. Simeí puede juntar dos orillas y dejar que una yazga frente a la otra.